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RESUMEN:

La multiplicidad de significados posibles de esta construcción - que sus autores definen como
pequeño edificio, objeto, cabaña, bloque opaco, objeto monolítico, muro habitado - se
sustenta en un estricto apego a las leyes de la geometría: una secuencia de seis cuadrados
de 3,2 m de lado, definen una planta alargada, arquitecturizada con perforaciones y
elementos cuyas formas y posiciones provienen de esas mismas leyes.

Tal vez la única distinción entre objetos y cosas radique en su escala. Más cercano a
cualquier cosa natural, en su escala ambigua, este pequeño edificio es más que una
choza, pero menos que una casa: es una cabaña. Como un bloque opaco, un objeto
monolítico - pesadamente anclado al borde de un acantilado - que enfrenta una reserva
de leones marinos en la costa del océano Pacífico.

Planta de emplazamiento. E. 1: 5.000


En su espesor subdimensionado, en su proporción alta y angosta, la construcción puede
ser leída como un muro habitado que avanza perpendicular a la topografía natural. La
altura de este muro queda determinada por dos líneas: un horizonte continuo y una
secuencia escalonada de seis plataformas que descienden hacia el mar. La separación
entre ese techo horizontal (con la función de una terraza abierta) y la extensión regular
del suelo (con una organización informal de reposo, comida y estar), una única
habitación asimétrica, es interrumpida por tres grandes columnas y dos puentes.
Mientras las camas ocupan las plataformas altas, con un cielo bajo, sillones y mesas
deberían quedar en las plataformas de abajo, en el espacio vertical.
axonometria
El largo volumen tiene un modesto régimen de aperturas a ambos lados, con algunos
lucernarios puntuales, unas cuantas perforaciones tipo media luna - que se podrían usar
como relojes de sol - y sólo una ventana de esquina partida por un pilar redondo. Esta es
la única ventana sin marco con vidrios enrasados a la cara exterior del hormigón.
Espejando el ocaso, una roca descansa flotando, casi imposible y ficticia, sobre aquellos
reflejos.

Casa Loba

Arquitectos: Mauricio Pezo & Sofía von Ellrichshausen

Colaboradores: Diego Pérez, Thomas Sommerauer, Teresa Freire y Beatrice Pedroti,


Wiktor Gago

Ubicación: Península de Coliumo, Tomé, VIII Región, Chile

Cliente: Marcelo Sanchez, Janis Hananias

Cálculo estructural: Peter Dechent

Construcción: Carvajal & Cabrer


Consultores: Marcelo Valenzuela, Daniel Garrido

Superficie construida: 70 m2

Superficie de terreno: 1.000 m2

Año de proyecto: 2016

Año de construcción: 2017

Fotografía: Pezo von Ellrichshausen

Como si fuera un acantilado que han ido puliendo las olas, la casa Loba de
Mauricio Pezo y Sofia von Ellrichshausen se asoma al océano Pacifico. Con la
casa Loba, en Tomé, Chile, Pezo von Ellrichshausen fuerzan las proporciones del
espacio para ofrecer otro episodio de arquitectura enigmática en un ambiente
salvaje.

Como todas las obras del dúo Pezo von Ellrichshausen, la descripción de la Casa Loba
situada en Tomé, Chile, empieza por su contexto salvaje, inhabitado, libre de
convenciones y comparaciones con nada construido. Ya se trate de lenguas de tierra
entre la cordillera de los Andes y el océano Pacífico, o de las de la laguna de Llacolén,
en San Pedro de la Paz, o de los terrenos rocosos cubiertos de vegetación en la
comarca española del Matarraña, las obras de arquitectura de Mauricio Pezo y Sofia
von Ellrichshausen deciden erigirse en entornos absolutos, donde el hombre se
construye un cobijo en el que refugiarse y contemplar lo que le rodea, sin que queden
dudas sobre el equilibrio de fuerzas que se genera.
En este caso nos encontramos sobre unos acantilados frente a una reserva de leones
marinos en el océano Pacífico. Las fotografías realizadas por los propios arquitectos
ilustran un silencio absoluto y la ausencia total de convenciones. Y aparece una
construcción que se asoma a la costa como si fuera un peñasco más: los colores del
cemento en bruto replican los de la roca, y su forma geométrica recuerda un bloque
lapídeo esculpido por la acción del agua.
La huella del paso del hombre por el sitio es mínima, porque las características
formales de la construcción no siguen las exigencias de ergonomía y comodidad que
uno se espera de una casa. La Casa Loba, como todas las casas de esta pareja de
arquitectos chilenos, entra en contacto con el medioambiente natural estableciendo
un diálogo que se mantiene con todas las consecuencias. Las funciones habituales de
una vivienda pasan a un segundo lugar y son de escasa importancia en comparación
con aquella.
Por este motivo, el edificio consta de una planta rectangular angosta, larga y alta, que
avanza hacia el mar asentándose en el escarpado terreno en sentido perpendicular
respecto a la topografía. “Un muro habitado” la llaman los proyectistas, subrayando
las proporciones insólitas del espacio construido. Al entrar se descubre que este
“muro” se desarrolla de forma escalonada, es decir, los niveles se amoldan a la
inclinación del terreno aprovechándola, dando forma a un espacio único en el que no
existen barreras verticales. Toma como referencia en cuanto a tipología la “escalera”.
La casa Loba è una gran escalera con seis escalones, con secuencias de dos
escalones de servicio que facilitan el cambio de cota.
Con este proyecto Mauricio Pezo y Sofia von Ellrichshausen parecen preguntarse si
una escalera es una parte inherente a la construcción o si en cambio es un objeto por
sí mismo. Se diría que una escalera fuera un elemento fijo, vinculado a la obra
arquitectónica, pero también es un instrumento para la habitabilidad, que por lo tanto
forma parte de un universo que es accesorio y complementario al arquitectónico. Los
arquitectos toman el objeto escalera y le dan proporciones de edificio. Y
precisamente en esto reside la sensación de maravilla que provoca en aquellos que
observan la obra. Como la Alicia de Lewis Carroll que al caer por la madriguera del
conejo blanco ve espacios y objetos que le son familiares solo que en una escala
invertida, también aquí en la casa Loba es como si fuéramos pequeños mientras el
espacio en el que nos movemos parece exageradamente grande.
La perspectiva que abarca todo el espacio en altura y longitud está interrumpida por
tres columnas macizas y dos puentes. Las camas están colocadas en las plataformas
superiores, donde el techo es más bajo, mientras que los sofás y las mesas ocupan
los espacios de las plataformas inferiores, en la zona de doble altura. En el cemento
se han realizado hornacinas portaobjetos para las cosas de primera necesidad, y el
acceso a la planta de arriba y al tejado se realiza mediante una banal escalera de
mano. Las funciones básicas de la cotidianidad están aseguradas, pero claramente
casa Loba no ha sido pensada para una forma de vida convencional. Así lo declaran
manifiestamente las aberturas acristaladas: en los lados norte y sur del “muro” pocas
para iluminar de forma adecuada un espacio tan extendido en longitud, aunque están
integradas con claraboyas circulares y semicirculares, que representan un alternarse
de resquicios sorprendentes hacia el exterior.
Los distintos niveles de los espacios y la presencia de tres pilares macizos y
voluminosos y de dos puentes que suspendidos en lo alto atraviesan el vacío interior,
crean la distinción entre las funciones. Los espacios no están por lo tanto separados
por paredes, sino que se pueden percibir en todo momento en su conjunto, aunque la
geometría con la que están distribuidos nos permite apreciar la distribución. El
concepto de la Casa Solo Pezo, de los mismos arquitectos, en la que el anillo
perimetral donde estaban colocados los dormitorios actuaba también de pasillo de
distribución, aquí está llevado al extremo al coincidir las habitaciones y el espacio de
circulación, que son una única cosa.
Como ya habíamos escrito en referencia a Casa Rode en estos lugares se respira una
sensación de espiritualidad. Son puros refugios del ambiente natural, espacios
primordiales como las cavernas, que no interponen protecciones entre el hombre y el
paisaje, sino que ofrecen un punto de vista concreto, y en parte reparado, del mundo.
La decoración no está contemplada, el espacio es abstracto, exactamente tal y como
lo representan los diseños de los arquitectos, como si fuera un ejercicio de geometría,
donde el uso del color puro y primario es un viaje a la propia infancia. Diseños donde
la tridimensionalidad la aporta el color y una serie de sombreados de colores crean
una ilusión sobre la composición real del espacio.
Para terminar, algo que siempre está presente en las obras de Mauricio Pezo y Sofia
von Ellrichshausen es la idea de la arquitectura como mirador: en este caso la cubierta
se convierte en una terraza mirador sin ningún tipo de barreras ante el despeñadero. Y
si no fuera suficiente se puede seguir subiendo, otros tres escalones, para sentirse
como de puntillas, completamente aislados, absortos en la contemplación del paisaje.

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