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El nombre de Otto Nicolai casi es más conocido por haber sido el fundador
de la Filarmónica de Viena que por su labor como compositor. Pero como
compositor, se le conoce casi exclusivamente por su versión de la comedia
de Shakespeare Las alegres comadres de Windsor, aunque en su corta vida
(de apenas 38 años) Nicolai compuso cinco óperas, varios trabajos
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orquestales, coros y obras para instrumentos solos y durante la década de
1840 fue la figura más prominente de la escena musical en Viena.
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y que durante aquel otoño le conduciría a completar también su Tercera
Sinfonía “Renana”, dedicada a esa zona del Rin que le había devuelto
confianza y estabilidad profesional.
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Hoy en día este es uno de los conciertos para violonchelo y orquesta más
interpretados y queridos por los instrumentistas pero su establecimiento
en el repertorio no está del todo claro. Sabemos que Bernhard Cossmann
lo tocó en Moscú en 1867 y que fue uno de los más interpretados por Pau
Casals a principios del s XX. La primera grabación de la obra fue realizada
por Gregor Piatigorsky en Londres en 1934.
Ma mère l'oye o Mi madre la oca, surgió en 1908 como una suite para los
hijos pequeños de unos buenos amigos de Ravel, los Godebski: Mimie y
Jean, de 6 y 7 años. El caso es que Mimie y Jean estudiaban piano y Ravel,
que los adoraba, quiso regalarles una composición que les motivara a
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continuar practicando y mejorando con el instrumento, y para ello, eligió
algunos de sus cuentos de hadas favoritos como inspiración. Según el
propio compositor, “el propósito de evocar en estas piezas la poesía de la
infancia me ha conducido a simplificar mi estilo de forma natural y hacer
más sobria mi escritura”.
Años más tarde, Mimie Godebski recordaría a Ravel con estas palabras:
“Me subía a su rodilla y pacientemente, comenzaba con Érase una vez ...y
continuaba con Laideronnette o La bella y la bestia o, muy a menudo, con
las aventuras que se inventaba sobre un pobre ratoncito".
Pero hay que señalar que finalmente la suite resultó ser demasiado difícil
para sus destinatarios y el estreno de la obra, que tuvo lugar en París el 20
de abril de 1910, contó con otras dos jovencísimas pianistas de mucho
talento: Jeanne Leleu y Geneviève Durony (ambas menores de 10 años). Al
año siguiente, el empresario Jacques Rouché propuso a Ravel orquestar la
música para un ballet. Y el francés, que era un orquestador brillante, se
puso manos a la obra rápidamente agregando a las cinco piezas originales
un preludio, un número adicional titulado Escena y danza de la rueca, y
cuatro interludios. En este concierto escucharemos la suite orquestal en
cinco números basada en la obra original para piano a cuatro manos.
Mi madre la oca lleva por subtítulo Cinco piezas infantiles, y con su título
hace referencia a un personaje tradicional de origen francés llamado
Mamá Oca, una campesina creadora y narradora de poemas e historias
infantiles. Ravel seleccionó para su obra musical dos cuentos de Perrault:
La Bella Durmiente del bosque y Pulgarcito, y es que Charles Perrault
contribuyó enormemente a la difusión de los cuentos populares franceses
con su recopilatorio Histoires ou Contes du Temps passé, subtitulado Les
Contes de ma Mère l'Oye y publicado en 1697. En algunos de los números,
como es el caso de Pulgarcito, Ravel incluye en la partitura una cita textual
del cuento homónimo que refleja el momento concreto que el compositor
pretende evocar con su música.
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de los más populares de su tiempo y sus cuentos de hadas publicados en
Les Contes des Fées tuvieron un gran éxito. La página de Ravel inspirada en
su escritura nos sumerge de lleno en las sonoridades orientales tan
utilizadas por los impresionistas. El cuarto título de la obra de Ravel,
Conversaciones de la Bella y la Bestia, proviene del conocido cuento de
Madame Leprince de Beaumont. El compositor presenta esta escena con
un vals bailado por la bella, representada por una línea melódica en el
clarinete a la que contesta un contrafagot que rápidamente asociamos
con la bestia. Ambos personajes conversan y llegan a bailar juntos el vals,
una declaración de amor tras la cual tendrá lugar la transformación
mágica de la bestia en su estado principesco original anunciada por un
glissando de arpa y varios armónicos de violín, que será el instrumento
que represente al príncipe. Se desconoce el cuento que inspiró el último
título de la suite, Le jardin féerique (El jardín de las hadas), un número que
comienza con un tema melancólico en la cuerda que perfectamente
podría evocar la nostalgia que sentía Ravel por la niñez, lo que nos lleva a
pensar que este finale es la despedida del compositor de los mundos de
fantasía; la vuelta a una realidad en la que la fantasía no le abandona del
todo, el retorno a ese jardín en el que jugaba y se inventaba historias para
Mimie y Jean Godebsky.
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cualquiera de los números vocales de la opereta y nos ofrece un anticipo,
al estilo popurrí, de varias de las principales danzas de la opereta
capturando perfectamente el espíritu de toda la obra con su vals, su polka
y su can-can, que seguro sirven también en estos tiempos para
levantarnos el ánimo y sonreír tras la mascarilla.