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El siglo XVIII.

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1º de Bachillerato

El siglo XVIII: la Ilustración


A finales del siglo XVII el pensamiento europeo sufre una importante
transformación. Los principios políticos, filosóficos y sociales entran en crisis y son
sometidos a discusión. El movimiento cultural que propició esta amplia revisión
crítica durante el siglo XVIII se conoce como Ilustración.

La Ilustración se caracteriza por el alto valor que alcanza la razón, con ella
se pretende resolver todos los problemas de la existencia y se convierte en fuente
de conocimiento. Para los ilustrados, el ser humano forma parte de un proyecto
social y colectivo inspirado en la razón.

La fe en el progreso y en la sociedad genera un optimismo vital que se


extiende a toda la cultura.

Esta corriente de pensamiento defiende el método de experimentación


científica, basado en la observación de la naturaleza, para conocer la realidad.
Fruto de este movimiento, en España se fundan importantes instituciones
como la Real Academia Española, la Biblioteca Nacional o el Museo del Prado.

La literatura en este periodo está marcada por esta mentalidad


racionalista y pragmática.

La situación social durante el siglo XVIII se distingue por el auge de la


burguesía, dedicada a las finanzas y a la industria. Esta clase abandera el espíritu
crítico ilustrado. El pueblo, en general, empeora sus condiciones de vida. Son estas
dos clases sociales las que están obligadas a sostener el erario público con sus
impuestos, a diferencia de la nobleza, que conserva sus privilegios, aunque
decrece su capacidad de influencia.

En el plano político, cuando muere Carlos II le sucede su sobrino nieto


Felipe V (1700-1746), nieto de Luis XIV. No todos en Europa aceptaron su
nombramiento y se desencadenó la guerra de Sucesión (1700-1714). Con la
llegada de los Borbones se introducen las ideas ilustradas, y aumenta la
dependencia política de Francia, lo que no será del gusto de todos los españoles.
Los Borbones gobiernan según el principio del despotismo ilustrado, cuyo lema
era: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Carlos III (1759-1788), que sucedió
a su hermanastro Fernando VI, inicia una serie de reformas sociales y económicas
encaminadas a modernizar el país, pero encuentran el rechazo de las masas
populares, influenciadas por la nobleza y el clero. Su hijo Carlos IV quiso continuar
esta labor pero sumió al país en una profunda crisis.
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El Neoclasicismo
La degeneración del Barroco desde finales de la centuria anterior continua
durante la primera mitad del siglo XVIII.
Una serie de escritores reacciona ante esta situación y adopta otras
tendencias llegadas de Francia e Italia así aparece el Neoclasicismo.

El movimiento artístico que sintetiza los preceptos de la Ilustración tiene


como rasgos:
 Reacción contra el Barroco e imitación del modelo clásico. Busca un
camino de vuelta hacia el arte clásico y renacentista frente a la desmesura y
la oscuridad barrocas, se impone el equilibrio y la luz.
 Academicismo. La literatura y el arte en general están sujetos a rígidas
normas que buscan la perfección formal y la armonía.
 Didactismo. La literatura tiene de nuevo un fin didáctico: instruir a la
población y propagar las ideas ilustradas.

La Lírica

La poesía, género cuya finalidad es la expresión de la subjetividad, va a caer


en desuso durante el XVIII, al no adaptarse bien a la mentalidad racionalista del
Neoclasicismo.

La poesía neoclásica tiende a unos versos pulcros y de carácter


principalmente didáctico, alejados de cualquier exceso o desviación intimista.

Este tipo de poesía encuentra en la fábula el camino más propicio para


aplicar su ideal pedagógico o su intención satírica. Sus versos son correctos, pero
siempre fríos, carentes de toda emoción.

Los temas de las fábulas proceden a veces de la realidad inmediata y en


otras ocasiones son temas tradicionales, tomados de fabulistas clásicos. Los
máximos representantes de este género son Félix María de Samaniego y
Tomás de Iriarte.

En la lírica dieciochesca destaca también la figura de Juan Meléndez


Valdés. Su obra, en la que se advierten tonos prerrománticos, abarca versos de
orientación bucólica y poemas de carácter moral y filosófico.
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El teatro

Cuando termina el XVII conviven en España dos tendencias dramáticas, una


heredera directa del Barroco y otra con una finalidad didáctica, impulsada por los
ilustrados neoclásicos.

Por un lado, continúan los esquemas barrocos fijados durante el S. XVII,


que gozan de un gran éxito de público. El entremés barroco se sustituye por el
sainete, pieza cómica y popular, que se interpreta en el intermedio o final de la
función. Las grandes obras barrocas han sido sustituidas por piezas mediocres,
imitadas de aquellas pero donde prevalecen los efectos escénicos y en las que el
contenido ha quedado relegado a fórmulas repetitivas sin interés.

Por otro lado, los ilustrados neoclásicos tratan de imponer una nueva
orientación del género, pues según ellos el teatro ofrece un ejemplo de
degradación moral. Su finalidad será crear un teatro que enseñe y para ello
emprenderán un importante reforma del drama.

La comedia neoclásica es el subgénero teatral que tiene más éxito en


esta época.
Los neoclásicos abandonan los preceptos barrocos para seguir con fidelidad
las normas fijadas por Ignacio Luzán en su Poética (1737), inspiradas en los
clásicos grecolatinos:
 Anteponen la razón y lo verosímil sobre el sentimiento y la
imaginación.
 Respeto a las reglas de las tres unidades.
 No se mezclará ni la prosa con el verso, ni lo trágico con lo cómico.
 Búsqueda de un fin didáctico. Con el teatro hay que corregir los
defectos de la sociedad.
 Respetan la regla del decoro, los personajes tienen que actuar de
acuerdo con su condición social y su forma de ser.

Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) está considerado el autor


más representativo de este tipo de comedia, que según él:”pinta a los hombres
como son, imita las costumbres nacionales existentes” y “forma una fábula
verosímil, instructiva y agradable”. El sí de las niñas es su mejor comedia y la más
representativa del teatro neoclásico.
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Pensamiento y ensayo

Tres son los autores que destacan en este campo.


 José Cadalso (1741-1782). Su importancia viene determinada, sobre
todo, por dos obras de muy distinto carácter: Nuches lúgubres y
Cartas marruecas. En la primera, de carácter prerromántico,
(ambientes nocturnos, escenas en un cementerio donde se oyen
gritos desgarradores...) el autor va exponiendo unas meditaciones
atormentadas y pesimistas sobre aspectos diversos de la vida y del
hombre. La segunda obra es la más importante de Cadalso, se sirve
de estas cartas para trazar una visión crítica de la España de su
tiempo.

 Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764). Este fraile benedictino está


considerado como el intelectual español más agudo y el mejor
ensayista de la primera mitad del siglo. En las muchas páginas que
escribió, Feijoo aborda un gran número de temas, entre ellos los
relacionados con la crítica a la filosofía escolástica, la necesidad del
estudio de las ciencias de la naturaleza y la importancia de la
experimentación. Feijoo es un ilustrado y un racionalista que une a
su vasto conocimiento un agudo sentido crítico y un lenguaje sencillo
y claro. Pretende poner de manifiesto los diversos males y trabas que
impiden el desarrollo del país.

 Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es un hombre de


voluntad reformista e ilustrada, participa de forma muy activa en la
política española durante la segunda mitad de siglo. Sus obras de
mayor importancia no fueron las literarias sino las ensayísticas,
centradas, sobre todo, en los problemas de España. Jovellanos
reflexiona sobre la situación, analiza los problemas, apuesta
decididamente por la reforma y la modernidad y propone soluciones
factibles. A pesar de la importancia de los temas que trata, recrea
sus ideas en una prosa elegante, sobria y fluida, con altos valores
literarios.

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