Está en la página 1de 30

Seminario 1 | Conceptos de la política y la planificación

lingüística
Sitio: FLACSO Virtual Impreso por: NICOLAS COLETTO
Diploma Superior en Gestión y Enseñanza del Español - Cohorte: Día: viernes, 13 de mayo de 2022, 19:21
Curso:
IX - 2022
Seminario 1 | Conceptos de la política y la planificación
Clase:
lingüística
Tabla de contenidos

Conceptos de política y planificación lingüística


Objetivos
Parte I: La acción del hombre sobre la lengua
1.1. ¿Qué es la PPL?
1.2. Lengua, variedad y dialecto
1.3. La planificación sobre el corpus y el estatus de las lenguas
1.4. Una herramienta fundamental de la política lingüística: la legislación
1.5. ¿Quiénes intervienen sobre las lenguas? Los agentes en la planificación y política lingüística
Parte II: Glotopolítica
2.1. ¿Qué es la glotopolítica?
2.2. Primeras intervenciones políticas en la lengua.
2.3. El rol de las academias de la lengua y otras instituciones en la regulación de las prácticas lingüísticas
2.3.a. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua
2.3.b. El Instituto Cervantes
2.4. El panhispanismo: debates y actores
2.5. El español en los proyectos de integración regional sudamericana
A modo de cierre
Bibliografía obligatoria
Bibliografía complementaria
Conceptos de política y planificación lingüística

Prof. María Natalia Prunes* y Prof. Milagros Vilar*

Presentación
Desde siempre los individuos han tomado decisiones sobre la(s) lengua(s): lo hacemos cuando elegimos una variedad frente a otra para dirigirnos a
alguien, cuando enseñamos a nuestros alumnos a escribir y les corregimos de acuerdo a una norma, cuando elegimos qué lengua extranjera
estudiar, etcétera. En la historia de la lengua española podemos rastrear decisiones de este tipo (adoptadas por reyes, académicos, políticos,
maestros, etc.) que se han convertido en hitos, porque han contribuido para cambiar el curso de su historia. Estas acciones sobre la lengua
acompañaron desde siempre los procesos sociales, históricos y políticos. Sin embargo, el estudio de la intervención humana sobre la lengua nace
tardíamente, vinculado a una preocupación por su planificación en el contexto de fin de la segunda guerra mundial y la conformación de las áreas
de influencia soviética y norteamericana, donde el vínculo entre economía, poder político y lengua se empezaba a vislumbrar. Asimismo, los
procesos de descolonización en Asia y África, con los emprendimientos poscoloniales también contribuyeron a que las decisiones acerca de las
lenguas fueran objeto de discusión y planificación.

En la actualidad, los estudios de Planificación y Política Lingüísticas tienen otros intereses, vinculados a las transformaciones que se han producido
en los Estados modernos en la era de la globalización. Los límites nacionales han sido cuestionados, las viejas fronteras han sido reemplazadas por
otras, provocando una cada vez mayor visibilización de las lenguas minoritarias o minorizadas que llevan a bilingüismos de distintos tipos y a
procesos de reivindicación de los derechos de sus hablantes.

Asimismo, han surgido nuevas formas de abordar el estudio de la intervención humana sobre las lenguas. El campo disciplinar de la Glotopolítica
ha contribuido enormemente a la reflexión contemporánea sobre la regulación política de las prácticas lingüísticas y su vínculo con las ideologías
lingüísticas. En los últimos años, observamos un gran desarrollo de los estudios de glotopolítica en el marco de la lengua española, el cual se ha
visto particularmente reflejado en la realización del Primer Congreso Latinoamericano de Glotopolítica en Chile (2015) y al que le siguieron los
congresos de Bogotá (2016) y Hannover (2017). Estos eventos académicos, junto a otros espacios de diálogo, fueron diseñados para discutir la
dimensión política de las intervenciones en el lenguaje y la dimensión lingüística de los procesos políticos, y sirvieron para compartir y contrastar
modelos teóricos, metodologías y experiencias institucionales.

Como punto de partida de este curso, presentaremos los principales conceptos del campo de la Política y Planificación Lingüística. Describiremos
las etapas de planificación e intervención de una política del lenguaje, sus ámbitos de actuación y principales objetivos, tanto lingüísticos como
extralingüísticos. Mediante el análisis de algunos casos, haremos alusión a los distintos actores que pueden intervenir en la regulación del lenguaje
y las prácticas lingüísticas; especialmente nos detendremos en el rol de las academias de la lengua y otras instituciones vinculadas con los ámbitos
de gestión y enseñanza de lenguas. A continuación, abordaremos algunos de los temas que forman parte de la agenda glotopolítica
contemporánea: las políticas lingüísticas de área idiomática (el panhispanismo) y su vinculación con los proyectos de integración regional
sudamericana. A partir de la presentación de las discusiones más importantes del espacio hispanoamericano, esperamos contribuir a la reflexión
sobre la dimensión histórica y política de las lenguas y su impacto en procesos geopolíticos, educativos y socioculturales.
Objetivos

Dar a conocer los principales conceptos que conforman el campo de estudios de la Política y Planificación Lingüísticas (PPL) y el campo
disciplinar de la Glotopolítica.
Reflexionar sobre la dimensión política de las intervenciones en el lenguaje, así como la dimensión lingüística de los procesos sociales,
históricos y políticos.
Evaluar el rol de los distintos actores que intervienen sobre el corpus y el estatus de la(s) lengua(s), así como la incidencia de las decisiones
académicas en el español entendido como lengua general y variedad estándar.
Conocer y analizar distintas experiencias de política y planificación lingüística en el ámbito nacional, regional e internacional.
A partir de estos objetivos les proponemos recorrer este seminario en dos partes:

Parte I
La acción del hombre sobre la lengua: una aproximación al campo de estudio de la Política y la Planificación Lingüística (PPL).
En esta parte nos centraremos en la acción del hombre sobre la lengua. Partimos de la base de que el cambio es inherente a toda lengua, ya sea
por factores propiamente lingüísticos como extralingüísticos. Este último caso será el que presentará un mayor interés en este apartado, en donde
explicaremos qué es un diagnóstico sociolingüístico, base de toda política y planificación lingüística. A continuación, veremos con cierto detalle cómo
se lleva a cabo una política y planificación lingüística, mediante planificaciones sobre el corpus o el estatus de una lengua y mediante una
herramienta fundamental: la legislación. A su vez, también discutiremos los conceptos de lengua, dialecto y variedad como índices de la
direccionalidad de la intervención político-lingüística, que revisaremos en la Parte II.

Parte II
Glotopolítica: intervenciones en el área idiomática y en espacios de integración regional
En esta parte veremos que el concepto de política en relación con una lengua no solamente atañe a las acciones emprendidas por el aparato del
Estado, sino que la condición política del lenguaje y su relación con la distribución del poder afecta a un espectro mucho más amplio de situaciones
y agentes de intervención. En este caso, será fundamental definir el concepto de glotopolítica para analizar los posicionamientos de las lenguas o
variedades de una lengua en ámbitos locales, nacionales, regionales o globales. Veremos cómo las intervenciones en la lengua reflejan
determinadas estructuras de poder y nos centraremos, particularmente, en el caso de la política lingüística panhispánica y los agentes
involucrados. Para finalizar, analizaremos algunos casos de proyectos de integración sudamericana, en donde la acción glotopolítica afecta las
uniones supraestatales.
Parte I: La acción del hombre sobre la lengua

Una aproximación al campo de estudios de la Política y la Planificación Lingüística (PPL)

En esta parte nos centraremos en la acción del hombre sobre la lengua. Partimos de la base de que el cambio es inherente a toda lengua, ya sea
por factores propiamente lingüísticos como extralingüísticos. Este último caso será el que presentará un mayor interés en este apartado, en donde
explicaremos qué es un diagnóstico sociolingüístico, base de toda política y planificación lingüística. A continuación, veremos con cierto detalle cómo
se lleva a cabo una política y planificación lingüística, mediante planificaciones sobre el corpus o el estatus de una lengua y mediante una
herramienta fundamental: la legislación. A su vez, también discutiremos los conceptos de lengua, dialecto y variedad como índices de la
direccionalidad de la intervención político-lingüística, que revisaremos en la Parte II.
1.1. ¿Qué es la PPL?

Les proponemos empezar esta clase con algunos interrogantes: ¿Por qué cambian las lenguas? ¿Cómo lo hacen? A lo largo de la historia, varios
estudiosos han intentado responder estas preguntas. Algunos se han centrado en la historia de las lenguas y se han preguntado por los cambios
que manifiestan desde su origen hasta la actualidad: en el caso del español, cómo fue su transformación desde el latín, su diversificación y su
extenso recorrido por el territorio hasta llegar al continente americano, donde hoy se habla en más de veinte países. Otros han intentado
reconstruir formas pasadas de la lengua, a partir del llamado “método histórico comparativo”, observando los cambios que se produjeron hacia el
interior del sistema lingüístico, estableciendo familias de lenguas y comparando procesos similares en lenguas “hermanas”, como el italiano o el
portugués. También algunos investigadores se han enfocado en el estudio de los fenómenos de contacto con otras lenguas, de los que resultan
aportes lingüísticos de gran magnitud, como lo muestran los más de cuatro mil arabismos (incluyendo derivados y topónimos) que enriquecieron
el vocabulario español a partir del siglo VIII o las influencias de las lenguas indígenas en el español americano.

Ahora bien, las lenguas no están aisladas de su contexto: son conducidas, transformadas y habladas por distintas personas. Tampoco son ajenas a
los procesos sociales, históricos y políticos. Se multiplican con el crecimiento y la dispersión de la población, pero también se extinguen a causa de
la influencia de lenguas nacionales o imperiales, a cuya sombra numerosas lenguas minoritarias son paulatinamente absorbidas y acaban por
desaparecer. En siglos de historia de la lengua española, hubo personas que tomaron decisiones acerca del uso y de la forma de la lengua.
Pensemos en uno de los ejemplos más conocidos: el español llegó a América en los barcos de conquistadores con la intención de los Reyes
Católicos de expandir su Imperio. La lengua fue un instrumento más para lograrlo, y prueba de ello es que en el mismo año de la Conquista fue
publicada la primera gramática del español, la Gramática castellana (1492) de Antonio de Nebrija. El prólogo de Nebrija a su obra es sin duda una
de las formulaciones más interesantes de la relación entre la lengua y el poder político que jamás se haya hecho en la temprana edad moderna; allí
se afirma que “siempre la lengua fue compañera del imperio”*, y con esas palabras reviste de otro carácter a su Gramática, que refleja claramente las
intenciones políticas de una obra lingüística destinada a difundir y enseñar el castellano en una época durante la cual el reinado de Castilla*
adquiere cada vez más poder. ¿Qué es lo que está diciendo Nebrija? En otras palabras, que una gramática, además de un instrumento lingüístico,
puede ser un hecho político.

Gramática castellana (1492) de Antonio de Nebrija. Imagen correspondiente a una página del prólogo.

Las intervenciones de los hablantes sobre las lenguas son también una parte fundamental de su historia: las lenguas cambian no solo porque
están sometidas al paso del tiempo, sino también porque hay individuos que intervienen en ellas de múltiples maneras, tanto por factores
lingüísticos como extralingüísticos. En este seminario presentaremos algunos conceptos que forman parte del campo disciplinario de la Política y
Planificación Lingüística (a partir de ahora PPL), cuyo objeto es el estudio de la intervención humana sobre la(s) lengua(s). Se trata de un campo
que ha tenido sus orígenes en la década del sesenta a partir del estudio pionero del lingüista norteamericano E. Haugen (1959) (Ref: Haugen, E.
(1959). Language planning in modern Norway. Anthropological Linguistics, 1/3, 8-21) y los posteriores trabajos de J. Fishman, C. A. Ferguson y J. Das
Gupta (1968) (Ref: Fishman, J. A., Ferguson, C. A., y Gupta, J. D. (1968). Language problems of developing nations. New York: Wiley) reunidos en una obra
dedicada a analizar los problemas lingüísticos de los países en vías de desarrollo. Estos primeros trabajos surgen con un interés común, vinculado
a la necesidad de pensar modos de intervención en la situación lingüística de países “nuevos”, esto es, aquellos que habían atravesado procesos de
descolonización recientes o que se encontraban en vías de desarrollo, como lo muestran los estudios de caso en países de África y Asia. Estos
nuevos estados independientes buscaban soluciones a las situaciones desastrosas que habían heredado de sus potencias coloniales, inclusive en
materia lingüística. Los estudios de PPL de esos años proponían y discutían diversas acciones, como el diseño de nuevas lenguas nacionales que
reemplazaran a las lenguas de los colonos, la definición de las lenguas oficiales y de enseñanza, la elaboración de alfabetos y vocabularios, entre
otras. 
Recién en la década del noventa encontramos un cambio en la orientación de estos estudios, ligado al descubrimiento de que los “problemas” que
suscitan intervenciones en materia de lenguas no se limitan a un país, a un territorio ni a una época. La PPL aparece, así, como una disciplina que
estudia fenómenos y prácticas que no son nuevos, ya que desde siempre los individuos han intentado regular, fijar el uso correcto o intervenir de
diversas formas en la(s) lengua(s) y desde siempre, también, el poder político ha privilegiado una determinada lengua para gobernar, o ciertos
grupos de poder han impuesto a la mayoría la forma de habla de una minoría, por mencionar algunos ejemplos.

Teniendo en cuenta lo anterior, ya podemos adentrarnos un poco más en los conceptos de política y planificación lingüística. Observemos esta
definición, adaptada de  Varela (2008:165) (Ref: Varela, L. (2008). Política lingüística: ¿qué está pasando en Argentina? En F. Piñón (dir.), Indicadores
culturales 2007 (pp. 164-173). Caseros: EDUNTREF. Recuperado de .

Una política lingüística es un conjunto de decisiones y acciones promovidas por el poder público, que tiene por objeto principal una (o más) lengua(s), y
está racionalmente orientada hacia objetivos que son tanto lingüísticos (esto es, determinado efecto sobre la forma de la lengua, sus funciones, etc.)
como no lingüísticos.

Por su parte, Louis-Jean Calvet (1996) (Ref: Calvet, L-J. (1996). Las políticas lingüísticas. Buenos Aires: Edicial.), en una obra considerada clásica dentro
de este campo de estudios, señala la importancia de distinguir entre dos procedimientos: la política lingüística, determinación de las grandes
opciones en materia de relaciones entre las lenguas y la sociedad, y su puesta en práctica, la planificación lingüística. Se trata de dos estadios de un
proceso que se propone transformar una situación sociolingüística considerada problemática o insatisfactoria: un primer estadio, donde se
discuten y determinan las opciones generales, y un estadio posterior, el de su implementación. Observemos la siguiente esquematización
propuesta por este autor:

“La acción concertada sobre la lengua y las lenguas puede reducirse al siguiente esquema: sea S1 la situación sociolingüística inicial, que
luego de analizarse se considera no satisfactoria. Sea S2 la situación que se querría alcanzar. La definición de las diferencias entre S1 y S2
constituye el campo de intervención de la política lingüística, y el problema de saber cómo pasar de S1 a S2 es el dominio de la
planificación lingüística”  (1996: 25) (Ref: Calvet, L-J. (1996). Las políticas lingüísticas. Buenos Aires: Edicial).

Veamos un ejemplo, a partir del caso de las ex colonias francesas Marruecos, Argelia y Túnez (cfr. Hamel, 1993 (Ref: Hamel, R. (1993). Políticas y
planificación del lenguaje: una introducción. Iztapalapa. Políticas del lenguaje en América Latina, 29, 5-39.)). Se identifica primero el problema: la
necesidad de estas ex colonias de definir qué lengua usar en la educación y administración públicas después de su independencia. Habiendo
identificado la situación inicial no satisfactoria, se consideran las opciones disponibles (el francés o el árabe) y se llega al acto de tomar una
decisión política al seleccionar una de esas lenguas para una función específica (la educación y la administración públicas). En este caso, los
gobiernos árabes optaron por introducir de inmediato el árabe como lengua de enseñanza (decisión que fue revocada luego, por los resultados
negativos que arrojó, según refiere Rainer E. Hamel en el texto al que hicimos referencia). Esta decisión política, a su vez, acarreó una serie de
acciones que el Estado tuvo que planificar para poder llegar a su implementación, como elegir entre varias formas dialectales del árabe y
establecer una norma, para luego difundirla a través de la elaboración y publicación de instrumentos lingüísticos como gramáticas, diccionarios y
vocabularios, destinados a enseñarla al conjunto de la población.

En resumen, la situación inicial o punto de partida para la PPL es lo que se suele llamar el diagnóstico sociolingüístico de la comunidad en la que se
busca intervenir. Este podría incluir respuestas a las siguientes preguntas: 

¿Qué lengua(s) se habla(n)? ¿quiénes la(s) habla(n)?


¿En qué ámbito(s) se usa una lengua u otra?
¿Qué relaciones hay entre esas lenguas? ¿Qué funciones cumplen?
¿Cómo están equipadas esas lenguas (sistema de escritura, diccionarios, gramáticas, etc.)?
¿Qué actitudes y valoraciones manifiestan los hablantes con respecto a esas lenguas?
Después de caracterizar la situación o perfil sociolingüístico, se debe definir la situación a la que se quiere llegar y, por lo tanto, qué es lo que se
quiere modificar. La respuesta a esta pregunta constituye el campo de intervención de la política lingüística. Y, una vez definido su objeto, se pasa a
la etapa de planificación, es decir, a tratar de definir cómo vamos a modificarlo, cómo vamos a poner en práctica esta decisión política. Algunas de
las preguntas que podemos hacernos en esta etapa son:

¿Vamos a intervenir sobre una lengua o sobre varias?


¿Vamos a modificar la forma de una lengua (por ejemplo, simplificar su sistema ortográfico) o alguna de sus funciones (por ejemplo, que
una lengua que se utiliza solo en el ámbito familiar sea utilizada como vehículo de la enseñanza)?
¿Vamos a planificar acciones para valorizar una lengua, como podría ser la enseñanza de la lengua de un pueblo originario? 

Asimismo, la etapa de planificación implica determinar quiénes serán los agentes de la intervención, cómo se desarrollará, con qué presupuesto se
contará, cómo se evaluará, etc. 
1.2. Lengua, variedad y dialecto

Cuando hablamos de políticas lingüísticas nos referimos a un amplio espectro de intervenciones sobre la(s) lengua(s). Ahora bien, el concepto de
“lengua” puede abarcar, a su vez, un conjunto de fenómenos que es necesario precisar. ¿Es lo mismo “lengua” que “dialecto”? ¿A qué nos referimos
cuando hablamos de “variedades”? Creemos necesario definir estos conceptos que han sido objeto de discusiones desde el origen de la Lingüística
como disciplina*.

Al hablar de dialectos, nos referimos al concepto técnico que asocia determinados usos lingüísticos (lectos) con un determinado territorio. Pero
también existe un significado popular que vincula los dialectos con aquello que “no llega a ser lengua” Unamuno, 2003 (Ref: Unamuno, V. (2003).
Lengua, escuela y diversidad sociocultural: hacia una educación lingüística crítica. Barcelona: Graó.),  es decir, una variedad de menor prestigio*. Debido
a la connotación negativa que arrastra el término en este último caso, se ha preferido hablar de variedades para referir a los distintos usos
lingüísticos que se podrían agrupar dentro de una misma lengua. Así, en la Argentina, podemos hablar de una variedad rioplatense, una variedad
cordobesa, una variedad andina, etcétera. Ahora bien, para referirnos al conjunto que reúne a estas variedades se suele hablar de lengua o
variedad estándar. La lengua estándar designa a aquella variedad que ha sido objeto de selección y planificación lingüística y que adquiere un
mayor prestigio. Como señala Virginia Unamuno (2003:20) (Ref: Unamuno, V. (2003). Lengua, escuela y diversidad sociocultural: hacia una educación
lingüística crítica. Barcelona: Graó.), se vincula con una decisión institucional de elegir una variedad, frente a otras posibles, para su codificación (en
gramáticas y diccionarios), para su uso en ámbitos institucionales (como la escuela, la administración pública, la justicia) y para la representación
pública (como diferenciador entre grupos, ya sean nacionales o internacionales). En otras palabras, el estándar representa un ideal abstracto de
unidad lingüística que permite homogeneizar una realidad lingüística diversa (Lauria y López García, 2009 (Ref: Lauria, D. y López García, M. (2009).
Instrumentos lingüísticos académicos y norma estándar del español: la nueva política lingüística panhispánica. Lexis, 33(1), 49-89.)).

La selección de cierta variedad obedece más a motivos de índole extralingüística, predominantemente político-económicos, que a cuestiones de
orden intrínsecamente lingüístico. La variedad que sirvió como base para la construcción de la lengua estándar que se deseaba promover y
propagar como norma patrón de las prácticas lingüísticas en el mundo hispánico fue, durante muchos años, la castellana (es decir, aquella que era
empleada usualmente en la corte y en la ciudad de Madrid). Hoy, en la Argentina, la lengua estándar se corresponde con la variedad hablada en
Buenos Aires, que se ha ido diferenciando, a lo largo de los años, del estándar peninsular y adquiriendo su propia identidad.

A partir de estas aclaraciones, podemos entender la frase que el lingüista Max Weinreich se apropió de un asistente a una de sus conferencias, que
luego tuvo muchísima repercusión por sus connotaciones simbólicas: A language is a dialect with an army and navy [“Una lengua es un dialecto con
una flota y un ejército”].
1.3. La planificación sobre el corpus y el estatus de las lenguas

Como vimos en la definición presentada anteriormente, una política lingüística puede estar orientada hacia objetivos no lingüísticos. De hecho, la
mayoría de las veces los efectos de las políticas del lenguaje exceden lo puramente lingüístico. Debido a que la mayor parte de las actividades que
realizamos están atravesadas por el habla, la regulación del lenguaje tiene efectos en distintos factores, tales como la conformación de la sociedad,
el acceso a los derechos,  procesos identitarios, etcétera. Por eso muchas veces una política en el lenguaje alcanza otros ámbitos sociales. A modo
de ejemplo, una política lingüística puede tener los siguientes objetivos o efectos (no lingüísticos):

➔     Incrementar la justicia y la cohesión social a partir del reconocimiento y comprensión de las diferencias lingüísticas, así como de los
derechos de las minorías.
➔        Facilitar el acceso a la ciudadanía de determinado grupo hasta entonces excluido mediante herramientas para desenvolverse en la
cultura escrita.
➔     Afirmar la identidad nacional mediante el impulso a la producción cultural, científica o tecnológica en la propia lengua –lo que a veces se
estima alcanzar sólo con medidas defensivas contra los extranjerismos–.
➔     Consolidar la integración regional a través del conocimiento de las lenguas y culturas vecinas.

Cuando las políticas lingüísticas se orientan hacia objetivos lingüísticos, las medidas político-lingüísticas pueden abarcar ámbitos muy variados: por
ejemplo, qué variedades usar en los medios de comunicación, qué lenguas en la señalética, en la documentación, en los productos comerciales,
industriales y medicinales; qué géneros discursivos enseñar en la escuela y qué variedades de los escolares aceptar como válidas; cómo superar las
brechas comunicativas debidas a diferencias sociales, e incluso qué medidas con respecto al lenguaje adoptar para ciegos (como ediciones en
braille y semáforos sonoros) y sordos (como intérpretes de lengua de señas en la TV, señantes en oficinas públicas, películas subtituladas en el
mismo idioma).

Así, para organizar este amplio espectro de acciones, los estudios en PPL suelen distinguir dos modos de intervención en materia de lenguas: la
planificación sobre el corpus y la planificación sobre el estatus de las lenguas. La primera se refiere a las intervenciones que se realizan sobre la
forma o estructura interna de una lengua. La segunda, en cambio, comprende aquellas acciones que se proponen modificar las funciones de las
lenguas, su estatus y sus relaciones con las demás lenguas y variedades*. De este modo, cuando una política lingüística se propone intervenir en el
corpus de una lengua, puede plantearse objetivos tales como la fijación de una escritura, el establecimiento de una gramática, el enriquecimiento
del léxico, la lucha contra las influencias extranjeras, su estandarización, etc. En cambio, las acciones sobre el estatus se encuentran mayormente
en contextos plurilingües o de contacto de varias lenguas, donde se establece una política lingüística con el fin de ordenar sus usos y funciones.

Si bien esta distinción nos permite caracterizar dos tipos de intervenciones, resulta artificial ya que pocas veces concuerda con los hechos. En
general, una política lingüística interviene al mismo tiempo en la forma de una lengua y en las relaciones entre lenguas. Casi siempre el cambio de
estatus de una lengua supone una intervención en su corpus, bajo lo que se conoce generalmente como su “equipamiento”, como veíamos en el
caso del árabe en Marruecos, Argelia y Túnez. De un modo similar, una intervención en el corpus muchas veces afecta el estatus de esa lengua:
dotar a una lengua de un sistema de escritura (corpus), por ejemplo, puede resultar en nuevos ámbitos de uso para esa lengua, que modifican, a
su vez, la relación con otras lenguas (estatus).

Por otra parte, es importante tener en cuenta que cuando se realiza una intervención sobre las lenguas, esto afecta, fundamentalmente, a los
usuarios, es decir, a la comunidad de hablantes. El éxito o el fracaso de una política lingüística se debe, en gran parte, a la evaluación que hacen de
ella sus hablantes. Imaginemos que sería imposible emprender las tareas de valorizar la lengua de un pueblo originario si el propio pueblo no lo
considerara importante, o de enseñar una lengua extranjera en la escuela si no hay estudiantes interesados en aprenderla. Por eso, al analizar la
situación sociolingüística es muy importante también considerar las actitudes y representaciones que tienen los hablantes acerca de las lenguas
sobre las que se va a intervenir y contemplar, si fuera necesario, acciones tendientes a modificarlas. Estos temas serán desarrollados en el
siguiente seminario.
1.4. Una herramienta fundamental de la política lingüística: la legislación

Una de las herramientas principales que caracteriza a la política lingüística estatal es la legislación sobre las lenguas: el Estado, a través de las leyes,
impone y normaliza ciertas prácticas lingüísticas que pasan a formar parte del orden establecido por el poder. La legislación lingüística comprende
el conjunto de normativas relativas directa o indirectamente a las lenguas, respecto de su uso, su enseñanza, su defensa o su prohibición, así como
también a los derechos lingüísticos individuales y colectivos. La legislación lingüística puede caracterizarse conforme a los siguientes ejes:

i) su nivel de intervención geográfico y ámbito de actuación (puede alcanzar a un grupo profesional, una institución, una provincia, una nación o
varias, ámbitos supraestatales);
ii) nivel de intervención jurídico (puede tratarse de una constitución, una ley, decreto, resolución, recomendación, etc.); 
iii) modo de intervención (puede incitar o promover un determinado comportamiento o bien obligar o prohibir determinados usos); y
iv) contenido de la intervención (puede referirse a los distintos temas de la política lingüística que hemos mencionado, ya sea la forma de la
lengua, su uso, enseñanza, derechos de los hablantes, etc.).

A diferencia de otros países, por ejemplo, en Perú existe una ley que podríamos considerar modelo, dado que trata exclusivamente acerca de las
lenguas de la nación e interviene en múltiples aspectos. La  ley N° 29735  (2011), conocida como “ley de lenguas”, regula el uso, preservación,
desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú, interviniendo para ello en varios niveles y ámbitos (educativo,
científico, de los servicios públicos) y actuando no solo sobre su estatus sino también sobre su corpus (véase, por ejemplo, el art. 21 sobre las
reglas de escritura uniforme).

A continuación, presentamos estos ejes en el siguiente cuadro, junto con algunos ejemplos:

Ejes Ejemplos

Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y
Internacional
lingüísticas adoptada por las Naciones Unidas en 1992.

Versión consolidada del Tratado de la Unión Europea, en cuyo art. 55º se establecen las lenguas de trabajo de
Nivel de Regional
la Unión Europea.
intervención
geográfico
La Constitución de Bolivia (2009), en su art. 5 establece que son idiomas oficiales del Estado el castellano y
Nacional
“todos los idiomas de las naciones y pueblos indígena originario campesinos”, que suman 36.

Provincial Ley provincial de oficialidad de las lenguas wichí, qom y moqoit en la provincia de Chaco, Argentina.

- constitución

- ley

- decretos En 2016, el Ministerio de Salud de la Argentina publicó una guía dirigida a quienes desarrollan funciones en
Nivel de
los medios de comunicación, para orientar y proporcionar recursos a la hora de comunicar sobre salud
intervención - resoluciones  mental: Comunicación Responsable: Recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los
jurídico
medios.
-
recomendaciones

- etcétera

Durante la primera mitad del siglo XX la escuela argentina perseguía la construcción de una lengua escolar
despojada de marcas geográficas y sociales indeseadas. En tal sentido, la Academia Argentina de Letras
realizaba, a través de su Boletín, una serie de recomendaciones a los maestros, como la siguiente:
Incitativo
“1º RECOMENDAR al personal docente de todas las escuelas dependientes del H. Consejo [Nacional de
Modo de
Educación], que procure empeñosamente impedir el voseo y toda inflexión verbal incorrecta” (BAAL 5/6,
intervención
1934: 319 apud Lopez García 2015:110).

Ley nacional 26.468 (2008) de oferta obligatoria de una propuesta curricular de enseñanza del idioma
Imperativo
portugués para todas las escuelas secundarias del sistema educativo nacional argentino.
En Brasil, en el año 1999 el periodista Aldo Rebelo presentó un proyecto de ley que se proponía regular el
uso de extranjerismos en la lengua portuguesa y, para ello, proponía la creación de comisiones con la
Formas de la finalidad de elaborar glosarios para las áreas de intensa innovación tecnológica y científica, que sugirieran
lenguas términos equivalentes en portugués o resultantes de un proceso de aportuguesamento.

Contenido
de la La Ley 7.581 (2015) de la provincia de Chaco (Argentina) que establece la obligación, para los centros de
intervención Uso de las
salud de la provincia, de contar con el acompañamiento de un asistente bilingüe en casos de emergencia y
lenguas
hospitalización de pacientes indígenas que no hablan español.

La provincia de Santiago del  Estero (Argentina), en las disposiciones complementarias de la Constitución


Defensa de las
Provincial de 2005, reconoce el quichua santiagueño como “lengua de pervivencia provincial” y ordena
lenguas
“adoptar las medidas necesarias para su preservación y difusión”.
1.5. ¿Quiénes intervienen sobre las lenguas? Los agentes en la planificación y política lingüística

Al comienzo de este seminario dijimos que el campo de estudios de la PPL tiene como objeto “la intervención humana sobre la(s) lengua(s)”. Sin
embargo, suele haber cierto consenso en considerar que, cuando hablamos de política y planificación lingüísticas, nos referimos a las decisiones
adoptadas, generalmente por el Estado, en materia de lenguas. Pero ¿solo el Estado puede tomar decisiones acerca de la forma y uso de las
lenguas? No. De hecho, cualquier grupo puede elaborar una política lingüística. Como dijimos, la lengua les pertenece a sus hablantes y hay
múltiples ejemplos de intervenciones que o bien se han originado desde ámbitos no estatales o institucionales, o bien han sido resistidas por
determinados grupos, provocando su modificación o interrupción. Un terreno donde se observan estas acciones de resistencia suele ser el de la
ortografía; en general, son las academias de la lengua las que, a través de sus miembros, discuten y establecen nuevos acuerdos ortográficos, con
el propósito de unificar los usos escritos de la lengua. No obstante, si esas reformas no son “aprobadas” por los usuarios, esas nuevas normas no
sirven. Pensemos en las actualizaciones de la Ortografía de la Real Academia Española, siempre rodeadas de controversia: una de ellas, en 2010,
establecía la eliminación de la tilde diacrítica en el adverbio solo y los pronombres demostrativos inclusive en los casos de posible ambigüedad.
Como se ve reflejado en la práctica, docentes, escritores, medios de comunicación y editoriales, actores necesarios para la difusión de estas
reformas, pueden en muchos casos modificar o rechazar estas medidas.

Algunas de las reacciones de la reforma ortográfica en la web (Twitter).

Para seguir pensando…

Les recomendamos la charla de Karina Galperin en la edición del TEDxRiodelaPlata de 2015, titulada “¿Ase falta una nueba ortografía?”, y el
discurso que pronunció el escritor Gabriel García Márquez en el I Congreso Internacional de la Lengua Española, en el cual propone “jubilar”
la ortografía. Ambos ejemplos constituyen formas de intervención sobre la lengua, desde ámbitos de prestigio como el académico y literario.

Enlaces:

- Charla TEDx: ¿Ase falta una nueba ortografía?


- Discurso “Botella al mar para el dios de las palabras”:
https://isfdyt215lezama-bue.infd.edu.ar/aula/archivos/repositorio/0/87/botella_al_mar_para_el_dios_de_las_palabras.PDF

En este sentido, es importante observar que la direccionalidad de la intervención político-lingüística no es siempre de arriba hacia abajo. No
siempre el Estado y las instituciones son los agentes planificadores y ejecutores de las políticas, y los sujetos hablantes, los beneficiarios o
destinatarios de esas políticas. En todo caso son, como señala Calvet, los que tienen el poder y los medios para pasar al estadio de la planificación,
y, por lo tanto, a poner en práctica sus opciones políticas.

El esquema que presentamos más arriba, donde se describe el pasaje de una situación no satisfactoria a una situación ideal a través de medidas
explícitas implementadas por instituciones autorizadas, responde más bien a un esquema tipificado del proceso de creación de políticas públicas,
alejado de los modos complejos y variados en que se producen las intervenciones en el ámbito del lenguaje. En este sentido, Thomas Ricento y
Nancy Hornberger (1996) (Ref: Ricento, T. K., y Hornberger, N. H. (1996). Unpeeling the onion: Language planning and policy and the ELT professional.
Tesol Quarterly, 30(3), 401-427.) utilizan la metáfora de la cebolla para dar cuenta de las diferentes capas que componen la PPL, y proponen un
esquema de agentes, niveles y procesos que interactúan entre sí y participan en la toma de decisiones sobre el lenguaje. Según este modelo, en
cada uno de los niveles (estatal, institucional, interpersonal) se producen discursos que reflejan las tensiones y ambigüedades en la formación y
ejecución de las políticas lingüísticas.

Desde otras perspectivas se ha cuestionado el concepto de política que subyace a los trabajos de PPL: se concibe lo político como el conjunto de
espacios institucionales asociados al gobierno de un territorio —la mayoría vinculados al aparato del Estado— donde se negocia y se ejerce el
poder y desde donde se establecen las normas que rigen la vida de la comunidad. Es la perspectiva de los estudios de Glotopolítica (Guespin y
Marcellesi, 1986 (Ref: Guespin, L. y J-B. Marcellesi (1986). Pour la glottopolitique. Langages, 83, 5-34.)), Narvaja de Arnoux, 2000 (Ref: La glotopolítica:
transformaciones de un campo disciplinario. En Alfredo Rubione (coord.). Lenguajes: teorías y prácticas (pp. 15-42). Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires e Instituto Superior del Profesorado.),  Del Valle, 2007 (Ref: Del Valle, J. (2007). La lengua, ¿patria común? Ideas e ideologías del español.
Francfort y Madrid: Vervuert e Iberoamericana.)), un campo disciplinar que propone una articulación más abarcadora de la relación entre lenguaje y
política, es decir, una ampliación del espectro de situaciones en que se manifiesta la condición política del lenguaje y su relación con la distribución
de poder. En la Parte II nos detendremos en esta perspectiva disciplinar y la vincularemos con algunos debates actuales relacionados con las
intervenciones lingüísticas en el ámbito supranacional.

Ir a Actividad 1 (disponible desde el 22/04)


Parte II: Glotopolítica

Intervenciones en el área idiomática y en espacios de integración regional

En esta parte veremos que el concepto de política en relación con una lengua no solamente atañe a las acciones emprendidas por el aparato del
Estado, sino que la condición política del lenguaje y su relación con la distribución del poder afecta a un espectro mucho más amplio de situaciones
y agentes de intervención. En este caso, será fundamental definir el concepto de glotopolítica para analizar los posicionamientos de las lenguas o
variedades de una lengua en ámbitos locales, nacionales, regionales o globales. Veremos cómo las intervenciones en la lengua reflejan
determinadas estructuras de poder y nos centraremos, particularmente, en el caso de la política lingüística panhispánica y los agentes
involucrados. Para finalizar, analizaremos algunos casos de proyectos de integración sudamericana, en donde la acción glotopolítica afecta las
uniones supraestatales.
2.1. ¿Qué es la glotopolítica?

El análisis de las intervenciones en el lenguaje puede entenderse desde distintos abordajes teóricos y metodológicos. Entre ellos, el que nos
interesa particularmente en esta segunda parte es el enfoque glotopolítico, en tanto circunscribe los hechos del lenguaje a sus contextos políticos.
En términos de Elvira Narvaja de Arnoux (2014):

“Consideramos la glotopolítica como el estudio de las intervenciones en el espacio público del lenguaje y de las ideologías lingüísticas que
activan y sobre las que inciden, asociándolas con posicionamientos dentro de las sociedades nacionales o en espacios más reducidos como
el local, o más amplios, como el regional o global” (2014, p. 9) (Ref: Arnoux, E. y S. Nothstein (2014). Glotopolítica, integración regional
sudamericana y panhispanismo. En: E. Arnoux, y S. Nothstein (ed.), Temas de glotopolítica. Integración regional sudamericana y
panhispanismo (pp. 9-29). Buenos Aires: Biblos.).

Desde esta perspectiva, el foco de interés es el análisis de tales intervenciones en el espacio público del lenguaje, en la medida en que estas
afectan la instauración o transformación de entidades políticas, las relaciones sociales y las estructuras de poder en ámbitos tanto locales o
nacionales, como regionales o supranacionales. Como se puede advertir, el objeto de la glotopolítica es analizar el componente ideológico y político
que subyace a toda planificación lingüística y la ineludible participación de estructuras de poder (institucionalizadas y/o gubernamentales, aunque
no necesariamente), implícitas o explícitas, que actúan como entes legitimadores.

Recordemos que, como hemos dicho en la Parte I, las intervenciones políticas sobre los hechos lingüísticos pueden darse de diversas formas y
pueden responder a diversos actores o agentes, gubernamentales o no. Ahora bien, en especial, cuando los agentes que intervienen son estatales,
institucionales o gubernamentales, a menudo se justifican por el hecho de que se conciben como respuestas a ciertas demandas sociales. En ese
sentido, se elaboran instrumentos lingüísticos tales como gramáticas normativas, programas de enseñanza de lenguas dentro de un marco
regional, nacional o internacional e incluso se construyen museos de lenguas que actúan como grandes vidrieras de un patrimonio cultural y
específicamente lingüístico, destinados a afianzar una (pre)determinada identidad cultural. En este punto, es importante aclarar, como bien indica
Elvira Narvaja de Arnoux , que “las decisiones respecto de las políticas lingüísticas no pueden abordarse como asuntos meramente técnicos sino
que requieren una perspectiva política, que implica opciones entre alternativas diferentes con un mayor o menor grado de conflictividad” (2008:1)
(Ref: Arnoux, E. (2008). La agenda glotopolítica contemporánea. Hacia la integración sudamericana. En Elvira Arnoux y R. Bein (eds.), La regulación política
de las prácticas lingüísticas (pp. 1-15). Buenos Aires: Eudeba). En efecto, podemos decir que, de algún modo, el conflicto es el eje de la glotopolítica, ya
que analiza el resultado de un intento de homogeneización social –conflictiva por definición-, es decir, una acción política, a la vez que debe tomar
en cuenta las tensiones sociales subyacentes, en la medida en que los hechos lingüísticos se entienden en función de los contextos socio-políticos
en donde se desarrollan.

El conflicto también se relaciona con el hecho de que el lenguaje humano, heterogéneo por naturaleza, está siempre sometido a juicios. En todas
las sociedades existe un criterio colectivo de ejemplaridad: todos los hablantes, en mayor o menor medida, tienen conciencia de que existen
formas “correctas” e “incorrectas”, es decir que hay una norma o un modelo a seguir. Este modelo se construye socialmente de diversas maneras,
pero siempre se basa en la variedad estándar que explicamos en el apartado Lengua, variedad y dialecto de la Parte I: así, si esa variedad de lengua
se considera más prestigiosa, automáticamente, el resto de las variedades dentro de la misma lengua quedan subyugadas a un rango inferior, al
de la variedad “subestándar”. Dicho en otros términos: si existe un marco de referencia que está asociado a una determinada variedad lingüística,
esta será la más prestigiosa (seguramente, porque ya lo era de antes, de forma abierta o encubierta, pero al tener el estatus de variedad estándar
o al parecerse más que el resto a la variedad estándar, adquirirá más prestigio aún) y, por lo tanto, las demás serán menospreciadas en mayor o
menor medida. Esto vale también en las sociedades bilingües y plurilingües: por ejemplo, en el caso de países como Paraguay, en donde tanto el
español como el guaraní son lenguas oficiales, pero claramente el español tiene mayor peso y prestigio social, mientras que el guaraní suele
reservarse para contextos familiares o informales.

Basta remitirnos al mito bíblico de la Torre de Babel, según el cual se pierde la perfecta unidad lingüística adánica cuando Dios, iracundo ante el
deseo de los hombres de construir una torre que llegue hasta el cielo, decide confundir sus lenguas para que ya no puedan entenderse y así
impedir tal insolencia. Observamos, entonces, que ya desde tiempos inmemoriales la diversidad es entendida como un castigo divino para generar,
precisamente, un conflicto. Pero más allá de lo mítico o religioso, la realidad es que en todas las sociedades existe una diversidad lingüística
característica del cambio lingüístico que se debe o se quiere organizar. Se toman medidas para ordenar el caos y crear una suerte de cosmos ideal
y artificial que se ve plasmado en la norma. En contraposición, surgen siempre reacciones de defensa de otras variedades o lenguas o de rechazo a
determinadas medidas, como vimos en la Parte I, por parte de diversos actores como los propios hablantes, los docentes, los medios de
comunicación, etc.

De esta manera, comprendemos que la noción de lengua es una abstracción que implica un modo de concebir la realidad, más que una realidad
misma, el cual remite a la representación de una variedad estándar que, como tal, oculta la diversidad interna de la lengua. De ahí que existan
instituciones o academias de la lengua para definirla y regularla de diversas maneras.
2.2. Primeras intervenciones políticas en la lengua.

Del “castellano drecho” de Alfonso X “El sabio” a la Ortographía de la Real Academia Española 

Al principio de la Parte I, dijimos que las lenguas cambian y, por lo tanto, van “evolucionando” -según el término utilizado por los historiadores de la
lengua-, lo cual puede llevar a una diferenciación de lenguas, como sucedió con el latín que se fue disgregando hasta transformarse en distintas
lenguas romances (español, italiano, francés, catalán, gallego, portugués, rumano, etc.), es decir que, al cabo de muchos siglos, las lenguas
terminan separándose por completo al perderse la mutua inteligibilidad. Sin embargo, pese a las diferencias inevitables, la unidad también se
puede mantener, ya sea de modo natural o debido a acciones concretas de determinados agentes que, por intereses varios, quieren evitar la
desintegración y, para ello, como explicamos anteriormente crean, apoyan y/o difunden una variedad considerada estándar.

Ahora bien, ¿cuándo surgen las primeras instituciones que regulan las prácticas lingüísticas de nuestra área idiomática? Podemos decir que el
primer intento de unificación oficial de la lengua y valoración del llamado “castellano drecho” (es decir, el “correcto”) se da en el siglo XIII de la mano
de Alfonso X. La gran importancia de este rey*, en lo que atañe a la lengua, fue la de sistematizar la traducción a la lengua del vulgo, el castellano,
de los textos que hasta entonces sólo se habían escrito en las lenguas oficiales. Recordemos que hasta Alfonso X la traducción se realizaba del
siguiente modo: se traducían textos del árabe o del griego oralmente al castellano y luego se pasaban al latín, que era la lengua de la ciencia por
excelencia. Lo que hizo Alfonso X fue suprimir este último paso, es decir que los textos quedaban escritos en castellano, operación mediante la cual
le dio a esta última lengua un estatus equivalente al que había tenido el latín hasta ese momento. El castellano, además, se veía como un
instrumento ideal para aunar diferencias religiosas, ya que, como forma nueva, se distanciaba del latín, asociado con la lengua litúrgica de los
cristianos. Para sistematizar las traducciones, el rey sabio estableció un criterio claro para la escuela de traductores de Toledo, el cual resultó ser
fundamental en la transmisión de textos de la época, ya que luego se extendió, con algunas modificaciones, a todos los demás ámbitos públicos.
Así, en esa operación de sistematización de las traducciones se impuso un método y se aplicaron determinados criterios lingüísticos de manera
que el resultado, el castellano oficial (llamado, como dijimos antes “castellano drecho”) fuese una lengua uniforme en su morfología, sintaxis, léxico
y ortografía. Y, por supuesto, la variedad elegida como modelo de la lengua escrita fue la de su reino, es decir, la de Castilla*. En efecto, su reinado -
caracterizado por su intensa actividad científica y literaria- puede considerarse un hito en la historia de la lengua, por cuanto el llamado “rey Sabio”
es quien da un primer paso hacia la normalización o estandarización de la lengua. Podríamos decir que es el primer gesto glotopolítico de la
historia de nuestra lengua: se sientan unas bases tan estables que hoy en día resulta sorprendente observar que, si tomamos textos del siglo XIII
en escritos en distintos idiomas –inglés, francés y castellano-, sólo un hispanohablante podría entender sin mayores dificultades el contenido de la
obra en su lengua, ya que es la única de ellas cuyas sistematizaciones posteriores no modificaron tanto su base como para hacerla prácticamente
incomprensible en la actualidad.

Unos siglos más tarde, en los albores de la Edad Moderna, se introduce en España un elemento que ayudará enormemente en el proceso de
estandarización de la lengua: la imprenta. Al igual que lo que sucedió con el resto de las lenguas europeas, la difusión de los textos escritos fue
crucial en la promoción de los modelos escritos estandarizados que suelen funcionar, además, como factores de identidad nacional o regional*. Y
hacia finales de la Edad Moderna, en 1713, se crea una institución fundamental para la lengua española, la Real Academia Española, cuya función
hasta el día de hoy es “velar por que los cambios que experimente [...] no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”*. Como
vemos aquí, nuevamente, el temor a la disgregación lingüística es un argumento constante de justificación de determinadas políticas lingüísticas.
Así, en 1741 la Real Academia Española creó el instrumento para la codificación definitiva de la lengua: la Ortographía. A partir de ese momento,
tales reglas ortográficas académicas y sus sucesivas modificaciones fueron adoptadas fielmente por todos los impresores y editores de textos en
español, con lo cual se perdieron las múltiples diferencias y vacilaciones de copistas e impresores, de tal modo que podemos decir que en la
actualidad existe una gran uniformidad en la escritura en todo el universo hispanoamericano, pese a que algunas medidas sean rechazadas por los
usuarios de la lengua, como hemos visto en la Parte I al referirnos a la reforma sobre la tilde diacrítica. Para continuar la reflexión sobre esta
cuestión les dejamos a disposición el caso de la lengua francesa*. 

Es sencillo entender, entonces, que los distintos criterios ortográficos que pueden adoptarse son el reflejo más clarividente de las ideologías
lingüísticas*, ya que los distintos modos de escribir una palabra no afectan en absoluto la capacidad expresiva del hablante, sino que simplemente
reflejan su grado de instrucción o pertenencia a una determinada clase socio-cultural. Vale decir, de modo más amplio, que toda normalización
refleja una determinada ideología lingüística que se inscribe dentro del marco de las instituciones. Por consiguiente, este tipo de instituciones o
agentes reguladores de las prácticas lingüísticas, como bien indican José Del Valle y Elvira Narvaja de Arnoux: “son generadores de discursividades
legítimas (…) tendientes a orientar prácticas y creencias.”(2010:6) (Ref: Arnoux, E. y Del Valle, J. (2010) Las representaciones ideológicas del lenguaje.
Discurso glotopolítico y panhispanismo. Spanish in context, 7(1), 1-24.)
2.3. El rol de las academias de la lengua y otras instituciones en la regulación de las prácticas lingüísticas

Como hemos anticipado, “las academias de la lengua son instituciones normativas por definición y, como tales, sus discursos y acciones
promueven la uniformidad lingüística” (Barrios: 2011, 594 (Ref: Barrios, G. (2011). La regulación política de la diversidad: academias de lenguas y
prescripción idiomática. En Silvia Senz y M. Alberte (comp.), El dardo en la Academia. Esencia y vigencia de las academias de la lengua española (pp. 591-
619), vol. 1. Barcelona: Melusina)). Para ello, elaboran y promueven instrumentos tales como gramáticas, ortografías y diccionarios entendidos como
las autoridades lingüísticas por excelencia de la lengua estándar que mantienen su unidad. En ese sentido, la estandarización se entiende como un
proceso que favorece el intercambio y como una disminución de un esfuerzo por parte del hablante, al punto tal que autores como Marcos Marín
(2011) (Ref: Marín, M. (2011). De imperio a emporio. La unidad de la lengua española. Nueva revista de política, cultura y arte, 135, 65-76) comparan las
medidas lingüísticas con objetos de cambio tales como tornillos o impresoras estandarizadas: así como es más simple tener una medida de hojas
estandarizadas (A3, A4, etc.) o una sola moneda en distintos países (euro), la lengua estándar ayudará a simplificar las diferencias. Pensado en
otros términos, podríamos decir que se pretende encauzar o pautar el cambio lingüístico hacia un determinado patrón que garantice la unidad de
la lengua y simplifique las comunicaciones y los intercambios de diversa índole. Para continuar reflexionando sobre el rol de las academias de
lenguas y otras instituciones de regulación, los invitamos a leer “No en todos los países existen academias de la lengua”*.
2.3.a. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua

Como hemos dicho, en el siglo XVIII se creó la Real Academia Española, institución que hasta el día de hoy puede considerarse la autoridad máxima
de la lengua española (ya veremos por qué). No obstante, en este punto, es importante destacar que en la actualidad no trabaja sola, sino con la
cooperación de la Asociación de Academias de la Lengua (ASALE). En efecto, ya en 1870 la RAE propone la creación de academias de la lengua
castellana o española como correspondientes suyas, organizadas a imagen y semejanza. Y, poco a poco, se fueron creando academias locales en
diversos países de América latina, que seguían las normas madrileñas, hasta que finalmente en 1951 se fundó en Bogotá la ASALE con el fin de
“trabajar asiduamente en la defensa, la unidad y la integridad del idioma común, y velar por que su natural crecimiento siga los cauces
tradicionales de nuestra lengua castellana” (artículo 1º del estatuto fundacional), es decir, que se insiste una vez más en la lucha contra el temor
obsesivo de la disgregación lingüística manifestado desde Nebrija en adelante. Observemos el artículo 2 de los Estatutos fundacionales de ASALE
de 1951:

Art. 2⁰. Las Academias Correspondientes de la Real Academia Española reconocen que ésta es, por derecho propio, la llamada a dirigir esta labor
colectiva de defensa y promoción del idioma castellano.

Vemos aquí, claramente, una relación de desigualdad asumida, imposible de sostener unas décadas más tarde. Por ese motivo, en 2007 se
redactan nuevos estatutos, en los que ASALE cambia su posición y las academias americanas pasan a estar en pie de igualdad con la española, lo
cual puede entenderse como un gran gesto glotopolítico en el seno de las instituciones lingüísticas.

Sin embargo, muchos estudiosos discuten esa supuesta igualdad entre todas las academias como un mero acto discursivo con valor político y
económico. Algunos de los argumentos más evidentes que justifican esta postura son los siguientes:

➔     El presidente “nato” de ASALE es el director de la RAE o, en su defecto, un miembro de número designado por la institución española.
➔     El tesorero, es decir el responsable de controlar los recursos económicos, como los que provienen de las obras de autoría o coautoría de
ASALE, debe ser un académico de número de la RAE.
➔     Todos los congresos de la lengua española organizados por ASALE realizados hasta la fecha fueron presididos por el rey de España,
quien ha pronunciado siempre todos los discursos de apertura, junto con los presidentes de los países anfitriones, y regidos por el director
de la RAE, secundado por su secretario general.

Vale decir que la Comisión Permanente de ASALE, que tiene sede en Madrid, en el seno de la academia española, está compuesta por tres
miembros, dos de los cuales son representantes de RAE, el presidente y el tesorero, mientras que solo el secretario general, cara visible de ASALE,
debe ser un miembro de alguna academia americana y no puede ser de la española. A su vez, el gesto político de la presencia de los reyes en los
actos públicos de la institución, al igual que el hecho de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de España sea el depositario de los convenios
firmados por ASALE, como el de Cartagena de Indias, y que la Cancillería española sea la encargada de notificar los acuerdos ante la Secretaría
General de las Naciones Unidas son políticas que no hacen más que visibilizar las estructuras de poder de fondo.

Sin embargo, existe un acuerdo explícito entre RAE y ASALE en insistir en la promoción de una norma pluricéntrica del español y la supuesta
existencia de representatividad total y armonía panhispánica, sobre todo, en lo que atañe a la elaboración de los instrumentos lingüísticos
publicados en colaboración, como veremos con más detalle en el apartado siguiente.  A su vez, a través de la vía del consenso se legitima una
norma entendida como necesidad y reclamo por parte de los hablantes. Ahora bien, para los estudios glotopolíticos, la idea de consenso y
representatividad total de una norma que es entendida como un mero registro y simple gestión de la expresión de todos los hablantes resulta
bastante sospechosa. En palabras de Del Valle:

“La llamativa reiteración del consenso así como la ambición explícitamente totalizadora de las acciones académicas revelan lo que, en la
lectura que aquí proponemos, es el fundamento ideológico más profundo de la política lingüística panhispánica: su efecto paradójicamente
antipolítico, su impronta erradicadora de la tensión constitutiva de la norma lingüística y de la comunidad que en ella se pretende
anclar” 2014: 103 (Ref: Del Valle, J. (2014). Lo político del lenguaje y los límites de la política lingüística panhispánica. Boletín de filología,
49(2), 87-112.).

Por lo tanto, José del Valle no duda en afirmar que existe un “déficit democrático del régimen lingüístico académico” (íbidem, p. 105).
2.3.b. El Instituto Cervantes

Por otro lado, no podemos olvidarnos de que existe un ente, también peninsular, que ha adquirido un enorme poder como autoridad lingüística en
los últimos años: el Instituto Cervantes. Su origen se debe a que durante la década de los noventa España inició una campaña de promoción del
español como lengua internacional, en un contexto de globalización económica dentro de un país que aspiraba a dejar de ser marginal (pobre y
retrasado culturalmente, después de la devastación que implicó la Guerra Civil Española y todos los años sucesivos, y tras haber padecido cuarenta
años de franquismo) en el marco de la Comunidad Económica Europea. En ese sentido, la herramienta para desarrollar tal proyecto fue la creación
del Instituto Cervantes en 1991, a la vez que diversos organismos trabajaban para mejorar la imagen del país en el exterior. Esto se vio reflejado en
la realización en el año 1992 del V Centenario del Descubrimiento de América, la promoción de Madrid como sede de la Capital Cultural de Europa
y en grandes eventos internacionales como las Olimpíadas de Barcelona y la EXPO de Sevilla. Todos estos esfuerzos se materializaron en grandes
reconocimientos por parte de la comunidad internacional, gracias a los cuales la imagen de España fue enaltecida y, por ende, posicionada. En
resumen, se creó la llamada “marca-país”, cuya seña de identidad fue la lengua de Cervantes, de la mano, justamente, del Instituto Cervantes,
financiada en parte por el Estado español y en gran medida por una serie de empresas privadas españolas. Hoy en día es el brazo de la política
exterior cultural española que defiende “los intereses geoestratégicos para la promoción y protección del español” (Lamo de Espinosa y Badillo
Matos: 2016 (Ref: Lamo de Espinosa, E. y Badillo Matos, A. (2016). El Instituto Cervantes y la diplomacia cultural en España: una reflexión sobre el modelo.
En Instituto Cervantes, El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2016. Recuperado de: ), en especial, de tipo económico y político.

Clic en la imagen para ampliar


Clic en la imagen para ampliar

En este enlace se pueden consultar los informes anuales publicados por el Instituto Cervantes desde el año 1998:
https://cvc.cervantes.es/lengua/anuario/

Ir a Actividad 2 (desde el 29/04)


2.4. El panhispanismo: debates y actores

Existe un imaginario sobre el potencial económico del español que se resume en metáforas del tipo “la lengua es el petróleo de España”, muy
comunes en los discursos mercantilistas sobre el idioma que hemos mencionado en el apartado anterior. Dentro de esa línea, el llamado
“panhispanismo” resulta la pieza clave de lo que se entrevé como un gran negocio. Se trata de una política lingüística emprendida y promocionada
por agentes públicos y privados españoles, respaldados por ASALE, cuyo objetivo declarado, como hemos dicho, es “la gestión democrática de la
lengua compartida” (Narvaja de Arnoux, 2014: 20 (Ref: Arnoux, E. (2010). Representaciones sociolingüísticas y construcción de identidades colectivas del
Mercosur. En: M. T. Celada, A. Fanjul y S. Nothstein (coord.), Lenguas en un espacio de integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 17-38).
Buenos Aires: Biblos.)) que respete una pretendida norma pluricéntrica.

Así, desde hace algo más de una década, gracias al manto del panhispanismo, el viejo lema de la RAE, limpia, fija y da esplendor, se vio reemplazado
por el de unidad en la diversidad, ya que en el Congreso de la Lengua de Rosario se determinó que las academias americanas, a partir de ese
momento, estarían en pie de igualdad con la española y la RAE dejaría de ser la única firma garante en los instrumentos lingüísticos, como la
Ortografía de la lengua española de 1999, para considerar como coautoras, en lugar de colaboradoras, a las academias americanas. El objetivo
declarado, entonces, es “configurar un estatus simbólico de lengua común, que garantice la unidad y armonía panhispánica” (Rizzo, 2013: 192 (Ref:
Rizzo, M. F. (2013). Antecedentes de la política lingüística panhispánica. En Elvira Arnoux y S. Nothstein (eds.), Temas de glotopolítica. Integración regional
sudamericana y panhispanismo (pp. 191-220). Buenos Aires: Biblos.)). Una vez más, se insiste sobre el temor a la disgregación, el cual ya resulta mucho
más comprensible si se tienen en cuenta los intereses políticos y económicos que subyacen a la idea de integración.

Por eso, interesa afirmar que la lengua ya no es un patrimonio exclusivo de España y ha pasado a ser de todos, así como también expresar que las
acciones académicas responden a las necesidades de los hablantes. Como  explican con gran detalle Elvira Narvaja de Arnoux y José Del Valle en el
artículo “Lo político del lenguaje y los límites de la política panhispánica” (2014), los tres brazos codificadores elaborados por las academias dentro
de esta política, es decir, el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), la Ortografía (2010), y la Nueva gramática de la lengua española (2010)
promulgan la famosa y tan reiterada “unidad en la diversidad” y legitiman sus acciones normativas al presentarlas como producto de una demanda
de los hablantes. De este modo, la prescripción queda matizada o incluso oculta en el afán descriptivo explícito de las academias, en tanto
expresan que sus publicaciones se limitan a “registrar” y “describir” los distintos usos lingüísticos. Así, se afirma el origen popular y democrático de
las decisiones tomadas:

“Aunque los juicios sobre la norma se asocian a imposiciones y preceptos, las academias adoptan siempre una actitud positiva. Son
conscientes de que promover y educar es más efectivo que prescribir y censurar. Dan a conocer a los hablantes las normas que ellos
mismos han aprobado en plebiscito cotidiano porque tienen la seguridad de que “el buen uso del español” favorecerá su desarrollo
personal y social”.  RAE y ASALE, 2013, XV (apud Narvaja de Arnoux y Del Valle, 2014: 100 (Ref: Del Valle, J. (2014). Lo político del lenguaje y
los límites de la política lingüística panhispánica. Boletín de filología, 49(2), 87-112.).

Ahora bien, insistimos nuevamente en que toda obra académica es normativa por definición, a la vez que seleccionar una determinada forma
como ejemplar por encima de otras implica, directa o indirectamente, despreciar el resto para poder comprender la importancia del análisis crítico
de los procesos de selección de las formas registradas en las obras académicas. En palabras de Del Valle y Narvaja de Arnoux (2014):

“Pero este abrazo simultáneo de descriptivismo y normatividad impone exigencias notables al proceso de autolegitimación, ya que durante
el proceso de la elaboración de gramáticas de vocación normativa en las que se adopta el uso como criterio de selección de la variedad
que servirá de base a la norma, resulta particularmente sensible y con frecuencia polémica la decisión sobre qué usos seleccionar.” (p. 100)

Para entender este fenómeno, debemos analizar la política panhispánica desde el acuerdo entre la RAE y la ASALE. Si, en efecto, el lema y la
promoción es la de la unidad, ya desde lo superficial vemos un binomio que, como mínimo, incluye una contradicción: ¿por qué no se unieron
todas las academias, si están en pie de igualdad, sino que siguen siendo la española, por un lado, y las americanas, por el otro? Podemos ver aquí
una jerarquía en donde la RAE reina reproduciendo las desigualdades sociales y económicas del conjunto. Parece que se pretende abarcar una
totalidad desde una gestión absolutamente democrática que satisface las necesidades de los hablantes, pero partiendo de una diferenciación: 22
academias, por un lado, y la española, por el otro, en un escalón implícito -o no tanto- superior.

De hecho, como afirma Marcos Marín, defensor de la unidad en la pluralidad, para los hablantes, la española, por su tradición histórica, no solo
tiene más peso sobre el resto, sino que en muchos casos ni siquiera se considera a las demás, al punto tal que incluso muchos hablantes
latinoamericanos ignoran la existencia de las academias de la lengua en sus propios países:

“La Asociación [de academias de la lengua] hace un magnífico trabajo; pero en la conciencia del hablante de cualquier lugar de la lengua
hispana, en la mentalidad popular, lo que cuenta es la Academia Española. […] Es sorprendente tras tantos años de independencia, tras
tantos también de tener academias propias, pero en la conciencia popular la lengua es una y la Academia, una también.” (Marín, 2011, 70
(Ref: Marín, M. (2011). De imperio a emporio. La unidad de la lengua española. Nueva revista de política, cultura y arte, 135, 65-76))

En un extremo ideológico casi opuesto, Silvia Senz y Montserrat Alberte, editoras de la obra El dardo en la academia, en donde se reúnen una serie
de artículos críticos sobre el rol de la RAE, tampoco dudan en afirmar su primacía:
“Que la autoridad de la Real Academia Española no tiene parangón con la de ninguna otra academia de la lengua, es algo que casi no es
preciso demostrar” (Senz y Alberte, 2010: 17, vol. 1 (Ref: Senz, S. y Alberte, M. (2011). El dardo en la Academia: un proyecto editorial de
fondo (a modo de introducción). En Silvia Senz y M. Alberte (eds.), El dardo en la Academia (pp. 17-19), Vol 1. Barcelona: Melusina.)).

Entre otras investigaciones, esto se constata en las encuestas lingüísticas realizadas en Buenos Aires por el equipo de José Luis Moure y Leonor
Acuña, quienes demuestran que, en un nivel socio-cultural medio y alto, la autoridad lingüística legítima por excelencia es la RAE. Y, como es lógico
suponer, esta jerarquía sale a la luz demostrando la falta de coherencia entre los postulados de la RAE y ASALE y la práctica.

Ángela Di Tullio se expresa del siguiente modo:

“Esto es particularmente notorio en el Diccionario Panhispánico de dudas (2005), la obra normativa por excelencia de la RAE. A pesar de
declararse panhispánica, la marca de la incorrección, la bolaspa, recae en un porcentaje mayoritario sobre fenómenos propios del español
de América, sin que se controle si se trata de un fenómeno estigmatizado en la comunidad lingüística o no”. Ángela Di Tullo apud Lagares y
Celada, 2011: 209 (Ref: Lagares, X y Celada, M. (2011). Política y autoridad lingüísticas – Las academias de la lengua en la
contemporaneidad. Entrevista a miembros de Academias de la lengua: Adolfo Elizaincín, Ángela Di Tullio, José Luis Moure e Inés Fernández-
Ordóñez. Abehache, 1, año 1.).)

El cuestionamiento se debe a que, dentro del contexto de integración y unidad en la diversidad, al final, las distintas variedades dialectales del
español de América terminan siendo tratadas como un problema que hay que resolver. A partir de distintos análisis sobre diversas cuestiones, se
llega a la conclusión de que se produce una estandarización aparentemente plural pero solapadamente monocéntrica que hace imposible la
convivencia en pie de igualdad con las variedades nacionales y regionales sometidas al poderío del noroeste peninsular. En palabras de Leonor
Acuña:

“Al plantear para el español de todos los países una estandarización monocéntrica, propone una situación insostenible para las variedades
nacionales, que quedan entonces reducidas a aquello que las diferencia de esa norma central. Digamos que de esa manera quedamos en
el terreno de los diccionarios de argentinismos, uruguayismos, colombianismos, etc., es decir, repertorios léxicos que solo registran lo que
es diferente, exótico y hasta excesivo” (Acuña, 2015: 78 (Ref: Acuña, L., Baralo, M. y Moure, J. L. (2015). ¿Qué español enseñar a un
extranjero? Buenos Aires: Tinta fresca.)).

Quienes defienden el español internacional, en cambio, insisten sobre la idea del consenso y la armonía panhispánica:

“Paralelamente, se produce un largo debate en torno a los efectos del español internacional. Para sus defensores, nos hallamos ante un
modelo que surge de la cooperación, no de la imposición, que no emana de un grupo social dominante, y que tiene como misión conseguir
una intercomunicación fluida en un español sin sello nacional o regional” (Torres Torres, 2013:219 (Ref: Torres Torres, A. (2013). Del
castellano de «un pequeño rincón» al español internacional. Revista de estudios lingüísticos hispánicos, 3, Universitat de Barcelona.)).

Sin embargo, como hemos visto, muchos otros, como Narvaja de Arnoux y Del Valle (2014: 110), dudan de formulaciones unívocas de la
democracia como consenso que conduce a la unidad total y perfecta.

Ahora bien, más allá de las particularidades de cada uno de los problemas que se puedan tratar, resulta innegable asociar al panhispanismo con
un conglomerado de intereses creados. Coincidimos con las palabras de José Luis Moure, ex presidente de la Academia Argentina de Letras, quien
afirmaba en 2011 lo siguiente:

“El panhispanismo es en mi opinión, antes que una demanda real de los usuarios de la lengua, un constructo peninsular, económicamente
recomendable para hacer más viable cierta unidad de la industria editorial o del doblaje.” (Moure, 2011 apud Lagares y Celada, 2011: 209).

Para profundizar en los temas tratados hasta aquí, los/las invitamos a ver esta conversación que un miembro del Graduate Center de la City
University of New York (CUNY) tiene con el lingüista José del Valle.

En ella se recorren temas como la sociolingüística y la pedagogía crítica, la glotopolítica, la relación entre lenguaje y política, el panhispanismo,
el estatus del español en Estados Unidos y el futuro de los estudios sobre lenguas y culturas latinoamericanas e ibéricas.

https://www.youtube.com/watch?v=RLU2fp-qE08
2.5. El español en los proyectos de integración regional sudamericana

Como dijimos en la Parte I, son múltiples los actores que pueden intervenir en la PPL, ya sea en las etapas de planificación, diseño, implementación
o evaluación. Asimismo, son múltiples los alcances de la intervención: puede tratarse de una política que regule los usos lingüísticos de un
determinado grupo (por ejemplo, los periodistas) o institución (un hospital) o bien abarcar todo el territorio de una provincia, nación o unión
supraestatal. Toda intervención sobre el espacio público del lenguaje —esto es, toda acción glotopolítica— está asociada a posicionamientos que
pueden darse tanto dentro de las sociedades nacionales, como en ámbitos más reducidos, como el local, o más amplios, como el regional o el
global. Ya conocimos varios casos de políticas lingüísticas en el nivel estatal, por lo que nos referiremos ahora a las políticas del lenguaje en las
uniones supraestatales: ¿de qué se tratan? ¿Cómo se vinculan con los proyectos de integración regional? ¿Qué repercusiones tienen en las políticas
nacionales?

Las lenguas son un componente muy importante en las uniones supraestatales, no solo porque permiten ampliar las redes de comunicación entre
sus Estados miembros, sino también por el papel que tienen en la construcción de un imaginario común que posibilite la participación ciudadana
en el espacio integrado. Gran parte de esa construcción se basa en el conocimiento del otro, tanto en los aspectos lingüísticos como culturales.
Como sostiene Bruno Ollivier:

“A través de la lengua se forma la memoria que sostiene los sistemas identitarios y se transmiten los contenidos narrativos que son los
fundamentos de las identidades. Es la lengua la que estructura, a través de sus palabras, las representaciones y los estereotipos que van a
vehiculizar las identidades. Ella constituye el primer medio, en la historia de los individuos como en la de los grupos, de distinguir el
nosotros (aquellos que comprendo, que hablan la misma lengua) de los otros (aquellos que no hablan la misma lengua y que por lo tanto
son diferentes)” (Ollivier, 2007: 35 apud Narvaja de Arnoux 2010: 19-20 (Ref: Arnoux, E. (2010). Representaciones sociolingüísticas y
construcción de identidades colectivas del Mercosur. En: M. T. Celada, A. Fanjul y S. Nothstein (coord.), Lenguas en un espacio de
integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 17-38). Buenos Aires: Biblos.)) 

Tomemos como ejemplo la Unión Europea, que reúne casi una treintena de estados muy diversos lingüísticamente. Las lenguas oficiales de esta
unión supraestatal* (esto es, las lenguas en las que están redactados sus tratados y las que se usan como lenguas de trabajo) son 24. Además de
requerir un gran número de traductores e intérpretes, la construcción de una “identidad europea” impone políticas lingüísticas plurilingües que
hagan posible que los futuros ciudadanos comprendan y puedan expresarse en la lengua de los otros. En este punto, resulta interesante la
reflexión de Luis Fernando Lara (2006) acerca del costo que esta política plurilingüe significa para la unión supraestatal:

“Hace poco, la Unión Europea (UE) calculó, alarmada, el costo que tendrá para la administración la ampliación de la UE a 25 estados, con
más de 25 lenguas. Repartido ese costo entre el número de hablantes de esas lenguas, equivale, según la UE, al pago de una taza de café
anual por hablante. Un costo así, que en el caso de México podemos suponer proporcionalmente menor, debe ser asumido por el Estado, si
con ello logra proporcionar justicia y horizontes de mejor vida a todos sus ciudadanos. Digamos que la lengua materna bien vale una taza
de café”  (Lara, 2006, p. 498 (Ref: Lara, L. F. (2006). ¿Por qué no hay una política lingüística de México? En R. Terborg y L. García Landa
(coords.): Los retos de la planificación del lenguaje en el siglo XXI. Vol II. (pp. 489-500). México: UNAM.)) 

En el caso de América Latina, ese proceso se ve facilitado porque casi todos los países comparten una misma lengua, el español, como oficial.
Únicamente en Brasil es lengua oficial el portugués. Estas dos lenguas mayoritarias conviven en el continente con una gran cantidad de lenguas
indígenas, que tienen hablantes a uno y otro lado de las fronteras estatales y que han sido declaradas cooficiales en muchas regiones y estados.
Para completar la situación lingüística latinoamericana cabe mencionar algunos casos especiales, como el de Haití, con hablantes de francés y
criollo haitiano; Puerto Rico, donde se habla español e inglés; la Guayana Francesa y el Caribe francés, donde la lengua oficial es el francés, pero se
hablan varias lenguas, entre ellas, algunos criollos; y, por último, el Caribe inglés, donde además del inglés hay presencia del castellano.

La situación demográfica y lingüística antes descripta nos permite entender algunas de las orientaciones de los proyectos de integración regional
en nuestro continente. Nos centraremos en el caso del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), proceso de integración regional instituido
inicialmente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, al cual en fases posteriores se han incorporado Venezuela —suspendida desde agosto de
2017— y Bolivia —en proceso de adhesión—.

Los idiomas oficiales del Mercosur, establecidos en el Protocolo de Ouro Preto (1994), son el español y el portugués. Sin embargo, la versión oficial
de los documentos de trabajo es la del idioma del país sede de cada reunión. Unos años más tarde, se discutió la incorporación del guaraní, lengua
cooficial en Paraguay y hablada también en algunas regiones de Argentina, Brasil y Bolivia. En 2006 se incorporó esta lengua como uno de los
idiomas del Bloque, aunque con un estatus diferente del de las dos lenguas mayoritarias, pues según el artículo 2 de la decisión CMC 35/06, “los
idiomas de trabajo en el Mercosur serán los idiomas oficiales establecidos en el artículo 46 del Protocolo de Ouro Preto”, es decir que siguen
siendo el español y el portugués.

Además de la política lingüística fijada por el Protocolo de Ouro Preto, varios acuerdos para el funcionamiento institucional del Mercosur
promueven el aprendizaje de la lengua del otro. Entre otros, el “Programa de Acción del Mercosur hasta el año 2000”, suscripto por sus entonces
cuatro países miembros en Punta del Este en diciembre de 1995, establecía, como parte de la profundización del proceso de integración, lo
siguiente:

3.5. La educación. El objetivo permanente en esta área deberá ser la mejora de la calidad de la educación en los Estados Partes, incorporándole
una dimensión cultural y lingüística.
(…) Asimismo se deberá profundizar la integración educativa. A tales efectos se deberán compatibilizar los distintos niveles educativos, establecer
instancias de formación conjunta de recursos humanos, establecer planes de enseñanza-aprendizaje de los idiomas oficiales del Mercosur,
articular los sistemas de información nacionales y reconocer la formación académica.

Varios documentos, acuerdos y declaraciones conjuntas del Mercosur sugieren lo que mencionábamos más arriba respecto de los proyectos de
integración regional: la necesidad de construir un entramado identitario que haga posibles formas de participación política, en el cual el
aprendizaje de la lengua del otro cumple una función decisiva, no solo porque permite ampliar las redes comunicativas sino también por el juego
de resonancias culturales al que cada lengua está asociada. En este sentido, Elvira Narvaja de Arnoux (2010) (Ref: Arnoux, E. (2010). Representaciones
sociolingüísticas y construcción de identidades colectivas del Mercosur. En: M. T. Celada, A. Fanjul y S. Nothstein (coord.), Lenguas en un espacio de
integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 17-38). Buenos Aires: Biblos)  señala que las políticas lingüísticas que se encaren en el
Mercosur deben contemplar distintas modalidades de bilingüismo español/portugués y de desarrollo de las lenguas indígenas, a la vez que deben
articularse con políticas culturales que atiendan al papel de las lenguas en la construcción de las identidades colectivas.

Ahora bien, ¿qué acciones glotopolíticas se impulsaron a partir de este programa de acción en los países que conforman el Mercosur? ¿Qué
políticas nacionales se implementaron, vinculadas a los proyectos de integración regional?

En primer lugar, cabe decir que demoraron más de lo previsto, ya que recién a partir del año 2004 podemos ubicar algunos hechos significativos en
lo que respecta a la enseñanza y el aprendizaje de los idiomas oficiales del Mercosur, el español y el portugués. El primer acontecimiento
corresponde a la sanción de la ley N° 11.161 (2005) en Brasil, que determina la oferta obligatoria de español en todas las escuelas de nivel medio
del país y establece un plazo de cinco años para su implementación. En Argentina, cuatro años más tarde apareció su contraparte: la ley N° 26.468
(2009) que establece que todas las escuelas secundarias del sistema educativo nacional incluirán en forma obligatoria una propuesta curricular
para la enseñanza del idioma portugués como lengua extranjera e impone como plazo para su implementación el año 2016. Tanto la ley argentina
como la brasileña respondieron, en aquel momento, a las necesidades de la integración regional, que acentuaba los intercambios y los
emprendimientos comunes y que requería no solo la formación de funcionarios bilingües sino también la comprensión de la otra lengua por
sectores cada vez más extendidos de la población. Sin embargo, tal como advierte  Narvaja de Arnoux (2010: 21-22) (Ref: Arnoux, E. (2010).
Representaciones sociolingüísticas y construcción de identidades colectivas del Mercosur. En: M. T. Celada, A. Fanjul y S. Nothstein (coord.), Lenguas en un
espacio de integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 17-38). Buenos Aires: Biblos.), al declarar el carácter optativo para los
estudiantes, la legislación se inclinó por cierta forma de liberalismo glotopolítico. Al no haber sido una política lingüística acompañada de acciones
de sensibilización de la población, los vínculos existentes entre los países no fueron suficientes para poblar los cursos de portugués y español
ofertados. En el caso argentino, además, las acciones necesarias para alcanzar los objetivos de la ley no fueron prioridad de los gobiernos y, a
pesar de existir la ley, su implementación presenta aún hoy enormes limitaciones.

El caso brasileño también presenta particularidades. Si bien la ley del español fue anterior a la argentina, ha sufrido muchos cambios de rumbo y
hoy se encuentra sin efecto. En 2016, la ley 11.161 fue revocada por la Medida Provisoria N° 740 de 2016, durante el mandato presidencial de
Michel Temer, y, más recientemente, por la ley Nº 13.415 del 16 de febrero de 2017 que instituye una reforma en la enseñanza media brasileña. En
lo relativo a la enseñanza de lenguas extranjeras, la nueva ley expresa lo siguiente:

§ 4o  Os currículos do ensino médio incluirão, obrigatoriamente, o estudo da língua inglesa e poderão ofertar outras línguas estrangeiras,
em caráter optativo, preferencialmente o espanhol, de acordo com a disponibilidade de oferta, locais e horários definidos pelos sistemas
de ensino.

[La currícula de enseñanza media incluirá, obligatoriamente, el estudio de la lengua inglesa y podrá ofertar otras lenguas extranjeras, en
carácter optativo, preferentemente el español, de acuerdo con la disponibilidad de oferta, espacios y horarios definidos por los sistemas de
enseñanza. (Traducción nuestra)].

Como vemos en el fragmento citado, el inglés ocupa en la actualidad un lugar privilegiado en el espacio de las lenguas extranjeras, y el español
entra en la categoría de “otras lenguas extranjeras” (aunque con una mención especial: “preferentemente el español”), con una oferta que queda
supeditada a la disponibilidad de cada centro educativo. De este modo, el proyecto de integración regional y la construcción de una identidad
sudamericana parecen haber quedado atrás: las lenguas de la región ya no gozan de un estatus diferente en la legislación ni se promueve su
enseñanza, sino que son consideradas meras lenguas extranjeras en los lineamientos de la política lingüística y educativa de Brasil. 

A este fenómeno, que podríamos considerar parte de la planificación del estatus del español en Brasil, podemos añadirle otro, vinculado a los
agentes que intervienen en el diseño y la implementación de políticas de enseñanza de la lengua española en este país. Al contrario de lo que
podría esperarse, al ser un país de América Latina rodeado de países de habla hispana, se registra una participación cada vez mayor de España y
actores privados en la gestión y enseñanza del español en el sistema educativo brasileño. Esto se ve reflejado en decisiones relativas a qué
variedad de lengua se enseña, cómo se enseña, quién puede enseñar, con qué materiales, etc.

Sin dudas el ejemplo más significativo lo constituye el caso de São Paulo: a pesar de contar con una trayectoria de más de 50 años en la formación
de docentes de lengua española en el ámbito universitario y de investigación en ELSE, en 2006 la Secretaría de Educación del Estado de São Paulo
firmó un convenio con el Banco Santander/Portal Universia y el Instituto Cervantes para llevar a cabo un proyecto de habilitación docente. Dicho
proyecto, que recibía el nombre de “OYE”, promovería la formación y capacitación de profesores ya vinculados a la red estadual de enseñanza para
dar clases de español. Las justificaciones para su implementación se relacionaban con las necesidades creadas por la ley 11.161 de contar, cuatro
años después, con profesores de español para todas las escuelas. Según este proyecto, los profesores, independientemente de cual fuese el área
de conocimiento de su formación previa, quedarían habilitados para enseñar español en las escuelas mediante un curso enteramente a distancia,
con una carga horaria total de 600 horas. El plan, basado en la plataforma “AVE” (Aula Virtual de Español) del Instituto Cervantes, incluía contenidos
propios de un curso libre de lengua extranjera y algunos tópicos de metodología de enseñanza. El papel de las universidades se limitaba a
seleccionar a los tutores y certificar el curso como habilitación.

Como era de esperar, la firma de este convenio provocó reacciones inmediatas y contundentes, sobre todo teniendo en cuenta que en Brasil, un
curso de licenciatura tiene una carga aproximada de 2800 horas, de las cuales solamente puede ser en modalidad virtual un porcentaje que varía
según el contexto institucional. Las críticas, que llegaron de los departamentos de las universidades y de los profesores de todos los niveles
apuntaban a que, con ese proyecto, el Estado delegaba a dos instituciones extranjeras (un banco, el Banco Santander, y un órgano gubernamental
español de difusión de lengua, el Instituto Cervantes) la función estratégica de formar profesores para actuar en el nivel medio y desvalorizaba la
experiencia, la competencia y toda la investigación desarrollada en las universidades públicas que, particularmente en el estado de São Paulo,
habían sido pioneras en la formación de docentes en el área. La repercusión negativa, expresada en un petitorio que alcanzó más de mil firmas,
hizo que la Secretaría de Educación de SP reformulase algunos aspectos centrales del proyecto, fundamentalmente su carácter habilitante.

Paralelamente, los profesores de las universidades públicas paulistas (USP, UNESP, UNICAMP y UFSCar), con apoyo de las respectivas rectorías,
crearon una comisión con el objetivo de elaborar un proyecto destinado a averiguar, en primer lugar, la efectiva demanda de profesores de
español en el nivel medio de las escuelas públicas del estado, para poder, a continuación, elaborar una propuesta para la posible ampliación y
formación de profesores en el estado. La propuesta que fue presentada ante la Secretaría de Educación del Estado de São Paulo bajo el título
“Formação e atualização em Língua Espanhola” (FALE), fue archivada en 2007 y nunca recibió respuesta.

Sumado a una serie de acontecimientos cuyos detalles podemos encontrar en Fanjul (2010), lo que presentamos aquí nos permite pensar las
tensiones entre las políticas lingüísticas de alcance supranacional y las políticas nacionales y estatales, que muchas veces van en sentidos opuestos.
En este caso, vemos un Estado en el que predomina una política lingüística monolingüe, vinculada a una clara postura de rechazo al proyecto de
integración regional (en este caso, el Mercosur) y un rol privilegiado para el inglés en el ámbito de la enseñanza de lenguas extranjeras.
A modo de cierre

En este seminario, nos hemos propuesto dar a conocer los principales conceptos que conforman el campo de estudios de la Política y Planificación
Lingüísticas (PPL) y de la Glotopolítica. En una primera parte, presentamos los estudios clásicos de la PPL y categorías de análisis que pueden
resultar útiles para evaluar situaciones lingüísticas diversas y diseñar, analizar y llevar adelante intervenciones sobre estas. En efecto, sostenemos
que todos podemos convertirnos en agentes de planificación lingüística: en nuestro rol de docentes, traductores, editores, periodistas, académicos,
etc. a menudo nos enfrentamos con situaciones en las que debemos gestionar esa diversidad inherente a las sociedades contemporáneas. En este
sentido, esperamos haber presentado herramientas para comprender y reflexionar críticamente sobre las intervenciones en el lenguaje, que no
pueden pensarse desvinculadas de procesos históricos y políticos más amplios.

La segunda parte de este seminario fue orientada en este mismo sentido: a través del desarrollo más reciente del campo disciplinario de la
Glotopolítica, propusimos un breve recorrido por la historia del español que nos permitió reflexionar sobre la dimensión política de las
intervenciones en el lenguaje, así como la dimensión lingüística de los procesos sociales, históricos y políticos. Nos centramos en dos de los temas
centrales para este campo de estudios: por un lado, las políticas de área idiomática, llevadas a cabo fundamentalmente a través de la corporación
de la Real Academia Española y sus instituciones (Instituto Cervantes, Academias de la Lengua) e instrumentos asociados (diccionarios, ortografías,
congresos de la lengua, etc.); y, por el otro, los procesos de integración regional y de movilidad de personas propios de la globalización, que han
mostrado la abolición de la ecuación moderna que asociaba una lengua con un territorio y una nación. Estos procesos significan un desafío para
las naciones, que deben repensar sus propias políticas, culturales y lingüísticas, para generar nuevos espacios de integración que exceden las
fronteras de sus territorios.

Ir a Actividad integradora final (desde el 06/05)


Bibliografía obligatoria

Del Valle, J. (2014). Lo político del lenguaje y los límites de la política lingüística panhispánica. Boletín de filología, 49(2), 87-112. Descargar aquí

Varela, L. (2008). Política lingüística: ¿qué está pasando en Argentina? En F. Piñón (dir.), Indicadores culturales 2007 (pp. 164-173). Caseros:
EDUNTREF. Recuperado de
https://www.untref.edu.ar/documentos/indicadores2007/Politica%20linguistica%20que%20esta%20pasando%20en%20Argentina%20Lia%20Varela.pdf
Bibliografía complementaria

Acuña, L., Baralo, M. y Moure, J. L. (2015). ¿Qué español enseñar a un extranjero? Buenos Aires: Tinta fresca.

Alonso, L. (2017). El lenguaje muro: racismo lingüístico de Donald Trump. LL Journal, 12(2), 1-6. Recuperado de:
<https://lljournal.commons.gc.cuny.edu/alonso/>

Barrios, G. (2011). La regulación política de la diversidad: academias de lenguas y prescripción idiomática. En Silvia Senz y M. Alberte (comp.), El
dardo en la Academia. Esencia y vigencia de las academias de la lengua española (pp. 591-619), vol. 1. Barcelona: Melusina.

Bein, R. (2014). Políticas lingüísticas nacionales y de integración regional en América Latina. En: E. Arnoux, y S. Nothstein (ed.), Temas de
glotopolítica. Integración regional sudamericana y panhispanismo (pp. 75-91). Buenos Aires: Biblos.

Bein, R. (2017). La ruta de las políticas lingüísticas. En A. Martínez, Y. Gonzalo y N. Busalino (coord.), Rutas de la lingüística en la Argentina II (pp. 51-
59). La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. (Discutir el lenguaje; 2). Recuperado de
<https://www.libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/catalog/book/86>

Bein, R. (s/f) (ed.). Legislación sobre lenguas en la Argentina. Manual para docentes. Recuperado de:
<https://linguasur.com.ar/panel/archivos/8e7b4dd361b63f707ab820a8c595f447manual-para-docentes.pdf>

Benzitoun, C. (2017). Orthographe: pour la fin d'un tabou français. Le point. Recuperado de: <https://www.lepoint.fr/chroniques/orthographe-pour-
la-fin-d-un-tabou-francais-19-04-2017-2120907_2.php>.

Calvet, L-J. (1996). Las políticas lingüísticas. Buenos Aires: Edicial.

Del Valle, J. (2007). La lengua, ¿patria común? Ideas e ideologías del español. Fráncfort y Madrid: Vervuert e Iberoamericana.

Díaz-Agero, A. (2017). El español, un recurso económico de 164.000 millones de euros. ABC Cultura, 10/07/1017. Recuperado de:
<https://www.abc.es/cultura/abci-espanol-recurso-economico-164000-millones-euros-201707102112_noticia.html>

Fanjul, A. P. (2010). São Paulo: o pior de todos. Quem gana e o que se perde com a (não) introdução do espanhol na escola paulista. En M. T.
Celada, A. Fanjul y S. Nothstein (coord.), Lenguas en un espacio de integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 185-207). Buenos Aires:
Biblos.

Fishman, J. A., Ferguson, C. A., y Gupta, J. D. (1968). Language problems of developing nations. New York: Wiley.

Guespin, L. y J-B. Marcellesi (1986). Pour la glottopolitique. Langages, 83, 5-34.

Hamel, R. (1993). Políticas y planificación del lenguaje: una introducción. Iztapalapa. Políticas del lenguaje en América Latina, 29, 5-39.

Haugen, E. (1959). Language planning in modern Norway. Anthropological Linguistics, 1/3, 8-21.

Lagares, X y Celada, M. (2011). Política y autoridad lingüísticas – Las academias de la lengua en la contemporaneidad. Entrevista a miembros de
Academias de la lengua: Adolfo Elizaincín, Ángela Di Tullio, José Luis Moure e Inés Fernández-Ordóñez. Abehache, 1, año 1.

Lamo de Espinosa, E. y Badillo Matos, A. (2016). El Instituto Cervantes y la diplomacia cultural en España: una reflexión sobre el modelo. En
Instituto Cervantes, El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2016. Recuperado de:
<https://www.cervantes.es/imagenes/File/prensa/datos-cuantitativos-anuario-espanol-en-el-mundo-2016.pdf>

Lara, L. F. (2006). ¿Por qué no hay una política lingüística de México? En R. Terborg y L. García Landa (coords.): Los retos de la planificación del
lenguaje en el siglo XXI. Vol II. (pp. 489-500). México: UNAM.

Lauria, D. y López García, M. (2009). Instrumentos lingüísticos académicos y norma estándar del español: la nueva política lingüística
panhispánica. Lexis, 33(1), 49-89.

López García, M. (2015). Nosotros, vosotros, ellos. La variedad rioplatense en los manuales escolares. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Marín, M. (2011). De imperio a emporio. La unidad de la lengua española. Nueva revista de política, cultura y arte, 135, 65-76.

Narvaja de Arnoux, E. (2000). La glotopolítica: transformaciones de un campo disciplinario. En Alfredo Rubione (coord.). Lenguajes: teorías y
prácticas (pp. 15-42). Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires e Instituto Superior del Profesorado.

Narvaja de Arnoux, E. (2008). La agenda glotopolítica contemporánea. Hacia la integración sudamericana. En Elvira Arnoux y R. Bein (eds.), La
regulación política de las prácticas lingüísticas (pp. 1-15). Buenos Aires: Eudeba.

Narvaja de Arnoux, E. (2010). Representaciones sociolingüísticas y construcción de identidades colectivas del Mercosur. En: M. T. Celada, A. Fanjul y
S. Nothstein (coord.), Lenguas en un espacio de integración: acontecimientos, acciones, representaciones (pp. 17-38). Buenos Aires: Biblos.

Narvaja de Arnoux, E. y S. Nothstein (2014). Glotopolítica, integración regional sudamericana y panhispanismo. En: E. Arnoux, y S. Nothstein
(ed.), Temas de glotopolítica. Integración regional sudamericana y panhispanismo (pp. 9-29). Buenos Aires: Biblos.
Narvaja de Arnoux, E. y Del Valle, J. (2010) Las representaciones ideológicas del lenguaje. Discurso glotopolítico y panhispanismo. Spanish in
context, 7(1), 1-24.

Ollivier, B. (2007). Identité et identification. Sens, mots et techniques, Paris: Lavoisier.

Pinzón Daza, S. (2005). Lenguaje, lengua, habla, idioma y dialecto. Revista La Tadeo, 71, 9-21.

Ricento, T. K., y Hornberger, N. H. (1996). Unpeeling the onion: Language planning and policy and the ELT professional. Tesol Quarterly, 30(3), 401-
427.

Rizzo, M. F. (2013). Antecedentes de la política lingüística panhispánica. En Elvira Narvaja de Arnoux y S. Nothstein (eds.), Temas de glotopolítica.
Integración regional sudamericana y panhispanismo (pp. 191-220). Buenos Aires: Biblos.

Senz, S. y Alberte, M. (2011). El dardo en la Academia: un proyecto editorial de fondo (a modo de introducción). En Silvia Senz y M. Alberte (eds.), El
dardo en la Academia (pp. 17-19), Vol 1. Barcelona: Melusina.

Torres Torres, A. (2013). Del castellano de «un pequeño rincón» al español internacional. Revista de estudios lingüísticos hispánicos, 3, Universitat de
Barcelona.

Unamuno, V. (2003). Lengua, escuela y diversidad sociocultural: hacia una educación lingüística crítica. Barcelona: Graó.

Varela, L. (2014). Para un plan de implementación de la ley de portugués. En: E. Narvaja de Arnoux y S. Nothstein (ed.), Temas de glotopolítica.
Integración regional sudamericana y panhispanismo (pp. 121-150). Buenos Aires: Biblos.

También podría gustarte