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IRMA ILIANA
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1.2 OBSERVACIÓN FISIOLOGICA
Por ello es importante tener un claro conocimiento de las bases biológicas del
comportamiento humano y partiendo de la observación desde esta
aproximación, realizar la abstracción, que es la captación de los elementos
esenciales o los síntomas que se manifiestan en el usuario y que al integrarlos
proporciona el diagnóstico diferencial.
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de sí mismo, ya que la persona puede decir que está a gusto sin embargo en
su rostro y músculos manifiesta tensión que es indicador de lo contrario.
Para poder observar el mundo interno del paciente tenemos que escuchar
activamente, identificar los signos observados, interpretarlos, construir las
hipótesis correspondientes y realizar una comprobación clínica.
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Originalmente, la entrevista –como medio de recolección de información– fue
usada por los periodistas, que desarrollaron el método de preguntas y
respuestas con la intención de trazar una historia de vida de los entrevistados.
A mediados del siglo XIX y con el avance de la psicología como ciencia, ésta
fue desarrollando métodos que la caracterizarían como tal. Con el trabajo del
médico vienés Sigmund Freud surgió la entrevista psicológica en el entorno del
método psicoanalítico, cuya intención era evidenciar y tratar algunas personas
con afecciones que no parecían tener un origen físico.
Con el avance del siglo XX surgieron contextos donde era necesario encontrar
instrumentos más rápidos para evaluar la personalidad de los sujetos y con ello
surgieron los cuestionarios, las entrevistas semiestructuradas, las entrevistas
para niños, para adultos y los test psicológicos.
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1.6 LA OBSERVACIÓN Y LA HISTORIA CLINICA
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- Otro tanto se hará con la postura y la marcha: erguida, encorvada,
oscilante, tiesa o torpe. Asimismo, se anotará si se presentan gestos
desusados, tics, temblores, tendencia a pellizcarse, frotarse o coger su
ropa. No dejar pasar una cojera, una rigidez muscular, una resistencia
tipo rueda dentada o la flexibilidad cérea. Por último, describir la
actividad general durante el examen, anotando si ésta está dentro de
los límites normales o si el paciente se encuentra agitado, inquieto,
hipoactivo, retardado, inmóvil o se mueve espontáneamente o sólo
como respuesta a estímulos externos. En general, precisar si la
actividad es organizada y con objetivos, o desorganizada, impulsiva o
estereotipada. Asimismo, si los movimientos son graciosos o torpes y si
hay tendencia a mantener actitudes motoras o a repetir los movimientos,
actitudes o palabras del examinador, por ejemplo.
- Actitud hacia el examinador y hacia el examen: No debe preguntársele
directamente al sujeto, pero se registrará cualquier comentario a ese
respecto. Anotar, entonces, la forma en que saluda y cómo relata su
malestar: de manera impersonal o como si fuera un negocio, amigable,
desconfiado o respetuoso, turbado, miedoso, no sólo al hablar de sus
síntomas sino al hablar en general con el entrevistador; es decir, si se
muestra indiferente ante éste o lo ignora o trata de suplantarlo o se
comporta tímida, afectada o juguetonamente.
- Atención: Apenas iniciada la observación directa se precisará la
atención que el sujeto presta a los procedimientos del examen o durante
la entrevista. Ante todo, se anotará la orientación o dirección dominante
y de qué manera se mantiene despierta. Si es necesario aplicar pruebas
simples como la sustracción seriada, no sólo anotar las respuestas
logradas sino el monto del esfuerzo al responder, el grado de
fatigabilidad y la presencia de distraibilidad como un factor de
interferencia.
- Estado de la conciencia: Las condiciones en que está disminuida o
alterada la conciencia se describen como estrechamiento,
entorpecimiento y anublamiento y sus variedades. Tener en cuenta, sin
embargo, que las alteraciones de la conciencia se presentan o
exacerban en la noche muy frecuentemente y su carácter es fluctuante.
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Asimismo, no sólo compromete la orientación, la atención, la memoria o
la actividad perceptiva con una interpretación errónea de la realidad,
sino que produce una perturbación global del comportamiento.
- Orientación: Es necesario estudiarla en cada una de sus esferas:
tiempo, lugar, con respecto a las otras personas y consigo mismo. En
muchos, especialmente en la práctica de consultorio, tratándose de
pacientes venidos voluntariamente, es aconsejable el empleo de
preguntas formales concernientes a la orientación y, en ningún caso,
debe prejuzgarse que existe una orientación correcta.
- Lenguaje: Tener en cuenta que la comunicación entre el paciente y el
entrevistador se realiza no solamente a través del lenguaje oral, sino,
también, del mímico e, inclusive, del escrito. Hay que estar atento a
reparar en la velocidad de la emisión del discurso y sus fluctuaciones en
relación a los estados o cambios de ánimo en el sentido de su
aceleración o retardo, a la tonalidad aguda o grave, a la intensidad
exagerada o disminuida, a la productividad aumentada o restringida, a
la fluidez o a las detenciones, al orden o desorden de las asociaciones,
a las repeticiones innecesarias y a la comprensibilidad o no del discurso.
Otro tanto hay que anotar a la mímica; si está exagerada, disminuida o
ausente y si concuerda con las palabras o el estado de ánimo
dominante. De otro lado, generalmente, hay concordancia entre el
lenguaje oral y el escrito.
- Afectividad: La evaluación del estado emocional debe tomar en cuenta
criterios objetivos y subjetivos, anotándose las emociones y estados de
ánimo dominantes. Han de distinguirse las reacciones emocionales que
son respuestas a una situación significativa de los estados de ánimo de
naturaleza endógena y las actitudes emocionales que orientan la
conducta dando significación a las situaciones, pudiendo referirse a
otras personas, a la propia persona y, en general, a todo tipo de
situación.
- Experiencias pseudoperceptivas: Pueden ocurrir en todas las esferas
sensoriales, pero las más frecuentes son las pseudopercepciones
auditivas y visuales; luego, las referidas al propio cuerpo, las táctiles y
las olfatorias. Precisarlas a través de la actitud alucinatoria
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correspondiente, cuando exista, y anotar si se acompaña de lucidez de
conciencia o no, cuál es el contenido y las circunstancias en que
aparecen y desaparecen. Asimismo, en qué forma influyen en el
comportamiento y en el estado afectivo. Otro tanto respecto a la
explicación del fenómeno y la conciencia de anormalidad o no.
Ejemplo.
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capaces de especificar cuál es el motivo de su consulta de manera directa
cuando se les pregunta ¿qué te trajo aquí? Es por eso que se aconseja
llenar este apartado estipulando de manera más o menos concreta ¿cuál
es el problema que aqueja actualmente al paciente? Escuchando
atentamente sus verbalizaciones y traduciendo sus palabras a una jerga
clínica más o menos sistemática (esta puede ser una buena pregunta para
empezar a indagar sobre el motivo de consulta).
Ahora bien, son muchos los motivos que pueden llevar a una persona a
requerir ayuda psicológica, pero sin embargo algunos de ellos son más
comunes que otros. Por ejemplo:
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menos que se complique y se desarrolle algún otro tipo de
alteración).
• Depresión: La depresión mayor es el trastorno mental más
prevalente a nivel mundial (junto con los trastornos vinculados a la
ansiedad). La depresión se entiende como un trastorno en el que
durante al menos dos semanas, de manera continuada durante la
mayor parte del día de la mayoría de días (y un contexto en el que
el propio yo, el entorno y el futuro se perciben de forma negativa), se
ha experimentado una serie de síntomas entre las que destaca (y al
menos uno de ellos está necesariamente presente) la presencia de
un estado de ánimo triste y la anhedonia o pérdida de capacidad
para sentir placer en cosas que antes eran satisfactorias. Otros
síntomas frecuentes son los problemas de sueño (tanto insomnio
como hipersomnia), pérdida del apetito y/o la líbido, dificultades para
concentrarse, desesperanza, pasividad, sentimiento de culpa o
inutilidad, aislamiento y pensamientos de muerte.
• Ansiedad (Trastorno de pánico y Trastorno por ansiedad
generalizada): La ansiedad es junto a la depresión (y generalmente
de manera comórbida) uno de los problemas o alteraciones
mentales más frecuentes. Son muchos los trastornos de ansiedad
existentes, siendo algunos habituales el trastorno de pánico o el
trastorno por ansiedad generalizada. El primero de ellos se
caracteriza por la presencia de episodios recurrentes de ataques de
pánico en el que aparecen síntomas fisiológicos tales como
sudoración, palpitaciones, dolor en el pecho, molestias intestinales o
sensación de ahogo, frecuentemente junto al miedo a morir por
dichos síntomas, a volverse loco o perder el control y junto a la
sensación de desrealización y despersonalización (tener la
sensación de que el entorno o la propia persona parecen ser
irreales). Estos ataques y el malestar asociado hacen que aparezca
ansiedad y pánico ante la idea de que se repitan o a posibles
consecuencias, lo que puede llevar a realizar conductas evitativas
que a su vez limitan en gran medida la vida del sujeto. El trastorno
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por ansiedad generalizada implica la existencia durante al menos
seis meses de ansiedad y preocupaciones constantes y difícilmente
controlables por diferentes causas (las cuales pueden ir variando y
referirse a aspectos que racionalmente el propio sujeto puede
considerarse poco relevantes) y que le generan fatiga, irritabilidad,
problemas para concentrarse, tensión y/o problemas de sueño. Es
por eso que encontrar un psicólogo que pueda tratar esta clase de
problemas es importante.
• Fobia: Las fobias son un tipo de trastorno de la ansiedad que resulta
tremendamente habitual en nuestra sociedad, y que se basa en la
existencia de un elevado nivel de pavor, miedo y ansiedad (a un nivel
que el propio sujeto suele reconocer como irracional o
desproporcionado) ante la cercanía de algún tipo de estímulo o
situación, el cual es incluso capaz de provocar ataques de pánico o
crisis de ansiedad. Debido al miedo o pavor generado, el sujeto
realizará conductas y acciones que permitan evitar el estímulo fóbico
o bien se mantendrá en la presencia de este, pero experimentando
una ansiedad extrema. Esta definición hace pensar inmediatamente
en las fobias específicas, tales como a la sangre/inyección/daño, la
fobia a volar, la fobia a determinados animales (especialmente
frecuentes dentro de estas son las vinculadas a arañas, insectos y
perros), la fobia a las alturas o la claustrofobia. Además de las
citadas y otras fobias específicas podemos encontrar otros casos
muy habituales: la fobia social o la agorafobia.
• Trastornos del neurodesarrollo: Si bien cuando hablamos de una
consulta a un psicólogo solemos pensar en la que tiene como
paciente a adultos o adolescentes, lo cierto es que también es muy
habitual (y de hecho es uno de los tipos de población sobre el que
en menor tiempo se realiza una consulta, dada la preocupación que
la mayoría de los padres tienen por sus hijos) encontrarnos con
psicólogos especializados en psicología infantil. Y si bien es posible
encontrar diferentes trastornos mentales en niños, algunos de los
que más se consultan son los llamados trastornos del
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neurodesarrollo. Uno de los motivos de consulta más comunes
dentro de los trastornos del neurodesarrollo son el trastorno
específico del aprendizaje (incluyendo, por ejemplo, la dislexia o la
discalculia), junto con el trastorno por déficit de atención con (o sin)
hiperactividad o TDAH y el trastorno del espectro autista (incluyendo
el antiguo Asperger). También son habituales los trastornos de la
comunicación o los motores (como los de tics o el trastorno de la
Tourette.
• Adicciones y trastornos por consumo de sustancias: Una adicción se
define como la realización/consumo de manera habitual de algún
tipo de conducta la cual genera dependencia física o psicológica
según el organismo va adquiriendo tolerancia a esta y sobre la cual
se pierde control, generando el intento de cese de dicha conducta
un estado de gran malestar, deseo de consumo/realización de la
conducta y angustia (junto con posibles síntomas fisiológicos que
dependiendo del caso pueden incluso llegar a generar la muerte) y
continuándose pese a saberse que tiene consecuencias sobre la
salud o la funcionalidad de la persona. En este sentido algunas de
las adicciones más habituales son las vinculadas a sustancias, entre
las que destacan la dependencia al alcohol, al cannabis (a pesar de
la creencia popular su consumo habitual sí puede generar
dependencia), a la cocaína o a la heroína. Además de la propia
adicción pueden tratarse consumos abusivos (sin que se haya
llegado aún a la adicción) u otras alteraciones vinculadas (por
ejemplo, psicosis inducidas). Volviendo a las adicciones en sí,
también existen adicciones conductuales como la compra
compulsiva, la adicción a las nuevas tecnologías (incluyendo
móviles, videojuegos), la adicción al sexo o incluso adicciones
socioafectivas.
• Trastorno por estrés postraumático: Otro motivo de consulta es el
conocido como trastorno por estrés postraumático, una alteración en
la que como consecuencia de haber vivido o presenciado una
experiencia traumática (abusos sexuales, intentos de asesinato,
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conflictos bélicos...) la persona que lo ha padecido o presenciado
experimenta reexperimentaciones del evento en pensamientos y
recuerdos intrusivos y persistentes, pesadillas, reacciones
fisiológicas, sensación de acortamiento del futuro, hiperalerta o
hiperactivación, pérdida de interés, posibles sensaciones de
culpabilidad, posibles disociaciones como amnesia psicógena,
despersonalización o desrealización, angustia e inquietud o
conductas evitativas entre otros.
• Deterioro cognitivo y demencias: Si bien en este caso estamos
hablando de un motivo de consulta que suele circunscribirse
principalmente a la neuropsiquiatría y a la neuropsicología, no
siendo tan habitual de otros tipos de consulta psicológica, es
necesario mencionar la importancia del deterioro cognitivo y
especialmente las demencias dentro de la psicología y la psiquiatría.
Este tipo de afecciones suelen generar un gran sufrimiento tanto a
quienes los padecen como a sus familiares y cuidadores, dado que
los afectados van perdiendo facultades mentales con el tiempo
según su sistema nervioso va sufriendo una degeneración neuronal
progresiva. El trabajo suele centrarse en la rehabilitación y
mantenimiento de la autonomía y las funciones durante el máximo
tiempo posible, la búsqueda de estrategias compensatorias y la
estimulación cognitiva con el fin de preservar lo máximo posible las
funciones deterioradas.
• Gestión de emociones, autoestima y problemas de interacción
personal: Es más habitual de lo que pueda pensarse que el motivo
de consulta a un psicólogo no sea un trastorno mental per se, sino
la existencia de dificultades en aspectos como la gestión de
emociones (destacando la ira o la tristeza), la búsqueda de maneras
de aumentar el nivel de autoestima (por ejemplo en personas que
han padecido de forma continuada acoso escolar o laboral) o
dificultades para establecer relaciones personales estables,
profundas y consistentes sin que por ello tenga porqué existir
(aunque en algunos casos puede serlo) un trastorno detrás.
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• Conflictos de pareja y familiares: Otro motivo relativamente frecuente
de consulta psicológica se produce a especialistas en terapia familiar
y de pareja. Los problemas tratados en este sentido suelen basarse
en conflictos, faltas de comunicación y dinámicas y roles
disfuncionales en las relaciones, no siendo necesario la existencia
de ningún tipo de trastorno (aunque en algunos casos la causa de
conflicto puede ser una enfermedad orgánica o un trastorno mental).
• Disfunciones sexuales: Si bien por lo general es algo que hasta hace
poco ha sido tabú y muchas de las personas que padecen algún tipo
de disfunción sexual lo viven con vergüenza (algo que en muchos
casos lleva a no consultar), la normalización de la sexualidad y la
búsqueda de una sexualidad satisfactoria hace que poco a poco este
tipo de problema vaya siendo cada vez más consultado con
profesionales. Si bien en algunos casos estamos ante un problema
de causa orgánica, a menudo estos problemas tienen o bien una
causa o bien un importante componente psicológico (como la
ansiedad). Destaca la disfunción eréctil y la eyaculación precoz
como problemas más frecuentes en el hombre, mientras que el
deseo sexual hipoactivo es el más prevalente en mujeres (seguido
por el trastorno orgásmico femenino).
• Trastornos de la conducta alimentaria: Especialmente vinculado a la
cultura del culto al cuerpo y los cánones de belleza de nuestra época
y sociedad, los trastornos de la conducta alimentaria son una
realidad que en los últimos tiempos ha aumentado
espectacularmente en prevalencia. Se trata de uno de los pocos
tipos de trastorno mental que puede llegar a provocar la muerte de
quien lo padece sin que medie una acción directa con tal fin, siendo
algunos de ellos considerados muy peligrosos. Destacan la anorexia
nerviosa y la bulimia nerviosa como los más habituales,
especialmente en mujeres púberes y jóvenes (aunque puede
aparecer en la infancia, en la madurez, y aunque suele darse en
menor medida también en varones). Además de ello también existen
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el trastorno por atracón o la evitación/restricción de la ingestión de
alimentos.
• Trastorno Obsesivo-Compulsivo: El trastorno obsesivo compulsivo o
TOC es un trastorno vinculado a la ansiedad que se caracteriza por
la presencia de pensamientos obsesivos, los cuales son
pensamientos recurrentes, egodistónicos e intrusivos que son
vividos con gran ansiedad y culpabilidad por la persona que lo
padece y que a menudo conllevan la realización de rituales con el fin
de rebajar el nivel de ansiedad, unos rituales llamados compulsiones
que si bien inicialmente disminuyen ligeramente la ansiedad
terminan por reforzar la aparición de los pensamientos intrusivos,
formándose un ciclo contínuo entre obsesión y compulsión que
ocupa en gran medida el tiempo del sujeto y genera un gran
sufrimiento.
• Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos: Otro tipo de paciente
habitual de las consultas de los profesionales de la psicología y la
psiquiatría es el de las personas con trastornos psicóticos. Entre
ellos destaca especialmente la esquizofrenia, probablemente uno de
los trastornos mentales más conocidos y el más prevalente entre los
que forman parte del espectro psicótico (con una prevalencia de
aproximadamente un 1% de la población general). Este trastorno se
caracteriza por la presencia durante al menos seis meses de
síntomas tales como alucinaciones (por lo general auditivas) y
delirios, lenguaje desorganizado, agitación o descarrilamientos en el
lenguaje, catatonia, pobreza de pensamiento o alogia, abulia o
apatía, siendo necesario que al menos uno de los tres primeros esté
presente.
• Trastorno bipolar: Otro de los trastornos afectivos más relevantes, el
trastorno bipolar se caracteriza por la presencia de uno o más
episodios maníacos (caracterizados por euforia extrema, irritabilidad
y hostilidad pudiendo llegar a generar peleas y conflictos,
pensamientos e incluso delirios de grandeza, disminución de la
capacidad de juicio, alteraciones del sueño y la ingesta, realización
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de conductas de riesgo y elevada impulsividad, entre otros) que
pueden ir solos o seguidos/precedidos de episodios depresivos en
el caso del trastorno bipolar tipo 1 o bien de al menos un episodio
hipomaníacos (menos intensos, graves y duraderos que los
maníacos pero compartiendo la mayoría de sus síntomas) seguido o
precedido de al menos un episodio depresivo en el trastorno bipolar
tipo 2. Este trastorno genera gran sufrimiento a quien lo padece, y
suele requerir principalmente de un buen tratamiento farmacológico
junto con tratamiento psicológico cuando el sujeto se encuentra
estable.
• Fibromialgia y fatiga crónica y otros problemas médicos: Si bien
generalmente se asocia la figura del psicólogo a la del trastorno
mental, lo cierto es que muchas personas que padecen
enfermedades de tipo médico pueden beneficiarse de la terapia
psicológica, como un tipo de terapia que puede contribuir a su
mejoría (si bien sin nunca sustituir el tratamiento médico) sea bien a
través del tratamiento de las alteraciones emocionales o cognitivas
que pueden surgir tras el diagnóstico o bien mediante técnicas que
pueden favorecer una mejoría o un mejor pronóstico. Ello incluye
desde campos como la psicooncología hasta otras aplicaciones en
personas con problemas cardíacos, metabólicos (incluyendo
problemas tiroideos o diabetes), pulmonares o respiratorios (asma,
por ejemplo). Uno de los ejemplos que cada vez se ve de manera
más habitual es el de la fibromialgia y la fatiga crónica. La
fibromialgia es una enfermedad crónica cuyo principal síntoma es un
dolor musculoesquelético generalizado, que si bien hasta hace
pocos años no era reconocida (incluso se dudaba de que fuera una
enfermedad real) es altamente frecuente. Es habitual que se dé
conjuntamente con la fatiga crónica, un síndrome caracterizado por
la presencia de una fatiga o cansancio continuada, problemas para
dormir y dolores diversos. Muchas veces estos padecimientos
causen de forma secundaria depresión, ansiedad y angustia,
conductas evitativas, aislamiento y dificultades sociolaborales que
pueden beneficiarse del tratamiento psicológico (además de intentar
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aproximarse de forma diferente y más positiva al dolor), siendo
habitual que las personas afectadas acudan a algún tipo de
profesional de la psicología.
Una vez elaborada la historia clínica del paciente (lo que seguramente puede
llevar de dos hasta tres sesiones) el psicólogo clínico tendrá la oportunidad de
organizar los datos obtenidos y las observaciones recabadas para desarrollar
su hipótesis diagnostica.
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Sin embargo, formular una hipótesis diagnóstica no siempre es fácil. Ésta se
realiza a partir del discurso del paciente, las evidencias clínicas, los tests y los
informantes externos.
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2. EL DIAGNOSTICO DIFERENCIAL EN PSICOLOGIA
Una de las principales dificultades surge por el hecho de que es común que
varios trastornos psicológicos se solapen, se presenten al mismo tiempo o
dependan uno del otro. En estos casos es necesario identificar todos los
presentes y esclarecer la relación entre ellos (este fenómeno recibe el nombre
de comorbilidades).
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efectiva es probable que exista algún elemento que no se ha considerado y
que apunte hacia un diagnóstico diferente.
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general, si se muestra evasiva, temerosa, cautelosa, despreocupada,
segura, etc.
• Actitud ante el examinador: Si se muestra cooperador, tranquilo,
colaborador, temeroso, receloso, hostil, afable, intranquilo, callado,
hablador, si hace preguntas sobre los tests, si utiliza estrategias para
que el examinador le diga si su respuesta es correcta o no, etc
La observación efectuada durante la aplicación de los test puede ser muy rica
y útil para el trabajo de interpretación por lo que su registro es de extraordinario
valor. Es posible, además, precisar aspectos de interés para la valoración
clínica sobre indicadores de ansiedad y depresión.
Indicadores de ansiedad:
- Aumento de la motilidad
- Bloqueos, incoherencia
- Postura rígida, expectante, cambios de posición
- Movimiento continuo de pies, manos, etc.
- Salivación, tragar excesivo
- Tics
- Sudoración
- Lágrimas
- Respiración agitada
- Fumar excesivo
- Tartamudez
- Distractibilidad
- Borrar de forma reiterada lo que hace
- Hacer marcas o dibujos geométricos al margen de la hoja de papel
- Mascar de forma reiterada, etc.
Indicadores de depresión:
- Llantos
- Disminución de movimientos
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- Lenguaje reducido, bajo
- Quedarse ensimismado
Una vez finalizado el proceso diagnóstico, se deben informar los resultados del
mismo al paciente, para posteriormente proceder a realizar el encuadre o
contrato terapéutico.
Muchas veces, en la práctica actual, los pacientes llegan a consulta con una
idea difusa sobre la naturaleza, funciones y límites de la relación terapéutica.
En donde no se establece ninguna otra forma de relación o intercambio. Pues
ello, transgrede, limita, desvirtúa o entorpece el proceso terapéutico, la
intimidad segura y la tarea analítica.
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Cuando la relación terapéutica está delimitada y es cultivada, protegida y
comprendida por ambas partes, puede ser en si misma sanadora para el
paciente. Pues éste, frecuentemente, "ha quedado atrapado en juegos
relacionales" donde ha sufrido con otras personas. Ya sea por haber sido
agredidos, manipulados, engañados, decepcionados. El encuadre terapéutico
asegura una relación contenedora, estable y segura, donde la tarea de ayudar
al paciente a comprenderse a sí mismo, y el despliegue del material a analizar
por parte del paciente están posibilitados, así como el vivir una experiencia
relacional constructiva.
Paciente y terapeuta hacen lo posible por cuidar del día, fecha y hora
establecida para la sesión. Ser puntuales, cuidar el espacio de trabajo.
Empezando y finalizando la sesión en los tiempos previstos. En caso de
anulación, ambos, se comprometen a hacerlo al menos con un día de
antelación a excepción de casos de fuerza mayor. En caso de inasistencia
por parte del paciente, sin previo aviso, éste, se compromete a abonar al
terapeuta los honorarios pactados por la sesión.
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como volverse terapéuticamente sobre sí mismo, su propio material y sus
producciones afectivas.
4ª Regla: Abstinencia.
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5ª Regla: Tarea Analítica.
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Además de proponer el tratamiento psicológico necesario, la sesión
terapéutica también debe orientarse a favorecer el desarrollo de las
capacidades del individuo para que poco a poco adquiera la capacidad de
afrontar el problema de forma autónoma.
Son muchos los tipos de terapia psicológica que existen, cada una con un
enfoque específico. Asimismo, cada terapia psicológica será más o menos
adecuada a la persona y al problema en cuestión a tratar. Por ello, el
psicólogo tiene la función de identificar qué tratamiento y herramientas debe
utilizar de manera específica y totalmente personalizada.
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- Mindfulness: a través de ejercicios de meditación y atención plena,
pretende mejorar el bienestar de las personas. Resulta un método
terapéutico bastante efectivo para reducir la ansiedad o el estrés.
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Después de Freud, se han dedicado una gran cantidad de trabajos a la
cuestión de la transferencia, repensando el tema y comparándolo con el
desarrollo original del fenómeno. Todos coincidiendo en que se basa en la
relación que se produce en la situación terapéutica entre el analista y paciente.
Si bien se ha dicho que la transferencia tiene que ver con la recreación de las
fantasías infantiles sobre la figura del analista. Para que ello se de, tiene que
primero establecerse un vínculo transferencial, que permita al paciente poder
recrearlas y trabajar con ellas.
Para crear del vínculo es necesario que, una vez que el paciente acepte su
deseo de trabajar en aquello que le acontece, éste acuda al encuentro con un
analista al que le supone un saber de aquello que le sucede. Lacan lo nombró
como “Sujeto supuesto saber”. Esto producirá el primer nivel de confianza en
esa relación, que dará paso al trabajo analítico.
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Sin embargo, a lo largo del recorrido analítico pueden darse manifestaciones
en el vínculo transferencial a las cuales el analista ha de estar atento y
manejarlas oportunamente, como son: los signos de enamoramiento hacia el
terapeuta; la tendencia a comprobar el poder de sus atractivos haciendo
descender al analista al puesto de amante; la tendencia a seguir las
indicaciones del terapeuta sin apenas cuestionamiento; las rápidas mejorías
sin trabajo y esfuerzo paralelo y otros signos más sutiles, como llegar
frecuentemente tarde a las citas o alusiones frecuentes a otros profesionales.
Por supuesto, no solo ocurren este tipo de situaciones por parte del paciente,
sino que pueden ocurrir manifestaciones contratransferenciales. En este
sentido, el analista también tiene que estar atento y analizarse a sí mismo si
ocurriesen: discutir con el paciente; tener impulsos de pedirle favores al
paciente; soñar con el paciente; interés excesivo en el paciente; incapacidad
para entender el material a analizar cuando el paciente refiere temas similares
a los vividos por el analista; descuido en mantener el encuadre; reacciones
emocionales intensas relacionadas con el paciente; etc.
Por todo esto, en la relación analítica la neutralidad rigurosa por parte del
analista, junto con una escucha flotante, que lo despoje de su subjetividad -de
sus propios afectos e historia-, es lo que permitirá que la transferencia pueda
ser utilizada como canal para el trabajo en sesión. El analista ha de convertirse
en una especie de pantalla en blanco, donde el paciente pueda transferir su
material inconsciente.
2.5 RESISTENCIAS
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solo nos impide cambiar sino también darnos cuenta de esos contenidos
ocultos.
Esta clasificación nunca llegó a satisfacer por completo a Freud, pero tenía la
virtud de puntualizar que los fenómenos de resistencia en el trabajo analítico
no quedan explicados solo por los mecanismos de defensa del yo.
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3. LA INSTITUCIÓN HOSPITALARIA
Los propios miembros y equipos que forman parte de las instituciones generan
fenómenos de interrelaciones y dinámicas que pueden fomentar la salud y la
consecución de los objetivos para los que fueron creadas o, por el contrario,
relegar estos a segundo plano, como consecuencia de esas dinámicas
presentes en un momento determinado. Encontraríamos aquí un amplio
número de fenómenos, que se dan en todas las relaciones humanas cargadas
de fuerte emocionalidad, que, si se anteponen a las condiciones que hacen
posible el trabajo, supondrían una especie de boicot hacia el mismo, aunque
no sea algo intencionado. Por nombrar algunos, encontraríamos entre ellos
rivalidades, intereses personales que dirigen la priorización de tareas alejando
estas de las necesidades de los pacientes, omnipotencia o impotencia
desgastantes, como fruto del desajuste entre las exigencias y los medios con
los que se cuenta, culpabilización del resto de profesionales cuando las cosas
no funcionan bien, proyecciones, etc. Estos procesos que condicionan nuestro
trabajo haciéndolo poco operativo, con frecuencia no pensados, solo los
podremos contrarrestar, en la medida que podamos tener acceso al
conocimiento de los mismos (Bion, 1974).
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Precisamos, por tanto, de un marco formativo y un proceso reflexivo para su
reconocimiento. De esta manera, la indagación sobre estos fenómenos y las
tensiones producidas a consecuencia de los mismos, a las cuales también
están sujetos los propios psicólogos, constituyen en sí un elemento que
posibilita su modificación, ya que introducir pensamiento y comprensión
permite actuar sobre dichas dinámicas.
La institución hospitalaria es, por tanto, una instancia que atraviesa lo individual
(de cada profesional y de cada paciente), lo relacional (entre pacientes y
profesionales, entre pacientes entre sí y profesionales entre sí, entre familiares
y pacientes/profesionales), lo grupal (entre equipos y sub-equipos de un mismo
servicio, entre servicios diferentes) y la propia organización (organigrama,
jerarquía, liderazgo, funcionamiento, grado de flexibilidad, participación, etc.).
Todos esos elementos están presentes e interaccionan en lo que llamamos
institución, es decir, la constituyen, la definen, la van modificando a través del
tiempo y producen unos determinados efectos en lo que podríamos llamar su
objeto de trabajo. A su vez, la organización debe cumplir la función de ordenar
el sistema para que los objetivos para los que fue constituida se cumplan.
Por otra parte, la institución hospitalaria, preexiste y cuenta con una historia
previa cuando un nuevo miembro o colectivo se incorpora a ella, inscribiéndole
en sus discursos y en sus vínculos (Kaës, 1989) y requiriendo para su plena
pertenencia de un esfuerzo de adaptabilidad tanto por parte del que llega como
del que ya estaba ahí. En dicha inscripción, pueden aparecer aspectos
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beneficiosos y otros que ya no lo son tanto. Estos últimos, por señalar algunos,
los encontraríamos en actuaciones al servicio de intereses individuales, al
margen de los objetivos o fines terapéuticos, toma de decisiones no
reflexionadas, fenómenos relacionados con el ejercicio del poder, exagerada
resistencia al cambio o compulsiones e inercia de los aspectos más
burocráticos, etc.
Hay que tener en cuenta también que cada miembro de la institución precisa
de una cierta armonía con la misma para que la colaboración sea posible y
equilibrada, requiriendo para ello a su vez que esta sostenga el narcisismo de
sus miembros para que no sea atacada o devaluada (Kaminsky, 1990).
Las características del contexto hospitalario tienen una influencia tanto en los
pacientes como en los propios profesionales, generando un impacto para
ambos. Podríamos hablar del encuentro de dos desconocidos llamados a
entenderse, pero que no tienen por qué encontrarse en las mejores
condiciones para ello, sometidos ambos a sus propias circunstancias
personales.
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Sin embargo, a pesar de lo señalado anteriormente, a la mayoría de pacientes
y más cuanto más graves, el contexto hospitalario les ofrece posibilidades
protectoras y esperanzadoras, viviéndolo como un lugar de cuidado. El deseo
de mejora o curación y el sentirse cuidado y tratado, permite tolerar y sublimar
el sufrimiento. En este sentido, tanto el trato recibido por parte de los
profesionales, como una buena comunicación representan elementos
fundamentales de satisfacción (Heyland, Rocker, Dodek y Kutsogiannis,2002;
Ricart, 2008) más allá de la propia evolución de la enfermedad o mejoría de
los síntomas, quedando grabadas las vivencias y la conexión emocional con
los profesionales y con otros pacientes. También el propio ingreso o consulta,
en ese espacio de especialistas en la materia, contribuye al sentimiento de
confianza del paciente, sintiéndose en las mejores manos.
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3.2 EL PSICOLOGO CLINICO EN EL CONTEXTO HOSPITALARIO
Una de las creencias con las que nos podemos encontrar en el ejercicio del
trabajo del clínico es la consideración por parte de algunos profesionales
sanitarios de que la incorporación de variables psicosociales hace perder rigor
a las intervenciones con el paciente. En la cultura actual, existe un ideal de
funcionamiento sanitario, basado en la objetividad y en protocolos de
actuación, considerando estos como garantía de una sanidad igualitaria y
científica. Se puede considerar así, en algunos estamentos, que la introducción
de lo psicológico y, por tanto, subjetivo, como un riesgo, más que como un
requisito para el tratamiento y comprensión global del paciente. La
consecuencia de actuar esta creencia de forma automática, muchas veces no
pensada, sería la de prestar un segundo lugar a la atención psicológica o
delegar esta de una forma global en los profesionales “psi”. Sería por tanto un
error considerar que toda la atención psicológica tiene que ser “suministrada”
por psicólogos, sin reconocer que cada profesional, cuidador o miembro de la
familia tiene una parte importante y complementaria en el cuidado psicológico
del paciente ingresado. Las tareas de promover, formar y orientar en ese
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cuidado, así como la de detectar aspectos que lo estén impidiendo, con la
finalidad de incidir en un posible cambio, se pueden considerar fundamentales
entre las funciones del psicólogo clínico. Por otra parte, el temor de los propios
psicólogos a no ser considerados en el mismo nivel de competencia de otros
profesionales los puede llevar a cierto mimetismo en el funcionamiento, con el
riesgo de generalizar y argumentar su intervención fundamental en base
también a protocolos de actuación, en los que se pierda la dimensión individual
y los significados propios del paciente en el marco de su proceso. La asunción,
por tanto, de tareas que confrontan con los ideales colectivos, supone un
elemento constante de dificultad en el trabajo cotidiano.
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A pesar de que la inclusión del psicólogo clínico en el ámbito hospitalario
genera un cambio de expectativas en el trabajo con el paciente y también un
cambio o ajuste de roles por parte de otros profesionales, la tarea a realizar
siempre ha de ser complementaria y colaborativa con dichos profesionales,
aportando la visión específica de los procesos psicológicos observados. Esta
tarea de colaborativa resulta aún más imprescindible y necesaria, cuando se
trata de otros profesionales “psi”, que realizan sus funciones en los hospitales.
El psicólogo clínico precisa contar, por tanto, de forma integrada, con una
visión clínica, una visión social y una visión institucional aplicadas tanto al
paciente, como a la familia y equipos institucionales. Esta visión tridimensional
irrenunciable es la que va a permitir la realización de tareas globales de
prevención, diagnóstico e intervención psicológica (Zas, 2011). Dicha
intervención se aleja de la que se podría llevar a cabo en el ámbito privado, ya
53
que la propia institución constituye un nivel imprescindible sobre el que se
realiza la tarea (Bleger, 1994). Sin contar con esta visión integrada, la tarea
será parcial y no estará contextualizada, perdiendo la riqueza comprensiva que
aportan las variables mencionadas y repercutiendo en la intervención
realizada. Por este motivo, si bien la presión provocada por la propia asistencia
y también por el tiempo que los pacientes permanecen ingresados, definen
abordajes, estilos y métodos con pacientes, familiares y equipos de salud,
nunca se debe perder esa visión integral.
54
3.4 APORTACIONES DE LA PSICOLOGIA CLINICA AL CONTEXTO
HOSPITALARIO
59
Otro aspecto crucial a considerar explicitado en el mencionado trabajo, es el
referente a aquellos pacientes (alrededor de un 50% aproximadamente) que
manifiestan lo que los autores denominan “padecimiento sin enfermedad”, en
relación a una serie de estados y experiencias de sufrimiento el cual no puede
atribuirse únicamente a etiología fisiológica. En relación a esto, destaca
especialmente el sufrimiento ocasionado por los problemas de salud mental,
en sus diferentes niveles de gravedad e incapacidad, a pesar de la etiología
funcional de la mayoría de ellos: “no todos los problemas de salud mental se
originan a partir de una enfermedad, y resulta de suma importancia que para
tomarlos en serio no sean necesarios unos fundamentos biológicos […]. Un
estereotipo difícil de erradicar es que la enfermedad mental es menos
importante que la enfermedad física. De hecho, el padecimiento de un trastorno
mental puede implicar el mismo grado de sufrimiento y discapacidad que los
males de índole física” (The Hastings Center, 2005, pp. 41-42).
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- Ingresados o ambulatorios, que precisan diagnósticos diferenciales a
nivel neuropsicológico o evaluaciones previas a determinados
procedimientos médicos (trasplantes, cirugías…).
Profesionales
En estos casos, no es que no esté indicada una intervención, que sin duda
puede estarlo, pero lo que habrá que clarificar es con quien se realiza dicha
intervención. En este caso, sería presumiblemente con el médico o enfermero
que son quienes muestran la dificultad o preocupación.
Un primer nivel será, por tanto, esclarecer quién precisa la ayuda. El desarrollo
de este nivel de intervención, que tiene que ver con clarificar la demanda de
los propios profesionales, se puede ir realizando a un nivel cotidiano,
trabajando cada derivación y alcance de la misma, y también a otro nivel, que
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sería el de ir creando un lenguaje y comprensión psicológica de los pacientes
y situaciones, a través de la coordinación constante y de las diferentes
acciones formativas o sesiones clínicas que se pueden realizar no solo con
profesionales concretos, sino también con equipos. Salir de ese marco de
intervención centrada en el paciente, a otro más general que incluya las
necesidades de los profesionales requiere de una alianza constante, fruto del
trabajo en equipo.
Familias
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la adhesión a los tratamientos, a la vez que aparecen anotaciones en las
historias clínicas sobre el acompañamiento o no realizado por la familia.
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Pacientes
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También existen circunstancias en que el trabajo con las familias es prioritario
para los profesionales tratantes, y son todas aquellas en las que los pacientes,
a consecuencia de su edad, situación física o mental, no se encuentran en
condiciones de expresar su deseo o tomar decisiones importantes en relación
con los procedimientos médicos.
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Asistencia, docencia e investigación, deben estar presentes de forma conjunta
y promoviendo líneas de investigación a partir de la práctica clínica, que
ayuden en la mejora de los procesos implicados y puedan ser utilizados para
un mejor abordaje de los enfermos. Estas funciones pueden realizarse dentro
del propio servicio de psiquiatría o en otros servicios, en varios niveles:
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