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Universidad Nacional de Tucumán - Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Ciencias de la Educación
Cátedra de Historia General de la Educación y la Pedagogía
Ciclo Lectivo 2022. Docente a Cargo de la Cátedra: Dr. Daniel E. Yépez
Semblanza Personal
San Clemente de Alejandría (Titus Flavius Clemens) fue el primer miembro de la Iglesia de
Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad.
Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216. Clemente no nació en
Egipto como muchos han creído, sino en Atenas según narra el historiador Epifanio Escolástico
(historiador del siglo VI) hacia el año 150. Tal información parece reforzada al constatar que
Clemente contaba con una habilidad avanzada para escribir en griego clásico. Según los
historiadores, los padres de Clemente de Alejandría eran paganos adinerados, de clase social alta.
Clemente recibió una buena educación como se nota por el hecho de que a menudo hace referencia
a poetas y filósofos griegos en sus obras. Viajó por Grecia, Italia, Palestina y finalmente Egipto, en
busca de maestros cristianos. Al final llegó a Alejandría, la «ciudad símbolo» de ese cruce de
diferentes culturas que se da en el helenismo.
Clemente fue alumno de Panteno -en quien reconocería haber encontrado el mejor de sus maestros-,
administrador de la escuela de la catequesis de Alejandría. Cuando Panteno murió, Clemente fue su
sucesor y por lo tanto tomó las riendas de dicha escuela. Uno de los estudiantes más famosos al cual
educó Clemente fue Orígenes. Numerosas fuentes atestiguan que fue ordenado presbítero. Durante
la persecución de Septimio Severo, en 202-203, Clemente abandona Alejandría y tuvo que buscar
refugio en Cesarea junto al obispo Alejandro, quien era obispo de Flaviada en Capadocia
(Alejandro se convertiría luego en el obispo de Jerusalén). Clemente murió poco antes del 215
(vivió en Capadocia esos últimos años).
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Filosofía y Educación
La amplia cultura pagana de Clemente no fue borrada por su encuentro con el cristianismo. Los
filósofos gentiles, Platón en especial, se hallaban según él en el camino recto para encontrar a Dios;
aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo,
que llama a todos para que le sigan. Éste es el tema del primero de sus escritos, el Protréptico o
«exhortación», una invitación a la conversión.
A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, El Pedagogo, el
«Preceptor». Trata de la obra educadora y de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría. Esta
misma idea aparecerá en su tratado Quis dives salvetur, «quién es el rico que se salvará», una
homilía que comenta la escena evangélica del joven rico.
El Logos/Cristo aparece en esta obra aconsejando -a los que se han convertido al cristianismo- qué
enseñanzas deben recibir de modo que puedan llevar una vida conforme a la religión. El Logos es el
gran educador del cristiano por la intermediación de Clemente, quien probablemente se creía
“inspirado” por él al escribir. En el primer libro el Logos enseña los principios generales de la moral
y la vida cristiana; en el segundo, se abordan los problemas de la vida cotidiana y cómo hay que
comportarse en ella como cristianos; en el tercero se tratan más específicamente temas concretos: la
comida, la bebida, la casa, las diversiones, el baño y los perfumes, la urbanidad y la buena
educación, el matrimonio y los hijos. Es la primera vez en toda la historia del cristianismo que estos
temas empiezan a tratase de un modo más o menos sistemático y se comienzan a impartir las
doctrinas que constituirán el núcleo del comportamiento cristiano acrisolado durante siglos. La idea
central de Clemente es que la filosofía de los griegos es la gran obra del Logos, una suerte de tarea
de siglos preparatoria del cristianismo.
Contiene esta filosofía muchas ideas sublimes que estaban preparando a la humanidad para que
pudiera recibir con provecho la verdad que traía el Salvador. Ahora bien, la filosofía no puede
nunca reemplazar a la revelación de Dios: ésta “ciencia” verdadera supera con mucho todo el saber
que pueda aportar la razón. El conocimiento de Dios, que es lo único importante, una vez preparada
a mente por la filosofía, sólo se puede alcanzar por medio de La Biblia y el contacto personal con la
divinidad por medio de una vida buena y honesta y la oración.
Aceptó la filosofía como instrumento, para trasformar la fe en ciencia y la revelación en teología.
Clemente no quería otra cosa que la fe como base de su especulación. El campo especial que
Clemente cultivó le llevó a insistir en la diferencia entre la fe del cristiano ordinario y la ciencia del
perfecto y sus enseñanzas en este campo son muy características de él. El cristiano perfecto tiene
una visión de los grandes misterios del hombre y de la naturaleza, de la virtud -que el cristiano
normal acepta sin una visión clara. Muchos creen que Clemente exagera en la moral digna de
conocimiento religioso; aunque debe recordarse que alaba no el mero conocimiento estéril, sino el
conocimiento que se convierte en amor. Lo que él alaba, es la perfección cristiana -el verdadero
gnosticismo del que Clemente gusta describir como que lleva a una calma inalterable. Y aquí, sin
duda, las enseñanzas de Clemente están tintadas de estoicismo. El cristiano perfecto lleva una vida
de devoción total; el amor de su corazón le lleva siempre a una más íntima unión con Dios por la
oración, al trabajo para la conversión de la almas, al amor de sus enemigos y hasta a sufrir martirio.
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San Agustín de Hipona (354-430)
Autores: José Cruz y Karla Rangel
https://red.unid.edu.mx/index.php/blog-edu/san-agustin
Del “Maestro"
Aurelio Agustín nació en el año 354 en Tagaste, población de Numidia en el África. Su padre
Patricio era un pequeño propietario rural, de origen pagano que se convirtió al final de su vida.
Mónica, su madre, era por el contrario una fervorosa cristiana, que fue una motivación latente en el
joven Agustín para buscar respuesta a sus inquietudes intelectuales. En su juventud, San Agustín
cultivó los estudios clásicos Griegos y Latinos; a los 19 años, atraído por la Filosofía, perteneció a
la secta del Maniqueísmo, cuya postura ideológica indica que en el mundo existen dos vertientes: el
mal y el bien, que dependen uno del otro para subsistir.
Fue docente de Retórica en Cartago, Roma y Milán; recibió una influencia directa del Obispo San
Ambrosio, por el cual se convierte al Cristianismo. Es ordenado Sacerdote por el Obispo Valerio,
sacerdote en su ciudad natal; posteriormente fue consagrado obispo de Hipona; fundó monasterios y
escuelas para la formación de sacerdotes. San Agustín falleció en el año 430, a los 76 años de edad.
Es considerado uno de los grandes filósofos del periodo Patrístico. Enalteció el valor de la
enseñanza y el valor del juego frente a la disciplina, basada en el empleo de castigos.
La Educación
Las teorías sobre la enseñanza y el papel del maestro en la sociedad son antiguas, el Maestro, el
Pedagogo, dejó de ser un esclavo (recordemos que en la época Clásica los Paidagogos, quienes
cuidaban y transmitían conocimientos a los niños eran los esclavos) para llegar a ser un Profesor;
así, a lo largo y ancho de la edad media, podemos encontrar grandes personajes que se ocuparon de
la educación, ellos son: Agustín, Isidoro de Sevilla, Anselmo de Canterbury, Buenaventura, Tomás
de Aquino, Duns de Escoto.
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San Agustín se interesa más por una educación de raíces platónicas, fundadas en las ideas innatas;
uno de los frutos de su investigación es el breve, pero interesante diálogo filosófico "Del maestro",
del que a continuación se presentan ideas generales.
Enseñanza-Lenguaje
San Agustín inicia su escrito con la siguiente interrogante: ¿Para qué sirve el lenguaje? Se dio
cuenta que no puede haber educación-enseñanza, sin el lenguaje, por eso le pregunta a Adeodato: -
Cuando hablamos ¿qué pretendemos transmitir? Adeodato responde: -"…o enseñar o
aprender". Agustín no está de acuerdo completamente con la respuesta del interlocutor, prefiere que
se diga que solamente “enseñar”, ya que aún el que habla para aprender lo hace enseñando o
manifestando que quiere algo del interlocutor. Agustín habla de un recordar, que en el fondo es un
enseñar, no tanto a los demás, cuanto a nosotros mismos; cuando hablamos tratamos de fijar algo en
nosotros, así los dos fines de nuestro lenguaje son enseñar y recordar.
El Maestro Interior
El maestro tiene que estar bien preparado para que su lenguaje clarifique las dudas y pueda
proporcionar adecuadamente los signos necesarios para la enseñanza; nadie puede enseñar algo que
no sabe, no podemos obligar a los niños a través del golpe a aprender, se debe transmitir el
conocimiento a través del juego, enseñar a pensar; por tal motivo el maestro tiene una función
simplemente estimulante de la actividad personal del educando. Dios es el único que puede infundir
en la mente humana la luz intelectual que nos hace distinguir la verdad del error; aprender porque se
está obligando, es una aborrecible pedagogía, nadie en efecto, obra bien si obra contra su voluntad,
aunque sea bueno lo que hace. ¿Tú aprendiste voluntariamente?
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San Isidoro de Sevilla y la Educación (556-636)
Autor: F. A. Diez González
Anrama y Educación
San Isidoro de Sevilla y su “Etimologías”. Enorme Enciclopedia que condensa los saberes de ese tiempo.
Su Concepción Educativa
San Isidoro defiende de la educación las etapas por las que atraviesa el niño, desde que nace hasta
que recibe una educación procedente del pedagogo. El papel que este ejerce, la ocupación en el aula
escolar, los métodos y procedimientos de enseñanza, y por último, la metodología que utiliza. Todo
esto, según el ámbito educativo. Para San Isidoro, se debía de enseñar para conseguir que una
persona fuera un auténtico ciudadano. Por lo tanto, planteó un programa educativo destinado a
aquellas familias acomodadas pertenecientes a la nobleza.
Alegaba que la educación de un niño comenzaba desde que nacía, a cargo de la nodriza de este,
hasta que empezaba a hablar, que la educación pasaba a estar en manos de un pedagogo, encargado
de su aprendizaje. Un pedagogo se encargaba de que el niño establezca un buen comportamiento,
enseñándoles a manifestar pudor, sencillez y limpieza del alma, mediante su conducta, haciendo que
corrijan los andares pretenciosos, y que anden con equilibrio y gravedad, ni pesado ni nervioso.
La función de la enseñanza en la época, era la de preparar al clero para la Iglesia (educación basada
en la religión), y también, en formar a guerreros y gobernantes, para que establezcan el orden en la
Patria.
En el aula, el maestro se sienta en una silla o taburete, mientras que los niños se sientan en el suelo,
alrededor de este. Allí aprendían cálculo (deletrear el alfabeto), mediante la técnica que el profesor
utilizaba, de presentar los signos grabados en piedras (también llamadas cálculos), para que así el
alumno, pudiera reproducirlos en su tabla de cera con el punzón (o estaquiello). Una vez grabados
los símbolos en las tablas, los alumnos ayudados por el maestro, formaban las sílabas, y después las
palabras, y así, adquirían el vocabulario.
La memoria, en esta época, es un factor clave para el aprendizaje de los niños, ya que el maestro
repetía todas las frases, las veces necesarias, para que los alumnos las aprendieran. Hoy en día, esta
metodología, no sería del todo válida para el aprendizaje, y no es aconsejable, bajo mi punto de
vista; aunque hay docentes que no opinan lo mismo. Por otro lado, todos los maestros seguían el
mismo procedimiento con los alumnos, leer el contenido correspondiente, explicarlo, y luego,
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contestar a las dudas de los alumnos. Este ejemplo, sí es muy utilizado hoy en día en nuestro ámbito
educativo. Para San Isidoro es muy importante saber leer correctamente, por ello, para él, es
imprescindible que los niños sepan colocar los acentos correctamente, ya que provocan que se lean
las palabras de manera errónea y que incluso, se induzcan al error. Los alumnos deben educar su
voz, para que sea agradable y varonil, ya que sólo estudiaban los hombres; y que aprendan a leer,
sin mover el cuerpo, ni balancear la cabeza y sin hacer ruidos, ya que la lectura era una actividad
muy recomendada e importante (matiz que durante toda la historia, se ha ido transmitiendo de
generación en generación, y que hoy en día se sigue pensando).
San Isidoro era un enamorado de la música, ya que para él, esta es totalizadora y nada se puede
concebir sin ella. Defendía que en las escuelas se tenían que impartir esta asignatura, para que el
niño aprendiera a cantar y a modular la voz. Los niños que estaban destinados a las labores
religiosas, aprendía el "Antifonario Litúrgico", y los alumnos que iban destinados a la Patria, los
seglares, aprendían canciones guerreras.
El sistema isidoriano en la educación física, consistía en el adiestramiento del cuerpo. Los alumnos
debían ejercitar sus músculos para hacerlos más fuertes y flexibles; cuerpos viriles para los jóvenes
godos, que puedan ganar con astucia a los “zorros”, y con fuerza a los “toros”. Con el
entrenamiento del cuerpo se consigue la resistencia, la fortaleza, la maduración del propio individuo
y la belleza corporal. En el “Método de Educación de un Joven Príncipe”, se indican cuáles deben
ser las disciplinas que se deben impartir para educar a los jóvenes, como buenos ciudadanos. Estas
son la gramática, la dialéctica, las Escrituras Sagradas, las leyes, la aritmética, la filosofía, la
medicina, la música, la geometría y la astronomía. Es decir el Trivium y Cuadrivium.
Etimologías
Etimologías (Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti) es la obra más conocida
de San Isidoro de Sevilla. Toma su nombre del procedimiento de enseñanza que utiliza: explicar la
etimología de cada palabra relacionada con el tema, muchas veces de forma algo forzada y
pintoresca. El título también puede provenir de la materia de la que trata uno de los veinte libros de
los que se compone la obra (concretamente el décimo). Fue escrita por Isidoro poco antes de su
muerte, en la plena madurez (627-630), a petición de Braulio, obispo de Zaragoza.
Se trata de una inmensa compilación en la que se almacena, sistematiza y condensa todo el
conocimiento de su tiempo. A lo largo de gran parte de la Edad Media fue el texto más usado en las
instituciones educativas. También fue muy leído durante el Renacimiento (al menos diez ediciones
fueron impresas entre 1470 y 1530).
Gracias a esta obra, se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la
España visigoda. Esta recopilación de la cultura clásica fue tan apreciada, que en gran medida
sustituyó el uso de las obras de los clásicos cuyo saber recoge, de modo que muchas dejaron de ser
copiadas y están perdidas, como por ejemplo las obras del gran erudito romano Marco Terencio
Varrón. San Isidoro poseyó un gran conocimiento de los poetas griegos y latinos. Entre todos, cita
ciento cincuenta y cuatro autores. Muchos de ellos los había leído en los textos originales y otros en
las compilaciones en uso para su época. Puede tratarse perfectamente de la primera Enciclopedia de
la historia de Europa después de la antigüedad. Por lo que respecta al estilo de la obra, es conciso y
claro, y en cuanto a su orden, admirable. Braulio, a quien Isidoro la envió para su corrección, y a
quien la dedicó, la divide en veinte libros. Los tres primeros libros introducen el Trivium y
el Quadrivium.
Todo el primer libro está dedicado a la Gramática, incluida la Métrica. Imitando el ejemplo
de Casiodoro y Boecio preservó la tradición lógica de la escuela reservando el segundo libro para
la Retórica y la Dialéctica y el tercero para las Matemáticas.
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Universidad Nacional de Tucumán - Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Ciencias de la Educación
Cátedra de Historia General de la Educación y la Pedagogía
Ciclo Lectivo 2021 – Docente a Cargo: Dr. Daniel E. Yépez
La Educación Medieval
Ficha de Documentación- Fragmento:
Autor: Daniel Enrique Yépez
Licenciado en Pedagogía
Magíster en Ciencias Sociales - Orientación Historia
Doctor en Ciencias Sociales - Orientación Historia de la Educación
Profesor Asociado a Cargo de la Cátedra
El Gran Consejo representaba el poder oficial y ejercía su preeminencia en los asuntos públicos del
pueblo hebreo. Estaba formado por: Los sumos Sacerdotes, pertenecientes a determinadas familias
religiosa, ocupaban los altos cargos de la administración del templo y decidían sobre la formación
del pueblo, no sólo religiosa.
Los saduceos eran conservadores en lo religioso y en lo político, se adaptaban con sentido práctico
al dominio romano porque procuraban mantener el orden y continuar con su situación de privilegio.
Los fariseos eran oficialmente expertos en teología y en leyes, seglares devotos, enseñaban al
pueblo las prácticas religiosas y las formas de cumplir la ley, por esta razón se consideraban a sí
mismos, los únicos y auténticos educadores, el pueblo reconocía su autoridad y respetaba el status
social de que gozaba. Los nacionalistas (zelotas) constituían un movimiento social-político
importante, anhelaban la liberación política, social, y económica de Israel, que sería fruto de la
lucha armada. Los samaritanos eran la clase social integrada por colonos de otras naciones y razas.
En estas circunstancias Jesús predicó su mensaje de salvación, y del reino de los Cielos. Esta
doctrina pretendía ser una religión única, verdadera y universal, y suplir las falsas creencias de otras
religiones, paganas, caídas ya en el descrédito. Cristo enseñó con lenguaje sencillo, profundo,
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concreto, exento de sutilezas, accesible a todos los habitantes, cualquiera que sea su capacidad de
entender. Cristo alternó el discurso con el dialogo o coloquio, expuso las verdades que interesaban a
la fe y que constituían el cuerpo dogmático y fundamental de la fe cristiana; con el dialogo Cristo
predicó su enseñanza en un estilo familiar y directo que hizo más viva la comunicación con sus
discípulos. En cuanto a la forma interna, explicaba la verdad en sentido real o en sentido figurado
mediante ejemplos y parábolas. Las notas esenciales del mensaje pedagógico del cristianismo eran:
a) El hombre debía mantener un orden natural en la tierra, al mismo tiempo que debía intentar su
salvación natural y sobrenatural; b) Los cristianos debían presentar una maduración y educación
propias muy desarrolladas. Tenían que transformarse agentes culturales de la nueva religión; c)
Debían tender a la maduración humana y a la maduración cristiana.
La Catequesis
La catequesis significaba, enseñar a viva voz, es la acción de enseñar y presentaba diferentes
modelos: a) en primer lugar, estaba el modelo más simple que era el de San Pedro, referido a los
Hechos de los Apóstoles, que trataba esencialmente de la fe en Dios, y en su hijo Jesús; b)
Posteriormente la catequesis extiende poco a poco su contenido y se configuró en torno al Credo o
Símbolo de los Apóstoles, a las instrucciones sobre el bautismo, la eucaristía, y la oración
dominical.
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2. Instrucción “enciclopédica”. Las sietes disciplinas que constituían la antigua “encyclos paidea” y
preparan la educación filosófica.
3. Filosofía. Era la base principal del saber del hombre. Clemente afirmaba que Dios, por medio de
la iluminación proporcionada por el Logos anticipaba la verdad a los griegos en la filosofía, como
preparación para la fe.
4. La filosofía era: a. Conocimiento práctico de la vida; b. Procedimiento para ir de las cosas
sensibles a las realidades inteligibles; c. Preparación para la sabiduría y la virtud; d. Ciencias de las
cosas divinas y humanas, presentes y futuras.
5. La filosofía griega era el fundamento de la filosofía cristiana: a. Fe. Era otra forma de
conocimiento, superior a la filosofía. La verdad, objeto de fe, se manifestaba en las Sagradas
Escrituras. Era la perfección del conocimiento; b. Gnosis, era el conocimiento más profundo de la
verdad; representaba el momento culminante del caminar del hombre; la gnosis era saber humano,
en toda su integridad, o, lo que es igual, el saber cómo vida, en el que confluía la fe, el
conocimiento racional y la perfección moral.
La gnosis era una iluminación, una comprensión, un estado habitual de contemplación. La
pedagogía de Clemente estaba impregnada de un sabor místico, que significaba el principio y punto
de partida de toda pedagogía cristiana, ascética o mística. Fue el primero que intentó probar con
argumentos filosóficos las verdades del cristianismo y reducirlas a un sistema coherente y bien
estructurado. Entendía que el saber era un camino gradual que el hombre realizaba: fe, gnosis y
sabiduría o contemplación. La Fe era el grado inferior, el más sencillo de poseer; la gnosis
implicaba un conocimiento exacto de las cosas; la sabiduría o contemplación divina era el grado
más perfecto de conocimiento, porque el hombre por ella se quedaba cara a cara con Dios. El fin de
los seres humanos era el retorno de Dios. Y varios eran los caminos que debían seguir, unos
naturales y otros sobrenaturales: a. El conocimiento, como procesa dialéctico de lo sensible a lo
intelectual; b. La auto-contemplación de alma, por la que el hombre, creado a semejanza de Dios,
veía en su propia imagen la huella de Dios; c. La purificación, del propio espíritu, para que tal
contemplación resulte más fiable y Dios se muestre con mayor nitidez; d. La gracia, recibida, por la
redención de Cristo, elevaba al hombre de buena voluntad a la visión de Dios; e. El fortalecimiento
del alma, por la luz sobrenatural que la visión directa de Dios reportaba al hombre.
Es significativo el carácter metódico y didáctico con que muchas de sus obras están escritas.
La teoría educativa de San Agustín era La Pedagogía de la Verdad, porque toda ella gravitaba en
torno a Dios, como verdad creadora, subsistiendo en el hombre (versión ontológica). Verdad
iluminadora del entendimiento (versión gnoseológica), y Verdad beatificante (versión ética). En el
pensamiento agustiniano, Dios se hallaba en el centro culminante, hacia donde el hombre orientaba
todas sus aspiraciones: “caminaba” hacia su perfección óntica o existencial, que no consistía en otra
cosa que ser el que era, intentando conocer la verdad auténtica que estaba en su interior, y tendiendo
a la vida bienaventurada para la que Dios lo creó.
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La Verdad Iluminadora
En líneas generales significaba el concurso especial de Dios, para que la inteligencia del hombre
pudiese entenderse con las verdades inmutables, eternas y necesarias, que vislumbraba en su
morada interior. Dios era luz por la que y en la que contemplábamos la verdad. La instrucción
cristiana debía proponerse un doble objetivo: a. La voluntad de renunciar a toda realidad exterior, el
deseo de conversión íntima y de perseverancia en tal estado de interioridad; b. La conversión
intima, cuyo fundamento se hallaba en la inmanencia de la razón, por la que el hombre se replegaba
sobre sí mismo para saberse y conocer su verdad, que era reflejo de la Verdad. Esto lo exponía a
riesgos y a graves tentaciones: el amor a sí mismo, y a la aspiración de ser principio de si mismo y a
reinar sobre sí mismo y sobre su cuerpo.
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El maestro medieval, personificado en un fraile, impartiendo la lectio
El hombre, Creado por Dios, era la síntesis de la realidad cósmica. Estaba compuesto de cuerpo y
alma, el cuerpo era a su vez, composición de los cuatro elementos que conforman la materia
original del mundo. El alma era sustancia incorpórea. Para Isidoro el alma no formaba parte de la
sustancia divina, ni de la naturaleza; sus funciones, por tanto, nacían de su peculiar forma de ser:
sentir, recordar y querer. De acuerdo con su dualidad humana, el hombre, belleza finita y temporal,
tendía a la contemplación de Dios, belleza infinita y eterna, por lo tanto el saber lo realizaba a través
de la contemplación de las cosas sensibles, con las que se contactaba gracias a su cuerpo, y en las
que reflejaba la belleza divina.
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Las Etimologías
Aunque en las etimologías no responde con exactitud al contenido de la obra, pretende significar,
sin embargo, el hecho de que analizando y comparando las palabras en su sentido, su origen, y su
composición, se llega a conocer lo esencial.
Existía un concepto que perduró en toda esa época, el de la ciudad universal, que adquirió presencia
constante en la historia de occidente. El contraste, heterogéneo y dinámico, de la Alta Edad Media,
compuesta de elementos antitéticos, evolucionó, a partir de la época de Carlomagno hasta el siglo
XI y XII, hacia una cosmovisión, en la que tales elementos constitutivos perdieron ingenuidad,
permitiéndole adquirir mayor capacidad de ajuste. Alcuino de York.
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Educación y Vida Mística
Su concepción del saber estaba íntimamente ligada a la educación a los valores de verdad, belleza, y
bondad, los cuales se hallaban insertos en los bienes propios de este mundo. El hombre estaba
formado por un alma dotada de memoria, inteligencia y voluntad, símbolo trinario que hacía que el
ser humano se distinguiera de los animales por el ejercicio de la razón y el uso de la libertad. A su
vez y por intermedio el cuerpo, dotado de sentidos, el hombre era capaz de percibir el mundo.
A partir de este presupuesto humano Alcuino balbuceaba una educación de signo ascético:
a) las cosas o bienes del mundo por ser obra de Dios, eran verdaderas, buenas y bellas y
b) el hombre podía llegar a Dios a través de ellas, siempre que las sublimara espiritualmente;
c) El camino del hombre hacia Dios implicaba una continua renuncia a disfrutar de las cosas, una
purgatio de todo aquello que lo ligaba al mundo.
Sujeto de educación, en la medida que podía disponerse bien para obrar e investirse de hábitos
operativos. El hábito residía en el alma en cuanto a sus potencias, porque la habitud se forjaba a
partir de la operatividad, así principalmente los hábitos se encontraban dentro del alma. El carácter
racional de la teoría educativa de Santo Tomás era notable en el tema de los hábitos.
El sometimiento de las potencias sensitivas y vegetativas a la razón los hacía educables, y en la
medida en que la razón se hiciera a través de ellos fácilmente, más educables serían, y cuanto más
rebeldes a la razón, menos educables. Los hábitos, que tenían al alma como sujeto inmediato y
directo, y que fluían directamente por su devenir operacional, se conformaban a partir del
entendimiento y de la voluntad. La voluntad era también, otra causa material de la educación, en
cuanto que admitía hábitos que la disponían adecuadamente a los actos que le eran propios.
d) Causa formal. La forma de la educación era accidental y no sustancial puesto que la educación
era el accidente que acontecía en la sustancia del hombre. La forma de la educación pertenecía al
accidente de la cualidad, si consideramos a la educación dinámicamente. Vista desde el agente que
la producía, pertenecía al accidente de la acción. Vista desde el paciente que la producía, pertenecía
al accidente de pasión. El hábito (lo habitual) era una cualidad estable -difícilmente movible- que
disponía adecuadamente el sujeto en su naturaleza o en sus operaciones.
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Universidad Nacional de Tucumán - Facultad de Filosofía y Letras
Licenciatura y Profesorado en Ciencias de la Educación
Catedra de: Historia General de la Educación y de la Pedagogía
Ciclo Lectivo 2022 - Docente a cargo: Dr. Daniel E. Yépez
Alcuino de York en la corte del emperador Carlomagno, coronado Emperador del sacro Imperio Romano-Germánico el
25 de Diciembre del año 800
.
Los orígenes del movimiento filosófico medieval están ligados al esfuerzo de Carlomagno por
mejorar el estado intelectual y moral de los pueblos que gobernaba y por hacer retroceder la
barbarie introducida por las sucesivas olas de invasores. Para llevar a cabo esta tarea, el Emperador
se propuso restablecer las escuelas (las antiguas romanas habían desaparecido y las cristianas eran
de una calidad ínfima) dotándolas de un programa de estudios inicialmente de bajo nivel pero con el
tiempo cada vez más exigente. La importancia de esta empresa justifica que se pueda hablar con
razón de un Renacimiento carolingio en el sentido fuerte. El planteamiento historiográfico, que
considera la época carolingia como de mera transición, y sin entidad propia, bajo el punto de vista
cultural, está ampliamente superado, pues desde los albores del Imperio y en los sectores más
diversos, desde la arquitectura sagrada a la música y a la literatura latina, desde la hagiografía hasta
la filología, de la teología a la poesía, se alcanzan resultados que representan puntos culminantes y a
veces logros de valor absoluto.
El plan de una educación profesional y formal exigía a su vez la elección de un plantel de maestros
de reconocida preparación y competencia. La institución en que, con carácter ejemplar, Carlomagno
puso en práctica su programa de reestructuración cultural fue la nueva Escuela Palatina de
Aquisgrán, para la que reclutó a un grupo de maestros procedentes de las diversas regiones del
imperio: Irlanda, Inglaterra, Italia, España, Germania, etc. La figura central de este grupo selecto de
maestros, el instrumento y verdadero mentor de la reforma carolingia, fue el inglés Alcuino de York,
al que acompañaron en la Escuela Palatina los maestros italianos Pedro de Pisa, Pablo el Diácono,
Paulino el Gramático, los españoles Agobardo y Teodulfo, el irlandés José Escoto, el anglosajón
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Wizo (Cándido), el germano Leidrado, los francos Angilberto y Modoino, y de Inglaterra el propio
Fridegiso.
Alcuino se distingue del grupo reunido en Aquisgrán, no por poseer un talento o saber superior, sino
por su papel de misionero y apóstol de la cultura latino-cristiana de los monasterios de York y de
Jarrow, en la Francia carolingia, en donde esta cultura estaba perdida. Ocupaba, de alguna forma, en
la corte de Aquisgrán, el cargo de Ministro de Instrucción. De hecho fue el consejero más próximo
y atendido de Carlomagno, y tuvo un papel de primer orden en la restauración del Imperio en el año
800. Como escribió Gilson y recuerda Alain de Libera:
«La verdadera grandeza de Alcuino reside en su persona y en su obra civilizadora, más bien
que en sus libros […]. En sus cartas y en sus tratados se expresan su admiración profunda por
la cultura antigua y su voluntad de mantenerla». La anónima Vida de Alcuino nos presenta a
este prefiriendo al pagano Virgilio a los Salmos, y rehusando dejar su celda, donde leía
la Eneida a escondidas, para asistir al oficio nocturno.
Los compañeros de Alcuino -con una preeminencia de la representación anglosajona a la que
cabe atribuir la línea específicamente filosófica del entourage de Carlomagno- representan la
élite de los hombres de letras reunidos por el Emperador, verdadera muestra de una
nueva unanimitas, de un nuevo espacio común de diálogo y encuentro, eje del ambicioso
proyecto de una cultura unitaria, aunque sustentada en una flexible articulación
entre universalismo y peculiaridades nacionales: multiplicidad de las razas y naciones / unidad
del imperio y de la confesión religiosa. Este era el significado específico que tenía la idea de
Europa –palabra que empezó a emplearse entonces con frecuencia y de forma novedosa– como
centro cultural, más que político, de irradiación artística filosófica y literaria. Alcuino, en un
arrebato tan entusiasta como ingenuo, llegó a considerar la Escuela Palatina superior a la
Atenas de Pericles, Platón y Aristóteles. En una carta a Carlomagno, Alcuino declara su
ambición: «Levantar una Atenas nueva, más aún, una Atenas muy superior a la antigua, porque
al estar enriquecida por la plenitud de los siete dones del Espíritu Santo sobrepasa la sabiduría
de la Academia».
Alcuino procedía de la escuela catedralicia de York, donde bajo el magisterio del arzobispo Egberto
(discípulo a su vez de Beda el Venerable) y de Aelberto, había entrado en contacto en la bien
provista biblioteca de la Escuela, no sólo con las Sagradas Escrituras y los tratados eclesiásticos,
sino también con la obra de autores como Cicerón, Virgilio, Ovidio, Plinio y Boecio, modelos de
escritura en verso y prosa. La corte de Carlomagno no era ciertamente una segunda Atenas, pero no
deja de tener su gracia el entusiasta juego juvenil de ponerse sobrenombres de personajes antiguos.
Así, Alcuino se hacía llamar Horacio; Carlomagno, David; Leidrado, Homero; Teodulfo, Virgilio,
etc. Asimismo compartió el empeño de su maestro por conservar y difundir las artes liberales (el
Trivium y el Quadrivium completos) y hacía lo imposible por contagiar a los alumnos su propio
gusto por el estudio.
En una instrucción o capitular de la corte del año 787, probablemente escrita por el propio Alcuino,
se encuentra una precisa descripción de los objetivos educativos y culturales que se propone
alcanzar la Escuela, y se alegan las razones para cultivar e institucionalizar el estudio de los dos
grupos de las artes liberales: las tres artes de la comprensión, de la expresión y del pensamiento, es
decir, gramática, retórica y dialéctica –el trivium–; y las cuatro artes o medios para conocer el
mundo, o sea, aritmética, geometría, astronomía y música, concebida esta última como el estudio de
la armonía de las cosas. Las artes liberales se consideraban necesarias para la comprensión de las
Escrituras, porque como estas se sirven de imágenes, tropos y otras figuras similares, cuya
interpretación exige el conocimiento de la gramática y de la retórica, y, por otra parte, la propia
filosofía se apoya en ellas como en siete etapas o siete pilares para alcanzar la sabiduría.
El propio Alcuino en su tratado de Gramática habla de las siete artes liberales como de Septem
Gradus Philosophiae. Y este era, efectivamente, el marco en el que se estudiaba la filosofía,
centrada principalmente en el pensamiento platónico y lastrada por un conocimiento limitado del
aristotelismo (sólo se estudiaban y comentaban las Categorías y Sobre la Interpretación con las
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glosas de Porfirio y de Boecio). Sin embargo, no todas las artes se estudiaban por igual, pues el
énfasis se ponía especialmente en la gramática y en la retórica, y cuando más tarde el péndulo del
interés se incline hacia la dialéctica, se habrá producido un cambio de importancia capital para el
desarrollo de la filosofía y teología escolástica.
Por su parte, la teología se concentraba en una interpretación textual de la Escritura, bajo el triple
aspecto literal, etimológico, simbólico y moral. Se trataba de una teología hermenéutica
fundamentada en un fuerte sentido de la autoridad de la escritura y de las Escrituras, y en la idea de
la inagotabilidad y de la libertad de interpretación. Este ambicioso programa de estudios fue
asimilado y compartido por todos los discípulos que siguieron el magisterio de Alcuino en
Aquisgrán y en Tours, y que lo difundieron por las escuelas monásticas de las diferentes naciones
del Imperio. En Tours se formó Rábano Mauro, y a través de él como abad del monasterio
benedictino de Fulda, cuna del cristianismo germano, la influencia civilizadora de Alcuino se
extendió por toda Alemania.
El programa educativo y cultural de Alcuino, así como el método ecléctico de la defloratio, el uso
de las artes liberales y la interpretación de la enseñanza bíblica, se fundaban, como recuerda
d’Onofrio, en la primera norma de conducta de la sabiduría práctica del monaquismo occidental,
heredero en este aspecto de una larga tradición grecolatina que se remonta a Solón y se cita a través
de Terencio: Ne quid nimis («nada en demasía»). Tal vez, el único elemento de la enseñanza de
Alcuino que Fridegiso, su fiel y estrecho colaborador, no parece compartir es precisamente el ne
quid nimis. Así pues, su discípulo Fridegiso se sitúa en una relación de continuidad y ruptura de la
Escuela Palatina. Se sirve de los mismos instrumentos que sus compañeros de Aquisgrán (las artes
liberales, especialmente el Trivium) con el objetivo compartido de recuperar, recomponer y
transmitir la herencia de las Escrituras y de la Patrística, pero con una radicalidad especulativa,
excluyente de cualquier mediación o compromiso, que coloca sus ideas sobre la nada, la
encarnación y la preexistencia de las almas, en el umbral de la herejía.
* Tomás Pollán, Introducción a Fridegiso de Tours, “La Nada y las Tinieblas”, Ediciones la uÑa RoTa,
Segovia 2012
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Las "Partidas" de Alfonso X de Castilla definen a los campesinos como los "que labran la tierra e
fazen en ella aquellas cosas por las que los omes han de bivir e de mantenerse".
No cabe duda de que con esta definición podemos considerar al campesinado como la fuerza
fundamental del trabajo en la sociedad medieval. Y es que el campo fue el gran protagonista en la
Edad Media europea. Los recursos que aportaban la agricultura y la ganadería eran la base de la
economía y la tierra era el centro de las relaciones sociales, dejando al margen la revolución urbana
que se vive a partir del siglo XIII.
A pesar de ser la fuerza generadora de riqueza en la época los campesinos son presentados como
gente ignorante y grosera, comentándose en un dicho popular de aquel tiempo que "el campesino es
en todo semejante al buey, sólo que no tiene cuernos". Los campesinos medievales eran los que
soportaban el peso fiscal del Estado ya que pagaban los tributos señoriales, los diezmos
eclesiásticos y las rentas reales. Formaban parte del escalón más bajo de la sociedad medieval al ser
los "laboratores". El trabajo campesino se desarrollaba en pequeñas unidades de producción de
19
carácter familiar, pero las tierras eran propiedad del señor al que el campesino juraba fidelidad,
entrando de lleno en la relación vasallática que lleva implícita el feudalismo.
El campesino no producía para el mercado sino para su autoconsumo, aunque buena parte de la
producción -fuera o no excedentaria- pasaba a manos del señor. La vida campesina era muy dura ya
que el nivel tecnológico era muy básico, la productividad muy limitada y el peso fiscal muy
determinante. A lo largo de la Edad Media encontramos importantes novedades tecnológicas que
aportarán algunos elementos positivos al trabajo de los campesinos. El arado de ruedas y vertedera
se incorporó a lo largo del siglo XI en las regiones del norte de los Alpes mientras que la zona
mediterránea seguía vinculada al arado romano.
Otra novedad será el yugo frontal y los herrajes de los animales, destacando el papel del caballo en
numerosas regiones. Los molinos de viento e hidráulicos evitarán muchos esfuerzos a los labriegos
al igual que los progresos en el rastrilleo o el trillo o la incorporación de un nuevo tipo de hoz. La
rotación trienal será una importante novedad. La tierra se divide en tres zonas que se dedican
respectivamente a cultivos de invierno, de primavera y barbecho, lo que aumentará la producción y
la hará más diversificada. La cría de ganado también tendrá un importante papel en la vida
campesina. A pesar de los progresos, debemos afirmar que la agricultura medieval manifestó
siempre signos de precariedad debido a su bajo rendimiento y su estrecha dependencia a las
condiciones naturales.
En la familia campesina se reunían generalmente tres generaciones que se diversificaban con las
ramificaciones laterales de los parientes lejanos, hermanos o hermanas no casados y un largo
etcétera. El padre ocupaba el papel protagonista siendo su principal objetivo la protección y la
seguridad de los miembros de su clan familiar y de la casa donde habitan. El matrimonio solía estar
concertado aunque a medida que avanzó el tiempo la Iglesia lo sacralizó y lo convirtió en un
sacramento. Su objetivo prioritario es la procreación por lo que los nacimientos debían de ser
numerosos al igual que las defunciones infantiles. La mujer estaba en una situación absoluta
inferioridad, teniendo que ocuparse de numerosas tareas. Los hijos estaban valorados como fuerza
de trabajo.
Antigua pintura mural que retrata a los siervos de la gleba trabajando la tierra.
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ficción, serán los siguientes:
h. 1. Videos:
Video 1: La Escolástica. Enlace: https://youtu.be/ccJ1YljRyAQ
Video 2: Universidad Medieval. Enlace: https://youtu.be/J0GSjXPEtrM
h. 2. Línea de Tiempo:
h. 3. Cuadro Sinóptico:
h. 4. Película de Ficción:
“El Nombre de la Rosa”. Jean J. Annaud, 126 minutos
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Alta Edad Media y el Castillo amurallado, caracterizan el paisaje social de estos tiempos
Presentación
La Edad Media es uno de los períodos más largos de la historia occidental, yendo desde el siglo V
d. C. hasta mediados del XV y, por lo tanto, teniendo una duración de casi 1000 años. Es por este
motivo que, dado lo extenso que es este período histórico, los historiadores lo han partido en dos
sub-períodos con características económicas, sociales y culturales diferentes: la Alta Edad Media y
la Baja Edad Media. A continuación veremos más a fondo cuáles son las diferencias entre la alta
y baja Edad Media.
23
períodos históricos presentan características muy diferentes; a continuación veremos un poco
más a fondo los contextos en los que se dieron.
24
Diferencias Entre la Alta y Baja Edad Media
Viendo un poco cómo eran estos dos sub-períodos de la Edad Media, pasemos a ver cuáles son las
principales diferencias entre ambos.
1. Diferencias Políticas
Durante la Alta Edad Media la figura del rey o emperador era la de un jefe de estado con poderes
limitados. El poder de la monarquía se encontraba en manos no solo del monarca, sino también de
la alta nobleza y el clero quienes poseían tierras en las que ejercían un poder casi tiránico.
Si embargo, superado el siglo XI y entrados en la Baja Edad Media, poco a poco la figura del rey
va reforzándose, posicionándose como el máximo gobernante sobre todos sus territorios y
mostrando su poder por encima de la nobleza y el clero. Con el paso del tiempo se fueron formando
grandes monarquías en toda Europa, surgiendo parlamentos y reclamando varios nobles, clérigos y
burgueses un mayor derecho a la autogobierno, obteniendo fueros a modo de adquisición de
derechos vasalláticos. En lo concerniente a los conflictos, en la Alta Edad Media el principal
motivo de guerra eran las invasiones de pueblos como los eslavos, normandos, musulmanes y
germanos, poniendo en riesgo el poder de las nuevas monarquías cristianas o cambiando su
composición étnica.
En cambio, durante la Baja Edad Media los principales conflictos que se pueden observar son
la Reconquista, realizada por varios reinos ibéricos para ir “recuperando” los territorios sureños
gobernados por el Califato Omeya y sus sucesores, además de la Guerra de los Cien Años.
Entre los conflictos más destacables durante la Baja Edad Media podemos destacar la Reconquista
realizada en la Península Ibérica a modo de hacer que los cristianos recuperaran las tierras
arrebatadas por los musulmanes varios siglos atrás y la Guerra de los Cien Años.
2. Diferencias Económicas
En la Alta Edad Media la base económica se encontraba en el mundo rural, fundamentándose
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en la agricultura y en la ganadería de subsistencia. En menor medida se fabricaban algunas
manufacturas. No se podía hablar de comercio propiamente dicho, sino más bien de trueque dado
que muy rara vez se usaban monedas.
La situación cambia en la Baja Edad Media. Si bien la economía seguía siendo principalmente
rural, poco a poco se empezó a dar un mayor desarrollo en las ciudades, convirtiéndose en
nuevos centros económicos. A su vez se dio un incremento en la producción agrícola y ganadera,
gracias a que se introdujeron nuevas técnicas de cultivos.
Las mejoras en el campo implicaron un incremento en la producción, lo cual benefició la creación
de un comercio que ya no era solo a nivel local y realizado por medio de trueques, sino a larga
distancia. Ahora el comercio era una actividad muy viva, celebrándose ferias para vender lejanos
productos y fomentando la creación de la banca. Debido a esto, la moneda fue ganando
protagonismo como elemento para gestionar las transacciones.
3. Diferencias Sociales
Durante la Alta Edad Media el feudalismo tiene una gran importancia como sistema
organizador de la sociedad. Durante este período la sociedad estaba dividida en varios estamentos,
entre los cuales dos ostentaban privilegios, la nobleza y el clero, mientras que el resto no corrían
tanta suerte, siendo el grupo de los campesinos, los artesanos y los siervos de la gleba.
Los nobles y los clérigos tienen como derecho más destacable, además de otros muchos, el poder
poseer grandes extensiones de tierra y sacar provecho. En ellas hacían trabajar de sol a sol a los
estamentos no privilegiados, fundamentalmente los siervos de la gleba. Los nobles y clérigos
podían estar sujetos a relaciones vasalláticas con otros nobles y clérigos, teniendo que respetar
tratados por los cuales su señor les brindaba protección a cambio de beneficios económicos, político
y militares.
Si bien el feudalismo sigue siendo el sistema organizador de la sociedad bajomedieval, éste
empezó a zozobrar pasado el siglo XI. Esto es debido a la irrupción de la burguesía como clase no
privilegiada pero adinerada. Al poseer importantes recursos económicos podían ejercer cierto poder
dentro de la sociedad, sin necesidad de ostentar títulos nobiliarios, aunque seguían por debajo de los
nobles y los clérigos.
Debido a las mejoras en la agricultura y ganadería se dio un incremento demográfico. Esto implicó
cambio en las relaciones vasalláticas y en el trato hacia los siervos de la gleba, puesto que los
nobles no podían tener a tanta gente en sus tierras. Los siervos de la gleba lo eran porque un
antepasado suyo había acordado con un terrateniente trabajar en sus tierras a cambio de protección,
obligación de la que nunca se podría liberar a no ser que el terrateniente renunciara a ello, cosa que
sucedió en esta época debido a la falta de sitio.
4. Diferencias Culturales
En la Alta Edad Media la cultura grecorromana sigue siendo ligeramente vigente, aunque poco
a poco va deteriorándose y da lugar a varias culturas, todas ellas compartiendo como estilo artístico
el románico. El latín empieza a evolucionar, especialmente entre las clases más bajas, que no sabían
ni leer ni escribir, creándose hablares de transición entre el latín clásico y las lenguas románicas: el
latín medieval.
El continente europeo no es culturalmente homogéneo durante el período altomedieval. Además de
haber cristianos, tanto católicos como ortodoxos, se encuentran musulmanes quienes viven en las
tierras conquistadas por el Califato Omeya. En la Península Ibérica los musulmanes conquistan la
mayor parte de su territorio, creando Al-Ándalus, que llegaba hasta la cornisa cantábrica, siendo el
reino de Asturias el último reducto cristiano de la península.
La cultura estaba monopolizada por los clérigos, quienes en sus catedrales, iglesias, abadías y
monasterios trabajaban escribiendo libros en latín, la lengua litúrgica. La población, si bien
continuaba hablando latín medieval, este estaba muy mezclado con palabras procedentes de lenguas
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de los vascos, eslavos, celtas, musulmanes y demás pueblos que habían ido invadiendo los reinos
cristianos. Aunque las lenguas románicas todavía no existían propiamente hablando, estaban
formándose.
Durante la Baja Edad Media los reinos cristianos fueron poco a poco ocupando los territorios
musulmanes, "recuperando" sus tierras y expandiendo no únicamente la fe cristiana, sino también
sus lenguas. El latín evoluciona tanto que, a partir de los siglos X-XI sus hablantes ya no se
entienden entre reino y reino. Es en esta época en la que se considera que nacen las lenguas
románicas como el castellano, el galaico-portugués, el catalán, el navarroaragonés, el asturleonés, el
occitano, el francés o el italiano.
Si bien los clérigos representaban un importante papel en cuanto a la creación y transmisión de la
cultura, entre las clases más laicas, especialmente entre burgueses, hay un mayor interés por la
educación. Es aquí cuando empiezan a fundarse las primeras universidades como nuevos
centros de formación y, si bien en ellas el latín seguía siendo la lengua de cultural, se empieza a
tener un mayor interés por las lenguas vernáculas, tanto románicas como germánicas. En lo
referente a lo artístico, el estilo predominante era el gótico.
Referencias bibliográficas:
Anderson, P. (1979). Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo. Madrid: Siglo XXI.
Duby, G. (1976). Guerreros y Campesinos. Desarrollo Inicial de la Economía Europea (500-
1200): Trotta.
Fourquin, G. (1977). Señorío y Feudalismo en la Edad Media. Madrid: EDAF.
Le Goff, J. (2007). La Edad Media Explicada a los Jóvenes. Barcelona: Siglo XXI
La tardía edad media y el renacer de los Bancos, ferias, mercados y circuitos comerciales terrestres y marítimos
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Docente a Cargo: Dr. Daniel Enrique Yépez - Ciclo Lectivo 2022
Conceptos de Escolástica
Ficha de Contenidos
Autor: Dr. Daniel E. Yépez
1. La escolástica (del latín scholasticus, y éste a su vez del griego σχολαστικός [aquel que pertenece
a la escuela]), es el movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la filosofía grecolatina
clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
2. Significa el saber cultivado en las escuelas medievales pero luego es un pensamiento que afirma
dos fuentes de conocimiento, fe y razón. Hay una escolástica cristiana, islámica y judía.
3. La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval, tras la
Patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier
caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la
filosofía es sierva de la teología-). Dominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales
que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y
mediados del XV.
4. Su desarrollo fue heterogéneo, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no sólo
grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto causó en este movimiento una fundamental
preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda
la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha señalado en la escolástica una excesiva
dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las ciencias y el empirismo.
4. Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía
someterse al principio de autoridad (Magister dixit -lo dijo el Maestro-), y la enseñanza se podía
limitar en principio a la repetición o glosa de los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia, la
principal fuente de conocimiento, pues representa la Revelación divina; a pesar de todo ello, la
escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido
armazón lógico y una estructura esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y
preparar defensas.
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I. Escolástica y Educación
I. 1. El Método Escolástico
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1. Se proponía la cuestión que se trataba de investigar, de discutir o de aclarar, con la formula
clásica.
2. Se agudiza la duda, acudiendo a razones en contra o a favor de la alternativa;
3. Una vez definidas las posiciones, favorables y adversas, el maestro explicaba, respondía y
determinaba con la fórmula: reponed, dicendum...;
4. Por último, una vez adoptada una solución, en el último paso se resolvían las objeciones
contrarias a las doctrinas expuestas. La rigidez, mecánica, conque se desarrolló el método
escolástico provoco casi siempre críticas.
Por otra parte, Las Sumas constituyeron un intento de ordenar y enumerar todos los saberes de ese
tiempo, de acuerdo con esquemas racionales. El carácter sistematizado de la Summa significó no
tanto el hecho de recopilar cuestiones y disputaciones, cuanto el de hacer del saber filosófico o
teológico un saber unificado y total. Las Summas, que alcanzaron su esplendor en los siglos XII y
XIII cumplieron una misión histórica semejante a la Enciclopedia, a las Críticas kantianas, y a otras
claves en el desarrollo del pensamiento europeo.
Esplendor de la Escolástica
En el periodo de formación de la Escolástica no se produjo aún una sistematización del saber
filosófico. El problema de las universidades enfrentó a unas escuelas con otras, y fue en el siglo XII
cuando se cristalizaron las dos posturas: el realismo y el no-realismo, conceptualismo y
nominalismo. La madurez de la Escolástica se conformó durante el siglo XIII y fue consecuencia de
un conjunto de fenómenos que coinciden y se potencian entre sí:
a. El conocimiento de Aristóteles a través de sus obras y no a través de versiones árabes o judías;
hecho producido a través de la traducción directa de un dominico, evitando posibles acciones de
herejía y de interpolación de textos;
b. El nacimiento de las universidades a comienzos del siglo XIII contribuyó, como se ha dicho en
otro lugar, al saber y a la cultura de la baja Edad Media. Paris, Oxford, Salamanca, entre otros,
fueron otros tantos centros de irradiación y promoción del saber de su tiempo;
c. Finalmente el ingreso de las Órdenes mendicantes en las Universidades. Los dominicos ocuparon
dos cátedras de la Universidad de París, en 1229 y 1231. Alejandro de Hales, profesor de París,
ingresó en la orden franciscana, en 1231. La savia cultural y filosófica con que se animó la
enseñanza superior se debía en gran parte a la intromisión de las mencionadas órdenes religiosas en
los claustros universitarios. De ahí que aulas se llenasen de estudiantes dispuestos a escuchar a
Alejandro de Hales, Tomás de Aquino, etc.
A su vez, el periodo de decadencia adviene por el cansancio intelectual que siguió casi siempre al
momento de esplendor y crisis de cualquier estructura de valores. Los motivos concretos fueron
varios y de todos los órdenes (económicos, sociales, políticos, culturales y epistemológicos); el
cisma de Occidente, las disputas sutiles e interminables de los escolásticos, el menosprecio de la
metafísica, la separación de la ciencia y de la fe, la crítica contra el realismo, el abuso de autoridad
académica por parte del dogma y de la fe, como así también la crítica contra el realismo y el abuso
de autoridad académica en el seno de las Universidades por parte las Órdenes religiosas. Pero por
sobre todo, lo que propició su descrédito y crítica fue la creciente decadencia de la cultura medieval
y el advenimiento -en paralelo- del humanismo renacentista de fuerte tono antropocéntrico,
deterioraron su vigencia como saber filosófico central en occidente.
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Fundamentos Filosóficos y Antropológicos de su Teoría Educativa. La Ciencia
La ciencia, como hábito intelectual, era el resultado de abstraer y ordenar los conceptos producidos
por el entendimiento: la ciencia, pues, establecía la relación entre el mundo de la mente y el real.
Por ende, el saber humano se ajustaba al ser de la realidad. En consecuencia, todo lo que es, era
cognoscible. Entonces la multiplicidad de los seres implicaba grado o géneros de los “scible” es
decir, de lo que puede ser sabido por el entendimiento humano. Desde esta perspectiva, el primer
nivel lo constituyó el mundo de lo sensible, móvil y contingente, donde habitaban los seres
compuestos de materia y forma; el segundo pertenecía a las realidades, que dependiendo de la
materia en su ser, eran independientes de la materia en cuanto al entendimiento del hombre
(aritmética, lo numerable, y geometría); el tercero de lo “scible” para que pueda ser objeto de
conocimiento había de revestirse de inmaterialidad o, con otras palabras, debía despojarse de su
materialidad en cuanto que ésta era principio de individualización y mutación. Santo Tomás añadió
otra distinción entre las ciencias generales y las ciencias particulares, en cuanto a que la ciencia se
conformaba por la razón y por la fe:
a. La Ciencia Divina, o fe, se expresaba por medio de la revelación.
b. La ciencia humana es decir, las ciencias físicas, matemáticas y filosóficas, se expresaban a través
de la razón; La ciencia mixta, constituida por los conocimientos de fe y de razón, se fusionaba
conformando el saber teológico.
c. La razón ayudaba a la fe de la siguiente manera: era útil para demostrar los preámbulos de fe. Era
necesaria para entendernos a nivel racional por procesos deductivos o analógicos. Era requerida
para argumentar las verdades de fe con demostraciones racionales.
d. La fe iluminaba la razón en aquellas verdades, como la libertad del hombre o la inmortalidad del
alma. Instancias en la que era necesaria la confirmación por medio de la autoridad de la revelación,
como así también en la corrección de posibles y aparentes verdades a las que la razón llegaba.
Principios Metafísicos.
En Santo Tomas convergía la teoría metafísica de Aristóteles, de San Agustín, de los neoplatónicos,
y de la filosofía musulmana. El ser no era unívoco sino análogo, se decía de muchas formas,
encerraba y comprendía variadas significaciones de su modo de ser. El hombre podía conocer el Ser
de Dios a partir del ser de la criatura: Dios era el Ser por sí mismo. Los modos de ser eran de dos
clases: los modos generales, que eran la entidad, la unidad, la verdad, y el bien, y los modos
especiales, que eran la sustancia y los accidentes. El hombre era sustancial, la educación era
accidental El acto podía ser formal y entitativo. La potencia podía considerarse activa y pasiva.
Tomás de Aquino distinguió: causa final, aquello por lo que algo se movía; causa material, de lo
que algo se generaba; causa formal, principio esencial por el que la materia se constituía en un ser;
causa eficiente, la que actuaba sobre la materia.
Concepción de Hombre
La noción de persona, según Boecio, como sustancia individual de naturaleza racional, estaba
presente en Santo Tomás, para quien el hombre era una sustancia completa e individual, compuesta
de alma racional y de cuerpo material. El alma había sido creada por Dios, extraída de la nada de si
y del sujeto; era espiritual, era inmortal y era libre. Entre el cuerpo y el alma se producía una
interacción sustancial, puesto que el hombre, estaba conformado por el abrazo entitativo de un alma
concreta y de un cuerpo determinado.
Ello significaba que el alma estaba toda inserta en la totalidad el cuerpo y en cada parte del cuerpo.
El alma, al ser sustancialmente incompleta, se ordenaba en la unión sustancial con el cuerpo; y que
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dicho cuerpo, separado del alma, era distinto del cuerpo que con el alma había formado la unidad
sustancial hombre. Por lo tanto, el hombre era un sujeto constituido a partir de tres órdenes de
hechos psíquicos: a) de conocimientos, sensibles e intelectuales; b) de apetitos, es decir de las
tendencias del hombre innatas y adquiridas, que pueden referirse a lo sensible o al entendimiento; y
c) de sentimientos, que constituían la vida afectiva del ser humano.
Lo Ético y lo Político
La virtud era el hábito moral operativo bueno, como el vicio era el hábito malo. La virtud era buena
cualidad o hábito de la mente, por la cual se vivía con la rectitud de la que ninguno usaba mal, ya
que Dios obraba en nosotros sin nosotros. La bondad del acto humano había de referirse a la norma
objetiva de moralidad, que era la ley, en cuanto que era razón de ser y de existir de la naturaleza
creada. En este sentido diferenciaba un conjunto de leyes que regían la vida de los seres humanos:
a) la Ley Eterna, era la razón que gobernaba todo el universo y existía en la mente divina;
b) La Ley Natural, expresada como parte subordinada de la Ley Eterna, en cuya virtud se reflejaban
todas las criaturas, se inclinaba a legislar sus propios actos y fines, distinguiendo el bien y el mal;
c) la Ley Positiva, que trasladaba el orden de la razón al bien común, siendo promulgada por
aquellos que tenían al cuidado la comunidad. El hombre era un animal político y social, y por su
naturaleza tendía a participar en la comunidad. El armazón que sostiene a la comunidad era la
autoridad legítima, cuyo origen era divino y provenía directamente de Dios.
¿Qué es la Educación?
Educación, era la acción de conducir y promover a la prole el estado de perfección del hombre, en
cuanto al hombre, que es el estado de virtud. La educación tenía otros sinónimos: Nutrición, acción
de alimentar, criar, y ayudar a los hijos en su desarrollo biológico. Instrucción, educación
propiamente intelectual, o formación superior del hombre, en contraposición a nutritio. También era
sinónimo de disciplina. El concepto tomista de educación supone esencialmente: a) Un proceso
dinámico; b) Que tiende al estado de perfección del hombre; c) Mediante la posesión -dinámica y
estáticamente considerada- de las virtudes (hábitos buenos).
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b. La causa final de la educación, según la noción tomista, era el estado perfecto del hombre en
cuanto hombre, referida tal perfección a la naturaleza del cuerpo y del alma, y también a la gracia.
Perfección del hombre (causa final de la educación), que apuntaba a la perfección primera: o forma
sustancial (en el ser) y luego a la perfección segunda: entendida como la operación educativa
misma, es decir aquello por lo que el ser humano se educaba: la formación del hombre perfecto y
virtuoso. De ahí que la plenitud y el acabamiento del hombre se concibieran como el fin de la
educación.
c. La causa material de la educación era el sujeto o sustancia que la sustentaba. El hombre,
realización sustancial, sustentaba la educación (realidad accidental), puesto que la causa material de
un accidente no era estrictamente aquello de lo que estaba hecho, sino aquello en donde acontecía o
sucedía. El hombre, entendido como supuesto racional era sujeto material de la operatividad
educativa y, por tanto, de los hábitos en que se fundaba la educación. Sólo la persona humana era
sujeto de educación, en la medida que podía disponerse bien para obrar e investirse de hábitos
operativos. El hábito residía en el alma en cuanto a sus potencias, porque la habitud se forjaba a
partir de la operatividad, así principalmente los hábitos se encontraban dentro del alma. El carácter
racional de la teoría educativa de Santo Tomás era notable en el tema de los hábitos. El
sometimiento de las potencias sensitivas y vegetativas a la razón los hacía educables, y en la medida
en que la razón se hiciera a través de ellos fácilmente, más educables serían, y cuanto más rebeldes
a la razón, menos educables. Los hábitos, que tenían al alma como sujeto inmediato y directo, y que
fluían directamente por su devenir operacional, se conformaban a partir del entendimiento y de la
voluntad. La voluntad era también, otra causa material de la educación, en cuanto que admitía
hábitos que la disponían adecuadamente a los actos que le eran propios.
d. Causa formal. La forma de la educación era accidental y no sustancial puesto que la educación
era el accidente que acontecía en la sustancia del hombre. La forma de la educación pertenecía al
accidente de la cualidad, si consideramos a la educación dinámicamente. Vista desde el agente que
la producía, pertenecía al accidente de la acción. Vista desde el paciente que la producía, pertenecía
al accidente de pasión. El hábito (lo habitual) era una cualidad estable -difícilmente movible- que
disponía adecuadamente el sujeto en su naturaleza o en sus operaciones.
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esplendor de siglos anteriores, en cambio las escuelas catedralicias alcanzaron un nivel relevante
que sería decisivo para el nacimiento de las universidades. Causas que originaron su creación:
a) De orden socio-económico. La nueva economía monetaria de mercados dio impulso a las
relaciones comerciales y por lo tanto al nacimiento de las especializaciones profesionales;
b) Las estructuras sociales se reforzaron, otorgándose mas seguridad al entorno de la ciudad, en
consecuencia el trabajador se fue percatando de que cuanto mas libre de ataduras serviles era, mas
feliz podría ser personalmente;
c) El nacimiento del nuevo orden económico en las ciudades tuvo dos consecuencias inmediatas: 1.
la nivelación de las graves diferencias sociales entre nobles y campesinos; y 2. el establecimiento de
una paz y prosperidad social que generaron el marco idóneo para el florecimiento cultural;
d) De orden científico. La presencia crucial de cinco mundos culturales, el griego, el latino (y el
bizantino), el cristiano, el judío y el árabe, contribuyeron en esencia a promover un renacimiento
cultural y a conformar una rica confrontación de concepciones e ideologías, que gestaron el
nacimiento de las universidades a finales del XII y comienzos del XII;
e) De orden socio-laboral, ya que generó la necesidad de formar un cuerpo gremial entre maestros y
escolares, que velase por sus intereses generales y no sólo científico, de unos y otros. La
universidad comenzó a ser una comunidad de maestros y escolares, reflejando una clara expresión
del sentido gremial de la sociedad del medioevo;
f) De orden académico y de organización escolar, ya que su número creció debido al desarrollo de
las nuevas estructuras socio-económicas y políticas, proliferando las escuelas entorno a una central.
Por lo tanto, era necesario proponer una nueva organización que aunase todas estas escuelas bajo
una misma jurisdicción jerárquica. Hubo dos causas para este auge: 1) Causa material: el creciente
incremento del saber humano, que ponía a disposición de los espíritus un fondo súbitamente
acumulado de conocimientos de toda especie; 2) causa formal: el desarrollo del movimiento
corporativo y la rápida aglomeración de hombres animados de similares ambiciones, aspirando al
mismo fin.
Las universidades que se crearon en esta época fueron cuatro: Universidad de Bolonia, de
Salamanca, de París y Oxford.
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I. 1. La Escuela de Chartres:
Esta escuela catedralicia se caracterizó por su orientación hacia los estudios científicos (el
Quadrivium), sin que ello significara el descuido de los saberes humanísticos (el trivium). La
curiosidad, la observación, se orientaron hacia los estudios de la naturaleza a la que describieron -
fenoménicamente hablando-, para luego construir racionalmente el conocimiento científico. Porque,
según Le Goff, para ellos "la naturaleza es también el cosmos, un conjunto organizado y racional
[...], una urdimbre de leyes cuya existencia hace posible y necesaria una ciencia racional del
universo"(1). El Timeo de Platón (17-53ac) -en traducción y comentario de Calcidio, la traducción
incompleta de Cicerón y las abundantes referencias en el Comentario sobre el sueño de Escipión, de
Macrobio- proveyó inicialmente la inspiración y el sustento platónico para las obras de carácter
cosmológico, en tanto las traducciones de tratados árabes sobre medicina, astronomía y astrología y
matemáticas permiten el progreso de las ciencias naturales.
Por otra parte, el progreso del conocimiento, unido a la mayor frecuentación de la obra lógica de
Aristóteles (en traducción de Boecio pero también de los árabes (2)), otorgaron a los chartrianos la
medida del poder de la razón humana y la consiguiente centralidad del hombre (microcosmos) con
respecto al mundo (macrocosmos).
Algunos de sus maestros: Bernardo de Chartres (maestro entre 1114-1119; canciller entre 1119-
1124); Gilberto de Poitiers (discípulo de Bernardo en 1117; canciller entre 1124-1141, año en que
pasó a enseñar en París y fue maestro de Juan de Salisbury; obispo de Poitiers en 1142); Teodorico
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(Thierry) de Chartres (hermano de Bernardo, maestro en Chartres entre 1121-1134; en París en
1140; volvió a Chartres como canciller en 1141 hasta 1150, teniendo como alumnos a Hermann el
Dálmata y a Juan de Salisbury); Guillermo de Conches (discípulo de Bernardo, enseñó en París
hacia 1122 y tuvo como alumno a Juan de Salisbury); Bernardo de Tours (Bernardo Silvestris.
Canciller en Chartres hacia 1156).
[La escuela de Chartres, con sus inquietudes científicas y el acento puesto en los temas
cosmológicos -en especial la concepción de macro y microcosmos- tendrá una notable influencia
en la obra de Hildegard. Por otra parte, es justamente sobre una tesis de Gilberto de Poitiers –
cuestionada en el concilio de Reims–, que será consultada por Odo de Soissons, quien ya conocía
su obra musical en París, y tenía noticias de su primera gran obra Scivias y de la aprobación que
mereciera por parte del pontífice Eugenio III.]
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II. Los Maestros:
Nos referimos no sólo a quienes lo fueron desde la cátedra (mencionados en las escuelas), sino
también a quienes lo fueron a través de su obra escrita.
II. 1. Honorio de Autun (1090-1152): sacerdote y maestro en la escuela de Autun, se retiró
posteriormente a un monasterio benedictino -la abadía de Saint-Jacques-, cerca de Ratisbona (sur de
Alemania), donde escribió numerosas obras, en las que se muestra buen compilador. Tuvo gran
difusión durante el Medioevo. Obras: Elucidarium (una enciclopedia religiosa)(3); Speculum
Ecclesiae; Neocosmos de primis sex dierum; Imago mundi, de dispositione orbis; Scala caeli maior,
de gradibus visionum, seu de ordine cognoscendi Deum ex creaturis; Scala caeli minor, seu de
gradibus caritatis; De animae exsilio et patria sive de artibus,(4) etc.(5)
[El pensamiento de Honorio de Autun presentó puntos de alguna manera coincidentes con el de
Hildegard; en muchos aspectos platónico y neoplatónico, y en otros de sorprendente actualidad en
cuanto a los planteos.]
II. 2. Juan de Salisbury (1115-1180): estudió en Chartres y en las escuelas de París, con los
maestros más famosos de su tiempo. Fue secretario de Teobaldo, arzobispo de Cantorbery;
consejero del Papa Adriano IV; secretario de Tomás Becket y desterrado luego del asesinato del
arzobispo; obispo de Chartres en 1176 hasta su muerte. Obras: Entheticus, sive de dogmate
philosophorum (colección de epigramas filosóficos, a modo de resumen de la filosofía
grecorromana); Polycraticus (tratado de derecho político y teoría del Estado); Metalogicon
(apología de las artes liberales contra los cornificios), etc.
[Juan de Salisbury conoció y apreció en París algo de la obra de Hildegarda, y escribe pidiendo
otras obras que desea estudiar. París conocía, al igual que Colonia y muchas otras importantes
ciudades, la producción de la abadesa de Bingen.]
II. 3. Otón de Freising (1111-1158): nieto de Enrique IV, medio hermano de Conrado III y tío de
Federico I Barbarroja, estudió en las escuelas de París (fue alumno de Abelardo, Gilberto de
Poitiers -por quien siempre manifestó gran aprecio- y de Hugo de San Víctor, entre otros), ingresó
luego en el monasterio cisterciense de Morimond y fue consagrado obispo de Freising (sur de
Alemania) en 1137. Al decir de Fraile(6), introdujo en Alemania el método dialéctico vigente en
París, y fomentó el estudio de Aristóteles (la Lógica nova, esto es, los Topica y Analytica) en la
escuela catedralicia de Freising. Obras de carácter histórico: Gesta Friderici imperatoris;
Chronicon sive Historia de duabus civitatibus. [Ésta puede haber sido una importante influencia en
la cultura germana de la época, y de Hildegard y sus interlocutores por lo tanto.]
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la famosa polémica entre San Bernardo y Abelardo, y también las impugnaciones y las
condenaciones promovidas por San Bernardo y por Guillermo de Saint-Thierry contra Gilberto de
Poitiers, Guillermo de Conches y otros. No es ajena a la actitud de los cistercienses la novedad
aristotélica, aportada y trabajada por los pensadores árabes y judíos, y la literatura amorosa de la
época, que comienza a instalarse en algunas escuelas como la de Orleans.
Notas:
1. Le Goff, J., Ob. Cit., p. 60.
2. No tardarán los maestros chartrianos en sentir la necesidad de conocer el griego, y también el árabe, para la más fiel
comprensión de los textos. Así, entre los primeros traductores de la obra greco-árabe se contarán dos discípulos de
Chartres: Adelardo de Bath (1070-1142) y Hermann el Dálmata o de Carintia.
4. El exilio del alma es la ignorancia, de donde sale para dirigirse a su patria, que es el saber, atravesando en el camino
diez ciudades: Gramática (gobernada por Donato y Prisciano); Retórica (Cicerón); Dialéctica (Aristóteles); Aritmética
(Boecio); Música (Boecio); Geometría (Arato); Astronomía (Hyginio); Física o Medicina (Hipócrates); Mecánica (Nemrod,
Salomón, Noé); Economía.
16. Ibidem.
8. De Trinitate et operibus eius. De Spiritui Sancto. VII 10. PL 167, 1764; 1773-1774; 1777-1778. Ver Fraile, Ob. Cit.,
10. Ibíd., p. 555. Ver también Fraboschi, Azucena Adelina. Crónica de la Universidad de París y de una huelga y sus
motivos (1200-1231).
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Una clase de la Universidad de Bolonia (Siglo XIII) Un aula de la Sorbona, París, Siglo XII
Resumen
El siglo XIII es el siglo de las universidades. Los intelectuales siguiendo el espíritu de agremiación
de la época se organizan en una corporación universitaria. La naciente universidad tiene que luchar
contra intereses políticos y religiosos saliendo victoriosa y consigue tres privilegios: La autonomía,
el derecho a huelga y el monopolio de los grados universitarios. La universidad medieval tenia
cuatro facultades: arte, derecho, medicina y teología y otorgaba títulos de Bachiller, licenciado,
maestro y doctor. Los métodos de enseñanza en la universidad medieval se pueden reducir a tres, a
saber: LA LECTIO (LA LECCIÓN), LA QUAESTIO (LA CUESTIÓN) y LA DISPUTATIO (LA
DISPUTA). La disputatio (disputa) señala el culmen de la pedagogía medieval, pedagogía activa
que exigía que estudiantes y profesores estuvieran al tanto de los problemas cotidianos (nacionales,
internacionales y regionales), manteniendo así a la universidad en contacto permanente con la vida.
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comunas políticas constituyen el gran movimiento corporativo de la época. Los artesanos del
espíritu, los intelectuales, también se organizan en una corporación universitaria.
Los detalles acerca de los orígenes de las corporaciones universitarias permanecen en la misma
sombra que los de las restantes corporaciones o universidades de oficios. Las universidades van
surgiendo como una corporación más. Es la corporación o gremio o universidad de maestros y
estudiantes, es decir, de todos los intelectuales que viven en la misma ciudad. Tanto gremios como
universidades o comunas les toca ahora luchar por conquistar su autonomía contra los poderes
eclesiásticos y laicos y contra otras corporaciones y comunas.
La inmensa mayoría de los maestros y estudiantes de las escuelas eran clérigos, estas escuelas son
fundadas por la Iglesia y el obispo como es lógico reivindica su derecho a conservar su autoridad
magisterial y se resiste a que el monopolio pase a los maestros de la universidad. Por otra parte los
reyes también tratan de apoderarse de estas corporaciones que aportan riqueza y prestigio al reino y
constituyen un semillero de funcionarios. Al ir aumentando la centralización monárquica, pretenden
cada vez más ejercer su autoridad sobre la universidad como sobre el resto de sus súbditos.
También se lucha contra el poder de los gremios económicos y de las comunas políticas. Los
burgueses de la comuna, por ejemplo, se irritan por el alboroto, las rapiñas y los crímenes de
algunos estudiantes. También se molestan porque tanto profesores como estudiantes establecen
límites a los precios de sus mercaderías y exigen respeto a la justicia en las transacciones
comerciales.
¿Cómo pudieron las corporaciones universitarias salir victoriosas de estos enfrentamientos?
En primer lugar, debido a la cohesión y decisión de sus miembros y en segundo lugar por la
amenaza y el empleo efectivo de la huelga y la secesión. De esta forma la universidad consigue tres
privilegios fundamentales que se convierten en la base de su poder: A) La autonomía jurisdiccional;
B) El derecho de huelga y secesión; y C) El monopolio de los grados universitarios
Pero lo más importante es que los universitarios hallaron en el Papado un aliado todopoderoso, que
les concede autonomía, privilegios, estatutos, apoyo económico y todo lo demás. El apoyo
pontificio es, en verdad, un apoyo capital. Reconoce la importancia y valor de la actividad
intelectual. Sustrae a los universitarios de la jurisdicción de las ciudades y de los obispos y lo más
importante es que el valor de un título universitario ya no se circunscribe a una ciudad o reino, sino
que puede tener tanta extensión como el horizonte de la cristiandad. Pero los universitarios tuvieron
que pagar por ello. Se vieron obligados a aceptar la dependencia del Papado con su orientación y
sus objetivos. Los favorece pero los domestica. En cierto modo los intelectuales se transforman en
agentes pontificios.
2. Organización:
La universidad medieval se compuso de cuatro facultades: 1. ARTE; 2. DERECHO; 3)
MEDICINA y 4. TEOLOGÍA
La primera es la más numerosa y por ella ingresan todos. Las tres últimas son llamadas superiores.
Cada facultad está dirigida por los maestros titulares o regentes, al frente de los cuales se halla un
decano. Posteriormente aparece la figura del Rector. La Edad Media no distinguía bien los órdenes
de la enseñanza, de manera que sus universidades no son solamente establecimientos de enseñanza
superior, muchas tenían incorporadas también, escuelas de gramática y de escritura. Por ello la edad
para el ingreso variaba. En términos generales la enseñanza universitaria básica era la siguiente:
ARTES duraba seis años (desde los catorce hasta los veinte años aproximadamente) después se
estudiaba MEDICINA O DERECHO, que duraba seis años (desde los 20 a los 26 años
aproximadamente) o TEOLOGÍA que duraba ocho años la edad mínima para obtener el título
máximo era de treinta y cinco años. Los títulos que otorgaba eran:
a. BACCALAUREUM (BACHILLER)
b. LICENCIA DE ENSEÑAR (LICENCIADO)
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c. MAGISTER (MAESTRO) que en derecho y medicina se llamará
d. DOCTOR, estos eran los títulos supremos.
La enseñanza consistía esencialmente en la “lectura” y “cuestionamiento” de textos clásicos de
acuerdo a lo específico de cada facultad. No se realizaba exámenes sino en el momento de obtener
algún título. El candidato era presentado por un profesor, juraba que había asistido a los cursos y
que no sobornaría a los profesores. El día del examen se le señalaba el tema para que lo preparase
por la mañana y lo comentara por la tarde en un lugar público ante un jurado de maestros y
doctores, estos deliberaban y votaban en privado sobre el resultado.
Aprobado el examen el estudiante pasaba a ser LICENCIADO, es decir, con licencia de enseñar,
pero no ejercía la plenitud del profesorado sino hasta ser MAESTRO O DOCTOR previa defensa
de un tema en público. Al maestro o doctor se le entregaban las insignias de su función: a) una
cátedra, b) un libro abierto, c) un anillo de oro, d) un birrete y e) una toga. Los estatutos prescribían
fiestas y diversiones colectivas. Después de los exámenes se acompañaban obsequios, festejos y
banquetes en honor del recién graduado. Los estudiantes de cada región realizaban danzas y juegos
tradicionales como por ejemplo las corridas de toros por parte de los españoles. El intelectual tiene
ahora sus instrumentos propios del oficio. Los profesores y en grado proporcional los estudiantes
poseen libros, un pupitre, lámpara de noche con sebo, plomada y regla, un pizarrón, tiza, un
raspador para preparar pergamino, pluma, tinta etc. La enseñanza que durante la Alta Edad Media
era fundamentalmente oral, necesita ahora de muchos instrumentos.
El libro cambia esencialmente, el formato se hace más pequeño, la letra más menuda y simple,
pluma de ave en lugar de caña, sin ornamentación o con miniaturas en serie, abundancia de
abreviaturas e índices alfabéticos. Sin libros no existe universidad. De objeto de lujo en la
antigüedad se convierte en instrumento y producto industrial y comercial. Aparecen copistas y
libreros. Los profesores escriben sus lecciones, los estudiantes toman notas de clase (relaciones).
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se ponen en cuestión, son problematizadas, se duda de todo. Así surge la palabra típica que
encontraremos repetidamente en los escolásticos: “si” (utrum). Los escolásticos no comienzan
afirmando verdades dogmáticas, su primer paso es siempre la duda. El hombre reflexivo de la Edad
Media no acepta pasivamente las cosas que lee, sino que analiza críticamente doctrinas y
acontecimientos en busca de la verdad. La calidad del profesor no se valora por “los argumentos de
autoridad” sino por las comprobaciones racionales de que disponga, por la claridad científica con
que ilumine y solucione los problemas, las cuestiones.
c) La Disputa Ordinaria:
d) La Disputa Libre:
Dentro del mismo género y estilo nace y se desarrolla un tipo de disputa muy original: la llamada
disputa libre, general, de cualquier cosa. De ahí su denominación “quodlibetal”. Se discutían los
temas más variados, desde las altas especulaciones metafísicas hasta los más pequeños problemas
de la vida diaria, pública y privada. Era su característica la multiplicidad y la heterogeneidad de
problemas, la participación imprevisible de los asistentes (incluso público extra-universitario) y su
duración indefinida.
La mecánica de su celebración es semejante a la disputa ordinaria pero con mucha más solemnidad
y solo se celebran en dos épocas del año en la proximidad de la navidad y durante los días de la
fiesta de resurrección. El interés de estas disputas se halla más en la amplitud de los temas que en la
profundidad de su tratamiento. Lo interesante es la actualidad de las cuestiones y de las respuestas,
la vivacidad de los choques ideológicos las reacciones del maestro y de los oyentes. Este tipo de
disputas señala el culmen de la pedagogía medieval, pedagogía activa que exigía que estudiantes y
profesores estuvieran al tanto de los problemas cotidianos (nacionales, internacionales y
regionales), manteniendo así a la universidad en contacto permanente con la vida.
Esta es la pedagogía de la escolástica del Siglo XIII, manejada por hombres de inteligencia preclara,
sagaces, agudos, exigentes y briosos cuyo máximo representante es Santo Tomás de Aquino.
Analicemos como estamos trabajando hoy en día y retomemos de la Escolástica del S. XIII el valor
de la lectura, la importancia del análisis y la crítica y la necesidad de la confrontación de ideas para
llegar al conocimiento de la verdad. A finales de la Edad Media vendría la decadencia, el
42
manierismo pedagógico, el formulismo, el bizantinismo, los estereotipos. Todo esto que tantos
desprecios acarreará a la Escolástica englobándola a toda ella como si se tratara de un todo
homogéneo.
Referencias Bibliográficas
Breton, S., (1976), Santo Tomás, Ediciones Edad, Madrid.
Metz, J., (1982), Antropocentrismo Cristiano, Sígueme, Salamanca.
Pirenne, H., (1977), Historia Económica y Social de la Edad Media, FCE, México.
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Las ideas acerca de la mujer en la Edad Media fueron fomentadas por clérigos y por castas con
poderes económicos que veían a la mujer como un objeto de decoro, siendo subordinadas al interés
de la tierra (Eileen Power, 1975). Estas clases establecerían un marco legal para la mujer, darían
determinado concepto al matrimonio, dado que eran favorables a la idea de colocar a la mujer junto
al hombre. El concepto de matrimonio y la legalidad dada a la mujer no consideraban a la mujer
como un individuo completo, la mujer era catalogada por su sexo y por lo tanto inferior al varón.
A pesar de esta visión, no consiguió la Iglesia, ni tampoco la Aristocracia, silenciar a todas las
mujeres, algunas de ellas pertenecientes a clases medias urbanas, se hicieron notar a partir del siglo
XII, momento en el que comienzan a desarrollarse el comercio y las ciudades. En la Ley de los
Burgos se tenía en cuenta la actividad de las mujeres casadas en el comercio, las
denominadas femmes soles, mujeres con negocios propios que además de ayudar a sus maridos,
mejoraban su status.
En el periodo en el que las clases urbanas estaban en la cima de su prosperidad e influencia, finales
del siglo XIII y XIV, vieron languidecer los más puros ideales del amor cortesano y resurgir, en las
famosas historias rimadas conocidas en Francia como fabliaux, en un antifeminismo secular tan
brutal como el que los padres de la Iglesia habían propuesto.
En el mundo medieval, las clases trabajadoras silenciadas, tenían una visión diferente de la mujer,
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el hombre del campo acostumbraba a ver a mujeres trabajando en talleres y en las tierras, una
realidad contrapuesta a lo que se predicaba los domingos en las misas a las que éstos asistían; se les
decía desde el púlpito que la mujer era la puerta del infierno y María la puerta del cielo (Eileen
Power, 1975). La Iglesia consideraba a la mujer como un mal para el hombre, como razón
explicaba que: en el paraíso había sólo presencia de dos hombres y una mujer, y que esta mujer,
Eva, no descansó hasta conseguir que Adán fuera expulsado del Edén.
Estas concepciones de la mujer pasan a formar parte de la mentalidad cotidiana de la época. La
mujer como demonio, algo inferior a la par que pérfido. Además de la Iglesia, que importante
papel juega con la predicación de estos planteamientos en una sociedad temerosa de Dios, serán
también aristócratas y laicos quienes adquieran esta visión de la mujer, se consolida la idea
de inferioridad femenina.
Encontramos en el amor caballeresco, muy posiblemente surgido de la estimación que se le hace a
la Virgen, la concepción de la dama mundana, a la que el caballero profesaba auténtico amor, un
amor muy diferente al del matrimonio. En estas visiones, que como ya se ha citado, aparecen
reflejadas en novelas y poemas caballerescos, encontramos a una mujer depravada, descarada, tonta,
además de otras que aparecen como brujas maliciosas, situando siempre en medio de ellas al
amor, valga el término platónico, hacia un caballero.
Las mujeres que tenían acceso a la educación, por lo general, era a través de la vida religiosa y monacal
Con respecto a la educación femenina, podríamos comenzar haciendo una división en tres del sexo
femenino, por un lado las mujeres dedicadas a la vida religiosa, por otro lado mujeres de la
aristocracia y por el último la mujer perteneciente al pueblo llano. Cada grupo recibía un tipo de
educación diferenciada, la mujer aristócrata era educada en grandes señoríos; la mujer religiosa en
colegios conventuales y, por último, la mujer llana, cuya educación era precaria, se llevaba a cabo
en escuelas elementales, las cuales se encontraban en la ciudad, pudiendo darse también algunas de
ellas en el campo. Hay que tener presente que en la Edad Media la alfabetización era escasa en el
hombre, con lo cual aún más inferior sería en la mujer. La educación se refería sobre todo a asimilar
bueno modales, religión y labores de hogar; en el ámbito intelectual poco aprendían. La mujer
cortesana debería prepararse para un buen posicionamiento en la sociedad; estaba mal visto que
supieran leer o escribir, a no ser que fueran monjas.
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Sabemos que existían centros en los que niños y niñas aprendían lecciones básicas, podemos decir
que era una enseñanza más práctica que intelectual, además, se puede afirmar que la mujer no
recibía buenos tratos durante su educación. En París estaban los llamados “pequeños colegios”, que
enseñaban a leer y gramática latina; valían tanto para las chicas como para los chicos.
En el mundo campesino, la incorporación de la mujer al mundo laboral se debió, principalmente, a
la necesidad de aumentar su nivel; en caso de ser casada, para ayudar al marido a traer beneficios,
en caso de ser soltera, por el simple hecho de tener que ganarse la vida. Normalmente encontramos
a mujeres casadas, que se dedicaban a ayudar a sus maridos en sus oficios, incluso a su muerte,
heredando éstas el negocio del esposo. No debemos, por el contrario, creer que no existieran
mujeres, casadas o solteras, que realizasen actividades completamente diferentes a las del marido,
siendo desde jornaleras hasta tenderas, hay que dejar a un lado la tradicional concepción de que la
mujer en la Edad Media tan sólo se dedicaba a la tarea doméstica. Incluso muchas mujeres tras
casarse continuaban en el mismo oficio que en su estancia de soltera, siendo diferente al del esposo
en algunos casos.
En el mundo campesino podemos dejar claro que la mujer, a excepción del arado, podía realizar
cualquier trabajo, a la par que el trabajo doméstico. En casi todos los señoríos podemos encontrar a
mujeres trabajando, de tal manera que también se encargaban del trabajo de la casa, desde el
cuidado del hogar y la crianza de los hijos, hasta la elaboración de tejidos y vestimentas para la
familia. También en las residencias de los señores podían encontrarse a mujeres sirvientas,
dedicadas servicio del señor. No es extraño encontrar a mujeres propietarias de tierras, no sólo por
viudedad, si no por pertenencia propia anterior al matrimonio.
La mujer era desde jornalera, hasta, segadora, lechera, plantadora y otros oficios que
pudieren llevarse a cabo en el mundo campesino.
Casi no encontramos oficios en lo que no hubiera presencia femenina (Margaret Wade
Labarge).
Mujeres campesinas medievales, espigadoras. Recogiendo las espigas de trigo, después de la siega.
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Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk Algunas referencias con relación al Saber, el lugar del
Conocimiento, las escuelas Abaciales y Monásticas y la acción educativa de los Monjes, en la Película de J. J. Annaud:
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Este es el espíritu de las escuelas abaciales, ser custodios del saber; el temor hacia el futuro y todos
los cambios sociopolíticos, científicos y teológicos que ya se avecinan son descriptos como “carrera
hacia el abismo”, contra la cual deben oponerse. Muy diferente es la postura de Guillermo, y la
nueva concepción que él encarna, dice:
“... hay otra magia que es obra divina, ciencia de Dios que se manifiesta a través de la ciencia del
hombre. [ ].Y la ciencia cristiana deberá recuperar todos estos conocimientos que poseían los
paganos y poseen los infieles”.3
La ciencia debe ser recuperada en el futuro, que ya no se ve como un abismo al cual hay que
oponerse, sino como un de desafío que hay que procurar y asumir. En una conversación entre
Guillermo y Aymaro D´Alessandria, este último dice:
“Mientras aquí hacemos eso [rascar pergaminos], allá abajo, en las ciudades, se actúa... Hubo un
tiempo en los que desde nuestra abadía se gobernaba el mundo... [ahora] el país se gobierna
desde las ciudades”. Y continúa diciendo: “Nosotros custodiamos nuestro tesoro, pero allá
abajo se acumulan tesoros. Y también libros. Y más bellos que los nuestros”. 4
En una discusión entre Jorge y Guillermo se pone de manifiesto con claridad el valor que cada uno
le atribuye a la razón, dice Guillermo:
“...sois injusto cuando tratáis de castrado a Abelardo, sabéis que fue la iniquidad ajena lo que lo
sumió en esa triste condición”.
Dice Jorge:
“Fueron sus pecados. Fue la soberbia de la confianza en la razón humana”.
El lugar que tiene la razón como posibilidad de acceder al conocimiento varía significativamente
entre Jorge, que podríamos pensar como uno de los más férreos representantes de la escuela abacial
y Guillermo, que confía fuertemente en la razón humana, característica propia de los intelectuales
de las universidades. Guillermo le dice a Abbone:
“...vivís aislado en esta espléndida y santa abadía alejada de las iniquidades del mundo. La vida
de las ciudades es mucho más compleja de lo que creéis...”. Y este responderá: “La ciudad
siempre es corrupta”.6
Existe un fuerte temor y rechazo a lo diferente y desconocido, que plantea una subversión en el
orden establecido. Guillermo se adelanta al tiempo y siguiendo los pasos que proponen las escuelas
catedralicias dice:
“...en el futuro, será la comunidad de los sabios que deberá proponer esa teología novísima y
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humana que es filosofía natural y magia positiva”. 7
Esta es la forma en la que se piensa la relación con el saber, propio de la escuela abacial. El
pensamiento es coherente con aquella prohibición milenaria y bíblica de impedir el acceso al Árbol
de la Sabiduría. Pero muchos espíritus progresistas no aceptarán estas limitaciones y los
intelectuales de las escuelas catedralicias serán las que cuestionen fuertemente esto:
“...el intelectual ya no cree que la ciencia debe ser atesorada, sino que está persuadido de que
debe ser puesta en circulación”.9
Conclusiones
En la Edad Medieval, existieron formas disímiles de transmisión del conocimiento y de relación con
el saber, cuando existen situaciones de crisis, como es el Siglo XIV, en donde los antiguos contratos
sociales comienzan a cambiar y los viejos ideales se empiezan a sustituir por otros, las instituciones
registran estos cambios en su propia organización, y a su vez son agentes del mismo. En El Nombre
de la Rosa, se puede ver con claridad las dos corrientes que se contraponen, son formas diferentes,
que responden a profundos procesos complejos, en donde se mezclan elementos ideológicos,
económicos, políticos y sociales.
La Escuela Abacial corresponde a la ideología propia de la sociedad feudal, y la Escuela
Catedralicia a la de la sociedad burguesa, que comienza a insinuarse con el surgimiento y
desarrollo del comercio y las ciudades. Aunque este fenómeno muestre claramente dos modalidades
diferenciadas, también dentro de estas formas existen diferencias, y no son bloques ideológicamente
homogéneos. Esto hecha por tierra un prejuicio sobre la Edad Medieval, que pretende equiparar el
pensamiento medieval a una suerte de teología cristiana omnipresente, sin llegar a ver las profundas
diferencias, en las distintas épocas, e incluso en los mismos períodos, como por ejemplo en el XIII y
el XIV.
Bibliografía
Eco, U., El Nombre de la Rosa, Lumen, Barcelona, 1980.
Fernández, A., Instituciones Educativas. Dinámicas Institucionales en Situaciones Críticas,
Paidós, Buenos Aires, 1993.
Le Goff, J., Los Intelectuales en la Edad Media, Gedisa, Barcelona, 1985.
Lobrot, M., Pedagogía Institucional. La Escuela hacia la Autogestión, Humanitas. Buenos Aires,
1974.
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Romero, J. L., La Edad Media, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
Guillermo y Adso visitando la sección de la biblioteca de la Abadía, donde trabajan los monjes copistas.
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