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Módulo I: Familia
Sesiones: de la11 a la 12
Virginia Satir (26 de junio de 1916 - 10 de septiembre de 1988) fue una notable
autora y trabajadora social, psicoterapeuta estadounidense, conocida especialmente
por su enfoque de terapia familiar.
La terapia establecida por Virginia Satir se ubica dentro del enfoque de terapias
experienciales, que describen a la familia como el lugar para compartir experiencias.
Este enfoque sostiene que las familias funcionales fomentan una amplia variedad de
experiencias y la libertad a sus miembros de ser ellos mismos. Según este corriente
la negación de los impulsos y la suspensión de los sentimientos son las raíces de los
problemas familiares.
Este proceso es facilitado por el terapeuta familiar que cataliza el cambio utilizando el
impacto personal, de allí la importancia de su genuinidad.
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LA AUTOESTIMA: Los
sentimientos e ideas que la
persona tiene sobre sí misma.
En cada familia cada persona tiene una valoración
de sí mismo, positiva o negativa; la cuestión es,
¿cuál de las dos?
REGLAS QUE RIGEN LA VIDA FAMILIAR: Las normas utilizadas por las
personas para actuar y sentir. Cada persona sigue reglas; la cuestión es, ¿qué
clase de reglas, y cómo funcionan para ella?
La autoestima
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Patrones de comunicación
Por otra parte, Virginia Satir dice que la forma como la familia resuelve la
comunicación es reflejo de la autoestima de los miembros de la familia. Así en una
familia donde existe una baja autoestima generalizada, el temor a exponer las áreas
de vulnerabilidad, o de experimentar la pérdida del amor, impide una comunicación
clara de las emociones o cuestionamientos íntimos.
Reglas familiares
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a) Las reglas EXPLICITAS se discuten. Ej. Las horas de dormir, la hora de cenar,
los domingos se va a misa.
b) Las reglas ENCUBIERTAS son las que todo el mundo conoce pero no se habla
de eso. Ej. La preferida de papá. (de eso no se habla).
En una familia existen reglas que rigen sus conductas. Las reglas familiares abarcan
todas las conductas que los miembros de la familia consideran o no que deben
manifestarse en condiciones determinadas, incluyendo reglas explicitas, tales como:
la hora de acostarse, el trabajo en casa, etc., así como las reglas implícitas, tales
como: jamás hablar de un problema específico. Para lograr efectividad en la
aplicación de las reglas, es necesario que la familia se pregunte: ¿las reglas son
humanamente posibles? ¿Son reglas actualizadas y relevantes para una situación
cambiante? ¿Cuáles son las reglas que rigen las diferencias? ¿Qué reglas rigen lo que
los miembros de la familia pueden expresar acerca de lo que sienten, observan y
escuchan? ¿Es posible expresar las experiencias a cualquier miembro de la familia, o
acaso las reglas emocionales para los progenitores son distintas de las de los niños?
Las respuestas a estas preguntas proporcionan indicios del grado de funcionalidad o
disfuncionalidad de la familia.
El terapeuta puede intervenir en el área de las reglas de varias maneras: cuando las
reglas son poco claras y están mal interpretadas, lo que da lugar a una mala
comunicación. En este caso el terapeuta trabaja con la familia ayudándole a
desarrollar las competencias necesarias, además de hacerles tomar conciencia de sus
dificultades, y proporcionarles la oportunidad para practicar nuevas formas de
comunicación. El terapeuta también necesita cumplir con un rol educador. Como lo
expresa Virginia Satir, el papel de terapeuta es ayudar a que la familia tome
conciencia y replantee las reglas que interfieren en el desarrollo armonioso de su vida
familiar.
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Para Virginia Satir se requiere analizar a la familia de una manera dinámica, más que
obtener una simple medición, realizando una observación directa, y describiendo que
acontece en cada uno los siguientes cinco parámetros:
Comunicación
Toma de decisiones
Individualidad
Roles, normas y reglas
Respuestas ante las demandas de cambio
1. Comunicación
Familia funcional
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2. Individualidad
Familia funcional: la autonomía se respeta, y las diferencias individuales no
sólo se toleran, sino que se toleran para favorecer el crecimiento individual y
del grupo familiar. Hay límites y éstos se respetan.
Familia disfuncional: no se respeta la individualidad, y las diferencias
individuales no se toleran e inhiben. La familia impide que los miembros
consiga una sana independencia.
3. Toma de decisiones
Familia funcional: la búsqueda de la solución más apropiada para cada
problema es más importante que la lucha por el poder. Cada miembro puede
referir soluciones distintas, complementarias o contradictorias. En todo caso se
concilian y negocian las diferencias de perspectivas.
Familia disfuncional: los problemas no se resuelven. El aspecto más
importante no es solucionar los problemas, sino quien logra salirse con la suya.
Hay la tendencia a generar soluciones unilaterales, discordantes e
incongruentes.
En cualquier momento todos los individuos aportan los mismos elementos al proceso
de comunicación:
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Nuestros órganos de sentido, ojos, nariz, boca y piel los cuales nos permiten
ver, escuchar, leer, gustar, oler, tocar y ser tocados.
Capacidad para hablar palabras y voz.
Nuestro cerebro, los almacene del conocimiento, que incluyen lo que hemos
aprendido de experiencias pasadas.
Nominalización:
Complejo de equivalencia:
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“En el tono correcto uno puede decir cualquier cosa; en el tono equivocado,
nada. La única parte delicada de la vida es seleccionar el tono.”
George Bernard Shaw
Ana está adoptando una actitud pasiva (no afirmativa) frente a su esposo Juan, al
permitir que éste traspase sus derechos, al no saber cómo expresar sus
pensamientos y emociones, de manera directa y franca. El efecto de este estilo de
comunicación, es que Ana no se siente congruente consigo misma, además de
generar malestar y conflictos en la relación. En ocasiones Ana tiene estallidos de rabia
por cosas que no tienen que ver con la situación, lo cual confunde a Juan.
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¿Qué es la asertividad?
Expresión apropiada: Está en sintonía con los derechos de la otra persona. Puede
ser asertivo elegir no expresar lo que se siente y piensa, por no considerarlo
conveniente, o porque lesiona los derechos del otro. Por ejemplo, puede ser que una
persona no me cause buena impresión a primera vista, pero no sería muy
considerado ni apropiado decirle “no me caes bien, o me pareces una persona
pesada”.
En el caso que venimos tratando, Ana no necesita ser agresiva ni grosera para hacer
valer con firmeza sus derechos, tal como dice el dicho: “lo cortés no quita lo
valiente”.
La asertividad supone tratar con respeto al otro: Una máxima adecuada para
expresar un comportamiento apropiado que respete al otro, son las palabras de
Jesús: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos”.21 Esta máxima está alineada con la asertividad,
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pues implica una actitud proactiva (no reactiva). Una forma reactiva de esta misma
expresión diría “no hagas a los hombres lo que no quieres que te hagan a ti”, lo cual
es una tergiversación de las palabras de Jesús; pero eso es actuar reactivamente, por
omisión, en sentido negativo, de tal forma que no les hago mal, pero tampoco les
hago bien. Esta máxima es particularmente digna de ser tomada en cuenta, cuando
se trata de relaciones de pareja.
Podemos adoptar un estilo pasivo – sumiso (no afirmativo), que permite que otros
transgredan nuestros derechos. Las personas pasivas (no afirmativas)
constantemente ceden antes los intereses de otros.
Estas personas pueden frecuentemente culpar a otros sobre la forma como son
tratados. “Es que mi esposo es un grosero o desconsiderado”, “mi esposa es muy
egoísta al no permitirme tomar descanso después del trabajo”. En el caso de Ana, ella
pregona que su esposo es un descalificador; pero qué hace ella para remediar esa
situación. “Es mucho más cómodo despotricar sobre lo terrible que es la gente y lo
mal que le tratan”, que asumir la responsabilidad por lo que pasa en su vida. Asumir
la responsabilidad por lo que pasa en su vida es un acto de madurez y
responsabilidad personal.
El pasivo tiende a establecer relaciones perder – ganar, dada su dificultad para hacer
valer sus derechos. Terminan permitiendo que los demás se aprovechen de ella.
Estilo agresivo
Estilo asertivo
Es importante reconocer que no existen estilos puros. Nadie es cien por ciento
asertivo. Todos, bajo ciertas circunstancias, podemos actuar pasiva o agresivamente.
Lo importante es la consistencia en elegir comportamientos asertivos.
- Defender sus derechos sin atropellar los derechos del otro (a).
- Expresar sus verdaderos sentimientos sin ansiedad. Hablar de sí mismo sin
cohibirse.
- Tomar en cuenta los sentimientos del otro (a) y los suyos propios.
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Aquí es donde el principio bíblico cobra pertinencia. “Sino que siguiendo la verdad en
amor…”. La gracia está relacionada con el amor y la verdad está relacionada con la
realidad. Gracia y verdad son dos palabras que necesitan trabajar juntas. La gracia
representa favor o regalo inmerecido, y la verdad está asociada a la realidad, y por
extensión podemos asociarla, en el mundo de las relaciones, a transparencia,
franqueza y sinceridad. Este equilibrio no es fácil, pero es muy necesario. Los
proverbios de la Biblia exhortan en ambos sentidos. Así leemos: “Compra la verdad, y
no la vendas…”. “El que habla verdad declara justicia…”. Pero también leemos: “La
blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”. El Nuevo
Testamento complementa este énfasis, según leemos en el libro de Colosenses: “Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis
responder a cada uno”. Estas enseñanzas enfatizan el necesario equilibrio que debe
existir entre gracia y verdad.
La verdad dicha con claridad, honestidad y franqueza, puede ser bien recibida, si está
bien sazonada con gentileza, amabilidad y consideración. Ahora hablar con gentileza,
cortesía, respeto y amor no es una simple técnica o práctica que podemos usar a
conveniencia. Por el contrario, supone un estilo de vida, una forma de encarar las
relaciones. Requiere madurez de carácter, paciencia y dominio propio; especialmente
en situaciones donde nuestro interlocutor está negado al diálogo, o molesto, o
manifiesta una actitud beligerante. En tales situaciones, la palabra gentil, respetuosa
y dicha con gracia, es capaz de conquistar el corazón aún del otro que está enojado y
contrariado.
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Desde luego comenzar a practicar la asertividad tiene sus riesgos; pero en el largo
plazo resulta más provechoso enfrentar la realidad y expresar la verdad. Al respecto
comenta Henry Cloud:”Las consecuencias del engaño por lo general son mayores que
las consecuencias de la verdad”.
La asertividad aplica tanto para la expresión positiva como negativa. Hay parejas que
manifiestan falta de asertividad en uno y/o otro sentido. Tanto para la expresión
positiva de emociones como para la expresión negativa. Tan importante es poder
expresar sentimientos positivos como negativos. En este sentido comenta Walter
Riso. ”El contacto físico, los detalles, dar elogios, besar, contemplar y entregar
ternura, pueden llegar a ser tan cruciales para la pareja como decir no, hacer críticas,
expresar cólera, depresión o tristeza”. La honestidad en las relaciones implica sentirse
en libertad para expresar lo bueno y lo malo; el elogio, pero también la queja.
Como ya hemos dicho no somos cien por ciento asertivos. Por otra parte, hay áreas
en la que nuestro nivel de autoconciencia, madurez y de desarrollo de habilidades
comunicacionales es mayor y, en consecuencia, nuestro nivel de asertividad es
mayor, y viceversa. Hay personas por ejemplo que se sienten cómodas dando
retroalimentación positiva, pero les resulta incómodo dar retroalimentación negativa,
o al revés. Así mismo hay personas que le es fácil expresar elogios a otros, pero
tienen dificultad para recibir elogios (se llenan de vergüenza y rubor).
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Aplacador:
EL aplacador tiene una actitud pasiva, por lo que le cuesta elegir. Se siente más
cómodo dejando que otros elijan por él (ella). Desde el punto de vista de la gestión
de los conflictos, se muestra evasivo y con frecuencia termina cediendo ante los
intereses y demandas de los otros; todo en aras de la “paz”. Aplaca para que el otro
no se enoje.
Lenguaje corporal: postura suplicante, voz baja, cabeza inclinada hacia abajo. Mirada
que suscita compasión y protección.
Acusador:
los demás para culparlos. De hecho comúnmente tiende a pasar por alto los derechos
y necesidades de los demás, pues sólo importan los de él (ella). La manera de
afirmarse es restando importancia o negando las necesidades, intereses, criterios del
otro o del contexto.
En las conversaciones busca imponerse sobre los demás. En ocasiones no deja hablar
a los demás. Tendencia a acallar al otro con descalificaciones.
Dinámica existencial: no toma en cuenta al otro porque no acepta que otro pueda ser
diferente o mejor que él. Sus intereses y necesidades están por encima de los demás.
Expresiones orales: por qué hiciste eso, siempre comentes el mismo error, tú tienes
la culpa, yo soy quien manda aquí o tiene la razón, es como digo y punto. Abundan
en él (ella) las expresiones excluyentes: nunca, ninguno, jamás.
Irrelevante:
En las conversaciones habla de cosas que no tienen que ver con el tema que se está
tratando. Se distrae o presta poca atención. Baja capacidad de escucha.
Expresiones orales: ¿pero qué puedo hacer yo?, no le pares a eso, da lo mismo, no va
a pasar nada, no hay porque preocuparse. Sus palabras tienen poco sentido.
Súper razonador:
Concede demasiada importancia a las normas y reglas del contexto, anteponiendo las
necesidades e intereses propios y el de los otros, frente a las exigencias y demandas
del contexto. Sacrifica las relaciones por el contexto.
Expresiones orales: ha quedado demostrado, según dijo tal autor; tal como lo
expresa la ley. Abunda en citas de otras personas o autores.
Virginia Satir dice que un modelo diferente a los anteriores en el modelo congruente.
Congruente:
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hay congruencia entre lo que piensa, siente y hace, lo que le hace consciente de sus
emociones, pensamientos y conductas, por lo que es capaz de responsabilizarse por
sus actitudes y conductas.
Desde el punto de vista de la gestión de los conflictos, son abiertos y francos en sus
planteamientos, optando por un modelo colaborativo que propicie los acuerdos ganar
– ganar.
Expresa y dice lo que siente y quiere sin juzgar. Está en contacto consigo mismo y
con los demás. Pone límites y habla claro. No acusan. No transmiten dobles
mensajes. Son coherentes en sus mensajes verbales y no verbales.
Él (acusador): - Por qué no estás lista. Te dije que te recogería a las 7:00 pm.
Siempre es lo mismo.
Ella (aplacadora): - ¡Discúlpame! Ya estoy casi lista.
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Él (acusador): - Nunca pones atención. ¿Cómo puedes ser tan distraída? Eres muy
desconsiderada.
Ella (aplacadora): - Tienes razón, voy a poner más cuidado.
Él (acusador): - ¡Apúrate! Por tu culpa vamos a llegar tarde.
Ella (aplacadora): - ¡Me doy prisa!
Bajo este modelo de comunicación, el lenguaje del cónyuge acusador (a) es sobre
generalizador, abundando en frases precedidas de los adverbios siempre, nunca, que
representan un mensaje etiquetador y calificador. El acusador siempre está buscando
fallas y errores, usando un lenguaje condenatorio, como diciendo la culpa es tuya. Su
herramienta predilecta es el temor, pues “si me temes, me obedecerás”.
Ella (acusadora): - ¿Por qué llegas retrasado? Vamos a llegar tarde por tu culpa.
Él (súper razonador): - El tráfico los viernes por la tarde es muy pesado.
Estadísticamente los viernes son los días de la semana en que más se congestiona el
tránsito automotor.
Ella (acusadora): - Siempre andas justificándote, para no asumir tus errores.
Él (súper razonador): - En ocasiones las circunstancias escapan de nuestro control y
se tornan impredecibles. No es acertado asumir la responsabilidad sobre factores
exógenos sobre los cuales no tenemos influencia.
Ella (acusadora): - No te vayas por la tangente, por tu culpa vamos a llegar tarde.
Él (súper razonador): - Es importante que podamos abrir espacios y tiempo para
dialogar sobre nuestras diferencias de percepción con respecto a acontecimientos
inesperados.
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Universidad de Harvard. Los comentarios son muy positivos. Creo que puede ser una
experiencia de aprendizaje enriquecedora.
Él (irrelevante): - Sería bueno que saliéramos en la tarde al cine. Me dijeron que
están pasando una buena película.
En este juego de roles, el cónyuge irrelevante dirá o hará cosas que tengan poca
relación respecto a lo que dice el otro cónyuge. El irrelevante intenta distraer, para
provocar la diversión y la simpatía en el otro, porque “si provoco tu diversión, podrás
tolerarme y sobrellevarme”.
Las familias necesitan tomar conciencia de este juego de roles y abandonar estas
formas de comunicación incongruentes, si aspiran a mantener una comunicación
efectiva. Sólo cuando los cónyuges adoptan una forma congruente de comunicación,
logran conectarse en forma real y autentica, desde lo que verdaderamente son.
Entonces, la pareja es capaz de experimentar crecimiento, intimidad, confianza,
sentido de responsabilidad y compromiso real el uno por el otro.
Una familia conflictiva puede convertirse en una nutridora remplazando algunas cosas
pero, ¿Cómo hacerlo?:
1. Es necesario reconocer que la familia en ocasiones es conflictiva.
2. Se necesita perdonarse por los errores del pasado y darse la oportunidad para
cambiar, con la conciencia de que las cosas pueden ser distintas.
3. Tomar la determinación e cambiar las situaciones.
4. Adoptar alguna medida para inicia el proceso de cambio.
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Familias nutridoras
Los padres se consideran guías y no jefes autoritarios. Reconocen ante ellos sus
desaciertos igual que sus aciertos. Asimismo, su disgusto, coraje o desengaño
tanto como su alegría. Estos progenitores, quizá una de sus características más
sobresalientes, comprenden que los cambios son inevitables.
Los hijos, aún pequeños, parecen espontáneos y amables. El resto de la familia
los toma en cuenta como personas.
En general existe armonía y fluidez en las relaciones interpersonales. Si sucede
algo imprevisto sus miembros se acomodan al cambio. Se le da una gran
importancia a los sentimientos y a la persona.
Sus integrantes presentan cuerpos ágiles y expresiones tranquilas. Ven a la
cara, no con miradas esquivas ni bajando la vista. Hablan con voz clara y
sonora. Ven como normal el contacto físico y demuestran afecto, cualquiera que
sea su edad. A su vez, se sienten libres para expresar sentimientos, hablar de
todo: desengaños, temores, penas, críticas o alegrías y éxitos.
Los padres están ocupados diciéndole a sus hijos lo que deben y no deben
hacer. De esa manera, nunca llegan a conocerlos, ni los disfrutan como
personas y tampoco los hijos a ellos.
Esta familia invierte todas sus energías en un esfuerzo inútil por evitar que
aparezcan dificultades y cuando suceden, como es lógico, ya no tienen recursos
para buscar soluciones.
A veces predomina cierta frialdad. El ambiente en extremo cortés o lleno de
secretos, evidenciándose una atmósfera de tensión. Cada quien aburrido. No
hay alegría.
Sus integrantes, se evitan unos a otros. Se dedican demasiado al trabajo y
demás actividades fuera del hogar. Es común encontrar en ellos males físicos,
pues sus cuerpos responden, como es de esperarse, ante un ambiente
inhumano.
En general, los miembros de la familia muestran rostros de aspecto huraños
tristes, inexpresivos como máscaras. Los ojos esquivan la mirada. Las voces
son duras, estridentes o apenas audibles. Con frecuencia el sentido del humor
es amargo, sarcástico y cruel.
Es posible ayudar a las familias conflictivas a convertirse en nutridoras y a éstas
a ser aún más nutritivas. La mayoría de los factores que originan conflictos en
las familias, se aprenden después de nacer. Si se aprenden pueden también
desaprenderse y nuevos factores son aprendidos en su lugar.
El modelo de crecimiento:
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El concepto de psicoterapia:
V. Satir plantea que ninguna de sus técnicas se ha establecido como “lo ideal” o “la
más deseable”. Lo importante es que deben estar enfocadas a proporcionar a la
familia o al individuo una nueva experiencia de crecimiento. Por ello, el terapeuta
debe ser una persona y un individuo semejante a la familia; no una figura divinizada
que trata de mantenerse al margen del sistema de relaciones.
Bibliografía:
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