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En torno a la polaridad machismo-marian ismo

*
Norma Fuller

En el presente trabajo nos pro- aclarar para no tener una visión


ponemos dar un aporte a la discu- caricaturesca del Machismo y el
sión sobre la construcción de las Marianlsmo. Si bien ellos son mi-
identidades de género en las socie- tos centrales en la identidad de
dades latinoamericanas. Revisare- género de nuestra cu ltura, no de-
mos el caso del Marianismo y el ben ser tomados como realidades
Machismo en tanto los complejos unívocas, sino como formas de
culturales que expresan los símbo- simbolizar nuestra manera de en-
los centrales de la femineidad y la tender la femineidad y la masculi-
masculinidad. Nuestra finalidad es nidad en diferentes contextos y si-
discutir la validez de la visión dua- tuaciones.
lista que concibe a lo femenino y Nos proponemos usar el con-
masculino en la cultura latinoameri- cepto de jerarquía desarrollado
cana como expresado en términos por Dumont 1 para entender las va-
de la oposición Doméstico/Público, riadas formas que toma la oposi-
Pureza sexual/sexualidad. ción femenino/masculino en la mi-
La visión dualista, asimila de ma- tología latinoamericana. Según
nera lineal lo masculino a la esfera este autor la racionalidad de los
pública y al bien común y lo feme- sistemas tradicionales no funcio-
nino a lo doméstico y los intereses na según dicotomías universal-
privados. Finalmente articula estas mente válidas. En ellos, la jerar-
oposiciones alrededor de la asocia- quía es el principio ordenador del
ción honra/pureza sexual. todo social. Las unidades se rela-
Consideramos que si bien las cionan entre ellas de manera que
identidades de género tradiciona- cada una ocupa un lugar predeter-
les en Latinoamérica se constru- minado. Sin embargo, la jerarquía
yen en base a las oposiciones de supone la distinción de dos nive-
los símbolos mencionados, ello no les. Uno superior que expresa la
ocurre universalmente, de manera unidad del conjunto. Otros inferio-
que sea posible asimilar pureza res que son contenidos por el su-
sexual =mujer, esfera pública = perior. Estos niveles a su vez, se
masculino. Al interior de estas relacionan entre ellos en términos
oposiciones se dan gradaciones y de complementariedad y recipro-
ambigüedades que es necesario cidad. Pero las relaciones que

• Antropóloga y Psicóloga en la U. Católica de Lima (Perú).


1. Dumont, Louis, Homo Hferarch/cus: The caste systems and lts impllcatfons, The
Universlty of Chicago Press, Chtcago, 1970. O Individualismo, Zahar, Ale de Janeiro, 1985.

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ocurren entre cada uno de los ni- ciada a pureza sexual, y que la es-
veles inferiores no son simétricas fera pública corresponde al bien
a los de otros niveles, ni a las del común en tanto que la doméstica,
nivel superior. De este modo en identificada con lo femenino, co-
un sistema jerárquico es posible rresponde a los Intereses privados.
que lo masculino sea superior en Nos preguntamos si dichas oposi-
general, pero la mujer puede ser ciones se dan siempre de la misma
superior al hombre cuando nos re- manera, o es posible que ellas
ferimos a ciertas conductas y así sean revertidas según la relación
sucesivamente. Cada nivel puede en que estén.
tener relaciones particulares que Según los análisis dualistas, la
no reproducen el orden del todo. herencia colonial y patriarcal, nos
Al interior de esta lógica pueden deja una sociedad de esferas ne-
ocurrir inversiones jerárquicas. En tamente sepa.radas y mutuamente
un nivel ser superior y en otro ni- complementarias: «La mujer en la
vel ser inferior. Así por ejemplo el casa, el hombre en la calle». La
hombre es superior a la mujer mujer era la «reina del hogar» y la
como guerrero, en el espacio ex- encarnación de todos los valores
terno, pero inferior en el espacio de la intimidad, el afecto y la leal-
doméstico, donde prima la madre. dad del grupo. El hombre, su
La relación jerárquica consiste opuesto complementario, debería
en la combinación de esas dos proteger del mundo exterior el sa-
proporciones de nivel diferente. grado santuario de la familia y pro-
En el primero tenemos a la unidad veer su sustento. Las esferas polí-
que representa al todo social. En ticas y económicas (en lo que se
el segundo a las relaciones que refiere a relaciones con el mundo
guardan entre sí, y con el todo, las exterior) eran su feudo y respon-
diferentes instancias. Por ejem- sabilidad.
plo, Jesucristo representa a la hu- Al respecto Pitt Rivers afirma
manidad en su conjunto, pero a que en las sociedades mediterrá-
otros niveles es necesario que neas:
aparezca al lado de la imagen fe- «Las cualidades morales que
menina, como complementarios caracterizan a cada género son
(en tanto patrones de la Iglesia). la fortaleza y responsabilidad
En otros niveles puede ser inferior en los varones y la vergüenza
(niño Jesús). A su vez la pareja sexual en las mujeres. Ellas
madre niño tiene una relación es- juntas se combinan para consti-
pecial con Jesucristo (como todo), tuir el concepto global del ho-
que no es la misma que la de los nor que le corresponde a la fa-
milia entera, lo que deriva en
opuestos complementarios Virgen
distintas formas de conducta
María patrona de la Iglesia y Je- para sus diferentes miembros.
sús cabeza de la Iglesia. La falta de castidad en las mu-
Consideramos que es necesario jeres pone en peligro el honor
revisar la suposición según la cual de la familia atesorado por los
la mujer está universalmente aso- antepasados, mientras que en

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el caso de los hombres destru- A su vez, lo sagrado está dentro
ye el honor de otras familias» 2 • del hogar, que es el reino de la mu-
Las honras no son equivalentes, jer, las mujeres están asociadas a lo
sólo juntarse forman un todo, pero el sagrado mientras que los hombres
hecho de estar centradas en diferen- lo están de lo profano. De ahí que se
tes valores, implican códigos éticos considere que las mujeres son más
diferentes. Si en la mujer la conducta religiosas mientras que los hombres
sexual es un atentado contra su ho- pueden tener una actitud irreverente
nor y el del grupo, en el caso del o escéptica frente a la religión. A eso
hombre no lo es, se trata simple- se debe, por último, que se conside-
mente de una falta que no cae sobre re a las mujeres «inferiores» a los
él sino sobre la honra de la mujer hombres en muchos sentidos, pero
agraviada y de su familia. A su vez la superiores en otros, los relacionados
falta de fortaleza de una mujer no con lo sagrado y con los valores del
atenta contra su honor, no es una corazón» 4 • En la medida en que son
cualidad esencial, mientras que sí las portadoras del valor moral de la
descalifica al varón. familia, ellas tienen un gran ascen-
«Es como si el honor fuera diente.
de la casa y estuviese exonera- Estudiando el caso específico de
do hasta cierto punto de las América Latina, Evelyn Stevens5
oblígaciones morales que si- acuña el término Marianismo para
guen siendo exclusivas del as- designar el culto a la superioridad
pecto interior o femenino de la espiritual femenina que predica
vida y, por tanto, sólo pueden que las mujeres son moralmente
descubrirse en la conducta de
superiores y más fuertes que los
las mujeres. A eso se debe que
los hombres reclamen autori- hombres. El culto a la virgen María
dad sobre sus esposas, hijas y proporciona un patrón de creencias
hermanas, y les exijan cualida- y prácticas (cuyas manifestaciones
des morales que no esperan de conductuales son la fortaleza espi-
sí mismos: al fin y al cabo, un ritual de la mujer, paciencia con el
hombre no puede darse el lujo hombre pecador, y respeto por la
de tener una conciencia moral sagrada figura de la madre).
demasiado fina o, si no, no po-
Esta fuerza espiritual engendra
drá cumplir con sus obligacio-
abnegación, es decir una capaci-
nes para con su familia en la lu-
cha por la existencia, pero una dad infinita para la humildad y el
mujer, al no tener semejantes sacrificio. Ninguna autonegación
responsabilidades, puede ser es demasiado grande para la mujer
el compendio de la excelencia latinoamericana, no puede ser adi-
moral» 3• vinado ningún límite a su vasto

2. Pltt Rivers, Julian, Antropologfa del honor, p. 124.


3. lbidem, p. 126.
4. lbidem, p. 178.
5. Stevens, Evelyn, «El marianismo», en Pescatello, Ann, Hembra y macho en Lati-
noamérica, México, 1977.

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caudal de paciencia con los hom- El Marianismo sería la contraparte
bres de su mundo6 • del machismo, su opuesto comple-
Pero la sumisión femenina se mentario. Amibos completarían el
basa en la convicción de que los cuadro de representaciones sobre
hombres son inferiores moralmen- lo femenino y lo masculino caracte-
te a las mujeres. Ellos se caracteri- rísticos de las sociedades tradicio-
zan por la pendencia, la obstina- nales latinoamericanas. Resumien-
ción y la incapacidad de contener do, en el modelo tradicional el suje-
sus impulsos sexuales. Para el to femenino está asociado al
imaginario latinoamericano, desde ámbito doméstico, la maternidad ,
el punto de vista moral, los hom- la familia. Su lugar en la sociedad
bres son como niños y por lo tanto pasa por la influencia que ejerce en
menos responsables de sus actos. el hogar y su poder sobre los hijos.
De este cuerpo de ideas habría Sus cualidades son su valor moral
surgido el Marianismo como expre- superior a su rol de mediadora
sión de la creencia en la supe- frente a lo sagrado. Ella es la porta-
rioridad moral de la mujer que aso- dora del honor familiar colocado en
cia la madre a la virgen María. Las su pureza sexual.
mujeres latinoamericanas, según Su aspecto negativo es la posibi-
Stevens, habrían desarrollado una lidad de perder el control de su se-
ideología paralela al machismo que xualidad y con ello introducir el
revierte la suposición de la supe- caos en la familia, deshonrarla.
rioridad masculina y explica el por Según esta elaboración teórica,
qué las mujeres aceptan el machis- las identidades femenina y mascu-
mo de los hombres y su supuesta lina son definidas alrededor de dos
situación subalterna. Al mismo ejes: división de la sociedad en es-
tiempo les confiere el poder total feras pública y privada y sexo
del espacio doméstico y una gran como locus de la honra.
influencia en la toma de decisio- En lo referente a la oposición pú-
nes. La autoridad dentro del hogar blico privado, a pesar de que lo
estaría, en la realidad, en manos masculino se asocia a «la calle» , el
de la madre. A su vez, ella tendría hombre es menos moral porque el
una enorme influencia en las deci- mundo público no esta concebido
siones políticas a través de su in- como «bien común)) sino como una
fluencia moral. esfera de negociaciones difíciles,
De este modo, al machismo, donde gana el más fuerte, el más
como culto a la virilidad, caracterís- astuto o el que más relaciones tie-
tico de la parte masculina, corres- ne (parentela). El espacio público
ponde el culto a la madre, caracte- no es el «locus» del bien social.
rístico de la parte femenina. Así la Todo lo contrario, es el espacio de
figura es completa, al mito del ma- la lucha de individuos y parentelas
cho conquistador agresivo y viril, por la primacía. Se acepta explíci-
corresponde la abnegada madre. tamente que en política y en nego-

6. Chaney, Eisa, Supermadre, FCE, México, 1983, p. 127.

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cios no hay moral. De ahí que la ca, ello no se da de manera unívo-
corrupción sea un rasgo constituti- ca, ya que ella representa los valo-
vo de nuestra vida política y que se res centrales del todo social. Lo
considere poco razonable la de- que ocurre es que la práctica está
manda de ser honestos. disociada de la ética. De tal modo
Pero esto no quiere decir que no lo femenino se asocia a la ética ge-
se tenga un patrón de conducta neral y lo masculino a actuación.
moral, sino que ésta queda en ma- En las instancias en que es nece-
nos de las mujeres y funciona úni- sario confiar en el soporte de la
camente al interior de la esfera pri- moral, lo femenino actúa como ga-
vada. Es allí donde se toman las rante.
decisiones que serán respetadas La mujer es también mediadora
como «acuerdo de caballeros». entre lo sagrado y profano, entre
Mientras que los del mundo exter- grupos políticos y clases sociales.
no son arreglos entre «vivos» (La virgen actúa como intermedia-
«criollos». Se sobreentiende que lo ria entre Dios y los hombres, las
que prima es el Interés individual. madres practican la caridad entre
Cuando se descalifica a una mu- los pobres como manera de suavi-
jer en la esfera pública, no es nece- zar los conflictos entre clases, la
sariamente porque subvierta las je- madre actúa como lazo entre los
rarquías sino porque ella no se ma- parientes). En muchas instancias
neja con los mismos patrones el símbolo materno es asociado a
morales y no será capaz de enten- la nación, patria. Sobre todo cuan-
der que en esta arena los valores do se refiere a los valores centrales
morales se relajan. Ella ha sido del conjunto de la sociedad o se in-
educada dentro de un único patrón tenta expresar la unión del conjun-
moral. Esto, porque al ser la depo- to de los ciudadanos. En el caso de
sitaria de las virtudes y de la honra las naciones andinas esta figura
del grupo, ella debe ser inmacula- aparece también bajo la forma de
da. Que el hombre no sea muy ho- la «Mamapacha», deidad nativa
nesto en las transacciones públi- que simboliza a la tierra, la fuerza
cas, no compromete la validez de genitríz, la fertilidad y la materni-
la regla moral. Lo que sucede es dad7.
que su naturaleza débil e Inmoral Por lo tanto, la división bien co-
(suya y del mundo externo), no le mún, bien privado, no funcionan de
permite ser coherente. Su conduc- manera unívoca sino que se entre-
ta es visualizada como individual cruzan según las relaciones y si-
mientras que la «línea moral» de tuaciones. No se puede establecer
su familia (y la suya propia) está en una separación tajante, abstracta y
manos de su esposa. universalmente válida entre ambas
Como vemos, si bien la mujer esferas. Estas oposiciones varían
está asociada a la esfera domésti- según el contexto en que actúen.

7. Harrls, Olivla, "La Pachamama: significados de la madre en el discurso boliviano» ,


en Mujeres fatlnoamericanas.Dlez ensayos y una historia colectiva, Flora Tristán, Lima,
1988, pp. 57 a 80.

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En muchos aspectos el hombre mal comprendida. Es a nivel supe-
representa el bien privado (intere- rior que esta contradicción se re-
ses de la parentela) y la mujer el suelve simbólicamente a través de
público (valores morales, media- la figura del hombre asexuado de-
ción entre grupos). En cambio, sí dicado a la vida religiosa monacal.
funciona la diferencia entre espa- Este se apar1a, idealmente, de la
cio externo y espacio interno. Pero vida pública para realizar el ideal
el espacio Interno puede ser aquél de perfección cristiano, inconcebi-
donde se realicen las transaccio- ble dentro del mundo profano. De
nes políticas cruciales, ya que es el este modo consigue englobar las
único capaz de refrendar moral- oposiciones de los niveles inferio-
mente un pacto. Esto puede expli- res y conservar el principio de je-
carnos por qué ciertos arreglos po- rarquía que concede mayor valor a
líticos se hacen sabiendo que no lo masculino.
serán respetados mientras que si En lo referente a la asociación
interviene el compromiso garanti- entre género y sexualidad. El sexo
zado por la familia, se lo considera es concebido como una fuerza de-
«sagrado». En este sentido es el sordenada y disruptiva «per se»
espacio central, familia/sagrado, tanto para hombres como para mu-
quien legitima la práctica externa. jeres. Sólo que la mujer es la en-
Lo dicho puede darnos sugeren- cargada, por su superioridad moral
cias para entender por qué la fami- y mayor contacto con lo sagrado,
lia, la parentela y las redes de pa- de contener esta fuerza disruptiva.
rentesco ritual continúan ocupando Los hombres no pueden contenerla
un espacio tan importante en las (por su relación con el espacio pú-
alianzas políticas. (Da Matta 1983). blico y su incontinencia sexual).
En cambio la esfera pública, en Por eso cuando la mujer no opone
el imaginario latinoamericano, no resistencia es que entramos al
llega a ser el espacio del «bien co- caos. La figura es más o menos
mún», tal como lo propone la doc- como sigue: el sexo es desor-
trina moderna. Es un espacio de den/pecado, la mujer es capaz de
fuerza y astucia, más emparentado contenerlo. Está protegida interna
con el concepto marroquí «bara- (moralidad) y externamente (pro-
kha» (Gideens 1975) que con el tección de los hombres de su fa-
bien común roussoniano. Este es- milia).
pacio resuelve la primacfa masculi- La pureza sexual corresponde a
na por la vfa del dominio y la movi- la mujer. Se piensa que gracias a
lidad y no por la de la superioridad su cercanía a lo sagrado y a la pro-
moral o la razón. Pensamos que ha tección masculina, ella será capaz
habido una larga confusión con- de realizar el ideal de pureza que
ceptual cuando se ha pretendido los hombres, debido a su naturale-
asociar esfera pública a bien co- za inferior y su contacto con lo pú-
mún. Esta es una Idea moderna, no blico, no pueden lograr. La mujer
pertenece al imaginario latinoame- debe por tanto ofrecer resistencia
ricano tradicional. Por ello ha sido para que no haya desborde, si ella

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«se entrega», está traicionando al de los hombres hacia ellas . En to-
grupo entero. Incluso cuando una dos los casos, la mujer que vive li-
mujer se deja llevar por su sexuali- bremente su sexualidad es asimila-
dad , generalmente es porque ha da simbólicamente al caos y al pe-
sido «seducida». Es rara la figura ligro. De este modo vemos como la
de la virgen sexuada y seductora pureza sexual ocupa lugares dife-
que atrae al varón. El mito clásico rentes según la situación de la mu-
es el del varón que explota la debi- jer. Es posible que aparezca una
lidad y candor femenino (que no gama bastante variada de posibles
entiende de doble moral), para identidades. Si bien la maternidad
despertar sus potencialídades se- es el estado más apreciado, no se
xuales y ,,perderla» . debe reducir la variedad posible en
Este potencial de peligro llevaba un solo modelo. Es importante tam-
a que ella fuese guardada al inte- bién aclarar los juegos de oposicio-
rior del hogar y debiese ser protegi- nes que se dan al interior del nivel
da por los varones que por lo tanto de lo femenino para ubicar cómo
tenían autoridad sobre ella . El ne- éstas se descomponen en diferen-
gativo de la madre son: la virgen tes modelos femeninos según su
que puede ser seducida y la sedu- posición respecto a la sexualidad
cida, que tiene una vida sexual li- (pureza/impureza) y a lo masculino
bre y por lo tanto caótica. La mujer (sumisión/rebeldía/poder materno).
seducida, que vive su sexualidad, Pero nuestra crítica más impor-
se desdobla a su vez en tres: la se- tante es a la división hombre=se-
ductora, que vive dentro de los x uad o, mujer=asexuada. Estas
márgenes del orden social y se oposiciones funcionan a ciertos ni-
convierte en la rebelde, marginal, veles, pero no nos responden
usa su potencial disruptivo para cómo es que el hombre es superior
enfrentarse al orden social y la au- a la mujer en el nivel general. Tam-
toridad masculina. Su imagen míti- bién introducen un vacío repre-
ca es la bruja. La deshonrada que sentacional. El «macho» queda
asume su mancha y busca retornar asociado al pecado de manera tan
al orden por la ruta de la expiación maciza, que nos preguntarnos
o de la venganza (el correlato míti- cómo salvar la dignidad masculina .
co de la expiante es Magdalena y Si usamos el modelo jerárquico,
el de la vengadora Judith). La pros- encontramos que estas oposicio-
tituta que se sumerge en la sexua- nes se resuelven a nivel superior.
lidad y es recuperada para el uso En éste, el potencial disruptivo de
de los «apetitos» masculinos. Ella la sexualidad es superado definiti-
cumple el rol social de saciar el de- vamente por la castidad de Cristo y
seo desordenado y darle cauces. la clase sacerdotal. A diferencia de
Al mismo tiempo impide que éste la castidad de la virgen madre, que
irrumpa en el espacio doméstico. contiene en sí el rastro del sexo en
Para que las madres y las vírgenes la concepción, la pureza de Jesu-
sean puras es necesario que las cristo puede ser perfecta. De ahí
prostitutas desvíen la sexualidad que , al nivel del todo social, lo mas-

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culino ocupe una posición jerárqui- sino que toda cultura expresa a ni-
camente más elevada. Las muje- vel de símbolos su organización
res. en tanto madres, no pueden social, o como diría Pitt Rivers, a la
negar completamente su sexuali- división sexual del trabajo corres-
dad. De tal manera que el Dios Pa- ponde una división moral del tra-
dre acaba por imponerse a la Diosa bajo.
Madre. Podrá argüirse que existen En conclusión, pensamos que la
monjas, pero aquí ellas se asocian visión dicotómica que interpreta al
a la perfección de Cristo. La virgen, machismo y el marianismo como
en tanto representante de lo feme- categorías universalmente opues-
nino, es siempre madre y por lo tas y complementarias, es una su-
tanto conserva, de algún modo, perposición de la mentalidad mo-
más ataduras con su identidad se- derna. Esta última razona en base
xual. Evidentemente, estamos ha- a categorías universalmente váli-
blando de representaciones colec- das y divide netamente las esferas
tivas y no de realidades. Al interior pública y privada. En las socieda-
de estas definiciones. las prácticas des tradicionales jerárquicas, lo di-
sociales son fluidas. e innumera- cho no ocurre. Ambas esferas se
bles los casos en que las personas interpenetran según el contexto en
se rebelan, la sexualidad y las pa- que estemos. En algunas situacio-
siones se manifiestan, etc. A la que nes lo femenino es representante
nos referimos más bien, es al modo de lo público. En otras lo masculino
en que la sexualidad femenina, su es expresión de la pureza sexual.
lugar en el mundo y sus relaciones Lo mismo ocurre para los símbolos
con el cuerpo social, era codificado que expresan estas relaciones,
y entendido. Esto no quiere decir que variarán de contenido según la
que sustentemos esta posición, posición en que estén.

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