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Trastorno del interés/excitación sexual femenino

Caso de Ernestine Paget


“Rara vez quiere hacerlo”, le dijo James Paget al terapeuta de pareja. “Eso no es del todo
preciso”, respondió Ernestine. “La verdad es que nunca quiero hacerlo. Es asqueroso”.

Cuando se casaron, tres años antes, Ernestine no había manifestado interés en el sexo,
pero se mostraba receptiva a la idea. “Parecía significar mucho para él, así es que lo acepté”,
explicó. “Pero él nunca se sentía satisfecho. De manera independiente a la frecuencia con que
hiciéramos el amor, unos cuantos días después ahí estaba, pidiendo más. Me cansé pronto”.

“Eso es lo que se espera de ordinario”, señaló su esposo con sequedad, “y no es mi


culpa la forma en que la educaron”.

En la familia de Ernestine el sexo nunca se discutía y no se permitía la desnudez.


Ernestine no podía recordar haber sentido nunca mucha curiosidad sobre el sexo, sin
mencionar algún interés. Había sido hija única. “Supongo que sus padres sólo lo hicieron una
vez”, intervino James.

Durante los primeros meses, Ernestine se quedaba acostada sin moverse y pensaba en
otras cosas, soportando lo que para ella era tan sólo una actividad aburrida, pues era
importante para su esposo. Su ginecólogo le había asegurado que en lo relativo a su anatomía
y sus hormonas, se encontraban normales. A menos que se tratara de recordar si era tiempo
de comenzar a tomar sus nuevas píldoras anticonceptivas, nunca pensaba en el sexo.

“Dios sabe que yo nunca sueño sobre eso”, dijo Ernestine. “Quizá si él me hubiera
conducido un poco más hacia eso, habría ayudado. Su idea de preparación es media hora de
David Letterman y una nalgada”. Una vez trató de explicarle eso a James, pero él sólo la llamó
“frígida”. Esa fue la última palabra que habían intercambiado sobre el tema, hasta ahora.

Ahora James en gran medida ignoraba a Ernestine. Ella se desvestía dentro del
vestidor; dormían cada uno en una orilla de su cama king-size. Ella no sabía dónde conseguía
sexo él en estos días, pero no era en casa, e indicaba que no le importaba.

“Por lo menos no tiene que preocuparse de que yo trataré de cortárselo, como esa
mujer Bobbitt”, dijo Ernestine. “Ni siquiera me gusta verlo, mucho menos lo tocaría con un
cuchillo de 25 cm”.

Evaluación de Ernestine Paget


El interés sexual escaso de Ernestine no sólo lo demostraba la ausencia de interés
mismo (criterio A1); negaba incluso tener fantasías (A2) respecto a lo que para ella era una
actividad aburrida (A4). Este es un punto importante: algunas pacientes pueden rechazar la
idea del sexo con la pareja actual (o cualquier otra), no obstante, aún albergan un interés
abstracto en el sexo con esa persona u otra hipotética. Cuando Ernestine comenzó su vida
sexual con su esposo, tres años antes (B), ella tan sólo no se sentía interesada en el sexo. Fue
sólo tras la experiencia que desarrolló intolerancia a la simple idea del contacto sexual, a partir
de lo cual es posible inferir el criterio A3 (un requisito para el diagnóstico de TIESF es cubrir
tres de los seis puntos del criterio A). Si bien podría enfrentar la perspectiva de vivir sin sexo
con ecuanimidad, su esposo no podía, y esa disparidad les estaba generando tensión; así, se
satisface el criterio C.
El clínico de Ernestine necesitaría asegurarse de que no cursa con algún trastorno
importante—como trastorno depresivo mayor, trastorno de síntomas somáticos o trastorno
obsesivo-compulsivo—que pudiera explicar la antipatía que siente por el sexo (D). De existir
alguno de ellos, ella tan sólo recibiría un diagnóstico adicional TIESF si sus síntomas de origen
sexual persistieran una vez que la otra patología se resolviera. Argumentos similares serían
válidos para el consumo de sustancias u otra afección médica.

Los Paget también tienen problemas serios en otros aspectos de su matrimonio—


suficientes para justificar su mención como un problema de relación de pareja. La abominación
que ella siente por el contacto sexual pudiera cumplir también los criterios de fobia específica;
sin embargo, bajo las circunstancias no se requiere un diagnóstico adicional de este tipo. De
acuerdo con el DSM-IV, Ernestine habría calificado para un diagnóstico de trastorno de
aversión sexual, pero el DSM-5 lo eliminó.

La condición de Ernestine parece haber existido durante toda su vida sexual. Con la
información con que se cuenta en este momento, no sería posible determinar si su trastorno
es generalizado o situacional. Si bien es posible sospechar que algún aspecto de su crianza
pudiera ser la raíz, el DSM-5 no provee algún código para hacer referencia a esa etiología
potencial. Con una calificación EEAG actual de 61, su diagnóstico sería el siguiente:

F52.22 [302.72] Trastorno del interés/excitación sexual femenino, primario, grave


Z63.0 [V61.10] Tensión relacional con el esposo (distanciamiento emocional)

Los trastornos que se vinculan con la excitación sexual y el orgasmo en la mujer con frecuencia
muestran una correlación estrecha. Entre los profesionales de la atención de la salud, es posible
encontrar un apego poco servil a los criterios que se utilizan para diagnosticar estos trastornos.

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