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Los seres humanos somos por naturaleza criaturas musicales. Junto con el tacto, el oído
es el primer sistema sensorial en desarrollarse dentro del útero materno, tan sólo a las 16
semanas después de la concepción. No son pocas las investigaciones que han
comprobado el nivel de interacción y respuesta por parte de los bebés a la música y a las
voces familiares antes de nacer. Por lo tanto, no debería sorprendernos que la música
posibilite resultados positivos para las personas que sufren dolencias y condiciones
discapacitantes. Un estudio reciente a gran escala confirmó que, en su aplicación
terapéutica, la música disminuye el estrés, la depresión y la incidencia de alucinaciones y
delirios entre los enfermos de demencia y mejora el rendimiento escolar en niños con
trastornos del aprendizaje.
“Quiero vivir solamente para esos instantes, en los cuales siento la totalidad de la
existencia como una melodía, cuando todas las llagas de mi ser, todos mis de-
sangramientos interiores, todas mis lágrimas retenidas y todos los presentimientos de
felicidad que tuve bajo los cielos de verano en el eterno azur, están reunidos para fundirse
en una convergencia de sonidos, en un impulso melodioso y en una comunión universal,
cálida y sonora”. Con esta frase, el filósofo rumano Emil Ciorán nos acerca una de las
pinceladas más intensas en relación al estrecho, sanador y revelador vínculo entre la
música y el alma humana.
En la actualidad, los nuevos dispositivos tecnológicos permiten que la relación entre el ser
humano y la música sea cada vez más estrecha y cotidiana. A lo largo del día la música
puede acompañarnos mientras llevamos adelante las más diversas tareas, y si bien esto
es algo que viene sucediendo prácticamente “desde que el hombre es hombre”, los
dispositivos portátiles y la digitalización sonora han logrado que el almacenamiento, la
reproducción y la ejecución sonora sean mucho más accesibles.
Acompañando esta tendencia y con la necesidad de develar los misterios detrás de este
vínculo, investigadores de la Universidad McGill, en Montreal, Canadá, llevaron adelante
un estudio sin precedentes donde reunieron la más sólida evidencia sobre el potencial
terapéutico de la música y la musicoterapia, entendiendo a esta última como la utilización
clínica de las intervenciones musicales para lograr metas individuales dentro de una
relación terapéutica.
e compiló a partir de testimonios acreditados en un conjunto de 400 artículos científicos
que fueron publicados en los últimos años y fue divulgada recientemente en la revista
“Trends in Cognitive Science”.
El equipo de especialistas responsables del estudio, coordinado por el profesor Daniel J.
Levitin, del Departamento de Psicología de la Universidad McGill, ha sido capaz de
demostrar que tanto ejecutar como escuchar música reportan claros beneficios para la
salud mental y física.
Sobre la base del material científico compilado, los científicos comprobaron que la música
puede mejorar la función del sistema inmunológico, reducir los niveles de estrés y que
incluso en muchos casos puede llegar a ser más eficaz que los medicamentos recetados
para reducir la ansiedad, por ejemplo, antes de una cirugía.
“Hemos encontrado pruebas convincentes de que las intervenciones musicales pueden
jugar un papel importante en la asistencia sanitaria en escenarios que van desde salas de
operaciones a clínicas familiares”, comentó Levitin.
Pero aún más importante, los investigadores canadienses lograron documentar los
mecanismos neuroquímicos a partir de los cuales la música desarrolla un efecto positivo
en cuatro ámbitos: la gestión del estado de ánimo, el estrés, la inmunidad y como ayuda
para la vinculación social.
La información seleccionada como parte de esta primera revisión a gran escala de
literatura científica, demostró que la música es capaz de aumentar tanto la
inmunoglobulina A (un anticuerpo que desempeña un papel fundamental en la inmunidad
del sistema de mucosas) como también estimula el sistema inmunológico, contribuyendo
a elevar el número de células encargadas de atacar gérmenes y bacterias. Levitin y sus
compañeros de investigación también encontraron que escuchar y tocar música reduce
los niveles de cortisol, la hormona del estrés, en el cuerpo, tan asociada con diversas
discapacidades del desarrollo.
Incluso se notificó que en un experimento llevado a cabo sobre pacientes en etapa pre-
quirúrgica, “las personas que recibieron sesiones de música relajante antes de entrar al
quirófano, tenían menores niveles de ansiedad que las personas a las que se les
suministraban tranquilizantes”. En la amplia revisión, Levitin también dio a conocer el
potencial de la música combinada con terapias específicas para aliviar la angustia y los
trastornos asociados en pacientes con cáncer, depresión, demencia y trastornos del
aprendizaje, abriendo la posibilidad para futuras y puntuales investigaciones: “Creo que la
promesa de la música como medicina radica en que es natural, económica y no tiene los
efectos secundarios no deseados de muchos productos farmacéuticos”, afirmó.
Los profesionales aseguran que a partir de estas mejoras los niños aprenden a
concentrarse más profundamente y con más frecuencia y también son capaces de retener
mayor información.
Del mismo modo, existen líneas de investigación que sugieren que el contacto con la
música en sí mismo es muy reparador y motivante para los pequeños con esta condición.
Los diferentes tipos de música podrían ejercer un efecto reconfortante y relajante, incluso
algunos científicos especulan que los sonidos complejos como los de la música clásica o
el jazz podrían estimular el funcionamiento de los patrones de activación en la corteza del
cerebro. Y si bien se ha comprobado que es un mito que la música clásica de por sí hace
que los niños al escucharla sean más inteligentes, pequeñas sesiones diarias
proporcionan al cerebro un mejor ambiente para desarrollar ideas y restablecer
conexiones neuronales, favoreciendo con ello una mejor concentración y optimización de
los procesos de aprendizaje.
Investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos) realizaron un
estudio sobre cómo los diferentes géneros musicales afectan la memoria y el desempeño
académico. Para la investigación utilizaron jazz rápido, jazz lento y música clásica suave y
más estridente, alternando los ritmos durante las diferentes sesiones de escucha mientras
se llevaban a cabo clases regulares y exámenes. Según sus conclusiones, los estudiantes
tuvieron resultados similares, independientemente del género de la música que
escuchaban, pero su capacidad de retención disminuyó a medida que la música
aumentaba su ritmo.
En otra investigación del Centro del Cuidado de la Salud de Hospital St. Agnes, el Dr.
Raymond Bahr demostró que cuando los médicos brindaban sesiones de música clásica
para sus pacientes cardíacos, la relajación alcanzada por los mismos tenía el mismo
impacto que una dosis de 10 mg. de Valium. Asimismo, en el Medical Research Center de
La Universidad de Chicago, se combina anestesia y música como un complemento con la
capacidad de reducir la ansiedad y el estrés, la disminución de la frecuencia cardiaca y la
presión arterial, la música ayuda también a minimizar las complicaciones cardiacas tras
una operación. A partir de estos y otros estudios se pueden valorar las implicancias que la
terapia musical puede alcanzar en personas con necesidades especiales.
Uno de los enfoques que más se ha especializado en desarrollar herramientas
terapéuticas desde el campo de la música es la técnica Tomatis, un sistema de
estimulación desarrollado por el Dr. Alfred Tomatis, otorrinolaringólogo francés en la
década del 50.
Tomatis sostenía la teoría de que muchas de las características de comportamiento y de
comunicación observados en niños con dificultades de aprendizaje y de desarrollo son
síntomas con base en desajustes neurofisiológicos que pueden tener su origen en un
problema de regulación sensorial que se inicia en nuestro instrumento sensorial más
primordial, el oído interno. El objetivo del Método Tomatis es mejorar el funcionamiento del
oído y su relación con los procesos cognitivos y de comunicación, influyendo en muchas
áreas de funcionamiento como la motricidad gruesa y fina, el procesamiento visual, la
atención, el habla y el lenguaje expresivo y receptivo, la capacidad de organización.
Según sus promotores, esta técnica de estimulación y ajuste desde lo sonoro-musical
podría trabajar con las necesidades y desafíos de personas con Trastornos del
Procesamiento Auditivo, TDAH, problemas de aprendizaje, Trastornos de Integración
Sensorial, Trastornos de organización, Trastornos del desarrollo, Trastornos de la
Comunicación como mutismo selectivo y trastornos del estado de ánimo como ansiedad y
depresión.
En 1953, Tomatis afirmó que “la voz contiene únicamente los sonidos que el oído oye”.
Esta cita resume básicamente el proceso que creó para volver a enseñar el oído para
escuchar ya que la calidad en la capacidad de escucha de un individuo afecta a la calidad
de su desarrollo del lenguaje hablado y escrito. Dado que los sonidos del lenguaje se
introducen en el individuo mucho antes que las formas escrita o gráfica, se asume que la
facilidad con la que el niño integra el sonido de su idioma materno afecta la facilidad con
la que puede comprender y expresarse. Para volver a enseñar al oído a desarrollar una
escucha profunda y saludable, Tomatis desarrolló una serie de ejercicios pasivos, que
consisten en escuchar las frecuencias específicas que brindan estímulos y posibilitan
reajustes en el sistema vestibular-coclear; de allí y poco a poco se combinan con
ejercicios activos hasta llegar a utilizar la voz para mantener las lecciones aprendidas.
Exploraciones como las de Tomatis y el conjunto de investigaciones compiladas por los
científicos de la Universidad McGill nos sitúan en un campo del que aún queda mucho por
descubrir, reconocer y aprender. Quizás aún no estemos del todo capacitados para
entender y aprender a utilizar las habilidades musicales que tenemos y ponerlas al
servicio del desarrollo de nuestras potencialidades cognitivas, creativas, comunicativas y
relacionales. Lo que sí ha quedado demostrado es que el impacto de la musicoterapia o
enfoques similares es esencial para la rehabilitación, el tratamiento y la mejora de la
calidad de vida de personas con discapacidad y de la comunidad en general. En un futuro
cada vez más cercano podremos vivenciar percepciones como las del lúcido Ciorán, para
quien: “el estado musical no es una ilusión porque ninguna ilusión puede dar ni certitud de
una tal magnitud, ni sensación orgánica de absoluto, de vívido incomparable, significativo
por sí mismo y expresivo en su esencia. En esos instantes, cuando resonamos en el
espacio y el espacio resuena en nosotros, en esos momentos de torrente sonoro, de
posesión integral del mundo, sólo puedo preguntarme por qué no soy el universo”.
Fuentes:
- www.mcgill.ca/channels/news/
- www.arts4dementia.org.uk/
- www.lost-chord.org.uk/
- http://www.pertanika.upm.edu.my/ (El uso de la música y la terapia de movimiento para
modificar la conducta de niños con autismo. Pertanika J. Soc. Sci. Y Hum, 2012.
- Harold L. Burke, Ph.D./ El tratamiento para el TDA/ Trastorno de Déficit de Atención y
ADHD/ Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad y Adultos ADD.
http://www.elcisne.org/noticia/beneficios-musica-personas-trastornos-
aprendizaje/2892.html