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Publicado por
Charles Bally y Albert Sechehaye
Alianza
Editorial
"{ilUlo original:
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La mducción dI: Amado Alonso ha sido cedida por Editorial Losada, S. A. jNDICE
-
INTRODUCCiÓN
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Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un que las vinculaciones consagradas por la lengua son las únic:ls que nos
concepto y una imagen acústica I [130]. La imagen acústica no es el so- aparecen conformes con la realidad, y descartamos cualquier otra que se
nido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica [131], la pudiera imaginar [132].
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentiJos; esa Esta definición plamea una importante cuestión de terminología
imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla «material» es solamente en [133]. Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen
este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el conct:pto, acústica: pero en el uso corriente este término designa generalmente la
generalmente más abstracto. imagen acústica sola, por ejemplo, una palabra (arbor, etc.). Se olvida que
El carácter psíquico de nuestras im~genes acústicas aparece clara- si llamamos signo a arbor no es más que gracias a que conlleva el con-
mente cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios cepto «árbol», de tal manera que la idea de la parte sensorial implica la del
ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitamos mental- conjunto.
mente un poema. Y porque las palabras de la lengua materna son para La ambigüedad desaparecería si designara mas las tres nociones aquí
nosotros imágenes acústicas, hay que evitar el hablar de los <tfonemas» de presenres por medio de nombres que se relacionen recíprocamente al mis-
que están compuestas. Este término, que implica una idea de acción vo- mo tiempo que se opongan. Y proponemos conservar la palabra signo
cal, no puede convenir más que a las palabras habladas, a la realización para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica res-
de la imagen intc:rior en el discurso. Hablando de sonidos y de sílabas pectivamente con significado y significante; estos dos últimos términos
de una palabra, evitaremos el equívoco, con [al que nos acordemos de que tienen la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre ellos
se [rata de la imagen "acústica. dos, sea del total de que forman parte. En cuanto al término signo, si nos
El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras, que contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la lengua usual cualquier
'puede represeiuarse por la siguiente figura: orro, no sabemos con qué reemplazarlo [134].
El signo lingüístico así definido posee dos caracteres primordiales. Al
enunciarlos vamos a proponer los principios mismos de todo estudio de
este orden.
Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recí- El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien,
procamente. Ya sea que busquemos el sentido de la palabra latina arbor puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un
o la palabra con que el latín designa el concepto de «árboll>, es evidente significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo
lingüístico es arbitrario [136].
Así, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la
1t~1'''¡, secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría estar repre.
sentada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sir-
van de prueba las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de
lenguas diferentes: el significado «buey» tiene por significante bwéj a un
lado de la frontera franco-española y bol (bae,,!) al arra. y al lado de
I El término de imagen acústica parecerá quizá demasiado estrecho, pues junto la frontera francogermana es aks (Ochs) [137].
a la representaci6n de los sonidos de una palabra está también la de su articulación, El principio de lo arbitrario del signo no está contradicho por nadie;
la imagen muscular del acto fonatorio. Pero para F. de Saussure la lengua es esen-
cialmente un dep6sito, una cosa recibida de fut:ra (ver pág. 78). La imagen acústica pero suele ser más fácil descubrir una verdad que asignarle el puesto que
es, por excekncia, la representaci6n natural de la palabra, en cuanto hecho de lengua le toca. El principio arriba enunciado domina toda la lingüística de la len-
virtual, fuera de toda realización por el habla. El aspecto motor puede, pues, quedar gua; sus consecuencias son innumerables. Es verdad que no todas apa-
sobreentendido"o en todo caso no ocupar más que un lugar subordinado con relación
recen a la primera ojeada con igual evidencia; hay que darles muchas
a la imagen acústica. (B. y S.)
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\t\leltas para descubrir esas consecuencias y, con ellas, la importancia pri. mejor, la que se les atribuye, es un resultado fortuito de la evolución
mordial del principio [138J. fonética.
Una obscf\'.\ción de p.1SO: cU;1I1dotI semiología esté organizada se En cuanto a bs onomatopeyas auténticas (las del tipo glu-glu, tic.fac,
tendrá que averiguar si los moJos de expresión que se basan en signos etcétera), no solamente son escasas, sino que su elección ya es arbitraria en
enternmente naturales -como la pantomim;\- le pertenecen de den:. cien:.1 medida, porque no son m;Ís que la imitación aproximada y ya medio
-
cho [139], Suponiendo que la semiologb los :lcoja, su principolI objetivo no convencional de ciertos ruidos (cfr. francés OUDOfl" y alemán wauwau,
por eso dejará de ser el conjunto de sistem;lS fundados en lo ;lrbitnlrio del cspJ.ñol guau guau)~. Además, una vez introducid:ls en la lengua, quedan
signo. En efecto, todo medio de expresión recibido de una sociedad se más o menos engranadas en la evolución fonética, morfológica, cte., que
apoya en principio en un hábito colectivo o, lo que viene a ser lo mismo, en sufren las otras palabras (efe. pigeol1, del latín vulgar pipio, derivado de
la convención. Los signos de COf[C:iÍ<l, por ejemplo, dorildos con frecuencia una onomacopeya): prueba evidente de que ha perdido algo de su carácter
de cierra expresividad n~lttlral (piénsese en los chinos que saludan a su primero para adquirir el del signo lingüístico en general, que es inmo.
emperador prosternándose nue\'e veces hasta el suelo), no están menos rivado.
fijados por una regla; es•• regl •• es la que oblig~l a emplearlos, no su valor 2..1 Las exclamaciones [143], muy vecinas de las onomatopeyas, dan
intrínseco. Se puede, pues, decir que los signos enrcram~nte arbitrarios lugar a observaciones análogas y no son más peligrosas para nuestra
son los que mejor realizan el ideal del procedimiento semiológico; por eso tesis. Se tiene In tentación de ver en ellas expresiones espontáneas de la
.la lengua, el más compl~jo y el más extendido de los sistemas de expre- rC;llidad, dic[:Idas como por la naturaleza. Pero para la mayor parte de
sión, es también el más característico de (Odas; en este sentido la lingüís. ellas se puede negar que haya un vínculo necesario entre el significado y
tica puede erigirse en el modelo general ~e toda semiología, aunque la el significante. Basta con comparar dos lenguas en este terreno para ver
lengua no sea más que un sistema pó.lrticu1<u. cuánto varían estas expresiones de idioma a idioma (por ejemplo, al fran-
Se ha utilizado la pabbr~l símbolo para designar el signo lingüístico, cés die! español ¡ay.', corresponde el alemán au!). Y ya se sabe que mu-
o, ri,ás exactamente, lo que nosotros llam ••mos el significame. Pero hay chas exclamaciones COmenzaron por ser palabras con sentido determinado
(cfr. fe. diable!, mordieu.' = mort Dieu, etc.).
inconvenientes par:J :Jdmitirlo, jusu.meme a causa de nuestro primer prin.
cipio. El símbolo tiene por car:ícter no ser nunca completamente arbi-
trario; no está vacío: hay un rudimento de vínculo natural entre el signi.
En resumen, las onomawpeyas y las exclamaciones son de importan.
cia secundaria, r su origen simbólico es en parte dudoso.
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ficante y el significado. El símbolo de la justicia, la balanza, no podría ••y . ~ ~~:-'.',
.,(./ ......' ....
reemplazarse por otro objeto cualquiera, un carro, por ejemplo [140].
La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe dJr ~ 3. Segundo principio: Carácter lineal del significante [144]
idea de que el significante depende de la libre elección del hablante (ya
veremos luego que no está en manos del individuo el cambiar nada en un El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el
signo una vez establecido por un grupo lingüístico); queremos decir que tiempo únicamente y tiene los caracteres que loma del tiempo: a) repre-
es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual unta una extensión, y b) esa extensión es mensurable en una sola di-
no guarda en la realidad ningún lazo namral [141]. mensión; es una línea [145].
Señalemos, para terminar, dos objeciones que se podrían hacer a este Este principio es evidente, pero parece que siempre se ha desdeñado
primer principio: el enunciarlo, sin duda porque se le ha encontrado demasiado simple; sin
1.:1. Se podría uno apoyar en las onomatopeyas [142] para decir que embargo, es fundamental y sus consecuencias son incalculables: su impor-
la elección del significante no siempre es arbitraria. Pero las onomatopeyas rancia es igual a la de la primera ley. Todo el mecanismo de la lengua
nunca son elementos orgánicos de un sistcma lingüístico. Su número es, depende de ese hecho (ver pág. 197). Por oposición a los significantes
por 10 demás, mucho menor de lo que se crec. Palabras francesas como ..•.
isu;lles (señales marítimas, por ejemplo), que pueden ofrecer complica.
fouet «látigo» o glas <~doblar de campanas» pueden impresionar a ciertos ciones simultáneas en varias dimensiones, los significantes acústicos no
oídos por una sonoridad sugestiva; pero para ver que no tienen tal carác-
ter desde su origen, basta recordar sus formas latinas (fouá deriva de ~ [Nuestro sentido onomaropeYlco reproduce el cama del gaUo con quiqumquí,
¡agus «haya», glas es classicum); la cualidad de sus sonidos actuales', o; d de los franceses coquerico (kókrikó), el de los ingleses cock.Q-dood/e-do. A. A.]
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disponen más que de la línea del tiempo; sus elementos se presentan uno '0'_', d Dlt L3._~~ ,.;..,¡. :,.
tras otro; forman una cadena. Este carácter se destaca inmediatamente
cuando los representamos por medio de la escritura, en donde la sucesi6n
en el tiempo es sustituida por la línea espacial de los signos gráficos.
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En. ciertos casos, no se nos aparece con evidencia. Si, por ejemplo, - "8~L t~"~~~';.'.\f.,¿j;.:
acentúo una sílaba, parecería que acumulo en un mismo punto elementos
significativos diferentes. Pero es una il:Jsi6n; la sílaba y su acento no cons-
tituyen más que un acto fonatorio; no hay dualidad en el interior de este
acto, sino tan sólo oposiciones diversas con lo que está a su lado (ver sobre
esto págs. 204 y ss.).
~ 1. Inmutabilidad [146]
cas, es verdad que lo podernos imaginar, pero jamás ha sido comprobado. 1. El carácter arbitrario del signo.-Ya hemos visto.cómo el carác-
La idea de que así es como pudieron ocurrir los hechos nos es sugc.rida por ter arbitrario .del signo nos oblig3 a ndmirir la posibilidad teórica del
nuestro sentimiento tan vivo de lo arbitrario del signo.
cambio; y si profundizamos, veremos que de hecho lo arbitrario mismo del
De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de signo pone a la lengua al <lbrigo de toda [ent.lliva que pueda modificarla.
otro modo que como un producto heredado oc las generaciones preceden. La masa, aunque fuera mri"s consciente de lo que es, no podría discutirla.
tes y que hay que tomar [al cual es. Esta es la nlzón de que la cuestión del Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una
origen del lenguaje no tenga la importancia que se le atribuye general. norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogámica
mente [147]. Ni siquiera es cuestión que se deba plantear; el único objeto del matrimonio es más razonJble que la poligámica y hacer valer las razo-
real de la lingüística es la vida normal y regular de una lengua ya consti- nes para una u otra. Se podría t.lmbi¿n discutir un sistema de símbolos,
tuida. Un estado de lengua dado siempre es el producto de factores histó- porque el símbolo gUJrda un:l relación racional con la cosa significada (ver
ricos, }' esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, página 140); pero en cuanto a la lengua, sistema de signos arbitrarios, esa
es decir, por qué resiste toda sustitución arbitraria.
base falta, y con ella desaparece todo terreno sólido de discusiónj no hay
Pero decir que la lengua es una herencia no explica nada si no se va motivo alguno para preferir sceur a siSler o a hafltdffd, Ochs a bceuj o a
más lejos. ¿No se pueden modificar de un momento a otro leyes existentes buey, etc.
y heredadas? •
2. La multitud de signos necesarios {Jelra constituir cualquier lell-
Esta objeción nos .1Ieva a situar la lengua en su marco social y a plan- gua.-Las repercusiones de este hecho son considerables. Un sistema de
tear "la cuestión como se plantearía para las otras institucionc. sociales. escritura compuesto de veinte a cuarema lctras puede en rigor reempla.
¿Cómo se transmiten las instiwciones? He aquí la cuestión más general que zarSe por otro. Lo mismo sucedería con la lengua si encerrara un número
envuelve la de la inmutabilidad. Tenemos, primero, que apreciar el más o limitado de elementos; pero los signos lingüísticos son innumerables.
el menos de libertad de que disfrutan las otras instituciones, y veremos 3. El carácter demasiado completo del sútema.-Una lengua cons-
entonces que para cada una de ellas hay un balanceo diferente entre la tituye un sistema. Si, como luego veremos, éste es el lado por el cual la
tradición impues~a y la acción libre de la sociedad. En seguida estudiare. lengua no es completamente arbitraria y donde impera una razón relati.
mas por qué, en una categoría dada, los factores del orden primero son va, también es éste el punto donde se manifiesta la incompetencia de la
más o menos poderosos que los del otro. Por último, volviendo a la lengua, masa para transformarla., Pues este sistema es un mecanismo complejo, y
nos preguntamos por qué el factor histórico de la transmisión la domina no se le puede comprender más que por la reflexión; hasta los que hacen
enteramente excluyendo todo cambio lingüístico general y súbito. de él un uso cotidiano lo ignoran profundamente. No se podda concebir un
Para responder a esta cuestión se podrán hacer valer muchos argu. cambio semejante más que con la intervención de especialistas, gramáti-
mentas y decir, por ejemplo, que las modificaciones de la lengua no están cos, lógicos, etc.; pcro la experiencia demuestra que hasta ahora las inje-
ligadas a la sucesión de generaciones que, lejos de superponerse unas a rencias de esta Índole no han tenido éxito alguno.
otras como los cajones de un mueble, se mezclan, se interpenetran, y cada 4. La resistencia de /a inercia colectiva el toda imlOvación lingüís-
una contiene individuos de todas las edades. Habrá que recordar la suma tica. - La lengua -y esta consideración prevalece sobre todas las de.
de esfuerzos que: exige el aprendizaje de la lengua materna, para llegar a más- es en cada instante tarea de todo el mundo; extendida por una
la conclusión de la imposibilidad de un cambio general. Se ailadirá que la masa y manejada por ella, la lengua es una cosa de que todos los indi-
reflexión no interviene en la práctica de un idioma¡ que los sujetos son, en vidUl;>sse sirven a lo largo del dí;] entero [148]. En este punto no se puede
gran medida, inconscientes de las leyes de la lengua¡ y si no se dan cuenta establecer ninguna comparación entre ella y las otras instituciones. Las
de ellas ¿cómo ván a poder modificarlas? y aunque fueran conscientes, prescripciones de un código, los ritos de una religión, las señales maríti-
tendríamos que. recordar que los hechos lingüísticos apenas provocan la mas, etc., nunca ocupan más que cierto número de individuos a la vez y
crftica, en el sentido de que cada pueblo está generalmente satísfecho de durante un tiempo limitado; de la lengua, por el contrario, cada cual par-
la lengua que ha recibido.
ticipa en todo tiempo, y por eso la lengua sufre sin cesar la influencia de
Estas consideraciones son importantes, pero no son específicas; prt:- todos. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad de una revo-
ferimos las siguientes, más esenciales, más directas, de las cuales depen- lución. La lengua es de todas las instituciones sodales la que menos presa
den todas las otras.
ofrece a las iniciativas. La lengua forma cuerpo Con la vida de la masa
,
l. - ......-
1 ~.
146 Principios generales 2. Inmutabilidad y mutabilidad de! signo 147
social, y la masa. siendo naturalmente inerte, aparece ante todo como un cuales fueren los"factores de alteración, ya obren aisladamenre o combi-
factor de conservación. nados, siempre conducen a 'un desplazamiento de /a re/ación entre el signi-
Sin embargo, no basta con decir que la lengua es un producto de ficado y el significante [154].
fuerzas sodales para que se vea claramente que no es librc¡ acordándonos Veamos algunos ejemplos. El latín necare «(matan> se ha hecho en
de que siempre es herencia de una época precedente, hay que añadir que en.
francés noyer «al"ogat~'y:: tspañol anegar. Han cambiado tamo la ima-
esas fuerzas sociales actúan en función del tiempo. Si la lengua tiene ca- gen acústica como el concepto; pero es inútil distinguir las dos panes del
rácter de fijeza, no es sólo porque esté ligada a la gravitación de la colee- fenómeno; basta con consignar globalmente que el vínculo entre la idea y
tividad, sino también porque está situada en el tiempo. Estos dos hechos el signo [155] se ha relajado y que ha habido un desplazamiento en su
son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado pone en relación.
jaque a la' libertad de elegir. Decimos hombre y perro porque. antes que Si en lugar de comparar el necare del latín clásico con el francés
nosotros se ha dicho hombre y perro [149]. Eso no impide que haya noyer, se le opone a lH:care del ladn vulgar de los siglos IV o V, ya con la
en el fenómeno [Otal un vínculo enrre esos dos factores anrinómicos: significación de «ahogar), el caso es un poco diferente; pero también aquí,
la convención arbiuaria, en virrud de la cual es libre la elección, y el aunque no haya alteración apreciable de~ significante, hay desplazamiento
dempo, gracias al cual la elección se halla ya fijada. Precisameme porque de la relación entre idea y signo.
el signo es arbirrario no conoce orra ley que la de la tradición, y precisa- El amiguo alemán drilleil «(el tercio» se ha hecho en alemán moderno
menrc por fundarse en la tradición puede ser arbitrario [150]. Drittel. En este caso, aunque el concepto no se haya alterado, la relación
se ha cambiauo tIe dos maneras; el significante. se ha modificado no.•só~o en
su aspecto material, ~ino también en su forma gramadcal: ya no_implica
~ 2. Mutabilidad. [151] .la idea de Teil «parte»; ya es una palabra simple. De una manera o de otra,
siempre hay desplazamiento de la relación.
El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, En anglosajón la forma preliteraria lot «pie» siguió siendo lót (inglés
en. apariencia contradictorio con el primero: el de alterar más o menos moderno loot), mientras que su plural *Ióti «pies) se hizo let (inglés mo-
rápidamente 'los signos lingüísticos. de modo que, en cieno sentido) se derno leet). Sean cuales fueren las alteraciones que supone, una cosa es
puede hablar a la vez de la inmutabilidad y de la mutabilidad del sig- cierta: ha habido desplazamiento de la relación; han surgido otras corres-
no' [152]. pondencias entre la ma teria fónica y la idea [156].
En último análisis, ambos hechos son solidarios: el signo está en con- Una lengua es radicalmeme incapaz de defenderse contra los facrores
diciones de alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda altera. que desplazan minuto tras minuto la relación entre significado y signifi-
ción es la persistencia de la materia vieja; la infidelidad al pasado sólo es cante. Es una de las consecuencias de lo arbitrario del signo.
relativa. Por eso el principio de alteración se funda en el principio de Las otras instituciones humanas -las costumbres, las leyes, erc.-
continuidad. están todas fundadas, en grados diversos, en la relación natural entre las
La alteración en el tiempo adquiere formas diversas, cada una de las cosas; en ellas hay una acomodación necesaria entre los medios empleados
cuales daría materia para un importante capítulo de lingüística [153]. Sin y los fines perseguidos. Ni siquiera la moda que fija nuestra manera de
entrar en detalles, he aquí lo más imponante de destacar. Por de pronto vestir es enteramente arbitraria; no se puede apartar más allá de ciertos
no nos equivoquemos sobre el sentido dado aquí a la palabra alteración, límites de las condiciones dictadas por el cuerpo humano. La lengua, por
Esta palabra podría hacer creer que se trata especialmente "de ..cambios el contrario, no está limitada por nada en la elección de sus medios, pues
fonéticos sufridos por el significante, o bien de cambios de sentido que no se adivina qué sería lo que impidiera asociar una idea cualquiera con,
atañen al concepto significado. Tal perspectiva sería insuficiente. Sean una secuencia cualquiera de sonidos [157].
Para hacer ver bien que la lengua es pura insrÍtución, Whitney ha
I Seria injusto reprochar a F. de Saussure el ser inconsecuente o parad6jico por insistido con toda razón en el carácter arbitrario de los signos [158]; Y con
atribuir a la lengua dos cualidades contradictorias. Por la oposición de: los términos eso ha situado la lingüística en su eje verdadero. Pero Whitney no llegó
que hieran la imaginación, F. de Saussure quiso solamente subrayar esta verdad:
que la lengua se transforma sin que los sujetos hablantes puedan transformarla. Se hasta el fin y no vio que ese carácter arbitrario separa radicalmente a la
puede decir también que la lengua es intangible, pero no inalterable. (B. y S.) lengua de todas las demás instituciones. Se ve bien por la manera en que
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•.._--,-_ ...-_.,,------_._,.,.,
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148
Principios gener.1/es
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. --------------------- 2. Inmutabilidad 1. mutabilidad de! signo 149
hace falta, pues, añadir a nuestro primer esquema un signo que indique la
marcha del tiempo:
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