(sinfonía), y evidentemente parte de la obra estaba esbozada, porque en octubre de 1901, en una carta al director de orquesta Hans Richter, hablaba de 'la Sinfonía que intento escribir'. ' y prometió que estaría dedicada a Richter, agregando 'pero tengo mucho que hacer todavía'.
El Festival de Leeds estaba ansioso por la primera
representación de la obra y, como ya se ha mencionado, los organizadores del Festival de Elgar en 1904 esperaban una sinfonía como punto culminante de los tres días. Pero nada se materializó. Elgar no se apuraría. Se ha visto cómo "rumiaba" el material durante años hasta que llegó el momento en que pudo encajar todas las piezas del rompecabezas y formar una imagen completa. Creía tanto en la inspiración como en el trabajo duro. Entonces, como ahora, se habló mucho sobre el futuro de la sinfonía como forma de arte. Estaba obsoleto, muerto, declararon algunos expertos: Brahms lo había terminado.
Las sinfonías de Tchaikovsky y Sibelius se
consideraban no sinfónicas, los compositores acant- garde como Debussy no mostraban interés en la forma; Las obras de Mahler eran desconocidas fuera de Alemania y Austria y, en cualquier caso, se las consideraba excentricidades gigantescas; Richar Strauss había utilizado el poema sinfónico como su principal salida.
De esto queda claro cuánta importancia le dio Elgar
a la sinfonía. Sabía lo ansiosamente esperado que era su primer ensayo en la forma y, sensible a las críticas como era, sabía que su reputación se vería severamente mutilada por un fracaso en este sentido. Al intentar una sinfonía en la forma tradicional en este clima de opinión, Elgar estaba declarando su fe no solo en el diseño sinfónico sino en sí mismo. El tema de la marcha larga que abre y domina la Primera Sinfonía tiene una cualidad heroica pero hay evidencia de que fue compuesto en junio de 1907, cuando Elgar presumiblemente había abandonado la idea de una sinfonía abiertamente programática. Pero, como se explicará más adelante, ambas sinfonías tratan "sobre" algo; por mucho que hayan sonado las afirmaciones del profesoral Elgar sobre la música 'absoluta'; siguió siendo un hombre y un artista inspirado por personas y lugares, y sus dos sinfonías son memoriales personales de ambos.
Que sean también estructuras musicales
autosuficientes es la medida de su logro. Pertenecen en espíritu a las sinfonías de Mahler, otro romántico tardío que usó la música como medio para su autobiografía.
La música de Mahler a veces parece pertenecer al
diván del psiquiatra, la de Elgar a veces pertenece al confesionario. Hago hincapié en las palabras 'en espíritu' porque técnica y estructuralmente hay poco parecido entre Elgar y Mahler. La partitura de Elgar es más rica, sus armonías menos proféticas de la próxima generación. Pero ambos nos hablan, a su manera, de la fugacidad de la vida humana, de la fragilidad de las emociones humanas, de la tristeza del paso del tiempo. Con Mahler la expresión a veces bordea la neurosis. En Elgar hay una racha más sólida; su música es nerviosa pero no neurótica.