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LA PINTURA MODERNA Y SU LLEGADA AL MUNDO DE LA MANO DE

ÉDOUARD MANET
Por: Jorge González

6 febrero, 2017

Me gusta pensar que la pintura moderna nació durante el siglo XIX de la mano de Édouard
Manet. Si bien varios artistas previos a él anunciaban la llegada de una nueva forma de
pintura, con una nueva ideología detrás de ella, Manet fue, desde mi punto de vista, quien
terminó de traerla al mundo.

En el año 1863, un vagón de tres ruedas que era impulsado por un motor de combustión
interna recorrió los bulevares de París, en un viaje de 50 millas rumbo a Joinville-le-Pont.
Aquellos parisinos que fueron testigos de este logro triunfante del progreso, que fue invento
del ingeniero Étienne Lenoir (1822 – 1900), deben haberse considerado testigos de lo que
un crítico alemán que vivía en París llamó "La capital del siglo XIX".

Mientras que muchas personas -incluidos artistas- rechazaban este nuevo mundo y se


aferraban con mayor fuerza que nunca al pasado, vistiendo con pelucas y disfraces de
mosqueteros del siglo XVII, no todos creían adecuada esta respuesta nostálgica. Había
quienes veían completamente absurdo que en la era de la electricidad muchos artistas
produjeran cuadros con representaciones ideales de Afrodita y Dionisio. Partícipe de
esta ideología, el escritor francés Charles Baudelaire escribió un tratado titulado El pintor
de la vida moderna, en el cual alentaba a los artistas a abandonar las formas del pasado y
a tomar sus temas de la vida moderna que experimentaban.
Édouard Manet, Dans la serre (En el invernadero), óleo sobre tela, 115 cm × 150 cm,
1878 - 1879, Galería nacional, Berlín.

La pintura moderna y la ideología de Boudelaire


Baudelaire llamó a los pintores a abrazar a lo que dio el nombre de "la modernidad", que
era la fugaz y aparentemente trivial vida contemporánea. Al igual que otros individuos,
Baudelaire creía que la tarea del artista no era regurgitar las formas de siglos pasados, sino
producir visiones de su mundo moderno. El escritor consideraba que toda obra de arte tenía
dos aspectos esenciales. Por un lado, debía manifestar aspectos eternos y universales de la
belleza, la esencia del mundo, la vida y otras cuestiones fundamentales. Sin embargo, la
obra debía embarcarse en esta empresa a través de lo inmediato, de lo circunstancial y de lo
presente.

Toda gran obra de arte muestra aspectos que en su momento fueron exclusivos de su


presente; según Baudelaire, sólo a través del lenguaje común de cada época es posible tocar
a otros que comparten de forma viva ese lenguaje. Para el artista moderno era entonces
imperativo pintar multitudes, escenas callejeras, viñetas de la vida de la clase media en todo
su esplendor y con toda su fealdad.
Édouard Manet, Le Balcon (El balcón), óleo sobre tela, 170 × 124,5 cm, 1868–69, Musée
d'Orsay, París.

Con una gran devoción por el arte de siglos previos, Édouard Manet podría parecer un
artista que difícilmente se convertiría a la causa de Baudelaire. La inspiración de sus
primeras pinturas venía principalmente de la obra de maestros antiguos que había copiado
en el Museo del Louvre, más que proceder de la vida cotidiana que experimentaba en las
calles de París, o en los cafés cercanos a su vivienda. Pintaba paisajes parisinos a la manera
de pinturas de Rubens e incluso representaba sus personajes ataviados con ropas de épocas
previas. Ésta, por supuesto, no sólo era una forma de pintar exclusiva a Manet, sino el estilo
común entre algunos de los pintores más famosos de la época.

Aún así, Manet comenzó lentamente a prestar atención a las recomendaciones de


Baudelaire y Rémy Couture en cuadros como El bebedor de ajenjo y El viejo músico. Este
último retrataba a algunos indigentes del Batignol, que era el barrio en el que vivía Manet,
entre los que se incluyen un violinista que vivía cerca en un barrio gitano y el mismo
bebedor de ajenjo que apareciera en el otro cuadro antes mencionado. Sin embargo,
también en esta pintura podemos reconocer que Manet retomó algunas de las poses y la
composición de pinturas que había visto previamente en el Museo del Louvre.
Édouard Manet, Le Vieux Musicien (El viejo músico), óleo sobre tela, 187.4 × 248.3 cm,
1862, National Gallery of Art, E. U.

La primera obra en que Manet logró cuestionar los paradigmas de la pintura de la época, en
cuanto a representación, estilo e incluso en cuanto a técnica, fue la pintura originalmente
titulada Le Bain (El baño). Esta pintura que tomó cuatro meses en completarse, resultó ser
tan desafiante en la forma en que había sido ejecutado, como en cuanto a su concepción
inicial. En ella Manet había continuado explorando los distintos elementos que tanto habían
conmocionado a los espectadores en el salón de 1861, donde expuso por primera vez el
cuadro del Cantante español.
Édouard Manet, Le Déjeuner sur l'Herbe/ Le Bain (Almuerzo sobre la hierba/ El baño),
óleo sobre tela, 208 × 264,5 cm, 1863.

Manet tomó las poses de los personajes de El baño de una pintura perdida de
Rafael titulada Juicio de Paris, que se conoce únicamente a través de un grabado hecho por
Marco Antonio Raimondi. Si bien la obra mencionada sirvió de inspiración para la
pintura El baño, la admiración por la pintura de los grandes maestros no hizo que Manet
imitara por completo las técnicas de aquellos artistas del pasado.

En la búsqueda de un nuevo estilo de pintura, que captara de mejor manera el espíritu y la


energía de la era moderna, Manet abandonó en su obra el claroscuro. Esta técnica, que
había sido perfeccionada por Leonardo da Vinci y empleada por innumerables artistas
desde entonces, seguía siendo explotada por los artistas de la Francia del siglo XIX como
parte esencial de su sistema de trabajo. La técnica Chiaroscuro, italiano para claro oscuro,
permitía incrementar la sensación de profundidad y relieve en una pintura, ayudándose de
la explotación de contrastes entre luz y sombra.

Este sistema de trabajo, con sus variables tonales específicas, pudo haber sido adecuada
para retratar ángeles y héroes en toga, así como ambientes previos a la invención de la
electricidad. Sin embargo, retratar la vida moderna parisina necesitaba, a los ojos de Manet,
un tratamiento distinto. Por lo tanto, éste se deshizo de muchos de los medios tonos -
colores de transición entre colores brillantes y sombras. De esta forma hizo que las figuras
de Le Bain, particularmente el desnudo en primer plano, se viera casi completamente
iluminado, en un estilo muy diferente al de la pintura de claro oscuro. En contraste con
el Juicio de Paris de Rafael, donde había múltiples juegos entre luces y sombras para
producir volumen, la modelo retratada en desnudo parecía haber sido hecha con un
tratamiento casi bidimensional.
Édouard Manet, estudio preparativo para Le Déjeuner sur l'Herbe/ Le Bain.

Otro aspecto que Manet exploró en esta pintura, para construir un nuevo estilo, fue realizar
cambios en la imprimatura del lienzo. Debido a que una ilusión óptica hace que los colores
claros avancen y que los oscuros retrocedan, la mayoría de los artista de la época pintaban
sobre lienzos oscuros o teñidos en medios tonos. Al hacer esto incrementaban la apariencia
de profundidad en sus telas y, por tanto, el realismo de las escenas producidas. Existían
distintos pigmentos utilizados en fondos tradicionales: sienas para grandes distancias, Bold
de Armenia para retratos en primer plano y para dorados, etc. De hecho, pese a lo extraño
que hoy en día pueda parecernos, la mayoría de los lienzos que se vendían en el mercado de
la época y aún a finales del siglo XIX habían sido entonados previamente, puesto que nadie
pintaba óleo sobre lienzos blancos. No sería hasta la llegada de Manet que algunos artistas
comenzarían a explorar esta nueva forma de trabajar esta técnica de pintura.
Édouard Manet, La Prune (La ciruela), óleo sobre tela, 73.3 x 50.2 cm, h. 1877.

Si bien este sistema de trabajar la pintura al óleo era en efecto novedoso durante la época de
Manet, no era nuevo. De hecho, se trataba de un sistema de pintura mucho anterior a la
pintura al óleo, proveniente de la pintura de temple de agua. Tradicionalmente, la pintura de
temple de agua se ha trabajado casi siempre sobre imprimaturas de creta, las cuales -por los
materiales con que se preparan- son perfectamente blancas y sumamente refractantes. Este
tipo de pintura de temple se trabajaba de manera similar a como hoy en día se trabaja la
técnica de acuarela, dejando las zonas de mayor luminosidad del cuadro sin tocar, o con
veladuras delgadas de pintura que mantuvieran así su luminosidad intrínseca, como ocurría
en el nuevo sistema pictórico de Manet.

La característica más valiosa de este sistema de trabajo es que permite aprovechar la


blancura de la imprimatura y la alta refracción que ésta produce. Manet, quien era un gran
conocedor de arte de otros tiempos, pudo haberse basado en la pintura antigua de temple de
agua para trabajar la pintura al óleo de esta manera. Todo aquel que haya visto dicho tipo
de obra en vivo conoce la luminosidad incomparable que estas pinturas de temple pueden
lograr, misma que no es siquiera transmisible a través de fotografías.

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