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Angel
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Sixx_Bon
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Kanny
Anny

Diseño:
Sava
Kanny

Revisión final:
Angel
Phoebe
EL AMOR DE SAVAGE

TRILOGÍA SAVAGE TERCER LIBRO

LISA RENEE JONES


CAPÍTULO UNO
Savage

La tumba es una niebla entre llovizna y sombras, la noche es silenciosa, a


excepción del canto de los grillos. Estoy de pie, con la lápida de mi madre
a un lado y mi enemigo sujetando un cuchillo en la garganta de Candace-
la mujer que amo, la única a la que he querido llamar mi esposa. Estoy
seguro de que cree que matar a Candace con ese cuchillo sería justicia
divina, pagarme con la misma moneda por cortarle la garganta a su mujer,
pero su esposa iba a matar a un niño. Se lo merecía.
No me arrepiento de la decisión de matarla, pero Candace no pagará por
su muerte.
Podría jugar con Wes, otra persona lo haría, jugar a negociar, pero yo no soy
otra persona ni él se está tirando un farol. La va a matar. Esa es la única
realidad que necesito para decidir cómo actuar. Él mueve la cabeza al lado
de la de ella y se atreve a mostrarme su rostro. Un segundo más tarde, el
cuchillo que tengo en la mano está en su frente. Candace se cae hacia
adelante apoyada en sus manos y rodillas, y ya me encuentro detrás de ella,
en pie sobre él. He aprendido de la manera más difícil que nunca hay que
asumir que un hombre está muerto, y en este caso, hubiera sido estúpido de
haberlo hecho. Wes no está muerto. Hasta con ese cuchillo en la cabeza,
me agarra la pantorrilla. Y ya que estamos tan cerca y tocándonos, yo
también lo agarro y me voy por el cuchillo en su frente. Lo saco y se lo
entierro en el corazón. Ahora, está jodidamente muerto. Pero para mayor
seguridad, lo froto y lo retuerzo, terminando el trabajo antes de sacar la
cuchilla, limpiarlo con su camisa y meterlo en mi cinturón para un fácil
acceso.
Movido por la necesidad de tener mis ojos en Candace, me giro y la veo
ponerse en pie, su pelo oscuro todo salvaje alrededor de su rostro, el viento
sopla tan fuerte que casi se la lleva volando. Me encuentro ahí antes de que
se enderece del todo, ayudándola a mantener el equilibrio y sujetándole la
muñeca antes de colocarme justo delante de ella, el tacto de su cuerpo
junto al mío, un bendito alivio. No estoy pensando en que me ha visto matar
a Wes en este momento. Estoy pensando en lo cerca que estuvo él de
matarla a ella.
Mi mano se desliza hacia abajo, detrás de su cabeza. “Dime que estás bien”,
ordeno, nuestras caras de cerca. “Necesito oír esas palabras”.
“Ahora lo estoy”, promete, con su aliento cálido sobre mis labios. “Por ti”.
Mi boca se cierra sobre la suya con la necesidad desesperada de probarla,
mi lengua acariciando lenta y profundamente, mi mano en su espalda
amoldándola más cerca. Ella desliza sus brazos a mí alrededor, sus curvas se
unen a mí, y Dios, por unos momentos, pensé que nunca más podría sentirla
de esta manera. Ella gime suavemente, un delicado sonido que me
desarma, y no de la manera más primitiva que normalmente lo haría. Me
recuerda que sí, es dura. Es una luchadora. Pero, si hubiera sido un corte más
profundo con el cuchillo que estaba en la mano de Wes, ya no estaría aquí.
Y ella no hubiese sido la única muerta, porque yo hubiera ido por todos ellos.
“Tenemos que irnos ahora”, murmuro, apartando mis labios de los suyos,
cerrando mi mano sobre la suya.
Ella asiente levemente pero su entendimiento no es suficiente para soltarla.
Nunca la dejaré ir de nuevo y no puedo llevarla a Nueva York, donde tengo
capas de protección, lo suficientemente pronto. Apretándola fuertemente
contra mí, la llevo de nuevo a la tumba de mi madre. Arrodillándome, la
llevo al suelo conmigo, manteniéndola a mi alcance. Candace agarra la
linterna que dejó caer cuando fue atacada y la sostiene para mí, un gesto
que puede parecer pequeño, pero no lo es. Ella casi muere hace unos
minutos. No está llorando. No está temblando, de hecho, su mano está firme.
No está volviéndose loca. Está en modo de combate, lo presiento y la amo
jodidamente más en este momento que nunca, incluso cuando ya la
amaba con todo mi ser. Me dejo caer hacia ella y la beso antes de sacar el
cuchillo que mató al buitre de Wes, y lo uso para desenterrar el drive que
enterré aquí y sacarlo.
“Oh gracias a Dios”, murmura Candace. “Por favor, que sea lo que
necesitamos”.
“No lo habría escondido si no valiera la pena”, le prometo, deseando que
sea lo que necesitamos para exponer a Gabriel y que ninguna parte de la
operación de Tag sobreviva a su muerte. Metiendo de nuevo la cuchilla en
el cinturón, y quedándome el pie, hago que se levante también.
“Vámonos”, murmuro, agarrando su mano, pero cuando me voy a poner en
marcha, ella tira de mí.
“¿Y qué pasa con él?”, pregunta, señalando a lo que queda de Wes.
“Nosotros no nos encargamos de la limpieza. Nos vamos”. Empiezo a
caminar.
Ella tira de mí más fuerte esta vez. “¿Y qué hay del ADN y cámaras y---“
“Nena, confía en mí”, digo y a pesar de cómo me hace ver eso agrego, “Me
encargaré de ello. Sé cómo manejar estas cosas”.
“Cierto. Por supuesto”. Su voz está apagada, las sombras se hacen espesas
y no quiero ni tratar de leer su reacción ahora mismo. Ahora solo quiero
concentrarme en su seguridad y en nuestro futuro, nada más. Empiezo a
caminar de nuevo, y esta vez ella dobla los pasos, queriendo seguirme el
ritmo, mientras rebusco en mi bolsillo mis llaves y presiono el botón para
quitar el seguro del Porsche negro que alquilé.
Cuando llegué a San Antonio, quería impresionarla, también quería la
velocidad y agilidad que espero no necesitemos esta noche. Una vez
encerrados dentro, enciendo el motor y llamo a Adam. “Wes atacó a
Candace en el cementerio”.
“¿Asumo que no conoce tu reputación y está muerto?” Él no espera una
confirmación. “¿Qué limpieza necesitas?”
“Haré que Tag limpie su propia porquería. Solo vigila tus espaldas”.
Desconecto la llamada y meto el Porsche a la autopista mientras presiono
el botón de re llamada al número desde el que Tag me llamó. Él responde
con, “¿Supongo que eres el que quedó en pie?”
“Le puso una cuchilla a mi mujer en la garganta. Limpia tu propio desastre
antes de que te convierta en una pila de piel y huesos y lo disfrute mucho
más de lo que cualquier ser humano normal debería disfrutar ese tipo de
cosas. Tanto que me tomaré mi tiempo y disfrutaré tus gritos. Está en el
cementerio, junto a la tumba de mi madre”. Desconecto la llamada y hecho
un vistazo a Candace, que está mirando hacia adelante, agarrada al
asiento y la columna rígida. “¿Segura que estás bien?”
Claro que no lo está. Acaban de ponerle una navaja en el cuello, me ha
visto matar a Wes y ahora me escuchó decirle a Tag con lo que fantaseo
hacerle.
“Estoy viva”, dice. “Estoy segura de que esa es la definición de fabulosa
considerando todo lo que acaba de pasar”.
Aprieto la mandíbula con rabia pensando en esa navaja y lo fácil que
terminó en su cuello. Ella me agarra las manos. “No te metas en ese agujero,
Rick”, ordena, “Ni pienses en tu dicho, ‘salvarme dejándome’, tampoco. No
me vas a dejar. Ya tuvimos esta conversación antes de que todo esto
pasara”.
“Tienes razón, nena”, digo, odiando lo rápido que ella piensa que me voy a
largar, y no puedo culpar a nadie más que a mí. “Ya hemos pasado ese
punto de la duda. No me voy a marchar. Ni siquiera he pensado en hacerlo.
Lo que voy a hacer es matar a Tag y cada uno de los cabrones hijos de puta
que trabajan para él. No tendré piedad. No después de ver esa navaja en
tu cuello”.
CAPÍTULO DOS
Savage

Llevo el Porsche hasta la puerta del Hotel Emma, donde varios tipos que
parquean los autos esperan, y estudian rápidamente mi rostro buscando
sangre. Estoy fuera del coche en el lado del conductor antes de que
ninguno de ellos pueda llegar a mí. Una inspección más exhaustiva de
brazos, manos y ropa me deja saber que he matado al gilipollas de Wes sin
ensuciarme de una gota de sangre. Si Candace no sabía el asesino tan
eficiente que soy, o lo bien entrenado que estoy para matar y no ser
atrapado, ahora lo sabe. Ya le dije que no soy el cirujano con el que una
vez se iba a casar. El problema es que, el que te digan algo así y entenderlo
es una cosa, y que te arrojen la verdad a la cara, es como comparar crema
de cacahuete con mermelada de uvas. No son la misma cosa, y así como
la crema de cacahuete y la mermelada, Candace y yo no somos parte de
un mismo equipo. Yo la discriminé como parte del equipo. Solo espero que
ella no haya hecho lo mismo en su mente. Porque amo muchísimo a esta
mujer.
Para el momento en que uno de los tipos está ayudando a Candace, ya
estoy a su lado. Tengo mi mano alrededor de ella cuando busco a tientas
las llaves del coche y le entrego dinero a un tipo que parece que tenga
doce años, y que no puede quitar los ojos del coche. “No lo vayas a
estrellar”, le digo. “Lo necesito funcionando”.
Sus ojos brincan hacia los míos, y como pasa con la mayoría de las personas,
su mirada aterriza en la cicatriz de debajo en mi mejilla. “Oh no”,
tartamudea. “No, señor. Seré muy cuidadoso con él”.
“Yo nunca soy cuidadoso”, le prometo, y su piel se vuelve más blanca de lo
que ya parece ser su estado normal.
Me volteo y guío a Candace hacia la entrada del hotel. “Lo asustaste”,
susurra ella.
“Bien”.
“¡Rick!” me riñe.
“Relájate, nena. Le he dado una propina de cien dólares. Lo superará”. Nos
llevo rápidamente al ascensor y al interior de éste. Una vez que he marcado
el código para el piso superior, la acerco a mí y la abrazo, mi rostro enterrado
en su pelo, aspirando su dulce aroma floral. “Podría haberte perdido esta
noche”, susurro con mis labios en su oído. “No iba a dejar que eso suceda”.
Para algunos podría sonar como una defensa para justificar mis actos, pero
no lo es. Simplemente es como es y cómo será, por lo que tomo su rostro con
mis manos e inclino su mirada hacia la mía. “No dejaré que eso suceda”.
Ella desliza sus brazos a mi alrededor y se acerca más. “Lo sé”, dice, y así de
fácil, lo ha dicho todo, me ha dado todo. Me ha ofrecido su confianza.
Nos quedamos ahí de pie, mirándonos, el calor y la emoción ondeando
entre nosotros. Los pisos pasan uno tras otro haciendo un sonido, pero la vida
y los años venideros no pasarán por nosotros en balde, nunca más. El
ascensor se detiene llegado nuestro destino, y yo tomo su rostro con mis
manos, rozando mis labios con los suyos.
Llegamos a la puerta de la suite y Adam la abre antes de que yo pueda
hacerlo. “¿Todo bien?”
“De momento sí”, digo, tirando de ella hasta colocarla delante de mí y
apresurándola a que entre.
Ella entra al recibidor y yo la sigo, cerrando la puerta detrás de nosotros,
hasta encontrar a Adam dándole a Candace una inspección con el ceño
fruncido, con los ojos fijados en su cuello. Mi mirada sigue a la suya y joder.
¿Cómo no vi la sangre marcada en su delicada piel? ¿Qué gilipollas no la
inspeccionaría después de lo que pasó?
“Cortó tu maldito cuello”.
“Estoy bien, Rick”, dice ella, tocándose la herida. “Ni siquiera me duele”.
“No estás bien”. Inclino su cabeza y frunzo el ceño. “Tienes un corte. Estás
sangrando”. La tomo del brazo y nos apresuramos por el pasillo, lejos de
Adam.
“Estoy bien, Rick”, insiste. “Deja de actuar como si fuera delicada. No soy
frágil”.
Llegando al baño, enciendo la luz y la meto dentro conmigo antes de cerrar
la puerta de una patada. La coloco contra la puerta, inmovilizando sus
piernas con las mías y le echo el cabello hacia un lado para inspeccionar la
sangre que gotea de su garganta. La ira se apodera de mí de la manera
más dura. Yo dejé que esto pase y estaba demasiado ocupado besándola
para siquiera considerar que el asesino que sujetó un cuchillo en su garganta
podría haberla cortado. “No estás jodidamente bien”. Agarro una toalla
pequeña, la mojo, y le limpio el cuello con ella para inspeccionar mejor la
herida que, gracias al cielo, es solo superficial.
Sus dedos se cierran alrededor de mi camisa, y ella se deja caer en mí,
pequeña y perfecta, la única maldita cosa en este mundo que me importa
y casi la pierdo esta noche. “Me salvaste la vida”.
“Debería haber matado a esa mosca hace mucho tiempo”, murmuro,
llevando mi mano a la puerta, junto a su cabeza. “Odio haber dejado que
esto te suceda”.
“Tú no dejaste que esto suceda. Esto sucedió porque trataste de salvar la
vida de un niño. Y de no haber hecho lo que hiciste ese día, no serías el
hombre al que amo. Estoy contigo en esto, Rick. Totalmente. No importa lo
infernal que se torne”.
Tomo la parte de atrás de su cuello, mi mano subiendo más alto por las
hebras de su pelo. “No será así para siempre. Voy a deshacerme de Tag y
de sus perros falderos. Entonces elegiré qué trabajos tomar, por nosotros, por
ti---para protegerte”.
“Te pusieron en este mundo para salvar vidas. Elegiste ese trabajo para
seguir salvando vidas, y no me refiero a una mesa de operaciones. Sé que
tu lugar no está ahí”.
Pero no lo sabía cuándo me marché. No me aseguré de que lo supiera, y
luego me fui sin darle una oportunidad de lidiar con la realidad de quién y
qué soy. “Candace---“.
Llaman la puerta y yo cierro mis ojos con fuerza, maldiciendo por la
interrupción.
De repente, Candace está de puntillas, sus labios a un aliento de los míos.
“Siempre supe que eras peligroso, Rick Savage”, dice, probando sus
habilidades para leerme el pensamiento, incluso cuando no los expreso con
palabras. “Quizás eso incluso me puso caliente”.
Mis manos bajan a su cintura. “Estás tratando de distraerme”.
“¿Está funcionando?” Su mano se desliza debajo de mi camisa mientras
añade, “Porque lo curioso sobre casi haber muerto es cómo te deja
deseando lo que quieres. Ahora mismo, en este momento”.
“Oh demonios”, murmuro, mi lengua acariciando profundamente la suya, y
cuando gime, la tengo dura y estoy caliente, listo para tomarla aquí mismo,
en el baño del pasillo. Eso es hasta que vuelven a llamar a la puerta.
“¡Te necesitamos, Savage!”, grita Adam al otro lado.
Gruño y aparto mi boca de la de Candace. “¡Más vale que esto sea
bueno!”, grito irritado, pero no obtengo respuesta.
Beso a Candace duro en la boca una vez más, y luego la retiro de la puerta,
para situarla bajo la luz y darle a ese corte en su garganta una última
inspección. “No se sabe en qué cuello estuvo la cuchilla de ese desgraciado
antes. ¿Cuándo fue la última vez que recibiste la inyección del tétano?”
“Bueno, Dr. Savage, me corté la mano el año pasado. Y como usted no
estaba aquí para ponerme puntos, fui a Urgencias, donde me echaron
cuatro puntos y me pusieron la vacuna del tétano”.
Ella está siendo juguetona, lo sé, pero cada vez que oigo algo que me perdí
con ella, me duele. “Estaré aquí la próxima vez---cada próxima vez”.
Sus labios se curvan, “Lo sé. No dejaré que huyas otra vez”.
La giro para que quede de cara a la puerta y yo detrás de ella, mis labios
encuentran su oído. “Yo no corro, nena. Pero discutiremos eso con más
profundidad luego. Cuando estemos a solas y desnudos. Tras haberte
lamido hasta enviarte de viaje al olvido y traído de vuelta”.
Un suave y pequeño jadeo escapa de sus labios y me hace abrir la puerta
antes de que deje de importarme una mierda lo que quiera Adam y no abra
la puerta. Al menos no hasta que ella haya estado jadeando unas cuantas
veces más.
Ella se gira a mirarme cuando salimos del baño, señalándome con el dedo,
“Eres malo”, me acusa.
Deslizo el brazo alrededor de ella, pero no discuto esa afirmación. Soy malo.
La cuestión es, ¿puede ella manejar todas mis sombras de maldad? No estoy
seguro de que pueda contestar a eso hasta que todo esto haya acabado
y la espera va a matarme.
CAPÍTULO TRES
Candace

Con la mano de Rick colocada de manera posesiva en la parte baja de mi


espalda, entramos al comedor donde encontramos a Adam, Adrian, Asher
y Smith sentados en la mesa rectangular. Hombres que se sienten más como
su familia de lo que su padre nunca ha sido. Son como hermanos para Rick
y esos hermanos, hasta el último de ellos, se levantan cuando entro en la
habitación.
“Estoy bien”, les aseguro, antes de asfixiarme con la actitud protectora
conducida por la testosterona que no hará más que aumentar la
preocupación que Rick ya está sintiendo. Necesito que estos hombres, todos
ellos como los hermanos de Rick, confíen en mí, que no piensen que me voy
a venir abajo, y así quizás Rick confíe en mí también.
Mi estómago se hace un nudo cuando proceso esta idea. La idea de que
Rick de verdad teme que yo no pueda manejar esta vida, cuando lo que
no puedo manejar es una vida sin él.
Decidida a mostrar a todos los de esta habitación que estoy aquí, estoy bien,
y estoy lista para luchar, me aparto de Rick y camino hacia el final de la
mesa, para quedar de frente con el equipo Walker. Es hora de que hable
por mí misma, de que haga mis propias preguntas.
“¿Cómo acaba esto?” pregunto. “Eso es todo lo que me preocupa. En
realidad, lo más importante es, ¿en qué punto estamos con la extracción de
mi padre?” Todos siguen en pie, les señalo sus asientos. “Por favor, siéntense
todos, agradezco su preocupación, pero estoy bien”. Pero ellos no se
sientan. Se quedan ahí parados parpadeando hacia mí hasta que Rick se
acerca. “¿Están todos ahí parados para por fin rendir homenaje a mi
grandeza o qué?” Ellos toman asiento. Todos. Rick y yo permanecemos en
pie.
“Estamos haciendo planes para la extracción de tu padre con nuestro
hombre en ese territorio”, dice Adam.
“Él no hará la extracción solo”, dice Rick. “¿Dónde está su ayudante? O,
mejor dicho, ¿quién es? Porque antes de dejar que cualquier mamón ayude
a Reynolds, pospondremos la extracción”.
“No podemos atrasarla”, replico agarrando su brazo. “Tag lo quiere muerto.
Puede que Gabriel también”.
“Tag quiere a Gabriel muerto, nena”, dice. “Tag tiene a tu padre como
recurso para asegurarse de que yo mate a Gabriel”.
“Obviamente se le está agotando la paciencia”, protesto. “¿Y si envió a Wes
para que nos ataque esta noche porque decidió encargarse de Gabriel él
mismo?”
“Entonces, falló”. Apoya las manos en sus caderas. “Y él no envió a Wes. Él
está jodido sin mí”.
“Llamaste a Adam para avisarle que puede que Tag fuera a por él”, le
recuerdo.
“Porque nunca se subestima a una serpiente en la hierba”, contraataca. “Y
necesitaba asegurarme de que el cuerpo se movía de allí”.
“Lo cual se hizo”, interviene Adam. “Nuestro hombre en ese departamento
observó cómo los hombres de Tag se llevaban a Wes”.
Rick levanta una ceja en mi dirección. “¿Ves, nena? Hay un motivo para mi
locura”.
Smith bufa. Rick ignora la pulla, y se mantiene centrado en mí. “Prueba de
que Tag tiene un plan. Él no me quiere en la cárcel. Él no nos quiere muertos
ni a mí ni a ti, todavía. Hasta me llamó antes de que Wes apareciera. Él me
avisó sobre Wes, pero no se creyó ni por un minuto que yo no fuera a limpiar
el suelo con Wes”. Hace una pausa durante un duro segundo como si fuera
a decir algo, y luego parece cambiar de idea, o al menos así lo siento, antes
de que añada, “Wes quería venganza. Ahora está muerto. Ese problema se
acabó”.
“Tag tiene un ejército de mercenarios”, le recuerdo. “¿Y si te avisó por si Wes
fallaba, para tener tu lado bueno?”
Su mandíbula se tensa. “Ese capullo sabe que no hay lado bueno conmigo”.
“Tiene un ejército de mercenarios” repito.
“No es un ejército” dice Rick. “Y no por mucho tiempo”.
“Lo que ella dice tiene sentido, Savage”, se atreve a decir Adam. “Tú
simplemente no escuchas porque viste cómo le ponían un cuchillo en el
cuello”.
Él se vuelve con furia hacia Adam, “Y tú, capullo, no me estás ayudando”.
“Lo que ella dice tiene sentido”, repite él.
“Te lo juro Adam”, dice Rick con los dientes apretados, “Ustedes los Navy
SEALS tenéis aletas en lugar de cerebro. Conozco a Tag. Conozco su manera
de actuar”. Se voltea a mirarme. “Creo que usó a Wes esta noche para
mandar un mensaje. Estoy seguro de que hizo todo lo que pudo para
cabrearlo y que Wes viniera a por mí, por ti nena. Estaba enviando un
mensaje”.
Mi mente empieza a procesar esa información y no de manera tranquila.
Ahora sé por qué cambió de idea y no dijo lo que pensaba incluso antes de
decirlo ahora, “Esta solo fue otra manera de amenazarte. Me estaba
diciendo que un movimiento en falso y estás muerta. Avisé a Adam, porque
a pesar de tener aletas por cerebro, pensé que quizás Tag trataría de matar
a alguien, a cualquiera, solo para asegurarse de que yo supiera que va en
serio”.
Adam maldice, claramente dándose cuenta ahora de que Rick se quedó
callado por un buen motivo: protegerme.
Y no quise hacerlo, de verdad no pretendía hacerlo, pero mi mano va
instintivamente a mi garganta. Wes me quería muerta esta noche. Hasta
ahora no he dejado a mi mente pensar en eso.
Rick me agarra y me tira de mí hacia sí. “No estuviste cerca de la muerte en
absoluto esta noche”.
Mi ira estalla. No importa que diga otra cosa, cada vez que enmascara la
verdad convirtiéndola en una mentira, me está diciendo que no soy lo
bastante buena o suficientemente dura para estar a su lado. Aparto la
mano de mi cuello y echo a un lado los pensamientos de que esa cuchilla
podría haberme cortado el cuello esta noche. “Deja de esconderme cosas,
Rick. Casi muero. Wes podría haberse movido justo cuando tú lo hiciste y yo
ya no estaría aquí. Se ha acabado. Puedo lidiar con la verdad”.
Me suelto de él y me pongo de cara a la mesa de nuevo. “¿Quién está con
Reynolds en Irak?”
Rick se coloca a mi lado y Adam pasea la mirada entre nosotros antes de
decir, “Neal y Brody”. Se centra en Rick. “Tú y yo conocemos a Brody”.
“Y yo conozco a Neal”, intercede Adrian, “Y no, tú no me conoces bien,
pero Adam sí. No diría que Neal es bueno si fuera un soplapollas”.
“Neal es ex FBI”, añade Adam. “La mujer de Blake, Kara, que también es ex
FBI, tiene una muy buena opinión de él. Y Candace, para que sepas lo que
nosotros sabemos, Brody era parte de las Fuerzas Especiales, de una
operación encubierta de tipos malos”.
Satisfecha por tener un buen equipo, sobre todo siendo mi padre un
guerrero, dejo clavado a Rick con una mirada, haciendo que me mire y
actúe a favor de la extracción de mi padre. Cuando lo hace, cuando esos
ojos azules queman los míos, digo, “Nadie es un soplapollas. Quiero a mi
padre fuera de ahí”.
“Sé lo que quieres nena, y yo también lo quiero, pero quiero que tu padre
salga de ahí con vida. Esto es de lo que se trata. De asegurarme de que
regresa a ti en una pieza”. Él no espera a que yo lo entienda y se gira hacia
el equipo. “¿Por dónde vamos con el plan?”
“El tiempo es nuestro mayor obstáculo”, dice Smith. “Si el objetivo aquí es
quitar de en medio a Tag y a su equipo al mismo tiempo, tenemos que sacar
al general la noche de la fiesta, tenemos un par de factores que discutir.
Siendo uno la diferencia horaria entre aquí e Irak”.
“Yo me encargaré de Tag mientras tú sacas de ahí a su padre” dice Rick.
“La fiesta es a las ocho en punto el sábado por la noche”, intercede Adam.
“Nuestro equipo tendrá que proceder antes del amanecer. Tag esperará
que Savage quite de en medio a Gabriel en la fiesta”.
“Solo para que quede claro”, dice Adrian, “¿vamos a matar a Tag y a
Gabriel o solo vamos a hacer que los arresten? Hay señales mezcladas
aquí”.
Rick le lanza una mirada, irritado. “Yo me encargaré de Tag, Los Walker se
quedan fuera de este asunto”.
“Todos estamos dentro para ganar”, corrige Adam. “Todos nosotros, en
todas las cosas”.
“Walker no va a jugar en mi caja sucia de arena”, dice. “Es mi derecho y
privilegio”.
“Nosotros tenemos moral, tío”, explota Asher. “Pero eso no significa que nos
volvimos unas perras”. Me mira a mí. “Disculpa Candace”.
“Es hija de militares”, interviene Smith. “Créeme, puede soportarlo”.
Adrian pasa de mis inexistentes sensibilidades. “No seas un niñato egoísta,
Savage. Me gustan las cajas sucias de arena. Quiero ir a jugar”.
“Tag no es un imbécil”, dice Adam. “Él sabe que estamos involucrados. Te
encontró para arrastrarte a esto jugando con nosotros en una mesa de
póker”.
“Tiene razón”, dice Asher. “Estamos contigo en esto, y después de haber
conocido a ese niñato, quiero una segunda oportunidad para sacar la
basura”.
“No”, dice Adam. “Eso no va a suceder. Yo iré con Savage. Tú, Asher,
necesitas encargarte del lado tecnológico de esto”. Él mueve su mano entre
Adrian y Smith. “Vosotros protegeréis a Candace, quien,
desafortunadamente estará en esa fiesta del brazo de Gabriel”. Él señala a
Adrian. “Ella necesitará a un monstruo como tú para combatir a un monstruo
como Gabriel”.
“¿Qué jodido tipo de monstruo eres tú?” exige Rick.
El labio de Adrian se tuerce. “Del tipo que cortará en tiras y luego en cubos
a Gabriel y no sentirá remordimientos”.
Rick lo señala. “Más te vale asegurarte de que no eres del tipo de tocarla a
ella”.
“Le dispararé si lo hace”, prometo, lo que me gana varias carcajadas de
todos menos de Adrian.
Adrian está mirando a Rick. “No soy tan estúpido, ni de ese tipo de
monstruos, tío”.
“¿Estamos de acuerdo en que esto es un equipo y todos nos apoyamos,
Savage?” pregunta Adam. “¿O nos vamos afuera a pelear? Porque puedo
levantarme y salimos a pelear. O, a la mierda. Pelearemos aquí mismo”.
Rick le lanza a Adam una mirada inexpresiva. “¿Sabes lo que dicen de los
tíos grandotes como tú con pies minúsculos?”
Adam sonríe con suficiencia. “No tengo pies minúsculos”.
“Pero tu cerebro lo es”, dice Rick, sacando de su bolsillo el drive y
deslizándolo sobre la mesa hacia Asher. “Tuve una revelación”, dice Rick,
mientras Asher lo atrapa. “Lo escondí en la tumba de mi madre. Está lleno
de asuntos de Tag”.
“Los cuales”, concluye Asher,” ahora sabemos que están vinculados con el
bueno Honesto Gabe”.
“Y ahora tú Asher”, dice Rick, “Puedes ser un verdadero héroe. Si encuentras
lo que necesitamos y Candace no tiene que ir a esa fiesta, estarás salvando
al menos una vida. Porque, juro por Dios que, si tengo que ver a Gabriel
tocándola, lo aniquilaré en el acto”.
No me opongo aquí y ahora, frente al equipo de los Walker, pero la estancia
está en tensión en silencio. Todos sabemos que tengo que ir a esa fiesta. Voy
de encubierto para dos misiones: la de Rick de matar a Tag y la de Reynolds
de sacar a mi padre de ahí. Todos sabemos que tengo que pasar otra noche
pretendiendo ser la prometida de otro hombre. No hay vuelta de hoja.
Y soy quien tiene que hacer que Rick entre en razón.
CAPÍTULO CUATRO
Candace

Todos los ojos se posan en Asher cuando mete el drive que Rick había
escondido en la tumba de su madre en el ordenador. Todos estamos
mirándolo, a este hermoso hombre de pelo rubio, tatuado, que luce como
un roquero y jaquea como un informático, esperando a que nos diga lo que
encuentra, cuando su teléfono suena. Él deja lo que está haciendo y agarra
el teléfono, que está en la mesa junto a él. “La esposita”, dice, enseñando
el identificador de llamada, que en verdad dice “esposita”. “Ella se
preocupa”, añade. “Tengo que contestar”. Presiona una tecla en el
teléfono y habla por el bluetooth. “Hey, nena. Sí. Yo también te extraño”. Él
se ríe. “Sí, ya se, ya sé. ¿Y si conseguimos un perro para que te haga
compañía? Y un gato. Tenemos un cliente que tiene un perro y un gato”.
La llamada es tierna.
Rick explota.
“¿Qué demonios?”, escupe. “Dile que la quieres y que la llamarás luego y le
hablarás sucio más tarde”.
Es tan Savage, y su relación con estos hombres de verdad está demostrando
ser tan fraternal, de una manera que me tiene queriendo reír y llorar por él,
lágrimas de felicidad, no de tristeza. Él necesitaba una familia y ellos son su
familia. Su confesión en la tumba antes de que Wes apareciera me viene
con un poderoso impacto que apaga mi furia. Él vino por mí. Se sentó en la
entrada de mi casa. Nunca se dio por vencido con nosotros.
Asher hace una mueca. “Te llamaré luego, nena. Savage está siendo un
coñazo”. Él se ríe por algo que su ‘esposita’ dice y responde con, “Si
hablamos sucio ahora, lo vamos a cabrear mucho. ¿Te apuntas?”
“¿Quieres hablar sucio, Asher?” se burla Rick. “Porque puedo subirme a esta
mesa y hablarte sucio de muchas maneras. De hecho, conozco unas
cuantas palabras que harán que las bolas se te suban directamente al
culo”.
Asher suelta una carcajada y dice, “Tengo que irme, nena”, antes de colgar
y sonreír a Savage. “He colgado porque me gustan mis bolas justo donde
están y tú eres lo bastante raro como para tratar de reubicarlas”.
Me río y Asher me guiña un ojo, antes de flexionar los dedos en el teclado.
“Y ahora, ¿dónde estábamos?”. Él se dispone a teclear y después de unos
dos minutos, Rick se convierte en ‘El hombre de los dos minutos’ y pierde la
paciencia. “¿Y bien?”, exige. “¿Qué hay ahí?”
Asher sonríe con suficiencia y le lanza una mirada a Rick. “Jesús, tío. No tienes
ni idea de lo que tienes en tu propio drive, ¿verdad? Eres como un viejo.
Recuérdame que nunca te de vodka”.
Rick cruza los brazos en su pecho perfecto, sus pies bien separados en el
suelo. “Si bebieras tanto vodka como yo solía hacer, no recordarías tan
pronto”.
Rick dice cosas locas, ridículas, pero este comentario no es una broma. Las
palabras son directas. Son hechos. No soy la única que lo nota. La sala se
queda en silencio, el tipo del silencio en el que se oiría caer un alfiler. Apenas
puedo concebir una realidad donde Rick Savage tuvo que ahogar su vida
en el alcohol, y ojalá pudiera volver atrás en el tiempo, y aferrarme más
fuerte, de la manera que pienso hacerlo ahora.
“El dinero no puede comprar la felicidad”, murmura Adrian. “Pero puede
comprar vodka”. Él levanta el vaso del que está bebiendo. “Puede que este
vaso tenga vodka en el. Te entiendo, tío”.
La mirada de Rick se posa de manera feroz en Adrian y no existe amistad en
ésta. No le cae bien y me pregunto si es porque ve demasiado de él mismo
en el otro hombre para su comodidad.
“OK”, dice Asher, presionando unas cuantas teclas en su MacBook. “Esto es
lo que tenemos”. Apoya sus manos en la mesa. “Parece los detalles de diez
misiones. Todas domésticas. ¿Alguna idea de por qué documentaste y
escondiste estas diez misiones?”
“No tengo ni puta idea”, dice Rick. “Envíamelos a mi correo electrónico para
verlos desde el móvil”.
“Mi trabajo ahora es buscar la manera de conectarlos con Gabriel”, Asher
se frota las manos. “Más vale que alguien pida servicio de habitaciones”.
“Me apunto”, se entromete Adrian.
“¿Me los puedes enviar a mi correo también?” pregunto. “¿Quizás algo me
resulte familiar?”
“No lo quiero en tu teléfono o ninguna huella digital”, dice Rick, mirando a
Asher, “Lo imprimiremos para ella”.
Desde ahí, hay un gran debate sobre qué comida pedir, y para la hora que
llega la comida, Rick y yo ya nos hemos acercado más al equipo y tomado
dos asientos. Cuando la comida ha sido devorada, me encuentro revisando
las misiones que Rick documentó, buscando algo que me resulte familiar. Lo
que se me hace familiar rápidamente es que la mayoría de las misiones de
Rick, incluyen la muerte de alguien. Por supuesto esto era algo que ya sabía.
Él me lo dijo. Y estas no son solamente sus misiones. Mi padre estaba
involucrado. Tampoco se me pasa el hecho de que fueron contra malos
actores que planeaban hacer daño al país. Rick tenía principios. Rick no
mató a ese niño, no intencionalmente al menos. Él intentó salvarlo.
Estoy en la misión final, un diplomático en un país extranjero, que fue
asesinado, así como su equipo de seguridad. Trago con fuerza. “Ésta”.
Rick echa una hojeada al documento impreso en mi mano y luego a mí.
“¿Por qué ésta?”
Mi mente se va al pasado y todos los de la mesa se me quedan mirando.
“Estaba con Gabriel. Tenía puestas las noticias y estaban hablando sobre
esto. La historia captó su atención, el puro que se disponía a encender en
ese momento estaba en su boca, y, aunque su expresión no cambió, había
algo en sus ojos. No puedo explicarlo de otra manera sino como victorioso.
Tanto, que iba a preguntarle, pero sonó su teléfono. La llamada fue rápida.
Él ni siquiera dijo hola. Alguien le dijo algo y él colgó. Por algún motivo,
cuando desconectó la llamada, mi instinto me dijo que lo dejara pasar. Lo
cual, todos sabemos el motivo ahora. Era supervivencia”.
“Él ordenó los asesinatos”, dice Rick. “Su nombre coincide con las iniciales
que constan en nuestras instrucciones. No es nada nuevo”.
“Pero es más sustancial que simplemente unas iniciales en un papel. Es una
misión con la que sé que puede estar conectado”. Trago saliva con fuerza.
“Pero hay más”.
Rick arquea una ceja, apresurándome para que cuente ese ‘más’, sin
palabras.
“A la mañana siguiente, fui a casa de mi padre, y estábamos haciendo
pancakes. Nos encontramos de pie junto a la isla de la cocina riendo
cuando, la misma historia salió en la tele. Él hizo una pausa, se quedó
oyéndolo y dijo, “No le deseo la muerte a mucha gente, pero es un alivio
que ese hombre lo esté”.
“No estaba equivocado”, dice Rick. “Masacró a miles de los suyos solo para
mantenerlos callados. No creo que ese comentario signifique nada”.
“Excepto que ambos reaccionaron a la misma historia”, replico. “Sabemos
que ambos eran parte de esta operación black ops. Parece ser que los dos
tuvieron una reacción que dice que estaban involucrados. Si no podemos
demostrar que Gabriel estaba metido en eso, quizás mi padre pueda. Él
estuvo metido en eso. Tal vez él pueda ofrecer alguna prueba”.
“Sabemos que tu padre no tenía conocimiento de que Gabriel era el
cabecilla de la operación black ops”, me recuerda Rick. “Tenemos
suficiente información que nos lleva a creer que lo descubrió, te quería fuera
de ella, y eso lo colocó en la lista de asesinatos de Gabriel”.
“Esta lista de misiones no va a ser de ayuda. Mi padre puede ayudar. Lo
necesitamos de vuelta ahora”.
“Necesitamos un plan de respaldo”, dice Rick.
“¿Y yo qué soy?” pregunta Asher. “¿Comida de pollos? No me dejes fuera”.
Me centro en Rick, en el plan de respaldo. “Porque puede que mi padre no
salga de ésta con vida”. La cruda realidad me golpea como si un cuchillo
de verdad me estuviese abriendo un canal aquí y ahora.
“Candy, nena---“
“Yo sé que puede que no regrese”, digo. “Solo necesitaba decirlo en voz
alta. Necesito forzarme a mí misma a estar lista para cualquier cosa. Eso es
lo que tú no entiendes. Lidio mejor con las cosas de frente y con honestidad
brutal. Pero, maldita sea Rick, si yo puedo con esto, tú deberías ser capaz de
lidiar con tu propia realidad también”.
Entrecierra sus ojos en mi dirección. “¿Y eso significa qué?”
“No vamos a quitar de en medio a Gabriel antes de la fiesta del sábado. Eso
no pasará. Y soy la tapadera que necesitas para cargarte a Tag y salvar a
mi padre”. Me dejo caer hacia él. “Voy a ir a esa fiesta. Voy a ir del brazo
de Gabriel. Y tú podrás sobrevivir a ello con la promesa de vengarte”. Me
levanto. “Y ahora, me voy a nuestra habitación, donde podremos pelear en
condiciones y tú podrás salvar las apariencias cuando pierdas dicha pelea”.
Doy un vistazo por la estancia. “Buenas noches a todos”.
Y con eso, salgo de la habitación.
CAPÍTULO CINCO
Savage

La posesividad se extiende en mi interior, duro y rápido, mezclada con


protección y sí, miedo. Temo perder a Candace, y no porque esté
enfadada. Sino porque mis enemigos quieren arrebatármela de mis malditos
brazos. Estoy en pie antes de que ella salga del comedor. No le digo al
equipo Walker que se marche. Ellos lo entienden. Candace y yo
necesitamos estar a solas.
Ellos se levantan y empiezan a recoger sus cosas.
Estoy fuera del comedor y en sus talones el instante en que ella entra a la
habitación. Estoy ahí, justo ahí, detrás de ella, cerrando la puerta de una
patada, y agarrando su brazo, volteándola para que quede de cara a mí.
“No te quiero cerca de Gabriel. Y no dejaré que malditamente vuelva a
tocarte”.
“Y yo no quise que me abandonaras, pero tú hiciste lo que creíste que
debías hacer para protegerme. Y voy a hacer lo que tenga que hacer para
protegerlos a ti y a mi padre”.
Las palabras me muerden como si tuvieran infinidad de colmillos. “¿Así va a
ser? ¿Vas a echarme el pasado en cara?”
“No. No es así como va a ser, pero estoy enfadada contigo, Rick”. Me
pincha con un dedo en el pecho. “Muy enfadada. No me había dado
cuenta de cuánto hasta ahora, aquí en este mismo instante”.
“Sabes---“
“¿Qué te arrepientes de haberte marchado?” me reta.
“Sabes que sí”.
“Y, aun así, te inventas excusas para marcharte una y otra vez. Por eso estoy
enfadada. Cada segundo, temo que la próxima razón sea la definitiva”. Su
voz vibra con sus emociones y lo capto.
“Nena, ya te lo dije. No voy a irme a ninguna parte. Nunca más”.
“Tienes miedo a ser directo conmigo. Temes decirme qué es lo que en
realidad está sucediendo. Ese miedo lleva directamente a un adiós. Los
momentos van sumando, Rick. Ya lo hicieron antes. Me doy cuenta también.
Sé cuándo tienes momentos de dudas. No estoy ciega, como lo fui en el
pasado”.
“¿De qué estás hablando?”
“Diez misiones. Diez asesinatos. El momento en la mesa cuando supiste que
yo lo sabía. El momento en el coche cuando estabas en tu mundo,
juzgándote a ti mismo por matar a Wes y decidiste que yo debía estar
haciéndolo también”. Abro la boca para hablar, pero ella levanta la mano.
“Juzgándote a ti mismo por convertirme en un objetivo, cuando ambos
sabemos que esto es mucho más complicado que eso ahora”.
“Te lo dije. He tenido una muestra de lo que somos juntos de nuevo, nena.
Soy demasiado egoísta para alejarme de nuevo”.
“Eso no niega lo de esos momentos, ¿o sí?”
“No. Sucedieron. No son el fin de nosotros”.
“Dios, ojalá pudieras ser esa persona egoísta que dices ser ahora, Rick, pero
no lo eres. No es quién eres. Esa barrera entre nosotros que nos separó se
está formando otra vez”.
“Nada está sucediendo de nuevo excepto el que estemos juntos”.
“No querías que supiese sobre la amenaza de Tag. Pensaste que no podría
soportarlo. No soy imbécil. Tuve una cuchilla en mi cuello esta noche. Sé lo
manipulador que es Tag. Está usando a mi padre a su favor. ¿Por qué no
usarme a mí? Ya me ha usado. Puedo atar cabos”.
“Como ya señalaste, te pusieron un cuchillo en la garganta esta noche,
nena. Dame algo de crédito por quererte lo suficiente para querer darte un
respiro antes de descargar más mierda encima tuyo”.
“No necesito un respiro. Necesito saber la verdad. Reacciono mejor con la
verdad”.
“No estaba mintiendo u ocultándote la verdad. Sí que tomé la decisión a
conciencia de que, arrojarte eso minutos después de ser atacada o delante
de personas que apenas conoces, no era lo mejor”.
“¿Te hubieras convencido a ti mismo de no decírmelo?”
“No”.
“¿Te guardarías tantas cosas como para sentir que debes irte otra vez y no
regresar?”
Paso una mano por su cabello, guiando su cara hacia la mía. “No es lo
mismo”.
Sus dedos se encogen en mi pecho, hacen un puño en mi camisa de
algodón. “La única manera en que puedo lidiar con quién y que eres es
incluyéndome, Rick”.
“Soy totalmente consciente de lo claro que tienes quién y qué soy,
Candace. Me viste matar a un hombre esta noche”.
“No estoy pensando en el monstruo que mataste. Me salvaste la vida”.
“Tú eres mi vida”.
“No puedo serlo si me tienes miedo”.
“No te tengo miedo, nena, pero ¿puedes tú decir lo mismo de mí?”
“Sí”, confirma convencida. “Sí, puedo. Se supone que soy tu pareja, Rick, la
única persona que se supone que sea tu refugio. La única persona con la
que no tienes miedo de ser tú mismo”.
“Lo eres, nena”,
“Si eso fuera cierto confiarías en mí y en nosotros para dejar de tener miedo.
Vi la mirada en tu rostro después de matar a Wes esta noche. Pensaste que
iba a juzgarte”.
“No solo lo maté. Disfruté haciéndolo”.
Sus manos van a mi rostro. “Si él fuera a matarte, yo lo mataría y disfrutaría
haciéndolo también. Y si pudiera hacerlo doloroso, lo haría. ¿Me juzgarías?
¿Pensarías que soy un monstruo?”
La oscura oleada de emociones en mi interior es cualquier cosa menos
tierna y bonita. El rugido de necesidad en mí es de todo menos gentil. Enredo
mis dedos en su cabello y traigo su boca a la mía. “Te llamaría simplemente
como te llamo ahora: Mía. Solo mía”.
“No soy tuya hasta que tú seas mío, Rick. Y tú no lo eres”.
“Oh, soy tuyo, Candy, nena. Solo que puede que no te guste lo que significa
eso”.
“Esas malditas palabras de nuevo. Un hombre que no le tiene miedo a nada,
excepto a la mujer que se supone que ama”, se burla.
“¿Que se supone que ama?” la reto. “¿Qué demonios, Candace?”
“Amor es confiar, Rick. Amor. Es. Confiar”.
“Y ese es el problema ahora, ¿o no, Candace? No confías en que me vaya
a quedar”.
“Y tú no confías en que te ame a ti, a tu yo verdadero”. Ella trata de zafarse,
pero no la dejo. La atraigo directamente de vuelta a mis brazos, porque no
hemos acabado. Nunca habremos acabado.
CAPÍTULO SEIS
Savage

Estoy justo delante de Candace de nuevo, removiendo el espacio que ella


ha puesto entre nosotros, alineando nuestras piernas. “¿Crees que no confío
en ti?”
“Sé que no confías en mí”.
“Entonces más vale que vayamos arreglando ese problema nena, porque
estoy aquí para quedarme y vamos a hacernos viejos, gordos y aburridos
juntos, te guste o no”.
“¿Viejos, gordos y aburridos?” ella se ríe con esa risa musical suya.
Y así de fácil estoy caliente y duro, hambriento de ella, de la manera en que
solo esta mujer me puede poner hambriento. Mi boca colapsa con la suya,
mi mano se desliza por debajo de su cabello hasta su cuello y cuando mi
lengua la acaricia profundamente, ella está ahí conmigo, hasta el cuello,
besándome como una loca. La furia que estalló entre nosotros momentos
antes desaparece, pero su promesa de que aún no es mía, no. Quema mi
mente, burlándose de mí, incluso cuando la necesidad quema mi cuerpo.
Cojo el dobladillo de su camiseta y se la saco por encima de la cabeza. Su
brassier es lo siguiente, y con ella incitándome, mi camiseta también está
fuera para el momento en que le doy la vuelta y la pego a mi parte
delantera. Tomo sus pechos firmes perfectos, rotando sus pezones, mis labios
en su oído cuando juro “Tú eres mía, Candace”. Una imagen de Gabriel
tocándola hace que mi voz se vuelva más áspera cuando digo, “Solo mía”.
No le doy tiempo de discutir ni de sacar el tema de Gabriel y la maldita fiesta
del sábado. Que le den a Gabriel y a esa fiesta.
La giro hasta que queda de cara a mí de nuevo y pongo una rodilla en el
suelo. Mis manos dedos trabajan sus pantalones, mis manos se deslizan por
la suave tela vaquera a su todavía más suave piel, mis ojos suben hacia los
suyos. “Mía”, murmuro, sin importarme un carajo lo cavernícola que pueda
sonar, mis labios besan su vientre donde ella tiembla bajo la presión de mi
boca y mi lengua.
Sus dientes se hunden en su labio inferior, y juro que mi maldita polla se tensa.
Quiero tumbarla y follármela. Quiero estar dentro de ella. Deseo y deseo y
jodidamente deseo tanto con Candace, pero hay malditamente mucho
más que sexo en esta habitación, entre nosotros. Siempre ha habido más
que solo sexo. Desde el momento que conocí a Candace, ella se metió bajo
mi piel. Desde el momento en que la conocí, fue parte de mí.
El vínculo que compartimos está en el aire, pero de algún modo, incluso al
ser tan real y perfecto, ella no cree que esté en esto para siempre. Carajo,
le pediría matrimonio de nuevo, ahora mismo, pero no le daré la
oportunidad de decir que fue el calentón del momento. Y necesito un anillo.
Un anillo que merezca la pena la espera de todos estos años. Un anillo mejor
que el que el soplapollas de Gabriel le dio.
Arrastro sus pantalones hacia abajo por sus piernas, llevándome sus bragas
conmigo. Ella se deja caer hacia mí, y tomando su pequeña cintura con el
brazo, la levanto, desvistiéndola por completo. Echo a un lado su ropa y
zapatos y la pongo en pie. Ella se queda ahí parada delante de mí,
desnuda, y algunos podrían decir vulnerable, sus manos en mis hombros, sin
hacer ningún intento de esconderse de mí. Tengo uno de esos momentos
de los que hablaba anteriormente. Ella está cabreada. Asustada.
Alimentando un corazón roto. Todas estas cosas son ciertas, pero ella confía
en mí intrínsecamente, aunque su mente la aconseje que se proteja. Y
después de todo lo que ha acontecido entre nosotros, eso es un jodido
montón de amor.
Ella me ama.
Me levanto y tomo su cara entre mis manos. “Me preguntaste por qué
regresé ahora y te dije que esa era la pregunta equivocada. Nunca
terminamos esa conversación”.
“Y yo te pregunté que cuál era la pregunta correcta”.
“¿Por qué no regresé antes? Esa es la pregunta correcta”.
“¿Por qué no regresaste antes, Rick?”
“Después de que esa brutal misión saliera mal, odié lo que había hecho. Y
odié lo fácil que se había hecho seguir asesinando”.
“¿Por qué no regresaste antes?” repite ella.
“Era más fácil que me odiaras por no regresar que por lo que me había
convertido”.
“No te odio en absoluto. Nunca te odié. Me preocupé por ti. Te extrañé. De
veras te extrañé. Estaba herida sin ti. Me hiciste daño”.
“No te voy a hacer daño jamás, nunca más. Y para ser claro: Tú te quedarás
conmigo. La única manera en que me iría es si tú me pides que me vaya”.
Ella coloca sus brazos a mi alrededor, sus suaves curvas presionadas contra
mi cuerpo. “Yo también quiero hacerme vieja y aburrida contigo, Rick
Savage”.
“¿Gorda no?” bromeo.
Ella sonríe. “Gordos no. Me gustan tus músculos demasiado”.
Me río, pero la ligereza del momento se convierte en fuego, y no estoy
seguro de si es ella o soy yo quien se mueve, pero nuestras bocas chocan,
desesperadas y hambrientas-un salvaje y turbulento siseo de lujuria y amor
desencadenado. Sus manos en mi cuerpo. Mis manos jodidamente seguros
en su cuerpo. Ella acaricia la dura línea de mi polla y tira de mi cremallera.
Tomo con mis manos su dulce trasero y la levanto, bajándola al colchón, y
tirando de ella hacia el borde.
Estoy de nuevo de rodillas delante de donde tengo intención de poner mi
boca y lengua, en ese dulce lugar entre sus piernas. No tengo ocasión. Ella
se sienta, envolviéndome con sus brazos, sus pezones erectos entre ambos,
sus labios encontrando los míos. Su lengua empuja a través de mis dientes y
acaricia. Devuelvo la caricia con una incluso más profunda, que termina
conmigo raspando con los dientes. Doy un apretón a su trasero y la atraigo
hacia mí, los dedos de la mano que tengo libre se introducen en el calor
resbaladizo entre sus muslos abiertos, ella gime en mi boca.
Ese gemido me deshace la mayoría de las veces, pero no ésta, no hasta
convertirme yo en lo que la desarme a ella. Mis dedos se hunden en ella y
ahora está jadeando, murmurando, “Rick”, suave y tiernamente.
“Nunca dejé que nadie me llamase Rick”, enredo mis dedos en su cabello y
arrastro su mirada hacia la mía, “A nadie”.
Ella se hace hacia atrás y se me queda mirando, con comprensión en sus
ojos. Follé por ahí pero nunca nadie mereció saber mi nombre. “¿Nadie?”
pregunta ella vacilante.
“Nadie, nena”. Devoro su boca, saboreando su rendición, la cual no
merezco, pero eso va a cambiar. Mi pulgar trabaja su clítoris, haciendo que
sus labios se entreabran con sus jadeos. Solo me lleva unas cuantas
estocadas con mis dedos y caricias en su hinchada protuberancia antes de
que empiece a gemir arqueando las caderas, agarrando mi brazo. “Yo---
yo----“. Y ella tiembla alrededor de mi mano y dedos.
Lamo su labio inferior y me muevo con cuidado a través de sus espasmos,
acariciando a lo largo y profundamente, y luego despacio, e incluso más
despacio aún. Ella se agarra a mis hombros, lánguida durante un momento,
antes de traer sus labios a los míos. “Necesito un montón de cosas contigo,
Rick. Ahora mismo, te necesito dentro de mí”.
CAPÍTULO SIETE
Savage

Yo y mi polla de verdad queremos a Candace montándonos ahora mismo,


pero no voy a hacer que esto se trate de mí. Es todo por ella, y su placer.
OK, y también sobre mí. Su placer también es mucho del mío. “Te quiero en
mi lengua ahora”.
Ella vuelve a estirar el brazo hacia mi pantalón. “Quiero estar en tu polla
ahora”.
Me río, a carcajadas, el tipo de risa que no he podido compartir con nadie
mientras follaba excepto con Candace. El tipo de risas y bromas que no
hace que disminuya la intensidad entre nosotros. “¿Significa eso que vas a
ponerte arriba?”
Ella me muerde el labio. “Tendrás que desvestirte para comprobarlo, ¿no?”
“Hmmm”
“Rick, maldita sea. Necesito----“
Mi boca encuentra la suya, y nos volvemos salvaje, lo que da pie a que yo
acabe desnudo con ella ahora, y cuando me siento en la cama, ella está
delante de mí. Tiro de ella hacia mi regazo y en un momento de joder sí, mi
brazo atrapa su cintura y ella tiene mi polla en su mano, guiándome hacia
ese húmedo y apretado calor entre sus hermosos muslos. Lentamente ella se
va deslizando por toda mi longitud, hasta colocarse perfecta y dulcemente
sobre mis caderas.
“¿Echas de menos mi lengua?” pregunto, tomando con mis manos su
precioso culo y balanceando mis caderas.
“Solo porque no me estás besando”, murmura sin aliento y, maldición, adoro
cuando jadea.
Atrapo su boca y la atraigo hacia mí. “Un beso por ahora pero mi lengua
tiene otros planes para ti pronto”.
Ella se deja caer hacia mí, reclamando mi boca y no nos niego a ninguno la
adrenalina del beso que viene después. Aprieto su trasero y le doy una fuerte
palmada, justo de la manera que a ella le gusta. Ella se sobresalta y me
muerde el labio, un duro pinchazo que hace que me encienda como el
infierno. Agarro esos sedosos y largos mechones de su cabello y los jalo solo
lo suficientemente fuerte como para que lo sienta. Estamos de vuelta con
ese magnetismo salvaje de antes, ella se balancea encima de mí, dándome
una dura sacudida. Me quiere boca arriba. Sería fácil tumbarla boca arriba
o ponerla de espaldas, poseerla, tocarla, volverla del revés, pero no hago
ninguna de esas cosas. Le doy lo que quiere, me pongo boca arriba, le cedo
el control a ella. Porque esto se trata de lo que ella quiere y necesita. Y esta
noche, ella necesita el control. Creo que lo necesita frecuentemente
conmigo, al menos ahora. Al menos hasta que se le olvide la manera en que
yo tomé el control marchándome. No me deleito en la manera en que me
veré forzado a arrebatarle ese control mañana cuando peleemos sobre la
fiesta.
Apenas estoy apoyado en el colchón, y ella me está montada a horcajadas
sobre mí, hermosa como el infierno; su larga y sedosa melena, salvaje
alrededor de sus hombros, algunos mechones rozando sus firmes pezones
rosados. Sus labios ásperos por mis besos, sus ojos pesados por el deseo.
Apenas puedo contenerme para darle la vuelta, sujetarla, capturarla
debajo de mí. Ella se deja caer hacia mí y en mí, besándome y yo coloco la
palma de mi mano plana en la parte baja de su espalda, presionando sus
caderas contra mis caderas. Ella se arquea, se mece acariciando mi polla,
de derecha a izquierda, de arriba abajo. Y cuando se sienta erguida,
cabalgándome con abandono, no soy yo quien la posee--- es ella la que
me posee a mí. Observarla, sentirla, es adrenalina y fuego. Ambos se hacen
diez veces más intensos cuando ella vuelve a dejarse caer hacia adelante,
y me da esa abrasadora mirada de te--deseo---malditamente tanto---y---
estoy---tan---enamorada de ti ---que todo hombre debería querer
experimentar.
Ahora, le doy la vuelta. Jodidamente no puedo evitarlo. Le inmovilizo los
brazos arriba de su cabeza, presiono su mejilla con la mía, mis labios en su
oído, “Estoy tan malditamente enamorado de ti, mujer”.
“Demuéstralo”, me reta, con su cálido aliento en mis labios.
Hay algo oculto en ese reto, algo oscuro y emocional que hace que me
aparte lo suficiente para estudiar su rostro. “¿Cómo?”
“Confía en mí. Confía en mí de verdad”.
Mis labios bajan a los suyos, mi aliento un cálido siseo en los suyos cuando
digo, “No estaría aquí ahora, si no lo hiciera y si no estuviéramos en ese
punto, Candace. Trato hecho, pero tienes que dar lo que recibes”.
“Trato hecho”, susurra ella.
Todavía estamos ahí, desnudos, nuestros cuerpos conectados íntimamente,
entreteniéndonos con los próximos pocos segundos que se sienten como
minutos antes de que nos bebamos el uno al otro con nuestras manos y
bocas. Hasta que ella se arquea debajo de mí, y yo la embisto, y de algún
modo, nuestros cuerpos son un abrasador balanceo y un frotarse de manera
sucia, todo en uno. No sé cuándo libero sus manos, o cómo sus brazos
rodean mi cuello, pero cuando ella grita mi nombre y gime, estoy perdido
en ella--- en sus suaves sonidos, su cuerpo tembloroso, su sabor y olor. Mi
cuerpo se sacude, de manera fuerte y demasiado rápida, con mi liberación.
Mucho tiempo después, echo una manta sobre nuestros cuerpos desnudos
y Candace se acurruca conmigo. No hablamos. Solo permanecemos ahí
tumbados, abrazados el uno al otro. Casi como si supiéramos que todavía
queda una batalla por luchar, una sobre el otro hombre que hay en su vida,
el hombre al que está prometida, y que no soy yo.
CAPÍTULO OCHO
Candace

Despierto con la luz del nuevo día colándose por un hueco de las persianas
del hotel, el aire acondicionado enfriando la habitación y el cuerpo grande
de Rick acunándome desde atrás. Bajo las pestañas saboreando el
momento mientras me acurruco solo un poquito más cerca de él. Aún
dormido, él reacciona instintivamente, amoldándome contra él y
hundiendo su rostro en mi cuello. Es irreal. Esto es irreal. Hace unas semanas,
pensaba que nunca volvería a ver a Rick, y mucho menos despertar con él,
sin embargo, aquí estoy y estamos de nuevo juntos. Y por esa razón, le
prometí que confiaría en él, y voy a darle esa confianza.
Las sombras del sueño danzan en mi mente, decoradas con pétalos de rosas
y recuerdos. Y estoy de repente, o quizás no tan de repente, sumida en el
sueño y en el pasado, reviviendo una de las mejores noches de mi vida.
Después de una noche de baile y travesura en el ático de nuestro bar
country favorito, lo cual aún me tiene sonrojándome, Rick mete la
camioneta en el garaje y apaga el motor. “No te muevas, nena”, ordena.
“Tengo una sorpresa para ti”.
Me río, “Entrar escondidas a ese ático es todo lo que puedo manejar esta
noche”.
“Ambos sabemos que eso no es cierto”, él me guiña un ojo y me besa.
“Quédate aquí o me veré forzado a nalguearte justo aquí en la camioneta
porque la sorpresa está dentro”.
“Eres malo”.
Él mueve una ceja arriba y abajo. “Tú lo sabes, nena, mejor que nadie”.
Se desliza fuera de la camioneta y me deja encerrada dentro. Yo me río y
miro por encima de la consola, disfrutando la vista de su increíble y prieto
trasero que se ve tan bien en bata de cirujano como en los vaqueros
desgastados que lleva esta noche. Él entra en la casa y la curiosidad me
mata por obvias razones. Con Rick Savage, nunca se sabe qué sucederá
después, y eso me encanta. Amo la manera en que me hace vivir la vida,
la manera en que trae emoción a cada segundo de cada día, y aún así,
me calma al mismo tiempo.
Rick entra en la casa, nuestra casa ahora por casi cuatro meses de los seis
que llevamos conociéndonos, y yo cuento los segundos, que se convierten
en unos cuantos minutos, hasta su regreso. Finalmente, sale de la casa,
sujetando algo en sus manos que no puedo averiguar muy bien qué es.
Ansiosa por saber qué trama, lo observo dar la vuelta a la camioneta y abrir
la puerta del copiloto para rescatarme. “Señora”, dice, ofreciéndome su
grande, fuerte mano. Las mismas manos que salvaron la vida de un niño y
sus padres la noche anterior, pero hay mucho más en él que un simple
cirujano. Es complicado. Él está dañado. He visto las maneras en que su
padre contribuye a cuan dañado está. Aún así, cuando está conmigo,
especialmente aquí en la casa, se relaja y se deja llevar por el momento. He
visto cómo sucede, de manera frecuente.
“Señor”, digo formalmente, siguiéndole el juego, mientras apoyo la palma
de mi mano en la suya y me lleva al otro lado del asiento. Al segundo
siguiente, me toma por la cintura y me levanta sacándome de la
camioneta, con tal facilidad que pensarías que soy una pluma. Me gustan
mucho sus músculos. Me tambaleo un poco con la influencia de mi único
Tequila Sunrise, demostrando que me emborracho fácilmente, pero Rick solo
tomó una cerveza. Creo que siempre teme que lo llamen para alguna
emergencia incluso cuando no está de guardia. O tal vez solo tema
convertirse en su padre.
Él agarra mis caderas desde detrás. “Tranquila, nena”, murmura, dando
mordisquitos en mi cuello, y enviando un delicioso escalofrío por mi columna.
“Te tengo. Siempre”.
Siempre.
Esa palabra.
La ha usado mucho últimamente.
“Eso espero”, susurro, y quizás sea el Tequila Sunrise, pero ahora mismo siento
un temor pellizcándome el pecho--- miedo de quererlo tanto y perderlo.
Pero también, soy hija de militares, perdí a mi madre en la guerra. Rick
todavía es cirujano, pero también un soldado más que dispuesto.
Él cierra la puerta de la camioneta y me guía hacia adelante, dándome una
de sus sexy malévolas sonrisas. Agarra mis dedos y retrocede.
“¿Qué estás tramando?”
“Espera y verás”.
Él se detiene con la puerta de la cocina a sus espaldas y sostiene una venda.
“Voltéate”.
Mis ojos se abren como platos. “¿Qué estás tramando?” repito.
Él me da la vuelta y se acerca. “Vas a tener que confiar en mí. Prometo
lamer solo en esos lugares especiales”.
La risa sale de mi garganta y le permito que coloque la venda sobre mis ojos.
“Sucio”.
“Tal como a ti te gusto”. Él me da la vuelta para tenerme de frente y puedo
sentirlo observándome.
“Me estás mirando”.
Me acaricia la mejilla con el dedo. “Sí. Porque eres tan malditamente
hermosa”. Su voz es áspera, casi gutural.
El sentimiento me invade--- el mío, el suyo. “Rick”, susurro.
Sus labios aprietan los míos, un simple beso, labios con labios y nada más,
pero de alguna manera, es mucho más. Es fuego, es pasión, es amor. Un
beso que causa sensaciones. Un beso que se queda incluso cuando su boca
se aleja de la mía y él reclama mi mano. “Ven”, murmura, y antes de saber
sus intenciones, me ha levantado y metido en la casa.
Me río cuando me coloca en el suelo y vuelve a capturar mi mano, así como
capturó mi corazón aquella noche en la cafetería cuando nos conocimos.
Yo simplemente no lo supe en aquel entonces, pero lo sé ahora. Todo esto
empezó con un hola, bueno, en realidad, estoy prácticamente segura de
que fue algo más contundente, considerando que había bloqueado mi
coche con su camioneta.
Rick me guía hacia adelante, su brazo alrededor de mí para protegerme de
chocar contra algún mueble o pared, lo cual estoy segura de que haría sin
su ayuda. Mi cuerpo solo se centra en lo bien que se siente su tacto, pero mi
mente trata de ubicar dónde estamos. Mis orificios nasales se abren con una
pizca de esencia silvestre masculina que proviene de Rick y nuestra
habitación. Me encanta eso de nuestra habitación. Rick se detiene en seco,
y se coloca detrás de mí, su aliento provoca un cálido cosquilleo en mi
cuello. “¿Lista?”
Sonrío. “Sí. Muy lista”.
Él me quita la venda y yo parpadeo, la cama está llena de pétalos de rosa.
Hay una docena de rosas en cada mesita de noche y en el centro una
bandeja con dos trozos enormes de nuestra tarta de chocolate favorita y
una botella de champán. Mi corazón se hincha por el esfuerzo que ha
puesto en enamorarme y cuando me giro, él está hincando una rodilla en
el suelo.
Mi corazón empieza a martillear en mi pecho. “¿Qué estás haciendo?” Es
una pregunta estúpida, considerando todo esto, especialmente la caja de
terciopelo en su mano.
“No me imagino siendo feliz ni un solo día en este planeta sin ti, Candace,
nena. ¿Te casas conmigo?”
Él abre la caja y dentro hay un precioso anillo con un diamante y un zafiro,
las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas y la palabra, “Sí”, es todo lo
que consigo decir antes de que él se ponga en pie, besándome.
Parpadeo despierta, con una sonrisa en mis labios y el sonido de un trueno
de fuera de la ventana del hotel, la habitación más oscura ahora. El aire
acondicionado echa aire más frío también. El brazo de Rick es pesado y
protector alrededor de mi cuerpo como si tuviera miedo de perderme. No
quiero pensar en ese miedo. Solo quiero dormir unos cuantos minutos más.
Solo quiero estar de vuelta en esa noche perfecta cuando Rick me propuso
matrimonio. Pero no es ahí donde se va mi mente. Mi mente decide llevarme
al infierno en lugar de eso.
CAPÍTULO NUEVE
Candace

La bruma del sueño se convierte en un oscuro y profundo túnel que me lleva


justo a la tumba donde está enterrada la madre de Rick. Agarro la mano de
Rick, tratando de escapar de esta pesadilla, pero es demasiado tarde, estoy
allí, reviviendo esa noche otra vez.
La noche se nos viene encima, la tumba está tenuemente iluminada, en
sombras por las nubes de tormenta que se ciernen en los profundos abismos
de la noche. Rick está arrodillado junto a la tumba de su madre, y yo sujeto
la linterna alumbrando sus manos, que hacen uno de una navaja para
desenterrar los secretos que él cree que dejó aquí en la tumba de su madre,
bajo su protección. Tengo un breve momento de admiración, la facilidad
con la que maneja la navaja, como si fuera una extensión de su cuerpo,
parte de él. Sé que puede matar con esas manos, lo sé, pero quizá esa sea
parte de su atractivo, parte de su cautivadora y gigantesca presencia--- el
verdadero poder de este hombre es lo fácil que puede dar y quitar vidas. El
teléfono de Rick suena y un extraño cosquilleo en el cuello me hace mirar
por encima del hombro, el viento mueve mi pelo castaño por mi rostro.
Tomando aire para serenarme, me vuelvo a centrar en Rick, un profundo
rugido, un trueno retumba fuertemente casi como un presagio en algún
lugar cercano, haciendo que un eco vibre en el cielo como resultado. Rick
desconecta la llamada y yo miro hacia arriba, una gota helada de lluvia
cae en mi nariz. Es entonces, cuando la sensación de cosquilleo explota
convirtiéndose en alerta. Trato de girarme, pero alguien me tiene sujeta por
detrás. Alcanzo el poderoso brazo que tiene prisionera mi cintura y la linterna
cae al suelo. Creo que grito. No estoy segura de sí lo hago. Mi corazón late
muy deprisa, la adrenalina bombeando fuerte y rápido. Es entonces cuando
la fría cuchilla de acero hace presión en la delicada piel de mi cuello, y me
quedo quieta. Instantáneamente sé, simplemente sé, quien es mi captor, sin
siquiera haber visto su rostro. Es Wes, y Rick mató a su esposa, cortándole la
garganta. Él va a cortarme la garganta, por justicia divina, sin duda, en su
mente. Rick se endereza, girándose hacia nosotros, su rostro cincelado de
piedra, pero no me mira a mí. Está mirando a Wes a mis espaldas y esa
navaja que ha estado usando para escarbar está en su mano. Abro la boca
para decirle que lo amo, pero no tengo oportunidad. De repente, su mano
se mueve, hay un reflejo de acero. Apenas sé qué ha pasado, que ha
lanzado el cuchillo, cuando Wes me suelta y yo me tambaleo hacia
adelante cayendo de rodillas con las manos en el suelo. Con el corazón
martilleando contra mi esternón, todavía en el césped, me giro y veo a Rick
sentarse a horcajadas sobre él y clavarle el cuchillo en su cuerpo.
Despierto con un jadeo, me siento y hago las sábanas un puño contra mi
pecho, la adrenalina recorre mi cuerpo como si todavía estuviera junto a la
tumba. Rick se sienta inmediatamente junto a mí, sus fuertes brazos
alrededor de mi cuerpo. “Tranquila, nena. Tranquila. Fue una pesadilla”.
Luchando por controlar mi respiración, me vuelvo hacia él. “No te lo
pensaste dos veces para lanzar ese cuchillo”.
Él baja sus pestañas y mira hacia el techo antes de que sus ojos encuentren
los míos. “Si lo hubiera hecho, serías tú la que estaría muerta en lugar de él”.
Me volteo para quedar de cara a él, aún temblorosa por la pesadilla,
todavía resguardándome con las sábanas. “Lo sé. ¿Sabías que antes de que
Wes apareciera, cuando estabas escarbando, estuve mirando tus manos,
embelesada? ¿Y sabes qué pensaba?” No le doy tiempo a responder.
“Pensé que tu verdadero poder, la magia que te hace más grande que la
vida, es tu habilidad para dar y tomar vidas. Y aún así, Rick, tú eliges salvarlas
una y otra vez. Eso fue lo que pasó anoche. Quitaste una vida para salvar la
mía”.
“No me hagas un héroe, nena. Eso nos lleva al fracaso”.
“Necesito que sepas que te veo, todo tú. Te veo, Rick. Al verdadero tú.
Puedo procesar la verdad, lo que quiera que sea. Estoy en esta cosa
llamada ‘vida’ contigo. Y puedo lidiar con lo que me pasó a mí y a nosotros
anoche. Puedo lidiar con tu forma de asesinar porque sé que no lo haces
por deporte. Confía en mí”.
“Nena---“

Mi mano va a su mejilla, su barba de dos días se siente rasposa en mis dedos.


“Confía en mí”.
“¿Pensé que ya tuvimos esta conversación anoche?”
“Pero en realidad no la tuvimos, ¿o sí? No nos metimos en profundidad. No
pasamos las barreras. ¿Sabes qué soñé anoche?”
Él arruga el entrecejo. “Que---maté a Wes”.
“Soñé que me salvaste, Rick. Deja de verlo todo a través de cristales rotos. Y
no me digas que yo solo te veo con gafas color rosa. Tú puedes matar, pero
no eres un asesino. Son dos cosas muy diferentes”.
Él inhala bruscamente, y para mi sorpresa, arroja las sábanas y se levanta,
enderezando su metro noventa y cinco de cuerpo duro, desnudo, con
nudos y tenso. Sin mediar palabra, se mete al baño, pero no cierra la puerta.
El agua de la ducha empieza a correr, y me viene a la mente el recuerdo
de otra noche, cuando su primer paciente murió en la mesa de
operaciones, sin que él tuviese culpa alguna, Él se metió a darse una ducha
caliente, y parte de mí sintió que fue para ahogar las lágrimas que él pensó
que no podía permitirse, emociones que creyó peligrosas en una mesa de
operaciones.
Le doy unos minutos, justo como lo hice por aquel entonces, cinco, no diez.
Entonces y solo entonces, me levanto y camino hacia el baño, donde lo
encuentro justo como aquella noche, sentado en el suelo de la ducha. Ni
siquiera me lo pienso. Camino hacia la ducha, abro la puerta y entro. Su
cabeza está echada hacia atrás dejada caer sobre la pared, sus ojos
cerrados, y no me mira. Me agacho al suelo con él, me deslizo entre sus
piernas, con mis manos en sus rodillas.
Levanta la cabeza, con ojos atormentados. “¿Y si soy un asesino,
Candace?”
Esa pregunta me dice por qué tuve esa pesadilla. Era mi mente diciéndome
lo atormentado que Rick está sobre su pasado. Era mi mente avisándome
que, no importa cuántas promesas nos hagamos el uno al otro, su tormento
fue, y es, una cruz que ambos debemos cargar juntos. “Entonces estoy
enamorada de un asesino, pero tú no lo eres”.
“No tienes idea de a cuantas personas he asesinado”.
“Me hago una buena idea”.
“Has visto diez misiones, Candace. He trabajado en miles”.
“Me consta, y podría hacer los cálculos, pero ¿qué bien nos hará eso a
ninguno de los dos?”
“Se convirtió en quien era. Se convirtió en todo lo que era. Matar. Era parte
de mí”.
“Era tu trabajo”.
“Era parte de mí”, contraataca.
“Tú, eres parte de mí, Rick”.
Apenas he dicho esas palabras y él está tirando de mí hacia su regazo. Me
coloco encima de él, a horcajadas sobre sus caderas, su mano se desliza
por debajo de mi cabello hasta mi cuello. Sus labios a un suspiro de los míos.
“Tú, eres parte de mí, también. La parte buena de mí”. Su boca se cierra
sobre la mía, y él me bebe, me consume, se adueña de mí con ese beso. Él
me consume desde dentro hacia afuera, y mientras que, sí, el aterrador que
haya una persona humana que tenga tanto poder sobre ti, también es el
mejor maldito sentimiento que jamás haya conocido.
Lo que sigue es lento y sensual. Intenso y crudo. La manera en que nos
tocamos. La manera en que ambos gemimos cuando él me ancla, me eleva
y yo me deslizo hacia abajo por la dura longitud de su erección. La manera
en que nuestros cuerpos se mueven. La manera en que nos tocamos y nos
besamos.
Mucho tiempo después, estamos de pie bajo la ducha, y nos enjabonamos
el uno al otro, pero no hablamos, no con palabras. Hay un cambio en el
ambiente entre nosotros, una intimidad renovada. Casi puedo sentir que
nuestro vínculo es seguro, los candados que una vez nos ataron juntos,
unidos y colocados a la perfección. No sé por qué, a pesar de las charlas
que hemos tenido anteriores a esta, ambos necesitábamos lo que surgió
entre nosotros esta mañana, pero así fue. Como resultado, estamos más
unidos. Más fuertes. Es algo bueno porque tenemos batallas por delante.
Empezando por la del sábado noche. La noche de la extracción de mi
padre. La noche en que Rick se enfrente a Tag. La última noche que tengo
que fingir que soy la futura esposa del Honesto Gabe.
CAPÍTULO DIEZ
Savage

Café, Candace y una habitación de hotel.


No es como café, Candace y casa pero se le acerca malditamente mucho.
Pasamos la hora después de la ducha quedándonos ambos mitad
desnudos, sorbiendo café y compartiendo el baño. Una vez que ella está
vestida con un jersey negro y un par de pantalones vaqueros oscuros
ajustados que abrazan su culo casi tan bien como yo, solo quedo yo sin
camiseta con la necesidad de una buena afeitada.
Por primera vez en años, Candace se sienta en la encimera frente a mí y
llena mi rostro de espuma. “Veamos si me acuerdo de cómo se hace esto”,
bromea, esparciendo la espuma, y no me pasa desapercibida la manera
en que sus dedos se entretienen en la cicatriz de mi rostro.
Agarro su mano y la beso. “Me hace más humano”, digo solemnemente.
“Me recuerda que hay aquellos que matas y aquellos a los que salvas”.
“Y eso, Rick Savage, hace esa cicatriz peligrosamente sexy”.
“Y por lo tanto, quieres lamerme por todas partes”.
“En verdad”, dice ella, “Sí quiero, si sobrevives a este afeitado”. Ella levanta
la cuchilla. “Pongamos a prueba mis habilidades. Como ya dije, he perdido
práctica”.
Ella va a por mi rostro y yo le agarro la muñeca, “Porque nunca lo hiciste a
Gabriel”.
Ella se mofa. “Él no confiaba en mí con una cuchilla”.
“En realidad”, digo, “no recuerdo que fueras demasiado buena con una
cuchilla”.
Sus ojos verdes brillan con travesura. “Pero a ti, Rick, te encantaba vivir de
manera peligrosa por aquel entonces, y ahora también”.
Me acerco a ella y hundo mi rostro en su cuello, ese aroma natural de ella,
mezclado con el champú con esencia floral que agarré de su ducha, una
mezcla embriagadora que remueve tantos recuerdos en mí, tantísimos
malditos recuerdos. “Dios, mujer”, murmuro, echándome hacia atrás, para
mirarla de arriba a abajo, mis ojos se detienen en sus labios, a los que
recientemente les aplicó brillo, antes de que los suba. “Si te beso ahora---“
Ella presiona su boca con la mía y, joder sí, acepto esa invitación. La sujeto
cerca de mí y la beso como un loco, y cuando hemos terminado, ella está
cubierta en crema de afeitar y ambos nos estamos riendo. “Ahora tengo
que volver a maquillarme”, me reprende, y cuando la agarro del trasero con
mis manos, levantándola con intención de llevarla directamente a la cama,
sus perfectas y largas piernas se cuelgan de mi cintura. Mi maldito celular
suena, y un segundo después, el suyo también.
“Mierda”, murmura Candace. “¿Y si es Gabriel y tu equipo está intentando
avisarnos que está tramando algo? No estoy en casa. Le dije que estaría en
casa”.
Suspirando, la suelto en el suelo, maldiciendo en silencio el poder que ese
ñoño todavía tiene sobre ella y sobre nosotros. Ella se zafa de mí y sale
corriendo hacia la habitación, donde su teléfono está vibrando.
Frunzo el ceño por la idea de que ella vaya a hablar con ese hombre, y saco
mi teléfono del bolsillo, para encontrarme que Adam me está llamando.
“Tenemos mierdas de las que hablar. A menos que estés desnudo---
ahórrame esa mierda---ven a la puerta”.
“¿Tienes algo que decirme sobre que Gabriel haya llamado a Candace
ahora mientras hablamos?”
“No, pero por tu tono de mierda, estoy seguro de que lo discutiremos
pronto”.
“Puedes pasar”. Me giro y encuentro a Candace en la entrada, mi crema
de afeitar en su rostro, y en el mío también.
“Era él y ahora me está enviando un mensaje. ¿Sabías de qué se trataba
esto?”
“No”, digo. “La llamada no era sobre la perrita de Gabriel”.
“Rick”, sisea ella, reprendiéndome al decir mi nombre. “¿Qué le voy a decir
de que no estoy en casa?”
“Dile que te volviste a quedar con tu amiga anoche”.
“Le dije que me iba a casa”. Hay pánico en su voz.
“Nena, relájate”.
“No me voy a relajar. Y no podemos seguir fingiendo que lo de mañana por
la noche no va a suceder. Sé que no quieres que vaya a esa fiesta con él,
pero lo voy a hacer. Necesitas esa tapadera para matar a Tag y tu equipo
necesita la tapadera para sacar a mi padre. Voy a ir. Fin”.
Necesito esa tapadera para matar a Tag.
En verdad no le había dicho que iba a matar a Tag. O, carajo, tal vez lo hice.
Quizás ya me solté así con ella sobre mí y mis matanzas perpetuas. “¿Te
cubrirá Linda?”
“Ella odia a Gabriel y nos quiere a ti y a mí juntos de nuevo. Sí. Lo hará, pero,
¿y si él está vigilando su casa? Y le dije que me sentía mejor y me iba a casa”.
“Dile que olvidaste algo en su casa y empezasteis a ver una película, y que
se hizo tan tarde que no te apetecía conducir a casa”.
Ella traga saliva con fuerza. “Bien”. Se pasa los dedos por el cabello. “No
estoy pensando con claridad, pero, ¿y si está vigilando su casa?”
“Esa posibilidad es por la que no te quiero en esa fiesta, pero por ahora,
asume que no lo está haciendo”.
Su teléfono suena de nuevo, y ella echa un vistazo hacia abajo. “Es un
cliente. Estoy descuidando mi trabajo pero ahora mismo no puedo hablar
con él”. Ella rechaza la llamada.
Tomo su cara con mis manos. “Relájate, nena”, digo de nuevo. “Te tengo y
tengo esto bajo control”.
“La noche de mañana es importante, Rick. Es la noche que os trae a mi
padre y a ti de regreso a mí”.
El temblor en su voz y el dolor en sus ojos me matan. Yo le hice esto. La
abandoné. Yo dejé que Gabriel entrara en su vida. “Nena, ya estoy aquí. No
voy a ir a ninguna parte”.
“Matar a Tag y a sus hombres es peligroso. No quiero que Gabriel me toque.
Lo sabes. Dios, sé que lo sabes. No quiero fingir amarlo. Pero una noche, dos
horas en realidad, en un lugar público con ese hombre, es un pequeño
precio a pagar por teneros a ti y a mi padre conmigo por el resto de mi vida”.
Y en una noche podrían arrebatármela, pero esta no es una pelea que
debamos tener en este momento. “Hagámoslo”, sugiero. “Planearemos
cómo hacer que mañana vaya bien, juntos, después de que le devuelvas
la llamada. Gana algo de tiempo. Dile que aún no te sientes bien”.
“Rick---“
La beso. “Hazlo por mí, nena. Déjalo con final abierto y luego hablaremos.
¿OK?”
Su teléfono comienza a sonar de nuevo y ella mira hacia abajo. “Es él”.
“Contesta”. La puerta de la habitación del hotel se abre, y antes de que ella
pueda reaccionar, digo, “Es nuestra gente. Les dije que pasaran adentro”.
“Nuestra gente”, susurra ella.
Le acaricio el pelo. “Nuestra gente, nena. Responde a esa llamada”.
Ella inhala y presiona la tecla de aceptar la llamada. “Hola”, dice con
dulzura, con tanta dulzura que tengo que volverme de espaldas. No puedo
soportar la jodida idea de que ella le esté hablando acarameladamente a
ese bastardo polla floja indigno. Apoyo mis manos en la encimera del baño,
bajando mi barbilla al pecho. Tiene razón. Tag es peligroso, pero yo también
lo soy. Y Tag no es un idiota. No se equivocó al decir que yo querría matar a
Gabriel. Quiero hacerlo. Disfrutaría asesinándolo, y si nuestro equipo no
encuentra la manera de meterlo entre rejas, lo haré---con una jodida sonrisa
en la cara.
CAPÍTULO ONCE
Candace

No soy capaz de mirar a Rick y hablar con Gabriel. No puedo. Doy la espalda
al baño y me dirijo a la cama, “Es complicado ponerse en contacto contigo
estos días”, dice Gabriel, con tono acusatorio en sus palabras.
“Puedo decir lo mismo de ti la mayoría de los días”, comento con acritud, y
porque acariciarle el ego es siempre una buena jugada, agrego, “Y,
supongo que eso será así mucho más frecuente cuando te conviertas en
presidente”.
Él da un suspiro. “Ese será un gran día, ¿no crees?”. Él no espera a que
responda. ¿Cómo no me di cuenta lo a menudo que, simplemente me
ignora?
“¿Cómo te sientes?”, una pregunta que para algunos puede parecer como
si le importara. En realidad, sí. Le importa cómo afectará eso al sábado
noche.
“Los síntomas vienen y van. Fui a casa de Linda anoche para recoger una
cosa que olvidé y tuve otra recaída así que me quedé. Vimos la película
Pretty Woman, la cual no quieres ver conmigo”.
“Demonios, ya ni modo. Gracias Linda por salvarme”. Y gracias a Dios, que
pasa a otra cosa, aparentemente satisfecho con mis comentarios. “¿Tengo
que mandar a una estilista para que te ayude con un traje?” pregunta.
“No”, contesto rápidamente. “Voy a ir de compras hoy. Quiero escoger algo
con lo que me sienta yo misma”.
“¿Qué pasa si tienes otra recaída?” De nuevo, él no espera mi respuesta.
“No, creo que debería enviar a una estilista. Así puedes descansar hasta
mañana por la noche. ¿Puedes estar en casa para las tres?”
En otras palabras, ya lo tenía planeado. Echo in vistazo al reloj, que da las
diez. “Sí, por supuesto”.
“Llamé a la estilista por si acaso y dijo que podría atenderte entonces. En la
mansión. Puedes quedarte allí esta noche”.
“No”, estallo. “No, me voy a mi casa esta noche. No quiero gente a mi
alrededor y no quiero propagar gérmenes que posiblemente puedas coger.
Recógeme en mi casa para la fiesta”.
“¿Tienes fiebre?”
“No en este momento. Viene y va también”.
“Entonces, tienes razón. Quédate en tu casa”. En otras palabras, que no
vaya regando mis gérmenes por sus cosas. “Pero”, agrega, “también voy a
enviar a un médico a tu casa. Asegúrate de estar ahí a las tres”.
“Eso no es realmente necesario”.
“Definitivamente sí es necesario. Fin de la discusión y de vuelta a la fiesta. Mi
corbata será del azul de la bandera. Le dije a la estilista que necesitas un
vestido que sea azul o rojo. Necesitamos empezar a mostrar lo patrióticos
que somos. Y quedé con el jefe de mi equipo de inversión. Tras este evento,
necesitaremos hacer más acto de presencia en público”.
Tras este evento, ya me habré ido, pienso. Para siempre. Solo espero que eso
no signifique que estaré muerta. “Cualquier cosa que pueda hacer para
apoyarte”, digo, “sabes que lo haré”.
“Y tú, mi dulzura, serás la primera dama más impresionante que jamás haya
adornado la Casa Blanca”.
Nunca antes me había llamado dulzura. Me pregunto si algún grupo de
muestreo le dijo que sería adorable hablarme así frente a los medios, o si
olvidó que está hablando conmigo en lugar de su mánager de campaña,
también conocida como su querida.
“Estoy pensando que tú”, continúa, “como primera dama, podrías diseñar
un monumento que se hiciera simbólico”.
Hubo un momento en que me hubiera sentido muy entusiasmada ante tal
posibilidad. Hoy, solo consigo decir un débil “Todo es muy emocionante”.
“Lo es. Llámame cuando elijas tu vestido y después de ver al doctor. Te amo.
Descansa”. Él cuelga el teléfono sin forzarme a decir esas temidas palabras
‘te amo’, las cuales estoy segura que hubieran hecho que Rick pierda los
papeles. Me giro hacia el baño y lo encuentro en la entrada en pie, un
hombro musculoso apoyado contra el marco de la puerta, una camiseta
negra ajustada estirada sobre su ancho y perfecto torso. No se mueve, pero
sus ojos, esos ojos profundos del azul del océano, están fijados en mí.
“Le dije que estaría en la casa a las tres para quedar con una estilista y
también me va a enviar un doctor. Quería que me quede en la mansión
esta noche pero le insistí en que me iba a mi casa. Wes está muerto ahora,
así que asumí que no sería peligroso ir allí”.
Él no habla, su expresión ilegible, pero las líneas de su duro cuerpo están
tirantes, su mandíbula, aún ensombrecida por la incipiente barba, apretada.
Se separa del marco de la puerta y camina despacio hacia mí, una pantera
acechante, un depredador, en ese momento es un depredador. Es letal. Es
un asesino, bueno, parte de él lo es. Pero no me importa. Y, a pesar de que
pueda sonar irracional para algunos, lo deseo inmensamente en este
instante. Se detiene delante de mí, pero no me toca. Me pone la piel de
gallina. Quiero que me toque. “Te odio con él”, dice, con voz ronca.
“Yo también”, susurro, acercándome a él, colocando mi mano en su pecho,
el martilleo de su corazón bajo la palma de mi mano prueba de que la mera
existencia de Gabriel lo afecta. Pasé años pensando que no me amaba.
Años pensando que nunca miró atrás. Estaba equivocada, muy
equivocada.
“Quiero que seamos tú y yo, Rick. Eso me gustaría mucho, pero tenemos que
hacer lo que tenemos que hacer para acabar con esto. Déjame ir a la fiesta.
Para cuando haya terminado, Tag ya no estará ni nosotros tampoco. Estaré
en un avión contigo, camino a Nueva York”.
Él agarra mi cintura y tira de mí hacia él, apoyando su frente en la mía. “No
puedo prometer que no lo vaya a matar”.
“Lo sé”, digo, y mi mano se posa en su mejilla, sobre la cicatriz que consiguió
la noche en que mató a la esposa de Wes, pero, sobre todo, esa cicatriz
existe porque mi padre lo convenció de apuntarse al equipo black ops. No
sé qué hacer con esa información.
Rick se hace hacia atrás estudiándome, su expresión inquisitiva. “No estoy
hablando de Tag. Estoy hablando de Gabriel. Si te pone la mano
equivocada encima, lo mataré”.
“Estarás muy ocupado matando a Tag”.
“Si tratas de convencerme de que deberías estar en esa fiesta, estás
fracasando”.
“Estaré protegida”, le recuerdo. “Y la fiesta es de alto perfil. Habrá plenitud
de personal de seguridad presente. Necesito ayudarte, Rick, y necesito a mi
padre. Si no voy a esa fiesta, Tag sabrá que algo está pasando y eso os pone
a ti y a mi padre en riesgo”.
Él mira hacia el techo, como si tuviera una lucha interna antes de fijar la vista
en mí con una mirada turbulenta. “No vas a marcharte de esa fiesta con él.
Y hablo en serio, no vas a marcharte de esa fiesta con él. Me da igual si
tienes que hacer una escena. ¿Entendido?”
Se me forma un nudo en la garganta. Trago saliva con fuerza. “Temes que
haya planeado matarme”.
“Él y Pocher ya decidieron que si te conviertes en un problema, no eres de
utilidad. No los oímos tomar la decisión definitiva de deshacerse de ti, pero
eso no significa que no lo hayan hecho”.
Mi corazón retumba en mis oídos y comienza a martillear con fuerza,
mientras que el nudo en mi garganta se hace más denso. Apenas puedo
respirar. No quise a Gabriel, pero cuando lo conocí, pensé que era un buen
hombre. No esperaba que fuera el hombre que planeara atentar contra mi
vida. Nadie puede esperar ese tipo de cosas.
Las manos de Rick bajan por mis brazos. “Candy”, dice con suavidad, y yo
me quedo mirándolo, a este hombre que es dueño de mi corazón y mi alma,
este hombre que se hace llamar a sí mismo un asesino. Aun así, lo es, pero
no es un monstruo. Gabriel es un monstruo.
“Necesito oírtelo decir, nena”, me presiona.
“No me marcharé con él. Lo prometo. Cueste lo que me cueste”.
CAPÍTULO DOCE
Savage

Candace se arregla la cara, mientras yo estoy de pie junto a la ventana de


la habitación del hotel, contemplando ponerme como un cavernícola y
toda esa mierda con ella. Podría meterla en un maldito avión y enviarla a
Nueva York. La única razón por la que no lo hago es porque Pocher vive en
North Hampton. Él es un tío que significa malas noticias, un hombre poderoso
con los recursos de la Sociedad, lo que viene a ser básicamente el gobierno
furtivo, el Washington clandestino. Por lo que necesito a Kane Méndez. Él no
solo es dueño legítimo de la industria del petróleo y de montones de dinero,
sino que también está conectado a una banda criminal de drogas. Y él y
esa banda, odian a Pocher. Puede que Kane Méndez sea sucio, pero es el
tipo de sucio que necesitamos.
Minutos más tarde, Candace y yo entramos al comedor y encontramos a
Asher, Smith y a Adam trabajando en sus ordenadores portátiles. También
tienen donuts y café. Arrastro a Candace a una silla junto a los donuts, lo
que me sitúa a mí en frente de Adam y a Candace en frente de Smith.
Tienen café. Pelearemos con ellos por eso si es necesario. “¿Dónde
demonios está ese inútil de Adrián?” pregunto abriendo la caja de donuts.
Adam sonríe arrogante. “Él también te quiere, ¿lo sabías?”
“Claro que me quiere”, digo. “Soy tan malditamente adorable. Un osito de
peluche con una pistola. Todo el mundo ama jugar con un osito de peluche
con una pistola”.
“Y chistes de los malos”, interrumpe Smith.
Yo bufo. “Dice el tipo que no sabría un chiste, ni así viniera, lo doblara y le
azotara hasta dejarle las cachas del culo rojas”.
“No es un inútil”, dice Candace, tomando dos tazas de café y colocando
una delante de mí, mientras que yo cojo un pastelito de crema y le doy a
ella otro, el cual ella acepta felizmente y lo pone en un plato. A ella la
vuelven loca los pastelitos de crema.
“¿Adrián o Smith?” pregunto, mientras ella coge mi pastelito, que está ahora
en la mesa y también lo coloca en un plato.
“Eso es un gasto de energía tonto”, digo, levantando el pastelito y dándole
un mordisco.
“Ninguno de ellos son inútiles”, dice. “En serio, ¿cuál es tu problema con
Adrián?”
“Instinto”, señalo mi estómago con un donut. “Simplemente no me gusta”.
“El inútil” dice Asher, desde su asiento al final de la mesa, “está vigilando la
casa de Candace. Oímos la conversación entre ella y Gabriel”.
“No me gusta que le mande un doctor”, dice Smith, levantándose para
alcanzar el otro lado de la mesa y entregarme la jarra de la cafetera. La
acepto y lleno las dos tazas, antes de ponerla en la mesa y pasarle a
Candace la leche en polvo. “Quien sabe, el doctor podría----“, él echa una
hojeada a Candace y luego a mí. “No me gusta”.
“¿Matarme?”, lo reta Candace. “Me parece bien que digas lo que tengas
que decir. Entonces, ¿cómo salgo de esta?” ella echa leche en mi taza,
sigue adelante a pesar de la nueva amenaza en su vida.
“Nos aseguramos de que el ‘doctor’ de Gabriel nunca llegue a ti”, digo,
pegando otro mordisco a mi pastelito.
“¿Pero cómo?” pregunta Candace. “Fue muy insistente. Ni siquiera creo que
lo haga por pillarme la mentira. Le tiene fobia a los gérmenes”.
“Podría matarlo”, digo frívolamente, entre bocados y frunciendo el ceño
hacia su pastelito aún sin tocar. “Come, nena. Debes estar muriéndote de
hambre”.
Ella levanta su pastelito. “¿Quizás solo amputándole la mano
quirúrgicamente?”
“Tengo que seguir practicando mis habilidades”, sonrío con malicia.
Ella también, ni un poquito alterada por la conversación. Joder, la amo.
“Pude escuchar la conversación entre Gabriel y el médico”, dice Smith,
quitándose el auricular. “Esa persona, un tal Dr. Moore, está registrado en el
tablón de médicos, y cerca de la jubilación. Atiende esas llamadas para
hacer visitas a domicilio por quinientos dólares”.
Adam me mira y arquea una ceja. Yo miro a Asher. “Mira si puedes encontrar
alguna conexión con Pocher”. Lanzo una mirada a Candace. “Estaré
metido en el closet, listo para operar, y no en ti, aunque tú y yo podemos
jugar a las operaciones tan pronto como lleguemos a Nueva York”.
“Tú en el closet”, Smith se burla y después bufa.
“Que estuvieras allí sería bueno”, concuerda conmigo, ignorándolo.´
Esa simple confirmación de ella me demuestra una cosa. Ella no está
fanfarroneando yendo a esa fiesta. De verdad piensa que es necesario. Por
desgracia, no puedo estar en desacuerdo con ella. La única manera de
mantenerla alejada de Gabriel es deshacerse de él. “¿Cómo vamos con la
conexión entre Gabriel y mis misiones?” pregunto.
“Llamé a Blake”, dice Asher. “No puedo llegar a nada que lo exponga.
Estamos hablando de jaquear información al nivel de la CIA y Blake es
nuestro hombre”.
Señalo con mi pastelito en su dirección. “Pensé que Blake estaba en la
búsqueda de un asesino en serie”.
“Está sacando tiempo para nosotros de todos modos”, confirma Asher. “Y
como novedad, él pudo ponerse en contacto con Aarón. Lo veremos en
Nueva York”.
Con la mención del nuevo tipo reclutado por Walker, suelto mi donut. “¿Me
viste soltar el donut?” pregunto. “Normalmente no suelto mi donut, pero lo
he hecho por un motivo. He perdido el apetito. Si Honest Gabe no justifica
mi odio hacia la jodida CIA, no sé qué lo hará”.
“Ya hemos tenido esta conversación”, dice Adam. “Él es uno de nosotros
ahora”.
“Lo es”, concuerda Smith. “Odio a ese cabrón, pero es algo personal. Aún
lo dejo cuidarme las espaldas”.
Adam le lanza una mirada mordaz. “A Smith se le salieron los ojos con la
mujer de Aarón, pero ella siempre fue de Aarón”. Él mira a Candace. “En
caso de que no te lo hayamos dicho antes, la CIA trató de matar a Aarón y
a su esposa, la cual no era su mujer en ese entonces. Después de que lo
acusaran de traición. Hazme caso. Aarón es letal de todas las maneras
correctas”. Él vuelve a desviar su atención hacia mí. “Si alguien entiende tu
odio por Gabriel, ése es él”.
“¿Qué hacía para la CIA?”, pregunto.
“Matar gente”, dice Smith. “Y lo hacía sin contar chistes malos”.
“Bueno, pues entonces ya odio a Aarón”, anuncio. “Todos deberían oír un
mal chiste antes de morir”. Estiro la mano hacia mi café. “¿Sabes qué sucede
cuando un NEGRO/ESPÍA persigue al otro?” No espero su respuesta. “Nada.
Ambos están muy ocupados planchándose sus trajes y mirándose al espejo
para encontrarse el uno al otro”.
Mi teléfono suena y yo bajo mi taza para sacármelo del bolsillo y encuentro
que es la llamada que he estado esperando: Kane Méndez. Otro hombre
que pasa demasiado tiempo engalanando sus elegantes trajes, pero que lo
equilibra justo con la cantidad adecuada de sangre en sus manos, quizás
incluso más que yo. Y estoy a punto de hacerlo nuestro hombre. Contesto la
llamada, “¿Puedes hablar?” pregunta con su acento.
“Dame cinco minutos”.
“Te devolveré la llamada”.
Él desconecta y yo beso a Candace. “Necesito atender esa llamada”. Sin
darle tiempo ni a ella ni al equipo Walker de hacer preguntas, me levanto.
Kane y yo tenemos una historia y esta llamada tiene que ser manejada en
privado.
CAPÍTULO TRECE
Savage

El pasado…

Mi objetivo: Juan Carlos Miguel.


Miembro de la banda Méndez y un canalla cabrón que tiene una tienda
sexual con mujeres secuestradas y chicas para sexo, chicas muy jóvenes.
Mi misión: matarlo.
A veces, amo mi jodido trabajo.
Este fin de semana en particular, él se está quedando en una elegante
mansión en South Hampton, propiedad del multimillonario magnate
petrolífico Kane Méndez. Su imperio del petróleo es legal, y Méndez jura que
su tío tomó el mando de la banda cuando su padre fue asesinado. Una
mierda. Si así fuere, ¿por qué carajos estaría Juan Carlos quedándose en su
propiedad? En cualquier caso, ninguno de los hombres de Méndez es
inteligente. El sistema de seguridad está desactualizado, se puede desarmar
con facilidad y Juan Carlos tiene un solo guardaespaldas patético con él.
Soy yo contra ellos dos. Me arriesgaré.
Trepo por la pared exterior que protege la propiedad que ya no está
protegida por el sistema de seguridad, ya que, mi chico informático,
Nicholas, lo apagó hace diez minutos. Me aseguro de que la parte de arriba
esté sola y salto, la tierra amortiza mi caída. Me pongo en cuclillas,
quedándome agachado, escaneando la propiedad iluminada por la luz de
la luna, cerca, las olas del mar chocan contra las rocas y la orilla---el viento
sopla alrededor de mí, trayendo sal a mi lengua y labios, que pronto se
convertirá en sangre.
Con ése único guardia en la mansión con Juan Carlos, y mi línea de visión y
acústica despejada, me muevo libremente por la más espesa de las
sombras, y me encuentro en una ventana, en un lado de la propiedad, en
pocos segundos. Con una habilidad practicada, uso una herramienta
especial, doy unos golpecitos en el cristal de manera adecuada, meto la
mano por dentro, quito el seguro y abro la ventana. Estoy dentro de la
mansión en pocos segundos, dando la bienvenida a la oscuridad que me
recibe con su manto. Le doy a mis ojos unos segundos para que se adapten,
y luego me muevo a través de algún tipo de sala, antes de subir las
escaleras.
Nicolás me habla por el auricular. “El objetivo está en la sala que hay en el
exterior y el balcón. Su guardaespaldas está de pie en el lado oeste dentro
de la alcoba”.
No respondo, ni Nicolás espera que lo haga, él está muy entrenado en este
trabajo---un genio de la informática, un nerd con gafas, el cual también es
un asesino. Casi me cae bien el tipo, pero en realidad no. Inspecciono la
segunda planta y entro a un pasillo oscuro, deslizándome sobre la pared. En
la distancia, una voz con acento que suena amortiguada habla español,
una conversación unilateral, lo que significa que es una llamada, algo sobre
una reunión que acabará pronto.
Estoy a punto de actuar, cuando Nicolás me advierte, “Espera. Lo que sea
que vayas a hacer, espera. Joder. Kane Méndez acaba de conducir por ahí
en un elegante coche deportivo”.
Claro que sí, pienso. Un dos por uno, pero me apunto. Echo un ojo a una
puerta que parece ser un closet, la abro, confirmo que es un closet vacío y
me metro dentro. Unas voces hacen eco y luego se mueven, y después de
cinco minutos completos, entreabro la puerta, confirmando ahora que las
voces vienen de fuera. Dos voces. Nicolás parece leer mi mente y confirma.
“Juan Carlos y Kane están fuera sentados a una mesa bebiendo whiskey. La
seguridad está de vuelta en la alcoba”.
Me deslizo fuera del closet y me adentro al pasillo.
Espero que Juan Carlos y su amiguito Kane Méndez estén disfrutando de un
trago de categoría ya que será el último.
No me lleva mucho tiempo cruzar la elegante sala y pasar por la puerta
abierta hasta la alcoba en el lado Este de la terraza. Tengo las mismas vistas
que el guardaespaldas en el lado Oeste. Como ya me indicó Nicolás, Juan
Carlos está sentado a la mesa en el lado opuesto a Kane Méndez, ambos
sujetando un vaso de whiskey. Kane lleva puesto un traje jodidamente caro,
hecho a medida y reluciente. Su pelo oscuro está engominado hacia atrás
y su perilla recortada a la perfección. Juan Carlos lleva unos vaqueros y una
camiseta, su espeso cabello, rizado y al natural. Kane se muestra arrogante,
seguro de sí mismo, en control. Juan Carlos es presuntuoso, está al límite, y
se remueve en su asiento.
Está nervioso.
Interesante.
“No esperaba verte aquí esta noche, Kane”, dice.
“Podría decirte que estoy aquí para ver a mi invitado”, responde Kane,
“pero estaría mintiendo”. Él no ofrece una explicación. “¿Por qué estás
aquí?”
“Tengo negocios que atender para tu tío”.
“Él no tiene conocimiento de ninguna reunión”. Kane no suena muy
contento.
Juan Carlos se ríe. “Esto es entre yo y tu tío”.
“Si esto fuese entre tú y mi tío, tú estarías muerto ahora mismo”.
Juan Carlos palidece. “¿De qué hablas?”
“Mi padre era un asesino, Juan Carlos. Un asesino brutal. Yo lo odiaba. Mi tío
es un asesino brutal. También lo odio a él. Pero ambos trataron a las mujeres
con honor. Mi tío tiene razones para creer que tú no compartes esas
creencias y que estás usando un negocio de trata de esclavas en su
nombre. Sabemos que estás aquí para negociar la venta de una chica
joven”.
Santo infierno, pienso, sacando mi arma. Puede que tenga que salvar la vida
de Kane Méndez.
Juan Carlos lo mira con desdén y su mano se mueve bajo la mesa. Puedo
ver el reflejo de acero por encima de su regazo. “Tú no eres parte de esto”.
“Esto es lo que va a pasar”, dice Kane como si Juan Carlos no hubiese dicho
nada, “vas a liberar a las mujeres y chicas en la frontera estadounidense y
les vas a ofrecer a cada una veinte mil dólares. Si no lo haces, morirás. Toda
persona a la que hayas vendido una mujer, se encontrará, y tú volverás a
comprar, con el dinero de tu bolsillo, su libertad”.
Me está cayendo bien este sujeto, Kane Méndez.
Juan Carlos se queda mirando a Kane, los segundos pasan antes de que se
levante abruptamente y apunte una pistola a la cabeza de Kane. Le disparo
justo entre los ojos. Kane se gira hacia mí, “¡Detrás de ti!”, grita, sacando su
arma.
Tengo medio segundo para pensar en qué confiar y mi instinto gana. Apunto
con mi pistola sobre mi hombro con intención de disparar, pero no tengo
oportunidad. Kane dispara su arma y el guardaespaldas cae al suelo junto
a mí. Un segundo más tarde, Kane y yo estamos apuntándonos con un arma
el uno al otro. “No has venido a por mí o hubieras dejado que Juan Carlos
me mate”, dice Kane.
“Y tú podrías haber dejado que el guardia de seguridad me mate ahora
mismo”, ofrezco.
Nuestros ojos crean contacto visual y al mismo tiempo, bajamos las armas.
La mía, justo en su funda a un lado, la suya bajo su chaqueta, en una funda
similar. “El pendejo ni siquiera registró si llevabas un arma”.
“No se atrevería”, dice Kane. “Soy Kane Méndez, pero supongo que eso ya
lo sabes. Diría que me debes la vida, pero tú salvaste la mía. Te pagué de
vuelta”.
“Mis respetos a tus jodidas bolas y a tu puntería”.
“Bueno, a uno le gusta que aprecien sus bolas”, dice Kane, sin cambiar su
expresión.
Me río. “Soy Rick Savage, tienes razón. No vine a por ti, pero te habría
matado, aún después de salvarme tú a mí”.
“¿Pero?”
“Estás aquí para salvar a las mujeres”, me río. “Tu primo está al mando de la
banda. Diré lo que pensé cuando llegaste aquí: una mierda. Eres tú. Todo lo
llevas tú”.
“No”, dice Kane bruscamente. “No soy ni mi padre ni mi tío”.
“Escuché que das órdenes que solo un líder de banda puede dar”.
“Hay cierto valor por ser hijo de mi padre en cuanto se refiere a parar el
derrame de sangre y la tortura, pero hazme caso, si pudiera mirar hacia otro
lado, y largarme, haría ambas, pero no puedo”.
“¿Por qué no?”
“Se trata de una mujer y de salvar su vida mientras me salvo a mí mismo a
sus ojos”.
“Un hombre que habla mi idioma. Amén por eso hermano”.

***

El presente….

Salgo al patio del hotel con ese primer encuentro con Kane en la mente.
Fue el primero, pero no el último. Él me ha contactado, un mago que sabe
cómo hacerlo cuando nadie más puede. Le hice un favor, le ayudé a
proteger a su mujer del mismísimo Pocher.
Mi teléfono suena y respondo con, “El jodido Kane Méndez”.
“Rick Savage”, responde él, su acento lo suficientemente rico como para
soltarte un ‘que te follen’ sin siquiera decir las palabras. Ese no es su estilo. Él
no se encara como yo. Él es suave como la seda y letal como una Black
Mamba. “¿Cómo supe que algún día me pedirías un favor?”
“Porque te salvé la jodida vida, Kane”.
“Creo que yo hice lo mismo por ti”.
No se equivoca, lo hizo. “Pero me deshice de un problema para ti. Ahora
tenemos un nuevo problema, un enemigo mutuo”.
“Eso dijiste en el mensaje de voz. ¿Quién?”
“Pocher”.
Se queda en silencio un momento. “Esta línea está despejada pero no lo
suficiente para esta conversación, pero tienes toda mi atención”.
“La mía sí está despejada”.
“Te llamaré luego”.
Él desconecta, y no tiene que decir nada más. Se apunta. Está súper
interesado. Que le jodan a Aarón el ex espía de la CIA. Kane Méndez es el
hombre para este trabajo, después de mí.
CAPÍTULO CATORCE
Candace

Tras la repentina salida de Rick para tomar la llamada, la habitación se


queda en un silencio incómodo, lo cual me dice que el equipo Walker sabe
algo que yo no sé. No me gusta la idea y no soy de esas de quedarme
callada, pero mi instinto me dice que debo esperar a que regrese Rick,
hablar con él.
Además, Asher se dispone a interrogarme sobre una lista de nombres que
puede que conozca a través de Gabriel. Gente que él piensa puede atar
cabos para demostrar que Gabriel ha roto la ley. La lista es larga y yo me
trago otra taza de café mientras repaso una pequeña porción de ella.
Los chicos están debatiendo qué comer para almorzar cuando Rick por fin
regresa veinticinco minutos más tarde, explotando en la habitación como
solo Rick Savage puede hacerlo, en una ráfaga de testosterona y
desmedida personalidad.
“¿Qué me he perdido?” pregunta, tomando asiento junto a mí, besándome
y agarrando otro donut inmediatamente.
“¿Qué me he perdido yo?” lo desafío.
Él me guiña un ojo. “Espero que me hayas extrañado”.
“Rick”, le advierto con suavidad.
“Solo pedía unos favores para asegurarme de que esto acabe de la manera
que queremos, nena. Te contaré más luego”. Echa un vistazo a su reloj.
“Tenemos que sacarte de aquí pronto”. Él prácticamente inhala el resto del
donut en dos bocados.
Smith coge un donut para él y señala a Rick con él. “Adrián y otros dos
hombres están vigilando la casa de Candace y su calle. Estarán listos
cuando Candace y tú os dirijáis hacia allá”. Pega un mordisco. “¿Vamos a
pedir pizza o qué?”
“Sí”, dice Adam. “Pide. Ahora. Estoy harto de los jodidos donuts”. Él coge un
donut de todos modos y da un mordisco. “Tenemos que hablar de la fiesta
del sábado en la noche”. Le lanza una mirada a Rick y luego a mí. “¿Vais a
ir?”
“Yo sí”, digo. “¿Tenemos un plan que nos asegure que Gabriel no espera
que me marche de la fiesta con él o no importa eso?”
“Solucionado”, dice Rick.
“¿Solucionado?” pregunto, confusa y sorprendida, considerando que no
estaba solucionado hace una hora.
“Todos nosotros los machos protegemos a nuestras mujeres, nena”, bromea.
“Lo sabes”.
“¿Quieres decir los cavernícolas?” lo desafío.
“Lo que sea”, dice. “Dije que llamé para pedir unos favores. Lo hice. Un
amigo va a contactar a Gabriel hoy y a tentarlo con una gran donación. Le
ofrecerá un avión privado después de la fiesta”.
Frunzo el ceño. “OK, pero, ¿y qué retiene a Gabriel de llevarme con él?”
“Ese amigo se asegurará de que sea una reunión privada”.
“¿Cómo sabes que Gabriel siquiera estará interesado?”
“Charlas de dinero, nena”, responde. “Y este amigo tiene mucho de eso”.
“Dime que no es Kane Méndez”, explota Adam.
Mi mirada se posa en Adam y luego en Rick. “¿Quién es Kane Méndez?”
“Un traficante de drogas”, responde Smith antes de que Rick pueda hacerlo.
Mis ojos se abren mucho. “¿Qué?” Miro perpleja a Smith, pero es en Rick en
quien me centro. “Rick, ¿qué?”
“Smith es un inútil”, me asegura Rick. “Kane Méndez es el CEO de Méndez
Enterprise. Él no es un narcotraficante. Su padre lo era, su tío lo es. Él no”.
Smith bufa. “Dame un respiro. Todos saben que lo de su tío es una tapadera”.
Rick arruga el entrecejo en su dirección. “Apuesto a que también te lo
creíste cuando las chicas te decían que rompían contigo por su culpa y no
la tuya, ¿verdad? ¿O quizás que Pie Grande existe? Todos creen que es
verdad, ¿no, tío? O quizás crees---“
“Kane Méndez va a llamar a Gabriel”, asume Adam. “¿Cómo sé que hay
más en todo esto?”
“No has estado prestando atención, ¿verdad, Gominola?” dice Rick.
“Pocher es el tío con dinero de Gabriel y Kane Méndez es enemigo de
Pocher. Kane no puede llamar a Gabriel y hacer que haga una mierda.
Grayson Benett es como vamos a sacar a Gabriel de la ciudad mañana por
la noche”.
Me quedo boquiabierta con el nombre tan familiar. “¿Grayson Benett? ¿El
magnate de los hoteles que acaba de comprar parte de un equipo NFL?”
“Jesús, Savage”, ruge Adam. “No puedes meter a Grayson en esto. Él es un
buen hombre y honesto, que no necesita este tipo de problemas”.
“Eric acudirá a la reunión en su nombre”, dice Rick, mirándome. “Eric es la
mano derecha de Grayson y copropietario de un equipo NFL”.
“Eso aún quiere decir que metes a Grayson en esto”, insiste Adam.
“Cómete un maldito donut y relájate”, suelta Rick. “Cuando Gabriel aterrice,
Eric cancelará. Él estará en los Hamptons, demasiado cerca para su confort
cuando Candace estará en Nueva York, pero él no sabrá eso. Y al menos,
estará lo suficientemente cerca para que yo pueda matarlo si nos
quedamos sin opciones”. Mira alrededor en la habitación. “¿Cómo vamos
con eso de humillarlo antes de que decida hacer de los Hamptons el último
lugar donde él respire?”
“Todavía no me gusta esto”, murmura Adam.
Asher se pasa una mano por el rostro. “No vamos a derribar a Gabriel en un
día. No sin haber descubierto yo nada”.
“Bueno, entonces”, dice Rick, “buena cosa que llamé a Kane Méndez”.
“¿Qué va a hacer Kane, Savage?” pregunta Adam.
“Mantener a Candace con vida. Y eso es todo lo que importa”.
“¿Cómo?”, pregunto.
“De la única manera que se puede con un hombre como Pocher. Dándole
más razones de manteneros a ti y a tu padre con vida que para mataros. Y
eso lo hacemos usando a Kane Méndez”.
“¿Y qué quiere él a cambio, Savage?” pregunta Adam.
La respuesta de Rick es inmediata. “Él me debe un favor”.
“No quiero ni saber qué hiciste por él”, dice Adam. “Pero, ¿tú crees que eso
es suficiente para un hombre como Kane Méndez? Va a querer otro favor a
cambio”.
“Tomaré ese riesgo”.
CAPÍTULO QUINCE
Candace

“Que conste”, dice Smith. “Sé que me vas a ignorar, pero yo me opongo a
que se involucre a Kane Méndez”.
“Que conste”, dice Rick. “Me opongo a los chocolates Reese’s de crema de
cacahuete con formas raras. No saben igual”.
“Que te jodan, Savage”, espeta Smith rápidamente. “Trato de mantenernos
a todos con vida”.
Rick me sorprende poniéndose serio. “Yo confío en él, tío. No digo eso a la
ligera. Si tú confías en mí, confía en él”.
“Confío en ti”, responde Smith. “Y me gustaría pensar que tú también confías
en mí. He oído cosas por gente que conozco bien”.
“Fui a matar a un objetivo, un cabrón que llevaba una venta de esclavas. Él
también fue a lo mismo”.
“¿Kane Méndez?” pregunto.
“Sí”, confirma él. “Yo salvé la vida de Kane. Él salvó la mía. Y luego los dos
juntos salvamos a esas mujeres”.
La mandíbula de Smith tiene un tic nervioso. “Eso no significa---“
“Sí”, insiste Rick, echándose hacia adelante para mirar a Smith de frente.
“Tío, tienes que ver cuánto la amo. Lo conozco a él aparte de ese incidente.
Lo conozco. Confío en él. El hecho de que le confíe la vida de Candace
debería decirte lo seguro que estoy de él”.
“La amas”, coincide Adam. “La quieres con locura. Me acabas de
convencer. O, mejor dicho, Kane Méndez me ha convencido”.
Smith asiente levemente. “Cuenten conmigo”.
Rick relaja los hombros, y vuelve a colocarse en su silla. “¿Alguien dijo pizza?”
“Yo la pediré”, digo, tomando mi teléfono. Todos empiezan a decir sus
preferencias en voz alta, y para cuando he colgado, el tema se ha desviado
a la visita del doctor a mi casa.
“¿Sabemos a qué hora viene, Candace?”, pregunta Adam.
Vuelvo a agarrar mi teléfono de la mesa, donde lo acabo de soltar. “No,
pero puedo enviarle un mensaje y enterarme”.
Él atrapa mi mano. “¿No estamos monitoreando las llamadas de Gabriel?”
pregunta Rick.
“Yo lo estoy haciendo”, responde Asher. “Pero tiene a tantos gilipollas
trabajando para él, que no puedo seguirlos a todos en tiempo real. Llamó a
un médico. Sabemos quién es. No tenemos pruebas de que lo volviera a
llamar después de hablar con Candace”.
Rick me suelta. “Escribe a ese gilipollas”.
Envío el mensaje: Estaré en casa a las tres. ¿A qué hora llega el médico?
“Hecho”, digo, soltando el teléfono.
Asher desliza su MacBook a un lado. “La mejor manera de hacer que
Candace no vea al médico es decirle que te hiciste un test de embarazo y
dio positivo. Puedo hacer que el test se vea como positivo”.
“¿Le estás dando a las drogas?” explota Savage. “Si Pocher cree que el que
muera Candace le gana a Gabriel un voto por compasión, ¿qué hará su
prometida embarazada por la campaña? No”.
Puedo sentir cómo palidezco recordando una noche de hace tres meses.
Gabriel y yo estábamos cenando, en un restaurante italiano elegante, y
torturada con la idea de que pudiera herir a mi padre, yo jugaba a ser su
prometida. Habíamos estado bebiendo vino, esperando nuestras ensaladas,
cuando me dejó anonadada con, “Creo que deberíamos quedarnos
embarazados”.
“Nos acabamos de comprometer”.
“Podemos adelantar la boda seis meses, y si te quedas embarazada ahora,
no te verás embarazada”.
Trago saliva con fuerza. “No. No voy a quedarme embarazada antes de
casarme”.
“Entonces, fuguémonos”.
La rabia se apodera de mí rápido y con fuerza, y me olvido de jugar a ser
agradable. “No. Y, ¿por qué tengo la sensación de que esto tiene algo que
ver con tu campaña y no conmigo ni con nosotros?”
“Tenemos un propósito mucho mayor que nosotros”.
Estoy de regreso en la habitación cuando Asher dice, “La idea es hacerla
sobrevivir los próximos dos días”.
“No”, digo. “Ese test puede que no solo me convierta en un objetivo sino
también darle una razón para encontrarme cuando me marche”. Mi
teléfono vibra con un mensaje junto a mí en la mesa. “Es Gabriel”, digo,
leyendo el mensaje. “El médico llegará sobre las cuatro”. Respondo con: No
es necesario, pero ya te diré cómo va. “Son las dos”, digo. “Necesito
empezar a moverme”. Me levanto. “No quiero esperar a la pizza. Necesito
acabar con esto”.
“Tu coche está abajo, las llaves están bajo el asiento”, responde Smith.
No pregunto cómo hicieron eso. No me importa. Solo quiero salir de aquí en
este momento. Me dirijo a la habitación en busca de mi bolso y el maletín.
Quiero hacer bocetos. Quiero trabajar. Necesito ese escape y si lo consigo
hoy, lo haré.
Acabo de terminar de recoger mis cosas cuando Rick aparece en la
entrada. Él consume la habitación así de fácil. Es grande, musculoso y
hermoso. Su perilla y cicatriz en su rostro, cada parte de su faceta de
mercenario. Y yo solo quiero acabar con todo esto y estar con él. Cierro el
espacio entre ambos y rodeo con mis brazos todos esos duros músculos.
Él me abraza con fuerza y simplemente me sujeta un momento antes de
inclinar mi cabeza hacia atrás y quedarse mirando. “Él quería dejarte
embarazada”. No es una pregunta.
“No importa”.
“Sí importa, nena. Jodidamente sí que importa y hablaremos de todas las
razones de por qué cuando lleguemos a nuestro hogar en Nueva York”.
“Hogar”, digo. “Me gusta cómo suena eso”.
CAPÍTULO DIECISÉIS
Candace

No sé cómo mi coche llegó al hotel ni pregunto. Solo quiero irme a casa,


terminar con la cita de la estilista y el médico y bueno, simplemente acabar.
Rick me abre la puerta y coge las llaves de debajo del asiento,
entregándomelas. “Ve a la tienda y compra algunas cosas para que
parezca que has estado ahí. Traeré Chick-fil-A si compras helado”.
Sonrío. “¿Helado?”
“Haagen Dazs, nena. El mío de praliné con nueces y el tuyo de ron con
pasas. Nos lo comeremos cuando todos los gilipollas esos se marchen”.
“¿Nos quedaremos ahí esta noche?”
“Sí. Ahora que Wes no está, nos quedaremos allí una última noche. Eso te
dará tiempo para empacar todo lo que realmente quieres llevarte. Haremos
que nos envíen el resto”.
“Porque me voy a mudar a Nueva York contigo”.
Él me agarra de la cintura y tira de mí. “¿Te lo estás pensando?”
Mis dedos se hacen un puño en su pecho y, Dios, se siente bien tener a este
hombre de nuevo aquí conmigo. “No. Solo desearía que ya estuviésemos en
Nueva York. Necesito alejarme de aquí. Necesito empezar de nuevo. Y
quiero que mi padre se jubile y se aparte”.
“En poco más de veinticuatro horas estaremos en un avión”, dice él, sin tocar
el tema de mi padre y me pregunto cuanto culpará a mi padre de todo esto
en el fondo. “Son las dos y cuarto”, dice, echando un vistazo a su reloj. “Vete.
Estaré dentro cuando llegues”.
“¿No están vigilando mi casa? ¿Cómo vas a entrar sin que te vean?”
“Tengo el toque de Midas, nena”, mueve una ceja arriba y abajo. “Esto es
lo que hago”.
No puedo discutirle eso. “¿No sabrán que mi coche salió temprano?”
“Llamé a Adrián cuando te fuiste del comedor. Hizo que pareciera que te
llegaste en un Uber y te volviste a marchar. También se aseguró de que
nadie seguía tu coche hasta el hotel. Va a tener hombres siguiéndote a la
tienda y a tu casa”.
“¿Quién?”
Él señala una camioneta blanca. “Ése es uno de los hombres trabajando
para Adrián”.
De nuevo, no hago muchas preguntas. “Muy tejano su estilo por conducir
una camioneta”.
“Hay que camuflarse, nena”.
“¿Todavía dudas de Adrián?”
“Claro que sí, joder. A mí no se me convence con Skittles. Se necesitan
chocolatinas Reese’s de crema de cacahuete para eso. De momento, él
solo me ha dado Skittles”.
“Te compraré las chocolatinas de crema de cacahuete en la tienda.
Obviamente, las tienes metidas en la cabeza”.
Él sonríe petulante y me besa. “Me conoces tan bien”, Me gira hacia el
coche y se deja caer en mí. “Te amo, Candace. No estás sola. Y no lo
estarás. Nunca más. Tú y yo, y helado, delante de la TV, durante el resto de
nuestras vidas”.
Mi corazón se encoge por su referencia del pasado, y subo al coche. Rick
cierra la puerta y yo enciendo el motor. Los recuerdos de sus noches libres
del hospital viendo una película comiendo botes de helado son irreales.
Estamos tan cerca de esos pequeños momentos otra vez, de compartir una
vida juntos otra vez. Y, aun así, los años que pasamos separados se sienten
nada comparados con las próximas veinticuatro horas.
CAPÍTULO DIECISIETE
Candace

La mejor manera de sobrevivir a las próximas veinticuatro horas es planear,


porque planear significa control. Y no puedo meterme de cabeza a planear
cosas sin dejar atrás primero esta tarde planeada al gusto de Gabriel.
Empiezo por la tienda, y aunque sé que lógicamente nadie me está
siguiendo---el equipo de Rick se ha asegurado de ello---no estoy segura. Una
vez estoy dentro, esta sensación de ser observada me tiene mirando a mi
alrededor con nerviosismo, y agarrando demasiadas latas de sopa de pollo
y fideos, galletas saladas y soda. Y helado. No puedo olvidarme del helado
y, ¿por qué iba a hacerlo? Todos saben que la gente enferma necesita
helado. Nos compro a Rick y a mí dos botes para cada uno. No puedo
comerme dos botes yo sola, pero considerando este día, puede que lo
intente. Quizás esa sea la manera de hacerme la enferma. Comiendo
helado, montones y montones de helado.
Cuando por fin me encuentro fuera de nuevo, siento un cosquilleo en la piel
y los pelos de la nuca se me ponen de punta. Me apresuro hacia mi coche,
cierro la puerta con seguro y coloco las bolsas en el asiento junto al mío. No
creo que nadie pueda saber que estoy aquí, esta soy yo toda paranoica,
pero si lo saben, entonces saben que estaba en el hotel. Más que dispuesta
a llegar a casa con Rick, arranco el motor, pero no recuerdo si Rick iba a
recoger comida o si yo tenía que hacerlo. Tampoco quiero llamarlo y
distraerlo cuando él se está colando por ahí como quiera que sea que lo
esté haciendo.
Chick-fil-A está cerca, así que paso por la ventanilla para autos y unos
minutos más tarde, voy armada con una bolsa de cuatro sándwiches
picantes para Rick y uno para mí, así como de patatas fritas. Y tan pronto
como caigo en la cuenta de que son casi las tres, y que la estilista estará en
la casa pronto, me como las patatas como una loca, solo para recibir un
mensaje de ella diciendo que llegará tarde. Los pequeños milagros existen.
Entro en mi garaje, y en cuanto la puerta se ha cerrado y salgo del coche,
Rick viene hacia mí. Ese enorme y divino hombre es un regalo para la vista y
solo verlo de nuevo, hace que pueda respirar un poco mejor. ¿Qué me está
pasando? He lidiado con Gabriel durante meses bajo la coacción de que
podría hacer daño a mi padre. Puedo hacerlo durante un poco más.
“Yo compré la comida, nena”, dice Rick cuando me ha quitado todas las
bolsas. “Quería que tuvieses tiempo de comer”.
“No recordaba quién iba a traer la comida. Y la estilista llegará tarde”.
Él se acerca y me besa, y aún sin tener las manos libres, es un beso
locamente intenso y maravilloso. “Ven”. Él sonríe, esa intimidad estallando
entre nosotros. “Comamos”.
“Sí. Comamos”.
Unos minutos después, Rick y yo hemos estacado el helado en el
congelador, colocado las latas de sopa en la encimera y estamos en pie
junto a ésta comiendo como locos demasiada comida, demasiado rápido.
Cuando ya he tenido suficiente y él se ha zampado tres sándwiches, arrojo
mi basura en la bolsa. “Tengo que decirte algo, pero no quiero que cambies
de idea respecto a la fiesta”.
Rick arroja su basura en la bolsa también, dándome su completa atención.
Esa es la cosa con Rick, siempre tuvo su manera de hacerme sentir
importante, como si cada palabra que yo hablo importara y lo está
demostrando de nuevo.
“Cuéntame”, me presiona.
“Hace unos meses, Gabriel quiso convencerme de quedarme embarazada,
a pesar de no estar casados y de que la campaña recién estaba
empezando. Rick, yo creo que él, o ellos, Gabriel y su sponsor, siempre
planearon matarme y hacer de mí el voto de compasión. O tal vez ese plan
nació cuando mi padre se convirtió en un problema”.
Él me estudia, su expresión ilegible, pero el músculo en su mandíbula se
mueve. “¿Qué dijiste?”
“Esto fue después de saber que se quería deshacer de mi padre. Traté de
ganar tiempo. Le dije que no estábamos casados. Entonces él dijo que nos
podíamos fugar. Le dije que no. Dije que me sentía como una ficha política.
Él lo negó, por supuesto”.
“¿Y qué hubieras dicho antes de saber sus enfermas intenciones, Candace?
¿Querías tener un hijo suyo?”
“No. No quise tener hijos con él, Rick. Con la única persona que haría eso es
contigo”.
Él entrecierra los ojos. “Pensé que no querías niños”. No es realmente una
pregunta.
“Ése es el propósito de esta historia. Es decir, sí, pensé que necesitabas saber
hasta dónde llegan sus enfermizas intenciones, como tú lo llamaste, pero
también era sobre mucho más que eso”.
Sus ojos se agudizan, se oscurecen. “Cuéntame”.
Trago saliva con fuerza. Los nervios explotan en mi estómago por lo
vulnerable que estoy a punto de sentirme, pero le prometí confianza. Creo
que ahora necesita saberlo más que nunca, le voy a dar esa confianza.
“Pensé que estaba embarazada cuando te marchaste. Y estaba
sorprendentemente feliz. Me sentí decepcionada cuando descubrí que no
lo estaba. Era como si hubiese perdido una pequeña parte de ti, que nunca
tuve de todos modos, pero en mi mente lo hice real. Sé que no queríamos
niños, pero---“
Él me agarra los brazos y tira de mí hacia sí mismo. “Nena, yo quiero el mundo
contigo”. Su voz es ronca, áspera, casi gutural. “El jodido mundo, te digo”. El
timbre de la puerta suena y él hace una mueca. “Más, luego. Jodidamente
montones más luego”. Él toma mi mano y me aprieta en la palma lo que sé
que es el anillo de compromiso de Gabriel. “Póntelo. Y llévate a la estilista y
al doctor al cuarto de invitados”.
“¿Por qué el de invitados?”
“Si vas al dormitorio principal, el closet está en la parte del fondo del baño.
Necesito estar más cerca. Necesito oír lo que está pasando en todo
momento”.
“¿Tal vez puedas espiar por la puerta y decirme qué vestido escoger?”
“Cualquiera que no sea para él, nena”.
“Ninguno es para él”, le prometo.
“Ya no”.
“Rick---“
“Yo me marché. Obtuve mi merecido”.
El timbre suena de nuevo y yo `suelto el aliento con un jadeo. “Necesito
atender eso”. Mi estúpida voz tiembla y a Rick no le pasa desapercibido.
“Relájate, nena”. Sus manos bajan por mis hombros, su roce cálido y fuerte-
--la conexión reconfortante. “Voy a estar justo aquí y tú ya jugaste a esto
sola con Gabriel antes de que yo estuviera de nuevo en escena. Solo
recuerda, estás enferma. Hazlo creer a la estilista también”. Él me besa. “Te
dejaré elegir la película que veamos comiendo helado siempre y cuando
sea la de Sonic”.
Me río mientras él sale de la cocina, pero incluso para mis propios oídos,
suena tensa. No sé por qué estoy haciéndome tanto problema sobre una
estilista y un doctor jubilado. Aparte del hecho de que lo más seguro es que
ambos estén espiándome, no es ningún problema. No tengo nada de qué
preocuparme. Al menos, de momento.
CAPÍTULO DIECIOCHO
Candace

Abro la puerta de mi casa y encuentro a una bonita rubia con grandes tetas
ahí parada. Sé que tiene las tetas grandes porque va mostrando un montón
de canalillo. Lleva puesto un vestido rosa pero apenas se nota, por el
canalillo. Bien por ella. Yo no tendría ese canalillo ni metiéndome calcetines
en el sujetador.
“Eres preciosa. Esto va a ser divertido. Soy Dawn, tu asesora de moda
personal”. Ella me ofrece la mano y yo se la estrecho antes de que me
señale por encima de su hombro. “Tengo como una docena de vestidos
para que te pruebes. Si esos no funcionan, puedo traer más”. Ella inclina la
cabeza. “Tienes buen aspecto”. Se dirige hacia su coche.
Buen aspecto.
Soy la chica adecuada.
¿Me pregunto si es por eso que Gabriel me eligió? Bueno, eso, y porque soy
la hija de mi padre. Obviamente, pensó que aliándose con mi padre lo
controlaría. Claramente, nunca lo conoció bien.
No pasa mucho tiempo hasta que Dawn y yo estamos en el cuarto de
invitados y tengo una selección de vestidos rojos y azules en un perchero
que da vueltas que ella ha montado.
“¿Tienes un espejo?”
Mierda. El espejo está en el closet en la puerta.
“Uno cutre”, digo. “Supongo que tendré que cruzar el pasillo, pero el
dormitorio principal está hecho un desastre”. Hago una risa nerviosa.
“Prefiero que nadie más lo vea”.
“Tengo uno en mi coche”.
Me invade el alivio cuando agrega. “Y he oído que has estado enferma así
que, si necesitas tomarte un descanso en algún momento, podemos
hacerlo”. Sale de la habitación y yo me pruebo un vestido rápidamente,
tratando de acelerar esto. Cuando regresa, ya voy por el vestido número
dos.
“¿No te gustó la seda azul?”
“Demasiado apretado”.
Dos vestidos más y me cuesta trabajo mantener una conversación con ella.
Cuatro vestidos más y por fin encuentro uno que me servirá. Me coloco
delante de su elegante espejo portátil e inspecciono mi elección. Es de
cintura ceñida y largo hasta el suelo. La tela es de seda roja con un bordado
floreado. “Me quedaré este”.
“Te queda precioso, pero tengo muchas más opciones para ti”.
“Este”, insisto. “Cuando me decido por algo, eso es. Gracias. Es perfecto”.
Tengo la esperanza de que esto se convierta en un rápido preludio de su
partida y la salida de Rick del closet, pero ella sigue y sigue hablando de
vestir a la primera futura dama. Cuando por fin le he asegurado que tengo
los zapatos y joyas perfectos, y que necesito descansar, nos dirigimos hacia
la puerta.
Más o menos cuando consigo que salga veo a un hombre subiendo los
escalones, con un bolso de piel al hombro, el que asumo que será el doctor.
Es alto, en forma para sus sesenta y tantos, su cabello blanco y negro, espero
y su traje azul simple y sencillo.
“¿Candace?”, pregunta, sus ojos azul claros fríos, a pesar del tono cálido de
su voz. “Soy el Dr. Moore”.
“Soy Candace”, doy un paso atrás. “Pase”.
Él entra al recibidor y se gira para mirarme. “¿Cómo se encuentra?”
Cierro la puerta tras él y me doy cuenta de lo incómodo que será pedirle
que me acompañe a una habitación ahora que Dawn se ha ido. “Mejor
después de una sopa de pollo. Por fin puedo mantener algo en el
estómago”.
“Bueno, bien”. Él me señala el salón a la izquierda. “¿Por qué no nos
sentamos y me deja echarle un vistazo rápido? Tenemos que mantener a
nuestra futura primera dama sana y bien”.
Si alguien más vuelve a decirme ese comentario de ‘futura primera dama’
creo que me enfermaré de verdad. Decidida a sacarlo de aquí y con la
esperanza de que Rick nos siga en esta dirección, le señalo el salón.
“Quedémonos aquí”.
“Me parece bien”.
Lo guío hacia adelante y me siento en el sofá, consciente de que el arco de
la entrada a la cocina está a la derecha y a una distancia audible. Rick
podría acercarse a nosotros por el pasillo que da al recibidor. El Dr. Moore se
sienta junto a mí y empieza la rutina médica pertinente. “¿Cuándo empezó
a sentirse enferma?”
“Hace unos días. Estoy casi segura que fue de algo de pollo que comí. Una
intoxicación alimentaria”.
Hay un cambio en el ambiente, un subidón de energía que me dice que
Rick está cerca. No sé cómo, pero el doctor parece no notarlo, siguiendo
con el tema. “Es muy posible. Tomemos sus signos vitales y hagamos sentir a
ese futuro esposo suyo mejor”.
Consigo mostrar una débil sonrisa y soporto que me tome los signos vitales
mientras hablamos del historial médico familiar, que él ni siquiera anota.
“¿Alguna posibilidad de que pudiera estar embarazada?”, pregunta.
La inquietud se desliza por mi columna, cuando en realidad es una pregunta
bastante normal. Sin embargo, la mayoría de mujeres no tienen a un hombre
tratando de dejarlas embarazadas y luego matarlas. “Ninguna”, digo.
“¿Primer y último día de su período más reciente?”
Escupo las fechas y por suerte, pasamos página. Finalmente, dice, “Todo se
ve bien, y sé que dijo que se encuentra mejor, pero una prescripción
vitamínica le vendría de maravilla. Podemos dársela hoy para que esté lista
para mañana por la noche”.
No sé si es mi adrenalina o la de Rick que sube, o una combinación de
ambos, pero de repente, me encuentro nerviosa, literalmente en el filo del
cojín. El médico mete la mano en su bolsa y saca una jeringuilla. Me pongo
en pie inmediatamente. “No”, digo. “No, pasaré”. Doy la vuelta a la mesa
de centro.
“Es completamente seguro”. El médico se levanta. “Es----“
“No”, repito, y juro que puedo sentir a Rick contemplando la idea de
intervenir, lo cual arruinaría la noche de mañana, lo que significaría el fin de
nuestra oportunidad de sacar a mi padre y quitar a Tag de en medio. “No,
estoy bien”.
El doctor suelta una risa tensa. “Son vitaminas, minerales, aminoácidos y
antioxidantes. No entiendo esta reacción”.
Ni tampoco lo entenderá Gabriel. Mi mente vuela buscando una respuesta
y se va al único lugar que puede---un lugar que no complacerá a Rick. “Mire,
doctor, tengo unos días de retraso en mi período, cuando siempre soy
puntual. Tengo una cita con mi ginecólogo el lunes”.
Él palidece. “¿Pero usted dijo que no había posibilidades de embarazo?”
“Sé lo que dije, pero es porque Gabriel quiere tener hijos. Cuanto antes. Si
bromeo con esto y no es verdad, se decepcionará. Pero si lo estoy, sí, estará
feliz, pero eso también complica lo de su campaña”.
“Porque no están casados aún”, asume.
“Correcto”.
“¿Se ha hecho un test?”
“Todavía no, pero lo haré el lunes en la consulta del doctor. Solo por favor
no le diga nada aún. No quiero que se preocupe en la fiesta de mañana
por la noche. Es importante”.
“Sí, por supuesto”. Él vuelve a meter la inyección en su bolsa y se la echa al
hombro, sacando una tarjeta de dentro y ofreciéndomela por encima de la
mesa. “Voy a ser su médico de cabecera una vez Gabriel tome el cargo.
Adelantemos el proceso para usted también. Llámeme cuando hable con
su médico”.
Acepto la tarjeta. “Por supuesto”.
Por suerte se mueve en dirección a la puerta y yo lo sigo, dándole una formal
despedida, antes de cerrar la puerta con pestillo. Me apresuro a la sala y
encuentro a Rick de pie a este lado del sofá. “¿Por qué hiciste eso,
Candace?”
“No podía dejar que me pusiera esa inyección y sé que tú tampoco”.
“El embarazo le da un motivo para venir a por ti. Así como ese anillo en tu
dedo”.
“No quería llevar el anillo en el dedo. Tenía que tenerlo y lo sabes”, me lo
saco y lo dejo caer al suelo. “Hice lo que tenía que hacer. Matar al doctor
arruinaría nuestro plan del sábado noche. Y sé que lo estabas pensando”.
Él cierra el espacio entre ambos, sus largas piernas le agilizan el trabajo de
colocarse delante de mí con prontitud. No me toca, por lo que sé que está
cabreado. “Le hubiera puesto su propia inyección, y si eso lo mata, pues
que le den”.
“Y entonces él estaría muerto y nosotros jodidos”.
“El embarazo le da un motivo para seguirte cuando nos marchemos”.
“Ambos sabemos que va a venir a por mí y a por ti. ¿No es por eso que has
involucrado a Kane Méndez?”
“Sí. Exactamente por eso”. Y de repente, me da lo que quiero. Me toca. Sus
manos se deslizan por debajo de mi cabello, y él lleva mi boca a la suya.
“¿Sabes cuánto odio pensar en ti con ese hombre?”
“No estoy con él”.
“¿Sabes cómo me mata oírte hablar de estar embarazada con un bebé
suyo?”
“Ya te dije---“
“Nunca volverás a follártelo”.
La ruda orden hace que los pezones se me pongan erectos y que mi sexo
se encoja. “No. No, no lo haré”.
“Solo yo. Dilo”.
“Solo tú, Rick Savage”.
Y entonces su boca choca con la mía, una mano me amolda más a él, y
conozco esta parte de Rick Savage. Sé a dónde lleva esto. Sé la parte de él
que se ha desencadenado en este momento. Es la parte oscura, cruda y
dañada de él, que conozco mejor que nadie. Lo sé. La parte que no puede
contenerse. Y ni siquiera lo voy a intentar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
Savage

No solo beso a Candace, la devoro, la bebo como un hombre en el desierto,


muriéndose de una sed que no puede saciar. Y lo estaba, hasta que la
encontré de nuevo. Lo que es peor, es que ese desierto lo hice yo, un
desierto malditamente aislado que ya dejé, porque, gracias al cielo, ella no
terminó conmigo.
Abrazándola más cerca, la sostengo como si éste momento, es la última vez
que la podré sostener de nuevo. La beso así, como si nunca la besaré de
nuevo. Nunca la he besado con ese tipo de desesperación hasta ahora, y
no porque no la amara. Sino porque siempre di por sentado lo que podría
suceder en el mañana. Y yo siempre pensé en volver, pero no lo hice, y
ahora sé que las mierdas pasan.
Las personas mueren, el mañana no es siempre una garantía.
Ella también sabe, que éste beso es diferente. Es en la forma en que ella
también me besa, en la forma en que agarra mi camiseta. En la forma en
que ella retrocede, separando nuestros labios, buscando mi rostro. En la
intensidad en sus ojos verdes cuando se reúnen con los míos, la repentina
separación de labios, ahora hinchados por nuestro beso, y ordena, “No me
beses como si fuera una despedida, Rick Savage, maldito seas”.
Ella intenta salir de mi agarre, pero la sostengo fuerte.
“No huyas”.
Ella suspira. “¿Huir? ¿Yo? Yo no soy la que huyó”.
Físicamente retrocedo con esas palabras bien merecidas, pero ella no ha
terminado. “Si quieres despedirte, simplemente despídete, Rick”.
“No me estoy despidiendo, Candace”.
Atrapo su cabello alrededor de mis dedos, y arrastro su mirada a la mía. La
dejo ver el tormento en mí. La dejo ver la culpa. La dejo ver la oscuridad, mi
necesidad de no irme. “Éste no es un adiós”, repito. “Éste soy yo
asegurándome de que seas apropiadamente besada, follada, lamida, y
amada, de la forma que te mereces”.
“Se siente como un adiós”.
“No, y algún día, confiarás en mí lo suficiente como para saber que no
estaremos separados de nuevo. Te lo prometo, lo harás. Pronto”.
“¿Qué tan pronto?”
“En Nueva York. Allá va a cambiar todo”.
“¿Podemos irnos ahora?” Pregunta esperanzada, pero ambos sabemos que
no podemos. Ambos sabemos que tenemos que esperar.
“Desearía que pudiéramos, nena. Desearía que pudiéramos”.
Mi boca aterriza en la suya, mi lengua lamiéndola profundamente,
posesivamente, y me aseguro de que cada respuesta que quiera, esté aquí
en éste beso. Me aseguro de que sepa que no voy a vivir otro maldito día
sin ella. Ella gime en mi boca, y cuando mis manos van a su espalda, ella se
arquea hacia mí. Le doy la vuelta y hacia el sofá, presionándola contra la
parte de atrás, mis manos encontrando esa suave y lisa piel debajo de su
camiseta.
Escalofríos se levantan en su piel, y arranco mi boca de la suya. “Siempre has
sido exactamente lo que necesito”.
“¿Lo soy?”
“Oh, sí, nena. Lo eres. Te sentía aun cuando no estabas conmigo. Cada día
que estuve lejos, te sentía. Te extrañaba. Te necesitaba hasta el infierno”.
Atrapo el borde de su camiseta y la lanzo, mi mirada bajando a sus pechos,
mis dedos trazando el encaje negro de su sostén, luego encontrando su
pezón a través del encaje.
Ella inhala profundo y atrapa mi mano. “Rick, yo---“
“Dios, amo cuando dices mi maldito nombre”. Mi mano va a su cabeza, mi
dedo atrapa el cierre de su sostén, abriéndolo mientras me inclino cerca, sus
pezones saliendo entre nosotros, nuestros labios cerca. “Rick, yo--¿qué?”
Su maldito celular suena.
Hago una mueca y lo recojo del suelo, al lado de mi pie, donde aterrizó de
algún modo. Hago una mueca de nuevo cuando leo el identificador de
llamadas que dice, “Gabriel”. Lanzo esa mierda en el sofá.
“Rick”, dice entre dientes, urgentemente. “¿Qué pasa si---“
“No”, gruño. “Ahora no”. Sostengo su cabeza de nuevo y me acerco a ella.
“Ahora no”.
“Pero él---“
La beso de nuevo, pero ella está tensa ahora, está quieta porque está
pensando en él, y eso me enfurece. Ese imbécil ha interferido, de nuevo. Él
está entre nosotros, él está malditamente en medio de nosotros.
Mi mano cubre su pecho desnudo, juego con su pezón. Ella gime, y su
lengua toca la mía, y cuando yo debería estar pensando en ese pezón en
mi boca, de algún modo sus palabras vuelven a mí: Él quería que me
embarazara.
O lo que malditamente dijo. Básicamente eso. El concepto de ella usando
su anillo, teniendo su bebé, me vuelve salvaje. Ese oscuro sentimiento que
conozco demasiado bien, regresa, y regresa como un golpe de lujuria y
deseo. Estoy caliente. Estoy duro, mi polla está presionándose contra el
zipper de mis pantalones y en su vientre.
Me inclino hacia abajo y toco el borde de sus jeans, y esa es toda la
paciencia que tengo. Bajo su zipper en un instante, y la volteo, presionando
sus manos en el sofá y arrastrando sus pantalones por sus piernas.
Ella está desnuda en un minuto, y mi camiseta está en el suelo con su ropa.
Froto mi mano sobre su perfecto y redondeado trasero y le doy un presente,
una cuidadosa palmada. Ella se arquea al toque sorpresa, levanta ese lindo
trasero en el aire para mí, y sospecho que eso es lo que quiere. Ella lo espera,
y me doy un momento a mí mismo para imaginar cómo se verán sus nalgas
cuando las caliente.
Imagino la humedad de su sexo cuando deslice mis dedos y lengua entre
sus muslos. Lo caliente que estará cuando me entierre dentro de ella
después de esos azotes.
Lo fácilmente que olvidará a Gabriel y sus temores. Lo emocionalmente
expuesta que estará, tan dispuestamente mía. Pero eso significa que yo
tengo que quitarle sus miedos, sus dudas, no dejarle nada excepto a mí,
aquí, ahora.
Quiero tomarla, adueñarme de su cuerpo y de su corazón, pero no estoy
seguro de que ese tipo de dominio sea lo que ella necesita de mí ésta
noche. Ella podría ofrecerse a mí, libremente, pero no ésta noche, no con
Gabriel tratando de controlarla, de una forma completamente diferente.
No. El dominio viene con un precio cuando se utiliza mal. Y yo nunca le haré
nada malo a Candace de nuevo.
CAPÍTULO VEINTE
Savage

Candace agarra el sofá frente a ella, y yo me pongo a su lado, una mano


entre sus omoplatos, la otra deslizándose entre sus muslos, en el dulce calor
ahí. Mis labios en su oído. “Te quiero así de mojada cada día por el resto de
nuestras vidas. Todos los días. Por el resto de nuestras vidas”.
Un suave sonido escapa de su garganta, y ella se voltea para enfrentarme,
y mi mirada recorre su hermoso y perfecto cuerpo. Y así de fácilmente, he
olvidado todo el sucio, vulgar, oscuro sexo que podríamos tener, que
tendremos, para escapar de éste infierno, solo que no ahora.
De repente, la estoy arrastrando contra mí de nuevo, besándola como el
infierno, y necesito, absolutamente malditamente necesito, estar dentro de
ella.
Levantándola, la acuno, y cuando la cargo para sentarla en el sofá, no la
inclino sobre él. No azoto ese bonito trasero suyo. No juego con ella hasta
que se corra en mi mano o en mi lengua. Simplemente necesito estar dentro
de ella.
La coloco frente a mí, pero también me siento y la traigo conmigo. En un
momento, ella está montándome, y de algún modo, mis pantalones están
hacia abajo, mi gruesa erección entre nosotros, y estoy sujetándola,
sosteniéndola mientras se desliza sobre mi polla.
Lentamente, se desliza en mi longitud, tomándome centímetro a centímetro,
tomando todo de mí. Y cuando estamos ahí, unidos íntimamente, nuestros
ojos se reúnen, y siento el golpe de emociones que nadie más provoca en
mí.
En ese momento, cada movimiento equivocado que he hecho en mi vida,
cada momento que perdí con Candace, viene a mí como un cuchillo
cortando mi corazón, pero no me mata. Me tortura. La única manera de
salir de estos pensamientos, es con Candace.
Coloco mi mano debajo de su cabello, en su cuello, y arrastro su boca a la
mía. “Si muriera ésta noche, moriría como un hombre feliz”.
“No digas eso”, ordena.
“Solo estoy diciendo la verdad, nena”, le digo, apretando su trasero y
arqueándola hacia adelante, la sensación de su húmedo, caliente, y
apretado calor alrededor de mi polla, es malditamente buena.
Ella jadea y murmura, “Rick”.
Su aliento es cálido contra mis labios, y es ella quien se inclina para reclamar
mi boca ésta vez. Esa presión de boca a boca provoca electricidad en el
aire. Nos lamemos el uno al otro, nos balanceamos juntos, y de repente, nos
dejamos ir. Nos domina un hambre salvaje.
Quiero ir más profundo. Quiero que me monte más fuerte. Quiero su boca
en mi boca, una y otra vez, y ella se une conmigo en cada movimiento, en
cada estocada. Cada bombeo. No duramos mucho, sin embargo. Estamos
demasiado urgidos, demasiado necesitados.
Ella entierra sus uñas en mis brazos, se queda quieta, y entierra su rostro en
mi cuello. Su sexo apretándose a mí alrededor, e instantáneamente, estoy
temblando, temblando por la intensidad de lo que su cuerpo le exige
malditamente bien a mi cuerpo. Ella se relaja en mí, y yo en ella,
sosteniéndola, aun cuando su maldito teléfono suena de nuevo.
Maldigo y la ruedo de espaldas, agarrando un pañuelo, y se lo ofrezco,
antes de salir de ella. Irritado por ser interrumpidos, agarro su teléfono que
ahora está en el suelo de nuevo, observando el identificador de llamadas.
“Tres llamadas, y cuatro mensajes de texto. Es un maldito acosador”. Le
entrego el teléfono y me siento.
Ella lo toma y lo sostiene sobre su pecho. “¿Qué tan mal lo jodí al decir lo de
la prueba de embarazo?”
Me inclino sobre ella, mi brazo descansando en la parte de atrás del sofá.
“No jodiste nada. Hiciste lo que tenías que hacer. Si el destino está a nuestro
favor, la posibilidad de que estés embarazada, hace que Gabriel y Pocher
consigan lo que quieren. Si el destino no está a nuestro favor, ellos saben que
eres un problema, y te convertirías en un blanco ahora, y no después”.
“¿Qué quieres hacer?”
“¿Justo ahora?” Beso su pezón. “Terminar con esa llamada, y luego follar
más. Luego voy a hacer algunas llamadas antes de que follemos de nuevo.
Luego vamos a comer helado y mirar la película Sonic”.
“¿Eso es todo?”
“Tú hiciste lo que tenías que hacer”, repito. “Ahora, yo haré lo que tengo
que hacer”.
Respiro profundo y exhalo. “Vas a matar a Gabriel”.
“Ese sería un final demasiado amable. Un tipo como Honest Gabe, necesita
sufrir. Y yo soy el hombre justo para el trabajo”.
CAPÍTULO VEINTIÚNO
Candace

Rick se levanta, se ajusta sus pantalones, que nunca quitamos, y camina


alrededor del sofá. Luego se inclina y se pone su camisa sobre mi cabeza.
Me deslizo en ella y lo miro sobre mi hombro. “Te ves mejor en ella que yo, y
no te quiero desnuda cuando le devuelvas la llamada”.
“Estás equivocado. No luzco mejor en ella que tú”. Mi celular suena en mi
mano.
La expresión de Rick se aprieta. “Iré por el helado. Tú sabes que me gusta
casi derretido”. Me guiña un ojo. “Al igual que me gustas tú”.
Las palabras son muy al estilo de Rick Savage, pero su energía es irregular y
cortante. Él se aleja del sofá y se va caminando. Mi teléfono deja de sonar
y empieza de nuevo. Ira me recorre y respondo la llamada. “Estaba
dormida, Gabriel. ¿Quieres que esté bien para la fiesta o no?”
“¿No suenas como si te acabaras de despertar”. Su tono es de acusación.
“Porque llamabas, y llamabas y llamabas”.
“Debías llamarme cuando la estilista y el doctor te visitaran”.
Se me ponen los pelos de punta. “Preferí tomar una siesta que llamarte. Sentí
que mejorar era más importante que la llamada”.
“¿Qué dijo el doctor?”
“Que ya estoy terminando ésta enfermedad y que descanse”. Es más o
menos correcto. “Y que tome vitaminas”.
“¿Conseguiste un vestido?”
Eso es todo. No la pregunta, ¿cómo te sientes?
“Sí. Es rojo”.
“Voy a enviarte joyería para que escojas, también. Llegará allá casi al mismo
tiempo que yo llegaré mañana en la noche”.
“¿Lo cual es cuándo?” Pregunto, esperando sonar normal, una interesada
futura esposa.
“Desafortunadamente, justo antes de la fiesta. Y tengo una mala noticia
adicional”.
“No sé si puedo soportarla”, digo. “¿Qué es?”
“Un gran inversionista me quiere en la ciudad de Nueva York. Él me llevará
después de la fiesta”.
Intento enormemente sonar devota hacia Gabriel. “¿Puedo ir?”
“Desearía que pudieras, pero no. Él insiste en que seamos solo nosotros dos”.
“¿Quién es él? ¿Realmente vale la pena para que te vayas después de la
fiesta? ¿Y qué tan razonable es él como para que espere eso?”
“Grayson Bennett. El Grayson Bennett que es dueño de un imperio de
hoteles y negocios, que ahora también incluye una parte de un equipo de
fútbol de la NFL. Y el fútbol es una estrategia que podría usar como un
mensaje en la campaña. Eso es parte por lo que te estaba llamando. Estaba
ansioso por decírtelo”.
Él está intentando compensarme. No es posible. “¿Qué pasó con el
inversionista del que me hablaste? ¿Cuál es su nombre? No lo puedo
recordar”.
“Ted Pocher. Él está detrás de cada éxito político de los últimos veinte años,
pero él es solo para dinero, y mucho dinero. Y él podría hacerle muchos
favores a un hombre como Grayson Bennett”.
“No creo que mi estómago pueda manejar oír lo que eso significa”.
“Así es, mi dulce ángel. Me gustas así. No te puedes meter en ningún
problema de esa manera”. Una voz femenina suena detrás de él. “Mónica
quiere revisar un reporte para la prensa que vamos a dar en la mañana. No
te llamaré de nuevo y despertarte. Te amo, dulzura”.
Me encojo por el apodo que he llegado a odiar casi tanto como él ansía
escuchar las mismas palabras de mi parte. Tengo que decirlas. Que Dios me
ayude a decirlas. Bajo mi voz. “Yo también te amo”.
Él cuelga, y de repente, Rick está sentado a mi lado. Él oyó. Por supuesto
que oyó, pero no solo está sentado a mi lado, está cerca, ese maravilloso,
masculino olor de él jugando en mi nariz. Pero él no me está tocando. Ladeo
mi cabeza en su dirección, y él hace lo mismo. “¿Escuchaste?”
“Escuché”, dice suavemente, y no hay ira en él, pero la turbulencia, el dolor,
está en la superficie, y lo entiendo. Si yo me hubiera ido y luego regresado,
el hecho de que él estuviera comprometido con otra mujer, hubiera estado
destruida, aun si yo me lo busqué.
“Lo de Grayson está listo”, le digo.
“Sí. Recibí un mensaje de texto”.
Humedezco mis labios. “Claro. Gracias por asegurarte de que él se vaya
después de la fiesta”.
Me estiro y cubro su mano con la mía. “Te amo. Yo nunca---“
Él se inclina y me besa. “Lo sé. Y yo también te amo. El helado está en el
dormitorio derritiéndose. Vamos a ver la película ahí”.
“¿Eso es todo?”
“Hiciste lo que tenías que hacer, Candy. Y después de mañana en la noche,
serás solo mía, y esto quedará atrás. Y nada, especialmente esa polla
pequeña del Honest Gabe, va a detener que eso suceda”.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Candace

El helado realmente está derretido para el momento en que lo comemos,


porque Rick está más interesado en mí que en el helado una vez que
llegamos al dormitorio.
Terminamos sacando el resto de las cajas de helado del congelador y
empezamos a comerlas mientras él habla con Adam y hacen planes con el
equipo Walker para venir a mi casa mañana en la mañana.
“¿No podemos ir a donde están ellos?” Pregunto cuando él cuelga la
llamada. “¿Qué pasa si Gabriel decide volver antes?”
“Lo sabremos”, promete. “Estamos vigilándolo. Lo que no queremos es que
alguien venga a visitarte y no estés para abrir la puerta”.
Trago fuerte. “Claro. Por supuesto”.
“Helado y yo, nena. Olvida lo demás por ahora”. Él toma una cucharada de
mi helado y yo una del suyo, y por ahora, el resto del mundo se desvanece.
Empezamos a ver la película Sonic, robándonos miradas el uno al otro,
mientras comemos y vemos la película. Me pregunto ahora, viviendo en éste
cómodo y maravilloso momento con él, cómo me conformé con algo
menos que esto, como nos sentimos nosotros dos.
Me pregunto cómo me convencí a mí misma de que esto nunca fue real.
Esto es real. Nosotros somos reales. Nos reímos. Sonreímos. Y Rick habla de la
película con comentarios como, “linda pequeña bestia”, y cuando Sonic se
pone un sombrero como disfraz para bailar en un bar country él dice, “No
están actuando como si un sombrero lo hace lucir humano”.
Por supuesto, Jim Carey es el tipo malo, y Rick lo llama el “Loco Ace Ventura
hijo de puta”, pero el comentario más al estilo de Rick Savage es su
observación de la elegante camioneta que Jim Carey conduce en la
película. Él menea sus cejas hacia mí y dice, “Nosotros podríamos hacer
muchas malditas cosas vulgares y sucias en esa camioneta suya, nena”.
Cuando se acaba la tarde, y nos metemos en la cama para dormir, y en lo
que espero que sea una señal de mejores días por venir, la tormenta ha
pasado, y la luz de la luna ha convertido la habitación en un brillo gris.
Acostada ahí en los brazos de Rick, el sonido del latido de su corazón debajo
de mi mano, me doy cuenta de que nos vamos mañana. Ésta puede ser la
última vez que compartamos ésta cama. “No quiero vender ésta casa”.
“Por supuesto que no”, dice Rick inmediatamente. “Era de tu abuela. Y es
una conexión con tu madre. Podemos usarla para nuestras escapadas a
Texas. Y contrataremos a alguien para que le de mantenimiento”.
Es la respuesta perfecta. Volveremos. Juntos. También es una declaración
que asume que eso será posible porque Gabriel ya no será un problema. No
sé si eso significa que va a terminar en la cárcel o muerto, y la culpa me
apuñala cuando la idea de que el que esté muerto, me conforta.
Pero el hombre me usó y me convenció de que no lo hizo. El nivel de maldad
es difícil de ignorar. Él es un ex CIA. Él tiene profundos recursos. ¿Él en la
cárcel será suficiente como para mantenernos a salvo?
Al menos es una barrera entre él y nosotros. Él tiene que ir a la cárcel.
Me voy quedando dormida y, el pasado, no un pasado con Gabriel, sino un
momento con mi padre, y solo unas semanas después de la muerte de mi
madre.

Semanas de mi padre retrayéndose en sí mismo me tiene preocupada, y


hoy voy a hacer algo al respecto. Llego a su casa con una caja con un
pastel de chocolate en la mano, y con esperanza de poder traer a mi padre
a la vida. Reviso la cerradura de su puerta y está abierta. Entrando en el
vestíbulo, lo llamo, “¡Papá!” Pero el sonido de madera y el susurro del
ventilador del techo me saludan.
Apresurándome a través de la casa, el bajo rugido de su voz me tiene
deteniéndome fuera de la puerta entreabierta de su oficina para
encontrarlo detrás de su escritorio en su celular. “Ésta noche. Sin fallar”. Está
en silencio un momento. “No. Tiene que suceder ésta noche. Sabes las
órdenes. Fueron claras. Él no puede tener la oportunidad de dejar el país.
No. La directiva es hacerlo en Washington durante la rueda de prensa. Todos
estarán pensando en el fútbol”.
Mi ceja se frunce. ¿Fútbol? No entiendo lo que estoy oyendo. A menos que,
espera. ¿Los ganadores del Superbowl se dirigen a la Casa Blanca?
“Haz el trabajo”, gruñe furiosamente, y luego cuelga la llamada,
levantándose mientras lo hace. Él hace una mueca y se inclina hacia
adelante, presionando sus manos sobre su escritorio, y respira
profundamente.
Me inquieto. Sea lo que sea, no debía escucharlo. Lo que sea esto, me
muestra un lado de él que no conozco, pero él es un General. Estoy
consciente de lo demandante que es eso, y lo difícil que debe ser a veces.
Retrocedo casi hasta el salón y llamo, “¡Papá! ¡Papá!”
Me acerco a su oficina y él sale al pasillo. Sus ojos se iluminan
inmediatamente. “Cariño. ¿Qué traes?”
Señalo la caja. “El pastel de chocolate mejora todo. ¿Cierto?”
Él presiona sus dedos sobre el puente de su nariz y luego los baja. “Si eso
fuera cierto”.
“Comeremos cada uno la mitad y tal vez sea cierto”.

Mis ojos se abren, la luz de un nuevo día iluminando la oscuridad en la


habitación, provocando una neblina luminosa. Rick está instantáneamente
sentándose a mi lado. “¿Qué pasa, nena?”
“Tuve un sueño”. Me doy la vuelta para enfrentarlo. “No, fue más un
recuerdo. Mi mente está tratando de decirnos algo. No estoy segura de lo
que significa, pero necesitamos saber si alguien importante murió en
Washington unas semanas después de que mi madre muriera”.
Presiono mis manos en mi rostro. “Y Dios me ayude, ojalá que esto sea la
misión que de algún modo exponga a Gabriel en su involucramiento ilegal”.
“¿Qué más sería?”
Le repito el incidente y concluyo con, “Eso fue tres semanas después de que
mi madre murió”.
“Tienes miedo de que esté relacionado con la muerte de tu madre”.
“Sí. ¿Qué pasa si mi madre fue asesinada como retribución por algo que hizo
mi padre, y entonces él se vengó? Necesitamos saber quién murió esa
semana en Washington”.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Candace

En respuesta a mis temores por mi sueño que me dice sobre las acciones de
mi padre, Rick agarra su celular de la mesita de noche. “Creo que esto fue
más probablemente una parte del programa de operaciones Black Moon,
nena, pero haré que el equipo haga una búsqueda”.
Él presiona el botón en su teléfono para llamar a Asher. Escucho cada
palabra. Cuando él cuelga, pregunto, “¿Y bien?”
“Él está buscando”. Coloca su teléfono a un lado y toma mi mano. “Tres
semanas después de que tu madre muriera, Tag no era parte del equipo.
Sea lo que sea que oíste, probablemente fue una operación en suelo
americano”.
“¿Siquiera sabremos si fue un negocio oficial en Estados Unidos? ¿Qué pasa
si solo fue mi padre buscando venganza?”
“Bueno, maldición nena. Yo no lo culparía. Malditamente me vengaría si
hubieras sido tú. No conviertas esto en algo que no tiene que ser”.
“¿Pero qué pasa si Gabriel lo sabe? ¿Qué pasa si él puede usar eso para
arruinar a mi padre?”
“Si él lo supiera, no estaría intentando matarlo”.
“Pero él podría usarlo para arruinar a mi padre cuando regrese, ¿cierto?”
“Tú asumes que él lo sabe. Te lo prometo, nena, ellos tienen una tonelada
de mierda uno contra el otro. Por eso él quiere a tu padre muerto”.
Me besa. “Vamos a traerlo a casa ésta noche. Ahora mismo, voy a hacer
café porque te gusta cuando yo hago el café. ¿Cierto?”
“No, no me gusta. Tú lo haces demasiado fuerte. Yo haré el café”.
“Tal vez mejoré en hacerlo”.
“¿Lo hiciste?”
“Podemos averiguarlo”.
“Como dije, yo haré el café”. Alejo las sábanas, meto mis pies en las
pantuflas y, por primera vez en años, me dirijo a la cocina para hacer café
mientras estoy usando la camiseta de Rick. Rick no me sigue y puedo oír el
profundo rugido de su voz hablando por teléfono.
Pongo la cafetera a hacer el café y me volteo para encontrar a Rick de pie
frente a mí. “¿Esa llamada fue algo importante?”
“Asher haciendo una pregunta acerca de los datos de una de las misiones
que encontró en el dispositivo. Nada relevante ahora mismo”.
Él da un paso más cerca, en nada excepto pantalones deportivos colgando
bajo en sus caderas, sus abdominales ondulados, su cuerpo tatuado
perfecto es una distracción bienvenida de mi sueño y de la noche que nos
espera. Mi mano va a su tatuaje de soldado Boina Verde.
Sus manos grandes capturan mi cintura, y él cierra el pequeño espacio entre
nosotros, nuestras piernas juntas íntimamente. “¿Qué estás pensando?”
“Que la cicatriz en tu rostro, y tus tatuajes, representan una vida que has
vivido sin mí, y aun así, de algún modo, todavía sé cómo haces el café y tú
sabes cuál helado me gusta. Es bastante increíble”.
“Sí”, dice suavemente. “Sí, lo es”.
Y así de rápidamente, me está besando, y estoy contra el mostrador con él
sacando la camiseta por mi cabeza y lanzándola a un lado. Su mirada
recorre mi cuerpo desnudo, y mis pezones están instantáneamente
levantándose, mis muslos resbalosos. No hay ningún muro entre nosotros,
ninguna división, ningún drama de anoche. Solo somos él y yo, contra el
mundo.
Mis manos se colocan sobre su pecho, sobre su palpitante corazón, y es
como si yo hubiera encendido un botón. Su boca está instantáneamente en
mi boca, sus dedos envueltos alrededor de un puño de mi cabello, su sabor
rudo, masculino, hambriento.
Su toque es posesivo, sus manos viajando por todo mi cuerpo, y entonces
está chupando mi pezón, las sensaciones moviéndose por todo mi cuerpo.
Gimo, y momentos después, sus pantalones deportivos están abajo, sus
manos debajo de mi trasero desnudo, y su gruesa y dura polla, está
presionando dentro de mí, estirándome, llenándome.
Un fuego salvaje se enciende entre nosotros, una sensación de
desesperación, que consume cada toque, lamida y empuje.
Él está empujando dentro de mí. Yo me estoy arqueando hacia él. Lo
necesito más profundo. Lo necesito más fuerte. Necesito, necesito y necesito
que domine cada levantamiento de mis caderas. Es corto e intenso,
demasiado enérgico pero a la vez no lo suficiente. La espiral de mi orgasmo
viene repentina e intensamente, y él se estremece por su liberación dentro
de mí.
Nos derretimos el uno en el otro, sosteniéndonos el uno al otro, jadeando y
suspirando.
Él me baja y me ayuda a limpiarme y a ponerme la camiseta de nuevo. Y
luego solo nos miramos el uno al otro, una colisión de emociones entre
nosotros que tienen todo que ver con lo que una vez perdimos, y que hemos
encontrado.
Y todo que ver con lo fácilmente que ésta noche podría quitarnos. Tanto
que si él intentara salir de ésta habitación ahora mismo, yo lo jalaría de
regreso. Pero él no lo hace. Él se queda justo a mi lado.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Savage

Ya vestido, me dirijo abajo para hacer más café y hacer la llamada que
temo hacer. Llamo a mi padre. “Bueno, esto es una sorpresa”, responde
secamente.
“Voy a asistir a la fiesta contigo el sábado en la noche. Ponme en la lista”.
“¿Por qué?”
“Porque lo haré”.
“¿Qué recibo a cambio?”
“Nada. Ponme en la lista”.
“Café. No nos hemos tomado ese café”.
“Ven a Nueva York cuando yo llegue y tomaremos ese café”.
“¿Te irás de nuevo?”
“Pronto”.
“¿Quieres llevarte a Candace contigo?”
“Me la voy a llevar conmigo”.
“¿Le vas a dar a Tag lo que quiere?”
Y ahí está. Él provocándome para que le pueda dar a Tag.
“Voy a recibir lo que YO quiero”.
“Te veré en la puerta”, responde y cuelga.
Algunos minutos después, con una taza de café en mi mano, me acerco al
clóset y observo a Candace ponerse una blusa negra y jeans, de la manera
en que solía pararme en éste mismo lugar y observarla vestirse.
No porque sea un pervertido, aunque demonios sí, me pongo caliente de
todas las formas posibles con ésta mujer, sino porque siempre hemos
hablado acerca del nuevo día por delante. Y porque justo ahora, estoy
intentando mantener su mente lejos de su padre, porque tengo muchos
jodidos sentimientos y pensamientos hacia ese hombre que no quiero
compartir con ella. Empezando con que no creo que él me hiciera unirme a
las operaciones Black Moon con el pensamiento de que iba a permanecer
con vida y volver a su hija. ¿Estará sorprendido cuando lo traigamos a casa
ésta noche?
Por ahora, me conformo con hablarle de comida. “Podemos socializar con
todos los ricos y famosos de la ciudad en los restaurantes más populares,
nena, pero prometo---te prometo---que una vez que hayas comido un
perrito caliente de los que venden en la calle, vas a querer otro”.
Ella se ata los cordones de sus tenis rojos de la marca Chuck Taylor y se pone
frente a mí. “Los perritos calientes que venden en la calle son asquerosos”.
Atrapo su cadera y me inclino cerca, inhalando el fresco aroma floral de su
sedoso cabello marrón. “No los de la ciudad de Nueva York”.
“¿Sabes qué les ponen a los perritos calientes?”
“¿Quiénes?”
“Todos. Es una receta universal asquerosa para la indigestión”.
“Dime”. Huelo su cuello y murmuro. “Creo que podría excitarme”.
Ella se ríe y una voz se levanta desde la cocina. “¡Estamos aquí!”
Al sonido de la voz de Adrian, Candace retrocede, sus ojos amplios. “Tienen
que saber quién murió en Washington”. Ella se agacha debajo de mi brazo
y se apresura lejos.
Conozco a Candace, y no hay manera de detenerla cuando está en una
misión para algo. La persigo, y sin ningún placer por poder observar con
tiempo su perfectamente abombado trasero porque ella está volando
como una bala buscando a un enemigo.
Está a punto de entrar en la cocina, cuando atrapo su mano y me uno a
ella. Entramos a la habitación juntos y todo el maldito equipo está aquí:
Adrian, Smith, Adam y Asher.
Smith sostiene unas bolsas que animan a mi nariz. “Vinimos trayendo
regalos”, dice Adam, indicando unas bandejas en sus manos. “Starbucks
para todos”.
“Y”, agrega Smith, levantando las bolsas de sus manos. “Tacos para
desayunar, y maldición sí, ustedes los Texanos saben cómo hacer un buen
desayuno”.
“Ya lo sabes, tío”, digo, frotando mis manos juntas. “Hubo una época
cuando yo hubiera bailado una mamba desnudo por un buen taco de
desayuno de Texas”.
“Oh, maldición”, dice Adam, levantando su mano. “No me hagas visualizar
eso antes de comer”.
“¿Alguna noticia?” Pregunta Candace, doblando sus brazos frente a ella,
claramente sin apreciar nuestra diversión y personalidades de mierda.
Asher no me mira, pero él no es como ese Cincuenta Sombras de Grey, más
bien es Cincuenta Sombras de Prevención---OK, él podría ser un tipo como
Cincuenta Sombras de Grey, pero no quiero saber sobre su mierda
pervertida.
Él palmea la bolsa que cuelga en su cadera. “Estoy listo y cargado para
trabajar, pero comamos primero”.
Él nos indica que vayamos al salón. “Pongámonos cómodos y traguemos”.
Traducción: Está hambriento como un oso, y si le dice a Candace lo que
sabe, no logrará comer.
Ese tatuado modelo marica, me da la razón de lo que estoy asumiendo
cuando se dirige al salón sin esperar la aprobación de Candace. La
manada lo seguimos con las cabezas bajas.
Candace frunce el ceño a espaldas de ellos y luego a mí. “¿Qué fue eso?”
“Comida antes de hablar, pero no antes de follar, es algo que se hace
siempre”.
“No”, dice. “No lo es. Hoy no”. Ella se lanza hacia el salón.
Atrapo su muñeca. “Nena---“
Ella se voltea, sus ojos verdes encendidos como fuego. “Rick Savage---“
“Oh, maldición. Eso nunca es el inicio de algo bueno”. La dejo ir.
Ella se va en un parpadeo, volando hacia el salón. Froto una mano por mi
rostro y la sigo. Para el momento en que la he alcanzado, Asher y Adrian
están en el sofá. Smith y Adam están en sillas a cada lado de ellos dos.
Todos tienen envolturas de tacos abiertas y en sus manos. Maldición, quiero
tener una envoltura de taco abierta en mi mano. Mejor aún, quiero un taco
en mi boca. O a Candace, pero estoy bastante seguro de que ella no está
de humor. En este momento, ella está de pie frente a la chimenea en el
centro del salón.
“¿Quién murió en Washington tres semanas después de que mi madre
muriera?”
Asher suspira y suelta su taco. Yo cierro el espacio entre Candace y yo, y me
pongo a su lado observando a Asher y esperando la respuesta que
claramente él ya sabe. Sus labios forman una línea recta y sus ojos se reúnen
con los míos.
Sí, él sabe la respuesta. Y no, a Candace no le va a gustar esa respuesta,
porque va a hacer lucir a su padre como la mierda. Y como uno de sus
soldados, aún en otro momento y lugar, también me va a hacer lucir como
la mierda.
Pero no voy a detener a Asher de decirle la verdad. Ya terminé de huir de
ella. Su padre ordenó asesinatos. Yo era, soy, un asesino. No puedo
ocultarme de esto. Candace tampoco puede esconderse de esto, no si
vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Savage

“Dilo”, le ordeno a Asher.


La expresión de Asher se aprieta. “Un almirante de alto rango del ejército de
los Estados Unidos”.
Maldita sea, y ahí está, los trapos sucios de mi mundo, y el de su padre,
extendido por todo el suelo del salón, ensuciando una mañana que estaba
llena de sexo, tacos y Starbucks.
Los segundos pasan, pesados malditos segundos antes de que Candace
doble sus brazos frente a ella y se voltee solo para chocar conmigo. Atrapo
sus brazos. “Calma, nena”.
“Te estaba buscando”. Su voz tiembla con la realidad de lo que se está
enterando de su padre y de mí, pero no percibo acusación de su parte,
juicio o ira en ella. O siquiera retroceso.
“Estoy justo aquí. Siempre voy a estar justo aquí”.
“Ambos sabemos lo que fue ese asesinato. Ambos sabemos que se trata de
mi madre. ¿Qué pasa si Gabriel lo sabe? ¿Qué pasa si---“
“No sabemos lo que fue eso en absoluto. No tenemos ninguna razón para
creer que tuvo algo que ver con tu madre”.
Ella mira a Asher. “¿Lo sabemos?”
“No encontré ninguna conexión con tu madre”, confirma Asher. “Nada
directo ni obvio”.
Los ojos de Candace vuelven a mí. “Nada obvio no significa que no haya
algo ahí”.
“Cuando yo fui a trabajar para el proyecto de Black Moon, tu padre estaba
a cargo. Hicimos misiones difíciles y complicadas, misiones que Estados
Unidos no podía operar oficialmente. Misiones de alto riesgo, y sí, algunas
eran en Washington”.
“¿Matar a nuestro propio almirante?” Gruñe. “Seguramente no”.
No me retengo. La verdad manda. La verdad tiene que prevalecer.
“Si él era un espía, malditamente sí. Y el almirante podría ser la misión, pero
no necesariamente el objetivo. La misión no siempre sale como lo
planeado”.
“Claro”, dice, y entonces inmediatamente se voltea hacia Asher. “¿Puedes
conseguir los registros telefónicos de mi padre de las semanas después de la
muerte de mi madre?”
“Esos son registros viejos”, responde. “Y dudo que él estuviera usando su
propio teléfono para esa llamada. Probablemente un número del gobierno
que necesitaremos saber, para poder buscar”.
“O un teléfono desechable”, agrego yo. “Nosotros usábamos muchos
teléfonos desechables”. Levanto mi barbilla hacia Asher. “¿Hubo algún
enemigo potencial combatiente ese día en Washington?”
“Tendremos que hablar sobre la definición de enemigo combatiente para
que pueda responder a eso, y solo después de que investigue un poco”,
responde Asher, botando un envoltorio vacío de taco en una bolsa.
“Pero tal vez no tendremos que hacerlo. Pienso que ahora sabemos por qué
el almirante fue un objetivo. Él estaba en un comité gubernamental con
Gabriel”.
“¿Gabriel?” Pregunta Candace. “Increíble. Obviamente mi padre y Gabriel
se conocían el uno al otro mucho mejor de lo que yo sabía cuando conocí
a Gabriel o después. No estoy tan segura de qué pensar de eso. Me refiero
a que mi padre no me dijo”.
Justo como no le dijo que fue él el que me reclutó para su equipo de
operaciones especiales, tampoco, pienso, pero eso es un hoyo muy
profundo que es mejor discutirlo a solas y después de ésta noche.
“Tengo más que compartir”, dice Asher, agarrando otro taco, mientras
Adam, Adrian y Smith están llenando sus rostros tan malditamente rápido,
que no quedará nada. Imbéciles.
“Uno de los objetivos en el disco duro que me diste”, continúa Asher,
señalándome, “Fue un hombre de negocios privados que había trabajado
con la CIA como asesor. Él fue señalado como espía en la base de datos de
la CIA, pero Aaron, el nuevo que está en nuestro equipo en Walker, el que
es un ex –agente de la CIA del que te hablé, hizo cierta investigación. Hay
algo sospechoso en todo eso. El denominador común entre tu objetivo en
ese entonces y el asesinato del almirante en Washington es---“
“Gabriel”, dice Candace.
“La CIA”, la corrige Asher. “Aaron está trabajando para conectarlos a
Gabriel para nosotros”.
Él vuelve a hablar conmigo. “Esa misión”, agrega Asher, “Fue antes de que
te unieras a Tag, Savage. Si eso te dice algo”.
“No me dice nada”, digo. “A mí me dijeron que todo lo que hice fue por el
bien de nuestro país desde el primer día, pero las misiones fueron pura
mierda. Simplemente se hicieron más sucias cuando Tag tomó el cargo de
la operación”.
Candace mira entre Asher y yo. “¿Algo de esto nos ayuda a poner a Gabriel
en la cárcel?”
Asher levanta un dedo, bebe de su café y luego responde. “Lo mejor que
podemos hacer, en mi malditamente buena opinión, es que unamos a tu
padre con Gabriel. Luego usamos eso junto con el mensaje que grabaste y
podríamos tener suficiente para un cargo de intento de asesinato. Además,
tenemos la conversación que tuvo con Pocher sobre deshacerse de ti”.
“Maldición, tío”, gruñe Adam. “¿Puedes ser un poco más sensible?”
“Estoy bien”, dice Candace, ondeando su mano y regresando al tema.
“¿Eso es suficiente?”
“Eso no es suficiente”, digo. “Ni siquiera cerca como para acabarlo”.
“Él está postulando para presidente”, discute Asher. “Esto termina su
campaña y lo obliga a protegerse a sí mismo. Y estando en la luz pública,
no podrá ser capaz de matar a Candace o a su padre, y no tendrá ninguna
recompensa por eso”.
“No estás escuchando la mitad de ésta historia, tío”, gruño. “Pocher no deja
cabos sueltos. Si vamos por éste camino, él podría decidir que el polla
pequeña Honest Gabe, es una carga y un estorbo, y entonces lo matará por
nosotros, pero entonces, también vendrá por Candace y su padre”.
“Podrías decir eso de cualquier cargo con el que pensemos acusarlo”,
discute Adam. “Suena como que quieres a Gabriel muerto. Es decir, ¿por
qué diablos vamos a matar a Tag, si tú quieres lo mismo que él quiere?”
“Mira, tarado”, gruño, “Si me das una manera de destruir a éstos imbéciles
sin que yo tenga que matarlos, escucharé. Hasta ahora, no lo has hecho, y
estamos perdiendo tiempo. En cuanto a ¿por qué Tag morirá ésta noche?
Tag es la versión callejera de Pocher. Él no dejará cabos sueltos. Vendrá por
todos nosotros, incluidos los Walker. Ahora mismo, todo lo que importa, es
traer al General a casa, y sacar a Candace de aquí antes de que ellos estén
muertos”.
“Si matar a Tag acaba con esa amenaza”, dice Smith, “¿Por qué no estás
sugiriendo que matemos a Pocher? Es decir, maldición, tío, eres un maldito
asesino. ¿Por qué no matarlos a todos, Savage?”
Le frunzo el ceño. “Realmente quieres que pelee contigo algún día,
¿cierto?”
Smith ondea un taco. “¿Después de comer tacos?”
Mis cejas se levantan. “Pocher no simplemente morirá, imbécil. Un asesino
en serie irrumpió en la casa del hombre y mató a su hermano, no a él”.
Candace jadea. “¿Él hizo que mataran a su hermano?”
Me encojo de hombros. “Quién malditamente sabe con él. Él pudo haberlo
planeado. Es así de jodido. Mi punto es”, miro alrededor de la habitación,
“Que aún si muriera, el hombre gatearía fuera de su tumba, te doblaría, y te
follaría diez veces y más sin vaselina. Él no es un solo hombre. Él es la
Sociedad, y la Sociedad está alrededor de todo el mundo, y son
profundamente sucios. Y eso, mis hermanos, es por lo que llamé a Kane
Méndez”.
“¿Porque él mataría a Pocher?” Pregunta Adrian.
Mis labios forman una línea. “No, maldición. No es así de simple. Tienes que
darle una razón para mantener a aquellos que él quiere muertos, con vida.
Tienes que darle a la Sociedad, no al hombre, una razón para mantenerlos
con vida”.
No les digo nada más. Ellos no entienden la magnitud de la Sociedad, y no
voy a asustar a Candace al explicarle eso. Camino hacia la bolsa para
agarrar un par de tacos. “Voy a comer y también mi bebita de ahí. Luego,
vamos a hablar sobre ésta noche, la cual será una de las mejores noches de
mi vida. Una noche en la que mate a Tag, una maldita rata de mierda, y
luego voy a llevar a mi chica a casa conmigo”.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
Savage

Cansado de estar de pie y muriéndome de hambre mientras el equipo


Walker está sentado y come, agarro las dos sillas azul claro al lado de la
chimenea y las jalo hacia el centro del salón.
Candace se sienta. Recojo dos tazas de Starbucks y le ofrezco una.
“Starbucks hace que todo parezca mejor, nena”, digo, esas son sus
palabras, no las mías.
Sus ojos se vuelven cálidos con los recuerdos que esa frase revuelve en ella
acerca de nuestras mañanas, y nuestras paradas a Starbucks de camino a
casa. Le guiño un ojo y agarro una bolsa de tacos para nosotros,
reclamando mi lugar a su lado, antes de señalar al equipo. “¿Quién va a
hablar primero? Repasemos nuestros planes”.
“Yo estoy en el equipo contra Tag”, dice Adam. “Tengo tres hombres de
apoyo en las oficinas Walker en Dallas y Houston, que estarán observando a
nuestros objetivos”.
“No”, digo, bajando mi café y agarrando otro taco. “Seré solo yo, o alguien
de ésta habitación y yo. Nadie más”.
“Entonces seremos tú y yo”, concuerda Adam. “No podemos permitirnos
prescindir de nadie más”.
“Yo estaré con Candace”, dice Adrian, “Y tenemos a tres hombres de
apoyo”.
“Ahora tienes seis”, digo, considerando que le acabo de quitar tres a Adam.
“Cierto”, concuerda Adrian. “Y aparte de esos seis, yo realmente estaré
dentro de la fiesta como invitado, Candace”.
“Al igual que yo”, interviene Smith. “Usaremos otros tres hombres extra, para
escoltar a Gabriel desde el aeropuerto”.
“Y yo”, dice Asher, “Estaré dando apoyo técnico para derribar a Tag y para
la protección de Candace”.
Candace parpadea. “¿Cuántos hombres tienes aquí ahora?”
“Llamé y traje apresuradamente refuerzos para ésta noche”, dice Asher.
“Somos doce”.
El timbre de la puerta suena y los ojos de Candace se amplían. “¿Rick?”
“Son los del servicio de entrega de trajes”, le informa Asher, tecleando en su
computadora. “Aquí puedo ver tu puerta”.
Sus cejas se fruncen, y la arruga adorable en medio de sus cejas que ella
odia y yo amo, aparece. “¿Servicio de trajes?”
“Por supuesto”, le digo. “Adam, Smith y yo, necesitamos lucir acicalados,
nena”.
Ella jadea. “¿Tú? ¿Tú vas a estar en la fiesta?”
“Como invitado de mi padre, quien acordó hacerme entrar. Sin duda, para
complacer a su amiguito Tag. Es la mejor manera de atrapar al niñito Tag
fuera de guardia. Él estará fácilmente distraído. Él me verá ahí y estará
seguro de que estoy ahí para matar a Gabriel”.
“Porque lo harás”, dice con firmeza. “La primera vez que lo veas tocarme,
vas a perder los papeles”.
“Yo dije la misma maldita cosa”, gruñe Smith. “Escucha a tu mujer, Savage”.
“¿La primera vez que te toque?” Desafío. “Será mejor que no te toque”.
“Eso no es realista”, discute ella, “Y el simple hecho de que acabas de decir
eso, me hace un peor manojo de nervios del que ya estaba. No voy a ser
capaz de ocultar mi incomodidad por él sabiendo que tú estás esperando
para matarlo. Al instante en que él intente tocarme, tendré miedo de que
vayas a perder el control, y ponerte en peligro a ti y a mi padre. No vas a ir
a la fiesta. Fin de la historia”. Se levanta y camina hacia la puerta para recibir
los trajes.
Los chicos se ríen y yo sonrío. Ya levantándome, les muestro mis dos dedos
medios y sigo a Candace hacia el vestíbulo donde espero a un lado, lejos
de la vista de la puerta, hasta que ella la cierra. Tomo las fundas donde
vienen guardados los trajes de sus manos. “No”, dice, antes de que yo
siquiera hable.
Bajo mi voz para que solo ella oiga. “Ésta podría ser la única vez aparte de
nuestra boda, que me verás en un traje, nena”.
Ella palidece. “¿Boda?”
“Demonios, sí, Candy nena. Boda. No voy a arruinar ésta noche y perderme
la oportunidad de hacerte mía de nuevo”.
“¿Eso es una propuesta?”
“Maldición, no. No te lo propondré con esos imbéciles aquí, y nosotros de
pie en el maldito vestíbulo. Ahora mismo, es una promesa de lo que va a
venir después de ésta noche. No voy a arruinar eso. Confía en mí. Te estoy
pidiendo que confíes en mí”.
“Si él me toca---“
“No perderé el control a menos que él haga alguna mierda jodida”.
“Define, alguna mierda jodida”.
“Yo te protegeré. Sabes que tengo que protegerte”.
Sus ojos se suavizan. “Lo que viene después de ésta noche, Rick, eso es todo
lo que importa”.
“¿Es eso cierto?”
“Tú sabes que lo es”.
“Bueno, entonces, nena. Vamos a terminar éste planeamiento y empacar
tus cosas para que podamos ir a casa juntos”.
Ella asiente y besa mi mejilla. Sostengo su cabeza y la beso, con un largo
toque de lengua, mientras ella me da un dulce y pequeño gemido que tiene
a mi polla palpitando y a mi corazón ardiendo. Ahí es cuando sabes que
tienes a la mujer correcta---cuando ella puede hablarle a tu polla, a tu
mente, y a tu corazón, todos al mismo tiempo sin siquiera intentarlo.
No solo mataría por ésta mujer. Yo moriría por ella. Solo espero como el
infierno que eso no pase. Será una mierda ganármela de vuelta y luego
terminar muerto. Froto sus labios y la dirijo al salón.
Nos unimos de nuevo al equipo Walker, y estoy seguro de que le acabo de
pedir que se case conmigo, y ella dijo sí. Solo necesito lograr que pasemos
ésta noche y pedírselo apropiadamente.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Candace

Mi cuerpo sigue cálido por el beso de Rick, mi corazón aún más cálido por
su futura proposición, cuando entramos al salón de nuevo y nos unimos al
equipo Walker. Apenas nos hemos sentado en nuestras sillas de nuevo, y yo
apenas he empezado a reunir mis pensamientos, cuando mi celular suena.
“Es Gabriel”, advierte Smith, tecleando en su MacBook que está frente a él,
antes de que yo siquiera tome mi celular, “Puedo decirte por nuestra
vigilancia, que él está sentado desayunando con su directora de
campaña”.
“Espero que ella lo lleve de vuelta a su habitación y abra sus piernas de
nuevo para que él se mantenga lejos de mí”, digo, agarrando mi teléfono
de mi bolsillo.
Smith escupe su café. Rick se ríe más fuerte. “¡Silencio!” Gruñe Asher.
Inhalo y tomo la llamada. “Hola”, digo, y no miro a Rick o a nadie en la
habitación. Miro mis tenis, rezando para que ésta sea la última llamada de
éste hombre que tenga que aceptar. “¿Cómo estás?”
“Voy retrasado”, dice firmemente. “Estoy a punto de entrar a una reunión
con el gobernador, por lo que estoy llamando. Voy a enviar un auto para
que te recoja a las ocho. Te veré en la fiesta”.
“¿Y luego te irás después de la fiesta?”
“Desafortunadamente, sí. Cuando regrese, follaremos como conejos para
recuperar el tiempo de ésta maldita separación”.
Lo dice mientras está sentado al lado de la mujer con la que está follando
como conejos. El hombre realmente no tiene precio, una frase que decía mi
madre al referirse a algunos hombres jodidos. “Te veré en la fiesta”.
“OK. ¿Estás molesta?”
“No estoy molesta”, digo, y mi voz se levanta, maldita sea, ¿por qué se
levanta mi voz?
“Estás molesta”.
“No estoy molesta, Gabriel. Ve a tu reunión. Te veré pronto”.
“Te voy a llevar un obsequio. Me perdonarás cuando lo veas, te lo prometo.
Tengo que irme. Te amo”. Él cuelga. Yo cuelgo y deslizo mi teléfono de
nuevo en mi bolsillo, mirando a Rick. “Él va a enviar un auto a las ocho. Y se
va a ir después de la fiesta”.
“Gracias a la mierda que Eric lo logró”, gruñe Rick, entregándome mi café.
“Y escuché. Te va a traer un regalo”.
“Él no se va a reunir con el gobernador”, interviene Asher, claramente
evitando el enojo de Rick, antes de seguir explicándonos. “Él le dijo a
Candace que se dirigía hacia una reunión con el gobernador”.
“Mientras se mantenga alejado, no me importa lo que esté haciendo”, digo,
agarrando mi café.
Adrian mira mi mano y señala. “No olvides usar tu anillo de compromiso ésta
noche. Él notará que esa mierda te falta”.
Mis ojos se amplían. Yo lo lancé al suelo anoche. “Oh, mierda”. Empiezo a
levantarme.
Rick atrapa mi brazo. “Yo lo tengo”. Él no me lo da. En lugar de eso, me
entrega un taco. “Esto es mejor para ti que ese anillo de mierda”.
Le doy una mirada inquisitiva y él se inclina y me besa. “Es cierto, nena”.
Hago un puchero. Sus ojos arden. Empiezo a comer mi taco, porque,
realmente, los tacos parecen ser la única cosa que tiene sentido en éste
mundo ahora mismo. Y Starbucks. El planeamiento para ésta noche
continúa, y yo como, bebo, y escucho las preparaciones. Mientras tanto,
pienso en que ésta noche cambiará mi vida.
Eso es todo lo que puedo pensar todo el tiempo que el equipo Walker está
hablando. De una manera u otra, ésta noche será un nuevo comienzo y
final. Yo solo rezo para que pueda celebrar mi nuevo comienzo con mi
padre vivo y sano.
“Una última cosa antes de que nos vayamos”, dice Adrian mientras todos
guardan sus cosas. “Yo planeo tenerte a la vista en todo momento, pero me
sentiría mejor si usaras un micrófono. Sin embargo, tenemos miedo de que
Gabriel lo encuentre”.
Rick gruñe con la idea de que Gabriel esté íntimo conmigo a mi lado ésta
noche.
“Haz una escena si tienes que hacerlo”, continúa Adrian. “Grita por un
calambre en un pie o una mordedura de araña. Sé creativa. Solo gana
tiempo y espérame si nos separamos”.
Nervios explotan en mi vientre al solo pensar sobre esa situación tan
desesperada. No puedo imaginarlo porque eso significaría más problemas.
Tal vez es su naturaleza, pensar en cosas que puedan salir mal.
Cuando finalmente el equipo se dirige a la puerta trasera para irse, estoy
aliviada. Necesito espacio para respirar y lidiar con el estrés de ésta noche.
Podría necesitar un trago. Los chicos se están yendo cuando Rick recibe un
mensaje de texto y agarra su teléfono solo para maldecir. Adam retrocede
y ambos preguntamos, “¿Qué pasa?”
“Kara acaba de enviarme un mensaje. Kelly se fue”. Él me mira. “Es la esposa
de Max. Max mi amigo que dejó la operación de Tag después de mí y
desapareció”.
“Lo recuerdo”, digo. “Pensé que estaba en una casa segura”.
Él frota su mandíbula. “Lo estaba. Kara estaba con ella, pero ella la apuntó
con un arma y se fue”.
Él marca en su teléfono y la llamada es corta pero nada dulce. La termina
con, “Espero como el infierno que eso sea cierto. Haz lo que puedas.
Gracias, Kara”. Cuelga la llamada. “Kelly le dijo a Kara que tenía una última
oportunidad de encontrar a Max pero que tenía que ir sola. Ella no confía
en nosotros o sabría que eso no es cierto”.
“¿Qué vas a hacer?”
“Rezar para que Max esté vivo”.
Ella está huyendo.
Si Rick no mata a Tag, nosotros estaremos huyendo, justo como Kelly. El
problema es que una vez que Tag muera, Gabriel no lo estará. Pocher no lo
estará. Rick podría no estar dejándome atrás como antes, pero parece que
lo tendremos que hacer juntos. Desaparecer juntos.
Espero porque el pánico me supere, pero no lo hay. Estoy preocupada por
muchas cosas, pero no por esto. Si estaré huyendo con Rick, sé que estaré
bien. Adam se dirige hacia afuera y Rick cierra la puerta, y cuando se voltea
hacia mí, yo digo, “Nos estaremos ocultando en Nueva York, ¿cierto?”
“No por mucho tiempo, nena. Lo prometo”.
Me acerco a él y envuelvo mis brazos a su alrededor. “Confío en ti, y no me
importa si nos vamos a estar escondiendo mientras lo esté haciendo
contigo”.
Él no dice ni una palabra. Simplemente me sostiene, me levanta y me carga
hacia el dormitorio. Decido que no necesito un trago para pasar ésta tarde
estresante. Necesito a Rick Savage.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
Savage

Yo en un traje de vestir. No es la primera vez. No es la última. Pero como la


última vez, estoy vestido para matar. Salgo del clóset completamente
vestido para encontrar a Candace aún en su bata, su cabello en ondas
suaves alrededor de sus hombros. Ella se voltea para mirarme y sus ojos se
amplían y se calientan. “Dios mío, eres el hombre más hermoso que he visto”.
Y Dios mío, la deseo, y no es sólo acerca de sexo ni follar tampoco. Somos
mucho más que esas cosas. Cierro el espacio entre ella y yo y atrapo su
pequeña cintura debajo de mis manos. Ella es malditamente pequeña, tan
delicada, y aun así, malditamente fuerte.
Yo soy un maldito asesino, y nadie puede ponerme en mi lugar como ésta
mujer. Mis ojos bajan a sus labios rosa brillantes. “Me alegra que lo pienses”.
Calor irradia entre nosotros, y atrapo una parte del encaje rojo debajo de la
toalla. Jalo los lazos para abrirla y mi mirada se levanta a sus ojos. “¿Qué
diablos, Candy?”
“Es para ti”, susurra. “No me voy a ir con él. Vendré a casa contigo”.
Aprieto mi agarre en su cintura. “Sí. Sí, lo harás”.
Mi voz es baja, ronca, afectada, y ni siquiera me importa. Sí, estoy afectado
en cada maldita manera posible con Candace. Solo pensando en enviar a
Candace a esa fiesta sola, sin mí, me mata, por lo cual espero hasta el último
momento posible para separar nuestros caminos, pero no tengo opción.
“Tengo que irme”, le digo, con solo quince minutos hasta que llegue el auto.
“Me reuniré con mi padre en la fiesta en media hora, y algunos minutos con
él mientras le explico las reglas son necesarios antes de que entremos. Asher
te seguirá hasta allá y yo te veré dentro”.
“Estoy nerviosa”, susurra. “Dios, estoy muy nerviosa. El que tu vayas me pone
nerviosa”.
Hay mucha historia de fondo en esa frase que me lleva en diez diferentes
direcciones. Pero solo hay una manera de mirar esto. El resultado de ésta
noche, como terminará para nosotros, es un gran paso hacia la confianza.
“Estaré ahí contigo pronto en la fiesta”.
“¿Qué pasa si Tag---“
“No termines esa frase, nena. Él solo tiene una cosa por lo que vivir: Odio y
ambición. Yo te tengo a ti”.
“Mi padre---“
“Yo haré mi movida hacia Tag al mismo tiempo que ellos se moverán a
extraer a tu padre. Al minuto en que él esté seguro, Asher nos enviará a los
dos un mensaje de texto. El tuyo aparecerá como si fuera un mensaje de tu
amiga Linda, su número de teléfono, y dirá: ¿Qué tal si tomamos café
pronto?”
“Eso significa que mi padre está a salvo”.
“Exactamente. Y solo para recapitular. Alguien agarra tus cajitas que
colocaremos al lado de la puerta antes de que te vayas para la fiesta.
Tendremos camiones de mudanza que se llevarán el resto una vez que
hayamos pasado por todo esto. No quiero que toques tus cuentas bancarias
tampoco, hasta que pasemos por esto. Pocher intentará rastrearte de esa
forma. Botaremos tu teléfono antes de que nos dirijamos hacia el avión
privado de los Walker, en el que volaremos ésta noche”.
Ella asiente. “Entendido. He estado repitiendo en mi cabeza una y otra vez”.
Atrapo sus dedos con los míos. “Ven, acompáñame a la puerta”.
Me volteo y la guío a través del dormitorio y hacia la puerta trasera de la
casa, antes de voltearme hacia ella, deslizando mis manos debajo de su
cabello. “Arma en tu bolso. Por si acaso”.
“Cierto. OK”.
Agarro el maldito anillo de compromiso que le dio el idiota, y lo presiono en
su mano. “Póntelo después de que me vaya. No usarás su anillo de nuevo.
Solo el mío”.
Su delicado y pequeño cuello se ladea. “Rick---“
“Te amo, nena, malditamente mucho”.
Me inclino y la beso, mi lengua deslizándose lentamente antes de murmurar,
“Te veo pronto”, y entonces, la libero para salir de la casa.
Y maldita sea, me mata dejarla atrás, aún por un momento.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
Candace

Llevar mi arma conmigo.


Por si acaso.
Esas no son palabras que reconfortan a una chica, pero un arma en su bolso
es otra cosa diferente.
Al minuto en que Rick se va, meto el anillo en mi dedo, pero ni siquiera lo
miro. En lugar de eso, lidio con la presión de hoy. Me apresuro hacia el
dormitorio, localizo mi arma y me aseguro de que quepa dentro del brillante
bolso negro, el que planee llevar ésta noche.
Si lo hace, gracias a Dios. Rápidamente meto un lápiz labial y algunas otras
cosas, solo para tener cosas normales en mi bolso, por si necesito una excusa
por si tengo que abrir el bolso.
Después, hago lo que debería haber hecho antes. Me dirijo a mi clóset y
agarro la caja donde he guardado el anillo que Rick me dio hace años, y
saco el estuche. Lo abro, miro el anillo de diamante y zafiro que está dentro
y rápidamente lo saco. Regresando la caja en la cima del clóset, me
apresuro hacia el baño y meto el anillo dentro del zipper del compartimento
de mi bolso.
Mi forma de mantener a Rick cerca.
Me coloco mis zapatos negros con tiras. Mi vestido es lo último que me
pongo. Me coloco más lápiz labial. Cuando me paro frente al espejo, en el
lindo vestido rojo, decido que luzco digna de ser una primera dama, pero
solo si el presidente fuera Rick Savage.
Esa idea me tiene riéndome a través de todo el estrés. El presidente Savage
haría una interesante conferencia de prensa. Estoy bastante segura de que
a la prensa de gustaria él, sin embargo. Él regalaría comida.
Dios, me encanta que ese hombre me haga reír cuando ni siquiera está
aquí.
Agarro mi bolso y deslizo mi teléfono en el bolsillo elegante de mi vestido
antes de dirigirme hacia la cocina donde me sirvo una copa de vino y tomo
un sorbo, pero decido detenerme ahí.
Necesito tener la cabeza centrada ésta noche. Mi teléfono vibra con un
mensaje de texto exactamente cinco minutos después, y es el servicio de
limusinas diciéndome que llegaron.
Inhalo y exhalo antes de dirigirme a la puerta principal. Una vez que estoy
ahí, me volteo y observo mi salón, el salón donde Rick y yo hicimos el amor
por primera vez, y digo un pequeño adiós.
Regresaré, pero no creo que sea pronto. Estoy triste, pero solo por la forma
en que esto está pasando. Mi trabajo puedo llevarlo conmigo, y no tengo
ningún arrepentimiento por dejar éste lugar para estar con Rick en Nueva
York. Solo esa idea me tiene lista para estar ahora ahí con él. Me doy la
vuelta y salgo de la casa, hacia la noche oscura, sin estrellas en el cielo
manchado con nubes, y bloqueo la puerta detrás de mí.
Una vez que estoy dentro del Sedán negro que está en la entrada, oigo al
conductor hablar con alguien por teléfono. “La tengo aquí ahora”.
Él cuelga la llamada y me mira por el espejo retrovisor, sus gruesas cejas son
lo único que puedo ver bien, además de su musculoso brazo. “Buenas
noches, señora”.
“Buenas noches”.
Mi teléfono vibra con un mensaje de texto y lo agarro de mi bolsillo para leer
un mensaje de Savage: Nuestros chicos están justo ahí contigo. ¿Estás bien?
Sí. Respondo. Estoy bien. Haz tu trabajo y deja de preocuparte por mí, para
que no termines muerto.
Nunca va a pasar. Responde. Te tengo a ti para volver. Envíame un mensaje
de texto o llámame si me necesitas. Ahora borra este mensaje y todos los
mensajes que recibas de mí apenas los recibas. Firma---El Savage que te
ama.
Me río y borro los mensajes antes de hundirme en el asiento y liberar un
suspiro fuerte para dejar salir la tensión. Mi distracción momentánea por
hablar con Savage, no cambia el hecho de que estoy de camino a jugar la
prometida a un hombre que quiere matarme y a mi padre. Y voy a hacer lo
que tengo que hacer, porque las dos personas más importantes en mi vida-
--Rick y mi padre---están en peligro ésta noche, al igual que yo.
Son algunos minutos después cuando el auto se detiene en el hotel Ritz
Carlton donde se hará el Baile de Apoyo a los Militares realizado por el
Gobernador, pero no nos detenemos en la fila de autos esperando entrar
por la puerta principal.
Nervios se revuelven en mi estómago, y mi puerta se abre y Gabriel aparece.
Él es un hombre apuesto, con cabello rubio, una mandíbula definida, y
penetrantes ojos azules, y ciertamente está usando un traje acertadamente,
pero todo lo que veo cuando lo miro, es un monstruo.
Me pregunto cómo alguna vez vi algo más que eso. “Mi futura esposa”,
declara, ofreciéndome su mano.
Preparándome para su toque, presiono mi mano en la suya, y él casi me
arrastra fuera del auto y a sus brazos. Intenta besarme y yo cubro sus labios
con mi mano. “A menos que quieras lápiz labial rojo en tu rostro, yo no lo
haría”.
“Hmmm”, murmura. “Supongo que los besos pueden esperar”.
Me aleja un poco de él y me mira. “Deslumbrante. Absolutamente
deslumbrante”. Él se voltea, se inclina hacia el auto y habla con el
conductor, luego cierra la puerta. “Vamos adentro y conseguirte una copa
de champan”.
“Perfecto”, digo, y él nos mueve hacia otra puerta del hotel.
Alguien la abre para permitirnos entrar por un pasaje privado. Gabriel me
indica que entre y doy un paso para encontrar a un gigante hombre hispano
con intensos ojos marrón esperándonos. Él está usando un traje, pero por
razones que no puedo explicar, sé que no es un invitado.
Gabriel se me une, sus manos acomodándose en mi cintura. “Cariño, éste
es Alejandro. Tu nuevo guardaespaldas”. Y justo así de rápidamente, sé que
nada sobre mi escape ésta noche, va a salir como lo planeado.
CAPÍTULO TREINTA
Savage

Detengo mi Porsche 911 en la entrada del hotel justo detrás del Mercedes
de mi padre, y al mismo tiempo, el conductor de Candace detiene el Sedán
al lado del hotel, y a una entrada privada.
Hago lo imposible para no seguirla, me resisto por una razón: Sé que Gabriel
la está esperando ahí y yo podría simplemente asesinar al Honest maldito
Gabe antes de que siquiera entre al edificio, y eso no nos serviría a una
causa más grande, salvar al General y eliminar a Tag.
Volteo la mirada hacia mi padre y a la línea de autos esperando el chico
que estaciona los vehículos. Mi auto necesita estar cerca y con fácil acceso
sin que nadie sepa que me fui. Acabo de parquear cuando Asher me llama.
“¿Recibiste mi mensaje de texto?”
“¿Cuál maldito mensaje de texto?”
“Cuando Gabriel salió de su auto ésta noche, no estaba solo”.
“¿Trajo a su amiguita de folladas?”
“No. Era un hombre que ahora también está con Candace. Él debe haber
estado en el auto cuando Gabriel regresó a San Antonio”.
“¿Quién es el hombre?”
“Alejandro Rojas. Él llegó a San Antonio con Pocher, pero Pocher se fue
después sin él. Te envié su foto, y todo lo que sabemos de él, lo cual no es
mucho. Él vive en Nueva York, como Pocher”.
“Te llamo después”.
Cuelgo la llamada y miro la foto. Una mirada al imbécil y sé que es un
guardaespaldas privado y un asesino. Su ubicación y conexión con Pocher
me lleva a un lugar. Le envío la información a Kane Méndez y marco su
número. Él responde al primer tono. “Savage”, saluda.
“Mira tus mensajes de texto”.
“Ya vi. ¿Qué hay de él?”
“¿Quién es?”
“¿Dónde está él?”
“Demasiado cerca de mi mujer. ¿Quién es?” Repito.
“Alguien al que yo te contrataría para---que lidies con él”.
Maldigo.
“¿Cuál es el problema? ¿No puedes lidiar con él?”
“Jódete, Kane”. Cuelgo y llamo a Adrian.
“Hey, tío, ¿qué pasa?”
“Hey, maldito idiota. El enorme calvo mexicano. Es un asesino y terminarás
muerto si no tienes cuidado”.
“Puedo manejarlo”.
“Él no es un hombre que aparezca sin alguna mierda preparada en el futuro.
Si él se acerca mucho a Candace, y tú te acercas a ella, él podría
simplemente matarla. No cometas un error y hagas que la maten”.
Cuelgo y salgo del auto, deseando tener ojos en Candace ahora mismo.
Con largos y rápidos pasos, camino por el estacionamiento hasta que estoy
en la puerta principal donde encuentro a mi padre esperando. Él está firme,
aún con una presencia poderosa, ya sea con un traje, o con su bata de
doctor, y aun así, el respeto que tenía por él hace mucho no está.
“Ésta noche será interesante”, saluda secamente, una vez que estoy pie a
pie con él. “¿Cuántas personas crees que estarán esperando para que
patees mi trasero de nuevo?”
“Todos los que te conocen estarán esperando que lo haga”, le aseguro.
“He salvado muchas vidas, hijo”.
“Y yo te he observado quitar al menos dos. Shari Moore, quien murió en mi
mesa de operaciones gracias a ti, y luego, por supuesto, mi madre”.
“Lo dice un hombre que se gana la vida asesinando personas”.
Sonrío. “Deberías recordar eso, viejo. Yo asesino. Y podrías ser tú. Vamos”. Le
indico que caminemos hacia la puerta.
Él agarra mi brazo. “No quiero ser tu enemigo. Solo estoy ayudando a Tag
para ayudarte a ti”.
“Más bien, estás intentando aliviar un poco la culpa que piensas que se
supone que debes sentir. Vamos”.
Él hace una mueca, pero inteligentemente me suelta. Camino hacia la
puerta y entro, y él me sigue rápidamente.
“Vas a darle a Tag lo que quiere”, asume, mientras caminamos a través del
elegante lobby con decoraciones azul y gris.
“Voy a darme a mí, lo que yo quiero”, respondo, señalándole el letrero que
indica que hay que bajar las escaleras.
Nos dirigimos hacia abajo, el sonido de un piano tocando, gradualmente se
va haciendo más fuerte, y no decimos ninguna otra palabra. El hombre
mató a mi madre, y ahora está ayudando al hombre que estoy a punto de
matar, antes de que pueda matarme a mí y a Candace.
Al final de las escaleras, estamos en el nivel más bajo, donde doblamos a la
derecha y nos detenemos en las puertas dobles, donde un hombre vestido
en uniforme nos saluda.
Mi padre firma que llegamos a la fiesta y entramos juntos. El salón es una
habitación típica para fiestas, con mesas llenas de comida a la derecha y a
la izquierda, y una escultura de hielo de tres soldados en el centro del salón.
Mujeres con vestidos elegantes están decorando los brazos de hombres en
traje, y otros en uniforme militar.
Asher habla en mi auricular. “Ella está cerca del escenario, y Adrián está
vigilando de cerca. Y, Savage, tío, pensé que el tipo calvo estaba ahí para
proteger a Gabriel. Pero él parece más interesado en cada movimiento de
Candace”.
Aprieto mis dientes y soporto un encuentro con uno de los doctores con los
que trabajaba, y no porque él sea un imbécil. Apenas recuerdo al tipo, pero
sigue siendo tan cerebrito y gangoso como en ese entonces. Es casi
adorable, pero es porque necesito alejarme de cualquier maldito obstáculo
que se interponga entre Candace y yo.
“¿Qué estás haciendo estos días?” Pregunta el hombre.
“Intentando no matar a nadie”, digo. “En realidad, esa es una mentira.
Intento solo matar a los monstruos”. Él mira la cicatriz en mi rostro. “Al que me
hizo eso, lo asesiné”, le aseguro.
Sus ojos se amplían, y yo me alejo de ese encuentro mientras Asher habla de
nuevo. “Nuestro equipo está en posición para la extracción, pero el
amanecer está cerca en esa parte del mundo. Tienes quince minutos para
que tengas que salir de ahí si vamos a hacer esto al mismo tiempo”.
Le diría que se vaya a la mierda y que ya lo sé, pero atraería la atención que
no necesito. Me muevo a través de la multitud hasta que mis ojos
encuentran a mi nena Candy. Ella está de pie al lado de Gabriel, quien
gracias a la mierda no la está tocando.
Ese calvo King Kong hijo de puta está justo al lado de ella, también, y una
mirada hacia él me basta para saber que es más parecido a Tag de lo que
pensaba.
Él es un frío asesino de sangre fría, del tipo que nunca bebe hasta la sumisión
para hacer un trabajo, como lo hacía yo. Él prefiere estar completamente
solo en eso, disfrutando la matanza.
Me detengo en el bar, le doy la espalda a ella y saco mi teléfono,
enviándole un mensaje de texto: Estoy en el bar. Ve al baño. Ahora. Borra
este mensaje.
Y porque he estudiado la distribución del hotel, agrego: Sal por la salida que
está al Este. Yo estaré en el último baño. Me alejo del bar, y empiezo a
caminar, consciente de que Candace me seguirá, pero también lo hará
King Kong.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Candace

Gabriel está hablando con algún político que no conozco, cuando leo el
mensaje de Rick, y rápidamente lo borro. Deslizo mi teléfono de vuelta en mi
bolsillo, y cuando mi mirada se levanta, el bruto, como llamo a mi nuevo
guardaespaldas, me está mirando. Frunzo mis labios, y cuando hay un
espacio entre la conversación, me inclino hacia Gabriel y susurro, “Necesito
ir al baño. ¿Quieres un trago para cuando regrese?”
“Maldita sea, sí, necesito un trago ahora mismo. Sabes lo que me gusta”.
Él tiene razón. Sé lo que le gusta. Es realmente increíble lo bien que conozco
a un hombre que en realidad no conozco en absoluto. “Sí, lo sé”, le digo.
“Enseguida regreso”.
“Lleva a Alejandro contigo”.
Mis cejas se fruncen. “¿Hay alguna amenaza de la que no sé?”
“Por supuesto que no, pero tú eres el futuro de nuestro país. Me aconsejaron
que una mujer tan hermosa como tú, podría terminar atrayendo la atención
de algunos hombres desagradables”.
“No quiero un escolta para ir al baño. Cuando ganes la presidencia, yo
perderé mi libertad. No me la quites ahora”.
Él me estudia por un momento y luego besa mi mano. “Tienes razón. Ve. Solo
ten cuidado”.
“Siempre”. Y luego para mantenerlo interesado agrego, “Llévame contigo
a Nueva York y tú mismo podrás cuidarme”.
“Desearía poder. Sabes que lo deseo”.
“Cierto. Lo sé. Simplemente odio que sea así. Enseguida regreso”.
Me doy la vuelta y no pierdo tiempo en caminar hacia la puerta. Soy
detenida tres veces por personas preguntándome cómo está mi padre, y si
estoy emocionada por la campaña de Gabriel.
Las preguntas acerca de mi padre me lastiman, porque sé que en cualquier
momento, él podría estar a salvo, pero también, podría terminar muerto. La
idea de que esa sea la razón por la que Rick valiente, atrevida y
descaradamente quiere reunirse conmigo, me tiene caminando un poco
más rápido.
Finalmente, salgo del salón y camino por el pasillo. Doblando a la izquierda,
camino por un corredor largo y sigo un letrero que señala dónde está el
baño de mujeres. Me apresuro en esa dirección y entro al baño. Hay una
mujer en el lavabo, arreglando su cabello y noto que hay seis grandes
cubículos.
Ella se voltea para irse, y rápidamente camino hacia el último cubículo y
entro. Rick está ahí esperando, y estoy instantáneamente en sus fuertes y
seguros brazos. Alivio, amor, calor, colisionan cuando envuelvo mis brazos a
su alrededor. “Mi padre---“ Susurro.
Sus manos van a mi cabeza, y está besándome, un largo y profundo toque
de su lengua enviando escalofríos a través de mi columna, antes de que sus
labios estén en mi oído. “Alejandro es problemático. Él te matará antes de
que Adrián pueda salvarte si las cosas salen mal. Si puedes escapar, hazlo,
pero si tienes que ir a algún lugar con él, no entres en pánico. Yo iré por ti. Lo
prometo”.
Trago fuerte, y él retrocede para mirarme, sosteniendo un dedo en mis
labios. Yo confirmo dando un asentimiento. Me acerca y me besa de nuevo,
y por un momento o dos, no hay nada excepto nosotros dos. Demasiado
pronto, el mundo explota a nuestro alrededor. Voces suenan, y Rick arranca
su boca de la mía, limpiando lápiz labial de mi boca antes de inclinarse y
susurrar, “Te veré pronto. Adrián está aquí y muy cerca. Te amo, nena”. Me
voltea y me empuja hacia la puerta.
Doy la vuelta de nuevo y me paro de puntillas para susurrar. “Yo también te
amo, y Rick, confío en ti. Confío en nosotros juntos de nuevo”.
Cuando caigo en mis pies de nuevo y me reúno con su mirada, sus ojos están
llenos de amor y ternura. Él me besa duro y rápido, y me voltea de nuevo
hacia la puerta.
Ésta vez, la abro y salgo del cubículo. Salgo del baño y me detengo en seco
cuando encuentro a Alejandro esperándome, sus ojos fríos aterrizando duro
en mi rostro. No es hasta ese momento, que la realidad de lo que Rick acaba
de decirme me lleva a entender.
Yo podría terminar como prisionera de éste hombre ésta noche, y todo lo
que puedo pensar es NO. No, eso no va a suceder. No permitiré que eso
suceda. No me voy a ir de ésta fiesta con éste hombre.
Levanto mi barbilla y empiezo a caminar.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
Savage

Lo que sucede ahora no es una estrategia planeada.


Salgo del cubículo del baño, camino al lado de una mujer que está en el
lavabo, y salgo hacia el pasillo, y no dejo de caminar. Determinado a poner
mis ojos una última vez en Candace antes de irme, entró al salón de baile y
camino entre la multitud para ponerme detrás de ella y Gabriel al mismo
momento en que la polla pequeña le agarra el trasero.
Ella se pone frente a él y apunta a su rostro. La furia me recorre fuerte y
rápido, al igual que mi estrategia. Tag tiene a alguien observando. Él
necesita saber lo seguro que estoy de matar a polla pequeña, lo que sería
malditamente serio.
¿Qué mejor manera de hacerlo que audazmente ir y hacer lo que la
mayoría de los hombres no harían? Empiezo a caminar hacia Candace, y
Asher, quien tiene vigilancia electrónica dentro del evento, claramente no
está contento hacia dónde me dirijo. Él gruñe en mi oído. “¿Qué diablos
estás haciendo?” Pero sigo caminando. Él maldijo y luego dice, “Tienes
cinco minutos para terminar tus cincuenta sombras de estupidez y salir por
la puerta”.
Sonrío por esa broma, y seguimos bromeando hasta que paso empujando
al King Kong para atrapar el brazo de Candace. “¿Candy?”
Ella se voltea y sus ojos se amplían. “¿Rick? ¿Cómo es que estás aquí ahora
mismo?”
Es una respuesta perfecta. “Mi dulce hogar estaba llamándome, nena”.
Polla pequeña quiere morir hoy. Él envuelve su brazo alrededor de
Candace. Decido que podría no matarlo, pero la mano que le agarró el
trasero, no funcionará apropiadamente antes de que esto termine. Nunca
más funcionará. Eso es una ganancia para mí.
“Ella no es tu nena”, gruñe. “No le faltes el respeto a la futura dama”.
“¿Y tú eres?” Preguntó.
“Su prometido. ¿Quién diablos eres tú?”
Mis labios se adelgazan. “Su ex –prometido”, digo, y mientras mi tono es
ligero, ira se muestra en la superficie.
Él frunce el ceño y mira a Candace. “Dijiste que no habías hablado con él
en años”.
“Así es”, responde ella.
Ahora los labios de él se adelgazan. “Y aquí está él”.
Mientras tanto, mi mente tararea una canción: Itsy bitsy Gabriel cayó dentro
del agua, salió un baño de sangre y lo arrastró hasta la tierra. Casi sonrío por
el tono pegajoso de la canción de la araña.
“Y aquí estoy”, concuerdo con él. “Hablemos sobre respeto”.
“¿De que tú no lo tienes?” Desafía.
“Considerando que le acabas de agarrar el trasero mientras un periodista
tomaba una foto, asumo que tú eres la última persona con respeto en la
mente”.
“Oh, maldición”, murmura, y mira a King Kong. “Encuéntralo”. Luego me
mira. “¿Cómo era?”
“Era el tipo blanco alto usando esmoquin”, sonrío por la estúpida
descripción.
“Mierda, no me digas, Sherlock Holmes”, gruñe polla pequeña. “Dinos algo
más”.
“Cabello rubio rizado, y la única razón por la que te lo estoy diciendo, es
para proteger a Candace”.
Polla pequeña mira a King Kong. “¡Ve a buscarlo!”
Kong se da la vuelta y se apresura, maniobrando entre la multitud, y justo
así, le he liberado el camino a Adrián para que libere a Candace de su
cautiverio. También puede reportar que hay un misterioso reportero
tomando fotos, y puede enviar a Kong a cazar algún señuelo.
Asher gruñe en mi oído. “Ahora tío. Necesitas irte ahora”.
Miro a Candace, quien realmente es demasiado malditamente hermosa
para mi propio bien, con su largo, sedoso cabello marrón y su piel cremosa
perfectamente pálida. “¿Qué tal si tomamos un trago?”
Gabriel me frunce el ceño. “Aléjate antes de que llame a seguridad”.
“¿Hablar con una vieja amiga es un crimen ahora?” Pregunto secamente.
“Huh. ¿Quién lo hubiera pensado?”
Inclino mi barbilla hacia Candace. “Te encontraré de nuevo”.
Es un recordatorio de nuestra charla en el cubículo del baño, antes de
guiñarle el ojo y alejarme de ella, pero maldita sea, solo quiero darme la
vuelta, lanzarla sobre mi hombro y correr. Eso no me haría un héroe, sino un
egoísta bastardo que dejó a su padre morir y a mi enemigo vivir.
Solo por esa razón, me sigo moviendo. En largos y seguros pasos, salgo del
salón de baile y me dirijo hacia el sur por un pasillo que me lleva hacia una
salida de emergencia. Apenas he llegado a las escaleras cuando mi
teléfono suena. Me sigo moviendo y saco mi teléfono de mi bolsillo para
encontrar que Asher me está llamando en lugar de hablarme por el
auricular.
Me detengo en seco y respondo la llamada. “¿Qué?”
“La casa de tu padre se está incendiando”.
Mi mandíbula se endurece. “Tag sabe que voy para allá. Es una trampa.
Deja que se queme. Sigamos con lo planeado. Saca a su padre ahora del
palacio de ese príncipe, antes de que Tag averigüe lo que realmente
sucederá ésta noche”.
“No podemos encontrar a tu padre”.
Un inesperado golpe de emoción me golpea justo en el corazón.
“Alguien aparte de mí tendrá que encontrarlo”.
“Adrian---“
“Necesito concentrarme en Candace. Dile a Adrián que Alejandro está
buscando a un falso reportero con traje de cabello rubio rizado, que
supuestamente tomó una foto de Gabriel agarrándole el trasero a
Candace. Usen ese falso reportero para distraer al imbécil y sacar a
Candace de aquí”.
“Rick”, dice suavemente.
“Sigamos con el plan, tío. Tag está jodiéndome”.
“Si él sabe que vas para allá---“
“Dile a Adam que llegó en tres minutos”.
Cuelgo y empiezo a caminar de nuevo. No hay duda al respecto. Tag sabe
que voy para allá y no me importa una mierda. Que se rodee de un ejército.
Los mataré a todos.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Savage

Salgo de las escaleras de emergencia, y me pongo por debajo, donde


encuentro la bolsa dentro del basurero que me espera ahí. En dos minutos,
he cambiado mi traje por un par de pantalones negros, una camiseta negra
de manga larga, botas de combate y una gorra de béisbol negra.
El traje queda dentro de la bolsa, la que pongo sobre mi hombro, y luego
me estoy moviendo de nuevo. Salgo por otro pasillo del lobby en otros treinta
segundos, y camino justo a otra salida de emergencia. Abriéndola, entro a
la oscuridad de la noche en Texas donde mi Porsche 911 está esperando
con Adam detrás del volante.
Él abre la cajuela y yo lanzo mi bolsa dentro, y saco otra bolsa llena de
armas. La abro, me deslizo una funda sobre mi pecho, y la lleno de cada
arma que quepa en ella. Una vez que estoy en la puerta del pasajero, entro
en el Porsche, cierro la puerta, y me pongo el cinturón de seguridad.
“Conduce ésta perra como si fuera la única hermosa mujer que vas a
montar, tío”.
“¿A cuál casa, Savage? ¿A la de tu padre o a la de Tag?”
Le frunzo el ceño. “¿Estabas durmiendo con los ojos abiertos en todas las
horas que estuvimos planeando esto? Conduce el maldito auto”.
Él maldice y empieza a conducir. “¿Realmente crees, basados en ese
incendio, que Tag va a estar sentado en su casa, esperando?”
Ni siquiera tengo que pensar en mi respuesta. Cualquier duda que tuve en
esa escalera ya no está. “Tag no empezó el maldito incendio. Lo último que
él quiere es distraerme de mi misión. Lo último que quiere es enojarme antes
de que complete la misión. Mantente en el plan”.
Él nos saca del hotel y entra a la carretera. “Si él no empezó el incendio,
¿entonces quién lo hizo?”
“Mi padre es un maldito alcohólico. Él probablemente dejó un cigarro
encendido en la maldita alfombra. Él está en la fiesta”.
“El equipo de Adrián no puede encontrarlo”.
“Él es bueno escondiéndose mientras va a vomitar”. Mi celular suena y miro
el número para encontrar a Tag llamando. “Hablando del diablo. Es Tag”.
Respondo la llamada. “¿Qué pasa, Dumbo?”
“¿Debo pensar que dejaste la fiesta para ir a salvar al pedazo de mierda de
tu padre?”
“¿Eso es lo que querías cuando incendiaste su casa?”
“Yo no le prendí fuego a su maldita casa, y él está en la fiesta. Si yo fuera a
prenderle fuego a esa maldita casa, lo haría con él adentro y después de
ponerle una bala en medio de sus ojos. Bastardo arrogante de mierda. No
te desvíes de tu misión por un estúpido incendio. Haz lo que debes hacer
antes de que ese imbécil que está abrazando a tu mujer nos joda a nosotros
y a ella. De nuevo. Ambos sabemos que se la ha follado una y otra vez. Y
ambos sabemos que él disfruta lamerle su---“
“Detente ahora, bastardo, o te haré comerte tus propios malditos dedos”.
Él se ríe, bajo y profundo. “Haz el trabajo y la lamerás tú mismo. Ésta noche,
o su padre muere. Se me acaba la paciencia”. Cuelga la llamada.
Adam me mira. “¿Y bien?”
“Él sólo quería asegurarse de que el incendio no me distrajera de matar a la
polla pequeña de Gabriel. Amenazó con matar al General si no hago el
trabajo ésta noche”.
Adam sonríe. “Maldición, me gusta cuando el plan funciona a nuestro
favor”. Él se inclina hacia la guantera y me entrega una botella de vodka.
“¿Por los viejos tiempos?”
“Maldición, no. No quiero olvidar el haber matado a Tag. Y ya terminé de
beber, hombre. Cuando esto termine, Candace no querrá probar esa
mierda en mi boca”.
“Eres un nuevo tú, un nuevo Savage”, dice, lanzando la botella en el asiento
trasero y llevándonos a la calle residencial donde Tag se ha estado
quedando.
Otras dos calles, se detiene en la entrada de una casa, que tiene muchas
áreas con árboles para poder cubrirnos.
Llamo a Asher. “Estamos en posición”, digo, y cuando él responde lo pongo
en altavoz. “Me tienes a mí y a Adam en la línea”.
“Tienen cinco hombres en la sala”, dice Asher. “Uno de ellos es Tag. Dos en
la parte de atrás de la casa. Uno al este. Uno al oeste”.
No pregunto cómo lo sabe. Le dije que no necesitaba ayuda. Le dije que se
alejara como la mierda de esto, y aun así, él presionó y presionó para que
aceptara la ayuda que siempre me sigue ofreciendo. Tenemos un equipo
de reconocimiento en tierra. No me quejo, pero él acaba de entenderlo.
Los hombres de Tag merecen morir. Ninguno de mis compadres de Walker
merecen morir. Ellos son mis hermanos. Los protegeré, y a Candace,
matando a los hombres de Tag.
“Yo me encargaré de la puerta trasera, y te veré adentro”, dice Adam.
“Yo tengo ojos en la puerta trasera”, dice Asher. “Tengo ayuda en espera.
Puedes joderme después todo lo que quieras, Savage. Ahora mismo, espera
un minuto. Voy a hacer contacto con el resto del equipo”.
Él está en silencio un momento, y luego está de vuelta. “Adrián tiene a
Candace a su alcance. Reynolds está en tierra en Irak dentro del castillo del
príncipe Yasmin. Todos lo haremos juntos en tres minutos. Malditamente
entren y salgan, para que todos podamos ir a casa a besar a nuestras
mujeres. Bueno, excepto tú, Adam. Tú no tienes una mujer”.
Cuelgo la llamada y le hago un asentimiento a Adam. No decimos ninguna
otra palabra. Ya hablamos lo que había que hablar. Tenemos un plan. Ese
plan ahora está en marcha. Ambos abrimos nuestras puertas y salimos del
vehículo. Yo cierro la mía. Él deja la suya abierta. Rodeo el auto y salto detrás
del volante. Para el momento en que he cerrado la puerta de nuevo, Adam
ya no está, desapareciendo en la oscuridad. Le doy sesenta segundos para
posicionarse a sí mismo en un lugar que lo lleve a la puerta trasera donde
están los guardias.
A exactamente sesenta segundos, saco el Porsche 911 del área y entro a la
carretera principal. Las casas en ésta área tienen una amplia viscosidad de
árboles en medio de las propiedades, y conduzco una cuadra hasta la
extensa y bien iluminada propiedad donde Tag está esperando para que lo
asesine. Me detengo en la entrada, apago el motor, salgo y me apresuro
hacia la puerta. No toco el timbre. Solo abro la maldita puerta y entro.
El trasero arrugado de Tag está sentado en un sillón reclinable al lado de la
chimenea. Él tiene dos hombres en el sofá, de espaldas a mí, y dos más
caminando alrededor de la chimenea. Saco mi arma y los dos de la
chimenea están muertos. Adam está rápidamente en la habitación, y mata
a los dos en el sofá. Tag se levanta pero no lo suficientemente rápido.
Apunto el arma a su rostro, con la intención de matarlo. “¡Espera!” Grita. “Si
yo muero, Alejandro violará a Candace antes de matarla”.
Mis ojos se estrechan, ansiedad corriendo por mi pecho. “Él no trabaja para
ti”.
“Pocher es un tonto, al igual que Gabriel. Nunca contrates a un asesino al
que le han pagado para protegerte. Por la cantidad de dinero correcta, él
te matará en su lugar. ¿No es cierto, Rick Savage? Mátame y ella muere
después de ser violada”.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
Candace

Smith y Adrián se aseguran de que yo sepa que están cerca. Smith incluso
tropieza conmigo a propósito y se disculpa, y al momento en que atrapa mi
brazo para enderezarme, quiero abrazar al hombre.
Adrian siempre está frente a mí, aún mientras comemos lo que nos ofrecen.
Estos dos hombres son quizá la única razón por la que estoy tranquila ahora
mismo. En el presente, hay un hombre robusto con mejillas rosa hablando
con Gabriel mientras el bruto, el hombre que es ahora mi guardaespaldas,
está a mi espalda. Apenas puedo procesar las palabras que están saliendo
de las bocas a mí alrededor. Hay una copa de champan en mi mano, y
fuera de mi personaje, me tomo todo el contenido y coloco la copa en una
bandeja de un mesero que pasa.
Ahora mismo, justo en éste momento, los hombres de mi vida---mi padre y
mi Savage---están en un terreno que puede temblar debajo de ellos. Y si
ellos caen, yo caigo.
“Pareces distraída”, dice Gabriel, cuando el hombre de rostro enrojecido se
aleja, y ahora su atención está solo en mí. “¿Todavía te sientes enferma?”
“Esa es la primera vez que me preguntas desde que nos reunimos”.
Su expresión se endurece. “Estás enojada”.
“Ya dijiste eso antes”, le respondo. “Mi respuesta es la misma que antes. No,
no estoy enojada”.
El entrecierra sus ojos y luego atrapa mi mano. “Ven conmigo”.
No me da oportunidad de estar de acuerdo o en desacuerdo. Ya está
caminando y llevándome con él, el bruto guardaespaldas siguiéndonos.
Cabezas se voltean para mirarnos, mujeres bonitas observando a Gabriel
con lujuria y a mí con envidia. Por favor. Tómenlo o déjenlo. Llévenselo ahora
chicas.
Él me saca del salón de baile y hacia una puerta lateral que nos lleva a un
pasillo estrecho. “¿A dónde vamos?” Pregunto. “Tienes que dar un discurso
en diez minutos”.
Él me mira sobre su hombro. “En treinta minutos. Lo cambiaron”.
Él sigue caminando y antes de saberlo, una vez más, me está guiando a un
balcón privado. Juro que es un déjà vu de la última fiesta en la que estuvimos
juntos, y no de buena manera. Aquí afuera, estoy atrapada. Aquí afuera, él
puede tocarme.
El aire nocturno que de lo contrario sería dulce ahora se siente mal, de
repente, soy empujada contra la pared, detrás de una puerta abierta. Dios
mío, ¿el hombre paga por un balcón privado en éstos eventos solo para
manosearme? Antes de saberlo, sus piernas enjaulan a las mías, sus manos
colocándose posesivamente en mi cintura. “Te ves deslumbrante en ese
vestido”.
Su aliento es cálido y sofocante en mi mejilla. “Gracias”, susurro.
“¿Estás usando sostén?”
Me estremezco y lucho con la urgencia de darle un rodillazo. “Por supuesto
que estoy usando sostén”.
Sus ojos son hambrientos. “Muéstrame, y no te detengas en el sostén. Quiero
ver tus bonitos pezones rosados”.
“No voy a mostrarte”.
Su dedo frota mi pezón, y yo atrapo su mano. “Detente, Gabriel”.
“Soy tu prometido”.
“Y el futuro presidente. No me toquetees en el patio”.
Sus ojos arden con una mezcla de calor y lujuria. Sus manos agarran la falda
de mi vestido, y la jala hacia arriba.
“Gabriel”, gruño, y rápidamente, muy rápidamente, agarra mis bragas, las
bragas que usé para Rick, y las arranca de mí. Grito y él las sostiene entre
nosotros. “Algo para mantener conmigo cuando vaya a Nueva York ésta
noche”. Sus manos van al interior, y pánico me sobresalta.
“¡Alto!” Lo empujo, luchando con la rodilla que quiere ir hacia él, pero sé
que con eso pondría vidas en peligro, incluyendo la mía, si arruino los planes
de ésta noche. “Detente, ahora”.
“¿Qué diablos te pasa?” Gruñe.
Voces se oyen dentro de la puerta. Él guarda mis bragas en su bolsillo. El
bruto se asoma al patio. “Están preguntando por usted en el evento, señor”.
“Enseguida voy”, dice despectivamente, antes de volver su atención a mí.
“Nos reservé una habitación. Vamos a follar y sacarte la ira antes de irme”.
Casi puedo sentir la sangre dejar mi rostro, pero él no lo nota. Atrapa mi
mano de nuevo y empieza a caminar, arrastrándome con él de nuevo.
Termino en el pasillo de nuevo, encerrada entre él y el bruto, mientras nos
dirigimos hacia la fiesta.
La idea de tener sexo con Gabriel me tiene con nudos en el estómago, y sé
que eso no puede suceder. Sea lo que sea que pase, seguiré con el plan.
Me voy a ir de aquí. Voy a salir de aquí.
Pero ya estamos entrando al salón de baile, y somos escoltados al escenario.
Aguanto ser guiada a la cima y al escenario central al lado de Gabriel, hasta
saludo a la multitud, lo que me exige mucho esfuerzo. Para mi absoluto alivio,
Smith está a la derecha del escenario, y Adrián está justo ahí, directamente
frente a mí, intento decirle con mis ojos que voy a huir. No sé cómo me
entiende, pero me da un pequeño asentimiento.
Finalmente, estoy fuera del escenario, y Gabriel empieza a hablar sobre
nuestros militares y se prepara para entregarles algunos reconocimientos.
Me doy la vuelta y chocó contra el bruto.
Sus manos bajan a mis brazos, grandes manos, peligrosas manos, al menos
eso es lo que me viene a la mente. “¿A dónde vas?” Me gruñe.
“Tengo que ir al baño”.
Su expresión se endurece pero hay un toque de algo en sus ojos---
satisfacción, ¿tal vez? ---y me indica que camine hacia adelante. No
entiendo esa mirada y no me gusta, pero él va a ir conmigo.
No hay ninguna manera de alejarme de él. Me apresuro hacia la puerta de
salida, a la que fui para hablar con Rick más temprano, y con buena razón.
Recuerdo haber visto una salida de incendios cerca de ese baño. No miro
hacia atrás o espero al bruto.
Él está ahí. Siento su dura mirada recorriendo mi piel. La puerta del baño es
un bendecido escape, y la abro para encontrar el baño vacío. Todos los
demás están en la fiesta, escuchando a Gabriel hablar. Inmediatamente mi
teléfono suena. Respondo sin mirar el identificador de llamadas.
“OK, dulzura, escucha”. Es Adrian. “Savage acaba de llamarme”, continúa.
“Ese imbécil siguiéndote te vendió a Tag. Sus órdenes son matarte si Savage
jode a Tag. Savage tiene un arma en la cabeza de Tag. No sabemos si
Alejandro lo sabe o no. No podemos arriesgarnos”.
Mi corazón empieza a palpitar salvajemente, y estoy sin aliento cuando
digo, “Oh, Dios. Estoy sola en el baño”.
“Voy a intentar distraerlo con la historia del fotógrafo falso que le dijo
Savage, pero creo que ya eso no le importa. Si no hace caso, voy a
ponerme en su cara y empezar una pelea. Tú corre hacia la escalera porque
muy probablemente seré arrestado. Ve al lobby. Quédate en el centro. No
dejes ese lugar público hasta que Smith llegue por ti. ¿Entiendes?”
“Sí. Sí, entiendo. Gracias, Adrian”.
“Agradéceme saliendo jodidamente a salvo. Voy a hacer mi movida
ahora”. Cuelga la llamada.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
Candace

Cuanto más pronto salga del baño, más pronto estaré en el avión con Rick.
Respiro profundo para calmarme y luego abro la puerta del baño. Adrián
está a la vista, lo cual no dudo que sea intencional. Él está hablando con
Alejandro, pero no puedo entender lo que se están diciendo. Bueno, no
hasta que levanta la voz, y empuja el pecho de Alejandro. La bestia empuja
a Adrian, jodida mierda, él hace a Adrián que no es pequeño, lucir diminuto.
Si Adrián también lo nota, no actúa así.
“Pervertido. Eres un pervertido que está fuera del baño de mujeres”. Luego
grita más fuerte. “¡Seguridad! ¡Seguridad!”
Adrian lo empuja y la bestia en realidad retrocede, fuera de mi vista. Hay
más voces ahora, y puedo sentir la energía caótica, aún si ahora no puedo
verlos. Abro la puerta y cuando encuentro varios hombres en trajes de pie
con Adrián, todos ellos rodeando a Alejandro, mi corazón se detiene, pero
me muevo, rápidamente corriendo hacia las escaleras.
“¡Hey! ¡Detente ahí mismo, Candace!”
Oh, Dios. Es Alejandro. Agarro el pomo de la puerta y no se abre. Lo jalo de
nuevo. Aún no se abre. Miro a la derecha y Alejandro está corriendo hacia
mí. Adrian lo agarra y me grita, “¡Corre!”
Corro, bajo por otro pasillo, y Gracias a Dios, hay otra señal de salida. Por
favor que la puerta esté abierta. Por favor que esté abierta. Lo está. Se abre.
Alivio me inunda, alivia mi sistema lleno de adrenalina, y casi me caigo pero
logro agarrar la baranda. No estamos muy alto, empiezo a correr bajando
las escaleras. He llegado a la esquina cuando me detengo para encontrar
a un hombre sentado en el suelo. Y no cualquier hombre. Es el padre de Rick.
“¿Doctor Savage?”
Él suspira y luego me mira, intentando una sonrisa. “Candace, querida”.
Me apresuro y me agacho a su lado. “Doctor Savage, ¿qué está
haciendo?”
“Mi casa se está quemando. Se supone que me reúna con los bomberos
aquí”.
Mis ojos se amplían. “¿Su casa se está quemando?”
“Eso es lo que me dijeron”.
La sangre corre a mi rostro y calienta mi cuello. Mi mente corre con todas las
maneras en que esto puede estar atado a Tag, y mi miedo por su vida es
inmediato. “Venga conmigo”. Me levanto y retrocedo, y agarro su mano.
“Ahora”.
“He estado bebiendo. No puedo levantarme”.
“Levántese ahora o podría morir. En cualquier momento un hombre que
quiere matarme, y sospecho que a usted también, saldrá caminando por
esta escalera. Levántese---¡ahora!”
“No”, dice. “No. No voy a levantarme. Si ellos quieren matarme, pueden
matarme”.
“¡Candace!”
Al sonido de la voz de Smith, lo llamo. “Estoy aquí”.
“¡Trae tu trasero aquí ahora mismo!”
Jalo la mano del doctor Savage. Él la jala de vuelta. “Ve. Estoy bien”.
“Por favor---“
“¡Candace!”
Me volteo y Smith está detrás de mí. “¿Qué diablos?” Gruñó, mirando entre
el padre de Rick y yo.
“Él estaba sentado aquí”, explico. “Dice que está ebrio. Dice que su casa se
está quemando. No quiero dejarlo. ¿Qué pasa si ese monstruo viene por él?”
“¡No seas tonta, niñita!” Me grita el padre de Rick. “Tag me necesita a mí. Él
no te necesita a ti o a mi hijo. ¡Lárgate como la mierda de aquí!”
“Él quemó tu casa”.
“Él no quemó mi casa. ¡Yo lo hice!”
“¿Qué?”
Smith atrapa mi brazo. “Savage necesita saber de ti ahora y saber que estás
a salvo, y ahora mismo no lo estás. Es vida o muerte. Enviaré a un hombre
para que venga por él”.
Estoy indecisa. Éste hombre es el padre de Rick, pero Rick y mi padre están
en peligro. “Vamos”.
Smith toma mi mano y me guía. Salimos a un pasillo en el nivel más bajo y
luego salimos a una puerta lateral. Una camioneta blanca nos espera y
Smith abre la puerta del pasajero.
Entro, y no sé cómo Adrián está aquí, pero lo está, y me entrega su teléfono.
“¿Mi padre?”
“No sabemos nada aún. Habla con Savage”.
Pero no hablo con Savage. Me volteo hacia Smith. “El padre de Rick---“
“Ya le envié un mensaje a uno de nuestros hombres para que lo recoja.
Ahora habla con Savage. Él no matará a Tag hasta que oiga tu voz”.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
Savage

Ni siquiera estoy apuntando mi arma a Tag. Él está de nuevo sentado en su


sillón, en la sala de su casa. Yo estoy en una silla frente a él, los codos sobre
mis rodillas, la gorra de béisbol está en la mesa. El arma está en la mesa de
café, justo ahí, al lado de mi gorra, entre Tag y yo. Adam está en el sofá en
medio de nuestras sillas. Ya que no planeamos quedarnos para limpiar
nuestro desastre, Adam y yo estamos usando guantes, jugando cartas, pero
las cartas no son lo que me entretiene. Es ver a Tag sentado ahí, su mente
corriendo para pensar cómo alejarse malditamente de mí. En mi mente,
estoy atormentado por lo que está sucediendo con Candace. Necesito
saber de ella.
Mi celular suena y adrenalina corre a través de mí con la esperanza de que
sean buenas noticias y a la vez temer las malas, pero soy un desastre
emocional. Tag sonríe. Él sabe que estoy al borde. Miro el identificador de
llamadas y es Adrián, con una mano estable, respondo la llamada.
“Rick”.
Al sonido de la voz de Candace, alivio viaja a través de mí con una fuerza
que nunca he sentido. “¿Estás bien, nena?” Pregunto, mis ojos reuniéndose
con los de Tag, y entregándole un mensaje: Ahora vas a morir.
“Estoy bien”. Ella me da una risa nerviosa. “Pero tú ya no puedes ser un
imbécil con Adrian. Él se enfrentó a Alejandro. Él me salvó”.
Un músculo en mi mandíbula empieza a endurecerse. “¿Ese King Kong hijo
de puta vino hacia ti?”
“Sí, pero Adrián lo manejó. Rick, tu padre---“
La interrumpo. “Ahora no, nena. Tengo algo que necesito hacer. Te veré en
el aeropuerto en unos minutos. Te amo”.
“Yo también te amo”.
Cuelgo la llamada y coloco el teléfono en la mesa. “Ella está a salvo”, digo,
mis ojos quemando agujeros en Tag. “Él vino por ella. Sé que tú no tuviste
tiempo de decirle que estabas en problemas. ¿Por qué fue detrás de ella?”
“No soy tonto. Conozco tus malditos trucos, Savage. Él intentó llamarme. Yo
le dije que si no respondía, o lo llamaba en quince minutos, que la matara”.
“Sabes lo que viene ahora”.
“Deberías saber que he arreglado una grande suma de dinero para ser
depositada en la cuenta de Alejandro si ella muere en los próximos cinco
días”.
No pregunto cómo podría hacer eso. Éste es Tag. Él no está mintiendo. Él
sabía que yo lo vencería, al menos su vida. Él quiere que sufra después de
su muerte. Le repito mis palabras. “Sabes lo que sigue”.
Tag dice. “Tú vas a matarme, y él va a matarla a ella”. Se ríe.
Recojo el arma y le disparo entre sus ojos, agarro mi gorra, y luego me
levanto. “Alejandro sigue”.
Salimos de la casa y caminamos hacia mi Porsche 911, y oficialmente un
capítulo de mi vida se cerró, se acabó, se terminó. Llamo a Adrian. “¿Dónde
está Alejandro?”
“Ellos lo arrestaron”.
“Hay un precio por la cabeza de Candace. Súbela al maldito avión y
enciérrala”.
Cuelgo, y Adam y yo entramos al auto. Lanzo mi gorra en el asiento trasero,
y para el momento en que enciendo el motor, tengo a Asher en la línea.
“Tag está muerto. Sus hombres están muertos. ¿Alguna noticia del General?”
Retrocedo y nos llevo a la carretera.
“El radio está en silencio ahora mismo. Te diré cuando lo sepa”.
“Tag puso precio a la cabeza de Candace. Alejandro es un asesino. Él fue
arrestado. Necesito saber exactamente a dónde lo llevaron”.
“Conduce hacia el hotel”, me instruye. “Voy a averiguarlo y te llamaré”.
Cuelga la llamada.
Aprieto el acelerador. “Tag podría haber estado mintiendo”, dice Adam,
pero en realidad es una pregunta.
Y yo respondo. “No”. Eso es todo lo que digo. Eso es todo lo que él necesita
oír. Él no pregunta de nuevo. Ni siquiera me molesto en decirle que Asher lo
está buscando. Él lo sabrá. Así es como operamos---como un maldito
equipo, que viviría y moriría el uno por el otro. Cuando yo estaba con Tag,
éramos exactamente lo que es Alejandro: Asesinos. Nada más. Nada
menos. Nadie quiere que uno de esos asesinos venga por ellos, y aun así,
uno de esos asesinos está detrás de mi mujer.
Nos llevo a la carretera principal y mi celular suena de nuevo. “Malas
noticias”, dice Asher. “Los policías están muertos. Alejandro escapó. Hay una
cacería para ese maldito”.
Alejandro sabrá que vamos hacia el aeropuerto. Él hasta podría adivinar a
cuál pista privada iremos. Nos llevo a una salida y hago una vuelta en U para
conducir por la otra dirección. Tengo que llegar a Candace antes que él.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
Candace

El teléfono de Adrian vibra con una llamada y yo escucho cada palabra,


pero no entiendo mucho. Todo lo que sé es que está hablando con Rick.
Él cuelga y espero que me actualice. Pero no me dice nada. Él simplemente
sigue conduciendo. No puedo aceptar que no me diga nada. No ahora
mismo.
“¿Qué dijo?”
“Él está de camino para encontrarse con nosotros en el aeropuerto”.
Me volteo para quedar frente a él. “¿Qué pasa con Tag?”
“Está muerto”.
“¿Qué más?” Presiono.
“Nada más”.
“Ambos sabemos que eso no es cierto. ¿Qué te dijo Rick que no me estás
diciendo?”
Él da la vuelta en un camino angosto y oscuro, y con esa maniobra, la
pequeña pista aérea que es nuestro destino, está a la vista, luces
resplandecientes iluminan el campo. “Adrian, qué---“
Adrian maldice y frota su mandíbula. “Alejandro mató a los oficiales de
policía y escapó. Tag puso un precio por tu cabeza”.
Me volteo de nuevo a mi asiento y presiono mis dedos en mi regazo. “Él mató
a los policías”, susurro, intentando procesar lo que me acaban de decir.
“Santa mierda”, murmura Smith, sacando su arma.
Yo tengo un arma ésta noche, pero nunca la saqué. ¿Por qué? ¿Por qué no
estaba lista para defenderme a mí misma? Mi bolso está cruzado en mi
pecho, y luego en mi cadera, es casi una parte de mí, pero lo olvidé junto
con el arma. Lo agarro, y lo abro, sacando mi arma.
“Oh, maldición”, gruñe Adrian. “¿Sabes usar esa cosa?”
“Malditamente bien”, le aseguro. “¿Quieres que te dispare como mi papi
me enseñó o como Rick me enseñó?”
A mi derecha, Smith está hablando por teléfono. “Vamos a entrar. Código
cuatro”.
Código cuatro debe significar: Estoy a punto de ser asesinado por un
asesino.
Mientras tanto, Adrian responde, “De cualquiera de las dos formas, dulzura,
estaré muerto”, dice. “Siempre he querido morir por las manos de una chica
linda. Mátame”.
“Eso es enfermizo”, gruño.
Él se ríe. “Supongo que esa fue una de mis mejores bromas”.
Él gira de nuevo hacia el aeropuerto, y yo miro por el espejo retrovisor con
miedo a que nos estén siguiendo, pero no hay nada ni nadie ahí. Suspiro
aliviada, y es a medias. Código cuatro. Vamos a entrar y es una emergencia
código cuatro.
Estamos en un camino sucio, disparados a toda velocidad, hacia un avión
en la pista. Tanto como quiero estar dentro de ese avión, lista para
despegar, mi mente está pensando en imágenes de estar atrapada en ese
pequeño espacio y ser asesinada. No habría lugar a donde ir si ese monstruo
aparece con un arma. Luces parpadean detrás de nosotros y me asomo
para ver que es un auto detrás de nosotros, mientras las luces se apagan y
se encienden tres veces. “Cálmate nenita”, me habla tranquilamente
Adrian. “Ese es Savage”.
Alivio me recorre, una tormenta de alivio. Rick está aquí. Vamos a subir a ese
avión y salir de ésta ciudad. Una ciudad que siempre he amado, pero justo
ahora, me parece que he aprendido a odiarla. La camioneta se detiene
justo al lado de las gradas del avión. Smith sale, y para el momento en que
estoy al borde del asiento, Rick está ahí, grande y peligrosamente perfecto,
Rick Savage, vestido todo de negro, y oliendo delicioso. Él toma mi arma. No
sé dónde la pone y no me importa. ¿Cómo puede importarme? Él me está
jalando hacia él, envolviéndome en esos poderosos brazos y arrastrando mi
cabeza para inspeccionarme.
“¿Estás bien?”
“Una vez que estemos en ese avión y en el aire, lo estaré”.
“Entonces entremos en el maldito avión y salgamos de aquí, nena”.
Él llama por encima de su hombro a alguien. No puedo oír a quién ni lo que
se dice, pero tampoco me importa. Él me levanta y me coloca en la cima
de las gradas que van hacia el avión, pero permanece cerca, justo detrás
de mí. Estoy a punto de entrar al avión cuando me detengo, saco el anillo
de Gabriel de mi dedo, y me volteo para mostrárselo a Rick, justo antes de
lanzarlo lejos. Aprobación se oscurece en sus ojos, y solo así, me volteo de
nuevo y entro a la pequeña pero lujosa cabina, donde rápidamente
observo mis alrededores.
A mi izquierda, hay dos asientos dobles color crema. Detrás de ellos hay
media docena de asientos reclinables individuales que van hasta la parte
de atrás del avión.
Rick viene detrás de mí, su mano en mi cintura, ese toque posesivo y
maravilloso, es todo. Él lo es todo.
“Ponte cómoda, nena. Es un vuelo de cuatro horas. Yo necesito hablar con
Adrian y Smith”.
Me volteo en sus brazos. “¿Podemos cerrar las puertas, por favor? Antes de
que Alejandro llegue aquí y nos mate”.
“Sí sabes que estás enamorada de un asesino malditamente bueno,
¿cierto?”
“¿Pensé que estabas negando ese hecho?”
“No ahora mismo, nena. Estamos aceptándolo y amándolo. Las puertas se
cierran en dos minutos”. Me besa duro en la boca y me guía hacia mi
asiento.
Me volteo de nuevo. “¿Mi arma?”
Él la saca de su cintura y me la ofrece. Al minuto en que está en mi mano,
me siento de nuevo en control. Se siente bien. Ahora, me dirijo hacia nuestros
asientos. Coloco el arma en la mesita de café brillante, me siento y jalo la
mesita cerca. Si necesito disparar, voy a disparar. Cuento los segundos como
si fueran minutos, hasta que Rick está de vuelta dentro del avión, cerrando
la puerta. Luego camina hacia el piloto, habla con él o ella, no más de
veinte segundos antes de acompañarme, reclamando el asiento a mi lado.
El motor del avión ruge al encenderse.
“¿Qué pasó con Adrian y Smith?” Pregunto.
“Ellos van a ir a buscar a Alejandro. Nosotros vamos hacia Nueva York”.
“Porque él viene detrás de mí”.
Él atrapa mi mano y besa mi ahora desnudo dedo. “Porque vamos a ir a
casa, nena. Y en casa, todo estará bien”.
“¿Pero él va a seguirnos, Rick?”
“Nena---“
“¿Va a seguirnos?”
“No si lo matamos primero”.
“En otras palabras, Gabriel, Pocher, y un asesino, vienen por nosotros”.
“No. Yo voy por ellos, y nosotros vamos a ir a casa”.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
Candace

El avión comienza a moverse y un pensamiento me llega de repente. Nos


vamos y no creo que Rick sepa lo que está pasando con su padre. “Tu papá.
Rick, tu papá...”
“Smith hizo que unos de nuestros chicos lo recogieran. Y Smith lo llevará a
rehabilitación mañana. Si no se queda, me rendiré. Si lo hace,
probablemente me rinda con él de todas maneras. Y es bastante probable
que no se quede.”
“Si lo llevaras tú, quizá se quedara.”
Sus labios se presionan juntos. “No sería bueno para mí que lo viera en este
momento.”
“Estaba en el piso de la escalera de salida del hotel. Dijo que su casa estaba
en llamas. Que él la había quemado.”
“Smith me contó lo que dijo. Y sí, se quemó, pero él es un alcohólico, nena.
Lo único en lo que se puede estar seguro respecto a mi padre es que
necesita rehabilitación.”
“Lo sé, pero…”
“Ahora no. No estoy de humor para hablar de mi padre.”
“Bueno. De acuerdo, yo...oh, Dios. ¿Hay algo sobre mi padre?”
“Aún no se sabe nada, pero nuestro equipo no se comunicará durante al
menos otra hora. Asher llamará al piloto cuando haya noticias.”
“Ah. Bien.”
Me acomoda el cabello detrás de la oreja, su caricia es suave, hace que mi
estómago revolotee. “Todo va a estar bien,” me promete. “Abróchate el
cinturón, nena. El capitán dijo que va a haber algunas turbulencias.” Se
acerca a mí, su gran cuerpo se extiende íntimamente sobre el mío, y cierra
la hebilla en su lugar. No se mueve de inmediato.
Nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro, y mis dedos trazan su barba.
“Rick,” susurro, porque todo lo demás que quiero y necesito decir parece ser
demasiado.
Él atrapa mis dedos y los besa, pero su mano va inmediatamente a mi cara.
El avión despega y sus labios presionan mi oído. “No puedo perderte de
nuevo.” Su voz es un susurro de desesperación y necesidad, lo puedo sentir
en mi alma. Está en mi alma, es una parte de mí, la otra parte de mí que
estuvo ausente durante demasiado tiempo.
Mi mano descansa sobre su rostro ahora, mis dedos se curvan en su sien y su
boca cae sobre la mía. En ese momento, toda mi existencia se desvanece
en él y en nosotros, y de alguna manera, no me pierdo, sino que me
encuentra por primera vez en una eternidad. En ese beso, está la amargura
de la pérdida y el miedo, el alivio de finalmente encontrarnos nuevamente.
El avión se estremece y tiembla a nuestro alrededor, del mismo modo que el
mundo se estremece y tiembla, pero en este momento, no importa.
Un gran agujero en el cielo podría abrirse y absorbernos, no nos importaría.
En este momento, solo estamos él y yo, y yo y él, y este beso.
Cuando nuestros labios se separan, susurra: “Te amo mucho, mujer.”
“También te amo mucho, Rick Savage.”
“Más te vale. Asesino y todo.”
“Incluso cuando no lo haces,” prometo.
“Aún mejor.” De alguna manera el avión se ha establecido en un viaje más
suave y él dice: “Vamos.” Me desabrocha el cinturón y se para,
conduciéndome por un camino estrecho hasta la parte trasera del avión.
Para mi sorpresa, hay otro conjunto de sillones dobles, que miran hacia la
parte trasera del avión para mayor privacidad. Y mejorando las cosas, Rick
cierra una cortina. Unos minutos más tarde, estamos sentados lado a lado
comiendo helado y Doritos, y hablando de la noche.
“No es Häagen-Dazs,” está hablando del helado, “pero para el apuro
funciona bastante bien."
“De hecho, tengo demasiada hambre como para preocuparme por la
marca,” le aseguro mientras bebo una botella de agua que compartimos.
“Walker posee una flota de seis aviones y los mantienen abastecidos con
cosas buenas la mayor parte del tiempo. Esto fue con poca antelación.”
Él toma un gran bocado de helado y me sorprende cuando vuelve al tema
de su padre. “El bastardo se quedó pegado a Tag. Podría haberte matado.
Probablemente quemó esa maldita casa para tratar de distraerme de
matarlo también.”
“¿Lo habrías hecho?”
“¿Y si digo que sí? Casi lo hice la noche en que murió mi madre. ¿Quién sabe
cuántas personas más podría haber salvado, a las que ha matado con sus
‘habilidades’, si lo hubiera matado entonces?”
“Pero no lo hiciste. Y no lo harías.”
“¿Qué pasa si digo que sí?” repite.
“No te creería.”
“Tienes más confianza en mí que yo. Que me mantuviera alejado tenía
mucho más que ver con él que contigo, nena. Si me hubiera quedado, él
no habría estado aquí para incendiar esa casa.”
“Si te hubieras quedado en Texas, creo que juntos habríamos conseguido
que fuera a rehabilitación.”
“No estoy seguro de que hubiera podido actuar razonable, incluso por ti. En
muchos sentidos, Candace, ahora soy un hombre mejor. Por lo que soy y lo
que sé, y cómo tú influyes sobre esas cosas y en mí.” Se frota los vellos de su
mandíbula. “Probablemente suene ridículo considerando todo lo que he
hecho.”
“No.” Agarro su mano y la beso. “No lo hace. Y lo siento.”
“¿Por qué lo sientes, nena?”
“Tengo que dejar de decir ‘si hubieras regresado’. Somos mejores y más
fuertes debido a quién nos convertimos y eso nos llevó tiempo, edad y
experiencia. Quiero hacer preguntas sobre los años que perdí y no hacerte
sentir que tienes que estar a la defensiva.”
Sus ojos se suavizan. “Me gustaría eso.”
“Bien.” Beso su mano otra vez y agarro un Dorito. “¿Usas este avión para
cuando tienes asignaciones en el extranjero?”
“Primero que nada, no más de esos para mí. Hablaremos sobre los trabajos
que tomo y los que no tomo, pero que estén en Estados Unidos, contigo. En
cuanto a tu pregunta, tenemos un par de aviones de larga distancia que
tienen camas gemelas dentro de ellos. Necesitamos tener un tiempo para
tener nuestros ojos cerrados para después ir y matar gente.”
Sonrío y saco una cucharada de mi helado. “Me gusta.”
Él arquea una ceja. “¿Qué te gusta?”
“Ya no seleccionas lo que me dices.”
“No,” dice solemnemente. “Ya no lo hago. No puedo invitarte a mi vida y
esconderte cosas. No quiero esconderte cosas. Y creo que para este
momento, has visto lo suficiente para tomar una decisión sobre lo que
quieres.”
“Helado y Doritos contigo en cualquier momento y en cualquier lugar.”
Sus ojos arden y deja a un lado su helado y el mío, apartando la mesa. Él
presiona un botón en cada uno de nuestros asientos y los respaldos
comienzan a bajar mientras las piernas se elevan. Levanta el brazo entre
nosotros y en cuestión de otros treinta segundos, estamos recostados, uno
frente al otro, nuestras piernas entrelazadas. “¿En cualquier momento? ¿En
cualquier lugar?”
“Ya lo sabes.”
Me acaricia la espalda y me acerca. “¿Lo que sea? ¿En cualquier lugar?”
Me río. “No vamos a tener sexo en este avión, Rick Savage.”
Me muerde el labio de esa manera deliciosa que solo él sabe hacerlo, y un
escalofrío me recorre la espalda. “¿No?” desafía, su voz es grave y áspera y
me seduce. El aroma que inhalo de esa pequeña depresión perfecta en la
línea de su cuello es igual.
Pero aún así, digo: “No.”
“¿Por qué?”
“No estamos solos.”
“Estamos solos.”
“No parece que estemos solos. ¿Hay cámaras?”
Me quita el pelo de la cara y lleva mi mirada a la suya. “No, y creo que
ambos necesitamos follar como conejos locos. Lo necesitamos. Nos lo
hemos ganado.” Su mano se desliza sobre mi pecho y acaricia mi pezón a
través de la seda, su boca captura la mía, su lengua, Dios, su lengua, hace
esa larga y profunda caricia, que siento hasta mi sexo.
Cuando su boca vuelve a separar la mía, medio sostén está colgando y mi
pecho está en su mano, mi pezón está presionado e hinchado entre sus
dedos. Le da vueltas muy ligeramente, y luego me besa de nuevo y la mano
que estaba en mi pecho levanta mi vestido. Ahí es cuando me doy cuenta
de que está a punto de descubrir que no tengo bragas.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
Candace

La mano de Rick está debajo de mi vestido y yo agarro su mano, pero es


demasiado tarde. Sus manos están en mi trasero y sus dedos se deslizan
íntimamente a lo largo de mi cuerpo y luego se congelan. Él se aleja.
“¿Dónde diablos están tus bragas?”
“Rick, yo…”
“Santo cielo. ¿Tú…?”
“No.”
“¿Dónde diablos están tus bragas?” La ira azota como un látigo en su voz.
“No me tocó. Él solo...me inmovilizó contra una pared y...”
Se levanta de la silla en un instante. Me apresuro a sentarme y ni siquiera me
importa que esté desnudo de la cintura para arriba. El asiento reclinado es
incómodo y espero a que regrese a su posición. Me arrastro, me las arreglo
para recuperar el equilibrio y encuentro a Rick de pie, de espaldas a mí, con
el puño en la pared y la barbilla hacia abajo. Me apresuro a ir con él y el
avión se sacude. Agarro su cuerpo para estabilizarme y me deslizo entre él
y la pared.
“No tuve sexo con él. Ni siquiera dejé que me besara, y él sí intentó.” Solo me
mira, sus pestañas están un poco bajas.
“Me inmovilizó contra la pared. Me tocó el pecho y cuando agarré su mano,
su otra mano subió a mi vestido. Tiró de mis bragas y lo empujé. Quería darle
un rodillazo, pero todo lo que podía pensar era en comprarte tiempo a ti y
a mi padre. Estaba a punto de hacerlo antes de haber dejado que me
tocara más íntimamente, lo habría hecho. Rick, nos consiguió una
habitación. Antes de llegar a la habitación ya había decidido que iba a
correr.” Estoy divagando, eso creo. Sé que estoy divagando, pero él no
responde y yo sigo hablando. “Tenía que dar su discurso. Logré hacerle
saber a Adrian que iba a correr mientras él hablaba. Así es como terminé en
el baño con esa bestia afuera de la puerta. Ahí fue cuando Adrian...”
“Voy a matarlo. ¿Lo sabes, verdad?”
“Sí.”
No digo nada más y él tampoco. Su mano acuna mi cuello y su boca se
pone sobre la mía. Dios, su boca está sobre mi boca. Y así, todas las paredes
se caen. Y con eso, me sostiene, tocándome, y ni siquiera sé cómo sucede,
pero tiene los pantalones abajo y me levanta, su gruesa erección presiona
dentro de mí. Estoy jadeando. Estoy gritando. Él gira, y se apoya contra la
pared, su mano entre mis omóplatos y yo me recuesto. Me recuesto con
toda mi confianza en este hombre, y cuando el avión se sacude, ni siquiera
siento miedo. Este hombre nunca me dejaría caer.
Y entonces lo monto, me balanceo contra él, exploto en el mismo momento
que él, y sus ojos, su mirada ardiente, están sobre mis pechos. Mi cuerpo. Sí,
mi cuerpo desnudo. Mi vestido se fue. No sé cómo sucedió eso y no me
importa. Solo quiero a este hombre. Solo quiero que estemos juntos y cuando
lo deseo tanto que ya no puedo desear más, me lanzo hacia él, lo sostengo,
mi cuerpo se contrae y tiembla. Y él está allí conmigo, abrazándome, su
cuerpo tiembla, y suelta gemidos bajos en mi cuello, mientras sus labios
gruñen mi nombre.
Nos quedamos quietos, pero el avión no lo hace. Está temblando a nuestro
alrededor mientras él me lleva al asiento y me baja. “Traje tu bolso de
noche,” dice, y unos minutos más tarde, ya me puse mis leggings, una
camiseta y mis pies están cubiertos con calcetines. Todavía con su uniforme
negro, Rick reclama el asiento a mi lado, y luego los dos nos ponemos de
lado uno frente al otro.
“Yo nunca…”
“Lo sé.” Su voz es baja, irradia seguridad.
“Estabas…”
“Cabreado conmigo mismo por haberte puesto en esa posición. Debí haber
encontrado otra forma.”
“Era la única forma, Rick.”
Suena un teléfono y Rick rueda hacia la izquierda y lo agarra de la pared.
“¿Sí?”
“Entendido.” Cuelga. “Tu padre está con nuestro equipo y a salvo. Estarán
en Nueva York mañana por la noche.”
Sin querer, las lágrimas brotan de mis ojos. “Gracias."
Se recuesta y me atrae cerca de él. "Lo que sea por ti, nena.” Me acaricia
el pelo. “Lo que sea.”
En ese momento, volando a más de nueve mil metros, con Rick Savage
abrazándome, siento que el mundo es perfecto. Este hombre logra que me
sienta de esa forma. Siempre lo ha hecho. Cuando él me abraza, no pasa
nada. Sé que todo esto no ha terminado, pero por ahora, me dejo ser feliz
con lo que realmente importa: Rick está aquí conmigo. Mi papá está a salvo.
Y pronto estaremos todos juntos en Nueva York. Y con eso, bajo mis pestañas
y me dejo llevar por la dulce pesadez del sueño.
CAPÍTULO CUARENTA
Savage

No estoy seguro de cuánto tiempo permanecí en ese asiento frente a


Candace, mi mano descansando posesivamente en su cadera, mirándola,
embebiéndome de ella, antes de que me duerma. Me despierto con la
mano todavía en su cadera y, según mis cálculos, eso significa que nos
queda media hora antes de aterrizar. Y maldita sea, es hermosa, muy
hermosa, pero esta mujer es mucho más que belleza. Es inteligente y fuerte.
Es valiente y feroz. Es mi maldito corazón. Ella es mi todo. También es muy
talentosa. E incluso sabiendo cuánto significa su trabajo para ella, ni siquiera
me he tomado el tiempo para hablar con ella sobre su trabajo o hacia
dónde quiere ir en un futuro. Y ella tampoco lo ha hecho. Así de ciegamente
me está siguiendo en esta nueva vida.
La altitud comienza a cambiar, eso me dice que tengo que despertarla
pronto antes de que se despierte sobresaltada. Me alejo de ella, me dirijo al
baño, me lavo los dientes y me echo agua en la cara. Estoy a punto de
regresar a la cabina, pero mi mirada capta mi cicatriz en el espejo, y le doy
una inspección larga y dura. Me obligué a aceptar esa cicatriz hace mucho
tiempo y ahora lo hago de nuevo. Es un recordatorio de cuán diferente es
mi vida de aquellos años en que conocí a Candace. Si ella va a estar en mi
vida, y así va a ser, necesito establecer un camino seguro para que
podamos avanzar. Necesito tomar decisiones ahora que la protejan a ella y
a nuestro futuro. Necesito matar a Gabriel y demonios, tal vez incluso a
Pocher. Tiene que haber una manera de deshacerse de ese estúpido cara
de rata, y que no haya consecuencias.
El avión se sacude y tambalea y salgo rápidamente del baño para
encontrar a Candace todavía dormida, pero ahora su mano está en mi
asiento, como si me estuviera buscando. Me pregunto cuántas noches hizo
eso después de que me fui hace tantos años. Me pregunto cuándo dejó de
hacerlo. Me maldigo por haber dejado que eso ocurriera, pero me recuerdo
que tenía razón cuando habló del pasado anoche: éramos jóvenes. Yo era
joven y estaba jodido de la cabeza. Me acuesto a su lado otra vez, frente a
ella, y cuando la altitud baja aún más, alzo mi mano y la acaricio
suavemente en la mejilla. Sus manos se mueven y se levantan, sus ojos me
enfocan, y su mirada se suaviza. “Dios, extrañaba despertarme junto a tu
cara.”
Mi corazón frío como el hielo se derrite y me llena de sentimentalismo. “Dios,
extrañaba despertarme junto a tu cara.” Mi voz es baja, áspera, me siento
afectado de maneras que nadie puede afectarme excepto Candace.
“Vamos a aterrizar en media hora, nena. El piloto me advirtió que el camino
estará lleno de baches.”
Ella se levanta sobre un codo y parpadea de nuevo. “¿Qué hora es?”
Miro mi reloj y luego a ella. “Las cinco de la mañana, hora de Nueva York,
que es exactamente la razón por la que vamos al apartamento a ducharnos
y tomar una siesta antes de sumergirnos en el estanque más grande de
problemas que nos esperan.”
Sus ojos se agrandan. “Oh, no. Oh, Dios. Me acabo de dar cuenta de que
Gabriel te vio, Rick. Nos va a estar buscando a los dos.”
“¿Y por qué haría eso?”
“Porque no le dije que eras mi ex de una manera sencilla, Rick. Le dije que
no estaba segura de poder comprometerme. Le dije que tú eras el motivo.
Que eras el amor de mi vida. Y luego estuviste en la fiesta y yo desaparecí.
"¿Le dijiste al hombre con el que estabas comprometida que yo era el amor
de tu vida?"
“Eres el amor de mi vida, Rick Savage.” Ella se inclina y besa mi mejilla. “Y sí.
Lo hice.” Ella presiona el botón para levantar su asiento y yo hago lo mismo.
Y entonces, los dos estamos levantados, mirándonos el uno al otro. “¿Qué te
dijo cuando le dijiste que yo era el amor de tu vida?”
“Que él me haría cambiar de opinión, pero por supuesto, nunca lo hizo.”
“Bastardo,” gruño, “pero, por otro lado, ahora me has puesto caliente y
duro, y realmente quiero follarte para darte los buenos días.”
Ella ríe. “Ah, no. Necesito hacer pipí y lavarme los dientes.” Ella comienza a
levantarse y el avión se sacude. La atrapo entre mis brazos y la pongo en mi
regazo, el calor se apodera de nosotros. Sus manos se posan en mi cara,
sobre mi cicatriz que de verdad, de verdad le importa una mierda.
“Te amo, Rick Savage.”
“Yo también te amo, nena.” El teléfono en la pared suena y yo gruño.
“Ve a cepillarte los dientes. Puse tu bolso junto a la puerta del baño. Voy a
contestar.” La aparto de mí y ella y su lindo y pequeño trasero se apresuran
a desaparecer.
Tomo el teléfono y el piloto habla. “Blake quiere subir a bordo antes de que
te bajes para evitar un problema.”
“Tienes que saber más de lo que me estás diciendo.”
“No, y el internet no va a funcionar el tiempo suficiente para que lo
descubras por tu cuenta".
En otras palabras, ‘Houston, tenemos un problema.’ Termino mi llamada con
el piloto y rezo que el padre de Candace no esté muerto.
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
Savage

Candace sale del baño con el pelo cepillado, los labios brillantes y una
sonrisa en la cara. Me concentro en esa sonrisa que quiero que dure siempre
y para siempre, maldita sea, hasta que muramos de ancianos. El avión se
sacude y yo me levanto para sostenerme del techo y agarrarla a ella,
sosteniéndola pegada a mi cuerpo hasta que el avión ya no se sacude. Y
eso es lo que voy a hacer cada vez que ella me necesite. Abrazarla, como
me abrazó cuando murió mi madre. Abrazarla y no soltarla nunca. El avión
se detiene y hago que gire alrededor mío y llegue a su asiento, antes de
sentarme en el mío, entonces abrocho el seguro de los dos. Su estómago
gruñe y me río. “Compraremos donas camino a casa.”
“No habrá donas. Dios, ya no. Las hemos comido todos los días. Si nunca
vuelvo a comer una dona, seguirá siendo demasiado pronto.”
“Nunca más por el resto de tu vida. Eso es un poco extremo.”
“Quiero una hamburguesa.”
“Una hamburguesa a las seis de la mañana,” le digo, mis labios se curvan en
aprobación. “Lo juro, mujer, me enamoro más de ti a cada segundo.”
Ella sonríe y abre la persiana, mirando hacia afuera.
“Nueva York.” Ella me mira. “Estuve aquí el año pasado. Me pregunto qué
tan cerca estaba de ti.”
“Demasiado lejos,” digo solemnemente. “Demasiado lejos.”
Ella se gira para mirarme. “Me pregunto si estabas aquí cuando yo estaba.”
“¿Cuándo fue?”
“Casi eran vacaciones.”
“Estaba en Maine.”
Sus cejas se fruncen. “¿Maine?”
“Estaba ejecutando una operación de guardaespaldas para un cliente de
Walker. Y antes de que empieces a pensar que voy a instalarte en Nueva
York y salir corriendo otra vez, no tengo que aceptar ningún trabajo fuera
de la ciudad. No tengo que aceptar ningún trabajo que no quiera, nena.
Nada que nosotros dos no queramos que tome.”
“Pero tu trabajo y…”
Me inclino y la beso. “Ninguno de los hombres casados en Walker pone a sus
mujeres en segundo lugar. No voy a ser el primero. Nunca te pondré en
segundo lugar, Candace. Nunca. Nunca.”
“¿Los hombres casados?”
“Los hombres casados,” confirmo. “Como voy a estarlo yo.”
Esas palabras tienen unos quince segundos para quedarse entre nosotros
antes de caerse al suelo. Candace sonríe ampliamente y se inclina para
presionar sus labios contra mi oído. “No puedo esperar para ver tu casa.”
De alguna manera, después de todas estas horas en el avión, todavía huele
a flores frescas, e inhalo un profundo y dulce aliento antes de retroceder
para mirarla. “Nuestra casa.”
Sus dientes raspan su labio inferior. “Nuestra casa.”
“Nuestra casa,” murmura.
El avión hace un corto viaje y se detiene, y cuando los motores se apagan,
solo puedo esperar llevarla a casa en paz. Las puertas se abren y aprieto su
pierna. “Quédate aquí y déjame asegurarme de que tengamos un auto
esperando.” No llego muy lejos.
Ya no estamos solos. El hombre grande y alto con el pelo oscuro atado en
la nuca y el tamaño suficiente para casi rivalizar con el mío es Blake Walker,
mi jefe. Me regreso a mi asiento y le doy espacio. Se agacha para entrar en
nuestro pequeño agujero de viaje y toma el asiento frente a mí, pero su
atención se dirige a Candace. “Candace, soy Blake.”
“Hola, Blake. Gracias por todo, pero por favor, dime que mi padre está
bien.”
“Está en un avión que lo llevará a casa, pero no habla de Gabriel. No confía
en nosotros en este momento.”
Candace se mueve hasta el borde de su asiento. “Puedo llamarlo. Yo
puedo…”
“Todavía no,” dice Blake, mirándome pero antes de que pueda hablar,
Candace lo interrumpe.
“Necesitamos quitar del camino a Gabriel rápidamente,” argumenta
Candace. “Tenemos que arrestarlo y...”
Blake la interrumpe. “Ya no tenemos ese problema.”
Sus palabras llevan un tinte de cierre que conozco bien. Candace no. Ella
parpadea y puedo sentir que su atención va de Blake a mí, pero yo miro a
Blake. “Sorpresa, sorpresa, ese imbécil está muerto,” le digo antes de que
pueda hablar. “Alejandro lo mató.”
“¡¿Está muerto?!” Candace pregunta, sonando confundida y alarmada.
“Pensé…pensé que yo era el objetivo.”
“Lo eres,” le digo con firmeza. “Tag le pagó a Alejandro para que te matara.
También hizo arreglos para asegurarse de que a Alejandro le sigan pagando
por completar el trabajo, a pesar de su muerte. Que Gabriel haya muerto
primero fue un mensaje para mí. No hice el trabajo, así que Tag tuvo que
pagarle a Alejandro y ahora yo tengo que pagar el precio.”
“¿Cuál?” Candace pregunta, moviéndose para mirarme.
Agarro su mano, encuentro su mirada. “Sabes lo que es, nena.”
Su garganta, delicada y pequeña traga con fuerza. “Tienes que verme
morir.”
“Eso no va a pasar,” le asegura Blake.
La giro para que me mire, mis manos están firmes sobre sus hombros. “Eso no
va a pasar.”
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
Savage

Candace está perturbada. Lo veo en la palidez de su rostro, lo escucho en


cómo se le quiebra la voz. Y lo entiendo. El hombre que la acechaba para
matarla, acaba de demostrar lo que ya sabía: es un asesino. Una persona
impredecible que mató a un hombre con el que casi se casa. No importa
que esa mierda nunca hubiera tenido sentido. Sucedió. Estaba vivo y cerca
de ella y ahora está muerto.
Esa mierda perturbaría incluso a una mala persona.
Necesito llevarla a su nuevo departamento donde pueda darle un buen
nivel de seguridad, pero por ahora, me aferro a su mano y me concentro en
averiguar todo lo que sabe Blake. “¿Qué más?”
“La policía quiere hablar con ustedes dos,” dice, y me entrega un papel.
“Ese es el detective del caso, pero tenemos que hablar sobre lo que le dije.”
Echo un vistazo al nombre que no me suena conocido y luego miro a Blake.
“¿Qué le dijiste?”
“La verdad con algunas omisiones,” dice. “Obviamente no podría decirle
que mataste a Tag o que Tag estuvo involucrado, no sin arrastrarte al lodo.
No arrastramos a los nuestros al lodo.” Es un mensaje de hermandad, uno
que he estado aprendiendo lentamente con Walker, pero estoy llegando
allí, muy rápido.
Él mira a Candace. “Voy a pedirle que mantenga siempre en mente, y me
refiero a todo lo que le diga en un futuro, que somos muy respetados por la
policía. Nos lo ganamos todos los días y nuestro nombre ha recorrido
bastante. Eres más fuerte con nosotros, razón por la cual Savage te trajo
aquí.”
Aprieto su mano. “Solo una de las muchas razones.” Le doy un guiño.
Ella intenta sonreír. “Lo sé,” susurra y luego mira a Blake. “Te escucho.”
Él asiente levemente y continúa: “Le dije al detective que has temido por tu
vida y la de tu padre. Le dije que intervenimos para protegerlo y que
teníamos información de que Alejandro era un asesino a sueldo. Estábamos
preocupados por tu seguridad en la fiesta.”
“¿Qué información?” pregunta ella.
“Solo di que no lo sabes,” le digo. “Yo me encargaré.”
“Les dije que preguntamos y que no era difícil de descubrir.” Blake responde.
“Adrian y Smith dieron declaraciones sobre cómo te ayudaron a escapar
esta noche, Candace.” Él me mira. “Les dije lo mismo de ti pero quieren
escucharlo de ti.”
Yo arqueo una ceja. “¿Están seguros de que Alejandro mató a Gabriel o me
van a voltear a mirar?”
“Oh, no,” dice Candace rápidamente, agarrando mi brazo. “Por favor, dime
que no te van a culpar.”
“No,” responde Blake. “Alejandro fue directo a Gabriel en la entrada de la
mansión y le disparó. Está grabado. Estoy tratando de descubrir cómo
piensa salir libre.”
“No puede ser real,” murmura Candace. “Ningún asesino a sueldo sería tan
estúpido, ¿verdad? ¿Alejandro ha perdido la cabeza?”
“Supongo que hay un pago lo suficientemente grande y un viaje al
extranjero,” digo, “para que se pueda retirar sin complicaciones.”
“¿Eso significa que se acabó?” pregunta. “¿Era Gabriel el verdadero
objetivo?”
“No, cariño. Tag no mentía. Si él dijo que Alejandro vendría por ti, entonces
él vendrá por ti.” Miro a Blake. “¿Qué les dijiste que alertó a Candace sobre
la amenaza para ella y la vida de su padre?”
“El mensaje de texto que encontró amenazando a su padre y que por
supuesto, entregué. Y,” agrega, “ya que me he enterado de las
complicaciones que representa Pocher, tomamos el audio de él y Gabriel
hablando de matar a Candace y manipulamos la voz de Pocher. Lo
entregamos y se lo dijimos a la policía.”
“¿Con quién le dijiste que estaba hablando Gabriel?”
“No dijimos nada,” afirma Blake. “Simplemente dejamos eso como algo
desconocido para nosotros y para ellos.”
“Aún así van a hablar con Pocher,” le digo. “Y Pocher todavía nos verá
como un problema, a todos nosotros, Blake, y él no es un enemigo que
queramos tener.”
“Escuché que contactaste a Kane Méndez,” dice. “Pertenecí a la ATF en el
pasado. Conocí al padre de Kane Mendez, que era un pedazo de mierda,
pero conocí a Kane cuando era mucho más joven. Quería una vida
diferente. Su madre quería que él tuviera una vida diferente. Creo que lo
intenta, y creo que es un pacificador en su mundo de una manera que
nadie aprecia. Si él puede ayudarnos, yo lo ayudaré.”
Yo arqueo una ceja. “¿Cómo?”
“Descubre qué es lo que necesita.”
“No,” le digo. “No vamos a tratar así con ese hombre. Me debe un favor. Eso
es todo lo que necesita saber. No le daremos más. Simplemente aléjate de
todo lo que tenga que ver con Pocher cuando hables con cualquier
persona.” Cambio de tema. Lo que involucre a Kane, solo se tratará entre
nosotros. “¿Cómo le dijiste al detective que yo, y por lo tanto Walker, nos
involucramos en todo esto?”
“Tú y Candace volvieron a estar en contacto cuando te uniste a Walker. Ella
estaba asustada. La contactaste. Ella confesó sus miedos. Y nos
involucramos.”
Me volteo para ver a Candace. “¿Estás preparada para hacer la llamada
de una vez?”
“Quiero terminar ya, pero me siento incómoda. No estoy llorando. Me di
cuenta de que se fue, lo que me hace sentir como una persona de mierda.
Siento que el detective esperará que llore y habrá un funeral. Su padre está
en Europa. Su padre...”
Poso mis manos sobre sus hombros y la giro para que me mire.
“Tranquila, nena. Puedes hacerlo y yo estoy aquí para ti.
“El hombre estaba tratando de matarte,” agrega Blake, “y estás corriendo
por tu vida. No esperan que sientas nada más que miedo. Quizá se haga un
monumento conmemorativo, en una fecha posterior, por tu seguridad. Con
eso bastaría.”
“Tiene razón,” le digo. “No pienses demasiado en esto. Tú no lo mataste y yo
tampoco. No somos culpables de nada. Yo lo haré primero,” le ofrezco,
sacando mi teléfono de mi bolsillo. “¿Está bien?”
“Sí,” dice ella. “Realmente quiero terminar con esto.” Marco el número en la
tarjeta. “Bien. Te daré el teléfono después. Escucha lo que digo y respalda
mi historia.”
“¿No es muy temprano para llamar?” pregunta ella.
“Quería hablar con ustedes justo cuando aterrizaran,” dice Blake.
“Y es mejor dejar que su mente te procese y siga con su día.” Marco el
número y el detective Hines responde rápidamente. Me paso unos cinco
minutos hablando con él antes de que me pregunte: “Estás muy involucrado
en el caso,” dice. “¿Por qué atacarías al hombre que te contrató?”
“Los asesinos no protegen a las personas. Las matan. Nunca estuvo allí para
protegerlos. Y, francamente, ese idiota enfermo de Gabriel me importa una
mierda. Estamos mejor sin él, pero ese imbécil, Alejandro, persigue a
Candace. ¿Dime, tienes alguna pista de dónde está?”
“Lo estamos buscando, pero para ser un hombre que mató a Gabriel sin
preocuparse por quién vio y qué grabaron las cámaras, logró desaparecer
muy bien.”
Aprieto mis labios. “Porque ya no está allí. Probablemente esté en un maldito
auto viniendo para acá.”
“Hemos alertado a los lugareños que aparentemente conocen bien a
Walker. Blake Walker nos dijo que estás manejando sus detalles de
seguridad.”
“Por supuesto que sí, pero esto es lo que puedo decirte, detective. Mientras
buscas quién lo contrató, porque ambos sabemos que ese es tu enfoque, él
está buscando a Candace. Si la encuentra, estará muerto. Lo mataré, y solo
puedes culparte a ti mismo porque dejaste que sucediera. Si él la mata, te
mataré.”
“¿Estás amenazando a un oficial de policía?”
“Joder, claro que sí. Haz tu trabajo.”
Le entrego el teléfono a Candace, que me está mirando como si me
hubieran crecido cuernos. Blake también me está mirando como si me
hubieran crecido cuernos. “Joder, Savage,” dice molesto.
“Que se joda,” le respondo. “Lo dejaron escapar.”
“Dios, ayúdame,” murmura Candace antes de pegar el teléfono a su oído y
con calma, pero suavemente detalla todo lo que Blake le dijo que dijera.
Luego me devuelve el teléfono. “Él quiere hablar contigo.”
Tomo el teléfono “¿Sí?”
“Mira, tío. Lo entiendo. La amas. Y lo entiendo. Walker es como uno de
nosotros. Tu equipo está involucrado con nuestros equipos. Así que voy a
decirte la verdad.”
“Te escucho.”
“Por lo que vi en la cámara, si lo ves, será mejor que primero lo mates y
después preguntes.”
“¿Eso es un consejo profesional?”
“Es personal. Y lo negaré.” Él me cuelga.
“¿Qué te dijo?” Blake pregunta.
Exhalo y deslizo mi teléfono nuevamente en mi bolsillo. “Que se necesita un
asesino para matar a un asesino. Me llevo a Candace a casa para que los
dos durmamos unas horas.”
Blake me mira durante varios segundos antes de decir: “Muy bien. Memphis
está detrás del volante de una SUV afuera, esperándote. Él estará atento
mientras duermes. Y Kara y yo nos encontraremos en tu casa al mediodía.”
Memphis es un ex agente del FBI con el que he trabajado varias veces. No
me agrada pero tampoco lo odio, lo que probablemente significa que me
agrada. Odio a la gente bastante rápido y de manera intensa. “Que sea a
las dos en punto,” le digo. “Y trae el almuerzo.” Agarro la mano de Candace
y la beso. “Espérame mientras subo todo a la camioneta.”
Ella se abraza a sí misma y asiente. Unos minutos más tarde, estamos en la
parte trasera de la SUV, camino a nuestro departamento, y Candace está
pegada a mi lado. No estoy seguro de si la puse allí o si ella se puso así, pero
estoy seguro de que me siento mejor con ella a mi lado.
Cuanto más cerca esté de mí en este momento, mejor me sentiré.
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
Candace

Gabriel está muerto.


Estoy llena de una mezcla de sentimientos confusos, mayormente de culpa
porque siento alivio de que ya no pueda seguirme a mí ni a Rick. Él habría
venido tras nosotros. Nos hubiera matado. Habría matado a mi padre. Es una
lucha perversa de lógica y emoción, que gira y gira dentro de mí.
Y tengo mucho tiempo para todas esas cosas, ya que el viaje a la ciudad es
largo, el tráfico es pesado. También es silencioso, excepto por la radio,
Memphis (un chico country, grande y rubio de Texas igual que nosotros)
tiene música country en la radio, en ese momento suena la voz de Lee Brice
con ‘Rumor’. Solía escuchar esa canción y desear que Rick volviera a casa,
y todo el pueblo hablara. Ahora, todo el pueblo se está escondiendo o
muriendo, me pego más a su costado. La muerte tiene una forma de hacer
que te aferres a los que amas, y eso es lo que hago. En el viaje hasta la
ciudad, me aferro a Rick. Me quedo cerca de él. Lo acabo de encontrar de
nuevo y no quiero volver a perderlo. No puedo perderlo de nuevo.
La mano de Rick descansa sobre mi pierna, sus dedos me acarician
lentamente y es difícil explicar lo bien que se siente. De alguna manera, ese
toque suave, el toque de una mano talentosa que puede dar y quitar la
vida, con la misma facilidad, es una mariposa con alas de esperanza. En
este hombre, es mi futuro, y no creo que hayamos llegado tan lejos para que
nos sea despojado de nuevo.
Ahora cojo su mano y me la llevo a la boca, la beso, y cuando mis ojos se
encuentran con los suyos, le dejo ver la esperanza que me da, el amor que
despierta tan profundamente en mi alma. Su expresión se suaviza, él se
relaja. Puedo sentirlo y verlo. No importa qué tan fuerte sea, ni lo dañado
que esté por dentro, creo que también soy su mariposa.
En ese momento que compartimos, la tormenta dentro de mí comienza a
calmarse, el mundo se vuelve mucho más manejable. Cuando Memphis nos
lleva al frente de un edificio alto de piedra rojiza, estoy ansiosa por ver mi
nuevo hogar. Incluso hay un portero que toma nuestras maletas como lo
haría en un hotel. Y me permito experimentar la emoción, y sí, la esperanza,
que representa este nuevo capítulo de mi vida con Rick.
Una vez que estamos afuera del vehículo, en la fresca temperatura de
verano, Rick y Memphis charlan rápidamente sobre la vigilancia. Concluyen
cuando dicen que Walker va a estar vigilando. Eso es lo importante, y es
reconfortante, pero también lo es el nivel de monitoreo del edificio. No pasa
mucho tiempo antes de que entremos en un vestíbulo pequeño pero
elegante, con un escritorio a nuestra izquierda y ascensores justo más allá
del puesto de control.
En este lado del escritorio, hay un hombre calvo al que le calculo unos
cuarenta años, que usa un traje y un auricular.
Rick hace una pausa para saludar al hombre. “Cariño, este es Dandy Randy.
Es un tipo elegante con traje, y también sabe de kung fu. Lo reclutaríamos
para Walker, pero el tipo tiene acciones en este edificio. Él no se irá a
ninguna parte. Se va a asegurar de que estés a salvo y todos los imbéciles
se queden afuera. ¿Verdad, Randy?”
“Algunas acciones. Las suficiente para mantenerme leal, ya tuve suficiente
de los malos del Ejército. Lo sabes, Savage.” Su mirada se dirige hacia mí, sus
ojos se estrechan curiosamente, como con cautela, que por cierto, no
entiendo del todo. “En cuanto a mantenerla a salvo aquí en el edificio,”
agrega. “Siempre será así.”
“Bien,” aprueba Rick. “Porque ella vive aquí ahora. Y si me dice que sí, me
casaré con ella.”
Su conversación sobre el matrimonio solo hace que las alas de mariposa de
la esperanza se agiten más rápido mientras los ojos de Randy se iluminan y
sus labios se curvan. “Me atreveré a decir que eso significa que eres
Candace.”
Miro a Rick. Él sonríe. “Le dije que si alguna vez traía a una mujer a casa, su
nombre sería Candace. Si alguna vez me casara con una chica,
seguramente sería Candace.”
“Me ha estado diciendo eso cada vez que bebía, durante tres años,” me
asegura Randy.
“Maldito vodka,” murmura Rick.
Maldita sea con mi corazón, pienso. Se hincha con lo mucho que este
hombre me mantuvo en su corazón. La emoción me abruma.
“Rick,” susurro.
Él agarra mi mano y la besa. “Vamos a ver qué piensas del apartamento.”
Él mira a Randy. “Puedes…”
“Ya se están subiendo las maletas,” dice Randy, asintiendo. “Bienvenida al
edificio.”
“Estoy muy contenta de estar aquí,” murmuro. “Gracias, Randy.”
Rick desliza su brazo alrededor de mis hombros y caminamos hacia el
elevador. Una vez que estamos allí, y nuestro piso está marcado, Rick me
atrae hacia él, abrazándome. Su duro cuerpo al lado del mío es todo lo que
se necesita para que el infierno se convierta en cielo y el miedo se convierta
en anticipación.
Cuando el ascensor se detiene, me agarra la mano. “¿Lista?”
“Muy lista.”
Voy sonriendo mientras me lleva por un pasillo para hacer una pausa en
nuestra puerta. Lo abre pero antes de abrirlo, dice: “Recuerda. Podemos
vender este lugar y elegir algo solo para nosotros.”
“Solo abre la puerta, Rick. No puedo esperar para ver esta parte de tu vida.”
Alcanzo la puerta y él me abraza por detrás, se inclina sobre mí y murmura:
“No puedo esperar a que seas parte de mi vida.”
“No tienes que esperar. Ya estoy aquí.” Me giro para enfrentarlo. “Y no voy
a irme a ninguna parte.” Le sonrío. “Excepto al interior del departamento.”
“Te voy a cargar y nos iremos directamente a la cama.”
El ascensor suena y un hombre corpulento sale y viene hacia nosotros. ¿Es
otro asesino como Alejandro? Tomo aire y alcanzo la puerta, desesperada
por meterme al departamento, pero mis manos no funcionan. Rick abre la
puerta y me apresuro a entrar. Rick no me sigue. ¿Por qué no me sigue Rick?
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
Candace

Espero unos segundos, deseando que Rick aparezca en el vestíbulo del


apartamento, pero no lo hace.
Estoy en un pasillo y eso es todo lo que sé. Yo estoy aquí. Él no. Esta vez no
seré estúpida. Alcanzo mi bolso y mi arma, pero de repente él entra y baja
nuestras maletas. Patea la puerta y la cierra antes de que me atrape la
cintura y me pegue a su cuerpo.
“¿Qué acaba de pasar?”
“No lo sé. ¿Qué acaba de pasar?”
“Ned, nuestro vecino pasó corriendo por nuestra puerta, y el portero trajo
nuestras maletas. ¿Qué crees que pasó?”
“¿Ned?”
“Ned,” confirma. “Nuestro vecino que llegaba tarde a una reunión después
de pasar la noche en la casa de una chica. Estaba apresurándose para
cambiarse.”
“Oh.”
“¿Qué creíste que había pasado, nena?”
“Creo que veo asesinos en todas partes.”
Su expresión se tensa. “Soy un asesino, Candace. No sé si digo eso para
ofrecerte consuelo o si eso te va a causar más problemas.”
Los pelos se me ponen de punta. “Tú no eres…”
“Lo fui. Lo fui y lo sigo siendo. Maté a Tag sin pestañear. Maté a sus hombres
con un parpadeo aún menor. Todos eran asesinos, les pagaban mucho
dinero por sus habilidades y eran la tierra debajo de mis zapatos. En este
momento, necesito que uses lo que te digo para sentirte segura. No dejaré
que nadie, por más hábil que sea, te haga daño.”
“Estoy bien. Fue un momento extraño. Esto es nuevo para mí y yo… no eres
un maldito asesino.” Intento alejarme de él, concentrarme en el
apartamento, pero él me agarra de la mano y me atrae hacia él.
“¿Sabes por qué Kane Méndez me debe un favor?”
Levanto una mano. “No quiero saber.”
“Necesitas saber quién soy antes de decirme de nuevo que me amas.”
“No empieces con esto de nuevo. Estoy aquí, en Nueva York. No voy a
escucharte tratar de asustarme. Ni siquiera puedo hacerlo. Me asusta. Me
hace sentir inestable. Te amo. Ya lo dije. Te amo, Rick Savage.”
“Pocher hizo que violaran a su mujer, y se suponía que también la matarían.
Ella sobrevivió, pero era un cabo suelto, por lo que Kane intervino. Hizo que
Pocher pensara que su hermano fue secuestrado por un rival del cartel de
Méndez. Pocher tuvo que ir a pedirle ayuda a Kane. Kane acordó ayudar si
Lilah estaba fuera de los límites. Yo era el cartel rival. Mantuve prisionero al
hermano de Pocher y le corté el maldito dedo y así se lo devolví a Pocher.”
Se me ponen los pelos de punta de nuevo. “Pocher la violó y quiso matarla.
¿El hermano de Pocher era igual de monstruo que él?
“Sí, pero…”
No dejo que termine. “Sin peros. No matas ni lastimas a las buenas personas
porque, maldita sea, Rick Savage, tú eres una buena persona.” Presiono mis
dedos contra su pecho al decírselo.
“Dios mío, mujer, debes amarme muchísimo.”
“Lo hago. Te amo demasiado ¿Cuándo te va a entrar eso en tu cabezota?”
“¿Cuándo te despertarás a mi lado y te preguntarás qué coño estabas
pensando?”
“Me desperté sin ti durante años y me pregunté qué demonios estaba
pensando. ¿Sabes por qué? Porque pensé que estábamos enamorados y
aún así te habías ido. Y sí estábamos enamorados, y estamos enamorados,
y ahora estamos juntos de nuevo, así que cállate y muéstrame el
apartamento.” Intento alejarme, pero él me agarra de nuevo.
Su mano está en la parte posterior de mi cabeza, su rostro cerca de mi rostro,
su cálido aliento sobre mis labios. “¿Qué me calle y te muestre el
apartamento?”
“Sí, maldita sea. Muéstrame nuestro departamento, Rick Savage, porque no
me voy a ir. Nunca. No sin ti.”
Su boca se estrella contra la mía, y con la primera caricia de su lengua, me
derrito y él me pone contra una pared. Sus manos acarician mi cuerpo, y las
mías están debajo de su camiseta, la sensación de la piel tensada sobre
músculos duro crea un bajo ardor en mi vientre. Lo deseo. Lo quiero tanto
que apenas puedo soportarlo, pero él se aleja, sus labios dejan los míos. Estoy
jadeando cuando murmura: “No tienes idea de cuántas ganas tengo de
estar dentro de ti en este momento.”
“Entonces, ¿por qué no lo estás?” Lo desafío.
“Ya estás en casa. La próxima vez que esté dentro de ti, quiero que sepas
que estás en casa.”
“Estaba en casa en el momento en que te vi de nuevo, Rick Savage.”
Me agarra la mano. “Quiero que veas el departamento.” Su mano libre está
en mi cara, y me besa de nuevo, una rápida caricia con su lengua antes de
que pegue su mejilla con la mía, y su boca esté cerca de mi oído. “Entonces
te llevaré a la ducha, te enjabonaré y lameré ese dulce lugar entre tus
piernas hasta que tiembles con solo mi lengua.” Él se aleja. “¿Tienes algún
problema con eso?”
“No,” susurro, casi gimiendo de solo pensarlo. Estoy mojada. Ya lo estoy
esperando. Tiemblo mientras le digo: “Ninguno.”
Él sonríe y pega su cuerpo con el mío. “Bien. Entonces hagamos un
recorrido.” Me gira y me hace ver el resto del departamento. “Ve a explorar,
nena, para que yo pueda explorarte más tarde.” Me da una nalgada y yo
grito, pero sonrío cuando me apresuro a desaparecer, de repente muy
ansiosa por ver el apartamento.
Entro en una habitación increíble que es, bueno, increíble. Lo asimilo todo,
lo absorbo con mis ojos. Los pisos tienen un acabado en espiral gris y marrón,
casi de concreto. Los techos son bajos con vigas de madera en el centro.
Las ventanas van del piso a techo y dan una vista impresionante de la
ciudad, mientras que la sala de estar es de cuero gris elegante. Supongo
que hay una escalera de acero que conduce a la habitación de arriba. Y
está la franja de piso más única, fresca y transparente que expone la tubería
industrial decorativa y sirve para dividir la sala de estar de la cocina. Y la
cocina es otro nivel de increíble. Hay una isla gigante, es larga y ancha,
hecha de madera que combina con el marrón en el piso y los gabinetes.
Todavía estoy asimilando todo cuando las manos de Rick se posan sobre mis
hombros, cálidas y fuertes, mientras se inclina cerca, acariciando mi cuello.
“Podemos venderlo si no te gusta.”
Giro en sus brazos. “Me encanta. Es impresionante. Es un apartamento de
fantasía. ¿Cuánto tiempo lo has tenido?”
“Un año después de que me uní a Walker. Venía de un gran día de pago,
un día de pago legítimo. Nada con Tag se sentía legítimo. Vivía en una casa
de mierda y Blake se enteró de este lugar, un tipo de Wall Street lo había
construido a medida y al final no lo usó. Cuando lo vi, lo primero que pensé
fue: ¿qué pensaría Candace?”
“Lástima que no llamaste y me pediste que viniera a verlo en persona.”
“Bueno, como dijiste, el tiempo que estuvimos separados, nos hizo quienes
somos ahora, quienes necesitamos estar juntos. Y Walker me ayudó a
encontrar un camino para volver a ser humano. Necesitaba ser eso para ti.”
Mis dedos se enroscan alrededor de su camiseta y lo miro. “Siempre fuiste
humano.”
“No, nena. Perdí esa parte de mí pero no la volveré a perder. No mientras te
tenga a ti y que Dios los ayude a todos, incluido a Pocher, que intenta
quitarte de mi lado.” Me toma de las manos. “Vamos a ver la habitación.
Tengo uno de esos colchones lujosos que te gustan.” Me lleva con él. “Y
nadie más ha estado en esa cama, excepto yo, y ahora, tú.” Me levanta y
me arroja sobre su hombro, y me río mientras me arrastra por las escaleras.
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
Candace

Todavía me estoy riendo cuando Rick me tira a la cama y cae encima de


mí, pero de alguna manera mi mente vuelve a lo que acaba de decir: No
mientras te tenga a ti. Ese es su límite. Es humano si me tiene y solo si me tiene
a mí. Se inclina para besarme y presiono mi mano contra su pecho. “Si algo
me pasara…”
“No...”
“Escúchame, Rick. Si me pasa algo, necesito que me hagas una promesa.”
“¿Que me iré contigo?”
"Que no te irás conmigo. Que salvarás vidas por mí. Que honrarás nuestro
amor salvando vidas. No digo que seas cirujano, pero no te caigas al
abismo. No te conviertas en un asesino.”
“Ya soy un asesino.”
“Maldita sea, Rick. Lo digo en serio. No puedes terminar así.”
“Cariño, tú eres mi principio y mi final.”
“Prométemelo. Si pasa algo...”
“No va a pasar nada.”
“Rick,” insisto.
Sus labios se tensan. “Te honraré a ti y a nosotros, siempre.”
El alivio me invade y sonrío. “¿Qué hay de esa ducha? Y lo de enjabonar
y...”
“No necesito que me lo digas dos veces.”
Me levanta y me lleva al baño que es gloriosamente hermoso, con una
enorme bañera ovalada, una ventana con vista a la ciudad y una ducha
de granito. No nos lleva mucho tiempo terminar en esa ducha, bajo la
corriente del agua. Tampoco pasa mucho tiempo antes de que nos estemos
enjabonando, y mi mano esté explorando sus tatuajes, su boca en mis
pezones. Ni demasiado tiempo antes de que me esté besando y pasando
sus manos por todo mi cuerpo. Me presiona contra una esquina y se
acomoda sobre una rodilla, su lengua lame entre mis muslos. Me rompo en
mil pedazos rápidamente. ¿Cómo no voy a hacerlo si tengo a este hermoso
hombre lamiéndome? Y entonces, se pone de pie de nuevo, y la atmósfera
cambia, la parte oscura de Rick, está presente y yo me doy cuenta.
“Quiero saber a ti por el resto de mi vida,” murmura, su voz ronca, áspera, y
apenas puedo respirar hasta que me besa, un beso intenso, como una
droga y tan posesivo que es como si gritara lo que quiere decir. Me desea.
Me necesita. Se está desmoronando por dentro y por fuera.
No lucho contra su parte más oscura, nunca lo hago, de hecho, le doy la
bienvenida a esta parte del hombre que amo. Me deleito en ser su forma
de escape, de sobrellevar, cuando tiene esa llama ardiendo dentro de él.
Me voltea hacia la pared y presiono mis manos contra ella. Se cierne sobre
mí y sé que todo esto es sobre control, de su necesidad de tenerlo. Se lo
quité cuando hice que dijera esa promesa. La idea de que muera es la
máxima pérdida de control. La idea de que él podría morir es la misma para
mí. Necesito dejar de pensar tanto como él necesita ese poder, ese control.
Su mano se desliza sobre mi trasero, un escalofrío de anticipación se desliza
por mi piel húmeda, y lo miro. “Hazlo. Hazlo.”
Me da una nalgada, de manera suave, una promesa de más que hace que
mi sexo se contraiga y mi espalda se arquee. “Hazlo,” grito. “Rick, yo...” Gimo
cuando sus dedos se deslizan entre mis piernas, luego su polla gruesa y dura
se presiona contra mi sexo. Sus labios encuentran mi oído. “No te vas a ir.” Es
una orden posesiva, y después de decirla me vuelve a dar una nalgada,
esta vez con más fuerza. “Nunca.”
“Tú tampoco,” le digo, y luego él está dentro de mí, expandiéndome,
llenándome, una mano en mi pecho, la otra, dándome nalgadas. Él empuja
dentro de mí, y su mano cae sobre mi nalga. Gimo de puro placer. La
sensación punzante que me da su mano y la explosión de terminaciones
nerviosas mientras me penetra me deshace. Me deshace.
Sus dedos pellizcan mi pezón y su mano baja nuevamente, su polla
golpeando profundamente dentro de mí al mismo tiempo. Una y otra vez, él
lo repite, y justo cuando creo que podría caer en el orgasmo, él se sale y me
gira para que lo vea. Me agarra la pierna, la levanta hasta su cadera, y
luego no está solo dentro de mí, también me está besando como si nunca
más me pudiera besar. Explotamos como si fuéramos un fuego incontrolable
y nos disolvemos en pasión. Cuando nuestros cuerpos se quedan quietos, y
Rick baja mi pierna, pasa su mano sobre mi cabello mojado e inclina mi cara
hacia la suya.
“No, no prometo salvar al puto mundo si mueres. No tienes excusa para
morir. Si mueres, volaré el jodido mundo. No es negociable.” Me besa de
nuevo y camina hacia la puerta de la ducha y sale.

***
Savage
Ella no va a morir.
Punto final. Ese es el único final que acepto. Agarro una toalla y la envuelvo
alrededor de mi cintura. Sale de la ducha, su cuerpo desnudo brilla por las
gotas de agua, y a pesar de lo duro que la monté, podía hacerlo de nuevo
fácilmente. Pero no es el momento.
“Rick…” Ella comienza su discurso, pero no lo escucho.
Ya agarré una toalla del estante y la envuelvo con ella. “Necesitamos
descansar mientras podamos.”
“No puedes usarme como una excusa para convertirte en un monstruo.”
“Y tú no puedes usar una promesa que no cumpliré para morir. Nunca haré
una promesa que requiera que mueras para que la cumpla. No pelees
conmigo por esto. Porque va a ser una pelea. Vamos a descansar. Los dos
lo necesitamos.” No le doy tiempo para discutir. La cargo y la llevo al
dormitorio. Se rinde con la pelea, al menos por ahora, y yo agarro el control
remoto en la mesa de noche para oscurecer las persianas de las ventanas
desde el techo hasta el piso. Antes de acostarme, envío un mensaje de texto
y ese mensaje es para Kane Mendez: Necesito verte hoy, después de las
cuatro. Nombra el lugar y la hora y estaré allí.
Pongo la alarma para darnos dos horas a partir de ahora y luego me doy la
vuelta hacia Candace, que está frente a mí, esperándome. Mi mano se
posa en su rostro. “¿Qué opinas de la cama?”
“Estás encima de ella. Es perfecta.”
“¿Cansada?”
“Nerviosa.”
No pregunto por qué. Nos quedan dos enemigos por combatir: un asesino
en Alejandro y el hombre que sospecho que contrató a ese asesino en
Pocher. “No lo estés. Estás durmiendo con el enemigo de tu enemigo, y él te
ama muchísimo.” La atraigo hacia mí, su espalda contra mi pecho y
envuelvo mi cuerpo alrededor del suyo. “Duerme, nena. Tengo un plan. Sólo
espera a ver.”
No me pregunta cuál es el plan, lo cual es bueno porque dudo que quiera
escuchar mi respuesta. Que sería matar a todos los que están en nuestro
camino si eso es lo que se necesita para terminar con esto.
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
Savage

La alarma que puse comienza a sonar y yo tomo mi teléfono para silenciarla.


Candace se acurruca más en su almohada y murmura: “Regresa.”
Sonrío, me inclino y beso su cuello, pero también reviso mis mensajes y no
encuentro nada de Kane. ¿Qué demonios? Acomodo la manta más
cómodamente alrededor de Candace y camino al baño y luego al armario.
Cinco minutos después, estoy vestido con pantalones cargo y una camiseta
con botas de combate, listo para hacer lo que tenga que hacer hoy para
terminar con esta mierda. La mierda no tiene vida útil. Se pone punto final.
Me lavo los dientes y salgo sigilosamente del dormitorio para bajar las
escaleras. Una vez que estoy allí, llamo a Kane para sólo escuchar su buzón
de voz, “¿Qué diablos, Kane? Llámame.” Cuelgo y preparo café porque sí,
son las dos de la tarde, pero a mi nena le gusta tomar café todo el día y mi
nena va a tener su café.
Para cuando se está preparando, llamo a Kane nuevamente y esta vez dejo
un mensaje amistoso. “¿Qué demonios, Kane? De verdad. Qué. Demonios.”
Sirvo una taza de café y luego llamo a Asher, después a Adrian y Smith,
buscando conocer sus perspectivas, y todos dicen lo mismo, creen que
Alejandro ya no está en Texas. Todos creemos que viene para acá. Pongo
el teléfono en la isla, y paso mi dedo por el mismo lugar, vuelvo a reproducir
lo que Tag me dijo antes de morir, y considero la conexión que tienen Tag y
Pocher. Hay una conexión, estoy seguro, algo que mi instinto ha estado
clamando pero mi mente lo reconoció hasta este momento. Blake también
necesita hacerlo.
Estoy a punto de llamar a Blake para confirmar que ya está en camino
cuando Candace baja las escaleras corriendo. Vestida con jeans y un suéter
rosa, su cabello cae en ondas largas, suaves y naturales.
“¿Por qué no me despertaste?” pregunta Candace, mientras camina para
cruzar toda la habitación. “Ya son casi las dos. ¿Blake no va a llegar a las
dos?” Se detiene a mi lado, se pone de puntillas y me muestra su brillante y
rosa boca, que beso felizmente.
“Te pones de mal humor cuando no duermes,” le recuerdo. Ella se ríe. “No
es cierto.” Mira la cafetera y su expresión se ilumina. “Hiciste café.”
Elevo mi ceja. “Y no me pase de cucharadas.”
Ella sonríe y camina hacia la tetera, abriendo el gabinete superior.
“Rick, tienes dos tazas si contamos en la que estás bebiendo.” Me giro para
apoyarme en la isla y mirarla. “Tenemos dos tazas. Supongo que sería bueno
que fuéramos de compras.”
“Sí. Tenemos que ir de compras. Y necesito hacer algo de trabajo. Me
comprometí con un proyecto que no he terminado. Una vez hecho eso,
puedo hacer todo el trabajo por contrato.”
“¿Cómo te sientes al respecto, nena?”
“Bien, en realidad.” Se apoya en el mostrador, frente a mí, con la taza en la
mano, su dedo anular desnudo, ruega por un anillo…mi anillo. “Ahora puedo
tomar los proyectos que más me atraigan,” dice. “Podría ganar un poco
menos al principio, pero al final, ganaré más.”
Me alejo de la isla y me paro frente a ella, levanto la mano que tiene
alrededor de su taza y me la llevo hacia mis labios, bebo. Mis ojos se
encuentran con los de ella y el calor entre nosotros se incrementa. El tipo de
calor que puede poner a un hombre de rodillas, al menos este hombre. “Es
mucho mejor porque eres tú la que está agarrando la taza.”
Ella me da una sonrisa tímida y sexy. “¿Sí?
“Sí, nena. Y no necesitas preocuparte por el dinero. Tenemos un montón de
eso y quiero decir de verdad, un montón. Podemos viajar por el mundo en
busca de nuestra inspiración arquitectónica o trabajar si así lo quieres.
Siempre quisiste ver las pirámides.”
“Sí,” dice ella. “¿Tú ya lo hiciste?”
“No íntimamente.”
“Pero ya las viste.”
Le acaricio la mejilla. “No suenes tan decepcionada. Vi muchas cosas que
habrían sido mejores contigo. Serán mejores contigo. Y como beneficio
adicional para nuestros viajes, ya sé cómo decirle a alguien que se ‘vaya a
la mierda’ en aproximadamente siete idiomas. Solo puedo hablar tres, y solo
dos de esos bien, pero ‘vete a la mierda’…eso sí que sé decir.”
Ella se ríe y suena el timbre. “Debe ser Blake. Está en mi lista. Cualquiera que
no lo esté, no puede subir aquí a menos que el portero nos llame y nosotros
autoricemos la visita.”
“¿A menos que sea un asesino que sepa cómo esquivar todo eso?” Ella trata
de decirlo como una broma, pero su voz se eleva y su tono es sombrío.
Acuno su cara entre mis manos. “Dile que entre. Estoy esperando.” La beso
y me dirijo hacia la puerta.
Blake y su esposa Kara, están solos y sosteniendo bolsas de comida. “Trajimos
hamburguesas de Joe's,” dice Kara. “A ella le gustan las hamburguesas,
¿verdad?”
Kara es una bella morena que no solo es ex-FBI, ella maneja un arma tan
bien como nosotros, los hombres de Walker. Me imagino que ella y Candace
se llevarán bien y prefiero que Candace tenga amigos que puedan matar
al enemigo mientras estén charlando.
“Pregúntale tú misma,” le digo, señalándole que entre al departamento,
para poder hablar con Blake.
“Grosero”, dice Kara, “pero al menos podrá escoger su hamburguesa antes
de que ustedes dos bestias se la coman.” Ella se apresura hacia el
departamento y Blake se acerca “Nada. Alejandro simplemente
desapareció. Revisé todos los medios de transporte, y tenemos las cámaras
de todo San Antonio. Se fue caminando después del tiroteo y nadie lo ha
visto desde entonces.”
Froto la sombra de vellos en mi mandíbula que nunca llegué a afeitarme y
maldigo. “Tal vez tomó el dinero y huyó,” dice Blake.
“No lo hizo,” le digo, y ya no digo más, él tampoco.
Candace y Kara están sentadas en la isla una frente a la otra, cada una con
una hamburguesa y papas fritas frente a ellas, conversando. Sí. Esas dos van
a ser muy buenas amigas. Eso funciona, pero la distracción que brinda una
nueva amistad no le dura mucho a Candace. En el momento en que
llegamos con ellas en nuestros respectivos lados, la atención de Kara está
sobre mí. “Escuché que tenía antojo de hamburguesas. Leo mentes y tengo
buenas noticias, que ya le di a Candace. Kelly me llamó por video llamada.”
Yo arqueo una ceja. “¿Y?”
“Max estaba con ella. Está vivo. Yo también hablé con él. No sabía cómo
contactarte y tuvieron que dejar las comunicaciones. Dijo que te debe
una.”
“¿Le dijiste que Tag estaba muerto?”
“No. En ese momento no lo sabía.”
Hablamos mientras le damos mordidas a nuestras hamburguesas por un rato
antes de que Candace pregunte: “¿Cómo está mi padre?”
“Bien,” dice Blake, buscando una segunda hamburguesa, mientras yo hago
lo mismo.
“Voy a llevarlo a una casa de seguridad, solo hasta que sepa que esto ha
terminado.”
“¿Creen que es un objetivo?” pregunta, lanzándome una mirada llena de
preocupación.
“Tag te quería a ti, a Gabriel, a tu padre y a mí muertos,” le digo. “Hasta que
Alejandro esté muerto y me haya encargado de Pocher, él estará mejor en
una casa de seguridad.”
“¿No puede quedarse aquí conmigo?” pregunta Candace
“No hasta que lo haya interrogado,” dice Blake, salvándome de responder
esa pregunta. Tengo problemas con ese hombre. No puedo concentrarme
en ponerle fin a esta amenaza y en él, no cuando él y yo tenemos historia y
eso terminó separándonos a Candace y a mí.
“Háblame de Pocher,” dice Blake, mientras se come una papa. “Tag quería
que aquellos que pudieran exponer su operación murieran. Lo entiendo.
Pero Pocher ya está fuera de esto. Gabriel está muerto. Su participación
también está muerta.”
“Incorrecto,” digo y procedo a contarles a todos los demás los puntos que
conecté mientras me hacía mi café. “Primero,” les digo. “Pocher es el que
contrató a Alejandro para proteger a Gabriel. Supuestamente, Tag le pagó
para que se volviera contra Gabriel, pero Pocher es la Sociedad. Son el
estado profundo. No es nada inteligente ir en contra de la Sociedad.”
“¿Crees que Pocher quería matar a Gabriel?” pregunta Kara. “¿Pensé que
era su futura estrella presidencial?”
“Lo era”, le digo. “Pero tenía trapos sucios. Muchos trapos sucios. Nunca
tuvimos la oportunidad de derribarlo, pero lo habríamos hecho. Pocher
podría haberse enterado fácilmente de eso y hubiera querido cortar los
hilos.” Levanto una papa para enfatizar. “Piénsalo. Incluso ahora, si sale esa
ropa sucia, Pocher se vería mal.”
“¿Pero matarnos a todos?” dice Candace. “¿Eso no hará que todos los ojos
vayan hacia él?”
“Esa es la belleza de todo esto,” respondo. “Tag pensó que lo había
preparado todo. Pero Tag era el chivo expiatorio. El problema para nosotros
ahora es que yo también soy un problema para Pocher. Tiene que
deshacerse de mí de una manera que no haga que Walker empiece a
investigar.”
“Maldita sea, entonces tenemos que derribarlo,” dice Blake, acabándose su
hamburguesa y tirando su papel en la bolsa. “Estoy seguro de que puedo
hackear un millón de secretos sobre ese hombre.”
“No tenemos que hacer ni una mierda,” le digo. “Walker se tiene que
mantener alejado de esto por una razón. Él te lastimará. Solo quédate quieto
y déjame a mí manejarlo.”
“No abandonamos a nuestros hermanos,” dice Blake.
“Estoy de acuerdo,” agrega Kara.
“No puedes ganar una guerra en contra de la Sociedad,” le digo. “No seas
idiota.”
“Kane Mendez puede, ¿pero nosotros no?” pregunta Blake, desafiante.
“No tienes conexión a un cartel que corta cabezas y las deja en la frontera.”
“Oh, Dios mío,” dice Candace. “No podemos dejar que nos ayude alguien
que corta cabezas.”
“El cartel.” Aprieto su rodilla. “No él.”
El celular de Candace suena en el bolsillo de sus jeans. “No tengo idea de
quién me puede estar llamando.” Ella lo agarra y mira la pantalla. “Es un
número desconocido.”
Blake y yo nos miramos antes de decir: “Responde con el altavoz.” Ella
asiente y presiona el botón.
“¿Hola?”
“Candace. Habla Ted Pocher.”
Sus ojos buscan a los míos, tomo su mano y le doy un gesto para que
continúe. “Hola. ¿Supongo que ya sabes lo de Gabriel, no?”
“Sí. Me enteré. Una terrible tragedia. También escuché que estabas aquí en
la ciudad de Nueva York. Deberíamos vernos. Hablemos sobre el funeral y
sobre tu futuro. Y antes de responder, sé que Rick Savage no estará de
acuerdo con esta idea. Dile que venga contigo. Te enviaré un mensaje de
texto con mi dirección. Llega a las seis.” Y cuelga.
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
Savage

“¿Qué acaba de suceder?” pregunta Candace. “¿Qué fue eso?”


“Una trampa,” respondo. “Una que le vamos a devolver.” Ya estoy
marcándole a Kane. Y agrego: “Dale a Blake la dirección que te envíe,”
mientras escucho el timbre del teléfono que me lleva al correo de voz de
Kane. Enojado como una abeja que acaba de ser picada por su propio
aguijón, le cuelgo.
Candace desliza su teléfono frente a Blake, que ahora tiene su MacBook
abierta frente a él, y luego de presionar algunas teclas de su computadora,
dice: “El lugar de reunión es un club de cigarros y whisky exclusivo para
miembros.”
“Por supuesto que lo es,” murmuro. “Necesito el número de Lilah Love. Ella
es la prometida de Kane.”
Blake vuelve a trabajar en su laptop y luego me mira. “¿Es una agente del
FBI?
“Sí,” confirmo. “¿Cuál es su número?"
"Él es Kane Mendez, y ella es…”
“Lilah Love, joder” le digo. “¿Cuál es su número?”
Blake hace una mueca. “Esto se vuelve más jodidamente complicado a
cada segundo.” Él presiona varias teclas. “Te lo envié por mensaje de texto.”
Levanto el número y presiono el botón de llamada. Lilah responde al primer
timbre. “Agente especial Lilah Love.”
“Necesito contactar a Kane.”
Ella se ríe. “Y yo necesito seguir un camino amarillo con una hilera de M&M
para atrapar a los malos, pero en su lugar solo sigo rastros de sangre. Él no
está aquí, no soy su guardiana, y este no es un buen momento para que te
explique ese hecho tan obvio.” Ella cuelga.
Maldigo y la llamo de nuevo. La llamada va directo al correo de voz. Quizá
también tenga que matarla. Y al jodido Kane Mendez. Miro a Blake.
“Necesito que hagas esa maldita magia que haces y uses su teléfono, o la
base de datos del FBI, o lo que sea que necesites hacer, para decirme
dónde está en este momento.”
Se me queda viendo varios segundos. “¿Cuál es el plan de Pocher?”
“Que todos terminemos muertos. Necesito la maldita dirección.”
Blake hace una mueca. “¿Estás seguro de que este es el camino correcto
por seguir, Savage?”
“Es el camino amarillo con M&M,” digo. “Necesito esa maldita dirección.”
“¿Qué pasa si Kane no ayuda?” Kara pregunta. “¿Cuál es el plan B?”
“Yo mato a Pocher, Kane, Alejandro y agregaré algunos más a la lista.”
Le doy a Blake una mirada fija. “Detén el baño de sangre. Dame la
dirección.” Los labios de Blake se presionan, y murmulla ‘joder, joder, joder’,
que es más o menos su lenguaje para expresar amor, odio, frustración y que
necesita un refrigerio, por lo que he observado, y entonces empieza a
teclear en su computadora.
Satisfecho de que se puso a trabajar en ello, levanto a Candace de la silla
y hago que voltee hacia las escaleras. “Ve por tu bolsa, pistola y una
chaqueta.”
“Debería quedarse con nosotros,” dice Kara. “La mantendremos a salvo.”
“Tú te quedas conmigo,” le digo a Candace, en su oído. “Ve, ahora.
Apúrate.”
Ella se apresura hacia las escaleras y me giro para mirar a Kara. “Ella viene
conmigo.” Ni siquiera me molesto en empezar a decirles que necesitan
alejarse de esta parte de la historia antes de que la Sociedad los marque
como blanco. Ni les digo lo cerca que ya están de serlo. Porque no les
importará. Así de tercamente leales son, y es exactamente por eso que
tengo que salvarnos a nosotros y a ellos.
“Te envié la dirección,” dice Blake. “Espero que no sea un error.”
Tengo que salvarnos a nosotros y a ellos, repito en mi mente, y otra situación
empieza a taladrar en mi mente, una que ya no puedo ignorar. No cuando
está en manos de Blake. Me inclino más cerca y suavizo mi voz. “Su padre.”
Sus ojos se estrechan. “¿Qué pasa con él?”
“Hice muchas misiones sangrientas y cuestionables para Tag. Y tomé los
trabajos porque él me pidió que lo hiciera. Porque lo respetaba. Las órdenes
que llegaron a Tag decían GM, que creía que significaban General Marks,
pero podrían haber significado Gabriel Manning, no sé qué vino de quién,
ni cuándo ni de dónde.”
“¿Crees que el general violó las leyes a sabiendas?”
“Todo lo que sé es que el general y Gabriel se conocían lo suficientemente
bien como para que Gabriel le temiera. ¿Qué pasa si pensó que podría
controlar al general porque el general tenía tanto que perder como él? Y
quizá entonces el general vio la verdadera cara de Gabriel y decidió que
su hija era un precio demasiado alto para pagar.
“Pero todavía tendría secretos que esconder,” asume Kara.
“Exacto,” le digo. “Y no estoy seguro de a dónde nos va a llevar eso, pero
debes tener cuidado con él. No sé de lo que es capaz ni quién más podría
quererlo silenciado.”
“Estoy lista,” dice Candace, bajando rápidamente las escaleras.
Me enderezo, listo para dirigirme a la guarida del león, así va a ser el resto
de este día, mientras echo fuego de dragón sobre el maldito Ted Pocher.
Justo después, o antes, cualquiera de las dos, no tengo preferencia en el
orden, de que le abra la garganta a Alejandro.
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
Savage

Unos minutos más tarde estamos en una camioneta Escalade con Memphis
detrás del volante. “Sin duda, si entramos en el club, no nos matará así nada
más,” dice Candace.
“Suena como el comienzo de uno de los chistes malos de Savage.” Dice
Memphis por encima de su hombro.
Tiene razón. Lo hace, pero no tengo material para seguir el chiste. “No,”
concuerdo. “Pocher no nos matará así nada más.”
“Entonces, ¿por qué invitarnos allí si quiere matarnos?” pregunta Candace.
“¿Qué es lo que quiere?”
“Según nosotros, quiere ordeñarnos como vacas a punto de ir a pastar.
Quiere cualquier información que tengamos que pueda lastimarlo. Todo se
trata de su propia preservación. Intentará hacernos sentir que viviremos si
montamos y morimos con él.”
“Y luego nos matará.”
“Y luego lo mataré.”
“Houston, tenemos un problema,” dice Memphis. “Parece que nuestra
carretera está bloqueada.”
Me inclino hacia delante para mirar el bloqueo creado con barricadas de
madera, cinta amarilla y policías. Obviamente, Lilah no estaba mintiendo
acerca de que era un mal momento, pero voy a hacer que sea uno bueno.
“Solo detente aquí,” le digo. “Caminaremos.” Se pega a la acera y se
detiene. Abro la puerta y salgo, ofreciéndole a Candace mi mano, para que
salga del vehículo.
“¿Podemos atravesar el bloqueo?”
“No tenemos que atravesarlo,” le digo. “Solo tenemos que convencer a Lilah
Love de que lo haga por nosotros.”
“¿Y cómo hacemos eso?”
Meneo una ceja. “Tengo mis medios.” Agarro su mano y la llevo a través de
la multitud, hacia una parte del bloqueo. Identifico un objetivo, un oficial de
policía de guardia regordete, de mejillas rojas, que vigila a los curiosos que
se cuelgan frente a él de izquierda a derecha.
Uso mi figura de jugador de fútbol americano para empujarnos a un lugar
directamente en frente del policía. Una mujer pequeña se empuja a nuestro
lado. “¡Mi esposo! Mi esposo. ¡Necesito ver a mi esposo!” Ella comienza a
sollozar y luego se desata el infierno. Ella trata de pasar la barricada. El
policía la agarra del brazo y ella lo abofetea.
“Auch,” murmuro, sintiendo el ardor, y ni siquiera me había tocado a mí.
También veo una oportunidad y me agacho bajo la cinta amarilla,
llevándome a Candace conmigo.
“Esto parece una mala idea,” dice Candace mientras caminamos entre dos
patrullas estacionadas.
“No pasa nada, nena. No pasa nada.” Salimos de la zona de los autos y
observo la cinta colocada alrededor de la puerta de un edificio. Ahí es
donde encontraremos a Lilah Love y me dirijo hacia ese lugar, con Candace
a mi lado.
Acabamos de llegar al borde de esa cinta, cuando una morena de no más
de metro y medio, vestida con jeans y una chaqueta, sale del edificio, con
un oficial detrás de ella. Ella se gira para mirarlo. “¿Entiendes las palabras
que salen de mi boca?”
“Agente Love…”
“Contaminaste la escena. Sal.”
“Agente…”
“¿Conoces la diferencia entre una manzana y una naranja?” El policía se
sorprende. “Por supuesto que sé la diferencia entre una manzana y una
naranja.”
“Entonces puedo asumir que conoces la diferencia entre quedarse e irse.
Vete.” Ella le hace un gesto a otro policía. “Sácalo de aquí.”
Los hombros del policía que jodió la escena se alzan, pero él se gira y se
aleja. La agente Love se vuelve hacia la puerta del edificio.
“Agente Lilah Love.” Se voltea al escuchar su nombre y mira en nuestra
dirección, cerrando el espacio entre nosotros.
“¿Quién eres tú?” exige saber. “¿Y por qué estás dentro de mi escena del
crimen?”
“Rick Savage,” le digo.
”No pedimos un stripper.” Ella sonríe y mira a Candace. “Siempre quise decir
eso a alguien más. ¿Quién eres tú?”
“Candace…”
“¿Vas por el mundo como Candy Savage? Ese es un excelente nombre de
stripper.”
“Porque, maldita sea, ¿Lilah Love no es un excelente nombre de stripper?”
le contesto.
Candace se ríe. “Ella tiene razón, Rick. Realmente suena como un nombre
de stripper.”
Lilah mira entre nosotros y luego me da una mirada inexpresiva.
“¿Qué quieres?”
“Necesito contactar a Kane.”
“Te dije por teléfono que no soy su guardiana.”
“¿Solo la mujer que comparte su cama y por la que él mataría?”
“Él comparte mi cama y yo mataría por él,” corrige. “Lo que no me convierte
en su gerente de negocios.”
“Se suponía que debía encontrarse conmigo hoy,” le digo. “Llamalo. Díle
que Savage...”
“No puedo llamarlo. Está lidiando con una situación inesperada. Él te
llamará cuando todo esté contenido.”
“Eso es inaceptable.”
Lilah cruza los brazos frente a ella y solo me mira.
“Dile,” continuo, “que le dispare al hijo de puta que le está dando problemas
y que me llame ya.”
“A diferencia de mí, y aparentemente de ti, Kane no solo le ‘dispara al hijo
de puta’. Pero yo sí lo haré. Especialmente a ti.” Ella sonríe como si le gustara
la idea. Creo que le encantaría.
“Está bien”, le digo. “Dejame contarte una historia. Pocher, ambos sabemos
que conoces a Pocher, quiere matar a Candace. También quiere reunirse
con ella a las seis de la noche. Candace es mi Lilah. No solo duermo con
ella, mataré por ella, lo que significa que mataré a Pocher esta noche a las
seis, y dejaré que Kane lidie con las consecuencias. Estoy seguro de que el
próximo hombre a cargo de la Sociedad no tendrá problema con matarte
como lo hace Pocher. E incluso si lo hace, estoy seguro de que Kane puede
cortar el dedo de su hermano y hacer que todo se arregle.” Agarro el brazo
de Candace. “Vamonos, nena.” Comenzamos a darnos la vuelta.
“Alto.”
Me vuelvo hacia Lilah y arqueo una ceja. “¿Sí?”
“Eres un maldito imbécil.”
“Y tú una maldita perra.”
“Es verdad. Nos vemos en el restaurante de Stephanie en una hora. Me
encontraste. Estoy seguro de que eres lo suficientemente ingenioso como
para encontrarlo.”
“Seguiré el camino amarillo con M&M.”
“No hagas nada estúpido.” Ella se da vuelta y se aleja.
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
Candace

Rick y yo nos instalamos en una mesa en el restaurante, y el lugar me


recuerda bastante al restaurante de Seinfeld con frías cabinas y mesas de
plástico. Él y yo estamos sentados uno al lado del otro, frente a la puerta, lo
cual es bueno, ya que estoy mucho más preocupada de que Alejandro se
apresure y nos mate a todos a tiros que de Pocher. Mientras tanto, Rick está
nervioso y callado, y yo sigo hablando para poder entrar en su cabeza.
“Si Kane y Lilah no quieren ayudar,” le digo, “¿no estamos ganando otro
enemigo o enemigos, más bien?”
Es en ese momento que una mujer regordeta y negra que está detrás del
mostrador, camina hacia nosotros.
“Soy Donna. ¿Qué puedo traerles?”
Eso me distrae. “¿Qué tipo de café tienes?”
“Latte de calabaza con especias.”
“Negro,” dice Rick, frotándose el pecho. “Me gusta el pelo en mi pecho. Esa
mierda de calabaza lo quemará.”
“El latte de calabaza suena como un perfecto sabor de otoño. Me tomaré
ese.”
Donna nos mira a los dos y no dice nada. Solo se aleja. “¿Alguien sabe algo
de Alejandro?”
“No,” dice Rick. “Pero todos creemos que está aquí, por eso vamos a ir todos
los días al campo de tiro privado de Walker por el resto de nuestras vida.
Tienes que saber disparar como Batman colgando de una repisa y riéndose
del enemigo.”
Sonrío, lo que sería imposible con nadie más que Rick.
“¿Porque así disparas tú?”
“Demonios, sí, así disparo.”
Donna coloca dos tazas con crema batida en frente de nosotros.
“¿Qué es esta mierda?” pregunta Rick.
“Su café,” dice Donna. “¿Qué más sería?”
“Mi café. No llevaría crema batida.”
Donna sonríe y se aleja.
El timbre de la puerta suena y entra Lilah, saludando a Donna.
“Café, Donna. Negro. Crema. Nada de esas mierdas ridículas que te
gustaría darme.” Se desliza en el asiento frente a nosotros y coloca su bolso
en el asiento a su lado, mirando el café de Rick. “Veo que te gusta el café
con mierdas ridículas. ¿También usas tutu rosa cuando nadie te ve?
Me río. Lilah me mira con curiosidad. “¿Por qué te ríes?”
Señalo a ambos con la cuchara. “Porque hay dos de ustedes en este
mundo.”
Donna coloca una taza llena de crema batida frente a Lilah.
“¿Qué demonios es esto, Donna?”
“Es todo lo que tendrás,” dice y se aleja.
Lilah suspira y agarra una cuchara. “Solo hay que seguirle la corriente,” dice
ella, “cuando se pone de humor, solo vas a tener lattes de calabaza con
especias.” Ella se lleva a la boca una cucharada de crema batida y miro el
diamante gigante en su mano.
“Dios mío, tu anillo es hermoso y enorme,” le digo. “¿No te preocupa que la
gente te ataque por él?”
“Solo les digo que es tan falso como el calcetín que traen dentro de sus
pantalones.” Ella mira a Rick. “No mates a Pocher. Crecerán unas seis
cabezas más, y van a mandar una docena más a perseguirte. Créeme, si
fuera tan fácil, le habría disparado al bastardo hace mucho tiempo.”
“Y aun así trataste de matarlo el año pasado,” dice Rick secamente.
“Cierto, pero teníamos una oportunidad única, hacer que pareciera que un
asesino serial lo había matado. Desafortunadamente, su hermano estaba
en su casa, en lugar de él.”
“Debiste haber pensado que el próximo jefe que se hiciera cargo de la
Sociedad era controlable.”
“Eso creímos. Pero como dato curioso, él terminó muerto un mes después.
Pero en este momento, el siguiente en la fila después de Pocher es un
problema.”
“¿Cómo estás viva, si Pocher te quiere muerta?” Rick pregunta. “Mataste a
su hermano.”
“Hay una línea delgada entre Pocher y Kane, pero es delgada, demasiado
delgada como para que me mate y la borre.” Ella hace señas entre
nosotros. “Bébete el café. Donna se enoja si no lo haces y como este lugar
siempre está vacío, vengo aquí cuando intento no matar a alguien.” Agita
una mano hacia Donna. “¡Gran café, Donna!” le grita. “¡Pero sigues siendo
una perra!”
“Entonces bébetelo, no lo desperdicies,” le responde Donna.
“Él envió un asesino para matarla,” dice Rick. “O Kane me ayuda ahora, o
mato a Pocher.” Él toma su taza. “Tal vez él negociará contigo por tu vida
mientras toman lattes de calabaza.” Él agarra su taza. “De verdad es muy
bueno.”
Suena el celular de Lilah y ella mira el número, después atiende la llamada.
Se queda escuchando, hace algunos comentarios indiscernibles y luego
cuelga. “Kane dijo que te vería en el club de cigarros, Savage, pero que no
llevaras a Candace.”
Rick le entrecierra los ojos. “¿Cómo sabe que nos vamos a ver en un club de
cigarros?”
“Porque lo hace.”
Él se queda mirándola por varios segundos y entonces se pone de pie,
ofreciéndome su mano. “Ven, nena.”
“Kane dice que ella debería quedarse conmigo. Está a salvo conmigo.
Pocher me evita, tengo una pistola que me gusta disparar y una placa que
hace que se vea bonito cuando lo hago. Además, le cortaste el dedo a un
hombre por mí.” Ella le da un trago a su café y levanta su taza en un brindis.
“Te lo debo. De todas maneras necesito irme para la estación. Estará
rodeada de policías.”
Agarro su brazo. “Me quedaré con Lilah. No lo mates. No es tiempo de que
lo hagas. No se siente adecuado.”
Él no dice que está de acuerdo. Simplemente me besa y ordena: “Ten
cuidado. No tardaré mucho.”
CAPÍTULO CINCUENTA
Savage

Salgo del restaurante con las palabras de Candace en mi cabeza: no lo


mates.
Y, por supuesto, sé que realmente no puedo matar a Pocher, no sin desatar
la ira del infierno sobre todos nosotros, pero todos los demás no necesitan
saber eso. Kane y Lilah necesitan estar motivados para ayudarnos. Pocher
necesita ser motivado para negociar. Y claro, cuando coloque mi arma en
la cabeza de Pocher, él puede deleitarse con la idea de que sufriremos
después de su muerte, pero aun así no querrá morir.
El momento antes de la muerte puede motivar al hombre más desmotivado.
Teniendo en mente que tengo que proteger a Candace, busco a Memphis,
abro la puerta del pasajero y asomo la cabeza. “Sigue a Candace y a la
mujer con la que está, pero mantén una distancia segura. Envíale un
mensaje de texto a Candace y hazle saber que estás allí. Y mata a Alejandro
si lo ves.”
“¿Por qué tengo que mantener distancia?”
“Es complicado. Solo mantén la maldita distancia.”
“¿A dónde te…?”
Cierro la puerta y me dirijo al metro, y me mata estar alejándome de
Candace, pero creo que está más segura con Lilah.
Pocher no la tocará. No sé cómo Kane ha dibujado esa línea después de
matar al hermano de Pocher, pero lo hizo, y tengo la intención de que dibuje
esa misma línea para nosotros.
Quince minutos después, ya estoy en el club de cigarros y whisky. Una hora
antes, justo como lo había planeado. Tomo un lugar discreto en una
cafetería al otro lado de la calle del club, donde veo quién entra y quién
sale. El resultado es ver un montón de gente estirada que salen un poco más
relajados que cuando entraron al lugar. En cuanto a la elección de este
lugar para una reunión, probablemente Pocher haga varias reuniones aquí
mientras disfruta de sus cigarros y whisky, y es muy probable que sea por eso
que Kane sabe que está aquí. Él tiene este lugar vigilado. Él sabe que este
es el lugar de encuentro que le gusta a Pocher. O tal vez es la Sociedad la
que prefiere este lugar.
Miro mi reloj y faltan cinco minutos para las seis. No hay señales de Kane,
pero puede estar esperando que yo llegue primero. Le marco a su teléfono.
Y me manda al correo de voz. Si el bastardo no se presenta, será el siguiente
en mi lista de gente para matar.
Arrojo efectivo sobre la mesa y salgo de la cafetería, cruzando la calle hasta
la puerta del club. Aún no hay señales de Kane, y decido que es tiempo de
mandarlo a la mierda. Voy a negociar yo. Resolveré esta mierda. Siempre lo
hago. Entro en el edificio y llego a un escritorio de seguridad. “Estoy aquí
para ver a Pocher,” le anuncio al cerebrito que está detrás del escritorio,
tiene cabello negro azabache y gafas de montura negra.
“Lo está esperando, Sr. Savage. Vaya hacia abajo.”
Jesús.
‘Sr. Savage’ suena como un programa porno pervertido en los labios de ese
hombre y le pido a Dios que nunca escuche mi nombre así de nuevo. Y lo
dijo mientras me decía que ‘fuera hacia abajo’. ¿Y qué es lo que hago yo?
Pues bajo por las escaleras, solo yo y mi arsenal de armas que nadie me
revisó. Tuve suerte. Ellos no la tendrán. Y joder, el olor de las diversas marcas
de cigarros apesta, abre un agujero en mis fosas nasales. No voy a fumar ni
un cigarro, para nada.
En el nivel inferior, llego a lo que parece ser un maldito club de sexo para
personas mayores. Hay muebles antiguos y humo en el aire, mientras que los
candelabros bajos se dejan caer sobre las pesadas mesas de madera.
Incluso la anfitriona que me saluda tiene escote que llega hasta su ombligo
pero ella no es vieja.
Me mira y señala una habitación detrás de una cortina.
“¿Están desnudos allí atrás? Porque si están desnudos allá atrás, no quiero
ver un montón de bolas de viejos.”
Ella se ríe. “No. No están desnudos.”
Ojalá tenga razón, pienso mientras voy en esa dirección. Una vez que estoy
frente a la cortina, la corro para encontrar una habitación grande con áreas
para sentarse. Pocher está sentado en una mesa, con dos guardias armados
parados detrás de él. Hago inventario de sus armas, de armas potenciales,
y cómo mueven sus cuerpos y sus manos. Tienen habilidades, pero no mis
habilidades. También hay una chica guapa que está charlando con Pocher
a su izquierda. Él tiene cincuenta y tantos años, es delgado, casi
demacrado, con cabello canoso.
Ella está en sus veintes, tiene senos ridículamente grandes y cabello rubio. Si
fuera cualquier otro día, la ignoraría, igual que hoy. Si fuera cualquier otro
día, esos guardias ya estarían muertos, pero estoy controlándome. Por
ahora.
“Rick Savage,” saluda Pocher. “Tenía la sensación de que te vería esta
noche. Ven aquí.”
Me detengo en el lado opuesto de la mesa pero no me siento. “¿Qué
quieres de Candace?”
"A ti. Ella te trajo hacia mí. Y los dos sabemos que eres mucho más útil para
mí de lo que ella hubiera sido, aunque decoraba muy bien el brazo de
Gabriel. Una pena que esté muerto. Tenía grandes planes para él.”
“Si crees que soy un hombre sin recursos, te equivocas.”
“Deberías sentarte.” Le hace señas a un camarero. “Dale al hombre un
vodka.”
La elección del vodka es su forma de decirme que conoce todos mis trapos
sucios. Gabriel le dijo. Probablemente Tag también soltó la boca hasta que
descubrió que él también era un cabo suelto. Presiono mis manos sobre la
mesa. “¿Qué quieres?”
“Un intercambio.”
Un camarero pone un vodka delante de mí. Lo ignoro, sigo enfocado en él.
“Yo no hago eso.”
“Sé que sabes quién y qué soy. Sé que sabes lo que eso puede significar
para ti, lo bueno y lo malo. Y sé que te gusta el dinero. Cinco millones al año
para que seas mi solucionador de problemas personales. Y, por supuesto, te
garantizo que tú y todos los que amas estén a salvo.”
Saco mi arma y le apunto a su cabeza. Por supuesto, sus guardias sacan sus
armas y me apuntan. La mujer grita.
“Vete,” le ordeno, y ella casi se cae de su silla al tratar de hacerlo. Incluso
antes de que ella se vaya, comienzo a hablar con Pocher. “Tú y yo podemos
morir juntos, Pocher,” le digo. “Me gustaría ver cómo es el después de
hacerlo, ¿no?”
“No dejarás sola a esa pequeña y bonita Candace. Los dos lo sabemos.”
Suena convencido pero el ligero temblor de sus labios me dice lo contrario.
“Sé que sabes quién y qué soy. ¿De verdad quieres apostar?”
Su celular suena en la mesa donde yace, y puedo ver el nombre en la
pantalla. Se lee “Kane Mendez.”
“Adelante,” le digo. “Contesta. Dile que estás ocupado.”
Me mira con ojos entrecerrados y levanta el teléfono. “Habla Pocher.” Él
escucha un momento y luego dice. “Muy bien.” Cuelga. “Parece que
hemos terminado aquí”, dice.
“¿Terminado?” Me río. “No siento que hayamos terminado.”
Pocher le indica a sus hombres que guarden sus armas y lo hacen. “Ya
terminamos, Rick Savage.”
“Estoy bastante seguro de que la única manera en la que terminaré con
esto es cuando te estés desangrando sobre la mesa.”
"Estoy seguro de que Kane Mendez te ha explicado por qué eso sería un
error, así como me ha explicado cuánto vales. Tú, Candace, y todos los que
están relacionados contigo tienen inmunidad.”
Suena mi teléfono celular y lo saco del bolsillo para encontrar a Kane
llamándome. Presiono para contestar y él dice: “Baja el arma y aléjate. Está
hecho. Tienes mi palabra y eso es todo lo único que vas a tener, pero creo
que sabes que no ofrezco tales palabras a la ligera.” Cuelgo y me guardo
mi arma.
“Detén a Alejandro.”
“Escuché sobre tu situación con Alejandro, pero yo no lo contraté. Tag lo
hizo y lo usó para destruir un año de inversión en Gabriel. Afortunadamente,
alguien mató a Tag.”
Le creo. Pocher es un oportunista. Es por eso que estoy aquí. Me doy la vuelta
para irme y él me llama: “Rick Savage.”
Me giro para mirarlo. “Si alguien, incluida tu linda mujercita, hace algo para
dañarme a mí o a mi organización, se les declarará la guerra oficialmente.
Y no quieres ir a la guerra contra nosotros.”
Yo sonrío. Sólo sonrío. Y con eso, salgo de la habitación. No dejo de caminar
hasta que salgo del club para encontrar a Kane Méndez apoyado en un
elegante Porsche 911 plateado, no muy diferente de lo que alquilé en San
Antonio. Solo que yo no me veía como un bastardo rico y arrogante como
él se ve en este momento.
Como si fuera el Sr. Antonio Banderas con traje negro y corbata negra, que
probablemente costó lo mismo que unos diez trajes regulares.
Camino hacia él y él se aleja del Porsche, enderezándose para saludarme.
“Llegas un poco tarde.”
“Pero no demasiado tarde,” dice, con su voz acentuada pero con mucha
educación con la que siempre habla. “Todo listo. Tienes tu libertad y una vez
más, estamos a mano.”
“¿Qué le dijiste?”
“Lo que dije no importa. Ya había estado trabajando en encontrar una
nueva cuerda para atarlo, por eso no había estado hoy, pero tu impaciente
trasero no podía esperar más.”
“Él llamó.”
“Y podrías haberlo pospuesto, pero ya está hecho. La cuerda ya está
alrededor de su cuello.” Su celular suena y Kane mira el mensaje.
“Lilah dice que se van a ir de la estación en quince minutos y luego se
dirigirán a nuestro departamento.” Él abre las cerraduras de su auto.
“¿Vamos por nuestras mujeres?”
“Teniendo en cuenta que Pocher afirma que no contrató al asesino que está
cazando a mi futura esposa. Sí. Necesitamos ir por nuestras mujeres. Ahora.”
CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO
Candace

Creo que he decidido que me agrada, tal vez incluso amo, a Lilah Love.
Lo digo después de haber estado con ella y algunas otras personas a las que
ha estado mangoneando durante aproximadamente dos horas en una sala
de conferencias en la estación de policía. Lilah no trabaja en la estación de
policía. Es perfiladora del FBI de una fuerza especial y trabaja desde casa.
Sin embargo, nunca sabrías que Lilah no trabaja en la estación de policía.
Parece dueña del lugar y me di cuenta rápidamente que Lilah no tolera la
estupidez. Ella está bien con cualquier otra cosa. A ella no le importa cuál
sea tu talla, tu raza, tu preferencia sexual. Simplemente no puede soportar
la estupidez.
Entre su actitud mandona, su sarcasmo y los cálculos sobre quién mató a la
víctima esta noche, decido que ha pasado demasiado tiempo desde que
tuve un lápiz en la mano. Logro encontrar un bloc de notas y comienzo a
dibujar un proyecto nuevo, pero es difícil concentrarme cuando no puedo
dejar de ver El Show de Lilah.
En ese momento, Joe, un interno con gafas y un arbusto de rizos en la
cabeza, entra en la habitación. “Siento que vamos en diez direcciones.
¿Podemos ir una a la vez?”
Lilah le da una mirada inexpresiva y luego dice simplemente: “No.” Y con
eso lo deja para leer un mensaje de texto.
“Agente Love…” dice.
Ella alza su cabeza y sus ojos le lanzan explosivos. “Si arrojas mantequilla de
maní a un pedazo de papel, ¿se pega?” le pregunta.
“Eh, sí.”
“Si te lo pones en la lengua, ¿es pegajoso?”
“Eh, sí.”
“Entonces ve por un poco de mantequilla de maní y ponla en tu boca ahora
mismo.” Ella señala la puerta y él comienza a irse.
“Alto,” dice ella antes de que se vaya.
Él se da vuelta y ella se dirige a él, “Eventualmente uno llega a la mantequilla
de maní y algo se pega. Haz el trabajo. No hay otra forma de hacerlo en
este trabajo.”
Él le da una mirada ausente y ella le indica que siga con su camino. “Vete
a casa.”
“Madre de Dios,” murmura cuando desaparece. “Ayúdame, ayúdalos, pero
tenemos buenas noticias, Dios sabe que necesitamos una, Kane y Savage
están juntos. Pocher ya tiene correa. Y antes de que preguntes, no sé nada
más.”
“¿De verdad? ¿Ya se encargaron de Pocher? Eso es maravilloso, ¿verdad?”
“Muy jodidamente maravilloso.” Ella comienza a recoger sus cosas y las
mete en su bolso. “Vamos a salir de aquí. Le dije a Kane que nos íbamos en
quince minutos para encontrarnos con él y Savage en nuestra casa. Si nos
vamos ahora, podemos pasar por Starbucks. Necesito cafeína.”
Ahora sé que amo a Lilah Love. “Yo también quiero.”
Se inclina para ver mi cuaderno y mira mi dibujo de un edificio que siempre
quise crear y silba. “Tienes talento, pero no tenía idea de cómo se vería tu
trabajo en la vida real. Y en caso de que te lo estés preguntando, Kane me
dijo que eras arquitecta. Él investiga a todos. No te ofendas.”
“Claramente, no sabes mucho sobre Rick si crees que voy a ofenderme tan
fácilmente. En cuanto a mi trabajo,” suspiro, “en este momento, estoy con
los contratos militares, pero voy a independizarme. De verdad quiero
hacerlo.” Se pone de pie y se cuelga su bolso en el hombro. “¿Por qué
estabas con los militares?”
“Mi padre es general. Mi madre también lo era. Ella murió joven.”
“También mi madre,” dice ella y luego hace que regresemos a mi vida. “¿Es
eso lo que te hizo elegir una carrera diferente?”
“Sé disparar y pelear. Me gusta saber que pueda hacerlo, pero no quería
que eso fuera todo lo que soy. Y siempre me encantó el arte, pero ser artista
no te da dinero a menos que seas como Chris Merit, o alguien famoso como
él. Y amo los productos finales que da la arquitectura.”
Ya hemos llegado al elevador para este punto y entramos en él.
“¿Tu mamá era policía o estaba en alguna fuerza?”
“Mi mamá era Laura Love. Las cámaras la amaban.”
Me quedo boquiabierta. “¿La estrella de cine?”
“Así es. La mayoría cree que murió en un accidente aéreo, lo cual es cierto.”
El ascensor se abre y nosotras salimos.
Vamos saliendo del edificio cuando le pregunto: “¿La mayoría de la gente
cree?”
“Pocher la mandó a matar.”
“Oh.”
“Créeme, si pudiera matar a Pocher sin que hubiera consecuencias, lo
haría.”
Estoy estupefacta. Ni siquiera sé qué decir. Ella sigue caminando.
“Starbucks está a solo una cuadra y media.”
Unos minutos más tarde ya estamos en la cola de la cafetería y estoy muy
interesada en la historia de Lilah. “¿Cómo te convertiste en perfiladora?”
“Historia familiar. Mis padres querían que fuera actriz. Yo no quería tener
nada que ver con ese mundo. Seguí el camino de mi padre, que era un
buen sheriff que amaba su trabajo en los Hamptons. Ahora mi hermano es
ese buen sheriff que ama su trabajo. Tomó el cargo cuando mi padre se
convirtió en uno de los protegidos de Pocher y si las encuestas tienen razón,
pronto será el gobernador del estado de Nueva York.”
Suena su teléfono y responde la llamada, y aunque su expresión no cambia,
siento una tensión ligera en ella. “Estamos en Starbucks. Nos vemos aquí.”
Ella cuelga. “Los chicos vienen para acá.”
“¿Pasa algo?”
“¿Además de que mi padre sea una perrita y sobre todo la perrita de
Pocher? No.”
Evadió mi pregunta, pero no insisto más. Rick estará aquí pronto. Hablaré
con él “¿Kane no puede usar lo que tiene sobre Pocher para liberar a tu
padre?”
“Mi padre no quiere ser libre. Es uno de ellos. Tú y yo tenemos más en común
de lo que crees.”
Ordenamos y luego nos dirigimos a una mesa para esperar nuestras bebidas.
“Voy al baño.”
“Trataré no tomarme tu café,” dice ella, con tono serio, como si no fuera una
broma. Lo dice en serio. Me río porque Dios, ella y Savage son muy
parecidos.
Me alejo por el pasillo hacia el baño. Estoy a punto de entrar en el baño que
solo tiene espacio para una persona cuando la salida trasera comienza a
abrirse. No tengo idea de por qué, pero mi corazón comienza a latir
fuertemente. Me meto rápidamente y cierro la puerta, me apoyo en la
superficie dura y hablo conmigo misma. Ya se encargaron de Pocher. Lo sé.
Eso significa que detuvo a Alejandro. Sin embargo, todavía estoy nerviosa,
muy nerviosa, de una manera que no estaba en la estación. Estaré mejor
cuando vea a Rick. Cuando lo escuche decir que todo se acabó, sabré que
se acabó de verdad.
Dejo de recargarme en la puerta, y hago lo que vine a hacer aquí, me lavo
y me arreglo la cara, lo que significa que muevo mi arma para buscar mi
lápiz labial.
Mi arma, una Sig Sauer P238 que me regaló Rick, es un peso y una presencia
reconfortante, y al final dejó abierto mi bolso. Mientras camino hacia la
puerta, mi mano sigue pegada al acero de mi arma. Sin embargo, tengo
que soltarla para abrir la puerta, pero juro que en ese momento tengo
prendido un sistema de advertencia en mi cabeza. Me prepara para una
respuesta de lucha o huida.
Me detengo y llamo a Rick. Él responde al primer timbre. “Hola, nena. Casi
llegamos. Estamos estacionándonos.”
“Ah, bueno. Está bien. Apúrate.”
“Siempre me apuro cuando voy a verte, nena.”
Sonrío y le cuelgo, ya más tranquila. Vuelvo a meter el teléfono en el bolsillo
y respiro hondo, abro la puerta y giro el pomo. De repente, me empujan con
fuerza hacia atrás y termino cayéndome. La adrenalina corre a través de mí
cuando mis ojos ven por fin a Alejandro.
El siguiente minuto corre en cámara lenta. Alejandro azota la puerta y el
instinto y los años de entrenamiento, entran en acción. Para cuando levanta
su arma, la mía ya está en mi mano, y no dudo. Le disparo en el pecho y
alcanzo mi objetivo. Él sale volando hacia atrás y choca con la pared, luego
se desliza hacia el suelo.
Me apresuro a sentarme y la puerta se abre de nuevo. Mis ojos siguen a Lilah
cuando entra, con el arma desenfundada. Y para mi sorpresa, todo se pone
en cámara lenta de nuevo, cuando Alejandro vuelve a levantar su arma en
mi dirección y Lilah le dispara en la cabeza. Esta vez la sangre salpica por
todas partes, incluso a mí. Dejo caer mi arma y presiono mis manos contra el
piso, estoy temblando. “Le disparé en el pecho. ¿Cómo es que estaba
vivo?”
Lilah se arrodilla a su lado y le levanta la camisa. “Lleva un chaleco. ¿Estás
bien?”
No consigo responder. Rick llega repentinamente a la pequeña habitación
en dónde estamos, me jala hacia él, encerrándome en sus brazos, y me
mantiene pegada a su cuerpo grande y duro. Y el mundo se calma
instantáneamente, pero puedo escuchar a Lilah hablando del incidente y
también oigo otras voces. Hay otras voces pero no logro captarlas en este
momento. “Dime que estás bien,” susurra, acunando mi cabeza e
inclinando mi rostro para que pueda inspeccionarme. “Dime que estás
bien.”
“Lo estoy. Traté de dispararle. Sí le disparé. Llevaba un chaleco, pero no
dudé.”
“Dispara a la cabeza,” dice Lilah, arrodillándose a nuestros pies, y ahora
lleva guantes, mientras guarda mi arma. Ella se para. “Apunta a la cabeza
la próxima vez. Esos bastardos siempre usan chalecos.”
“Espero que no haya una próxima vez.”
“Estás enamorada de este hombre,” dice, señalando a Rick. “Van a haber
más.”
“Me salvaste la vida, Lilah.”
“Puedes salvarte tú misma la próxima.” Mira a Rick. “Joder, ella hizo un buen
trabajo. Hay policías que dudan más que ella. Sácala de aquí pero no se
vayan.”
Rick me agarra de la mano y cuando me saca del baño, nos instalamos en
un rincón donde procede a protegerme de la creciente presencia de las
fuerzas del orden con su gran cuerpo.
“Se acabó, nena. Unas pocas horas más de este infierno y será oficial.
Podemos comenzar nuestra nueva vida juntos. Y puedo pedirte de verdad
que te cases pronto conmigo, si me quieres tener.”
Esas palabras son música para mis oídos. “¿Puedo ser Candy Savage?”
Él se ríe y yo me río, y sé entonces que el futuro será salvajemente bueno, a
pesar de que tuvimos un camino salvajemente malo para llegar hasta aquí.
CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS
Candace

La conmoción del ataque de Alejandro es extrañamente, algo casi


inexistente.
El alivio de saber que todo este infierno ha terminado domina a tal punto,
que casi no hay nada más que pura alegría. Por supuesto, lavarse la sangre
en la ducha de la estación de policía ayuda a que eso suceda, y
afortunadamente Kara y Blake me traen ropa para cambiarme.
No mucho después de haberme lavado, me encuentro a la mitad del clan
Walker allí para acompañarnos, Asher, Smith, Memphis y Adrian. Todos los
involucrados me rodean, estoy de pie en el centro de todos ellos con Rick
de mi mano. Es un caos maravilloso, pero Lilah no lo va a tolerar. Los saca a
todos, pero no antes de que experimente el calor de la familia.
Estas personas ayudaron a Rick a encontrar su camino para volver a ser
humano, no yo. Son la razón por la que sintió que podía volver a mí y por
eso, siempre estaré en deuda con ellos.
Salgo de la estación de policía horas después, protegida entre Savage y
Lilah, y en ese momento veo a Kane Mendez descansando recargado en su
Porsche 911. Decir que el hombre causa una impresión es quedarse corto.
Tiene ese aire de latino, y peligroso y guapo, con una gran dosis de
arrogancia y refinación. Y en el momento en que esos ojos duros caen sobre
Lilah, se suavizan y él la acerca hacia su cuerpo.
“Agente Love,” la saluda, besándola antes de que ella gire para pararse a
su lado y mirarme.
“Candace,” me saluda. “Escuché que manejaste tu arma bastante bien.”
“Excepto que le disparé al pecho y llevaba un chaleco. Estaría muerta si no
fuera por Lilah.”
“Alégrate de que haya sido así,” dice Kane. “Una vez que matas a alguien,
te cambia de una manera que ya no puedes deshacer.”
“Lo dice un hombre con experiencia,” le digo.
“Lo dice un hombre que está parado junto a una mujer que acaba de matar
a un hombre,” comenta Lilah secamente.
Rick envuelve su brazo alrededor de mis hombros y me acurruca contra su
cuerpo, besa mi sien. “Creo que es hora de que la lleve a casa.” Él comienza
a alejarse, pero yo no lo dejo.
“¿De verdad Pocher ya está controlado?” Pregunto, mirando a todos ellos.
“Así es,” responde Kane.
“¿Cómo?” Pregunto.
“Eso es entre Pocher y yo,” responde Kane. “Simplemente vas a tener que
confiar en mí.”
“Confía en él, nena,” dice Rick. “Porque yo confío en él.”
Kane arquea una ceja en mi dirección. “El que me preocupa es mi padre,”
le explico.
“Todos los que estén relacionados contigo tienen mi protección.”
“Tu protección,” repito. “Esa debe ser una carga pesada, proteger a tantos
de un monstruo.”
“Que Pocher siga respirando es la verdadera carga.” Deja de recargarse en
el Porsche 911. “Me llevaré a mi futura esposa a casa.”
“¿Cuándo es la boda?” pregunta Rick.
“No es lo suficientemente pronto,” responde Kane, abriendo la puerta a
Lilah, quien se detiene para señalarme con su dedo.
“Dispara a la cabeza.” Y con eso, ella desaparece dentro del auto. Kane
cierra su puerta y rodea el capó del auto, justo antes de subirse, señala a
Rick. “Me debes un favor.”
“Tío, estamos empate,” dice Rick. “Me lo debías.”
“Hice lo equivalente a varios favores, y lo sabes. Me debes un favor.” Él se
mete dentro del auto.
“Estoy segura de que no quiero que le debas un favor a ese hombre,” le
digo.
Rick no dice nada. Simplemente se da vuelta para mirarme y agarra mi
mano para besarla. “Vamos a casa, nena.”
“Sí,” le digo. “Vamos a casa.”
Caminamos hacia la camioneta donde Memphis nos espera y subimos al
interior.
Una vez que estamos en camino, me acurruco cerca de Rick, y él me
abraza. No siento que el cierre sea completo, pero se siente como si
estuviera viendo cómo se construye un edificio que he diseñado, uno al que
solo le faltan los detalles finales.
Cuando finalmente entramos al departamento, nuestro departamento, ni
siquiera hemos pasado del vestíbulo cuando Rick me carga y me lleva a la
habitación. Me acurruco contra su cuerpo y cuando él me acuesta en la
cama y cae encima de mí, no puedo respirar por la emoción que late entre
nosotros. “Era un hombre vacío sin ti, Candace.”
“Muéstrame.”
“Por el resto de mi vida, nena, a partir de ahora.” Presiona sus labios contra
los míos, permaneciendo allí en un beso que es mucho más que solo un
beso. Es amor, devoción, pasión. Y luego su boca acaricia mi mandíbula, mi
cuello, mi hombro. Y mientras me desnuda…a mi pezón, mi abdomen, mi
pierna. Y oh sí, a mi parte más íntima. Rick Savage, no es salvaje esta noche.
Es tierno. Es gentil. Él me hace el amor. Y yo le hago el amor a él.
Me quedo dormida desnuda en sus brazos, con una sonrisa en mis labios y
con emoción en mi corazón por lo que serán los demás días y nuestra nueva
vida juntos.
CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES
Savage

Pasé gran parte de la noche abrazando a Candace, con mi mente


repitiendo el momento en que la encontré en ese baño. Un segundo más
tarde, un movimiento diferente, y ella podría haber muerto. Una parte de mí
sabe que esta vida es peligrosa, pero la otra sabe que nunca confiaré en
nadie para protegerla como lo hago yo. Y ella. Ella es fuerte. Voy a hacerla
más fuerte. Y voy a amarla muchísimo.
Me despierto antes que ella porque tengo asuntos pendientes por atender,
salgo de la cama a regañadientes, mientras Candace se acurruca en su
almohada. Ella sigue dormida para cuando salgo de la ducha y no me
sorprende. El día anterior estuvo lleno de emociones y la semana pasada
fue intensa. Para mí, su descanso me dice que está en paz. Me visto con
jeans y después me quedo en la cocina, en la isla, tomando café y
organizando el envío de sus cosas.
Una vez hecho esto, me encargo de dos tareas difíciles. Descubro dónde
demonios está mi padre, me coordino con su compañía de seguros para
que se encarguen de su casa y luego, después de hablar con Asher, marco
al número del centro de rehabilitación donde se está quedando. No me
dejarán hablar con él durante al menos treinta días, pero me aseguran que
está en buenas manos.
Después, abro mi MacBook y el archivo encriptado que Blake me dijo que
me había enviado cuando estábamos en la estación de policía anoche, en
medio de todo el caos.
Es todo lo que encontró de Gabriel y después de una buena lectura, estoy
seguro de que podríamos haber hecho que lo arrestaran. El problema es, y
la razón por la que quería leerlo antes de mostrárselo a Candace, cómo se
conecta con su padre. Le escribo un mensaje de texto a Blake para que me
de la dirección del lugar en donde se está refugiando el general. Cuando
me envía lo que necesito, Candace viene bajando por las escaleras con
una bata de seda rosa y su cabello un sexy desorden.
“¿Por qué no me despertaste?” pregunta, cuando me encuentra en la
cocina y me da un beso sabor a menta.
“No hay nada malo en dormir, nena.” Le acaricio el pelo. “Ya hice café y
lavé tu taza.”
Ella se ríe. “De verdad tenemos que ir de compras.” Me da un beso en la
mejilla y se dirige a la cafetera.
“Hice que enviaran tus cosas.”
“Ah, genial. Tengo tazas. Un montón de tazas. Nuestras tazas viejas.” Se
acerca al final de la isla, justo a mi lado e inclina su cabeza para observarme.
“¿Sabes algo sobre tu padre?”
“Me hice cargo de la compañía de seguros y su casa y hablé con el centro
de rehabilitación. Es posible que necesitemos hacer un viaje a San Antonio
en aproximadamente un mes. No puedo hablar con él hasta entonces y
necesito asegurarme de que tenga un lugar adonde ir después de que
salga.”
“Podría quedarse en nuestra casa de allá.”
“Nuestra casa,” repito. “Me gusta cómo lo dijiste.” Agarro su mano.
“Candace…”
“Oh, Dios. ¿Qué es lo que estoy empezando a sospechar?”
“Necesito hablar con tu padre. Solo.”
“¿Por qué?”
“Tengo toda la información que Blake encontró sobre Gabriel, habría sido
suficiente para arrestarlo. El problema es que…”
“Se conecta con mi padre,” completa ella.
“Sí, y aunque no vamos a ir tras él, sabes que necesito hablar con él y aclarar
las cosas en mi cabeza.”
“Te convenció de que te unieras a Tag, y que me dejaras, y debes entender
por qué.”
No me sorprende que ella lo comprenda. Me conoce. Le he dado muy poco
crédito con eso en el pasado, pero no lo haré ahora ni nunca más. “Sí, y
necesito asegurarme de que no lleguen más sorpresas contra nosotros. No
sé si hablará libremente si tú, la hija que quiere que lo respete y ame, está
presente.”
“Bueno. De todos modos, necesito ponerme al día con mi trabajo. Ve tú. Me
pondré cómoda en mi nuevo hogar.”
“¿Eso es todo? ¿Está bien?”
“Sí. Todo bien."
Agarro su mano y la pongo entre mí y la isla. “¿Sabes lo loco que estoy por
ti?”
“Lavaste mi taza,” sonríe. “Te creo.” Ella me besa.
“Vete ya. Y regresa rápido. Quiero dibujar algo para mostrarte.” Se agacha
y se desliza por debajo de mi brazo, toma su café y pavonea su dulce y
pequeño trasero mientras desaparece por las escaleras.
Estoy caliente, efectivamente.
Estoy duro, efectivamente.
Estoy enamorado, efectivamente.
***
Al mediodía llego al apartamento donde el general se está quedando.
Uno de nuestros muchachos, Jeddie, está con él. Me deshago de Jeddie.
Tiene orejas grandes, literalmente y de la otra manera también. Esta no es
una charla que otros oídos aparte de los míos deban escuchar. El general
está de pie en el balcón, de espaldas a mí, con los brazos en la barandilla.
Está vestido con uniforme, que teniendo en cuenta cuánto tiempo ha
estado en el ejército, puede o no hablar de su compromiso con su deber.
No se da la vuelta pero hay un ligera rigidez en su columna vertebral y el aire
a nuestro alrededor cambia. Él sabe que estoy aquí. Camino hacia él, y me
pongo a su lado.
“¿Por qué?” Pregunto.
Se gira para mirarme. No pide explicación. “Confié en ti.”
“Sabías que no podía volver con ella.”
“Pero ya lo hiciste, ¿no? En ese entonces estabas jodido de la cabeza por
tu padre. No estabas listo para ser el hombre que necesitabas ser para ella
hasta ahora.”
“¿Y crees que convertirme en un asesino fue la forma de hacerlo?”
“No te convertí en un asesino. Hice que te vieras a ti mismo, no a él.”
“¿Por qué te quería muerto Gabriel?”
“Porque después de que él comenzó a salir con mi hija, me dieron pruebas
de que estaba ordenando misiones bajo mi nombre. Compartimos las
iniciales GM. Gabriel Manning y General Marks. Ordenó asesinatos a sangre
fría a través de Tag, en territorio estadounidense para beneficio personal.
Joder, iba a destruirlo y alejarlo de mi hija.”
“¿Por qué demonios no me llamaste?”
“Ejecutaste algunas de esas misiones.”
“Porque te respetaba y pensaba que venían de ti.”
“No sabía dónde estabas parado en cuestión de ética.”
“Debiste haberlo sabido.”
"Tienes razón. Debí haberlo sabido. Claramente, amas a mi hija. Y sé que
estoy vivo gracias a ti.”
“Estás vivo gracias a tu hija. Y los hombres que arriesgaron sus vidas para
salvarte, todos ellos son la razón por la que estás vivo. ¿Ordenaste un ataque
a un almirante estadounidense justo después de que mataran a tu esposa?”
Se da la vuelta y vuelve a mirar la barandilla. “Sí.”
Me apoyo en la barandilla. “¿Por qué?”
Me mira y, en este momento, parece más viejo de lo que recuerdo. Las
arrugas alrededor de sus ojos son más profundas, su cabello oscuro es más
blanco que de color. “La mandó a matar.” Hay tormento en sus ojos verdes,
en su voz profunda.
“¿Por qué?”
“Comandé una misión que destruyó una gran inversión para él. Todo fue por
dinero. No me arrepiento de haberlo matado.”
‘Yo tampoco lo haría’, pienso, pero no se lo digo. No voy a permitir que mi
opinión sea metida en una conversación que él debe que tener con su hija.
“¿Vas a decirle a Candace?”
“Ella se dio cuenta,” le digo. “Así de inteligente es.”
“¿Y?” me alienta a que siga hablando.
“Y dejaré que ustedes dos lo discutan. He quitado a todos los obstáculos que
sabía que existían. Tag está muerto. Gabriel está muerto. Ted Pocher te va a
ignorar. ¿Hay algún otro pequeño demonio escondido que pueda salir a
atacarnos?
“No. Ninguno.”
“¿Entonces cuál es tu plan? Eres libre. No necesitas los guardias ni ninguna
protección.”
“Me voy a ir a casa. Voy a firmar mis papeles del retiro y después me voy a
ir a Italia a visitar a una mujer que conocí allí el año pasado. Ver si puedo
comenzar una vida nueva. Pero primero necesito ver a Candace.”
“Pues tienes su teléfono.” Dejo de recargarme en la barandilla y me voy.
Luego de unos minutos, salgo a la calle y camino hacia mi siguiente destino:
Tiffany & Co, donde le compraré a Candace un anillo. Ya es tiempo de que
le pida que se case conmigo.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO
Candace

Para mi alegría, Asher y Adrian traen varias cajas de mi casa, y además me


dan un trozo de pizza. Cuando se van, Asher me invita a que conozca a su
esposa y escucho uno de los chistes malos de Adrian. Algo de un dinosaurio
y un huevo. Siento que tengo un clan de hermanos mayores, lo cual es
bastante maravilloso.
Me baño y me pongo unos leggings, un suéter y tenis, me coloco un
maquillaje ligero. Una vez que estoy vestida, me echo un poco de mi
perfume floral favorito y comienzo a excavar dentro de mis cajas para sacar
mis artículos de oficina. También meto la mano en mi bolsa y saco el anillo
que me dio Rick. Lo miro y decido que la mejor manera y la más audaz de
decirle que acepto es ponérmelo. Y eso es lo que hago. Me pongo el anillo
y se siente bien que esté en mi dedo.
Sonriendo, agarro una de las cajas y camino por el pasillo hasta una oficina
que Rick ha preparado. Dejo mis cosas ahí y luego agarro mi cuaderno de
dibujo mientras miro de reojo la silla grande y cómoda que está en la
esquina. Me instalo y empiezo a trabajar en un borrador de la casa de mis
sueños que solía imaginar en mi mente. Una casa en el océano en la que
viviría con Rick. Acabo de terminar el borrador cuando suena mi celular con
el número de mi padre. Mi corazón salta y respondo. “¿Papá?”
“Corazón.”
“Oh, Dios, es bueno escuchar tu voz.”
“Es bueno tener una voz que puedas escuchar. Gracias por lo que hiciste.”
“Fue Rick. Rick hizo que el rescate ocurriera.”
“Y él dijo que fuiste tú. Supongo que los dos deben estar enamorados.”
“Siempre ha sido el amor de mi vida, papá. Creo que ya sabes eso.”
“Lo sé. Nunca debí dejarte decirle que sí a Gabriel. No lo amabas. Y no supe
cómo era en realidad hasta que fue demasiado tarde.”
Me paso una buena hora hablando con él, sobre todo, incluida mamá.
“¿Fue asesinada?”
“Sí.”
“¿Te vengaste?”
“Sí. ¿Me odias?”
“No. Te amo aún más por eso.”
“Dímelo mañana cuando me vayas a ver al aeropuerto. Me voy a casa…
para retirarme.”
“¿Retirarte? ¿Tú?”
“Ya es tiempo, hija. ¿No te parece?”
“Quizá lo sea.”
Colgamos cuando ya hemos hablado de los planes para mañana por la
mañana. Unos minutos más tarde, Rick aparece en la puerta. “Veo que te
has establecido.”
Paso la mano sobre los brazos del maravilloso terciopelo marrón. “Me
encanta esta silla.”
“¿Qué demonios?” Él camina hasta mí y se arrodilla enfrente, agarrando mi
mano. “¿Qué es…? Oh, mierda. Este es el anillo que te di.”
“Sí. Quiero decir, sé que no me has pedido que me case contigo, pero yo...”
“Quítatelo.”
Palidezco. “¿Qué?”
“Quítatelo, nena. Ese anillo es vergonzosamente patético.”
“No, no es cierto.” Lo cubro con mi otra mano. “Me encanta este anillo. Tú
me lo diste.”
“No iba a hacer esto ahora ni de esta manera, pero no me dejas otra
opción.” Mete la mano en el bolsillo de la delgada chaqueta de cuero que
lleva puesta y saca una caja de anillo. “Candace Marks, ¿quieres casarte
conmigo?”
Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante. “Rick. Oh, Dios, Rick.”
Levanta la tapa y muestra un impresionante anillo en forma de corazón que
brilla cuando le da la luz. “Ponte este en lugar del otro.”
“Oh, Dios mío,” digo de nuevo. “Es impresionante. Es tan grande.”
“Dos quilates.”
“Esa caja dice Tiffany & Co... gastaste demasiado. Estaba bien con el anillo
que tenía. Te amo. Y…”
“Nena, di que sí porque en mi corazón sé que quieres decir que sí, pero aun
así estoy enloqueciendo ahora mismo. Necesito escucharlo.”
“Sí. Por supuesto que sí. Sí, Rick Savage, me casaré contigo.” Lanzo mis brazos
alrededor de su cuello y lo abrazo. “Te amo.”
Pasa su mano sobre mi cabello. “Y yo te amo a ti. Ahora quítate ese anillo y
ponte el nuevo.”
Me río y hago lo que dice, me doy cuenta que encaja perfectamente. El
hombre incluso recuerda la talla de mi anillo. “Es perfecto.”
“Tú eres perfecta, Candy Savage.”
Me río y comenzamos a hablar sobre cuándo y cómo me convertiré en su
esposa y legalmente reclamaré ese nombre perfecto de stripper como mío.
Chúpate esa, Lilah Love.
Epílogo
Candace

A la mañana siguiente, Rick y yo recogemos a mi padre en un Walker


Escalade para llevarlo al aeropuerto. Mi padre se sienta junto a mí en el
asiento trasero mientras Rick conduce. Y mi padre viene con un regalo: un
pastel de chocolate. El viaje en tráfico es pesado y él y yo decidimos que
ese pastel será el desayuno. Después de todo, también traía platos,
tenedores y leche.
Cuando llegamos al aeropuerto, mi padre me dice que va a volar en un jet
privado de Walker. Lo acompaño hasta las escaleras del avión y le digo
adiós entre lágrimas con la promesa de que lo veré el próximo mes en San
Antonio, mientras él promete ayudar a planear mi boda con Rick.
Una vez que está sentado en el avión, Rick y yo nos paramos en la ventana
del pequeño aeropuerto y observamos hasta que el avión se va. Rick señala
con su dedo otro jet privado.
“Ese tiene el combustible necesario para llevarnos a donde queramos ir.
Podemos subir y volar para ver las pirámides.”
Giro y envuelvo mis brazos alrededor de él. “Podemos viajar más tarde. Lo
que quiero ahora es irme a casa con mi futuro esposo. Ese es el lugar de mis
sueños.”
“Eso es música para mis oídos, nena. Hogar dulce hogar, con mi pequeña
prometida estrella porno.
“Y mi prometido estrella porno, el Sr. Rick Savage.”
Nos reímos mientras caminamos hacia la salida, para ir a casa, a nuestra
nueva vida.
Juntos.

FIN
***
OTROS LIBROS DE LISA RENEE JONES

THE INSIDE OUT SERIES


If I Were You
Being Me
Revealing Us
His Secrets*
Rebecca’s Lost Journals
The Master Undone*
My Hunger*
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THE SECRET LIFE OF AMY BENSEN


Escaping Reality
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CARELESS WHISPERS
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Provocative
Shameless

TALL, DARK & DEADLY


Hot Secrets
Dangerous Secrets
Beneath the Secrets

WALKER SECURITY
Deep Under
Pulled Under
Falling Under
LILAH LOVE
Murder Notes
Murder Girl
Love Me Dead
Love Kills

DIRTY RICH
Dirty Rich One Night Stand
Dirty Rich Cinderella Story
Dirty Rich Obsession
Dirty Rich Betrayal
Dirty Rich Cinderella Story: Ever After
Dirty Rich One Night Stand: Two Years Later
Dirty Rich Obsession: All Mine
Dirty Rich Betrayal: Love Me Forever (Mayo 2020)

THE FILTHY TRILOGY


The Bastard
The Princess
The Empire
THE NAKED TRILOGY
One Man
One Woman
Two Together

THE SAVAGE TRILOGY


Savage Hunger
Savage Burn
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THE BRILLIANCE TRILOGY


A Reckless Note (Junio 2020)
A Wicked Song (Agosto 2020)
A Sinful Encore (Septiembre 2020)

*disponible solo en libro electrónico

ACERCA DE LA AUTORA
La autora con más éxito en ventas del New York Times y del USA Today, Lisa
Renee Jones es la autora de los aclamados libros de la saga INSIDE OUT.
Además del éxito de la saga INSIDE OUT, Lisa ha publicado otros títulos
exitosos. La saga TALL, DARK AND DEADLY y la saga titulada THE SECRET LIFE
OF AMY BENSEN estuvieron en las listas de los libros más vendidos del New
York Times y del USA Today por varios meses. Lisa es la autora de la saga de
superventas LILAH LOVE y de la bilogía de WHITE LIES.
Antes de publicar, Lisa era propietaria de una agencia de empleos con
sedes en varios estados, que fue reconocida muchas veces por The Austin
Business Journal y también alabada por la revista Dallas Women's. En 1998,
Lisa estuvo en el puesto #7 de las mujeres propietarias de empresas por la
revista Entrepeneur.
Lisa ama estar en contacto con sus lectores. Puedes encontrarla en su
Twitter y Facebook.
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