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El siglo XVII proporcionó dos grandes pedagogos: Juan Amós Comenio (1592 –
1670) y John Locke (1632-1704). Es un siglo que aporta ciertas intuiciones e
innovaciones de teorías pedagógicas y comienza la organización de la institución
escolar. Las inspiraciones acerca de la acción educativa provienen de ideas
sociales y religiosas. Todo esto se pone de manifiesto en el programa y la
didáctica. Los principios pedagógicos se tomaron de dos grandes corrientes
filosóficas de la época: la una de tipo humanista-racionalista –inspirada en el
pensamiento de René Descartes (1596-1650), filósofo francés-- y la otra tiene
una orientación empirista-científica y social –inspirada en el inglés John Locke--
.
Esta corriente filosófica, aplicada al plano pedagógico, afirma que poco sirve el
saber una gran cantidad de nociones sobre las cosas, ser un gran erudito, que
lo que importa es desarrollar la capacidad del “instrumento del saber”, –la razón–
es decir, que hay que enseñar a reflexionar, razonar, conceptualizar, analizar,
relacionar, pensando en el “uso que se hace del saber” para poder aprender los
conocimientos cualesquiera que sean. He oído hablar de una persona que, en la
década de 1950, habiendo acabado con muy buenas calificaciones la carrera de
Derecho, en dos años terminó otra carrera de Letras y, como consecuencia de
una apuesta con un amigo, en los cinco años siguientes culminó la carrera de
Ciencias Químicas. Teniendo las herramientas mentales adecuadas bien
desarrolladas y tiempo, se puede aprender cualquier ciencia con facilidad.
Todo cambió cuando, a mediados del siglo XVIII, llegó el romántico Rousseau
con la propuesta de su teoría de la bondad natural de hombre --“Todo es
perfecto al salir de las manos del hacedor de todas las cosas”; “Dejemos que la
naturaleza buena del niño se desarrolle natural, libre y espontanea”--.
Pedagogos importantes de final del siglo XVIII y del XIX –como Pestalozzi,
Froebel, Herbart, etc.– continuaron el ancho camino abierto por Rousseau
utilizando sus fecundas intuiciones y evitando muchos de sus errores.
Freinet, impactado por la primera guerra mundial en la que intervino, inicia hacia
1920, una labor educativa indagadora, crítica y revolucionaria. “Cuando volví de
la guerra, en 1920, yo no era más que un “glorioso herido” en el pulmón,
debilitado, agotado, incapaz de hablar en clase más de unos minutos”, así se
describe el propio Freinet. Así es maestro de escuela rural; lo que hace no le
gusta, pero no sabe qué hacer, se esfuerza, busca, indaga, reflexiona, …
Utiliza las “clases paseo” por el campo, los alumnos observan al carpintero,
herrero, tejedor. “No examinábamos ya escolarmente a nuestro alrededor la flor
o el insecto, la piedra o el río […] Lo sentíamos con todo nuestro ser, con toda
nuestra sensibilidad […] y recogíamos sus riquezas: fósiles, flores, arcilla, etc.”.
Para Freinet el paseo es la fuente del texto-libre. “Una nueva vida penetraba en
nuestras clases. Habíamos restablecido el circuito: el texto-libre se volvía una
página de vida, que se comunicaba a los padres y se transmitía a todos […]
Teníamos allí la poderosa motivación que iba a aguijonear la expresión libre en
nuestros alumnos” (Freinet, 1970).
El imaginario colectivo piensa que para que eso tenga lugar es necesario que
dentro del aula haya orden y silencio. Conocí un director que paseaba a un
visitante por los pasillos del colegio y explicaba cuánto se trabajaba en él
indicando el silencio que había, solo interrumpido por la voz de algún maestro de
matemáticas entusiasta que, colocado en medio de la tarima delante de los
estudiantes callados exclamaba: “¿Ven estudiantes? Como queríamos demos-
trar”.
El profesor explicador
Los padres piensan que lo que tiene que hacer el profesor es enseñar a los
estudiantes y para ello debe ¡explicar bien a lección cuantas veces sea
necesario! “El profesor que explica bien la lección, es un buen profesor”, se dice.
Hay docentes que creen que por explicar mucho y bien, todos los estudiantes
han aprendido; la lección está dada y el programa cumplido. Si s eles pregunta:
¿Pero han aprendido los estudiantes con la explicación impartida? El docente
contesta: “Ese no es mi problema; yo ya expliqué la lección. Ahora son ellos los
que la tienen que estudiar”.
Pero ¿Ud. a qué va a clase a explicar la lección o a hacer que los estudiantes
aprendan?
Harland (2012, p. 65) dice que, “las clases magistrales son un buen lugar para
escuchar”, pero no para aprender. En toda clase magistral siempre hay
estudiantes que descansan y se distraen y otros que siguen atentos la
explicación.
Tras 25 años de utilización hay pocas evidencias de que un power point sirva
para mejorar el aprendizaje. La síntesis o resumen de la información en un power
point, lleva a una comprensión incompleta del contenido si se compara con otro
tipo de comunicación: análisis de un texto, de un artículo científico, de un
documental, de una conferencia magistral, de una película, de una mesa
redonda, etc. Se produce el “envenenamiento de los estudiantes con power
point”, como dice Tufte, (2003). La utilización del power point es como una droga
que “crea adición”. Habría que poner una advertencia de tipo farmacéutico:
“Utilícese con precaución”. Sucede algo diferente cuando el estudiante es quien
prepara el power point para realizar la exposición de un tema. Eso es valioso
porque implica sintetizar los contenidos que quiere exponer.
Ander-Egg (1999, p. 14) define el taller: como “un lugar donde se trabaja, se
elabora y se transforma algo para ser utilizado”. Como espacio de reunión y
creación, ya sea el de un mecánico, cambiando, intercambiando y limpiando
piezas de automóviles; el de un ceramista, que con sus manos y un torno crea
hermosos diseños de un bloque de pasta inanimada; el de un carpintero, que
cincela la madera para obtener de ellas hermosas volutas y flores; el de un
artesano joyero engarzando minúsculas piedras preciosas; el de una modista,
cosiendo parte por parte el vestido soñado de una novia enamorada; todos ellos
deben hacerse de artillería pesada. Se puede conseguir copioso material
bibliográfico y otras herramientas para dar vida al taller (Ander-Egg, 1999, p. 12).
Dewey (2004, p. 25), que ha sido el autor que ha puesto los fundamentos de la
educación experiencial, afirma que “no todo aprendizaje, aunque venga a través
de la experiencia, es auténtico y educativo”. La validez de la experiencia no está
en la calidad de la experiencia en sí misma, sino en el valor que le da el aprendiz
que experimenta. Si una experiencia no es examinada y reflexionada, carece de
valor educativo; solo cuando una experiencia ha sido reflexionada y valorada
adquiere este valor. “La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces
con lo que te sucede”, decía Aldous Huxley.
No se puede hablar de “experiencias valiosas”, ya que lo que hace valiosa una
experiencia es el conocimiento intelectual y emocional que siguió al proceso de
reflexión sobre la experiencia. El aprendizaje experiencial-reflexivo no se sigue
de una experiencia positiva o negativa, sino de la reflexión efectiva que realiza
el aprendiz sobre la experiencia.
✓ En la clase hay personas y que es muy probable que en esa clase haya
uno o varios estudiantes que son mejores personas que yo, como docente.
✓ Es probable que haya uno o varios estudiantes más inteligente que yo que
soy el docente.
✓ Puede haber un o varios estudiantes que estén esperando una palabra
mía, exacta y adecuada, que les ayude a cambiar de trayectoria en la vida (Luri,
2019).
✓ 5 minutos de motivación,
✓ 5 minutos de conflicto cognitivo,
✓ 10 minutos de problematización
✓ 15 minutos de explicación
✓ 20 minutos de trabajo en grupo
✓ 20 minutos de explicación y puesta en común.
✓ 10 minutos de evaluación.
A final del siglo XIX se descubrió que muchas enfermedades las producían los
virus; los recién nacidos se colocaban aislados, sin relación con quien los pudiera
contagiar con los virus; horario estricto, limpieza, higiene, asepsia total, alimento
medido y dosificado, crianza de los hijos lejos de la madre (los puede
contaminar); era la máxima perfección tecnológica de la ciencia médica.
La consecuencia fue que los niños no se desarrollaban y morían más que los
que estaban con sus madres y en un ambiente de relación, entre ruidos
humanos, los rayos del sol, el frío y el calor, las flores, los animales…
¡A ese juego yo no quiero jugar!, dicen los niños, “y me están haciendo jugar
durante 6 horas al día”.
CONCLUSIONES
Tengo un sueño y hago votos para que llegue algún día en el Perú en que
podamos mirar el horizonte de la educación y podamos ver el arco iris.
REFERENCIAS
De Comenio es esta frase maravillosa: "Se enseña a los niños a repetir palabras
y conjugaciones latinas memorizadas, pero no se les enseña a pensar. ¿Si uno
no puede pensar bien, cómo pueden aprender o entender un asunto dado?".
Comenius definió la educación como “el arte de hacer germinar las semillas
interiores que se desarrollan no por incubación sino cuando se estimulan con
oportunas experiencias, suficientemente variadas y ricas y sentidas siempre
como nuevas, incluso por quién la enseña”. Concibe la educación como un
sistema donde el niño y el sujeto del acto educativo es el centro de la atención.
En su Didáctica Magna, Juan Amós Comenio, enuncia así los capítulos: Capít.
VI: "Si una persona quiere llegar a realizarse como persona debe formarse".
Capít. IX: “Se debe reunir en las escuelas a toda la juventud de uno y otro sexo".
Capít. X: “La enseñanza en las escuelas debe ser universal". Capít. XI: "Hasta
ahora hemos carecido de escuelas que respondan perfectamente a su fin".
Capít. XXXIII: "De los requisitos necesarios para comenzar la práctica del
método universal" y Capít. XXVII: "De la división de las escuelas en cuatro
especies conforme a la edad y aprovechamiento".
Juan Amós Comenio presenta los requisitos esenciales para aprender y para
enseñar, proponiendo nueve fundamentos que se encuentran en la naturaleza.
He adaptado su lenguaje a los tiempos presentes para su mejor comprensión.
Son los siguientes:
En sus publicaciones, Comenio siguió dos trayectorias: unas son teóricas y otras
prácticas. Entre las obras teóricas está la Didáctica Magna. Siguiendo el principio
de que, las palabras nunca deben aprenderse separadas de las cosas, Comenio
publicó en 1658 la obra Orbis sensualium pictus –El mundo dibujado--. Es el
primer libro pedagógico ilustrado. Es la obra de mayor difusión por la novedad
de presentar dibujos y que más tarde se repitió en todos los manuales. El Orbis
sensualium pictus, pretende enseñar a través de los ojos, palabras, vocales,
consonantes, etc. apoyándose en figuras e imágenes.
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