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La capital de la república
El artículo 3 de la primer parte de la Constitución se refiere a la Capital de la República.
El artículo 3 estipula: “Las autoridades que ejercen el gobierno federal, residen en la ciudad
que se declare Capital de la República por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por
una o más legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse”.
La Convención de1853 convirtió a Buenos Aires en la Capital de la República y lugar de
residencia de las autoridades que ejercían el gobierno federal. La Provincia de Buenos Aires no
había enviado sus diputados constituyentes al Congreso de Santa Fe. (Separada en 1852 del resto
de la Confederación). Fue un error de los constituyentes haber dispuesto de la ciudad de Buenos
Aires sobre todo en ausencia de los representantes de la provincia, por ello, ni el mandato
constitucional, ni las leyes de implementadas que el mismo Congreso hacia dictado al efecto se
pudieron cumplir. Ello llevo a que se tuviera que declarar Capital provisoria a la ciudad donde se
fijare la residencia el gobierno federal, y no solo eso, sino toda la provincia cuya capital se
encontrase en ese caso. Como Urquiza había fijado residencia del gobierno en Paraná, está última
y toda la provincia de entre Ríos, en consecuencia quedó federalizada. Luego, por ley de 1858,
la federalización quedó reducida a Paraná.
El Pacto de San José de Flores permitió arreglar la incorporación de la provincia de Buenos
Aires a la unidad nacional. Dicho pacto establecía en su artículo 5 la intangibilidad del territorio de
Buenos Aires, lo cual llevo necesariamente a la modificación del artículo 3 de la Constitución de la
Nación.
La norma en su actual redacción fue introducida en la reforma de 1860, especialmente en
lo relativo a determinar que la capital de la República será la ciudad que declare el Congreso por
una ley especial. En tal sentido se siguió, según Quiroga Lavie, el prudente consejo de Alberdi en
el artículo 2 de su proyecto, pues el no propuso a Buenos Aires como Capital.
Actualmente la Capital Federal es la Ciudad de Buenos Aires. Haciendo historia
recordamos que lo es desde 1880. Después de la Batalla de Pavón, con la asunción de Bartolomé
Mitre como gobernante de facto de la República, este declaro el asiento del gobierno en Buenos
Aires, lo que se formalizo una vez electo un nuevo Congreso, que también se instaló en esa ciudad.
A partir de ese momento y hasta 1880 la cuestión de la Capital no pudo quedar resuelto en los
términos previstos en el artículo 3 de la Constitución. La ley 12, que disponía que Buenos Aires
era la Capital, no fue aceptada por la provincia; lo mismo ocurrió con la ley 19, que declaraba dicha
ciudad como residencia provisoria de las autoridades federales. Después el presidente Sarmiento
vetó las leyes 294, 462 y 620, que convertían en Capital a la ciudad de Rosario y Río Tercero.
Hasta 1880 se presentaron innumerables proyectos para capitalizar las más diversas ciudades:
Fraile Muerto, Córdoba Santa Fe, entre otras, pero ninguno tubo tratamiento.
Mientras tanto, las autoridades nacionales residían de hecho en la ciudad de Buenos Aires,
bajo el recelo de las autoridades de la provincia, que consideraban a aquellas como intrusas.
Como consecuencia de que Avellaneda, en 1880, envió al Congreso un proyecto de ley
federalizando definitivamente a Buenos Aires, el gobernador Tejedor se alzó en armas, al frente
de las milicias provinciales. Ello obligo a que Avellaneda dispusiera el traslado provisorio del
gobierno nacional al pueblo de Belgrano. Se estaba frente a un nuevo fracaso, porque los
legisladores nacionales boicotearon su instalación en dicho lugar, negándose a formar quórum
para sesionar. La falta de capital determinaba un vacío institucional.
Resuelta la crisis política con la renuncia del gobernador Tejedor y con la intervención de
la provincia de Buenos Aires, el gobierno nacional forzó la capitalización de la ciudad de Buenos
Aires, no sin antes haber amenazado a la provincia con que, si no cedía territorio, se convocaría
a una Convención Constituyente para disponer la capitalización de Buenos Aires en el texto
constitucional. La ley 1029 fue la ley Capital, donde se declara Capital de la República a la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Todavía faltaba la cesión del territorio por parte de
la provincia de Buenos Aires: en el debate que al efecto se produjo en la Legislatura local se opuso
tenazmente el legislador Leandro N. Alem, denunciando el descabezamiento de la hermana mayor
(Buenos Aires) como un grave atentado al federalismo y como la perspectiva, muy probable, de
tiempos de dictadura en el país, como consecuencia del centralismo que la capitalización de
Buenos Aires produciría.
La cuestión de la Capital de la República fue una de las más arduas disputas en la vida
institucional del país, y aún ahora pareciera que todavía no se encuentra cerrada.
En 1987 se decidió su traslado. Por leyes locales de la provincia de Buenos Aires y Río
Negro se cedieron territorios en la zona de Carmen de Patagones y Viedma a efectos de situar allí
la nueva capital federal. El lugar fue federalizado a ese mismo efecto por la ley 23.512 del año
1987. El traslado material de la capital quedó diferido hasta que se cumpliese la previsiones
estipuladas en dicha ley, por la que también se provincializó la actual ciudad de Buenos Aires para
el momento en que, efectivizado aquel traslado, dejará de ser capital federal. Todo esto nunca
llegó a tener a concretarse pero la ley sigue vigente, existiendo siempre la posibilidad de que
renazca la voluntad política para darle cumplimiento.
El argumento de que el artículo 3 de la Constitución impide, sin previa reforma
constitucional, una nueva aplicación después de 1880 para fijar la sede de la Capital Federal en
un lugar distinto de la ciudad de Buenos Aires, alegándole que la previsión de la norma fue
establecida para una única vez, que se agotó en su viabilidad con la federalización de Buenos
Aires, ya lo replica Bidart Campos, quien cree viable todo traslado futuro que cambie el actual
emplazamiento de la capital federal.
Con la reforma de 1994 el presidente de la Nación ha perdido su jefatura local e inmediata
sobre la Ciudad y al darle autonomía institucional a la Ciudad de Buenos Aires, lo cual puede en
el futuro, reabrir antiguas reivindicaciones territoriales, sobre todo si se dispusiera el traslado de la
Capital a otra ciudad.
Recordemos que dentro de las atribuciones del Congreso de la Nación en el artículo 75
inciso 30 de la Constitución Nacional establece la potestad respecto de la Capital.
El artículo 75 establece que corresponde al Congreso: inciso 30: Ejercer una legislación
exclusiva en el territorio de la capital de la Nación y dictar la legislación necesaria para el
cumplimiento de los fines específicos de los establecimientos de utilidad nacional en el territorio
de la República. Las autoridades provinciales y municipales conservarán los poderes de policía e
imposición sobre estos establecimientos, en tanto no interfieran en el cumplimiento de aquellos
fines.
La cuestión de la legislación exclusiva pude considerarse anacrónica porque el artículo 129
le otorga autonomía a la ciudad de Buenos Aires, pero la mayoría de los autores sostienen que
una cosa es la Capital Federal, como entidad institucional que alberga a las autoridades de la
Nación, y otra la ciudad de Buenos Aires. La Constitución no le ha conferido a la Ciudad de Buenos
Aires la atribución de regular lo concerniente a los ámbitos federales donde se encuentran
instaladas las autoridades nacionales. La legislación sobre dichos ámbitos territoriales la debe
dictar el Congreso y no la legislatura de la Ciudad. Por supuesto que si se cambiara la Capital a
otra ciudad, la razón de ser de la cláusula sería todavía más pertinente.
La ley 24.588 fue dictada en 1995 para tutela de los intereses federales en la ciudad de
Buenos Aires en razón de conservar su condición de Capital federal. La ley ha incurrido en
excesos inconstitucionales al asignar al gobierno federal algunas competencias que no guardan
relación suficiente con los intereses federales y al mantener en jurisdicción del estado federal
funciones y organismos que tampoco los comprometen.