En cunato a la soteriología nos habla de la participación de las bendiciones de la salvación
del hombre pecador y del favor qu Dios tine con el, tamien trata acerca de la restauración, redención y renovación, por otro lado, ella trata de la salvacion del hombre de su estado pecaminoso. Por consiguiente, se pude argumentar que la soteriología como la cristología tiene algo de relación y esto se debe a que la cristología nos enseña la manifestación de Jesús como hombre y que estando en esa condición llevo sobre el, el pecado de la humanidad otorgándole así la salvación y por lo tanto la soteriología es el proceso de salvación del hombre de su estado pecaminoso y es por ello que de cierta manera van de la mano. EL ORDO SALUTIS (ORDEN DE SALVACIÓN) En cuanto al ordo salutis observamos que hay diferentes ideas acerca de ella, primeramente, que unos alemanes decían que el ordo salitus se describe como el proceso de una obra de Cristo se cumple en la vida y pensamientos de los hombres pecadores. Sin embargo, el ordo salutis sigue un orden lógico y por sus interrelaciones del Espíritu Santo en la aplicación de la obra redentora. También se ve la idea que mantenía Weizsaecker quien decía solamente la intervención del Espíritu Santo son producidas en el corazón del hombre y que ni el llamamiento ni la justificación son incluidas en este orden. Kaftan, el dogmático ritschiliano decía que el ordo salutis tiene que ver más con el llamamiento de la palabra como un medio de gracia de la regeneración, justificación y unión mística que se encuentra bajo la obra de Cristo y relega la conversión y la santificación al dominio de la ética cristiana. Por otro lado, decía que la salvación es solamente lo que el hombre requiere, el hecho de la fe sola, lo cual es una idea más antropológica. Por consiguiente, el ordo salutis es un proceso unitario que se aplica en la obra de la gracia de Dios que sigue varios movimientos, por lo cual la biblia nos habla de ello y aunque no se menciona un orden como tal nos da las siguientes referencias en Romanos 8:29, 30 y que a su vez nos da dos cosas que nos capacitan. 1. Enseña que somos justificados por medio de la fe y no por las obras, Rom. 3: 30; 5: 1; Gál. 2: 16-20; que, siendo justificados, tenemos paz con Dios y comunión con El, Rom. 5: 1, 2; 2. que hemos sido libertados del pecado para convertirnos en siervos de la justicia y para cosechar los frutos de la santificación, Rom. 6: 18, 22; que cuando somos adoptados como hijos recibimos el Espíritu que nos da seguridad, y también nos convertimos en coherederos con Cristo, Rom. 8: 15-17; Gál. 4: 4, 5, 6; 3. que la fe viene por el oír la Palabra de Dios, Rom. 10: 17; que la muerte hacia la ley resulta en vida para con Dios, Gál. 2: 19, 20; que cuando creemos somos sellados con el Espíritu de Dios, Ef. 1: 13, 14; 4. que es necesario que andemos como es digno del llamamiento con que somos llamados, Ef. 4: 1, 2 que habiendo obtenido la justicia de Dios por medio de la fe participamos de los sufrimientos de Cristo, y también del poder de su resurrección, Fil. 3: 9, 10; 5. y de que somos engendrados de nuevo por medio de la Palabra de Dios, I Ped. 1: 23. Aunque la biblia no nos da un orden como tal, pero en estos pasajes encontramos una base de construcción del orden de salvación. EL CONCEPTO REFORMADO También podemos observar que la soteriología reformada toma su punto de partida desde la unión del el pactum salutis entre Cristo y aquellos que el Padre le ha dado, en virtud de lo cual hay una imputación eterna de la justicia de Cristo a los que son suyos. Por otro lado, los teólogos Reformados, aunque presuponen la imputación de la justicia de Cristo en el pactum salutis, discuten nada más la justificación por la fe en el orden de la salvación, y como es natural empiezan su discusión relacionándola con, o inmediatamente después de la fe. Comienzan el ordo salutis con la regeneración o con el llamamiento, y de esta manera acentúan el hecho de que la aplicación de la obra redentora de Cristo es desde el principio una obra de Dios. Por lo cual, observamos que la conversión incluye el arrepentimiento y la fe, que de cierta manera se consideran por separado. Así mismo se considera la obra de la santificación y como la justificación coloca al hombre en una nueva relación con Dios, que lleva consigo el don del Espíritu de adopción, y obliga al hombre a una nueva obediencia y lo capacita para hacer la voluntad de Dios de todo corazón. Por último, el orden de la salvación termina con la doctrina de la perseverancia de los santos y su glorificación final Sin embargo, Bavinck distingue tres grupos en las bendiciones de la salvación Cristo nos libró de estos tres mediante sus padecimientos, su satisfacción. Y estos grupos son: el pecado que es culpa, la contaminación y la miseria 1. Y en estas tres podemos observar la restauración de la relación correcta del hombre con Dios y con todas las criaturas mediante la justificación, incluyendo el perdón de los pecados la adopción de hijos, la paz con Dios y la libertad gloriosa. 2. Renueva al hombre a la imagen de Dios por medio de la regeneración, el llamamiento interno, la conversión, la renovación y la santificación. 3. Preserva al hombre para su herencia eterna, lo libra de los sufrimientos y de la muerte, y lo pone en posesión de la salvación eterna mediante la preservación, la perseverancia, y la glorificación. El primer grupo de bendiciones se nos concede por medio de la iluminación del Espíritu Santo, lo aceptamos por medio de la fe y pone en libertad a nuestra conciencia. El segundo grupo se nos imparte por medio de la obra regeneradora del Espíritu Santo que nos renueva y nos redime del poder del pecado. Y el tercer grupo fluye hacia nosotros mediante la obra del Espíritu Santo que nos preserva, nos guía y nos sella como la prenda de nuestra completa redención; nos libra en cuerpo y alma del dominio de la miseria y de la muerte. Por otro lado, el autor hace mención que se debe de recordar en cuanto al ordo salutis, tal como aparecen en la teología Reformada. El término justificación se limita por lo general a lo que se llama justificación por la fe, pero se le usa algunas veces para cubrir una justificación objetiva de los elegidos en la resurrección de Jesucristo, y la imputación de la justicia de Cristo a los que están en el pactum salutis. Los primeros (como la 522 justificación) cambian el estado, y los últimos (como la regeneración, la conversión), cambian la condición del pecador; entre la obra del Espíritu Santo en la subconsciencia (regeneración), y los de la vida consciente (conversión); entre aquellos que pertenecen a la renuncia del hombre viejo (arrepentimiento, crucifixión del hombre viejo), y aquellos que constituyen el vestirse del nuevo hombre (regeneración y en parte la santificación). EL CONCEPTO LUTERANO Los luteranos, aunque no niegan las doctrinas de la elección, la unión mística y la imputación de la justicia de Cristo, no toman su punto de partida en ningunas de estas. Ellos consideraban que la obra de redención en el corazón y la vida de los pecadores es una obra de la gracia divina, pero al mismo tiempo dan una explicación del ordo salutis que coloca el énfasis principal en lo que se hace a parte hominis (de parte del hombre) más bien que en lo que se hizo a parte Dei (de parte de Dios). Sin embargo, podemos observar que los luteranos su punto de partida era en el hecho que Dios en Cristo queda reconciliado con la humanidad. Y que este llamamiento consistía o que va acompañado con la iluminación o de avivamiento, de tal manera que el hombre recibe el poder para no resistir la operación salvadora del Espíritu Santo. Este llamamiento con frecuencia conduce al arrepentimiento, y éste desemboca en la regeneración por medio de la cual el Espíritu Santo capacita al pecador con la gracia salvadora Por lo tanto, en la regeneración el hombre queda capacitado con una fe salvadora mediante la cual se apropia el perdón o la justificación que objetivamente se nos da en Cristo, es adoptado como un Hijo de Dios, queda unido a Cristo en unión mística, y recibe el Espíritu de renovación y santificación, el principio viviente de una vida de obediencia. La posesión permanente de todas estas bendiciones depende de continuar en la fe, en una fe activa de parte del hombre. Si el hombre continúa en creer, tiene paz y gozo, vida y salvación; pero si deja de ejercitar la fe, todo se convierte en dudas, en incertidumbre y en pérdida. Hay siempre una posibilidad de que el creyente pierda todo lo que posee. EL CONCEPTO CATOLICORROMANO En la teología católico romana la doctrina de la iglesia precede a la discusión del ordo salutis. Ellos consideraban que los niños son regenerados por medio del bautismo, pero los primeros que llegan a tomar conocimiento del evangelio son aquellos los que reciben en su vida posterior una gratia sufficiens, es decir en una iluminación de la mente y un fortalecimiento de la voluntad. Por otro lado, decían que el hombre se puede resistir esa gracia, o bien puede aceptarla era como una decisión del hombre que debía de tomar. Lo que se convierte en gratia cooperans, es decir, que hay una cooperación de parte del hombre para recibir la justificación y esta preparación consiste en siete partes: 1. Una aceptación creyente de la Palabra de Dios. 2. Una comprensión de la condición propia pecaminosa. 3. Esperanza en la misericordia de Dios. 4. El principio del amor de Dios. 5. Aborrecimiento al pecado. 6. Una resolución de obedecer los mandamientos de Dios. 7. Un deseo de recibir el bautismo. Y es ahí donde vemos que la fe no ocupa un lugar central, sino que sólo está coordinada con las otras preparaciones. Dice que la fe sirve nada más para convenir intelectualmente con la doctrina de la Iglesia, (fides informis) y adquiere su poder justificante sólo por medio del amor que se imparte en la gratia infusa (fides caritate formate). Y que solamente se Puede llamarse fe justificante al sentido la o base y la raíz de toda justificación a todas las preparaciones anteriores. Después de esta preparación sigue la justificación misma en el bautismo y esto consiste en la infusión de gracia, de virtudes sobrenaturales seguidas por el perdón de los pecados. La medida de este perdón está conmensurada con el grado en el que el pecado queda verdaderamente vencido. Debe recordarse que la justificación se da gratuitamente y que no se merece a causa de las preparaciones antecedentes. El don de la justificación se preserva por medio de la obediencia de los mandamientos y la práctica de las buenas obras. En la gratia infusa el hombre recibe la fuerza sobrenatural para hacer buenas obras y merecer así (con mérito de condigno, es decir, un verdadero mérito) todas las gracias siguientes y hasta la misma vida eterna. La gracia de Dios sirve de esta manera al propósito de capacitar al hombre una vez más para merecer la salvación. Pero no es seguro que el hombre retenga el perdón de los pecados. La gracia de la justificación puede perderse, no sólo debido a la incredulidad sino también debido a cualquier pecado mortal. EL CONCEPTO ARMINIANO El orden arminiano de la salvación, aunque en forma muy ostensible atribuye la obra de salvación a Dios, donde Dios abre la posibilidad de la salvación para el hombre. Y al hombre le corresponde aprovechar. Los arminianos consideran la expiación de Cristo "como una oblación y satisfacc ión por los pecados del mundo entero". Niega que la culpa del pecado de Adán se impute a todos sus descendientes, y de que el hombre sea por naturaleza totalmente depravado, y por tanto impotente para hacer algún bien espiritual ; y creen que, aunque la naturaleza humana está, sin duda, dañada y deteriorada a causa del resultado de la caída, el hombre todavía puede, por naturaleza, hacer lo que es espiritualmente bueno, y volverse a Dios, pero debido a las malas inclinaciones, la perversidad y la pereza de la pecaminosa naturaleza humana, Dios le imparte su bondadosa ayuda. El proporciona la gracia suficiente a todos los hombres para capacitarlos, si eligen alcanzar la posesión plena de las bendiciones espirituales, y, por último, la salvación. La oferta del evangelio, viene a todos los hombres sin hacer diferencia y ejerce una influencia moral nada más sobre ellos, aunque en poder de ellos está resistir o someterse. Si se someten a ella, se volverán a Cristo con arrepentimiento y fe. Esto no quiere decir que la justicia de Cristo se les impute como si de verdad les perteneciera a ellos, sino que en vista de lo que Cristo hizo por los pecadores, la fe de ellos que envuelve el principio de la obediencia, de honradez de corazón y las buenas disposiciones, se acepta en lugar de una obediencia perfecta y se les acredita por justicia Los arminianos con frecuencia lo expresan en esta forma: El perdón de los pecados se basa en los méritos de Cristo, pero el hallar aceptación delante de Dios descansa sobre la obediencia del hombre a la ley, o lo que se llama la obediencia evangélica. La fe no sirve sólo para justificar sino también para regenerar a los pecadores. Ella asegura al hombre la gracia de la obediencia evangélica y esto, si se deja funcionar para vida, desemboca en la gracia de la perseverancia. No obstante, la gracia de Dios siempre puede resistirse y perderse. El arminianismo evangélico acentúa la necesidad de una obra de gracia sobrenatural (más que física) para efectuar la renovación del pecador y su santificación. Además, enseña la doctrina de la perfección cristiana o de la santificación completa en la vida presente. Debe añadirse que, aunque Arminius hizo asunto de justicia el regalo al hombre de una habilidad para cooperar con Dios, Wesley consideró que esto era asunto de gracia pura