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Contra La Rutina
Contra La Rutina
Contra la rutina
Sinopsis
Esta obra, en lenguaje y situaciones absurdas, intenta reflejar las vicisitudes
de un matrimonio, a lo largo de su existencia.
El, llamado Pablo, manifiesta una preocupación constante, convertida en
obsesión, en lo concerniente a que su pareja matrimonial no caiga en la
rutina, intentando para ello alterar el orden de todo lo que pudiera presentar
un viso de cotidianeidad, aunque más no se trate que de los horarios y
hechos comunes y triviales.
Pablo refiere permanentemente que sus ideas y aspiraciones respecto a la
vida son elaboradas en concordancia con el pensar de su alter ego, llamado
Luis Pérez, a quien menciona como permanentemente presente en él
Es así como el ideal de Pablo es crear un espacio, un lugar, que sea como de
descontaminación del tedio cotidiano, y que esto pueda extenderse en el
tiempo, llegando incluso a pensar en qué cosas por demás extrañas podrían
ocurrir como para diferenciarse de todo lo habitual.
Ella trata de acompañarlo en sus intentos, aunque sin hallarse
verdaderamente convencida de lo que él trama permanentemente, el cual
soslaya todos los obstáculos que pueden presentarse en la convivencia por
considerarlos lugares comunes, como ser el caso de la competencia
profesional entre ambos miembros, los comentarios de ella respecto a relatos
cotidianos, chismes de vecinas, asuntos domésticos y familiares, y aún,
tratando de convencerla de que su inminente maternidad tampoco es un
hecho trascendente, ya que eso le sucede a muchos.
Frente a todo esto, a ella se le plantea el recurso de volver a los antiguos
relatos que de pequeña le creaba su madre para que se durmiera, tratando de
sugerir una propuesta creativa, en la que su marido finalmente opta por toma
parte, pero que se encarga luego de demostrarle que no conduce a nada.
En ese devenir, Pablo implementa un recurso que ha resuelto adoptar, al
igual que Luis Perez, y que consiste en registrar con la mayor precisión
posible, el crecimiento de los vegetales que ha incorporado a su casa,
práctica que al parecer le brindará un estímulo satisfactorio, ocurriendo
finalmente lo terrible para él, porque fracasa el intento, ya que las plantas
dejan de crecer. Esto sucede en el momento en que ella lo sorprende con que
se va de casa con un jovencito, diciéndole que sin pensar, encontró la
manera de superar todo eso que su marido temía
Ella volverá luego de varios años, con la noticia de que ha tenido varios
hijos con distintos amantes, y que incluso esta vez la acompaña uno de ellos
en su regreso, al cual intentarán integrar a la restablecida pareja, sin que esto
finalmente logre alcanzar la meta de Pablo en cuanto a que su vida sea
original, e irremediablemente, todo vuelve a ser como era antes.
Una elipsis en el tiempo, la mostrará a ella, ya anciana, recordando aquel el
pasado, y relatando que Pablo ya ha muerto y que ella cree que en el fondo
vivieron plenamente, aún con las obsesiones de él, y haciendo referencia a
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Contra la rutina
carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar
Obra registrada
Personajes
Ella.
Él.
(Un matrimonio).
Entre los elementos escenográficos pueden tomarse en cuenta los
retratos de ambos, algunas calculadoras rudimentarias y gran cantidad
de macetas con sus correspondientes plantas.
Ella y Él se encuentran sentados frente al público con sendos
periódicos en sus manos.
Ell a: Si vamos a detenernos en las estadísticas publicadas en los últimos
cincuenta años veremos que éstas indican que el porcentaje de
personas que contrajo matrimonio, aumentó en los momentos socialmente
álgidos. Pareciera que su causa estaría relacionada con todo
aquello que tenga que ver con apuros y situaciones embarazosas.
Él: Resulta que en realidad, ha podido comprobarse que la sensación
bélica origina ya de por sí un generalizado aumento de la libido,
un incremento que finalmente llega a canalizarse en los tan mentados
cánones matrimoniales, circunstancia que las mismas estadísticas
indican que se revirtió poco tiempo después, con la llegada del
primer solsticio de verano y la inexactitud de los datos expuestos
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anteriormente.
Ell a: Además queremos decirles que lamentamos ser tan someros en
esta exposición, sin tiempo siquiera para extendernos en la premisa
de que las situaciones sentimentales guardan relación directa con
los fenómenos meteorológicos, la primavera y demás. Pero aún así,
trataremos de enunciar brevemente cuáles son los principales problemas
que pueden conspirar contra la unión formal de una lograda
pareja.
Él: Yo soy Fernando, de diecinueve, y por más que trato de explicarles a
los padres de ella que me ven así porque soy auténtico, mis esquivos
suegros manifiestan rechazarme por atorrante y piojoso.
Ell a: Yo soy Astrid, de catorce, e intento hacer entender a mis padres
que deben dejar las diferencias de lado y tratar de integrar al piojoso
a la familia.
Él: En mi caso, yo soy cuarenta años mayor que ella, y la primera incógnita
que se me plantea es si tengo que casarme o adoptarla.
Ell a: Mi nombre es Paula, de veinte, y nuestra pareja no padece ninguna
clase de contratiempos, claro está, dejando de lado algunos
detalles insignificantes que tienen que ver con el problema de cómo
conseguir trabajo, dinero, un techo… En fin, cosas materiales que
no pueden preocupar a nadie.
Él: ¡Y en mi caso, como ella es negra, yo insisto en que tengo derecho
a casarme con dos!
Ell a: Estas son, en brevísimo resumen, las pequeñas dificultades con
que puede encontrarse una pareja antes del matrimonio, a través
de una mirada exhaustiva en las publicaciones periodísticas, y más
precisamente, en el suplemento dominical, que es lo único que
consultamos y que por cierto nos guía a través de sus brillantes esclarecimientos
pseudopsicológicos. Es así que fundamentamos esta
exposición por intermedio del mencionado suplemento, porque no
conocemos otra fuente y porque además, nuestro caso, en realidad
fue distinto.
Él: Claro, nosotros nos casamos sin conocernos siquiera. Enviamos
nuestros nombres y apellidos bien deletreados a una computadora
que se encargó de todo. Más tarde le remitimos un mail de conformidad;
luego nos llegó el consentimiento de la máquina, y así pudo
concretarse esta lograda boda cibernética.
Ell a: Por lo tanto, como comprenderán, no vivimos ninguna experiencia
previa y por eso debimos recurrir a la bibliografía que siempre está
al alcance de nuestras manos y que tanto nos nutre…
Él: De cualquier manera, para mí, lo importante es...
Ell a: ¿Lo vas a decir de nuevo?
Él: ¿Ya lo dije?
Ell a: (Al Público) Es así que nos despedimos de esta exposición concluyendo
que...
Él: Comenzando con que puedo decir que para mí, lo importante es no
caer en la rutina.
Ell a: (Toma un mazo de cartas) ¡Entonces, empecemos, cortá, dale!
Él: ¡Cortá, un carajo!
Ell a: ¡Pero qué genio!
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Él: ¡¿Te estoy hablando de rutina y vos querés jugar a las cartas?!
Ell a: ¡Precisamente!
Él: ¡¿Pero vos viste algo más rutinario que jugar a las cartas?!
Ell a: ¡Siempre se dan cosas distintas!
Él: No me importa el resultado de quien gane o quien pierda. Las
cartas, los dados, la perinola, los juegos de azar en sí, son todos
rutinarios.
Ella. ¿Querés negar que el juego tiene sus emociones?
Él: La única emoción es ganar o perder. No hay otra.
Ell a: Sí, empatar.
Él: Es lo mismo. Está todo dicho.
Ell a: No, por que nunca se sabe qué va a resultar.
Él: No interesa. Todo se reduce a ganar o perder.
Ell a: O empatar.
Él: ¡No me interrumpas con pavadas!
Ell a: ¡No son pavadas!
Él: Sí, son pavadas. Y ése es el exponente fundamental de la Sociedad
de nuestros días. ¡Ganar o perder; mejor dicho, ver a quién le ganamos! ¡Enfermo!
¡Razonamiento y procederes enfermos! (Toma el
mazo) Se terminaron los juegos de azar. ¡Basta de cartas! ¡Basta de
dados! ¡A la basura con todo!
Ell a: ¡¿A la basura?!
Él: En lo posible, que estén fuera de toda posibilidad de contaminación.
Ell a: Será Justicia...
Él: ¡De ahora en adelante, los únicos juegos que nos dominen serán los
que enaltezcan el espíritu!
Ell a: ¿No podés pasar un minuto sin pronunciar las palabras de Luis
Pérez?
Él: ¿Y de dónde sacaste que son palabras de Luis Pérez?
Ell a: Porque me lo dijiste hace un rato.
Él: Si me hubieras escuchado bien, sabrías que no son de Luis Pérez.
¡En realidad son las palabras que elaboré luego de una ardua charla
con Luis Pérez!
Ell a: Está bien... Reproduzcamos la charla... ¿Qué cosa le habías dicho?
Él: Le había dicho... Le había dicho... Sí, que no quería caer en la rutina.
Ell a: Conmigo.
Él: ¿Claro, con quién va a ser?
Ell a: Podría ser con él...
Él: ¡¿Qué estás pensando? ¡Es un compañero de oficina!
Ell a: Bueno, de acuerdo... ¿Qué fue lo que te contestó?
Él: Me contestó... ¡De ahora en adelante, los únicos juegos que nos dominen
serán los que enaltezcan el espíritu!
Ell a: ¿Viste? Son las palabras de él.
Él: ¿Cuáles?
Ell a: “De ahora en adelante, los únicos juegos que nos dominen”...
Él: ¡No, no! No son palabras de Luis Pérez, porque él las dijo a consencuencia
de un cuestionamiento mío. ¡Él, lo único que hizo fue
interpretarme, ¿me interpretás?! ¡In-ter-pre-tar-me!
Ell a: ¿Qué? ¿Ahora es psicoanalista?
Él: No. Él también detesta la rutina.
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Ell a: ¡Cómo se te ocurre que pueda ser una delicia!... Yo no doy más...
Tendría que ir a la cama...
Él: ¡No, que es rutinario! Además, podés caer en la rutina del sueño y
no vivir el proceso en toda su intensidad.
Ell a: Es que... Ya te dije que no doy más...
Él: Yo también la padezco, pero reconozco que hay alicientes...
Ell a: Alicientes... ¿Qué alicientes?
Él: ¿No te das cuenta?
Ell a: No.
Él: ¿Entonces, el fruto de mi esfuerzo, el hecho de que yo haya buscado
entre todas las pestes para contraer esta extraña enfermedad, no te dice
nada?
Ell a: ¿Y dónde fuiste a buscar esas pestes?
Él: A cuanto lugar insalubre se me cruzó.
Ell a: ¡Ay! ¡Me parece que se te fue la mano! (Se incorpora lentamente
y alcanza una bolsa de agua) ¡Ay!... Digo yo... ¿No iremos a parar
al Hospital?
Él: ¡Pero no!... ¡Eso sería rutinario!
Ell a: Ah, menos mal... Pero al menos, tratá de convencer a los microbios.
Él: Para eso está el médico.
Ell a: ¿Y un tratamiento médico no es rutinario?
Él: ¡No porque este es especial! Ya vas a ver las que vamos a pasar.
Ell a: ¡¿Las que vamos a pasar?!
Él: Imaginate algo así como una sesión de tortura prolongada.
Ell a: ¡¿Más, todavía?! ¡Ay! ¡Yo te mato!
Él: Tranquilizate. Tratá de ahorrar esfuerzo físico.
Ell a: ¡¿Qué?! ¿También me vas a salir con que es rutinario?
Él: No, pero el doctor basa en eso la mayor parte de su terapia.
Ell a: ¡¿Con esfuerzo físico?! ¡¿Por qué se me habrá ocurrido enfermarme?!
Él: ¡Qué le vas a hacer. Son cosas del destino!
Ell a: ¡Qué destino ni destino! ¡Si confesaste que fuiste vos el que trajo
esto!
Él: Pero vos no sabías nada.
Ell a: ¡Por supuesto!
Él: ¿Entonces, fue el destino o no fue el destino?
Ell a: Tenés razón. Fue el destino... ¡Ay, es demasiado!
Él: Está bien. Voy yo mismo a buscar a ése médico (Ella comienza a
desplomarse)... ¡Querida, no vayas a morirte, porque caemos en la
rutina! (Sale).
Cambio de iluminación. Suena el teléfono. Ella atiende en su estado
normal.
Ell a: Sí, Rosita, soy yo... Fenómeno, vieja... Tuve una enfermedad que
ni te cuento. ¡Con decirte que vino un brujo que nos corrió con un
palo encendido por toda la casa!... ¡Ni te imaginás lo fue! Más de
cuatrocientas vueltas y ninguna quemadura… Sí, sí, lo importante
es que quedamos estupendos, geniales... Y encima fue una cosa para
nada rutinaria, que es lo más importante... Si, ya sé que no entendés
nada... Ya te voy a contar mejor, un día de éstos... ¿Las cosas con mi
marido?... Estupendamente bien, vieja... ¡Nos queremos muchísimo
y nada de rutina!... ¡Hola! ¡Sí, digo que nos queremos muchísimo!
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Ell a: No se qué me pasa... Es que... Hay veces que quisiera contarte algo
trascendental y no puedo...
Él: ¿Acaso no te animás?
Ell a: Sí... No sé porqué será...
Él: El miedo... Siempre el miedo... Pero si empezás por proponértelo, ya
vas a ver cómo podés contar eso que querés…
Ell a: ¿Vos creés que podré?
Él: ¿Cómo que no?... Vamos... Comience por animarse... Comience por
el principio.
Ell a: Bueno... Me pasa un poco lo que le pasa a Gloria, conversábamos
hoy en el ascensor, justamente... Ella toma clases, trabaja y encima
tiene cuatro nenas. No le queda tiempo para nada... Si no fuera por
las abuelas...
Él: Cuatro nenas, dos abuelas... dos y dos.
Ell a: Tienen un programa... Por ejemplo, los sábados se las dejan a la
paterna y los domingos y feriados a la materna...
Él: Bueno, hablando de chicos, te puedo contar que el otro día mi hermana
me dijo que está por bautizar al nene.
Ell a: (Ilusionada) ¡¿Pablo, eso te puede hacer feliz?!
Él: No; la verdad, que me revienta... No hay cosa más detestable que
los baberos...
Ell a: ¡Pero es interesante una conversación sobre la Familia, de tanto
en tanto!... Mirá, Gloria, por ejemplo, y siguiendo con el tema, las
deja en una guardería.
Él: Supongo que ya las bautizó.
Ell a: Sí. ¿Por qué me preguntás eso?
Él: Por nada, absolutamente... Para seguir tu conversación.
Ell a: ¡Pero en realidad me la interrumpís!
Él: ¡Eso no es cierto!
Ell a: Sí que es cierto. ¡Opinás cuando yo no te lo pido!
Él: ¡Ah, qué bien!... ¡¿Yo estoy en medio de la conversación y no tengo
derecho a opinar?!
Ell a: Bueno, sí, las bautizó...
Él: Pero mi hermana tiene el gravísimo problema de que no sabe a qué
Iglesia dirigirse. Ella es de religión Expresionista y el marido Neoimpresionista.
Ell a: Bueno, siguiendo con Gloria, ella dice que sería importante que
las abuelas concurrieran con las nenas a la guardería.
Él: Sí. ahí también se le presenta un problema a mi hermana, porque
una de las abuelas entra solamente a una Iglesia y no quiere pisar
la otra.
Ell a: Claro, pobre Gloria, si se llegan a encontrar las abuelas en la guardería,
quizá se agarren de los pelos.
Él: En ese caso les convendría bautizarlas en horarios distintos.
Ell a: Ya están bautizadas.
Él: ¿Quiénes?
Ell a: Te estoy hablando de las abuelas.
Él: Bueno, entonces sólo resta pensar en los padrinos.
Ell a: ¡Seguís enfocando mal la cuestión! ¡El problema está en las guarderías!
Él: ¡En los padrinos!
Ell a: ¡Guarderías!
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Él: Bueno, bueno, calmate, por hoy sigamos en la rutina. Va a ser una
criatura común y corriente.
Ell a: Sí, con eso me tranquilizás. Pero no es tan simple. ¡Hay otra duda
que me asalta!
Él: ¿Cuál?
Ell a: No sé si es demasiado original.
Él: ¡Vamos, vamos, animate!
Ell a: ¡Ay, mamá! ¿Será nena o será varón? ¡Mamá! ¡Mamá!... (Él sale
con un gesto de exasperación).
Cambio de iluminación. Ella prosigue sentada. Él se dirige hacia
una de las macetas, provisto de un cronómetro, un centímetro y un anotador,
tomando mediciones de las hojas de la planta que crece dentro
de ella.
Ell a: ...Mamá tenía la costumbre de contarnos un cuento todas las
noches, antes de dormirnos. A veces ella se interrumpía para que
continuásemos nosotros... Me refiero a mis hermanos y a mí... Que
continuásemos con la historia... ¿Me estás escuchando?
Él: ¿Qué?
Ell a: Te pregunto si me estás escuchando.
Él: Sí, dale, seguí.
Ell a: ¿No podés dejar eso tan siquiera una noche?
Él: (Toma nota del crecimiento de una hoja) Ya te dije que esto me
apasiona.
Ell a: Está bien, lo mío no tiene importancia...
Él: ¡No! ¿Qué estás diciendo?
Ell a: Siempre con los ojos puestos en esas medidas.
Él: Sabés que me lo recomendó Luis Pérez. Y que es emocionante, pero
también necesito escucharte.
Ell a: ¿Lo decís en serio?
Él: ¡Sí, te estoy pidiendo que sigas!
Ell a: Está bien; hoy, en la oficina, la jefa entró de mal humor...
Él: Estás haciendo trampas...
Ell a: ¿Por qué?
Él: Eso no es lo que querías contar... Hablabas de tu madre... De un
cuento...
Ell a: ¡Me escuchabas, entonces!
Él: Por supuesto que sí.
Ell a: (Se acerca y lo abraza) ¡Pablo! ¡Te quiero!
Él: ¡Cuidado! ¡La medición!
Ell a: Pero... ¿No lo podés postergar?
Él: No. Todas las noches consigo cosas distintas. ¿Te das cuenta? ¡Es
alucinante!
Ell a: Sí, bueno, pero una vez solita, vení, dejá eso y sentate... Tomemos
un café...
Él: Cuando termine tendremos tiempo.
Ell a: No, por favor, es esta vez solamente que te ruego que dejes eso...
Él: De acuerdo; cumplo con el capricho, y me siento a la mesa a beber el
café en tiempo record (Consulta el cronómetro).
Ell a: Tiempo record... ¿No te parece que tenemos muy poco tiempo
para nosotros mismos?
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llegaste?
Ell a: (Aparece empilchada, con una valija) Me voy.
Él: ¿Qué? ¿Te vas?
Ell a: Que así es.
Él: ¿A dónde te vas?
Ell a: Me voy. Te dije que me voy.
Él: Sí, ya te oí. ¿Pero dónde?
Ell a: Donde sea.
Él: Ah, sí, ese lugar lo conozco... ¿Pero por qué?
Ell a: Porque me pasan cosas.
Él: ¿Cómo decís?
Ell a: Que pasan cosas.
Él: Sí, está chillando la nena.
Ell a: Vas a tener que ocuparte de la mamadera.
Él: Pero... ¿Hasta cuándo te vas?
Ell a: Hasta siempre.
Él: ¡Ah, eso es demasiado! ¡Yo no voy a poder darle la mamadera tanto
tiempo!
Ell a: Algún día crecerá.
Él: ¿Y el nene?
Ell a: También te lo dejo.
Él: ¡Pero vos me cargás todo el fardo! ¿A qué jugamos ahora?
Ell a: No es juego. Me voy para siempre.
Él: ¡Yo debo estar loco! ¡No puedo creer lo que estoy escuchando!
Ell a: No lo escuches, si es necesario, pero tomalo con calma; tenés que
entenderlo. Son cosas que pasan.
Él: ¿Cosas que pasan?
Ell a: ¡Cosas!
Él: ¿Sí, pero qué cosas?
Ell a: Si me detengo en los hechos, puedo decirte que fue algo sublime,
Algo mágico, y en realidad, nada del Otro Mundo. Yo iba por la calle.
Conocí a aun jovencito. Me miró; lo miré; me guiñó un ojo; nos
acostamos y decidimos vivir juntos...
Él: ¿Dijiste un jovencito?
Ell a: ¡Pronto será mayor de edad!
Él: Bueno, eso es una garantía... Pero... ¿Cuánto hace que?...
Ell a: ¿Qué?
Él: ¿Qué me lo venís ocultando?
Ell a: Veinticuatro horas.
Él: Y yo que durante todo este tiempo no noté la más pequeña señal, el mínimo
indicio, el más insignificante gesto o actitud que te delatara…
Ell a: Lo que pasa es que ayer hablamos muy poco, ¿recordás?
Él: ¿Ayer?
Ell a: Claro, las veinticuatro horas que te decía.
Él: Cierto... las veinticuatro horas... ¿Pero tuviste tiempo suficiente cómo
para pensarlo?
Ell a: Y... Algo de tiempo, mientras iba al mercado...
Él: ¡Entonces, está todo decidido! Para vos el mercado es fundamental.
Ell a: Es cierto, sí.
Él: ¡¿Pero los chicos?! ¡¿Por qué ese daño?!
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todo?
Él: Sí.
Ell a: ¡Oh!
Él: ¿Qué pasa?
Ell a: ¡No sé qué va a pensar de mí!
Él: No te preocupes. Ignora tanto como yo.
Ell a: Sería mejor que ignorara más... Aunque me vio llegar con Matu y
besarnos luego... Matu... Le voy a decir que se vaya.
Él: ¡Pero no, hacelo pasar!
Ell a: ¿Para qué?
Él: En realidad no sé... Es cómo que quisiera preguntarle algo, pero no
sé qué... Será mejor que vaya surgiendo... Andá... Hacelo pasar…
(Ella acepta y sale).
Escena siguiente: Él cambia continuamente a las macetas de lugar,
deteniéndose a observar las plantas de tanto en tanto. Ella habla desde
afuera, hasta aparecer sin encontrarse ya embarazada.
Ell a: ¿No crecen, no?
Él: No crecen, no.
Ell a: ¿Y Luis Pérez?
Él: ¡Ah! ¡Me hiciste acordar de que tengo que llamarlo! (Intenta marcar
el número).
Ell a: ¿porqué no le decís que saque este armatoste? ¡Me está molestando!
Él: ¡Pero! ¡No contesta!
Ell a: ¡Te estoy hablando!
Él: ¿Sí, qué?
Ell a: ¡Digo, de este armatoste!
Él: Sabés que sirve para catalizar la energía.
Ell a: ¿Qué?
Él: La energía, la energía que necesitan estas malditas.
Ell a: ¿Y sin embargo no crecen, no?
Él: No crecen, no.
Ell a: Yo te preguntaba por Luis Pérez.
Él: ¿Qué...?
Ell a: Digo, si descubrió algo mejor.
Él: No a él tampoco le crecen... ¡Y encima no me puedo comunicar!
Ell a: ¿Te parece que lo invitáramos alguna vez a comer?
Él: No. Basta de invitaciones.
Ell a: ¡Si nunca viene nadie!
Él: Suficiente con ese hombre...
Ell a: ¿Matute?
Él: ¡Flor de matete, Dios mío!
Ell a: ¿Estás muy arrepentido?
Él: En un principio pensé que podría aportar algo... Pero todo terminó
haciéndose aún más tedioso... Luego de haber agotado todas las
posibilidades...
Ell a: ¡Y eso que los diarios promocionan tanto la vida swinger... Pablo!
Él: ¿Qué?
Ell a: ¿El hecho de que todos nuestros hijos se hayan suicidado en el
intervalo de una semana, también es rutinario?
Él: ¿Por qué me lo preguntás? No sabría responderte...
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Ell a: Sí, Pablo, contestame que sí, porque sinó, voy a terminar sintiendo
alguna culpa...
Él: Culpas... Eso es lo más común.
Ell a: Sí, Pablo, sí, tenés razón (Solloza) No sé qué sería de mí sin tu
ayuda.
Él: Bueno, no hay que aflojar. Algo se nos va a ocurrir. Todavía nos
quedan diez minutos.
Ell a: Entonces, ¿por qué no vas a dormir, mientras que yo termino de
ordenar las cosas? En este horario jamás arreglé las cosas.
Él: Cierto, si no hay otro remedio, apelaré a esto, pero no tardes en venir
(Sale).
Ell a: No, no tardo, son diez minutos que nos quedan.
Cambio de iluminación. Ella, ya anciana, se encuentra sentada.
Habla al público.
Ell a: Y así fue mi pareja con Pablo. El, un día se fue, pero de esta vida...
Yo, ¿qué podría decirles?... Es verdaderamente muy difícil para
una mujer de mi edad, lograr un balance en concreto y transmitir
claramente mis conclusiones, aún con la ayuda de mi eterno periódico...
Es muy difícil, sobre todo cuando se trata nada más ni nada
menos que de una vida en común... Hubo algo, sí... fuimos felices...
Si tuviera que pensar en el secreto de nuestra felicidad, creo que se
basó en la tolerancia, en la comprensión mutua... El tenía esa obstinación
que lo caracterizaba y ese gran amigo que lo ayudaba. Luis
Pérez lo ayudó a crear cuántas cosas nos pudieran arrancar del tedio
cotidiano, nos brindó ideas a las cuales dedicábamos todo nuestro
tiempo... y lo verdaderamente valioso fue que nunca tuvimos tiempo
para nosotros mismos... para expresarnos todos nuestros rencores
latentes, todos nuestros odios más profundos, y ése pienso que fue
nuestro mayor secreto. Por otra parte, Luis Pérez fue tan importante,
que siempre le guardé un oculto amor; en confidencia, fui su amante
durante largos años (Se ríe con picardia senil)... Y así, un día, estando
yo aquí, evocando cosas, llegué a recordar que Luis era exactamente
igual a Pablo; idéntico, diría yo... Por eso tomé el teléfono...
De ahí en más unimos nuestras vidas ...Aquél retrato... (Reemplaza
el retrato de él por otro en el cual se lo ve viejo)... siguió siendo el
de una misma persona, y todo está como en otros tiempos... ¡¿Pero
qué veo?! ¡¿Qué veo?! ¡Las plantas están creciendo!!
Él (Luis): (Entra) ¡¿De veras?! (Se dirige a una y otra) ¡Es cierto, crecen,
crecen, crecen!
Ell a: ¡¿Crecen, sí, crecen?! (Se apresura a correr la cortina del fondo,
y aparecen nuevas plantas) ¡Viva, crecen, viva!
Él: ¡Crecen, crecen, crecen! (Comienzan a medir aceleradamente, alternadose
de maceta en maceta).
Él: ¡Veinticinco con cinco!
Ell a: ¡Veintinueve con nueve!
Él: ¡Con quince!
Ell a: ¡Con veinte!
Él: ¡Treinta y cinco!
Ell a: ¡Ciento veinte! ¡Crecen!
Él: ¡Crecen, crecen!
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