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Colegio Educativo Toratenu

Segundo cuatrimestre del 2021

Filosofía
(5.º)
Ficha 3: El papel de la inducción en el marco del Empirismo lógico

Comenzaremos por revisar sucintamente la corriente de pensamiento cuyo auge se dio en correspondencia
con la institucionalización de la filosofía de la ciencia tal como la conocemos hoy. Se trata del movimiento
denominado Empirismo o Positivismo Lógico, surgido en Europa a comienzos del siglo XX a partir de la
conformación del Círculo de Viena, una agrupación que reunía a intelectuales de la ciencia.
El movimiento recibe el nombre de Empirismo lógico puesto que, por un lado, asume una posición
empirista, es decir, una concepción que sostiene que el conocimiento se basa en la experiencia perceptiva, esto
es, en lo dado inmediatamente a los sentidos. De allí que sus miembros sostuvieran que lo que demarca o
distingue el discurso científico legítimo de aquel que no lo es no es otra cosa que la referencia (discurso
científico) o falta referencia (discurso no científico) que tiene respecto de la experiencia. Por otro lado, asume
una perspectiva lógica acerca de la ciencia, es decir, sus miembros sostenían que el discurso científico es aquel
que no sólo se apoya o basa en la experiencia, sino que es aquel que se articula lógicamente, es decir, de manera
racional, y debe analizarse, entonces, según los elementos racionales aportados por la lógica.
Ahora bien, bajo la reconstrucción racional que proponían estos pensadores, los datos observacionales (los
fenómenos dados en la experiencia) eran considerados como la base para probar inductivamente las hipótesis
generales. No obstante, para los representantes del Círculo de Viena, esa prueba inductiva de las hipótesis
generales basada en datos observacionales —datos observables por los sentidos, sin ayuda de instrumentos— no
va implicar la adopción de la inducción ingenua como ocurría en el Positivismo clásico.
En este sentido, algunos de los representantes del Empirismo lógico, entre los que cabe destacar a Carl
Hempel, defendieron el denominado inductivismo crítico. Su propuesta ilustra claramente cómo se aplicaron las
herramientas de la lógica para reconstruir y analizar las distintas instancias de la investigación científica. Al
aplicar la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación —a saber, la distinción entre
el proceso de generación de nuevas hipótesis (en el cual es posible reconocer factores psicológicos, sociológicos,
etc., que intervienen en la generación y surgimiento de una idea o hipótesis) y el proceso de testeo y validación
de las hipótesis ya formuladas—, los inductivistas críticos (también llamados confirmacionistas) determinaron
cuál era el papel de la inducción en cada uno de los contextos, intentando así resolver las críticas señaladas al
uso de ese razonamiento en el contexto de la ciencia. Veamos.

Descubrimiento: ¿inducción o invención de conjeturas?

Los inductivistas críticos se pronunciaron en contra de la creencia extendida en el positivismo clásico


(inductivismo estrecho) según la cual los argumentos inductivos son empleados en la generación de hipótesis, es
decir, en la instancia en que se busca producir una respuesta para el problema científico que se investiga
(instancia que se conoce como contexto de descubrimiento). Como vimos ya, según la posición que corresponde
a un inductivismo ingenuo, la investigación científica ideal comienza con la observación de casos particulares,
estos se registran en enunciados singulares observacionales y luego, a partir de ellos y mediante la
generalización inductiva, se infiere la hipótesis.
Pero, para Hempel, la idea de que la investigación científica parte de la observación y la generalización
inductiva para generar hipótesis no es sostenible por dos razones: la primera se relaciona con uno de los
argumentos contra la inducción mencionados previamente; se trata de la afirmación según la cual para hacer
observaciones es necesario contar con un criterio que determine qué es lo que será relevante observar. De no ser
así, deberían registrarse infinitos hechos, la mayoría de los cuales serían inútiles para la investigación. Tener un
criterio que sirva para determinar qué debe observarse presupone que ya se tenga una hipótesis. Por lo tanto, las
hipótesis no se derivan de las observaciones, sino que éstas dependen de aquellas.
La segunda razón es que si las hipótesis se derivaran inductivamente a partir de enunciados observacionales
que dan cuenta de casos particulares constatados, no existirían hipótesis con términos teóricos —esto es,
términos que refieren a cosas a las que se accede de modo indirecto, por medio de instrumentos o teorías—.1
Tampoco sería posible establecer legítimamente hipótesis que vayan más allá de lo dado en la experiencia
pasada o presente, capaces de anticipar los acontecimientos del futuro; como señalamos previamente, no podrían
hacer predicciones a partir de ellas. El problema que esto supone —según señalan los inductivistas críticos— es
que, de hecho, la ciencia contiene muchísimas teorías cuyas hipótesis refieren a entidades inobservables —es
decir, a cosas que no son accesibles a la observación del ojo humano, sin ayuda de instrumentos o teorías— y
que no sólo presumen sino consiguen anticipar exitosamente los hechos del futuro.
Entonces, conforme al inductivismo crítico, ¿de dónde provienen los conceptos que no refieren a nada
percibido o que refieren a lo aún no experimentado? La respuesta del inductivismo crítico es que las hipótesis
teóricas —enunciados compuestos por términos teóricos—2 se generan por medio de la imaginación creativa. En
otras palabras: en el marco del contexto de descubrimiento, las hipótesis se inventan para dar cuenta de los
hechos. Contrariamente a lo que proponía el inductivismo ingenuo o estrecho, la generación de hipótesis tiene
lugar sin ninguna intervención de la lógica inductiva ni de la deductiva. Por otro lado, el inductivismo crítico
señala que en lo relativo al contexto de justificación, la inducción sí desempeña un papel decisivo. Veamos esto
en el próximo apartado.

Justificación: la confirmación inductiva de las hipótesis

Como hemos adelantado, los inductivistas críticos adhirieron la afirmación según la cual las hipótesis se
contrastan, esto es, se ponen a prueba, a partir de los enunciados observacionales, es decir, a partir de
enunciados, obtenidos de lo registrado empíricamente, cuyos términos refieren a cosas accesibles de modo
directo por los sentidos.3
No se trata aquí de la inducción como método para alcanzar conocimientos, sino para justificarlos. La idea
es considerar el paso de lo particular a lo universal (la inferencia de lo segundo a partir de lo primero) como

1
Por ejemplo, el término célula es teórico porque sólo si disponemos de microscopios poderosos podemos observar, las células y su
estructura. Asimismo, si se consideran los inicios de la genética, se advierte que cuando se hablaba de genes, no se hacía referencia a nada
que se hubiera podido identificar mediante observaciones, sino que se postulaba este tipo de entidades para explicar los fenómenos que sí
se observaban: la herencia de caracteres de los progenitores a su descendencia.
2
A los enunciados mencionados deben añadirse los enunciados teóricos. En esta concepción se establecía que ellos se caracterizan por la
presencia de vocabulario teórico. Estos contienen al menos un término teórico, es decir, un término referido a alguna cosa que no es
accesible directamente por los sentidos.
3
Los términos observacionales son términos referidos a objetos, propiedades o relaciones accesibles de modo directo por medio de la
experiencia, es decir, por medio de los sentidos. Son ejemplos de este tipo: mono, vaca, balanza, tener rayas, cuello, planeta, ser negro, ser
ácido, ser ruidoso, etc.

1
proceso racional que sirve para justificar hipótesis generales a partir de hechos particulares. Pero, dado que los
hechos particulares abarcan siempre una serie finita de casos, y las hipótesis de la ciencia justificadas a base de
ellos, como enunciados generales, tienen un contenido que excede cualquier serie finita, los resultados
favorables de las contrastaciones no permite inferir con certeza la verdad de las hipótesis. Ciertamente, no es
posible revisar todos los casos mencionados por una hipótesis general o universal.
Por este motivo, Hempel sostiene que las hipótesis empíricas, si bien no puedan ser probadas
concluyentemente (verificarse), sí pueden ser confirmadas, es decir, es posible asignarles un grado de
probabilidad o apoyo inductivo a partir de cada uno de los casos que resultan favorables en sucesivas
contrastaciones. Ciertamente, a partir de los casos particulares, será posible determinar el grado de probabilidad
o apoyo empírico que cabe asignarle a la hipótesis de la investigación. De manera que cada nueva confirmación
incrementará (siempre en ausencia de refutaciones) el grado de probabilidad de la hipótesis puesta a prueba. En
definitiva, esta perspectiva adoptada por Hempel, denominada inductivismo crítico, si bien reconoce que la
inducción desempeña un papel crucial en la justificación de las teorías, considera que los argumentos inductivos
no permiten arribar con certeza a las conclusiones.
Sin entrar en mayores detalles sobre esta cuestión, cabe reparar en que Hempel propuso una estrategia para
estimar un grado de probabilidad, de acuerdo con la cantidad de casos particulares hallados como favorables
para las hipótesis bajo investigación. Es decir, que las hipótesis se considerarían más probables cuanto más
fueran los casos confirmatorios hallados en las contrastaciones realizadas.

Método hipotético-deductivo y el confirmacionismo de Hempel

Las críticas hechas por Hempel a la inducción estrecha suponen el abandono de la idea clásica e intuitiva
del método científico como un proceder inductivo, entendido de la manera en que lo hacen los positivistas
clásicos. Ciertamente, sus críticas al papel de la inducción en la metodología de la ciencia le exigen reformular
el método científico tradicional.
Ahora bien, la reformulación hecha por Hempel del método de la ciencia implica el pasaje de la concepción
del método inductivo en el sentido clásico a la idea del método hipotético-deductivo —y podría agregarse,
inductivo como último paso— Según esta manera de concebir el método científico, toda investigación científica
comienza con el planteo de un problema y con la formulación de una o varias hipótesis que procuren resolverlo.
Luego estas hipótesis deben ser contrastadas del modo más riguroso posible. Es allí donde tiene lugar el control
de las hipótesis desde un punto de vista científico, logrando que las conjeturas mantengan contacto con lo
observable, con la experiencia, y sean más que meras especulaciones. Como afirma Carl Hempel en su libro
Filosofía de la Ciencia Natural:

La objetividad científica queda salvaguardada por el principio de que, en la ciencia, si bien las hipótesis y
teorías pueden ser libremente inventadas y propuestas, sólo pueden ser aceptadas e incorporadas al corpus del
conocimiento científico si resisten la revisión crítica, que comprende, en particular, la comprobación,
mediante cuidadosa observación y experimentación, de las apropiadas implicaciones contrastadoras.

Veamos cómo es este método a partir de un caso célebre de la historia de la ciencia, relatado por el mismo
Hempel, en el libro recién citado, a saber, “El caso de Semmelweis”.

La explicación del caso de Semmelweis desde la metodología hipótetico-deductiva

Reflexionemos ahora sobre el ejemplo presentado por Hempel sobre las investigaciones sobre la
enfermedad puerperal en el Hospital General de Viena: ¿Cómo se inicia la investigación de Semmelweis?

2
Semmelweis tiene un problema: las mujeres de la División donde él trabaja se enferman y mueren con una
frecuencia significativamente mayor que las del resto del Hospital y aún de Viena. Este problema puede ser
formulado como una pregunta: ¿Por qué se produce tan a menudo el contagio de fiebre puerperal en la Primera
División?
El investigador propone entonces diversas respuestas a esta pregunta: respuestas tentativas, que deben ser
puestas a prueba para contrastar su corrección. Podemos precisar la noción de hipótesis en función de las
siguientes tres características:
(i) Una hipótesis científica es un enunciado afirmado o formulado por alguien, una persona de ciencia o una
comunidad científica, en cierto lugar, en ciertas circunstancias y en cierto momento de la historia.
(ii) En el momento en que se propone una hipótesis, para quien la formula, se halla “en estado de
problema”, esto es, ignora su valor de verdad.
(iii) Quien formula la hipótesis, pese a que ésta se encuentra en estado de problema, supone que ella es
verdadera. Admite provisionalmente la verdad del enunciado “para ver qué pasa” en consecuencia. 4
En el caso que relatamos, Semmelweis revisa varias hipótesis. Algunas las descarta porque no le parecen
razonables: por ejemplo, “Las mujeres se enferman porque están hacinadas en las salas de la División Segunda”;
o bien “Las mujeres se enferman porque la dieta que consumen en la División Segunda es inadecuada”. A otras
hipótesis las pone a prueba, “para ver qué pasa”.
Tomemos la hipótesis que dice “las mujeres se enferman por un envenenamiento de la sangre con materia
cadavérica”. Esta hipótesis es la hipótesis de partida de la investigación. Cuando una hipótesis de partida se
constituye en el principio de una teoría, se llama hipótesis fundamental. A partir de esta hipótesis, Semmelweis
infiere que, si la causa de la enfermedad está en el envenenamiento de la sangre con materia cadavérica, si
destruye químicamente la materia cadavérica adherida a las manos de los médicos y practicantes, las mujeres no
enfermarán. Las nuevas hipótesis obtenidas por deducción a partir de una hipótesis de partida reciben el nombre
de hipótesis derivadas. Es posible deducir un gran número de hipótesis derivadas a partir de una hipótesis de
partida, pero sólo algunas serán interesantes o fértiles. ¿A dónde apunta esta derivación de hipótesis? A deducir
uno o más enunciados que puedan ser contrastados con la realidad. ¿Por qué? Porque no basta con sugerir una o
varias soluciones al problema; el científico aspira a describir la realidad del modo más ajustado posible. Para
ello, procura deducir, de una o varias hipótesis derivadas, al menos un enunciado que describa con la mayor
precisión alcanzable un suceso particular, que se produzca en un momento y lugar específicos, y que pueda ser
observado. Llamaremos a estos enunciados consecuencias observacionales.
La hipótesis que deriva Semmelweis dice algo similar a “si todos los estudiantes de medicina se lavan las
manos con una solución que destruya químicamente la materia cadavérica antes de reconocer a las pacientes de
la División Primera del Hospital General de Viena, entonces habrá una disminución significativa en el número
de mujeres de esa División que enfermen de fiebre puerperal en la semana (digamos) del 7 al 15 de octubre de
1846”. Este último enunciado es una consecuencia observacional porque expresa un hecho observable, situado
en el espacio y el tiempo. Observe que hasta aquí nos mantuvimos en el plano del lenguaje: enunciamos un
problema, formulamos hipótesis de partida, dedujimos hipótesis derivadas y también consecuencias
observacionales.
Pero, para poner a prueba estas proposiciones, debemos ahora recurrir a la experiencia: realizar
observaciones, que podrán ser espontáneas (de aquello que sucede sin intervención del investigador) o
provocadas, en cuyo caso se hablará de experimentos.
El procedimiento de puesta a prueba de una hipótesis por el cual se deduce de ella una consecuencia
observacional, y luego se compara ésta con la realidad mediante una observación o un experimento recibe el
nombre de contrastación. Ahora bien, una vez efectuada la observación o el experimento, pueden suceder cosas:

4
Klimovsky, G. Las desventuras del conocimiento científico. (1994) Bs.As.: A-Z, p.134.

3
a. Que la observación ratifique lo afirmado en la consecuencia observacional.
b. Que la observación contradiga lo afirmado en la consecuencia observacional.
En nuestro ejemplo, puede suceder que:
a. Disminuya el número de mujeres enfermas en la División Primera.
b. Que el número de casos de fiebre puerperal o bien se mantenga constante o bien aumente.
Veamos qué sucede en el caso de que ocurra b. Partimos de una hipótesis (HF) que consideramos verdadera,
y afirmamos que de ella se sigue una consecuencia observacional (CO). Pero la contrastación empírica nos
mostró que la consecuencia observacional era falsa. Por lo tanto, si dedujimos correctamente, se sigue que la
hipótesis de partida también era falsa. La forma de este razonamiento es:

Si HF entonces CO
No CO
-----------------------------
Por lo tanto, no HF

Esta forma corresponde a un razonamiento válido, y recibe el nombre de Modus Tollens. Si una forma de
razonamiento es válida, todos los razonamientos que tengan esa forma también lo serán. ¿Qué dice este
razonamiento? Que si hay cierta consecuencia que se deriva de una hipótesis fundamental (Si HF entonces CO),
y esa consecuencia observacional deducida a partir de una hipótesis fundamental no se da (no CO), entonces la
hipótesis original tampoco se da (no HF). Decimos entonces que la hipótesis ha quedado refutada, es decir, que
la hipótesis resulta ser falsa. Este es el caso de la hipótesis que Semmelweis estaba contrastando: el número de
mujeres que contraían la fiebre puerperal no disminuyó luego de que dejaran de ver al sacerdote, y por lo tanto
Semmelweis abandonó esa hipótesis.
Pero ¿qué sucede en el caso de que ocurra a); es decir, cuando la observación efectuada coincide con la
situación descripta en la consecuencia observacional? La forma del razonamiento es ahora la siguiente:

Si HF entonces CO
CO
---------------------------
Por lo tanto, HF

Pero ésta no es una forma de razonamiento válida. Por el contrario, se trata de un caso de la Falacia de
afirmación del consecuente. ¿Qué significa esto? Pues que el hecho de que una consecuencia observacional sea
verdadera —que se verifique— no garantiza nada acerca de la verdad de la hipótesis de la que partimos. Un
razonamiento inválido puede tener premisas verdaderas y conclusión falsa; de modo que el hecho de que CO
haya sido deducida de HF, y que CO resulte verdadera no nos da ninguna información sobre el valor de verdad
de HF.
Esta disparidad entre lo que sucede con la contrastación de hipótesis cuando ellas son refutadas y cuando
ellas son verificadas es lo que se conoce con el nombre de “asimetría de la verificación y refutación”. Frente a
ello, no obstante, Hempel sostiene lo siguiente:

La advertencia de que un resultado favorable en todas cuantas contrastaciones hagamos no proporciona una
prueba concluyente de una hipótesis no debe inducirnos a pensar que después de haber sometido una hipótesis
a una serie de contrastaciones, siempre con resultado favorable, no estamos en una situación más satisfactoria
que si no la hubiéramos contrastado en absoluto.

4
Como indicamos anteriormente, Hempel sostiene que una consecuencia observacional, aunque no “verifica”, sí
“confirma” una hipótesis. Con ello quiere expresar la idea de que la contrastación favorable de una consecuencia
observacional no hace verdadera a la hipótesis —no la “verifica”— sino que incrementa la probabilidad de que
la hipótesis sea verdadera. Así él sostiene:

Una serie de resultados favorables obtenidos contrastando distintas implicaciones contrastadoras […] de una
hipótesis, muestra que, en lo concerniente a esas implicaciones concretas, la hipótesis ha sido confirmada; y si
bien este resultado no supone una prueba completa de la hipótesis, al menos le confiere algún apoyo, una
cierta corroboración o confirmación parcial de ella. El grado de esta confirmación dependerá de diversos
aspectos de la hipótesis y de los datos de la contrastación.

Es decir, que las predicciones exitosas si bien no hacen a una hipótesis verdadera, la hacen más probable: ellas la
confirman.
Recordemos que este “confirmacionismo” defendido por Hempel supone una rehabilitación del
inductivismo, aunque reformulado críticamente; es decir, supone el llamado inductivismo crítico. En este
sentido, Hempel sostiene:

Aunque la investigación científica no es inductiva en el sentido estrecho que hemos examinado con algún
detalle, se puede decir que es inductiva en un sentido más amplio, en la medida en que supone la aceptación
de hipótesis sobre la base de datos que no las hacen deductivamente concluyentes, sino que sólo les
proporcionan un “apoyo inductivo” más o menos fuerte, un mayor o menor grado de confirmación. Y las
“reglas de inducción” han de ser concebidas, en cualquier caso, por analogía con las reglas de deducción,
como cánones de validación, más bien que de descubrimiento. Lejos de generar una hipótesis que da cuenta
de los resultados empíricos dados, esas reglas presuponen que están dados, por una parte, los datos empíricos
que forman las “premisas” de la “inferencia inductiva” y, por otra parte, una hipótesis de tanteo que constituye
su “conclusión”. Lo que harían las reglas de inducción sería, entonces, formular criterios de corrección de la
inferencia. Según algunas teorías de la inducción, las reglas determinarían la fuerza del apoyo que los datos
prestan a la hipótesis, y pueden expresar ese apoyo en términos de probabilidades.

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