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ESTUDIO BÍBLICO: 1 JUAN 1:1-4 | La verdad

del Testimonio

La autoridad del escritor como testigo ocular de los hechos evangélicos,


habiendo visto, oído y tocado a aquel que fue desde el principio. Su
finalidad en escribir su mensaje: Si queremos tener comunión con él.
debemos andar en la luz, como él es luz.[1]
No debeos olvidar el tema predominante en la mente de Juan, que es establecer
las bases necesarias para que el pueblo de Dios pueda diferenciar entre los
verdaderos siervos de Dios y los falsos maestros que habían salido por el
mundo. Para esto, en este primer capítulo, juan inició hablando de la vida de
Dios manifestada y reflejada en los hijos verdaderos, de aquí extraemos
principios que nos pueden guiar a vivir correctamente, como cristianos, en el
día de hoy. Dios anhela que Sus hijos reflejen la vida Suya a las demás personas,
no sólo con sus bocas sino también a través de su forma de vivir. De esta
manera nuestro testimonio será íntegro y eficaz.

La verdad del testimonio. 1:1-4

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue
manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el
Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también
vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y
con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
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INFORMA SOBRE ESTE ANUNCIO

Al leer estas líneas podemos notar de inmediato que el apóstol no inició como
se acostumbraba en una carta. Muchos, por eso, consideran a este libro más un
sermón que una epístola. Sin embargo, al considerar la estreches que había
entre el escritor y sus lectores iniciales, no hay duda de que se trata de una
carta fraterna. Es un padre espiritual preocupado por el bienestar de los suyos,
los ha acogido con el amor de Cristo. (3:18)

Juan nos ha legado un valioso escrito de 21 capítulos en su primer tratado


llamado “el evangelio de Juan”. Allí nos narra la vida de Jesús demostrando,
sobre cualquier cosa, la Divinidad del Hijo de Dios. Pero en esta epístola, al
parecer, Juan estaría demostrando o defendiendo más la humanidad perfecta
de Jesús.

Las corrientes gnósticas estaban propagando la herejía de que Jesús no era


verdaderamente humano, y si es que lo era, entonces no era verdaderamente
Dios. A esta corriente, que niega la genuina encarnación de Cristo, se conoce
como “docetismo”. Había también otra corriente gnóstica conocida como
“cerintianismo”, cuyo nombre viene de su líder Cerinto. Por estos tiempos,
sobre todo en la región de Éfeso, que parece ser la región de los destinatarios
de Juan, Cerinto pretendía enseñar que el Cristo divino se había unido al
hombre Jesús en el momento de su bautismo, pero que luego lo había
abandonado antes de que Jesús sufriera el martirio en la cruz.
Juan desmiente toda herejía y enseña enfáticamente que Jesús es
completamente Dios y hombre. A esta verdad la llamamos “la doble naturaleza
de Cristo”. Juan insiste en que Jesús es la manifestación real y material de Dios.
Y bajo este conocimiento correcto de la verdad, encarnada en Jesucristo, es que
uno puede acceder a la comunión eterna con Dios. A su vez, todo esto redunda
en una transformación completa del creyente para ser como Jesús, moralmente
hablando. Precisamente, por esto, es que se podía identificar fácilmente a los
falsos maestros: (1) Por sus conceptos equivocados sobre Jesús (1 Juan 4:2-3), y
(2) Por sus testimonios de vida, tan contrarios a Jesús (1 Juan 2:6).

El verbo de Vida.

Juan parece retomar la ilación de su evangelio. El inicia con dos elementos que
ya había usado antes, el primero es con referencia al principio, y el segundo
tiene que ver con el verbo de vida. Así que, vamos a comenzar haciendo un
paralelo entre los primeros versos de la epístola y del evangelio de Juan.
Añadiremos también otras referencias de la Escritura para reforzar la
enseñanza. Esto nos revela aspectos importantes de la persona y la procedencia
de Cristo Jesús:
1. Cristo era desde el principio: “Lo que era desde el principio… tocante al Verbo
de vida” (1 Jn.1:1a); “En el principio era el Verbo” (Jn.1:1a)
2. Cristo estaba con el Padre: “la cual estaba con el Padre” (1Jn.1:2b); “y el Verbo
era con Dios” (Jn.1:1b); “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que
tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5)
3. Cristo se nos manifestó: “porque la vida fue manifestada… y se nos manifestó”
(1Jn.1:2); “Aquella luz… venía a este mundo. A lo suyo vino” (Jn.1:9-11); “Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn.1:14); “Dios fue manifestado
en carne” (1Ti.3:16)
4. Cristo nos cautivó: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo
que hemos contemplado, y palparon nuestras manos.” (1Jn.1:1); “y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… Porque
de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” (Jn.1:14b, 16)
5. Cristo es el verbo de vida: “tocante al Verbo de vida… la vida fue manifestada”
(1Jn.1:1-2); “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Jn.1:4,14);
“y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1Jn.5:11-12); “Este
es el verdadero Dios, y la vida eterna.” (1Jn.5:20); “Estaba vestido de una ropa
teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS” (Ap.19:13).
6. Ahora lo testificamos y anunciamos: 1Jn.5:12; 2:23; Col.1:2

Lo que era desde el principio.

Los dos primeros versículos nos enseñan en forma enfática que Jesús es el
eterno Dios. Es imposible no percatarse que estas líneas son un eco de los
primeros versos de su evangelio (Juan 1:1-3), que al mismo tiempo es un eco de
Génesis 1:1 – “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. No hay duda de eso.
Juan hizo esta referencia al “principio” para dejar por sentado por lo menos
cuatro cosas en cuanto a Cristo: (1) Su preexistencia: Que él es antes que todas
las cosas. (2) Su eternidad: Que él existe en sí mismo, sin principio ni fin. (3) Su
poderío: Que él creó todas las cosas. (4) Su gloria y majestad: Que él comparte el
trono eterno con el Padre.
“Dios se hizo carne, se manifestó en forma humana. Juan llama a Jesús “el Hijo
de Dios” 21 veces en esta carta, y habla de Dios como del Padre doce veces. De
este modo la deidad de Jesús y la relación de Padre – Hijo entre Dios y Cristo
son un énfasis especial de la Epístola” (Henry H. Halley)

Así que, la manifestación de Jesús no era un comienzo de su existencia. Él ya


existía desde la eternidad. Pero su manifestación fue el comienzo de su
naturaleza humana, la cual adquirió por voluntad propia. Jesús trajo a
consumación el plan de redención eterna, que Dios se había propuesto desde
antes de la creación del mundo.

Dios se manifestó prácticamente en tres etapas: Primero, con Su palabra, a


través de sus siervos inspirados (He.1:1; 2Pe.1:21). Luego, se manifestó por
medio de Su propio Hijo (He.1:2; Jn.1:18). Ahora, se manifiesta por medio del
testimonio de Su iglesia. Así como Juan, debemos experimentar de tal manera a
Cristo, que la vida de Dios pueda ser manifestada a todos los que nos rodean.

Palparon nuestras manos.

Los primeros alegatos que Juan usa tienen que ver con la evidencia de su propia
experiencia, en cuanto a la divinidad de Jesús. Y no sólo la de él, sino de todos
los que lo acompañaron: “Lo que era desde el principio (Dios), lo que hemos oído,
lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon
nuestras manos (Dios encarnado) tocante al Verbo de vida”.
Juan asegura que el testimonio que él ofrece es verdadero, por cuanto hay
suficientes testigos de que estas cosas fueron así. De manera que, el tema más
resaltante en el mensaje de Juan es la encarnación de Jesucristo, el Verbo de
vida. Sin que haya dejado de ser Dios jamás. Ya en los primeros versos de su
evangelio, Juan había dejado en claro que el Verbo de Vida es Dios mismo
(Juan.1:1-3), y que aquel Verbo se encarnó y habitó (lit. acampó) entre los
hombres (Juan 1:14).
El detalle, frente a las herejías de esa época, es que Juan pretendían implantar
un concepto correcto acerca de la humanidad o encarnación de Jesús. La idea es
que Cristo no sólo era una chispa procedente de la divinidad, sino que él era la
Divinidad misma.

Ahora, es necesario entender que, según la revelación de Dios, con referente a


la primera manifestación de Jesucristo, es que su naturaleza divina no altera su
humanidad. Del mismo modo, su naturaleza humana no limita su divinidad en
lo absoluto. Tampoco, estas naturalezas se mezclan entre sí. Esto podría
constituir uno de los milagros más grandes de la historia.

Por otro lado, los falsos maestros proponían un dilema al cuestionar el hecho
de que la divinidad no podría convivir con los hombres a menos que sea por
medio de un falso hombre, es decir, que el ser divino adquiera un aspecto
parecido a la carne pero que no era carne verdadera. Ante esto, Juan parece
responder: “le hemos visto, le hemos palpado, verdaderamente era hombre. Dios
se hizo carne”.
“Juan comprueba su autoridad de hablar de Jesús y de su obra al dar testimonio
de haber sido uno de los testigos presenciales más cercanos al Señor Jesucristo
mientras estuvo en la tierra” (José Jordán)
Después de esta declaración. El apóstol habla sobre el propósito de esta
defensa, sobre la encarnación de la Deidad, que era doble: “para que tengáis
comunión” y “para que vuestro gozo sea cumplido”. Motivos que pretendemos
analizar en los siguientes puntos.

Para que tengáis comunión.

El anhelo de Dios, expresado en la carta de su siervo Juan, es una comunión


verdadera y personal con su pueblo espiritual. Sin duda se trata de una relación
estrecha de Padre e hijos. Como ya vimos, el requisito esencial para lograr esta
comunión radicaba en la persona de Jesucristo. Por esto mismo, es sumamente
importante que todos los hombres tengan un pensamiento correcto sobre
quién y cómo es Jesús. De eso depende si han de lograr una comunión eterna
con Dios.

Así que, Jesucristo es la única fuente de la comunión entre Dios y los hombres.
Pablo le llamaría “el único mediador entre Dios y los hombres” (1 Ti.2:5). No nos
imaginamos un evangelio con un concepto equivocado sobre la persona de
Jesús.
Después de cimentar la mediación de Cristo, Juan nos va a decir una serie de
requisitos que son importantes para conservar pura y radiante la comunión con
Cristo y con el Padre. Estos requisitos tienen que ver mucho con nuestra vida
de santificación y de confesión, diarias; también con la pureza de nuestro
corazón, con el testimonio y las relaciones interpersonales que vivamos. Por
supuesto, también tiene que ver con las obras de servicio y de amor que
ofrecemos a los demás. Pero todo esto lo trataremos más al detalle conforme
vayamos avanzando en este estudio.

Por ahora, basta resaltar que, Dios espera que tengamos comunión con él y
entre nosotros mismos. Pero más que nada, que disfrutemos de esa comunión
cada día. Muchos cristianos, por enemistades, falsas enseñanzas, pecados y
otras cosas, no viven disfrutando de la comunión con Dios, y entre hermanos,
plenamente.

Para que vuestro gozo sea cumplido.

El gozo del creyente también está fundamentado en Cristo. Solo la comunión


verdadera y la correcta relación con Dios, y los hombres, son capaces de
producir este gozo en el pueblo santo del Señor.
Un mensaje cuyo único efecto sea deprimir y desanimar a los que lo oigan se ha
quedado a menos de la mitad del camino. Es completamente cierto que a
menudo la finalidad del predicador y del maestro debe ser despertar un sano
reconocimiento doloroso que conduzca a un verdadero arrepentimiento. Pero
después de producir el sentimiento de pecado, hay que conducir a los oyentes
al Salvador en Quien se perdonan los pecados. La nota definitiva del mensaje
cristiano es el gozo. (Barclay, W.)

Ahora, este aspecto del gozo cristiano puede ser muy conocido y ya enfatizado
por muchos, y basta con recordar aquella primera vez ante los pies del maestro
para entenderlo. El peso que se quitaba de nuestros hombros, la culpa siendo
removida de nuestros corazones, esa inmensa sensación de paz y euforia a la
vez. El gozo de nuestra salvación radiante, una experiencia realmente gloriosa.
Sin duda que debemos caminar en ese gozo cada día.

Sin embargo, lo que hay que resaltar de este verso en particular, es la intención
de aquél que predica. Juan dijo “Estas cosas os escribimos” y añade: “para que
vuestro gozo sea cumplido”. La idea no sólo es confirmar que el mensaje del
Salvador produce gozo, sino que todos debemos tener la intención de producir
verdadero gozo a través de creer y anunciar el mensaje correcto sobre
Jesucristo.
La idea de Juan parece sugerir que, sin la doctrina correcta sobre Cristo es
imposible disfrutar del gozo pleno. A partir de esto, podemos notar la
primera división natural de la epístola.

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