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Curso de Introducción a la

Bioneuroemoción®
Tema 2: Aspectos fundamentales
del desarrollo
Índice
Objetivos específicos del tema

1. Introducción 4

2. Aquello que quedó pendiente… 6


2.1. ¿Por qué es tan difícil cambiar? 8

3. Las etapas del desarrollo 11


3.1 Infancia 11
3.2 Adolescencia 15
3.3 Madurez 17
3.4 Vejez 20

4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo 24


4.1 Proyección negativa 26
4.2 Proyección positiva 29

5. Conclusiones 32

6. Bibliografía 34

© ENRIC CORBERA INSTITUTE, S.L., Rubí (Barcelona). Junio 2022.

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Antes de empezar debes saber…

Este material de estudio de Enric Corbera Institute está diseñado para que se tengan recursos que
faciliten el aprendizaje y la adquisición de los conceptos del temario de una forma más amena,
visual y atractiva.

¿Qué nos encontramos en el texto?


Cajas destacadas para resaltar citas de autor, definiciones, información importante, saber más y
recordatorios, entre otros.

Cita de autor: Espacio para resaltar citas de los autores más destacados
sobre los conceptos que se trabajan en este tema.

Definición: Espacio para detallar la definición de aquellos conceptos importantes del tema-
rio.

Importante: Espacio para destacar aquella información que es importante para recordar.

Sabér más: Espacio con información complementaria a las ideas y conceptos del tema.

Ejemplos: Espacio con información complementaria a las ideas y conceptos del tema.

Recordatorio: Espacio de recordatorio de acciones concretas que el alumno debe realizar.

Actividades de autoindagación: Los ejercicios de autoindagación incluídos en el material de


lectura se podrán desarrollar en las actividades presentes en cada tema dentro del campus virtual.

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Objetivos específicos del tema

¿Qué se aprende en este tema?

• Aprender los principios básicos que conforman las etapas del desarrollo psicobiosocial.

• Comprender la evolución de la personalidad durante las distintas etapas del desarrollo


humano.

• Entender las necesidades básicas que corresponden a cada etapa del desarrollo.

• Conocer los principales bloqueos que dificultan el cambio.

• Comprender los mecanismos de la proyección como parte del desarrollo vital del individuo.

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1. Introducción

“Los estadios del desarrollo humano son hoy los mismos que en los tiempos antiguos. En tu infan-
cia se te educa en un mundo de disciplina, de obediencia, y además dependes de los otros. Todo
esto debe superarse cuando llegas a la madurez, de manera que puedas vivir no en dependencia
sino con autoridad responsable de sí misma. Si no puedes cruzar ese umbral, tienes la base de la
neurosis. Y cuando ha terminado la batalla de conquista del mundo, viene la de renuncia a él, la crisis
del retiro, del desprendimiento”
(Campbell, 1959, p.101).

A lo largo de nuestra vida vamos construyendo una identidad basada en nuestras experiencias
vitales, influida por la relación con nuestros padres, por nuestra familia, marcada por el paso por
la escuela, por nuestros fracasos y éxitos, por nuestras relaciones amorosas, entre muchos otros
aspectos. Cada una de esas vivencias va edificando nuestra personalidad.

Muchas de las decisiones que tomamos sobre quiénes somos se llevan a cabo en épocas en las
que no disponemos de una gran cantidad de opciones para elegir. Nuestra infancia pasa por ser
una época donde dependemos sobremanera de la relación con nuestros padres, del ambiente
familiar y de la sociedad en la que nos criamos. Desde que venimos al mundo, ocupamos un
lugar que nos permite sentirnos un poco diferenciados del resto, necesitamos «ser» dentro de
un lugar donde antes no «éramos». Si, por ejemplo, soy el tercer hermano de una familia y veo
como mi hermano mayor es el “responsable” y el segundo el “travieso”, quizás necesite ubicarme
en un papel diferente, como puede ser el “sensible”, el “cobarde” o “el mimado”. Una vez vamos
a la escuela, los demás también ejercerán presión para situarme en un rol concreto, no solo los
compañeros de clase, sino también los profesores. Con el paso a la adolescencia, tendremos que
decidir otra serie de factores relacionados con elementos como la libertad, la autonomía, las rela-
ciones de pareja o la carrera profesional. Este proceso continuará a lo largo de nuestras vidas en la
juventud, la edad adulta y la vejez.

Cada paso requiere de una adaptación al mundo y demanda algo de nosotros. Aunque para al-
gunas personas estos procesos se dan de forma natural y los viven acompañados por figuras de
referencia y cuidado, para la gran mayoría pueden convertirse en experiencias traumáticas que no
han acabado de completarse de la forma adecuada.

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1. Introducción

¿Soy lo que quiero ser o lo que los demás esperan de mí?

Los estadios del desarrollo tienen componentes colectivos y comunes en todos los seres hu-
manos y todas las civilizaciones existentes, pero es importante destacar que estos poseen carac-
terísticas propias dependiendo del contexto social y cultural. También poseen un componente
individual que tiene que ver con la forma en que cada individuo experimenta cada etapa de su
vida y cuáles son las circunstancias que le rodean. Lo más importante en cada uno de los casos
no es encajar a las personas en un proceso concreto o una etapa del desarrollo determinada, sino
ir quitando capas hasta que su verdadero instinto tenga el espacio suficiente para mostrar cuál es
su necesidad no cubierta y cuál es el siguiente paso a dar.

En este segundo tema vamos a plantear cuáles son los pasos más comunes del ser humano y
los estadios del desarrollo psicobiológico que deberíamos ir cumpliendo, en el marco de las teo-
rías creadas por autores relacionados con el psicoanálisis y la psicología transpersonal, como Carl
Gustav Jung o Erich Neumann. El objetivo principal es comprender cómo se conforma nuestra
identidad y qué sentido tiene nuestra interacción con el entorno en el desarrollo individual.

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2. Aquello que quedó pendiente…

“Los sirvientes quedaron inmóviles en sus tareas, los caballos se durmieron en el establo, los
perros en la hierba, las palomas en los aleros del techo, las moscas en las paredes, incluso el
fuego del hogar que flameaba quedó sin calor, la carne que se estaba asando se detuvo y el
cocinero que en ese momento iba a reñirle a su joven ayudante, se quedó dormido. El viento
se detuvo y en los árboles cercanos al castillo, no se movía ni una hoja. Los reyes también se
quedaron dormidos en sus asientos reales”
La bella durmiente (Perrault, 1960).

En ciertos momentos de la vida nacen de nuestro interior impulsos que nos empujan a llevar a
cabo determinados cambios. Estos procesos siguen un orden marcado por componentes biofi-
siológicos. De la misma forma que un pájaro o un oso los tienen, los seres humanos, como ani-
males que somos, también los tenemos. La diferencia principal entre los hombres es que estos
instintos están mediados por la psique, lo que significa que los filtros cognitivos y las creencias
pueden afectar directamente a estos procesos de desarrollo.

Imaginemos el caso de una chica que en su adolescencia no ha podido salir nunca con sus
amigos porque tenía que estar en casa cuidando de sus hermanos. Sus padres criticaban cons-
tantemente el hecho de que le gustara algún chico y boicoteaban sus relaciones por miedo a
que se marchara de casa.

Esta persona tiene ahora 65 años y lleva toda la vida ocupándose de los demás. Consiguió ca-
sarse y formar una familia, pero lleva toda la vida repitiendo el rol de cuidadora. En su interior,
su verdadero instinto es el de vivir un tiempo sin responsabilidades, viajar por el mundo para
conocer nuevos lugares y disfrutar de la libertad que ahora tiene, puesto que se ha jubilado y
sus hijos ya son adultos, por lo que tiene mucho tiempo libre. Todo su mundo está listo para
llevar a cabo un proceso que debió de haber vivido cuando era adolescente. Sus instintos que-
daron dormidos, congelados, pero no desaparecieron. Ahora es el momento de recuperar esa
energía que se despertó en ella en la adolescencia y escuchar su voz interior. Su lucha interna
volverá a aparecer y, pese a que ya no estén ninguna de las personas que formaban parte de su
vida adolescente, siguen en su cabeza en forma de creencias introyectadas.

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2. Aquello que quedó pendiente...

En este mismo sentido, pueden quedar eventos no resueltos que necesiten ser revisados, como
la necesidad de afecto de nuestra madre, la necesidad de atención de nuestro padre, encontrar un
lugar en el grupo de amigos, elegir una dirección profesional que realmente deseamos, etcétera.

El problema entonces no radica tanto en encontrar un sentido a la vida o en saber cual es el con-
flicto que nos tiene estancados, el principal problema es que nos aterra dejar nacer esos instintos
que permanecen ocultos en nuestro interior. Si permaneciéramos en silencio durante una fase
de nuestras vidas y nos «atreviéramos» a escuchar esa voz interior, todo se transformaría en ese
mismo instante.

Imagen 1. Representación de voz interior

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2. Aquello que quedó pendiente...

2.1. ¿Por qué es tan difícil cambiar?

Una de las preguntas que más nos hacemos los especialistas en gestión emocional es por qué
cuesta realizar cambios cuando hay conflictos que ya tenemos detectados desde hace tiempo
y perfectamente ubicados. Existen diferentes razones para responder a esto, pero una de ellas, y
al hilo del tema que estamos tratando, son los beneficios secundarios de nuestros conflictos.

¿Realmente podemos obtener un beneficio secundario de mantener un estrés en el tiempo?


¿Cualquier estrés? ¿Por muy duro que sea?

Los tipos de estrés que tienen que ver con situaciones de pérdida, separación o enfermedades
complicadas, requieren de un tiempo de adaptación y no siempre se puede tener la calma sufi-
ciente para reflexionar sobre ellos cuando acaban de suceder. En ocasiones, es el tiempo y el apo-
yo de nuestros allegados el único factor que puede calmar el dolor que producen. Sin embargo,
llega un momento en el que toca avanzar y mirar hacia adelante. En esos momentos, si no somos
capaces de levantar la cabeza y observar la situación desde un punto de vista distinto, corremos
el peligro de quedarnos atrapados en un bucle emocional interminable.

Si, por ejemplo, nuestro padre maltrataba a nuestra madre, puede que al llegar a la madurez
tomemos la decisión inconsciente de no tener pareja para no sufrir como lo hicieron ellos. El
beneficio secundario de esta elección es sentir tranquilidad y seguridad. Sin embargo, en el
momento en el que decida plantearme una vida en pareja diferente a la de mis padres (una
relación de respeto y afecto mutuo), puede que el mismo sistema familiar al que he estado
protegiendo se ponga en mi contra. Puede que mis amigos no crean que esto sea posible, ya
que ellos se encuentran en una situación similar y temen el cambio. O incluso que nuestro
jefe, con el que estamos muy apegados desde hace años y que siempre se apoya en nosotros,
no acaba de gustarle que tengamos una vida personal más allá del trabajo. Los beneficios se-
cundarios de nuestro rechazo a la figura de la pareja son muchos, por lo que dejar nacer una
nueva creencia en nosotros puede ser realmente complicado y suponer cambios en nuestro
entorno.

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2. Aquello que quedó pendiente...

Los beneficios secundarios del victimismo:

Existen muchas ventajas y beneficios secundarios cuando nos posicionamos en un rol victimista
como, por ejemplo, la comodidad de atribuir los problemas a factores externos, evitar realizar un
cambio, la pasividad al momento de reaccionar frente a un problema o el apoyo social. Es impor-
tante hacer una diferenciación entre sufrir por un problema que nos sucede o sentirnos víctimas
del mismo. Es natural experimentar tristeza o rabia; son dos emociones básicas, biológicas y ne-
cesarias. La diferencia radica en la respuesta y en la interpretación. Al culpar al otro, nos liberamos
de nuestra responsabilidad. Esto puede ser un gran beneficio que ancle a una persona en el resen-
timiento. Sin embargo, nos olvidamos que al renunciar a la propia responsabilidad otorgamos el
poder a los demás y nos convertimos en víctimas.

“Culpar tiene un coste: la pérdida de nuestra libertad. Además, el papel de víctima trae consi-
go una autopercepción de debilidad, vulnerabilidad e indefensión, que son los componentes
principales de la apatía y la depresión”
(Hawkins, 2014, p. 79).

Podemos pensar en una persona que acaba de enterarse de que su pareja le ha sido infiel.
Evidentemente, siente emociones o sentimientos desagradables. Es en este momento donde
surge la decisión sobre cómo enfocarlo e interpretarlo. La opción del victimismo implica cul-
par al otro de lo que ha sucedido y sentirse un sujeto pasivo que, fruto de la mala fortuna, está
viviendo una situación inútil y lamentable. En este caso no hay acción ni aprendizaje, tan solo
soportar de la mejor manera posible el sufrimiento y cruzar los dedos para que no vuelva a
suceder algo así. En ocasiones, incluso, la única acción o respuesta que puede llegar a elaborar
la persona es algún tipo de venganza contra aquello que considera el origen de su sufrimiento,
en este ejemplo, su pareja. De este modo, ya sea física, verbal o socialmente, trata de causar un
sufrimiento equiparable en la otra persona, de forma activa o de forma pasiva (dejar de hablar
con el rostro afligido y decir “no pasa nada”, por ejemplo, sería una acción pasiva de venganza).

De manera contraria, un tipo de reacción no victimista sería hacerse cargo de lo que ha sucedi-
do, ver qué responsabilidad tienen cada una de las partes, qué se puede aprender de ello y qué

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2. Aquello que quedó pendiente...

refleja de sí misma la situación. Esto no significa que no haya dolor, pero desde esta posición
es mucho más sencillo poder gestionar las emociones, ya que nos hacemos cargo de ellas. Se
puede tomar la decisión de hablar con la pareja, no volverla a ver o dejar que pase un tiempo,
esto es indiferente y depende de la elección de cada persona. Lo importante es que, se tome
la decisión que se tome, sea una situación constructiva y enriquecedora, por dolorosa que re-
sulte, y ello pasa por dejar de sentirnos víctimas de las distintas experiencias que nos suceden.

Imagen 2. Representación de victimismo.

Desde la Bioneuroemoción, entendemos que en todo momento nos estamos relacionando con
nosotros mismos a través de los demás y que, por lo tanto, podemos convertir toda relación en
una oportunidad para conocernos a nosotros mismos. Los demás son espejos en los que tene-
mos la ocasión de vernos y reconocernos, en los que podemos ver las partes de nosotros que
habíamos escondido. Cuando aprendemos a observarnos, liberamos al otro de cubrir nuestras
necesidades y podemos comenzar a realizar los cambios que realmente queremos.

Por lo tanto, gestionar los conflictos pasa por dejar de esperar que los demás cambien y empezar a re-
flexionar sobre qué actitudes estamos proyectando que no somos capaces de asumir como propias.

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3. Las etapas del desarrollo
3.1. Infancia

“Ciertas imágenes de la infancia se quedan grabadas en el álbum de la mente como fotografías,


como escenarios a los que, no importa el tiempo que pase, uno siempre vuelve y recuerda”
(Zafón, 2007).

Desde la infancia vamos creciendo y desarrollándonos mediante años de aprendizajes. Es por


ello que, para ser aceptados en grupos sociales y familiares, en muchas ocasiones anteponemos
las necesidades de los demás a las nuestras, escondiendo partes de nuestra propia personalidad
para ajustarnos a las expectativas de otros.

Imagen 3. Infancia.

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3. Las etapas del desarrollo

La infancia está marcada por un alto grado de inmadurez y por la dependencia de los vínculos
familiares para poder cubrir las necesidades básicas. A partir del primer año de vida, los niños
empiezan a desarrollar funciones cada vez más autónomas que les permiten explorar el mundo a
su alrededor y disminuir la dependencia hacia los demás. La maduración emocional que comien-
za en esta etapa les impulsa a convertir sus necesidades en capacidades que puedan emplear de
forma más independiente.

Imaginemos un bebé que se cae aparatosamente al suelo. ¿Qué es lo que hace inmediata-
mente después? Mira a su alrededor buscando una figura de referencia en la que basarse para
saber cómo reaccionar. Si ve a su madre asustada, seguramente empiece a llorar. En cambio,
si ve un rostro relajado que no le da mayor importancia a lo sucedido, es probable que no le
genere un gran estrés la caída, se levante y simplemente siga jugando.

Aunque pueda parecer una respuesta fruto de la inocencia infantil, lo cierto es que todos segui-
mos mirando a nuestro alrededor de alguna forma, buscando una pista de cómo debemos re-
accionar emocionalmente ante lo que nos sucede. Aprendemos a sentirnos como dicta nues-
tro ambiente, tanto emocional (el estado de ánimo de la gente que nos rodea) como relacional
(cómo las personas interactúan con nosotros).

Continuamente ponemos la atención fuera de nosotros para comprobar cuál debe ser nuestro
estado de ánimo en relación a nuestro entorno más cercano. Un día aprendimos a dejar en ma-
nos de opiniones externas quiénes somos y nos convertimos en personas cuyo estado emocio-
nal depende más de los demás que de nosotros mismos.

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3. Las etapas del desarrollo

NECESIDADES BÁSICAS DE LA INFANCIA

Alimentación, cuidado y aceptación como parte de la familia.

Protección, seguridad y ternura.

Desarrollar habilidades sociales más allá de la familia.

Desarrollar habilidades propias para fortalecer la autoestima.

Comenzar a desarrollar la personalidad, guiándose a través de figuras de referencia


(padres, profesores, etcétera).

Comprender los límites y las normas.

¿Qué ocurre cuando no tenemos cubiertas las necesidades en la infancia?

Cuando una persona no llega a completar satisfactoriamente esta etapa del desarrollo, puede
manifestar alguno de los siguientes comportamientos en su vida adulta:

• Personas que se muestran muy dependientes en sus relaciones y buscan que los demás cu-
bran todas sus necesidades. Esta excesiva dependencia esconde un profundo miedo a la soledad,
por lo que se pueden sentir fácilmente traicionados o carentes de apoyo por las personas con las
que se relacionan, tanto a nivel familiar como en el ámbito de la pareja o las amistades.
• Puede haber una gran dificultad para asumir su responsabilidad, o, por el contrario, una ten-
dencia excesiva a encargarse de las responsabilidades de los demás.
• Personas con falta de iniciativa y baja autoestima.
• Dificultades a la hora de pertenecer a un grupo y establecer relaciones sinceras, bien a través
de esconder lo que realmente sienten o de la rebeldía hacia las normas y la autoridad.

A la hora de afrontar nuestros problemas cotidianos, quizás hayamos deseado que la vida fuera
menos difícil o nos gustaría que los demás nos ayudaran a resolver nuestros conflictos. Pero son
justamente las crisis y las experiencias de dificultad vividas en la infancia las que nos permiten
desarrollar nuestros dones más especiales. Ahora, desde la madurez en la que nos encontramos,
podemos decidir mostrarnos tal como somos de forma completa y sincera.

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3. Las etapas del desarrollo

“Había una vez, en un lugar y en un tiempo que podría ser cualquiera, un hermoso jardín con
manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era
alegría en el jardín, excepto por un árbol, que estaba profundamente triste. El pobre tenía un
problema: no sabía quién era.
El manzano le decía: «Lo que te falta es concentración, si realmente lo intentas, podrás tener
sabrosas manzanas, es muy fácil».
El rosal le decía: «No le escuches. Es más sencillo tener rosas, y son más bonitas».
El pobre árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, pero como no lograba ser como
los demás se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol,
exclamó: «No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres
sobre la tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tú mismo, co-
nócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior».
Y dicho esto, el búho desapareció. ¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? Se pre-
guntaba el árbol desesperado. Entonces, de pronto, comprendió.
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior di-
ciéndole: «Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera
porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a
las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje. Tienes una misión, cúmplela».
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo, y se dispuso a ser todo aquello para lo cual
estaba destinado. Así, pronto fue admirado y respetado por todos. Y solo entonces el jardín
fue completamente feliz”
(Conangla y Soler, 2004, p. 77).

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3. Las etapas del desarrollo

3.2. Adolescencia

La adolescencia representa el paso de la infancia a la vida adulta, la culminación de la formación


de la personalidad, el momento en el que la tarea principal se enfoca en centrar nuestros esfuer-
zos para convertirnos en personas autónomas dentro de los sistemas en los que interacciona-
mos (la familia, los amigos, la escuela, etcétera).

Esta etapa clave de nuestra vida nos muestra que es tan importante el hecho de tener relaciones
sinceras y de apoyo, como el hecho de poder soltarlas y no depender de los demás para nuestro
equilibrio emocional.

NECESIDADES BÁSICAS DE LA ADOLESCENCIA

Desarrollar una identidad diferenciada de los demás,


un sistema propio de creencias y valores, así como una opinión propia.

Crear relaciones sociales fuera de la familia.

Comprender las normas del mundo adulto y adaptarse a ellas.

Desarrollar una madurez sexual y emocional.

¿Qué ocurre cuando no tenemos cubiertas las necesidades en la adolescencia?

Cuando las necesidades de la etapa de la adolescencia no están cubiertas, es probable encontrar


personas que no han podido desarrollar una personalidad fuerte, es decir, personas a las que les
cuesta tener una firme opinión propia, por lo que suelen seguir lo que dicta su entorno, evitando
así tomar decisiones por miedo a equivocarse o a lo que piensen los demás.

En las relaciones, esta falta de criterio propio suele ir acompañado de un gran sentimiento de
vulnerabilidad, o por el contrario, de un exceso de confianza y autoestima que no son reales, sino
más bien una «máscara» que esconde miedo y desconfianza.

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3. Las etapas del desarrollo

“Grande o pequeña, sin que tenga importancia el estado o el grado de la vida, la llamada le-
vanta siempre el velo que cubre un misterio de transfiguración; un rito, un momento, un paso
espiritual que cuando se completa es el equivalente de una muerte y de un renacimiento. El
horizonte familiar de la vida se ha sobrepasado, los viejos conceptos, ideales y patrones emo-
cionales dejan de ser útiles, ha llegado el momento de pasar el umbral”
(Campbell, 1959, p. 37).

Imagen 5. Representación de necesidades de la adolescencia no satisfechas.

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3. Las etapas del desarrollo

3.3. Madurez

Tras la adolescencia, la persona se centra en crear una familia y una posición social y laboral. En
este momento es clave tener autonomía en todos los ámbitos de la vida. Es por ello que la ma-
durez es el momento de afirmar el propio poder para crear una nueva vida independiente. Sin
embargo, muchas personas no lo hacen, empiezan a resignarse y renuncian al cambio. El miedo
que supone crear nuestro propio camino e ir más allá de lo que hemos visto en nuestra familia
puede suponer un bloqueo para no elegir el trabajo que realmente quieren, no finalizar una rela-
ción en la que se encuentran estancados o no ser capaces de confiar y apoyarse en los demás sin
perder su identidad.

Cuando somos fieles a nosotros mismos, indiferentemente de los miedos que puedan surgir o
de los cambios que nuestras decisiones conlleven en nuestro entorno, es cuando podemos co-
menzar a actuar en coherencia y vivir la vida que realmente queremos y merecemos.

Lo que suele llevar a las personas a realizar estos cambios es, habitualmente, la crisis de la me-
diana edad. Es en esta etapa cuando aparece de forma natural la necesidad de completarse más
allá de lo que éramos hasta ese momento.

“Cuando sentimos la limitación de una identidad que antaño nos resultaba cómoda,
cuando sentimos, en suma, una profunda discordancia entre lo que somos y lo que
podríamos llegar a ser, nos hallamos ante un claro indicador de que estamos comenzando
a escuchar los primeros susurros del «Sí mismo»”
(Zweig & Wolf, 1999, p. 30).

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3. Las etapas del desarrollo

Imagen 6. Madurez y responsabilidad emocional.

Para convertirte en una persona madura, primero debemos responsabilizarnos de nuestras pro-
pias emociones. Esto implica que reconozcamos nuestras necesidades y elijamos nuestros pro-
pios valores. En el momento en que estemos preparados, dispondremos de la suficiente integri-
dad para defenderlos y ponerlos en práctica de forma autónoma. Una vez reforcemos nuestro
propio sentido de justicia y determinación, lograremos la paz interior que, indudablemente, se
reflejará en nuestra realidad.

NECESIDADES BÁSICAS DE LA MADUREZ

Crear un hogar y una familia propia, más allá de la familia de origen.

Mantener relaciones sinceras y de intimidad con la pareja y amistades.

Criar y preparar a los hijos para su propia independencia.

Evaluar la propia vida y replantear los objetivos de futuro y cambios a realizar.

Reconocer y recuperar las partes de la personalidad relegadas por miedo a no ser aceptados.

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3. Las etapas del desarrollo

¿Qué ocurre cuando no tenemos cubiertas las necesidades en la madurez?

Las personas que no cubren las necesidades de esta etapa, suelen mostrar perfiles similares a los
siguientes:

• Personas con miedo a conectar emocionalmente de forma profunda con una pareja y/o amis-
tades, lo que suele conllevar un sentimiento de soledad. Las personas que no llegan a establecer
ningún núcleo familiar propio, en muchos casos por miedo a perder parte de su autonomía, pue-
den tratar de llenar este sentimiento de soledad a través de un trabajo por el que se desviven o
de la excesiva dedicación hacia los demás.
• Es habitual también encontrar personas con una dependencia excesiva de los hijos y/u otras
personas de la familia de origen. Este aspecto puede percibirse de forma errónea al pensar que
son los demás los que dependen de nosotros, pero, tal como vimos en el primer tema, desde la
conciencia de unidad podemos comprender que en una relación de dependencia ambas perso-
nas se encuentran en la misma situación.

Imagen 7. Representación de necesidades insatisfechas de la madurez.

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3. Las etapas del desarrollo

Por ejemplo, si me molesta que mi hija adolescente no ayude en casa o no sea más responsa-
ble, ya que tengo que ir detrás de ella limpiando, ordenando y repitiéndole que estudie y no
salga de fiesta, puedo pensar que mi hija “depende de mí para todo”. Pero, desde esta visión, lo
único que consigo es repetir cada día el mismo estrés sin cambiar nada, culpando la conducta
de mi hija para evitar retomar mi responsabilidad en la situación.

Si, por otro lado, me paro a pensar qué está reflejando esta situación de mí, puede que co-
mience a darme cuenta que una parte de mí tiene miedo de que mi hija crezca, se vaya de
casa y no me necesite, ya que llevo tanto tiempo siendo “madre” o “padre”, que el hecho de
reencontrarme conmigo, de volver a conectar con mi pareja y crear una vida sin que mis hijos
dependan de mí, me despierta miedo, inseguridades y nuevos cambios que quiero evitar. No
obstante, si no realizo estos cambios, no solo estoy bloqueando mi crecimiento, sino también
el de mis hijos.

3.4. Vejez

“Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero
la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.
Ingmar Bergman (1918-2007)

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3. Las etapas del desarrollo

Imagen 8. La vejez, un tiempo de instrospección.

En la vejez la persona va experimentando un deterioro progresivo del cuerpo y de las habilidades


físicas. Este hecho conlleva, entre otros factores, la jubilación del trabajo, deteniendo así una de
las principales partes de la actividad externa de cada persona. Todo ello nos empuja a estar más
tiempo con nosotros mismos, es una etapa en la que la vida nos lleva de manera marcada desde
lo externo hacia lo interno.

Es en este momento cuando disponemos de más tiempo para reflexionar sobre nuestra vida y
para recuperar las partes de nuestra personalidad que hemos ido dejando por el camino, e inclu-
so los sueños o metas que por diferentes circunstancias no pudimos realizar.

NECESIDADES BÁSICAS DE LA VEJEZ

Complementar la propia personalidad de forma más amplia, con características


tanto femeninas como masculinas.

Desarrollar nuestro autoconocimiento a través de la introspección.

Asumir la propia responsabilidad en todos los ámbitos de la vida.

Encontrar el significado y el aprendizaje implícito en las experiencias vividas.

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3. Las etapas del desarrollo

¿Qué ocurre cuando no tenemos cubiertas las necesidades en la vejez?

Nuestra vejez está marcada por el modo en el que hemos experimentado nuestra vida, y llega-
dos a este momento, habrá personas que pueden continuar con un profundo miedo al cambio y
tratando de evitar retomar su responsabilidad. Podemos también encontrar personas que justifi-
quen el no realizar los cambios que quieren por tener una edad avanzada. Pero, indiferentemen-
te de los argumentos que pongamos para no actuar en coherencia, este camino no hace sino
aumentar las probabilidades de vivir con resentimiento, culpabilidad y sentimiento de fracaso,
impactando en un mayor deterioro de nuestra salud.

Mientras estamos en este mundo, siempre tenemos la opción de elegir sincerarnos con nosotros
mismos y vivir la vida que queremos, con quien queremos y de la forma que merecemos.

Imagen 9. La vejez, una oportunidad para adentrarnos en el autoconocimiento.

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3. Las etapas del desarrollo

Etapas del desarrollo

La entrega de las actividades de autoindagación se llevará a cabo a través del campus virtual.

1. Revisa las necesidades básicas de cada etapa e identifica cuál te queda por cubrir y en qué as-
pectos está afectando a tu vida.
Ejemplo: Comenzar a desarrollar una opinión propia sobre las cosas.

2. Pon un ejemplo de tu vida en la actualidad donde esto se manifieste.


Ejemplo: En las comidas de los domingos con mi familia y mis padres, siento que no puedo decir
lo que pienso sobre ciertos temas, como por ejemplo la política o el deporte. Siempre que digo
algo mi padre acaba por enfadarse y se arruina la comida.

3. ¿De quién necesitas el permiso para hacer o decir lo que piensas?


Ejemplo: Siento que mi padre debería permitirme hablar y me debería escuchar ahora que soy
adulto.

4. ¿Qué pasaría si, a partir de hoy, dejaras de esperar ese permiso y no te importara lo que los
demás quieren o esperan de ti?
Ejemplo: Seguramente, al no necesitar su permiso, dejaría de enfrentarme a él y hablaría con per-
sonas que sí me escucharan. En el caso de que me preguntara, yo le diría lo que pienso con total
sinceridad sin esperar su aprobación.

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4. La proyección como forma
de ampliar nuestro Yo

“No llores Hänsel. He ido dejando trocitos de pan a lo largo de todo el camino. Solo tenemos
que esperar a que la Luna salga y podremos ver el camino que nos llevará a casa…”
Hansel y Gretel (Grimm, 2015).

Imagen 10. Representación de proyección.

Existen diferentes caminos para ir conectando con los impulsos de desarrollo que han quedado
silenciados en nuestro interior. En este apartado vamos a conocer el mecanismo más sencillo y
directo para conectar con ellos: la proyección.

La «proyección» en psicología hace referencia a un mecanismo de defensa psíquico mediante


el cual se pretende asignar a otras personas de nuestro entorno características que nos son
propias (Jung, 2013). Como resultado de este mecanismo inconsciente, percibimos nuestros
rasgos en la conducta de los demás, viendo en ellos algo que forma parte de nuestra persona-
lidad pero que no reconocemos como propio.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

Más allá de los conflictos que podamos experimentar en la infancia —que dependen en gran me-
dida de las personas que nos cuidan y de la estructura social en la cual hemos crecido—, una vez
cumplimos la mayoría de edad deberíamos comenzar a buscar una estabilidad que sólo depen-
diera de nosotros mismos. El problema radica en que, aunque salgamos de ese entorno, nuestras
creencias, nuestra autoestima y nuestro autoconcepto viajan siempre con nosotros y un cambio
de ambiente no puede asegurar un cambio a un nivel profundo del Ser.

Es aquí donde juegan un papel crucial las relaciones interpersonales. Esto se produce en forma de
parejas que encontramos, de amigos que aparecen, de compañeros de trabajo, etcétera.

Todas nuestras relaciones nos darán la oportunidad de reconstruir la identidad y recuperar


partes de nosotros que habíamos dejado atrás por el hecho de adaptarnos a un sistema
familiar y social.

En cada encuentro, en cualquiera de sus formas —amor, desamor, ilusión, traición, incompren-
sión, etc.—, nos estaremos enfrentando a partes de nosotros que no acabaron de integrarse con
el equilibrio adecuado y, por tanto, son nuevas oportunidades para «sanar» la percepción que
tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo.

El trabajo con las relaciones interpersonales es muy importante porque no existe ninguna situa-
ción de estrés que no afecte nuestras relaciones más directas. Un bloqueo económico, por ejem-
plo, será un problema mayor dependiendo de si tengo hijos que alimentar, o menor si tengo
alguien que pueda sostenerme, o puede resultar un problema porque simplemente un marido
no quiere ser «mantenido» por su mujer pese a que ella tenga dinero para sostener económica-
mente la casa.

Desde nuestra perspectiva, como método de abordaje emocional, la proyección es uno de los
ejercicios más efectivos para la detección de bloqueos en el desarrollo y, por tanto, como punto
de inflexión y apoyo hacia nuestro avance. Las relaciones interpersonales y nuestra forma de ges-
tionarlas siempre hablarán más de nuestro estado que del de los demás.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

“Solo podemos ver la sombra indirectamente a través de los rasgos y acciones de los demás,
solo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por
ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un indivi-
duo o de un grupo —como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, ponga-
mos por caso— es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de
la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra determinadas cualidades a los
demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos”
(Zweig y Abrams, 1991, pp. 17-18).

Cómo detectar un patrón de proyección

Para saber hasta qué punto estamos ante una proyección, debemos observar la implicación emo-
cional que se vincula con los juicios, posicionamientos o hechos. Cualquier emoción asociada a este
proceso es señal de proyección. A mayor nivel de carga emocional, mayor será la carga proyectiva.

La proyección se puede dar de forma negativa o positiva. En todo caso, ambas son juicios y cate-
gorías, puesto que en ambas se encuentra el tesoro que nos puede impulsar a cambiar nuestra
vida. Las clasificamos de ese modo por la forma en que nos afectan y nos hacen sentir.

4.1 Proyección negativa

En la proyección negativa observamos en los demás aspectos que nos molestan, pensamos que
hacen cosas para dañarnos, e incluso les atribuímos pensamientos sobre «malas intenciones»
hacia nosotros. Cuando casi siempre son fruto de nuestros procesos internos y no corresponden
a la realidad.

A. Mi pareja es egoísta porque solo busca cosas que le gusten a él. Nunca mira por mí.
B. Mi madre siempre me necesita, es muy pesada.
C. Mi jefa siempre se esconde ante los conflictos, nunca da la cara.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

Una vez nos hemos permitido “juzgar” a esas personas que tanto nos molestan con sus acciones,
podremos pasar al siguiente nivel. En este punto cuesta mucho llevar a cabo el proceso que os
vamos a pedir, pero es algo necesario si queremos comenzar a cambiar, y no tanto en relación a
los demás, sino en relación a nosotros mismos.

Como hemos comentado anteriormente, estas personas tienen la llave de nuestro cambio. A
ellas les atribuimos cualidades concretas que, bajo nuestra consideración, no tienen nada que ver
con nosotros; pero, precisamente, son ellas quienes guardan ese tesoro.

“Tener un enemigo es como poseer un tesoro oculto en nuestra propia casa sin haber
realizado esfuerzo alguno por conseguirlo. Debemos cuidar a nuestros enemigos porque
ellos constituyen la mejor ayuda en el camino que conduce a la Iluminación”
(Shantideva, citado en Zweig & Abrams, 1996, p.284).

Imagen 11. Representación de la proyección negativa.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

La conducta reprimida:
El siguiente paso es aprender a detectar la conducta que he reprimido en mí y que tanto me mo-
lesta ver en el otro. Es decir, detectar qué no me permito hacer yo en relación a la conducta que
observo en los demás.

En este sentido, la conclusión más acertada en relación a los juicios que hemos aportado como
ejemplo sería:

A. Mi pareja es egoísta porque sólo busca cosas que le gusten a él. Nunca mira por mí.
Conducta reprimida: A mi me gustaría ser más egoísta y pensar mucho más en lo que necesito.
Llevo años sacrificándome por todo el mundo y es algo que quiero dejar de hacer.

B. Mi madre siempre me necesita, es muy pesada.


Conducta reprimida: Mi madre es capaz de decirme siempre lo que necesita y no tiene miedo a
expresarlo. Debo aprender de ella a expresar a quien yo quiero lo que necesito.

C. Mi jefa siempre se esconde ante los conflictos, nunca da la cara.


Conducta reprimida: Yo siempre siento la obligación de arreglar los conflictos de todo el mundo
desde que soy pequeña. Quizás puedo aprender a dejar que los demás se las arreglen solos y no
preocuparme tanto por lo que pueda suceder.

Como puedes observar, en cada uno de los juicios se esconde un gran aprendizaje. Si las perso-
nas que hemos puesto de ejemplo realmente llevaran a cabo los cambios que han asumido,
sus vidas cambiarían por completo. Pero, como hemos dicho anteriormente, es más fácil culpar
a los demás de nuestra infelicidad que tomar las riendas de nuestras vidas y soportar el peso
de esa responsabilidad.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

La proyección negativa

1. Escribe de forma resumida en un par de líneas un juicio hacia alguien que te incomode.

2. Observa la conducta que lleva a cabo la otra persona y detecta tu propia conducta reprimida.

3. Reflexiona: ¿Qué puede pasar si integras esa cualidad en tu vida a partir de hoy? ¿Cuántas cosas
pueden cambiar?

4.1 Proyección positiva

En la proyección positiva, lo que hacemos es observar en los demás aspectos positivos que nos
hacen sentir bien. Pueden ser aspectos que concuerden con nuestra forma de ser o aspectos que
a nosotros nos gustaría asumir como propios. Lo que hacemos a nivel inconsciente es «conectar-
nos» con una cualidad o característica externa de alguien que nos hace sentir cómodos, inspira-
dos, motivados, etcétera.

A. Mi amigo Julián es una persona muy creativa y siempre se comunica de forma mágica.
B. Mi amiga Elena siempre se muestra comprensiva con los demás y es algo que me encanta.
C. Mi jefe siempre se toma con calma los problemas que surgen, nunca pierde la paciencia.

De nuevo, lo que debemos buscar en esta vía de análisis es la conducta que nos gustaría co-
menzar a desarrollar en nosotros y que esa persona que tenemos delante nos está mostrando.
Encontrar la conducta reprimida corresponde en este caso a detectar qué cualidad nos gustaría
potenciar y no nos permitimos.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

Imagen 12. Representación de proyección positiva.

A. Mi amigo Julián es una persona muy creativa y siempre se comunica de forma mágica.
Conducta reprimida: Por mi inseguridad, pienso que no soy una persona interesante y creativa.
A partir de ahora me voy a dejar llevar más por mi intuición en las charlas que imparto, voy a ser
más espontánea y creativa.

B. Mi amiga Elena siempre se muestra comprensiva con los demás y es algo que me encanta.
Conducta reprimida: Siempre me quejo de los demás y me gustaría ser más comprensiva. Voy a
aplicar esa comprensión con las personas que me rodean para no juzgarlas tanto y así poder vivir
más en paz conmigo misma y con los demás.

C. Mi jefe siempre se toma con calma los problemas que surgen, nunca pierde la paciencia.
Conducta reprimida: No sé lidiar con las peleas de mis hijos en casa. Voy a incluir esas dosis de
paciencia en las situaciones en las que todo se descontrola, por ejemplo con mis hijos.

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4. La proyección como forma de ampliar nuestro Yo

La proyección positiva

1. Escribe en un par de líneas una proyección positiva que alguien de tu entorno te transmita.

2. Observa la conducta que lleva a cabo la otra persona y detecta tu propia conducta reprimida.

3. ¿Qué puede pasar si integras esa cualidad en tu vida a partir de hoy? ¿Cuántas cosas pueden
cambiar?

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5. Conclusiones
La mayoría de las personas piensan que han de encontrar una solución a sus problemas fuera
de ellos. Nos esforzamos por cambiar a los demás todo lo posible, con el objetivo de no tener
que cambiar nada en nosotros. Buscamos enemigos y aliados allá donde vamos para seguir
pensando como pensamos. Prácticamente nunca revisamos si es nuestra forma de interpretar
la realidad y nuestra forma de proceder la que nos está causando los problemas que tenemos
en nuestra vida.

Mirar hacia adentro es, quizás, el más elevado de los retos a los que nos enfrentamos. En nuestro
interior existe un mundo totalmente desconocido. En él se hallan nuestros miedos, nuestras inse-
guridades, nuestros principales conflictos emocionales vividos a lo largo de la vida; pero también,
en ese mismo rincón, se halla nuestro verdadero Yo esperando a ser atendido.

“¡Aquello con lo que elegimos luchar es tan pequeño!


¡y lo que lucha con nosotros es tan grande!
Si solo nos dejáramos dominar,
como lo hacen las cosas, por alguna tormenta inmensa,
también nosotros nos haríamos fuertes, y no necesitaríamos nombres”
(Rilke, 1981, pp. 105-106).

Habitualmente nos esforzamos por hacer cosas que nos lleven a sentirnos mejor y planifica-
mos acciones que, en principio, deberían hacernos felices. Algunas de ellas sí lo hacen, pero el
verdadero sentido de la vida lo encontramos cuando empezamos a escuchar nuestra voz inte-
rior, cuando dejamos salir de nuestro interior lo que realmente somos.

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5. Conclusiones

Imagen 13. Mirar hacia adentro para florecer.

Otra de las conclusiones que podemos extraer tras la lectura de este segundo tema es sobre el
valor que tienen las relaciones interpersonales en nuestra evolución personal. Hemos apren-
dido que nuestros «enemigos» esconden un verdadero aprendizaje y que nuestros amigos
también tienen dones de los que podemos aprender para mejorar en todos los sentidos de
nuestra vida. En todo caso, tanto unos como otros forman parte de nuestro mundo y de nues-
tra experiencia de desarrollo.

“La única maldad del psiquismo humano consiste en no poder unir o reconciliar los distintos
fragmentos de nuestra experiencia. Cuando aceptamos todo lo que somos —incluida la mal-
dad— hasta el mismo mal se transforma. Cuando logramos armonizar las distintas energías de
nuestro psiquismo el rostro sangriento del mundo asume el semblante de la Divinidad”.
Andrew Bard Schmookler

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