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Durante los primeros meses de vida el cerebro del niño va madurando y adquiriendo nuevas
habilidades que le ayudaran a comprender el mundo que le rodea. La mayoría de hitos del
desarrollo se producen sobre la misma edad en todos los niños y en el mismo orden, es una
configuración "de fábrica" en la que no importa el origen étnico ni cultural.
Uno de esos hitos madurativos es la relación que hace el niño con los objetos y personas que le
rodean. Los primeros meses el niño no es capaz de comprender que es lo propio y que es lo
ajeno, viviendo en un mundo de reflejos primitivos, relacionándose con el medio a través de
sus sentidos. Es lo que llaman muchos autores una fase egocéntrica.
Para que el niño pueda comprender conceptos más complejos como que un objeto sigue
existiendo a pesar de que desaparezca de su campo visual, el niño debe de desarrollar
paralelamente habilidades sensoriales y motoras. Tocar, palpar y chupar objetos ayuda a que
el niño haga una representación mental de los objetos que le rodean, que le ayudaran a
comprender su entorno.
Piaget, en su teoría del desarrollo cognitivo, desarrolló esta idea. El niño gracias a comprender
que un objeto puede existir, aunque no lo vea, es también consciente de que lo que percibe es
diferente a él, pasando a una fase madurativa más allá del egocentrismo inicial.
Piaget propuso 6 etapas en el desarrollo de la permanencia del objeto:
1. Estadio I: No hay permanencia del objeto (Acciones reflejas) (0- 1 mes): En esta etapa aún
no encontramos conductas llamativas que nos puedan indicar que el niño busca el objeto, pero
sí que están, son muy sencillas y se basan en los reflejos arcaicos. Ejemplo de ello es como el
niño busca el pezón cuando se le estimula cerca de la boca (reflejo de hociqueo) o como coge
nuestro dedo cuando presionamos la palma de su mano (reflejo de prensión). Son sus
primeros acercamientos con su entorno y sus figuras de apego.
4. Estadio IV: Búsqueda activa del objetivo desaparecido (Coordinación de las Reacciones
Circulares Secundarias) (8 - 12 meses): El niño es capaz de coordinar los medios a su alcance
para conseguir fines determinados (coger el objeto que llama su atención). Aunque persiste
cierto egocentrismo que hace que pueda perpetuar algunos errores, ya que, si consigue algo
con un medio, siempre recurre a él para obtener el mismo fin, sin ser capaz de ver que las
condiciones exteriores han cambiado (Error A no B).
Estas fases madurativas, más allá de que la interpretación de Piaget pudiera ser errónea en
alguna de ellas, nos ayudan a comprender como entiende el niño el mundo según su edad. Nos
ayudan a comprender porque el niño que se quedaba bien al cuidado de otra persona, de
pronto se queda llorando cuando sus padres se van. Al principio cuando los padres
desaparecían, también lo hacían de su pensamiento, pero cuando ya no desaparecen de su
pensamiento, siente angustia ante la ausencia de sus figuras de apego (ansiedad por
separación).
Sobre el apego profundizaremos en próximas entradas.
Una de las mejores maneras de desarrollar el sentido de la permanencia de los objetos es por
medio de la estimulación basada en juegos. De esta manera, los niños ganarán experiencia que
les ayudará a desarrollar este sentido.
Para estas actividades, deben participar conjuntamente tanto los bebés como los adultos. De
esta manera, la noción de la permanencia del objeto podrá ser apropiadamente desarrollada.
En relación a esto, el aprendizaje de este sentido tomará menos tiempo en completarse.
Algunas de las actividades a las que se puede recurrir para ello son:
Ocultar juguetes
Para esta actividad se debe elegir un juguete que resulte llamativo para el bebé y
ocultarlo de forma lenta debajo de una sábana. Es importante no esconderlo del todo,
debe ser parcialmente visible para que pueda encontrarlo. Conforme pase el tiempo,
la dificultad del reto debe ir aumentando.
De esta forma, el pequeño irá desarrollando su sentido de permanencia del objeto
al comprender que, aunque no pueda ver el artículo, este seguirá existiendo. Al mismo
tiempo, se podrá despertar su curiosidad por buscar cosas una vez que estas
desaparezcan.
Jugar al Cucú-tras
En este juego clásico para bebés el adulto debe esconder su rostro utilizando sus
manos. Este acto despertará la curiosidad del bebé. El ver como el rostro del adulto
reaparece le causará mucha gracia, además, le ayudará a comprender la permanencia
del objeto.
Para hacerlo aún más estimulante, debes llamar el nombre del bebé luego de ocultarte
y al reaparecer decir “¡Aquí estoy!”. Este juego es una muy buena manera para
desarrollar esta noción, además, resulta muy divertido para los pequeños.
El juego del escondite
El escondite es una de las actividades con mayor eficiencia para poder desarrollar la
permanencia del objeto. El objetivo del juego es esconderse en una locación que no
resulte demasiado complicada para descubrir e ir hablándole al pequeño hasta que
logre encontrarnos.
Aplicar estos juegos durante los ocho o nueve meses de edad es una gran manera de reforzar
la noción de permanencia del objeto en los pequeños. De este modo, también se reducen las
posibilidades de que sufra de ansiedad al separarse cuando crezca, como cuando vaya a la
escuela, por ejemplo.