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CASO CLÍNICO:

Marta consulta una semana después de haber presentado una fuerte sensación de ahogo,
sudoración y palpitaciones. Relata que en ese momento consultó en una guardia y ante el
diagnóstico de “ataque de pánico” decide realizar un tratamiento. Marta tiene 38 años, está
casada y tiene un hijo adolescente. Finalizó sus estudios terciarios y abandonó su profesión
cuando nació su hijo, para dedicarse al cuidado de él y a su crianza. En las primeras
entrevistas manifiesta sentirse “deprimida” y refiere que desde hace tiempo no tiene “ningún
deseo sexual”: “como si hubiera sacado ese rubro de mi vida”. Se siente “desganada y sin
fuerzas”. Cuenta que el último año estuvo pendiente del cuidado de su padre, quien
presentaba una marcada insuficiencia respiratoria con crecientes ahogos. Relata con detalle
cómo ante cada crisis acudía inmediatamente en su ayuda. Después de una larga
internación su padre fallece, tres meses antes de su consulta. Marta es la menor de tres
hermanas mujeres y siempre estuvo pendiente de la salud de su padre, quien desde su
adolescencia padecía una enfermedad pulmonar. Cuando era niña, ante el descubrimiento
de una relación entre su padre y una compañera del trabajo, decide guardar silencio y no
contárselo a su madre: “para evitar que sufriera”. Respecto de su madre afirma que la
relación entre ellas no ha sido fácil. Dice: “Ella siempre me censuraba. Lo que yo hacía
siempre estaba mal. Ella tapa todo. Siempre oculté cosas que le molestaban a mi mamá y
no pude ser yo misma”. Desde chica fantaseaba con la posibilidad de irse a vivir sola, pero
temía dejar a su padre enfermo y manifiesta que no sabía cómo tenía que hacer para
“independizarse”. Tuvo un novio y luego conoció a José, su actual marido. José era un
compañero del secundario, y al poco tiempo se casó con él y se mudaron cerca de la casa
parental. Con el nacimiento de su hijo se las arregló para dividir su tiempo entre el cuidado
del niño y continuar pendiente de la salud de su padre. Los últimos años estuvo dedicada
casi exclusivamente al cuidado de su papá, dejando de lado sus actividades y restringiendo
aún más las salidas con su marido y con algunas amigas, manifestando que no salía porque
se encontraba muy cansada ante la rutina que llevaba. En la actualidad refiere estar
preocupada por las constantes salidas de su hijo, quien en muchas oportunidades no vuelve
a dormir a la casa y se queda con la novia. Relata que días antes de su ataque de pánico,
su hijo había salido a bailar, no había regresado a la casa y no pudo localizarlo durante
varias horas. Después de varios meses de tratamiento, un día advierte un cambio en los
horarios de la rutina laboral de su marido y eso, sumado a un mensaje que descubre en el
celular de él, la lleva a sospechar una posible infidelidad de su esposo con una compañera
de la adolescencia, Carolina, con quien ambos compartían intereses. En las sesiones
comienza a recordar momentos de la adolescencia, especialmente las experiencias
compartidas con Carolina. Dice: “Ella es divertida y alegre, es decidida. Siempre íbamos a
bailar, ella organizaba todo y estaba rodeada de varones, siempre la elegían a ella”. Cuenta
que soñó con una amiga de la adolescencia, de quien se había distanciado y destaca que,
en las salidas que realizaban juntas, su amiga era muy extrovertida y atraía a los hombres.
En su adolescencia siempre había tenido dificultades para salir: por su timidez prefería
quedarse en su casa. Los recuerdos de su adolescencia se enlazan con los pensamientos y
las fantasías sobre las actividades de su hijo y la relación con su novia. Refiere que con su
primer novio no pudo tener ningún acercamiento sexual, sentía asco cuando él se
aproximaba. Luego conoció a José. Cuenta que era muy protector con ella y que salieron
pocas veces solos; al principio él se enojaba, pero terminaba aceptando esa situación. Al
poco tiempo quedó embarazada y se refugió en la crianza del niño. La posible infidelidad de
José le permite preguntarse por el lugar que ocupó en la pareja, comenzando a registrar su
excesiva dedicación al cuidado tanto de su hijo como de su padre. Refiere que su vida
siempre transcurrió de esa manera y que ahora no sabe qué hacer. Manifiesta que extraña
a su padre y que él era el único que la comprendía y la tranquilizaba en momentos difíciles:
desde niña habían compartido muchos momentos juntos y siempre ha estado “muy
apegada” a él. Refiere que la sensación de ahogo y el miedo a morirse le hicieron sentir que
“las cosas no son eternas”.

PREGUNTAS

1. Explique los diferentes modos de identificación que pueden operar en la formación del
síntoma neurótico tal como los despliega Freud en “Psicología de las masas y análisis del
yo”. Ejemplifique con los casos de Dora y Marta. Articule en su respuesta, desde la
perspectiva de Lacan, aquello que de las identificaciones presentes en esos dos casos
puede orientar respecto del diagnóstico en ambos.

Identificaciones: primordial al padre, previa a todo lazo libidinal con el objeto, que es
estructural; las secundarias, a un rasgo de la persona amada u odiada (parcial); las
terceras, histéricas, independientemente de toda actividad libidinal previa respecto del
objeto, teniendo la voluntad de querer colocarse en misma situación que un otro (malestar
estomacal)

Marta → identificación al rasgo, ahogos con el padre;

Dora → la tos como rasgo al padre; el malestar estomacal con la prima la identificación histérica

Desde Lacan, se menciona la identificación desde la histeria mediante aquella viril, y la


pregunta por el ser.
2. Compare las descompensaciones de la neurosis y la llegada a la consulta con Freud, de
Dora y el Hombre de las Ratas. En función de ello, ¿cómo propondría pensar las
coordenadas de la crisis que llevan a Marta a consultar?

Descompensación → Dora, escena del lago; Paul, velatorio

Llegada a la consulta → Dora, carta de suicidio; Paul, capitán cruel

Marta → descompensación, muerte del padre; consulta, ataque de pánico por salida del hijo

3. Responder una (sólo una) de estas dos preguntas (debe indicar claramente cuál elige, 3a
ó 3b):

3a. ¿Cómo diferencia Freud las neuropsicosis de defensa de las neurosis en su primera
nosología? A partir de esa diferencia argumente cómo abordaría los síntomas que presenta
Marta y fundamente un diagnóstico.

Neuropsico → histeria de conversión; neurosis obsesiva; fobia o histeria de angustia

Neurosis → neurastenia y neurosis de angustia

Marta tiene histeria. Tmb síntomas de neurosis de angustia

3b. ¿De qué manera entienden Freud y Lacan la constitución de una fobia y su relación con
la angustia? Ejemplifique con el caso de Juanito ¿Se podría diagnosticar como fobia a los
ataques de pánico de Marta? Fundamente su respuesta a esta pregunta.

Fases en Freud y Lacan de fobia. Los ataques de pánico no pueden considerarse fobia, ya
que no hay un miedo a un objeto, sino que hay una identificación a la sintomatología del
padre, por lo que se producen estos ahogos.

CASO CLÍNICO:

S. es un hombre de 36 años. Vive con su pareja desde hace catorce años. No


tienen hijos, refiere en la consulta que su mujer no quiere y él no se siente listo aún.
Manifiesta que “no están mal, aunque podrían estar mejor”. Motiva el pedido de
tratamiento su estado de ánimo, pero, sobre todo, una incapacidad para elegir, que
lo lleva a sentirse detenido en todos los campos de su vida. Seis meses antes de la
consulta, murió su abuelo, a los 85 años. Sufrió una caída a raíz de la cual lo
internaron y fue desmejorando. Dice sentirse angustiado y desanimado, todo le
cuesta horrores desde entonces, no duerme bien, lo extraña. Lo acompañó durante
los cuatro meses de internación. Él era quien hablaba con los médicos. “Me siento
responsable, tengo la sensación de que podíamos haber hecho algo mejor”. Sobre
la responsabilidad, manifiesta que la asumió desde muy joven. Tiene dos hermanas.
A sus 17 años la madre se fue del hogar. Expresa que fue él quien debió avisarle al
padre que su mamá se había ido. A raíz de este suceso, el padre se deprimió y no
pudo hacerse cargo de su familia. Hasta el presente S. lo ve como alguien “caído”,
no sólo en lo económico, sino también en el plano afectivo, dado que nunca pudo
volver a formar una pareja. Como consecuencia de todo ello, en aquella época
pasan a vivir con los abuelos. En ese momento S. deja los estudios y comienza a
aportar económicamente, hasta llegar a ser el soporte de la familia. “Fui sumando
frentes... desde la muerte de mi abuelo, me cuesta concentrarme, estoy
desorganizado, no sé cómo seguir”. Describe a su abuelo como alguien con alegría
y ganas de vivir, era violinista, hasta que se quedó sordo. Para él, la música y el
abuelo son inseparables. Él toca el piano. Aunque su profesor insistía en que podía
ser concertista, no se dedicó todo lo necesario, dice, por tener que ayudar en su
casa.

Luego de un tiempo de tratamiento, confiesa un reproche que se hace: durante la


internación, su abuelo tenía mucosidad, una médica le sugiere aspirarlo y él la
autoriza. Su abuelo comienza a ahogarse: “agotó todas sus fuerzas”, afirma haber
escuchado que dijeron. Considera que desde ahí su abuelo comenzó a empeorar, a
pesar de que vivió dos meses más. Se siente culpable del desenlace. Relatarlo y
ubicar que la aspiración fue indicación médica y que el proceso de deterioro era
inevitable, lo alivia un poco: comienza a dormir un poco mejor y a retomar sus
actividades laborales. De todos modos dice: “Me sobreexijo, me juzgo todo el
tiempo... si tuviera menos libertades tendría la vida más organizada, desearía que
me digan lo que tengo que hacer. Es pesado decidir, tuve que tomar decisiones
desde muy chico. Durante mucho tiempo me ausenté de lo que me gusta”. Refiere
haber estado siempre “entre dos”: trabajar o estudiar, la ciencia o la música, y
últimamente, entre dos mujeres. "Postergo decisiones grandes (estudiar o no) y
pequeñas (a qué hora voy a la oficina). Puedo quedar paralizado durante horas
pensando cómo voy a organizar mi día. La muerte de mi abuelo disparó mis
pensamientos, me la paso pensando, pensándome... ¿Por qué dejé pasar tanto
tiempo? ¿Por qué no me dediqué al piano?”

De su niñez recuerda pensamientos recurrentes y rituales, pensar en tener todo


ordenado, ser el último en irse a dormir para controlar las hornallas y los pasadores
de las puertas. En una sesión emerge un recuerdo angustiante referido a una de su
hermanas -la menor-, de un tiempo anterior a esos pensamientos y rituales.
Aparentemente él habría besado a esa hermana quien empujándolo en ese
momento le gritó: ¡no me dejás respirar!

Más adelante le avisan que no se va a renovar el contrato de alquiler de la vivienda


en la que habita desde hace ocho años, a partir de lo cual cae en una interminable
indecisión. Va a ver departamentos, siempre duda entre dos. Cuando se entera de
que alguno ya se alquiló, se arrepiente y cree que no va a encontrar otro como ese.
Vuelven las dificultades para dormir. Esta circunstancia pone de manifiesto una
crisis con su pareja: el departamento que ella elige no le gusta. Se muda con una
amiga pianista que hasta el momento le hacía lugar a su piano… y ahora a él.
Actualmente va y viene entre estas dos mujeres y se instala en el análisis el tema de
la paternidad.

V. PREGUNTAS:

1. Desarrolle, sintéticamente, el modo en que Freud despliega la trayectoria típica


de una neurosis obsesiva en su texto “Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa”. Distinga las diversas variedades de síntomas que allí
aísla. Ejemplifique con los casos del Hombre de las ratas y de S.

Trayectoria → inmoralidad infantil (primero), primera vivencia de seducción sexual, y


después acciones de agresión sexual contra otro sexo que se liga a un reproche.

Ingreso a maduración sexual, al recuerdo de acciones placenteras se anuda un


reproche, se reprime y se sustituye por un síntoma defensivo primario.

Período de salud aparente, defensa lograda, los síntomas son eficientes y


mantienen a raya el reproche.

Neurosis propiamente dicha, síntomas de defensa secundaria.


Síntomas de defensa primaria, retorno de lo reprimido, y de defensa secundaria
(pag 170 y 172)

2. Desarrolle y compare las formas neuróticas del deseo en la histeria y la neurosis


obsesiva según Lacan. ¿Cómo aborda esas formas del deseo como modos de
goce? Ejemplifique brevemente con los casos de Dora, del Hombre de las ratas y de
S.

Deseo imposible (seminario 7 con goce de objeto anal)

Deseo insatisfecho

3. Elija responder una (sólo una) de estas dos preguntas (debe indicarse claramente
cuál se elige, 3a ó 3b):

3.a. Comente algún párrafo de la bibliografía de Freud y/o de Lacan, para dar
cuenta del síntoma de la duda y la indecisión en la neurosis obsesiva. Ejemplifique
con los casos del Hombre de las ratas y de S.

3.b. Comente algún párrafo de la bibliografía de Freud y/o de Lacan, para dar
cuenta del síntoma de la culpa en la neurosis obsesiva. Ejemplifique con los casos
del Hombre de las ratas y de S.

Respuestas parcial 1

1) En[MVP1] el capítulo 7 de “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), Freud
postula la existencia de 6 tipos distintos de identificación, a saber: identificación
primaria, identificación con un rasgo del objeto amado/odiado, identificación a la
situación, identificación en un tipo de homosexualidad e identificación en la melancolía.
Ahora bien, dada la especificidad que requiere la pregunta, únicamente trabajaremos los
primeros 4 tipos, partiendo desde la identificación primaria para luego centrarnos en las
tres restantes.[MVP2] Partimos desde aquí porque, como su nombre lo indica, respecto
de esta identificación primaria, el resto de las identificaciones serán secundarias, por
ende, posteriores a esta primera que alude a un momento mítico de la identificación
como primera exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona [MVP3] . Esta
identificación primaria se trata de una identificación al padre, retoño de la fase oral-
canibalística en el sentido del banquete totémico, es decir, se trata de una incorporación
del padre. Es previa a toda investidura de elección de objeto e interviene en la formación
de síntomas neuróticos de forma indirecta, de manera tal que sirve como modelo, en
tanto identificación originaria que se constituye como condición necesaria para que
eventualmente se den las identificaciones secundarias posteriores [MVP4] , las cuales sí
son formadoras de síntomas neuróticos. Pasemos entonces a las identificaciones
secundarias, las cuales se dividen en 3 clases: identificación con un rasgo del objeto
odiado, la identificación con un rasgo del objeto amado y la identificación a la situación,
que, con Lacan, llamamos histérica.

Conviene aunar las primeras dos puesto que tienen muchos puntos en común y
únicamente difieren en uno en particular. Ambas están soportadas en un lazo libidinal
con el objeto, lazo que las antecede, son identificaciones parciales y
predominantemente simbólicas porque son a un rasgo único, rasgo significante, del
objeto, ya sea amado u odiado [MVP5] . La identificación con un rasgo del objeto odiado
es, en el ejemplo que Freud brinda de la salida del C. de E. en la niña. Esto es: la niña
se identifica con un rasgo de la madre en tanto objeto hostil en la tríada edípica con el
que competir y al cual se quiere sustituir para abordar al padre. Es decir, se identifica al
rasgo de la madre para expresar su amor de objeto por el padre. Nótese que esta
identificación, a diferencia de la que es con el rasgo del objeto amado, se da
simultáneamente con el Complejo de Edipo. En cambio, la segunda identificación,
supone necesariamente el reemplazo de la elección de objeto por la identificación, es la
propiamente regresiva: desasimiento libidinal de la figura del objeto de amor con su
correlativo retorno al yo e identificación de éste último al rasgo del objeto amado.
Ejemplifiquemos estos dos primeros tipos[MVP6] . En el caso Marta podemos ubicar una
identificación con el rasgo de objeto odiado en la madre. Tanto en el matrimonio de ella
como en de la madre, ocultó las infidelidades de los maridos- el padre y su esposo. En
relación a la identificación con el rasgo del objeto amado, tanto Dora como Marta se
identifican al padre. Dora imita la misma sintomatología que tenía el padre, es decir, la
toz[MVP7] y migrañas y Marta, al igual que el padre presentaba marcada insuficiencia
respiratoria y crecientes ahogos, ella padece una “fuerte sensación de ahogo”.

Nos queda todavía ocuparnos de la identificación histérica, en la cual se prescinde


totalmente de la ligazón libidinal objetal, aunque esto no implica que no la haya por su
parte, sino que simplemente son procesos separados. Esta vez la identificación es
soportada desde el querer o poder ponerse en la misma situación que el otro. Aquí el
síntoma da cuenta de un punto de coincidencia entre yoes, la identificación se da sobre
la base de este punto de coincidencia. Desde la perspectiva Lacaniana, [MVP8] diremos
entonces que, si la identificación con el rasgo unario del objeto amado/odiado es propia
una identificación imaginaria sostenida por una terceridad simbólica en el que se
constituye a partir la relación imaginaria de a’-a, de yo a yo, diremos que la identificación
histérica es de deseo a deseo. No viene mal recordar que el deseo trasciende los
dominios del yo, corresponde más bien a lo que llamamos sujeto en psicoanálisis. La
identificación histérica se producirá en la medida en que se reconoce en el otro los
índices del propio deseo. No es impropio aseverar que la identificación es a la falta en
tanto objeto, es deseo de deseo. Si la identificación histérica es producida en una
comunidad de deseo, puede decirse que no es sin la significación fálica. Por ejemplo, en
Dora se ve claramente la identificación histérica a la prima mayor cuando, a raíz del
casamiento de la prima menor, a Dora le sobreviene un fuerte dolor en el estómago al
igual que su prima mayor por temor a no casarse, etc[MVP9]

Resta para terminar, abordar también desde Lacan, aquello que de las identificaciones
permite dar cuenta de un diagnóstico, en estos dos casos de histeria [MVP10] . Partimos
entonces de que, en el inconsciente, en la batería significante del Otro del lenguaje, hay
falta por estructura, el Otro está barrado. Me refiero a que no hay representación para la
muerte ni para el órgano sexual femenino. Por ende, partiendo desde esta falla en el
saber, de esta falta en lo Simbólico, surge la pregunta por el misterio, el enigma de la
femineidad que atañe particularmente a la histeria, que intentará abordar esta pregunta:
¿qué es ser una mujer? Ahora bien, la histeria aborda esta pregunta a través de una
identificación imaginaria al padre, lo que llamaremos la identificación viril[MVP11] . Es decir
que a través de esta identificación viril se aborda el enigma de lo femenino, se intenta
responder anticipadamente a la pregunta. Se busca una respuesta que diga, desde un
hombre, qué es una mujer. En Dora, por ejemplo, ella está identificada virilmente al
señor K, que le permite acercarse a la señora K quien encarna este misterio de la
femineidad. En Dora, la matriz imaginaria que ella sostenía es: una mujer es un objeto a
ser chupado. En el caso de Marta, se puede pensar que está identificada virilmente al
padre en un primer momento y luego de la muerte del padre, al marido que le permite
abordar esta pregunta por la femineidad, encarnada en Carolina, excompañera de
secundaria que Marta ubica como la Otra que goza porque los hombres la desean [MVP12]
.

2) Comenzaremos[MVP13] situando que, tanto para Freud como para Lacan, el


desencadenamiento en el historial clínico de Dora se produce cuando ella tiene 16 años,
en la escena del lago[MVP14] . Esta escena transcurre en una caminata por el lago en la
que el señor K osa hacerle una propuesta amorosa a Dora, y en ese momento
pronuncia las famosas palabras “mi mujer no es nada para mí”. Dora inmediatamente le
propicia una cachetada y se va. Después de esa escena arremete, a modo de delirio
reivindicativo, contra el padre por usarla como objeto de intercambio, por entregarla al
señor K para él poder estar con la señora K. Dora le insiste al padre a que corte
relaciones con los K. El padre, al enterarse de la situación, interroga al señor K por la
veracidad de esta escena, pero éste último se desentiende, y niega todo. Gracias a la
información que le provee la señora K, el señor K argumenta que Dora leía libros
eróticos y que probablemente fuese una escena fantaseada por ella. El padre de Dora
termina creyéndole y finalmente descree de su hija lo que desemboca en un
agravamiento de los síntomas de Dora. El padre decide llevarla a la consulta con Freud
después de leer una carta de despedida donde Dora afirmaba que no aguantaba más la
vida y cuando un día hablando con ella sufrió un ataque de pérdida de
conocimiento[MVP15] . Es importante situar que Dora no es quien elige acudir a Freud,
sino que el padre de Dora la lleva para que la rectifique en “buen camino”. Mientras que
para Freud, Dora seguía esperando que el señor K dé cuenta de su verdadero
sentimiento hacia ella[MVP16] , con Lacan situamos como desencadenamiento entonces
la escena del lago porque las palabras pronunciadas por el señor K, quien funcionaba a
modo de yo de Dora, y servía de punto de apoyo en tanto él deseara a la Señora K,
hacen trastabillar la identificación imaginaria viril que compensa la falta en lo Simbólico y
que era la solución que mantenía estabilizada la estructura permitiendo abordar la
pregunta por la femineidad corporal de Dora, encarnada en su propio objeto de interés,
la señora K, lo que termina produciendo una vacilación del fantasma de Dora.

[MVP17] Distinto es, el motivo de consulta y los desencadenamientos, en el historial de


Paul, el hombre de las ratas[MVP18] . Ambos sitúan al desencadenamiento en el velorio
de la tía, donde el tío de Paul pronuncia las siguientes palabras: “pensar que otros
maridos se lo permiten todo y yo he vivido solo para esta mujer”. Palabras que Paul
siente que aluden a las fallas del padre, a la deuda de amor de su padre. En otras
palabras, a la falta del Otro. A partir de ese momento el autoreproche por no haber
estado en el momento en que su padre murió torna un carácter de martirizador a punto
tal de tildarse como criminal. Luego, podría pensarse como otro desencadenamiento el
plan marital, que suponía una repetición de la deuda de amor que había vivido a su vez
el padre en elegir entre la mujer rica o la mujer amada, eligiendo a la primera. Es decir
que el plan marital también supone situar a Paul enfrentado a la deuda de amor por el
padre. El conflicto estalla entonces por la contraposición de su propio deseo contra la
voluntad del padre. La solución a este conflicto es enfermar para no poder continuar sus
estudios y así no tener que elegir. Por último, también podría pensarse como
desencadenamiento a la situación que lo lleva a la consulta con Freud, a saber: el
encuentro con el capitán cruel. Esta vez, Paul se ve enfrentado a otra deuda del padre
que es la deuda del juego. Durante una marcha, Paul pierde sus quevedos entonces
manda a buscar otros. Cuando llegan, el capitán cruel le informa que le debe devolver
las 3,80 coronas al teniente coronel A para subsanar su deuda, lo que resonó para Paul
como una referencia a la deuda impaga del padre, que nunca pudo devolver el dinero
que debía. El capitán cruel, ubicado en el lugar del goce del Otro, le había contado el
relato de un suplicio en el cual se introducen ratas en el ano, suplicio que se vuelve
atormentador para Paul, le causa horror al sujeto quien desarrolla el gran temor
obsesivo de que aquel suplicio le ocurra a su padre amado (que ya había muerto) y a la
dama de sus pensamientos, Gisela. Entonces se le impone el juramento imposible de
cumplir que él debía devolver las 3,80 coronas a A o caso contrario su padre y la dama
de sus pensamientos sufrirían tal suplicio. Es así que acude a Freud. Si bien habla y le
cuenta de sus síntomas, es decir, sus dudas, pensares, temores obsesivos que lo
atormentan y lo aqueja el pensamiento de que él es un criminal, el verdadero motivo de
consulta es la solicitación de un certificado médico que le permita devolver su deuda.
Freud no hace caso a esto, es decir, no responde a la demanda lo cual permite una
entrada en el análisis al conceder, y pedirle que lo libere de sus representaciones
obsesivas[MVP19] .

En el caso de Marta[MVP20] , desde el recorte clínico de la viñeta, se pueden pensar


como coordenadas que desencadenan la estructura hasta el momento compensada por
lo menos dos factores, a saber: la muerte del padre y la independencia del hijo [MVP21] .
Recordemos que per sé la muerte supone una confrontación con el agujero simbólico
que de alguna manera, cuando no hace tambalear la estructura, supone
necesariamente un proceso de duelo y de tramitación psíquica [MVP22] . Sumemos ahora
a esto que Marta manifiesta que durante toda su vida se ocupó de cuidar el estado de
salud del padre quien claramente ocupaba una figura de amor para ella. Además,
cuenta que, desde que nació su hijo, ella renunció a sus estudios terciarios para
ocuparse de él. Es decir que siempre durante toda su vida ha estado ocupándose de los
cuidados ya sea del padre o del hijo. Confluyen en este momento de su vida tanto la
muerte del padre como la independización o la autonomía que adquiere el hijo al salir de
noche, quedarse con su novia y no volver a su casa. Es decir que esto supone, por lo
menos, un movimiento para Marta en relación a que ya no hay a quien cuidar[MVP23] . El
rol que otrora ella había ocupado, se ve modificado por estas situaciones, rol que
además le había permitido no ocupar la posición de esposa en relación al marido,
privándolo de gozar de las relaciones sexuales que hasta los meses previos de la
consulta no parecían interesarle demasiado por estar al cuidado de la salud de su padre
o de su hijo. Por eso, cuando encuentra los mensajes de infidelidad en el celular de su
marido, también supone cierto movimiento y se desprende el que ella piense cuál será
su deseo, su posición que deberá encontrar ahora en esta nueva etapa de su vida.

3) En[MVP24] un Freud temprano, previo a su interpretación de los sueños en 1900, en


su primera nosología, diferencia dos grandes categorías que engloban varios cuadros
clínicos cada una: por un lado, las neurosis actuales que contienen a la neurosis de
angustia (N.A) y la neurastenia. Y por el otro lado, las neuropsicosis de defensa (N.P.D)
donde entran la histeria, la histeria de angustia (fobia), la neurosis obsesiva [MVP25] , la
confusión alucinatoria y la paranoia. La divisoria de aguas que justifica tal agrupamiento
en estas dos grandes entidades clínicas se da fundamentalmente por dos factores: El
primero es que las neurosis actuales carecen de intervención de mecanismo psíquico,
son estrictamente mecanismos fisiológicos de excitación sexual somática, mientras que
en las N.P.D actúa el mecanismo psíquico de la defensa [MVP26] . Y el segundo es en
relación a la temporalidad: mientras que las neurosis se refieren a conflictos actuales
derivados de perturbaciones en la vida sexual, las N.P.D remiten a una temporalidad del
trauma en dos tiempos[MVP27] . Pasemos a explicar, entonces, este segundo grupo
[MVP28] para luego centrarnos en las neurosis actuales. Hay un primer momento,
acontecido en la infancia, donde se produce un acontecimiento de índole sexual, una
vivencia sexual prematura provocada por el encuentro del niño con la sexualidad a
través de un adulto. Esta impresión no adquiere su significación sexual en este
momento por la falta de recursos del niño para tramitar esta vivencia. Será recién
entonces en un segundo momento, en la pubertad, cuando ya en un período de
maduración sexual se resignifique retroactivamente la primera vivencia confiriéndole un
valor sexual, adquiriendo así, retrospectivamente, el carácter de eficacia traumática. Se
produce así un conflicto psíquico, entre la representación ahora devenida inconciliable y
el yo. Aquí es donde entra en juego el mecanismo psíquico mencionado ut supra, a
saber: la defensa, que interviene sustrayendo el monto de afecto de la representación
inconciliable que será reprimida, desalojada de la conciencia en un segundo grupo
psíquico. Ahora bien, según los distintos destinos del monto de afecto se configurarán
distintas sintomatologías de cuadros clínicos . Es decir que los síntomas son sustitutos
de representaciones reprimidas, y, por ende, son asequibles por la interpretación y el
desciframiento vía la cura por la palabra.

En cuanto al grupo de las neurosis actuales comenzaremos explicando brevemente el


funcionamiento normal del mecanismo fisiológico para luego dar cuenta de la
especificidad de las perturbaciones que desembocan o en neurastenia, o en N.A.
Dijimos entonces que intervenía una excitación sexual somática [MVP31] . Ésta es
originada en los órganos sexuales, desde donde se estimula al sistema nervioso central.
Ahora bien, la psique tiene la tarea de domeñar dicha excitación sexual proveniente del
organismo, pero para ello es necesario que la excitación supere cierto umbral para lo
cual requiere de cierta acumulación de excitación. Una vez atravesado dicho umbral, la
excitación somática se convierte en estímulo psíquico y así provee de energía a un
grupo de representaciones sexuales que van a generar un estado de tensión libidinal,
tensión que tenderá a intentar ser descargada bajo la lógica del imperio del principio de
constancia del aparato psíquico. Únicamente podrá ser correctamente descargada vía la
acción específica que cancela la excitación psicosomática. Hasta aquí el recorrido
normal. Justamente, veremos ahora, que tanto la neurastenia como la N.A implican una
perturbación en este proceso. [MVP32] Comencemos por la primera. En la neurastenia se
produce un empobrecimiento de la excitación sexual, producto de una descarga
defectuosa o déficit de descarga. La acción específica que genera el aliviamiento de la
tensión es reemplazada por una acción menos adecuada. Por ejemplo: en vez del coito,
se realiza vía la masturbación o las poluciones nocturnas. Algunos de sus síntomas
principales son: irritabilidad general, fatiga crónica, astenia, entre otros. En cuanto a la
N.A es, en este sentido, opuesta a la neurastenia en tanto implica una acumulación de
tensión sexual por una interrupción en el proceso de tramitación, un desvío de lo
psíquico hacia lo somático recibiendo un empleo anormal, producto de diversas
prácticas como el coitus interruptus o reservatus o la abstinencia. Es decir, que todos los
síntomas son subrogados de la acción específica que conlleva la excitación sexual que
ha sido perturbada en su decurso normal. Se produce entonces, por incapacidad de
tramitación, una acumulación de dicha tensión sexual somática que, al no poder ser
descargada vía acción específica por esta desviación de lo psíquico, es mudada en
angustia. De hecho, el cuadro se denomina así porque todos sus componentes se
relacionan de alguna manera con ella. Algunos de sus síntomas principales son:
irritabilidad general, expectativa angustiada, ataque de angustia, etc.

Desde estas coordenadas, se puede inferir (fantaseando) que seguramente si el caso


de Marta hubiese sido presentado a este temprano Freud, él la hubiese diagnosticado
como una N.A. Antes de pasar a justificar tal diagnóstico, quisiera agregar que, de lo
expuesto hasta aquí, se desprende cierta contradicción aparente. Hemos dicho, en la
primera pregunta, que el diagnóstico de Marta era histeria (perteneciente a las N.P.D en
esta primera nosología) pero ahora hemos sostenido lo contrario, es decir, que se trata
de una N.A actual, de angustia estrictamente. Ahora bien, esta aparente contradicción
se cancela cuando Freud agrega la noción de neurosis mixtas, es decir, presentaciones
clínicas con producción simultánea de síntomas de distintos cuadros, que suponen
cierta contaminación de las etiologías específicas. Incluso, Freud sostiene que las más
de las veces las etiologías de las neurosis actuales suscitan el advenimiento de N.P.D
así como los traumas infantiles son el fundamento para la neurosis actual que,
eventualmente, se desarrollará luego. Es decir que ambas etiologías se nutren o
retroalimentan, se convocan la una a la otra. Por último, nos resta fundamentar el motivo
del diagnóstico. Advertimos entonces, no sólo que los síntomas con los que llega Marta
(sensación de ahogo, palpitaciones, sudoración) son compatibles con los ataques de
angustia descriptos por Freud para la N.A, sino, además, uno de los factores distintos a
los de etiología sexual que generan N.A, es el trabajo excesivo [MVP33] , entre los cuales
se encuentra el cuidado de enfermos, tal como Marta hizo con su padre, quien padecía
“marcadas insuficiencias respiratorias con crecientes ahogos”. A su vez, cabe destacar
que Marta expresa sentirse “deprimida”, sin “ningún deseo sexual”, “desganada y sin
fuerzas”, tal como Freud plantea que es harto frecuente que la N.A se conjugue con un
aminoramiento de la libido.

Respuestas parcial 2

1. En su texto “Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa” (1896),


Freud establece que la Neurosis Obsesiva parte, al igual que la Histeria, de una
vivencia sexual infantil que ha resultado significativa para el sujeto. Esta escena o
atentado sexual es, para ambas estructuras, vivenciada de forma pasiva. No
obstante, lo que diferencia a la Histeria de la Neurosis Obsesiva es, entonces, que
aquella escena sexual infantil es y será pasiva para el sujeto histérico, siendo ese el
punto desencadenante; pero no así para el obsesivo: a aquel atentado pasivo le
sobrevendrá otra acción sexual que será ejecutada por el sujeto de forma activa y
vivenciada con cierto placer. A esto se refiere Freud cuando habla de un trasfondo
de síntomas histéricos en la Neurosis Obsesiva, por haber vivenciado aquella
primera escena sexual infantil también de forma pasiva; pero será lo que sobreviene
después lo que marcará la diferencia entre ambas estructuras, ya que, si bien
ambas caen en la represión por aquella representación inconciliable para el yo que
entra en conflicto psíquico, toman dos caminos distintos. Ahora bien, es aquella
acción sexual vivenciada con placer la que estará relacionada con las
representaciones y los reproches obsesivos, y es por ello que Freud, para
explicarlos, describió la trayectoria típica de las Neurosis Obsesivas:

El primer momento, al que denominó “período de la inmoralidad infantil”, es aquel


en el cual podemos ubicar los sucesos sexuales a los que se hizo alusión
anteriormente, los cuales contienen el germen de la enfermedad posterior. En un
segundo momento, el de la “maduración sexual”, al recuerdo de aquel atentado
sexual placentero se le anudará un reproche, que será reprimido por el nexo que se
establece entre la vivencia sexual placentera y la displacentera. Es aquella
represión la que permite convertir aquel reproche en un síntoma defensivo primario,
como lo son los escrúpulos de la conciencia moral, la vergüenza y la desconfianza
en sí mismo. Estos síntomas, entonces, serán pensados como éxito de la defensa,
ya que sostienen a la misma porque mantienen oculto y reprimido aquel pasado
traumático; y serán egosintónicos, ya que no son el síntoma en el sentido de aquel
huésped extraño en el yo, sino más bien, se encuentran en sintonía con el mismo
por servirle a la satisfacción narcisista del obsesivo. Estos síntomas son los que
darán lugar al período de salud aparente, siendo este el tercer momento de la
trayectoria típica, caracterizado, entonces, por una defensa lograda.

A este periodo le seguirá el de la enfermedad propiamente dicha. Lo que


caracteriza al mismo es el fracaso de la defensa por el advenimiento del retorno de
lo reprimido: los recuerdos y los reproches irrumpen alterados a la conciencia,
haciendo que lo que devenga consciente sean, en realidad, representaciones y
afectos obsesivos sustituyendo al recuerdo patógeno, denominados por Freud como
formaciones de contenido entre las representaciones reprimidas y las represoras
(Freud, 1896). Esto es explicado por el autor mediante la exposición de dos formas
de la Neurosis Obsesiva: por un lado, las representaciones obsesivas típicas,
relacionadas con el contenido mnémico de la acción- reproche, por las cuales el
sujeto siente un displacer impreciso, y en las que el contenido de la representación
obsesiva está doblemente desfigurado: algo actual reemplaza a lo pasado, la
satisfacción infantil reprimida es desplazada y los recuerdos irrumpen desfigurados
sobre algo actual y no sexual. En segundo término, Freud ubica que si lo que se
conquista en la vida psíquica es el reproche reprimido y no el conteniendo mnémico
como se nombró anteriormente, sobrevendrán los afectos obsesivos: distintas
modalidades de la angustia ligadas al reproche o la culpa, como la vergüenza, la
angustia hipocondriaca, la angustia social y/o la angustia religiosa.

Bien, habiendo nombrado las formas que puede tomar la Neurosis Obsesiva,
Freud ubica que, junto a estos síntomas provenientes del retorno de lo reprimido, la
estructura forma otro tipo de síntomas, llamados de defensa secundaria. Los
mismos se basan en ciertas medidas protectoras que el sujeto toma para lograr
evitar, efectivamente, que irrumpan aquellos síntomas del retorno de lo reprimido.
Pero lo que comienza siendo una prevención, termina volcándose a la compulsión,
creando así una tercera forma de esta estructura: las acciones obsesivas. Esta
defensa secundaria logra efectivamente realizar un desvío hacia otros
pensamientos, que poco se parecen a aquel recuerdo obsesivo que se intenta
combatir. Pero, como se mencionó, estas medidas se vuelven compulsivas, y en el
afán de lograr dominar cada idea obsesiva, el sujeto termina decantando en la
compulsión de pensar y en la manía de la duda, ambas utilizadas para evitar el
pasaje al acto al que, sabemos, el obsesivo tanto le teme.

Ahora bien, habiendo ya situado la trayectoria típica de una Neurosis Obsesiva,


pasaremos a ubicar los síntomas mencionados como ejemplos en los casos clínicos
del Hombre de las Ratas y S. Ubicamos, en el Hombre de las ratas, aquella primera
escena sexual infantil pasiva, cuando el sujeto es golpeado por su padre, y cómo
luego esta decanta en aquellas acciones sexuales activas que involucran a las
gobernantas del paciente, surgiendo el deseo de verlas desnudas, entrando en
conflicto con la voluntad de su padre. Ante estos pensamientos surge en el paciente
el temor a que los mismos sean escuchados, ubicando a este como un síntoma de
la defensa primaria por la vergüenza provocada. Posteriormente, surge en el
paciente la idea obsesiva de que a su padre le pasará algo malo si él observa
mujeres desnudas, como así también el reproche por no haber estado presente en
la muerte de su padre, pudiendo ubicar estos síntomas dentro del retorno de lo
reprimido. Asimismo, al momento de la consulta con Freud, el sujeto atraviesa la
idea obsesiva del balde de las ratas de la mano de compulsiones y prohibiciones,
como colocar o sacar la piedra del camino o elegir con quién contraer matrimonio,
características de los síntomas de defensa secundaria.

Por otro lado, notamos en el caso S., síntomas mayoritariamente relacionados


con el retorno de lo reprimido, en tanto aquel reproche que se hace al aceptar la
sugerencia médica que culmina en el ahogamiento de su abuelo, reproche que
podemos vincular con una supuesta escena sexual infantil vivenciada activamente,
cuando el sujeto ahoga a su hermana por besarla. También ubicamos allí síntomas
de defensa secundaria que surgen a partir de esta vivencia, como lo son los rituales
antes de acostarse, como cerrar las hornallas y los cerrojos. En su adultez, por lo
que cuenta el paciente, observamos la duda obsesiva siempre entre dos opciones:
una carrera o la otra, una mujer o la otra; imposibilitando de este modo el pasaje al
acto.

2. En un principio, el sujeto no puede satisfacer sus necesidades si no se dirige


hacia el Otro en forma de pedido, y esto es imposible si no es a través de los
significantes. Es así que Lacan (1957-58) nos acerca al hecho de que, en el
encuentro con el Otro, el sujeto se introduce en el campo de la demanda, del
significante, abandonado el de la necesidad. Si bien el sujeto demanda, el Otro no
puede colmar la misma en su totalidad, y es esta falla la que permite que haya un
deseo, encontrándonos, entonces, con un Otro de deseo, ya no omnipotente como
el de la demanda, sino un Otro en falta, punto en donde la pregunta neurótica ya no
puede ser respondida. Es por ello que Lacan formula la lógica de que todo deseo
es, de por sí, un deseo insatisfecho: porque no puede ser colmado por el
significante, a pesar de ser efecto de él.

El campo del deseo en la neurosis es de por sí complejo. Las dos formas


neuróticas del deseo que pasaré a explayar, no son sino estrategias diferentes, pero
con un mismo fin: no saber de la falta del Otro, de su castración. A la altura del
Seminario 5, Lacan sitúa que el deseo en la histeria es un deseo insatisfecho.
Partimos de la base de que el sujeto histérico supone al Otro completo, no castrado,
al que busca “hacerle falta”. Este Otro es el que tiene el saber, es quien posee la
verdad, es el completo; porque lo que el sujeto histérico queda reducido él mismo a
ser la castración, esa que el Otro no tiene. Bajo esta dinámica, el histérico se crea
un deseo insatisfecho para no quedar aplastado en el campo de la demanda, ya que
el histérico, como todos, demanda amor, pero lo hace de una forma más “aparatosa”
(Lacan, 1957-58): necesita crearse un deseo insatisfecho para que se constituya
para él un Otro real, apoyando, entonces, su deseo en el deseo del Otro. De este
modo, el histérico “agujerea” al Otro, convirtiéndolo en deseante. Siguiendo bajo
esta línea, decimos que el deseo insatisfecho no resuelve la división del sujeto ni la
falta en el Otro, pero en el goce de la privación el Otro sí puede resolver aquello
esencial, ya que al ser Otro todo, también posee el goce todo. Una forma clara de
evidenciarlo es con el ejemplo del sueño de la bella carnicera: si la enferma dejase
su marido a “la otra”, ella podría gozar de estar privada de su marido, quien se
esmera en satisfacerla. Así, el lugar del Otro dejaría de estar tomado por la
impotencia. El goce del histérico siempre será poco, nunca suficiente, debido a que
el sujeto sólo goza con aquella parte de su cuerpo que ha sido tomada por el
síntoma. De esta forma, le atribuye el goce a un otro o a una otra que sí pueda
acceder a él, como la bella carnicera lo haría al entregarle el marido a la otra. En
Dora, el deseo insatisfecho está basado en la pregunta neurótica por el “¿qué es ser
mujer?”, siendo su objeto de deseo la Señora K, aquella otra que sí tiene la
respuesta por lo femenino, articulando este saber de la Señora K con el goce de la
privación, ya que es aquella otra que puede gozar de lo que a ella le es privado.

En la Neurosis obsesiva, nos encontramos con otra modalidad de deseo, la del


deseo imposible. A diferencia de la histeria, el obsesivo supone al Otro incompleto:
él tiene lo que al Otro le hace falta, y es por ello que le dará todo lo necesario para
colmarlo, conocido esto por Lacan como oblatividad. Es en esta dinámica que el
obsesivo reduce el deseo a la demanda, no permite que el Otro desee, porque si así
lo hiciera, el obsesivo leerá ese deseo como una demanda que buscará satisfacer
de cualquier manera. Esta modalidad deja al enfermo reducido a la figura del
esclavo, dentro de la dialéctica amo-esclavo: el Otro es un amo al cual obedecer,
amo que todo lo sabe y todo lo ve. Para poder sostener un deseo propio y el deseo
del Otro, el obsesivo necesita, entonces, prohibirse un deseo, porque es la única
forma de no poder reducir el mismo a la demanda, ya que al ser prohibido no podrá
cumplirlo. Podemos articular esta dinámica del deseo obsesivo con el goce anal:
claramente aquí ubicamos un goce en dar al Otro, en expulsar, en regalarle al Otro,
en completarlo. Este goce relacionado a la fijación en la fase anal, se relaciona
también con la pulsión escópica, mediante la cual la mirada del Otro cobra un valor
significativo. Si bien el Otro es el que todo lo ve y todo lo sabe, a su vez el obsesivo
le regala al Otro la imagen “buena” de sí mismo.

En el Hombre de las ratas es evidente este deseo imposible en tanto nunca logra
alcanzarlo: nunca culmina sus estudios, nunca se casa, siempre tiene un motivo que
se lo impide y siempre está a la espera de que el Otro, su padre, aún muerto, lo
autorice para poder él entonces obedecerlo. En S., podemos observar esta dinámica
del deseo imposible mediante todos los rodeos que surgen a partir de la duda
obsesiva, duda que nunca le permite llegar al acto. S. en el afán de planificar su día,
es capaz de perderlo por completo, viendo de qué manera llevarlo adelante. Su
abuelo, al que en la estructura podríamos ubicar como aquel Otro, sigue siendo el
amo aún muerto: después de su muerte, S. sigue preguntándose por qué perdió
tanto tiempo de su vida, o por qué no se dedicó al piano, duda que lo deja inmóvil,
volviéndolo incapaz de realizar su deseo.

3) b. “Puede decirse que quien padece de compulsión y prohibiciones se comporta


como si estuviera bajo el imperio de una conciencia de culpa de la que él, no
obstante, nada sabe; vale decir, de una conciencia inocente de culpa. [...] Esta
conciencia de culpa tiene su fuente en ciertos procesos anímicos tempranos, pero
halla permanente refrescamiento en la tentación, renovada por cada ocasión
reciente; y por otra parte genera una angustia de expectativa siempre al acecho,
una expectativa de desgracia que, por medio del concepto de castigo, se anuda a la
percepción interna de la tentación.” (Freud, 1907, p. 106).

Este apartado transcrito de “Acciones obsesivas y prácticas religiosas” (Freud,


1907) da cuenta del síntoma freudiano de la culpa. Queda explicado en la cita que
de esta culpa el sujeto nada sabe, no es consciente de la misma, y que la angustia
generada es anudada a cierta idea de castigo. Me parece relevante mencionar
dichas características por ser centrales y porque se ven explayadas en los casos
clínicos que nos servirán a modo de ejemplo. En El hombre de las ratas, la culpa
adviene al sujeto en reiteradas ocasiones, en el temor a que algo malo le pase a su
padre, en el reproche por no haber estado presente en la muerte del mismo… a
estos reproches le sobrevendrán los siguientes momentos de la trayectoria típica de
la neurosis obsesiva, mencionada en el punto anterior, mediante la cual sabemos
que todos aquellos síntomas de la defensa secundaria, aquellas acciones obsesivas
en tanto medidas protectoras, son las que le servirán al sujeto para impedir que
aflore a fin de cuentas este sentimiento de culpa y castigo. Así lo vemos
ejemplificado también en el caso de S., el paciente se siente responsable por el
empeoramiento del cuadro de su abuelo, dice no haber hecho lo suficiente, pero
también será la duda la que marcará en el caso el estadio cúlmine de una neurosis
obsesiva completa, sirviéndole al sujeto como medida protectora para evitar el
castigo, como así también el hecho mismo de saber que aquella decisión médica no
corría por su cuenta, siendo el desenlace de la muerte de su abuelo algo inevitable:
es importante remarcar, igualmente, que la estructura no termina allí para el sujeto,
ni siquiera después de muerto el gran Otro culminará la culpa y el castigo,
sintomatizado en duda y compulsión de pensamiento.

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