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Bloque 2: la Edad Media: tres culturas y un mapa político

en constante cambio (711-1474)

UNIDAD 5: LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XIV-XV).


EVOLUCIÓN POLÍTICA Y LA CRISIS BAJOMEDIEVAL

1ª EVALUACIÓN
HE 2º BACHILLERATO
Profesor: Fernando Roncero
EAAb 2019/2020
En el siglo XIII, al finalizar la Plena Edad Media, todos los reinos cristianos de la península
habían alcanzado unas fronteras casi definitivas y, en consecuencia, el proceso de Reconquista
llegaba prácticamente a su fin. De la misma forma se consolidaron las instituciones de
gobierno de cada reino. También fue el momento de una múltiple crisis que afectó a todos y
que duró gran parte del siglo XIV.

Crisis demográfica, económica y social

En el siglo XIV se frena la expansión económica de los siglos XII y XIII y se produce una grave
crisis demográfica, económica y social, que afectó a toda Europa y también a los reinos
hispánicos. A comienzos de la centuria, la producción agrícola comienza a descender,
consecuencia de unas malas cosechas que encarecieron los productos agrícolas y desataron el
hambre entre la población. En estas condiciones fueron presa fácil de las epidemias, sobre
todo de la peste negra, que se extendió por toda la península a partir de 1348. Sin embargo, la
gravedad de la catástrofe demográfica a raíz de la peste hace pensar que la crisis demográfica
tuvo unas causas más profundas y que su incidencia ponía al descubierto el desequilibrio
población-recursos, es decir, la existencia de una profunda crisis económica derivada
fundamentalmente del estancamiento de una agricultura extensiva de muy bajos rendimientos
y, por otro lado, de una población creciente. Durante esta crisis demográfica, las mayores
pérdidas de población se dieron en Aragón y Levante, siendo especialmente grandes en
Cataluña.

Las consecuencias económicas de esta doble crisis agraria y demográfica fueron tremendas:
reducción de las tierras de cultivo, despoblación de amplias zonas y falta de mano de obra. En
efecto, al descender la población, muchos campos quedaron sin cultivar por falta de
campesinos y ello afectó de lleno a los señores, grandes propietarios de la tierra, que
reaccionaron con dureza para no ver bajar sus rentas. Presionaron sobre los reyes buscando
nuevas concesiones, se apropiaron de tierras de los concejos, endurecieron las condiciones a
los campesinos, respondiendo estos con revueltas, como la de los “remensas” en Cataluña o la
de los “irmandiños” gallegos, que durante el siglo XV provocó la creación de Hermandades en
Galicia para acabar con los saqueos y la violencia antiseñorial; por último, también hubo
enfrentamientos entre los mismos nobles y contra la corona: en la segunda mitad del XIV, la
guerra de los dos Pedros, entre Castilla y Aragón y la guerra civil de Castilla, entre Pedro I y su
hermanastro Enrique de Trastámara.

Otro de los efectos de la crisis fue la ruptura de la convivencia, que ya venía deteriorándose,
de los cristianos con la comunidad judía. Al extenderse la crisis entre las capas bajas de la
población, la hostilidad popular se dirigió contra los judíos, acusados de acaparar riquezas y de
ser deicidas por haber entregado a Jesucristo, siendo criticados con dureza desde los púlpitos.
La más fuerte de las persecuciones contra las comunidades judías ocurrió en 1391, con el
asalto de las juderías tanto en Castilla como en la Corona de Aragón. Muchos judíos, para
salvar la vida, se convirtieron, y fueron llamados cristianos nuevos o conversos, vistos con
recelo por los cristianos viejos ante la sospecha de que muchos de ellos practicaban
secretamente la religión judía, ya que, sobre todo a nivel doméstico, se seguían manteniendo
costumbre y tradiciones que habían sido transmitidas durante generaciones. La intolerancia
contra los conversos llegó hasta el punto de la aplicación de la Santa Inquisición en Castilla y
Aragón ya bajo reinado de los Reyes Católicos.

Desde principios del siglo XV, se fue notando la recuperación de la crisis y cierto relanzamiento
económico. En la corona de Castilla, por ejemplo, se dio un notable auge de la ganadería ovina
trashumante, favorecida por el retroceso agrario, y se abrió el mercado de Flandes, interesado

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en la lana para su industria textil. Se crearon igualmente las ferias de Medina del Campo, que
en pocos años se convirtieron en las más importantes de toda la España cristiana. También
destacó el puerto de Valencia, que comerciaba muy activamente con los restantes países de
los reinos peninsulares, así como con el norte de África.

Evolución política y enfrentamientos nobiliarios en Castilla

A partir de finales del siglo XIII, la alta nobleza castellana que estaba al frente de grandes
señoríos, empezó a enfrentarse a la autoridad del monarca. La nobleza había adquirido una
gran fuerza a partir de las riquezas obtenidas durante el proceso de reconquista. Por ello,
fueron frecuentes las rebeliones de la nobleza en los periodos de minoría de edad de los reyes
y los problemas dinásticos se sucedieron. Pedro I (1350- 1369), llamado “el Cruel” por sus
opositores y sucesor de Alfonso XI, fue un férreo defensor de la autoridad monárquica, en
contra de la nobleza. Esta se opuso al monarca y apoyaron como rey a su hermanastro,
Enrique de Trastámara, uno de los hijos bastardos de Alfonso XI. La tensión desembocó en una
guerra civil (1366-1369), donde el bando nobiliario consiguió vencer, poniéndose fin al
conflicto tras ser asesinado Pedro I en Montiel por su hermanastro, que pasó a reinar como
Enrique II (1369-1379). Con este monarca se iniciaba la dinastía Trastámara en Castilla.

En el contexto de la guerra civil castellana tenemos que hacer mención también a la llamada
guerra de los dos Pedros, entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, que se alargó durante
varios años conociendo enfrentamientos directos e indirectos y periodos de tregua. Pedro IV
quería incorporar el Reino de Murcia a la Corona de Aragón y dominar el Mediterráneo
occidental frente a Castilla y su aliada Génova, lo que motivó el apoyo de Pedro IV a Enrique de
Trastámara en la guerra civil castellana. La batalla entre los dos Pedros finalizó sin vencedor
claro tras la muerte de Pedro I y la subido al trono de Castilla de Enrique de Trastámara.

El nuevo rey de Castilla, llamado “el de las Mercedes” por los privilegios y riqueza que otorgó a
la nobleza que le había ayudado en su enfrentamiento con Pedro I, participó en la Guerra de los
Cien Años como aliado de Francia e inició el proceso centralizador con la creación de las
Audiencias. Su sucesor, Juan I (1379-1390) tenía aspiraciones a la Corona portuguesa que se
vieron frustradas pese a su matrimonio con Beatriz de Portugal, al ser derrotado en la batalla
de Aljubarrota (1385).

Ya durante el siglo XV, Castilla conoció una fuerte recuperación demográfica y económica. Los
reyes Juan II (1406-1454) y su hijo Enrique IV (1454-1474) fueron monarcas débiles, sin
carácter, fáciles de dominar, incapaces de imponer el orden ante una buena parte de la
nobleza, muy rebelde, cuyas ambiciones no tenían limite, lo que provocó graves tensiones
internas.

Con Juan II, su favorito, Álvaro de Luna, enfrentado a los infantes de Aragón y la alta nobleza
castellana por su defensa del rey, terminó siendo decapitado. Durante el reinado de Enrique
IV, la situación empeoró. Un sector de la nobleza acusó al rey de impotente, considerando
ilegitima a su hija Juana, conocida como la Beltraneja, y llegando a deponer simbólicamente a
Enrique IV en la llamada “farsa de Ávila”. Enrique IV aceptó, en el Pacto de los Toros de
Guisando (1468), que le sucediera su hermanastra Isabel. Pero cuando Isabel contrajo
matrimonio, al año siguiente, con Fernando, heredero de la Corona de Aragón, Enrique IV
desheredó a Isabel y proclamó sucesora a su hija Juana. El estallido de la guerra civil entre los
partidarios de Isabel contra los de Juana solo estaba a la espera del fallecimiento del rey.

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A pesar de las difíciles relaciones entre la monarquía y la nobleza, el reino de Castilla fue
fortaleciéndose progresivamente durante los siglos XIV y XV. Las teorías políticas que, basadas
en el Derecho romano, convertían al rey de señor de vasallos en soberano de súbditos fueron
difundidas por los tratadistas políticos. En cuanto a instituciones, con Alfonso XI se aprobó el
Ordenamiento de Alcalá, que ponía en ejecución las normas jurídicas de las Partidas. Con los
primeros Trastámara se fortaleció el Consejo Real, órgano de asesoramiento del monarca, al
tiempo que se ponía en marcha la Audiencia, órgano supremo de la justicia, llamada
Chancillería desde mediados del siglo XV. Por lo que respecta a las Cortes, la representación
del tercer estado quedó reducida a solo diecisiete ciudades y villas. También se reorganizó la
Hacienda Real, con la aparición de contadores. Por otra parte, el ejército real llegó a ser
semipermanente. Las demarcaciones administrativas en la organización territorial tomaron el
nombre de merindades en Castilla y León, mientras en el sur se crearon los adelantamientos
como demarcaciones fronterizas.

En política exterior, Castilla tuvo que enfrentarse al “problema del Estrecho”, derivado de la
presencia de los benimerines y el miedo a una nueva invasión de la Península. Sancho IV (1284
1295), hijo de Alfonso X el Sabio, conquistó la plaza de Tarifa en 1292, mientras que Alfonso XI
(1312-1350) conquistaba Algeciras tras la batalla del Salado (1340). Ya en el siglo XV, Castilla,
compitiendo con Portugal, empezó a demostrar su interés por el control de la vecina costa
africana y las rutas atlánticas. De esta forma, durante el reinado de Enrique III (1390- 1406) se
inició la conquista de las Canarias (Lanzarote y Fuerteventura) por Juan de Bethancourt.

Evolución política y conflictos políticos y sociales en la Corona de Aragón

En el siglo XIV, durante el largo reinado de Pedro IV (1336-1387), conocido como el


Ceremonioso, se incorporó a la corona de Aragón el reino de Mallorca, que había sido
independiente. Los monarcas aragoneses se enfrentaron con las Cortes para conseguir
financiación en las campañas exteriores en Sicilia, Cerdeña, Nápoles y los Ducados de Atenas y
Neopatria (conquistados a manos de los almogávares -tropas de choque, espionaje y guerrilla-
), demostrando la clara tendencia al Mediterráneo de la Corona de Aragón.

A principios del siglo XV, en 1410, fallecía sin descendencia el rey Martín I el Humano (1396-
1410), extinguiéndose la dinastía reinante hasta ese momento. Para resolver la crisis sucesoria
se reunió el Compromiso de Caspe (1412) con representantes de Aragón, Cataluña y Valencia y
la intervención de Benedicto XIII de Avignon (Papa Luna), siendo elegido rey de Aragón el
castellano Fernando de Antequera, hermano de Enrique III de Castilla y miembro de la dinastía
Trastámara. Fernando I (1412-1416) hubo de hacer frente a la rebelión del conde de Urgell, que
había sido su rival en Caspe. Le sucedió su hijo Alfonso V el Magnánimo (1416- 1458), que
destacó por la conquista de Nápoles, y a éste su hermano Juan II (1458-1479), que tuvo que
hacer frente a una dura guerra civil en Cataluña, donde se vivía una crisis institucional, social y
económica.

Por un lado estaba el conflicto de los payeses de remensa, que venía desde finales del siglo XIV:
los payeses estaban sometidos a unas instituciones feudales muy opresivas (malos usos) de las
que destacan la adscripción del campesino a la tierra y la prohibición de abandonarlos sin previo
pago de su redención (remidença). Los señores intentaron remediar su situación financiera
exigiendo la vuelta de los antiguos derechos feudales, provocando un conflicto que no se
solucionaría hasta la abolición de los malos usos por Fernando el Católico.

A mitad del siglo XV también tiene lugar la revuelta forera en Mallorca (1450-1452) arranca del

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conflicto que desde el siglo XIV tenían los municipios foráneos del campo contra la oligarquía de
la ciudad de Palma que ejercía el dominio político y fiscal. Los municipios reclamaban más
participación y una justa redistribución de la carga fiscal. La revuelta estalló en el campo, pero
los menestrales (trabajadores de talleres artesanos) de la ciudad se sumaron otorgándole al
conflicto con carácter marcadamente social. Lograron en 1450 ocupar la ciudad y la rebelión se
extendió a toda la Isla e incluso la de Menorca.

En la ciudad de Barcelona, por otro lado, se vivía una fuerte tensión en el gobierno municipal.
Los artesanos y pequeños mercaderes, arruinados por la crisis, agrupados en el partido
llamado la Busca, se enfrentaron a la alta burguesía, el patriciado urbano, agrupado en otro
partido, la Biga, que venía acaparando los cargos del municipio. Los señores y el patriciado
urbano contaban con el apoyo de la Diputación General o Generalitat, mientras los “payeses
de remensa” y la Busca contaban con la protección del rey Juan II. Al final estalló la guerra civil
(1462-1472), con enfrentamientos entre los grupos sociales y contra la propia monarquía.

Comentar también que, en Aragón, a diferencia de Castilla, las Cortes conservaron buena parte
de sus competencias, aunque cada vez más limitadas. Se mantuvo la existencia separada de las
Cortes catalanas, valencianas y aragonesas. El Justicia Mayor de Aragón constituyó una
institución específica de este reino, desempeñando la suprema administración de la justicia.

Los últimos monarcas, Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón, ponían fin a la Edad Media.
Castilla y Aragón se unían por el matrimonio de Isabel y Fernando, era un avance hacia la
formación del Estado Español, pero la unión reunía a dos coronas con una situación muy
desigual. Castilla estaba en crecimiento y vivía un fuerte dinamismo. La Corona de Aragón, en
cambio, seguía bajo una situación de crisis económica. Sólo el reino de Valencia vivía un
verdadero impulso económico.

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