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Homenaje a Jorge A. Suárez
[99]
los puntos vertebrales, aún muy lejanos de alcanzar una meta estable
y segura (Fletcher y Garman 1986:3) es determinar con precisión cómo
cambia y evoluciona el lenguaje infantil, cómo es que a partir del desa-
rrollo y por ende, del aumento en la sofisticación de una variedad de
áreas interdependientes: fonología, sintaxis, semántica, cognición y
pragmática, el niño alcanza con el tiempo el dominio exitoso de su len-
guaje (Valían et al. 1981:188). 2
Dentro de este apasionante proceso, en que formas y funciones van
cambiando y reorganizándose una y otra vez (Bowerman 1982:320) a
la par que el niño crece, hay algunas cuyo desarrollo no es tan transpa-
rente ni fácilmente palpable. Tal es el caso de los deícticos, cuyas for-
mas -vacías de contenido-, aunque permanecen fijas desde su apa-
rición, al paso del tiempo marcan su evolución, al llenar sus contenidos
con nuevos significados y usos, dando una mayor fuerza expresiva y
significativa al lenguaje.
Roger Wales (1986), Christine Tanz (1980), John Lyons (1979), Eli-
zabeth Bates (1976), y otros autores que han hecho estudios sobre deíc-
ticos en el lenguaje infantil, postulan como universal lingüístico la tem-
prana aparición de los deícticos en el lenguaje del niño, tanto que
forman parte de sus primeras diez palabras. Sin embargo, éstos tienen
un funcionamiento tan incipiente, que se encuentran aún enraizados
en su función genuina de señalar (Bates 1976:61) y situarse apenas, den-
tro de su propio campo mostrativo (Bühler 1967:140). A partir de los
primeros señalamientos torpes y apoyados en el soporte gestual de sus
padres, el niño tendrá que aprender a salir de su propia referencia y
tomar conciencia de la de su interlocutor, tendrá que jugar con proxi-
midades y lejanías, y tendría que saber también compartir perspecti-
vas y experiencias para lograr, sólo así, una comunicación abierta y
clara. Todo este intrincado proceso es resumido por Roger Wales
(1986:428) de la siguiente manera:
Objetivos
Fueron varios los objetivos que motivaron este trabajo. En primer !u-
gar está el interés por ver el uso y desarrollo del sistema de los deícticos
en su expresión real, en el lenguaje hablado, a lo largo de los años es-
colares -concretamente entre los seis y los doce años de edad. La elec-
ción de estas edades respondió a dos causas principales: un intento por
romper el silencio empobrecedor y generalizado que hay sobre el desa-
rrollo del lenguaje en estos años, fundamentales desde todos puntos
de vista, puesto que marcan el inicio y término de la primera etapa edu-
cativa en la que la exigencia por cumplir los requisitos del dominio de
la lecto-escritura y de las operaciones matemáticas básicas, paradóji-
camente, suelen no ser la mejor garantía para desenvolver el lenguaje
infantil. (Romaine 1984 y Solé 1982.)3
En segundo lugar está la preocupación por poner coto a algunos
postulados psicolingüísticos que sostienen que es entre los cuatro y los
seis años (Slobin 1974:174 y Langacker 1973:239) cuando el niño ad-
quiere la esencia de su lenguaje. Considero que el niño habrá de pasar
todavía por muchos estadios para llegar a adquirir esa esencia (Hurta-
do 1984, Echeverría 1978 y Chomsky 1975), si por adquirir se entiende
llegar a la posesión plena del lenguaje.
El objetivo de este trabajo es pues realizar un análisis comparati-
vo, en diversas conversaciones infantiles, del uso de las categorías deíc-
ticas clásicas (Lyons 1979:288): pronombres personales: yo, tú, él, ad-
verbios locativos: aquí, ahí, allá, adverbios temporales, ahora, entonces,
a las que yo añadiré, por su gran riqueza funcional, el adverbio modal
así, con el fin de observar entre las posibles semejanzas y diferencias
encontradas, si las hay, y gracias a un manejo eficaz y pertinente de
los deícticos, un enriquecimiento real en el lenguaje del niño de doce
años frente al de seis, reflejado cabalmente en un discurso cohesivo,
organizado y por tanto coherente, con un dominio efectivo del propio
mundo y del mundo del otro. ·
Los deícticos que aquí analizo pertenecen al corpus de mi tesis doc-
toral que está formado por diversas conversaciones grabadas con 24
niños de ambos sexos, doce de doce años y doce de seis años. Estas
grabaciones fueron hechas en dos sesiones de media hora cada una,
con un intervalo de un mes aproximadamente entre una y otra. Duran-
te estas grabaciones dialogaba y conversaba con los niños sobre todo
tipo de temas: experiencias vividas -como el terremoto de 1985-, na-
rraciones de películas, cuentos y telenovelas, relatos fantásticos, des-
cripciones de juegos, discusiones de sucesos recientes y cotidianos -co-
3 Suzanne Romaine y María Rosa Solé tratan con amplitud los problemas y la im-
portancia de esta etapa en la formación escolar. Desafortunadamente este momento ha
sido olvidado en los estudios sobre el desarrollo del lenguaje infantil.
Análisis y resultados
l. Yo, tú, él
Por otro lado, es un hecho que tanto los niños de seis afias como
los de doce ya tienen capacidad plena de salirse de su identidad para
situarse en la de su interlocutor y reconocerlo como tú, o para recono-
cer la presencia del otro, él, ella, o para incluirse o excluirse del noso-
tros. Sin embargo, hay una diferencia que en el contexto general del
discurso compartido puede llegar a ser muy significativa. En los niños
mayores se encuentra siempre la posibilidad de recuperar el referente,
esté lejano o cercano en el contexto, de ese deíctico anafórico al que
hace referencia él o ella. Esto no sucede ·con los niños de seis años,
en los que frecuentemente se pierden los referentes y acaban un tanto
caóticamente hablando de un él o una ella sin antecedente alguno, de-
jando una sensación en el que oye o analiza, de incongruencia y falta
de coherencia temática:
Ella sin referente, y sin explicación alguna dentro del contexto hace
muy difícil la interpretación de este fragmento de una telenovela.
En cambio en el ejemplo 3 de una niña de 12 años:
3 Entonces que le dieron a ella su té y todo. (Lilia, 12)
Con respecto a los deícticos espaciales aquí, ahí, allá y a los demostra-
tivos éste, ése, aquél, esto, eso, aquello, que forman parte conjunta
y estrecha, casi inseparable del eje espacial de cercanías y lejanías, en
general, encuentro que, tanto los niños pequeños de seis años como
los mayores de doce, se deslizan libremente por este eje, y pueden pa-
sar sin problema del aquí al ahí o el allá. Como puede observarse en
los ejemplos 8 y 9:
la calle, una tienda y ahí te ... ves una banqueta, y ahí donde h¡,ty grietas
te metes. (Sergio, 6)
12 Es una comida ahí en Dolores donde nos entregan los premios a los gana-
dores. (Verónica, 12)
21 Los demás bailaron ... hicieron con unas destas, ¿cómo se llama?, ¡mamá!
hicieron esto y aquello, cada vez que chiflaban le hacían así, y los otros
de quinto, bailaron unas desas que tienen moño aquí, y con una pluma
acá. (Marian, 6)
25 Cuando ahorita que regrese, lo primero que ... me echo al agua y nado
tantito. (Christian, 6)
26 Pues ahora, está muy fuerte el candidato Clouthier, Cárdenas está muy
fuerte, que a lo mejor ahora le pueden ganar a Carlos Salinas de Gortari.
(Antonio, 12)
29 Y los alcanzamos, pues vamos viendo que es así, así, un camino con mu-
chas vueltas, y que se para así. Mi mamá se paró de nuevo así. (Erick, 12)
30 Así iba cantando e iba diciendo cosas así muy fuertes. (Verónica, 12)
31 Siempre nos hablaba así con mucha paciencia y sin gritar, así como un
ángel. (Pilar, 12)
32 Yo rne sentí así, tri~te y sola, así como olvidada. (Alicia, 12)
34 Hicimos un regalo para el día de las madres, hicimos un bote, así un bote ·
de Milo [... ] (Tatiana, 6)
35 ... les abren así, les abren la cabeza y les sacan el cráneo y se lo comen
¡aum!, ¡aum! (Marian, 6)
36 ... y todos tocan la campana, y todos salimos del salón así. (Tatiana, 6)
Así, al igual que eso y esto, quizá con más intensidad que estos
deícticos, cumple con una función integradora en el discurso. Es el gran
recurso para hacer más efectiva y abierta la comunicación.
Consideraciones finales
Creo que este tema de los deícticos bien merece, por su complejidad
e importancia, no sólo una mayor profundización, sino situarlo eri un
marco discursivo más amplio para dar un panorama más extenso y cer-
tero de lo que es su uso.
Lejos de quedarme con lo más evidente que salta de mis datos: que
sí hay diferencias, tenues pero significativas entre el uso de deícticos
de niños de doce años y de seis años, y que los niños mayores estructu-
ran su discurso más conscientemente, tomando en cuenta a su interlo-
cutor, en un conjunto más articulado y coherente; y que por tanto, es
lícito hablar de un desarrollo en el uso de los deícticos en los años es-
colares; quisiera dejar abierta una pregunta y reflexionar en voz alta
sobre ella: ¿Adquirir el lenguaje, llegar a su dominio exitoso, consiste
sólo en manejar estructuras y léxico cada vez más complejos? O bien,
¿es también adquirir la capacidad de significar, de comunicar, de se-
ñalar y referir con pertinencia? Me pregunto si ese "dominio exitoso",
se relaciona a su vez con la capacidad de llenar todo un.espacio vacío
con un así, o con un deste compartidos significativamente por el que
habla y el que escucha.
¿Por qué pensar siempre en términos de completo, complejo y adul-
to como rasgos distintivos del lenguaje adquirido? Me pregunto si ad-
quirir un lenguaje no es también saber usarlo y jugar con él felizmen-
te, en cualquier situación comunicativa, sean cuales fueran sus
peculiaridades.
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