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CONTRA LA RUTINA - PDF Versión 1
CONTRA LA RUTINA - PDF Versión 1
Contra la rutina
Sinopsis
Contra la rutina
carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar
Obra registrada
Personajes
Ella.
Él.
(Un matrimonio).
Entre los elementos escenográficos pueden tomarse en cuenta los retratos
de ambos, algunas calculadoras rudimentarias y gran cantidad de
macetas con sus correspondientes plantas.
Ella y Él se encuentran sentados frente al público con sendos periódicos
en sus manos.
Ell a: Si vamos a detenernos en las estadísticas publicadas en los últimos
cincuenta años veremos que éstas indican que el porcentaje de personas
que contrajo matrimonio, aumentó en los momentos socialmente
álgidos. Pareciera que su causa estaría relacionada con todo aquello
que tenga que ver con apuros y situaciones embarazosas. Él: Resulta
que en realidad, ha podido comprobarse que la sensación bélica
origina ya de por sí un generalizado aumento de la libido, un
incremento que finalmente llega a canalizarse en los tan mentados
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Él: Comenzando con que puedo decir que para mí, lo importante es no caer
en la rutina.
Ell a: (Toma un mazo de cartas) ¡Entonces, empecemos, cortá, dale!
Él: ¡Cortá, un carajo!
Ell a: ¡Pero qué genio!
Él: ¡¿Te estoy hablando de rutina y vos querés jugar a las cartas?!
Ell a: ¡Precisamente!
Él: ¡¿Pero vos viste algo más rutinario que jugar a las cartas?!
Ell a: ¡Siempre se dan cosas distintas!
Él: No me importa el resultado de quien gane o quien pierda. Las cartas,
los dados, la perinola, los juegos de azar en sí, son todos rutinarios.
Ella. ¿Querés negar que el juego tiene sus emociones?
Él: La única emoción es ganar o perder. No hay otra.
Ell a: Sí, empatar.
Él: Es lo mismo. Está todo dicho.
Ell a: No, por que nunca se sabe qué va a resultar.
Él: No interesa. Todo se reduce a ganar o perder.
Ell a: O empatar.
Él: ¡No me interrumpas con pavadas!
Ell a: ¡No son pavadas!
Él: Sí, son pavadas. Y ése es el exponente fundamental de la Sociedad de nuestros
días. ¡Ganar o perder; mejor dicho, ver a quién le ganamos! ¡Enfermo!
¡Razonamiento y procederes enfermos! (Toma el mazo) Se
terminaron los juegos de azar. ¡Basta de cartas! ¡Basta de dados!
¡A la basura con todo!
Ell a: ¡¿A la basura?!
Él: En lo posible, que estén fuera de toda posibilidad de contaminación.
Ell a: Será Justicia...
Él: ¡De ahora en adelante, los únicos juegos que nos dominen serán los que
enaltezcan el espíritu!
Ell a: ¿No podés pasar un minuto sin pronunciar las palabras de Luis Pérez?
Él: ¿Y de dónde sacaste que son palabras de Luis Pérez?
Ell a: Porque me lo dijiste hace un rato.
Él: Si me hubieras escuchado bien, sabrías que no son de Luis Pérez.
¡En realidad son las palabras que elaboré luego de una ardua charla con
Luis Pérez!
Ell a: Está bien... Reproduzcamos la charla... ¿Qué cosa le habías dicho?
Él: Le había dicho... Le había dicho... Sí, que no quería caer en la rutina.
Ell a: Conmigo.
Él: ¿Claro, con quién va a ser?
Ell a: Podría ser con él...
Él: ¡¿Qué estás pensando? ¡Es un compañero de oficina!
Ell a: Bueno, de acuerdo... ¿Qué fue lo que te contestó?
Él: Me contestó... ¡De ahora en adelante, los únicos juegos que nos dominen
serán los que enaltezcan el espíritu!
Ell a: ¿Viste? Son las palabras de él. Él: ¿Cuáles? Ell a: “De ahora
en adelante, los únicos juegos que nos dominen”...
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Él: ¡No, no! No son palabras de Luis Pérez, porque él las dijo a consencuencia
de un cuestionamiento mío. ¡Él, lo único que hizo fue interpretarme, ¿me
interpretás?! ¡In-ter-pre-tar-me!
Ell a: ¿Qué? ¿Ahora es psicoanalista?
Él: No. Él también detesta la rutina.
Ell a: Bueno, basta de planteos. Es la hora de cenar.
Él: Tratemos de dejarla para un poco más tarde...
Ell a: ¿Por qué? ¿Querés seguir discutiendo?... ¿O estás inapetente, mi amor?
Él: No. No es eso.
Ell a: ¿Y entonces, por qué?
Él: Para no caer en la rutina.
Ell a: Claro, sin comer, no hay rutina que aguante...
Él: No. ¡No me entendés!
Ell a: Sí, te entiendo. Sería maravilloso tener todo el Oro del Mundo.
Entonces la cena sería una delicia y nuestra mesa estaría poblada por
toda clase de extravagancias.
Él: No, no. Es otra cosa, la que imagino.
Ell a: ¿Cuál, entonces?
Él: Se trata de que siempre pudiésemos alterar el orden... Que una noche
sea almuerzo, que una mañana sea cena, otra noche desayuno... Que
decida el azar...
Ell a: ¿Viste que el azar es necesario?
Él: ¡Maldito azar! ¡Me persigue! ¡Trata de arruinar mi vida!
Ell a: ¡Bueno, no te pongas así!...
Él: ¡Cómo no me voy a poner así, si a esta altura estoy totalmente confundido!
Ell a: Está bien, voy a tratar de ayudarte... Lo que vos querías decirme es que
el azar no sirve para los juegos porque ya de tanto azar, se convierten en
tediosos, pero que en cambio, puede servir para salir de la rutina en otros
casos.
Él: ¡Menos mal! ¡Menos mal que aprendiste lo que te enseñé!
Ell a: Y por hoy es suficiente. Vamos a cenar.
Él: ¿No podemos dejarlo para después?
Ell a: ¿Otra vez con eso?
Él: No, no. Es que... quisiera crear un espacio, un horario fundamental...
Un espacio en el que no sé siquiera si ese horario será definido, y en ese
espacio que tendrá que durar lo máximo posible, viviremos el momento
diario de lo diferente... Será algo así como un remanso, una
descontaminación de todo el tedio, del ahogo cotidiano. ¿Aceptás?
Ell a: Sí a vos te parece... Puedo aceptar.
Él: ¡Viva! (Se dirige al teléfono).
Ell a: ¿Qué vas a hacer?
Él: ¡Le voy a comentar a Luis Pérez!
Ell a: ¡Oh, no!
Cambio de iluminación (Escena siguiente). Él permanece con el teléfono.
Ella se sienta, muy decaída.
Él: ¿Hola? ¿Doctor?... Sí, sí... Le hablo porque mi esposa y yo contrajimos
una virosis-bacteriosis-fungosis-amebiasis entremezcalada, que nos
proporciona curiosos cuadros que se alternan en distintas horas del día…
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¡Sí, sí, estoy seguro!... No podía ser de otra manera... Los dos acordamos
que cuando nos enfermásemos sería de alguna cosa fuera de lo común...
¡Ah, pero hay algo más!... El cuadro clínico de mi mujer es distinto al
mío... ¡Sí; a ella le da la fiebre en otro horario! ¡Tiene calor justamente
cuando yo tengo frío!... No se asuste, doctor y venga... ¡Que esta
enfermedad es una delicia!
Ell a: ¡Cómo se te ocurre que pueda ser una delicia!... Yo no doy más...
Tendría que ir a la cama...
Él: ¡No, que es rutinario! Además, podés caer en la rutina del sueño y no
vivir el proceso en toda su intensidad.
Ell a: Es que... Ya te dije que no doy más...
Él: Yo también la padezco, pero reconozco que hay alicientes...
Ell a: Alicientes... ¿Qué alicientes? É l:
¿No te das cuenta?
Ell a: No.
Él: ¿Entonces, el fruto de mi esfuerzo, el hecho de que yo haya buscado
entre todas las pestes para contraer esta extraña enfermedad, no te dice nada?
Ell a: ¿Y dónde fuiste a buscar esas pestes?
Él: A cuanto lugar insalubre se me cruzó.
Ell a: ¡Ay! ¡Me parece que se te fue la mano! (Se incorpora lentamente
y alcanza una bolsa de agua) ¡Ay!... Digo yo... ¿No iremos a parar al
Hospital?
Él: ¡Pero no!... ¡Eso sería rutinario!
Ell a: Ah, menos mal... Pero al menos, tratá de convencer a los microbios.
Él: Para eso está el médico.
Ell a: ¿Y un tratamiento médico no es rutinario?
Él: ¡No porque este es especial! Ya vas a ver las que vamos a pasar.
Ell a: ¡¿Las que vamos a pasar?!
Él: Imaginate algo así como una sesión de tortura prolongada.
Ell a: ¡¿Más, todavía?! ¡Ay! ¡Yo te mato!
Él: Tranquilizate. Tratá de ahorrar esfuerzo físico.
Ell a: ¡¿Qué?! ¿También me vas a salir con que es rutinario?
Él: No, pero el doctor basa en eso la mayor parte de su terapia.
Ell a: ¡¿Con esfuerzo físico?! ¡¿Por qué se me habrá ocurrido enfermarme?!
Él: ¡Qué le vas a hacer. Son cosas del destino!
Ell a: ¡Qué destino ni destino! ¡Si confesaste que fuiste vos el que trajo esto!
Él: Pero vos no sabías nada.
Ell a: ¡Por supuesto!
Él: ¿Entonces, fue el destino o no fue el destino?
Ell a: Tenés razón. Fue el destino... ¡Ay, es demasiado!
Él: Está bien. Voy yo mismo a buscar a ése médico (Ella comienza a
desplomarse)... ¡Querida, no vayas a morirte, porque caemos en la rutina!
(Sale).
Cambio de iluminación. Suena el teléfono. Ella atiende en su estado normal.
Ell a: Sí, Rosita, soy yo... Fenómeno, vieja... Tuve una enfermedad que
ni te cuento. ¡Con decirte que vino un brujo que nos corrió con un
palo encendido por toda la casa!... ¡Ni te imaginás lo fue! Más de
cuatrocientas vueltas y ninguna quemadura… Sí, sí, lo importante es
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(Se enternece) Está bien, está bien; por ésta vez te doy la razón. Además,
no te hagás más problema. ¡Lo de la competencia es de lo más rutinario!
(Ella no deja de llorar)... Pero, ¿qué pasa?... ¿Qué pasa, entonces?
Ell a: No se qué me pasa... Es que... Hay veces que quisiera contarte algo
trascendental y no puedo...
Él: ¿Acaso no te animás?
Ell a: Sí... No sé porqué será...
Él: El miedo... Siempre el miedo... Pero si empezás por proponértelo, ya
vas a ver cómo podés contar eso que querés… Ell a: ¿Vos creés que
podré?
Él: ¿Cómo que no?... Vamos... Comience por animarse... Comience por el
principio.
Ell a: Bueno... Me pasa un poco lo que le pasa a Gloria, conversábamos
hoy en el ascensor, justamente... Ella toma clases, trabaja y encima
tiene cuatro nenas. No le queda tiempo para nada... Si no fuera por las
abuelas...
Él: Cuatro nenas, dos abuelas... dos y dos.
Ell a: Tienen un programa... Por ejemplo, los sábados se las dejan a la paterna
y los domingos y feriados a la materna...
Él: Bueno, hablando de chicos, te puedo contar que el otro día mi hermana me
dijo que está por bautizar al nene.
Ell a: (Ilusionada) ¡¿Pablo, eso te puede hacer feliz?!
Él: No; la verdad, que me revienta... No hay cosa más detestable que los
baberos...
Ell a: ¡Pero es interesante una conversación sobre la Familia, de tanto
en tanto!... Mirá, Gloria, por ejemplo, y siguiendo con el tema, las deja
en una guardería.
Él: Supongo que ya las bautizó.
Ell a: Sí. ¿Por qué me preguntás eso?
Él: Por nada, absolutamente... Para seguir tu conversación.
Ell a: ¡Pero en realidad me la interrumpís!
Él: ¡Eso no es cierto!
Ell a: Sí que es cierto. ¡Opinás cuando yo no te lo pido!
Él: ¡Ah, qué bien!... ¡¿Yo estoy en medio de la conversación y no tengo derecho
a opinar?!
Ell a: Bueno, sí, las bautizó...
Él: Pero mi hermana tiene el gravísimo problema de que no sabe a qué
Iglesia dirigirse. Ella es de religión Expresionista y el marido Neoimpresionista.
Ell a: Bueno, siguiendo con Gloria, ella dice que sería importante que las
abuelas concurrieran con las nenas a la guardería.
Él: Sí. ahí también se le presenta un problema a mi hermana, porque
una de las abuelas entra solamente a una Iglesia y no quiere pisar la
otra.
Ell a: Claro, pobre Gloria, si se llegan a encontrar las abuelas en la guardería,
quizá se agarren de los pelos.
Él: En ese caso les convendría bautizarlas en horarios distintos.
Ell a: Ya están bautizadas.
Él: ¿Quiénes?
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Él
: ¡Padrinos, he dicho!
Ell a: ¡¿Qué padrinos ni padrinos?! ¡Esto parece un duelo!
Él: Dijiste bien: Parece un duelo sin padrinos.
Ell a: ¿Qué querés insinuar?
Él: Que tu conversación trascendental no dio el más mínimo resultado.
Ell a: (Sollozante) ¡Volvés a humillarme!
Él: ¡¿Yo?!
Ell a: ¡Sí, como lo hiciste hace un rato!... ¡Ay! (Lleva la mano a su vientre y
dice feliz, súbitamente) ¡Creo que voy a ser madre!
Él: Bueno, pero de cualquier manera no vamos a dejar de lado el tema
que teníamos planeado.
Ell a: ¿Cuál? ¿Mi reflexión trascendental?
Él: No. Hablo de mi reflexión.
Ell a: ¡Pero Pablo! ¿No te das cuenta de lo que esto representa?... ¡Años que
vengo leyendo notas que hablan de lo que significa para una pareja el
nacimiento del primero hijo! (Toma el diario) ¡Es el afianzamiento del
amor!
Él: Ya no creo en el doctor Bacahay.
Ell a: ¡Pero no, no! Es verdaderamente lo que yo siento... ¡Ay! ¿Cómo
podría transmitirte esta sensación?... ¡Es algo así como volar entre las
nubes y acercarse al sueño dorado!
Él: ¿Al Sol?
Ell a: ¿Qué?
Él: Si es como acercarse al Sol.
Ell a: Sí, puede ser.
Él: Digo, por lo de dorado...
Ell a: Tenés que comprenderme. ¿Cómo podría expresarme?... ¡Me siento
presa de alegría!... ¡O no, puede ser que de angustia; no, de alegría; no,
de angustia; no, de alegría; no, de angustia!
Él: Concretamente: ¿Angustia o alegría?
Ell a: Alegría sí, alegría por tratarse de la primera criatura... pero angustia al
mismo tiempo.
El: Bueno, un sentimiento angustialegre no es tan común.
Ell a: Lo que yo siento es una inquietud referida al tema de si la criatura
nacerá sana... O, de pronto me surge el temor de que si más allá de
sana, nacerá entera... ¡Ay! ¡Siento pánico de pensar que no llegue a
nacer entera!
Él: Sí, pensándolo bien, saldría de lo habitual, pero no es muy simpático
que digamos...
Ell a: ¿Me interpretás, entonces?
Él: Y... Sería lo mismo que en vez de tener un coche, tuvieras los repuestos.
Ell a: Imaginate que se tratase de un brazo con cabeza, y la gente al verla
diría: “¡Se parece a la mamá!”. Él: ¡O al papá!
Ell a: ¿Te das cuenta? ¡Es terrible!
Él: De cualquier manera, mirándolo bien, no se trata más que de exageraciones.
Pensá que la criatura no tiene porqué nacer con cabeza...
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¡En ese caso no se parecería a nadie!
Ell a: ¡Qué horror! ¡¿Estaré engendrando a un monstruo?! ¡¿Qué hago?!
¡¿Por favor, constestame, tengo que proceder ya mismo?!
: Bueno, bueno, calmate, por hoy sigamos en la rutina. Va a ser una
criatura común y corriente.
Ell a: Sí, con eso me tranquilizás. Pero no es tan simple. ¡Hay otra duda
que me asalta!
Él: ¿Cuál?
Ell a: No sé si es demasiado original.
Él: ¡Vamos, vamos, animate!
Ell a: ¡Ay, mamá! ¿Será nena o será varón? ¡Mamá! ¡Mamá!... (Él sale
con un gesto de exasperación).
Cambio de iluminación. Ella prosigue sentada. Él se dirige hacia una de las
macetas, provisto de un cronómetro, un centímetro y un anotador, tomando
mediciones de las hojas de la planta que crece dentro de ella.
Ell a: ...Mamá tenía la costumbre de contarnos un cuento todas las
noches, antes de dormirnos. A veces ella se interrumpía para que
continuásemos nosotros... Me refiero a mis hermanos y a mí... Que
continuásemos con la historia... ¿Me estás escuchando?
Él: ¿Qué?
Ell a: Te pregunto si me estás escuchando.
Él: Sí, dale, seguí.
Ell a: ¿No podés dejar eso tan siquiera una noche?
Él: (Toma nota del crecimiento de una hoja) Ya te dije que esto me
apasiona.
Ell a: Está bien, lo mío no tiene importancia...
Él: ¡No! ¿Qué estás diciendo?
Ell a: Siempre con los ojos puestos en esas medidas.
Él: Sabés que me lo recomendó Luis Pérez. Y que es emocionante, pero
también necesito escucharte.
Ell a: ¿Lo decís en serio?
Él: ¡Sí, te estoy pidiendo que sigas!
Ell a: Está bien; hoy, en la oficina, la jefa entró de mal humor...
Él: Estás haciendo trampas...
Ell a: ¿Por qué?
Él: Eso no es lo que querías contar... Hablabas de tu madre... De un
cuento...
Ell a: ¡Me escuchabas, entonces!
Él: Por supuesto que sí.
Ell a: (Se acerca y lo abraza) ¡Pablo! ¡Te quiero!
Él: ¡Cuidado! ¡La medición!
Ell a: Pero... ¿No lo podés postergar?
Él: No. Todas las noches consigo cosas distintas. ¿Te das cuenta? ¡Es
alucinante!
Ell a: Sí, bueno, pero una vez solita, vení, dejá eso y sentate... Tomemos
un café...
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Él
Él: Cuando termine tendremos tiempo.
Ell a: No, por favor, es esta vez solamente que te ruego que dejes eso... É l:
De acuerdo; cumplo con el capricho, y me siento a la mesa a beber el
café en tiempo record (Consulta el cronómetro).
Ell a: Tiempo record... ¿No te parece que tenemos muy poco tiempo para
nosotros mismos?
: Nunca alcanza el tiempo... ¿Además, quiénes somos “nosotros mismos”?
Ell a: ¡Pues los dos, juntos!
Él: Los dos, juntos... tendría que ser más tarde...
Ell a: ¡Pablo!
Él: Está bien. Hoy alteraremos el orden...
Ella. Muchas veces vos te quejás del orden...
Él: Sí, sí, de acuerdo... Me decías que tu jefa...
Ell a: No; no era de mi jefa que quería hablarte...
Él: Bueno, entonces yo te puedo contar que mi jefe encontró una cucaracha y...
Ell a: Bueno; está bien; volvé a tu lugar...
Él: No; todavía no terminé el café... Cómo te decía... La tarea de desinsectación
se presume que va a durar varios días, y pensando en que posiblemente se
encuentren hasta alimañas, voy a tener que trasladarme
a la otra sucursal... Voy a salir media hora antes y regresar media
hora después.
Ell a: Es suficiente... Ya tomaste el café.
Él: Pero vos no tomaste el tuyo.
Ell a: Está bien... Cuando volvía, pasé por el supermercado; me dí
cuenta de que acá al lado, no sólo que venden el paté más caro, sino que
también las galletitas en general, y pensar que Gloria compra solamente
ahí... ¡Pero descubrí otra cosa! El almacenero de la otra cuadra tiene
más baratos los dulces en general...
Él: Bueno, ya está, ahora cada uno a lo suyo...
Ell a: Esperá, Pablo... ¿Te parece que así nos amamos?
Él: No, todavía no llegó la hora del amor... Calculamos para las once y
media, y creo que vamos por lo menos con quince minutos de atraso
(Se acerca a su tarea)... ¡Se produjo un crecimiento importante!
Lástima que no pude registrarlo segundo a segundo.
Ell a: ¿Estás enojado?
Él: No.
Ell a: Nunca tuve malas intenciones.
Él: Sí, yo te creo... Seguí con eso del cuento.
Ell a: ¿De veras te interesa?
Él: Ya te dije que sí. Y ya ves que no fue una idea de Luis Pérez.
Ell a: Sí, sí... Recuerdo una vez en que inventamos una historia romántica...
De dos que no podían amarse.
Él: ¿Que no podían amarse? ¿Por qué?
Ell a: Porque aún no se conocían.
Él: ¿Y eso qué importa?
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Él
Ell a: De veras, no importa, pero para nosotros tenía valor... El valor de
la ingenuidad.
Él: ¡Y mis ojos nada ingenuos me dicen que esto sigue viento en popa!
Ell a: ¿Sí?
Él: ¡La hoja crece! ¡Es todo un éxito!
Ell a: ¡¿Pablo, esto te podría dar fama, renombre?!
Él: No. ¿Quién piensa en eso? De ninguna manera. ¡Esto me interesa
sólo a mí!
Ell a: ¿Entonces, a quién le vas a exponer tus conocimientos?... ¿A Luis
Pérez?
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Él
: De aquí no va a salir, pero sirve para pasar el tiempo.
Ell a: ¡Pasar el tiempo, dijiste! ¡Entonces no me querés!
Él: Sí, dentro de un rato.
Ell a: Dentro de un rato...
Él: ¡Diecisiete! ¡Creció diecisiete! ¡Dieciocho, ahora dieciocho!
Ell a: ¡Pablo! ¡Pablo!
Él: ¿Qué?
Ell a: No podemos llevar las cosas hasta este extremo.
Él: (Sin descuidar su tarea) No sé porqué decís eso. ¿No te sentís bien, así?
Ell a: No.
Él: ¡Pero ya lo hablamos!
Ell a: No se puede administrar el tiempo así... ¿Sabés qué me pasa?
Él: ¿Qué?
Ell a: Me pasa un poco lo que le pasa a Gloria, conversábamos hoy en
el ascensor, justamente. Ella toma clases, trabaja y encima tiene cuatro
nenas; no le queda tiempo nada nada... Si no fuera por las abuelas…
Él: Cuatro nenas, dos abuelas... dos y dos...
Ell a: ¿Qué querés insinuar?
Él: Que tu conversación nunca logra ser trascendental.
Ell a: Es cierto...
Él: Tratemos de seguir con lo nuestro.
Ell a: Sí, sí, creo que tenés razón.
Él: (Prosigue midiendo) Veinticinco y medio...
Ell a: (Retoma una historia, aunque sin ganas) ...Entonces, la niña
enamorada se asomó al balcón y encontró a varios de sus príncipes
azules…
Él: Veintiséis. Ell a: No tantos… Eran a lo sumo unos
cuatro principitos. Él: Veintiséis con cuatro.
Ell a: Trató de interrogarlos para saber cuál era el verdadero, pero todos
sabían cómo responderle, y entonces ella... (Se va adormeciendo)
...Entonces ella los...
Él: (En lo suyo) ¿Midió bien?... ¿Y?... ¿Cómo sigue?... ¡Ah, no! ¡La hora
del sueño viene después!
Cambio de iluminación. Ella y él se encuentran junto a sendas macetas,
con similares y precarios elementos de medición.
Ell a: ¡Tendrá sus emociones, pero es más difícil de lo que yo pensaba!
Él: No te desanimes; anotá lo que puedas.
Ell a: ¡Dos décimas de milímetro!
Él: ¡Bueno, dale, ahora no dejes de registrar!
Ell a: En total, veinticinco con dos.
Él: Catorce con treinta y siete más una décima.
Ell a: Veinticinco coma cinco.
Él: Con dos décimas. ll a:
Seis.
E
Él
E
Él
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Ell a
Él
E
Él
: Tres décimas. ll
a: Quince.
: Sesenta más la raíz cuadrada de cinco.
: Mas dos al cuadrado.
: Logaritmo de a por b al cuadrado. ll
a: Por diferencial equis.
: Logaritmo de la cotangente de equis cuadrado menos integral de equis
cubo.
Ell a: Dieciséis con dos en total.
Él: (Extrañado) Cero por la mitad del diferencial de equis por la cotangente
de alfa.
Ell a: Dieciséis con dos.
Él: ¡Cero por todo el diferencial!
Ell a: Dieciséis con dos. Él:
Cero otra vez por...
Ell a: Dieciséis con dos. Él:
¿Te das cuenta?
Ell a: ¿Qué?
Él: ¡¿Pero, será posible que no te des cuenta?!
Ell a: ¡No me asustes!
Él: ¡Las plantas no crecen!
Ell a: ¡¿Y siempre tienen que crecer?!
Él: ¡Esto es inaudito! Crecimiento cero!
Ell a: ¿Habré tenido yo la culpa?
Él: ¿Cómo se te ocurre?
Ell a: Y... Justo cuando yo me puse a medir, dejaron de crecer...
Él: No, por favor, eso no es científico.
Ell a: Pero nosotros no somos científicos.
Él: Como quieras, pero aquí el objetivo es vencer la rutina.
Ell a: ¡Eh! ¡Crezcan, desgraciadas!
Él: No; así no... Dicen que hay que tratarlas con amor.
Ell a: (A las plantas) Las quiero con toda mi alma, no hay nadie en el
Mundo que me haga más feliz que ustedes, si hasta las acaricio...
¿Por qué no crecerán un poquito?
Él: Dejalas... Cayeron en la rutina...
Ell a: Cierto... La rutina... Y nosotros que le tenemos tanto miedo.
Él: ¿Y ahora?
Ell a: Yo me voy a dormir... Vos podés hablarle a Luis Pérez... (Suena
el teléfono. Ella atiende)... ¿Quién? ¿Pérez? (Le pasa el auricular a él
y sale).
Él: Hola, ¿Luis? ¡A vos tampoco!... ¡No crecen, las muy malditas!... ¿Por qué
será? ¡Se defienden! ¡Se resisten! ¡Estoy temiendo un complot!... ¡Pero yo no
pienso retroceder! Hasta ahora les dediqué muy poco de mi tiempo, pero de
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Ell a
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Él
Ell a: ¿Qué?
Él: ¿Qué me lo venís ocultando?
Ell a: Veinticuatro horas.
Él: Y yo que durante todo este tiempo no noté la más pequeña señal, el mínimo
indicio, el más insignificante gesto o actitud que te delatara… E ll a: Lo que
pasa es que ayer hablamos muy poco, ¿recordás?
Él: ¿Ayer?
Ell a: Claro, las veinticuatro horas que te decía.
Él: Cierto... las veinticuatro horas... ¿Pero tuviste tiempo suficiente cómo
para pensarlo? ll a: Y... Algo de tiempo, mientras iba al mercado...
: ¡Entonces, está todo decidido! Para vos el mercado es fundamental. ll
a: Es cierto, sí.
: ¡¿Pero los chicos?! ¡¿Por qué ese daño?!
: ¡No creo causarles ningún daño!
: No; lo que yo pregunto es ¿por qué a mí, con los chicos? ll
a: ¡Te corresponden! ¡Yo hago abandono del hogar!
: No te preocupes. Soy comprensivo y te los regalo ahora mismo.
Ell a: No, no. Fabián, mi novio, es muy especial.
Él: Si es muy especial los sabrá adoptar.
Ell a: Imposible, ya tiene seis (Se oye música afuera)... ¡Oh!... es el sonido
de su radio casetero... ¡Me está aguardando! (Se apura; él se asoma a la
ventana).
Él: ¿Con ése me engañás?
Ell a: Yo no te engaño, yo voy de frente.
Él: ¡Yo salgo! ¡Yo voy detrás!
Ell a: (Lo detiene) ¡Basta, no pretendas arruinar todo, al interponer tu pasión
con la nuestra!
Él: ¡Pero! ¡Decime al menos porqué te vas!
Ell a: Porque... porque... (Suena otra vez una breve estampida musical).
Él: (Hacia la ventana) ¿Baje un poco el volumen, si no tiene otra cosa que decir!...
Seguí...¿En qué estábamos? Ell a: Como vos decís… Acá todo es rutinario... É l:
Pero ni siquiera hablamos lo suficiente...
Ell a: Es cierto, pero ya... ya... (Mira hacia la ventana).
Él: ¿Qué?
Ell a: Ya se le está por terminar el casete.
Él: ¡Eh, joven! ¡Cambie de casete o búsquese otra! (A ella)... Decías
de la rutina... ¿Por qué no podemos pensar en encontrar la manera
de combatirla?
Ell a: ¡Es que yo, sin pensarlo, la encontré! ¡En la calle, nomás!... ¡Fue
como un flechazo! ¡Mejor dicho, varios flechazos!
Él: ¡No me interesa! Quiero saber porqué en este preciso instante no podés
reflexionar.
Ell a: ¡Es que está todo muy claro!
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Él
Ell a: Es que...
Él: ¿Qué?
Ell a: Bueno... Hay alguien más...
Él: Y... mandáselo a la nodriza.
Ell a: No, eso sería obsceno.
Él: ¿Cómo?
Ell a: Yo... No encuentro palabras... ¿Cómo te podría explicar?... Para hacerlo
breve... después de Fabián, el chico del radio casetero, conocí a Julio,
después a Joaquín, no, ése fue después de Rodolfo y mucho antes de que
conociera a Mauricio, después de Ernesto, Abraham, Alberto, Rigoberto,
Humberto, etcétera... ¿En qué estábamos?
Él: Etcétera.
Ell a: Sí, etcétera, y después Matute, apodado Matías, que es el que está ahí
afuera.
Él: ¡Pero hacelo pasar!
Ell a: ¡Pablo! ¡La otra vez tenías deseos de agredir al chico del radio
casetero, que fue entre paréntesis el que me presentó a Florencio, que
es el único que no nombré!... ¡Esta memoria!
Él: ¿Bueno, y con eso qué?
ll a: ¡Que todavía no sé si me perdonaste!
: ¡Pero por supuesto, te estoy pidiendo que lo hagas pasar!
ll a: ¡¿Para qué?!
: ¡¿Cómo para qué?! ¿Nunca te enseñaron buenos modales?
: Vos nunca te detuviste en formalidades.
: ¡No! ¡Pienso hacerlo todo de lo más informal!
ll a: ¡Ay! ¡Pensás matarnos a los dos! ¡Ay! ¡Crimen pasional!
: ¡¿Crimen pasional?! ¿Pero de dónde sacaste eso?
Ell a: En los diarios (Toma un periódico y le muestra) ¡En los diarios, está
lleno!
Él: Con más razón. ¿Cómo se te ocurre que voy a caer en semejante
vulgaridad?
Ell a: ¡Es cierto! (Lo abraza)... Pablo, siempre sentí una infinita ternura
hacia vos y será porque sé comprenderte... Por eso en este preciso
momento, quiero que me escuches.
Él: Está bien... ¡Pero no vas a dejar a ese hombre afuera!
Ell a: ¡Olvidate para siempre de ese hombre! O mejor dicho, tenelo en
cuenta ahora que lo voy a mencionar, pero después, nunca más...
Él: Pero...
Ell a: Mejor dicho, acordate de todos los que te nombré...
Él: Abraham, Alberto, Rigoberto, Humberto...
Ell a: Etcétera.
Él: Ah, sí, me olvidaba de ése.
Ell a: Etcétera, eso mismo... Respecto a todo esto, necesito decirte algo.
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E
Él
E
Él
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todo?
Él: Sí.
Ell a: ¡Oh!
Él: ¿Qué pasa?
Ell a: ¡No sé qué va a pensar de mí!
Él: No te preocupes. Ignora tanto como yo.
Ell a: Sería mejor que ignorara más... Aunque me vio llegar con Matu y
besarnos luego... Matu... Le voy a decir que se vaya.
Él: ¡Pero no, hacelo pasar!
Ell a: ¿Para qué?
Él: En realidad no sé... Es cómo que quisiera preguntarle algo, pero no
sé qué... Será mejor que vaya surgiendo... Andá... Hacelo pasar…
(Ella acepta y sale).
Escena siguiente: Él cambia continuamente a las macetas de lugar,
deteniéndose a observar las plantas de tanto en tanto. Ella habla desde
afuera, hasta aparecer sin encontrarse ya embarazada.
Ell a: ¿No crecen, no?
Él: No crecen, no.
Ell a: ¿Y Luis Pérez?
Él: ¡Ah! ¡Me hiciste acordar de que tengo que llamarlo! (Intenta marcar el
número).
Ell a: ¿porqué no le decís que saque este armatoste? ¡Me está molestando!
Él: ¡Pero! ¡No contesta!
Ell a: ¡Te estoy hablando!
Él: ¿Sí, qué?
Ell a: ¡Digo, de este armatoste!
Él: Sabés que sirve para catalizar la energía.
Ell a: ¿Qué?
Él: La energía, la energía que necesitan estas malditas.
Ell a: ¿Y sin embargo no crecen, no?
Él: No crecen, no.
Ell a: Yo te preguntaba por Luis Pérez.
Él: ¿Qué...?
Ell a: Digo, si descubrió algo mejor.
Él: No a él tampoco le crecen... ¡Y encima no me puedo comunicar!
Ell a: ¿Te parece que lo invitáramos alguna vez a comer?
Él: No. Basta de invitaciones.
Ell a: ¡Si nunca viene nadie!
Él: Suficiente con ese hombre...
Ell a: ¿Matute?
Él: ¡Flor de matete, Dios mío!
Ell a: ¿Estás muy arrepentido?
Él: En un principio pensé que podría aportar algo... Pero todo terminó
haciéndose aún más tedioso... Luego de haber agotado todas las
posibilidades...
Ell a: ¡Y eso que los diarios promocionan tanto la vida swinger... Pablo!
Él: ¿Qué?
Él
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Ell a
Él: ¡Con quince!
Ell a: ¡Con veinte!
Él: ¡Treinta y cinco!
Ell a: ¡Ciento veinte! ¡Crecen!
Él: ¡Crecen, crecen!
Ell a: ¡Crecen, crecen, crecen!
Él: ¡Crecen! ¡Nos salvamos!
Ell a: (Rompe el periódico y se abrazan) ¡¡Nos salvamos, viejo, nos
salvamos!! Final