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Santo Tomás rechaza el argumento ontológico anselmiano porque parte de la esencia de Dios para derivar su existencia, mientras que para Santo Tomás el orden del conocimiento es que primero se demuestra la existencia y luego se conoce la esencia. Otro argumento en contra es que el entendimiento humano no puede tener un conocimiento intuitivo de la esencia divina. Santo Tomás propone en cambio las cinco vías, que parten de los efectos en el mundo para remontarse a sus causas primeras. Aunque Santo Tomás no cuestion
Santo Tomás rechaza el argumento ontológico anselmiano porque parte de la esencia de Dios para derivar su existencia, mientras que para Santo Tomás el orden del conocimiento es que primero se demuestra la existencia y luego se conoce la esencia. Otro argumento en contra es que el entendimiento humano no puede tener un conocimiento intuitivo de la esencia divina. Santo Tomás propone en cambio las cinco vías, que parten de los efectos en el mundo para remontarse a sus causas primeras. Aunque Santo Tomás no cuestion
Santo Tomás rechaza el argumento ontológico anselmiano porque parte de la esencia de Dios para derivar su existencia, mientras que para Santo Tomás el orden del conocimiento es que primero se demuestra la existencia y luego se conoce la esencia. Otro argumento en contra es que el entendimiento humano no puede tener un conocimiento intuitivo de la esencia divina. Santo Tomás propone en cambio las cinco vías, que parten de los efectos en el mundo para remontarse a sus causas primeras. Aunque Santo Tomás no cuestion
Santo Tomás, en coherencia con su realismo, no puede admitir un argumento como el
ontológico que parte de la esencia misma de Dios para derivar en la existencia. Efectivamente el A.O. puede formularse como un silogismo cuyas premisas serían: Premisa Mayor: “Dios es perfecto” Premisa menor: “La existencia es una perfección” Conclusión: “Dios existe” San Juan Damasceno habría formulado la dificultad acerca de la posibilidad de demostrar racionalmente la existencia de Dios partiendo de su esencia, dado que de Dios sólo tenemos un conocimiento negativo (“De Dios sólo sabemos lo que no es”): No se puede demostrar la existencia de algo de lo que se desconoce la esencia. Contra uno y otro, Santo Tomás argumentará que se puede tener un conocimiento adecuado de la esencia y que se puede demostrar la existencia porque, si bien “ordo essendi” (ontológicamente) la esencia precede a la existencia, como la causa precede al efecto, sin embargo, “ordo cognoscendi” (gnoseológicamente) la existencia es anterior a la esencia, al modo como por el efecto se llega a la causa que lo produjo. Lo que no es admisible es pensar que un argumento ontológico que deriva la existencia de la misma esencia pueda tener fuerza probativa alguna puesto que, en sentido gnoseológico, “antes de decir qué es una cosa hay que demostrar que esa cosa existe”. En otras palabras, el entendimiento humano no puede tener un conocimiento intuitivo de la esencia divina, como no lo tiene de ninguna otra cosa. Este argumento sólo es válido para el mismo Dios, pero no para el hombre que tiene que utilizar su entendimiento agente para extraer los universales de las especies particulares. Las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios parten de sus efectos, dados en el mundo (como Su Creación), para remontarse (“demostratio quia”) hasta sus principios o causas primeras. El argumento ontológico es rechazado, no porque Santo Tomás cuestione su verdad en sí, sino porque lo negado es su fuerza demostrativa. La impugnación del A.O. por el aquinatense es una resultante de negar su fundamento idealista, ya que parte de la idea misma de Dios, que habrá de suponerse desconectada de los fenómenos y dada de antemano, para derivar en su existencia. La formulación de este argumento aparecerá en Descartes (IV parte del Discurso del método y III de las Meditaciones metafísicas) de modo idealista, aunque expresado bajo una apariencia de argumento “causal”. Pero el A.O., expresado como “La esencia implica la existencia”, puede ser reinterpretado, desde coordenadas materialistas, del siguiente modo: toda idea, todo concepto, ha de tener correlatos mundanos. Incluso las ideas más sublimes los tienen. Al despojar el A.O. de su carácter absoluto insertándolo en un contexto positivo, este argumento se vuelve eficazmente materialista y realista: “Nihil est in intellectu quod prius non fuerit en sensu”. Esto implica reconocer un “fulcro” (apoyo, conexión con los fenómenos positivos) de verdad a todo concepto, por extravagante que sea. En el caso de las esencias plotinianas o géneros evolutivos, ese fulcro de verdad habrá que buscarlo en el momento nuclear del curso (Génesis).