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ENTRE BANDIDOS

Daniel Coronell

Una frase luminosa surgió esta semana en medio del juicio al llamado abogánster Diego
Cadena. La pronunció el paramilitar Carlos Enrique Vélez, quien recibió plata del
pintoresco abogado que buscaba testimonios para respaldar al expresidente Álvaro Uribe
Vélez y perjudicar al senador Iván Cepeda. El fiscal del caso le preguntó a Vélez por qué
aceptó firmar el documento escrito por Cadena en el que decía mentiras para favorecer al
expresidente sin que le hubieran pagado aún. Vélez lo explicó de una manera rotunda:
“Entre bandidos uno se da la palabra”.
La oración destapa la sucesión de complicidades que estuvo detrás de este soborno de
testigos demostrado con evidencias y solo negado por los implicados.

El expresidente Álvaro Uribe que contaba para su defensa con dos penalistas muy
reconocidos, Jaime Granados y Jaime Lombana, terminó encargando estas diligencias non
sanctas a un profesional de menor talla pero hecho a la medida de la vuelta.

Diego Cadena no es un abogado conocido por su habilidad para el litigio, ni por la


profundidad de sus conocimientos jurídicos. Ha sido más bien un próspero intermediario
de entregas de narcotraficantes a la justicia de Estados Unidos. Entre su distinguida
clientela están Francisco Javier Zuluaga Lindo, alias Gordo Lindo; Diego León Montoya,
alias Don Diego y Víctor Patiño Fómeque.

Cadena hizo fortuna ayudando a unos narcos a entregarse y consiguiendo declaraciones


de presos para favorecer gente poderosa. En el mundo del derecho no tiene prestigio de
litigante. En su declaración en la Fiscalía exhibe su torpeza hasta para entender una
pregunta, termina perjudicándose con sus respuestas y su abogado, Iván Cancino, tiene
que regañarlo frente a fiscal y procurador para que calle lo que no le conviene, como en
su momento lo reveló El Espectador.
El testigo Juan Guillermo Monsalve, preso en La Picota, recibió la visita de Diego Cadena
cuando faltaba un día para que se venciera el plazo legal para la presentación de un
recurso a favor del expresidente Álvaro Uribe. Monsalve lo grabó con una cámara oculta
mientras afirmaba:
–Lo que yo digo es… redactemos el hijueputa documento. Si no, yo vengo mañana.
Mañana a primera hora presento el recurso. Eso es importante. La más importante de
todas las declaraciones que hizo falta. Llevo cuatro… Las tengo ahí afuera en la camioneta.
Lo que demuestra la grabación es que fue a La Picota, como había ido a otras cárceles, con
el propósito de cambiar el sentido de la declaración de un testigo y que ofreció tramitarle
de manera gratuita un recurso de revisión ante la Corte Suprema. Cuando en el
interrogatorio la Fiscalía le pregunta por los mismos hechos, Cadena simplemente no
puede responder:

–¿Era cierto que se requería para ese mismo día, o para el día siguiente muy a las am? –
pregunta el fiscal que adelantó la diligencia.

–Me abstengo de dar esa respuesta –contesta Cadena.

–Doctor Cadena.

–Sí señor.

–De los abogados que tenía el presidente Uribe, ¿usted sabe cuáles estaban dedicados a la
actividad investigativa?

–Me abstengo de dar esa respuesta.

–¿Usted se comprometió con el señor Pardo Hasche a colaborarle en los procesos que lo
tenían privado de la libertad?

–Me abstengo de dar esa respuesta.


Diego Cadena sabe que está destinado a ser el chivo expiatorio del expresidente Álvaro
Uribe y quiere aplicar la misma táctica para descargar su responsabilidad, o una buena
parte de ella, en Enrique Pardo Hasche, el preso que le ayudó a presionar a Juan Guillermo
Monsalve. Al mismo tiempo, y de manera casi infantil, pretende ampararse en que Carlos
Enrique Vélez recibió plata de él, además de gestiones ante la Fiscalía, como una obra de
caridad y no para que mintiera en el proceso de Uribe.
El juicio proseguirá en abril. Es altamente improbable que el abogánster se libre de una
condena que es justa pero también incompleta. El beneficiario real de estos delitos
seguirá disfrutando de su larga impunidad.

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