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Discordia en el piso 9

“El intercambio dice algo de la pugna de facciones que, librada dentro y


fuera de la institución, constituye el problema principal del Ministerio
Público y podría haber llegado a la JNJ”.
 Lee aquí el Editorial de hoy domingo 7 de mayo: Unidos contra la
prensa
7/5/2023 20H48 - ACTUALIZADO A 7/5/2023 20H48
Era la mañana del 12 de abril en el noveno piso de la sede
principal del Ministerio Público, en la avenida Abancay. Estaba
reunida la Junta de Fiscales Supremos, con cuatro
magistrados: Patricia Benavides, fiscal de la Nación, la
presidenta; Zoraida Ávalos y Pablo Sánchez −quienes ya
ocuparon el más alto cargo−, y Juan Carlos Villena. En algún
momento expresaron sus sentires sobre algunos aspectos de la
vida institucional. El intercambio dice algo de la pugna de
facciones que, librada dentro y fuera de la institución, constituye
el problema principal del Ministerio Público y podría haber
llegado a la Junta Nacional de Justicia (JNJ).
Un tema en discusión fueron las declaraciones que brindó Zoraida
Ávalos al semanario “Hildebrandt en sus trece”, en las que afirmó que
la JNJ estaba investigando a Patricia Benavides por supuestas
anomalías en su tesis de doctorado. La tesis ha desaparecido del
archivo de la Universidad Alas Peruanas. La acreditación del
doctorado le otorgó a Benavides un puntaje óptimo para ascender al
nivel de suprema en el 2022, un paso previo a su nombramiento como
fiscal de la Nación. En la entrevista, la periodista Rebeca Diz
preguntó:
−¿Le aconsejaría a Patricia Benavides que muestre su tesis?
−No me ha pedido consejo −repuso Ávalos−. Yo lo haría. Yo no la
critico. La Junta Nacional de Justicia la está investigando.
Benavides le dijo a Ávalos que no era cierto que la JNJ le hubiera
abierto investigación por la tesis. Ávalos replicó que en una sesión
ella reveló que la JNJ le había pedido publicarla. Benavides admitió
que sí, pero eso no significaba que estuviera siendo investigada. No lo
estaba.
Ávalos se avino a llamar a la periodista que la entrevistó para
aclararlo, aunque a continuación reclamó el derecho de defenderse
ante las imputaciones en el Congreso. La Comisión Permanente ha
acordado acusarla constitucionalmente porque abrió y paralizó, en el
mismo acto, una investigación contra Pedro Castillo, pasible de ser
reactivada después de finalizado su mandato. Pidió inhabilitarla por
cinco años. La denuncia presume que eludió su obligación de
perseguir el delito al permitir que el tiempo erosionara las pruebas
contra el expresidente. No es seguro que la inhabilitación prospere −la
izquierda castillista la apoya y se requerirían unos 60 votos−, pero
posiblemente, con una votación menor, le será levantado el fuero.
Entonces afrontaría una investigación penal. En la
entrevista Ávalos dijo que era víctima de una venganza de sus
enemigos. Y lo repitió aquella mañana ante sus colegas de la junta de
supremos. Ellos, agregó, no la habían defendido.
¿Cómo tendrían que haberla defendido sus pares? Según Ávalos,
reclamando públicamente garantías a la independencia jurisdiccional.
Sostuvo que su decisión de haber suspendido la investigación a
Castillo después de iniciarla seguía la línea de anteriores fiscales de la
Nación que jamás abrieron proceso a ningún presidente. Arguyó que
después de hacerlo −cambiando la tradición− debía dejarlo en
suspenso, ya no podía hacer más, limitada como estaba por el artículo
117 de la Constitución, que indica que el presidente es ininvestigable.
Como es sabido, esta limitación fue ignorada por Pablo Sánchez en su
interinato (marzo-junio del 2022), al disponer la investigación
preliminar de Castillo. Luego Patricia Benavides arremetió contra la
corrupción del régimen en varias carpetas, desencadenando los hechos
que produjeron su caída, a fin de año.
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Pablo Sánchez intervino opinando que estaba muy bien que Ávalos se


defendiera, pero sin señalar nombres. A él lo había mencionado
diciendo que solo denunció ante el Congreso a tres autoridades con
protección constitucional, a diferencia de ella, que lo hizo con 43
aforados.
Sánchez, pues, estaba amoscado. Villena, el cuarto magistrado de la
sala, habló poco. Se limitó a decir que la votación en el Congreso era
pura política, que allí no importarían razones.

−Estoy sola −dijo Ávalos en cierto momento.


−Yo también estoy sola −dijo Benavides−. Tengo un ramillete de
denuncias ante la Junta Nacional de Justicia.
−Yo todavía no paso ratificación −anotó Sánchez.

La reunión continuó en un tono áspero, pero educado y sin que nadie


levantara la voz. Ávalos se quejó de que la oficina de imagen no
hubiera sacado algo cuando fue ratificada. También de que la
administración de Benavides no conservara a uno solo de sus
colaboradores. La fiscal de la Nación contestó que ella trabajaba con
personal de confianza, como Ávalos lo había hecho.
Es verdad que, tras el vencimiento del período de Ávalos, en el 2022,
fue desplazado el grupo que trabajaba con ella. Este sector esperaba
consolidar su poder con una nueva sucesora, Delia Espinoza, actual
representante del Ministerio Público en el JNE. Pero salió
elegida Patricia Benavides. Las denuncias que esta afronta ante la
JNJ provienen en buena medida de los desplazados.
En la reunión del 12 de abril nadie mencionó la pugna sorda, pero eran
conscientes de ella. Las reiteradas alusiones a su soledad que
hizo Ávalos no traducían lo que realmente cree el sector que la apoya:
que operadores de la fiscal de la Nación coordinan con el sector
derechista del Congreso para que sea suspendida. Benavides, por su
parte, parece segura de que el sector que fue desplazado en
el Ministerio Público está a la espera de que la JNJ haga rodar su
cabeza, en connivencia con un sector de este organismo. Cuando la
JNJ decidió abrirle investigación por llamadas telefónicas con alguien
imputado en el Caso de Los Cuellos Blancos, según un informe
policial ya desmentido por su supuesto autor, ella salió públicamente a
decir que era una ilegalidad. Fue una sobrerreacción, debió allanarse
de inmediato. Pero partió del supuesto de que la JNJ, que conocía la
indigencia del informe, estaba actuando parcialmente.
Está por verse que la pugna haya llegado a la JNJ. Luego del
descubrimiento de audios que comprometían a jueces y fiscales con
actos de corrupción, en el Caso de Los Cuellos Blancos, hubo un
proceso de limpieza judicial no exento de artimañas. Existió un
manejo discrecional de audios e imputaciones para que influyeran en
el diagrama de poder del sistema, un proceso “acompañado” por quien
tenía denuncias dormidas: el expresidente Martín Vizcarra. Fue una
etapa de ostensible pérdida de autoridad, con el endiosamiento de los
fiscales que llevaban el Caso Lava Jato (cuya ejecutoria, en breve, será
puesta a prueba en los tribunales). En el camino, por diferencias sobre
el manejo de Los Cuellos Blancos, se rompió la alianza que había
entre Pablo Sánchez y Zoraida Ávalos, cuyo equipo finalmente se
apoderó del caso. Lo perdió cuando la actual fiscal de la Nación tomó
el poder. Una de las principales divergencias está en los beneficios
patrocinados para Walter Ríos, expresidente de la Corte Superior del
Callao, en connivencia con un estamento del Poder Judicial.
Pese a denuncias públicas, la JNJ no parece interesada en investigar el
manejo de Los Cuellos Blancos por parte de quienes reclaman haber
sido removidos. Ahora va a determinar si los cambios que
hizo Benavides tuvieron el móvil de evitar que sus vinculaciones con
una mafia aparecieran. Muy bien. ¿Cómo va a hacerlo sin haber hecho
una revisión del proceso? El resultado, que puede implicar un cambio
de la máxima autoridad, será materia de observación.
Volviendo a la reunión, hacia el final continuaba un cordial
intercambio de opiniones sobre el personal asignado. Zoraida
Ávalos le preguntó a Patricia Benavides:
−¿Alguna vez yo le quité a su personal o no la dejé trabajar? Usted
trabajaba libre.

−No, doctora, la única que venía a trabajar durante toda la pandemia


fui yo. Bueno, ya nos estamos desviando del tema.

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