Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
San Agustín
Materia:
Fundamento Filosófico II.
Profesor:
Alers Mártir, Ernesto
Alumno:
Rundio, Axel.
Introducción……………………………………………………………. Pág. 3
Conclusión……………………………………………………………… Pág.10-11
Bibliografía……………………………………………………………….Pág.12
2
Introducción
2
Desarrollo
Por un lado los bienes grandes son aquellos que no tiene lugar para el mal, es
decir, que siempre son buenos en sí mismo, como por ejemplo las virtudes. Por
otro lado los bienes medios son buenos pero también dan lugar al mal, como las
potencias del alma. Y por último los bienes mínimos son los meramente
terrenales, como la hermosura y el vigor del cuerpo.
2
“El libre albedrío es en sí mismo un bien, no un mal” 1
En esta cita vemos que el autor tiene al libre albedrio rotundamente como un
bien, pero sin lugar a dudas es una falencia en la voluntad del hombre, que en vez
de usarlo como se debía, lo uso como no.
Lo que si puede suceder con estos bienes es el abuso de los mismos. Cuando
el ser humano abusa de un bien de Dios, no es un mal dado por Él sino que el
hombre lo convierte un mal, es decir, hace de lo bueno algo malo.
San Agustín hablaba del concepto de bien dándole énfasis como un bien
supremo, este bien supremo también lo hablo Aristóteles; diciendo que para hacer
el bien solo es necesario conocerlo. En este sentido San Agustín fue más lejos en
cuanto la complejidad del dicho concepto y lo que postuló es que si es necesario
conocer a este bien supremo, pero que para hacer este bien, es necesario de un
cierto “libre albedrio” que en fin es determinado por Dios; y esto porque el hombre
es incapaz de hacer bien por sí mismo y ante esta incapacidad de hacer el bien
entra en juego la acción divina. El hombre para poder practicar este bien supremo
necesita de Dios.
Ante esto que se ha presentado anteriormente se pude decir que este libre
albedrio no es tan libre como parece, porque sin Dios no somos libres. Todo
proviene de Dios y así también esta libertad para obrar el bien supremo. Una
persona sin Dios y sin su intervención no puede actuar en libertad.
2
La respuesta a dicha pregunta es que el ser humano ya por naturaleza está
sujeto a un sistema que lo esclaviza, siendo este el sistema pecado. En este
sentido la incapacidad no está en no poder obrar bien; sino que esta radica en no
poder ser libre de este sistema que esclaviza al hombre. Dios es quien puede dar
esta libertad al sistema de esclavitud y es por medio de su Hijo Cristo. Y si la
persona es libre por lo tanto, va a poder obrar el bien.
Entonces si se sitúa lo dicho en un plano más claro, se dice que obrar el bien
supremo no depende de la misma persona, sino de Dios que es mayor que el
sistema de esclavitud (pecado) que impide al ser humano a obrar de una manera
correcta.
Por otro lado en la introducción del la obra el libre arbitrio de San Agustín se
declara:
“Lo que el Santo repite una y mil veces es que el hombre es libre para obrar el
bien y que no está ligado a obrar el mal por ninguna necesidad. Si el hombre peca,
suya es la culpa. Si Dios le castiga por ello, es señal de que fué libre al cometerla” 2
2
Antes de la caída Adán contaba con el libre albedrio intacto, y por lo tanto era
usado de una buena manera. Este libre albedrio se puso en juego cuando Dios le
presenta lo que podía hacer y lo que no podía hacer. Las dos pautas claras de
Dios fueron que podía comer de cualquier fruto del huerto del Edén, pero con
excepción del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero fue de este último árbol
del cual Adán y Eva comieron y lo que llevó a consumar el pecado original que es
la desobediencia a Dios frente a la tentación de Satanás de que si comían de él
serían como Dios. Por eso el pecado original es querer ser como Dios.
Cuando el hombre cae su libertad cae, porque este libre albedrio como dice San
Agustín es siempre para hacer el bien, es decir, que en el momento de la caída, el
hombre lo usó para hacer el mal.
Para poder esclarecer mejor esta idea una cita de la introducción “Del Libre
Albedrio” dice:
“El hombre puede caer por el libre albedrío, pero no levantarse, pues esto sólo
pertenece a la gracia de Dios; como el que se suicida, que puede quitarse la vida,
pero no dársela.» San Agustín, firme en la teoría platónica del bien, hace consistir
todo el mal en la carencia del bien, de tal modo que una cosa es tanto más mala
cuanto es menos buena. El pecado, que es carencia de bondad del libre albedrío,
no puede venir de Dios, sino de la nada, de defecto de ser y obrar”. 3
3
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.
2
Con esto se refuerza la idea que el hombre caído solo puede levantarse por la
gracia.
“Libramos del bien y servir al mal, está en nuestro poder, es obra sólo nuestra.
Pero una vez nos hemos hecho voluntariamente siervos del pecado, sólo
podemos liberamos del mal y servir al bien, si Dios viene en nuestra ayuda”. 4
Con esta cita se sigue fortificando esta idea de hombre caído que cae por su
propia voluntad pero que no puede levantarse por sus propios medios, solo se va
a ser libre si Dios viene con su auxilio de la gracia.
4
PEGUEROLES JUAN, El pensamiento filosófico de San Agustín, Editorial Labor. S. A., Barcelona, 1972.
5
PEGUEROLES JUAN, El pensamiento filosófico de San Agustín, Editorial Labor. S. A., Barcelona, 1972.
2
Para ir culminando esta parte se citará nuevamente de la obra de San Agustín
la siguiente declaración:
“Si el mal radicase en la esencia del libre albedrío, habría razón para culpar a
Dios; pero siendo en sí un bien, su mal sólo puede estar en un defecto de sí
mismo, en un desfallecimiento de la voluntad, dejándose ir tras un bien sensible,
un deleite, pospuesto el bien supremo, Dios”. 6
6
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.
2
Conclusión
Estas sin dudas están en círculo a dos temas importantes de los cuales se
habló de manera muy frecuente. Las cuales son el pecado del hombre caído (mal),
y la Gracia Divina.
La pregunta ahora es; ¿Por qué tomar estos dos temas para sacar las
conclusiones?
Por otro lado, la Gracia Divina entra en la ecuación en este gran dilema en el
hecho de ser ese gran auxilio para el hombre imposibilitado de levantarse de esa
caída.
Por otro lado una realidad en este dilema del libre albedrio es el peligro de caer
en un fatalismo7 y por otro lado tampoco en un liberalismo8.
7
No hagan nada, dejen que todo lo haga la naturaleza, pues, en cualquier caso, lo que haya de ocurrir,
ocurrirá.
8
Todo depende de mí “yo decido”.
2
regenerado es libre porque Dios lo hace libre y en tanto es libre su libre albedrio es
en cierto sentido regenerado, y de lo contrario una persona sin ser atraída por la
Gracia, está muerta en sus delitos y pecados, por lo tanto no tiene la facultad de
actuar libremente.
2
Bibliografía
HEVIA SANDRA, El libre albedrio y la libertad según San Agustín en las novelas
ejemplares, Revista chilena de literatura n° 24, 1984.