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NURA

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MIEDO A AMAR

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NURA

NURA
MIEDO A AMAR

JORGE MIGUEL SANZ

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MIEDO A AMAR

© Jorge Miguel Sanz, 2020

Diseño Portada: @PetitJoanet

Impreso en: Gráficas El Cid, S.L.


C/. Perú, 136 - 96 533 16 45
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NURA

En mi final está mi principio


no cesaremos de explorar
y la exploración acabará
cuando lleguemos
al lugar donde empezamos
y sintamos que lo conocemos
por primera vez.

T S ELIOT

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MIEDO A AMAR

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A Laura y Cristina
por ser.

A Cristian y Joan
por estar.

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MIEDO A AMAR

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A mis padres
a mis hermanas
por lo que me dan.

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A Mar, Jorge, Jose Antonio

Miguel J., Inmaculada, Ana

Ana María, Pepa y Miguel

por todo lo que hemos compartido.

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MIEDO A AMAR

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Este libro se escribió durante el confinamiento provocado por


la irrupción del coronavirus, COVID-19 en nuestro país. Hacía ya
mucho tiempo que tenía en mente escribirlo pero, por alguna
razón, no encontraba el tiempo necesario para que este sueño,
se hiciera realidad.
Mi más sincero recuerdo a las almas que, durante este periodo
de tiempo, decidieron volver, nuevamente, a casa.

MARZO 2020

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CAPITULO 1

El calor del mes de mayo había entrado con fuerza en la ciu-


dad donde vivo desde hace ya 49 años y en la que nací. Mucho
había cambiado Alcoy desde entonces. Claro que yo también.
El desarrollo urbanístico la había hecho crecer hacia los barrios
de Santa Rosa y Zona Norte. El hecho de que la ciudad esté
rodeada de montañas obliga, en cierto modo, a un crecimiento
muy controlado de la misma y esta circunstancia afecta, de
alguna manera, al propio carácter de los alcoyanos y a su forma
peculiar de entender la vida.
Mis primeros años transcurrieron en el centro de la ciudad,
donde existía una gran actividad vecinal, en concreto en la
calle Virgen María. Se trataba de una zona tradicional con un
ambiente propio de un pueblo y que celebraba sus propias
fiestas de barrio. No puedo recordar muchos detalles, pero es
algo que mi padre me ha ido repitiendo año tras año. Durante
mucho tiempo me lo contaba directamente cuando nos sen-
tábamos alrededor de la mesa camilla y repasábamos algunas
fotos antiguas. Pero desde hace un año, poco más o menos,
el encargado de ir recordándome sus experiencias no es mas
que el recuerdo de lo que fue su vida y, quizás, también la mía.
Cambio tras cambio.
En esta zona de Alcoy apenas quedan ya casas en pie. Es como
si el propio recuerdo de aquella época se avergonzara de haber
existido y el tiempo se hubiera empeñado en borrar cualquier
rastro de lo que fue. Se vivieron tiempos muy duros, de mucho

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trabajo y esfuerzo, pero también de compartir, de ilusión y de


hacer más grande a la ciudad que, agradecida, nos regala ahora
grandes zonas verdes, parques y largas avenidas.
Precisamente es en una de esas largas avenidas, denominada
“Na Saurina d’Entença”, donde he vivido los últimos veinte
años. Justo desde que Rosa y yo nos dijéramos nuestro particu-
lar si quiero. Naturalmente, como ella quería, lejos de cualquier
autoridad eclesiástica. Así que el Salón de Plenos del Ayunta-
miento de Alcoy fue el testigo de excepción de nuestro enlace y
el alcalde de la ciudad nuestro maestro de ceremonias. Un tipo
de ceremonia que, aunque en la actualidad está totalmente
normalizada, en aquel momento fue toda una novedad.
Recuerdo ese día con toda claridad. Era uno de Junio y en casa
de mis padres había mucho revuelo. A pesar del fuerte impacto
emocional que supuso para mi familia la decisión de casarnos
en el Ayuntamiento, me apoyaron en todo momento.
—¿Cómo estás Jorge? —me preguntó mi madre—.
Estaba sentado en la cama de mi habitación. Miraba fijamente
el traje de novio que todavía colgaba en la percha, así que no
me percaté de su presencia.
—¿Va todo bien? —volvió a preguntarme con cierto tono de
preocupación—.
—Sí, no te preocupes —contesté precipitadamente—.
Nos sentamos los dos en la cama mirando juntos el traje,
intentando adivinar lo que realmente representaba.
—¿Y si llamamos por teléfono a Rosa y cancelamos la boda?.
—pregunté a mi madre, en un tono algo cómico—.
Una fuerte carcajada inundó toda la habitación.
—¡Qué cosas tienes…! —me dijo mientras se levantaba de la
cama—.

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—Pronto estarán aquí tus amigos para vestirte, así que, pre-
párate.
—De acuerdo —contesté—.
Al levantarme de la cama, mientras la figura de mi madre iba
desapareciendo por el pasillo, me encontré, de nuevo, con el
traje de novio. En aquel momento tuve una sensación extraña
mirando aquella ropa que cambiaría mi vida completamente.
—No deberías casarte —resonó una voz muy fuerte en mi
cabeza—.
—No deberías casarte …
De repente el sonido de mi teléfono móvil me devolvió a la
realidad. Un momento antes estaba recordando mi boda y un
segundo después, un teléfono móvil reclamaba mi atención
¡veinte años después!
¡Como pasa el tiempo! —pensé mientras intentaba averiguar
quién me estaba llamando—.
“LOLI MOVIL” era el dato que aparecía en la pantalla. ¡Que
causalidad! —pensé—. Hacía unas semanas que quería hablar
con ella, pero no me había decidido todavía, y ahora era ella
quién reclamaba mi atención.
Habían transcurrido algo más de diez años desde el día que
nos vimos por primera vez. Desde ese momento nació en mi
una atracción muy especial hacia ella que no lograba entender.
Han tenido que pasar muchas cosas, y mucho tiempo, para
que pudiera conocer a un nivel muy profundo y aceptar desde
el corazón, de donde venía esa atracción y porqué. Finalmente
he logrado comprender que en la vida todo tiene su “sentido”.
Nada es casual. Todo lo que pasa es una maravillosa “causali-
dad” cuando somos capaces de verlo a través de los ojos del
corazón.

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Los dos estábamos casados y casualmente teníamos dos hijos


cada uno. Ella era una joven hermosa y muy “bílica”, como deno-
minaba mi hermano Joan a las personas que eran muy atracti-
vas, es decir, que tenían un gran poder de atracción y eran muy
activas sexualmente, o al menos así lo parecían.
Joan tenía muy claro este concepto de persona “bílica” debido
a su propia experiencia. No sabía muy bien el motivo, pero
por alguna razón, le atraían, físicamente, este tipo de chicas. A
pesar de que había tenido momentos realmente duros con sus
anteriores relaciones bílicas, también había vivido los momen-
tos más sublimes junto a ellas.
A menudo me repetía que para las personas “bílicas” no
hay término medio en nada. Para ellas solo existe el “todo o
nada”, así que debes aprender a apostar fuerte. Con ellas vivi-
rás momentos increíbles, pero también los peores de tu vida. Y
aunque parezca extraño, son estos últimos, los que, finalmente,
darán sentido a tu existencia.
En los últimos seis meses, Joan estaba viviendo uno de los
momentos más duros de su vida. Parecía que había perdido
hasta la ilusión por vivir. Se encontraba transitando por una de
sus noches más oscuras, pero, a pesar de todo, seguía buscando
el sentido a ese dolor. Sabía que el dolor que experimentaba
en lo más profundo de su ser no lo provocaba nada externo,
sino que era su propia mente quien lo creaba. Estaba decidido a
transcender a su mente analítica y a encontrarse con él mismo,
ese gran desconocido.
Esta tipología diferenciadora de clases de mujeres la había
aprendido en un curso de Técnicas Mentales Tibetanas. Según
la medicina tradicional tibetana, cada ser humano estaba cons-
tituido por tres diferentes humores, flema, aire y bilis. Desde
entonces clasificaba a las personas según su humor tibetano
predominante.

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Así pues los seres clasificados como flema, tipo tibetano en el


que él mismo se clasificaba, eran personas de procesos lentos
para casi todo. Sus órganos físicos diana, es decir los órganos
más propensos a enfermar, serían el estómago y el bazo pán-
creas y su principal emoción negativa, que daña directamente
al órgano diana, sería el exceso de preocupación por todo.
Los de tipo aire, en el que me clasificaba a mí, son personas
que están constantemente en movimiento. Sus órganos diana
son el pulmón y el intestino grueso y su principal emoción nega-
tiva la tristeza.
Finalmente, los clasificados como bilis, tipo en el que ya había
clasificado a Loli y, especialmente, a su propia expareja, eran
personas que habitualmente están en acción, pero casi siem-
pre, sin control. Sus órganos diana son el hígado y la vesícula
biliar y su emoción principal la ira.
Hacía unos tres años que no sabía nada de Loli. Y ahora volvía
a aparecer su nombre en mi teléfono y en mi realidad.
—¿Si? —contesté con un cierto nerviosismo—.
—Hola —contestó Loli muy segura—.
—¿Qué tal? —pude contestar—.
—Estoy muy bien —dijo rápidamente—. Me he enterado,
hoy mismo, de que tu padre falleció hace un tiempo —hizo una
pequeña pausa, y continuó—. Aunque hace ya mucho que no
hablamos, quería darte mi más sincero pésame. Sé que estabas
muy unido a él —de nuevo hizo otra pausa, pero, en esta oca-
sión, esperó a que yo dijera algo—.
—Muchas gracias. Es muy importante para mí… —ahora era
yo quien se quedó en silencio porque necesitaba pensar—.
—Me ha gustado mucho escuchar tu voz de nuevo, aunque sea
en estas circunstancias —le dije—. Tengo algo muy importante

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MIEDO A AMAR

que quiero decirte antes de que sea demasiado tarde, y me gus-


taría que nos viéramos.
Ahora la pausa se hizo algo larga e incómoda.
—De acuerdo —contestó de repente—. ¿Te vendría bien el
próximo martes a las 18,00 horas en la cafetería “El Sinc”, en la
Avenida de la Alameda?.
—Perfecto —le respondí sin pensarlo dos veces—.
—Muy bien. Pues nos vemos el martes. Me ha gustado mucho
hablar contigo.
—Hasta luego —contesté—. Hasta el martes.
Los pitidos de mi teléfono indicaban que la llamada había ter-
minado ,y yo no me había dado ni cuenta. Ella había vuelto y
desaparecido de nuevo en pocos minutos. Casi dudaba que la
llamada hubiera existido realmente. Miré el registro de llama-
das recibidas del teléfono y no cabía duda alguna: LOLI MOVIL;
tiempo de la llamada 1:11 minutos.
El destino volvía a poner a Loli en mi vida. Ese mismo destino
que parecía tener un plan secreto, que ambos desconocíamos
en ese momento, y que estaba llamado a transformar comple-
tamente nuestras vidas e, incluso, la vida de toda la humanidad.
Un plan que venía repitiéndose desde hacía muchísimo tiempo,
de generación en generación, de humanidad tras humanidad y
que ahora, por alguna razón, parecía que nos había elegido a
nosotros como actores para llevarlo a término.
A pesar de la fuerte atracción mutua que había entre noso-
tros, nunca habíamos mantenido ninguna relación sexual aun-
que, ella lo había intentado en diversas ocasiones. Incluso, en
alguna ocasión, organizaba reuniones en las que, al final de las
mismas, nos quedábamos los dos solos. Pero realmente nunca
hubo nada. En esos escasos momentos de intimidad ninguno

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de los dos decía nada, aunque éramos conscientes de que exis-


tía una especial conexión entre nosotros. Había algo dentro de
mí que me impedía dar el paso definitivo que nos convirtiera
en algo más que amigos.
La última vez que coincidimos fue hace unos tres años. Nos
encontramos en el local de Ashproal ,una asociación, fundada
en Alcoy, que se dedica al reparto de lotes de comida, especial-
mente, a personas de clase media con problemas económicos.
Aquel día habíamos quedado en vernos a las 12:00 horas. El
local se encontraba en la Zona Centro de la ciudad. Justo en
la entrada una escalera bajaba a una especie de sótano en el
que habría unas treinta bolsas de plástico repletas de alimentos
no perecederos y dispuestas formando círculos. Una mesa de
escritorio y numerosas sillas de plástico, ordenadamente apila-
das, completaban el único mobiliario existente. Unos espejos,
estratégicamente colocados sobre las paredes, le daban al local
una amplitud que, realmente, no tenía pero no dejaba de ser
curioso el efecto que producía. Era como si, de alguna manera,
el propio local quisiera decirte que las cosas que ves, a veces no
son lo que parecen.
En aquella ocasión los espejos reflejaron la figura de Loli mien-
tras yo bajaba por la escalera.
—Hola —dije tímidamente, tras bajar el último escalón—.
—Hola, Jorge —gritó entusiasmada Loli mientras me abra-
zaba—.
Dos sonoros besos fueron a caer en mis mejillas rozando leve-
mente mis labios.
—¡Has venido! ¡No me lo puedo creer! Hoy vamos juntos a
repartir un lote de comida y vas a experimentar lo que es la
solidaridad en acción. Te aseguro que es algo que no olvidarás
en tu vida.

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MIEDO A AMAR

Rápidamente recogimos del suelo cuatro bolsas repletas de


alimentos y nos dirigimos al coche de Loli. Era un Ford Fiesta
blanco que parecía esperarnos, impaciente, para unirse a nues-
tra fiesta solidaria. Mientras ponía en marcha el motor Loli
empezó a anticiparme lo que íbamos a experimentar a conti-
nuación.
—Como ya sabes, soy voluntaria de Ashproal. Desde hace años
repartimos lotes de comida básica a familias de la clase media
con problemas económicos. También organizamos charlas y
conferencias para el fomento de la salud y, muy especialmente,
de la salud emocional.
—En esta ocasión —siguió—, vamos a ver a Josefa. Es una
señora que ha vivido holgadamente hasta que su marido falle-
ció hace dos años. Ha estado sobreviviendo, únicamente, con
su pensión de viudedad. Desde hace unos seis meses también
ha tenido que hacerse cargo de su hija Ana, que se separó de
su marido, y de sus dos nietas pequeñas. Eso la ha obligado a
recortar gastos, pero, a pesar de todo, muchos meses el dinero
no les llega a final de mes. Por eso hace tiempo que Josefa ha
dejado de tomar algunas comidas para que lo puedan hacer su
hija y sus nietas. Ya ha perdido 10 kilos de peso y su vecina,
Elvira, nos ha llamado esta mañana muy preocupada. Ese es el
motivo por el que tú y yo estamos aquí ahora.
—Creo que Josefa debería solicitar ayuda a los Servicios
Sociales Municipales para que la ayuden a ella y a su familia
—comenté con un gesto de evidente preocupación—. Una per-
sona que, con toda seguridad, ha estado luchando muy duro
para llegar hasta donde ha llegado, no debería pasar por esta
situación. Estoy totalmente convencido de que no se lo merece.
—Ya lo sé —añadió Loli—. Josefa hace ya unos meses pidió
ayuda a los Servicios Sociales Municipales. Créeme que fue,
realmente, muy duro para ella dar ese paso, dado que su familia

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nunca había necesitado ninguna ayuda social, pero resulta que,


como tiene una vivienda en propiedad y una pensión, le indica-
ron que no podía acceder a ninguna ayuda social. Con la crisis
económica que estamos sufriendo el sistema de ayudas socia-
les está totalmente colapsado. El funcionario que la atendió
aquel día, le recomendó que vendiera su casa y alquilara una,
más pequeña, en una zona más económica. Pero para ella, su
casa representa el esfuerzo económico de muchos años de toda
su familia y, hasta cierto punto, esa vivienda se ha convertido
también en una forma de tener vivo el recuerdo de su marido,
de su hogar, de su vida.
Estaba tan sorprendido con la historia que estaba escuchando,
que no me había percatado de que el coche ya se había dete-
nido. Nos encontrábamos en una de las principales calles de
Alcoy, llamada Santa Rosa. Esa calle, que es lugar habitual de
residencia de gente de clase media alta, era la que nos daba la
bienvenida aquella mañana a dos voluntarios de Ashproal car-
gados con bolsas llenas de esperanza.
Nos dirigimos al portal que nos habían indicado y allí, en el
timbre del tercer piso, aparecía el nombre de Josefa.
Pulsamos el timbre y esperamos.
—¿Quién es? —contestó alguien con una voz metálica—.
Loli respondió rápidamente:
—Josefa, somos voluntarios de Ashproal. Venimos a entre-
garle un paquete.
La puerta se abrió con un pequeño zumbido, señal inequívoca
de que nos daba su permiso para entrar. Nos dirigimos con las
bolsas al ascensor y, mientras subíamos a la tercera planta, mi
corazón empezó a latir con fuerza.
Al salir del ascensor nos esperaba una señora mayor muy del-
gada. Mis ojos se encontraron con unos bonitos ojos verdes,

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MIEDO A AMAR

pero no fue el color lo que llamó mi atención, sino la profunda


tristeza que mostraban, que me hizo estremecer.
—¿Josefa Martín? —preguntó Loli con rapidez—.
—Si soy yo —contestó lentamente la señora—.
—Mi nombre es Loli. Mi compañero y yo somos voluntarios de
Ashproal y venimos porque hay alguien que hoy se ha acordado
de usted. Todo esto que traemos es para ti.
Josefa parecía no comprender lo que estaba pasando.
—No me lo podéis dejar —dijo finalmente—. No puedo pagarlo.
—No tiene que pagar nada —le explicó Loli—. Hay una persona
que sabe de su situación y nos ha llamado para que le ayudemos.
—No lo entiendo —replicó Josefa—.
—¿No están viviendo con usted su hija y sus nietas? —pregunté
yo de repente—.
—Sí —nos confirmó, finalmente, Josefa—.
Ahora parecía que empezaba a entenderlo todo.
—Entonces es para ellas —repitió varias veces al tiempo que
dos lagrimas asomaron en sus ojos—. Empezaba a creer que
no había gente buena en el mundo, pero afortunadamente, me
equivocaba.
Mi voz parecía no querer salir. Una fuerte emoción se había ins-
talado en el rellano de la escalera de ese tercer piso y nos afec-
taba ligeramente a todos los que estábamos allí. Finalmente,
como buenamente pude, le contesté:
—Josefa, todo esto es para usted y para su familia. Hay alguien
que hoy, ha tenido en cuenta su situación.
—¿Y me puede decir quién es la persona que hoy se ha acor-
dado de mí? —preguntó Josefa—. Necesito darle las gracias.

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—Lo siento muchísimo pero no se lo podemos decir —le expli-


qué—. De hecho, en la mayoría de los casos, no conocemos el
nombre de la persona que nos ha llamado.
—¿Puedo darte un abrazo a ti?. Necesito agradecérselo a
alguien.
—Por supuesto.
El tiempo pareció detenerse por un instante, de modo que fui
incapaz de saber cuanto duró ese abrazo realmente. Probable-
mente una eternidad. O un segundo. ¿Quién lo sabe? De lo que
sí estoy seguro es de que no podré olvidarlo en toda mi vida.
Fue una mezcla de dolor y tristeza, pero, al mismo tiempo, de
amor y una inmensa gratitud, lo que mi corazón percibió. Eran
mis ojos los que también se nublaban. Tenía la impresión de que
nos llevábamos de ese lugar mucho más de lo que habíamos
dejado. Loli también recibió su abrazo y, aunque ya estaba bas-
tante acostumbrada, no pudo disimular su emoción.
Le dejamos a Josefa una tarjeta con nuestro teléfono para
cuando lo necesitara y nos marchamos.
—Adiós. Que tenga un buen día —se despidió Loli—.
—Que Dios os bendiga por vuestra labor —nos dijo Josefa—.
Nos dirigimos en silencio hacia el ascensor. Al abrir la puerta
oímos un leve suspiro procedente del piso inferior. Loli y yo nos
miramos a los ojos. La emoción había llegado al piso de abajo.
Probablemente Elvira también recibía parte de la emoción que
ella misma, sin saberlo, había generado.
Así es el universo, pensé. Todo, de alguna manera, está íntima-
mente relacionado. Y aunque algunas veces se complica esa rela-
ción, siempre encuentra la forma de materializarse. No solo había-
mos entregado un lote de comida a una familia necesitada, sino
que, implícitamente, habíamos dejado un mensaje en su mente.

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MIEDO A AMAR

Nosotros íbamos a estar de algún modo con ella y eso tenía un


efecto emocional muy fuerte. Probablemente nunca más nos
llamaría para pedir ayuda, pero el hecho de saber que había
alguien que podía ayudar a su familia, y a ella misma, le haría
sentirse diferente y más segura. En ese momento volvió a mi
mente la imagen de los espejos del local de Ashproal “las cosas
que ves, a veces no son lo que parecen”, repitió nuevamente mi
mente. Y no sería la última.
Regresamos al local de la asociación. Loli rellenaba con rapidez
los datos de la correspondiente ficha, que confirmaba la entrega
del lote de comida. Nuestros ojos se cruzaron por un momento
y pudimos intuir esa pasión que, al haber vivido una mañana
emocionalmente muy intensa, ahora menos que nunca, podía-
mos controlar.
Dejó la ficha en el cajón del escritorio y se dirigió hacia mí.
Nuestros ojos finalmente se encontraron. Las estrellas del
firmamento parecían brillar en sus ojos azules y un escalofrío
me recorrió toda la espalda. Suavemente le acaricié la cara con
mis dedos. Lentamente recorrí sus labios, sus ojos… Mis manos
empezaron a temblar. Nunca había experimentado algo igual.
De nuevo volvimos a sentir que el tiempo se detenía.
Sentía su pecho sobre el mío. Notaba cómo íbamos acompa-
sando nuestras respiraciones hasta quedar en un único aliento
de vida. Nuestros cuerpos se iban acoplando uno al otro en un
mágico balanceo con movimientos lentos y sensuales que nos
llevaban a perder completamente el control.
Mis manos habían bajado por su espalda lentamente hasta lle-
gar a su cintura. Empezaba a notar la curvatura de sus nalgas
por encima de los vaqueros. Desde allí, apretaba, suavemente
su cuerpo sobre el mío. Sentía la imperiosa necesidad de mez-
clarme con ella, de fusionarme con su cuerpo.

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—¿Puedo besarte? —me preguntó suavemente—.


—¡Inténtalo! —le respondí—.
Ahora eran sus labios húmedos los que , delicadamente, roza-
ban los míos. Los besos se iban haciendo más apasionados, más
fuertes. Su lengua, con timidez, empezó a buscar la mía hasta
que, finalmente ambas se unieron por completo en un seduc-
tor beso. Por un instante el universo entero se detuvo. Nos
habíamos convertido en una sola respiración, un solo cuerpo y
un único corazón.
—Desnúdame —susurró Loli—. quiero hacer el amor contigo.
—Espera un poco ¿no crees que es algo pronto? —le pregunté
suavemente—.
—Además… —empecé a hablar cuando Loli me cortó—.
—Son casi las dos de la tarde. No es algo pronto. Es más bien
tarde. Así que lo tendremos que hacer rápido…
—Pienso que sería mejor que nos vayamos a casa. Cada uno a
la suya —sugerí—.
—¿Y tú crees que me puedes dejar así? —me preguntó ella—.
—Y ¿cómo te crees que estoy yo?.
—Tú estás acostumbrado a no hacer el amor. Para ti es fácil —me
contestó—. Pero yo no.
—No sabes nada de mi vida.
—Eso crees. Pero Fede, tu amigo, me ha contado muchas
cosas. Mas de las que tú piensas.
Sentí cómo mi corazón empezaba a resentirse. Especialmente
por las viejas cicatrices del pasado. Precisamente en aquellos
lugares donde yo era más vulnerable. Y parecía que ella lo sabía.
—Creo que será mejor que no nos volvamos a ver —le dije—.
Siento que has utilizado a mis amigos para poder acercarte a

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MIEDO A AMAR

mí. Estoy convencido que lo has hecho por amor, pero no es


forma de hacer las cosas.
—¿Sabes que nunca me ha rechazado ningún hombre? ¿Que
eres el primero que lo hace?
—Yo no te he rechazado. Lamento que lo veas así. En todo
caso me he rechazado a mí mismo. Te vuelvo a repetir: creo que
será mejor que no nos volvamos a ver por un tiempo.
—¿Es lo que realmente quieres? —me gritó—.
—Sí. Necesito tiempo y espacio para poder comprender todo
lo que ha pasado —le contesté—.
—No tienes ni tiempo ni espacio. Elige ahora, pero lo que deci-
das será para siempre. No me volverás a ver nunca más.
—Te repito que necesito tiempo y espacio.
—Si es eso lo que quieres, entonces eso es lo que vas a tener.
No me verás nunca más. No te molestes en llamarme porque no
te contestaré. Para mí es como si hoy hubieras muerto. No te
preocupes por mí, que sobreviviré como lo he hecho siempre.
Un fuerte portazo ante mi cara dio por terminada la conversa-
ción. El dolor en el pecho seguía indicando que las viejas cicatri-
ces no estaban completamente curadas y que tendría que vol-
ver a ocuparme de ellas. No dejaba de preguntarme cómo Fede
había sido capaz de contar mis debilidades y Loli de utilizarlas.
Apenas podía reconocer la imagen que de mí mismo me devol-
vía el espejo de la pared. Es como si fuera otra persona y, por
tercera vez aquel día, me vino a la cabeza que realmente “las
cosas que vemos a veces no son lo que parecen”.
Tras cerrar la puerta de la asociación, y durante los tres últi-
mos años, he tenido una sensación de abandono tras aquel por-
tazo. También de haber sido utilizado por Loli. Una mezcla de
dolor y profunda tristeza subieron ese día en el tren de mi vida

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y seguían siendo mis compañeros de viaje. Unos compañeros


a los que no he podido convencer para que se bajen en alguna
de las estaciones por donde la vida me ha llevado. Sin darme
cuenta, se habían convertido ya en parte de mí y además, sabía
que iban a estar ahí mucho más tiempo del que yo mismo sos-
pechaba.

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MIEDO A AMAR

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NURA

CAPITULO 2

Durante mucho tiempo, he estado dudando si contar o no mi


vida. Hoy he decidido, finalmente, contarte mi historia y, en
cierto modo, aunque tu todavía no lo sabes, la tuya. Mi nombre
es Miguel y vivo en la ciudad de Alcoy desde hace ya muchos
años.
Hacía ya poco más de un año que había decidido divorciarme
de mi pareja. El tiempo se había encargado de ir borrando de
nuestra relación la confianza, la comunicación y hasta el sexo.
Nos habíamos convertido en unos perfectos desconocidos, a
pesar de haber estado conviviendo más de 23 años. Yo había
estado sobreviviendo, en lugar de vivir una vida plena y ,ahora,
estaba pagando con creces esa desidia que me había afectado
tanto a nivel físico como , por supuesto, a nivel emocional. “lo
que es arriba es abajo, lo que es dentro es fuera”. Algo tan sen-
cillo, me había costado entenderlo un poco mas de dos déca-
das. Ahora intentaba disfrutar de cada minuto de mi vida con
una intensidad, quizá algo exagerada, pero mucho más en con-
sonancia con mis sentimientos y mis emociones.
Cristina, mi hija mayor, todos los días venía a comer conmigo.
Le gustaba hacerme compañía y dedicarme parte de su tiempo
y verdaderamente disfrutaba con ello. Un día a la semana nos
acompañaba también Laura, mi hija menor.
Hoy estábamos comiendo los tres una receta especial para
cocineros separados: macarrones con mejillones en escabeche.

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MIEDO A AMAR

—Al año que viene ­—les dije—, cumpliré 50 años. Es algo muy
importante para mí porque, seguramente, no viviré otros 50.
Así que me he propuesto realizar 50 viajes, dar 50 abrazos de
verdad, disfrutar 50 comidas y 50 cenas con verdaderos amigos,
vivir “50 formas de amar” y, por supuesto, tener 50 recaídas de
mi enfermedad. Todo ello antes del día de mi cumpleaños.
—“50 formas de amar”… —repitió con un tono algo cómico
Cristina—, no está mal papá, aunque no se si lo vas a conse-
guir…
—Seguro que si —intervino Laura—. Últimamente está muy
fuerte…
Y los tres nos unimos en una fuerte carcajada.
Cristina se levantó de la silla y se dirigió hacia el sillón donde
estaba su bolso.
—Te va a gustar lo que te he comprado, papá —me dijo—.
Traía una especie de revista, de pequeño tamaño, que dejó
sobre la mesa. Es para tí. Estoy segura de que te va ayudar en
tus 50 viajes. Claro que para tus “50 formas de amar” lo tendrás
que solucionar tú solito…
Nuevamente una fuerte carcajada resonó en la habitación.
Se trataba de la revista ”Aloha”. En la portada aparecía: “Espe-
cial Viajes. 50 nuevas rutas por la Península Ibérica más bella y
sorprendente. Las excursiones más desconocidas para disfrutar
en soledad, hacia tu interior”.
La primera de las rutas me llamó poderosamente la atención.
Se trataba del Parque Rural de Teno, en Tenerife.
—Bueno, nos vamos ya. Hemos quedado con Jaume para ir
a comprar ropa —dijo Cristina mientras me daba un beso y
miraba a Laura—. Nos vemos mañana. Cuídate mucho papá.

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—Vosotros también —contesté algo distraído—.


—Adiós papá. Un beso —ahora era Laura quien también se des-
pedía—.
—Adiós chicas. Que lo paséis muy bien.
Habían pasado ya dos semanas desde que Cristina me regalara
la revista de viajes y ya estaba sentado en el asiento de un avión
rumbo al aeropuerto de Tenerife Sur. Se trataba de mi primer
viaje de los cincuenta que, en teoría, me había propuesto reali-
zar. En esta ocasión Luis había decidido acompañarme.
—Es mucho mejor que no vayas solo —no paraba de repe-
tirme—.
Un poco de distracción y cambiar de aires, a Luis no le sen-
tarían nada mal. Llevaba pasando una dura temporada desde
que decidió poner fin a su matrimonio. Y lo estaba llevando
realmente mal a pesar de que fue él quien decidió finalizar esa
relación que tanto le había dado y que, ahora, tanto le quitaba.
El vuelo desde Valencia a Tenerife Sur había durado unas tres
horas. Aunque los asientos no eran demasiado cómodos en
estos vuelos “low cost”, estaba demasiado ilusionado en mi pri-
mer viaje como para prestar atención a esas cosas.
—Estos asientos son muy incómodos —dijo, por enésima vez,
Luis—.
Esta vez solo lo miré.
—¿Me puedes decir a que venimos aquí? —preguntó nueva-
mente—.
—Vamos a ver a Alba —dije sin pensar—.
—¿Alba? ¿Quién es Alba?
—No sé —contesté con una profunda seguridad—. Pero seguro

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MIEDO A AMAR

que vamos a hablar con Alba. No tengo ni idea de quién es ni


donde estará, pero algo, en mi interior, me dice que ella nos
va a encontrar. Nuestras vidas van a cambiar y va ser algo muy
especial. No solo para nosotros, sino para toda la humanidad.
—Estás mucho peor de lo que pensaba.
—Quizás tengas razón. Pero estoy totalmente convencido de
que Alba aparecerá en nuestras vidas y de que va a cambiarnos
completamente.
El avión ya se había detenido. Nos disponíamos a bajar a la
Isla de Tenerife por primera vez. Una sensación extraña recorrió
todo mi cuerpo cuando puse el pie en el suelo. Estaba tan con-
tento que no le presté demasiada atención.
Alquilamos un coche en el mismo aeropuerto. Se trataba de
un Opel Corsa, de color rojo con matrícula 07112KK en el que
nos dirigimos hacia nuestro hotel que se encontraba en la loca-
lidad del El Médano.
La temperatura era agradable. Disfrutábamos de un clima
totalmente primaveral. Un día luminoso nos acompañó hasta
nuestro destino. Aparcamos el coche muy cerca del Hotel
Menor donde teníamos reservadas dos habitaciones. Se tra-
taba de un hotel en forma de barco, totalmente reformado y en
el que se habían preocupado de mantener el espíritu del anti-
guo hotel que en su día fue. Incluso daba la impresión de que se
adentraba un poco en el Océano Atlántico a través de la Playa
del Médano. Realmente daba la sensación de estar alojados en
un barco. Un verdadero regalo para todos los sentidos.
Dejamos el equipaje en las habitaciones y decidimos bajar a
la playa. Una escalera de caracol conectaba, directamente, la
terraza del hotel con la arena dorada de la playa. Realmente
estábamos en un paraíso.
—Voy a caminar un poco por la arena —me dijo Luis—.

34
NURA

—No te pierdas —le contesté—. Yo voy a quedarme aquí, tum-


bado en la arena, tomando un poco el sol.
La sensación era extrañamente agradable. Mientras que ape-
nas tres horas antes, en la península, la temperatura era de 2
grados, allí teníamos 24, y estaba tumbado en la playa tomando
el sol. Tan solo tres horas separaban cada una de las dos reali-
dades. Cerré los ojos y me relajé mientras el sol me iba acari-
ciando, suavemente, todo el cuerpo.
—Miguel, te vas a quemar la piel —la voz de Luis sonó con
fuerza en mis oídos—. Llevas mas de dos horas tumbado aquí.
—¿Dos horas? —conseguí preguntar—.
—Claro. Yo he caminado por toda la playa hasta llegar a aquella
montaña que ves a lo lejos.
Asentí con la cabeza mientras dirigía la vista hacia aquel pequeño
montículo situado al final de la playa.
—Es la montaña roja —comentó—, una zona curiosa.
El sol empezaba ya a ponerse por detrás de la montaña roja.
Parecía que el color rojo de sus rocas se incrementaba, al tiempo
que un halo de misterio se alojaba en su cima.
—Será mejor que nos cambiemos de ropa y vayamos a comer
algo —sugirió—.
—Creo que es muy buena idea —respondí—, y me sujeté de la
mano que me brindaba para levantarme de la arena.
—Muchas gracias, brother.
Quince minutos más tarde estábamos en el comedor del hotel.
Dos ensaladas mixtas fue todo nuestro menú para la cena de
ese día.
—¿Y qué vamos a hacer mañana? —me preguntó Luis—.

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MIEDO A AMAR

—Podríamos ir a visitar el pueblo de Masca, en el Parque Rural


de Teno —respondí mientras terminaba mi ensalada—.
—Perfecto. Pero recuerda que para mañana se esperan llu-
vias. No sé si será buena idea salir por ahí de turismo —hizo
una pequeña pausa—. Bueno, me voy a dormir que estoy algo
cansado. Nos vemos mañana a las diez.
—¿Estás bien? —pregunté mirando a sus ojos—.
—Sí, no te preocupes. Algo cansado Tan solo eso. Buenas
noches. Nos vemos.
La figura de Luis se fue perdiendo por el final del comedor.
—Buenas noches —me repetí yo mismo en silencio—.
—Buenas Noches…

36
NURA

CAPITULO 3

Esa mañana me sentía algo más nervioso que de costumbre.


No había dormido bien pensando en la cita con Loli. Mientras
caminaba por la Avenida Alameda, hacia la cafetería “El Sinc”,
sentí, nuevamente, ese dolor y una profunda tristeza, quizás
con algo más de intensidad que de costumbre. No tenía nada
pensado. Mi memoria había desaparecido la noche en que el
pequeño “ictus cerebral” apareció para decirme que, quizás,
tenía demasiada información y que había que eliminar la más
superflua. De modo que confiaba en que mi corazón pudiera
expresar todo lo que, realmente, quería decirle, porque a veces
me costaba mucho entender y hablar, sobre todo en ambientes
estresantes, de los que , normalmente, suelo huir. Y el ambiente
de hoy, en la cafetería, quizás no era el más adecuado para mí,
pero tenía que intentarlo.
Entré en la cafetería. En ese momento no había mucha gente.
Un simple vistazo fue suficiente para comprobar que Loli no
estaba. Me dirigía hacia el interior cuando una voz femenina se
dirigió hacia mí.
—Jorge. ¿Eres tú? —una voz familiar se dirigía hacia mí pero, a
su apariencia, no podía ponerle nombre—.
—Jorge. ¿Realmente eres tú? —repitió; pero en esta ocasión,
fue su risa la que me dio alguna pista—.
—¿Loli…? —pregunté con cierta duda—.
Mi brazo derecho empezó a temblar. También eso formaba

37
MIEDO A AMAR

parte de los daños colaterales de la limpieza de datos de mi


cerebro. Así que tenía que relajarme. Respiré profundamente.
Se levantó de su silla, se dirigió hacia mí y me abrazó por un
momento.
—¡Claro que soy yo! —respondió mientras me ofrecía una silla,
junto a la suya en una mesa roja situada al fondo del local—.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó—.
—Tomaría un té con limón.
—¡Silvia! —gritó desde el fondo del local—, cuando puedas,
sírvenos un té con limón.
—Bueno, cuéntame que has hecho estos años. Por lo visto te
ha ido genial. Estás hecho un chaval. Has perdido mucho peso y
se te ve diferente, muy cambiado. Es impresionante …
El té con limón, acompañado de Silvia, se acercó a nuestra
mesa.
—Aquí tienes. Té con limón.
—Muchas gracias —respondí—, eres muy amable.
—Bueno, pues ya ves... —continuó Loli— …todo lo que has
perdido tú lo he ganado yo. He estado muy estresada última-
mente y no he podido ir al gimnasio como me gusta. Pero así
estoy más guapa ¿no te parece?.
No había duda alguna de que era Loli. Pero no solo había cam-
biado físicamente. Algo en su interior me producía una cierta
sensación de peligro, aunque no podía entender muy bien por-
qué. Una sonrisa se dibujó en mi boca. Sonreír me ayudaba a
estar algo más relajado.
—Voy a tener que hacerte un pequeño resumen de lo que ha
sido mi vida estos últimos años.

38
NURA

—No tengo mucho tiempo, —respondió Loli—, ahora soy una


mujer muy ocupada y mi tiempo es oro. Así que tendrás que
comprimirlo todo lo que puedas.
—No te preocupes. Seré rápido. Me he divorciado de Rosa. He
sufrido un pequeño infarto cerebral y tengo un pequeño pro-
blema en la vejiga. Son secuelas de mi intervención quirúrgica
de estenosis del canal lumbar, que tú ya conocías. He estado
todo un año orinando más de treinta veces cada día. Resulta
que lo que yo tenía era retención de líquidos. En realidad, no
estaba gordo. Ya te lo decía yo… —y volví a dibujar una gran
sonrisa en mi boca—. Todo eso y tu ausencia ha sido, poco más
o menos, lo que he vivido durante los últimos años. Discúlpame
porque, quizá, no estén todas las cosas en orden cronológico,
pero, últimamente, confundo los números y las fechas. Espero
que haya sido lo suficientemente rápido —hice una pausa al
tiempo que cogía la taza de té y le daba un pequeño sorbo.
Estaba verdaderamente caliente—.
La miré directamente a los ojos. Estaba seria, muy seria. Intenté
disimular que mi mano empezaba nuevamente a temblar.
—No lo sabía —dijo por fin—. ¿Cómo no me has dicho nada?
Te hubiera ayudado. Me has dejado muda. Lo de Rosa era una
muerte anunciada. Pero has tenido el valor de hacerlo. Eso es
muy difícil. Créeme que lo sé por propia experiencia. Yo aún no
he podido divorciarme de Juanjo. Creo que soy muy cobarde,
aunque todos me veáis muy valiente. O como dice tu hermano:
muy bílica. Realmente es solo mi imagen externa. Por cierto
¿qué tal le va a Joan?
—Bueno, ha pasado por unos momentos muy complicados,
pero nos hemos unido mucho. Todavía quedamos a cenar todos
los lunes para contarnos como nos va y, de alguna manera, para
consolarnos. Hemos aprendido mucho de las bílicas. Deberíamos

39
MIEDO A AMAR

hacer un tratado sobre esa tipología de persona. Algún día escri-


birá un libro sobre el tema, estoy seguro. A esas cenas de los
lunes las llamamos entre nosotros “los lunes al sol”. Es la forma
que nos hemos inventado de acercar el sol a nuestro corazón,
aunque sea de noche. El sol brilla casi todos los lunes en nues-
tro interior y nos da fuerza para seguir toda la semana. Y tú
¿qué tal?. Creo que estoy hablando mucho.
—Bueno, como ya te he dicho, estoy infelizmente casada toda-
vía. He estado en Bolivia. Un viaje que ha cambiado mi vida en
todos los aspectos. Y he puesto en marcha mi propio negocio.
No me va mal. Ahora soy una empresaria de éxito. Ya sabes que
siempre consigo todo lo que me propongo. Pero dejemos de
hablar de nuestras vidas —añadió—. Hay algo importante que
quieres decirme. He de confesarte que sabes bien como man-
tener la curiosidad.
—Es verdad —le dije disculpándome—. Hace tres años, en el
local de Ashproal, no te hice el amor, como tú querías.
—No te preocupes por eso. Ya lo tengo superado —me interrum-
pió—, créeme, totalmente superado.
—Por favor, déjame seguir —le supliqué—, es importante para
mí. Aquel día no te hice el amor porque no le podíamos hacer
eso a Rosa ni a Juanjo. Quizás no hemos podido conectar con
ellos a un nivel más profundo, pero, de todas formas, se mere-
cían la verdad.
La miré a los ojos y pude entender, con toda claridad, que no
estaba de acuerdo con lo que le estaba diciendo. No obstante,
en esta ocasión, me dejó que siguiera hablando.
—Tengo la sensación de que no me queda mucho tiempo de
vida. Y no quisiera morirme sin decirte que me hubiera gustado
mucho hacer el amor contigo. Que en aquella ocasión tenía
muchas ganas de ti y que realmente sentía que había algo entre

40
NURA

nosotros. Pero quise hacer las cosas bien. Nuestras parejas no


se merecían un final así. Y, por supuesto, nosotros no podíamos
empezar una relación desde la mentira. Probablemente ahora
no lo haría de esa forma. No lo sé. Pero eso ya es otra historia.
—¿Tienes algo más que decirme?
No contesté. Tenía la mirada fija en el suelo.
—Te agradezco mucho tu sinceridad, pero entre nosotros, esto
no cambia nada. Esta situación me ha hecho mucho daño y no
voy a volver a pasarlo mal, ni por ti ni por nadie.
—No tengo la intención de cambiar nada entre nosotros —le
dije—, solo tenía la necesidad de compartirlo contigo.
—Pues ya está compartido. Aunque creo que hubiera sido más
práctico si me lo hubieras contado a través de un mensaje al
móvil .
—Para mí era importante decirlo mirándote a los ojos. Muchas
gracias por escucharme y regalarme parte de tu tiempo. Ya sé
que actualmente es muy importante para ti. Por eso lo valoro
mucho más. Muchas gracias de todo corazón.
—Tengo que irme ya. Pero recuerda: esto no cambia para nada
lo nuestro. Quiero que te quede claro —me volvió a repetir—.
Además, ahora estás muy atractivo así que estoy segura de que
no tendrás ningún problema en encontrar alguien que quiera
compartir contigo su tiempo y su vida. Lo nuestro ya pasó. Ha
sido una pena. Pero las cosas no se pueden cambiar.
-No te preocupes. Me ha quedado muy claro —murmuré—.
Como tú dices, nuestro tiempo pasó para ti, para mí y, natural-
mente, para nosotros.
Nos levantamos de la mesa. Nuestra conversación había ter-
minado. Me abrazó y, en ese momento, volví a notar una sen-
sación incómoda, como de peligro.

41
MIEDO A AMAR

—Déjame que te invite. Me ha gustado mucho verte —me dijo


mientras se dirigía hacia la caja—.
Me volví a sentar en la misma silla. El té empezaba a estar
realmente frio. No obstante, me lo fui bebiendo. Una parte
del dolor y la tristeza que me habían acompañado a la cita se
habían bajado del tren de mi vida y, por primera vez, notaba
cierta sensación de ligereza.
—Adiós Jorge —gritó desde la puerta del local—.
—Adiós Loli —respondí yo—.
Adiós dolor. Adiós tristeza. Gracias por todo —me dije—. A tra-
vés de vosotros he podido comprender y disfrutar de las cosas
sencillas de la vida. Lo que es realmente importante, el amor
y la verdad. O el verdadero amor, si invertimos el orden. Me
sentía realmente aliviado. El compartir mis sentimientos con
Loli me había ayudado a comprender y, sobre todo, a perdonar.
Especialmente a mí mismo. Eso es lo más difícil. Solemos per-
donar con verdadera facilidad a los demás, pero ,¡qué difícil es
perdonarse a uno mismo! Y, sobre todo, es muy difícil enfren-
tarte a todo aquello que no te gusta de ti y aceptarlo. Cada cosa
que nos pasa tiene una relación directa con nosotros mismos.
Las demás personas son, únicamente, los actores necesarios
para que todo pueda suceder.
Pasamos la mayor parte de nuestra vida distorsionando la reali-
dad de todo aquello que nos sucede, con el único fin de evitar el
dolor que nos produce. Un dolor que, curiosamente, viaja hacia
nuestro cerebro, y más concretamente a nuestro hipotálamo, a
una velocidad realmente lenta si la comparamos con la velocidad
a la que viaja, por ejemplo, la energía electromagnética o la eléc-
trica. No obstante, la respuesta de nuestro cerebro al dolor es,
realmente, muy rápida. Y aunque, curiosamente, el dolor no se
pueda medir objetivamente, su respuesta es inmediata porque

42
NURA

sus efectos pueden ser devastadores. Quizás es por esta razón


por la que, habitualmente, culpamos de todo a los demás, con
el fin último de evitarnos el dolor. Y es por esa obsesión de evi-
tarnos el dolor, y con la culpa viajando de unos a otros, por lo
que, finalmente, lo que se consigue es eternizar el dolor, que
es, precisamente, aquello que en principio queríamos eliminar.
—Este mundo funciona al revés —me dije a mi mismo—.
Me levanté de la silla y me dirigí hacia la puerta de la cafete-
ría. Necesitaba cambiar de aires. Caminé sin rumbo fijo, pero a
buen paso. A esas horas la Avenida de la Alameda estaba llena
de gente y realmente se hacía difícil caminar sin tropezar con
alguien. Súbitamente, decidí buscar el coche y dirigirme al Par-
que Natural de la Fuente Roja, el verdadero pulmón de Alcoy.
Al llegar a la fuente del parque tomé un largo sorbo de agua.
Estaba bastante fría. Cerré los ojos y suspiré profundamente.
Una sensación de relax se instaló en todo mi cuerpo. Al abrir los
ojos, la imagen de la Virgen de los Lirios —patrona de Alcoy—,
situada sobre la fuente, parecía darme la bienvenida. Empe-
zaba una nueva etapa. Una nueva vida se estaba alumbrando y,
la que había vivido hasta este momento, se dirigía hacia su final.
Un final, una muerte, que da paso, de nuevo, a la vida, en una
extraña y continua danza que da verdadero sentido a nuestra
existencia, a nuestra vida.

43
MIEDO A AMAR

44
NURA

CAPITULO 4

El día había amanecido completamente nublado en el


Médano. Unas inmensas nubes negras iban acumulándose en
el cielo.
—Parece que hoy va a llover —dije mientras conducía hacia el
pueblo de Masca—.
—Ya te lo dije ayer —comentó rápidamente Luis—, menos
mal que hemos desayunado muy bien en el hotel.
La autovía acababa de dar paso a una carretera tremenda-
mente estrecha y peligrosa, pero con unas vistas espectacula-
res. Negros nubarrones nos amenazaban desde el cielo. Unas
pequeñas casas nos daban la bienvenida al pueblo de Masca.
Tras ellas, como si se tratara de una imagen sagrada, se levan-
taba un impresionante risco de unos 600 metros de altura, tes-
tigo mudo de una cultura que había vivido en la soledad del
Parque Natural de Teno.
—¿Has visto algo igual? —pregunté en voz alta—, ¡es un lugar
increíble!
—Es cierto —contestó Luis—, tengo la sensación de que el
tiempo aquí no existe. O al menos, de que no lo percibimos
igual.
Hicimos un recorrido, a pie, a través del barranco de Masca
hacia el Monte del Agua. La vegetación era abundante. Está-
bamos como perdidos en una jungla de laureles, brezos, tilos y

45
MIEDO A AMAR

sauces. A pesar de que no se veía un sendero, había algo que,


de alguna manera, nos marcaba el camino. Un camino que ine-
vitablemente nos llevaba hacia el mar.
De repente un potente trueno hizo temblar la tierra. La niebla
había bajado rápidamente y apenas podíamos divisar ya el risco
de Masca. Un segundo trueno volvió a estremecer a la tierra y,
en esta ocasión, a nosotros también. Una intensa lluvia empezó
a caer de repente. Era como si los cielos se estuvieran precipi-
tando sobre nosotros.
Dimos la vuelta con la intención de ir hacia el pueblo de
Masca. La lluvia caía cada vez con mayor intensidad y los true-
nos se iban sucediendo, uno tras otro, de forma muy violenta.
La senda se estaba llenando de agua con rapidez, haciendo el
camino de vuelta muy complicado.
Pronto nos dimos cuenta de que no podíamos subir por el
mismo sitio por el que habíamos bajado. Era el lugar por donde
el agua bajaba, de forma natural, de camino hacia el mar. Se había
convertido, súbitamente, en un pequeño rio que iba creciendo a
medida que se acumulaba el agua de las zonas más altas.
—Creo que estamos atrapados —suspiró Luis, con la preocu-
pación dibujada en su rostro—, puede que no salgamos de aquí.
—¡No digas tonterías! Vamos a salir de aquí perfectamente.
Déjame pensar.
—No tardes mucho. No tenemos mucho tiempo.
Su voz me llegaba muy lejana. El agua parecía que había cobrado
vida por un momento y rugía con fuerza al chocar con las rocas.
—Será mejor que nos dirijamos al mar porque es más fácil
caminar hacia allí. Vamos Luis, vamos.
Repentinamente una fuerte corriente de agua y piedras impactó
sobre nosotros y empezamos a rodar senda abajo. Perdí de vista
a mi hermano mientras rodaba hacia el mar. De pronto, el tronco

46
NURA

de un tilo me paró de forma inesperada. El tremendo golpe en la


espalda hizo que perdiera la conciencia.
Cuando abrí los ojos una intensa oscuridad no me permitía ver
con claridad. Sentía un intenso frio.
—¿Dónde estoy? ¿Dónde estoy? —grité asustado—.
—Miguel, ¿estás bien? —era la voz de Luis—, ¡estás vivo!
Sus lágrimas calientes mojaban mi cara.
—¡Estás vivo!
—¿Dónde estamos? —pregunté—.
—Tranquilo. Nos adentramos en una cueva, buscando refugio.
Estamos a salvo. La corriente nos llevó hacia el bosque y allí te
encontré a los pies de un gran tilo.
—¿Puedes moverte? —me preguntó—.
Un dolor intenso recorrió toda mi espalda.
—Sí —contesté—, puedo moverme.
Con su ayuda me incorporé y nos dirigimos hacia el interior de
la cueva. A medida que la oscuridad se intensificaba, iba desa-
pareciendo el ruido del agua del exterior.
—Aquí estaremos más seguros —dijo Luis—.
—Perfecto —contesté— ¿Estás bien?
—Me duele todo el cuerpo. Es como si me hubiesen dado una
paliza.
—Ya somos dos. ¿Tu estas seguro de que no nos hemos pelea-
do?
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Tú no cambias —me dijo—. Hasta en los peores momentos
sabes reírte y, sobre todo, hacer reír a los demás. Te pareces

47
MIEDO A AMAR

mucho a papá. Bueno, como vamos a tener que pasar toda la


noche aquí, ponte lo más cómodo que puedas.
—Perfecto. Va a ser una noche muy larga.
—Ya lo creo. ¿Has visto eso? —me preguntó de repente—.
—¿El qué?.
—Esa luz.
—Sí. Hace ya un rato que la he visto. Creía que era cosa de la
caída.
Era una luz blanca muy cálida. A principio era muy pequeña,
pero, poco a poco, se fue incrementando hasta formar una per-
fecta esfera de luz. Esa luz se fue acercando hacia nosotros. No
sentíamos temor alguno. Mas bien una sensación muy placen-
tera. La luz empezó a iluminar nuestros cuerpos. Sentíamos su
calor y, de repente, fuimos conscientes de que los dolores desa-
parecían poco a poco.
La esfera empezó nuevamente a crecer ante nosotros tomando
una forma parecida a la nuestra, pero de luz.
Luis y yo nos miramos sorprendidos.
—No tengáis miedo —nos dijo—.
Su voz no se oía, sino que resonaba en nuestros corazones.
—Hace tiempo que os espero. Tengo un mensaje para voso-
tros —hizo una pequeña pausa y se dirigió hacia mí—. Hijo mío,
quiero que sepas algo. Y quiero que lo sepas hoy. Te aseguro que
he estado presente en todos los cambios que has experimentado
en tu propio ser. Ahora prepárate porque viene otro movimiento
más. Ese nuevo movimiento que ahora empieza afectará a tu
estado de consciencia. Vas a ayudar a mucha gente y esto es lo
que queremos. Deseamos que no te apartes de este ser. Voso-
tros vais a hacer cosas muy buenas. Pero tenéis que estar unidos.

48
NURA

Esa es la única manera en que podéis caminar. Hay libertad para


vosotros dos. Ahora empieza otro camino mucho más grande. Es
un camino esplendoroso. Debéis ser conscientes de que habéis
venido a llevar a cabo una misión. Preparaos, porque ahora viene
el Gran Camino. Como habéis visto, la energía ni se crea ni se des-
truye, tan solo se transforma. Parte de vuestra misión será visitar
lugares como éste para recoger toda la información que, muchos
seres antes de vosotros, han ido dejando. El corazón os guiará.
Este mundo es mental. Y todo en él se crea en los sueños a través
del miedo. No lo olvidéis. Hay nuevos proyectos juntos. Quiero
enseñaros algo —nos dirigimos hacia la puerta de la cueva—.
Estaba amaneciendo un día tremendamente claro. Ante noso-
tros la infinidad del mar tenía un impresionante color azul tur-
quesa. En medio de ese azul del mar y unida al infinito cielo,
aparecía una pequeña isla.
—Un día volveréis a esa Isla. Es la Isla del Alba, aunque voso-
tros la conocéis como la Isla de San Borondón y forma parte de
las Islas Afortunadas. Es la isla del principio y del final. Miradla
bien. Creedme, no es fácil verla. Se trata de una isla errante.
Aun así, son muchos los que han podido verla. Os quiero.
El ser de luz fue poco a poco transformándose en la esfera que
pudimos ver al principio hasta que, finalmente, desapareció por
completo.
Miré a los ojos a mi hermano.
—Ha sido maravilloso. ¿Verdad?
—Ya lo creo —contestó—.
Una lagrima rodó por mi mejilla.
—Ha sido maravilloso…
—Buenos días brother. Nos hemos dormido. ¿Cómo te encuen-
tras?

49
MIEDO A AMAR

—Buenos días Luis… La verdad es que me encuentro muy bien.


Mira, ya ha amanecido.
El día era claro y el azul del mar, de nuevo, se fundía con el
cielo. El sol estaba saliendo. Un día maravilloso. Las lágrimas
inundaron mis ojos. Un día maravilloso…
—Que te ocurre Miguel. ¿Estás bien?
—Sí. Muy bien. He tenido un sueño muy raro, nada más.
—Yo también —me contestó—, pero ya sabes que, como decía
Calderón de la Barca, toda la vida es sueño y los sueños, sueños
son. ¿Verdad?.
—Así es.
Abracé a Luis con todo mi corazón.
—Ha sido maravilloso, ha sido maravilloso…
Volvimos nuevamente al hotel, parecía que habíamos estado
una eternidad fuera de allí. Lo cierto es que algo en nosotros
había cambiado. No sentíamos dolor alguno. Pero ninguno de
los dos decíamos nada. Nos dimos una ducha rápida y bajamos
al comedor. Estábamos hambrientos.
—Hemos comido mucho Luis. Yo voy a caminar algo por la
playa. ¿Tú que vas a hacer?.
—Yo subiré a la habitación a tumbarme un rato.
—Perfecto. Nos vemos después.
El mar estaba tranquilo. Iba descalzo por la arena hacia la mon-
taña roja. Mis pies recibían el agua fría del océano a cada paso.
Mientras caminaba sobre la arena mojada, iba recordando el
sueño que habíamos tenido y me preguntaba si sería verdad
todo aquello que nos había pasado. Un golpe seco me volvió a
la realidad. Me había dañado el tobillo con una pequeña roca

50
NURA

que no había visto. El impacto había sido lo suficientemente


fuerte para que tuviera serios problemas al caminar. Me senté
en la arena y me dispuse a llamar por el teléfono móvil a Luis.
—¿Sí? —contestó desde el otro lado del móvil—.
—Hey brother. ¿Te he despertado?
—No, Miguel. Ya estaba despierto. ¿Va todo bien?
—Bueno… me he dado un pequeño golpe en el tobillo con una
piedra, y no puedo caminar del todo bien.
—¿Dónde estás?
—Estoy prácticamente en la montaña roja. ¿Podrías venir en
coche a recogerme?
—Voy.
Diez minutos más tarde veía la silueta de Luis bajando por la
montaña roja hacia el lugar donde me encontraba.
—¿Está muy lejos el coche? —pregunté al tiempo que me
incorporaba—.
—No —contestó—, está cerca. ¿Te ayudo?
Asentí con un leve gesto con mi mirada.
—Menos mal que mañana regresamos a casa.
—Sí, menos mal.
El coche no estaba lejos y con la ayuda de Luis pude llegar con
cierta facilidad. Una vez allí, escuché una música que llamó mi
atención. ¡Que voz tan maravillosa!
Intenté localizar de donde procedía. En medio de la plaza,
donde estaba aparcado el coche, había una chica cantando y
tocando la guitarra. Se trataba de una versión de la canción
“Perfect” de Ed Sheeran.

51
MIEDO A AMAR

—Vamos a escuchar esa canción.


—Pero si no puedes apenas caminar…
—No importa. Ayúdame. Quiero acercarme. Esa canción es
muy especial.
Se trataba de una joven alta y rubia con unos extraños ojos
muy profundos de color azul turquesa. Cantaba y tocaba la gui-
tarra de una forma casi hipnótica. A sus pies tenía la funda de
la guitarra en la que había depositadas unas cuantas monedas.
Me acerqué y deposité una moneda.
—Muchas gracias —me dijo—.
—Cantas muy bien. Me has dejado impresionado. Tienes una
voz que parece no ser de este mundo. Me has llegado al cora-
zón. ¿De dónde eres?.
—Soy de Austria.
—Hablas muy bien el español.
—Gracias —me contestó—, llevo viviendo aquí unos cinco
años. ¿No puedes caminar?.
—Bueno, no es nada. Me he dado un golpe. Nada importante.
—¿Me dejas que le eche un vistazo?. Tengo algunos conoci-
mientos de fisioterapia.
Me puso sus manos en el pie y rápidamente empecé a notar
una sensación muy fuerte de calor en la zona.
—No te preocupes. Mañana podrás caminar sin problemas.
—Muchas gracias. ¿Te gusta Tenerife?
—Es un lugar precioso. Lleno de vida, naturaleza y mar. Noso-
tros nos volveremos a ver nuevamente aquí, en las Islas Afortu-
nadas y volverás a ver mi isla.

52
NURA

—¿Cómo dices?
—Suspiró muy lentamente. Hizo una pequeña pausa. Me miró
fijamente a los ojos y lo volvió a repetir.
—Este es un lugar precioso, lleno de vida, naturaleza y mar.
Nos volveremos a ver nuevamente aquí, en las Islas Afortunadas
muy pronto, pero tendrás que visitar otros lugares antes de vol-
ver a ver mi Isla.
—Bueno. Si tú lo dices nos volveremos a ver. Encantado de
haberte conocido. Mi nombre es Miguel.
—Encantada de conocerte, Miguel. Mi nombre es Alba.
Un escalofrío recorrió mi espalda de arriba abajo. Miré hacia
Luis. No podía articular palabra.
—Bueno espero que tengáis un buen viaje a la península.
Ucero os espera.
—Muchas gracias por todo.
—Muchas gracias , Alba.

53
MIEDO A AMAR

54
NURA

CAPITULO 5

Una cierta tranquilidad se instaló en mi cuerpo desde el día


que hablé con Loli. A pesar de tener la sensación de que no
viviría por mucho más tiempo, decidí vivir mi vida plenamente,
en todos los sentidos.
Había amanecido y la ciudad de Alcoy empezaba ya a desper-
tar. El sol se hacía presente en el comedor de mi casa ilumi-
nando la taza de té que, por las mañanas, disfruto tras realizar
mis ejercicios de Chi Kung. Cada día realizo los ”ocho brocados”
que son los ocho ejercicios de estiramiento con los que trato
de mantenerme en una buena salud física, mental y emocional.
Los primeros rayos del sol iluminaban mi cuerpo mientras el Chi
Kung despertaba a mi cuerpo físico con su actividad mental y
emocional. Desde mi separación lo practicaba a diario y la ver-
dad es que, cada día, me encontraba más fuerte.
Había vuelto a coger la bicicleta hacía ya algún tiempo. Nece-
sitaba moverme y, finalmente, decidí empezar con una bici-
cleta eléctrica. Al encontrarse Alcoy situada entre montañas, el
pretender salir de ella por carretera, necesariamente te obliga
a enfrentarte con algún pequeño puerto y, aunque realmente
no son muy duros, tengo que reconocer que, para mí, en ese
momento era algo imposible de realizar. De hecho, lo que solía
hacer era subir el puerto de “El Salt” en coche y, una vez arriba,
lo aparcaba cerca del restaurante de“La Font ” para, desde allí,
dirigirme en bicicleta hacia la Sierra de Mariola.

55
MIEDO A AMAR

En muchas ocasiones, un fuerte dolor en la zona lumbar, me


obligaba a bajar de la bicicleta y tirarme al suelo al lado de la
carretera. El dolor me hacía perder la sensibilidad en las piernas
e incluso, a veces, también la conciencia. Mas tarde me desper-
taba mirando el azul del cielo y con la fragancia de Mariola, que
es una mezcla de olor a tierra y de las hierbas medicinales que
nacen en este lugar, como el romero, la salvia y el tomillo.
La experiencia era parecida al morir y renacer. Al abrir los ojos
y ver de nuevo el cielo azul, todavía desde el suelo, me decía a
mí mismo: !Bueno sigo estando aquí!
Empezaba a darme cuenta de lo difícil que me resultaba, desde
la operación, simplemente vivir. Todo había cambiado radical-
mente. El dolor se había instalado en mi interior, y, a pesar de
que los médicos me hablaban de la necesidad de moverme, el
esfuerzo era enorme. Sufría numerosas recaídas, pero, no obs-
tante, no dejaba de intentarlo. La vida me regalaba todos los días
limones y, todos los días, tenía que hacerme limonada con ellos.
Bebí lentamente el té y me preparé para salir con la bici. Tenía
pensado ir por la Vía Verde. Se trata de una Vía por la que se
intentó unir, mediante el ferrocarril, Alcoy con Alicante. Nunca
se llegó a poner en marcha a pesar de estar totalmente aca-
bada. En la actualidad se había convertido en un camino para
peatones con un carril bici relativamente fácil de recorrer.
Ya estaba en la puerta cuando sonó el teléfono móvil. “Fede
Móvil” apareció en la pantalla del teléfono al tiempo que una
nueva sensación de tristeza y rabia inundaba totalmente mi
cuerpo.
Por un momento no supe si contestar a la llamada o no. Me
sentía muy dolido. Finalmente contesté.
—¿Dígame?
—Jorge. Buenos días. ¿Qué tal andas?

56
NURA

—Hola Fede. Me pillas en mal momento. Estoy saliendo de


casa. Me voy a dar una vuelta en bici.
—Está bien —dijo Fede— necesito hablar contigo. ¿Qué tal si
nos vemos esta tarde?
—¿Esta tarde? —pregunté sorprendido—.
—Si es posible, esta tarde. No es nada serio, pero, para mí, es
muy importante.
—No sé si podré. Tengo muchas cosas que hacer —contesté—.
—¿Y qué tal mañana? —volvió a preguntar—.
—¿Mañana? Bueno, creo que mañana no tengo problema.
—¿Te vendría bien a las 11:00? —me preguntó—.
—Perfecto. Nos vemos mañana a las 11:00 en mi casa.
—Cuídate mucho. Hasta luego.
—Tú también, Fede. Nos vemos mañana.
Salí de casa y, mientras pedaleaba, intenté relajar mi mente
que no cesaba de enviarme todo tipo de pensamientos acerca
de Fede.
A esa hora de la mañana la Vía Verde estaba muy concurrida.
Muchísima gente la recorría caminando todos los días. Así que
necesitaba toda mi atención para no tropezar con nadie. Tras
llegar al primer túnel del Barrio de Batoy, Fede se había conver-
tido, nuevamente, en un recuerdo.
Al salir del segundo túnel las vistas eran maravillosas. Delante
de mí se dibujaba el Puente de les Set Llunes, un impresionante
viaducto de unos 50 metros de altura, tras el cual me esperaba
el Parque Natural de la Fuente Roja. Continué por la Vía Verde,
entre pinos y carrascas, hasta llegar al Polideportivo Municipal.
A partir de allí me encontraría los dos túneles finales, que son

57
MIEDO A AMAR

los más largos —algo más de un kilómetro de longitud en cada


túnel y unidos por un viaducto que los conecta—.
Detuve la bicicleta al inicio del primer túnel para pulsar el inte-
rruptor que encendía la luz y, rápidamente, todo el túnel quedó
iluminado. Mientras pedaleaba por su interior tuve una extraña
sensación. El viento empezó a soplar cada vez más fuerte y me
hacía muy difícil avanzar. Pude ver, a lo lejos, la última luz del
túnel. No sabía muy bien por qué, pero tenía la sensación de
estar en el túnel que algunas personas perciben en el proceso
de morir. Crucé un pequeño viaducto y entré en el último túnel.
Nuevamente me vi obligado a detenerme para encender la luz
y continué pedaleando a través de la montaña que cruza este
pasaje.
Una vez fuera la luz del sol me recibió. Aparqué mi bicicleta en
una pequeña área recreativa que hay justo al salir del túnel y
me senté en el suelo a descansar. Mi mente me volvió a recor-
dar a Fede y también a Loli. No sentía rencor. Tan solo una gran
tristeza, una gran decepción. Nada más.
Volví a subir en la bici y me dirigí de vuelta a casa. El camino
ahora me resultaba mucho más cómodo ya que, al ser cuesta
abajo, prácticamente no tenía que pedalear. Empecé a ganar
velocidad. No tuve que encender la luz del primer túnel puesto
que ya estaba encendida cuando entré. Sentía cada vez más la
velocidad dentro del túnel. Miré el velocímetro que marcaba 55
kilómetros por hora. En ese preciso instante, la luz del túnel se
apagó. Había perdido completamente la orientación y rápida-
mente empecé a frenar. Perdí la noción del tiempo. A pesar de
la velocidad que llevaba, me parecía que todo ocurría muy des-
pacio. No podía ver absolutamente nada. Tan solo una completa
y fresca oscuridad. De repente, en medio de aquella negrura,
pude ver un pequeño punto de luz. En ese instante sentí un
fuerte impacto. Había chocado contra la pared del túnel con

58
NURA

tanta fuerza que reboté y empecé a rodar por el suelo. El casco,


ajustado a mi cabeza, salió disparado y yo seguí rodando por el
suelo hasta que, finalmente, mi cuerpo se detuvo. Estaba muy
aturdido y completamente desorientado. No sé cuánto tiempo
llevaba en esa posición cuando la luz se encendió de nuevo. Me
encontraba tumbado boca arriba en medio del túnel. Me incor-
poré poco a poco. Pude ver a un lado mi bici y, a lo lejos, mi casco.
Me sentía realmente muy extraño. A pesar de la fuerte caída no
tenía dolor alguno. Me miré la ropa y estaba totalmente llena
de polvo. No cabía duda de que, tras el fuerte impacto, había
rodado por el suelo pero, sorprendentemente, no percibía nin-
guna molestia. Tenía la impresión de que mi cuerpo no hubiese
tocado el suelo realmente. Miré hacia la bicicleta. El manillar se
había doblado del golpe y el sillín estaba totalmente rasgado. La
rueda delantera se había convertido en un ocho. No entendía
qué estaba pasando. Volví a repasar nuevamente cada centí-
metro de mi cuerpo en busca de alguna señal de dolor, pero
éste no aparecía. No entendía cómo era posible que, tras una
caída como aquélla, no sintiera dolor alguno. Estaba cogiendo
el casco cuando una voz me habló.
—¿Estás bien?
No contesté nada. Estaba muy desconcertado.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar—.
Ahora ya podía verlo. Se trataba de un señor, de unos 50 años,
que se acercaba caminando.
—¿Todo bien? —repitió nuevamente—.
Todo perfecto —contesté lentamente—. He tenido una caída.
Bajaba a cierta velocidad cuando de repente la luz se ha apa-
gado. Me he desorientado y he caído. Pero la verdad es que no
me hecho daño alguno. La bici sí que ha quedado seriamente
dañada.

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MIEDO A AMAR

—Ya veo —contestó el desconocido— si quieres te puedo


acercar a tu casa. Tengo el coche fuera del túnel.
—No sé —dudé por un momento—.
—Estamos muy lejos de la ciudad. Realmente no me importa-
ría llevarte.
—Está bien. Gracias. Por cierto, mi nombre es Jorge.
—Encantado de conocerte, Jorge. Mi nombre es Ángel. Has
tenido mucha suerte. ¿Sabes? Podrías haber muerto en una
caída así. No lo olvides, has tenido mucha suerte.
—No creo que lo pueda olvidar —contesté—, la verdad es
que no he sufrido ninguna herida, pero tengo una sensación
muy extraña. Es como si no fuera realmente yo. No sabría cómo
explicarlo. Pero me parece como si el golpe hubiera producido
algún cambio muy profundo en mi interior. Tengo la percepción
de que, aunque exteriormente soy yo, interiormente soy una
persona totalmente distinta.
—No te preocupes. Has experimentado una fuerte caída y es
normal que estés todavía alterado —me dijo con una voz muy
pausada—.
Recogimos lo que quedó de la bici y nos dirigimos hacia el final
del túnel.
—¿Cuantas veces crees que puede morir una persona? —me
preguntó mientras salíamos del túnel—.
—Una —contesté rápidamente—.
—¿Estás seguro? —volvió a preguntar—. No me contestes.
Lo podrás hacer más adelante. Ahora, simplemente, piénsalo.
Estoy seguro de que nos volveremos a ver. Ya sabes que las
casualidades no existen y será entonces cuando podrás contes-
tarme. Aquí te dejo una tarjeta mía. Es posible que mañana ten-
gas molestias. Yo soy terapeuta cráneo-sacral y podría ayudarte.

60
NURA

—¿Terapeuta Cráneo-Sacral? —pregunté con extrañeza—.


Una sonrisa se dibujó en su cara.
—Se trata de una terapia que consiste en aplicar una leve pre-
sión con las manos que provoca el funcionamiento de los pro-
cesos naturales de curación del cuerpo. Es eficaz en una amplia
gama de trastornos clínicos, especialmente los vinculados con
el dolor.
—¿Crees que mañana tendré dolor en el cuerpo?
—No creo que mañana te duela el cuerpo. Quizás lo que te siga
doliendo sea el corazón. Hay muchas terapias que tratan con
mucha efectividad el dolor físico, pero son realmente pocas las
que se dedican al tratamiento del dolor del alma. Estoy seguro
que ahora no lo entiendes, pero más adelante lo comprenderás.
A veces las cosas que ves, incluso las cosas que sientes, no son
lo que parecen.
—Todos los días morimos —dije en voz alta de repente—. La
muerte no es repentina y única. Cada día, en cada situación,
en cada dificultad, morimos un poco. Todas las muertes tienen,
de forma innata, la posibilidad de transformarnos. La muerte
es el camino hacia el verdadero despertar. Para vivir realmente
hay que morir. Hay que morir antes de morir. Vivir y morir es lo
mismo. ¿No te parece?
—Ya lo creo —susurró Ángel— ya lo creo. Bienvenido a casa.

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MIEDO A AMAR

62
NURA

CAPITULO 6

Habían pasado ya dos semanas desde que regresamos de


Tenerife. El recuerdo de Alba todavía estaba muy presente en
nosotros. Luis y yo estábamos de viaje, por carretera, hacia la
localidad de Ucero en la provincia de Soria. Nunca antes había-
mos oído hablar nada acerca de esta localidad, pero, curiosa-
mente, también era una de las “50 Nuevas Rutas por la Penín-
sula Ibérica más Bella y Sorprendente” de la revista que me
había regalado mi hija Cristina. En concreto, la revista nos reco-
mendaba visitar la Ermita de San Bartolomé, en el Cañón del
Rio Lobos.
Tras algo más de cinco horas de carretera llegamos a la loca-
lidad de El Burgo de Osma, donde habíamos pensado pasar la
noche. Dejamos las maletas en el hotel y nos dirigimos hacia
el Cañón del Rio Lobos, lugar que se encuentra muy bien seña-
lizado. Aparcamos el coche y empezamos a caminar por una
senda de tierra.
—¿Crees que es este el lugar que nos indicó Alba? —me pre-
guntó Luis—.
—No tengo ni idea. Pero me parece muy curioso que este des-
tino también se encuentre en la revista.
Tras un kilómetro caminando por la senda, llegamos a la Ermita
de San Bartolomé. Tras cruzar un pequeño puente de madera
nos encontramos con la entrada de la Ermita. Junto a la puerta,

63
MIEDO A AMAR

en la fachada, aparecía una pequeña ventana circular que nos


llamó poderosamente la atención. Se trataba de un óculo con
forma de pentáculo acorazonado y daba forma a una estrella de
cinco puntas.
Entramos en la ermita sin saber muy bien qué hacer y nos acer-
camos al altar. El lugar era oscuro y había un fuerte olor a hume-
dad. Algo nos detuvo de repente. Miramos alrededor como bus-
cando alguna señal que nos indicara porqué habíamos cruzado
media España para llegar aquí, pero no encontramos nada espe-
cialmente significativo.
—Buenas tardes.
Una voz nos devolvía nuevamente a la realidad.
—Buenas tardes —repitió la voz—. Espero no haberos asustado.
Os estaba esperando.
A través de la oscuridad del fondo apareció un hombre de unos
50 años. Tenía el pelo algo cano y una amplia sonrisa.
—Disculpe. Creo que se ha equivocado —le comenté lentamente—.
—No lo creo. Son muchos los turistas que cada año visitan esta
Ermita, pero únicamente unos pocos son los elegidos para recibir
la información secreta de este lugar. De alguna manera, la propia
Ermita tiene la capacidad de elegir a las personas y, en esta oca-
sión, os ha elegido a vosotros.
Luis y yo nos miramos asombrados.
—No creo que seamos nosotros —dije rápidamente—. De
hecho no sabemos muy bien ni por qué estamos aquí. Lo siento
mucho, pero creo que, como ya le he dicho antes, se ha confun-
dido de personas.
—Como ya os he comentado, no soy yo quien os ha elegido.
Por tanto, no puedo estar equivocado. Ha sido la propia Ermita.

64
NURA

—No le entiendo —insistí— ¿Podría explicarse mejor?


—Por supuesto —contestó rápidamente—. Dejad de mirarme
a mí y mirad al suelo. ¿Qué veis?.
Instintivamente ambos miramos al suelo.
—No veo nada —dijo Luis— Tan solo el suelo.
—Fijaros bien —indicó nuevamente el desconocido—.
Fue entonces cuando me percaté que había algo dibujado en
el suelo, justamente detrás de donde estaban mis pies. Se tra-
taba de una estrella de cinco puntas rodeada por cinco corazo-
nes. La luz del sol atravesaba la pequeña ventana que habíamos
visto al entrar y formaba ese extraño símbolo en el suelo. Sin
darnos apenas cuenta, por alguna razón, nos habíamos dete-
nido justamente en el lugar y la hora exactos.
El misterioso desconocido me miró a los ojos con una mirada
enigmática.
—Veo que ya te has dado cuenta de lo que estaba intentando
explicarte.
—Pero ¿cómo es posible? —pregunté—.
—Bueno. Sé que tendréis muchas preguntas, pero las con-
testaré después. Ahora escuchadme bien. No tenemos mucho
tiempo. El sol entra por el óculo solo una vez al año, tal y como
ya habéis visto. Justo donde estáis vosotros se encuentra la
Piedra del Destino. Se trata de una piedra algo diferente a las
demás como podéis ver. Además, está algo más desgastada
porque, durante años, los peregrinos se han colocado sobre
ella en busca de su propio destino. Pero, en realidad, éste no es
exactamente el lugar donde se puede buscar el destino. Aquí el
destino te encuentra a tí, tal y como ha ocurrido hoy. El símbolo
sobre la Piedra del Destino que, por un momento, has tenido
junto a los pies, tiene tres significados distintos, como casi todo

65
MIEDO A AMAR

lo relacionado con los Templarios. Por un lado, y a un nivel


superficial, es la forma que tiene la Ermita para elegir a quienes
debe dar la información secreta. Para ese fin fue construida. En
un nivel intermedio, es un símbolo de protección. Finalmente,
en un nivel profundo, indica el lugar donde ese conocimiento
secreto quedará depositado. En este caso en tu corazón.
Hizo una pequeña pausa para darnos tiempo a digerir toda la
información.
Nuevamente miré al suelo y el símbolo ya no estaba.
—Ya no está el dibujo —dije en voz baja—.
—Efectivamente. Ha cumplido con su función y ya se ha reti-
rado. Acompañadme, en el exterior hay algo más que tengo que
mostraros.
Observé a Luis con detenimiento en busca de alguna señal, pero
solo pude encontrar unos ojos completamente asombrados.
Seguimos al desconocido hacia el exterior con una total con-
fianza. Rodeamos toda la Ermita y nos detuvimos en la parte
posterior.
—Mirad la pared —nos dijo— ¿Veis algo?.
Miramos hacia donde nos decía y comprobamos que el muro
de la parte posterior de la Ermita estaba formado por piedras
totalmente cuadradas. Las de la parte inferior habían adquirido
un tono rojizo debido, probablemente, a la erosión. A las de
más arriba, una especie de musgo les daba un color verde vivo.
Pero no vimos nada más. Me fijé en Luis con la esperanza de que
él hubiera visto algo mas, pero su mirada me confirmaba que
no. Éramos incapaces de ver nada distinto de un muro perfecta-
mente alineado.
—No puedo ver nada más que un muro de piedras —le dije—.

66
NURA

Con gran suavidad, tomó mi mano y la posó sobre una piedra


cercana al suelo del muro.
—Fíjate bien.
Sobre la piedra rojiza había una especie de grabado. Una
esfera redonda que empezaba en el centro de la piedra for-
maba círculos y terminaba en una línea recta horizontal.
—Ahora, desde esa piedra, cuenta siete hacia arriba —me
indicó—.
Conté mentalmente y, en la séptima piedra, vi un grabado
igual que el que acababa de tocar, pero colocado al revés. Miré
a los ojos de nuestro nuevo amigo con una mirada inquisitiva.
Una amplia sonrisa iluminó su cara.
—Se trata de la representación de un tipo de energía electro-
magnética a la que los antiguos egipcios y las sacerdotisas de
Isis, conocían con el nombre de “Energía Ka” —nos contó—.
—Ahora fijaros bien —continuó— si contamos siete piedras a
la derecha de esta última ¿qué hay?.
Nos dio unos segundos hasta que se oyó la voz de Luis.
—Es como un arco y una flecha.
—Así es. Bueno, concretamente, es una ballesta con su flecha.
Para algunos este signo simboliza el pecado. Sin embargo, para
los Templarios, no era exactamente el pecado. Era algo así como
no dar en el blanco. Como si indicaran que, realmente, éste no
era el lugar al que tenías que ir para dar en el blanco. La flecha
indica la dirección donde se encontraba el lugar adecuado.
Miramos hacia donde señalaba la flecha y, tras unos inmensos
árboles, descubrimos la entrada de una gran cueva.
—Efectivamente. Ese es el lugar —nos comentó nuestro
amigo—. Pero antes de ir hacia allí, nos falta encontrar la última

67
MIEDO A AMAR

señal, pues nos será muy útil para comprender todo lo que voy
a contaros. Contemos ahora siete piedras desde la esfera supe-
rior del grabado. Pero en esta ocasión hacia la izquierda.
En mitad de aquella nueva piedra se podía divisar una señal.
Era como la huella de un ave.
—Es la forma de la pata de una oca —nos dijo—. Ahora ya
tenemos toda la información para dirigirnos hacia la gran cueva.
El paisaje en este lugar era maravilloso. Parecía que el tiempo
se había detenido mientras nos dirigíamos hacia allí. El rio for-
maba un recodo donde el agua se embalsaba, dando la sen-
sación de estar en un jardín exótico oriental. Unos inmensos
olmos franqueaban la entrada de la cavidad. Por la parte mas
estrecha del rio había un pequeño puente que salvaba la distan-
cia entre las dos orillas.
Al acercarnos, pudimos comprobar el gran tamaño de la cueva
que teníamos delante. Antes de entrar nos sentamos en el suelo
y nuestro acompañante empezó hablar.
—Quiero contaros algo. Mi nombre es Ángel y llevo muchos
años estudiando la historia de los Templarios. La verdadera his-
toria no es la que se ha escrito o la que se tiene como oficial,
sino la que ni se escribe ni se cuenta. Es la que se comunica de
corazón a corazón. Como ya os he dicho, para los Templarios,
todo el universo estaba constituido por tres distintas realida-
des. De hecho, también había algo así como tres tipos diferen-
tes de Templarios. Los religiosos, los guerreros y los místicos.
Los Templarios místicos estudiaban la energía del ser humano
y del universo. Les gustaba visitar lugares donde, desde la anti-
güedad, se celebraban oficios religiosos porque, por lo visto,
eran lugares donde existía una energía muy especial. Se dice,
incluso, que estudiaban la Cábala con los antiguos judíos. Se
trataba de una escuela de pensamiento esotérico relacionado

68
NURA

con los Esenios, que pretendía estudiar los enigmas encriptados


en sus libros sagrados. Estos mismos Templarios estaban extra-
ñamente relacionados con el Arcángel San Miguel. Pero eso es
otra historia que algún día, quizás, podamos compartir. La única
diferencia externa que tenían este tipo de Templarios era un
anillo que llevaban en el dedo corazón de la mano derecha. Con
el tiempo se fue extendiendo la idea de que ese anillo poseía
poderes mágicos. Eso provocó que a muchos Monjes Templa-
rios los mataran para robarles el anillo. Pero el anillo metálico
era solo el signo externo del verdadero anillo. Uno que no se
veía porque era energético. El símbolo de estos monjes místicos
era la pata de una oca como el que hemos visto en el muro de
la Ermita. Para ellos el Juego de la Oka era muy importante. El
que ha llegado hasta nuestros días, naturalmente, era de origen
Templario y, como siempre, su significado hay que buscarlo en
tres distintos niveles. A un nivel superficial es un juego en el
que, si jugamos como niños, podremos ver lo que realmente
está oculto. A nivel intermedio es un mapa en el que se podía
indicar donde había posada o comida y dónde se encontraban
los lugares peligrosos para poderlos evitar. Finalmente, a nivel
profundo se trata de un camino iniciático. Un camino lleno de
pruebas donde la vida te dirigirá unas veces hacia adelante y,
otras veces, hacia atrás; en el que hay paradas como el pozo,
donde hay que esperar y, al mismo tiempo, pedir y reconocer
tus deseos; o la cárcel, donde tendrás que parar y pagar por tus
errores cometidos. Se trata de un camino que también te indica
que la muerte no existe porque no es la casilla final y, cuando
caes en ella, solo vuelves a empezar el juego. Tras la muerte,
cuando realmente eres capaz de transcenderla con consciencia,
nos esperan las casillas más interesantes del juego, las que nos
permitirán llegar a la Gran Oka, es decir, a la verdadera vida. Allí
encontrarás la verdadera transformación, que habitualmente
se representa por una mariposa en el tablero, la conexión,

69
MIEDO A AMAR

cuyo símbolo es un gato rojo y la comunicación, representada


en el juego por la imagen de un sol. Es decir, para vivir real-
mente esta vida, necesitas una verdadera transformación que
te permita vivir en conexión con todo para poder comunicarte.
Y ahora os preguntareis: ¿comunicarse con quién? —hizo una
pequeña pausa, nos miró a los ojos y prosiguió—.
—Comunicarse con uno mismo. Vivimos siempre mirando
hacia el exterior y nos olvidamos lo que realmente es impor-
tante, nuestro interior. Algo que, a pesar de estar siempre con
nosotros, es para la mayoría un gran desconocido.
—¡Que interesante! —dijo Luis—. Nunca pensé que, un juego
tan sencillo como éste, pudiera tener un significado tan profundo.
—Ya lo creo —continuó Ángel—. Ahora ya podéis entrar en la
cueva. Yo os esperaré aquí. Que disfrutéis.
Nos levantamos del suelo y entramos a la gruta. En su entrada,
nos encontramos con dos rocas muy parecidas. Una de ellas
tenía una especie de ventanita que nos permitía ver el interior.
La caverna era de grandes dimensiones. Tenía tres alturas a las
que se podía acceder a través de unos montones de rocas pro-
cedentes, probablemente, de diferentes derrumbes del techo.
A medida que íbamos subiendo nos envolvía una sensación
extraña que, misteriosamente, se estaba haciendo ya habitual.
Se trataba de la misma sensación que experimentamos en la
cueva de Masca, cuando visitamos la isla de Tenerife.
Una vez llegamos al último nivel pudimos admirar la totalidad
de la cavidad. Desde allí fuimos capaces de apreciar su verda-
dero tamaño. También alcanzamos a ver la Ermita totalmente
centrada en el hueco de entrada.
Mientras disfrutábamos de nuestra visita en el interior de la
oquedad algo llamó mi atención. Me volví y empecé a caminar
hacia la parte más profunda de la cueva hasta que, finalmente,

70
NURA

llegué al fondo de la gruta. Una pared negra, totalmente verti-


cal, contrastaba fuertemente con el resto de la pared de color
rojizo. Cerré los ojos, inspiré profundamente y, sin saber muy
bien porqué, me arrodillé como si realmente me encontrara en
un lugar sagrado. Mi rodilla derecha tocó el suelo al tiempo que
mis brazos se cruzaban por encima de la izquierda. Una sensa-
ción de calor rodeó rápidamente todo mi cuerpo. Se formó una
especie de corriente de energía con forma de espiral que bajaba
rodeando mi cabeza hasta llegar a los pies. Unos instantes des-
pués esa espiral cálida recorrió el camino inverso, desde los pies
hasta los hombros. Una vez allí empezó a recorrer mis brazos
hasta que, se detuvo en el tercer dedo de mi mano derecha.
Justamente ahí, entre mis dedos, es donde empecé a notar una
sensación de calor sumamente extraña. Cuando, finalmente,
pude abrir los ojos, durante unos instantes me pareció ver una
especie de hilo de luz sobre mi dedo corazón. La luz desapare-
ció, pero la sensación de calor todavía permanecía allí.
—¿Va todo bien, Miguel? —me preguntó Luis—.
Me incorporé y empecé a caminar hacia él.
—Va todo bien, brother. Sin problemas. Y tú ¿qué tal?
—Muy bien. Pero creo que deberíamos salir ya. Se está
haciendo tarde.
Fuimos bajando por el interior de la montaña poco a poco
hasta que llegamos a la entrada.
—¿Seguro que va todo bien? —volvió a preguntar Luis—.
—Claro que si —respondí—. Todo perfecto.
Al salir nuevamente al exterior parecía que había pasado una
eternidad. El sol se estaba escondiendo tras las montañas e
inundaba con un tono rojizo todo el paisaje. Fuera nos espe-
raba Ángel todavía sentado. Mientras nos acercábamos, él se
incorporó rápidamente.

71
MIEDO A AMAR

—¿Qué tal? —nos preguntó—.


—Muy bien. Un lugar muy interesante —contesté—.
—Será mejor que nos marchemos ya. Estamos lejos del coche
y pronto no habrá mucha luz —dijo nuevamente Luis—.
Atravesamos el puente de madera y nos dirigimos hacia la parte
oriental de la Ermita. Después cruzamos un segundo puente
algo más pequeño que nos dejaba en la pista de tierra por donde
habíamos venido. Tras salvar ese último puente volví la mirada y
allí, ante nosotros, se encontraba la Ermita y al fondo la entrada
de la cueva. Todo se veía bajo la luz anaranjada de la puesta del
sol que parecía inundarlo todo. ¡Realmente la naturaleza nos
regalaba una imagen maravillosa!
—Luis ¿puedes hacernos una foto desde aquí? —pregunté al
tiempo que le ofrecía mi teléfono móvil—.
—Ángel. ¿Te importaría salir en la foto conmigo?
—Claro que no. Me haría mucha ilusión —contestó—.
—No os mováis —dijo Luis—. Ya está.
—Luis ¿quieres salir tú también?
—No, Miguel, muchas gracias pero prefiero no salir. Ya sabes
que yo no soy de fotos.
Cuando llegamos donde estaba el coche, la oscuridad se hacía
cada vez más presente.
—Ha sido una tarde muy especial —dije—. Ángel, muchas gra-
cias por todo lo que nos has enseñado. La verdad es que ha sido
algo muy especial.
—Muchas gracias a vosotros —contestó Ángel—. Yo también
lo he pasado genial. Seguro que nos volveremos a ver.
—¿Quién sabe? —comentó Luis—.

72
NURA

—No olvidéis lo que habéis aprendido hoy —nos dijo Ángel—.


Os ayudará mucho en la vida. Recordad que esta vida es tan
solo un juego. Así que tendréis que jugar y, sobre todo, disfru-
tad. No os toméis demasiado en serio esta experiencia de vida
ya que se trata tan solo de un simple juego. Cuidaros mucho.
—Tú también. Has sido muy amable con nosotros. No te olvi-
daremos fácilmente —le dije—.
El ruido del motor del coche puso el punto y final a nuestra
visita a la Ermita de San Bartolomé de Ucero. Era ya completa-
mente de noche cuando llegamos al hotel. Realmente estába-
mos muy cansados. Había sido una jornada muy dura. Mientras
esperaba a Luis para bajar a cenar empecé a repasar algunas de
las fotos que tenía en el móvil. La última, que nos había hecho
Luis a Ángel y a mí, había quedado ideal.
—¿Bajamos a cenar? —preguntó Luis—.
—Claro. Mira qué bien ha quedado esta última foto —le dejé
el móvil para que la viera—.
—Está genial. Ya sabes que me gusta mucho la fotografía. Pero
parece que hay algo raro...
—¿Algo raro? —pregunté extrañado—.
—Así es . Mira. Aquí se ve una manchita. Cerca de tu mano.
—¡Ostras!. Es verdad. ¿Qué será?
—No lo sé —dijo Luis al tiempo que iba ampliando la foto con
sus dedos sobre la pantalla—.
Nos miramos a los ojos. En la foto ampliada aparecía una espe-
cie de anillo de luz blanco-amarillenta en el dedo corazón de mi
mano derecha. Nos volvimos a mirar a los ojos nuevamente.
—Creo que vamos a tener que acostumbrarnos a estas cosas
¿verdad Miguel?

73
MIEDO A AMAR

—Ya lo creo —contesté—. Ya lo creo.


—Me vas a tener que explicar que te ha pasado en la cueva.
—Perfecto. Pero ahora bajemos a cenar. Es muy tarde y estoy
hambriento.
—No sé si nos darán de cenar.
—Bueno, hoy hemos aprendido algo muy interesante. Todo
esto no es más que un juego. Así que nos toca jugar. ¿Te ape-
tece?
Si. Me apetece mucho.
—Pues entonces, empieza el juego. Vamos a jugar.

74
NURA

CAPITULO 7

Eran las 11 de la mañana cuando el timbre de la puerta de mi


casa sonó. Aunque no tenía dolor alguno, no había pasado una
buena noche. Todavía persistía esa extraña sensación de que,
realmente, no era yo a pesar de que la imagen que me devol-
vía el espejo me confirmaba que seguía siendo Jorge. Al menos
físicamente.
—¿Sí? —contesté a través del portero electrónico—.
—Hola Jorge. Soy Fede.
—Fede. Sube.
Unos instantes después le abría la puerta de mi casa.
—Buenos días, Jorge.
—Buenos días. Entra. Vamos al comedor. Ya conoces mi casa.
Nos sentamos en el sofá. La luz del sol entraba por las venta-
nas creando un ambiente muy agradable.
—Lo siento —le dije—. No te he preguntado si te apetece
tomar algo. Ayer tuve una fuerte caída con la bici y todavía
estoy algo aturdido.
—¿Una caída? —preguntó Fede. Pero ¿estás bien? ¿te has
hecho daño?
—Eso es lo curioso. No me he hecho nada. La bicicleta ha
quedado destrozada, pero yo no tengo ni un simple rasguño.

75
MIEDO A AMAR

Nada de nada. Sin embargo, tengo la impresión de que algo ha


cambiado en mi interior coincidiendo con la caída.
—No comprendo qué es lo que, realmente, me quieres decir,
Jorge.
—Tú me conoces hace ya muchos años. ¿Puedes decirme si
realmente soy el mismo amigo que siempre has tenido?.
—¿No será una de tus bromas?
—No estoy para bromas. Necesito que me digas si realmente
soy yo, tu amigo de siempre.
—Me estás empezando a preocupar. Claro que eres tú. Mi
amigo de siempre. Estás algo raro. Quizás te encuentres todavía
algo impactado por la caída. Pero nada más.
—Está bien Fede. Muchas gracias. Necesitaba oírlo. Pero había
algo que me querías contar, ¿cierto?
—Si. Hay algo muy importante, al menos para mí, que quiero
contarte. Pero la verdad es que no sé por dónde empezar.
—¿Qué tal si empiezas por el principio?
—Como tú sabes, Loli me ha atraído desde que la conocí.
Desde ese primer momento me ha gustado como habla, su
cuerpo, incluso me encanta su olor. He intentado muchas veces
acercarme a ella, pero nunca he podido ser nada más que su
amigo. Creo que ella siempre ha estado enamorada de ti. Ahora
pienso que se acercaba a mi tan solo para saber cosas sobre
ti. Yo le he estado contando cosas tuyas muy personales que
sutilmente me preguntaba. De esta forma me acercaba a su
cuerpo y soñaba que, quizás algún día, podría incluso acos-
tarme con ella. Sabía que era un sueño, pero tenía que inten-
tarlo. Ella conocía perfectamente que nosotros somos amigos
desde hace muchísimo tiempo y que, naturalmente, yo debería
conocer muchos detalles de tu vida personal. Tú eres muy her-

76
NURA

mético con lo que respecta a tu vida privada. De todas formas,


quiero que sepas que realmente no hubo mala intención por
parte de ella. Está claro que estuvo mal y que no deberíamos
haber actuado así, pero, de alguna manera, lo hemos hecho
por amor. Yo por el amor que siento por ella y ella por el amor
que siente por ti. ¿No te parece extraño? —hizo una pequeña
pausa. Era evidente que le estaba costando realmente mucho
contar toda esta historia—.
—Fede, tú sabes que siempre he pensado que el amor con
mayúsculas no existe en este plano de existencia donde ahora
nos encontramos. Lo hemos hablado mucho. Detrás de eso
que llamamos amor hay de todo, menos amor. Puede haber
cariño, interés, incluso deseo físico sexual, que está bien, pero
nos gusta decir que eso es amor. Y lo único que conseguimos al
conformarnos con ese sucedáneo de amor es que el verdadero
nunca llegue. El amor debería ser respeto, verdad, aceptación,
pero también dolor. Amarte porque me amas no es amor. Amar
es dar amor porque me amo a mi. No olvides que para amar de
verdad hay que ser muy valiente.
—Lo siento mucho. De verdad Jorge. No sé si podrás perdo-
narme.
—Tengo muy claro que si esta historia fuera al revés, es decir,
si fuera yo el que hubiera contado a alguna chica cosas muy per-
sonales sobre ti, con la intención de irme a la cama con ella, tu
no me lo perdonarías. No obstante, yo sí que te voy a perdonar.
Acerca del Amor y, sobre todo, del Perdón, hablaremos en otro
momento. Soy consciente de que no ha habido mala intención
por parte de nadie. Como tú dices cada uno se acerca a las per-
sonas como puede o incluso como le dejan. Pero te pediría que,
en adelante, por favor, no comentaras mis cosas personales con
nadie. Sabes que no me gusta. Tú puedes contar todo lo que
quieras acerca de ti. Pero por favor, con respecto a mí, no digas
nada a nadie.

77
MIEDO A AMAR

—No te preocupes Jorge. A partir de ahora no diré nada sobre ti.


—Hombre puedes hablar de mí. Pero algunas cosas muy per-
sonales que tú conoces, me gustaría que no las comentes, tan
solo eso. El resto puedes compartirlo si así lo crees conveniente.
—Gracias. No sabes el peso que me quitas de encima. He
estado unas semanas muy mal y por eso he decidido contár-
telo. ¿Tú crees que, ahora que estás separado, podrías inten-
tarlo con ella? No haríais mala pareja.
—¡Tú no cambias nunca! Te voy a contestar contándote una
historia. Hay una leyenda oriental que dice que, “las personas
que están destinadas a juntarse en esta vida se encuentran uni-
das a través de un hilo rojo invisible, sin importar el tiempo,
lugar o circunstancias. No es importante lo que tardes en cono-
cer a esa persona, ni el tiempo que pases sin verla, ni siquiera es
relevante si vives en la otra parte del mundo. Este hilo a veces
se estirará enormemente. Otras, se enredará muchísimo. Pero
nunca se romperá hasta que se cumpla el objetivo por el cual
se unieron esas personas al nacer”. Por lo que respecta a mí,
en estos momentos, ese hilo rojo del que hablamos está muy
estirado y bastante enredado. Pero empiezo a percibir que esta
vida es un juego y he decidido que quiero jugar. Y como todo
juego, se sabe cómo empieza, pero no la forma en que acabará.
Así que tendremos que esperar y seguir jugando.
En ese preciso momento el timbre de la puerta nos devolvió a
la realidad.
—Será mi hermano Joan —le dije—.
—Bueno, Jorge. Yo ya me tengo que ir. Tengo que recoger a
Ismael del colegio. Y ya se me ha hecho bastante tarde. Muchas
gracias por todo. Eres un amigo de verdad.
—Tú también. Verdaderamente, eres un amigo.

78
NURA

Nos dimos un fuerte abrazo de despedida.


—Buenos días, Fede —dijo Joan al entrar—.
—Hola Joan. ¿Qué tal andas?
—Muy bien. Hoy de comida con Jorge. ¿Y tú qué tal?
—Estupendo. Me he pasado hoy por aquí, porque ya hacía
bastante tiempo que no hablaba con Jorge.
—¿No te quedas a comer?
Lo siento mucho pero hoy no puedo. Tengo que recoger a mí
hijo. Hoy comemos con mi mujer. Es el único día de la semana
que podemos comer los tres juntos. Quizás en otra ocasión.
—Perfecto. Cuando puedas. Hasta luego.
—Hasta luego, Joan.
—Bueno. Cuídate mucho —le dije mientras le acompañaba a
la puerta—.
—Tú también.
—Hasta luego.
La puerta se cerró, al tiempo que se disolvieron todos esos sen-
timientos que había experimentado desde el día que hablé con
Loli. Las emociones impactan directamente en nuestro cuerpo
provocando grandes estragos en nuestra vida. He aprendido
en primera persona que, si bien el dolor es inevitable, el sufri-
miento provocado por ese dolor es opcional. Tú nunca vas a
poder cerrar del todo la puerta al dolor. Siempre encontrará la
forma de entrar. Puedes cerrar la puerta al sufrimiento en cual-
quier momento y eso sí que depende, exclusivamente, de ti. No
obstante, no deberíamos olvidar que todo tiene dos caras, y al
final tendremos que experimentar y aceptar las dos realidades
que lleva implícitas el dolor.

79
MIEDO A AMAR

—¿Qué tal, Joan? ¿Cómo andas?


—Yo muy bien. ¿Y tú qué tal? ¿Qué es eso tan importante que
querías decirme que no podía ser por teléfono?
—Bueno. Ayer me fui con la bici por la Vía Verde y, cuando ya
estaba volviendo, en el último túnel, de repente se apagó la luz
y he tenido un pequeño accidente.
—¿Un pequeño accidente? ¿Pero estás bien?
—Sí, tranquilo. Precisamente es eso lo más sorprendente.
Físicamente estoy muy bien. A pesar de haber caído al suelo y
haber rodado por el piso no he sufrido herida alguna.
—¿Cómo es posible? Podrías haber muerto allí.
—He tenido mucha suerte. Bueno eso creo. Pero lo curioso es
que, desde ese momento, tengo la impresión que algo ha cam-
biado dentro de mí.
—¿Cómo que ha cambiado algo dentro de ti?
— Es como si por fuera siguiera siendo el mismo, pero por
dentro no.
—Jorge, creo que no te estoy entendiendo.
—Es una percepción extraña. Yo me miro al espejo y veo que
soy yo. Pero tengo la sensación de que algo en mi interior se
ha modificado. No podría decirte en que ha cambiado exacta-
mente, pero realmente he dejado de ser yo.
—¿Recuerdas si perdiste el conocimiento tras la caída? —pre-
guntó muy serio Joan—.
—Percibí una singular sensación, como si el tiempo se parara o
algo parecido. Pero en todo momento estuve consciente.
—Está bien —continuó—. Recuerda que estoy aquí para lo
que necesites. Sabes que puedes llamarme cuando sea. Lo tie-
nes claro, ¿verdad?

80
NURA

—Por supuesto que lo tengo claro. No te preocupes que si


noto algo más, serás el primero en saberlo.
—Estupendo. ¿Y qué me has preparado hoy para comer?
—¡Ostras! Con la visita de Fede se me ha olvidado por com-
pleto la comida para hoy. ¿Te apetece que comamos en nuestro
restaurante chino favorito?
—Sin problemas brother.
Entramos en el restaurante chino que está muy cerca de casa
y pedimos lo que solemos pedir habitualmente: dos rollitos de
primavera, ensalada china, arroz tres delicias, y pollo al limón. Y
en esta ocasión nada del menú cambió.
—Y tú ¿qué tal vas? —le pregunté a Joan mientras empezába-
mos a comer—.
—Bastante mejor. Ayer estuve viendo un video muy intere-
sante en YouTube en el que una especialista en temas de pareja
hablaba sobre cómo llevar el duelo tras una ruptura.
—¡Qué interesante! —le dije— ¿y qué es lo que dice?
—Esta psicóloga, que se llama María, dice que todo lo que
ocurre en el exterior tiene que ver con nuestro interior. Ella lo
llama la “Ley del Reflejo”. Y viene a decir que todo lo que yo veo
en ti y que, en cierta manera me molesta o me gusta, no tiene
que ver realmente contigo, sino que es algo de mi propio inte-
rior. De igual forma que necesito un espejo todas las mañanas
para ver mi cara, necesito espejos que, de alguna manera, pue-
dan reflejar algo de mí en ti. Se trataría de algo que no puedo,
o no quiero, ver. Por ejemplo, si en mi comportamiento pue-
des ver que soy muy egoísta y eso te llama la atención, quiere
decir que tú estás siendo egoísta. Pero no para los demás. Los
espejos nos hablan de nosotros mismos así que, estarás siendo
muy solidario con los demás, pero muy egoísta contigo mismo.

81
MIEDO A AMAR

Deberías prestar más atención a tus necesidades porque las


estás olvidando al dedicar todos tus esfuerzos hacia los demás.
También dice que, cuando tiene lugar una separación de
pareja, hay que cerrar el vínculo existente entre los dos. A nivel
físico dicho vínculo se cierra a través de la propia separación
física. Pero queda todavía el vínculo mental y el emocional.
Estos vínculos se cierran pronunciando unas frases que se repi-
ten tres veces. Puede parecer una tontería pero yo lo he estado
practicando y, la verdad es que, me siento mucho mejor.
—Que interesante me parece todo esto —dije muy intrigado—.
¿Tú podrías decirme las frases y explicarme todo ese proceso
de cerrar los vínculos de pareja?
—¿De verdad que te interesa? —me preguntó algo sorpren-
dido—. Pensaba que no te interesaban todos estos temas. Real-
mente tú nunca has creído mucho en ellos.
—Sinceramente no sabría muy bien decirte la razón, pero
ahora lo veo, muy interesante. Tanto es así, que quiero hacerlo
yo mismo. Por alguna extraña razón quiero cerrar ya el vínculo
con Loli para poder empezar algo nuevo.
Habíamos acabado ya de comer y Joan se había ido a trabajar.
Yo me encontraba en casa preparando todo lo que me había
dicho que era necesario para cerrar vínculos. Había recreado
mentalmente la imagen de Loli de la manera más neutra posi-
ble. A continuación, me concentré en esa imagen mental y me
dirigí a ella diciéndole lo siguiente:
“Gracias, Loli, por el tiempo compartido. Gracias a todo
ese tiempo ahora soy consciente de qué es lo qué, real-
mente, no quiero en mi vida. Te honro y te respeto. Dejo
de juzgar todo lo que has hecho. Nada está bien ni mal.
Además, yo en tu lugar también habría hecho lo mismo.
Me responsabilizo del cincuenta por ciento de lo que ha

82
NURA

ido bien y mal entre nosotros. Eres lo mejor que me ha


ocurrido en mi vida. Gracias a ti he podido evolucionar
como persona. Te bendigo y deseo que sigas evolucio-
nando con tu plan del alma”.
En ese preciso momento, mientras leía las frases, sonó el telé-
fono. Había recibido varios mensajes. Curiosamente eran de
Loli. Algo sorprendido, dejé de recitar esas frases que, según
Joan, tenía que repetir tres veces para que surtieran efecto y
miré los mensajes:
“Hola Jorge ¿estás sintiendo tú lo mismo que estoy
sintiendo yo?
Tenemos que hablar
Necesito hablar de nosotros
¿Podemos quedar?
Bueno ya me dices
Un abrazo”

83
MIEDO A AMAR

84
NURA

CAPITULO 8

Ya había amanecido en el El Burgo de Osma. Tras una noche


de descanso sin incidencias, Luis y yo nos reunimos frente a una
taza de té en la cafetería de la terraza del hotel, donde el sol
iluminaba con fuerza.
—¿Qué tal has pasado la noche? —me preguntó Luis—.
—Muy bien. ¿Y tú?
—La verdad que genial. He estado pensando en la excursión
de ayer. Esa cueva es increíble y me ha recordado mucho a la
que visitamos en Masca. Sinceramente creo que ha sido toda
una experiencia.
—Es curioso. Hay algo en las dos cuevas que hace que se parez-
can aun siendo muy diferentes. Mi intuición me dice que tienen
cosas en común, que no se pueden ver a simple vista. Es como
si realmente estuvieran unidas.
—Este viaje ha durado menos de lo que creíamos —dijo Luis—.
¿Qué te apetece hacer? Tenemos la opción de visitar algún otro
lugar por aquí o bien empezamos el camino de vuelta hacia
casa. Incluso tenemos la posibilidad de quedarnos a dormir más
cerca de Alcoy.
—Creo que sería mejor ir regresando y dormir, como dices,
por el camino. De esta forma estaremos más descansados. Aun-
que tengo la sensación de que, finalmente, no vamos a llegar
tan descansados como queremos.

85
MIEDO A AMAR

Pagamos la cuenta del hotel, recogimos las maletas y nos


encaminamos hacia el coche. Nos dirigimos hacia la gasolinera
que estaba en el centro del pueblo para llenar el depósito de
combustible. Justo cuando me disponía a pagar me di cuenta
de que había algo en el parabrisas del coche. Pensé que podría
ser una multa de tráfico. Así que, con cierta preocupación, me
acerqué a ver de qué se trataba. Tan solo era un folleto de publi-
cidad sobre una ruta nocturna por la ciudad de Toledo. Doblé el
folleto y me dirigí a la caja.
—Buenos días —dije al entrar—.
—Buenos días —me contestó una joven situada detrás del
mostrador—.
—¿Te cobras el surtidor número 4?
—Muy bien —dijo mientras miraba la pantalla del ordena-
dor—, son 68 euros.
—Perfecto ¿puedo pagar con tarjeta de crédito?
—Claro. Sin problemas.
Dejé el folleto publicitario sobre el mostrador y saqué la tar-
jeta de crédito.
—Aquí tienes.
—¿Quieres copia del justificante? —me preguntó—.
—Si. Por favor.
—Ok.
—Muchas gracias por todo -dije a modo de despedida—.
—Que tengas un buen día —me contestó—.
—Tú también. Adiós.
Guardé la tarjeta en la cartera y, cuando ya me encontraba
cerca de la puerta de salida, la voz de la joven me detuvo.

86
NURA

—¿Vas a visitar el barrio donde vivieron los Templarios en


Toledo?
—¿Cómo dices?
—Lo siento —se disculpó—, creo que no debía de haberte
dicho nada.
—No te preocupes. Tan solo estoy algo sorprendido. ¿Por qué
me has hecho esa pregunta sobre los Templarios?
—Porque he visto el folleto publicitario que has dejado aquí.
En él aparece una visita a los lugares templarios de Toledo.
Me acerqué nuevamente hacia el mostrador y, efectivamente,
allí estaba el folleto que yo mismo había dejado.
—Si finalmente decides ir a ver esos lugares templarios en
Toledo, deberías visitar la Iglesia de San Miguel. Abren solo los
domingos, así que mañana estará abierta.
Recogí el folleto y, sonriendo, la miré a los ojos.
—Muchas gracias. Seguramente pasaremos por Toledo. Nos
viene de camino hacia casa. Encantado de conocerte. Mi nom-
bre es Miguel.
—Encantada de conocerte Miguel. Yo me llamo Alba. Te deseo
un buen viaje.
Me quedé paralizado por un momento.
—¿No te gusta mi nombre?
—No. No… Es muy bonito —apenas pude decir—. Me has
recordado a una persona que conocí en Tenerife, solo eso.
Muchas gracias, Alba.
—Buen viaje Miguel. A ver si nos volvemos a ver.
Me dirigí hacia el coche.

87
MIEDO A AMAR

—¿Has visto un fantasma? —me preguntó Luis nada más abrir


la puerta—.
—Quizá si. Ya sé dónde vamos a ir.
—¿Sí? ¿Y podrías decírmelo?
—Claro. Nos vamos a Toledo.
—¿Toledo?
—Así es. Me lo ha dicho Alba.
—¿Alba? ¿Te estás quedando conmigo?
—No. La chica de la gasolinera me ha dicho que, si visitamos
Toledo, no dejemos de visitar la Iglesia de San Miguel.
—¿Y por qué tendríamos que ir a Toledo?
—Porque lo dice en este folleto publicitario que encontré en el
parabrisas del coche —y se lo mostré—.
—¡No me lo puedo creer! No sé que pensar.
—Bueno, no pienses. La vida está llena de causalidades. Tan
solo es eso. Por cierto, la chica se llama Alba… ¡No digas nada! A
mí también me parece muy curioso, así que nos vamos a Toledo.
¿Has estado alguna vez allí?
—Nunca. ¿Y tú?
—Yo tampoco. Creo que ya va siendo hora de que visitemos la
ciudad de Toledo ¿no te parece?.
Habían pasado poco más de tres horas cuando divisamos por
primera vez Toledo. Cruzamos un puente y nos dirigimos hacia el
barrio de la judería donde habíamos reservado una habitación
doble en una pequeña pensión. Encontrar habitación resultó
relativamente fácil. Lo realmente complicado fue encontrar
aparcamiento cerca de la pensión. Dimos varias vueltas por la

88
NURA

zona hasta que, finalmente, pudimos aparcar el coche. Dejamos


las maletas en la pensión y buscamos un lugar donde comer.
Encontramos un restaurante muy cerca de la Sinagoga de Santa
María La Blanca. El menú del día resultó ser bueno y abundante
y el precio muy económico. Una vez finalizada la comida nos diri-
gimos hacia la Plaza del Barrio Nuevo donde nos tomamos un té
nazarí en una peculiar tetería.
—¿Qué tienes pensado hacer? —me preguntó Luis mientras
saboreábamos un extraño dulce que nos ofrecieron con el té—.
—No lo sé muy bien. Pero estoy pensando en hacer la excursión
por los Subterráneos Ocultos de Toledo o bien la Ruta de los Tem-
plarios Místicos ya que, al fin y al cabo, esa es la verdadera razón
por la que estamos aquí. ¿Tú qué opinas?
—Me da igual —contestó Luis—. Ambas opciones me parecen
interesantes. Lo mejor será que nos acerquemos a la Oficina
Turística y que allí nos expliquen las rutas. Después ya decidimos.
Apuramos el té y nos dirigimos hacia el centro de Toledo. Subi-
mos por la Calle del Ángel hasta llegar a la Iglesia del Salvador.
Desde allí nos encaminamos hacia la Catedral de Toledo. Caminar
por esas calles bajo la luz casi mágica del atardecer, parecía tras-
ladarte a otro tiempo muy lejano, pero a la vez familiar. Rodea-
mos la Catedral y nos acercamos a la Plaza de Zocodover donde
se encontraban las oficinas de los Secretos Ocultos de Toledo,
empresa que organizaba todo tipo de rutas por la ciudad.
—Buenas tardes —dijimos al entrar—.
Una joven sentada tras una mesa nos respondió casi al instante.
—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudaros?
—Estamos interesados en hacer una ruta por la ciudad —con-
testé al tiempo que nos sentábamos frente a la mesa de la sim-
pática joven—.

89
MIEDO A AMAR

—Muy bien. ¿Y qué tipo de ruta os interesa?


—Habíamos pensado en la Ruta de los Templarios Místicos
—dije mirando de reojo a Luis—.
—Esa ruta la hacemos todos los fines de semana. Pero, con-
cretamente hoy, tenemos una actividad especial con un grupo
cerrado. Por ese motivo no os la podemos ofrecer. Sin embargo,
te puedo sugerir la Ruta de los Secretos Ocultos de los Subterrá-
neos de la Ciudad para realizarla hoy.
—Los Secretos Ocultos de los Subterráneos —repetí lenta-
mente—.
—Se trata de una ruta subterránea que se adentra en los sóta-
nos de algunas viviendas y os irá descubriendo la rica historia
de la Ciudad de las Tres Culturas desde otro punto de vista.
—¿Tú qué opinas? —pregunté a Luis—.
—¿No hay ninguna posibilidad de hacer la ruta de los Templa-
rios Místicos? —preguntó él, dirigiéndose a la joven—.
—Lo siento mucho, pero, como ya os he dicho, hoy es imposi-
ble. El próximo fin de semana volverá a estar disponible, por si
os interesa mucho.
—Bueno —intervine nuevamente—, ¿y qué precio tiene esa
ruta?
—El precio son 25 euros por persona. Y la ruta dura, aproxima-
damente, tres horas.
Miré a Luis buscando su confirmación.
—De acuerdo —dijo Luis—, por favor, queremos dos entradas.
Muy bien. La ruta empieza dentro de media hora. Os aconsejo
que os dirijáis, lo antes posible, a la Plaza del Seco. Allí está el
punto de reunión para empezar la ruta.

90
NURA

Pagamos los tiques y salimos de la oficina hacia el punto


donde empezaba la ruta. Era curioso constatar cómo disminuía
el número de turistas conforme anochecía. Realmente existía
un Toledo diurno, muy masificado y al aire libre, y otro nocturno
completamente distinto.
Pasamos por delante del impresionante edificio del Alcázar y
entramos a la calle de la Soledad, que nos llevó directamente a
la plaza del Seco. Allí nos encontramos con un grupo de unas 30
personas.
—Bienvenidos a la Ruta de los Secretos Ocultos en los Subterrá-
neos —nos dijo un joven a modo de bienvenida desde el centro
del grupo—. Me llamo Ramón. La primera recomendación que
os hago es que os coloquéis la pegatina que os han dado con la
entrada en una zona visible —hizo una pequeña pausa mientras
todos nos poníamos la pegatina—. Como hoy somos muchos
vamos a dividirnos en dos subgrupos. Los de la derecha os vais
con Carmen y el resto, seguidme a mí.
Todos nos empezamos a mover. Nosotros nos encaminamos
hacia la calle de San Miguel y los demás se dirigieron hacia la
Cuesta del Pez. Poco antes de llegar a la calle, todos nos reuni-
mos ante un gran edificio que abarcaba toda la manzana.
—En este edificio residieron los Templarios en su día. En la
actualidad es una especie de museo —nos dijo Ramón mientras
iba comprobando visualmente que todos teníamos la pegatina
debidamente colocada—. El museo lo podréis visitar mañana ya
que, como veis, ahora está cerrado. Seguidme todos —ordenó—.
El grupo empezó a adentrarse por la calle de San Miguel. Yo
estaba tan emocionado observando las imágenes de las cru-
ces templarias pintadas en la fachada del edificio, que no me
percaté de la presencia de una persona que se situó justo por
detrás de mí.

91
MIEDO A AMAR

—Hola Miguel —me dijo una voz extrañamente conocida—.


—Hola Ángel —contesté sorprendido, al girarme—, ¡Qué casua-
lidad! ¿Qué haces por aquí?
—Te estaba esperando. Estaba seguro de que nos encontraría-
mos aquí hoy. Tenemos una ruta privada de los Templarios y me
he tomado la libertad de reservaros dos entradas.
Miré a Luis a los ojos. Estaba más sorprendido que yo. No
podía articular palabra alguna.
—¿Os apetece acompañarme? —nos preguntó Ángel—.
—Claro. Claro —pude decir finalmente—.
Nuestro grupo, con Ramón al frente, había ya desaparecido
y no se veía a nadie por la calle. Empezamos a caminar por el
callejón de San Miguel. Tras unos minutos, giramos hacia la
izquierda y nos dirigimos a lo que parecía una iglesia. Delante
de la puerta y mirando a una gran cruz colocada sobre la pared,
vimos a varias personas arrodilladas en posición de oración.
Nada más llegar y junto a una especie de cobertizo, un gran
ruido me sobresaltó sobremanera. Se trataba del aleteo de
cientos de palomas que, de forma inesperada, habían echado
a volar sobre nosotros.
—¡Qué curioso! —murmuró Ángel— ¡Qué curioso!
—Ya estamos todos. Empecemos —nos dijo—. Hoy vamos a
visitar diferentes cuevas donde residían los templarios. Algunos
de vosotros ya habéis estado por aquí, otros en cambio, es la
primera vez que tenéis esta oportunidad. Espero que disfrutéis.
Continuamos por la calle de San Miguel y, tras unos minutos
caminando, nos detuvimos ante la puerta de una antigua casa.
La fachada estaba bastante deteriorada por el paso del tiempo.
Lo que más llamó mi atención fueron un conjunto de bolas
de piedra que formaban tres grupos de seis. Estaban situadas

92
NURA

encima de la puerta de dos hojas. Debajo de las bolas se veían


dos figuras, una a cada lado, con forma de candil o, al menos,
eso era lo que me pareció a mí, en un primer momento. La
puerta se abrió y entramos en la vivienda. Mientras entrába-
mos observé, nuevamente, a las dos figuras ya más de cerca y
fue entonces cuando pude distinguir que no se trataba de un
candil, sino que tenían forma de un pájaro, concretamente de
una oca. Accedimos a un patio interior con un gran tilo en el
centro que parecía darnos la bienvenida. Continuamos por la
derecha hasta el final del patio. Allí, había una pequeña puerta
metálica de color verde. Se encontraba estratégicamente colo-
cada y solo se la podía ver desde un sitio concreto. Ángel la
abrió y accedimos a un pequeño túnel con unas escaleras que
bajaban. Tras un tramo de treinta y seis peldaños, no muy bien
iluminados, accedimos a una cavidad bastante grande que tenía
tres huecos diferentes abiertos al fondo. Una vez reagrupados
todos, la voz de Ángel resonó en toda la cripta.
—Hoy vamos a jugar al juego de la Oka, especialmente las últi-
mas cuadrículas. Una de las casillas que hoy vamos a conocer
es la de la mariposa. Como sabéis, la mariposa significa trans-
formación. Dicha transformación es necesaria para poder llegar
a conectar y comunicarse con uno mismo. Pero esto es solo un
paso a nivel superficial. A un nivel intermedio, la mariposa nos
habla de las diferentes cualidades que, realmente, desconoce-
mos que tenemos. Por último, a nivel profundo la mariposa se
identifica con un hueso del cráneo realmente curioso. Se trata
del hueso esfenoides. Con forma de cama turca y alas de mari-
posa, su aleteo interno siempre ha sido el movimiento sutil
que han perseguido y buscado conscientemente, a lo largo de
la historia, todas las sociedades secretas místicas, como paso
necesario en el despertar de la consciencia. Desde los egipcios
a los incas, que lo utilizaban para conectar con sus divinidades,
llegando incluso a deformar con vendajes el propio cráneo;

93
MIEDO A AMAR

hasta los chamanes animistas Bon en el Tíbet. Quienes también


conocían las funciones, casi mágicas, de este pequeño hueso
situado en la parte media de la base del cráneo y que, normal-
mente, sufre un bloqueo total como consecuencia del propio
parto, eran los Templarios Místicos.
Ángel hizo una pequeña pausa. Luis estaba completamente
sorprendido por lo que escuchaba. Aunque todo aquello era
increíble, algo dentro de mí me decía que era totalmente cierto.
—La verdadera transformación, el verdadero camino hacia
el alma —continuó Ángel—, tiene que ver con la mariposa, es
decir, con el esfenoides. La transformación se inicia con la libe-
ración física del esfenoides. No olvidéis que, todos nosotros,
tenemos un cuerpo físico, otro mental y también otro emocio-
nal. Cuando los tres se encuentran equilibrados y transforma-
dos consiguen que aparezca un nuevo componente al que algu-
nos denominan cuerpo espiritual. Ahora vamos a desbloquear
el esfenoides de la manera como lo hace la Terapia Cráneo-Sa-
cral. Os pido que os sentéis en el suelo y que, una vez finalizado
el ejercicio os dirijáis hacia una de las tres cavidades del fondo.
No os preocupéis, será vuestra intuición la que os guiará en esta
experiencia.
Ángel se acercó a cada uno de nosotros. Nos colocaba sus
manos en las sienes, sin que pudiéramos percibir externamente
movimiento alguno por su parte. A continuación, retiraba sua-
vemente sus manos. Después, cada cual , según su intuición se
dirigía a una de las cavidades del fondo.
Ángel se colocó delante de mí.
—¿Estás nervioso? —me preguntó—.
Le miré a los ojos y, lentamente, le contesté.
—No. Estoy sorprendido. Nada más.

94
NURA

—Muy bien —me dijo—. No tengas miedo y, sobre todo,


recuerda lo que aprendimos en la Ermita de San Bartolomé. Te
ayudará. Cierra los ojos.
Noté sus manos colocadas suavemente sobre mi cabeza. Sus
dedos pulgares se encontraban situados por detrás de mis ojos.
Rápidamente percibí una extraña sensación de calor que salía
de sus manos a la vez que un ligero movimiento en el interior
de mi cabeza. Me parecía que una mariposa abría sus alas por
primera vez e iniciaba un ligero aleteo entre mis ojos.
—Perfecto, Miguel. Ya estás listo —me dijo—. Empieza tu
camino. No olvides que solamente es un juego.
Me incorporé y me dirigí al final de la cavidad, hacia los tres
huecos excavados en la pared. Mi intuición me llevó a entrar
a través del hueco central. Se trataba de una galería de algo
más de dos metros de alto. No estaba totalmente iluminada,
pero se podía caminar por ella sin peligro. Empecé a caminar
y comprobé que el suelo se inclinaba hacia abajo. Cuanto más
andaba, más profundo me encontraba. De repente, me sobre-
saltó un ligero sonido casi inaudible en aquel gran silencio, roto
solo por mis propios pasos. A medida que continuaba bajando
se escuchaba con mayor claridad. Empezaba a acusar la falta
de oxígeno. Bajando por la galería mis pasos se hacían cada vez
más lentos.
Finalmente, la galería llegó a su fin y, me encontré en una sala
bastante grande en la que había una pequeña cascada de agua
en la parte derecha. En la parte izquierda, una vez más, sobre
la pared aparecían tres entradas diferentes. El rumor del agua
se extendía por toda la cueva emitiendo un sonido casi hipnó-
tico. Pude percibir un extraño olor que me provocó un cierto
mareo. Tenía la sensación de que la cavidad cambiaba incluso
de tamaño y empecé a no poder enfocar la vista correctamente.

95
MIEDO A AMAR

Me acerqué al lugar donde se encontraban los tres nuevos hue-


cos y, otra vez, mi intuición escogió el túnel central.
De nuevo estaba en una galería que me hacía bajar, todavía
más, hacia el interior de Toledo. Tras unos minutos descendiendo
encontré una escalera. Estaba compuesta por quince escalones.
No sé porque razón empezaba a encontrarme muy aturdido, mis
movimientos se habían ralentizado. Empecé a bajar los escalones
poco a poco y, cuando llegué al tercero, sentí un fuerte deseo de
regresar. Me encontraba muy confundido. El deseo de volver se
hizo insoportable, por lo que empecé a subir los escalones que
había bajado. Al llegar al primero dudé por un momento.
—Esto es un juego. Tengo que jugar —pensé—.
Comencé a bajar nuevamente. Al llegar al quinto escalón, el
deseo de regresar había desaparecido completamente y, en su
lugar, tenía una sensación inexplicable de alegría. Quizás algo
exagerada.
—Estaré perdiendo la cabeza —pensé—.
No obstante continué bajando. Al llegar al décimo escalón la
alegría que me había acompañado en los anteriores se trans-
formó en una gran tristeza. Súbitamente me dejé caer al suelo
y lloré como nunca lo había hecho. Una inmensa tristeza inva-
día todo mi ser, sin explicarme yo mismo porqué. Mis lágrimas lo
fueron mojando todo. Al principio mi rostro, después mi pecho
y, finalmente, el escalón donde me encontraba. No podía hacer
nada. La tristeza me había envuelto completamente y ni siquiera
dejaba que me moviera. Desconozco cuanto tiempo permanecí
en ese estado. Sin más, recordé la alegría que había experimen-
tado en los escalones anteriores. De repente la tristeza se hizo
más llevadera. Poder enfocar mi atención en ese alegre recuerdo
me permitió levantarme y seguir bajando. Cuando llegué al
doceavo escalón, una sensación de enfado borró completamente

96
NURA

cualquier rastro de tristeza que pudiera quedarme. En su lugar,


y sin ninguna explicación, un gran sentimiento de rabia se hizo
presente en mi interior. Noté cómo mi mandíbula se apretaba
fuertemente y mis puños se cerraban al tiempo que empezaban
a golpear en la pared. El dolor físico de mis manos hacía incre-
mentar mi rabia y golpear todavía con más fuerza. No podía com-
prender de donde venía toda esa rabia. Además, me era imposi-
ble parar a pesar de saber que me estaba haciendo daño. Seguía
destrozando mis manos y manchando de sangre la pared. En ese
preciso instante fue cuando empecé a percibir, una vez más, el
deseo que había experimentado al inicio de la escalera. Al princi-
pio fue algo sutil, pero poco a poco esa emoción se fue haciendo
más fuerte hasta que se convirtió en un deseo imperativo de
querer salir de esa escalera y de abrir la puerta que tenía ya muy
cerca de mí.
Por fin dejé de golpear la pared, y con el fuerte deseo de salir
de allí como única idea en mi mente, me acerqué a la puerta del
final de la escalera y la abrí. Ante mi volví a ver una sala con tres
cavidades, aunque, en esta ocasión, podía ver todo lo que había
en su interior.
En la cavidad de la derecha había mucha luz. No podía ver
donde acababa, pero estaba totalmente llena de monedas de
oro y cofres, de todos los tamaños, con joyas y piedras preciosas.
En la cavidad central, tan solo podía ver un gran árbol; y en la de
la izquierda había bellísimas mujeres cantando una melodía que
me atrapaba. Dudé por un momento mientras me dirigía hacia la
cavidad de la izquierda. No podía resistirme a la melodía de esas
voces femeninas, que me sonaban muy familiares y me atraían
sin saber por qué.
La puerta se cerró de golpe en cuanto entré. Por un instante
dejé de oír las voces en mi cabeza a pesar de que, seguramente,
seguían sonando.

97
MIEDO A AMAR

En ese momento percibí la presencia de alguien que se encon-


traba justo detrás de mí, dado que incluso podía oír su res-
piración. Me giré y pude ver a una persona muy extraña que
me indicaba mentalmente, sin utilizar palabra alguna, que me
encaminara hacia la cavidad de la derecha. Al principio me
encaminé hacia allí mientras me prometía que todo ese tesoro
sería para mí. Me detuve por un instante. No me interesaba
para nada todo ese tesoro. Tomé consciencia de que había
venido a jugar a otro juego y que, obviamente, eso no era para
mí. Mi cuerpo se estremeció cuando dirigí mi mirada hacia la
persona que estaba junto a mí con la intención de indicarle que
no iba a jugar. A pesar de tener apariencia humana, al contem-
plar sus ojos vacíos, entendí que ese ser no tenía alma. Poseía
una fuerza sobrehumana que, a pesar de que ni siquiera me
tocaba físicamente, de alguna manera, me empujaba hacia el
hueco situado a la derecha. Al acercarme a esa entrada pude
ver un arco con una flecha que dirigía su punta hacia la entrada
de la cavidad central.
—No voy a entrar ahí —le dije nuevamente con mi mente—.
Esto es tan solo un juego y voy a jugar.
Su fuerza se incrementó todavía más, al tiempo que su rabia
se dibujó en ese rostro inhumano. Pero mi deseo era firme. No
me iba a prestar a su juego, así que me dirigí hacia la cavidad
central y entré. Se trataba de una sala muy grande iluminada
totalmente con una extraña luz blanca. En la entrada había un
enorme árbol y detrás un altar en el que una Virgen, con el ros-
tro negro, estaba sentada con un niño en sus brazos.
—Se trata de la Virgen del Tilo —dijo una voz—.
Hola Miguel. Por fin has venido. Mi nombre es Daniel. Este
árbol que ves aquí, es un Tilo. El mismo que te salvó la vida en
Tenerife. El Tilo es el árbol de la armonía de la vida que también

98
NURA

nos ayuda a afrontar el miedo a morir. La figura femenina que


has visto está labrada en madera de Tilo. Así la energía electro-
magnética de la madre tierra pasó a formar parte de la imagen.
Por ese motivo los Templarios mostraban su respeto por las
imágenes femeninas, ya que representan esa energía electro-
magnética de la tierra que se conocía como “Energía Ka” —hizo
una pequeña pausa—.
—¿Estás bien?
—La verdad es que me encuentro algo mareado. ¿Todo esto
es real?
Daniel sonrió levemente.
—Es normal que te sientas algo aturdido. El agua que has
encontrado en la galería da vida al llamado “Pozo Amargo” del
que, como sabrás, no se puede beber. Toda el agua de aquí está
contaminada con setas alucinógenas. Estoy seguro que no has
bebido, porque habrías muerto sufriendo terroríficas visiones.
Aunque solamente su olor es suficiente para provocar todo tipo
de visiones.
—¡Ahora lo entiendo! —dije—. Todo es fruto de una alucina-
ción.
—Bueno. Quizás no todo.
—¿Qué quieres decir?
El tesoro que has visto puede que exista realmente. Son
muchos los que han venido a buscarlo, pero como has podido
experimentar, son tus propios miedos los que custodian su
entrada.
—¿Quieres decir que el ser sin alma que he visto existe?
—Bueno. Realmente no. Pero existe en tu mente. Recuerda
que el universo es mental. Todo es mente. El amor tiene el

99
MIEDO A AMAR

poder de crear por lo que, su contrario, el miedo, también


tiene ese poder. Desde la inconsciencia creamos, únicamente,
a través del miedo, esta es la razón por la cual, todos nues-
tros miedos, curiosamente, se hacen realidad. Por otro lado, las
mujeres que cantaban eran mujeres Templarias. Estoy seguro
de que no sabías de su existencia. En otra ocasión hablaremos
nuevamente de ellas. No obstante, ahora te diré que la unión
del principio femenino y del masculino es necesario para crear
la vida. No lo olvides. Para obtener el equilibrio físico debes
tener equilibradas las dos polaridades y el dolor, junto con el
placer, juega un papel muy importante. Si nos apegamos a uno
mientras intentamos evitar el otro nunca podremos lograr ese
equilibrio necesario para nuestra evolución.
—Con respecto al lugar donde nos encontramos ahora, —con-
tinuó Daniel—, como puedes apreciar, es una verdadera Cate-
dral Subterránea. En la superficie, sobre nuestras cabezas, en su
día estuvo la Iglesia de San Gines. Ahora ya sabes que en la vida
nada es casual. La imagen de la Virgen del Tilo que tenemos
aquí ha estado siempre presente en la Iglesia de San Miguel,
donde todos los monjes y monjas Templarios le rendían devo-
ción.
Por último, la escalera por las que has llegado existe real-
mente. Es tu camino hacia el alma. Sobre sus escalones están
tus emociones que como ya sabes, no existen físicamente, aun-
que tienen la capacidad de modificar mucho tu realidad, como
has podido comprobar. La verdad y la mentira a veces se con-
funden. Siempre buscamos la verdad cuando, precisamente, es
la verdad la que nos hace realmente daño. La mentira es la que
nos permite, por alguna extraña razón, seguir viviendo. Verdad
y mentira, como ves, son la misma cosa. Solo depende de cómo
lo mires.
—Y ¿qué se supone que tengo que hacer yo aquí? —pregunté—.

100
NURA

—Como ya hicieran en su día los Monjes Templarios, debes


buscar el equilibrio físico, mental y emocional. Además, debe-
rías rendir devoción a la imagen femenina de la madre tierra,
tal y como hiciste en la Cueva de San Bartolomé. En aquel lugar
recibiste un anillo de energía y hoy recibirás un anillo real muy
especial, que te ayudará a seguir caminando.
Daniel me cogió de la mano y, juntos, nos acercamos hacia el
pequeño altar en el que se ubicaba la Virgen del Tilo. Antes de
llegar, encontramos una pequeña mesa cuadrada, lujosamente
decorada con oro y otros metales preciosos.
—¿Para qué es esta mesa? —pregunté algo sorprendido—.
—Quizás no lo sepas —me dijo—, pero el fundador de Toledo
fue Tubal, un descendiente de Noé, que estuvo en esta zona
y también fundó varios pueblos en Galicia y en Asturias. A su
paso por Toledo le fascinó tanto esta gruta que dejó aquí este
tesoro. Como ves se trata de una mesa conocida como la Mesa
de Salomón. Fíjate bien en el relieve dibujado sobre ella y grá-
balo bien en tu memoria. Precisamente ese dibujo es lo real-
mente importante y también es la razón de que tu hoy estés
aquí. Es mi regalo para ti y para toda la humanidad. Puede que
ahora no lo entiendas, pero pronto lo harás.
Miré el dibujo de nuevo y me dirigí hacia la imagen de la Vir-
gen. Puse la rodilla derecha en el suelo y me incliné ante ella. En
ese momento una sensación de plenitud llenó por completo mi
cuerpo y mi alma. Debido a la emoción una lágrima corrió por
mi mejilla y cayó al suelo.
—Gracias —dije mentalmente—.
Me incorporé y miré a Daniel.
—No sé si todo esto es real o no. Pero ha sido algo increíble.
—Este tilo recibe su riego y adquiere energía a través de las

101
MIEDO A AMAR

lágrimas de la verdadera devoción de los Monjes Templarios.


Por ello, en su nombre, te doy las gracias, Miguel. Ya es hora de
marchar.
Estudié con detenimiento mi mano y pude ver que no tenía
ese anillo del que me había hablado antes.
Me miró a los ojos y, con una ligera sonrisa, me habló:
—Recuerda que todo esto no ha sido más que una alucinación.
Puede que nada de todo esto exista realmente. Sin embargo, el
anillo será real. Pero tendrás que confiar.
—¿Te volveré a ver, Daniel?
—Naturalmente. Pero ahora debes salir de aquí. Esa puerta
que ves detrás de ti te ayudará a salir rápidamente.
Me encaminé hacia la puerta. Al llegar, le di mi último adiós y,
me dispuse a subir por una escalera. Al final de esa larga esca-
lera llegué a una puerta que tan solo se podía abrir desde el
interior. Empujé con fuerza para poder salir al exterior y una
bocanada de aire puro me recibió. Cerré de nuevo la puerta e
intenté orientarme. Pronto pude ver la Catedral que, como un
testigo silencioso de todo lo que había ocurrido, me observaba
inmóvil. Al pasar junto a ella camino del Barrio de San Miguel,
que está situado en la parte sur de su muralla, pude ver varias
ventanas, pero solo una llamó mi atención. Junto a esa espe-
cie de ventana había un farol negro, muy antiguo, cuya luz,
de repente, se encendió a mi paso. Tras el cristal del ventanal
apareció la imagen de la Virgen del Tilo. Al descubrirla puse mi
rodilla derecha en el suelo y me incliné ante ella. Otra lágrima
rodó, nuevamente, por mi mejilla y llegó al suelo. Con mi devo-
ción estaba regando al Gran Tilo, el árbol de la vida. Eso era,
al menos, lo que había aprendido hoy. Pero en esta ocasión
estaba ocurriendo realmente.

102
NURA

Al levantar la mirada me di cuenta de que, junto a la base de la


muralla, e iluminada por la luz de aquella ventana, algo parecía
brillar en la oscuridad. Me acerqué hacía el muro lentamente.
En el hueco entre la primera piedra de la muralla y el suelo, vi
algo metálico. Escarbé un poco la tierra con los dedos y encon-
tré un anillo. Se trataba de un anillo de plata en cuyo centro
había una Cruz Templaria de color sangre. Alrededor de la cruz
se podía leer la siguiente inscripción: “Non nobis Domine, non
nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam” De forma inesperada recibí
en mi mente su traducción “No a nosotros, Señor, no a noso-
tros, sino a tu nombre da la gloria.”
Las campanas de la Catedral empezaron a sonar en ese pre-
ciso instante. Se trataba de las campanas de los Templarios que,
todavía hoy, misteriosamente siguen cobrando vida, vibrando
en todos los corazones de los habitantes de Toledo. Estaba
amaneciendo y todo ocurría ahora de verdad. Volví la mirada
hacia la ventana y me despedí, por segunda vez, de la Madre
Tierra, de la Virgen del Tilo.
—Volveremos a vernos —le dije—, volveremos a vernos.
Me coloqué el anillo en el dedo corazón de la mano derecha
y quedó completamente ajustado. Una especie de energía invi-
sible lo mantenía totalmente unido a mí. Tenía la sensación de
que, por algún motivo, el anillo tenía vida propia y que era él,
precisamente, quien me había encontrado a mí.
Al entrar en la Iglesia de San Miguel estaban todos mis com-
pañeros esperándome. Luis se me acercó y nos fundimos en un
sincero abrazo.
—Estaba muy preocupado por ti —me dijo—. Pensaba que
habías muerto.
—Quizás tengas razón —contesté con una dulce sonrisa—.
Puede que, de alguna manera, tengas razón.

103
MIEDO A AMAR

104
NURA

CAPITULO 9

Me quedé completamente sorprendido al revisar los mensajes


del teléfono.
Loli Móvil:
“Hola, Jorge ¿estás sintiendo tú lo mismo que estoy
sintiendo yo?
Tenemos que hablar
Necesito hablar de nosotros
¿Podemos quedar?
Bueno ya me dices
Un abrazo”
¿Cómo es posible que, cuando había decidido finalmente
cerrar el ciclo con Loli, el destino se empeñaba en todo lo con-
trario? —me preguntaba—.
A veces —como decía Joan— las cosas hay que perderlas para,
después, ganarlas y otras veces se deben ganar para, después,
perderlas definitivamente. De alguna manera estaba empe-
zando a entender lo que me había estado diciendo durante
mucho tiempo. ¡Qué ciego había estado!
Empecé a redactar un mensaje:
“Hola, Loli
Me alegro mucho saber de ti
No tengo ningún problema en que nos veamos
Pero ¿te encuentras bien?”

105
MIEDO A AMAR

Su respuesta no se hizo esperar:


“Hola Jorge. ¡Qué bien que me hayas contestado!
¿Tú estás sintiendo lo mismo que yo?”
Yo le contesté:
“No te entiendo muy bien ¿Qué es lo que debería
estar sintiendo?”
En esta ocasión la respuesta tardó un poco más en llegar a mi
teléfono:
“Soy consciente de que somos dos personas cuyos
corazones están unidos para completar una misión
muy importante. También he sentido que esa unión
corría un serio peligro y entonces el corazón se me
rompió en mil pedazos. Mi vida no tiene sentido sin
ti. Por eso necesito hablar contigo.”
Ahora era yo quien precisaba de una pausa antes de respon-
der. Intentaba comprender ese cambio de actitud de Loli. Estaba
acostumbrado a sus bruscos cambios de humor, pero esto me
parecía algo diferente. De repente escuché el tono de llamada
de mi teléfono. Se trataba de Loli.
—¿Estás ocupado? ¿Te ha molestado lo que te he dicho? Sé
que eres muy sensible, pero necesitaba decírtelo, he sentido
que me moría.
—No te preocupes. Está todo bien. Creo que será mejor que
nos veamos. Esto es mejor hablarlo personalmente. ¿Qué te
parece?
—Genial. ¿Cuándo podrías tu?
—Pues mañana mismo.
—Por mi bien. Dime donde nos vemos.
—Mañana a las diez en mi casa, ¿Qué tal te va?

106
NURA

—Estupendo —contestó Loli—. Nos vemos mañana.


La mañana siguiente amaneció con muy poca luz. Se trataba
de un día gris con amenaza de lluvia para todo el día. No había
podido dormir demasiado bien. Durante toda la noche me des-
perté muchas veces con la sensación de que me acechaba un
peligro de muerte que, curiosamente, no había desaparecido
todavía a pesar de estar ya despierto. De hecho, esa extraña
sensación era más fuerte ahora que cuando estaba dormido.
Me estaba vistiendo cuando recibí un mensaje de Loli:
“Estoy de camino. En diez minutos estoy ahí”.
Pocos minutos después el timbre del portero electrónico me
avisaba de que alguien esperaba a que le abriera la puerta.
—¿Sí? —pregunté—.
—Soy yo —contestó—. Era la voz de Loli.
—Sube.
—No tienes buena cara hoy —me dijo mientras entraba en mi
casa—.
—No he dormido bien. Además, este tiempo que tenemos no
ayuda. Ya sabes que los cambios meteorológicos a mi me afec-
tan mucho. ¿Te apetece tomar algo?
—Me apetece una infusión ¿Tienes tomillo?
—Sí, claro.
—¿Y qué tal estás? —le pregunté al tiempo que ponía agua a
hervir—.
—La verdad es que estoy un poco agobiada. Como ya te dije,
ayer estaba en casa sintiendo esa conexión que siempre hemos
tenido y , por primera vez, me di cuenta de lo fuerte que era.
Había estado engañándome durante todo este tiempo pensando

107
MIEDO A AMAR

que no estaba enamorada de ti. Cuando me percaté de que esa


unión se podía romper para siempre, me sentí muy mal.
El silbido de la tetera resonó por toda la casa y unos instantes
después salía de la cocina con dos tazas humeantes de tomillo.
—¿Quieres comer algo?—pregunté mientras iba dejando las
tazas sobre la mesa—.
—No gracias. Ya he desayunado.
—Yo siempre he sentido algo especial por ti y tú lo sabes —le
dije—. Sé que, como tú bien dices, por algún motivo , tenemos
una conexión muy especial. Ayer, justo antes de que me llama-
ras, estaba haciendo algo parecido a una meditación para cerrar
ciclos y así poder iniciar uno nuevo. Todas las personas con las
que nos relacionamos en esta vida, están unidas a nosotros y,
si eres consciente de ello, puedes sentir esa unión y también
decidir qué quieres hacer con la misma. Eso es, muy probable-
mente, lo que te pasó ayer.
—Tú estás muy cambiado, ¿Te ha pasado algo?
—Bueno, hace unos días, mientras iba en bicicleta por un túnel
de la Vía Verde, sufrí una peligrosa caída. Lo extraño es que,
a pesar del fuerte golpe no me hice daño alguno. Pero desde
entonces he notado que algo en mí ha cambiado. Tú eres la
primera persona que me confirma todo lo que yo pensaba. Ya
había empezado a pensar que era cosa del golpe, pero veo que
no.
—Realmente estás muy diferente. Creo que, ahora, me gustas
mas.
—Verdaderamente, tú no cambias, Loli.
—Ya sabes que soy muy sincera.
—Es cierto. No lo he olvidado. ¿Y qué vamos a hacer ahora con
nosotros?

108
NURA

—Yo lo tengo muy claro, quiero estar contigo. Ahora falta


saber que opinas tu.
Dudé un momento.
—Yo también quiero estar contigo, pero necesito un poco de
tiempo.
—Tienes todo el tiempo del mundo —me dijo—, mientras se
balanceaba sobre mí en una actitud cariñosa. —Sus labios se
posaron sobre los míos—.
En ese momento, la sensación de peligro invadió todo mi
cuerpo.
—¿Estás bien? —me preguntó de repente—.
—Si —contesté sin mucha convicción—. Solo es que esta noche
no he dormido bien. Nada más.
—Hay algo que quiero contarte. Para mi es importante y quiero
que lo sepas también hoy —me dijo—.
Hace tiempo hice un viaje a Bolivia con una amiga. Estábamos
visitando la Isla de Suriqui, en el Lago Menor del Lago Titicaca,
cuando se nos acercó un sacerdote andino. Llevaba puesto una
especie de gorro de lana blanco con unos dibujos de animales
y unas largas orejeras. Vestía un poncho rojo muy oscuro con
rayas negras y, sobre el poncho, una bolsa como de lana muy
parecida al gorro.
—Hola. Mi nombre es Ismael —nos dijo—. Soy sacerdote
Aymara y este es mi amigo Lucas. Estamos preparando un
reportaje publicitario sobre nuestras islas y vamos a hacer una
ceremonia de agradecimiento a la Pachamama, la Madre Tierra.
¿Os gustaría participar?
—Yo asentí rápidamente porque me hacía mucha ilusión par-
ticipar en una ceremonia andina y también figurar en un vídeo
publicitario.

109
MIEDO A AMAR

Subimos a una balsa de totora y nos dirigimos a lo que ellos


llaman la Isla de Quwá. Una isla sagrada para ellos. El día era
maravilloso. Ismael puso una especie de tela de color rojo sobre
la tierra de la pequeña isla. Sobre ella colocó una serie de ense-
res, junto con algo de comida y flores. Se arrodilló y empezó a
cantar unos extraños cantos al tiempo que alzaba sus manos
hacia el cielo azul. Lucas lo filmaba todo, mientras que nosotros
seguíamos la ceremonia desde un lateral. Al finalizar, Ismael
ofreció la comida y las flores a la Madre Tierra. Seguidamente se
acercó a nosotras y, recitando una mística oración, nos abrazó a
las dos. Fue una experiencia casi mágica. Como te podrás ima-
ginar, nos sentíamos muy especiales en un lugar extraordinario
y con gente totalmente diferente.
—Volvimos a la balsa y nos dirigimos de vuelta a la Isla de Suriqui
—continuó—.
Ismael nos agradeció nuestra ayuda y se marchó. Lucas se
quedó con nosotras. Estuvimos cenando con él y resultó ser
un joven muy simpático y alegre. Ya te puedes imaginar que
acabamos en la cama. No sé muy bien por qué, pero por unos
momentos, me sentí completamente enamorada de él. Proba-
blemente aquí no hubiera sucedido, pero allí todo se vive de
una forma muy especial y diferente. Hicimos una especie de
ritual de unión, que yo no entendí muy bien, antes de que nues-
tros cuerpos se fusionaran. Nos acostamos varias veces más y,
la verdad, es que vivimos una historia de amor muy bonita.
Aunque hemos mantenido el contacto por un tiempo, como
comprenderás ya no hay nada más.
—¿Y por qué me cuentas a mi todo esto? —le pregunté algo
sorprendido—.
Creo que se trata de un tema muy intimo, muy personal.
—Es cierto, este asunto es algo muy privado para mí, pero
ahora necesitaba que tú lo supieras porque no quiero secretos

110
NURA

entre nosotros. Es importante para mí. Espero que lo entien-


das.
—¡Claro que lo entiendo! Soy consciente de que es impor-
tante para ti. Forma parte de tu pasado así que, puede afectar a
tu futuro, y por lo tanto al nuestro.
Muchas gracias, por compartirlo conmigo.
—Lo creas o no, quiero que sepas que valoro mucho tu com-
presión. Ya estoy más tranquila. No te preocupes porque te
voy a dar todo el tiempo y el espacio que necesites. ¡Ahora
sí que voy a ser capaz de darte realmente todo aquello que
necesitas! Me tengo que ir ya. Quiero darte las gracias por
escucharme.
—Gracias a ti —le dije, al tiempo que la acompañaba hasta la
puerta—. Ya vamos hablando.
—Perfecto. No olvides que te amo.
Cuando la puerta se cerró entre nosotros, esa última frase
quedó flotando en el aire… y junto a ella, una sensación de peli-
gro que, ahora, empezaba a disminuir.
En ese momento mi teléfono empezó a sonar en algún lugar
del comedor. Se trataba de mi hermano Joan.
—Buenos días brother. ¿Cómo andas? —le pregunté—.
—Muy bien. Esta mañana he estado con un terapeuta muy ori-
ginal. La verdad es que me gustaría que te echara un vistazo.
Aunque ya sé que a ti no te gustan estas cosas, en esta ocasión
se trata de algo espectacular.
—¿Cuándo tendría que ser?
—Este señor ha venido de Almería y se marcha esta tarde. ¿Tú
podrías acercarte ahora a mi casa?
—En quince minutos estoy allí.

111
MIEDO A AMAR

—Estupendo. Nos vemos ahora.


A los pocos minutos, llegué a casa de mi hermano.
—Buenos días —dije al entrar—.
—Buenos días. Tu eres Jorge ¿verdad? Tu hermano me ha
hablado de ti.
—Efectivamente, soy yo.
—Bueno —intervino Joan—. Os dejo solos para que estéis más
tranquilos.
—Prefiero que te quedes con nosotros. Bueno, si no le importa.
Mariano era un hombre de unos ochenta años, algo defor-
mado por la edad y por una galopante artrosis que seguro
padecía. No obstante, tenía la vitalidad de un hombre mucho
más joven.
—Por mí no hay problema —contestó—. ¿Puedes sentarte en
esta silla?
—Me senté en la silla que me indicaba y él se sentó delante
de mí.
—Voy a repasar tu estado de salud —me dijo—.
Debes estar tranquilo.
Yo te iré diciendo las cosas que vea. ¿Estás preparado?
Asentí con la cabeza. Empezó la terapia haciendo unos movi-
mientos con su cuerpo como si estuviera buscando algo dentro
de mi interior. En varias ocasiones, ese movimiento, se vio inte-
rrumpido por una especie de quejido bastante impactante. De
repente, abrió los ojos y empezó a hablar.
—Has sufrido un pequeño ictus cerebral que te ha afectado
a la parte derecha del cuerpo. Toda la musculatura de ese
lado está todavía perjudicada. Este problema lo percibes más

112
NURA

cuando realizas un esfuerzo o cuando sufres estrés. En esos


momentos, seguramente, tienes temblores involuntarios. Ade-
más, tu riñón izquierdo no funciona demasiado bien como con-
secuencia, también, del ictus. No te preocupes que eso ya te
lo he solucionado. Asimismo tienes problemas en tu vejiga. En
este caso no puedo hacer nada, ya que se trata de una dolen-
cia originada en la columna vertebral. Creo que ya conoces que
existe mucha inflamación en todo tu cuerpo y que se debe, casi
con toda probabilidad, a alguna prótesis metálica que tienes en
la zona lumbar, ¿me equivoco?
—¿Cómo es posible que sepas todo eso? Seguro que te lo ha
contado mi hermano.
Mariano sonrió un poco.
—Tu hermano no me ha dicho nada. Tu cuerpo habla, aunque
tú no lo creas. Esa inflamación que te decía, y que se extiende
por todo tu cuerpo, en estos momentos te afecta especialmente
a nivel articular, sobre todo a los tobillos y a la columna verte-
bral. En el pasado te afectó, muy seriamente también, a tu riñón
y a tu vejiga. En el futuro, aunque tú ahora no puedes saberlo, te
afectará al corazón y, con toda seguridad, a tus dos ojos.
Hizo una pequeña pausa y siguió,
—Últimamente tienes una sensación extraña, algo así como si
tu vida corriera peligro.
En ese momento miré a los ojos de Joan totalmente sorpren-
dido. Ahora estaba seguro de que él no se lo había dicho. Senci-
llamente no sabía nada de todo eso.
—Y esa sensación de peligro que, realmente es cierta —siguió
hablando Mariano— viene determinada por dos factores.
Por un lado, tenías una “herpes asesina” alrededor de tu abdo-
men. El “bicho” tenía varios tentáculos, uno de ellos que llegaba,

113
MIEDO A AMAR

incluso, hasta tu oído izquierdo. Has tenido mucha suerte. Si no


la hubiese matado, tu vida corría realmente peligro porque te
habría ahogado poco a poco. No sé cuál podrá ser la razón,
pero, últimamente, estoy detectando muchos herpes. Normal-
mente se activan cuando el sistema inmunológico se deprime.
Algo extraño está ocurriendo. Son muchas las personas que,
incluso, están muriendo por esta razón. Además tengo la sensa-
ción que muchas más muertes están por venir en un futuro no
muy lejano.
Mariano hizo una pequeña pausa y continuó.
—Has vuelto a ver a una persona que viene del pasado. A
pesar de que existe algo especial que tienes que hacer junto a
ella, no es la pareja que tú has venido a buscar. No lo olvides.
Aunque esa persona no es realmente consciente de lo que eso
significa, tiene un vínculo de unión muy especial con alguien
que vive en el extranjero. Vas a tener tan solo una única oportu-
nidad para poder materializar eso tan especial que debes com-
partir con ella. No confundas los medios con los fines pues, te
puedo asegurar, te va la vida en ello. Te garantizo que, en un
próximo viaje, coincidirás con esa persona especial que, sin ser
consciente, estás buscando y a la que todavía no conoces, pero
que en cuanto la veas, la reconocerás.
A estas alturas yo estaba totalmente impresionado. No obs-
tante Mariano siguió hablando como si nada.
—Te han rescatado de la muerte en varias ocasiones. Una de
ellas ha sido muy reciente y, todavía lo estás asimilando. No te
olvides que el secreto de esta vida es morir antes de morir.
Tendrás ocasión de unir la energía femenina, llamada “energía
Ka”, con la masculina, a través de la práctica del “tantra”. Ahora
no puedes comprenderlo totalmente, pero llegará el día que
te acordarás de estas palabras y lo entenderás completamente.

114
NURA

Tienes una labor muy importante que realizar en esta vida, no


lo olvides. No te aferres a las cosas pequeñas, tan solo te sir-
ven para caminar, para nada más, y coge lo que, de verdad, el
mundo entero te ofrece.

115
MIEDO A AMAR

116
NURA

CAPITULO 10

—Hola papá. Te veo muy bien —me dijo Cristina al entrar en el


comedor de mi casa—.
—Hola hija. La verdad es que los viajes están cambiando mi
vida y, ciertamente, me están sentando genial.
—¿Te está ayudando la revista que te regalé?
—No te puedes imaginar cuánto. Estoy conociendo la historia
de los Templarios y sus secretos a través de las ciudades y de
los lugares que ellos frecuentaban. Finalmente estoy viviendo
la vida que realmente quería vivir.
—Me alegro mucho papá. Y ¿cómo llevas lo de las “Cincuenta
formas de amar”?
—Eso es otra historia. Puedo asegurarte que estoy en ello,
pero tendrás que darme tiempo.
Nos reímos alegremente. Hacía mucho tiempo que no veía tan
feliz a mi hija.
—¿Y qué es eso? —preguntó señalando mi mano derecha—.
—Pues se trata de un anillo muy especial. Algún día te contaré
su procedencia. Es una historia muy larga pero muy interesante.
Igual podría, incluso, escribir un libro.
—Eso sería genial papá. Si algún día lo haces, no olvides dedi-
cármelo. Me haría mucha ilusión.

117
MIEDO A AMAR

—Por supuesto hija. Si finalmente ese libro se hace realidad,


tu nombre y el de tu hermana, estarán en la primera página. No
olvides que sois las personas más importantes para mí.
—Gracias papá. Por cierto ¿qué vas a hacer este fin de semana?
—Este fin de semana el tío Luis y yo nos vamos a Córdoba. Ya
sabes que a él le gusta mucho la fotografía. Vamos a realizar
una exposición fotográfica de su último viaje al Tíbet. Me ha
pedido que le acompañe para ayudarle y le he dicho que sí.
Recuerda que tengo que hacer cincuenta viajes, no puedo per-
der ninguna oportunidad.
—Ya veo papá. No te olvides de disfrutar.
—No lo olvidaré. La vida me ha dado una oportunidad única y
la voy a vivir con toda la intensidad que pueda.
—Muy bien. Que contenta estoy de verte tan bien. La verdad
es que eres otro, totalmente distinto.
—Puede que lo sea.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Para saberlo tendrás que esperar a que se publique el libro.
¿Podrás hacerlo?
—Claro que sí. !Pero mira que estás diferente!
—Tú también estás muy cambiada. Últimamente te encuentro
más alegre, incluso más comunicativa. Y eso naturalmente me
ayuda mucho a mí.
—¿Qué tal si comemos? Que luego te vienen las prisas para ir
al Instituto.
—¿Qué hay hoy para comer?
—Hoy he hecho tu comida favorita: pimientos rellenos de
arroz.

118
NURA

—¿Te he dicho que te quiero, papá?


—Creo que si. Pero no estaría de más que me lo volvieras a decir.
En esta ocasión, un beso en la mejilla, fue la forma que utilizó
mi hija para decírmelo.
—Gracias, hija.
—Gracias a ti.
Tenía la sensación de que el tiempo se movía a distinta veloci-
dad. Mucho más rápido. Realmente algo estaba cambiando no
solo en mi interior, sino también a mi alrededor y eso era algo
que me empezaba a gustar.
El viernes, cuando estaba acabando de cerrar la maleta, sonó
el timbre de mi casa.
—Miguel, soy Luis. Estoy esperándote.
—No te preocupes. Bajo en un minuto.
—Estupendo.
—Buenos días, brother ¿Cómo estás?
—Muy bien. Ten cuidado con tu maleta. Ya ves que las fotos
ocupan bastante espacio.
¿Cuántas fotos vas a exponer? —le pregunté al tiempo que
dejaba la maleta con sumo cuidado—.
—Llevo treinta y seis. No sé si podré exponerlas todas. Desco-
nozco de cuanto espacio disponemos.
—¿Has vendido alguna ya?
—Si. Ya he vendido nueve. A ver si somos capaces de vender
alguna más en Córdoba. Así tendré algo más de dinero para
acompañarte a realizar esos viajes que últimamente hacemos.
Aunque este es diferente.

119
MIEDO A AMAR

—Bueno, Luis. No olvides que, a veces, las cosas no salen como


uno espera.
—Ya lo creo brother. Contigo, últimamente, todo es posible.
La ubicación exacta donde tendría lugar la exposición era el
Teatro El Paraíso, en la localidad cordobesa de Cabra. Se tra-
taba de un espacio escénico y centro cultural que suele alber-
gar diversas actividades culturales. Habíamos pensado visitar a
nuestra prima Pilar que vive en Cabra y era quien había gestio-
nado todo lo referente a la exposición. En un primer momento
descartamos quedarnos a dormir en su casa dado que, hace
unos años, ella sufrió un ictus cerebral del que no se encon-
traba totalmente recuperada.
A las cuatro de la tarde ya nos encontrábamos en el Teatro El
Paraíso para empezar el montaje de todas las fotos. Tan solo
disponíamos de dos horas para poder dejar todo terminado.
—Bueno, ya lo tenemos todo Luis. La verdad es que ha que-
dado muy bien.
—Ya lo creo. Ha sido un trabajo muy duro. Menos mal que me
has ayudado.
—Ya sabes que, para viajar, nunca tengo ningún problema.
Nos encaminamos al centro de Cabra. Pasamos bajo una
arcada que parecía que nos daba la bienvenida y aparcamos el
coche en el Arroyo del Chorrillo. Desde allí nos dirigimos a pie a
casa de Pilar y de su marido, Sebastián.
Ella se alegró muchísimo cuando llegamos. Ya hacía más de
cuatro años que no nos veíamos. Apenas se podía mover ya que
la parte derecha de su cuerpo estaba muy afectada tras sufrir
el ictus. Ahora, Facebook se había transformado en su particu-
lar ventana al mundo. Una ventana a la que podía asomarse
sin tener la necesidad de salir de su habitación. Realmente es

120
NURA

una mujer muy valiente. Sebastián estaba siempre pendiente


de ella, especialmente, desde su enfermedad. Desde entonces
él se había convertido en sus manos y sus pies, además de ser
su maravilloso marido. Son una pareja increíble.
Finalmente, nos convenció para que nos quedáramos a dormir
en su casa. Quería disfrutar un poco de nuestra compañía dado
que, únicamente, íbamos a pasar allí una noche.
A la mañana siguiente, a primera hora, nosotros ya estába-
mos en el Teatro dando los últimos retoques a la exposición
dado que la inauguración estaba prevista para las once de la
mañana.
—¿Preparado? —pregunté a Luis—.
—Claro que sí. Solo un poco nervioso.
—Ya verás como todo irá muy bien.
A las once en punto, la puerta se abrió para dar entrada a un
numeroso grupo de personas que se encontraban esperando
en el salón de entrada del Teatro.
—Ha venido bastante gente —dijo Luis emocionado—.
—Naturalmente. Ya sabes que la prima Pilar es muy conocida
aquí. Además, a pesar de que no se puede mover, ha aprendido
a manejarse por las redes sociales como nadie. La verdad es
que tiene una voluntad impresionante.
La sala empezó a llenarse con el murmullo de la gente que
intercambiaba comentarios sobre las fotos.
—Hola. Tú debes ser el primo de Pilar —resonó con fuerza una
voz procedente desde la puerta de entrada a la sala de exposi-
ciones—.
—Disculpe. ¿Me ha preguntado algo? —me dirigí a una señora
de edad avanzada que tenía una amplia sonrisa—.

121
MIEDO A AMAR

—Te decía —continuó la señora—, que me imagino que eres


el primo de Pilar.
—Bueno. Si, yo soy primo de Pilar —le contesté— aunque,
probablemente, estará buscando a mi hermano, que es el fotó-
grafo de la exposición.
Observó fijamente el anillo de mi mano derecha y, a continua-
ción, me volvió a mirar directamente a los ojos.
—Creo que eres tú con quien me gustaría hablar. No sé si sabes
que, los Templarios estuvieron, hace ya muchos años, por esta
zona. Parece ser que se interesaron mucho por los Dólmenes
de Antequera, que están muy cerca de aquí. Estas construccio-
nes fueron levantadas por los primeros pobladores de la actual
Andalucía durante el periodo Neolítico y la Edad del Bronce,
hace unos seis mil años. En la actualidad el conjunto arquitec-
tónico engloba desde el dolmen de Menga, hasta los de Viera y
Tholos. Estos monumentos megalíticos, probablemente, fueron
utilizados con fines rituales y funerarios. Se trata de construc-
ciones muy parecidas a los mundialmente conocidos de Sto-
nehenge y Avebury, en Inglaterra, Newgrange, en Irlanda, Las
Orcadas, en Escocia o los Círculos de Piedra de Senegambia, en
África.
Hizo una pequeña pausa.
—¿No sé si estarás interesado en todo lo que te estoy con-
tando?
—Naturalmente. Se trata de un tema que, últimamente, me
fascina —le dije— ¿Puede continuar, por favor?
—A pesar de que, cómo te he dicho, se trata de construc-
ciones muy semejantes, en los Dólmenes de Antequera, hay
algo diferente y realmente curioso. La orientación común de
estas construcciones suele ser, hacia el equinoccio o hacia el

122
NURA

solsticio, el lugar del amanecer solar. Pero los que edificaron


los túmulos de Menga y el Romeral decidieron orientarlos, por
razones desconocidas, hacia lugares terrestres. En concreto, en
estos casos, hacia la Peña de los Enamorados. Así pues más que
un recinto funerario, probablemente, se trata de un templo, un
lugar de celebración ritual, porque tiene un atrio de entrada, un
corredor y una cámara ovalada. Además, hace algún tiempo, se
descubrió en el de Menga, un pozo de unos veinte metros de
profundidad. Al parecer, conectado con los acuíferos subterrá-
neos que llegan hasta la ciudad de Toledo. Está orientado hacia
el noroeste, en alineación, como te he comentado, con la Peña
de los Enamorados que, desde allí, tiene la apariencia de una
cara humana mirando al cielo. Incluso Cristóbal Colón reparó
en el Peñón de los Enamorados. Dejó escrito en su diario de
a bordo, en el primer viaje a América, que encontró un peñón
muy parecido a la Peña de los Enamorados de Antequera. Creo
que, ya que estás aquí, debes ir a visitarlo.
—Ya lo creo que lo haré —le dije—.
Todo lo que me ha contado es muy interesante. Mi nombre
es Miguel y, me imagino, aunque no sé muy bien por qué, que
usted se llama, Alba ¿Me equivoco?
—Una dulce sonrisa se dibujó en su cara. Mi nombre es Isa-
bel, pero toda esta información no es exactamente mía. Mi her-
mana ha estado prácticamente obsesionada por el tema de los
Templarios y me ha pedido que viniera aquí, dado que ella tiene
una edad muy avanzada y, apenas, se puede mover. Estaba muy
ilusionada en contar toda esta historia al primo de Pilar que, al
parecer, eres tú. Su nombre es Alba.
Mi cuerpo se estremeció.
—Me gustaría poder darle las gracias personalmente a su her-
mana —le dije—. No sé si sería posible ir a verla.

123
MIEDO A AMAR

—Naturalmente. A ella le haría mucha ilusión. Además, vivi-


mos a un paso de aquí.
Salimos del Teatro y marchamos hacia la casa de Alba. Real-
mente estaba cerca ya que, en unos pocos minutos, llegamos
a la puerta.
Se trataba de una casa de dos pisos, con muchas plantas y
flores en la entrada. Entramos directamente al comedor. A la
derecha se encontraba la habitación de Alba.
Hemos tenido que acomodar su habitación aquí abajo —me
dijo Isabel—, porque ella ya casi no se puede mover. Esto fue
durante mucho tiempo una biblioteca así que, no te asustes,
está llena de libros.
—Alba, cariño. Mira quien ha venido a verte. Es Miguel, el
primo de tu amiga Pilar.
—Pasa —dijo dulcemente Alba—, pasa Miguel.
—Hola Alba. Quiero que sepas que me ha encantado todo lo
que me ha contado tu hermana. Y no tengas la menor duda.
Esta misma tarde visitaré los Dólmenes de Antequera.
—Son muchos los datos que hemos ido recibiendo de estos
Monjes Místicos como, me imagino, ya sabrás. Pero de lo que
apenas se conoce, es de la existencia de las mujeres templa-
rias que también los acompañaban. ¿Tú podrías decirme si esa
información es exacta? No me gustaría morirme sin tenerlo
claro. Es una duda que ha estado conmigo desde siempre.
—Por un momento, dudé. No sabía que decirle exactamente.
Inspiré profundamente.
En Toledo, hace poco tiempo, tuve una experiencia en la que,
por alguna extraña circunstancia, pude escuchar las voces
maravillosas de unas mujeres cantando. Me aseguraron que
se trataba de mujeres templarias. También me indicaron que,

124
NURA

nuevamente, me hablarían sobre ellas. Así que, ahora mismo,


no se lo puedo asegurar pero, en el momento que pueda con-
firmarlo, usted será la primera en saberlo.
—¿Pudiste ver la Virgen del Tiro?
—¿Del Tiro? —pregunté yo—.
—Disculpa, Miguel. La Virgen del Tiro es como se la llama en
Toledo. Seguramente, tú la conociste con el nombre de la Vir-
gen del Tilo. ¿Verdad?
En ese momento me cogió las manos, y pudo percatarse de
la presencia del anillo de mi mano derecha. Observó con aten-
ción el grabado y suspiró. Lo acarició muy suavemente, casi
con devoción, y me miró a los ojos con una profunda mirada
azul.
—No hace falta que me contestes. Soy consciente de que te
presentaste ante la imagen de la Madre Tierra transformada en
mujer. Bueno Miguel, no te entretengo más. Es tarde y, todavía,
tienes que ir a visitar los Dólmenes de Antequera. Pero, antes
de marchar, prométeme que, cuando confirmes lo de las muje-
res templarias, me lo harás saber.
—Le prometo que, en cuanto yo pueda confirmarlo, será la
primera persona a quien se lo diga.
—Aquí tienes mi teléfono —me dijo entregándome una tar-
jeta—.
—Muchas gracias por todo, Alba. Ha sido un gran placer cono-
cerla.
—Para mí también lo ha sido. No sabes lo feliz que me siento
hoy.
En menos de una hora Luis y yo nos encontrábamos en
la entrada del conjunto arquitectónico de los Dólmenes de

125
MIEDO A AMAR

Antequera. Totalmente emocionados por lo que nos había con-


tado Isabel nos dirigimos a la taquilla.
—Buenos días —nos dijo un señor con un fuerte acento andaluz—.
—Buenos días. Contesté yo ¿Es posible visitar los Dólmenes?
—Por su puesto. Dos entradas, ¿verdad?
—Si, por favor. ¿Cuánto es?
—No se preocupe señor. Son gratuitas. Tan solo necesito que
me indiquen el nombre de la provincia de su residencia habi-
tual. Porque de por aquí no son ustedes.
Una ligera sonrisa asomó a mi cara.
—Es verdad —le dije—. Somos de Alicante.
—Estupendo. Bienvenidos. Que disfrutéis. Habéis tenido mucha
suerte porque, ahora mismo, no hay nadie más haciendo la visita.
Solo estáis vosotros.
Salimos de la oficina de información y caminamos por una
pequeña senda de tierra que bordeaba todo el complejo en
forma de círculo. Lo primero que nos encontramos fue el Dolmen
de Viera que, al parecer, se trataba de una cámara funeraria.
—¿Entramos hasta el fondo? —preguntó Luis—.
—Entra tú —le dije—. Yo te espero en el de Menga. Recuerda
que tienes que acceder siguiendo la senda en círculos y en el
sentido de las agujas del reloj.
—Perfecto, brother. Ahora nos vemos.
Tomé nuevamente la senda en forma de círculos y, siguién-
dola, llegué a la puerta del dolmen.
Se trataba de una especie de santuario formado por unas
inmensas losas de piedra. Estaban apoyadas unas contra las otras
y, en el centro, tenían unos pilares, de piedra con forma circular,

126
NURA

que parecían hacer de apoyo a toda la construcción. Entré y me


encaminé hacia el fondo, donde parecía haber una especie de
pozo. Desde lo más profundo me volví y, al mirar hacia la puerta
de entrada, pude ver la Peña de los Enamorados con su rostro
humano petrificado que miraba hacia el cielo. Estaba tumbado
en la tierra y perfectamente alineado con el dolmen.
Me dirigí hacia la salida y, una vez allí, volví a entrar en direc-
ción al pozo. Fue en ese momento, cuando percibí una especie
de bolitas de luz saliendo del pozo. Me apoyé en la barandi-
lla metálica que lo bordeaba y pude distinguir claramente que
cientos de pequeñas bolas de luz salían e, incluso, rozaban mi
cuerpo. Empecé a percibir un olor que me resultaba familiar,
pero no podía recordar su origen. Era una mezcla de humedad
con alguna otra cosa que no distinguía, a pesar del esfuerzo de
memoria que me estaba autoimponiendo.
—Hola Miguel. Nos volvemos a ver.
—Hola Daniel. Me prometiste que nos volveríamos a ver, pero
no pensaba que sería tan pronto.
—Bueno, sonrió Daniel. El tiempo no existe. Tan solo es una
creación mental. Pero eso ya lo aprenderás más adelante.
Nos encontramos en un lugar que ha sido sagrado desde la
antigüedad y que, actualmente, se conoce como el Dolmen de
Menga, que no es más que una degeneración del latín “Cova
Doménica”, es decir: Cueva de la Señora. Esa es su verdadera
denominación. Esto nos indica la importancia que, lo femenino
y la mujer, tenía en las diversas divinidades en el Neolítico.
Comprenderás ahora por qué tenía tanto interés este lugar para
los Templarios.
Hizo una pequeña pausa.
—El agua del Pozo Amargo de Toledo —dije—, conecta direc-
tamente con este pozo, por lo tanto, el olor familiar que no

127
MIEDO A AMAR

recordaba son las setas alucinógenas, ¿cierto?


—Estás en lo cierto. Pero no olvides que, la mente no distingue
entre lo real y lo imaginado.
—Como ya conoces —continuó Daniel—, aquellos a los que
llamas Templarios han existido desde siempre, aunque con dis-
tintos nombres según el lugar y la época donde han ido apare-
ciendo. Naturalmente también existieron mujeres Templarias.
Muchas de ellas valientes guerreras que lucharon junto a los
hombres en el frente y que adquirieron gran popularidad por su
coraje y decisión en la batalla. Otras, en cambio, ayudaban en el
abastecimiento de los campamentos e incluso, influyendo noto-
riamente en las personas adineradas para que donaran bienes
a su causa. Finalmente existió una tercera clase que buscaba
fervientemente una completa realización espiritual. Esa meta
de realización espiritual se ha representado, simbólicamente,
en el Juego de la OKA a través de lo que se conoce como Tan-
tra. Esta elevación espiritual junto con la energía física llamada
“KA”, permite acceder a una de las maneras más rápidas y
naturales de sanar la relación entre el cuerpo y el alma. En el
Tantra sexual se pretende la unión consciente de lo masculino
con lo femenino, que es esencial para poder acceder, de alguna
manera, al “Yo Superior” y de este modo permitirnos equilibrar,
desde el cuerpo físico, tanto nuestra parte física, como la men-
tal y la emocional. Esta antigua técnica ha sido fuente de estu-
dio y desarrollo para el espíritu en muchos grupos espirituales
desde que existe la vida física. Se trata de controlar, la energía
pura de la creación. De hecho, es la sustancia de la que está
compuesto el Éxtasis Cósmico que ha sido, por alguna extraña
razón, una de las energías más incomprendidas y a veces total-
mente distorsionada, muy probablemente debido a su inmenso
poder. Algunas tribus indígenas americanas, los budistas tibe-
tanos, muchas sectas hindúes, los mayas, los egipcios, incluso

128
NURA

los mismos Templarios Místicos, por nombrar solo unos cuan-


tos, han practicado su propia forma de Tantra durante mucho
tiempo.
A este lugar venían los Templarios para cumplir con uno de
sus tres principios fundamentales. Aquí, ante la imagen de la
Gran Señora, que es la representación femenina de la Madre
Tierra, comunicaban de corazón sus debilidades y bloqueos.
Ahora, vamos a introducirnos en el interior de la Peña de los
Enamorados.
Con suma facilidad movió una de las enormes losas de piedra
del fondo y, tras ella, apareció un pequeño pasadizo. Después
de un largo recorrido llegamos a una inmensa cueva. En una de
las paredes pude ver un símbolo formado por dos triángulos
entrelazados. Tenían cierta semejanza con el dibujo que, hacia
poco tiempo, había visto en Toledo.
—Ese símbolo que ves —continuó Daniel—, representa la
unión de lo masculino y lo femenino, que se entrelazan a tra-
vés del Tantra en el hombre, con la energía “Ka” de la mujer.
Este lugar fue, desde la antigüedad, un templo habitado solo
por mujeres, en el que se aprendía, entre otras cosas, a superar
el miedo a amar. Una vez que habían finalizado su formación,
las mujeres que así lo decidían, se podían quedar aquí, mien-
tras que otras elegían vivir con sus parejas y practicar el Tan-
tra Sagrado. La entrada a esta cueva desde el exterior está a la
altura del cuello de la figura humana que representa la Peña.
Quizás algún día tengas que volver. Aunque existen muchas
leyendas que justifican el origen del nombre de la Peña de los
Enamorados, ahora ya conoces cuál es la verdadera razón.
Volvimos a bajar por el túnel. En esta ocasión en dirección al
Dolmen de Menga. Antes de llegar Daniel se detuvo.
—Bueno, Miguel. Yo me quedo aquí.

129
MIEDO A AMAR

—Muchas gracias, Daniel. ¿Nos volveremos a ver?


—Seguramente. ¿Quién sabe? Pero hay algo que me gustaría
que hicieses por mí.
—Claro —le dije— ¿Qué puedo hacer por ti?
—Tan pronto como puedas, haz llegar esta historia a Alba. Ella
lo está esperando y no le queda mucho tiempo.
—Por su puesto. En cuanto salga lo haré. Adiós, Daniel.
—Adiós, Miguel.
Desde dentro del pasadizo, la losa fue colocada nuevamente
en su lugar. Todo quedó como si nunca se hubiera movido. Algo
aturdido todavía, me dirigí hacia la salida del Dolmen. Una vez
en el exterior, escribí un mensaje para Alba en el teléfono:
“Hola Alba.
Ahora ya te puedo confirmar, sin duda alguna, la
existencia de las mujeres Templarias. Unas eran
valientes guerreras, otras colaboraban en diversas
labores haciendo comidas o procurando sustento a
la Orden y otras buscaban el verdadero sentido del
alma a través de la superación del miedo a amar.
Un abrazo.”
Una vez enviado el mensaje me arrodillé, de forma incons-
ciente, justo en la entrada del Dolmen mirando hacia la Peña de
Los Enamorados.
—Gracias por todo, Gran Madre. Hay que ser muy valiente
para amar de verdad. Nunca he sido consciente de ese miedo,
pero a partir de ahora, voy a dedicar toda mi vida a superarlo.
El pitido de mi móvil sonó anunciándome que tenía un men-
saje por leer.
“Muchas gracias, Miguel.
Toda mi vida he buscado la confirmación que hoy

130
NURA

me has dado.
Ya puedo morir tranquila.
No cambies nunca.
Un abrazo muy fuerte desde el corazón.
Alba.”
Una lágrima rodó por mi mejilla, y llegó al suelo. Descansa,
Alba —me dije—. Nos volveremos a ver. Estoy seguro. Nos vol-
veremos a ver.

131
MIEDO A AMAR

132
NURA

CAPITULO 11

—Jorge, ¿te apetece que quedemos esta noche para cenar?


—era la voz de Loli que resonaba en mi comedor mientras yo
salía de la cocina con dos vasos y una botella de zumo—.
—Es de manzana. Sé que es el único sabor que te gusta —le
dije—. Me refiero el zumo.
—Gracias. Eres encantador, ¿te lo he dicho antes?
—Creo que sí. ¿Qué es lo que me estabas preguntando sobre
esta noche?
—Te preguntaba si te apetecería venir a cenar conmigo a la
playa. Hoy es el día del eclipse total de luna. Este eclipse se
conoce como “La Luna de Sangre” y me gustaría verlo junto a tí.
Por primera vez desde hacía mucho tiempo, hoy no sentía la
sensación de peligro al estar junto a Loli.
—¿Realmente te apetece? —le pregunté—. Podríamos verlo
desde aquí.
—Hoy tenemos una temperatura muy agradable y me gustaría
compartir esta noche contigo. Estoy segura de que esta expe-
riencia va ser muy especial para nosotros, porque la Luna Roja
hace que la energía de la luna aumente y pueda utilizarse de
manera positiva por los seres humanos. Por ello es muy común
que muchas personas realicen rituales, como ya sabes, durante
esta noche. También es un momento único para todo lo rela-
cionado con el amor y la pareja. Por algún motivo, parte de la

133
MIEDO A AMAR

fuerza de atracción que posee la luna en estos momentos, se


queda totalmente neutralizada con la fuerza de reacción que
opone el sol, por lo tanto, todos los vínculos que tenemos,
especialmente los sentimentales, por unas horas, quedan sin
efecto. Es un momento ideal para las nuevas relaciones.
—Qué curioso —dije—. Los monjes tibetanos creen ciega-
mente que, durante este tipo de evento, todas aquellas buenas
acciones que se realizan se verán recompensadas mejorando el
karma. Por eso, si deseamos que nuestro buen karma aumente,
tendremos que aprovechar para hacerlas mientras se desarrolla
el eclipse.
—¿Y tú cómo sabes eso de los tibetanos?
—Hace unos años, junto con Joan, asistí a un curso sobre
Técnicas Mentales Tibetanas. Se celebró en un monasterio
budista que está en Barcelona. La verdad es que lo que apren-
dimos allí fue muy interesante y no solamente por el conte-
nido del curso, también porque quien lo impartía era un Lama
Médico, que nos ofreció la posibilidad de pasar consulta con
él por las tardes tras finalizar las clases. Una de esas tardes me
tocó consulta con él. Al verme entrar me dijo:
—Jorge, ¿podría preguntarte algo?
—Claro —contesté—.
—¿Por qué utilizas el bastón para caminar?
Me quedé pensando por un momento porque, a pesar de
que conocía perfectamente la respuesta, por alguna extraña
razón sabía de antemano que el Lama Médico me haría esa
pregunta.
—El bastón lo llevo entre mis manos —le respondí lentamente—,
para que no se me olvide que la salud es mi responsabilidad. Que
realmente está en mis manos. Los demás me pueden ayudar.

134
NURA

Y eso está bien. Pero la salud es algo personal, de cada uno.


Nunca deberíamos olvidarlo.
—Eso que dices es muy profundo y muy difícil de entender.
Casi tanto como, para mí, pronunciar correctamente tu nombre.
A continuación, puso sus dedos en la muñeca de mi mano
derecha y cerró los ojos. Por un momento tuve la sensación
de que podía comunicarse con cada célula de mi cuerpo. Soltó
muy suavemente sus dedos de mi mano derecha y los puso en
la izquierda. Pasó un rato sin moverse, de repente, abrió los
ojos.
—Interesante —me dijo—, ¿puedes sacar un momento la len-
gua?
Al instante saqué la lengua.
—Muchas gracias —dijo riéndose—. Estoy seguro de que no lo
sabes, pero cuando en el Tíbet enseñas la lengua a alguien, lo
que realmente estás haciendo es saludarle y desearle un buen
Karma. ¿Podrías quitarte la camisa? Necesito ver algo más.
Una vez finalizada su observación, empezó a hablarme.
—Los tibetanos creemos en la reencarnación, es decir, pensa-
mos que cuando morimos volvemos de nuevo a uno de los seis
estados de la existencia. Todos y cada uno de esos estados deben
ser atravesados por los seres dotados de sensibilidad para que
puedan cumplir con la ley del Karma. Tú mismo, en otra vida,
fuiste un Monje Tibetano que recibió horribles torturas que te
llevaron hasta la muerte. Te desmembraron los brazos y las pier-
nas. Te rompieron la columna vertebral a patadas y esos mis-
mos golpes te dañaron los riñones, especialmente el izquierdo.
Todas estas manchas que ves —me dijo señalando partes de
mi cuerpo—, son las cicatrices que han quedado de otras vidas
como marcas en tu piel. De hecho, todos los problemas de salud

135
MIEDO A AMAR

que ahora tienes son kármicos, es decir, no tienen cura porque


vienen de otra vida y tienen como único fin el despertar de tu
consciencia.
—Es curioso —le dije sonriendo—, eso es muy parecido a lo
que mi médico me dice: todo esto que tienes es crónico.
Reímos los dos a un tiempo.
—Hay algo más que me gustaría decirte. Tienes la vejiga muy
afectada y eso puede ser muy serio. Te voy a dar unas instruc-
ciones para que, la función que tu vejiga no realiza, la puedas
hacer tú mentalmente. No es algo complicado pero te llevará
mucho tiempo hasta que, finalmente, funcione. Tengo la cer-
teza de que, al final, lo conseguirás. Se trata de unos ejercicios
tántricos.
El Tantra, es decir la unión consciente del orgasmo y la medi-
tación, se utiliza en el sexo para llegar a un estado alterado de
conciencia a través del control mental. Ese control mental hace
que muera lo que, realmente, tú no eres. Mucha gente tiene la
falsa creencia de que el Tantra solo sirve para obtener mayor
satisfacción sexual. Sin embargo, la verdadera finalidad del Tan-
tra es la de morir. Por cierto ¿sabes cómo se denomina, en fran-
cés, a la pérdida del estado de conciencia o desvanecimiento
post-orgásmico?
—No tengo ni idea.
—La “petite mort” —me contestó—. Así pues, preparándote
para la pequeña muerte te preparas, de alguna manera, para
la verdadera muerte o la muerte grande. El orgasmo es una
creación mental. Aunque creas que se trata de algo físico, no lo
es. La eyaculación es lo que sería algo físico. Y aunque, normal-
mente, van unidos, son dos cosas bien distintas. Si dominas las
técnicas del Tantra, puedes decidir el tiempo que necesitas para
hacer coincidir tu orgasmo con el de tu pareja. Incluso puedes

136
NURA

decidir si deseas o no eyacular. De esta forma la mujer alcanza el


clímax del orgasmo y libera una energía femenina que ayuda a
ambos en el camino espiritual. Como puedes ver este tema del
Tantra se ha estado malinterpretando, viéndolo, únicamente,
como una herramienta física que tendría como único fin la
obtención de un mayor placer físico. A ti te ayudará mucho por-
que, como has perdido la sensibilidad de la vejiga, que te avisa
cuando debes miccionar, te permitirá controlarla mentalmente.
De esta forma tú decidirás cuando debes orinar, porque si no lo
controlas tus riñones podrían estallar por la presión acumulada.
—No me lo puedo creer —me dijo, de repente, Loli—. ¿De
verdad que puedes hacer eso?
—¿Qué es eso? —pregunté yo—.
—Decidir el tiempo que necesitas para alcanzar el orgasmo.
—Me imagino que sí. Hace ya tiempo que no lo practico. Yo
utilizo esta técnica para controlar mentalmente mi vejiga. Nada
más.
Finalmente, decidimos ir a cenar a una de las playas de Villa-
joyosa. Nuestra elección fue un pequeño chiringuito rodeado
de palmeras a la orilla del mar en la Playa de la Caleta. La cena
transcurrió entre risas y caricias veladas. Estaba muy contento
por poder estar junto a ella sin la sensación de peligro que,
habitualmente, me acompañaba al estar a su lado. Disfrutaba
mucho de su compañía, pero, por otro lado, tenía la impre-
sión de que, probablemente, esta vez sería la última en la que
podríamos estar juntos.
La protagonista de esa noche hizo su aparición lentamente. La
luz de la Luna saliendo sobre el mar nos indicaba que nuestro
gran momento había llegado. Dejé a un lado la preocupación
que, no dejaba de dar vueltas en mi cabeza y decidí vivir plena-
mente este momento, como si no hubiera un mañana.

137
MIEDO A AMAR

Le cogí la mano muy suavemente acariciando cada uno de sus


dedos y la miré profundamente a los ojos. El tiempo se paró por
un instante. Las estrellas del firmamento se habían dado cita en
sus ojos iluminando con ellos cada recodo de la preciosa playa.
Muy lentamente rocé sus labios con mis dedos dibujando un
corazón sobre ellos. A continuación, fueron mis labios los que
lo hicieron con una extrema sensualidad, sellando para siempre
ese corazón que antes había dibujado. Mi cuerpo se estremeció
por un momento.
—¿Estás bien? —preguntó Loli—.
—Hace mucho que no me sentía tan bien. Es tan solo que, al
cerrar los ojos, has dejado de iluminarnos por un momento.
—Qué cosas más bonitas me dices, Jorge. Eres un amor
¿Quieres que nos acerquemos a la orilla para poder ver la luna
de sangre desde allí?
Cogidos de la mano nos acercamos al agua. Una inmensa luna
dio la bienvenida a dos enamorados jugando con el tiempo
como si, realmente este, no existiera.
Al llegar a una pequeña cala nos sentamos en la arena. Ilumi-
nados por la luna empecé a acariciar su cuerpo. Nos fundimos
en un largo beso que parecía no tener fin. Nuestra ropa fue des-
apareciendo poco a poco hasta que dos cuerpos, totalmente
desnudos, se dibujaron sobre la arena.
—¿Estás seguro que lo quieres hacer?
La miré fijamente. Su cara se estaba volviendo de un color
rojizo por el reflejo de la luna que, en esos momentos, se había
convertido en una verdadera Luna de Sangre.
—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Esto estaba pre-
destinado desde hace mucho tiempo. Quiero fundirme contigo.
El universo entero percibe hoy nuestro amor.

138
NURA

Nuestros cuerpos se habían teñido del mismo tono rojizo.


Acompasadamente nos unimos con unos movimientos lentos,
buscando el ritmo que nos acoplara completamente. Sentir su
cuerpo sobre el mío me hacía perder la conciencia de la reali-
dad. El tiempo ya no existía. La playa y la luna también dejaron
de existir. Incluso ella y yo, totalmente entrelazados, perdimos
nuestra existencia individual. Nos habíamos fundido completa-
mente. No solo uníamos nuestros cuerpos, sino que estábamos
experimentando la Verdadera Unión con la totalidad universal
de todo cuanto existe.
Pude saborear nuevamente cada uno de los placeres que
había experimentado, a lo largo de mi vida entera, pero en esta
ocasión totalmente incrementados.
—¡No puedo más! Amor mío —, me dijo Loli con una voz entre-
cortada por los suspiros—. Quiero acabar contigo, quiero que
acabemos juntos. ¿Crees que podrás hacerlo?
Mi respiración se incrementó al tiempo que nuestros movi-
mientos también lo hacían. Estábamos totalmente sincroniza-
dos buscando el orgasmo para compartirlo. Mi cuerpo se tensó
y, en ese momento, nos compenetramos en una unión total que
superaba la mera unión física. Habíamos traspasado, por pri-
mera vez, las verdaderas fronteras del amor físico. Un nuevo
mundo, lleno de posibilidades, nos acercaban un poco más
a nuestras almas. El sol y la luna se habían unido en una tre-
menda explosión que, incluso iluminó, por un instante, toda la
playa. Fue la muerte más larga que jamás había experimentado.
Los movimientos fueron cesando muy lentamente y nos que-
damos abrazados sobre la arena totalmente unidos y conecta-
dos con una conexión desconocida para mí. Nos besamos con
una pasión inexplicable. Ahora podía entender que los besos
verdaderos son los que se dan después de hacer el amor y no
los de antes.

139
MIEDO A AMAR

Mi cuerpo empezó a temblar ligeramente. Extrañamente,


lejos de sentirme cansado me encontraba muy fuerte. Como si
el mundo entero estuviera junto a nosotros.
—Es mi “energía Ka” la que está ahora en tu cuerpo —me
susurró Loli en un oído—. Tu cuerpo no está acostumbrado a
esta energía tan potente, pero ya circula a través de ti.
—Te amo. No puedo separarme de tí —dijo mientras no
dejaba de besarme con una inmensa ternura—.
—Yo también te amo. Ha sido algo muy especial. Muy pocas
personas son las que han podido experimentar lo que nosotros
hemos sentido hoy.
Unas pequeñas bolas de luz de color turquesa aparecieron
entre nosotros. Desde allí, se empezaron a mover por encima
del mar en dirección a la luna, todavía teñida de sangre. Por
algún extraño motivo sentía que no solo nos habíamos unido
nosotros, nuestra unión era ahora conocida y compartida por
toda la humanidad.
La luna fue perdiendo, poco a poco, su aspecto rojizo y, por un
instante, fue el color verde turquesa quien tomó cierto protago-
nismo iluminando toda la tierra con su brillo.
—La energía Ka está llegando a la tierra nuevamente —dijo
Loli—. Este será nuestro secreto. Esta energía estará disponi-
ble, durante los próximos seis años, para transformar a todos
los seres humanos, especialmente a aquellos que tengan la
consciencia suficientemente despierta. Hubo un tiempo en el
que esta energía pasó de la Madre Tierra a la mujer. Ahora ha
pasado de la mujer, de nuevo, a la Madre Tierra. El ciclo se ha
completado perfectamente. Es lo que ha estado ocurriendo a
lo largo de los siglos. Por este motivo se producirá un nuevo
cambio en la Humanidad. Una Humanidad antigua, que cesará,
al tiempo que la nueva emergerá. Eso quiere decir que se

140
NURA

aproximan tiempos difíciles, en los que, incluso, se producirán


muchas muertes. Siempre ha sido así.
—Yo quiero morirme contigo —le dije mientras la abrazaba de
nuevo—. ¡Como me gustaría morirme contigo!
Una lágrima rodó por mi cara y llegó a nuestros labios. Pudi-
mos notar el verdadero sabor del amor que venía directamente
de nuestros corazones. Su sabor, curiosamente, no era salado,
sino más bien dulce.
La miré, nuevamente, desnuda al mundo, desnuda ante mí.
—¡Como me gustaría morirme contigo!
—¿Nos damos un baño? —sugirió Loli—.
Lentamente asentí con un ligero movimiento de cabeza. Nos
levantamos de la arena y, cogidos de la mano, nos dirigimos
hacia el agua del mar. La luna iluminaba nuestros cuerpos des-
nudos cuando, un mar oscuro, nos recibió con sus manos abier-
tas. Por un momento sentimos esa libertad que el mar nos ofre-
cía, como un gran regalo, nadando libremente entre sus aguas.
Ese mismo mar que agradecido, nos estaba purificando.
Ya en la orilla, mientras el agua todavía mojaba nuestros pies,
nos besamos apasionadamente. Sus labios ahora eran salados
y por su cara todavía quedaban gotas del mar. Nuestros cuer-
pos rodaron por la orilla y, nuevamente, nos unimos mientras,
en esta ocasión, las olas del mar nos acompañaban en nuestro
sensual movimiento.
—Me gustaría que esto no acabara nunca —le dije—.
—A mí también.
Nos fundimos nuevamente en un eterno beso. Su sabor seguía
siendo salado. En ese momento, la luz del sol empezó a ilumi-
nar nuestros cuerpos, aun desnudos. Habíamos pasado toda

141
MIEDO A AMAR

la noche unidos. Percibimos una extraña sensación como si, el


tiempo se hubiese detenido completamente. El universo en su
totalidad se estremecía junto a nosotros.
De repente, un gran escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Tenía
la sensación de estar cayendo al vacío a mucha velocidad mien-
tras el aire golpeaba fuertemente mi rostro. Un sentimiento de
peligro volvió a estremecerme completamente.
—Si alguna vez tienes que llorar —le dije—, ven al mar, donde
tus lágrimas se unirán con el agua. Esta es verdaderamente la
razón por la cual el agua del mar es salada, porque está com-
puesta por las lágrimas de tristeza de todos los seres de la tie-
rra. Pero no olvides que el sol calentará el agua salada y, con el
tiempo, la transformará en agua dulce. Ese proceso, que tiene
lugar en el exterior, también ocurre dentro de ti. El sol, en esta
ocasión, es tu corazón. No lo olvides, el sol es tu corazón.
Tu corazón es el sol.

142
NURA

CAPITULO 12

Habían pasado ya dos semanas. Luis y yo nos encontrábamos,


nuevamente, en el “Teatro el Paraíso”, de Cabra, recogiendo las
fotos que se habían mostrado en la exposición. Luis estaba real-
mente satisfecho. Finalmente vendió nueve fotos y contaba con
la promesa de una futura exposición, para finales de año, en la
vecina población de Castro del Rio.
Estábamos empaquetando las últimas fotos con mucha deli-
cadeza cuando oímos unos pasos acercándose hacia nosotros.
Dirigí mi mirada hacia arriba y me encontré con los ojos de Isa-
bel mirándome.
—Hola Isabel ¿Qué tal estás?
—Hola Miguel. Muy bien, gracias. No sé si sabes que mi her-
mana… —se detuvo por un momento—.
Rápidamente me incorporé, le cogí sus manos y las apoyé
sobre mi pecho. Asentí, dulcemente, con la mirada. Nos fundi-
mos en un fuerte abrazo. Sin embargo, ella no pudo contener
las lágrimas.
—Lo siento mucho, Isabel —pude decirle finalmente. También
yo tenía el corazón en un puño—.
—Gracias, Miguel. Sé que para ti puede no tener mucha
importancia, pero quiero que sepas que lo que hiciste por mi
hermana, no lo olvidaré nunca. Finalmente le diste sentido a su
vida. Ella, verdaderamente se sintió tremendamente feliz en
sus últimos días.

143
MIEDO A AMAR

—Para mí también ha sido muy importante conocer la exis-


tencia de las mujeres templarias. Me ha ayudado a entender
muchas cosas. Y especialmente, me ha permitido descubrir mi
miedo a amar.
—Antes de morir, mi hermana me entregó este sobre para ti.
Me insistió mucho en que no deberías abrirlo hasta que tuvieras
que celebrar un cumpleaños muy especial para tu familia. Por
otro lado, también me pidió que te dijera que, para los Templa-
rios Místicos, la figura de San Miguel Arcángel, es muy impor-
tante, dado que es considerado como portador de mensajes
celestes para los seres vivos. Por esa razón, a este Arcángel se
le representa mitad Ángel y mitad humano, pero con una esen-
cia sobrenatural. Además, no olvides que San Miguel guarda
cierta relación con la tradición judía, ya que se le identifica con
Tipheret, que es el Ángel protector del pueblo de Israel. ¿No
te parece muy curioso que, precisamente hayas sido tú quien,
confirmaras algo muy importante para mi hermana Alba, que
estuvo buscando la mayor parte de su vida?
—Bueno. Eso no ha sido nada más que una feliz coincidencia
—le dije—.
—Y también ha sido una feliz causalidad —continuó Isabel—,
que tu nombre sea Miguel. Para ella fue muy significativo que,
a través de Miguel, obtuviera la respuesta que ella tanto anhe-
laba. No te entretengo más. No olvides todo lo que te he dicho.
Para ella era muy importante que tú lo supieras.
En ese momento, me entregó el sobre cerrado y nos fundimos
en un fraternal abrazo.
—Gracias por todo, Isabel.
—Gracias a ti, Miguel. Gracias de todo corazón.
Isabel se dirigió a Luis.

144
NURA

—No dejes solo a tu hermano. Yo nunca abandoné a mi her-


mana. En su viaje hacia el conocimiento tú también aprenderás
muchas cosas interesantes y ocurrirán otras que, realmente,
cambiarán tu vida. No lo dudes. A pesar de que también vivi-
rás momentos difíciles, al final vale la pena la experiencia. Ya lo
creo. Disfrutad mucho —sus pasos se dirigieron hacia la puerta
de salida—. Disfrutad mucho —volvió a repetir—.
Habíamos compartido el desayuno con nuestra prima Pilar
porque, en esta ocasión, no teníamos intención de pasar la
noche en Cabra. Al terminar nos dirigimos hacia Almería. Tenía-
mos mucho tiempo así que decidimos ir por la carretera de la
costa en la provincia de Granada.
—¿Dónde te gustaría pasar la noche? —me preguntó Luis
mientras conducía hacia Almería—.
—No sé —contesté—. Podríamos dormir en el pueblecito de
San José?
—¿San José?
—Es una localidad marinera pegada al municipio de Níjar, que
está muy cerca ya de Almería. Este pueblo está dentro del Par-
que Natural del Cabo de Gata-Níjar. No he estado nunca allí
pero siempre me ha llamado mucho la atención.
—Pero será más fácil encontrar habitación en Almería que en
San José ¿no te parece?
—Bueno vamos a dejarnos fluir un poco. El destino decidirá
finalmente donde pasaremos la noche. Entre tanto, disfrute-
mos de estas vistas del mar.
Unos minutos después un fuerte ruido, procedente del motor
de nuestro coche, nos hizo parar en el arcén de la carretera,
muy cerca del pueblo de El Ejido.

145
MIEDO A AMAR

—Creo que hoy pasaremos la noche aquí —dijo Luis con un


tono de preocupación—.
—¿Tienes seguro de asistencia en el coche?
—Creo que sí. Busca los documentos y ve llamando tú a la
compañía de seguros. Mientras, yo me pongo el chaleco y voy
colocando los triángulos de señalización de avería.
—¿Qué tal te ha ido con los del seguro? —preguntó Luis mien-
tras volvía a entrar en el coche—.
—Me han dicho que, en unos quince minutos, vendrá la grúa
a recogernos. Después, a la vista del tipo de avería que encuen-
tren, ya decidiremos que hacer.
Antes de los quince minutos indicados ya se encontraba la
grúa remolcando el coche, y a nosotros, hasta la gasolinera más
cercana. Como la reparación se demoraría varios días, acorda-
mos que enviaran a Alicante el coche, junto con las fotos. Una
vez allí lo repararíamos en nuestro taller mecánico habitual.
El conductor de la grúa nos dejó en el restaurante que había
junto a la gasolinera. Después nos enviarían un taxi. Todavía
no habíamos comido así que aprovechamos para comer algo
allí. Una hora después, el taxista hizo su aparición en el restau-
rante.
—Buenas tardes ¿Eres el propietario del Citroen Jumpy ave-
riado? —preguntó al llegar—.
—Buenas tardes. Si, somos nosotros.
Cargamos nuestro equipaje y nos subimos en el taxi.
—Ahora nos dirigimos a buscar un coche de alquiler para voso-
tros —nos dijo—. No os preocupéis, pues lo podréis devolver en
Alicante. Ya lo tenemos todo arreglado.
—¿Vamos a Almería? —pregunté—.

146
NURA

—Efectivamente. Concretamente al aeropuerto. Ha sido el


único lugar donde se ha podido conseguir un coche de alquiler.
¿Es la primera vez que estáis por aquí?
—La verdad es que habíamos pasado alguna vez por esta
zona cuando nos dirigíamos a Málaga —dijo Luis—. Pero nunca
habíamos parado. ¿Conoce algún lugar en Almería donde poda-
mos pasar la noche?
—Yo en vuestro lugar pasaría la noche en el pueblo de San
José. Sin lugar a dudas es un lugar muy especial. Además, está
muy cerca del aeropuerto.
Luis me miró a los ojos y dijo lentamente:
—Probablemente pasaremos la noche en San José.
—El “Hostal El mar Azul” —continuó el taxista—, es un sitio
encantador. Suele tener habitaciones libres y el precio está real-
mente bien. Seguro que allí no tendréis ningún problema.
—Muchas gracias —contestó Luis—. Iremos a verlo.
Llegamos al aeropuerto de Almería. En la Agencia de alquiler
de coches ya tenían ultimados los trámites del nuestro. Nos
asignaron un Renault Captur y con él nos dirigimos hacia San
José donde ya habíamos reservado una habitación.
El sol se estaba poniendo cuando llegamos al pueblo. Deja-
mos el equipaje en el hostal que nos había recomendado el
simpático taxista y fuimos a caminar un poco por el puerto,
en dirección a la playa. Había todo tipo de restaurantes con
comida típica marinera. Nos sentamos en la terraza de uno de
ellos, frente al mar, y decidimos cenar allí. Una buena ensalada
con frutas tropicales junto con una fritura de pescado fue toda
nuestra cena de ese día. Habíamos pasado una jornada bas-
tante movida y percibir la paz que se respiraba en San José fue
maravilloso.

147
MIEDO A AMAR

—¿Tienes algo previsto para mañana? —me preguntó Luis al


finalizar la cena—.
—Podemos hacer la ruta de las películas.
—¿De las películas? —me preguntó—.
—Se trata de una ruta que va, desde aquí, hasta la playa de
Mónsul, pasando por la Playa de los Genoveses donde, por lo
visto, se han filmado multitud de películas.
—Perfecto. Creo que deberíamos ir ya a dormir. Hoy hemos
tenido un día completo ¿no crees?
—Ya lo creo. Lo mejor será que volvamos al hostal a descansar.
El día siguiente amaneció totalmente despejado, el sol brillaba
sin que le molestara ninguna nube. El cielo azul era el protago-
nista total esa mañana. Desayunamos en el hostal, volvimos a
dejar el equipaje en el coche y nos dirigimos hacia la ruta de las
películas.
Tomamos una senda de tierra y nos encaminamos hacia la
playa de Mónsul tras dejar atrás la Playa de los Genoveses.
Unos pocos kilómetros más adelante llegamos al aparcamiento
autorizado para los vehículos.
Caminamos hacia la playa por un pequeño camino de tierra. Al
llegar vimos una roca en medio de la playa que, curiosamente,
la dividía en dos.
Luis se dirigió hacia la parte izquierda y yo decidí ir hacia la
derecha. Las olas, al subir, chocaban contra las rocas y al bajar
dejaban a la vista un camino que se dirigía hacia una pequeña
cala que apenas se podía ver desde el lugar donde me encon-
traba.. Esperé a que el agua bajara de nuevo y me dirigí hacia
allí. Al llegar, pude apreciar multitud de grutas excavadas en la
roca volcánica. Una de ellas me llamó poderosamente la aten-
ción. Entré y me senté con la mirada fija en el mar.

148
NURA

Podía notar la presencia de alguien conocido. Al principio fue


algo sutil, casi como una intuición, pero, poco a poco, se fue
materializando.
—Hola, Miguel ¿me esperabas?
—Hola, Daniel. No te esperaba, pero, en esta ocasión, te he
presentido.
Se sentó junto a mí con su mirada dirigida hacia el mar y
empezó a hablar.
—En este mismo lugar, hace millones de años, enormes len-
guas de lava llegaron hasta el mar. El agua y el viento, durante
siglos, esculpieron las rocas que rodean esta hermosa playa. El
pueblo fenicio, en el pasado remoto, habitó estas cuevas. En
la época del primer Imperio Persa el nombre “cananeo” desig-
naba al fenicio originario de Tiro, como sinónimo de nego-
ciante o mercader. La tierra de Canaán, la tierra prometida, es
la zona hacia la que su deidad, dirigió a Abraham y también,
más tarde, a Moisés cuando condujo a su pueblo tras ser libe-
rado de Egipto. Los cananeos sabían que la tierra prometida
no es un lugar físico determinado. Para ellos era, mas bien, un
estado de gracia y de bendición que el Creador provee a todos
aquellos que verdaderamente aman con todo el corazón y con
toda la mente. Este es, precisamente, el tercer principio de los
Templarios Místicos: pasa “todo” a través de tu corazón, piensa
con el corazón y siente con tu mente. Ellos ya sabían que el
corazón tiene un campo electromagnético que puede llegar a
medir varios metros y que fluctúa de acuerdo a las emociones
que se tienen. Hoy la ciencia ha podido demostrar que el cora-
zón tiene un sistema nervioso propio y que éste tiene memoria
tanto reciente como a largo plazo. Además, envía más infor-
mación hacia el cerebro que a la inversa. El sistema nervioso o
“cerebro del corazón”, igual que el cerebro craneal, dispone de

149
MIEDO A AMAR

una intrincada red de neuronas y neurotransmisores que le per-


miten actuar de manera independiente del cerebro y, además,
tiene amplias capacidades sensoriales. De hecho, es a través del
corazón y de toda su capacidad sensorial por lo que, hoy, me
puedes ver y oír. Es un potencial inherente al ser humano que,
por regla general, no está activado. Pero existe un proceso a
través del cual se puede activar. Recordarás el juego de la Oka.
En especial las últimas casillas que aparecen una vez superada,
con conciencia, la muerte. La primera es La Mariposa. Como
ya sabrás te recuerda la necesidad de experimentar una “ver-
dadera transformación” que, en tu caso, ya has tenido la oca-
sión de realizar. La siguiente casilla, El Gato Rojo, va después de
la transformación y te indica que la “verdadera conexión” se
realiza a través del corazón y no desde la mente que, curiosa-
mente, es lo que en estos instantes estás sintiendo. Por último
y, como paso previo a llegar hasta la Gran Oka, nos da la bienve-
nida un Gran Sol que significa la “verdadera comunicación” que,
probablemente, en un futuro tengas la posibilidad de conocer.
A pesar de ser importante conocer, a través de la mente, en qué
consiste la transformación, conexión y comunicación, lo funda-
mental es que puedas experimentarlo. Para que surta su efecto
tienes que sentirlo desde tu corazón, desde tu alma.
¿Entonces quieres decir que tú no estás aquí realmente?
—pregunté—.
—Bueno, yo estoy aquí. En tu corazón. Realmente, todo cuanto
existe es una recreación mental. Es decir, “todo” es creado por
tu corazón cuando tiene una conexión con las funciones de tu
mente. Quizás no lo entiendas, pero seguro que, más adelante,
lo entenderás perfectamente. Ahora tengo que irme. Me ha
encantado volver a hablar contigo. No olvides el mensaje de
Alba porque, realmente, es muy importante. Se trata de un gran
regalo muy especial para ti.

150
NURA

—Gracias por todo, Daniel.


—Gracias a ti, Miguel.
—¿Dónde estabas? —la voz de Luis resonaba en la cueva—.
¿Con quién estabas hablando?
—Con Daniel.
—¿Con Daniel? —preguntó nuevamente—. Aquí no hay nadie,
Miguel. Estabas hablando solo. Quizás estaría en tu mente.
—No Luis. No estaba en mi mente.
—¿Qué quieres decir?
—Daniel no estaba en mi mente. Estaba en mi corazón y, desde
ahí, lo he podido ver y oír. La mente es, precisamente, la encar-
gada de no dejarnos ni ver ni oír claramente. Muchas noches yo
me duermo escuchando música con unos auriculares. Cuando
la mente, por un instante, deja de actuar yo puedo escuchar la
música con el corazón. No con los oídos, que llevarían la melo-
día, directamente, a mi mente analítica. De esa forma puedo
experimentar, e incluso sentir, todo lo que el autor de la canción
ha sentido y experimentado al componerla. Es una sensación
maravillosa. A la mañana siguiente, ya despierto, vuelvo a escu-
char la misma canción con la mente y con los oídos y me parece
totalmente distinta. Hoy he podido comprender, finalmente,
esta conexión desde el corazón.
Si, Luis. Nos vamos ya. Se está haciendo muy tarde y tenemos
que volver.
—Miguel, yo no te he dicho nada. Tan solo ha sido una sensa-
ción que me ha venido.
—Ya lo sé, brother. Por primera vez hemos podido hablar
desde el corazón.
—¡Que interesante!
—Si. Muy interesante.

151
MIEDO A AMAR

152
NURA

CAPITULO 13

—Ha sido una noche muy especial. Finalmente he podido com-


partir con Loli algo de lo que ya nos habló Mariano cuando estuvo
en tu casa. He llegado a entender la unión de lo femenino con lo
masculino y la liberación de la Energía Ka.
—Antes no había oído hablar nada acerca de la energía Ka —me
dijo Joan—. Pero ayer curiosamente recibí un vídeo, que me envió
una amiga, en el que, entre otras cosas, una terapeuta dice que
la tierra está recibiendo una energía especial, que ella ha deno-
minado “Energía Ka”. Según contaba, esta energía ya fluye por el
mar y por los ríos y está llegando a la tierra a través de cuevas.
Esta energía va estar disponible para todos los seres, para ayudar
a conectar con su alma.
Por otro lado debes recordar que Mariano también te dijo que
solo tendrías una oportunidad con Loli y que, después, tu vida
corría peligro. ¿Qué vas a hacer?
—No lo sé. Realmente no lo sé. Si estoy con ella voy a morir,
pero, si no lo estoy también. Creo que solo voy a tener que deci-
dir la forma en que he de morir. Si lo haré rápido o lentamente.
—Empiezo a pensar que tienes un dilema muy serio.
—He quedado este fin de semana con Loli y he decidido con-
tarle todo. Ya decidiremos qué será lo mejor.
—Suerte, hermano. La vas a necesitar.
—Gracias por estar aquí.

153
MIEDO A AMAR

Loli y yo habíamos decidido pasar el fin de semana en el Mas


de la Peña. Un pequeño hotel rural de la montaña alicantina.
—¿Te gusta el hotel, Loli? —pregunté al terminar la cena,
mientras esperábamos los postres—.
—La verdad es que es un lugar encantador. Muy original.
La sensación de peligro que tenía se había incrementado
muchísimo desde nuestro encuentro romántico de la playa.
—¿Te encuentras bien, Jorge?
—De verdad que sí. Estoy muy contento de estar aquí contigo.
—Es que, no sé bien por qué, pero te noto algo extraño, como
distante.
—No te preocupes. Me siento genial. ¿Tienes decidido que
postre quieres?
—Claro. Tomaré arroz con leche. ¿Y tú?
—Yo prefiero un poco de piña natural.
Trajeron a la mesa un inmenso cuenco de arroz con leche y
una rodaja de piña curiosamente cortada.
—Este arroz con leche es el mejor que he tomado en mi vida.
Deberías probarlo.
—Es mejor que no lo pruebe. Ya sabes que no tolero bien los
lácteos. Mejor no.
—¡Venga¡ —insistía Loli—. Si solo es una cucharadita.
—Creo que no es una buena idea.
—No te va hacer daño. Quiero compartir un poco de este arroz
contigo —y me puso la cuchara en los labios— Venga. Hazlo por
mí.
—Está bien. No debería —le dije—. Pero por ti, lo haré.

154
NURA

La verdad es que, como decía Loli, estaba realmente cremoso.


Un sabor dulce intenso llenó mi boca y mis sentidos.
—Sinceramente está muy bueno. Es el mejor arroz con leche
que he probado nunca. Aunque, créeme, no he probado muchos.
—¡Qué bueno eres, Jorge!
—Hay algo que tengo que hablar contigo —le dije mientras
acababa de comer la piña—.
—Dime. Debe ser algo muy importante. Te has puesto muy
serio de repente.
—Hace unas semanas estuve con un hombre que se llama
Mariano. Venía de Almería y, junto con mi hermano Joan, estu-
vimos hablando con él. Al parecer, este hombre tiene la capaci-
dad de saber que le pasa a tu cuerpo a cualquier nivel. Es algo así
como un escáner, que puede revisar todo tu cuerpo sin tocarte.
Acertó con todas las cosas que me dijo que me habían pasado
a nivel de salud. Pudo describir cada una de las enfermedades
que había padecido e incluso las que, presumiblemente, iba a
padecer en el futuro. La verdad es que me asombró bastante.
También me habló de la Energía Ka y de la sensación de peligro
que sentía al estar junto a ti.
Hice una pequeña pausa y la miré a los ojos. Parecía sorpren-
dida.
—La sensación de peligro que sentía al estar junto a ti era con-
secuencia de…
—¿Te encuentras bien, Jorge?
—Estoy muy mareado. Necesito subir a la habitación.
—¿Estás seguro?
—Empiezo a notar que me falta el aire. Será mejor que suba-
mos a la habitación.

155
MIEDO A AMAR

Una angustia fría inundó todo mi cuerpo. Todo parecía darme


vueltas. Me levanté y, con un tremendo esfuerzo, nos dirigi-
mos a la habitación. Tenía la sensación de que, en cualquier
momento, iba a perder el conocimiento. Apenas podía oír ya la
voz de Loli que, con cierta preocupación, intentaba hablarme.
Me faltaba el aire. Todo mi cuerpo estaba empapado en un
sudor frio que me envolvía de la cabeza a los pies. Finalmente
perdí la conciencia. La cama fue lo último que pude ver.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando, nuevamente,
abrí los ojos. El techo de la habitación era todo lo que veía.
Estaba tumbado en la cama y sentía un fuerte dolor en la frente
que no me dejaba moverme con normalidad. Giré la cabeza
poco a poco y pude ver a Loli sentada en un sillón con el telé-
fono móvil en la mano.
—¿Qué ha pasado? —pregunté—.
—¿Sabes que me has dado un susto de muerte?
—Lo siento. Pero no es algo que yo haya hecho intencionada-
mente. Estoy enfermo y esto también forma parte de mí.
—No sé si podré aguantar cosas como esta. No creo que esté
preparada para lo que tú puedas necesitar. Yo necesito que tú
estés bien.
En ese preciso momento noté como mi corazón se desgarraba.
Me sentía morir de nuevo, pero, en esta ocasión, notaba un
peso insoportable en mi pecho que me dificultaba la respiración.
—Te dije que no toleraba bien los lácteos. Todo esto ha suce-
dido debido a que he sufrido una reacción alérgica.
—Bueno, quizá sea como tú dices, pero hoy me he dado cuenta
de que, realmente, no estás del todo bien.
—Yo no tengo la culpa de estar enfermo. ¿Crees que para mí
es fácil? Para ti vivir es muy cómodo, pero, ¿te has preguntado

156
NURA

alguna vez lo difícil que es vivir arrastrando una enfermedad e


intentar ser como los demás? Requiere una lucha diaria para,
simplemente, estar. Sin embargo, tú te levantas por las mañanas
y no piensas en nada más. Tú puedes programar todas tus acti-
vidades con mucho tiempo de antelación, porque das por hecho
que vas a estar bien. Sin embargo, yo no sé cómo me voy a levan-
tar mañana. Ni siquiera si voy a poder levantarme. Llevo años de
lucha y de recaídas. Y a pesar del esfuerzo, nunca me muevo del
mismo escalón, en el que se ha convertido mi vida. Yo no voy a
representar un papel en tu película diferente de lo que soy. Creo
que tienes razón. Puede que no estés a la altura de la persona
que podría compartir la vida conmigo. No me siento orgulloso
de estar enfermo, pero tampoco voy a avergonzarme de ello. Es
mi lucha por vivir y, realmente, no te puedo pedir que estés a
mi lado. Me he equivocado. Pensaba que eras la persona que
durante tanto tiempo he buscado, pero, ya veo que no es así.
—Será mejor que nos vayamos a dormir. Ya es muy tarde. Tú
quédate en la cama y yo dormiré en el sofá.
—Perfecto. Buenas noches, Loli.
—Buenas noches.
Probablemente fue una de las noches más largas de mi vida.
La reacción alérgica, junto a mi enfermedad, me hacían sentir
realmente mal. No entendía la reacción de Loli. Ella conocía de
sobra mi estado de salud, nunca se lo oculté, y eso me pro-
vocaba un inmenso dolor añadido. En muy poco tiempo había
pasado del placer más intenso, al dolor más importante que
nunca antes había experimentado. No terminaba de creer que
estuviese pasando por todo esto. Por un momento pensé que se
trataba de una simple pesadilla y que, en cualquier momento,
despertaría y Loli estaría a mi lado como siempre. Pero no era
así. Esto era la realidad, una realidad que no compartía, pero, al
fin y al cabo, mi realidad.

157
MIEDO A AMAR

Lloré intensamente durante toda la noche.


No es justo —me repetía mentalmente una y otra vez—.
No es justo. Finalmente, el sueño y el cansancio me vencieron.
Me desperté por la mañana solo en la habitación. Tenía un
fuerte dolor de cabeza y la sensación de estar intoxicado.
Intenté levantarme, pero apenas podía mover la pierna dere-
cha. Un gran dolor en el tobillo me impedía apoyarlo.
—Veo que ya estás despierto —dijo Loli entrando en la habi-
tación—.
—¿Cómo te encuentras?
—Bueno, no estoy muy bien. Pero creo que sobreviviré. Es lo
que siempre he hecho.
—¿Quieres desayunar?
—No creo que tome nada. Todavía tengo el estómago revuelto.
Además, debo haberme dado un golpe, porque no puedo cami-
nar bien.
—Será mejor que recojamos todo y nos volvamos a casa. No
tiene ningún sentido que sigamos aquí, tal y como están las
cosas.
—Si quieres, puedo llamar a mi hermano para que me lleve a
casa. Así, tu puedes salir ya.
—No te preocupes. Puedo esperar. Yo te llevaré a casa.
¡Que diferente estaba siendo el camino de vuelta! Apenas
hablábamos y nos comportábamos como si fuéramos unos per-
fectos desconocidos. Quizá era así. Realmente no nos conocía-
mos. Seguramente no la conocía de verdad.
—Antes de ponerte enfermo —me dijo de repente—, me esta-
bas diciendo algo importante.

158
NURA

—¿Cómo dices?
—Digo que, antes de que te pusieras enfermo, me estabas
empezando a decir algo importante. ¿Te acuerdas?
—Sí —asentí lentamente—. Te estaba diciendo que, según me
dijo Mariano, la sensación de peligro que siento al estar junto
a ti, probablemente, era consecuencia del lazo de unión que
tienes con alguien. Con alguien que vive fuera.
Hice una pequeña pausa.
—Además, también me dijo que quizás no eres la persona con
la que yo voy a compartir mi vida. Que esa mujer, que todavía
no conozco, la encontraré en un viaje.
—¿Y tú qué piensas de todo eso?
—Bueno. Yo quería que Mariano estuviera totalmente equivo-
cado. Incluso, he puesto mi vida en riesgo por apostar por esta
relación cuando, desde el principio, parecía no tener futuro.
Contigo he pasado uno de los momentos más hermosos de mi
vida y, también, alguno de los más duros. Pero no me arrepiento
de nada. He aprendido mucho a tu lado. Me he pasado toda la
vida luchando y, desde luego, voy a seguir haciéndolo. Me va
a costar mucho, como casi todo en mi vida, pero estoy seguro
que lo voy a conseguir. No me siento orgulloso de estar enfermo,
pero, nunca más voy a avergonzarme de ello ni ante ti ni ante
nadie, como ya te dije anoche. Este que ves soy yo.
—No sé qué decirte, Jorge.
—Será mejor que no digas nada. Cuando el silencio vale más que
las palabras, no vale la pena decir nada. Creo que ya lo tenemos
todo dicho.
El viaje de vuelta parecía no tener fin. Finalmente llegamos a casa.
—Gracias por todo, Loli.

159
MIEDO A AMAR

—Gracias a ti.
—No ha sido como esperaba, pero, de alguna manera, es
como tenía que ser.
—Espero que te recuperes pronto y que encuentres a alguien
que te haga feliz. Yo no puedo ser. Me gustaría que, al menos,
podamos ser buenos amigos.
—Gracias Loli. Cuídate mucho. Creo que, en un futuro, podre-
mos ser buenos amigos. Ahora mismo necesito tiempo para
poner en orden mi mundo. En estos momentos mi vida está
patas arriba. Espero que lo entiendas.
—Lo siento —se despidió—.
—Yo también lo siento.
La puerta del coche se cerró y, junto con ella, mi relación con
Loli. Todo había acabado tan rápido como empezó. Lo habíamos
tenido todo y, ahora, no teníamos nada. Puede que, el todo y la
nada fueran las dos caras de una misma moneda. En este pre-
ciso momento lo estaba experimentando. Quizás ahora lo que
tocaba era sentirlo en primera persona con toda su intensidad.

160
NURA

CAPITULO 14

El teléfono móvil no había dejado de sonar mientras estaba en


la ducha. Tenía tres llamadas perdidas de un número descono-
cido.
Mientras tomaba mí ya clásico, té con limón del desayuno, el
teléfono volvió a sonar.
—¿Dígame? —contesté—.
—Hola Miguel ¿cómo estás? Soy Manolo, el padre de Yolanda,
la amiga de tu hija Cristina.
—Hola Manolo ¿qué tal todo por Barcelona?
—Muy bien. Trabajando, que no es poco hoy en día, con la
situación como está.
—Ya lo creo, esperemos que pronto mejore. Especialmente
por el bien de nuestros hijos.
—¿Va todo bien? —le pregunté con cierta preocupación—.
—Sí, Miguel. Todo va perfectamente. Te llamo porque estamos
preparando el cumpleaños de Yolanda. Este año cumple die-
ciocho años y queremos hacerle una fiesta sorpresa de cum-
pleaños. Había pensado que vinieran Cristina y Vero. Ella no
se lo espera y, estoy seguro de que, sería el mejor regalo para
Yolanda. No te preocupes por el alojamiento porque ellas se
podrían quedar aquí, en nuestra casa, sin problemas.
—¿Qué te parece la idea? ¿Cómo lo ves?

161
MIEDO A AMAR

—Bueno, por mi parte no veo ningún problema. ¿Cuándo


sería?
—Lo tenemos previsto para el sábado que viene.
—Como ya te he dicho no tengo ningún inconveniente. Ade-
más, probablemente yo las podría llevar.
—No sabes la alegría que me das. Que ilusión. Y que sorpresa
recibirá Yolanda. Ella espera que vengan sus amigas de clase,
pero no las que viven lejos. Además, si finalmente te animas, tu
también serás bienvenido a la fiesta.
—Bueno, seguramente iré con mi hermano Luis y así aprove-
charíamos para ver algo de Barcelona.
—Como prefiráis. Pero si no podéis asistir a la celebración,
podríamos comer todos en nuestra casa el domingo.
—Bueno, eso ya lo decidiremos. Primero, hablaré con Cristina
y ya te digo algo.
—Me parece genial. Muchas gracias por todo.
—A ti. Cuidaros mucho. Un abrazo.
—Un abrazo.
Seguía sentado, acabando de desayunar cuando, de repente,
recordé el sobre que me había entregado Isabel de parte de su
hermana Alba. Ese mismo sobre que en principio no debía abrir
hasta la celebración de un de cumpleaños muy especial.
Por un momento dudé. No sabía con certeza si esta fiesta era,
realmente, la celebración que estaba esperando para poder
abrir el sobre que tenía guardado en mi habitación.
Antes de abrir el sobre llamé por teléfono a Cristina para pre-
guntarle si realmente quería desplazarse a Barcelona para cele-
brar el cumpleaños sorpresa de su mejor amiga.

162
NURA

—Papá, me haría mucha ilusión ir —me dijo Cristina cuando


se lo propuse—.
—Además, no te preocupes por el viaje, porque tu tío Luis y yo
os podemos llevar.
—Eso sería fabuloso.
—Estupendo hija. En ese caso voy a confirmar al padre de tu
amiga que el sábado estaremos allí.
—¡Que ilusión, papá! ¡Qué sorpresa se va a llevar Yolanda!
Gracias por todo.
—Gracias a ti. Cuídate mucho. Nos vemos a la hora de comer.
—Sí, papá. Hasta luego.
—Hasta luego hija.
Todo parecía indicar que esa sí que sería la celebración de cum-
pleaños que, me permitiría abrir el sobre. Me dirigí hacia mi
habitación y, con sumo cuidado, abrí el sobre. Dentro tan solo
había una pequeña carta escrita a mano:
“Hola Miguel
Si estás leyendo esta carta es porque ya sabes que tienes que
ir de viaje a Barcelona. En esta ocasión visitarás el Monas-
terio de Montserrat donde podrás disfrutar de la Abadía
de Montserrat, si así lo consideras oportuno. Yo te estaré
esperando en la Santa Cueva de Montserrat. Tendrás que
recorrer el camino hacia la pequeña ermita. Allí recibirás
la confirmación de las enseñanzas obtenidas a lo largo del
viaje que has disfrutado siguiendo a los Hermanos Templa-
rios y que yo misma, hace mucho tiempo, también realicé.
Será un viaje muy especial y mi último regalo para ti.
Disfruta mucho.
Tu amiga Alba.”

163
MIEDO A AMAR

Eran sobre las diez de la mañana cuando, finalmente, llegamos


a San Vicente del Horts. Tal y como habíamos quedado dejamos
a Cristina y a Vero, en casa de un familiar de Yolanda, porque
estaba previsto que ellas entraran en el salón donde se cele-
braba el cumpleaños sin que nadie las viera. Se trataba de un
regalo sorpresa.
Luis y yo dejamos las maletas en un hotel de la vecina locali-
dad de Molins de Rey y nos dirigimos hacia la montaña sagrada
de Montserrat. Dejamos el coche en el primer parking de los
tres que hay mucho antes de llegar al Monasterio. Desde allí
subimos en una especie de tren cremallera que nos subió,
rápidamente, hasta muy cerca de la Abadía.
Una vez arriba visitamos la gran Basílica donde se encuentra
la talla emblemática de la Virgen de Montserrat y nos encami-
namos hacia la cueva de Montserrat, tal y como Alba me había
indicado en su carta.
Tomamos el camino hacia la Cueva. Bajamos unos tramos de
escaleras que nos dejaron en una senda de piedra. Estábamos
en mitad de una zona de bosque y se disfrutaban de unas vis-
tas impresionantes. En varias zonas del camino nos encontra-
mos con diferentes esculturas, totalmente mimetizadas en la
montaña, que representaban diferentes momentos de la vida
de Jesús de Nazaret. Escenas, desde su nacimiento hasta su
muerte, que habían quedado petrificadas en el camino que
conducía hacia la Cueva.
Tras un largo trayecto caminando, finalmente llegamos a una
especie de pequeña ermita. Su planta tenía forma de cruz.
Unos pequeños bancos de madera, encarados hacia el fondo
de una pequeña cueva, nos indicaban la dirección hacia donde
se encontraba la Virgen de Montserrat, apoyada sobre la misma
piedra que formaba la cueva. Una medalla de la Virgen, con un

164
NURA

lazo verde turquesa, colgaba de la base de la propia imagen.


Esta cavidad tenía cierto parecido con las paredes de roca de la
gruta de San Bartolomé de Ucero. Nos sentamos en uno de los
bancos de madera y cerré los ojos con la intención de relajarme
un poco. La bajada hasta allí había sido bastante estresante.
De hecho, no habíamos disfrutado nada a lo largo del camino.
Parecía que era mucho más importante llegar hasta esta cueva
y, finalmente, estábamos allí.
En ese momento no había nadie en la pequeña ermita y se
respiraba un ambiente muy especial. Me levanté y me dirigí
hacia la puerta de salida. Allí encontré un pequeño claustro
con un pozo. El pozo se encontraba totalmente cerrado con una
forja de metal que acababa formando una cruz templaria en
su centro. Había entrado con tanta prisa a la ermita, que ni tan
siquiera había prestado atención a ese pequeño claustro. Me
senté un momento a descansar. Un olor sutil, ya familiar, prove-
niente del pozo, me hizo dibujar una sonrisa en mi cara.
—Hola, Miguel.
—Hola, Alba.
—Has estado visitando distintos lugares en España, como en
su día hicieran los Monjes Templarios, en busca de la energía
femenina de la Madre Tierra, que está depositada en las cue-
vas, y que se ha venido a llamar “energía Ka”. Si en un mapa
unes los puntos de cada lugar que has visitado, desde Ucero,
hasta Antequera, pasando por Toledo y, desde allí a San José y
al monasterio de Montserrat, se forma la letra K. Curioso, ¿ver-
dad? No olvides que nada es casual, todo está perfectamente
organizado para aquellos que tienen ojos para ver. ¿Te has fijado
en el conjunto de esculturas de tipo religioso que están situadas
en el camino que nos conduce hasta este lugar?
—Las he podido ver mientras bajábamos —le dije— .Pero, por
alguna razón que no alcanzo a comprender, tenía cierta prisa por

165
MIEDO A AMAR

llegar hasta aquí, por lo que realmente no les he prestado dema-


siada atención.
—No te preocupes. Se trata de quince obras de misterio que,
como ya sabes, tienen un significado oculto. Hoy concretamente,
descubriremos alguno de ellos. Vamos a realizar el camino otra
vez, ahora algo más despacio. Estas señales te confirmarán aque-
llas claves que has podido experimentar a lo largo del viaje que te
ha traído hasta aquí.
Desandamos el camino hasta situarnos en una de las figuras
esculpidas. Se trata de El Nacimiento de Jesús —me dijo Alba—,
que representa la unión del principio masculino y el femenino.
Principios necesarios para la creación.
Seguimos caminando y nos encontramos con otra figura. La Pre-
sentación de Jesús en el Templo.
—Puede que así no te diga nada. Pero si lo lees en catalán, qui-
zás te de alguna pista más. “La presentació de Jesús en el Tem-
ple”. ¿Te dice algo más, verdad?
—Es la presentación de Jesús al Temple. Pero ¿a quién en con-
creto?
—Para saberlo vamos a tener que seguir caminando hasta la
siguiente representación. “Jesús entre los Doctores de la Ley”.
Jesús entre Gamaliel, el propio Nicodemo y José de Arimatea.
Todos ellos aceptaron la Fe Cristiana permaneciendo, a su vez,
como miembros del Sanedrín, con el propósito de ayudar, secre-
tamente, a los Monjes Templarios del Templo de Salomón. La
figura de Jesús aquí, como niño, también nos habla de algo muy
significativo y común para todos los niños. Para ellos todo es un
juego. No lo olvides nunca. Esta vida es, tan solo, un juego. No
importa la edad que tengas. Este mundo es para aquellos que
son como niños y viven la vida sabiendo que se trata, nada más,
que de un juego.

166
NURA

Seguíamos caminando en dirección hacia la ermita cuando


salió a nuestro paso una nueva figura. En esta ocasión se tra-
taba de la “Oración de Jesús en el huerto de Getsemaní”.
—A nivel oculto —siguió hablando Alba—, nos viene a indi-
car lo que sería la comunicación, de corazón, de tus bloqueos y
negatividades tal y como hizo Jesús representado en esta escul-
tura, comunicando de corazón sus debilidades y pidiendo ayuda
a su Padre. Los Templarios ya conocían el poder de esta comuni-
cación. Hoy en día se ha podido demostrar que, al comunicar los
propios bloqueos o negatividades, bien en forma hablada o por
escrito, esos pensamientos necesariamente tienen que pasar
por la zona prefrontal izquierda de tu cerebro, donde, precisa-
mente, están las emociones positivas, lo que quiere decir que,
al comunicarlas, de alguna manera, se positivizan.
—Qué curioso, Alba. Nunca pensé que toda esa información
secreta, realmente estuviera ante nosotros, sin que apenas fué-
ramos conscientes de ello.
—Es cierto. Todas las cosas han estado siempre presentes para
aquellos que han tenido el valor de verlas de otra forma.
La “Flagelación de Jesús” apareció ante nosotros.
—¿Tienes alguna idea, de lo que podría representar?
—Me imagino —le dije—, que vendría a representar el equili-
brio entre el dolor y el placer.
—Efectivamente. Para lograr ese equilibrio, deberíamos expe-
rimentar, de la misma forma, y con la misma intensidad el dolor
y el placer. Aunque lo habitual en nosotros es acercarse al placer
y rechazar todo tipo de dolor, ya sea físico, mental o emocional.
El secreto sería el sentir el placer y el dolor de igual manera. Por
esa razón miembros de algunas corrientes religiosas, durante
todas las épocas, han hecho uso del cilicio, precisamente con
el objetivo de equilibrar tanto el dolor como el placer, y de esta

167
MIEDO A AMAR

forma poder realizar un cambio profundo en sus corazones. Ese


cambio trascendental te permite pasar todos los acontecimien-
tos de tu vida a través del corazón. De alguna forma deberíamos
pensar con el corazón, y no con la mente, aunque eso tú ya lo
sabes.
Todavía impresionado por todo lo que Alba me estaba con-
tando, llegamos a la escultura de “La Coronación de Espinas”.
—Como ya conoces —dijo Alba— el juego templario de la Oka
tiene como finalidad oculta la transformación, representada a
través de la mariposa, la conexión representada por un gato
rojo, y la comunicación con un sol. A nivel profundo, la mari-
posa representa al hueso esfenoides que permite, no solo la
transformación, sino también la conexión y la comunicación.
Quien puso en la cabeza de Jesús la corona de espinas sabía
muy bien lo que estaba haciendo. De alguna manera, trataba de
bloquearle el hueso esfenoides y así impedir la transformación
y, naturalmente, la conexión y la comunicación con su divini-
dad. Debió ser alguien muy avanzado dado que, por lo visto,
le tenían mucho miedo y se vieron obligados a tomar muchas
precauciones.
El camino del despertar espiritual, es un camino duro, lleno de
experiencias, y tienes que recorrerlo en soledad.
El “Camino al Calvario llevando la Cruz” apareció ante noso-
tros.
—El objetivo último del despertar es morir antes de morir.
Nos detuvimos en una curva del camino donde se encontraba
la “Crucifixión de Jesús”. Desde allí podíamos divisar la Abadía
de Montserrat.
—La muerte consciente es, tan solo, una puerta que abre la posi-
bilidad de conocer quién eres tú realmente. Creo que, por hoy, ya
tienes bastante información. Todo esto ya lo has aprendido en tu

168
NURA

viaje. Ha sido para ti como una confirmación. De hecho este ha


sido un regalo muy importante para ti.
—Es cierto. Ha sido muy especial para mí y, además, me ha
encantado poder verte nuevamente.
—El camino no ha hecho nada más que empezar. No olvides
que tienes un camino esplendoroso por delante.
—¿Te volveré a ver de nuevo?
—Siempre estaré en tu corazón no lo olvides . Cuando conec-
tes realmente con él y puedas desconectar, por un momento tu
mente analítica, me podrás ver sin necesidad de nada más. Y no
solo eso, además podrás experimentar con mucha intensidad
las distintas realidades que forman tu vida.
—Muchas gracias.
—Adiós, Miguel. No me olvides.
—No podré olvidarte nunca.
No sé cuánto tiempo había pasado desde que Alba desapare-
ció, cuando la voz de Luis me volvió a la realidad.
—¿Estás bien, Miguel?
—Si Luis. Muy bien. Ahora he entendido todo lo que hemos
aprendido en nuestros viajes.
—¿Seguro que estás bien?
—Me encuentro genial y tengo que compartir contigo muchas
cosas.
—Realmente estas radiante. Es como si vinieras directamente
del sol y toda su luz se hubiera concentrado en tu rostro.
—Gracias, hermano, por ser así y, sobre todo, por estar conmigo.
Bajo la cruz nos fundimos en un gran abrazo de corazón.
-Gracias hermano.

169
MIEDO A AMAR

170
NURA

CAPITULO 15

Al otro lado del teléfono la voz de Loli sonaba con un marcado


tono de preocupación.
—¿Cómo estás? —preguntó—.
—Bien. Esta noche he podido descansar y parece que me ha
sentado bastante bien. Muchas gracias. ¿Y tú qué tal?
—Siento que lo he estropeado todo. Me siento muy mal.
—Todo es como tiene que ser. Ahora, lo que tenemos que
hacer es aceptarlo. Y nada más. Todo lo que nos pasa en la vida,
ocurre por alguna razón. A veces, lo complicado es distinguir,
por qué y para qué nos ocurren esas cosas.
—Me hubiera gustado mucho haberte cuidado cuando tuviste
la reacción alérgica. Además, yo tuve la culpa por insistir en que
probaras el arroz con leche, sabía perfectamente que eres into-
lerante a la lactosa.
—Si realmente querías ayudarme en aquel momento, la ver-
dad es que lo disimulaste muy bien.
—Comprendo que estés enfadado conmigo. La verdad es que
no estuve a la altura de las circunstancias. Lo siento de verdad.
Hizo una pequeña pausa.
—La verdadera razón por la que no te cuidé en esos momen-
tos fue porque estaba celosa.
—¿Celosa? —pregunté con perplejidad—.

171
MIEDO A AMAR

—Mientras estabas inconsciente en la cama estuve revisando


tu teléfono móvil. Sobre todo, las conversaciones de Whatsapp.
—¿Realmente estuviste espiando mi teléfono? Pero si no hacía
falta. Si me lo hubieras pedido, te lo habría dejado. Solo tenías
que haber tenido un poco de confianza en mí.
—¿Qué relación tienes tú con Rosana? —su tono, nueva-
mente, había cambiado—.
Todavía no había asimilado esos drásticos cambios de humor
tan propios de ella.
—¿Con que Rosana? Tengo varias amigas con ese nombre…
—La chica a quien le recomendaste una serie de Internet.
¿Sabes ya de que Rosana hablo?
—Naturalmente. Es una compañera de un curso de informática
al que asistimos los dos hace unos años. Recientemente se ha
separado y le he estado enviando algunos mensajes de apoyo.
Resulta que tiene una niña pequeña, que padece autismo. Esa
es la razón por la que le recomendé la serie.
—Lo que verdaderamente pasa, es que ella está empeñada en
enrollarse contigo. Y tú no te das ni cuenta.
—¿Es esa la verdadera razón por la que no te dignaste a ayu-
darme?
Un rotundo “SI” fue la respuesta que recibí.
—Por tu forma de actuar parece que, al entrar en la habitación
del hotel, me hubieras encontrado en la cama con ella. ¿No te
parece una reacción exagerada por tu parte?
—Creo que no. Ella va detrás de ti. Sabe cómo darte pena.
Conozco muy bien a esas mujeres. No olvides que yo también
soy mujer y sé que ninguna da puntada sin hilo. Jorge, tú has
traicionado mi confianza.

172
NURA

—Pero ¿cómo puedes pensar eso? Si eres tú quien no ha tenido


la suficiente confianza en mí. Has revisado mi móvil mientras
yo estaba inconsciente. Decidiste no ayudarme porque, en tu
imaginación, había alguien que quería enrollarse conmigo. Pero
¿has pensado, en algún momento, preguntarme si esa chica al
menos me gusta? ¿Cómo puedes tu hablarme de confianza des-
pués de lo que pasó en Bolivia?
—No vas hacerme sentir culpable por lo de Bolivia. Aquello
fue algo muy raro. Yo diría que extraordinario. Después de la
gran conexión que sentimos en la ceremonia dedicada a la
Madre Tierra, fuimos capaces de percibir, de una manera muy
intensa, todos sus elementos con una inusual potencia. Nues-
tros cuerpos se estremecieron como nunca antes lo habían
hecho. Fue tanta la intensidad de aquella ceremonia que, parte
de esa primera noche, nos la pasamos vomitando y con una
sensación horrible. Lucas me cuidó, durante todo ese tiempo,
con una gran dulzura hasta que, ya de madrugada, hicimos el
amor. Creo que, en realidad, lo hice para expresarle mi agrade-
cimiento. Estaba muy confundida en esa situación. No creo que
ahora lo hiciera. Como ves es muy distinto.
—Claro que es diferente. Yo no me he acostado con nadie.
Aunque, parece que sí, tal y como me has tratado.
—Como comprenderás, he perdido toda mi confianza en ti —vol-
vió a repetirme—. Y por lo tanto, no podemos ser pareja.
—Efectivamente, no podemos ser pareja. Porque la confianza,
como dices, no existe. Y yo no estoy dispuesto a compartir mi
vida con alguien en estas circunstancias.
Se hizo un incómodo silencio.
—No sé para qué me has llamado. Hubiera preferido pensar
que, simplemente, mi enfermedad era la responsable de todo.
—Soy celosa. Lo siento.

173
MIEDO A AMAR

—Las cosas han ido demasiado lejos. Nuestra relación es


como un folio de papel, liso y en blanco. Por diversas razones,
ese folio se ha ido arrugando hasta convertirse en una bola
de papel. Ahora, aunque nos empeñemos en alisar el papel y
dejarlo como el folio inicial, nunca llegará a estar como al prin-
cipio, siempre quedarán arrugas, cicatrices.
Te pido que no me juzgues, pero esas cicatrices no van a des-
aparecer por mucho tiempo que pase. Todos los actos tienen
sus consecuencias y todas las consecuencias son provocadas por
actos. Por algún extraño motivo cada amor mata y la esperanza
del siguiente es lo que de nuevo te da vida. Eso es algo, que lo
he aprendido de ti. Debes morir, al menos once veces, antes de
morir. Si no mueres todas esas veces, es que no has vivido de
verdad la vida.
—Nuestra relación ha sido muy especial. Yo nunca antes había
sentido nada igual. Jamás. Como he perdido la confianza en ti,
ya no podemos continuar como pareja, pero podríamos vernos
de vez en cuando, aunque, sin ningún tipo de obligación. Creo
que no tenemos por qué renunciar a algo que a los dos nos
gusta.
—¿Quieres decir que nos convirtamos en, algo parecido a, ser
amantes?
—Algo así ¿Qué te parece?
—Pues creo que nunca me has llegado a conocer de verdad.
Para mí la relación con una mujer es sagrada. Es la unión de las
aguas de la materia, formada por las tres energías femeninas,
con la fuerza divina y sus tres energías masculinas. En realidad,
la sexualidad, bajo mi punto de vista, es la fusión del espíritu
puro con la materia. Tiene que ser algo muy especial.
—Pero lo nuestro, lo fue.

174
NURA

—Claro, Loli. Como bien dices, fue. Y estuvo bien pero, por
alguna razón, eso ya ha acabado.
—Te vas a ir en busca de la chica que te dijo Mariano, ¿ver-
dad?
—No voy a ir a buscar nada, ni a nadie. Si realmente hay
alguien que está predestinada a encontrarme, el tiempo ya lo
dirá. Ahora necesito todo el tiempo para mí.
—¿Crees que podrás cambiar de opinión más adelante?
—Creo que no. Lo siento. Lo hemos intentado y, finalmente,
hemos superado nuestro miedo a amar. Ese miedo a amar ha
estado junto a nosotros desde siempre y, al superarlo, nos ha
permitido vivir esta experiencia que, realmente, ha sido mara-
villosa. Para amar hay que ser muy valiente. Gracias por todo.
—Gracias a ti.
—Cuídate mucho.
El timbre de la puerta sonó de repente. Había quedado con mi
hermano Joan, pero todavía era muy pronto.
Descolgué el telefonillo del portero electrónico.
—Hola, Jorge. Soy Ángel. ¿Puedo subir?
—Hola, Ángel. Claro. Sube.
Poco después, la figura de Ángel entraba en mi casa.
—¿Que tal, Jorge? ¿Cómo te encuentras? No te veía desde
que te acompañé hasta aquí el día de tu caída con la bicicleta.
—Es verdad. Ya hace algún tiempo de todo aquello.
—¿Te recuperaste bien de la caída?
—La verdad es que, recuperar, puede que no sea el verbo que
mejor indique como me encontraba.

175
MIEDO A AMAR

—¿De verdad? Entonces ¿cuál crees que sería la palabra ade-


cuada para definir todo lo que has experimentado?
—El verbo que mejor lo definiría sería transformar.
—Entonces, te lo volveré a preguntar de nuevo. ¿Te ayudó a
transformar tu vida aquella caída?
Una sonrisa se dibujó en su cara.
—Totalmente, Ángel.
—Me alegro mucho.
—Gracias. En su día me dijiste que vendrías de nuevo cuando
sintiera un fuerte dolor en el corazón.
—Esa es la razón por la que hoy estoy aquí. ¿Te encuentras
bien?
—Creo que he tenido días mejores. He estado luchando con mi
enfermedad y con mi corazón que, aunque me ha dado mucho
placer, también me ha generado mucho dolor.
—Bueno. En realidad, es lo mismo. Tanto el placer como el
dolor hacen mover al cuerpo físico. El equilibrio de ambos es
lo realmente importante. El ser humano está formado por tres
grandes realidades que, aunque muy relacionadas, son cosas
distintas. La realidad física, la mental y la emocional. La realidad
física a su vez, está compuesta por un cuerpo físico, uno mental
y otro emocional. Por otro lado la realidad mental, igualmente
está formada, por un cuerpo sutil físico, mental y otro sutil
emocional. El equilibrio de la realidad física junto a la transfor-
mación de la realidad mental, así como la experimentación de
la realidad emocional a través de la muerte, es lo que nos per-
mite abrir la puerta a la cuarta realidad, la espiritual.
De momento nos vamos a centrar en la realidad física. En ella,
como ya te he comentado, tenemos que equilibrar el cuerpo
físico a través de experimentar el placer y el dolor. Además

176
NURA

debemos sentir nuestro cuerpo mental, creador de nuestra


realidad, para poder superar nuestro miedo a amar. Por último,
deberíamos igualar nuestro cuerpo emocional que se mesura
equilibrando aquellas emociones que, aun siendo externas, tie-
nen un efecto devastador en nuestros distintos cuerpos. Por un
lado están el deseo y la rabia y por otro la alegría y la tristeza.
Todas ellas son emociones que tenemos que experimentar
intensamente si queremos de verdad compensarlas.
—Qué curioso, Ángel. Por alguna extraña razón, todo lo que
me has contado de la realidad física es lo que yo he podido
experimentar conscientemente.
En ese momento el timbre volvió a sonar.
—Debe ser mi hermano Joan.
Le abrí y en seguida apareció Joan en el comedor.
—Buenos días —dijo al entrar—.
—Hola Joan. Soy Ángel.
—Hola Ángel ¿Nos conocemos?
—Puede que si. Quien sabe…
Te va interesar mucho lo que Ángel me está explicando de la
realidad física, mental y emocional.
Ángel volvió a contarle todo lo que ya me había dicho a mi
minutos antes.
—Me parece muy curioso —dijo Joan—.
—Ya lo creo —contesté—. Todo eso es lo que, más o menos,
me ha ido pasando a mí sin saberlo.
Ángel continuó.
—Asimismo, al igual que existe, como ya os he dicho, una rea-
lidad física, una mental y otra emocional, también existe otra

177
MIEDO A AMAR

realidad física, mental y emocional pero inconsciente. Es decir,


otra existencia de la que no tenéis consciencia de ella. Esta es
la razón por la que hoy he quedado con dos hermanos, Miguel
y Luis, que han estado viajando por toda España en busca de su
propia identidad y que, seguramente, os ayudarán a entender
esa parte inconsciente de la realidad física. Espero que no te
importe recibirlos en tu casa, Jorge, porque me he tomado la
libertad de invitarlos a que vengan para que puedan hablar con
vosotros.
—Por mí no hay ningún problema, Ángel.
—Muchas gracias. Es muy importante. Especialmente para vo-
sotros.
En esos momentos el timbre sonó por tercera vez.
—Yo me encargo de abrir la puerta —dijo Ángel—. Serán
Miguel y Luis.

178
NURA

CAPITULO 16

—Buenos días, Rafael.


—Buenos días, Miguel. No sabes la alegría que me da poder
hablar contigo, últimamente, es muy difícil verte. ¿Por dónde
has estado?
—He estado en Barcelona. Concretamente en el Monasterio
de Montserrat.
—Un lugar muy interesante.
—Ya lo creo. Y ¿sabes que es lo más curioso?
—¡Sorpréndeme!
—Lo más extraño es que, cuando sobre un mapa trazamos
una línea recta desde Ucero a Antequera que pase por Toledo,
desde Toledo otra línea hacia San José, y una tercera con direc-
ción a Barcelona, se dibuja una letra K. ¿Lo puedes ver? —le
pregunté mientras le mostraba el mapa—.
—Una vez más, has conseguido emocionarme. Te has perca-
tado de que, todos los lugares en los que has estado son cuevas
naturales que, además, tienen una cierta conexión con los Tem-
plarios. ¿Has estado alguna vez en Évora?
—No Rafael. Nunca he estado en Évora. Está en Portugal
¿cierto?
—Efectivamente Miguel. Évora está en Portugal y muy cerca de
allí, se encuentran los Crómlech de los Almendros. Se trata de

179
MIEDO A AMAR

un conjunto de piedras construido en el Neolítico y está conside-


rado como el mayor y más importante monumento megalítico
de la Península Ibérica y uno de los más importantes de Europa.
Muy cerca de allí hay un menhir que, curiosamente, está conec-
tado con los círculos de piedra. Tienen una antigüedad superior
a los cinco mil años. Mónica y yo estuvimos por allí hace algún
tiempo y la verdad es que disfrutamos mucho. Sospecho que
deberías ir. Es un lugar mágico. También los Templarios estuvie-
ron por aquellas tierras. Iban buscando lugares especiales que
les ayudaran a entender la eterna conexión entre el cuerpo, la
mente y el espíritu. Uno de los conceptos más interesantes que
los Templarios definieron en ese lugar, fue el de la sincronicidad.
Se trata de un punto concreto situado entre el pasado, el pre-
sente y el futuro. Un lugar sin crono, es decir, sin tiempo. La posi-
ción exacta donde se situaría, verdaderamente, el aquí y ahora.
—Bueno. Lo pensaré. Ya sabes que, durante este año, tengo
que hacer cincuenta viajes. Así que no lo voy a descartar.
—Perfecto. Aquí tienes tus cápsulas naturales, como siempre.
Rafael es un enamorado de las plantas, especialmente de las
medicinales. Realiza todo tipo de aceites con esencias natura-
les que él mismo cultiva, con una gran delicadeza, en su jardín.
Esos aceites los regala con el único fin de ayudar a las personas
que sufren cualquier tipo de dolencia, ya sea física, mental o
emocional.
Hace un tiempo estuvo en Barcelona en la consulta de una
especialista en medicina natural. Allí encontró unas cápsulas
naturales compuestas, básicamente, por más de un millar de
moléculas de alto valor biológico. Tomando esas cápsulas se
experimenta un notable aumento de la calidad de vida. Tras
haberlas tomado tanto él como su esposa Mónica, yo también
decidí seguir el mismo camino y la verdad es que me están ayu-
dando muchísimo.

180
NURA

—Miguel, te pongo dos botes de cápsulas. También te voy a dar


un poco de “Artemisa Annua” la planta medicinal que, como ya
te dije por teléfono, se utiliza para activar el sistema inmunitario.
Además, aquí te dejo, un poco de “Epilobio” que va genial para
la próstata y para tu vejiga. Sé que te van hacer falta.
Tanto Rafael como Mónica son una pareja que desprenden un
gran amor hacia los demás de forma totalmente desinteresada.
Son personas altruistas. La ayuda a los más necesitados, tanto
físicamente como emocionalmente, se ha convertido en parte
de su forma de vivir. En su filosofía de vida el amor lo impregna
prácticamente todo. He tenido mucha suerte de conocerlos y
poder compartir todas nuestras experiencias.
—Muchas gracias por todo, Rafael.
—No me tienes que dar las gracias, Miguel. Soy yo quien debe-
ría dártelas a ti por dejarme que te ayude.
—Eres un ser encantador. Lo sabes ¿verdad?
—Miguel, todos somos seres encantadores. Solo que algunos
todavía no lo saben y otros, lamentablemente, lo han olvidado.
No abandones la idea que te he comentado acerca de visitar la
zona de Évora. No tengo ningún interés especial de que visites
esa zona, pero, por algún motivo, desde dentro de mí hay algo
que me ha empujado a compartirlo hoy contigo.
—Espera un momento —le dije al tiempo que volvía a coger
el mapa donde todavía estaba dibujada la letra K—. Mante-
niendo en el plano como eje principal la línea recta formada
por la unión de Ucero y Antequera, pasando nuevamente por
Toledo y girando hacia el Oeste los puntos en los que antes ter-
minaba la letra K en la parte del mapa correspondiente al Este
de España, ahora coincidían, casi exactamente, con Finisterre
y Évora, dibujando una nueva K pero al revés. Qué curioso es
todo esto ¿no te parece?

181
MIEDO A AMAR

—Ya lo creo. Es muy interesante.


—Gracias, Rafael.
—Gracias a ti. Cuando regreses ya nos contarás que tal ha ido
la nueva experiencia. Porque ahora tengo la seguridad de que
visitarás Évora.
—Por supuesto que iré. Y en cuanto vuelva vosotros vais a ser
los primeros en saberlo. No te quepa la menor duda.
El camino empedrado que nos dirigía a la Plaza de Giraldo, tras
las murallas de Évora, formaban parte del corazón de la ciudad.
Nos daba la sensación de haber viajado en el tiempo. Ya en la
plaza descansamos junto a una fuente de mármol que tenía
ocho caños de agua, curiosamente representaban el número
de calles que desembocan allí.
—Tengo la sensación de estar en alguna localidad de Sudamé-
rica —me dijo Luis mientras admirábamos la fachada de la Igle-
sia de San Antonio—.
—Es verdad. No sé por qué, pero tengo la impresión de estar
en una ciudad colonial.
Salimos de la plaza por la Rúa de la República y caminamos
hacia la Plaza de Maio hasta que encontramos la Iglesia de San
Francisco. Allí es donde se encuentra la Capilla de los Huesos.
Más de cinco mil cráneos nos aguardaban en una de las capillas
más famosas de Évora.
—Que sensación tan extraña se respira aquí.
—Es verdad, Luis.
Entrar en contacto con la representación física de la muerte
nos hacía ver la vida de forma muy distinta.
—Pues no es algo que me guste mucho. ¿Te importa si nos
marchamos ya?

182
NURA

—Claro Luis. No hay ningún problema. Vámonos.


Justo en la puerta de salida una voz conocida nos detuvo.
—Hola, Miguel.
Tras girarme pude ver que, en la puerta de la salida de la Capi-
lla, se encontraba Ángel.
—Hola Ángel. ¿Cómo es que estás tú por aquí?
—Estoy de viaje. ¿Y tú qué tal?
—Muy bien. Resulta que un amigo nos recomendó hacer este
viaje y aquí estamos.
—¿Habéis tenido ocasión de leer la inscripción que hay escrita
sobre la puerta de la capilla?
Instintivamente miramos todos hacia arriba y pudimos leer:
¨Los huesos que estamos aquí, para los tuyos esperamos¨.
—Qué curioso —dijo Luis—. No nos habíamos dado cuenta.
—Por esa razón —prosiguió Ángel—, es por la que los Templa-
rios decidieron visitar esta zona.
—Me gustaría salir de aquí —dijo Luis un poco angustiado—,
¿os importa si hablamos fuera?
Asentimos con la mirada y nos encaminamos hacia el exte-
rior.
—¿Qué tenéis pensado hacer esta mañana? —preguntó
Ángel—.
—Tenemos previsto acercarnos a los Crómlech de los Almen-
dros —dijo Luis algo más aliviado—.
—¿Os importa si voy con vosotros? Yo también tengo la idea
de viajar hacia allí.
—Claro Ángel. Sin problemas —le dije—.

183
MIEDO A AMAR

Recogimos nuestro coche, que se encontraba en el parking


del hotel, y nos dirigimos hacia la localidad de Guadalupe. Poco
antes de llegar, tras abandonar la carretera, nos adentramos
por una senda de tierra plagada de baches durante unos cuatro
kilómetros hasta que, finalmente, llegamos a la entrada.
—Este lugar es impresionante —nos dijo Ángel—.
Ante nosotros se levantaban cerca de un centenar de piedras
formando una especie de círculo. La carga energética y emo-
cional que se percibe en este lugar realmente no se puede des-
cribir. Además, todavía hoy en día, es posible acercarse a esas
piedras e incluso tocarlas sin ningún problema.
—Parece que se utilizó para construir un calendario agrícola
—siguió hablando Ángel al tiempo que empezamos a caminar
alrededor de las piedras—.
Inicialmente estaba formado por dos recintos contiguos con
una orientación Este-Oeste. El recinto Oeste, que es en el que
nos encontramos ahora, tiene forma de círculo. Se componía de
tres círculos concéntricos formados por un total de veinticuatro
monolitos. El recinto Este tenía forma de una elipse y estaba
formada por noventa y seis menhires. Es precisamente en este
lugar donde, al parecer, se celebraban ceremonias o rituales
socio-religiosos. Incluso podría haber tenido una primitiva fun-
ción astronómica dado que se relaciona su latitud con la máxima
elongación lunar, algo que solo ocurre, sorprendentemente, en
otro lugar… —hizo una pequeña pausa— …en Stonehenge.
A un kilómetro y medio de aquí está situado un Menhir solita-
rio que tiene una altura de seis metros. Curiosamente la línea
que une este lugar con ese Menhir apunta, directamente, hacia
la salida del sol en el Solsticio de Invierno. El inicio y el fin se
unen en este lugar. En nueve de estos monolitos, si no en más,
se pueden encontrar relieves o grabados. Este que tenemos
aquí, tiene como podéis ver, tres discos solares.

184
NURA

Ante nosotros se levantaba un Menhir de unos dos metros de


altura y de un color rojizo en el que aparecían los tres círculos.
Con mucha suavidad, acaricié el relieve que formaban los tres
discos sobre la piedra. El tiempo en ese momento se detuvo.
—Esta piedra —siguió Ángel—, es la entrada al recinto mágico.
Para los Templarios estos discos solares representaban el tiempo.
Uno es el pasado otro el presente y el último es el futuro. Es
en este lugar donde se unen el pasado el presente y el futuro,
creando un punto sin tiempo, sin crono.
Al entrar nos dirigimos hacia la parte alta donde se encontra-
ban los tres círculos del recinto Oeste.
—Estos tres círculos representan la parte física, mental y
emocional del ser humano en su forma consciente. La figura
de elipse que forman el resto de monolitos representaría la
parte física, mental y emocional en su forma inconsciente. Este
Menhir estatua que muestra un rostro humano estilizado repre-
senta a la muerte. Y como veis, separa, perfectamente, la parte
consciente de la inconsciente. Para los Templarios la unión de la
parte consciente con la inconsciente tendría que pasar, necesa-
riamente, por la “muerte de lo que no eres” para renacer en lo
que “realmente has sido siempre pero no has sido consciente”.
La sensación del paso del tiempo se había ralentizado hasta
tal punto que, prácticamente, se había detenido. Era una sensa-
ción nueva para mí.
Abracé con fuerza la estatua que representaba a la muerte y
una sensación de vértigo inundó todo mi cuerpo. Era como si
todo a mi alrededor girase a una gran velocidad, lo que provocó
que me abrazara a la piedra con más fuerza por temor a caer.
Me fundí totalmente con la roca y experimenté completamente
el proceso de morir. Mi cuerpo volvió a formar parte de la tie-
rra, del agua, del aire y, finalmente, me fundí con el sol y con
todo el universo.

185
MIEDO A AMAR

En esos momentos experimenté, como si se tratara de una


película, multitud de sensaciones de las que nunca había sido
consciente y que, ahora, parecía comprender. No podía percibir
el tiempo que había transcurrido cuando, otra vez, el vértigo y
la sensación de girar a elevada velocidad se hizo presente en
todo mi ser.
Finalmente volvía a tener conciencia de mi cuerpo físico. Fue
una experiencia, realmente, muy placentera que me obligaba a
mantener los ojos cerrados.
—Miguel, ¿estás bien?
Era la voz de Ángel que me estaba llamando.
—Miguel, ¿estás bien?
A pesar de que podía escuchar perfectamente su voz, por
alguna razón, no le podía contestar. Un ligero zumbido hizo que
todo mi cuerpo se estremeciera.
—Miguel, ¿estás bien? … ¿estás bien?

186
NURA

CAPITULO 17

—Miguel, ¿estás bien? … ¿estás bien?


La voz de Ángel no dejaba de resonar en mi mente, pero, por
algún motivo, no podía abrir los ojos. Había experimentado
una sensación muy fuerte de vértigo tras la cual, como si de
una película se tratara, empecé a ver imágenes. Se trataba de
secuencias correspondientes a mi vida, escenas que yo ya había
vivido pero que, ahora, adquirían un sentido totalmente nuevo
para mí. Por alguna extraña razón, estaba experimentando la
muerte de todo aquello que yo, realmente, no era. Me había
fundido con la tierra, el agua, el aire y el sol. Había sentido una
experiencia, verdaderamente, muy agradable. No sentía miedo
alguno. Todo estaba perfectamente equilibrado. Todo era per-
fecto.
—Miguel, ¿estás bien? … ¿estás bien?
Nuevamente la voz de Ángel retumbaba con fuerza en mi
comedor.
—No soy Miguel —apenas pude decir junto a un leve suspiro—.
—No soy Miguel —volví a repetir, con más fuerza en esta oca-
sión—. Soy Jorge, soy Jorge … ¿o soy Miguel?
Fue en ese preciso instante cuando pude, finalmente, abrir
los ojos. Efectivamente me encontraba en el comedor de mi
casa. A mi lado mi hermano Joan que, con cara de preocupa-
ción, intentaba disimular su extrañeza por todo lo que estaba

187
MIEDO A AMAR

ocurriendo y, justo frente a él, estaba Ángel con un semblante


muy relajado.
—Ángel ¿soy Miguel? —le pregunté tímidamente—.
—Si —contestó lentamente—.
—Entonces ¿no soy Jorge?
—Bueno, también eres Jorge.
—No te entiendo Ángel. Realmente no comprendo nada. ¿Cómo
es posible que sea dos personas distintas?
—En cada uno de nosotros cohabitan dos personajes muy dis-
tintos. A pesar de que las experiencias son las mismas, las impre-
siones que nos causan varían enormemente. De esta manera,
tú has puesto tu atención consciente en Jorge y has dejado a
Miguel totalmente en tu inconsciente. Ahora has podido expe-
rimentar que, en este juego, la consciencia juega un papel muy
importante dado que nosotros hemos convertido el juego en
una especie de película que es la vida. Existe una manipula-
ción física muy fuerte, por parte de nuestras emociones. Toda
nuestra experiencia de vida viene, de alguna forma, marcada
con algún matiz emocional. Además, en este juego, solemos
jugar con nivel de ignorancia considerable. Como tú has podido
experimentar, verdaderamente no recordamos quienes somos
realmente. Incluso hemos olvidado nuestras propias capacida-
des, con lo cual el miedo es quien decide en nuestra mente y
no el amor. Todo nuestro poder creador estará condicionado
a que superemos nuestros miedos y temores, tanto conscien-
tes como inconscientes, y que, finalmente podamos conectar
con nuestra alma a través del amor incondicional. Todo esto lo
podrás experimentar próximamente. La totalidad de nuestros
actos están fuertemente influidos por el mundo inconsciente,
como tú bien sabes, y nos llevan, erróneamente, a creer que
solo existe la vida que experimentamos de forma consciente.

188
NURA

En realidad se trata de un juego de equilibrio, transformación e


integración, donde tu Ser puede percibirse en soledad y enfren-
tado al mundo o bien totalmente en comunión y en perfecto
equilibrio con su entorno exterior e interior. Un mundo, como
ves, totalmente dual, donde tu mente se encargará de hacer las
oportunas interpretaciones basadas en tu experiencia y no en
tu realidad.
Ángel hizo una pequeña pausa. Nos miró a los ojos y continuó.
—Nuestro corazón nos pone en contacto con nuestra parte
inconsciente a través de los sueños, intuiciones, símbolos,
números e incluso con las causalidades. Todo queda codificado
en el inconsciente, de forma que si no accedes a tu corazón, os
quedaréis atrapados en vuestra propia red mental.
Jorge, tú has experimentado el equilibrio físico, mental y emo-
cional de forma consciente desde el físico, es decir, desde tu
cuerpo. Igualmente, Miguel también ha podido sentir el equili-
brio físico, mental y emocional de forma inconsciente y también
desde su físico, es decir, desde tu “cuerpo sutil”. Porque es tu
“cuerpo sutil” lo que él representa. Hoy has unido estas dos rea-
lidades a través de la muerte.
Como también has podido percibir, son varias las clases o tipos
de muerte que existen. De alguna manera, has muerto antes de
morir realmente. Al igual que existen varias muertes, también
existen diferentes formas de despertar. Del mismo modo que
se suele pensar que solo existe una forma de morir, también se
tiene la creencia de que tan solo existe un único despertar. No
obstante, son once las diferentes formas de morir y, por con-
siguiente, son once también las distintas formas de despertar.
Es como si estuviésemos dormidos en once sueños diferentes.
En once niveles de conciencia. Quizás tan solo se trate de once
distintas realidades. ¿Quién sabe?
—Y esto ¿nos afecta a todos por igual? —pregunté—.

189
MIEDO A AMAR

—Estas son las reglas del juego. Todos los seres que, volun-
tariamente, decidimos jugar aquí nos regimos por las mismas
normas. Así, por ejemplo, al igual que tú has experimentado las
vivencias de Jorge y de Miguel, Joan ha experimentado también
las de Luis. La única diferencia es la ignorancia. Su mente toda-
vía no contempla esa posibilidad.
—¿Quién es Luis? —preguntó Joan—.
—Luis es el hermano de Miguel —contesté—.
—¿El hermano de Miguel? —volvió a preguntar Joan—.
—Aunque no lo creas, Joan, Luis eres tú.
—¿Estás seguro, Jorge?
—Completamente. No es algo que sé por lo que nos ha con-
tado Ángel. Yo hoy lo he podido experimentar. La información
intelectual de todas las cosas está bien tenerla. Pero no suelen
producir cambio alguno. Sirve para caminar, pero nada más.
Puede resultar curiosa e incluso, interesante, pero, todo lo
importante en este juego lo tienes que experimentar personal-
mente.
—Ahora tengo que irme —dijo, de repente, Ángel—. Tenéis
que estar preparados porque, la próxima semana, nos vamos
nuevamente de viaje.
—¿De viaje otra vez? —preguntó Joan—. ¿Dónde se supone
que tenemos que ir en esta ocasión?
—Tenemos que acabar todo este proceso en el final del
mundo. Donde la tierra se acaba —le dije—.
—¿Quién se supone que está ahora contestando? —preguntó
nuevamente—.
—Es Miguel —contesté—.
Joan parecía no comprender.

190
NURA

—El próximo viaje será a Finisterre —le dije de nuevo—.


—Ahora te entiendo mejor. ¿Eres Jorge?
—Si Joan. Ahora soy Jorge.
—Gracias por todo lo que me das, brother.
—Gracias a ti, Jorge. Bueno y a ti también, Miguel.
—Gracias.
Hacía ya mas de una hora que mi hermano y Ángel se habían
marchado y yo todavía seguía sentado en el sofá con una
enorme sensación de alegría. Por primera vez me percibía total-
mente equilibrado. Me sentía completamente en paz.
—Miguel, ¿puedes perdonarme por un momento? —me dije a
mi mismo—. Hay algo que Jorge necesita hacer antes de seguir
con esta nueva vida.
Me pareció verle sonreír al tiempo que me sentaba en la cama
de mi habitación. Nuevamente recreé mentalmente la imagen
de Loli. Lo más neutra posible. A continuación, me dirigí a esa
imagen que, mentalmente, había recreado:
Gracias Loli por el tiempo compartido. Gracias a todo ese
tiempo, ahora se bien qué es lo que realmente no quiero en
mi vida. Te honro y te respeto. Dejo de juzgar todo lo que
has hecho. Nada está ni bien ni mal. Además, yo en tu lugar
también hubiera hecho lo mismo. Me responsabilizo del cin-
cuenta por ciento de lo que ha ido bien y mal entre nosotros.
Eres lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Gracias a ti he
podido evolucionar como persona. Te bendigo y deseo que
sigas evolucionando con tu plan del alma.
Este agradecimiento lo repetí por tres veces. Una con las pala-
bras desde el cuerpo físico, otra mentalmente y, por último,
otra más con todo mi amor desde el corazón.

191
MIEDO A AMAR

Finalizada esta especie de meditación me pude sentir total-


mente liberado. No cabía la menor duda de que en este día
había vuelto a nacer nuevamente.
En ese preciso momento el sonido de un mensaje entrante
sonó varias veces en mi teléfono móvil. Se trataba de un men-
saje de Loli:
“¿Has cerrado ya nuestro vínculo de unión?
Necesito saberlo.
Para mí es importante.
Espero que lo entiendas.”
De inmediato le escribí la respuesta:
“Hola Loli
Nuestra relación ya estaba acabada y el vínculo
que nos unía, completamente cerrado desde hace
ya algún tiempo. Hoy tan solo lo he podido com-
partir, de corazón, con Miguel.
Muchas gracias por todo. Por tu tiempo, por tu
amistad, y por todo lo que pudo ser y, finalmente,
no fue. Quiero que seas libre, aunque no sea con-
migo. No tengo el cuerpo para mendigar amores.
Ya no tengo miedo a amar.
Hay que soltar con fuerza aquello que no es para ti
y llenar los mares. Como ya te dije, lo acepto.”
Rápidamente me volvió a escribir:
“¿Quién es Miguel? ¿Lo conozco?”
Antes de volver a escribir hice una pequeña pausa al tiempo
que pensaba la manera de contestarle.
“Es alguien a quien he conocido hoy, la verdad, me
ha ayudado mucho.

192
NURA

Puede que hayas coincidido con él, aunque, última-


mente, está siempre viajando.”
Su nuevo mensaje no se hizo esperar:
“¿Igual que tú?
Tú también estás viajando mucho.”
“Si. Quizás como yo.
Gracias por todo.”
Esperé por un momento, pero ya no obtuve respuesta alguna.
“Gracias por todo.”

193
MIEDO A AMAR

194
NURA

CAPITULO 18

El viaje a Finisterre había empezado con algo más de ilusión.


Toda la experiencia recibida de los anteriores había provocado
grandes cambios en mí. Ahora podía ver las cosas con algo más
de consciencia y lo aceptaba de todo corazón. Incluso mi her-
mano Joan se veía diferente. En esta ocasión él se había encar-
gado de planificar todo el viaje. Además, con el fin de reducir
algo los gastos, había publicado nuestro recorrido en Ba Ba
Autos, una aplicación informática para compartir las plazas
vacantes de tu coche con personas que hacen el mismo viaje
y así repartir el gasto de gasolina. Disponíamos de tres plazas
libres en el coche de Joan.
Esa mañana vino a recogerme a mi casa donde también nos
esperaba Ángel. Nos dirigimos hacia la gasolinera de la zona
norte, dado que habíamos quedado con Ana, una chica que
quería ir a Sarria, y con Sara, que llegaría con nosotros hasta
Santiago de Compostela. Tras recogerlas nos encaminamos
hacia Villena donde habíamos quedado con Sonia, que iba a
Ponferrada.
El camino hasta Madrid se hizo relativamente corto. Ana y Sara
eran completamente diferentes, pero ambas tenían la intención
de hacer un tramo del Camino de Santiago. Sonia, que era la
más joven de todas, hablaba muy poco. Tan solo nos dijo que
venía de casa de su novio, al que había conocido por internet, y
que estaba encantada. Su familia vivía en Pamplona, pero ahora
se encontraban de vacaciones en Ponferrada y hasta allí nos

195
MIEDO A AMAR

iba a acompañar. Estudiaba música y esperaba ser, algún día,


famosa. Puede que la veamos por televisión y nos acordemos
de este viaje, ¿Quién sabe?
Ana era una mujer de unos cuarenta y seis años que estaba
viviendo en Denia, donde trabajaba como profesora en un Ins-
tituto de Secundaria. Recientemente se había separado de su
marido y decidió realizar su sueño de hacer el Camino de San-
tiago sola, sin nadie conocido, porque quería reencontrarse con
ella misma. Parecía una mujer muy valiente y decidida. Debía
ser algo “bílica” porque se notaba que a Joan le gustaba.
Sara tenía cuarenta y cuatro años pero la verdad es que me
asombró mucho cuando lo dijo, porque aparentaba muchísi-
mos menos. Vivía en Alcoy y también se había separado recien-
temente. Era profesional en terapias naturales y le encantaba
la naturaleza y los animales. Una mujer sensible y decidida a
la vez. Con mucha fuerza interior. Eso era algo que, no sé bien
porqué, me llamó la atención desde que la vi.
Casi sin darnos cuenta llegamos a Ponferrada, donde los
padres de Sonia nos estaban esperando. Nos despedimos y,
rápidamente, seguimos camino a Sarria. Fue bastante compli-
cado llegar hasta el albergue, pero, finalmente, tras varias vuel-
tas por la población, lo encontramos. Joan y Ana habían conge-
niado mucho. Nuevamente, veía asomar una sonrisa especial
en su cara que no tenía desde hacía ya tiempo. Ese mismo
tiempo que pone todo en su sitio.
Llegamos a Santiago de Compostela sobre las seis de la tarde
y ya estaba oscureciendo. Teníamos el hotel en una urbaniza-
ción cerca del centro de la ciudad, donde pudimos aparcar sin
problemas.
—¿Has visto como se llama el hotel? —me preguntó Joan justo
antes de entrar—.

196
NURA

Miré hacia su fachada y vi que se llamaba Hotel el Tilo.


—¡Qué curioso! —le dije—. Seguro que lo has hecho a propósito.
—No, Jorge. Reservé el que mejor precio tenía. Solo después
me di cuenta del nombre. Estaba seguro de que te iba hacer
mucha gracia.
—Ya lo creo. Que causalidades tiene la vida.
—¿Qué tenéis pensado a hacer esta noche? —pregunté al
tiempo que nos registrábamos en el hotel—.
—Yo estoy algo cansado y me gustaría ir a dormir pronto —dijo
Ángel—. Mañana nos espera un día muy largo.
—Yo también me quiero acostar pronto —dijo Joan—. Nece-
sito descansar.
—¿Y tú, Sara? ¿Te apetece dar una vuelta por Santiago? Podría-
mos cenar algo allí.
—Me parece genial.
Dejamos las maletas en las habitaciones y cogimos un autobús
que nos llevó a la Plaza de Galicia, muy cerca del centro de la
ciudad. Callejeamos por la Rúa do Villar que nos llevó a uno de
los laterales de la Catedral de Santiago.
—¿Te apetece entrar? —pregunté a Sara—.
—Hemos venido a eso ¿no?
—Cierto
Nos adentramos por una de las puertas laterales porque, al
parecer, la fachada principal se encontraba en obras. Pasamos
un pequeño control de seguridad y entramos a su interior. Un
fuerte olor a incienso inundaba todo el recinto. Lentamente fui-
mos caminando hacia el altar principal donde nos esperaba la
figura de Santiago.

197
MIEDO A AMAR

—¿Conoces la verdadera historia de este lugar? —me pre-


guntó Sara—.
—La verdad es que no.
—¿Me dejas que te cuente algo interesante de esta catedral?
—A eso hemos venido —contesté mientras una fuerte carca-
jada inundó toda la estancia—.
—Hacia el año 813, un ermitaño llamado Pelayo observó unas
luces de color verde sobre un monte cercano a donde vivía.
Tuvo miedo y, rápidamente, avisó a su señor Teodomiro que
era el Obispo de Iria Flavia, quien en principio no le hizo mucho
caso. El suceso volvió a ocurrir y, en esa ocasión, Pelayo con-
siguió convencer al Obispo para que se acercara y lo pudiera
ver con sus propios ojos. Al acercarse con dos sacerdotes más
descubrieron en ese lugar una necrópolis romana. En ella des-
tacaba una tumba por tener símbolos cristianos. Ante la extra-
ñeza de la existencia de unas cruces cristianas en una necró-
polis romana, decidieron abrirla y, en su interior, hallaron los
restos de un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. Sin
ninguna duda entienden que se trata de la tumba del Apóstol
Santiago. Se informa del descubrimiento al rey quien ordena
la construcción inmediata de una ermita. Esa pequeña ermita,
construida sobre la necrópolis romana, es el origen del lugar
donde ahora nos encontramos.
—Que interesante, Sara. No sabía nada de lo que me has con-
tado.
—Lo verdaderamente interesante viene ahora.
—Me tienes intrigado. Sigue, por favor.
—Debes saber que no hay ningún dato, ni fuente histórica,
lo suficientemente fiable, que constate que el cuerpo muti-
lado encontrado aquí, fuera realmente del Apóstol Santiago.

198
NURA

Ni siquiera se puede confirmar con cierto rigor que Santiago


hubiera estado por estas tierras.
—Entonces, si no es Santiago ¿se sabe de quién es el cuerpo?
—Buena pregunta. Voy a intentar contestarte. Son muchos los
historiadores que han afirmado que los restos encontrados aquí
fueron de Prisciliano.
—¿Prisciliano?
—Prisciliano fue un obispo. Pero un obispo algo especial para su
tiempo. Sus ideas de la pobreza y de la separación de la iglesia y
del gobierno hicieron que tuviera muchos seguidores. También
entre las mujeres, a quienes también les ofrecía las enseñanzas
religiosas, algo nada común en aquel momento. Realizaba lectu-
ras de los evangelios, especialmente de los apócrifos, al anoche-
cer, en bosques o cuevas en las que, como ya te he dicho, partici-
paban también, mujeres y esclavos. En esta zona estuvieron muy
presentes los Druidas, en cuya comunidad las mujeres tenían el
mismo poder que los hombres. De hecho en el interior de los
bosques existían una especie de comunidad de mujeres Druidas
que aprendían, entre otras cosas, el verdadero amor así como
la unión con la naturaleza y con la Madre Tierra. Para ellas era
la razón de su vida. Después decidían si deseaban quedarse allí,
viviendo en comunidad, o salir y formar una familia. Los romanos
acosaron a los Druidas hasta su total exterminación, al menos
externamente, dado que representaban una amenaza muy seria
para el Gobierno Romano, dado que su ciencia, filosofía y religión
contradecían peligrosamente las costumbres romanas. Los roma-
nos consideraban a las mujeres como meras portadoras de niños
y como objetos de placer mientras que los Druidas incluían a las
mujeres en su vida política y religiosa.
Como ya te imaginarás, el Obispo fue condenado severamente
por la Iglesia y decapitado en la ciudad de Tréveris. Sus seguidores

199
MIEDO A AMAR

pidieron el cadáver de Prisciliano y lo enterraron en un cemen-


terio romano, dado que había sido condenado por brujería.
Entonces, curiosamente, estamos recordando a un gran hom-
bre, a pesar de ser odiado y perseguido, cuyo legado sigue vivo.
Su figura sigue moviendo a miles de personas de todo el mundo
a seguir, de alguna forma, su camino.
—Sara, ¿tú crees que todo esto es verdad?
—¿Que es la verdad? No te das cuenta que la verdad que sole-
mos defender no gusta y siempre hace daño. Nos divierte vivir
mejor en la mentira porque, por algún motivo, es donde encon-
tramos la felicidad pero, por alguna extraña razón, exigimos la
verdad como si fuera el único camino que nos dará seguridad.
—Si, pero la verdad será una.
—La verdad es el camino hacia la verdadera vida, cuando
reconoces quién eres realmente. Cada uno tiene su verdad y
el reconocimiento de la verdad tan solo nos indica cuán lejos
estamos del concepto de la neutralización. Nada más.
—¿Neutralización?
—Bueno, Jorge. Eso es otro tema muy largo. Quizás algún día
te lo cuente.
—Eres realmente una caja de sorpresas.
—Vamos a abrazar a Santiago —me dijo—. Es la tradición.
—Querrás decir a Prisciliano. ¿No?
—Bueno. Puede que a los dos. De alguna manera, dos persona-
lidades suelen vivir dentro de cada uno de nosotros. Uno cons-
ciente y otro inconsciente. No sé si tú puedes entender esto.
—Te puedo asegurar que lo entiendo perfectamente. Pero eso
también es otro tema muy largo, que quizás yo también algún
día te cuente.

200
NURA

—Chico listo.
Nuestras risas resonaron, nuevamente, por toda la Catedral.
La verdad es que no me equivocaba. Había algo dentro de ella
que me llamaba poderosamente la atención.
Cenamos deprisa y cogimos el último autobús hacia el hotel.
—Sara, sé que mañana saldrás pronto hacia Finisterre. Quiero
que sepas que me lo he pasado genial. Hacía tiempo que no
había disfrutado tanto.
—Yo también lo he pasado muy bien, la verdad.
—Nos vemos el domingo en Finisterre.
—Perfecto. Nos vemos el domingo en “El finis Terrae”
—Buen camino.
—Buenas noches.
Había amanecido con un cielo inusualmente despejado y el sol
ya empezaba a brillar.
—Buenos días, Ángel.
—Buenos días, Jorge ¿Que tal la visita de ayer por el centro de
Santiago?
—Muy interesante, la verdad. Nos lo pasamos genial.
—Estupendo.
—Voy a coger algo para desayunar ¿Te apetece algo?
—Gracias, Jorge. Ya he desayunado.
Me preparé un Té con limón y cogí algo de fruta. Me acerqué
de nuevo a la mesa donde estaba sentado Ángel.
—Buenos días, Joan, ¿Qué tal has dormido?
—Muy bien. Realmente lo necesitaba.

201
MIEDO A AMAR

—Estupendo.
Acabamos de desayunar y nos dirigimos hacia el municipio
gallego de Cabana de Bergantiños. Tras unos sesenta y tres kiló-
metros llegamos al parking del Dolmen de Dombate.
—Hoy vamos a realizar una visita privada al Dolmen de Dom-
bate. No suele estar abierto al público, pero hoy vamos a poder
ver su interior —nos dijo Angel—.
Dejamos el coche en el parking y nos dirigimos a la entrada
del Dolmen. En esta ocasión estaba totalmente cubierto para
protegerlo de las inclemencias ambientales.
El director del centro nos explicó nada mas entrar, que el Dol-
men de Dombate es una cámara poligonal ancha, formada por
siete ortostatos y un corredor de tres tramos.
Pudiera tratarse de un lugar funerario, —siguió con su expli-
cación—, aunque hay también indicios de que se utilizó como
lugar de rituales. Se encontraron treinta y seis pequeños ídolos
en el segmento inicial. Además, todas las losas, tanto las de las
cámaras como las del corredor, cuentan con pinturas y petrogli-
fos. Habitualmente no se permite la entrada en el interior del
Dolmen, pero Ángel me ha pedido el favor de autorizarlo en
esta ocasión. Tan solo os pido que tengáis mucho cuidado y,
por favor, no toquéis nada. Tenéis unos veinte minutos antes
de que se vuelva a abrir al público. Es todo lo que puedo hacer
por vosotros.
—No te preocupes Manuel —le dijo Ángel—. Es suficiente.
—Muy bien. Espero que disfrutéis. Nos vemos después.
Nada más entrar nos encontramos con los diminutos ídolos de
piedra, con cierta apariencia humana, que parecían proteger el
conjunto.
—Jorge, ahora es mejor que entres —me dijo Ángel—. No es
un sitio muy grande y no tenemos mucho tiempo.

202
NURA

Pasé por encima de los ídolos de piedra y me dirigí hacia la


entrada del Dolmen. Una vez dentro pude observar ciertos gra-
bados en la piedra que parecían símbolos y algunos dibujos de
color rojo en la base. Un ruido muy sutil llamó mi atención. Una
losa de piedra se había movido un poco dejando entrever una
pequeña abertura. Me dirigí hacia allí y me introduje por ella.
Encontré un viejo corredor que terminaba en unas escaleras
por las que pude bajar fácilmente. Llegué a una reducida sala
donde descansé un poco. No había luz alguna por lo que solo
me iluminaba la linterna de mi teléfono móvil con la que iba
alumbrando las paredes de piedra que formaban el corredor.
Una extraña luz se empezó a ver al fondo. Venía acercándose
hacia mi lentamente. Cada vez era más visible. De repente escu-
ché una voz familiar.
—Hola, Jorge. Nos vemos de nuevo.
—Hola, Daniel. Qué alegría volverte a ver.
Llevaba una especie de bola de luz que iluminaba toda la
cámara subterránea.
—Ven. Acompáñame. Hay algo que quiero que veas.
Seguimos avanzando por una especie de túnel escavado en la
piedra.
—En este lugar los Druidas daban culto a sus muertos. Se pre-
tendía transmitir el mensaje de que nada finaliza con la muerte.
Nada se acaba aquí en este juego. Por ello celebraban ceremo-
nias, parecidas a grandes fiestas, en las que se ofrecía bebida y
comida a todos los invitados. La forma del Dolmen se parece,
como has visto, a un útero. Ellos creían que, al entrar aquí,
se tenía la sensación, de manera simbólica, de volver al seno
materno. Para ellos la Madre Tierra, no solo les daba sustento
sino que además les daba cierto consuelo al dolor creado tras
la muerte. Asimismo la Madre Tierra creaba una fusión vital
con todos los seres, dando vida a un cuerpo muerto haciéndolo

203
MIEDO A AMAR

desaparecer. Como ves, es algo muy parecido a lo que los mis-


mos Templarios Místicos defendían. El Camino de las Estrellas,
como se conocía antiguamente al Camino de Santiago, era un
camino de equilibrio, transformación e integración, con el obje-
tivo de prepararte para la muerte, durante tu vida.
Como ya conoces, para los Templarios todo tenía tres diferen-
tes significados. También el Camino de las Estrellas, que estaba
dibujado en el juego de la Oka, tenía tres diferentes interpreta-
ciones. Por un lado, es un camino que está bajo las estrellas, en
concreto bajo la Vía Láctea. Si se recorre fielmente, se obtiene
un mapa dibujado en el cielo que nos guía de noche, de manera
infalible, hasta el fin del mundo. Por otro lado, las estrellas,
especialmente la del Alba, representan el inicio y el final, y al
mismo tiempo se trata del lugar a donde regresarás tras la
muerte. Finalmente, la estrella también marcaba el camino y
la manera de lograr la verdadera realización como ser humano,
dentro del juego de la vida.
Daniel continuó.
—Nos encontramos en una de las cuevas del tramo final de los
“Penedos de Pasarela y Traba”, uno de los monumentos natura-
les del municipio de Pasarela, que está unido, a través de unos
túneles subterráneos, con el Dolmen de Dombate. Aquí vivió
también una comunidad de mujeres Druidas que estaban en
estrecho contacto con la Madre Tierra. Muy cerca, en la “Torre
da Moa” hubo una fortaleza medieval, propiedad de los Condes
de Traba, quienes, en su día, la entregaron a los Hermanos Tem-
plarios, que tenían cierto interés en ocupar este lugar, ahora ya
conoces la razón. Quiero que te fijes bien en esta señal. Es la
razón por la que hoy estás aquí.
Sobre la piedra se dibujaba una triqueta, también llamada tri-
quel, de color rojo.

204
NURA

—Los Druidas —prosiguió Daniel—, utilizaban esta señal como


protección. Para ellos simbolizaba la vida, la muerte y el renaci-
miento. Como ya hemos comentado, para los Templarios todo
tenía tres diferentes niveles. Además de la vida, la muerte y el
renacimiento, a nivel intermedio, para ellos también represen-
taba la parte física, mental y emocional del ser humano, y a
nivel más profundo, el tiempo, el espacio y la consciencia.
En tu camino personal necesitarás encontrar y experimen-
tar seis diferentes estrellas, que darán vida a tu triqueta. Has
podido experimentar el juego de la OKA y aquí tienes tu pri-
mera estrella.
Justo al lado de la triqueta había un signo de color negro. Se
trataba de una Estrella de David dentro de un círculo.
—El círculo —siguió hablando Daniel—, representaba a su
Dios creador de todo. Para los Templarios estaría representado
en el juego por el Sol. Asimismo, sería la letra O del nombre del
juego de la OKA. La K, si la giramos hacia la izquierda, forma un
triángulo abierto, que representa a la parte femenina, el útero,
la conexión con la Madre Tierra. Por último, la A da forma a un
triángulo cerrado representando a la parte masculina, es decir,
a la comunicación. Si superpones los dos triángulos y el círculo
de la letra O, obtienes la Estrella de David.
—Qué curioso. Nunca había pensado que estuviera todo tan
relacionado.
—Recuerda que la información intelectual produce satisfac-
ción, pero nada más. Debes sentir en tu interior esta experien-
cia. Si no es así la estrella no aparecerá en tu vida. Cada estrella
te llevará a una muerte y a un nuevo renacimiento. El camino de
las estrellas está en tu corazón, no lo olvides. Ya es hora de vol-
ver. Ahora tendrás que dar forma externa a la muerte que expe-
rimentaste en Évora. Morir a “lo que no eres” y renacer a “lo

205
MIEDO A AMAR

que siempre has sido” te ayudará en el camino de la búsqueda


de tus estrellas. Es tan solo un juego.
—¿Nos volveremos a ver, Daniel?
—No lo sé. Pero quiero que sepas que he disfrutado mucho.
—Adiós.
—Hasta siempre, Jorge.
El tenue ruido de la losa volviendo a su lugar de origen me
devolvió a la realidad. Salí del Dolmen y me dirigí hacia donde
estaba Joan.
—Hola, ¿quieres acceder ahora a ver el Dolmen?
—Claro, Jorge. ¡Pero, que rápido has salido! No ha pasado ni
un minuto desde que entraste ¿Estás seguro de que no quieres
estar más tiempo?
—No, muchas gracias Joan. Entra tú. Es tu turno.
—Perfecto.
—¿Tienes ya tus estrellas? —me preguntó Ángel con una ligera
sonrisa—.
—¿Cómo que “tus estrellas”? Yo solo he visto una.
—Miguel, que ya forma parte de ti, también ha visto la suya al
mismo tiempo que la has visto tú. Hoy, finalmente, has podido
ver las dos a la vez. La consciente y la inconsciente. Pero ya lo
sabías, ¿verdad?
—Bueno. Esta vida es un juego muy divertido ¿no crees?
—Claro que sí.
—¿Vas a entrar tu ahora?
Me gustaría volver a entrar. Cada vez es más complicado ha-
cerlo.

206
NURA

Una vez que todos habíamos visitado el Dolmen nos despedi-


mos de Manuel y volvimos al coche. Nuestro siguiente destino
era Finisterre. Al llegar aparcamos cerca de la entrada del pue-
blo y, desde allí, nos dirigimos a pie hacia el faro. Al pasar por el
cementerio paramos un momento.
—Los Templarios que llegaban hasta aquí tras conseguir sus
estrellas personales —nos dijo Ángel—, dejaban una lápida con
su nombre grabado. Simbolizaba su muerte. De hecho, la mayo-
ría de tumbas de este cementerio no tienen cuerpo alguno en
su interior.
Mentalmente confeccioné una lápida con mi nombre y la dejé
bajo un gran tilo situado en unas de las esquinas del cemente-
rio: “Jorge Sanz Sanz llegó tan lejos para su eterno descanso a
los cuarenta y nueve años”.
Seguimos caminando hasta llegar a la playa.
—Deberíamos purificar nuestros cuerpos y nuestras alma con
el agua —nos volvió a decir Ángel—. Es como un nuevo rena-
cer.
Nos dirigimos hacia la playa de Langosteira donde nos baña-
mos desnudos. El agua estaba verdaderamente fría, así que el
baño, duró muy poco tiempo. Nos cambiamos de ropa y nos
dirigimos hacia el faro de Finisterre.
El sol se estaba poniendo cuando llegamos. Ya estábamos en
el fin de la tierra. Nos encontrábamos bajo las últimas luces del
sol totalmente renovados. Habíamos muerto y renacido tanto
Miguel como yo.
—Jorge, ya que has muerto y renacido tendrás que tener un
nuevo nombre. ¿No te parece? —dijo Ángel—.
Miré a Joan a los ojos primero, a continuación observé la
mirada de Ángel. Centré toda mi atención en la puesta de sol

207
MIEDO A AMAR

que, ante un inmenso océano azul, moría para seguir rena-


ciendo día tras día.
—Jorge Miguel —dije—.
Mi nombre será Jorge Miguel Sanz.
En ese preciso momento sentí un inmenso calor en el pecho
procedente del sol. Una energía muy fuerte impactó sobre mi
cuerpo y me hizo tambalear. Por unos instantes me fundí nue-
vamente con el astro rey. Las estrellas que había visto en el
exterior, ahora se encontraban depositadas en el interior de mi
corazón.
Jorge Miguel Sanz será, a partir de ahora, mi nombre .
Bienvenido a casa Jorge Miguel. Este nuevo mundo te da la
bienvenida.

208
NURA

CAPITULO 19

El domingo había llegado. Ángel y Joan ya estaban desayu-


nando en el comedor del hotel mientras que yo me encontraba
todavía acabando de preparar la maleta.
Este fin de semana resultó ser muy intenso y me encontraba
algo aturdido. Además, durante toda la noche había estado
soñando con algo que parecía muy real y que no podía entender.
Terminé de colocar toda mi ropa en la maleta y me dirigí a la
cafetería del hotel donde Ángel y Joan me estaban esperando.
—¿Que tal Jorge Miguel? —me preguntó Joan—.
—Muy bien. Algo cansado. Me he pasado toda la noche so-
ñando que estaba en una isla. Era un sueño muy vívido. Como si,
de alguna manera, yo ya hubiese estado allí y conociera el lugar
perfectamente. Pero no he podido recordar de que isla se tra-
taba.
—Bueno. No te preocupes. Quizá durante la mañana lo recuer-
des.
—Es posible.
Finalmente, ¿cómo has quedado con Ana?
—Hemos quedado en recogerla en Santiago de Compostela
sobre las doce.
—Perfecto. Así tendremos tiempo de sobra para recoger a
Sara en Finisterre. ¿Puedo preguntarte algo, Joan?

209
MIEDO A AMAR

—Naturalmente. Te estás poniendo muy serio.


—No te preocupes. Es una tontería.
—Ya veo.
—A ti te gusta un poco Ana ¿verdad?
—La verdad es que, físicamente, me gusta mucho. Hemos
estado intercambiando mensajes durante estos días y he podido
ver en ella algo que me atrae mucho.
—Claro, es “bílica”.
—Ya lo sé. Por eso será.
Y tú ¿qué tal con Sara? Vosotros compartisteis cena y todo.
—He disfrutado mucho con su compañía. Es una persona con
muchos conocimientos de todo tipo. Si tienes cualquier duda
sobre algún tema estoy seguro de que ella te la podrá despejar
sin ningún problema.
—Pero ¿te gusta?
—Claro. Hay algo que me llama mucho la atención en su inte-
rior. Es una fuerza que me hace sentir felizmente humano.
—¿Felizmente Humano?
—Así es. Felizmente humano. No te vayas a creer que es fácil
ser humano. Y muchísimo menos feliz.
Nos reímos juntos.
—Joan, quiero darte las gracias por ser el mejor hermano del
mundo. Especialmente, por todo lo que me has dado y por lo
que hemos podido compartir a lo largo de todos estos viajes.
Créeme, eres el mejor regalo que me ha ofrecido esta experien-
cia de vida.
—Para mí tú también has sido lo mejor que me ha pasado a
lo largo de todo mi camino. En este caso por doble motivo. Tu

210
NURA

viaje de Jorge a Miguel es algo que me ha fascinado. Por alguna


razón me ha cambiado la vida. También ha sido mi viaje hacia
el interior.
En ese momento nos dimos un abrazo que significó una unión
energética muy especial que quedaría sellada para el resto de
nuestras vidas.
—Tenemos que salir ya si queremos llegar puntuales a San-
tiago —la voz de Ángel nos devolvía nuevamente a la reali-
dad—.
—Buenos días Ángel.
—Buenos días, Jorge Miguel ¿Qué tal te encuentras hoy?
—Algo cansado pero tremendamente feliz de haber experi-
mentado la “muerte antes de la muerte”.
—Y no será la última. Tu ya conoces el verdadero camino hacia
la vida.
—Es verdad. Pero creo que ahora necesito descansar un poco.
Algo de tranquilidad no me vendría nada mal.
Subimos al coche y nos encaminamos hacia el centro de San-
tiago de Compostela donde ya nos estaba esperando Ana.
—Que tal, Ana ¿Has tenido buen Camino? —le pregunté una
vez que se sentó en el coche—.
—Estoy muy cansada. Me duelen muchísimo los pies. Pero ha
sido muy enriquecedor. Me he podido encontrar a mi misma y
descubrir mis virtudes y mis debilidades. La verdad es que me
ha encantado la experiencia.
Nos dirigimos hacia el faro de Finisterre. Aparcamos dos kiló-
metros antes de llegar y nos dispusimos a realizar el trayecto
final a pie. Habíamos empezado a caminar cuando una voz me
hizo girar sobre mí mismo.

211
MIEDO A AMAR

—Hola, Jorge.
—Hola, Sara. Que causalidad. Hemos decidido hacer el último
tramo a pie. ¿Qué tal te encuentras?
—La verdad es que estoy bastante cansada.
—¿Quieres dejar la mochila en el coche?
—Creo que será lo mejor.
Dejamos la mochila en el coche y los cinco nos dirigimos hacia
el final del mundo.
Mientras caminábamos, Sara empezó hablar.
—El Camino de Santiago es una experiencia que, a través del
dolor físico, te prepara para descubrir el dolor emocional, que
es en realidad, el que te abre las puertas de tu espíritu. Es como
si tu cuerpo, a la vez que te permite disfrutar de los placeres físi-
cos, te bloqueara el camino espiritual que te dirige al encuentro
contigo mismo. ¿No te parece curioso?
—Pues la verdad es que, últimamente, todo me parece muy
curioso. Pero he podido comprender que todo tiene su sentido
preciso, aunque a veces no lo podamos ver.
Las vistas eran impresionantes. El mar parecía unirse a un cielo
totalmente azul. Unas pequeñas islas aparecían y desaparecían
con el movimiento de las olas. Un pequeño monolito de granito
con una flecha amarilla indicando la dirección del faro, nos infor-
maba que ya solo nos quedaban 369 metros para nuestro destino.
Un poco rezagados, Joan y Ana seguían hablando. Se les veía
muy compenetrados. ¡Qué alegría me producía ver otra vez,
después de tanto tiempo, la felicidad en los ojos de mi hermano!
—¿Y tú qué tal estás? —me preguntó Sara—.
­ Muy bien. Aunque algo cansado. Esta noche no he dormido

mucho. Además, he tenido un sueño muy raro.

212
NURA

—¿Raro?
—He soñado que me encontraba en una Isla. Curiosamente,
era como si yo realmente hubiera estado ya allí.
—¿Y recuerdas de que Isla se trataba?
—Bueno, no lo sé exactamente. Tan solo puedo recordar que,
tras bajar del avión, cogíamos un taxi blanco con una raya roja
en la puerta que nos dejaba en un hostal llamado Zafiros. Este
hostal estaba cerca de unas playas de color turquesa preciosas.
Después aparecía mi amiga María y me daba unas indicaciones,
muy importantes, que ahora apenas recuerdo, sobre ese lugar
y, sobre todo, su significado.
—Dices que “cogíamos un taxi”. ¿Quién estaba contigo?
—Eso también es muy curioso. Eras tú quien me acompañaba
en ese viaje.
—¿Y quién es María? Quizá ella sea la clave que nos indique el
verdadero significado de lo que estamos buscando.
—Mi hermano Joan, Rafael, Mónica, María y yo, formamos un
pequeño subgrupo, dentro de un grupo mayor de meditación.
Realizamos reuniones en las que, a través, básicamente, del
conocimiento oculto en los signos, señales y números, intenta-
mos incrementar nuestra consciencia. María es una mujer muy
intuitiva y una gran buscadora de su propio Ser. En alguna oca-
sión en la que, bien por problemas de salud o por trabajo, no
ha podido viajar con todo el grupo, por una extraña causalidad,
también ella ha experimentado lo mismo que nosotros. En el
momento en que los demás recibíamos la información objeto
de nuestro desplazamiento hasta ese lugar, ella también era
consciente de la misma. Su “doble cuántico”, como bien dice,
siempre está con nosotros. Tiene un gran corazón.
En ese momento llegamos al final de la Tierra.

213
MIEDO A AMAR

—¡Que fascinante es este lugar! ¿Verdad, Jorge?


—Ya lo creo. Es un lugar mágico donde uno puede dejar a un
lado lo que nunca ha sido y encontrarse con lo que ha venido
a ser.
—¿Quieres que te haga una foto bajo esa cruz de ahí delante
como recuerdo de tu llegada al fin de la tierra?
—Claro. Me haría mucha ilusión.
En ese preciso momento la recepción de un mensaje hizo que
mi teléfono vibrara. Se trataba de un mensaje de María:
“—Hola Jorge Miguel.
Esta noche he tenido un sueño muy bonito. Te reco-
nozco. Has visitado los puntos de la “gran energía
KA”. Ahora, para finalizar, deberás encontrar la
representación de la “energía menor KA”. Ella te
ayudará en tu próxima aventura, en la que encon-
trarás la magia, la lealtad y la amistad que estimu-
larán tu fuerza, tu fe y tu amor por la verdad. Tienes
que buscar la Piedra de la Sabiduría. Ella provocará
una depuración, transformación y renovación de tu
alma y de tu espíritu. También construirá un puente
entre lo finito y lo infinito que hará que tu conciencia
fluya junto al rio del amor y el conocimiento divino”.
Este es mi mensaje para ti.
Un Abrazo.”
—¿Va todo bien, Jorge?
La miré a los ojos y le entregué el teléfono para que ella misma
pudiera leer el mensaje.
—Es de María. La misma de la que hemos hablado hace tan
solo unos minutos. Que increíble causalidad.

214
NURA

Su rostro reflejaba la misma sorpresa que, seguramente,


estaba reflejando el mío.
—¿Cómo es posible?
—Las cosas del Universo —le contesté—. Ya sabes.
—Yo estaba preparando un viaje a Menorca para el mes que
viene.
—No te entiendo. ¿Qué tiene que ver todo esto con tu viaje?
Sara sonrió.
—María te ha dicho que tienes que encontrar la representa-
ción de la “energía menor KA”. Menorca. Además, la Piedra de
la Sabiduría es el Zafiro. El Hostal Zafiros, es en el que tú ya has
estado en tu sueño. Menorca tiene unas playas de un color tur-
quesa intenso y unos espacios naturales que dan la sensación
de estar en algún lugar del Caribe. Y los taxis de Mahón, donde
se encuentra el aeropuerto de la isla, curiosamente, son blan-
cos con una raya roja en la puerta delantera.
—¿Eso quiere decir que tendremos que ir juntos a Menorca?
—Creo que sí, Jorge. Eso es lo que el destino parece que nos
tiene reservado.
—Por cierto, mi nombre ahora es Jorge Miguel.
—¿Y desde cuando ese cambio?
—Desde ayer. Bueno, realmente, desde siempre, pero yo no lo
he sabido hasta ayer.
—Que causalidades tiene la vida, cuando se abren los ojos del
corazón.
—Eso es verdad, Jorge Miguel. La vida es una maravillosa sin-
cronicidad. No lo dudes nunca.

215
MIEDO A AMAR

216
NURA

CAPITULO 20

En menos de una hora, desde el aeropuerto de Valencia, llega-


mos a la Isla de Menorca. Sara y yo habíamos reservado el vuelo
nada mas regresar de nuestro viaje a Finisterre. El viaje de ida y
vuelta nos costó algo menos de treinta euros.
Subimos a un taxi en la ciudad de Mahón y pudimos com-
probar que, efectivamente allí los taxis son vehículos blancos
con una raya roja en la puerta delantera, tal y como había visto
en mi sueño. Nos dirigimos al Hostal Zafiros que se encuentra
cerca de Ciudadela, en la costa occidental de Menorca. Para lle-
gar tuvimos que cruzar la totalidad de la isla de este a oeste. En
total unos cuarenta kilómetros nos separaban de nuestro des-
tino por la única carretera que une la ciudad de Mahón con la
bella Ciudadela.
El Zafiros era un hostal ubicado muy cerca del Faro de Artrutx,
un lugar donde parecía que el tiempo se había detenido. Nos
asignaron la habitación treinta y seis que estaba junto a la pis-
cina y muy cerca del comedor. En la misma recepción reserva-
mos un coche de alquiler y fuimos a tomar un poco el sol.
—¿Sabías Jorge Miguel, que la salsa mahonesa o mayonesa se
inventó en Menorca?
—No tenía ni idea. Pensaba que se trataba de una invención
francesa.
—Los franceses siempre han discutido mucho sobre este te-
ma pero la mahonesa es originaria de aquí. Se la conocía como

217
MIEDO A AMAR

salsa de Mahón de ahí su nombre. Fue llevada a Francia por


Louis Françoise Armand de Vignerot du Plessis, después de
derrotar a los ingleses en el puerto de Mahón. Aunque no fue
invención suya, lo que si hicieron los franceses fue perfeccio-
narla quitándole a la receta original el ajo y la llamaron “Sauce
Mahonaise” por provenir de Mahón.
—¡Qué curioso! ¿Cómo sabes tú todo eso?
—Me gusta mucho la historia. Especialmente la que no se
cuenta en los libros de texto de las escuelas y la que te cuentan
las personas que el azar pone en tu camino. Muchas veces se
debería de reescribir cosas que se daban por ciertas.
—¿Qué te apetece hacer esta tarde? —le pregunté—.
—Esta tarde me gustaría ir a un lugar mágico. Es un sitio sor-
presa donde podremos disfrutar de una increíble puesta de sol.
Nos cambiamos de ropa, subimos al coche de alquiler y nos
dirigimos hacia la costa sur de la isla.
—Esta es la Cova de en Xoroe —me decía Sara mientras bajá-
bamos por la escalera de un precioso acantilado que finalizaba
en un impresionante mar turquesa—.
Había multitud de terrazas que miraban al mar y una gran
cueva convertida en una especia de discoteca. Nos acomoda-
mos en una de las terrazas con vistas al mar. La verdad es que
era un regalo para los sentidos.
—A esta cueva —me dijo Sara—, cuenta una leyenda,” que hace
tiempo llegó un corsario superviviente de un naufragio. Trepó por
los acantilados para salvar su vida y aquí se instaló. Para sobre-
vivir robaba alimentos en las poblaciones más cercanas, donde
pasaba totalmente desapercibido. En uno de esos viajes en busca
de comida vio a una chica de la que se enamoró locamente. No
podía dejar de pensar en ella. Hasta que se convirtió en una

218
NURA

obsesión. El día que la joven se iba a casar la raptó y la llevó a su


cueva. Pasaron días, meses y años sin que nadie supiera donde
se encontraba la bella joven de Alaior. Sin saber siquiera quien se
la había llevado. Con el tiempo, la chica se enamoró del corsario
que la había secuestrado. Vivieron una mágica historia de amor.
Tuvieron hijos y formaron una pequeña familia, pero siempre
escondidos en la cueva. Los robos de comida se hicieron cada
vez más frecuentes. Un día de invierno, después de una gran
nevada, el corsario salió a buscar algo de comida. Pero en esta
ocasión no regresó solo a la cueva. Las huellas de sus pisadas en
la nieve condujeron a la gente del pueblo hasta la cueva donde
encontraron a la familia. Al verse acorralados, el corsario y su
hijo mayor saltaron por el acantilado, pero la mujer y sus otros
hijos fueron trasladados al pueblo.”
Todos los días, la joven se acercaba hasta este lugar en busca
de su amor, esperando que algún día volviera. Se sentaba y,
desde aquí, observaba la puesta de sol como tantas veces había
hecho antes. Algunas tardes el rumor del mar se parecía a las
voces de su amado y su hijo que le decían que estaban bien.
Esos días, una lágrima rodaba por su mejilla con destino al mar
donde, de alguna manera, se unía a ellos.
El cielo se volvió completamente naranja mientras el sol pare-
cía esconderse tras un mar totalmente en calma. Era un lugar
realmente mágico. Nos levantamos de las sillas, donde estába-
mos sentados, y nos apoyamos en una pequeña barandilla de
madera que nos protegía de caer por el acantilado.
Me acerqué a Sara por detrás y la abracé mientras no dejába-
mos de contemplar esa mágica puesta de sol.
—Voy a raptarte —le dije al oído en un susurro—, y vamos a
quedarnos a vivir aquí.
—No hace falta que me raptes. Yo me vendría aquí, contigo,
voluntariamente.

219
MIEDO A AMAR

En aquel lugar mágico y ante aquella maravillosa puesta de


sol nos dimos nuestro primer beso. Nos fundimos en un eterno
abrazo acompañados en todo momento por las estrellas del fir-
mamento que empezaban a nacer para iluminar nuestro amor,
que se hacía realidad en esta incomparable cueva. Ese amor
que un día unió a una joven y un corsario y que parecía seguir
uniendo a parejas venidas de todo el mundo manteniendo con
vida su llama amorosa. Una historia de amor que empezó aquí,
hace ya mucho tiempo, y que ya no morirá nunca.
El domingo, antes del viaje de regreso a casa, decidimos ir a
visitar la Cala Turqueta. Se trata de una maravillosa cala, escon-
dida entre frondosos pinos, con fina arena blanca y aguas de un
azul turquesa impresionante. Muy cerca de allí también pudi-
mos visitar la Cala Macarella, considerada una de las mejores
calas del mundo. Allí, disfrutamos de una estupenda comida
frente al mar en mitad de un extenso pinar. Verdaderamente
daba la sensación de estar en el paraíso.
Todavía nos dio tiempo de callejear por el centro de Ciuda-
dela. Su puerto, su casco antiguo y sus calles medievales, nos
procuraron una visita muy romántica de la ciudad. Paseábamos
cogidos de la mano como dos enamorados en su luna de miel,
para los que, todo a su alrededor, era maravilloso.
—¿Sabes lo que me dijo hace un año, una amiga muy especial?
—No, Sara. Pero me gustaría mucho saberlo.
—En ese momento acababa de separarme de mi anterior
pareja. No lo estaba pasando bien y ella me dijo que no me
preocupara. En un futuro próximo, encontrarás a un chico muy
divertido en un viaje. A pesar de conocerlo viajando, este chico,
presumiblemente viviría en tu misma ciudad. Su economía
estaría resuelta y muy probablemente, sería él la persona con
toda seguridad la que, durante muchas vidas, he ido buscando.
También me dijo que tendríamos que hablar mucho para que

220
NURA

todos nuestros miedos salieran a la superficie y se hicieran


conscientes. El primer miedo al que nos veríamos obligados a
enfrentarnos sería el miedo a amar.
—Qué curioso. Algo parecido me dijeron a mi también hace ya
algún tiempo.
—Sí que lo es. Yo no recordaba esta especie de predicción
que mi amiga me hizo pero, paseando por este increíble lugar,
de repente, lo he recordado y he querido compartirlo contigo.
Creo que Menorca siempre será un lugar muy especial para
nosotros ¿no crees?
—Ya lo creo. Es un lugar único, con una mujer única, todo es
como un sueño del que no me gustaría nunca despertar.
—Siempre nos quedará Menorca.
—Cierto. Siempre nos quedará la Ka menor. Me parece muy
extraño no haber obtenido nada de información con respecto a
la energía Ka en este viaje.
—Este viaje ha sido para descansar.
—Es verdad, Sara. Este viaje ha sido, como tu bien dices, para
descansar y lo mejor de todo, ha servido para unirnos a noso-
tros en una historia de amor.
—Tenemos que marcharnos ya si no queremos perder el vuelo.
—Tienes toda la razón. Aunque no me importaría quedarme
aquí toda la vida.
—Tampoco a mí me molestaría si no fuera porque mañana
tengo trabajo.
Fuimos hacia el coche y nos dirigimos al aeropuerto. Al salir de
Ciudadela, en una de las rotondas, tomé la salida con dirección
a la Cala Blanca en lugar de la del aeropuerto.
—¿A dónde vamos?

221
MIEDO A AMAR

—No te preocupes, Sara. Tan solo será un momento.


Por algún extraño motivo, sin saber muy bien por qué, algo me
empujaba a seguir en dirección a la Cala Blanca. En la siguiente
rotonda tomamos la salida hacia el Faro de Artrutx.
—¿Es el faro el sitio a donde quieres ir?
—No tengo ni idea hacia donde voy. Hay algo muy fuerte en mi
interior que me dirige.
Esta nueva carretera nos llevaba directamente hacia el faro.
Incluso desde lejos, ya lo podíamos divisar. En un momento
determinado detuve el coche.
—Aquí es.
—¿Aquí?
—Estoy seguro, Sara. Este es el punto que me está atrayendo.
—¿Vamos a ir andando hasta el Faro desde aquí?
—No será necesario tener que ir al faro. Este es, exactamente,
el lugar donde tenemos que estar.
Bajamos del coche y nos encaminamos hacia una especie de
playa de rocas de unos tres kilómetros de largo.
—¿No vas aparcar el coche? ¿Lo vas a dejar aquí en mitad de
la carretera?
—No te preocupes. Solo será un momento.
Nos dirigimos hacia la orilla del mar atravesando las rocas. A
los pocos metros de ir caminando hacia el mar, casi pisamos
una enorme figura hecha de piedras que tenía forma de ocho y
formaba una doble espiral interconectada.
—Esto es increíble. ¿Cómo has podido encontrar esta espe-
cie de rueda medicinal? La vibración de este lugar es impresio-
nante. ¿Lo puedes notar?

222
NURA

—Es verdad. Se trata de un lugar mágico.


Me situé delante de la primera espiral y me senté ante ella.
Una sensación de vértigo me inundó por completo.
—Creo que será mejor que aparque bien el coche. Ahora
vuelvo.
—Gracias, Sara.
Cerré los ojos y, en ese momento, una voz ya familiar me habló.
—Hola, Jorge Miguel.
Abrí los ojos y sentada a mi lado en el suelo estaba Alba.
—Hola, Alba.
—¿Cómo estás Jorge Miguel?
—Muy bien, Alba. Me alegro mucho de verte de nuevo.
—Yo también estoy muy contenta de volver a verte. Este sím-
bolo del suelo con forma de ocho significa, a nivel superficial,
el infinito porque no se puede determinar ni donde empieza ni
donde termina. Nos viene a decir que los patrones en nuestra
vida se repiten y se eternizan. Como bien sabes, existen dos
niveles más. A nivel intermedio, en este símbolo están conte-
nidas las Leyes de Evolución e Involución. Cada evolución va
seguida de involución. Siempre que queremos subir, tenemos
que bajar porque, de otra manera, quedamos estancados. Y de
estos estancamientos solo hay una manera de salir de ellos,
sería en cualquier caso bajando nuevamente. Hay que apren-
der a distinguir entre lo que es una caída y lo que es una bajada.
No lo olvides. Nadie puede subir sin bajar antes. Estas Leyes
de Evolución e Involución no pueden conducirnos, por si solas,
a la iluminación. Se necesita también transitar por el camino
hacia el despertar de la Consciencia. A nivel interno, representa
la energía que impulsa al espíritu, que forma parte del alma, en
su movimiento. A esta energía se le conoce como Energía Ka.

223
MIEDO A AMAR

En tu viaje vital ya has logrado el equilibrio de tu realidad física,


en tu cuerpo físico mental y emocional, tanto en su plano cons-
ciente como inconsciente. Has cruzado emociones. Has explo-
rado nuevos límites de tu realidad física y, ahora, se abre otra
realidad, en este caso en el corazón y en el alma a través de la
transformación de tu realidad mental, que afectará a tu cuerpo
físico, mental y emocional sutil.
Hay un nuevo viaje que deberás hacer y, en esta ocasión, la
espada de San Miguel te acompañará en todo momento. Una
vez finalizado, volverás, de nuevo, a tu hogar y habrás apren-
dido enseñanzas magistrales sobre nuestro destino compar-
tido, ya que, el propósito de nuestros viajes, tanto interiores
como hacia el exterior, no es percibir “lo no percibido” sino
poder llevar esas percepciones a tu corazón para compartirlas
con tus seres queridos.
Hizo una pequeña pausa.
—¿Sabes cómo llamaban los fenicios a Menorca?
—No tengo ni idea.
—NURA.
Se trata de un nombre derivado de “NUR” que, en fenicio, sig-
nifica fuego. Cuando, de noche, las naves fenicias pasaban cerca
de estas costas veían brillar fogatas en los lugares altos, en las
cumbres de los talaiots. Así, Nura, significa, literalmente ”Tierra
de fuego”. También es un nombre de mujer, de origen arameo,
que significa “la luz del Señor”. Como curiosidad te diré que, en
la actualidad, en España, solo hay treinta y seis mujeres con ese
nombre. Por último, Nura, representa a tu corazón cuando está
totalmente iluminado con el fuego de la consciencia.
Alba siguió con sus comentarios:
—Hasta aquí llegaron los propios Templarios en busca de esa

224
NURA

“luz del alma” que les ayudaba a transformar su realidad mental.


Todavía se conservan restos del Castillo Templario en la Mon-
taña de Santa Águeda y el de la Virgen Negra de Toro, situada
en la cima del monte Toro, la montaña más alta de Menorca.
Los propios Templarios fomentaron, aquí en Baleares, el cul-
tivo del olivo, especialmente la variedad denominada “arbe-
quina” que ellos mismo trajeron a la península Ibérica de Tierra
Santa. Tras consumir el aceite de estas aceitunas, los habitan-
tes de estas islas alcanzaron una esperanza de vida superior al
resto del mundo occidental gracias, en parte, a los magos del
Temple.
—No sabía nada de todo esto, Alba .
Ella sonrió dulcemente y continuó.
—Ya sabes que mi hermana y yo hemos estado toda la vida
siguiendo la estela de los Hermanos Templarios.
—Creo que voy a compartir con mis seres queridos todas estas
experiencias. He decidido escribir un libro. Incluso ya tengo
claro cuál será su título.
Tras una pequeña pausa dije:
—“NURA”
“Miedo a Amar”
—Vienen momentos difíciles —me dijo Alba—. Tiempos en
el que, el mundo entero, deberá permanecer en casa a causa
del miedo. Muchas almas se verán obligadas a volver a casa.
Será de esta forma probablemente, en el que cada uno sacará
lo mejor de sí mismo y, al mismo tiempo, lo peor. Ya sabes que,
en realidad, mejor y peor, son la misma cosa. En ese preciso
instante será cuando, tu sueño se convierta en realidad.
—Lo habitual es que las personas decidan el libro que quie-
ren leer en cada momento. Pero, en esta ocasión, va a ser este

225
MIEDO A AMAR

libro el que de alguna manera elegirá a las personas que están


destinadas a leerlo
—El propio libro les hará recordar su propia historia.
—Gracias por todo, Alba. Me has ayudado mucho.
—Tú también a mí, Jorge Miguel.
—Hasta siempre.
Abrí los ojos y allí, sentada a mi lado, estaba Sara.
—Gracias, Jorge Miguel. Me has ayudado mucho.
Tú también a mí, Sara.
Mis ojos se nublaron por un momento.
—Tenemos un nuevo viaje por delante. Esta vez junto a San
Miguel. Su espada nos protegerá y nos guiará. ¿Te vienes? —pre-
gunté a Sara—.
—Naturalmente. Ese va a ser un viaje muy interesante.
—Ya lo creo.
—¿Nos vamos?
—Asentí con la mirada.
Me levanté. Miré por última vez la figura que teníamos junto
a los pies.
—Gracias.
Ahora es Nura, representada en este libro, quien te está
mirando a tus ojos directamente.
No olvides que, por alguna extraña razón, nos hemos elegido
mutuamente para que puedas leer tu propia historia aquí.
Por un momento toma consciencia de la luz del fuego de tu
corazón, y de cómo le da un nuevo sentido a tu vida.

226
NURA

Has entrado a tu NURA.


Pero no olvides que este juego, todavía no ha acabado.
Tu “Kamino” continúa.
Gracias por dejarme compartir una parte de mi vida.
Gracias por dejarme compartir una parte de tu tiempo.

FIN.

227
MIEDO A AMAR

228
NURA

“Todo ha estado presente para aquellos


que han estado dispuestos a ver”.
“Lugar mágico. Uno puede dejar a un lado
lo que nunca ha sido y encontrarse con lo
que ha venido a Ser”.
“Este mundo es solo para aquellos que son
como niños”
ANA

“El camino no ha hecho


nada mas que empezar”.
INMACULADA

“El camino del despertar es un camino, lleno


de experiencias en el que tienes que caminar
en soledad, el último objetivo del despertar
es morir antes de morir”.
MIGUEL J.

“Morir a lo que eres para nacer


a lo que siempre has sido”.
ANA MARIA

“Mira toda tu vida desde el Amor, Respeto y


Empatía, ella te regalará una belleza inima-
ginable”.
ANDRES

229
MIEDO A AMAR

“Mientras vivas, !Brilla! No sufras por


nada demasiado, porque la vida es muy
breve y el tiempo todo lo reclama”.
PEPA

“Ahora empieza otro camino mucho más


grande. Es un camino esplendoroso. Debéis
ser conscientes de que todos habéis venido a
llevar a cabo una misión. Una Experiencia de
Vida, a un Alto Nivel Consciencial”.
JORGE

“El egoísmo al igual que


el altruismo son nece-
sarios, la avaricia no”.
JOSE ANTONIO

“El tiempo al final, pone todo en su lugar”.


MIGUEL

“Hazlo con miedo pero hazlo”.


MAR

“Si miras hacia atrás, hazlo con aceptación, con


agradecimiento, por que cambiará de tal forma tu
presente, que te permitirá mirar y crear tu futuro,
sin perspectivas, desde el aquí.....desde el ahora”.
DANI

230
NURA

Mi agradecimiento muy especial a Rafa, Mario y José, por las


numerosas vídeo conferencias que hemos mantenido a lo largo
del confinamiento y que tantas experiencias hemos podido
compartir.

231
MIEDO A AMAR

ESTE LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR, EN


LOS TALLERES DE GRÁFICAS EL CID, S.L.
DURANTE EL MES DE SEPTIEMBRE
DEL AÑO 2020.

232
NURA

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