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POPULISMO Y NEOPOPULISMO: LA EXPERIENCIA


PERUANA
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Bibliografía
 Crabtree, J. 1996 pp. 579-84
S14
“En agosto de 1990, Alberto Fujimori ganó las elecciones con un programa
que negaba la aplicación de un shock de precios. Sin embargo, al poco
tiempo de ganar las elecciones, cambió de política y aplicó un programa
típico de reducción de la demanda interna –que se conoció como ´fujishock
´– para enfrentar la hiperinflación. El diagnóstico básico del programa de
estabilización era que los precios dependían de la oferta monetaria: la
inflación estaba determinada directamente por el enorme crecimiento de la
cantidad de dinero. Esta concepción tomó cuerpo en un shock aplicado para
revertir los principales desequilibrios macroeconómicos: déficit fiscal, baja
presión tributaria, déficit de la balanza de pagos, hiperinflación y desorden
de los precios relativos. Dancourt y Mendoza nos dicen que vinculados con
el mencionado desequilibrio existían atrasos en los precios básicos de la
economía: tipo de cambio y tarifas de los servicios públicos (agua,
electricidad, gasolina). Este shock tuvo un impacto duro y devastador,
generando condiciones de elevada anomia social. Los programas sociales
asistencialistas recién fueron creados dos años después, cuando la situación
había comenzado a mejorar.
En marzo de 1991, una vez estabilizada relativamente la economía,
Fujimori puso en marcha el denominado Programa de Ajuste Estructural
(PAE), aplicación del Consenso de Washington. (…) Los PAE afirman que
los problemas de América Latina tienen un origen endógeno, vale decir que
su causa radica en las políticas intervencionistas del Estado en la economía
bajo el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).
Por tanto, plantean una política integral que otorgue prioridad al mercado
en la asignación de los factores de producción. Así, los llamados diez
mandamientos del Consenso de Washington fueron:
1. Disciplina fiscal
2. Reorientación del gasto público
3. Reforma tributaria: se priorizan los impuestos indirectos (impuesto
general a las ventas [IGV])
4. Liberalización financiera: apertura de la cuenta de capitales de la
balanza de pagos
5. Tipos de cambio reales unificados y competitivos
6. Liberalización comercial: baja de aranceles
7. Apertura a la inversión extranjera directa (IEI)
8. Privatización de las empresas estatales
9. Desregulación
10. Mercados laborales flexibles
En consonancia con estos principios, los gobiernos latinoamericanos
privatizaron las empresas estatales, desregularon los mercados y abrieron
las cuentas de capitales. Asimismo, se liberalizaron el tipo de cambio, las
tasas de interés y los mercados laborales, y se terminó con la reforma
agraria.
Se crearon nuevas instituciones basadas en la libre competencia (Indecopi),
se crearon las llamadas «islas de eficiencia» -Comisión Nacional
Supervisora de Empresas y Valores del Perú (CONASEV), SUNAT,
PROMPERÚ, PROMPEX, entre otras-, así como organismos reguladores
para las políticas de precios de los servicios públicos, casi todos basados en
el enfoque de los costos marginales (electricidad y gas, Osinergmin;
telefonía, Osiptel; agua potable, Sunass).

La privatización
El escenario hiperinflacionario y recesivo que prevaleció en el Perú y en el
resto de la región a fines de los ochenta, legitimó un planteamiento
fuertemente negativo sobre la pertinencia de la actividad empresarial del
Estado. Esto, unido a la caída de la Unión Soviética y al escenario de guerra
interna, fue aprovechado para generar un consenso en torno a la
privatización de empresas públicas como solución para la inflación, lo que
proporcionó elementos para una privatización sin mayor resistencia. Así, el
presidente Fujimori inició la reestructuración del Estado, dando curso a una
importante transformación de las relaciones con la sociedad, que a su vez
condicionó los vínculos entre los distintos grupos sociales y actores
políticos en el Perú.

La privatización constituyó un componente esencial del programa de


reformas. El gobierno consideró que era una herramienta a través de la cual
el Estado dejaba en el sector privado la iniciativa empresarial, con el fin de
tornar eficiente la acción pública en aquellas áreas donde había perdido
presencia en las últimas décadas: educación, salud, seguridad y
administración de justicia.
Por tanto, en el modelo correspondía al sector privado encargarse
directamente de la actividad productiva y constituirse en el motor del
desarrollo del país. Así, la privatización no fue considerada como un fin en
sí misma, sino como un medio para reasignar los roles del Estado y el
sector privado, a fin de conseguir una mayor eficiencia en la asignación de
recursos y en la producción de bienes y servicios.

El dinero obtenido por el Estado gracias a la privatización no fue bien


empleado. Casi un tercio de los ingresos fue gastado en programas sociales
asistencialistas a los sectores pobres, llamados también de “focalización”.
Esa ayuda social también fue funcional al desarrollo de un extenso
clientelismo que subordinó las ilusiones populares a los designios del poder
político.
Un segundo tercio de los ingresos fue empleado en adquisiciones de bienes
del extranjero, principalmente en compra de armas. En estas compras el
gobierno no cumplió con los procedimientos administrativos, debido a la
formación de una amplia red de corrupción. Cabe señalar, además, que
buena parte del armamento que se compró era obsoleto y de mala calidad y
fue comprado a precios elevados pagando enormes sobornos a funcionarios
del gobierno peruano.
Finalmente, el último tercio de los ingresos sirvió para el pago de la deuda
externa, sobre todo en los años 1999 y 2000, a los acreedores de la banca
multilateral. Así, se logró “aliviar” la difícil situación del presupuesto de la
República, al no requerirse ingresos internos para atender el servicio de la
deuda.
El dinero de la privatización utilizado para gastos sociales pudo mitigar los
niveles de pobreza –con políticas de corte populista–. No sucedió lo mismo
con el dinero gastado en armas, como ya hemos visto, mientras que el pago
de la deuda externa puso menos presión a las cuentas fiscales. Así, la venta
de los activos del Estado produjo una ilusión poco duradera por definición,
ya que estos solo pueden venderse una vez, por lo que no generan ingresos
sostenibles”.

Bibliografía
 Campodónico. 2015. 1996 pp. 189-195
S15
ODEBRECHT
LA EMPRESA QUE CAPTURABA GOBIERNOS

MEGAPROYECTOS Y MODUS OPERANDI DE ODEBRECHT


Odebrecht, una empresa de construcción brasileña, llevó a cabo megaproyectos a nivel internacional utilizando
un modus operandi basado en sobornos y corrupción. Su estrategia consistía en pagar coimas a funcionarios
gubernamentales para obtener contratos lucrativos. Este esquema corrupto fue revelado en 2016 y resultó en
múltiples investigaciones y condenas en varios países, lo que puso en evidencia la magnitud de su impacto en
la industria de la construcción.
En Perú, Odebrecht se declaró culpable de pagar millones de dólares en sobornos a funcionarios peruanos
para ganar contratos de construcción.
Esto provocó la destitución de varios presidentes peruanos, incluido Pedro Pablo Kuczynski, y la condena
de los políticos y empresarios involucrados.
Los casos seleccionados son, por ende, representativos del modus operandi y del impacto diferenciado de
Odebrecht como empresa capturadora de gobiernos, experta en establecer relaciones estrechas y armar arreglos,
con redes con el Estado que en determinados casos —dos de los tres aquí analizados— fueron colusivas y
corruptas a juzgar por los indicios, pruebas y las decisiones de fiscales y jueces de varios países. En este
esquema, notamos que ambos actores, las empresas constructoras y los funcionarios y políticos en el Estado,
dan pasos que les permiten asegurar los contratos sin mayor consideración técnica o ambiental y generando
legislación sastre, para construir con sobreganancias, otorgando a cambio financiamiento para las campañas
políticas, favores y sobornos.

METRO DE LIMA
El tren de García, ideado en 1986, era un intento tardío de solucionar los graves problemas de transporte
público de una metrópoli que contaba ya con cinco millones de habitantes que se desplazaban sin un plan
maestro, sin vías adecuadas y con una regulación de unidades deficiente, factores que hicieron que se
comenzara a hablar de una ciudad con caos vehicular. El público, sobre todo los más pobres, cuyo número se
incrementaba con las migraciones y la falta de empleo, iba a trabajar o vender sus productos y servicios
informalmente desde la periferia —donde había instalado sus viviendas precariamente— hacia el centro y los
distritos residenciales, siendo los principales afectados por este caos.
Odebrecht estuvo involucrado en el proyecto del tren de Lima, también conocido como el proyecto del Metro
de Lima. La empresa brasileña obtuvo el contrato para la construcción de la Línea 1 del metro de Lima en 2009.
Sin embargo, más tarde se descubrió que Odebrecht había pagado sobornos a funcionarios peruanos para
obtener el contrato. Este caso fue parte de las investigaciones y condenas relacionadas con el escándalo de
corrupción de Odebrecht en varios países de América Latina.
El escándalo de corrupción de Odebrecht tuvo varias consecuencias significativas para el Perú:
1. Política: El escándalo generó una profunda crisis política en el país, con la destitución de varios
presidentes y la renuncia de altos funcionarios del gobierno. La confianza de la población en las
instituciones políticas se vio seriamente afectada.
2. Judicial: Se llevaron a cabo investigaciones y procesos judiciales contra políticos y funcionarios públicos
implicados en el caso. Varios altos cargos, incluidos ex presidentes y ministros, fueron arrestados y
condenados por corrupción.
3. Económica: El escándalo tuvo un impacto negativo en la economía peruana, ya que los proyectos de
construcción fueron paralizados o retrasados. Además, la reputación del país como destino de
inversiones se vio afectada, lo que condujo a una disminución de la confianza de los inversores y a un
deterioro de la imagen internacional del Perú.
En resumen, el caso Odebrecht tuvo consecuencias políticas, judiciales y económicas significativas para el Perú,
erosionando la confianza en las instituciones y generando un impacto negativo en la economía del país.
Bibliografía
 Durand, F. 2018. pp. 119-133
S16
“Si uno revisa la literatura existente sobre el funcionamiento de la democracia en el mundo, va a encontrar rápidamente
un cierto consenso. Este consenso es que la democracia requiere de la existencia de partidos políticos. Es decir, de
agrupaciones de ciudadano que compiten por el poder político.

¿Y por qué los partidos políticos son tan importantes en la historia de democracia? En primer lugar, es muy difícil, en
sociedades complejas, la participación directa de la ciudadanía en los asuntos públicos, no solamente por un problema
práctico de tiempo, de dedicación y de lo complicado que es hacer participar a millones de ciudadanos en la vida
política, sino también por la especialización que requiere la actividad política y las funciones de gobierno. Entonces, los
partidos políticos se conformaron como esas organizaciones que representan el interés de los ciudadanos, recogen sus
demandas e intereses y elaboran, sobre la base de estas, ofertas o programas. De esta manera, lo que es muy diverso y
complejo se hace manejable y simple. En segundo lugar, los partidos políticos compiten en una dinámica democrática
por el poder y los que ganan elecciones implementan sus programas de gobierno. Estas agrupaciones tienen un conjunto
de funcionarios, técnicos y profesionales que ejercen las funciones de gobierno y de representación. Esas dinámicas son
las que cumplen los partidos políticos en la inmensa mayoría de democracias que funcionan.

Por eso, es difícil imaginar una democracia sin partidos políticos. Si miramos el caso peruano, nos encontramos con una
paradoja, pues tenemos la situación siguiente: la democracia peruana es una democracia prácticamente sin partidos
políticos, porque desde la caída del gobierno de Fujimori no hemos tenido un sistema de partidos que funcione
propiamente. Tenemos partidos que están inscritos en el Jurado Nacional de Elecciones, que participan en elecciones,
pero no cumplen realmente las funciones que hacen los partidos políticos en otras latitudes. Es decir, no son
representativos de la población, no tienen vida partidaria que les permita recoger las demandas y aspiraciones de la
ciudadanía y convertirlas en programas políticos. Además, no tienen mucha relación con los ciudadanos, ni tienen ideas
o programas fuertemente establecidos. Y peor aún, cuando los partidos ganan una elección, no es la propia gente la gente
del partido quien gobierna, sino que muchas veces lo hacen independientes. La situación es más complicada, porque
mucha gente que llega al gobierno con un partido político luego se aleja del partido y pasan a la oposición, o sectores que
eran de oposición se convierten en oficialistas. De esta manera, los partidos políticos no cumplan las funciones
tradicionales que cumplen en democracias consolidadas.
El hecho que no tengamos partidos políticos estables y representativos a lo largo del tiempo hace que la política sea
inestable, los partidos y los políticos no pueden pensar más allá del corto plazo. Ha hecho que la política se pueble de
conductas y personajes oportunistas, que la política sea menos programática, menos basada en ideas y más basada en
personas y guiada por intereses personalista. La debilidad de los partidos hace que si uno mira en las últimas elecciones
pareciera que no importa quién gane, porque las políticas no cambian. Los presidentes una vez que ganan no
necesariamente cumplen sus promesas electorales. Esto crea un círculo vicioso que da como resultado que la democracia
peruana tenga algunos de los más bajos índices de credibilidad de América Latina.

Pero acá nos encontramos con una paradoja. Si uno toma en serio el diagnóstico que se acaba de plantear, uno se
imaginaría que el Perú sería un país totalmente caótico, un país que va de crisis en crisis. Lo paradójico es que esta
debilidad política coexiste misteriosamente con una relativa estabilidad y con un período de crecimiento económico. El
Perú ha sido uno de los países que más ha crecido y reducido la pobreza en los últimos años en toda América Latina.
Esta reducción de la pobreza y crecimiento se relaciona con cierta continuidad institucional y de algunas políticas de
Estado. Entonces acá aparece esta suerte de misterio. Sí acabamos de decir que cuando no hay partidos políticos fuertes,
ocurre que no hay representación, no hay largo plazo, no hay política de Estado, cómo es que algo así parece que sí ha
ocurrido en el Perú en los últimos años.

Si bien no tenemos partidos políticos, hay otras instancias que realizan las funciones que los partidos políticos nacionales
no están cubriendo en el país. ¿Cuáles serían estos actores que cumplen estas funciones y que explican estás paradójica
coexistencia entre debilidad partidaria y cierta continuidad institucional?

Si bien la política no función a través de los partidos políticos nacionales formales, existen algunos mecanismos de
representación que sí logran funcionar. Estos mecanismos no funcionan a través de partidos políticos nacionales, porque
estos no tienen militantes. Esto es lo que se ha llamado partidos sin políticos. Si ustedes van a los principales partidos
políticos nacionales, van a encontrar que estos no tienen personal suficiente para presentar candidatos o para ocupar
cargos públicos si llegan a ganar una elección. Entonces, en un extremo tenemos a partido sin políticos, pero después
tenemos a políticos sin partido. Es decir, en el Perú hay mucha gente que hace política, sólo que la manera hacer política
no pasa por los partidos políticos. Esto significa que una persona que hace política, en algún momento lo está haciendo a
nivel municipal, en otro momento a nivel regional, en otro momento postula al congreso, en algún momento pertenece al
gobierno, en otro momento vuelve a lo social y está en movimiento constante. Esos políticos sin partidos son conocidos,
no por no ser militantes de un partido político, sino por su trayectoria ya sea porque son empresarios, deportistas,
funcionarios públicos o candidatos por diferentes partidos en el pasado. Entonces, hay una serie de personajes que están
en todo el país y que hacen política de verdad. Se trata de una política personalista. Están calculando todo el tiempo, si
les conviene hacer política en un partido establecido, aceptar ir como independientes o invitados en alguno de los
partidos nuevos que aparecen o intentar fundar un nuevo partido que sea una especie de vehículo personal.
Estos políticos sin partidos tienen relación con una suerte de intermediarios, que están a nivel social. Estos intermediarios
lo que hacen es vincular demandas sociales con el mundo de la política. En otras democracias, esto es lo que hacen los
partidos políticos, pero en el Perú no sucede así. Acá tenemos dirigentes sindicales, barriales o comunales que cumplen
una función de intermediación. Se trata de agentes libres que tienen intereses propios y cuyo trabajo es intermediar entre
un grupo de gente que tiene una necesidad pero que no sabe cómo tramitarla y algunos contactos que ellos tienen en el
mundo de la política.

De esta manera, la relación entre política y sociedad si se da en el Peru, sólo que se da una manera inestable, sin lealtades
fijas y sin mucha continuidad en el tiempo. A partir de esto, podemos entender cómo en el Perú tenemos una vida social
bastante activa, con mucha protesta social y mucha movilización en contra del Estado. Tenemos una sociedad que es
bastante activa y un Estado que hace lo posible para responder a este dinamismo de lo social.
El otro aspecto que debemos abordar es cómo funciona el gobierno del Perú. Lo que ha sucedido es que se ha creado una
suerte de élite tecnocrática– política. Es decir, gente que influye mucho sobre el desarrollo de las políticas públicas, no
porque haya ganado la elección sino sobre la base de su conocimiento y competencia técnica. Entonces, es un conjunto de
profesionales de las mejores universidades del país, con posgrados en el extranjero, que han trabajado en organismos
financieros o en organismos internacionales, que tienen mucho prestigio por sus contactos internacionales y por su
dominio de diversas materias especializadas. Ellos son los que influyen decisivamente sobre las políticas. Esto es
bastante claro en sectores como el Ministerio de Economía y Finanzas, pero si uno mira en el conjunto de instituciones
del Estado, uno va a encontrar esto como una norma: hay un cuerpo de técnicos y profesionales que ha marcado cierto
sentido común sobre lo que hay que hacer. En la medida en que los partidos políticos no tienen personal capaz de
debatir y discutir con este cuerpo de técnicos y de profesionales, las ideas de estas personas son las que terminan
imponiéndose. Esto tiene un lado bueno y un lado malo. Lo bueno es que nos ha permitido cierta estabilidad y
continuidad en algunas políticas en los últimos años. El lado malo es que esta continuidad es vulnerable y precaria. Por
eso, hay sectores del Estado que funcionan bien, pero otros son un desastre. Además, estas políticas no tienen control
democrático, ya que estas personas ejercen el poder de manera indirecta, pero no rinden cuenta y el rumbo que sigue el
país no surge de un debate público si no que es consecuencia de cierta inercia de decisiones tomadas en el pasado.

Bibliografía
TANAKA, Martín (2012) ¿Cómo funciona la política sin partidos políticos en el
Perú? https://www.youtube.com/watch?v=BxSJroW9KuM

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