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¿En qué consiste la incontinencia fecal?

La incontinencia fecal es la incapacidad para controlar la salida de heces del cuerpo. Puede
presentarse junto con estreñimiento o diarrea. Generalmente ocurre en adultos de edad avanzada
y en niños.

Durante la evacuación intestinal normal, el recto, el ano, los músculos de la pelvis y el sistema
nervioso deben trabajar juntos, en forma simultánea. La incontinencia fecal puede ocurrir debido
a:

Daños en los músculos o nervios. Daño en los nervios sensoriales del recto o de los músculos del
esfínter pueden causar una pérdida de control de la defecación. Este tipo de daño podría ocurrir
debido al parto, al esfuerzo constante durante la defecación, a una lesión de la médula espinal, o a
un accidente cerebrovascular.

Daños en el recto. El recto se puede endurecer debido a la inflamación crónica. Esto hace que las
heces se muevan rápidamente a través del recto.

Estreñimiento crónico (continuo). El estreñimiento crónico y las heces duras pueden hacer que los
músculos del recto se estiren y debiliten con el tiempo.

Diarrea. Las heces blandas pueden empeorar la incontinencia fecal.

Otras condiciones. La incontinencia fecal también puede ser el resultado de una condición
denominada prolapso rectal. Esto sucede cuando el recto se desplaza fuera de lugar, a veces
saliendo hacia afuera del cuerpo.

La iatrogenia es el daño ocasionado por el profesional de la salud a pacientes, familias u otras


personas, de manera no intencional, que puede provocar desde un ligero malestar emocional
hasta la propia muerte. Teniendo en cuenta lo anterior se realizó una revisión bibliográfica
exhaustiva sobre el tema que recoge aspectos actualizados, a saber: concepto, diferencias entre
esta y la mala praxis médica, modalidades de iatrogenia (principalmente la de orden psicológico) y
recomendaciones para evitarla, con el objetivo de contribuir a un mejor desempeño de los
profesionales de la salud y elevar la calidad de vida de la población.

Inestabilidad y caídas

Al analizar los resultados de encuestas sobre envejecimiento saludable, hay un tema que preocupa
a toda la población y que se repite constantemente: nadie desea ser una carga. Y es que el valerse
por sí mismo es lo que más se estima a la hora de envejecer. Poder ser independiente para realizar
las actividades de la vida diaria, ser capaz de desplazarse, tanto por la casa como por la calle, es
algo que no se suele apreciar hasta que se pierde. Hay pérdidas pasajeras de movilidad que en
algún momento de nuestra vida hemos experimentado todos y que dificultan el desplazamiento de
forma muy importante, como pueden ser las consecutivas a caídas con lesiones, que requieran
inmovilización con escayola o reposo, o situaciones de desequilibrio por enfermedades agudas.
Todas ellas producen en el individuo una sensación de inseguridad que le hace más dependiente
durante una temporada y precisan de una recuperación posterior, tanto de la marcha como del
equilibrio. Con el envejecimiento, el deterioro de la marcha va a ser progresivo y definitivo,
agravado en la mayoría de las ocasiones por la presencia de diferentes enfermedades que van
haciendo acto de presencia conforme el individuo se hace mayor. Si nos fijamos en las personas
que nos rodean, es muy diferente la forma de caminar de una de 30 años a la de una de 50, y la de
ésta con la de una de 70, y es que según avanza la edad se modifican el centro de gravedad, la
coordinación, los reflejos, el equilibrio, la fuerza, la flexibilidad, etc. Las alteraciones de la marcha
van a ocasionar aumento de morbilidad, riesgo de caídas, limitación psicológica del anciano por
miedo a caer, y, en definitiva, son un factor de riesgo muy importante de institucionalización.

El estado de fragilidad es un síndrome clínico-biológico caracterizado por una disminución de la


resistencia y de las reservas fisiológicas del adulto mayor ante situaciones estresantes, a
consecuencia del acumulativo desgaste de los sistemas fisiológicos, causando mayor riesgo de
sufrir efectos adversos para la salud como: caídas, discapacidad, hospitalización,
institucionalización y muerte. La prevalencia reportada oscila entre un 7 y un 12 % en la población
mayor de 65 años. La mayoría de los autores coinciden en que las manifestaciones clínicas más
comunes son una disminución involuntaria del peso corporal, de la resistencia y de la fuerza
muscular, trastornos del equilibrio y de la marcha y una declinación de la movilidad física. Varios
estudios han relacionado el síndrome de fragilidad con biomarcadores y reactantes de fase aguda,
inflamación, metabolismo y coagulación, en particular: proteína C reactiva, altos niveles del factor
VIII de coagulación y fibrinógeno, insulina, glicemia, lípidos y proteínas como la albúmina.

¿Qué es la depresión?

La depresión es un trastorno grave del estado de ánimo. Puede afectar la manera como se siente,
actúa y piensa. La depresión es un problema frecuente en las personas mayores, pero la depresión
clínica no es una parte normal del envejecimiento. De hecho, los estudios muestran que la mayoría
de las personas mayores se sienten satisfechas con su vida, a pesar de tener más enfermedades o
problemas físicos que los más jóvenes. Sin embargo, si ha tenido depresión de más joven, es más
probable que tenga depresión como adulto mayor.

A lo largo de la vida son muchos los factores sociales, psíquicos y biológicos que determinan la
salud mental de las personas. Además de las causas generales de tensión con que se enfrenta todo
el mundo, muchos adultos mayores se ven privados de la capacidad de vivir independientemente
por dificultades de movilidad, dolor crónico, fragilidad u otros problemas mentales o físicos, de
modo que necesitan asistencia a largo plazo. Además, entre los ancianos son más frecuentes
experiencias como el dolor por la muerte de un ser querido, un descenso del nivel socioeconómico
como consecuencia de la jubilación, o la discapacidad. Todos estos factores pueden ocasionarles
aislamiento, pérdida de la independencia, soledad y angustia.

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