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El concepto de UEN surge en los años 70 cuando la empresa General Electric, dada su
diversificación –10 grupos con un total de 50 divisiones y 170 departamentos constituidos como
centros de beneficios– define unidades de análisis diferentes de las existentes hasta ese
momento para facilitar el proceso de planificación estratégica en una organización tan compleja
(Springer, 1973: 1177). Como ya se indicó en el capítulo 1, una UEN es un conjunto
homogéneo de actividades o negocios, desde el punto de vista estratégico, es decir, para
el cual es posible formular una estrategia común y a su vez diferente de la estrategia
adecuada para otras actividades y/o unidades estratégicas.
La utilidad de definir UEN en las empresas diversificadas es triple (Johnsonet al., 2011). Primero,
las UEN responden a la necesidad, en este tipo de empresas, de agrupar actividades de manera
que se facilite su dirección, definiendo unidades de análisis distintas de la empresa en su
conjunto y de los tradicionales subsistemas funcionales. De esta manera, es posible comprender
mejor la realidad particular de cada negocio y tomar así decisiones con más elementos de juicio.
Dos cuestiones especialmente importantes están vinculadas con la utilización de UEN en una
empresa diversificada: a) la definición y delimitación de las UEN; y b) la forma en que las
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distintas UEN se van a incorporar a la organización de la empresa. Veamos a continuación
ambos aspectos.
Aunque existe un amplio acuerdo sobre la necesidad de definir UEN en las empresas
diversificadas, dicha definición resulta siempre compleja por la dificultad de encontrar criterios
homogéneos que permitan establecer las UEN de forma nítida. En la realidad, cualquier forma de
definir las UEN plantea dudas y cabe la posibilidad de definirlas de una manera distinta sin que
haya un criterio claro, cuya aplicación genere consenso en la dirección. En general, podemos
decir que el objetivo para el establecimiento de UEN es doble: por un lado, identificar los factores
clave para alcanzar el éxito en cada una de las actividades diferenciadas y, por otro lado,
establecer las similitudes o disimilitudes tanto internas como externas que puedan aparecer entre
los distintos negocios.
De acuerdo con Pitt y Koufopoulos (2012: 269), una UEN bien definida debería cumplir los
siguientes requisitos:
- El ámbito de actividad de una UEN debería ser claro y limitado respecto de su propósito y las
actividades que debe realizar.
- Cada UEN tendría que ser autosuficiente disponiendo de los recursos y capacidades que
sean necesarios y suficientes para conseguir su misión de forma independiente respecto de
otras UEN, por lo que su éxito no depende de ellas, a pesar de posibles cosas en común.
- Una UEN es un centro de beneficios en el sentido de que decide sus precios de venta y
controla sus actividades generadoras de costes. De acuerdo con esto, sus directivos son
completamente responsables de su rendimiento.
Un punto de partida para la delimitación de las UEN puede estar a partir de los criterios de
segmentación estratégica del modelo de Abell (1980). La utilización de este esquema de tres
ejes puede ser útil en esta definición ya que ayuda a identificar las funciones que la empresa
trata de cubrir, los grupos de clientes a los que se dirige y las tecnologías empleadas para ello.
Así, actividades con diferentes funciones, dirigidas a diferentes grupos de clientes o que usen
tecnologías distintas podrían ser asignadas a UEN distintas.
El criterio básico para la delimitación de las UEN tiene que ver con el contexto estratégico en el
que tiene que desarrollar su actividad. De esta manera, procuraremos agrupar en una misma
UEN todas aquellas actividades que tengan un contexto estratégico similar. De acuerdo con este
planteamiento, la identificación y delimitación de las diferentes unidades de negocio estará
orientada por los siguientes criterios:
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- El entorno competitivo con el que se enfrenta cada actividad y que condiciona la forma de
competir. A partir de aquí, se podrían agrupar actividades que van dirigidas a los mismos
grupos de clientes, que están en la misma industria o que cubren una misma zona geográfica.
- Los recursos y capacidades internos que permiten obtener las ventajas competitivas
necesarias para competir en cada negocio. Así, se agruparían actividades que comparten una
misma tecnología o que requieren similares capacidades esenciales para su éxito.
Además, los distintos elementos del contexto estratégico –misión, entorno y recursos internos–
pueden cambiar con el tiempo, al igual que puede ocurrir con el campo de actividad de la
empresa. Esto plantea la necesidad de revisar periódicamente los límites de las UEN existentes
fusionando algunas, dividiendo otras, añadiendo nuevas UEN o eliminando alguna.
Normalmente, una estrategia de diversificación puede dar lugar a la aparición de nuevas UEN
mientras que una de reestructuración de la cartera de negocios suele implicar la desaparición de
alguna de ellas.
Desde un punto de vista organizativo, las UEN son unidades organizativas, preexistentes o no,
con actividades y funciones propias en torno a un contexto estratégico determinado. Su
definición, por tanto, tiene que tener también en cuenta que la UEN es el soporte organizativo
sobre el que se desarrolla la estrategia. La UEN, por tanto, debe definirse de modo que facilite la
implantación de la estrategia de negocio al asumir la responsabilidad de la puesta en marcha y el
control de la estrategia definida para lograr el éxito. En este sentido, las soluciones organizativas
que se adopten deben facilitar el buen funcionamiento de cada UEN para el logro de su misión
así como permitir resolver de forma eficaz los problemas de coordinación de cualquier empresa
diversificada.
En todo caso, la disparidad de criterios para la definición de las UEN plantea algunos problemas
organizativos importantes que no siempre son fáciles de resolver. El primero de estos problemas
es si las UEN deben coincidir o no con otras unidades organizativas existentes (divisiones,
departamentos, etc.). Esto es importante porque plantea si el responsable de la UEN se hace
cargo no sólo de la formulación de la estrategia competitiva, sino de su puesta en práctica, lo que
implica el control de los recursos y la autoridad necesaria en el marco de la estructura jerárquica
de la empresa. Así, la coherencia entre el diseño de las UEN y el de las soluciones organizativas
adoptadas se convierte en un factor clave para el éxito de las empresas diversificadas y un
mecanismo mediante el que la oficina central puede crear o destruir valor (Gooldet al., 1994).
Desde un punto de vista global, la estructura organizativa de una empresa diversificada suele
responder al modelo divisional que veremos en el capítulo 15. Así, en la práctica, las UEN
pueden aparecer en una empresa como «divisiones» –unidades organizativas internas
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relativamente autónomas– o como empresas dentro de un mismo grupo. Efectivamente, los
grupos de empresas constituyen una derivación normal de las empresas diversificadas que, por
diversas razones, prefieren mantener una situación de pluralidad de personalidades jurídicas
frente a la opción que supone mantener todas las actividades o negocios bajo una misma
sociedad. Estas razones obedecen a la mayor flexibilidad que otorga el grupo o al hecho de que
la empresa haya desarrollado su proceso diversificador mediante adquisiciones de empresas ya
existentes.
La principal diferencia con una empresa diversificada es que tanto la oficina central como las
UEN son empresas con personalidad jurídica propia. Mientras que la oficina central suele recibir
la denominación de «matriz», las UEN suelen llamarse «filiales» o «empresas participadas».
Incluso, en grandes grupos diversificados, pueden aparecer empresas intermedias que agrupen
a las UEN/filiales que desarrollen actividades próximas entre sí desde el punto de vista
estratégico.
Dos problemas importantes en la elección de soluciones organizativas internas para las UEN en
las empresas diversificadas son la determinación del tamaño y, en consecuencia, del número de
UEN que debe haber y la definición del grado de responsabilidad y, por tanto, del grado de
autonomía que se asigna a cada UEN:
a) Número y tamaño de las UEN, es decir, cuántas UEN hay que definir y, en consecuencia, el
tamaño, que debe tener cada una de ellas. Este problema no tiene una clara solución ya que,
en ocasiones, los criterios utilizados para una adecuada delimitación de las UEN no son
compatibles con los criterios más adecuados para un buen diseño organizativo ya que ambos
tipos de criterios tienen propósitos muy distintos. En el primer caso, facilitar la formulación de
estrategias competitivas. En el segundo, permitir una adecuada implantación de dicha
estrategia.
Una solución viable para el caso de que sea necesario definir un amplio número de UEN es
establecer un nivel jerárquico adicional en la empresa. De esta manera, la empresa
diversificada puede delimitar un número alto de divisiones relativamente pequeñas que, a su
vez, son coordinadas por un responsable de UEN que agrupa a aquellas divisiones que son
similares o próximas entre sí de acuerdo con alguno de los criterios de delimitación
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establecidos. La ventaja de esta solución es que permite una mayor flexibilidad en la definición
del tamaño de las UEN en empresas muy diversificadas combinando las ventajas de las UEN
grandes con las de las pequeñas. El problema de esta solución es que se añade un nivel
jerárquico en la organización por lo que aumentan los costes de coordinación y de directivos.
Decidir acerca del grado de autonomía/responsabilidad de las UEN no es una decisión fácil ya
que suelen surgir intereses contrapuestos entre la oficina central y los responsables de negocio.
Efectivamente, a medida que las UEN tienen mayor autonomía y capacidad para tomar de
decisiones, se tiende a perder la visión global de la empresa, dándose una mayor importancia a
las posiciones competitivas de los negocios individuales, sin considerar las interrelaciones entre
ellos (Guerras y García-Tenorio, 1995). Esta postura choca con la visión de la empresa basada
en los recursos y capacidades por la que éstos deben ser compartidos por los distintos negocios,
generando sinergias que contribuyan a un éxito mayor del conjunto de la empresa. Por el
contrario, si la coordinación y asignación de recursos la establece la oficina central, el grado de
autonomía de las UEN tiende a decrecer por lo que se podría ver imposibilitada de poner en
marcha con éxito la estrategia competitiva asignada eludiendo de esta manera su
responsabilidad.
Finalmente, es preciso destacar que el grado de autonomía que se debe conceder a las UEN no
es independiente del tipo de estrategia seguida por la empresa, tanto al nivel corporativo como
de negocio, así como del modelo de dirección de empresa diversificada que se adopte. Así,
como veremos en el siguiente apartado, la autonomía suele ser mayor con estrategias de
diversificación no relacionada que con las de diversificación relacionada donde la necesidad de
generación de sinergias es más evidente. Por otro lado, la autonomía de la UEN necesita ser
mayor si ésta sigue una estrategia de diferenciación de producto que si es de liderazgo en
costes.
Referencia Bibliográfica
6
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