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8 EL CONTENIDO BÍBLICO DE LA HOMILÍA

La homilía no es independiente, sino que está al servicio de la Palabra que se acaba de


proclamar. Es el ejercicio de la "diakonía tou logou", el servicio de la Palabra, de que habla Hch
6. No es un cuerpo extraño o aislado, sino un comentario fraterno que quiere ayudar a que esa
Palabra cale en la vida de la comunidad.

La homilía, como hemos recordado en el capítulo 5, "la homilía obediente a la Palabra" -


citando también las directrices del documento episcopal: PPP 12.14.20 Y 21- entra en la
dinámica interior de la celebración de la Palabra. Su punto de referencia y su contenido básico
es lo que han dicho las lecturas bíblicas del día, que ayuda a que sean comprendidas y acogidas
por todos.

Justino, como hemos visto en el apartado histórico, definía así la identidad de la homilía:
"cuando el lector ha acabado, el que preside exhorta e incita de palabra a la imitación de estas
cosas excelsas".

Es lo que había hecho Jesús en su primera homilía en la sinagoga de su pueblo, Nazaret,


después de haber proclamado la página de Isaías:

"esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy". O cuando a los dos discípulos de Emaús
les explicó las Escrituras empezando por Moisés y los profetas.

En la homilía no partimos de lo que pensamos nosotros, o de cómo está el mundo, sino de lo


que nos ha dicho Dios, de la Historia de la Sal-

~
vación, de la Buena Noticia centrada en Cristo y su Pascua, tal como nos la presentan las
lecturas bíblicas. Una Buena Noticia que, eso sí, afecta a nuestra historia hoy y aquí.

Como dice la introducción al Misal: "aunque la Palabra divina Va dirigida a todos los hombres
de todos los tiempos y está al alcance de su entendimiento, sin embargo una mejor
inteligencia y eficacia se ven favorecidas con una explicación viva, es decir, con la homilía,
como parte que es de la acción litúrgica" (IGMR 29).

Los documentos eclesiales insisten en este aspecto de la Palabra como punto de referencia.
Podemos notar una evolución cronológica en ellos. Los primeros añadían que también pueden
comentarse otros textos de la liturgia. Los últimos insisten sobre todo en las lecturas bíblicas,
aunque en IGMR 65 se admite que la homilía comente también otros textos del Ordinario o del
Propio de la Misa del día:

En el Código de Derecho del año 1917, 1344s., se decía que el sacerdote explique el "evangelio
o alguna parte de la doctrina cristiana", o sea, no necesariamente una parte litúrgica.

"La importancia de la Sagrada Escritura en la celebración de la lilturgia es máxima. En efecto,


de ella se toman las lecturas que se explican en la homilía..." (SC 24).

"El ministerio de la predicación debe tener como fuentes principales la Sagrada Escritura y la
liturgia, ya que es un anuncio de las maravillas de Dios en la historia de la salvación, es decir,
del misterio de Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros, sobre todo en las
celebraciones litúrgicas" (SC 35, año 1963).

"Por homilía inspirada en los textos sagrados se entiende una explicación de algún aspecto de
las lecturas bíblicas o de otro texto del ordinario o del propio de la misa del día, teniendo en
cuenta el misterio que se celebra y las necesidades particulares de los oyentes" (Instrucción
Inter Oecumenici, de 1964, n. 54).

"En la celebración de la misa, la homilía tiene por objeto el que la Palabra de Dios proclamada,
junto con la liturgia eucarística, sea como una proclamación de las maravillas de Dios en la
historia de la salvación y misterio de Cristo" (OLM 24, año 1981).

"Después la homilía exhorta a acoger esta Palabra como lo que es verdaderamente, Palabra de
Dios, y a ponerla en práctica" (CCE 1349, año 1992).

"En las lecturas que luego explica la homilía" (IGMR 55), "considerar la capacidad de los fieles
de escuchar con fruto una lectura más larga o más breve y también su capacidad de escuchar
un texto más completo
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que se deberá explicar por medio de la homilía" (IGMR 360), "las lecturas que se proclaman y
que se explican en la homilía" (IGMR 391).

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"Tentaciones" contra la primacía de la Palabra

Todos estamos convencidos de la primacía de la Palabra de Dios en nuestra celebración


cristiana. Pero esta convicción no siempre se traduce en el respeto que deberíamos tener para
con ella. La experiencia nos dice que existen varias "tentaciones" que afectan a esta
centralidad de la Palabra de Dios en nuestra celebración.

Cambiar las lecturas bíblicas por otras no bfblicas

La importancia de la Palabra, en la primera parte de la celebración de todos los sacramentos,


tiene una primera consecuencia: no se pueden sustituir las lecturas bíblicas por otros escritos,
por piadosos que sean. Es una "tentación" que a veces sucede en la celebración de bodas y
exequias, sobre todo, o en algunas comunidades religiosas que quieren introducir en la liturgia
de la Palabra algún pasaje de sus Reglas o Constituciones.

Ya la Instrucción Liturgicae Instaurationes (1970) decía que "nunca se admite sustituir la


Palabra con otras lecturas de escritores sagrados o profanos, ni antiguos ni modernos" (n. 2).

Y lo han ido recordando otros Libros Litúrgicos y documentos magisteriales:

"No es lícito sustituir las lecturas y el salmo responsorial, que contienen la Palabra de Dios, por
otros textos no bíblicos" (IGMR 57).

"No está permitido que, en la celebración de la misa, las lecturas bíblicas, junto con los
cánticos tomados de la sagrada Escritura, sean suprimidas, mermadas ni, lo que sería más
grave, sustituidas por otras lecturas no bíblicas. En efecto, desde la Palabra de Dios escrita,
todavía Dios habla a su pueblo, y con el uso continuado de la sagrada Escritura, el pueblo de
Dios, hecho dócil al Espíritu Santo por la luz de la fe, podrá dar, con su vida y costumbres,
testimonio de Cristo ante el mundo" (OLM 12).

"Ya que la liturgia está enteramente impregnada por la Palabra de Dios, conviene que
cualquier otra palabra esté en armonía con ella, ante todo la homilía, pero también los cantos
y las moniciones. Ninguna otra lectura podrá ocupar el lugar que corresponde a la lectura
bíblica.

Las palabras de los hombres han de estar al servicio de la Palabra de Dios, sin oscurecerla"
auan Pablo 11, Carta Vicesimus Quintus annus, en

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el XXV aniversario de la SC, 1988, n. 10: en Cuadernos Phase 30, CPL Barcelona 1991,63-80). '
"Conviene recordar que en el conjunto de los textos de las lecturas de la Misa puede entrar
sólo la Palabra de Dios. La lectura de la Escritura no puede ser sustituida por la lectura de otros
textos, aun cuando tuvieran indudables valores religiosos y morales. Tales textos en cambio,
podrán utilizarse, con gran provecho, en las homilías. Efecti~ vamente, la homilía es
especialmente idónea para la utilización de esos textos, con tal de que respondan a las
requeridas condiciones de contenido, por cuanto es propio de la homilía, entre otras cosas,
demostrar la convergencia entre la sabiduría divina revelada y el noble pensamiento humano,
que por distintos caminos busca la verdad" (Juan Pablo II, Dominicae cenae, carta de 1989, n.
10: en Cuadernos Phase 84, CPL, Barcelona 1997, 27-58).

"Jamás pueden ser sustituidas las lecturas bíblicas por otras no bíblicas, pues sólo la Palabra de
Dios tiene fuerza para salvar" (PPP 7).

Es verdad que hay testimonios, en los primeros siglos, de una cierta oscilación en cuanto a la
lectura de textos no bíblicos. En algunas Iglesias de África, Milán, Hispania o Galia, a veces leían
actas de mártires el día de su aniversario, o cartas de obispos famosos (Clemente de Roma), o
algunas obras que eran tenidas por inspiradas (Pastor de Hermas).

Pero Roma desde siempre fue reacia a tales lecturas. Concilios y sínodos las prohíben
explícitamente, como el de Laodicea el año 372 y el de Hipona en 393. En Roma sólo se
admiten lecturas no bíblicas en Maitines, o sea, en el Oficio de Lecturas...

Lo que sí hay es flexibilidad: se pueden cambiar unas lecturas bíblicas por otras, por ejemplo
en el caso de peregrinaciones, o de la celebración de los sacramentos, en la que se puede
incluir alguna lectura (bíblica) referente al Bautismo, o al Matrimonio, o a las exequias.

Las lecturas no bíblicas, pueden ser oportunas y útiles en otros ambientes: en las reuniones de
revisión de vida, en celebraciones de la Palabra no sacramentales, en algunos momentos más
prolongados de culto eucarístico...

Comentar la "pastoral" del Obispo en lugar de las lecturas bíblicas

Se ha querido ir sustituyendo a veces la homilía por otras formas de predicación que pueden
ser muy buenas, pero no son la homilía, por ejemplo, las "pastorales" del Obispo, sobre todo si
se refieren a temas candentes en la vida social o eclesial.
Un Obispo tiene, no sólo el derecho, sino también el deber de hacer oír su voz sobre temas
importantes de gran actualidad. Pero debe buscar un cauce apropiado para hacer oír esa voz,
sin romper la dinámica que dentro de la celebración, sobre todo eucarística, existe entre la
Palabra ("esta" Palabra) y el Sacramento. Incluir, como una cuña, la pastoral del Obispo, sin
ninguna relación con las lecturas del día, sería "instrumentalizar" la celebración para lo que no
está previsto, aunque el texto alternativo sea muy piadoso.

Esos cauces pueden ser, como ya sucede en muchas diócesis, las "glosas" o "cartas" del Obispo
que los medios de comunicación propagan, sobre todo la radio, pronunciadas a veces por el
mismo Obispo.

Dentro de la celebración se puede aludir a estas pastorales, o resumirlas brevemente, por


ejemplo al principio o al final de la celebración, o bien dentro de la homilía, si hay coherencia
entre las lecturas y su contenido. A veces basta presentar el documento, y luego hacerlo llegar
a los fieles en unas hojas oportunas.

Elogios del difunto o del homenajeado

Lo mismo habría que decir de lo que sucede cuando, en vez de la homilía, se invita a que un
misionero que viene de lejanas tierras explique sus trabajos y motive una colecta más
generosa para su obra.

O cuando en unas exequias se dedica este tiempo a un "elogio fúnebre" con la vida y milagros
del difunto. O en las misas de la "fiesta de la gratitud" para un superior o superiora, en las que
habría que nombrar más veces a Dios y su proyecto de vida que al superior. O la alabanza al
misacantano: antes se decía que un orador sagrado" cantaba las loores del sacerdocio
católico".

En todos los casos hay que partir de la Palabra de Dios. Aunque, naturalmente, su comentario
admite y exige, para su traducción al momento concreto de la vida, la referencia al
acontecimiento que estamos celebrando.

Las "jornadas" por intenciones eclesiales

En nuestro calendario hay numerosas "jornadas", días con una "intención" determinada: los
emigrantes, las misiones, las monjas de vida contemplativa, el clero indígena, la unidad de los
cristianos, los enfermos. 1

1 Cf. J. LÓPEz, Giornate "a tema" in domenica: DizOm 633-636.


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También en estas ocasiones sigue siendo válido el dinamismo lógico:

son las lecturas bíblicas las que dan su contenido a la homilía.

Lo que puede hacerse en estas jornadas, que afectan a aspectos importantes de la vida
eclesial, es tenerlas en cuenta en la monición y el canto de entrada, en la Oración Universal, en
la motivación de la colecta en el ofertorio si la hay. También cabe alguna alusión en la homilía,
si se puede hacer sin artificialidad a partir de las lecturas.

En algunos casos, sobre todo en el Tiempo ordinario, cabe mantener las lecturas bíblicas del
día y su comentario, y elegir las oraciones de la misa correspondiente a esa intención, como las
misiones, o la paz en el mundo, o las vocaciones religiosas.

Avisos parroquiales en tiempo de homilía

Es lógico que en la celebración dominical se quieran dar unos "avisos" a la comunidad sobre
aspectos que tienen importancia en la vida parroquial.

Pero estos avisos no tienen su lugar en la homilía, sino al final de la Misa: "dicha la oración
después de la comunión, se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o
advertencias al pueblo" (IGMR 166.90.184). En la introducción al Leccionario se dice
expresamente: "hay que separar de la homilía las breves advertencias que, si se da el caso,
tengan que hacerse al pueblo, ya que estas tienen su lugar propio terminada la oración
después de la comunión" (OLM 27).

Muchos de estos" avisos" basta que aparezcan en la cartelera a la entrada de la iglesia,


reservando los dos o tres más importantes para el final de la celebración.

La vida del Santo en la homilía

Una costumbre que parece piadosa, pero que empobrece la celebración de la Palabra de Dios,
es dedicar el espacio de la homilía a comentar la vida de un Santo o Santa. Claro que a veces es
más fácil hablar de la vida del Santo, y puede gustar más a la gente que la carta a los Romanos.

Es lo que suele pasar cuando se quiere organizar un Triduo o una Novena en honor de la
Virgen o de un Santo. Pero en este momento de la Misa estamos celebrando la Palabra que
nos dirige Dios.
En las memorias o fiestas de Santos se puede dedicar a su presentación una breve monición de
entrada. Si el día tiene lecturas propias, porque es "fiesta" o "solemnidad" o "memoria"
especial con lecturas del NT que aluden a este santo o santa, entonces sí se puede comentar
más en la

homilía la figura del Santo, pero, como dice san Francisco de Sales, "sí, pero en cuanto que son
el evangelio puesto en obra", o sea, siempre referidos a la Palabra de Dios que se ha cumplido
en ellos de un modo ejemplar. 2

sustituir la homilía por una catequesis sistemática

A partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI, pero sobre todo a lo largo del siglo XX, hubo una
tendencia muy extendida, sobre todo en países de centro Europa, a convertir la homilía en una
"catequesis continuada", siguiendo como punto de referencia, no tanto las lecturas bíblicas del
día, sino, por ejemplo, los diez mandamientos, o los artículos del Credo, o luego el Catecismo
del 1992.

Pero eso es confundir la homilía con la instrucción catequética. Es verdad que hace mucha
falta esta formación religiosa, pero debe tener otros cauces, sobre todo la catequesis en sus
varios ambientes.

La homilía no es una "clase", ni un discurso "temático", ni una "catequesis" sistemática.


Aunque, a la larga, se pueda decir que la mejor catequesis que recibe el pueblo cristiano es la
litúrgica, no tanto porque es sistemática en nuestro sentido de hoy, sino porque se sigue a lo
largo del año la Historia de la Salvación tal como nos la presenta el Leccionario.

El cristianismo no es tanto dogma (verdades a creer), ni moral (deberes a cumplir), sino


historia, historia de salvación que Dios nos va proponiendo en los libros bíblicos.

Al principio, pareció que no se descartaba la costumbre de esta organización más temática de


las homilías de un tiempo: "si se proponen esquemas de predicación para la misa en algunos
períodos del año, deben guardar una íntima y armónica relación al menos con los principales
tiempos del año litúrgico, es decir, con el misterio de la redención, porque la homilía es parte
de la liturgia del día" (Instrucción Inter Oecumenici, 1964).

Pero luego se abandonó esa línea. 3

2 S. FRANCISCO DE SALES, Carta del 5 de octubre de 1604 a Mons. A. Frémyot, en "Oeuvres de


St. Francois de Sales", Annecy 1902, XII, p. 306.

3 Resulta extraño que en el "Instrurnentum Laboris", publicado (2005) en vistas al Sínodo de


los Obispos, se hable de la "homilía temática" en unos términos que parecen ambiguos:
"Teniendo bien presente los pasajes de las Sagradas Escrituras, sería necesario pensar en
homilías temáticas (el subrayado es original del documento), que durante el curso de un año
litúrgico puedan presentar los grandes temas de la fe cristiana: el Credo, el Padre Nuestro, la
estructura de la Santa Misa, los diez mandamientos, y otros" (n. 47). Esta sugerencia ha sido
asumida casi al pie de la letra en las Proposiciones del Sínodo (n. 19).

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Tomar como punto de partida otras fuentes

No es fidelidad a la Palabra proclamada el que el predicador quiera partir, para su reflexión, no


de las 1ecturas, ni de los textos de la liturgia, sino de otro libro o de otro acontecimiento más o
menos pertinente. La Palabra de Dios tiene en sí fuerza y pedagogía suficiente para alimentar
la fe de los fieles.

Claro que se puede aludir también a otras fuentes. Es 10 que se preguntaba san Francisco de
Sales en la mencionada carta: ¿qué decir de las "historias profanas"? Y contesta con cierto
humor que también pueden ser buenas esas "historias", "pero hay que servirse de ellas como
se hace con los champiñones, en pequeña cantidad, sólo para abrir el apetito", de modo que
sirvan para entender mejor la Palabra de hoy. 4 Es la Palabra de Dios la que sa1va, la que
alimenta, la que ilumina el camino de los fieles.

Todos conocemos ejemplos de falta de oportunidad al aplicar las lecturas a la vida, según en
qué celebraciones.

Un lector de "Misa Dominical" contaba hace años (1990) que el Viernes Santo, en un
pueblecito de la montaña adonde había ido a pasar unos días con su familia, el sacerdote
dedicó casi toda su homilía a la LOGSE, el proyecto que en aquel momento se preparaba como
ley de enseñanza en España, comparando a los gobernantes a Pilatos y a los demás que
condenaron a Jesús...

En una revista anglicana de hace unos años (1987) se quejaba un fiel de que un capellán,
también el Viernes Santo, sólo predicó de unas de las siete palabras de Jesús, "hoy estarás
conmigo en el paraíso", y dedicó su homilía a justificar la legitimidad de la pena de muerte
para crímenes grandes, "como seguramente serían los de aquel ladrón"...

Recorrido histórico
Ya el culto de la sinagoga judía, que consistía exclusivamente en la celebración de la Palabra (la
litl..¡rgia sacrificia1 quedaba para el Temp10), tenía una organización de las 1e~turas, según los
meses del año.

En la sinagoga la celebrqción del sábado solía ser:

a) alabanza: "Shema Israel", bendiciones, salmos, cánticos/ acabando con el "Hallel" y las
bendiciones del "Shemoneh Esreh";

b) lecturas, que Son dos: la Ley (Torá), sobre todo el Pentateuco, la lectura principal,
continuada a lo largo del año/ siguiendo una serie organizada de 54 pasajes; le sigue una
homilía que debe hacer un doctor de la Ley; y el Profeta, que no es una lectura continuada,
sino siguiendo los temas aparecidos en la lectura anterior; la homilía que le sigue puede
hacerla un laico, con tal que tenga al menos treinta años y se lo haya encargado el jef~ de la
sinagoga, como fue el caso de Jesús en Nazaret o de Pablo en vanos de sus viajes;

c) oración intercesora fiItal.

En los primeros siglos cristianos se hacían las lecturas directamente de la Biblia, señalando
previamente al margen del códice el "incipit" y "explicit" de la perícopa elegida. Pero pronto se
fue creando una cierta organización, con la ordenación de profeta~, apóstoles y evangelio.

Parece que el AT entró en estas lecturas desde el principio, como ya dice Justino el año 150.
Pero natu.ra1mente se introdujo en seguida la 1ec-

Los varios Leccionarios

nuevo Leccionario: significado y contenido: Phase 56 (1970) 159-176; J. A. ABAD, Justificación


histórica del nuevo l.ecc:ionario "per annum": Teol Espir (1970) 67-84; J.M. BERNAL, La.

lectura litúrgica de la BIblta: Phase 91 (1976) 25-40; G.F. VENTURI, Il Lezionario, catechesl
narrativa della Chiesa: Riv Lit 1 (1984) 52-79; P. GIGJLIONI, La omelia nella prassi liturgica:

Riv Lit 1 (1984) 33-51; T. FEDERlCI, Estructura de la lit!:urgia de la Palabra en los leccionarios
antiguos y en el ardo LectionumMissae;Phase 151 ( 1986) 55-81 (se puede ver también en
Cuadernos Phase 105 (2000) 49-78); P. FARNÉS,.- El nuevo Leccionario. Significado y contenido:
Phase 56 (1970) 159-176; ID., Lectura de l~ Biblia en el Año Litúrgico (=Dossier CPL 48) CPL,
Barcelona 1991, 108 págs.; P. TENA, El Leccionario de Lucas. Guía homilética para el ciclo C
(=Dossiers CPL 50) Barcelona 1<;¡Q91, 172 págs.; P. SoRCI, La Parola di Dio: Ho Theologos 2
(1992) 191-221;). SANCHO, pr;-ogramas continuados de predicación en el Leccionario: Past Lit
226 (1995) 24-31; G. SoLBR, El Leccionario, mesa de la Palabra de Dios: Past Lit 229-230 (1995-
1996) 31-55; VARIOS, La Palabra de Dios en la celebración litúrgica: Past Lit 229-230 (1996) 1-
~71;p' SoRCI, Lezi'fionario per I'Eucaristia: DizOm 790795; VARIOS/ Leggere la Parola nella
lIturgia: Riv Lit 6 . (2001).

Uno de los mejores valores de la reforma litúrgica del Vaticano 11 ha sido el nuevo sistema de
lecturas en la Eucaristía, contenidas en los varios Leccionarios. 5

4 S. FRANCISCO DE SALES, carta citada, p. 306.

5 Sobre los nuevos Leccionarios en general, d. La Mesa de la Palabra. Ordenación de las


Lecturas de la Misa. Texto y comentario (=Dossiers CPL 37) CPL, Barcelona 1994/ 2" edición,
100 págs. Es el documento oficial donde mejor se motivan, describen y valoran estos
Leccionarios.

Además, d. VARIOS/ Le nouveau lectionnaire: LMD 99 (1969) 7-123; P. FARNÉS, El


tura de los evangelios y de las cartas apostólicas. Esta praxis no se organizó por igual en todas
las Iglesias. En el tiempo de san Ambrosio, en el siglo IV, ya se había establecido como norma
este orden: "prius propheta legitur, et apostolus, et sic evangelium".

En cuanto al número de lecturas, en general se puede decir que en las Iglesias orientales eran
cuatro o más (dos del AT y dos del NT). En las liturgia s occidentales (Milán, África, Hispania,
Galia) y tal vez en la romana originariamente, tres: una del AT y dos del NT. En la romana se
fue perdiendo muchos días la del AT, quedando sólo dos (apóstol y evangelio), aunque
quedaron señales de las tres lecturas en los días de "témporas".

A partir del siglo VI, que se caracterizó por la compilación de "colecciones" -sacramentarios,
antifonarios, homiliarios-, encontramos ya Leccionarios formalmente organizados, diferentes
en las diversas Iglesias. El Leccionario que teníamos hasta hace poco, venía del siglo VIII, en
tiempos de Carlomagno.

El actual Leccionario consta de diversos libros:

a) el dominical, con tres ciclos: A (con el evangelio de Mateo), B (con el de Marcos) y C (con el
de Lucas). El de Juan se lee prácticamente cada año, porque tiene lugar privilegiado en
Navidad, Cuaresma y Pascua.

Además, el capítulo 6 de Juan ocupa cinco domingos del ciclo B;

b) el ferial, que consta de dos ciclos: 1 y n, para los años impares y pares respectivamente,
aunque el evangelio se repite cada año;

c) el de Santos, con lecturas tanto para los días propios como para los" comunes" de Santos;

d) el de los Rituales de los diversos sacramentos;

e) y el de celebraciones para varias necesidades y misas votivas.

Verdaderamente es rico el contenido de los actuales Leccionarios.

Su selección de los libros y los pasajes bíblicos ha sido muy pensada y se puede decir que ha
sido equilibrada y bien aceptada, no sólo por los católicos, sino por cristianos de otras
confesiones.

"El Leccionario es el modo normal y habitual que tiene la Iglesia de leer eclesial y
comunitariamente la Palabra de Dios del libro de las Escrituras... La lectura de la Sagrada
Escritura en la liturgia es la lectura más completa y globalizada, es una lectura teológica y
espiritual a la vez.. Bajo la guía del Espíritu Santo cada Iglesia confeccionó no uno sino varios
Leccionarios, según las épocas, en un afán admirable de profundizar en el conocimiento del
misterio de Cristo. En nuestro tiempo, la Iglesia Católica del Rito Romano, siguiendo los
mandatos del Vaticano n, que dispuso se abriesen con mayor amplitud los tesoros de la Biblia
(SC 51), ha puesto en nuestras manos el más completo Leccionario, si cabe, de la historia" (PPP
9).

"La lectura del Leccionario va transcurriendo, por tiempos o ciclos, de forma que en el curso
del año la Iglesia celebra con sagrado recuerdo, en días determinados, la obra de su divino
Esposo (SC 102)" (PPP 13).

"La homilía, fiel al Leccionario, expone y aclara los contenidos evangélicos y bíblicos de las
lecturas para celebrar el misterio de Cristo y la obra de la salvación. Domingo tras domingo,
ciclo tras ciclo, la homilía inicia espiritualmente en la comprensión y en la vivencia de los
diferentes momentos de la vida de Cristo Redentor y en su obra salvadora..." (PPP 14).

La reforma del Leccionario en el Vaticano II

Los Leccionarios actuales son fruto de un serio estudio que tiene su fundamento en dos
pasajes del Concilio Vaticano n:

SC 35: "en las celebraciones sagradas debe haber una lectura de la Sagrada Escritura más
abundante, más variada y más apropiada".

SC 51: "Para que la mesa de la Palabra de Dios se prepare con mayor abundancia para los
fieles, ábranse con mayor amplitud los tesoros bíblicos, de modo que, en un espacio
determinado de años, sean leídas al pueblo las partes más importantes de la Sagrada
Escritura".

Realmente era pobre el Leccionario antiguo: sin apenas pasajes del AT, sin variedad (cada año
las mismas lecturas), sin cabida tampoco para varios libros del NT.

El nuevo Leccionario, que apareció en 1969, se preparó en el "Coetus XI" del Consilium, que
trabajó a partir de 1964. Este grupo de trabajo lo formaban muchos especialistas, biblistas,
liturgistas, pastores, que realizaron un estudio serio y exhaustivo de los Leccionarios históricos
de todas las Iglesias, también los orientales y los protestantes.

El nuevo Leccionario tuvo un período de experimentación a partir de 1967 y finalmente en


1969 fue promulgado como el nuevo Ordo Lectionum Missae (OLM) que entró en vigor en el
Adviento de ese año. En el año 1981 se publicó su 2a edición típica, con una mejora notable de
sus Prenotandos.
Preguntas sobre el Leccionario

La introducción al nuevo Leccionario, de 1981 (OLM), motiva muy bien su finalidad y describe
sus características y los criterios de su confecci<?n actual. Pero podemos recordar unos
interrogantes que se suelen hacer a veces al respecto.
¿Hace falta un Leccionario?

¿No bastaría acudir directamente a la Biblia, que parece un método más creativo y libre y
mejor adaptado a las circunstancias que se viven?

La sugerencia parece en un primer momento laudable y, además, corresponde a como se


organizaban las lecturas en los primeros siglos, antes de la confección de los Leccionarios.

Pero hay claros inconvenientes, a la larga: esta adaptación que se pretende ¿a quién se
refiere? ¿según qué criterios se hace? ¿del sacerdote?

¿de un grupo? Si la Iglesia abandonó ese sistema de selección de las lecturas fue porque vio un
cierto peligro de "instrumentalizar la Palabra" y de subjetivismo, porque había el peligro de
que se eligieran unos cuantos temas candentes, basados más en nuestros interrogantes
históricos que en lo que nos dice la Palabra de Dios.

Un Leccionario como el que ahora ha adoptado la Iglesia, aunque siempre sea mejorable, evita
el subjetivismo. Nos ofrece la lectura razonable de toda la Biblia, no sólo de los pasajes que nos
gustan a nosotros o a los fieles o que son fáciles de explicar. Es un acto de fe en la Palabra
misma de Dios y de fidelidad a la Historia de la Salvación tal como nos ha sido revelada. Nos
distribuye, con una pedagogía de siglos, la lectura bíblica a lo largo de los tiempos y fiestas del
Año Litúrgico. .

Eso sí, con un margen de flexibilidad, como hace ver el mismo Leccionario.

¿Lectura "temática" o "continuada"?

A veces se suscita la pregunta de si no sería mejor seguir una selección "temática" de las
lecturas, en vez de la lectura "continua" o "semicontinua" de los libros bíblicos.

La lectura temática tiene una ventaja: facilita la relación entre sí de las lecturas escogidas y
también permite adaptar mejor la Palabra a la vida y circunstancias históricas. Pero tiene el
peligro de elegir nosotros los pasajes, a nuestro gusto (en este caso, suponemos que de las
autoridades pertinentes). La iniciativa la tenemos nosotros, y no Dios. Parecen privilegiarse
nuestros problemas o interrogantes, y no el mensaje que Dios nos qui~re comunicar. Incluso
habría el peligro de "manipular" las lecturas, o de dISponer de la Palabra, en vez de ponemos a
disposición de la Palabra.
En la lectura continuada se salva mejor la iniciativa de Dios y de ~u pedagogía. La Historia de la
Salvación la proclamamos a lo largo del ~o tal como se ha desarrollado y tal como la Palabra la
propone, en su propIO

contexto, no sólo la parte que ya conocemos o la que nos viene más espontánea o más a
gusto. Esta lectura así organizada nos permite conocer qué sucedió en la historia de Israel, o
cuál era la problemática de la comunidad de Corinto en tiempos de Pablo: y todo ello como
espejo en el que nosotros haremos muy bien en miramos, porque su mensaje es siempre
actual.

Después de mucha reflexión, en la última reforma se ha optado por una solución mixta:

- los días de fiesta, se ha optado por una armonización temática: el día de Pentecostés, las tres
lecturas hablan del Espíritu, y en la festividad de los santos Pedro y Pablo, de los dos apóstoles;

- los domingos, la organización de alguna manera es también temática: aunque el evangelio es


continuado, la primera lectura, la del AT, se elige coordinando su mensaje con el evangelio del
día; pero la segunda lectura va por su cuenta, siguiendo de modo semicontinuo un libro del
Nuevo Testamento;

- los días feriales, tenemos una lectura continuada o semicontinuada en las dos lecturas,
excepto en algunos tiempos fuertes, como en el Adviento y la Cuaresma, en que se da a veces
una armonización de las dos.

La introducción al Leccionario explica cómo en algunas ocasiones se ha buscado una


proclamación "temática" o "armonizada" entre las lecturas, pero dice también por qué no ha
parecido bien hacer lo, por ejemplo, en los domingos del Tiempo Ordinario:

La composición armonizada se ha escogido, por ejemplo, en las ferias de los tiempos de


Adviento y de Cuaresma.

"Por el contrario, en los domingos del Tiempo Ordinario, los textos de la lectura apostólica y
del evangelio se distribuyen según el orden de la lectura semicontinua, mientras que la lectura
del Antiguo Testamento se compone armónicamente con el evangelio" (OLM 67).

"Lo que era conveniente para aquellos tiempos anteriormente citados, no ha parecido
oportuno aplicado también a los domingos, de modo que en ellos hubiera una cierta unidad
temática que hiciera más fácil la instrucción homilética. El genuino concepto de la acción
litúrgica se contradice, en efecto, con una semejante composición temática, ya que dicha
acción litúrgica es siempre celebración del misterio de Cristo y, por tradición propia, usa la
Palabra de Dios movida no sólo por unas inquietudes y de orden racional o externo, sino por la
preocupación de anunciar el evangelio y de llevar a los creyentes hacia la verdad plena" (OLM
68).
-'"
La del Leccionario no es una lectura totalmente desorganizada de la Biblia. No es tan
sistemática como puede ser en la catequesis, pero también nos presenta una visión bien
organizada a lo largo del Año Litúrgico. Con la finalidad de que los fieles vayan teniendo una
visión de conjunto de un evangelista, o de los libros históricos del AT, o de la serie de
parábolas de Jesús, o del sermón de la montaña, o, si se trata de lectura continuada ferial, una
idea de lo que dijo Jeremías en su tiempo o Pablo a los Gálatas.

¿ y sobre otros textos de la Misa?

La homilía, aunque centrada fundamentalmente en las lecturas, puede referirse también, si


viene al paso, a otros textos de la liturgia del día, sobre todo al salmo responsorial (que
prolonga el espíritu y el mensaje de la lectura anterior), y también a las oraciones del día,
sobre todo al prefacio, si es propio.

En la historia, vemos cómo san Agustín a veces predicó sobre el aleluya, y varias sobre el salmo
responsorial.

Aunque normalmente se afirma que la homilía comenta las lecturas bíblicas, se admite
también que pueda aludir a otros textos litúrgicos:

"conviene que sea una explicación o de algún aspecto particular de las lecturas de la sagrada
Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día" (IGMR 65).

También el AT

A algunos les suscita una cierta desconfianza la proclamación del Antiguo Testamento,
considerándolo pre-cristiano y difícil de aplicar a nuestra vida cristiana. Para ellos, el Nuevo
Testamento supera y hace superfluo el Antiguo. 6 Sin embargo, excepto en la liturgia romana,
que la descuidó durante algunos siglos, se había conservado la lectura normal del AT en las
demás familias litúrgicas. Ahora, también entre nosotros, una de las novedades

6 H. HAAG, El valor específico del Antiguo Testamento: Sel Teol80 (1981) 293-298 (antes en
Theol. Quart 160 (1980) 2-16); A. PUIG, La relación teológica entre los dos Testamentos: Phase
216 (1996) 281-300 (también en Cuadernos Phase 105,15-35); ID., La importancia del Antiguo
Testamento: Phase 269 (2005); 1.M. VERNET, Lectura cristiana del Antiguo Testamento: Phase
214 (1996) 301-312 (y Cuadernos Phase 105, 37-48); R.
DE ZAN, Antico Testamento: DizOm 73-81.

9. L-U","H'-- - --..-

más significativas de la nueva liturgia posconciliar ha sido el lugar que se le ha dado a la


proclamación del AT. Este es un paso adelante, no sólo cuantitativo, sino cualitativo.

Hasta hace poco, eran muy contados los pasajes de los libros proféticos, históricos y
sapienciales que los fieles escuchaban. Ahora, en el ciclo ferial de la Eucaristía (de dos años) y
en el Leccionario del Oficio de Lecturas, se incluyen largas selecciones del AT en lectura
semicontinuada.

También las primeras lecturas de la Eucaristía dominical se toman del AT, excepto en la
Cincuentena Pascual. En este caso, el AT "se compone armónicamente con el evangelio" (OLM
67), mientras que en la lectura continuada de las ferias y en el Oficio de Lecturas se
seleccionan sus libros por sí mismos, para seguir con ellos la dinámica de la Historia de la
Salvación.

El AT prepara el NT

El AT se ha recuperado, no sólo para ser completos en nuestra proclamación de la Palabra, sino


por motivos teológicos. El AT es la Palabra de Dios hecha historia, prepara la venida de Cristo
Jesús y nos hace entender la salvación como historia, que es una "tercera dimensión"
importante para entender la Palabra de Dios.

El AT da sentido al NT: leyendo el AT entendemos la significación que tienen para nosotros el


éxodo, el concepto de sacrificio, el memorial...

Si no se conoce el AT no se puede entender bien el NT: el Magnificat habla de las promesas a


Abrahán, la Pascua cristiana supone conocer las categorías y valores espirituales de la Pascua
judía, la Nueva Alianza realizada en Jesús se entiende si se sabe cuál fue la primera en el Sinaí.

La entrega sacrificial de Cristo en la cruz queda figurada en el intento del sacrificio de Isaac. Su
Eucaristía, en el maná del desierto.

Tanto el AT como el NT están centrados en Cristo: "el AT ofrece al evangelio la profundidad


histórica de la promesa que avanza hacia su plena realización en Cristo: por eso su lectura es
siempre anuncio, profecía y preparación del contenido evangélico" (PPP 22).

Eso sí, la relación entre ambos Testamentos es a la vez de continuidad y discontinuidad,


porque a veces aparece un claro contraste: "se os dijo, pero yo os digo..."; otras se dice en el
NT cómo ahora se cumplen en plenitud las figuras proféticas (el primer Adán y el nuevo, Jonás
figura del sepulcro de Cristo, Israel predecesora de la Iglesia, el agua del diluvio tipo del
bautismo cristiano, Agar y Sara como figuras de Israel y la Iglesia);

otras veces el NT realiza un claro proceso de interiorización y espirituali-


zación de las categorías del Antiguo (el amor al prójimo, la ley del sábad~ el culto en espíritu y
verdad). lo, I Continuamente en el NT se motivan los dichos y hechos de Cristo o de la
comunidad, con la expresión: "eso sucedió para que se cumplier~ lo que había dicho el
profeta...". El AT es figura y preparación de Cristo.

Cristo es la plenitud, el cumplimiento de las promesas, de las figuras que palpitan en los libros
del AT.

Sin el AT no podemos entender bien la presentación de Cristo como "cordero que quita el
pecado del mundo", ni como "buen pastor", en contraposición a los malos pastores de la
historia de Israel. Ni nos dirá gran cosa el ángel de la anunciación cuando asegura que el
Mesías se sentará en el "trono de David" si no acudimos a la historia y sus anuncios. Ni
veremos en profundidad la "nueva Pascua" de Cristo, o por qué refiere el cáliz a la "Nueva
Alianza", si todo esto no lo confrontamos con la primera Pascua y la primera Alianza de la
historia del AT. El mismo Jesús nos indicó el modo de entenderle: "escudriñad las Escrituras, ya
que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de mí" (Jn 5,39). Sólo así
comprenderemos por qué Cristo se presenta a sí mismo con categorías anunciadas por los
profetas: el Hijo del hombre (Daniel), el predilecto del Padre (Isaías 42) o el Siervo de Yahvé
(Isaías 53).

En el episodio de Emaús es Cristo mismo quien ayuda a los discípulos a entender el misterio de
la salvación recurriendo a Moisés, los salmos y los profetas. El AT aparece como anuncio y
"tipo" del futuro, y el NT como "antitipo", o sea, como realización plena de las figuras y tipos
del Antiguo, como hace el autor de la la carta de Pedro en su catequesis del Bautismo.

Como dijo san Agustín, "el Nuevo Testamento ya estaba latente (latet) en el Antiguo, y el
Antiguo se hizo patente (patet) en el Nuevo" (citado por DV 16).

Valor del AT en sí mismo

Pero además el AT tiene valor en sí mismo. Ya es Historia de Salvación, ya interviene Dios. No


sólo anuncia el futuro: ya nos revela su voluntad.

El AT es un espejo en que nos podemos mirar también nosotros, l~s cristianos, es el "libro de
Dios y el hombre", mientras que podemos d~C1r que el NT es "el libro de Cristo". Los dos nos
revelan el único y progresIVO plan salvador de Dios. 1 Siguen siendo actuales muchos de los
valores que aparecen en e

AT: la presencia del Dios Creador, su llamada, su actuación liberadora, su amor, su


misericordia, su perdón, su cercanía, su exigencia moral y social. También el AT, y no sólo en el
evangelio, aparece Dios como Padre o Esposo de su pueblo. Categorías como la comunidad, la
Palabra, la Alianza, la oración de alabanza, están presentes en el AT y siguen conservando su
valor.

El AT es la historia de un pueblo que a veces respondió positivamente al amor de Dios y otras,


no. Ahí notamos las debilidades humanas, pero también la fe de Abrahán y la difícil misión
profética de Jeremías y de tantos otros creyentes.

La historia de Israel es nuestra propia historia. Como la persona adulta no puede prescindir de
su historia pasada (su infancia, su adolescencia, su juventud), tampoco la Iglesia, que llegó a la
plenitud en Cristo y despliega ahora su madurez, puede prescindir de su etapa de preparación
en la vida de Israel. Es la misma Historia de Salvación que continúa, aunque con la esencial
evolución de haber llegado el tiempo de la plenitud con la venida de Cristo.

Vale la pena recordar la precisa valoración del AT que hizo el Vaticano 11, en su documento
sobre la Revelación:

"Deseando Dios con su gran amor preparar la salvación de toda la humanidad, escogió a un
pueblo en particular a quien confiar sus promesas. Hizo primero una alianza con Abrahán;
después por medio de Moisés, la hizo con el pueblo de Israel, y así se fue revelando a su
pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y verdadero. De este modo, Israel fue
experimentando la manera de obrar de Dios con los hombres, la fue comprendiendo cada vez
mejor al hablar de Dios por medio de los profetas y fue difundiendo ese conocimiento entre las
naciones. La economía de salvación, anunciada, contada y explicada por los escritores
sagrados, se encuentra, hecha Palabra de Dios, en los libros del AT. Por eso dichos libros
inspirados conservan para siempre su valor..." (DV 14).

"Los libros del AT, según la condición de los hombres antes de la salvación establecida por
Cristo, muestran a todos el conocimiento de Dios y del hombre y el modo como Dios, justo y
misericordioso, trata con los hombres. Estos libros, aunque contienen elementos imperfectos y
pasajeros, nos enseñan la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibidos con
devoción, porque expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios
y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el
misterio de nuestra salvación" (DV 15).

"Dios es el autor que inspira los libros de ambos Testamentos, de


modo que el Antiguo encubriera el Nuevo, y el Nuevo descubriera el Antiguo. Pues, aunque
Cristo estableció con su sangre la nueva Alianza, los libros íntegros del AT, incorporados a la
predicación eVangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el NT y a su vez lo
iluminan y lo explican" (DV 16).

Cuando mejor se sigue, en nuestra actual organización de lecturas la historia del AT es en el


Leccionario ferial. En los domingos del Tiemp~ ordinario no se sigue ningún libro del AT
continuadamente, sino sólo como preparación puntual al mensaje del evangelio del día.
Mientras que en los días entre semana, se leen durante algunas temporadas, por ejemplo, los
libros históricos, o los sapienciales, y así los fieles que acuden diariamente a celebrar la
Eucaristía pueden hacerse una idea más completa de cada uno de ellos. Esos días se lee el AT
por sí mismo, y no sólo como preparación de la escucha del evangelio.

3. la marcha de Israel por el desierto, camino de la libertad plena, guiados por Moisés, con el
episodio del agua de la roca 4. la unción de David como rey de ese pueblo 5. la visión del
profeta Ezequiel: de los huesos saldrá vida 6. el Siervo de Yahvé que se entregará para salvar a
todos.

El salmo, como siempre, es una prolongación, en tono contemplativo o sapiencial, de lo que ha


dicho la la lectura.

El Leccionario dominical

El predicador, si quiere ser fiel a la Palabra que ha de explicar, debe conocer la estructura y la
coherencia interna de los Leccionarios.

Los criterios de la asignación de los libros bíblicos a los varios tiempos del Año litúrgico los
explica la introducción al Leccionario: OLM 64-91. 7

b) Las segundas lecturas, de Pablo, a veces complementan a modo de aplicación espiritual el


mensaje de la la. Así, en el domingo 1°, opone a la caída del primer Adán la victoria y la gracia
del nuevo y definitivo Adán, Jesús; y en el 2°, junto a la vocación de Abrahán, nos habla de
nuestra vocación cristiana.

Otras veces, estas lecturas anticipan lo que nos va a decir el evangelio:


la del domingo 3° ya adelanta que será derramado el Espíritu sobre los creyentes, preparando
la lectura del agua en la escena de la mujer samaritana; la del 4°, antes de la lectura del ciego
que recobra la vista, nos invita a vivir nosotros como hijos de la luz; y la del 5°, a vivir como
resucitados, anticipando la resurrección de Lázaro.

Se puede decir que las segundas lecturas son ya como "homilías" de Pablo, que quieren aplicar
a nuestra vida el mensaje de las otras lecturas.

La Pascua de Israel en el AT y sobre todo la Pascua de Cristo Jesús son el modelo y la pauta de
la Pascua de cada cristiano.

Las lecturas dominicales de Cuaresma

Las lecturas dominicales del tiempo de Cuaresma muestran una organización muy pensada
para irnos conduciendo hacia la plenitud de la Pascua de Cristo.

c) Los evangelios de estos domingos tienen una línea clásica y nos presentan a Jesús como el
modelo viviente del camino pascual. Los de los dos primeros domingos son iguales en los tres
ciclos, cada vez a partir de su evangelista: 1. las tentaciones de Jesús en el desierto; 2. su
transfiguración en el monte.

Los domingos del 3 al 5, en este ciclo A, se caracterizan por sus temas bautismales, tomados
del evangelio de Juan: 3. el agua y la samaritana; 4.

la luz y la curación del ciego; 5. la vida que recobra Lázaro. El domingo último, el de Ramos o
de la Pasión, se proclama siempre la Pasión del Señor, según el evangelista del año. 8

a) Las primeras lecturas, del AT, tienen una dinámica interna original.

Nos presentan seis grandes momentos de la historia de la salvación, según el plan histórico de
Dios, desde el principio hasta la llegada de Jesús. En cada ciclo son diferentes estas páginas.

Por ejemplo, en el ciclo A, estos acontecimientos del AT se proclaman en su sentido más


primordial, haciendo ver la iniciativa salvadora de Dios en todas sus etapas:

1. la creación cósmica y el primer pecado de Adán y Eva 2. la vocación de Abrahán, que da


origen al pueblo elegido

7 Sobre el Leccionario dominical: VARIOS, Le Lectionnaire dominical de la Messe:

LMD 166 (1986) 1-138; G. RAMsHAw, The Gift ofThree Readings: Worship 1 (1994) 2-12.
- 8 Para los domingos de Cuaresma de los ciclos B Y C, d. J. ALDAZÁBAL, Enséname tus caminos
(=Dossiers CPL 108 y 99) Barcelona 2005 y 2003 respectivamente.
I Las lecturas dominicales del Tiempo Pascual

También es conveniente que el sacerdote que tiene que predicar en el Tiempo Pascual tenga
conciencia de cómo ha distribuido el actual LeccioI nario los pasajes y con qué finalidad. Nos
fijaremos sobre todo en el ciclo A, como en el caso de la Cuaresma.

En Pascua no leemos el AT, que es promesa y figura, mientras que en este tiempo estamos
celebrando la plenitud de Cristo y de su Espíritu.

a) Como 1 a lectura, leemos todos los años el libro de los Hechos de los Apóstoles, cada ciclo
dominical con una selección diferente, completada, además, con la más abundante selección
de los días feriales de este tiempo (esta, igual cada año).

No es extraño que una antiquísima tradición, tanto de la Iglesia oriental como de la occidental,
haya reservado la lectura de los Hechos para el Tiempo Pascual. En este libro vemos a la
comunidad como fruto de la Pascua del Señor y guiada por su Espíritu, una comunidad que nos
da I testimonio de su crecimiento y maduración en medio de un mundo nada proplClO.

I En el ciclo A las lecturas dominicales nos presentan a la comunidad cristiana en su origen, con
sus características peculiares, y también con los agentes que la hacen crecer, además de Cristo
y de su Espíritu: los minis: tros ordenados.

b) La segunda lectura, en el ciclo A, se toma de la primera Carta de I Pedro; en el ciclo B, de la


primera carta de Juan; y en el C, del ApocaI lipsis.

La carta de Pedro, la que leemos en el ciclo A, está atribuida, por su misma firma, al apóstol
Pedro, aunque no sea segura esta paternidad.

Nombra también a varios de sus colaboradores, como Silvano y Marcos, y la escribe desde
Roma (exactamente dice que desde Babilonia, que era el nombre en clave para Roma en
tiempo de persecución). Va dirigida a los cristianos, los "elegidos", dispersos por el mundo. En
un período de dificultades y pruebas, la carta de Pedro quiere dar ánimos a los cristianos,
recordándoles la fuente de su identidad cristiana, el Bautismo, y la herencia que les espera.
Algunos ven en esta carta como una homilía dirigida a los recién bautizados, los neófitos, para
que se animen a vivir el estilo de vida de Cristo.
c) Los evangelios del ciclo A no son tanto de Mateo, el evangelista del año, sino de Juan y de
Lucas. Con una excepción: el día de la Ascensión, en que sí leemos a Mateo.

Los tres primeros domingos escuchamos las apariciones del Resucitado. El cuarto, el evangelio
del Buen Pastor. El quinto y sexto, palabras de Cristo en su Cena de despedida, con consignas
sobre la vida futura de la Iglesia. Y los dos últimos domingos, los pasajes correspondientes de
la Ascensión Y de Pentecostés.

Las tres series de lecturas de estos domingos irán poniendo de relieve a los protagonistas de la
vida eclesial y los grandes valores del Misterio pascual que la comunidad cristiana vive a lo
largo de los siglos: a) la fe en Cristo Resucitado, b) la actividad animadora de su Espíritu, que
llena de luz y de fuerza a su comunidad en los momentos más difíciles, c) la presencia de los
apóstoles y ministros de la comunidad como testigos privilegiados y predicadores incansables
de la Buena Noticia, d) la comunidad de los creyentes que avanza fielmente por los caminos
del evangelio del Señor, e) una comunidad universal que inicia su marcha en Jerusalén pero
luego se extiende a todos los países conocidos y hasta Roma, y f) una comunidad que se reúne
cada "primer día de la semana" para escuchar la Palabra y celebrar la Eucaristía. 9

Las lecturas dominicales del Tiempo ordinario

Las lecturas bíblicas de los domingos del Tiempo Ordinario nos presentan, cada año según el
propio evangelista, lo que llamamos la "vida pública" de Jesús. Su infancia la escuchamos en el
Adviento y la Navidad.

Su pasión, muerte y resurrección, en el tiempo de Cuaresma y Pascua.

a) Los evangelios son una lectura semi-continua, en el ciclo A de Mateo, a partir del domingo
3°, porque ello es la fiesta del Bautismo de Jesús yen el domingo 2° todavía se escucha un
pasaje de Juan, como eco a la manifestación navideña.

b) Tienen siempre relación con estos evangelios las lecturas del Antiguo Testamento, que
preparan el pasaje evangélico del día. Así se pone de manifiesto que el AT ya contiene y
anuncia lo que en Cristo Jesús es la plenitud de la revelación. No hacemos, pues, una lectura
continua de los

9 Para los domingos pascuales de los ciclos B y C, d. J. ALDAZÁBAL, Enséñarne tus e .

arnznos (=Dossiers CPL 108 y 99), a.c.

.a
varios libros del AT, como sucede en el Leccionario ferial, sino una lectura "temática", en
correspondencia con el evangelio del día. Los "títulos" de ambas lecturas ponen de manifiesto
la relación que guardan entre ellas.

c) Las segundas lecturas van por su cuenta, con una lectura semi-continua de algunos libros del
NT, sobre todo las cartas de Pablo. Como la primera Carta a los Corintios es muy larga, se ha
repartido entre los tres ciclos. Lo mismo sucede con la carta a los Hebreos, que se lee a medias
entre el ciclo B y el C.

En el ciclo A leemos de una manera cuasi-continua la la a los Corintios (siete domingos), la


carta a los Romanos (dieciséis domingos), Filipenses (cuatro domingos) y la a los
Tesalonicenses (cinco domingos).

Fidelidad al Leccionario y riqueza de la homilía

a) Es obligatorio proclamar las tres lecturas del domingo. En las ediciones anteriores se añadía
un matiz: por motivos pastorales serios se podía suprimir una de las dos primeras. Pero ahora,
en la 3a Edición del Misal, se dice expresamente que deben ser proclamadas las tres:

"Para los domingos y solemnidades se señalan tres lecturas, es decir, Profeta, Apóstol y
Evangelio, con las que se educa al pueblo cristiano para que viva la continuidad de la obra de
salvación, según la admirable pedagogía divina. Estas lecturas han de hacerse estrictamente"
(IGMR 357).

b) Lo que no es obligatorio es que la homilía tenga que comentar necesariamente las tres
lecturas, aunque tampoco es bueno que siempre comente únicamente el evangelio.

Tampoco es conveniente que intente armonizadas, por ejemplo las dos lecturas feriales,
porque no están pensadas en unidad temática, sino que cada una es lectura (semi)continuada
de los varios libros que se suceden. En las tres lecturas de los domingos del Tiempo Ordinario,
la primera sí está relacionada y prepara la lectura del evangelio, pero la segunda va por su
cuenta, en una lectura semicontinuada de otro libro.

Lo que sí tiene que saber el predicador es la estructura de los varios Leccionarios, y la intención
de situar un libro bíblico determinado en un tiempo o en otro, a lo largo del Año cristiano.
c) Siendo fiel al Leccionario, en la sucesión de sus lecturas, y no basándose en sus propias
convicciones o tendencias, es como el predicador puede ser más eficaz en su ministerio de
ayudar al pueblo cristiano a crecer en el conocimiento y vivencia del misterio salvador de Dios.
A lo largo del Año, con sus tiempos fuertes y sus fiestas, con sus domingos y días feriales, la
palabra de Dios nos va guiando con densidad de contenido y con pedagogía, en el seguimiento
de Cristo y su mentalidad.

A la larga este es el mejor medio para ir transmitiendo al pueblo cristiano toda la riqueza de la
Revelación. La mejor "formación permanente" la tenemos aquí, bajo el magisterio del mismo
Dios, que nos va desvelando la dinámica de la Historia de la Salvación y nos interpela
vitalmente. A la larga, si uno es fiel a este Leccionario, no corre el peligro de descuidar
aspectos importantes del misterio cristiano.

Leccionario ferial

Para las celebraciones diarias de la Eucaristía, a las que acuden muchos fieles, sobre todo de
comunidades religiosas, el nuevo Leccionario les proporciona, desde 1969, por primera vez en
la historia, la proclamación en dos años de los pasajes más importantes de toda la Escritura,
con dos lecturas diarias, que no presentan entre ellas una unidad temática.

En las ferias del Tiempo Ordinario, la primera lectura, en sus dos ciclos, va siguiendo de un
modo semicontinuo diversos libros, tanto del AT como del NT. Lo que significa que estos libros
se van proclamando "por sí mismos", no para ambientar un tiempo o una fiesta. Es más
completa, naturalmente, la lectura del NT, porque es más breve. Pero también del AT se nos
presenta una visión global suficiente para entender su sentido y su ejemplaridad para nuestra
vida de hoy.

La segunda lectura es siempre evangélica, también semi continua, y la misma cada año,
siguiendo el evangelio de Marcos en las nueve primeras semanas, el de Mateo de la semana
décima a la vigésima primera y el de Lucas hasta el final. Por tanto, cada año se proclaman los
evangelios sinópticos prácticamente enteros. A Juan lo leemos en Cuaresma y Pascua.

El Leccionario para las fiestas de Santos tiene sobre todo su lugar cuando se trata de "fiestas" o
"solemnidades", en que se interrumpe la lectura continuada ferial. En las "memorias",
normalmente, es mejor seguir las lecturas de la feria, para no interrumpir la eficacia de su
proclamación continuada.
d) Lo que sí tiene que procurar el predicador es no caer en la tentación de esquivar los pasajes
diñciles, o de "echar agua al vino" porque le parece fuerte o demasiado exigente lo que dice la
Palabra. A veces interpela seriamente y juzga y condena nuestra conducta: hay que exponerla
en su totalidad, sin omitir, por ejemplo, la cruz, si aparece en el horizonte del programa que
nos presenta Dios. A veces la Palabra no contesta a nuestros interrogantes actuales, sino que
nos suscita los interrogantes que a Dios más le interesan.

La Pontificia Comisión Bíblica (1993) afirma que la homilía "pone a la luz las aportaciones
principales de los textos bíblicos que sean más esclarecedores para la fe y más estimulantes
para el progreso de la vida cristiana, comunitaria o personal". Ya la vez invita a no caer en "la
tentación de renunciar a profundizar las lecturas bíblicas, contentándose con moralizar o
hablar de cuestiones actuales, sin iluminarlas con la Palabra de Dios", y a "evitar una
insistencia unilateral sobre las obligaciones que se imponen a los creyentes. El mensaje bíblico
debe conservar su carácter principal de buena noticia, de salvación ofrecida por Dios. La
predicación será más útil y conforme a la Biblia si ayuda a los fieles, primero a conocer el don
de Dios Gn 4,10) y luego a comprender de modo positivo las exigencias que de ella derivan" .

e) Muchas veces la Palabra nos invita a un estilo de vida. Pero otras no es tanto "moral" sino
"teológico" su mensaje, invitándonos a la alegría, a la admiración y a la alabanza a Dios por sus
actuaciones salvíficas. A la larga, la Palabra -y, por tanto, la homilía- es más Historia de
Salvación y Buena Noticia que exigencia moral. Aunque la exigencia moral brota espontánea
de la Buena Noticia. A veces esa Palabra nos resulta exigente y discierne nuestras actitudes no
conformes a la voluntad de Dios. Otras veces, las más, nos llena de confianza y alegría ante la
Buena Noticia del amor salvador de Dios.

"La preparación de la homilía pide una fidelidad especial al que ha de distribuir el Pan de la
Palabra como buen administrador de los misterios de Dios. Esta fidelidad consiste en acercarse
a la Sagrada Escritura para comprenderla y explicarla de acuerdo con el modo propio que tiene
la liturgia de leer la Palabra de Dios" (PPP 21).

"Al predicador litúrgico le ayudará mucho el estar informado de los criterios de selección y
ordenación de las lecturas en el Leccionario de la misa y de los sacramentos, así como de los
modos empleados para armonizar las lecturas entre sí. Estos criterios, junto con la finalidad
pastoral de todo el ordenamiento de las lecturas, se explican ampliamente en la introducción
al citado libro litúrgico" (PPP 22).

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