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Nietzsche

(1844-1900)
1. La vida: lo apolíneo y lo dionisíaco

El punto de partida de su primera obra, El nacimiento de la tragedia, de 1872, es la convicción de que la verdadera
realidad, que denomina vida, es irracional y que, por ello, es captada más adecuadamente por el arte que por la razón y
sus conceptos.

Esa irracionalidad de lo real se expresa en el arte a través de dos principios contrapuestos: lo apolíneo y lo dionisíaco.
Lo apolíneo representa la proporción, la serenidad, lo individuado, la luminosidad, lo racional, que son las
características de la forma clásica, expresadas predominantemente en las artes plásticas (pintura, escultura,
arquitectura). Lo dionisíaco representa la embriaguez, lo indiferenciado, lo nocturno, lo pasional, expresado más
plenamente en la poesía y en la música. Toda obra de arte es el resultado de la unión de estos dos principios. Pero
donde estos principios aparecen más adecuadamente sintetizados es en la tragedia, que por ello es el arte por
excelencia, es el instrumento más adecuado para comprender el ser del hombre y del mundo. En la tragedia lo
dionisíaco aparece representado por la música y el coro, y lo apolíneo por los personajes.

La tragedia muestra que lo instintivo, lo pasional, la vida, antecede a lo racional, por lo que la razón ha de
subordinarse a la vida; nos muestra que el fondo último de la realidad es lo dionisíaco, lo indiferenciado que se
desgarra y en diversas figuras que son los seres individuales y concretos, que constituyen lo apolíneo. Ese desgarro
produce dolor y sufrimiento, pero tiende a reunificarse por medio de la muerte, que no es aniquilamiento, sino
reincorporación a su fuente originaria, que dará lugar a nuevas formas de vida. Vida y muerte se implican mutuamente
y esta verdad constituye el sentido trágico de la vida.

El hombre trágico es el que acepta la vida como es, asumiendo con fuerza y valentía lo que en ella hay de terrible y
doloroso, asumiendo la muerte. Con Sócrates apareció el hombre teórico, que, por debilidad, es incapaz de aceptar la
cara oscura de la vida. Con Sócrates, se impuso la convicción equivocada de que con la razón y el concepto se puede
llegar a comprender la realidad, marcando decisivamente el camino de la filosofía y de la cultura occidental.

2. La Voluntad de poder

La obra cumbre de Nietzsche es Así hablo Zaratustra, de 1885. En ella se exponen cuatro cuestiones fundamentales en
el pensamiento del autor: la Voluntad de poder, el eterno retorno, la muerte de Dios y el superhombre.

La verdadera realidad, la Vida, pasa a ser designada ahora con la expresión Voluntad de poder. Con esta expresión
quiere significar que la realidad es energía, algo en sí mismo informe, pero que tiende a configurarse en algo concreto,
en los seres que percibimos y en nosotros mismos. El hombre que se sabe Voluntad de poder ama y siente la vida,
goza ejerciendo el poder, que no es dominación sobre los otros, sino afirmación de sí mismo, creando valores y formas
de vida cada vez más vigorosas, asumiendo también el dolor y la muerte, consustanciales a la vida. Frente a él, está el
hombre que no es capar de asumir el dolor y la muerte, y por tanto la vida. Por lo que crea valores y formas de vida
débiles, enfermas, que niegan la vida, buscando el igualitarismo, coartando los instintos, la vitalidad, la lucha.

3. El eterno retorno

El eterno retorno es la concepción nietzscheana sobre el tiempo. El mundo que captan los sentidos, el único que existe,
es Voluntad de poder: es fuerza, energía, movimiento, devenir constante. Ese devenir es el tiempo, que se repite una y
otra vez en un ciclo eterno. El eterno retorno es un modo de expresar el sentido trágico de la vida.

Asumir el eterno retorno significa asumir el sentido trágico de la vida. Significa amar la vida tal y como es, aunque
con sus dolores y alegrías se repita una y mil veces. Solo se pierde el miedo a la vida, cuando, aún ante la situación
más dura, se es capaz de decir sí a la idea de tener que volver a vivirla de nuevo, eternamente, una y otra vez.

4. La muerte de Dios y el Superhombre

La frase «Dios ha muerto» aparece por primera vez en su libro La Gaya Ciencia, publicada en 1882. Con esta frase
Nietzsche se refiere a que el ateísmo, surgido con la filosofía de la Ilustración en el siglo XVIII, ha acabado
instalándose en la cultura occidental. La muerte de Dios significa el fin del idealismo (platonismo) en el que se ha
apoyado toda la cultura occidental, según el cual, por debajo del mundo que percibimos por los sentidos, hay otro
mundo que constituye el auténtico ser, que es la norma de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero, y al que el ser
humano debe someter su conducta.
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La muerte de Dios hace surgir dos actitudes distintas ante la vida: por una parte, la nihilista, por otra, la que conducirá
a la aparición del superhombre.

A) El Nihilismo (del latín "nihil", nada) es la negación de todo sentido a la existencia, es el destino de la cultura
occidental. Su llegada se produce cuando se descubre la mentira de la metafísica idealista y de los valores morales que
en ella se fundamentaban. Al perderse la fe en todo lo que hasta entonces se había creído, la vida pierde todo sentido.
Es el destino de la cultura occidental porque anidaba ya en su origen. En efecto, el invento platónico de ese mundo
trascendente, popularizado después por el cristianismo, se debió a la debilidad de unos hombres que, incapaces de
afrontar la vida en su sentido trágico, imaginaron otra vida mejor, más allá de ésta. La cultura occidental es, pues, una
cultura enferma, producto de un hombre enfermo y como tal se manifiesta ahora con toda crudeza en su momento
terminal. El nihilismo implica la pérdida de todo ideal, el empobrecimiento del ser humano en un ateísmo y
materialismo superficial, en un hedonismo trivial, en un racionalismo economicista. El nihilista es el último hombre.

B) Se recupera el ideal heroico (trágico) de la vida, sin un Dios trascendente que encadena y atrofia con sus mandatos,
el hombre adquiere conciencia de su libertad y de su capacidad creadora se siente el "sentido de la tierra" y proyecta
nuevos ideales y valores: es el Superhombre.

El último hombre somos nosotros mismos, se trata de una descripción cruel y corrosiva de la vida moderna. Frente a él
y desde él emergerá el superhombre.

4. La crítica a la metafísica y a la ciencia

Las obras posteriores a Así hablo Zaratustra se centrarán en la crítica a la cultura occidental, desenmascarando la
mentiras, que según Nietzsche, la sustentan.

La historia de la filosofía y la cultura occidental se ha construido a partir de la fusión de dos elementos: el Griego y el
judeocristiano. En su origen estos dos elementos habrían sido incompatibles. En efecto, el mensaje de salvación
judeocristiano no habría tenido cabida entre los griegos de la época trágica (la época anterior a Sócrates). La fusión fue
posible porque el griego renunció al sentido trágico de la vida, traicionándolo. Los artífices de esta traición fueron
Sócrates y Platón. Con Sócrates se impuso entre los griegos una nueva actitud ante la vida, la del hombre lógico,
teórico, incapaz de ver la vida en su movimiento constructivo-destructivo. Platón, continuando y profundizando la
actitud socrática, vino a distinguir dos mundos: uno el de las Ideas, inmutable, real y verdadero, y otro el sensible,
cambiante, aparente y engañoso. El cristianismo popularizó el platonismo dándole forma antropomórfica, situando las
Ideas en mente de Dios.

Platonismo y cristiano, como cualquier otra filosofía idealista o racionalista, son rechazados por Nietzsche por
entenderlos como una edulcoración mentirosa de la existencia, consecuencia de la falta de vigor para asumir el sentido
trágico de la vida. Mentira que incapacita al hombre para realizar la tarea creadora que por fidelidad a la vida le
corresponde. Este rechazo se extiende también a la ciencia (al cientificismo) porque, en su opinión, consolida el
engaño, al pretender establecer las leyes que rigen la naturaleza, presuponiendo con ello un orden racional
cognoscible, la verdad científica u objetiva, al que debe someterse el hombre.

Para Nietzsche, la hipervaloración que la cultura occidental hace de la razón tiene la intención oculta de justificar una
determinada moral, la moral contranatural platónico-cristiana, que es preciso desenmascarar porque ella sustenta un
proyecto de vida decadente.

5. La crítica a la moral.

La crítica de Nietzsche no se dirige a la moral en general, sino a la moral contranatural, la contraria a la vida, que
pretende fundarse en la metafísica platónica. Pero, en realidad, no es esta metafísica la que da origen a la moral
contranatural, sino al contrario, es la moral contranatural la que da origen a la metafísica platónica. La forma más
acabada de ésta moral es la moral cristiana, criticada por Nietzsche por ir contra la vida, por establecer normas que
coartan y condenan los instintos de la vida, con la promesa mentirosa de la otra vida. Frente a ese orden moral externo
al hombre, Nietzsche propone la transmutación de todos los valores, lo que viene a significar el liberarnos de esas
cadenas que nos hemos autoimpuesto y que nos impiden comprender el verdadero sentido de la existencia.

La propuesta de Nietzsche es negar a Dios y con él negar ese orden trascendente, de manera que el hombre recupere su
inocencia y creatividad, la libertad que verdaderamente le corresponde. El criterio de toda valoración moral debe ser la
vida: todo lo que sea síntoma de fortaleza vital es bueno, todo lo que sea síntoma de debilidad vital es malo. La vida
fuerte, sana, afirma el juego constructor-destructor de la Voluntad de poder, busca la diferencia, acepta la vida tal y
como es, inseparable de la lucha, el dolor, la vejez y la muerte. La vida débil o enferma, por el contrario, evita la lucha
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y la guerra, busca la igualdad, la paz, la tranquilidad, porque teme u odia la vida, y por ello origina sistemas de
valoración basados en el autodominio de la vida.

De acuerdo con el criterio de valoración anteriormente citado, Nietzsche distingue dos tipos de moral, la moral de los
señores y la moral de los esclavos. No es que Nietzsche proponga la sumisión y explotación de unos hombres por
otros, el sentido de esta distinción es muy otro. El señor es el hombre orgulloso de sí y de su destino, ama su vida, se
siente dueño de ella, la dirige y la modela, juega con ella, y en este jugar a la vida crea valores, no para someterse a
ellos, sino como expresión de su fuerza y vitalidad. El esclavo es aquel que teme a la vida, que es incapaz de
enfrentarse a ella en su profundo sentido trágico, por ello inventa unos valores trascendentes a los que someterse,
dominando sus impulsos vitales, busca la igualdad, se refugia en el rebaño con el fin de sacar de él fuerzas para
sobrevivir. La moral de los señores es la moral de la diferencia, la moral del Superhombre que ama la muerte de Dios.
La moral de los esclavos es la moral de la sumisión a Dios, un Dios que ha inventado para justificar, su impotencia, su
miedo a la vida.

La primera forma histórica de moral fue la de los señores (los guerreros), para la cual el hombre bueno es el superior,
el noble, el poderoso, el violento, el valiente y el hombre malvado es el inferior, el vulgar, el débil, al pacífico, el
cobarde. Es una valoración que tiene su origen en el modo de enfrentarse a la vida. Luego apareció la casta sacerdotal.
Los sacerdotes, por su impotencia, alejados de la vida guerrera, engendraron resentimiento (rencor) hacia los
guerreros, y, como venganza, inventaron la religión y la metafísica hostil a los sentidos, para sustentar con ellas la
moral de los esclavos, moral que invierte el criterio de valoración: llama malvado al superior, al noble, al poderoso, al
violento, al valiente y bueno al inferior, al vulgar, al débil, al pacífico, al cobarde.

La crítica de Nietzsche a la religión se fundamenta en argumentos distintos a los de Marx. Si para Marx la religión era
un instrumento al servicio de las clases dominantes, para Nietzsche la religión es una creación de los débiles para
justificar su cobardía ante la vida.

En la época en la que vivió Nietzsche, finales del siglo XIX, el ateísmo se había afianzado ya en la sociedad
occidental. Pero no por ello, según el autor, la moral contranatural había perdido defensores. Nietzsche fue un crítico
de la democracia moderna y del socialismo, que consideraba heredero del cristianismo, y predijo la deriva totalitaria
de estos regímenes políticos. El cristianismo es una doctrina idealista: rechaza este mundo, afirmando la existencia de
otro más perfecto, y predica la igualdad de todos los hombres. Estas dos malinterpretaciones cristianas de la realidad
son promovidas por el socialismo, con la venida de un paraíso en la Tierra. La igualdad y el reclamo por la justicia
social son pretextos del rencor ante la vida. Tanto en el cristianismo como en el socialismo ateo son, según Nietzsche,
doctrinas de resentidos que buscan venganza.

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