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Antonio vuelve a casa, Iván Thays

La nueva novela de Iván Thays (Lima, 1968) es una búsqueda ansiada de la identidad. Nos
plantea que, en un medio rodeado de perfiles, de descripciones físicas, del abuso de la imagen,
el camino hacia la desaparición del individuo o del sujeto, como lo entiende Vila-Matas, pasa
por una pregunta ingenua pero quizá difícil de responder: ¿quiénes somos?

Es una novela atípica, teniendo como referencia la obra narrativa de Thays, desde sus cuentos
en Las fotografías de Frances Farmer, pasando por El viaje interior, La disciplina de la vanidad y
Un lugar llamado Oreja de Perro. Aun en el lenguaje se observa una marcada diferencia: ya no
está la frase reflexiva, al menos no en abundancia, tampoco la sentencia ingeniosa ni la
digresión intelectual; el autor se convence de la economía de las frases y párrafos, de la
agilidad de una escena a otra, sin mucha densidad.

En aquel enrarecido y apático ambiente, Antonio se enfrenta al robo de sí mismo, a una


suplantación misteriosa y fantástica que, al ser inexplicable, insensata, entra en dinámica,
dejándose arrastrar por el decurso de la realidad y de una serie de personajes -Valdemar,
Orfilia y Titus- que lo irán apartando de su propio mundo para entrar en otro. De ese modo,
Antonio, un abogado en plena adultez, casado, con un hijo mayor, sin echar de menos el
pasado, anhelando la libertad reprimida en años, va descubriendo verdades familiares,
miedos, anhelos, que no ha podido revelar hasta aquel día de la aparición de su doppelgänger,
que bien podrá componer y tomar su físico, pero no su espíritu.

Es importante resaltar el clima de la novela, pues es algo característico en la obra de Thays, es


decir, ofrecer una situación de abulia vivencial, un conflicto interior -amoroso o psíquico- del
que costará desprenderse.

Sin embargo, Antonio vuelve a casa es una novela de acción, pero también de percepción, y es
ahí el acierto de Thays, pues no se deja vencer por un plano ni por otro, y mantiene al lector
atento y fresco hasta el desenlace a pesar del manto de fracaso, resignación y aislamiento que
cubre la trama. Una novela que, en tiempos de la autoficción, cobra un matiz especial por
tratarse del género fantástico, tantas veces marginado, escondido, sin propaganda, que aquí se
desarrolla de manera convincente.

René Llatas Trejo

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