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Objetos litúrgicos. Vasos eucarísticos y vestiduras.

Moisés Daniel Pérez Díaz

Después de haber tratado de los objetos litúrgicos en general, vamos a echar una mirada a los
principales objetos, teniendo en cuenta la situación actual. Nos limitamos a los sectores de los vasos
eucarísticos y de las vestiduras de los ministros, y sólo reseñaremos los datos más destacados.

1. VASOS EUCARISTICOS. Se denominan así los vasos sagrados destinados a contener el cuerpo y
la sangre del Señor: el cáliz, la patena, el copón, el ostensorio o custodia, los portaviáticos. Entre ellos
merecen respeto especial el cáliz y la patena, en los que se ofrecen, consagran y se toman el pan y el
vino.

a) Materia y forma. "Los vasos sagrados háganse de materiales sólidos, que se consideren nobles según
la estima común en cada región". "Los cálices y demás vasos destinados a contener la sangre del Señor
tengan la copa de tal material que no absorba los líquidos"". "Para el pan que se va a consagrar puede
convenientemente usarse una sola patena más grande, en la que se colocan el pan para el sacerdote y el
de los ministros y fieles". "Los vasos sagrados de metal, generalmente, lleven la parte inferior dorada,
en el caso de que el metal sea oxidable; pero si están hechos de material inoxidable o de oro noble no
requieren el baño de oro". "Por lo que toca a la forma de los vasos sagrados, corresponde al artista
crearlos, según el modelo que mejor corresponda a las costumbres de cada región, siempre que cada
vaso sea adecuado para el uso litúrgico a que se destina". En lo relativo a la materia y forma de los
vasos eucarísticos, el juicio corresponde a las conferencias episcopales respectivas.

b) Bendición del cáliz y de la patena. En la anterior disciplina, el cáliz y la patena eran consagrados por
el obispo o, en casos previstos por el derecho o por indulto, por un sacerdote. Hoy solamente son
bendecidos, y la bendición puede impartirla un obispo o sacerdote cualquiera. Para que el cáliz y la
patena puedan bendecirse se exige que estén confeccionados según las prescripciones de la Ordenación
general del Misal Romano (nn. 290-295).

En el pontificial romano se explica el valor de tal bendición con estas palabras: "El cáliz y la patena...,
por estar destinados de manera exclusiva y estable a la celebración de la eucaristía, llegan a ser vasos
sagrados''. "El propósito de reservar estos vasos únicamente para la celebración de la eucaristía se
manifiesta ante la comunidad de los fieles mediante una bendición especial". Por razón de su peculiar
destino, es de alabar que el cáliz y la patena se bendigan durante la misa". La fórmula utilizada en tal
caso atribuye la santificación del cáliz y patena al contacto inmediato que se establecerá entre ellos y el
cuerpo y sangre del Señor durante la celebración eucarística". Cuando, por el contrario, dicha bendición
del cáliz y patena tenga lugar fuera de la misa, se usa una fórmula distinta, en la que su santificación se
considera fruto de una bendición del Señor. El texto de los formularios de bendición del cáliz y patena
se encuentra en el libro litúrgico Ritual de la dedicación de iglesias y de altares, 113-118.

2. VESTIDURAS DE LOS MINISTROS. Los ministros de las celebraciones litúrgicas usan,


siguiendo una antigua tradición, determinadas vestiduras distintas de las profanas. Dada su peculiaridad,
dependiente de la materia, de la forma, del ornato y del color, vienen de alguna manera a ocultar en los
ministros su individualidad para poner más de relieve su función al servicio de la comunidad y su

Tomado de Armando Cuva, Objetos litúrgicos, en: Nuevo Diccionario de Liturgia, Ediciones Paulinas, Madrid 1987.
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dignidad. Por otra parte, la variedad de vestiduras litúrgicas manifiesta la diversidad de ministerios que
tienen lugar en el ejercicio de la liturgia. En los nuevos libros litúrgicos sólo quedan raras huellas de
interpretación simbólica de las vestiduras litúrgicas (e insignias) y de sus colores.

a) Las distintas vestiduras. Vestiduras comunes: todos los ministros, del grado que sean, visten el alba
y, en ciertos casos, la sobrepelliz. Vestiduras propias del sacerdote son la casulla y el pluvial.

La casulla se usa en la misa y en otras acciones con ella relacionadas, de no decirse lo contrario.  Se ha
de vestir encima del alba y de la estola. Recientemente, en determinadas regiones, a requerimiento de
las respectivas conferencias episcopales, se ha introducido un nuevo modelo de casulla, mucho más
amplia, que envuelve todo el cuerpo, lleva encima la estola y sustituye al alba. Su uso se permite en la
concelebración, en las misas para grupos particulares, en las celebraciones fuera del recinto sagrado y
en casos análogos, cuando por motivos de lugar o de personas sea aconsejable tal solución.

El pluvial se usa en las procesiones, así como en otras funciones sagradas, a tenor de las rúbricas. Se
viste por encima del alba o de la sobrepelliz. 
La vestidura propia del diácono es la dalmática. Puede usarse en la misa y en otras celebraciones; se la
viste encima del alba y de la estola.  Puede usarla también el obispo y el abad en algunas ocasiones, pero
bajo la casulla.

b) Materia y forma. La materia y forma de las vestiduras de los ministros deben ser objeto de una
especial atención por parte de los pastores y de cuantos las confeccionan, a fin de que contribuyan en
gran manera "a una celebración litúrgica digna" de las funciones litúrgicas"... Aparte de los materiales
tradicionales, pueden emplearse las fibras naturales propias de cada lugar o algunas fibras artificiales
que respondan a la dignidad de la acción sagrada y de la persona. De esto juzgará la conferencia
episcopal". "Por lo que toca a la forma de las vestiduras sagradas, las conferencias episcopales pueden
indicar y proponer a la sede apostólica las acomodaciones que respondan mejor a las necesidades y
costumbres de las diversas regiones". "Es más decoroso que la belleza y nobleza de cada vestidura se
busque no en la abundancia de los adornos sobreañadidos, sino en el material que se emplea y en su
corte. La ornamentación lleve figuras, imágenes o símbolos que indiquen el uso sagrado, suprimiendo
todo lo que a ese uso sagrado no corresponda”.

c) Colores. La diversidad de colores en las vestiduras tiene como fin expresar al exterior las
características particulares de los misterios que se celebran cada día (por ejemplo, el blanco, usado en
las celebraciones de los misterios gozosos y gloriosos del Señor). Los diversos colores sirven, además,
para mostrar "el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico" (por ejemplo, el
morado o violeta en los períodos de purificación, como preparación para las celebraciones de la
natividad y de la pascua del Señor; el blanco, en los períodos de la gozosa celebración de dichos
misterios; el verde, en el tiempo ordinario, vivido en una confiada espera de las realidades últimas). Las
normas pormenorizadas sobre el uso de los diversos colores, contenidas en la Ordenación general del
Misal Romano, están sujetas a adaptaciones según las necesidades y la cultura de cada pueblo. Las
conferencias episcopales son las encargadas de estudiar y proponer a la sede apostólica lo referente a
tales adaptaciones.

d) Insignias litúrgicas. El tratado sobre las vestiduras de los ministros se completa con una alusión a las
insignias litúrgicas a ellos reservadas.
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La estola es insignia común al obispo, al sacerdote y al diácono. Se usa en algunas ocasiones con


casulla o dalmática y en otras sin ellas. En el primer caso, se pone bajo la casulla o dalmática; debe ser,
pues, lo suficientemente ancha y larga para que resulte visible. Está prohibido el uso de la estola sobre
el hábito seglar.

Insignias pontificales son aquellas que distinguen el ministerio del obispo y de los ministros que se les
equiparan. El Vaticano II ha querido que su uso quedase reservado "a aquellas personas eclesiásticas
que tienen o bien el carácter episcopal o bien alguna jurisdicción particular" (SC 130). También este
sector ha sido objeto de la reciente reforma litúrgica.

Entre las diversas insignias ponficales merecen una especial mención las que se le entregan al obispo en
el rito de su ordenación: el anillo, el báculo y la mitra. La fórmula propia utilizada en su bendición las
llama "insignias del ministerio pastoral del obispo". Y este mismo concepto se aplica expresamente al
báculo en la fórmula que acompaña su entrega al obispo en el rito de la ordenación. Se lee allí: "Recibe
el báculo, signo del pastor, y cuida de toda tu grey porque el Espíritu Santo te ha constituido obispo para
que apacientes la iglesia de Dios"". Y en fórmula análoga para el anillo, se pone de relieve su peculiar
significado con estas palabras: "Recibe el anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la iglesia, esposa
santa de Dios".

Conclusión

¿Qué compromiso pastoral puede derivar de cuanto hasta aquí llevamos dicho sobre los objetos
litúrgicos? Nos parece un deber plantearnos esta pregunta y responderla con alguna indicación concreta.

La pastoral litúrgica debe tener en cuenta y valorar en lo que se merecen los objetos litúrgicos,
reconociendo su importancia y apreciando su significación. Han de contemplarse como signos del
ejercicio de la liturgia, distinto del ejercicio de las demás actividades humanas. Ha de subrayarse la
apelación que implícitamente hacen a las realidades sobrenaturales, en el doble orden del culto de Dios
y de la santificación de los hombres. Deben ponerse de relieve su carácter festivo, así como la valiosa
contribución que ofrecen para que las celebraciones litúrgicas resplandezcan por su dignidad y decoro.
Se ha de tener igualmente en cuenta el influjo que los objetos litúrgicos ejercen sobre el
comportamiento de cuantos participan en las celebraciones litúrgicas, comenzando por los propios
ministros. Se sentirán todos comprometidos en una más atenta consideración de la santidad de los
misterios que se celebran, así como en el desempeño de los distintos papeles que durante las
celebraciones se les ha confiado. Redundará grandemente en beneficio de su fe, piedad y devoción. Es
necesario vigilar para que los objetos litúrgicos mantengan en alto grado su funcionalidad y su valor de
signos, por lo que se ha de evitar cuidadosamente todo cuanto pueda impedir la consecución de los fines
para los que están destinados; y, por el contrario, se ha de favorecer todo aquello que pueda patentizar la
verdad y la autenticidad de los mismos, prefiriendo la noble simplicidad al fasto y a la suntuosidad.

Éstas son las orientaciones establecidas por la reforma litúrgica, que, generalmente, han sido muy bien
recibidas por los agentes de la pastoral litúrgica y por los artistas. Es de esperar que unos y otros
continúen ejerciendo su benéfico influjo en orden a un uso fiel de los objetos al servicio de la liturgia.

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