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El Libre Albedrio

San Agustín

Materia:
Fundamento Filosófico II.

Profesor:
Alers Mártir, Ernesto

Alumno:
Rundio, Axel.

Instituto Superior de la Iglesia Evangélica Congregacional


(ISIEC)
Entre Ríos-Argentina, octubre de 2019
Índice

Introducción……………………………………………………………. Pág. 3

Desarrollo……………………………………………………………….. Pág. 4-9

Conclusión……………………………………………………………… Pág.10-11

Bibliografía……………………………………………………………….Pág.12

2
Introducción

En la presente monografía se tomará la temática sobre el libre albedrio según


San Agustín. Dicho tema se desarrollara se intentara desarrollar de una manera
clara y concisa.

En esta introducción sería bueno hablar brevemente de este gran pensador


como San Agustín en cuanto a la obra base de la cual se desarrollara la
monografía. La obra a trata es “Del Libre Albedrío” la cual se desarrolla en torno a
un diálogo con Evodio. Este era un contemporáneo de Agustín, con el cual había
una relación un tanto estrecha. En la obra se presentan una infinidad de ideas y
cuestiones relacionadas más o menos con el tema fundamental (libre albedrio).

En esta línea, lo que se plasmará en la monografía va ir acorde al tópico e


intentando llegar a ilustrarse más en la temática para poder ir llegando a algunas
conclusiones.

Sin más preámbulo ya plasmado medianamente el tema a tratar se va a


proceder a desarrollar este trabajo monográfico.

2
Desarrollo

Como se ha dicho anteriormente a manera de introducción; el tema a tratar en


la presente monografía es sobre el libre albedrio según San Agustín.

Pero para comenzar primero se debe poder responder en forma modesta a la


pregunta: ¿Qué es el libre albedrio?

La respuesta a dicha pregunta se la puede presentar de la siguiente manera. El


libre albedrio es una facultad que tiene el hombre para realizar un acto, este acto
que es realizado por el libre albedrio es la libertad; entonces para que una persona
realice un acto libre necesita de manera rotunda de esta facultad, de lo contrario
no podrá actuar de manera libre.

A continuación se presentará algo de lo que el autor en cuestión plantea sobre


este tópico. El libre albedrio es un bien de Dios. Pero para entender de manera
más clara y ubicar mejor este concepto se debe conocer cómo es que Agustín de
Hipona discrimina a los bienes, que como se dijo, provienen de Dios. Estos bienes
se dividen en tres diferentes, los cuales son los bienes grandes, medios y
mínimos.

Por un lado los bienes grandes son aquellos que no tiene lugar para el mal, es
decir, que siempre son buenos en sí mismo, como por ejemplo las virtudes. Por
otro lado los bienes medios son buenos pero también dan lugar al mal, como las
potencias del alma. Y por último los bienes mínimos son los meramente
terrenales, como la hermosura y el vigor del cuerpo.

En este sentido el libre albedrio entraría en la categoría de un bien medio,


porque no es un mal, pero puede llegarlo a ser en potencia si es usado de una
mala manera. Que en fin si es usado para el mal ya no sería un libre albedrio y por
lo tanto ya no sería un bien. Se desarrollará más adelante cuando este pasa a ser
un mal. Para reforzar lo dicho anteriormente, se citará una declaración de Agustín
en su obra “Del Libre Albedrio”:

2
“El libre albedrío es en sí mismo un bien, no un mal” 1

En esta cita vemos que el autor tiene al libre albedrio rotundamente como un
bien, pero sin lugar a dudas es una falencia en la voluntad del hombre, que en vez
de usarlo como se debía, lo uso como no.

De los bienes que fueron mencionados anteriormente, es bueno aclarar también


que son bienes de Dios, y que preceden de Él y que por lo tanto todos estos no
son males, sino bienes como su nombre lo indica. Nada malo puede proceder de
Dios.

Lo que si puede suceder con estos bienes es el abuso de los mismos. Cuando
el ser humano abusa de un bien de Dios, no es un mal dado por Él sino que el
hombre lo convierte un mal, es decir, hace de lo bueno algo malo.

San Agustín hablaba del concepto de bien dándole énfasis como un bien
supremo, este bien supremo también lo hablo Aristóteles; diciendo que para hacer
el bien solo es necesario conocerlo. En este sentido San Agustín fue más lejos en
cuanto la complejidad del dicho concepto y lo que postuló es que si es necesario
conocer a este bien supremo, pero que para hacer este bien, es necesario de un
cierto “libre albedrio” que en fin es determinado por Dios; y esto porque el hombre
es incapaz de hacer bien por sí mismo y ante esta incapacidad de hacer el bien
entra en juego la acción divina. El hombre para poder practicar este bien supremo
necesita de Dios.

Ante esto que se ha presentado anteriormente se pude decir que este libre
albedrio no es tan libre como parece, porque sin Dios no somos libres. Todo
proviene de Dios y así también esta libertad para obrar el bien supremo. Una
persona sin Dios y sin su intervención no puede actuar en libertad.

Si una persona no es libre entonces es esclava. Pero la pregunta es: ¿Qué es


lo que esclaviza a las personas e impide obrar el bien supremo?
1
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.

2
La respuesta a dicha pregunta es que el ser humano ya por naturaleza está
sujeto a un sistema que lo esclaviza, siendo este el sistema pecado. En este
sentido la incapacidad no está en no poder obrar bien; sino que esta radica en no
poder ser libre de este sistema que esclaviza al hombre. Dios es quien puede dar
esta libertad al sistema de esclavitud y es por medio de su Hijo Cristo. Y si la
persona es libre por lo tanto, va a poder obrar el bien.

Entonces si se sitúa lo dicho en un plano más claro, se dice que obrar el bien
supremo no depende de la misma persona, sino de Dios que es mayor que el
sistema de esclavitud (pecado) que impide al ser humano a obrar de una manera
correcta.

En esta misma línea, se puede decir que la libertad en si es siempre obrar el


bien, este bien que no podemos obrar por mérito propio, sino por medio de la
Gracia Divina manifiesta en Cristo.

Por otro lado en la introducción del la obra el libre arbitrio de San Agustín se
declara:

“Lo que el Santo repite una y mil veces es que el hombre es libre para obrar el
bien y que no está ligado a obrar el mal por ninguna necesidad. Si el hombre peca,
suya es la culpa. Si Dios le castiga por ello, es señal de que fué libre al cometerla” 2

Y en este sentido le da más claridad en cuanto a la consecuencia del pecado o


bien dicho al justo juicio de Dios contra el mismo y la persona que los comete. Si
una persona peca; esta no tiene justificación ante su transgresión porque
voluntariamente lo hizo.

En esta cuestión del libre albedrio es casi imposible no remontarse al Génesis y


a la caída del hombre en el huerto de Edén. Esta caída del hombre fue lo que
marcó la historia de la humanidad y la inclinó hacia un derrumbamiento paulatino
hacia el mal; donde el hombre se fue incrementado en el pecado.
2
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.

2
Antes de la caída Adán contaba con el libre albedrio intacto, y por lo tanto era
usado de una buena manera. Este libre albedrio se puso en juego cuando Dios le
presenta lo que podía hacer y lo que no podía hacer. Las dos pautas claras de
Dios fueron que podía comer de cualquier fruto del huerto del Edén, pero con
excepción del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero fue de este último árbol
del cual Adán y Eva comieron y lo que llevó a consumar el pecado original que es
la desobediencia a Dios frente a la tentación de Satanás de que si comían de él
serían como Dios. Por eso el pecado original es querer ser como Dios.

Cuando el hombre cae su libertad cae, porque este libre albedrio como dice San
Agustín es siempre para hacer el bien, es decir, que en el momento de la caída, el
hombre lo usó para hacer el mal.

Y en consecuencia si el hombre no tiene un libre albedrio o lo tiene pero es un


albedrio esclavizado al pecado, ya esta persona sin Gracia de Dios no pude obrar
el bien.

Toda la descendencia adámica esta manchada por el pecado e inclinada hacia


el mal y para que alguien muerto en delitos y pecados pueda volver a su estado
original necesita si o si de la Gracia Divina. Sin esta no podrá tener la capacidad
de inclinarse hacia el bien; es incapaz por sus meritos humanos.

Para poder esclarecer mejor esta idea una cita de la introducción “Del Libre
Albedrio” dice:

“El hombre puede caer por el libre albedrío, pero no levantarse, pues esto sólo
pertenece a la gracia de Dios; como el que se suicida, que puede quitarse la vida,
pero no dársela.» San Agustín, firme en la teoría platónica del bien, hace consistir
todo el mal en la carencia del bien, de tal modo que una cosa es tanto más mala
cuanto es menos buena. El pecado, que es carencia de bondad del libre albedrío,
no puede venir de Dios, sino de la nada, de defecto de ser y obrar”. 3

3
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.

2
Con esto se refuerza la idea que el hombre caído solo puede levantarse por la
gracia.

Otra cita de Juan Pegueroles que comenta a Agustín en su obra “El


pensamiento filosófico de San Agustín” dice:

“Libramos del bien y servir al mal, está en nuestro poder, es obra sólo nuestra.
Pero una vez nos hemos hecho voluntariamente siervos del pecado, sólo
podemos liberamos del mal y servir al bien, si Dios viene en nuestra ayuda”. 4

Con esta cita se sigue fortificando esta idea de hombre caído que cae por su
propia voluntad pero que no puede levantarse por sus propios medios, solo se va
a ser libre si Dios viene con su auxilio de la gracia.

A razón de la gracia surge también el interrogante de que si Dios viene con su


Gracia ¿Se estaría anulando la voluntad del hombre?

Pero en el pensamiento de San Agustín la voluntad no se estaría anulando.


Siguiendo con Juan Pegueroles en su obra dice:

“San Agustín insiste: la gracia no me arrastra (contra mi voluntad), me atrae. No


es que Dios quiera en lugar del hombre; es el hombre quien quiere, bajo el influjo
de la gracia”.5

La gracia en si no va contra la voluntad del hombre porque como se declara en


la cita anterior, la misma no me arrastra forzosamente, sino que es en cierto
sentido un poder de atracción, que la persona al verse frente a la misma no pude
resistirse y sin ninguna resistencia va a recibir este regalo no merecido siendo
cautivada por tal bien de Dios.

4
PEGUEROLES JUAN, El pensamiento filosófico de San Agustín, Editorial Labor. S. A., Barcelona, 1972.

5
PEGUEROLES JUAN, El pensamiento filosófico de San Agustín, Editorial Labor. S. A., Barcelona, 1972.

2
Para ir culminando esta parte se citará nuevamente de la obra de San Agustín
la siguiente declaración:

“Si el mal radicase en la esencia del libre albedrío, habría razón para culpar a
Dios; pero siendo en sí un bien, su mal sólo puede estar en un defecto de sí
mismo, en un desfallecimiento de la voluntad, dejándose ir tras un bien sensible,
un deleite, pospuesto el bien supremo, Dios”. 6

Entonces que con esto se evidencia como se planteó a lo largo de esta


monografía que; el libre albedrio es un bien de Dios y que no hay manera de
culpar a Dios por la presencia del mal a causa de esta facultad. Sino que el mal es
como se lee en la cita es un “desfallecimiento de la voluntad” en este caso del
hombre, que abusó de este bien divino.

6
SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946.

2
Conclusión

A razón de todo lo presentado anteriormente en el desarrollo de la monografía


sobre el libre albedrio según este gran pensador San Agustín; se puede llegar a
ciertas conjeturas.

Estas sin dudas están en círculo a dos temas importantes de los cuales se
habló de manera muy frecuente. Las cuales son el pecado del hombre caído (mal),
y la Gracia Divina.

La pregunta ahora es; ¿Por qué tomar estos dos temas para sacar las
conclusiones?

Y esto porque, el hombre en estado de inocencia antes de la caída tenía este


libre albedrio intacto, pero como ya se vio anteriormente; producto del desplome
perdió esta facultad de que le permitía obrar libremente el bien y trajo como
consecuencia el pecado.

Por otro lado, la Gracia Divina entra en la ecuación en este gran dilema en el
hecho de ser ese gran auxilio para el hombre imposibilitado de levantarse de esa
caída.

Uniendo estos dos conceptos de Gracia y pecado es donde se puede ver


presente la realidad de que el libre albedrio sin este auxilio de Dios, no es más que
una facultad inactiva del hombre que cayó y es esclavo al pecado.

Por otro lado una realidad en este dilema del libre albedrio es el peligro de caer
en un fatalismo7 y por otro lado tampoco en un liberalismo8.

Es cuestión de ser coherentes y entender que caer en cualquiera de los


extremos sería un extremismo. En relación, se puede decir que un cristiano

7
No hagan nada, dejen que todo lo haga la naturaleza, pues, en cualquier caso, lo que haya de ocurrir,
ocurrirá.
8
Todo depende de mí “yo decido”.

2
regenerado es libre porque Dios lo hace libre y en tanto es libre su libre albedrio es
en cierto sentido regenerado, y de lo contrario una persona sin ser atraída por la
Gracia, está muerta en sus delitos y pecados, por lo tanto no tiene la facultad de
actuar libremente.

2
Bibliografía

HEVIA SANDRA, El libre albedrio y la libertad según San Agustín en las novelas
ejemplares, Revista chilena de literatura n° 24, 1984.

LUTERO MARTIN; De Servo Arbitrio (El Esclavo Albedrio).

PEGUEROLES JUAN, El pensamiento filosófico de San Agustín, Editorial Labor.


S. A., Barcelona, 1972.

PÉREZ HERRANZ FERNANDO MIGUEL, ¿Podemos cambiar? Determinismo y libre


albedrío?, Universidad de Alicante, 2007.

SAN AGUSTIN, Obras de San Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,


1946.

SILOE ABRAHAM, De Libero Arbitrio de san Agustín, Estudiantes de filosofía, 2007,


http://estudiantesdefilosofia.blogspot.com.

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