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EL MAL

El problema del mal ha suscitado diversos conceptos y polémicas, a través de todos los espacios
históricos de la humanidad. Las preguntas han sido múltiples como múltiples las respuestas que
se han tratado de dar acerca de la maldad humana; pero a pesar de ello, la pregunta capital ha sido
tratar de dilucidar el origen del mal. En mi concepto, lo primero que hay que tener en cuenta a
toda respuesta que se pretenda dar acerca del problema es la ideología que arropa a esa misma
respuesta. Si bien es cierto que pueden existir coincidencias conceptuales, también es cierto que
el tratamiento no puede ser el mismo si proviene de una concepción divina como el que proviene
de una concepción objetiva. Cabe entonces la pregunta, ¿si el mal hace parte de la naturaleza
humana, si es algo congénito? o si por el contrario, posee una entidad propia, es un principio que
el cualquier momento puede aguijonear la conducta humana; algo externo que puede asaltarnos.
Debemos aclarar que para llegar a un concepto del mal, ya sea como principio, o como inherente
al ser humano, tenemos necesariamente que partir de su contrario: "el bien". Ambos conceptos se
necesitan, son inseparables. Una definición de uno de los dos, nos lleva necesariamente a tener
que considerar al otro. El tema es espinoso, incita sensibilidades, y en unas cuantas páginas no
podemos agotar lo que se ha tratado durante cientos de años. Por eso en el presente trabajo
delimitare las inquietudes arriba planteadas a algunos tratadistas que esbozaron sus ideas acerca
del problema del mal; pertenecientes ellos a la época medieval, y que debido a la importancia de
sus planteamientos influyeron en posteriores tratadistas que se ocuparon de la misma temática.

Busquemos en ellos, pues, al concepto del mal como entidad o principio o como una parte
inherente, congénita al ser humano; o también como una transgresión a unos principios
establecidos

PLOTINO.

Plotino, el filosofo egipcio nunca escribió textos concretos, lo que se sabe acerca de su doctrina
fue gracias a su discípulo Porfirio, que se dio a la tarea de organizar los escritos con que
preparaba sus lecciones: Porfirio organiza estos escritos en seis grupos de nueve ensayos,
llamadas ""eneadas" (ennéa en griego, significa "nueve") (Atlas Universal de filosofía, océano,
672)
DOCTRINA: LA TRANSCENDENCIA DEL UNO

Plotino es considerado el representante principal y el más influyente de la corriente filosófica


conocida como Neoplatonismo. Dicho movimiento fue fundado en Alejandría por Ammonio
Sacca. Los neoplatónicos se caracterizaron por una relectura e interpretación de los textos
platónicos, a los cuales les dieron un sentido religioso.

Plotino parte de una concepción muy particular de un Dios, que para su caso él llama "el uno".
El uno es el origen absoluto de todas las cosas, de todo lo existente; de el proviene la realidad; él
es el principio unitario del cual se derivan las cosas: "la totalidad". El "uno", la "totalidad" todo lo
abarca, toda la realidad está inmersa en ella sin ser el uno esa realidad: "pluralidad y totalidad
coexisten en el sistema del uno" (Agustín Uña Juárez, Plotino:el sistema del uno, 106). Solo la
totalidad es la verdadera realidad "la parte, para ser algo verdadero, no puede considerarse
aislada, sino dentro de la totalidad" (ibíd. 106). Por eso para Plotino, el movimiento es
estrictamente circular; en el sentido de que todas las cosas tienen la tendencia de regresar al Uno
(viaje de ascenso). Todo lo que del uno proviene se da, no por una intención de creación, como si
se da con el concepto de Dios en Agustín de Hipona, sino porque el uno se basta a sí mismo, esta
fuera del tiempo, no se propone nada porque nada necesita; tan se basta a sí mismo que se
desborda dando, así origen, primero a la inteligencia y esta a su vez, al alma. El alma se compone
de dos partes. La parte superior se halla en relación directa con la inteligencia, su fuente; y la
parte inferior con la materia. El alma se encarna en los cuerpos; es decir, el alma se mueve entre
el mundo inteligible (pues de ese mundo viene) y entre el mundo sensible; es por el alma
entonces que conocemos la realidad. El uno no se agota en si mismo cuando las cosas emanan de
él; y lo que emana de él es inferior: " Las cosas tienen existencia gracias al uno, y no solo la
existencia sino a la vez el lugar que él les asigna" "… ya es una deficiencia el tener necesidad de
un lugar" (Plotino, eneada I).

Como se dijo anteriormente, todas las cosas que han emanado del uno deben de volver a él
(movimiento circular); pero ¿Cómo se puede volver al uno, como se concibe en Plotino ese viaje
de ascenso.

EL MAL EN PLOTINO
Aclaremos que el "uno" es inefable, no se puede definir, no se puede delimitar porque no ocupa
un lugar especifico; ni siquiera se puede definir como el bien máximo sino que, él, es el bien que
se encuentra por encima de todos los bienes. En otras palabras, el uno no se puede pensar. El
único vehículo para llegar al uno es el Alma, pero el alma no puede estar poseída por ningún
objeto, deber estar libre y pura de esa materialidad la cual había generado "El alma debe estar
desprovista de formas para que no asiente en ella obstáculo alguno que le impida verse llena e
iluminada por su naturaleza primera" (eneadas I). Esa naturaleza primera es pues el uno. El alma
debe, pues, volverse sobre si misma(hacia su interior), apartarse del mundo material que
genero(iniciar el camino de la contemplación). Podríamos entonces decir que, si queremos
encontrar esa unión con el uno, debemos caminar hacia dentro de nosotros mismos, volvernos
hacia nuestra interioridad y olvidarnos de todo aquello que nos impida conseguir este objetivo.
Apartarnos de nosotros mismos es apartarnos del camino que nos puede llevar hacia la unión con
nuestro principio generador; "nosotros tendemos hacia ese principio, no el principio hacia
nosotros; y si no lo hacemos tendemos hacia la "destrucción", hacia el "empequeñecimiento".
Cuando tendemos hacia el tendemos hacia nuestro bien, "allí el alma descansa de todos los males
y se retira a una región limpia de todo mal, conoce de manera inteligente…" Es aquí que
encontramos implícito el concepto del mal en Plotino. El desconocimiento de nosotros mismos es
una forma de huir de nuestra esencia; si nos distraemos y nos quedamos en el mundo de la
materia, lo que hacemos es alejarnos del camino que nos hace regresar hacia nuestra verdadera
vida y es volvernos a encontrar con esa "totalidad" de la cual hemos venido y de la cual nos
hemos olvidado; purificando nuestras almas volvemos al camino verdadero. En Plotino no
encontramos un concepto del mal como una entidad, un ser con existencia propia; el mal es
simplemente el apartarnos del camino que nos lleva, de nuevo, a esa unión con el uno( a través
de nuestro mundo interior, desprovisto del mundo corporal); el mal es, entonces, "ausencia de
bien"; como veremos enseguida, es el mismo concepto que encontraremos en Agustín de Hipona"

AGUSTIN DE HIPONA

Si dios es bueno ¿Quién ha creado el mal? y si existen tantos males ¿Qué sentido tiene la
existencia de un dios misericordioso? Estos y muchos interrogantes son los que se le han
cuestionado a las diferentes religiones, especialmente a la Cristiana por su concepción particular
de un Dios (Si Dios ha creado el mundo, ¿ha creado también el mal?. Miremos, por su parte, que
dice Agustín acerca a los anteriores cuestionamientos:

"… yo afirmo que tu, oh nuestro Dios, eres el creador de toda criatura. Y si por el nombre de
cielo y por el nombre de tierra se entiende toda criatura, yo me atrevo a afirmar que, antes de
crear el cielo y la tierra, Dios no hacía nada. Y si de hecho, estaba haciendo algo ¿Qué otra cosa
podía hacer, más que crear una criatura?" (San Agustín, confesiones). El primer paso de Agustín
en este texto es, pues, poner a Dios fuera del tiempo y del mundo por el creado; pues al crear el
mundo creó a su vez el tiempo, de no haber sido así el tiempo nunca habría existido. Y es apenas
lógico que la respuesta agustiniana sea esa. Supongamos un Dios que parta para su creación de un
tiempo existente, necesariamente, este no sería un Dios Atemporal sino inmerso el tiempo; y el
tiempo que todo lo muda y lo cambia habría tenido el mismo efecto para el creador que hubiera
estado dentro del. La inmanencia de Dios es necesaria para cualquier tipo de doctrina que
pretenda apuntalar el origen del mundo como producto de una creación: "Tus años son una sola
jornada, y tu jornada no es cada jornada porque tu hoy no da paso al mañana y no se convierte en
ayer. Tu hoy es la eternidad" (Agustín, confesiones). Solucionado el problema del tiempo con un
dios que esta fuera de él, pero que a su vez es creador de todas las cosas, partiendo de un acto
consciente y voluntario, se le puede endilgar, entonces, que dentro de sus creaciones esta el mal
que campea sobre el mundo y sobre los hombres?. La solución Agustiniana a este
cuestionamiento es que "el mal no existe en sí mismo, sino que es ausencia o limitación del bien.
El mal es un puro no-ser"; con esta respuesta Agustín, sale una vez más al paso de quienes
atribuyen el mal como una creación de Dios. Vemos como Agustín introduce un concepto del
"mal" considerándolo no como una entidad externa ("el mal no existe en sí mismo"); tampoco
como una lucha en el interior del hombre o como una creación divina para castigar, sino como
una consecuencia de un comportamiento; pero ¿cómo tiene que ser ese comportamiento para que
se pueda afirmar que el hombre ha incurrido en algo malo? para entender esta situación miremos
lo que dice el mismo Agustín en su texto "de vera religione":

"…Dios, inmutable trinidad, pues con su infinita sabiduría las hizo y con suma benignidad las
conserva (por supuesto se refiere a las criaturas de su creación)*. ¿para que las hizo? para que
fuesen; todo ser, en cualquier grado que se halle, es bueno, porque el sumo bien es el sumo ser.
¿De que las hizo? de nada" (Agustín, de vera religione, cap. 18, defectibilidad de las criaturas)
* el paréntesis aclaratorio es mío.

En la afirmación citada encontramos dos conceptos: un concepto del ser y el concepto del bien.
Según el anterior postulado, Dios hace a las criaturas para que "sean", es decir para que todas las
criaturas comiencen a desarrollarse, para que tengan vida y existencia propia, y a la vez, para que
elijan, para que tengan "autonomía"; se vislumbra ya el concepto en este apartado y que Agustín
desarrollara en otros textos como es el del "libre albedrio". Pero ese ser creado tiene, por decirlo
de alguna manera, un valor agregado y es que ha sido formado "bueno", pues viene del sumo ser
que es el sumo bien. No podría ser de otra manera. Supongamos que Dios en vez de insuflarle al
hombre el bien, por el contrario le haya insuflado el mal ¿ tendría algo que reprocharle si ya nació
destinado para la maldad? En su infinita justicia no tendría que castigarlo; sería casi como
levantar un edificio con sus cimientos débiles para que este destinado a caerse. Es coherente
Agustín en la construcción de su doctrina: ese valor agregado que le ha sido dado por el sumo
bien es lo que tiene que conservar el hombre; cualquier intento de apartarse de esa cualidad es ya
comenzar a caminar hacia el mal, en la medida que se aparta del sumo bien (Dios). Ese mero acto
es ya un "pecado" y para tal quebrantamiento tiene que aparecer necesariamente "el castigo" y
que aun, para ello, existe la misericordia divina, así de grande entonces es la bondad del sumo
ser. De esa bondad habla el mismo Agustín al comienzo de su obra "las confesiones"; cuando
cuenta el hurto de unas peras que cometió en su época de adolescente:

¿Qué fue, pues, miserable de mí, lo que en ti ame, hurto mío, delito mío nocturno, en aquel
decimo sexto año de mi vida? No eras hermoso, pues eras un hurto. Pero, ¿eres acaso algo real,
para que hable yo ahora contigo? Bonitas eran aquellas frutas que robamos, pues eran criaturas
tuyas, ¡oh, tu, creador de todas ellas, sumo bien y verdadero bien! Hermosas eran, pero no fueron
ellas lo que deseo mi alma miserable, ya que yo las tenia mejores. si las corté fue solo para
robarlas…" "…de estos modos peca el alma cuando se aparta de ti y busca fuera de ti la pureza y
el candor que solo volviendo a ti puede encontrar." (Agustín, confesiones)

Agustín muestra recordando su adolescencia, como fue que entro en la maldad, como cayó en el
mal; y es consecuente, entonces, con su definición del mismo; es apartarse del bien, del sumo
ser: "esas criaturas" (las peras Hurtadas) venían del creador, sumo bien y verdadero bien. El hurto
fue la trasgresión, su alejamiento, su pecado. Para su salvación solo necesita encaminarse de
nuevo hacia el supremo ser, quien es, mediante su "misericordia", quien lo redime; quien borra el
mal en el cual había caído. Queda, pues, demostrado así, el concepto del mal desarrollado por
Agustín de Hipona.

En BOECIO, volvemos a encontrar el mismo interrogante que inquieta a Agustín de Hipona: Si


Dios es bueno, ¿Por qué la existencia del mal?. Para Boecio tanto los hombres buenos como los
hombres malos persiguen el bien; en ese sentido hayan la felicidad, ya que para él esa felicidad
consiste en alcanzar el bien. Siguiendo este, camino apartarse del mal, es encaminarse hacia esa
búsqueda y, hasta los malos, dejarían de ser malos. Para Boecio los actos humanos están
constituidos por dos fuerzas: La voluntad y el poder. Esa voluntad se puede definir como "la
disposición para hacer una cosa; es decir, querer hacerla; entre tanto, el poder (como habilidad) es
esa "fuerza que lo impulsa a llevar a cabo lo que quiere, lo que ha decidido ser". Ambas son
necesarias, pues, si el hombre decide realizar un acto pero no tiene de por medio la fuerza que lo
lleve a efectuar el mismo, la voluntad no tiene razón de ser. La voluntad humana tiende siempre
hacia el bien, y aquellos que lo alcanzan son fuertes, mientras que, los que no lo logran, son
débiles. Quienes se sirven de los recursos que la naturaleza les ha dado, son los más capaces.

Como ya se dijo, Boecio considera que tanto el bueno como el malo persiguen al bien; la
diferencia radica en el camino que toman para llegar a él: El primero lo sigue "por el ejercicio
natural de las virtudes" (Boecio, consolación de la filosofía, pág. 172), el segundo siguiendo a sus
pasiones: "los buenos son fuertes, los malos son débiles (ibíd.). Pero los malvados, no solamente
son débiles por no alcanzar el bien, es que este solo hecho los lleva al "no ser", literalmente, dice
Boecio, dejan de existir. Si las cosas respetan el orden de la naturaleza "son", "existen", en tanto
que, lo que no obra de esa manera, niegan su propio ser. Solo tiene poder aquello que se
encamina a la consecución del bien, y en ese sentido alcanzan la felicidad, cosa que el mal jamás
podrá conseguir. Pero alcanzarlo también tiene su valor agregado, ya que el bien es el máximo
premio que podemos alcanzar y, así, como hay un premio también el acto malvado de obtener lo
propio que es el castigo; castigo que consiste en no gozar de las virtudes, por lo tanto no serán
felices y, con el atenuante de que "todo el que es feliz se convierte en Dios" (Boecio, Ibíd., pág.
136).
Boecio conceptualiza al mal, entonces, como aquello que se aparta de la disposición natural que
le ha sido dada para alcanzar la felicidad(el bien); con la connotación de que, a la vez, dejan de
existir; no se les puede considerar hombres, ya que apartandosen del bien, caen muy por debajo
del nivel humano (se bestializan). Para Boecio el castigo es considerado como "algo bueno" que
reciben los malvados, dado que toda impunidad es una injusticia; pero más que el castigo, es su
propia maldad que los hace infelices, su mayor suplicio, su propia desgracia. Boecio afirma que
es más digno de compasión el que ofende, que el ofendido. Si los malvados comprendieran el
valor de las virtudes, aceptarían cualquier caso de castigo con tal de volver por la senda del bien.

Al principio de este escrito dije que, en cualquier concepto, debería buscarse la ideología que
arropa dicho concepto. Como hemos visto en Plotino, Agustín de Hipona y Boecio hay algunas
coincidencias ideológicas y doctrinales. Los tres parten de un principio divino, de un ser superior;
valga aclarar que con ciertos matices en Plotino; pero igual tienen un principio rector; en Agustín
y Boecio "Dios", en plotino "el uno". Pero igual no cambia que parten de un origen. Los tres
coinciden plenamente en que los hombres persiguen un bien, en que ese debe ser su objetivo; a la
vez que deben emprender el camino de vuelta hacia ese principio u origen. Marca la diferencia
plotino en el sentido de que ese principio rector no es ese Dios creador que si encontramos en
Agustín y Boecio, tampoco encontramos conceptos en él como "castigo", "pecado" "conciencia".
El uno de plotino no necesita crear, solo se desborda y en esa acción se genera la realidad. De
otra parte, los tres coinciden en cuanto al problema del mal se refiere en que, este es un
alejamiento del bien, tampoco es concebido el mal como creación: "pues todo proviene de un ser
bondadoso, el sumo bien", entonces, partiendo de este principio, no podría concebirse el origen
del mal como generado por el sumo hacedor de todo. Si todo lo genero el sumo bien, todo lo que
partió de él es bueno; por ello dejan al mal también fuera del hombre y, cabe entonces; el
concepto del mal como un "alejamiento" de eso que nos fue dado a todos "el bien". Hasta ahí la
coincidencia con plotino. Para plotino, el mal se encuentra como principio en el ultimo escalón
generado por el uno, y ese escalón corresponde a la materia, aunque ese mal de la materia, es
simplemente por estar tan alejada del uno, o sea privación del bien; por lo tanto el mal no es "un
ente". En Agustín y Boecio hay un concepto adicional, si bien es cierto el mal es alejamiento del
bien, también es cierto que se presenta con ello una transgresión, la cual debe tener un "castigo",
pues esa transgresión es un acto de la voluntad del hombre, es una acción de su libre albedrio,
una mala utilización de su libertad (mal moral); caer en el mal es caer en el "no ser". Aunque para
Boecio, el peor de los castigos lo sufre el transgresor, son mas desdichados que los que sufren
una injusticia: "Pues, así como la debilidad es una enfermedad del cuerpo, así el vicio es una
enfermedad del alma" (Boecio, consolación de la filosofía, pág. 145). Se puede concluir que
ninguno de los tres filósofos medievales considera el origen del mal como congénito, como parte
de la naturaleza del hombre; tampoco como un principio; es solo una privación del bien, un
alejamiento de las virtudes que el hombre debe practicar antes de iniciar su camino al encuentro
con su ser supremo.
BIBLIOGRAFIA

1. plotino, Eneadas I, texto Digital

2. Agustín de Hipona, Confesiones libro X

3. Agustín de Hipona, De vera religione, texto digital

4. Boecio, la consolación de la filosofía, libro IV

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