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This is a contribution from Handbook of Pragmatics. 25th Annual Installment.


Edited by Frank Brisard, Sigurd D’hondt, Pedro Gras and Mieke Vandenbroucke.
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10 Luisa Martín Rojo
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El poder y el papel del lenguaje

Luisa Martín Rojo


universidad autonoma de madrid

1. Poder de refundición

En este capítulo se abordan dos preguntas de investigación. En primer lugar, qué


papel juegan los conocimientos y discursos que hemos acumulado sobre las lenguas y
sus hablantes en la producción y justificación de las racionalidades políticas con las que
se gobierna a la población, se domestican los individuos y securitizan las sociedades.
En segundo lugar, la medida en que este conocimiento ha llevado a la puesta en
práctica de técnicas específicas de poder, integradas dentro de las mismas
racionalidades políticas, técnicas a menudo dirigidas a controlar y guiar a la población
y a obtener el consentimiento (y suprimir la resistencia) a las relaciones de poder.
ciones que, entre otras consecuencias, limitan la capacidad de acción de las personas o
las someten a condiciones de dominación o exclusión.
Estas preguntas son complejas y aún no se han respondido completamente. En este
capítulo asumimos el desafío, presentando un marco teórico y metodológico lo
suficientemente potente para abordar ambas preguntas y que además incorpora las
respuestas parciales ofrecidas durante las últimas tres décadas (ver, por ejemplo, Martín
Rojo 2018, 2019). Hasta el día de hoy, uno de los principales obstáculos para
comprender el papel del lenguaje y del discurso en las relaciones y el ejercicio del
poder ha sido el nivel superficial de comprensión que frecuentemente muestran las
diversas ramas de los estudios lingüísticos. Como resultado, el poder se ha colocado en
un punto ciego: a menudo se le nombra o evoca, pero rara vez se explora en
profundidad. De hecho, dentro de los estudios del lenguaje y el discurso, el poder
todavía se entiende como una cosa o sustancia, como una posesión que aquellos en el
poder y las instituciones usan de manera opresiva contra individuos y grupos. Además,
esta visión también es determinista, en la que el poder se ve ejercido siempre desde
arriba y en una sola dirección, con unos de un lado y otros al contrario, una visión de
anteojeras que impide comprender cómo opera en el día a día. interacciones cotidianas
entre personas e instituciones. Un enfoque tan simplista no logra captar el concepto de
poder en sí mismo (de qué hablamos cuando hablamos de poder) y la forma en que
funciona (cómo y desde dónde se ejerce el poder; quién puede ejercerlo; cómo se
distribuye socialmente; qué tipo de efectos produce en las sociedades y los individuos).
Finalmente, este enfoque estrecha nuestra comprensión del lenguaje y el discurso,
inhibiendo una revisión crítica de las complicidades de los lingüistas en la producción
de conocimiento, en una relación que tiene innegables
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consecuencias políticas. En contraposición, sin embargo, se ha afianzado
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paulatinamente una visión más compleja, según la cual el poder es visto como una red que
comprende un conjunto asimétrico de relaciones, distribuidas en múltiples puntos nodales a
lo largo del cuerpo social. Tomando como punto de partida una visión más compleja y
actualizada del poder, este capítulo revisa el papel del conocimiento y los discursos sobre el
lenguaje en la producción de relaciones de poder en sociedades de todo el mundo. La
reconceptualización del poder, por lo tanto, considerada
ered se inspira en los cinco postulados foucaultianos al respecto (1978: 92-96).
En primer lugar, si el poder no está concentrado en un solo lugar, como el aparato
estatal, sino que es ubicuo y a la vez visible e invisible, presente y oculto, la investigación
no puede centrarse únicamente en las políticas estatales, los regímenes institucionales y los
discursos de la sociedad. élites Más bien debería centrarse en una multiplicidad de puntos
nodales y/o relaciones en las que se ejerce el poder. En segundo lugar, si el poder no es una
cosa o sustancia sino una red de relaciones, y si nadie, en rigor, tiene derecho oficial al
poder y, en consecuencia, el poder no siempre se ejerce en una sola dirección, con algunas
personas de un lado y otras del otro, será difícil determinar quién tiene el poder. Es más
fácil identificar quién ejerce el poder (Foucault 1977b: 213), o incluso quién se vuelve
empoderado y despojado dentro de un contexto o conflicto particular. De hecho, la noción
de Foucault de una microfísica del poder significa que el poder no solo se experimenta, sino
que también se ejerce en una miríada de encuentros sociales en los que los participantes
tienen que negociar quién tiene acceso a la gestión de los recursos y tecnologías del poder.
En tercer lugar, si el poder es represivo y/o destructivo, pero también productivo, ya que
produce conocimiento (sobre el individuo, la enfermedad, las penas, lenguajes, etc.) y
acción (como la resistencia), como investigadores tenemos que estudiar el múltiples fuentes
de conocimiento y sus efectos de poder, incluido el conocimiento producido sobre el
lenguaje por nuestras propias disciplinas académicas. Por lo tanto, debe ser de gran interés
examinar los conocimientos evocados en la categorización y evaluación de los hablantes, y
en la regulación de sus prácticas lingüísticas. En cuarto lugar, además de indagar en cómo
se negocian y dirimen las relaciones de poder, es necesario comprender cómo “el poder
llega a la esencia misma de los individuos, toca sus cuerpos y se inserta en sus acciones y
actitudes, en sus discursos, en sus aprendizajes y en su vida cotidiana” ( Foucault 1980: 39).
En este sentido, se han realizado pocos estudios que consideren las tecnologías del poder y
cómo se aplican en relación con la lengua y los hablantes, a pesar de que muchos autores
creen que la forma en que se ejerce el poder se está transformando significativamente en la
actualidad (Fraser 2003). ; Rampton 2020; Martín Rojo 2018, 2019, 2020). Si las formas de
poder son mutables, debemos explorar esos cambios. Finalmente, siempre que hay una
relación de poder, existe la posibilidad de resistencia, “y sin embargo, o más bien en
consecuencia, esta resistencia nunca está en una posición de exterioridad en relación con el
poder” (Foucault 1978: 95). Si el poder debe entenderse como un conjunto asimétrico de
relaciones en las que existen múltiples puntos o relaciones nodales, esta misma
multiplicidad implica necesariamente la posibilidad de que exista una reacción antagónica,
que impugne objetos e imposiciones específicas, en cada nodo. Por lo tanto, examinar las
formas de resistencia contra las diferentes formas de poder

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nos ayudará a entender cómo se ejerce el poder en el ámbito lingüístico, por quién y
por qué medios (Foucault 1982: 211).
Tal reconceptualización del poder tiene importantes implicaciones teóricas y
metodológicas y nos permite diseñar un nuevo marco en el que abordar las dos cuestiones
propuestas al comienzo de este capítulo. En las siguientes páginas, propongo un marco,
basado en décadas de investigación, centrado en el papel que juega el conocimiento
acumulado sobre las lenguas y sus hablantes en la producción y justificación de diferentes
racionalidades políticas y en la puesta en práctica de técnicas de poder específicas. En
primer lugar, partiendo de la visión de que el poder no solo es represivo y destructivo sino
también productivo, considero la tríada discurso-poder-saber, examinando cómo el
conocimiento producido sobre el lenguaje y el discurso por nuestras propias disciplinas
académicas se ha convertido en parte de diferentes racionalidades políticas y analizando el
desarrollo y la promulgación de varias técnicas de poder. En segundo lugar, de acuerdo con
la noción de la microfísica del poder, discuto cómo las técnicas de poder como la vigilancia
lingüística y la securitización de la sociedad se reproducen tanto dentro de las instituciones
como en la vida cotidiana. En tercer lugar, teniendo en cuenta que siempre que existe una
relación de poder, existe la posibilidad de resistencia, exploro el impacto de las técnicas de
poder antes mencionadas en las subjetividades de los hablantes y considero cómo
reaccionan ante este impacto. Finalmente, a pesar de los avances evidenciados en este
ensayo en cuanto a nuestra comprensión del poder en relación con el lenguaje, destaco
algunas cuestiones que aún no han sido resueltas y termino el capítulo con algunas
observaciones finales.

1. La naturaleza productiva del poder: Discurso, saber, poder


El marco presentado en este capítulo se basa en la comprensión de que el poder y el
conocimiento están inextricablemente vinculados, de modo que no tiene sentido hablar de
uno sin el otro (Foucault 1977a). Según Foucault, la creación, el acceso y el uso del
conocimiento solo pueden tener lugar dentro de una vasta red o sistema de relaciones de
poder que permitan que el conocimiento en cuestión sea aceptado como “verdadero”. Por
ejemplo, el conocimiento lingüístico se produce dentro de la academia (instituciones
académicas y científicas, revistas y congresos), que está plagada de sus propias relaciones
de poder, economías y asimetrías. Estas relaciones de poder no solo definen la agenda de
investigación, determinando quién tiene acceso a las mejores tribunas y posiciones y qué
cuenta como conocimiento, sino que también incluyen o excluyen del dominio de la
“verdad” dentro de un contexto específico. Lo mismo es cierto para la relación entre poder
y conocimiento en la otra dirección. Los sistemas de poder, ya sean gubernamentales,
académicos o culturales, están todos justificados y sustentados por una compleja red de
“saberes” producidos en todos los campos disciplinarios y generalmente aceptados como
“verdad” por personas de diversos rangos y roles dentro de un tiempo y lugar determinados.
espacio. Gran parte de este saber, como veremos en relación con el lenguaje, se vuelve
hegemónico y, a su vez, promueve técnicas específicas de poder. Por ejemplo, la suposición
de que la lingüística

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la diversidad pone en riesgo la supervivencia de las lenguas, la intercomprensión de los


hablantes y el consenso social fomenta el uso de técnicas disciplinarias para imponer una única
forma de lengua estándar. Así, no es posible separar la vasta red de relaciones de poder de la
extensa red de saberes: cada una se alimenta de la otra. Además, las relaciones productivas de
poder-saber se plasman en el discurso, que constituye el tercer eje de la tríada. El discurso está
intrínsecamente involucrado en el ejercicio de las relaciones de poder y en la producción de
formas de racionalidad, entendidas como un conjunto de lógicas por las que se rige la política y
las formas de gobierno en momentos y lugares específicos. Desde esta perspectiva, toda
práctica discursiva puede crear, reforzar o cuestionar el status quo actual y los valores
hegemónicos que lo sustentan. Por lo tanto, es urgente explorar las conexiones entre el discurso,
el saber y el poder, por un lado, y el lenguaje por el otro, ya que el lenguaje es uno de los
mecanismos más efectivos disponibles para lograr la dominación. Asimismo, debemos buscar
comprender cómo se ha producido esta dinámica, en diferentes momentos de la historia y en
diferentes geografías políticas (Martín Rojo 2016, 2018). Esta tarea, sin embargo, apenas ha
comenzado y queda mucho por hacer. En la siguiente sección, avanzo algunas de las líneas
principales que necesitan para ser desarrollado.

1. La razón disciplinaria: jerarquización lingüística, normas y formación


lingüística

En Vigilar y castigar (1977a), Foucault estudia cómo la disciplina surgida en los


monasterios durante la Edad Media se extendió, durante la segunda mitad del siglo
XVIII y durante todo el XIX, a otras instituciones como cuarteles, escuelas, fábricas,
asilos y prisiones. . Esta expansión estuvo acompañada de un cambio en la forma de
gobernar a la población: de una forma de poder en la que los soberanos eran dueños de
las personas de sus súbditos y tenían libertad para ejercer castigos físicos ejemplares, a
una basada en la adecuada formación (vestimenta en la francés original) de la conducta
individual.
Sobre todo, estas instituciones apuntaban a producir “cuerpos dóciles” ubicados en
un lugar específico (como el escritorio, la oficina o la celda), donde se realizan
actividades educativas, económicamente productivas o formativas. Las instituciones
disciplinarias, como escuelas, prisiones e instituciones psiquiátricas, elaboraban
perfiles personales detallados (educativos, psicológicos o de capacidades individuales)
a partir de los cuales buscaban moldear o corregir el comportamiento del sujeto. Así, se
desarrollaron sociedades en las que se elegía a los individuos para recibir atención, y
cada persona tenía su propio registro médico y educativo y su propia historia de vida.
Dentro de las humanidades, disciplinas como la criminología, la pedagogía, la
psicología, la psicopedagogía y la gramática contribuyeron a la producción de
conocimientos y técnicas en torno a la disciplina y el poder (Santiago 2017). En el
campo de la lingüística, el pro-

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La producción de conocimiento se basa en una suposición profundamente arraigada de que un


estado debe tener un solo idioma. Esta creencia sustentó la creación del Estado-nación liberal
durante los siglos XVIII y XIX (Hobsbawm 1992; Grillo 1989; Pujolar 2011). La posterior
identificación de lengua, cultura y territorio, que sirve de base para la construcción de las
identidades nacionales que legitiman un Estado-nación, al mismo tiempo deslegitima cualquier
variedad que se aparte de la norma (como las lenguas locales dentro de los procesos coloniales,
las lenguas minoritarias y lenguas regionales en estados-nación multilingües) (Heller 2011;
Duchêne & Heller 2012). Entonces y ahora, el estándar establece el patrón por el cual se miden
todas las demás variedades y al que todas deben ajustarse. Cualquier desviación se considera
inferior e incorrecta. Este proceso introduce una “medida valorativa” de las variedades
lingüísticas, asociadas a la clase social, el género, la sexualidad, la raza, la indigeneidad y la
subalternidad, que se consideran en conjunto como “formas de hablar” empobrecidas o incluso
como una jerga peligrosa y maligna. Como señala Bourdieu (1991: 93), el orden
sociolingüístico se conforma como un universo jerárquico, estructurado por:

taxonomías dualistas que estructuran el mundo social de acuerdo con las categorías de
alto y bajo (una forma de habla "baja"); refinado y vulgar (lenguaje grosero) o grosero
(chistes groseros), distinguido y vulgar, raro y común, educado y descuidado: en
definitiva, categorías de cultura y naturaleza..

Sin embargo, y la sociolingüística no siempre ha insistido en ello, estas jerarquías


no sólo introducen un ranking de variedades sino también de hablantes, que también se
categorizan en los mismos ejes de alto y bajo.
Otro punto que no ha recibido suficiente atención es el de cómo este conocimiento
conduce a la aplicación de técnicas específicas de poder. Tanto en la construcción del
estado-nación como en su homogeneización lingüística, los efectos del poder pueden
discernirse fácilmente (Bourdieu 1991; Heller 2002; Duchêne 2008; Moyer & Martín
Rojo 2007). La imposición de un idioma a todas las clases, regiones, nacionalidades y
colonias que conforman una sociedad significa que muchos hablantes han sido
disciplinados, o incluso silenciados, en todo el mundo. Además, para lograr esta
imposición de disciplina, la acción estatal por sí sola no es suficiente. Además, deben
entrar en juego los conocimientos, las prácticas y las instituciones lingüísticas,
transmitidos por múltiples actores, formando un régimen disciplinario generalizado. De
hecho, en las escuelas, la enseñanza de la lengua ha seguido produciendo no sólo
cuerpos dóciles sino también “lenguas domesticadas” (Anzaldúa 1987).
La producción y reproducción de este conocimiento lingüístico moviliza
correlativamente las siguientes técnicas de poder específicas. En primer lugar, la
normalización, es decir, la construcción de una norma de conducta idealizada, por
ejemplo, la forma en que debe hablar un orador adecuado (incluida la variedad
correcta, las elecciones léxicas, la pronunciación y la interpretación en su conjunto),
que se define en detalle. , junto con las recompensas o castigos otorgados a las personas
que se ajustan o se apartan del modelo.

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En este contexto, el dominio de la gramática, la ortografía y el dictado, las habilidades


de lectura y escritura, comprobadas en la escuela, juegan un papel fundamental en la
normalización, estigmatización e incluso eliminación de formas desviadas y heteroglósicas
de los repertorios y prácticas de los hablantes. El objetivo de este régimen disciplinario es
lograr un “entrenamiento”, es decir, se entrena a los individuos para ocultar o borrar las
diferencias lingüísticas (reemplazando las variantes inaceptables con las normas impuestas).
En las escuelas de todo el mundo, este enfoque está asociado con la aplicación de medidas
disciplinarias, como la repetición, la copia o la memorización, o incluso el silenciamiento y
el castigo corporal.
Por lo tanto, la normalización significa establecer un hablante modelo. En los estados-
nación, la distinción entre hablantes “nativos” y “no nativos” mantuvo este modelo.
Además, como muestra Bonfiglio (2013: 56), estaba “articulado en las metáforas de
parentesco aparentemente inocentes de la maternidad y la natividad, así como en la
ideología de una conexión natural entre el carácter nacional y la geografía nacional”. Estas
metáforas orgánicas construyen los mitos de comunidades imaginadas a partir de la
pertenencia territorial, y aún hoy persisten. Sus efectos también se refieren al estatus de
ciudadanía, ya que muchos de los exámenes de ciudadanía actuales incluyen pruebas de
idioma, en las que los solicitantes deben ajustarse al modelo estipulado de hablante nativo.
Como señala Flores (2019), la producción de poblaciones desviadas y hablantes desviados
que tuvo lugar dentro de la formación de los estados-nación europeos estuvo
inextricablemente conectada con la producción de otros racializados como parte del
colonialismo europeo, principalmente a través de la producción de categorías raciales.
como formas de diferenciación social (Fanon 1952; Mignolo 2000; Said 1978; Stoler 1995).
En los países colonizados, la violencia simbólica se impuso primero y luego se mantuvo
mediante la sustitución de las lenguas locales por una lengua colonial impuesta. Esta
imposición se vio reforzada por la introducción de un modelo de hablante metropolitano,
como uno que no solo es “nativo” en la lengua colonial sino “monolingüe” (García 2009;
Flores 2013).
Establecidos los modelos a seguir, los detentadores del poder buscan entonces
disciplinar a sus súbditos (hablantes), quienes no sólo deben seguir las reglas establecidas
sino también disciplinarse a sí mismos para ajustarse a los modelos hegemónicos
establecidos. Esta experiencia hace referencia a la segunda técnica de poder asociada a esta
regulación del lenguaje, a saber, la (auto)vigilancia (Martín Rojo & Márquez 2019; Martín
Rojo 2020). La descripción de Foucault de esta técnica de poder se basa en el Panóptico, un
diseño de prisión propuesto por Jeremy Bentham en el siglo XVIII que consistía en una
rotonda con un punto de observación en el centro, desde el cual un solo guardia de
seguridad podía observar a todos los reclusos. celdas a la vez, sin que los reclusos pudieran
saber si estaban siendo vigilados. El hecho de que los reclusos desconocieran si estaban
siendo vigilados o no significaba que estaban motivados para actuar como si estuvieran
siendo vigilados en todo momento. Así, la vigilancia externa se convierte en autovigilancia
para evitar ser observados infringiendo las reglas y expectativas (Foucault 1977a: 202-203).
Mi propia investigación ha detectado efectos de la observación del lenguaje institucional y
cotidiano muy similares a los destacados por Foucault (ver, por ejemplo, Martín Rojo 2018;
2019; Martín Rojo &
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Márquez Reiter 2019). En la vigilancia del lenguaje, las prácticas lingüísticas de ciertos
hablantes son observadas y monitoreadas por otros, una situación que denomino
“observación asimétrica”. Esta observación se centra en rasgos lingüísticos particulares que
se considera que se desvían de la norma, que funciona como índice de un registro “público”
valorado y de estándares generalmente aceptados. Así, la evocación de una norma
lingüística tiene su raíz en un conocimiento lingüístico prescriptivo, y comprende la acción
a la que me refiero como “juicio normalizador”.
El “psiquiatra” y filósofo político de la colonia francesa de Martinica, Frantz Fanon,
retrató las presiones recibidas para emular el modelo de altavoz metropolitano utilizando la
metáfora de una máscara blanca sobre piel negra. Como súbdito colonial, comentó: “Debo
esforzarme mucho con mi discurso, porque seré más o menos juzgado por él. Con gran
desprecio dirán de mí: ‘Él no sabe ni hablar francés’” (Fanon 1952).
Con respecto a los efectos de la vigilancia del lenguaje, Gloria Anzaldúa (1987), la
autodenominada “feminista bollera chicana, poeta, escritora y teórica cultural tejana
patlache”, introduce la metáfora de la “lengua domesticada”, como si el lenguaje estuviera
aprisionado por los instrumentos de un dentista, para representar su dimensión disciplinaria.
Cuando se impone la normalización, se rechaza el lenguaje de los hablantes desviados. En
palabras de Anzaldúa, la suya es una “pesadilla de los anglosajones, una lengua ‘violada’,
‘aplastada’, ‘pocha’ y ‘pachuca’” (1987: 80). Como ella explica, esta consideración podría
ser interiorizada:
Las chicanas que crecieron hablando español chicano han interiorizado la creencia de que
hablamos un español pobre. Es ilegítimo, un idioma bastardo. Y debido a que
internalizamos cómo la cultura dominante ha usado nuestro idioma en nuestra contra,
usamos nuestro idioma de manera diferente.
referencias entre sí. (1987: 80)

Así, la normalización y la vigilancia impactan en la construcción de las subjetividades de


los hablantes. En las siguientes secciones, examinamos las diferentes formas en que los
sujetos hablantes se posicionan.

2. Razón gubernamental: El mercado global, el multilingüismo y la


autodisciplina

Paralelamente a procesos políticos, sociales, demográficos, económicos y culturales como


el debilitamiento de los estados-nación, la globalización, la tercerización, el aumento de la
movilidad y la expansión y fortalecimiento del neoliberalismo, junto con el acentuado papel
que están jugando las lenguas dentro del sistema económico, que ha abierto nuevos
espacios para las prácticas multilingües, actualmente estamos viviendo una nueva
racionalidad política: la “gubernamentalidad”. Foucault acuñó este término a partir de
“gubernamental” y “racionalidad”, empleándolo en una serie de conferencias públicas
pronunciadas entre 1970 y 1984 (ver Foucault 2007). Vinculó inequívocamente esta
racionalidad política al liberalismo y al neoliberalismo.,

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según el cual la sociedad debe regularse naturalmente, limitándose la intervención de


los poderes del Estado a casos extremos. Foucault data la aplicación de la
gubernamentalidad en el siglo XVIII, aunque dada la extensión del neoliberalismo en
nuestras sociedades desde finales del siglo XX, se ha prestado una atención creciente a este
concepto.
Como en el caso de la disciplinariedad, esta forma de gobierno está asociada al
desarrollo de una serie de aparatos de gobierno específicos y al mismo tiempo de todo un
cuerpo de conocimiento. Así, desde este enfoque, el “neoliberalismo” no es sólo una
ideología económica, que socava el estado del bienestar, rechaza cualquier apuesta por el
pleno empleo y busca reducir los impuestos y desregular el mercado. Es ante todo una
forma de gobierno que reordena la realidad social, que difunde un ideal de sociedad como
una especie de mercado universal (y no, por ejemplo, una polis, una esfera civil o una
especie de familia) y que replantea nuestro estatus como individuos, seres humanos,
portadores de derechos y deberes inalienables, para vernos en cambio como calculadores de
pérdidas y ganancias. Esta forma de gobierno se extiende a todas las esferas de nuestras
vidas, desde el control de fronteras hasta la privacidad, la educación, los patrones de
consumo y las subjetividades (ver Martín Rojo & Del Percio 2019, para una introducción
detallada al concepto). La racionalidad neoliberal, como otras racionalidades políticas, se
basa en el conocimiento generado por una disciplina, en este caso la economía, que en el
marco del liberalismo y el neoliberalismo produce un discurso que evoca la ley de la oferta
y la demanda, y presenta la competencia y la defensa. del interés propio como garantías de
éxito. Una de las características únicas de este discurso economicista es que, más allá de la
esfera económica, también ha permeado el discurso y las prácticas de otras áreas de
nuestras vidas, como las instituciones educativas, los lugares de trabajo, la salud, el
bienestar psicológico y la enseñanza y el aprendizaje de idiomas. (Cabanas & Illouz 2019;
Codó & Sunoyl 2019; Gao & Park 2015, entre otros). Este discurso, y los saberes asociados
a él, no sólo se vuelven hegemónicos o dominantes sino que también “pasan por
verdaderos”.
Esta forma de poder, siguiendo la definición de Foucault, tiene como objetivo a la
población, a la economía política como principal forma de conocimiento y a los “aparatos
de seguridad” como su instrumento técnico esencial (Foucault 2007: 144-145). En la
situación anterior, el concepto de población se presenta como un concepto novedoso, pero
crucial, que subyace en el funcionamiento del poder político. Según Sokhi-Bulley (2011),
“población” en este contexto no se refiere simplemente a “personas”, sino también a
fenómenos y variables, como la tasa de natalidad, la mortalidad, el matrimonio y, muy
importante, la movilidad y las migraciones. Así, el término “población” abarca todo el
campo de “lo social” y describe tanto la red existente de relaciones sociales como el lugar
en el que opera el poder político. De esta manera, el poder político se convierte en omnes et
singulatum – “de todos y de cada uno”. El objetivo de este tipo de poder es dirigir o
conducir comportamientos individuales, vinculando los ideales del neoliberalismo -
rentabilidad, competitividad, flexibilidad y movilidad- a los de autoconstrucción de los
sujetos (Hook 2004: 262). Sin embargo, además, según Foucault, esta ideología asocia
estos ideales con la libertad de conducir el propio comportamiento de acuerdo conr-

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danza con principios económicos, basada en la competencia y en la obligación perpetua


de acumular habilidades y certificados. Todos estos principios –rentabilidad,
competitividad, flexibilidad y movilidad– son parte del conocimiento que produce la
economía política. Así, condiciones de vida neoliberales como la precariedad o la
imposibilidad de pagar un lugar para vivir o trabajar se presentan como oportunidades para
crecer, superarnos, rentabilizarnos y vendernos; es decir, convertirse en ganadores
(Castillo-González 2020).
Los lingüistas también han abordado la producción de esta forma de conocimiento, en
la que la racionalidad neoliberal se integra a las disciplinas económicas. Como señala
Duchêne (2019), al alejarse de una concepción monoglósica del lenguaje y el uso del
lenguaje, los investigadores en sociolingüística han cuestionado la supremacía de los
lenguajes estándar y han desafiado las políticas e ideologías del lenguaje monolingüe. Se ha
postulado que la variación, la presencia de lenguas en situaciones de contacto y la
existencia de repertorios multilingües son componentes muy “normales”, así como muy
rentables, de la interacción humana y la práctica social. Esta perspectiva, por tanto, fomenta
un discurso economicista que destaca el valor de las lenguas en el mercado global y en la
circulación de capitales, bienes y personas (Bourdieu 1986), así como la necesidad de
renovar y reforzar la enseñanza y el aprendizaje de lenguas. métodos. Por otro lado, este
conocimiento fue rápidamente y con entusiasmo aprovechado y cooptado por instituciones
educativas, industrias lingüísticas y corporaciones internacionales o extraterritoriales.
Muchos en estos organismos defendieron políticas educativas y laborales que permitirían la
movilidad global y beneficiarían a las élites así movilizadas. Sólo recientemente hemos
tomado conciencia de cómo el giro neoliberal imprimió la defensa del multilingüismo.
Como en el caso del régimen disciplinario, la producción y reproducción de este saber
lingüístico moviliza, correlativamente, técnicas de poder específicas. La normalización
también está en juego en este caso, dada la construcción de una norma de conducta
idealizada, por ejemplo, la forma en que deben comportarse los hablantes adecuados. El
modelo emprendedor, que se configura como el modelo de éxito por excelencia para
gobiernos, instituciones y particulares, se aplica también en la dimensión lingüística, y
moviliza correlativamente otras técnicas de poder. El primero de ellos es la autodisciplina:
los individuos autoemprendedores se disciplinan para acumular habilidades de todo tipo,
incluidas las lingüísticas, para incrementar su valor y crear su propia “marca personal”. Este
“modelo de éxito” impone un alto grado de responsabilidad a las personas. Como señala
Lemke (2001), lleva a la gente a creer que los riesgos sociales como la enfermedad, el
desempleo y la pobreza no son responsabilidad del estado, sino de ellos mismos, porque no
se cuidaron lo suficiente, o obtener la educación necesaria, o encontrar un trabajo, o hacer
uso de sus talentos. Otros tipos de tecnologías de poder son, de hecho, tecnologías del yo:

que permiten a los individuos efectuar por sí mismos o con la ayuda de otros cierto número de
operaciones sobre sus propios cuerpos y almas, pensamientos, conducta y modo de ser .

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ser, a fin de transformarse para alcanzar un cierto estado de felicidad, pureza,


sabiduría, perfección o competencia. (Foucault 1988: 4)
A la luz de estas consideraciones, mi investigación ha identificado, como correlato
lingüístico del sujeto neoliberal o emprendedor, lo que denomino el hablante hecho a sí
mismo, es decir, alguien que ha interiorizado el discurso de las lenguas como capital y el
discurso de la autodeterminación. emprendimiento y movilidad. En consecuencia, esta
persona gestiona el capital lingüístico y las competencias calculando beneficios, al igual
que el homo economicus, aportando responsabilidad, pero también movilizando la
aspiración de “autorrealización”, buscando la autosatisfacción e incluso el placer. Dentro de
este tipo de racionalidad y del conocimiento que proporciona, las técnicas de poder se
autoejercen, como es el caso de la autovigilancia y la autodisciplina, y movilizan
tecnologías tradicionales del yo, como el autoexamen y la confesión (ver Martín Rojo 2019
para una cuenta detallada).
En un área de trabajo relacionada, sociolingüistas y lingüistas aplicados se han
embarcado en nuevas líneas de investigación que problematizan el discurso economicista y
destacan su efecto sobre los sujetos y su impacto en la gestión del lenguaje (ver, por
ejemplo, Del Percio & Wong 2019; Kraft 2019; Sunyol & Codó 2019; Martín Rojo 2019; y
Pujolar 2019).
Más allá de estas técnicas de poder dirigidas a regular el comportamiento personal de
individuos en competencia, también se han identificado otras expresiones de poder,
concernientes a otros aspectos del neoliberalismo. Avanzando más hacia los conceptos
abordados en la definición de Foucault, con respecto a la seguridad, se han ideado técnicas
específicas para el manejo de poblaciones, cuestión que Foucault considera un rasgo de la
sociedad liberal moderna. En cuanto a la seguridad, Foucault destaca un cambio
significativo dentro del liberalismo y el neoliberalismo. El problema dentro del
neoliberalismo ya no es el de establecer territorio y límites, sino el de permitir la
circulación, controlar el movimiento, filtrar lo bueno de lo malo, asegurar que los elementos
estén siempre en movimiento, siendo continuamente trasladados de un punto a otro. , de tal
manera que se anulan los peligros inherentes a esta circulación (Foucault 2007: 93).
Para Foucault, los “aparatos de seguridad” se ejercen para brindar a la sociedad una
sensación de bienestar económico, político y cultural, principalmente a través del control
del riesgo, por ejemplo, mediante el cálculo de probabilidades con instrumentos
estadísticos. En esta línea, Rampton (2020) destaca la trascendencia de la tecnología del
poder, o securitización, un tema hasta ahora poco estudiado en sociolingüística. En palabras
de Rampton:

También podemos ver algunos paralelismos retóricos amplios en los discursos de


securitización y neoliberalismo: mientras que el neoliberalismo está asociado con discursos
de empresa personal, innovación, competencia y la mercantilización del lenguaje como
beneficio, la securitización enfatiza el miedo y la sospecha; reemplaza al empresario por el
enemigo y el terrorista como personajes centrales, y conceptualiza el lenguaje-como-escudo-
o-arma.

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8

En resumen, una combinación de neoliberalismo y securitización crea la “sociedad dual”


descrita por Nancy Fraser, compuesta por “una zona hipercompetitiva y totalmente
interconectada” por un lado y “un sector marginal de excluidos de bajo rendimiento” por el
otro (2003: 169; ver también Wacquant 2010). Además, en la mayoría de las sociedades
existe una política oficial intergubernamental destinada a crear un entorno hostil para los
migrantes, que:

Sitúa intencionalmente a los solicitantes de asilo y a los inmigrantes indocumentados fuera


de la mayoría de las estructuras de inclusión social al negarles el derecho a un hogar seguro,
a un nivel de vida digno, a la salud física y mental y a la vida familiar, y al controlar
continuamente sus movimientos. a través de diversas tecnologías de la frontera cotidiana.
(Yuval-Davis, Wemys & Cassidy 2019: 145)

3. La microfísica del poder: de la vigilancia lingüística a la securización

En esta sección, exploro cómo las tecnologías de poder estudiadas a lo largo de este
capítulo (normalización, vigilancia lingüística (auto)disciplina y securitización) se
experimentan y ejercen en una miríada de encuentros sociales en los que los participantes
deben negociar el acceso a la gestión. de recursos energéticos y tecnologías. Siguiendo los
cinco postulados de poder de Foucault, las interacciones pueden verse como el principal
lugar de poder y resistencia. En este sentido, varios estudios recientes han reconocido las
contribuciones de la sociolingüística interaccional, particularmente las de John Gumperz
(1982) a una comprensión fluida de las relaciones de poder, “en las que el poder reside no
en bloques opuestos sino en una miríada de encuentros cotidianos asimétricos” (Jacquemet
2014 : 201; también señalado por Heller 2014). Por lo tanto, el análisis de las dinámicas
interaccionales ha allanado el camino y continúa mejorando nuestra comprensión de cómo
opera el poder, yendo más allá de simplemente atestiguar su poder y demostrar su
existencia. Como observó Rampton (2016), el enfoque de Gumperz y el de la
sociolingüística interaccional brindan un microscopio para comprender cómo “el poder
llega hasta la esencia misma de los individuos” (Foucault 1980: 39).
Para mostrar cómo se vive y se ejerce la vigilancia y la securitización lingüísticas
dentro de la interacción, presento un ejemplo de un proyecto de investigación de I+D en
curso: “Hacia una nueva ciudadanía lingüística: investigación-acción para el
reconocimiento de hablantes en el contexto educativo madrileño”. Este proyecto, desde un
enfoque etnográfico, documenta “incidentes críticos”, en los que los hablantes informan
tener un acceso desigual a los recursos lingüísticos, lo que les impide competir en igualdad
de condiciones, o situaciones en las que no han sido reconocidos como hablantes legítimos.
Algunos de estos relatos se incluyeron en un cuestionario completado por estudiantes
universitarios que luego se discutió en clase (centrándose en los participantes, sus
repertorios y los idiomas que querían usar) para fomentar la conciencia crítica
sociolingüística y despertar empatía y agencia emocional. es decir, fomentar el deseo de
cambio. Finalmente, esta discusión en sí fue analizada por los mismos estudiantes.

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language 9

En este ejemplo, en una clase de Pragmática Intercultural (en 4º curso de la carrera


universitaria de Lenguas Modernas), se comentaba la parte inicial del cuestionario
(información sobre los repertorios y lenguas de los participantes). De los 26 alumnos
afectados (13 de los cuales participaron en línea, mientras que los 13 restantes fueron
presenciales), el 50% nació en la región local y el resto en otros lugares de España o en el
extranjero. La siguiente transcripción presenta los comentarios realizados en respuesta a la
pregunta: ¿Cómo te sientes al hablar con acento? Una estudiante (Nadya), que participaba
en línea, intervino espontáneamente. Este curso se imparte en español y el siguiente
ejemplo ha sido traducido al inglés.
Ejemplo 1.
1 a. Curso: Pragmática Intercultural (BA, 4to año)
2 b. Participantes: profesora (Luisa) y asistente de investigación (Miren) y una de las alumnas
(Nadya).
3 1 Nadia Hablo árabe. Y sí, es verdad lo que dijiste (Luisa)
4 2 que a veces, bueno, cuando estás en el metro, o
5 3 donde sea, y estás hablando con tu amigo o tu
6 4 madre en árabe, bueno, hay miradas. Pero la verdad es que personalmente sigo hablando porque no
estoy haciendo nada malo.
7 5 Luisa Fíjate, ese sentimiento, que hablar tu idioma es como
8 6 haciendo algo mal. Por supuesto que no, muy bien. Y
9 7 es por eso que esta pregunta estaba allí. ¿Puedo preguntarte, cómo te sentiste, [orgulloso]?
10 8 Nadya [Estoy orgulloso]. I
11 siempre lo soy,
12 9 porque el hecho de aprender un nuevo idioma es en sí mismo
13 10 motivo de orgullo, porque te abres a otra cultura. Entonces sí.
14 11 Luisa Pero:::: eso solo pasa cuando hablas en árabe, o
15 12 dirías que tienes acento árabe en español.
16 13 Nadya Bueno:::: Creo que siempre habrá una influencia, no de
17 14 esta lengua, de las otras lenguas que habláis,
18 15 te guste o no. Quiero decir, creo que sí. hay
19 16 siempre va a haber alguna influencia, por ejemplo, del árabe. En mi caso, en mi español.
20 17 Luisa Sí, también, siempre dicen, incluso, que siempre retenemos
21 18 algunos rasgos fonéticos. Que estamos vinculados a otras comunidades. [Como en]
22 19 Nadia [Sí, claro]
23 20 por ejemplo. Quiero decir, sí diferencio entre una P y una
24 21 B, pero como en árabe no existe, no hay ninguna letra
25 22 P, bueno, nuestros padres… o sea, les cuesta hablar
26 23 y pronuncian la P, van a decir palabras en español con la letra P. En lugar de con una P, con
una B, por ejemplo? Eso pasa mucho.
27 24 Luisa ¿Podrías dar un ejemplo concreto?
28 25 Nadya Una palabra en español que tiene una P, no sé, Palencia, por
29 26 ejemplo. A veces, pueden tener problemas
30 27 diferenciándolo del Valencia y tienen que hacer una
31 28 esfuerzo por decir Palencia, porque no la tienen [la
32 29 sonido]. Es como si las letras no estuvieran ahí en español. Entonces,
33 30 tenemos algunas letras en árabe, y es difícil para un español decir, por ejemplo, la letra H
[…]

En este ejemplo, el hecho de que las reflexiones de la alumna sobre su repertorio,


experiencia vivida y emociones ocupen el primer plano de la clase cambia la distribución de
mayúsculas: los conocimientos y competencias de esta alumna le dan acceso al espacio
anterior (líneas

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y 19), mostrando cómo, al confrontar sus experiencias, los estudiantes pueden


ganar capital. Correlativamente, la dinámica interaccional cambia: (1) se renegocian las
asimetrías (se interrumpe al docente); (2) Los estudiantes comparten relatos personales
(lo que revela un profundo impacto en sus subjetividades); (3) La participación de los
estudiantes en clase aumenta y ellos son conscientes de ello (como se revela en un
análisis posterior de esta clase).
Este ejemplo también ilustra cómo las experiencias se traducen en narrativas a
través de las cuales los participantes evocan un proceso de vigilancia lingüística que se
representa de manera interactiva y es posible gracias a la indexicalidad. A través de sus
narraciones, los alumnos revelan y comparten hasta qué punto se sienten vigilados o
incluso maltratados por su acento y se quejan de que sus intervenciones en clase no son
valoradas por igual. También comentan que la vigilancia conduce al autoexamen y, en
algunos casos, incluso a la autocorrección y la sobrecorrección.
Durante años de observación etnográfica, he compilado muchas narraciones de
incidentes críticos como el presentado, y he identificado una estructura que se repite
cuando los hablantes reflexionan sobre lo que sucede cuando se enfrentan a la
vigilancia. En primer lugar, hay una observación/interpelación asimétrica: solo unos
hablantes pueden observar e interpelar a otros (es decir, los que se ajustan a un modelo
de hablante, es decir, el hablante local o nativo). En la narración presentada, el
participante que sigue el modelo de los hablantes actuales destaca un rasgo lingüístico
utilizado por su interlocutor, lo que refleja el papel crucial que juega la indexicalidad:
“Yo sí diferencio entre una P y una B, pero como en árabe no existe, no hay ninguna
letra P, bueno, nuestros padres… O sea, les cuesta hablar y pronunciar la P, van a decir
palabras en español con la letra P” (líneas 19– 23). Estas características lingüísticas
indexan categorías de personas y comunidades, de acuerdo con términos como
hablantes nativos verdaderos o locales versus extranjeros, hablantes nuevos y no
nativos verdaderos. En un segundo paso, la norma lingüística a menudo se evoca y, a
veces, se hace cumplir explícitamente, como en "En español, no decimos X". Este
saber prescriptivo de la lingüística que se invoca restablece la norma nacional o
metropolitana imperante, y despoja así a los hablantes minoritarios, extranjeros o no
metropolitanos de su legítima propiedad sobre la lengua. La actividad de
cuestionamiento metapragmático de los participantes, tal como se realiza en sus
propios relatos, sustenta y alimenta la gestión misma del poder que restringe su agencia
y su plena integración en la sociedad receptora.
Por lo tanto, la actividad similar a la vigilancia está indisolublemente ligada a la
vida social cotidiana, independientemente del dominio institucional. Además, esta
vigilancia se ve agravada por una percepción de riesgo vinculada a la titulización: los
hablantes de árabe pueden ser temidos e incluso identificados como terroristas
potenciales y, por lo tanto, como un riesgo potencial (Moustaui & Poveda 2022).
Aplicando los puntos de vista de Rampton -expresados en la conferencia citada
anteriormente- a este ejemplo, podríamos identificar
1:
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la tecnología del poder, llamada securitización, que enfatiza el miedo y la sospecha;


reemplaza al empresario por el enemigo y el terrorista como personajes centrales, y
conceptualiza el lenguaje como escudo o arma.
En esta sección final del capítulo, me centro en las consecuencias para la población de estas
tecnologías de poder, y considero la pregunta de qué surge cuando, a través de la normalización,
se imponen modelos de hablante (por ejemplo, el del nativo, el local o el orador emprendedor),
particularmente en casos en los que, para muchos, estos modelos son imposibles de alcanzar. Se
pueden sufrir dificultades emocionales, reducción de la autoestima y sentimientos de vergüenza
o inferioridad si los modelos de hablantes inalcanzables son hegemónicos y si las personas se
refieren a ellos para entender quién. En la línea 4, Nadya dice: “Sigo hablando [es decir, en
árabe] porque No estoy haciendo nada malo”. Entonces, en este caso, se trata menos de
transgredir una norma monolingüe o estándar, y más de hablar un idioma que indexa a las
personas que ponen en riesgo a la sociedad. Además de la indexicalidad, el análisis de eventos
de Eley y Rampton destaca lo que Erving Goffman (1963) llamó "interacción no enfocada". Esta
interacción es la que se da cuando no estamos directamente enfocados en otras personas dentro
de una actividad, pero aún así, seguimos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, y
mantenemos un “rabillo del ojo”, Conciencia de “media oreja” de personas, objetos, eventos en
la vecindad, en caso de que comiencen a amenazar o interrumpir lo que estamos haciendo (Eley
& Rampton 2020).
En este tipo de interacción, los participantes vigilantes están “totalmente movilizados,
alarmados, listos para atacar […] o huir” (Goffman 1971: 282; 1981: 101–104), mientras que los
vigilados deben modelar su propio comportamiento. y apariencia en formas que muestren a los
demás que no representan una amenaza. A través de la elección y las características del lenguaje,
los interlocutores “transmiten” información a través de su lenguaje corporal, que está abierto a la
interpretación por parte de participantes más “legítimos” en la comunidad (Goffman 1963: 24-
25). La titulización, entonces, puede verse como un mecanismo de “protección” que se
manifiesta como la subyugación de poblaciones no normativas (cf. el biopoder de Foucault
[1978]). El lenguaje es entonces parte de la creación y mantenimiento de instituciones que
priorizan a ciertas poblaciones como más valiosas, mientras que en la vida de otras se ha
normalizado el control..

4. El impacto de las tecnologías de poder y la posibilidad de resistencia


En esta sección final del capítulo, me centro en las consecuencias para la población de estas
tecnologías de poder, y considero la pregunta de qué surge cuando, a través de la normalización, se
imponen modelos de hablante (por ejemplo, el del nativo, el local o el orador emprendedor),
particularmente en casos en los que, para muchos, estos modelos son imposibles de alcanzar. Se
pueden sufrir dificultades emocionales, baja autoestima y sentimientos de vergüenza o inferioridad si
los modelos de hablantes inalcanzables son hegemónicos y si las personas se refieren a ellos para
entender quiénes y qué son (entre muchos otros, Pujolar 2011, 2019; Yeun & Gray 2022; Park 2021;
Ortega et al. 2015; Martín Rojo & Márquez Reiter 2019; Martín Rojo 2019). Así, no se trata sólo de
si las normas y modelos lingüísticos se imponen de forma más o menos rígida, sino hasta qué punto
son aceptados o rechazados por los hablantes. De ahí surge la pregunta crucial: ¿hasta qué punto
estas tecnologías de poder pueden ser resistidas y revertidas, y bajo qué circunstancias?

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vigilados deben moldear su En el proyecto de investigación antes mencionado, hemos
emprendido esta línea de investigación, explorando qué les sucede a los jóvenes que
estudian en escuelas y universidades cuando interiorizan discursos normalizadores que
socavan su imagen de sí mismos como hablantes competentes y legítimos. Las tensiones
entre la aceptación y la resistencia se provocan continuamente entre los hablantes que
experimentan una falta de reconocimiento. En algunos casos, la internalización de estas
normas y modelos implica el intento de “volverse nativo” (Piller 2002), un deseo que
aparece consistentemente entre los “nuevos hablantes” de una lengua que, a pesar de
haberla adquirido y ser competentes en él, siguen siendo identificados como “no miembros”
de la comunidad (ver Pujolar & O'Rourke en prensa; y Ramallo 2021). Este es el caso de
Ioana, una estudiante de origen rumano, entrevistada en la Universidad Autónoma (ver
Martín Rojo & Rodríguez 2016) y que describe cómo su proceso de socialización que tuvo
lugar en Madrid y, más concretamente en la escuela, le hizo enfrentarse a diferentes
valores. ues y modelos lingüísticos. Cuando el entrevistador le pregunta si la reconoce
como hablante local, responde lo siguiente:
Ejemplo 2.
IOANA (ESTUDIANTE). Bueno, eso creo. Ciertamente he puesto toda mi fuerza y toda mi voluntad en ello.
Pero no sé, o sea, normalmente cuando les digo después de un tiempo de conocernos y demás, les digo
“Oye, soy rumano”. (.) Normalmente están ((pausa)) mmm locos. ((risas)) Porque no se lo esperan.
((pausa)) Y me dicen “No, pero no se nota” (.) Sin embargo, he tenido casos de personas que me han
dicho “Ah bueno, noté algo raro en tu acento”. Entonces, no sé qué pensar ((risas)).
LILIA (ENTREVISTADORA). ¿Por qué dices categóricamente “He puesto tanto (.) esfuerzo para lograrlo”?
¿Por qué ha sido esto tan importante para ti?
IOANA (ESTUDIANTE). No sé, realmente le puse mucho esfuerzo y no sabría decirte por qué. Quiero decir,
tenía muchas ganas de aprender a hablarlo bien ((pausa)) No sé, tal vez por este miedo al rechazo, este
miedo a la marginación, y decir “Dios, la cosa es que no quiero , no quiero, no quiero pasar por lo que
tiene que pasar otra gente, que lleva aquí tres años sin poder hablar, sin poder hacerse entender, sin
que se rían de ellos” . Tal vez fue por eso, que realmente lo que estoy diciendo es que no experimenté
discriminación en ese sentido, pero tal vez tenía miedo de eso..

Este borrado de las diferencias que implica la aceptación del modelo o el consentimiento de
los hablantes es solo una de las formas posibles de resolver la tensión entre aceptación y
resistencia. Sin embargo, si consideramos cómo esta persona podría ser capaz de revertir el
impacto de la estandarización, cuestionando las normas lingüísticas y rechazando la
evaluación negativa de los acentos “extranjeros”, pronto nos daremos cuenta de las
dificultades involucradas. En primer lugar, la resistencia es una forma de poder y para
ejercerla, los individuos y los grupos deben estar en condiciones de hacerlo. En el caso
descrito, esta posición no depende del hablante individual, sino de su posición social, que en
este caso es débil, frente a una mayoría nacional.

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oradores y enfrentados a ideologías asimilacionistas profundamente arraigadas. En


segundo lugar, para que la resistencia sea efectiva, debe haber cierta hegemonía cultural,
junto con la ayuda de los aliados. Y en la mayoría de los entornos, todavía no existe un
movimiento social alerta y opuesto a la discriminación lingüística, a diferencia de los casos
de discriminación por género, etnia o clase social, donde las actividades de sensibilización
y la oposición son evidentes. En España, las técnicas de normalización lingüística han sido
cuestionadas solo recientemente, y solo en regiones con una segunda lengua cooficial. Así,
se han atestiguado varios ejemplos de activismo lingüístico en estas regiones (ver Ramallo
2021), con hablantes que hacen de su lengua minoritaria, como el bretón, el euskera o el
gallego, una de uso preferente. Para ello, rechazan el bajo valor simbólico que otros
atribuyen a estas lenguas y declinan reproducir los principios de rentabilidad que aconsejan
invertir en la lengua mayoritaria.
En otros casos, los movimientos que luchan por la justicia racial sólo recientemente han
comenzado a prestar plena atención al papel del lenguaje en las técnicas de poder que
subalternizan y racializan a los individuos y las comunidades. En esta línea, las prácticas de
translenguaje han sido descritas como una contra-conducta que desafía la normalización del
lenguaje. Por ejemplo, un estudio realizado por Gabriela Prego en Galicia (Moustaoui,
Prego & Zas 2019), reveló que los jóvenes estudiantes introdujeron prácticas multilingües –
a las que denominan “el mezclado”– en los espacios familiares y escolares, oponiéndose así
a la normalización experimentado comúnmente. Los investigadores accedieron a estas
prácticas a través de un chat de Whatsapp con ocho adolescentes, seis de los cuales
pertenecían a la generación 1,5 mientras que los otros dos se habían mudado a Galicia tan
solo dos años antes. En esta charla se identifican algunas formas de resistencia al lenguaje,
como el orgullo por la variedad “nativa” o las identidades híbridas. Así, los perfiles de estos
niños y niñas contenían mayoritariamente algún tipo de referencia a Marruecos, como una
bandera, una frase (Dima Maroc, es decir, “siempre Marruecos”) o, en el caso de las niñas,
elementos semióticos asociados a su tradición. vestido. Por lo tanto, se reconoce su
condición de exclusión, pero no excluyente. En este chat, la interacción tiene lugar en
varios idiomas simultáneamente (árabe marroquí, árabe estándar moderno, francés, español
y gallego) y varios sistemas semióticos, incluyendo varios tipos de alfabetos e iconos
simplificados. Además, se utilizan diversas herramientas de traducción y autocorrección.
Así, “mezclar” idiomas podría ser visto como una contraconducta contra la vigilancia y la
imposición de modelos y desconocimiento de hablantes nativos y monolingües.
Ciertamente es cierto que estas prácticas crean un espacio de encuentro donde no se
cuestiona la condición de interlocutores de los estudiantes y donde se pueden afirmar otras
formas de ser. Sin embargo, es difícil determinar en qué medida las prácticas representan
contraconductas y el grado de poder transformador realmente ejercido. Sin embargo, parece
muy claro que las identidades étnicas y las comunidades de inmigrantes pueden y refuerzan
la resistencia lingüística (Foucault 1984/1987).
Finalmente, en relación con la racionalidad neoliberal, cuando preguntamos a
universitarios madrileños si habían experimentado reacciones negativas a su forma de
hablar, también

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otros, como la educación universitaria, la clase social y otras habilidades sociales.


Cuando los estudiantes reconocieron la falta de habilidades en el idioma inglés o el uso de la
pronunciación influenciada por el español, identificando esto como una desventaja, tendieron a
culparse a sí mismos por no haber trabajado lo suficiente para ser rentables. Sin embargo, como
muestran Yeung y Gray (2022), las personas no siempre asumen esta responsabilidad individual,
lo que les llevaría a verse como fracasados por falta de esfuerzo o capacidad, y a producir
identidades viciadas (Goffman 2009). Para que los hablantes puedan compartir lo que
verdaderamente sienten si han interiorizado esta visión de la responsabilidad individual, es
necesario generar espacios de confianza, en los que no se sientan evaluados por sus fracasos ante
las exigencias de la sociedad. siendo rentable en una sociedad neoliberal (Pérez-Milans, &
Xiaoyan (2020).
Los casos examinados en nuestro estudio indican que la resistencia puede surgir de una
conciencia lingüística de las causas y efectos del poder en la sociedad. Sin embargo, debe existir
una conciencia colectiva y campañas sociales movilizadas para que esa resistencia se convierta
en una conciencia política efectiva.

5. Observaciones finales

Este artículo examina hasta qué punto los cambios en la comprensión del poder dentro de
un marco postestructuralista están obligando a los investigadores a reexaminar las
relaciones entre el lenguaje y el poder. A la luz de nociones de poder como las expresadas
por Foucault, considero cuestiones de investigación y objetos de estudio emergentes. Al
explorar las relaciones entre poder y lenguaje, también busco responder a las preguntas
sobre quién ejerce el poder, en qué esfera y por qué medios. Responder a estas preguntas es
el primer paso para lograr una reversión del poder y para iniciar nuevas luchas contra las
formas de poder existentes.
Finalmente, nos hemos centrado en el impacto del conocimiento lingüístico y las
tecnologías de poder cuando las personas se refieren a ellas para entender quiénes y qué
son. De ahí surge la pregunta crucial: ¿hasta qué punto estas tecnologías de poder pueden
ser resistidas y revertidas, y bajo qué circunstancias?
Las dificultades para producir conocimientos alternativos y resistir las técnicas del
poder se han hecho evidentes en los ejemplos examinados. Además, estas situaciones no
pueden ser afrontadas por individuos aislados; más bien, la resistencia para ser efectiva
debe ser colectiva. Y es aquí donde parece residir una de las mayores dificultades. En otros
dominios, como las relaciones étnicas y de género o la sexualidad, varios grupos (por
ejemplo, jóvenes, mujeres, grupos étnicos y luchas sociales LGBTQ+) han actuado contra
formas de dominación y constricción, respondiendo a una forma de poder que asocia
individuos con su identidad, transformándolos y constriñéndolos como sujetos. Sin
embargo, en el dominio lingüístico, los efectos de las políticas lingüísticas y el
conocimiento producido por disciplinas, ideologías y normas que cuestionan el estatus, la
competencia y las calificaciones de los hablantes aún no se han examinado en profundidad.
Como resultado, las luchas contra estas formas de constricción aún son incipientes.

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Fondos

Este trabajo ha sido financiado por el proyecto de investigación “Hacia una nueva
ciudadanía lingüística: investigación-acción para el reconocimiento de hablantes
en el contexto educativo madrileño”, Número de referencia: Proyecto I+D, ref.
PID2019-105676RB-C41/AEI/10.13039/501100011033, financiado por el
Ministerio de Ciencia e Innovación de España

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Agradecimientos

Este Proyecto, a su vez, se enmarca en el proyecto de investigación


conjunto “Conciencia lingüística crítica y agencia del hablante:
Investigación-acción para la equidad sociolingüística”, en el que cuatro
equipos, con sede en Cataluña, Galicia, Madrid y País Vasco, exploran el
papel de lengua en la construcción de desigualdades sociales y considerar
cómo los hablantes pueden actuar para revertirla (ver,
https://www.equiling.eu/en/).
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