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Marta consulta una semana después de haber presentado una fuerte sensación de ahogo,
sudoración y palpitaciones. Relata que en ese momento consultó en una guardia y ante el
diagnóstico de “ataque de pánico” decide realizar un tratamiento. Marta tiene 38 años, está
casada y tiene un hijo adolescente. Finalizó sus estudios terciarios y abandonó su profesión
cuando nació su hijo, para dedicarse al cuidado de él y a su crianza. En las primeras
entrevistas manifiesta sentirse “deprimida” y refiere que desde hace tiempo no tiene “ningún
deseo sexual”: “como si hubiera sacado ese rubro de mi vida”. Se siente “desganada y sin
fuerzas”. Cuenta que el último año estuvo pendiente del cuidado de su padre, quien
presentaba una marcada insuficiencia respiratoria con crecientes ahogos. Relata con detalle
cómo ante cada crisis acudía inmediatamente en su ayuda. Después de una larga
internación su padre fallece, tres meses antes de su consulta. Marta es la menor de tres
hermanas mujeres y siempre estuvo pendiente de la salud de su padre, quien desde su
adolescencia padecía una enfermedad pulmonar. Cuando era niña, ante el descubrimiento
de una relación entre su padre y una compañera del trabajo, decide guardar silencio y no
contárselo a su madre: “para evitar que sufriera”. Respecto de su madre afirma que la
relación entre ellas no ha sido fácil. Dice: “Ella siempre me censuraba. Lo que yo hacía
siempre estaba mal. Ella tapa todo. Siempre oculté cosas que le molestaban a mi mamá y
no pude ser yo misma”. Desde chica fantaseaba con la posibilidad de irse a vivir sola, pero
temía dejar a su padre enfermo y manifiesta que no sabía cómo tenía que hacer para
“independizarse”. Tuvo un novio y luego conoció a José, su actual marido. José era un
compañero del secundario, y al poco tiempo se casó con él y se mudaron cerca de la casa
parental. Con el nacimiento de su hijo se las arregló para dividir su tiempo entre el cuidado
del niño y continuar pendiente de la salud de su padre. Los últimos años estuvo dedicada
casi exclusivamente al cuidado de su papá, dejando de lado sus actividades y restringiendo
aún más las salidas con su marido y con algunas amigas, manifestando que no salía porque
se encontraba muy cansada ante la rutina que llevaba. En la actualidad refiere estar
preocupada por las constantes salidas de su hijo, quien en muchas oportunidades no vuelve
a dormir a la casa y se queda con la novia. Relata que días antes de su ataque de pánico,
su hijo había salido a bailar, no había regresado a la casa y no pudo localizarlo durante
varias horas. Después de varios meses de tratamiento, un día advierte un cambio en los
horarios de la rutina laboral de su marido y eso, sumado a un mensaje que descubre en el
celular de él, la lleva a sospechar una posible infidelidad de su esposo con una compañera
de la adolescencia, Carolina, con quien ambos compartían intereses. En las sesiones
comienza a recordar momentos de la adolescencia, especialmente las experiencias
compartidas con Carolina. Dice: “Ella es divertida y alegre, es decidida. Siempre íbamos a
bailar, ella organizaba todo y estaba rodeada de varones, siempre la elegían a ella”. Cuenta
que soñó con una amiga de la adolescencia, de quien se había distanciado y destaca que,
en las salidas que realizaban juntas, su amiga era muy extrovertida y atraía a los hombres.
En su adolescencia siempre había tenido dificultades para salir: por su timidez prefería
quedarse en su casa. Los recuerdos de su adolescencia se enlazan con los pensamientos y
las fantasías sobre las actividades de su hijo y la relación con su novia. Refiere que con su
primer novio no pudo tener ningún acercamiento sexual, sentía asco cuando él se
aproximaba. Luego conoció a José. Cuenta que era muy protector con ella y que salieron
pocas veces solos; al principio él se enojaba, pero terminaba aceptando esa situación. Al
poco tiempo quedó embarazada y se refugió en la crianza del niño. La posible infidelidad de
José le permite preguntarse por el lugar que ocupó en la pareja, comenzando a registrar su
excesiva dedicación al cuidado tanto de su hijo como de su padre. Refiere que su vida
siempre transcurrió de esa manera y que ahora no sabe qué hacer. Manifiesta que extraña
a su padre y que él era el único que la comprendía y la tranquilizaba en momentos difíciles:
desde niña habían compartido muchos momentos juntos y siempre ha estado “muy
apegada” a él. Refiere que la sensación de ahogo y el miedo a morirse le hicieron sentir que
“las cosas no son eternas”.
PREGUNTAS
1. Explique los diferentes modos de identificación que pueden operar en la formación del
síntoma neurótico tal como los despliega Freud en “Psicología de las masas y análisis del
yo”. Ejemplifique con los casos de Dora y Marta. Articule en su respuesta, desde la
perspectiva de Lacan, aquello que de las identificaciones presentes en esos dos casos
puede orientar respecto del diagnóstico en ambos.
Identificaciones: primordial al padre, previa a todo lazo libidinal con el objeto, que es
estructural; las secundarias, a un rasgo de la persona amada u odiada (parcial); las
terceras, histéricas, independientemente de toda actividad libidinal previa respecto del
objeto, teniendo la voluntad de querer colocarse en misma situación que un otro (malestar
estomacal)
Dora → la tos como rasgo al padre; el malestar estomacal con la prima la identificación histérica
Marta → descompensación, muerte del padre; consulta, ataque de pánico por salida del hijo
3. Responder una (sólo una) de estas dos preguntas (debe indicar claramente cuál elige, 3a
ó 3b):
3a. ¿Cómo diferencia Freud las neuropsicosis de defensa de las neurosis en su primera
nosología? A partir de esa diferencia argumente cómo abordaría los síntomas que presenta
Marta y fundamente un diagnóstico.
3b. ¿De qué manera entienden Freud y Lacan la constitución de una fobia y su relación con
la angustia? Ejemplifique con el caso de Juanito ¿Se podría diagnosticar como fobia a los
ataques de pánico de Marta? Fundamente su respuesta a esta pregunta.
Fases en Freud y Lacan de fobia. Los ataques de pánico no pueden considerarse fobia, ya
que no hay un miedo a un objeto, sino que hay una identificación a la sintomatología del
padre, por lo que se producen estos ahogos.
CASO CLÍNICO:
V. PREGUNTAS:
Deseo insatisfecho
3. Elija responder una (sólo una) de estas dos preguntas (debe indicarse claramente
cuál se elige, 3a ó 3b):
3.a. Comente algún párrafo de la bibliografía de Freud y/o de Lacan, para dar
cuenta del síntoma de la duda y la indecisión en la neurosis obsesiva. Ejemplifique
con los casos del Hombre de las ratas y de S.
3.b. Comente algún párrafo de la bibliografía de Freud y/o de Lacan, para dar
cuenta del síntoma de la culpa en la neurosis obsesiva. Ejemplifique con los casos
del Hombre de las ratas y de S.
Respuestas parcial 1
1) En[MVP1] el capítulo 7 de “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), Freud
postula la existencia de 6 tipos distintos de identificación, a saber: identificación
primaria, identificación con un rasgo del objeto amado/odiado, identificación a la
situación, identificación en un tipo de homosexualidad e identificación en la melancolía.
Ahora bien, dada la especificidad que requiere la pregunta, únicamente trabajaremos los
primeros 4 tipos, partiendo desde la identificación primaria para luego centrarnos en las
tres restantes.[MVP2] Partimos desde aquí porque, como su nombre lo indica, respecto
de esta identificación primaria, el resto de las identificaciones serán secundarias, por
ende, posteriores a esta primera que alude a un momento mítico de la identificación
como primera exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona [MVP3] . Esta
identificación primaria se trata de una identificación al padre, retoño de la fase oral-
canibalística en el sentido del banquete totémico, es decir, se trata de una incorporación
del padre. Es previa a toda investidura de elección de objeto e interviene en la formación
de síntomas neuróticos de forma indirecta, de manera tal que sirve como modelo, en
tanto identificación originaria que se constituye como condición necesaria para que
eventualmente se den las identificaciones secundarias posteriores [MVP4] , las cuales sí
son formadoras de síntomas neuróticos. Pasemos entonces a las identificaciones
secundarias, las cuales se dividen en 3 clases: identificación con un rasgo del objeto
odiado, la identificación con un rasgo del objeto amado y la identificación a la situación,
que, con Lacan, llamamos histérica.
Conviene aunar las primeras dos puesto que tienen muchos puntos en común y
únicamente difieren en uno en particular. Ambas están soportadas en un lazo libidinal
con el objeto, lazo que las antecede, son identificaciones parciales y
predominantemente simbólicas porque son a un rasgo único, rasgo significante, del
objeto, ya sea amado u odiado [MVP5] . La identificación con un rasgo del objeto odiado
es, en el ejemplo que Freud brinda de la salida del C. de E. en la niña. Esto es: la niña
se identifica con un rasgo de la madre en tanto objeto hostil en la tríada edípica con el
que competir y al cual se quiere sustituir para abordar al padre. Es decir, se identifica al
rasgo de la madre para expresar su amor de objeto por el padre. Nótese que esta
identificación, a diferencia de la que es con el rasgo del objeto amado, se da
simultáneamente con el Complejo de Edipo. En cambio, la segunda identificación,
supone necesariamente el reemplazo de la elección de objeto por la identificación, es la
propiamente regresiva: desasimiento libidinal de la figura del objeto de amor con su
correlativo retorno al yo e identificación de éste último al rasgo del objeto amado.
Ejemplifiquemos estos dos primeros tipos[MVP6] . En el caso Marta podemos ubicar una
identificación con el rasgo de objeto odiado en la madre. Tanto en el matrimonio de ella
como en de la madre, ocultó las infidelidades de los maridos- el padre y su esposo. En
relación a la identificación con el rasgo del objeto amado, tanto Dora como Marta se
identifican al padre. Dora imita la misma sintomatología que tenía el padre, es decir, la
toz[MVP7] y migrañas y Marta, al igual que el padre presentaba marcada insuficiencia
respiratoria y crecientes ahogos, ella padece una “fuerte sensación de ahogo”.
Resta para terminar, abordar también desde Lacan, aquello que de las identificaciones
permite dar cuenta de un diagnóstico, en estos dos casos de histeria [MVP10] . Partimos
entonces de que, en el inconsciente, en la batería significante del Otro del lenguaje, hay
falta por estructura, el Otro está barrado. Me refiero a que no hay representación para la
muerte ni para el órgano sexual femenino. Por ende, partiendo desde esta falla en el
saber, de esta falta en lo Simbólico, surge la pregunta por el misterio, el enigma de la
femineidad que atañe particularmente a la histeria, que intentará abordar esta pregunta:
¿qué es ser una mujer? Ahora bien, la histeria aborda esta pregunta a través de una
identificación imaginaria al padre, lo que llamaremos la identificación viril[MVP11] . Es decir
que a través de esta identificación viril se aborda el enigma de lo femenino, se intenta
responder anticipadamente a la pregunta. Se busca una respuesta que diga, desde un
hombre, qué es una mujer. En Dora, por ejemplo, ella está identificada virilmente al
señor K, que le permite acercarse a la señora K quien encarna este misterio de la
femineidad. En Dora, la matriz imaginaria que ella sostenía es: una mujer es un objeto a
ser chupado. En el caso de Marta, se puede pensar que está identificada virilmente al
padre en un primer momento y luego de la muerte del padre, al marido que le permite
abordar esta pregunta por la femineidad, encarnada en Carolina, excompañera de
secundaria que Marta ubica como la Otra que goza porque los hombres la desean [MVP12]
.
Respuestas parcial 2
Bien, habiendo nombrado las formas que puede tomar la Neurosis Obsesiva,
Freud ubica que, junto a estos síntomas provenientes del retorno de lo reprimido, la
estructura forma otro tipo de síntomas, llamados de defensa secundaria. Los
mismos se basan en ciertas medidas protectoras que el sujeto toma para lograr
evitar, efectivamente, que irrumpan aquellos síntomas del retorno de lo reprimido.
Pero lo que comienza siendo una prevención, termina volcándose a la compulsión,
creando así una tercera forma de esta estructura: las acciones obsesivas. Esta
defensa secundaria logra efectivamente realizar un desvío hacia otros
pensamientos, que poco se parecen a aquel recuerdo obsesivo que se intenta
combatir. Pero, como se mencionó, estas medidas se vuelven compulsivas, y en el
afán de lograr dominar cada idea obsesiva, el sujeto termina decantando en la
compulsión de pensar y en la manía de la duda, ambas utilizadas para evitar el
pasaje al acto al que, sabemos, el obsesivo tanto le teme.
En el Hombre de las ratas es evidente este deseo imposible en tanto nunca logra
alcanzarlo: nunca culmina sus estudios, nunca se casa, siempre tiene un motivo que
se lo impide y siempre está a la espera de que el Otro, su padre, aún muerto, lo
autorice para poder él entonces obedecerlo. En S., podemos observar esta dinámica
del deseo imposible mediante todos los rodeos que surgen a partir de la duda
obsesiva, duda que nunca le permite llegar al acto. S. en el afán de planificar su día,
es capaz de perderlo por completo, viendo de qué manera llevarlo adelante. Su
abuelo, al que en la estructura podríamos ubicar como aquel Otro, sigue siendo el
amo aún muerto: después de su muerte, S. sigue preguntándose por qué perdió
tanto tiempo de su vida, o por qué no se dedicó al piano, duda que lo deja inmóvil,
volviéndolo incapaz de realizar su deseo.