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PASSION BOOKS STAFF
Traducción:
Angel
Nightra
Phoebe
Corrección:
Sixx_Bon
Michili
Mafer
Kanny
Anny
Diseño:
Sava
Kanny
Revisión final:
Angel
Phoebe
EL AMOR DE SAVAGE
Llevo el Porsche hasta la puerta del Hotel Emma, donde varios tipos que
parquean los autos esperan, y estudian rápidamente mi rostro buscando
sangre. Estoy fuera del coche en el lado del conductor antes de que
ninguno de ellos pueda llegar a mí. Una inspección más exhaustiva de
brazos, manos y ropa me deja saber que he matado al gilipollas de Wes sin
ensuciarme de una gota de sangre. Si Candace no sabía el asesino tan
eficiente que soy, o lo bien entrenado que estoy para matar y no ser
atrapado, ahora lo sabe. Ya le dije que no soy el cirujano con el que una
vez se iba a casar. El problema es que, el que te digan algo así y entenderlo
es una cosa, y que te arrojen la verdad a la cara, es como comparar crema
de cacahuete con mermelada de uvas. No son la misma cosa, y así como
la crema de cacahuete y la mermelada, Candace y yo no somos parte de
un mismo equipo. Yo la discriminé como parte del equipo. Solo espero que
ella no haya hecho lo mismo en su mente. Porque amo muchísimo a esta
mujer.
Para el momento en que uno de los tipos está ayudando a Candace, ya
estoy a su lado. Tengo mi mano alrededor de ella cuando busco a tientas
las llaves del coche y le entrego dinero a un tipo que parece que tenga
doce años, y que no puede quitar los ojos del coche. “No lo vayas a
estrellar”, le digo. “Lo necesito funcionando”.
Sus ojos brincan hacia los míos, y como pasa con la mayoría de las personas,
su mirada aterriza en la cicatriz de debajo en mi mejilla. “Oh no”,
tartamudea. “No, señor. Seré muy cuidadoso con él”.
“Yo nunca soy cuidadoso”, le prometo, y su piel se vuelve más blanca de lo
que ya parece ser su estado normal.
Me volteo y guío a Candace hacia la entrada del hotel. “Lo asustaste”,
susurra ella.
“Bien”.
“¡Rick!” me riñe.
“Relájate, nena. Le he dado una propina de cien dólares. Lo superará”. Nos
llevo rápidamente al ascensor y al interior de éste. Una vez que he marcado
el código para el piso superior, la acerco a mí y la abrazo, mi rostro enterrado
en su pelo, aspirando su dulce aroma floral. “Podría haberte perdido esta
noche”, susurro con mis labios en su oído. “No iba a dejar que eso suceda”.
Para algunos podría sonar como una defensa para justificar mis actos, pero
no lo es. Simplemente es como es y cómo será, por lo que tomo su rostro con
mis manos e inclino su mirada hacia la mía. “No dejaré que eso suceda”.
Ella desliza sus brazos a mi alrededor y se acerca más. “Lo sé”, dice, y así de
fácil, lo ha dicho todo, me ha dado todo. Me ha ofrecido su confianza.
Nos quedamos ahí de pie, mirándonos, el calor y la emoción ondeando
entre nosotros. Los pisos pasan uno tras otro haciendo un sonido, pero la vida
y los años venideros no pasarán por nosotros en balde, nunca más. El
ascensor se detiene llegado nuestro destino, y yo tomo su rostro con mis
manos, rozando mis labios con los suyos.
Llegamos a la puerta de la suite y Adam la abre antes de que yo pueda
hacerlo. “¿Todo bien?”
“De momento sí”, digo, tirando de ella hasta colocarla delante de mí y
apresurándola a que entre.
Ella entra al recibidor y yo la sigo, cerrando la puerta detrás de nosotros,
hasta encontrar a Adam dándole a Candace una inspección con el ceño
fruncido, con los ojos fijados en su cuello. Mi mirada sigue a la suya y joder.
¿Cómo no vi la sangre marcada en su delicada piel? ¿Qué gilipollas no la
inspeccionaría después de lo que pasó?
“Cortó tu maldito cuello”.
“Estoy bien, Rick”, dice ella, tocándose la herida. “Ni siquiera me duele”.
“No estás bien”. Inclino su cabeza y frunzo el ceño. “Tienes un corte. Estás
sangrando”. La tomo del brazo y nos apresuramos por el pasillo, lejos de
Adam.
“Estoy bien, Rick”, insiste. “Deja de actuar como si fuera delicada. No soy
frágil”.
Llegando al baño, enciendo la luz y la meto dentro conmigo antes de cerrar
la puerta de una patada. La coloco contra la puerta, inmovilizando sus
piernas con las mías y le echo el cabello hacia un lado para inspeccionar la
sangre que gotea de su garganta. La ira se apodera de mí de la manera
más dura. Yo dejé que esto pase y estaba demasiado ocupado besándola
para siquiera considerar que el asesino que sujetó un cuchillo en su garganta
podría haberla cortado. “No estás jodidamente bien”. Agarro una toalla
pequeña, la mojo, y le limpio el cuello con ella para inspeccionar mejor la
herida que, gracias al cielo, es solo superficial.
Sus dedos se cierran alrededor de mi camisa, y ella se deja caer en mí,
pequeña y perfecta, la única maldita cosa en este mundo que me importa
y casi la pierdo esta noche. “Me salvaste la vida”.
“Debería haber matado a esa mosca hace mucho tiempo”, murmuro,
llevando mi mano a la puerta, junto a su cabeza. “Odio haber dejado que
esto te suceda”.
“Tú no dejaste que esto suceda. Esto sucedió porque trataste de salvar la
vida de un niño. Y de no haber hecho lo que hiciste ese día, no serías el
hombre al que amo. Estoy contigo en esto, Rick. Totalmente. No importa lo
infernal que se torne”.
Tomo la parte de atrás de su cuello, mi mano subiendo más alto por las
hebras de su pelo. “No será así para siempre. Voy a deshacerme de Tag y
de sus perros falderos. Entonces elegiré qué trabajos tomar, por nosotros, por
ti---para protegerte”.
“Te pusieron en este mundo para salvar vidas. Elegiste ese trabajo para
seguir salvando vidas, y no me refiero a una mesa de operaciones. Sé que
tu lugar no está ahí”.
Pero no lo sabía cuándo me marché. No me aseguré de que lo supiera, y
luego me fui sin darle una oportunidad de lidiar con la realidad de quién y
qué soy. “Candace---“.
Llaman la puerta y yo cierro mis ojos con fuerza, maldiciendo por la
interrupción.
De repente, Candace está de puntillas, sus labios a un aliento de los míos.
“Siempre supe que eras peligroso, Rick Savage”, dice, probando sus
habilidades para leerme el pensamiento, incluso cuando no los expreso con
palabras. “Quizás eso incluso me puso caliente”.
Mis manos bajan a su cintura. “Estás tratando de distraerme”.
“¿Está funcionando?” Su mano se desliza debajo de mi camisa mientras
añade, “Porque lo curioso sobre casi haber muerto es cómo te deja
deseando lo que quieres. Ahora mismo, en este momento”.
“Oh demonios”, murmuro, mi lengua acariciando profundamente la suya, y
cuando gime, la tengo dura y estoy caliente, listo para tomarla aquí mismo,
en el baño del pasillo. Eso es hasta que vuelven a llamar a la puerta.
“¡Te necesitamos, Savage!”, grita Adam al otro lado.
Gruño y aparto mi boca de la de Candace. “¡Más vale que esto sea
bueno!”, grito irritado, pero no obtengo respuesta.
Beso a Candace duro en la boca una vez más, y luego la retiro de la puerta,
para situarla bajo la luz y darle a ese corte en su garganta una última
inspección. “No se sabe en qué cuello estuvo la cuchilla de ese desgraciado
antes. ¿Cuándo fue la última vez que recibiste la inyección del tétano?”
“Bueno, Dr. Savage, me corté la mano el año pasado. Y como usted no
estaba aquí para ponerme puntos, fui a Urgencias, donde me echaron
cuatro puntos y me pusieron la vacuna del tétano”.
Ella está siendo juguetona, lo sé, pero cada vez que oigo algo que me perdí
con ella, me duele. “Estaré aquí la próxima vez---cada próxima vez”.
Sus labios se curvan, “Lo sé. No dejaré que huyas otra vez”.
La giro para que quede de cara a la puerta y yo detrás de ella, mis labios
encuentran su oído. “Yo no corro, nena. Pero discutiremos eso con más
profundidad luego. Cuando estemos a solas y desnudos. Tras haberte
lamido hasta enviarte de viaje al olvido y traído de vuelta”.
Un suave y pequeño jadeo escapa de sus labios y me hace abrir la puerta
antes de que deje de importarme una mierda lo que quiera Adam y no abra
la puerta. Al menos no hasta que ella haya estado jadeando unas cuantas
veces más.
Ella se gira a mirarme cuando salimos del baño, señalándome con el dedo,
“Eres malo”, me acusa.
Deslizo el brazo alrededor de ella, pero no discuto esa afirmación. Soy malo.
La cuestión es, ¿puede ella manejar todas mis sombras de maldad? No estoy
seguro de que pueda contestar a eso hasta que todo esto haya acabado
y la espera va a matarme.
CAPÍTULO TRES
Candace
Todos los ojos se posan en Asher cuando mete el drive que Rick había
escondido en la tumba de su madre en el ordenador. Todos estamos
mirándolo, a este hermoso hombre de pelo rubio, tatuado, que luce como
un roquero y jaquea como un informático, esperando a que nos diga lo que
encuentra, cuando su teléfono suena. Él deja lo que está haciendo y agarra
el teléfono, que está en la mesa junto a él. “La esposita”, dice, enseñando
el identificador de llamada, que en verdad dice “esposita”. “Ella se
preocupa”, añade. “Tengo que contestar”. Presiona una tecla en el
teléfono y habla por el bluetooth. “Hey, nena. Sí. Yo también te extraño”. Él
se ríe. “Sí, ya se, ya sé. ¿Y si conseguimos un perro para que te haga
compañía? Y un gato. Tenemos un cliente que tiene un perro y un gato”.
La llamada es tierna.
Rick explota.
“¿Qué demonios?”, escupe. “Dile que la quieres y que la llamarás luego y le
hablarás sucio más tarde”.
Es tan Savage, y su relación con estos hombres de verdad está demostrando
ser tan fraternal, de una manera que me tiene queriendo reír y llorar por él,
lágrimas de felicidad, no de tristeza. Él necesitaba una familia y ellos son su
familia. Su confesión en la tumba antes de que Wes apareciera me viene
con un poderoso impacto que apaga mi furia. Él vino por mí. Se sentó en la
entrada de mi casa. Nunca se dio por vencido con nosotros.
Asher hace una mueca. “Te llamaré luego, nena. Savage está siendo un
coñazo”. Él se ríe por algo que su ‘esposita’ dice y responde con, “Si
hablamos sucio ahora, lo vamos a cabrear mucho. ¿Te apuntas?”
“¿Quieres hablar sucio, Asher?” se burla Rick. “Porque puedo subirme a esta
mesa y hablarte sucio de muchas maneras. De hecho, conozco unas
cuantas palabras que harán que las bolas se te suban directamente al
culo”.
Asher suelta una carcajada y dice, “Tengo que irme, nena”, antes de colgar
y sonreír a Savage. “He colgado porque me gustan mis bolas justo donde
están y tú eres lo bastante raro como para tratar de reubicarlas”.
Me río y Asher me guiña un ojo, antes de flexionar los dedos en el teclado.
“Y ahora, ¿dónde estábamos?”. Él se dispone a teclear y después de unos
dos minutos, Rick se convierte en ‘El hombre de los dos minutos’ y pierde la
paciencia. “¿Y bien?”, exige. “¿Qué hay ahí?”
Asher sonríe con suficiencia y le lanza una mirada a Rick. “Jesús, tío. No tienes
ni idea de lo que tienes en tu propio drive, ¿verdad? Eres como un viejo.
Recuérdame que nunca te de vodka”.
Rick cruza los brazos en su pecho perfecto, sus pies bien separados en el
suelo. “Si bebieras tanto vodka como yo solía hacer, no recordarías tan
pronto”.
Rick dice cosas locas, ridículas, pero este comentario no es una broma. Las
palabras son directas. Son hechos. No soy la única que lo nota. La sala se
queda en silencio, el tipo del silencio en el que se oiría caer un alfiler. Apenas
puedo concebir una realidad donde Rick Savage tuvo que ahogar su vida
en el alcohol, y ojalá pudiera volver atrás en el tiempo, y aferrarme más
fuerte, de la manera que pienso hacerlo ahora.
“El dinero no puede comprar la felicidad”, murmura Adrian. “Pero puede
comprar vodka”. Él levanta el vaso del que está bebiendo. “Puede que este
vaso tenga vodka en el. Te entiendo, tío”.
La mirada de Rick se posa de manera feroz en Adrian y no existe amistad en
ésta. No le cae bien y me pregunto si es porque ve demasiado de él mismo
en el otro hombre para su comodidad.
“OK”, dice Asher, presionando unas cuantas teclas en su MacBook. “Esto es
lo que tenemos”. Apoya sus manos en la mesa. “Parece los detalles de diez
misiones. Todas domésticas. ¿Alguna idea de por qué documentaste y
escondiste estas diez misiones?”
“No tengo ni puta idea”, dice Rick. “Envíamelos a mi correo electrónico para
verlos desde el móvil”.
“Mi trabajo ahora es buscar la manera de conectarlos con Gabriel”, Asher
se frota las manos. “Más vale que alguien pida servicio de habitaciones”.
“Me apunto”, se entromete Adrian.
“¿Me los puedes enviar a mi correo también?” pregunto. “¿Quizás algo me
resulte familiar?”
“No lo quiero en tu teléfono o ninguna huella digital”, dice Rick, mirando a
Asher, “Lo imprimiremos para ella”.
Desde ahí, hay un gran debate sobre qué comida pedir, y para la hora que
llega la comida, Rick y yo ya nos hemos acercado más al equipo y tomado
dos asientos. Cuando la comida ha sido devorada, me encuentro revisando
las misiones que Rick documentó, buscando algo que me resulte familiar. Lo
que se me hace familiar rápidamente es que la mayoría de las misiones de
Rick, incluyen la muerte de alguien. Por supuesto esto era algo que ya sabía.
Él me lo dijo. Y estas no son solamente sus misiones. Mi padre estaba
involucrado. Tampoco se me pasa el hecho de que fueron contra malos
actores que planeaban hacer daño al país. Rick tenía principios. Rick no
mató a ese niño, no intencionalmente al menos. Él intentó salvarlo.
Estoy en la misión final, un diplomático en un país extranjero, que fue
asesinado, así como su equipo de seguridad. Trago con fuerza. “Ésta”.
Rick echa una hojeada al documento impreso en mi mano y luego a mí.
“¿Por qué ésta?”
Mi mente se va al pasado y todos los de la mesa se me quedan mirando.
“Estaba con Gabriel. Tenía puestas las noticias y estaban hablando sobre
esto. La historia captó su atención, el puro que se disponía a encender en
ese momento estaba en su boca, y, aunque su expresión no cambió, había
algo en sus ojos. No puedo explicarlo de otra manera sino como victorioso.
Tanto, que iba a preguntarle, pero sonó su teléfono. La llamada fue rápida.
Él ni siquiera dijo hola. Alguien le dijo algo y él colgó. Por algún motivo,
cuando desconectó la llamada, mi instinto me dijo que lo dejara pasar. Lo
cual, todos sabemos el motivo ahora. Era supervivencia”.
“Él ordenó los asesinatos”, dice Rick. “Su nombre coincide con las iniciales
que constan en nuestras instrucciones. No es nada nuevo”.
“Pero es más sustancial que simplemente unas iniciales en un papel. Es una
misión con la que sé que puede estar conectado”. Trago saliva con fuerza.
“Pero hay más”.
Rick arquea una ceja, apresurándome para que cuente ese ‘más’, sin
palabras.
“A la mañana siguiente, fui a casa de mi padre, y estábamos haciendo
pancakes. Nos encontramos de pie junto a la isla de la cocina riendo
cuando, la misma historia salió en la tele. Él hizo una pausa, se quedó
oyéndolo y dijo, “No le deseo la muerte a mucha gente, pero es un alivio
que ese hombre lo esté”.
“No estaba equivocado”, dice Rick. “Masacró a miles de los suyos solo para
mantenerlos callados. No creo que ese comentario signifique nada”.
“Excepto que ambos reaccionaron a la misma historia”, replico. “Sabemos
que ambos eran parte de esta operación black ops. Parece ser que los dos
tuvieron una reacción que dice que estaban involucrados. Si no podemos
demostrar que Gabriel estaba metido en eso, quizás mi padre pueda. Él
estuvo metido en eso. Tal vez él pueda ofrecer alguna prueba”.
“Sabemos que tu padre no tenía conocimiento de que Gabriel era el
cabecilla de la operación black ops”, me recuerda Rick. “Tenemos
suficiente información que nos lleva a creer que lo descubrió, te quería fuera
de ella, y eso lo colocó en la lista de asesinatos de Gabriel”.
“Esta lista de misiones no va a ser de ayuda. Mi padre puede ayudar. Lo
necesitamos de vuelta ahora”.
“Necesitamos un plan de respaldo”, dice Rick.
“¿Y yo qué soy?” pregunta Asher. “¿Comida de pollos? No me dejes fuera”.
Me centro en Rick, en el plan de respaldo. “Porque puede que mi padre no
salga de ésta con vida”. La cruda realidad me golpea como si un cuchillo
de verdad me estuviese abriendo un canal aquí y ahora.
“Candy, nena---“
“Yo sé que puede que no regrese”, digo. “Solo necesitaba decirlo en voz
alta. Necesito forzarme a mí misma a estar lista para cualquier cosa. Eso es
lo que tú no entiendes. Lidio mejor con las cosas de frente y con honestidad
brutal. Pero, maldita sea Rick, si yo puedo con esto, tú deberías ser capaz de
lidiar con tu propia realidad también”.
Entrecierra sus ojos en mi dirección. “¿Y eso significa qué?”
“No vamos a quitar de en medio a Gabriel antes de la fiesta del sábado. Eso
no pasará. Y soy la tapadera que necesitas para cargarte a Tag y salvar a
mi padre”. Me dejo caer hacia él. “Voy a ir a esa fiesta. Voy a ir del brazo
de Gabriel. Y tú podrás sobrevivir a ello con la promesa de vengarte”. Me
levanto. “Y ahora, me voy a nuestra habitación, donde podremos pelear en
condiciones y tú podrás salvar las apariencias cuando pierdas dicha pelea”.
Doy un vistazo por la estancia. “Buenas noches a todos”.
Y con eso, salgo de la habitación.
CAPÍTULO CINCO
Savage
Despierto con la luz del nuevo día colándose por un hueco de las persianas
del hotel, el aire acondicionado enfriando la habitación y el cuerpo grande
de Rick acunándome desde atrás. Bajo las pestañas saboreando el
momento mientras me acurruco solo un poquito más cerca de él. Aún
dormido, él reacciona instintivamente, amoldándome contra él y
hundiendo su rostro en mi cuello. Es irreal. Esto es irreal. Hace unas semanas,
pensaba que nunca volvería a ver a Rick, y mucho menos despertar con él,
sin embargo, aquí estoy y estamos de nuevo juntos. Y por esa razón, le
prometí que confiaría en él, y voy a darle esa confianza.
Las sombras del sueño danzan en mi mente, decoradas con pétalos de rosas
y recuerdos. Y estoy de repente, o quizás no tan de repente, sumida en el
sueño y en el pasado, reviviendo una de las mejores noches de mi vida.
Después de una noche de baile y travesura en el ático de nuestro bar
country favorito, lo cual aún me tiene sonrojándome, Rick mete la
camioneta en el garaje y apaga el motor. “No te muevas, nena”, ordena.
“Tengo una sorpresa para ti”.
Me río, “Entrar escondidas a ese ático es todo lo que puedo manejar esta
noche”.
“Ambos sabemos que eso no es cierto”, él me guiña un ojo y me besa.
“Quédate aquí o me veré forzado a nalguearte justo aquí en la camioneta
porque la sorpresa está dentro”.
“Eres malo”.
Él mueve una ceja arriba y abajo. “Tú lo sabes, nena, mejor que nadie”.
Se desliza fuera de la camioneta y me deja encerrada dentro. Yo me río y
miro por encima de la consola, disfrutando la vista de su increíble y prieto
trasero que se ve tan bien en bata de cirujano como en los vaqueros
desgastados que lleva esta noche. Él entra en la casa y la curiosidad me
mata por obvias razones. Con Rick Savage, nunca se sabe qué sucederá
después, y eso me encanta. Amo la manera en que me hace vivir la vida,
la manera en que trae emoción a cada segundo de cada día, y aún así,
me calma al mismo tiempo.
Rick entra en la casa, nuestra casa ahora por casi cuatro meses de los seis
que llevamos conociéndonos, y yo cuento los segundos, que se convierten
en unos cuantos minutos, hasta su regreso. Finalmente, sale de la casa,
sujetando algo en sus manos que no puedo averiguar muy bien qué es.
Ansiosa por saber qué trama, lo observo dar la vuelta a la camioneta y abrir
la puerta del copiloto para rescatarme. “Señora”, dice, ofreciéndome su
grande, fuerte mano. Las mismas manos que salvaron la vida de un niño y
sus padres la noche anterior, pero hay mucho más en él que un simple
cirujano. Es complicado. Él está dañado. He visto las maneras en que su
padre contribuye a cuan dañado está. Aún así, cuando está conmigo,
especialmente aquí en la casa, se relaja y se deja llevar por el momento. He
visto cómo sucede, de manera frecuente.
“Señor”, digo formalmente, siguiéndole el juego, mientras apoyo la palma
de mi mano en la suya y me lleva al otro lado del asiento. Al segundo
siguiente, me toma por la cintura y me levanta sacándome de la
camioneta, con tal facilidad que pensarías que soy una pluma. Me gustan
mucho sus músculos. Me tambaleo un poco con la influencia de mi único
Tequila Sunrise, demostrando que me emborracho fácilmente, pero Rick solo
tomó una cerveza. Creo que siempre teme que lo llamen para alguna
emergencia incluso cuando no está de guardia. O tal vez solo tema
convertirse en su padre.
Él agarra mis caderas desde detrás. “Tranquila, nena”, murmura, dando
mordisquitos en mi cuello, y enviando un delicioso escalofrío por mi columna.
“Te tengo. Siempre”.
Siempre.
Esa palabra.
La ha usado mucho últimamente.
“Eso espero”, susurro, y quizás sea el Tequila Sunrise, pero ahora mismo siento
un temor pellizcándome el pecho--- miedo de quererlo tanto y perderlo.
Pero también, soy hija de militares, perdí a mi madre en la guerra. Rick
todavía es cirujano, pero también un soldado más que dispuesto.
Él cierra la puerta de la camioneta y me guía hacia adelante, dándome una
de sus sexy malévolas sonrisas. Agarra mis dedos y retrocede.
“¿Qué estás tramando?”
“Espera y verás”.
Él se detiene con la puerta de la cocina a sus espaldas y sostiene una venda.
“Voltéate”.
Mis ojos se abren como platos. “¿Qué estás tramando?” repito.
Él me da la vuelta y se acerca. “Vas a tener que confiar en mí. Prometo
lamer solo en esos lugares especiales”.
La risa sale de mi garganta y le permito que coloque la venda sobre mis ojos.
“Sucio”.
“Tal como a ti te gusto”. Él me da la vuelta para tenerme de frente y puedo
sentirlo observándome.
“Me estás mirando”.
Me acaricia la mejilla con el dedo. “Sí. Porque eres tan malditamente
hermosa”. Su voz es áspera, casi gutural.
El sentimiento me invade--- el mío, el suyo. “Rick”, susurro.
Sus labios aprietan los míos, un simple beso, labios con labios y nada más,
pero de alguna manera, es mucho más. Es fuego, es pasión, es amor. Un
beso que causa sensaciones. Un beso que se queda incluso cuando su boca
se aleja de la mía y él reclama mi mano. “Ven”, murmura, y antes de saber
sus intenciones, me ha levantado y metido en la casa.
Me río cuando me coloca en el suelo y vuelve a capturar mi mano, así como
capturó mi corazón aquella noche en la cafetería cuando nos conocimos.
Yo simplemente no lo supe en aquel entonces, pero lo sé ahora. Todo esto
empezó con un hola, bueno, en realidad, estoy prácticamente segura de
que fue algo más contundente, considerando que había bloqueado mi
coche con su camioneta.
Rick me guía hacia adelante, su brazo alrededor de mí para protegerme de
chocar contra algún mueble o pared, lo cual estoy segura de que haría sin
su ayuda. Mi cuerpo solo se centra en lo bien que se siente su tacto, pero mi
mente trata de ubicar dónde estamos. Mis orificios nasales se abren con una
pizca de esencia silvestre masculina que proviene de Rick y nuestra
habitación. Me encanta eso de nuestra habitación. Rick se detiene en seco,
y se coloca detrás de mí, su aliento provoca un cálido cosquilleo en mi
cuello. “¿Lista?”
Sonrío. “Sí. Muy lista”.
Él me quita la venda y yo parpadeo, la cama está llena de pétalos de rosa.
Hay una docena de rosas en cada mesita de noche y en el centro una
bandeja con dos trozos enormes de nuestra tarta de chocolate favorita y
una botella de champán. Mi corazón se hincha por el esfuerzo que ha
puesto en enamorarme y cuando me giro, él está hincando una rodilla en
el suelo.
Mi corazón empieza a martillear en mi pecho. “¿Qué estás haciendo?” Es
una pregunta estúpida, considerando todo esto, especialmente la caja de
terciopelo en su mano.
“No me imagino siendo feliz ni un solo día en este planeta sin ti, Candace,
nena. ¿Te casas conmigo?”
Él abre la caja y dentro hay un precioso anillo con un diamante y un zafiro,
las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas y la palabra, “Sí”, es todo lo
que consigo decir antes de que él se ponga en pie, besándome.
Parpadeo despierta, con una sonrisa en mis labios y el sonido de un trueno
de fuera de la ventana del hotel, la habitación más oscura ahora. El aire
acondicionado echa aire más frío también. El brazo de Rick es pesado y
protector alrededor de mi cuerpo como si tuviera miedo de perderme. No
quiero pensar en ese miedo. Solo quiero dormir unos cuantos minutos más.
Solo quiero estar de vuelta en esa noche perfecta cuando Rick me propuso
matrimonio. Pero no es ahí donde se va mi mente. Mi mente decide llevarme
al infierno en lugar de eso.
CAPÍTULO NUEVE
Candace
No soy capaz de mirar a Rick y hablar con Gabriel. No puedo. Doy la espalda
al baño y me dirijo a la cama, “Es complicado ponerse en contacto contigo
estos días”, dice Gabriel, con tono acusatorio en sus palabras.
“Puedo decir lo mismo de ti la mayoría de los días”, comento con acritud, y
porque acariciarle el ego es siempre una buena jugada, agrego, “Y,
supongo que eso será así mucho más frecuente cuando te conviertas en
presidente”.
Él da un suspiro. “Ese será un gran día, ¿no crees?”. Él no espera a que
responda. ¿Cómo no me di cuenta lo a menudo que, simplemente me
ignora?
“¿Cómo te sientes?”, una pregunta que para algunos puede parecer como
si le importara. En realidad, sí. Le importa cómo afectará eso al sábado
noche.
“Los síntomas vienen y van. Fui a casa de Linda anoche para recoger una
cosa que olvidé y tuve otra recaída así que me quedé. Vimos la película
Pretty Woman, la cual no quieres ver conmigo”.
“Demonios, ya ni modo. Gracias Linda por salvarme”. Y gracias a Dios, que
pasa a otra cosa, aparentemente satisfecho con mis comentarios. “¿Tengo
que mandar a una estilista para que te ayude con un traje?” pregunta.
“No”, contesto rápidamente. “Voy a ir de compras hoy. Quiero escoger algo
con lo que me sienta yo misma”.
“¿Qué pasa si tienes otra recaída?” De nuevo, él no espera mi respuesta.
“No, creo que debería enviar a una estilista. Así puedes descansar hasta
mañana por la noche. ¿Puedes estar en casa para las tres?”
En otras palabras, ya lo tenía planeado. Echo in vistazo al reloj, que da las
diez. “Sí, por supuesto”.
“Llamé a la estilista por si acaso y dijo que podría atenderte entonces. En la
mansión. Puedes quedarte allí esta noche”.
“No”, estallo. “No, me voy a mi casa esta noche. No quiero gente a mi
alrededor y no quiero propagar gérmenes que posiblemente puedas coger.
Recógeme en mi casa para la fiesta”.
“¿Tienes fiebre?”
“No en este momento. Viene y va también”.
“Entonces, tienes razón. Quédate en tu casa”. En otras palabras, que no
vaya regando mis gérmenes por sus cosas. “Pero”, agrega, “también voy a
enviar a un médico a tu casa. Asegúrate de estar ahí a las tres”.
“Eso no es realmente necesario”.
“Definitivamente sí es necesario. Fin de la discusión y de vuelta a la fiesta. Mi
corbata será del azul de la bandera. Le dije a la estilista que necesitas un
vestido que sea azul o rojo. Necesitamos empezar a mostrar lo patrióticos
que somos. Y quedé con el jefe de mi equipo de inversión. Tras este evento,
necesitaremos hacer más acto de presencia en público”.
Tras este evento, ya me habré ido, pienso. Para siempre. Solo espero que eso
no signifique que estaré muerta. “Cualquier cosa que pueda hacer para
apoyarte”, digo, “sabes que lo haré”.
“Y tú, mi dulzura, serás la primera dama más impresionante que jamás haya
adornado la Casa Blanca”.
Nunca antes me había llamado dulzura. Me pregunto si algún grupo de
muestreo le dijo que sería adorable hablarme así frente a los medios, o si
olvidó que está hablando conmigo en lugar de su mánager de campaña,
también conocida como su querida.
“Estoy pensando que tú”, continúa, “como primera dama, podrías diseñar
un monumento que se hiciera simbólico”.
Hubo un momento en que me hubiera sentido muy entusiasmada ante tal
posibilidad. Hoy, solo consigo decir un débil “Todo es muy emocionante”.
“Lo es. Llámame cuando elijas tu vestido y después de ver al doctor. Te amo.
Descansa”. Él cuelga el teléfono sin forzarme a decir esas temidas palabras
‘te amo’, las cuales estoy segura que hubieran hecho que Rick pierda los
papeles. Me giro hacia el baño y lo encuentro en la entrada en pie, un
hombro musculoso apoyado contra el marco de la puerta, una camiseta
negra ajustada estirada sobre su ancho y perfecto torso. No se mueve, pero
sus ojos, esos ojos profundos del azul del océano, están fijados en mí.
“Le dije que estaría en la casa a las tres para quedar con una estilista y
también me va a enviar un doctor. Quería que me quede en la mansión
esta noche pero le insistí en que me iba a mi casa. Wes está muerto ahora,
así que asumí que no sería peligroso ir allí”.
Él no habla, su expresión ilegible, pero las líneas de su duro cuerpo están
tirantes, su mandíbula, aún ensombrecida por la incipiente barba, apretada.
Se separa del marco de la puerta y camina despacio hacia mí, una pantera
acechante, un depredador, en ese momento es un depredador. Es letal. Es
un asesino, bueno, parte de él lo es. Pero no me importa. Y, a pesar de que
pueda sonar irracional para algunos, lo deseo inmensamente en este
instante. Se detiene delante de mí, pero no me toca. Me pone la piel de
gallina. Quiero que me toque. “Te odio con él”, dice, con voz ronca.
“Yo también”, susurro, acercándome a él, colocando mi mano en su pecho,
el martilleo de su corazón bajo la palma de mi mano prueba de que la mera
existencia de Gabriel lo afecta. Pasé años pensando que no me amaba.
Años pensando que nunca miró atrás. Estaba equivocada, muy
equivocada.
“Quiero que seamos tú y yo, Rick. Eso me gustaría mucho, pero tenemos que
hacer lo que tenemos que hacer para acabar con esto. Déjame ir a la fiesta.
Para cuando haya terminado, Tag ya no estará ni nosotros tampoco. Estaré
en un avión contigo, camino a Nueva York”.
Él agarra mi cintura y tira de mí hacia él, apoyando su frente en la mía. “No
puedo prometer que no lo vaya a matar”.
“Lo sé”, digo, y mi mano se posa en su mejilla, sobre la cicatriz que consiguió
la noche en que mató a la esposa de Wes, pero, sobre todo, esa cicatriz
existe porque mi padre lo convenció de apuntarse al equipo black ops. No
sé qué hacer con esa información.
Rick se hace hacia atrás estudiándome, su expresión inquisitiva. “No estoy
hablando de Tag. Estoy hablando de Gabriel. Si te pone la mano
equivocada encima, lo mataré”.
“Estarás muy ocupado matando a Tag”.
“Si tratas de convencerme de que deberías estar en esa fiesta, estás
fracasando”.
“Estaré protegida”, le recuerdo. “Y la fiesta es de alto perfil. Habrá plenitud
de personal de seguridad presente. Necesito ayudarte, Rick, y necesito a mi
padre. Si no voy a esa fiesta, Tag sabrá que algo está pasando y eso os pone
a ti y a mi padre en riesgo”.
Él mira hacia el techo, como si tuviera una lucha interna antes de fijar la vista
en mí con una mirada turbulenta. “No vas a marcharte de esa fiesta con él.
Y hablo en serio, no vas a marcharte de esa fiesta con él. Me da igual si
tienes que hacer una escena. ¿Entendido?”
Se me forma un nudo en la garganta. Trago saliva con fuerza. “Temes que
haya planeado matarme”.
“Él y Pocher ya decidieron que si te conviertes en un problema, no eres de
utilidad. No los oímos tomar la decisión definitiva de deshacerse de ti, pero
eso no significa que no lo hayan hecho”.
Mi corazón retumba en mis oídos y comienza a martillear con fuerza,
mientras que el nudo en mi garganta se hace más denso. Apenas puedo
respirar. No quise a Gabriel, pero cuando lo conocí, pensé que era un buen
hombre. No esperaba que fuera el hombre que planeara atentar contra mi
vida. Nadie puede esperar ese tipo de cosas.
Las manos de Rick bajan por mis brazos. “Candy”, dice con suavidad, y yo
me quedo mirándolo, a este hombre que es dueño de mi corazón y mi alma,
este hombre que se hace llamar a sí mismo un asesino. Aun así, lo es, pero
no es un monstruo. Gabriel es un monstruo.
“Necesito oírtelo decir, nena”, me presiona.
“No me marcharé con él. Lo prometo. Cueste lo que me cueste”.
CAPÍTULO DOCE
Savage
El pasado…
***
El presente….
Salgo al patio del hotel con ese primer encuentro con Kane en la mente.
Fue el primero, pero no el último. Él me ha contactado, un mago que sabe
cómo hacerlo cuando nadie más puede. Le hice un favor, le ayudé a
proteger a su mujer del mismísimo Pocher.
Mi teléfono suena y respondo con, “El jodido Kane Méndez”.
“Rick Savage”, responde él, su acento lo suficientemente rico como para
soltarte un ‘que te follen’ sin siquiera decir las palabras. Ese no es su estilo. Él
no se encara como yo. Él es suave como la seda y letal como una Black
Mamba. “¿Cómo supe que algún día me pedirías un favor?”
“Porque te salvé la jodida vida, Kane”.
“Creo que yo hice lo mismo por ti”.
No se equivoca, lo hizo. “Pero me deshice de un problema para ti. Ahora
tenemos un nuevo problema, un enemigo mutuo”.
“Eso dijiste en el mensaje de voz. ¿Quién?”
“Pocher”.
Se queda en silencio un momento. “Esta línea está despejada pero no lo
suficiente para esta conversación, pero tienes toda mi atención”.
“La mía sí está despejada”.
“Te llamaré luego”.
Él desconecta, y no tiene que decir nada más. Se apunta. Está súper
interesado. Que le jodan a Aarón el ex espía de la CIA. Kane Méndez es el
hombre para este trabajo, después de mí.
CAPÍTULO CATORCE
Candace
“Que conste”, dice Smith. “Sé que me vas a ignorar, pero yo me opongo a
que se involucre a Kane Méndez”.
“Que conste”, dice Rick. “Me opongo a los chocolates Reese’s de crema de
cacahuete con formas raras. No saben igual”.
“Que te jodan, Savage”, espeta Smith rápidamente. “Trato de mantenernos
a todos con vida”.
Rick me sorprende poniéndose serio. “Yo confío en él, tío. No digo eso a la
ligera. Si tú confías en mí, confía en él”.
“Confío en ti”, responde Smith. “Y me gustaría pensar que tú también confías
en mí. He oído cosas por gente que conozco bien”.
“Fui a matar a un objetivo, un cabrón que llevaba una venta de esclavas. Él
también fue a lo mismo”.
“¿Kane Méndez?” pregunto.
“Sí”, confirma él. “Yo salvé la vida de Kane. Él salvó la mía. Y luego los dos
juntos salvamos a esas mujeres”.
La mandíbula de Smith tiene un tic nervioso. “Eso no significa---“
“Sí”, insiste Rick, echándose hacia adelante para mirar a Smith de frente.
“Tío, tienes que ver cuánto la amo. Lo conozco a él aparte de ese incidente.
Lo conozco. Confío en él. El hecho de que le confíe la vida de Candace
debería decirte lo seguro que estoy de él”.
“La amas”, coincide Adam. “La quieres con locura. Me acabas de
convencer. O, mejor dicho, Kane Méndez me ha convencido”.
Smith asiente levemente. “Cuenten conmigo”.
Rick relaja los hombros, y vuelve a colocarse en su silla. “¿Alguien dijo pizza?”
“Yo la pediré”, digo, tomando mi teléfono. Todos empiezan a decir sus
preferencias en voz alta, y para cuando he colgado, el tema se ha desviado
a la visita del doctor a mi casa.
“¿Sabemos a qué hora viene, Candace?”, pregunta Adam.
Vuelvo a agarrar mi teléfono de la mesa, donde lo acabo de soltar. “No,
pero puedo enviarle un mensaje y enterarme”.
Él atrapa mi mano. “¿No estamos monitoreando las llamadas de Gabriel?”
pregunta Rick.
“Yo lo estoy haciendo”, responde Asher. “Pero tiene a tantos gilipollas
trabajando para él, que no puedo seguirlos a todos en tiempo real. Llamó a
un médico. Sabemos quién es. No tenemos pruebas de que lo volviera a
llamar después de hablar con Candace”.
Rick me suelta. “Escribe a ese gilipollas”.
Envío el mensaje: Estaré en casa a las tres. ¿A qué hora llega el médico?
“Hecho”, digo, soltando el teléfono.
Asher desliza su MacBook a un lado. “La mejor manera de hacer que
Candace no vea al médico es decirle que te hiciste un test de embarazo y
dio positivo. Puedo hacer que el test se vea como positivo”.
“¿Le estás dando a las drogas?” explota Savage. “Si Pocher cree que el que
muera Candace le gana a Gabriel un voto por compasión, ¿qué hará su
prometida embarazada por la campaña? No”.
Puedo sentir cómo palidezco recordando una noche de hace tres meses.
Gabriel y yo estábamos cenando, en un restaurante italiano elegante, y
torturada con la idea de que pudiera herir a mi padre, yo jugaba a ser su
prometida. Habíamos estado bebiendo vino, esperando nuestras ensaladas,
cuando me dejó anonadada con, “Creo que deberíamos quedarnos
embarazados”.
“Nos acabamos de comprometer”.
“Podemos adelantar la boda seis meses, y si te quedas embarazada ahora,
no te verás embarazada”.
Trago saliva con fuerza. “No. No voy a quedarme embarazada antes de
casarme”.
“Entonces, fuguémonos”.
La rabia se apodera de mí rápido y con fuerza, y me olvido de jugar a ser
agradable. “No. Y, ¿por qué tengo la sensación de que esto tiene algo que
ver con tu campaña y no conmigo ni con nosotros?”
“Tenemos un propósito mucho mayor que nosotros”.
Estoy de regreso en la habitación cuando Asher dice, “La idea es hacerla
sobrevivir los próximos dos días”.
“No”, digo. “Ese test puede que no solo me convierta en un objetivo sino
también darle una razón para encontrarme cuando me marche”. Mi
teléfono vibra con un mensaje junto a mí en la mesa. “Es Gabriel”, digo,
leyendo el mensaje. “El médico llegará sobre las cuatro”. Respondo con: No
es necesario, pero ya te diré cómo va. “Son las dos”, digo. “Necesito
empezar a moverme”. Me levanto. “No quiero esperar a la pizza. Necesito
acabar con esto”.
“Tu coche está abajo, las llaves están bajo el asiento”, responde Smith.
No pregunto cómo hicieron eso. No me importa. Solo quiero salir de aquí en
este momento. Me dirijo a la habitación en busca de mi bolso y el maletín.
Quiero hacer bocetos. Quiero trabajar. Necesito ese escape y si lo consigo
hoy, lo haré.
Acabo de terminar de recoger mis cosas cuando Rick aparece en la
entrada. Él consume la habitación así de fácil. Es grande, musculoso y
hermoso. Su perilla y cicatriz en su rostro, cada parte de su faceta de
mercenario. Y yo solo quiero acabar con todo esto y estar con él. Cierro el
espacio entre ambos y rodeo con mis brazos todos esos duros músculos.
Él me abraza con fuerza y simplemente me sujeta un momento antes de
inclinar mi cabeza hacia atrás y quedarse mirando. “Él quería dejarte
embarazada”. No es una pregunta.
“No importa”.
“Sí importa, nena. Jodidamente sí que importa y hablaremos de todas las
razones de por qué cuando lleguemos a nuestro hogar en Nueva York”.
“Hogar”, digo. “Me gusta cómo suena eso”.
CAPÍTULO DIECISÉIS
Candace
Abro la puerta de mi casa y encuentro a una bonita rubia con grandes tetas
ahí parada. Sé que tiene las tetas grandes porque va mostrando un montón
de canalillo. Lleva puesto un vestido rosa pero apenas se nota, por el
canalillo. Bien por ella. Yo no tendría ese canalillo ni metiéndome calcetines
en el sujetador.
“Eres preciosa. Esto va a ser divertido. Soy Dawn, tu asesora de moda
personal”. Ella me ofrece la mano y yo se la estrecho antes de que me
señale por encima de su hombro. “Tengo como una docena de vestidos
para que te pruebes. Si esos no funcionan, puedo traer más”. Ella inclina la
cabeza. “Tienes buen aspecto”. Se dirige hacia su coche.
Buen aspecto.
Soy la chica adecuada.
¿Me pregunto si es por eso que Gabriel me eligió? Bueno, eso, y porque soy
la hija de mi padre. Obviamente, pensó que aliándose con mi padre lo
controlaría. Claramente, nunca lo conoció bien.
No pasa mucho tiempo hasta que Dawn y yo estamos en el cuarto de
invitados y tengo una selección de vestidos rojos y azules en un perchero
que da vueltas que ella ha montado.
“¿Tienes un espejo?”
Mierda. El espejo está en el closet en la puerta.
“Uno cutre”, digo. “Supongo que tendré que cruzar el pasillo, pero el
dormitorio principal está hecho un desastre”. Hago una risa nerviosa.
“Prefiero que nadie más lo vea”.
“Tengo uno en mi coche”.
Me invade el alivio cuando agrega. “Y he oído que has estado enferma así
que, si necesitas tomarte un descanso en algún momento, podemos
hacerlo”. Sale de la habitación y yo me pruebo un vestido rápidamente,
tratando de acelerar esto. Cuando regresa, ya voy por el vestido número
dos.
“¿No te gustó la seda azul?”
“Demasiado apretado”.
Dos vestidos más y me cuesta trabajo mantener una conversación con ella.
Cuatro vestidos más y por fin encuentro uno que me servirá. Me coloco
delante de su elegante espejo portátil e inspecciono mi elección. Es de
cintura ceñida y largo hasta el suelo. La tela es de seda roja con un bordado
floreado. “Me quedaré este”.
“Te queda precioso, pero tengo muchas más opciones para ti”.
“Este”, insisto. “Cuando me decido por algo, eso es. Gracias. Es perfecto”.
Tengo la esperanza de que esto se convierta en un rápido preludio de su
partida y la salida de Rick del closet, pero ella sigue y sigue hablando de
vestir a la primera futura dama. Cuando por fin le he asegurado que tengo
los zapatos y joyas perfectos, y que necesito descansar, nos dirigimos hacia
la puerta.
Más o menos cuando consigo que salga veo a un hombre subiendo los
escalones, con un bolso de piel al hombro, el que asumo que será el doctor.
Es alto, en forma para sus sesenta y tantos, su cabello blanco y negro, espero
y su traje azul simple y sencillo.
“¿Candace?”, pregunta, sus ojos azul claros fríos, a pesar del tono cálido de
su voz. “Soy el Dr. Moore”.
“Soy Candace”, doy un paso atrás. “Pase”.
Él entra al recibidor y se gira para mirarme. “¿Cómo se encuentra?”
Cierro la puerta tras él y me doy cuenta de lo incómodo que será pedirle
que me acompañe a una habitación ahora que Dawn se ha ido. “Mejor
después de una sopa de pollo. Por fin puedo mantener algo en el
estómago”.
“Bueno, bien”. Él me señala el salón a la izquierda. “¿Por qué no nos
sentamos y me deja echarle un vistazo rápido? Tenemos que mantener a
nuestra futura primera dama sana y bien”.
Si alguien más vuelve a decirme ese comentario de ‘futura primera dama’
creo que me enfermaré de verdad. Decidida a sacarlo de aquí y con la
esperanza de que Rick nos siga en esta dirección, le señalo el salón.
“Quedémonos aquí”.
“Me parece bien”.
Lo guío hacia adelante y me siento en el sofá, consciente de que el arco de
la entrada a la cocina está a la derecha y a una distancia audible. Rick
podría acercarse a nosotros por el pasillo que da al recibidor. El Dr. Moore se
sienta junto a mí y empieza la rutina médica pertinente. “¿Cuándo empezó
a sentirse enferma?”
“Hace unos días. Estoy casi segura que fue de algo de pollo que comí. Una
intoxicación alimentaria”.
Hay un cambio en el ambiente, un subidón de energía que me dice que
Rick está cerca. No sé cómo, pero el doctor parece no notarlo, siguiendo
con el tema. “Es muy posible. Tomemos sus signos vitales y hagamos sentir a
ese futuro esposo suyo mejor”.
Consigo mostrar una débil sonrisa y soporto que me tome los signos vitales
mientras hablamos del historial médico familiar, que él ni siquiera anota.
“¿Alguna posibilidad de que pudiera estar embarazada?”, pregunta.
La inquietud se desliza por mi columna, cuando en realidad es una pregunta
bastante normal. Sin embargo, la mayoría de mujeres no tienen a un hombre
tratando de dejarlas embarazadas y luego matarlas. “Ninguna”, digo.
“¿Primer y último día de su período más reciente?”
Escupo las fechas y por suerte, pasamos página. Finalmente, dice, “Todo se
ve bien, y sé que dijo que se encuentra mejor, pero una prescripción
vitamínica le vendría de maravilla. Podemos dársela hoy para que esté lista
para mañana por la noche”.
No sé si es mi adrenalina o la de Rick que sube, o una combinación de
ambos, pero de repente, me encuentro nerviosa, literalmente en el filo del
cojín. El médico mete la mano en su bolsa y saca una jeringuilla. Me pongo
en pie inmediatamente. “No”, digo. “No, pasaré”. Doy la vuelta a la mesa
de centro.
“Es completamente seguro”. El médico se levanta. “Es----“
“No”, repito, y juro que puedo sentir a Rick contemplando la idea de
intervenir, lo cual arruinaría la noche de mañana, lo que significaría el fin de
nuestra oportunidad de sacar a mi padre y quitar a Tag de en medio. “No,
estoy bien”.
El doctor suelta una risa tensa. “Son vitaminas, minerales, aminoácidos y
antioxidantes. No entiendo esta reacción”.
Ni tampoco lo entenderá Gabriel. Mi mente vuela buscando una respuesta
y se va al único lugar que puede---un lugar que no complacerá a Rick. “Mire,
doctor, tengo unos días de retraso en mi período, cuando siempre soy
puntual. Tengo una cita con mi ginecólogo el lunes”.
Él palidece. “¿Pero usted dijo que no había posibilidades de embarazo?”
“Sé lo que dije, pero es porque Gabriel quiere tener hijos. Cuanto antes. Si
bromeo con esto y no es verdad, se decepcionará. Pero si lo estoy, sí, estará
feliz, pero eso también complica lo de su campaña”.
“Porque no están casados aún”, asume.
“Correcto”.
“¿Se ha hecho un test?”
“Todavía no, pero lo haré el lunes en la consulta del doctor. Solo por favor
no le diga nada aún. No quiero que se preocupe en la fiesta de mañana
por la noche. Es importante”.
“Sí, por supuesto”. Él vuelve a meter la inyección en su bolsa y se la echa al
hombro, sacando una tarjeta de dentro y ofreciéndomela por encima de la
mesa. “Voy a ser su médico de cabecera una vez Gabriel tome el cargo.
Adelantemos el proceso para usted también. Llámeme cuando hable con
su médico”.
Acepto la tarjeta. “Por supuesto”.
Por suerte se mueve en dirección a la puerta y yo lo sigo, dándole una formal
despedida, antes de cerrar la puerta con pestillo. Me apresuro a la sala y
encuentro a Rick de pie a este lado del sofá. “¿Por qué hiciste eso,
Candace?”
“No podía dejar que me pusiera esa inyección y sé que tú tampoco”.
“El embarazo le da un motivo para venir a por ti. Así como ese anillo en tu
dedo”.
“No quería llevar el anillo en el dedo. Tenía que tenerlo y lo sabes”, me lo
saco y lo dejo caer al suelo. “Hice lo que tenía que hacer. Matar al doctor
arruinaría nuestro plan del sábado noche. Y sé que lo estabas pensando”.
Él cierra el espacio entre ambos, sus largas piernas le agilizan el trabajo de
colocarse delante de mí con prontitud. No me toca, por lo que sé que está
cabreado. “Le hubiera puesto su propia inyección, y si eso lo mata, pues
que le den”.
“Y entonces él estaría muerto y nosotros jodidos”.
“El embarazo le da un motivo para seguirte cuando nos marchemos”.
“Ambos sabemos que va a venir a por mí y a por ti. ¿No es por eso que has
involucrado a Kane Méndez?”
“Sí. Exactamente por eso”. Y de repente, me da lo que quiero. Me toca. Sus
manos se deslizan por debajo de mi cabello, y él lleva mi boca a la suya.
“¿Sabes cuánto odio pensar en ti con ese hombre?”
“No estoy con él”.
“¿Sabes cómo me mata oírte hablar de estar embarazada con un bebé
suyo?”
“Ya te dije---“
“Nunca volverás a follártelo”.
La ruda orden hace que los pezones se me pongan erectos y que mi sexo
se encoja. “No. No, no lo haré”.
“Solo yo. Dilo”.
“Solo tú, Rick Savage”.
Y entonces su boca choca con la mía, una mano me amolda más a él, y
conozco esta parte de Rick Savage. Sé a dónde lleva esto. Sé la parte de él
que se ha desencadenado en este momento. Es la parte oscura, cruda y
dañada de él, que conozco mejor que nadie. Lo sé. La parte que no puede
contenerse. Y ni siquiera lo voy a intentar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
Savage
En respuesta a mis temores por mi sueño que me dice sobre las acciones de
mi padre, Rick agarra su celular de la mesita de noche. “Creo que esto fue
más probablemente una parte del programa de operaciones Black Moon,
nena, pero haré que el equipo haga una búsqueda”.
Él presiona el botón en su teléfono para llamar a Asher. Escucho cada
palabra. Cuando él cuelga, pregunto, “¿Y bien?”
“Él está buscando”. Coloca su teléfono a un lado y toma mi mano. “Tres
semanas después de que tu madre muriera, Tag no era parte del equipo.
Sea lo que sea que oíste, probablemente fue una operación en suelo
americano”.
“¿Siquiera sabremos si fue un negocio oficial en Estados Unidos? ¿Qué pasa
si solo fue mi padre buscando venganza?”
“Bueno, maldición nena. Yo no lo culparía. Malditamente me vengaría si
hubieras sido tú. No conviertas esto en algo que no tiene que ser”.
“¿Pero qué pasa si Gabriel lo sabe? ¿Qué pasa si él puede usar eso para
arruinar a mi padre?”
“Si él lo supiera, no estaría intentando matarlo”.
“Pero él podría usarlo para arruinar a mi padre cuando regrese, ¿cierto?”
“Tú asumes que él lo sabe. Te lo prometo, nena, ellos tienen una tonelada
de mierda uno contra el otro. Por eso él quiere a tu padre muerto”.
Me besa. “Vamos a traerlo a casa ésta noche. Ahora mismo, voy a hacer
café porque te gusta cuando yo hago el café. ¿Cierto?”
“No, no me gusta. Tú lo haces demasiado fuerte. Yo haré el café”.
“Tal vez mejoré en hacerlo”.
“¿Lo hiciste?”
“Podemos averiguarlo”.
“Como dije, yo haré el café”. Alejo las sábanas, meto mis pies en las
pantuflas y, por primera vez en años, me dirijo a la cocina para hacer café
mientras estoy usando la camiseta de Rick. Rick no me sigue y puedo oír el
profundo rugido de su voz hablando por teléfono.
Pongo la cafetera a hacer el café y me volteo para encontrar a Rick de pie
frente a mí. “¿Esa llamada fue algo importante?”
“Asher haciendo una pregunta acerca de los datos de una de las misiones
que encontró en el dispositivo. Nada relevante ahora mismo”.
Él da un paso más cerca, en nada excepto pantalones deportivos colgando
bajo en sus caderas, sus abdominales ondulados, su cuerpo tatuado
perfecto es una distracción bienvenida de mi sueño y de la noche que nos
espera. Mi mano va a su tatuaje de soldado Boina Verde.
Sus manos grandes capturan mi cintura, y él cierra el pequeño espacio entre
nosotros, nuestras piernas juntas íntimamente. “¿Qué estás pensando?”
“Que la cicatriz en tu rostro, y tus tatuajes, representan una vida que has
vivido sin mí, y aun así, de algún modo, todavía sé cómo haces el café y tú
sabes cuál helado me gusta. Es bastante increíble”.
“Sí”, dice suavemente. “Sí, lo es”.
Y así de rápidamente, me está besando, y estoy contra el mostrador con él
sacando la camiseta por mi cabeza y lanzándola a un lado. Su mirada
recorre mi cuerpo desnudo, y mis pezones están instantáneamente
levantándose, mis muslos resbalosos. No hay ningún muro entre nosotros,
ninguna división, ningún drama de anoche. Solo somos él y yo, contra el
mundo.
Mis manos se colocan sobre su pecho, sobre su palpitante corazón, y es
como si yo hubiera encendido un botón. Su boca está instantáneamente en
mi boca, sus dedos envueltos alrededor de un puño de mi cabello, su sabor
rudo, masculino, hambriento.
Su toque es posesivo, sus manos viajando por todo mi cuerpo, y entonces
está chupando mi pezón, las sensaciones moviéndose por todo mi cuerpo.
Gimo, y momentos después, sus pantalones deportivos están abajo, sus
manos debajo de mi trasero desnudo, y su gruesa y dura polla, está
presionando dentro de mí, estirándome, llenándome.
Un fuego salvaje se enciende entre nosotros, una sensación de
desesperación, que consume cada toque, lamida y empuje.
Él está empujando dentro de mí. Yo me estoy arqueando hacia él. Lo
necesito más profundo. Lo necesito más fuerte. Necesito, necesito y necesito
que domine cada levantamiento de mis caderas. Es corto e intenso,
demasiado enérgico pero a la vez no lo suficiente. La espiral de mi orgasmo
viene repentina e intensamente, y él se estremece por su liberación dentro
de mí.
Nos derretimos el uno en el otro, sosteniéndonos el uno al otro, jadeando y
suspirando.
Él me baja y me ayuda a limpiarme y a ponerme la camiseta de nuevo. Y
luego solo nos miramos el uno al otro, una colisión de emociones entre
nosotros que tienen todo que ver con lo que una vez perdimos, y que hemos
encontrado.
Y todo que ver con lo fácilmente que ésta noche podría quitarnos. Tanto
que si él intentara salir de ésta habitación ahora mismo, yo lo jalaría de
regreso. Pero él no lo hace. Él se queda justo a mi lado.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Savage
Ya vestido, me dirijo abajo para hacer más café y hacer la llamada que
temo hacer. Llamo a mi padre. “Bueno, esto es una sorpresa”, responde
secamente.
“Voy a asistir a la fiesta contigo el sábado en la noche. Ponme en la lista”.
“¿Por qué?”
“Porque lo haré”.
“¿Qué recibo a cambio?”
“Nada. Ponme en la lista”.
“Café. No nos hemos tomado ese café”.
“Ven a Nueva York cuando yo llegue y tomaremos ese café”.
“¿Te irás de nuevo?”
“Pronto”.
“¿Quieres llevarte a Candace contigo?”
“Me la voy a llevar conmigo”.
“¿Le vas a dar a Tag lo que quiere?”
Y ahí está. Él provocándome para que le pueda dar a Tag.
“Voy a recibir lo que YO quiero”.
“Te veré en la puerta”, responde y cuelga.
Algunos minutos después, con una taza de café en mi mano, me acerco al
clóset y observo a Candace ponerse una blusa negra y jeans, de la manera
en que solía pararme en éste mismo lugar y observarla vestirse.
No porque sea un pervertido, aunque demonios sí, me pongo caliente de
todas las formas posibles con ésta mujer, sino porque siempre hemos
hablado acerca del nuevo día por delante. Y porque justo ahora, estoy
intentando mantener su mente lejos de su padre, porque tengo muchos
jodidos sentimientos y pensamientos hacia ese hombre que no quiero
compartir con ella. Empezando con que no creo que él me hiciera unirme a
las operaciones Black Moon con el pensamiento de que iba a permanecer
con vida y volver a su hija. ¿Estará sorprendido cuando lo traigamos a casa
ésta noche?
Por ahora, me conformo con hablarle de comida. “Podemos socializar con
todos los ricos y famosos de la ciudad en los restaurantes más populares,
nena, pero prometo---te prometo---que una vez que hayas comido un
perrito caliente de los que venden en la calle, vas a querer otro”.
Ella se ata los cordones de sus tenis rojos de la marca Chuck Taylor y se pone
frente a mí. “Los perritos calientes que venden en la calle son asquerosos”.
Atrapo su cadera y me inclino cerca, inhalando el fresco aroma floral de su
sedoso cabello marrón. “No los de la ciudad de Nueva York”.
“¿Sabes qué les ponen a los perritos calientes?”
“¿Quiénes?”
“Todos. Es una receta universal asquerosa para la indigestión”.
“Dime”. Huelo su cuello y murmuro. “Creo que podría excitarme”.
Ella se ríe y una voz se levanta desde la cocina. “¡Estamos aquí!”
Al sonido de la voz de Adrian, Candace retrocede, sus ojos amplios. “Tienen
que saber quién murió en Washington”. Ella se agacha debajo de mi brazo
y se apresura lejos.
Conozco a Candace, y no hay manera de detenerla cuando está en una
misión para algo. La persigo, y sin ningún placer por poder observar con
tiempo su perfectamente abombado trasero porque ella está volando
como una bala buscando a un enemigo.
Está a punto de entrar en la cocina, cuando atrapo su mano y me uno a
ella. Entramos a la habitación juntos y todo el maldito equipo está aquí:
Adrian, Smith, Adam y Asher.
Smith sostiene unas bolsas que animan a mi nariz. “Vinimos trayendo
regalos”, dice Adam, indicando unas bandejas en sus manos. “Starbucks
para todos”.
“Y”, agrega Smith, levantando las bolsas de sus manos. “Tacos para
desayunar, y maldición sí, ustedes los Texanos saben cómo hacer un buen
desayuno”.
“Ya lo sabes, tío”, digo, frotando mis manos juntas. “Hubo una época
cuando yo hubiera bailado una mamba desnudo por un buen taco de
desayuno de Texas”.
“Oh, maldición”, dice Adam, levantando su mano. “No me hagas visualizar
eso antes de comer”.
“¿Alguna noticia?” Pregunta Candace, doblando sus brazos frente a ella,
claramente sin apreciar nuestra diversión y personalidades de mierda.
Asher no me mira, pero él no es como ese Cincuenta Sombras de Grey, más
bien es Cincuenta Sombras de Prevención---OK, él podría ser un tipo como
Cincuenta Sombras de Grey, pero no quiero saber sobre su mierda
pervertida.
Él palmea la bolsa que cuelga en su cadera. “Estoy listo y cargado para
trabajar, pero comamos primero”.
Él nos indica que vayamos al salón. “Pongámonos cómodos y traguemos”.
Traducción: Está hambriento como un oso, y si le dice a Candace lo que
sabe, no logrará comer.
Ese tatuado modelo marica, me da la razón de lo que estoy asumiendo
cuando se dirige al salón sin esperar la aprobación de Candace. La
manada lo seguimos con las cabezas bajas.
Candace frunce el ceño a espaldas de ellos y luego a mí. “¿Qué fue eso?”
“Comida antes de hablar, pero no antes de follar, es algo que se hace
siempre”.
“No”, dice. “No lo es. Hoy no”. Ella se lanza hacia el salón.
Atrapo su muñeca. “Nena---“
Ella se voltea, sus ojos verdes encendidos como fuego. “Rick Savage---“
“Oh, maldición. Eso nunca es el inicio de algo bueno”. La dejo ir.
Ella se va en un parpadeo, volando hacia el salón. Froto una mano por mi
rostro y la sigo. Para el momento en que la he alcanzado, Asher y Adrian
están en el sofá. Smith y Adam están en sillas a cada lado de ellos dos.
Todos tienen envolturas de tacos abiertas y en sus manos. Maldición, quiero
tener una envoltura de taco abierta en mi mano. Mejor aún, quiero un taco
en mi boca. O a Candace, pero estoy bastante seguro de que ella no está
de humor. En este momento, ella está de pie frente a la chimenea en el
centro del salón.
“¿Quién murió en Washington tres semanas después de que mi madre
muriera?”
Asher suspira y suelta su taco. Yo cierro el espacio entre Candace y yo, y me
pongo a su lado observando a Asher y esperando la respuesta que
claramente él ya sabe. Sus labios forman una línea recta y sus ojos se reúnen
con los míos.
Sí, él sabe la respuesta. Y no, a Candace no le va a gustar esa respuesta,
porque va a hacer lucir a su padre como la mierda. Y como uno de sus
soldados, aún en otro momento y lugar, también me va a hacer lucir como
la mierda.
Pero no voy a detener a Asher de decirle la verdad. Ya terminé de huir de
ella. Su padre ordenó asesinatos. Yo era, soy, un asesino. No puedo
ocultarme de esto. Candace tampoco puede esconderse de esto, no si
vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Savage
Mi cuerpo sigue cálido por el beso de Rick, mi corazón aún más cálido por
su futura proposición, cuando entramos al salón de nuevo y nos unimos al
equipo Walker. Apenas nos hemos sentado en nuestras sillas de nuevo, y yo
apenas he empezado a reunir mis pensamientos, cuando mi celular suena.
“Es Gabriel”, advierte Smith, tecleando en su MacBook que está frente a él,
antes de que yo siquiera tome mi celular, “Puedo decirte por nuestra
vigilancia, que él está sentado desayunando con su directora de
campaña”.
“Espero que ella lo lleve de vuelta a su habitación y abra sus piernas de
nuevo para que él se mantenga lejos de mí”, digo, agarrando mi teléfono
de mi bolsillo.
Smith escupe su café. Rick se ríe más fuerte. “¡Silencio!” Gruñe Asher.
Inhalo y tomo la llamada. “Hola”, digo, y no miro a Rick o a nadie en la
habitación. Miro mis tenis, rezando para que ésta sea la última llamada de
éste hombre que tenga que aceptar. “¿Cómo estás?”
“Voy retrasado”, dice firmemente. “Estoy a punto de entrar a una reunión
con el gobernador, por lo que estoy llamando. Voy a enviar un auto para
que te recoja a las ocho. Te veré en la fiesta”.
“¿Y luego te irás después de la fiesta?”
“Desafortunadamente, sí. Cuando regrese, follaremos como conejos para
recuperar el tiempo de ésta maldita separación”.
Lo dice mientras está sentado al lado de la mujer con la que está follando
como conejos. El hombre realmente no tiene precio, una frase que decía mi
madre al referirse a algunos hombres jodidos. “Te veré en la fiesta”.
“OK. ¿Estás molesta?”
“No estoy molesta”, digo, y mi voz se levanta, maldita sea, ¿por qué se
levanta mi voz?
“Estás molesta”.
“No estoy molesta, Gabriel. Ve a tu reunión. Te veré pronto”.
“Te voy a llevar un obsequio. Me perdonarás cuando lo veas, te lo prometo.
Tengo que irme. Te amo”. Él cuelga. Yo cuelgo y deslizo mi teléfono de
nuevo en mi bolsillo, mirando a Rick. “Él va a enviar un auto a las ocho. Y se
va a ir después de la fiesta”.
“Gracias a la mierda que Eric lo logró”, gruñe Rick, entregándome mi café.
“Y escuché. Te va a traer un regalo”.
“Él no se va a reunir con el gobernador”, interviene Asher, claramente
evitando el enojo de Rick, antes de seguir explicándonos. “Él le dijo a
Candace que se dirigía hacia una reunión con el gobernador”.
“Mientras se mantenga alejado, no me importa lo que esté haciendo”, digo,
agarrando mi café.
Adrian mira mi mano y señala. “No olvides usar tu anillo de compromiso ésta
noche. Él notará que esa mierda te falta”.
Mis ojos se amplían. Yo lo lancé al suelo anoche. “Oh, mierda”. Empiezo a
levantarme.
Rick atrapa mi brazo. “Yo lo tengo”. Él no me lo da. En lugar de eso, me
entrega un taco. “Esto es mejor para ti que ese anillo de mierda”.
Le doy una mirada inquisitiva y él se inclina y me besa. “Es cierto, nena”.
Hago un puchero. Sus ojos arden. Empiezo a comer mi taco, porque,
realmente, los tacos parecen ser la única cosa que tiene sentido en éste
mundo ahora mismo. Y Starbucks. El planeamiento para ésta noche
continúa, y yo como, bebo, y escucho las preparaciones. Mientras tanto,
pienso en que ésta noche cambiará mi vida.
Eso es todo lo que puedo pensar todo el tiempo que el equipo Walker está
hablando. De una manera u otra, ésta noche será un nuevo comienzo y
final. Yo solo rezo para que pueda celebrar mi nuevo comienzo con mi
padre vivo y sano.
“Una última cosa antes de que nos vayamos”, dice Adrian mientras todos
guardan sus cosas. “Yo planeo tenerte a la vista en todo momento, pero me
sentiría mejor si usaras un micrófono. Sin embargo, tenemos miedo de que
Gabriel lo encuentre”.
Rick gruñe con la idea de que Gabriel esté íntimo conmigo a mi lado ésta
noche.
“Haz una escena si tienes que hacerlo”, continúa Adrian. “Grita por un
calambre en un pie o una mordedura de araña. Sé creativa. Solo gana
tiempo y espérame si nos separamos”.
Nervios explotan en mi vientre al solo pensar sobre esa situación tan
desesperada. No puedo imaginarlo porque eso significaría más problemas.
Tal vez es su naturaleza, pensar en cosas que puedan salir mal.
Cuando finalmente el equipo se dirige a la puerta trasera para irse, estoy
aliviada. Necesito espacio para respirar y lidiar con el estrés de ésta noche.
Podría necesitar un trago. Los chicos se están yendo cuando Rick recibe un
mensaje de texto y agarra su teléfono solo para maldecir. Adam retrocede
y ambos preguntamos, “¿Qué pasa?”
“Kara acaba de enviarme un mensaje. Kelly se fue”. Él me mira. “Es la esposa
de Max. Max mi amigo que dejó la operación de Tag después de mí y
desapareció”.
“Lo recuerdo”, digo. “Pensé que estaba en una casa segura”.
Él frota su mandíbula. “Lo estaba. Kara estaba con ella, pero ella la apuntó
con un arma y se fue”.
Él marca en su teléfono y la llamada es corta pero nada dulce. La termina
con, “Espero como el infierno que eso sea cierto. Haz lo que puedas.
Gracias, Kara”. Cuelga la llamada. “Kelly le dijo a Kara que tenía una última
oportunidad de encontrar a Max pero que tenía que ir sola. Ella no confía
en nosotros o sabría que eso no es cierto”.
“¿Qué vas a hacer?”
“Rezar para que Max esté vivo”.
Ella está huyendo.
Si Rick no mata a Tag, nosotros estaremos huyendo, justo como Kelly. El
problema es que una vez que Tag muera, Gabriel no lo estará. Pocher no lo
estará. Rick podría no estar dejándome atrás como antes, pero parece que
lo tendremos que hacer juntos. Desaparecer juntos.
Espero porque el pánico me supere, pero no lo hay. Estoy preocupada por
muchas cosas, pero no por esto. Si estaré huyendo con Rick, sé que estaré
bien. Adam se dirige hacia afuera y Rick cierra la puerta, y cuando se voltea
hacia mí, yo digo, “Nos estaremos ocultando en Nueva York, ¿cierto?”
“No por mucho tiempo, nena. Lo prometo”.
Me acerco a él y envuelvo mis brazos a su alrededor. “Confío en ti, y no me
importa si nos vamos a estar escondiendo mientras lo esté haciendo
contigo”.
Él no dice ni una palabra. Simplemente me sostiene, me levanta y me carga
hacia el dormitorio. Decido que no necesito un trago para pasar ésta tarde
estresante. Necesito a Rick Savage.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
Savage
Detengo mi Porsche 911 en la entrada del hotel justo detrás del Mercedes
de mi padre, y al mismo tiempo, el conductor de Candace detiene el Sedán
al lado del hotel, y a una entrada privada.
Hago lo imposible para no seguirla, me resisto por una razón: Sé que Gabriel
la está esperando ahí y yo podría simplemente asesinar al Honest maldito
Gabe antes de que siquiera entre al edificio, y eso no nos serviría a una
causa más grande, salvar al General y eliminar a Tag.
Volteo la mirada hacia mi padre y a la línea de autos esperando el chico
que estaciona los vehículos. Mi auto necesita estar cerca y con fácil acceso
sin que nadie sepa que me fui. Acabo de parquear cuando Asher me llama.
“¿Recibiste mi mensaje de texto?”
“¿Cuál maldito mensaje de texto?”
“Cuando Gabriel salió de su auto ésta noche, no estaba solo”.
“¿Trajo a su amiguita de folladas?”
“No. Era un hombre que ahora también está con Candace. Él debe haber
estado en el auto cuando Gabriel regresó a San Antonio”.
“¿Quién es el hombre?”
“Alejandro Rojas. Él llegó a San Antonio con Pocher, pero Pocher se fue
después sin él. Te envié su foto, y todo lo que sabemos de él, lo cual no es
mucho. Él vive en Nueva York, como Pocher”.
“Te llamo después”.
Cuelgo la llamada y miro la foto. Una mirada al imbécil y sé que es un
guardaespaldas privado y un asesino. Su ubicación y conexión con Pocher
me lleva a un lugar. Le envío la información a Kane Méndez y marco su
número. Él responde al primer tono. “Savage”, saluda.
“Mira tus mensajes de texto”.
“Ya vi. ¿Qué hay de él?”
“¿Quién es?”
“¿Dónde está él?”
“Demasiado cerca de mi mujer. ¿Quién es?” Repito.
“Alguien al que yo te contrataría para---que lidies con él”.
Maldigo.
“¿Cuál es el problema? ¿No puedes lidiar con él?”
“Jódete, Kane”. Cuelgo y llamo a Adrian.
“Hey, tío, ¿qué pasa?”
“Hey, maldito idiota. El enorme calvo mexicano. Es un asesino y terminarás
muerto si no tienes cuidado”.
“Puedo manejarlo”.
“Él no es un hombre que aparezca sin alguna mierda preparada en el futuro.
Si él se acerca mucho a Candace, y tú te acercas a ella, él podría
simplemente matarla. No cometas un error y hagas que la maten”.
Cuelgo y salgo del auto, deseando tener ojos en Candace ahora mismo.
Con largos y rápidos pasos, camino por el estacionamiento hasta que estoy
en la puerta principal donde encuentro a mi padre esperando. Él está firme,
aún con una presencia poderosa, ya sea con un traje, o con su bata de
doctor, y aun así, el respeto que tenía por él hace mucho no está.
“Ésta noche será interesante”, saluda secamente, una vez que estoy pie a
pie con él. “¿Cuántas personas crees que estarán esperando para que
patees mi trasero de nuevo?”
“Todos los que te conocen estarán esperando que lo haga”, le aseguro.
“He salvado muchas vidas, hijo”.
“Y yo te he observado quitar al menos dos. Shari Moore, quien murió en mi
mesa de operaciones gracias a ti, y luego, por supuesto, mi madre”.
“Lo dice un hombre que se gana la vida asesinando personas”.
Sonrío. “Deberías recordar eso, viejo. Yo asesino. Y podrías ser tú. Vamos”. Le
indico que caminemos hacia la puerta.
Él agarra mi brazo. “No quiero ser tu enemigo. Solo estoy ayudando a Tag
para ayudarte a ti”.
“Más bien, estás intentando aliviar un poco la culpa que piensas que se
supone que debes sentir. Vamos”.
Él hace una mueca, pero inteligentemente me suelta. Camino hacia la
puerta y entro, y él me sigue rápidamente.
“Vas a darle a Tag lo que quiere”, asume, mientras caminamos a través del
elegante lobby con decoraciones azul y gris.
“Voy a darme a mí, lo que yo quiero”, respondo, señalándole el letrero que
indica que hay que bajar las escaleras.
Nos dirigimos hacia abajo, el sonido de un piano tocando, gradualmente se
va haciendo más fuerte, y no decimos ninguna otra palabra. El hombre
mató a mi madre, y ahora está ayudando al hombre que estoy a punto de
matar, antes de que pueda matarme a mí y a Candace.
Al final de las escaleras, estamos en el nivel más bajo, donde doblamos a la
derecha y nos detenemos en las puertas dobles, donde un hombre vestido
en uniforme nos saluda.
Mi padre firma que llegamos a la fiesta y entramos juntos. El salón es una
habitación típica para fiestas, con mesas llenas de comida a la derecha y a
la izquierda, y una escultura de hielo de tres soldados en el centro del salón.
Mujeres con vestidos elegantes están decorando los brazos de hombres en
traje, y otros en uniforme militar.
Asher habla en mi auricular. “Ella está cerca del escenario, y Adrián está
vigilando de cerca. Y, Savage, tío, pensé que el tipo calvo estaba ahí para
proteger a Gabriel. Pero él parece más interesado en cada movimiento de
Candace”.
Aprieto mis dientes y soporto un encuentro con uno de los doctores con los
que trabajaba, y no porque él sea un imbécil. Apenas recuerdo al tipo, pero
sigue siendo tan cerebrito y gangoso como en ese entonces. Es casi
adorable, pero es porque necesito alejarme de cualquier maldito obstáculo
que se interponga entre Candace y yo.
“¿Qué estás haciendo estos días?” Pregunta el hombre.
“Intentando no matar a nadie”, digo. “En realidad, esa es una mentira.
Intento solo matar a los monstruos”. Él mira la cicatriz en mi rostro. “Al que me
hizo eso, lo asesiné”, le aseguro.
Sus ojos se amplían, y yo me alejo de ese encuentro mientras Asher habla de
nuevo. “Nuestro equipo está en posición para la extracción, pero el
amanecer está cerca en esa parte del mundo. Tienes quince minutos para
que tengas que salir de ahí si vamos a hacer esto al mismo tiempo”.
Le diría que se vaya a la mierda y que ya lo sé, pero atraería la atención que
no necesito. Me muevo a través de la multitud hasta que mis ojos
encuentran a mi nena Candy. Ella está de pie al lado de Gabriel, quien
gracias a la mierda no la está tocando.
Ese calvo King Kong hijo de puta está justo al lado de ella, también, y una
mirada hacia él me basta para saber que es más parecido a Tag de lo que
pensaba.
Él es un frío asesino de sangre fría, del tipo que nunca bebe hasta la sumisión
para hacer un trabajo, como lo hacía yo. Él prefiere estar completamente
solo en eso, disfrutando la matanza.
Me detengo en el bar, le doy la espalda a ella y saco mi teléfono,
enviándole un mensaje de texto: Estoy en el bar. Ve al baño. Ahora. Borra
este mensaje.
Y porque he estudiado la distribución del hotel, agrego: Sal por la salida que
está al Este. Yo estaré en el último baño. Me alejo del bar, y empiezo a
caminar, consciente de que Candace me seguirá, pero también lo hará
King Kong.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Candace
Gabriel está hablando con algún político que no conozco, cuando leo el
mensaje de Rick, y rápidamente lo borro. Deslizo mi teléfono de vuelta en mi
bolsillo, y cuando mi mirada se levanta, el bruto, como llamo a mi nuevo
guardaespaldas, me está mirando. Frunzo mis labios, y cuando hay un
espacio entre la conversación, me inclino hacia Gabriel y susurro, “Necesito
ir al baño. ¿Quieres un trago para cuando regrese?”
“Maldita sea, sí, necesito un trago ahora mismo. Sabes lo que me gusta”.
Él tiene razón. Sé lo que le gusta. Es realmente increíble lo bien que conozco
a un hombre que en realidad no conozco en absoluto. “Sí, lo sé”, le digo.
“Enseguida regreso”.
“Lleva a Alejandro contigo”.
Mis cejas se fruncen. “¿Hay alguna amenaza de la que no sé?”
“Por supuesto que no, pero tú eres el futuro de nuestro país. Me aconsejaron
que una mujer tan hermosa como tú, podría terminar atrayendo la atención
de algunos hombres desagradables”.
“No quiero un escolta para ir al baño. Cuando ganes la presidencia, yo
perderé mi libertad. No me la quites ahora”.
Él me estudia por un momento y luego besa mi mano. “Tienes razón. Ve. Solo
ten cuidado”.
“Siempre”. Y luego para mantenerlo interesado agrego, “Llévame contigo
a Nueva York y tú mismo podrás cuidarme”.
“Desearía poder. Sabes que lo deseo”.
“Cierto. Lo sé. Simplemente odio que sea así. Enseguida regreso”.
Me doy la vuelta y no pierdo tiempo en caminar hacia la puerta. Soy
detenida tres veces por personas preguntándome cómo está mi padre, y si
estoy emocionada por la campaña de Gabriel.
Las preguntas acerca de mi padre me lastiman, porque sé que en cualquier
momento, él podría estar a salvo, pero también, podría terminar muerto. La
idea de que esa sea la razón por la que Rick valiente, atrevida y
descaradamente quiere reunirse conmigo, me tiene caminando un poco
más rápido.
Finalmente, salgo del salón y camino por el pasillo. Doblando a la izquierda,
camino por un corredor largo y sigo un letrero que señala dónde está el
baño de mujeres. Me apresuro en esa dirección y entro al baño. Hay una
mujer en el lavabo, arreglando su cabello y noto que hay seis grandes
cubículos.
Ella se voltea para irse, y rápidamente camino hacia el último cubículo y
entro. Rick está ahí esperando, y estoy instantáneamente en sus fuertes y
seguros brazos. Alivio, amor, calor, colisionan cuando envuelvo mis brazos a
su alrededor. “Mi padre---“ Susurro.
Sus manos van a mi cabeza, y está besándome, un largo y profundo toque
de su lengua enviando escalofríos a través de mi columna, antes de que sus
labios estén en mi oído. “Alejandro es problemático. Él te matará antes de
que Adrián pueda salvarte si las cosas salen mal. Si puedes escapar, hazlo,
pero si tienes que ir a algún lugar con él, no entres en pánico. Yo iré por ti. Lo
prometo”.
Trago fuerte, y él retrocede para mirarme, sosteniendo un dedo en mis
labios. Yo confirmo dando un asentimiento. Me acerca y me besa de nuevo,
y por un momento o dos, no hay nada excepto nosotros dos. Demasiado
pronto, el mundo explota a nuestro alrededor. Voces suenan, y Rick arranca
su boca de la mía, limpiando lápiz labial de mi boca antes de inclinarse y
susurrar, “Te veré pronto. Adrián está aquí y muy cerca. Te amo, nena”. Me
voltea y me empuja hacia la puerta.
Doy la vuelta de nuevo y me paro de puntillas para susurrar. “Yo también te
amo, y Rick, confío en ti. Confío en nosotros juntos de nuevo”.
Cuando caigo en mis pies de nuevo y me reúno con su mirada, sus ojos están
llenos de amor y ternura. Él me besa duro y rápido, y me voltea de nuevo
hacia la puerta.
Ésta vez, la abro y salgo del cubículo. Salgo del baño y me detengo en seco
cuando encuentro a Alejandro esperándome, sus ojos fríos aterrizando duro
en mi rostro. No es hasta ese momento, que la realidad de lo que Rick acaba
de decirme me lleva a entender.
Yo podría terminar como prisionera de éste hombre ésta noche, y todo lo
que puedo pensar es NO. No, eso no va a suceder. No permitiré que eso
suceda. No me voy a ir de ésta fiesta con éste hombre.
Levanto mi barbilla y empiezo a caminar.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
Savage
Smith y Adrián se aseguran de que yo sepa que están cerca. Smith incluso
tropieza conmigo a propósito y se disculpa, y al momento en que atrapa mi
brazo para enderezarme, quiero abrazar al hombre.
Adrian siempre está frente a mí, aún mientras comemos lo que nos ofrecen.
Estos dos hombres son quizá la única razón por la que estoy tranquila ahora
mismo. En el presente, hay un hombre robusto con mejillas rosa hablando
con Gabriel mientras el bruto, el hombre que es ahora mi guardaespaldas,
está a mi espalda. Apenas puedo procesar las palabras que están saliendo
de las bocas a mí alrededor. Hay una copa de champan en mi mano, y
fuera de mi personaje, me tomo todo el contenido y coloco la copa en una
bandeja de un mesero que pasa.
Ahora mismo, justo en éste momento, los hombres de mi vida---mi padre y
mi Savage---están en un terreno que puede temblar debajo de ellos. Y si
ellos caen, yo caigo.
“Pareces distraída”, dice Gabriel, cuando el hombre de rostro enrojecido se
aleja, y ahora su atención está solo en mí. “¿Todavía te sientes enferma?”
“Esa es la primera vez que me preguntas desde que nos reunimos”.
Su expresión se endurece. “Estás enojada”.
“Ya dijiste eso antes”, le respondo. “Mi respuesta es la misma que antes. No,
no estoy enojada”.
El entrecierra sus ojos y luego atrapa mi mano. “Ven conmigo”.
No me da oportunidad de estar de acuerdo o en desacuerdo. Ya está
caminando y llevándome con él, el bruto guardaespaldas siguiéndonos.
Cabezas se voltean para mirarnos, mujeres bonitas observando a Gabriel
con lujuria y a mí con envidia. Por favor. Tómenlo o déjenlo. Llévenselo ahora
chicas.
Él me saca del salón de baile y hacia una puerta lateral que nos lleva a un
pasillo estrecho. “¿A dónde vamos?” Pregunto. “Tienes que dar un discurso
en diez minutos”.
Él me mira sobre su hombro. “En treinta minutos. Lo cambiaron”.
Él sigue caminando y antes de saberlo, una vez más, me está guiando a un
balcón privado. Juro que es un déjà vu de la última fiesta en la que estuvimos
juntos, y no de buena manera. Aquí afuera, estoy atrapada. Aquí afuera, él
puede tocarme.
El aire nocturno que de lo contrario sería dulce ahora se siente mal, de
repente, soy empujada contra la pared, detrás de una puerta abierta. Dios
mío, ¿el hombre paga por un balcón privado en éstos eventos solo para
manosearme? Antes de saberlo, sus piernas enjaulan a las mías, sus manos
colocándose posesivamente en mi cintura. “Te ves deslumbrante en ese
vestido”.
Su aliento es cálido y sofocante en mi mejilla. “Gracias”, susurro.
“¿Estás usando sostén?”
Me estremezco y lucho con la urgencia de darle un rodillazo. “Por supuesto
que estoy usando sostén”.
Sus ojos son hambrientos. “Muéstrame, y no te detengas en el sostén. Quiero
ver tus bonitos pezones rosados”.
“No voy a mostrarte”.
Su dedo frota mi pezón, y yo atrapo su mano. “Detente, Gabriel”.
“Soy tu prometido”.
“Y el futuro presidente. No me toquetees en el patio”.
Sus ojos arden con una mezcla de calor y lujuria. Sus manos agarran la falda
de mi vestido, y la jala hacia arriba.
“Gabriel”, gruño, y rápidamente, muy rápidamente, agarra mis bragas, las
bragas que usé para Rick, y las arranca de mí. Grito y él las sostiene entre
nosotros. “Algo para mantener conmigo cuando vaya a Nueva York ésta
noche”. Sus manos van al interior, y pánico me sobresalta.
“¡Alto!” Lo empujo, luchando con la rodilla que quiere ir hacia él, pero sé
que con eso pondría vidas en peligro, incluyendo la mía, si arruino los planes
de ésta noche. “Detente, ahora”.
“¿Qué diablos te pasa?” Gruñe.
Voces se oyen dentro de la puerta. Él guarda mis bragas en su bolsillo. El
bruto se asoma al patio. “Están preguntando por usted en el evento, señor”.
“Enseguida voy”, dice despectivamente, antes de volver su atención a mí.
“Nos reservé una habitación. Vamos a follar y sacarte la ira antes de irme”.
Casi puedo sentir la sangre dejar mi rostro, pero él no lo nota. Atrapa mi
mano de nuevo y empieza a caminar, arrastrándome con él de nuevo.
Termino en el pasillo de nuevo, encerrada entre él y el bruto, mientras nos
dirigimos hacia la fiesta.
La idea de tener sexo con Gabriel me tiene con nudos en el estómago, y sé
que eso no puede suceder. Sea lo que sea que pase, seguiré con el plan.
Me voy a ir de aquí. Voy a salir de aquí.
Pero ya estamos entrando al salón de baile, y somos escoltados al escenario.
Aguanto ser guiada a la cima y al escenario central al lado de Gabriel, hasta
saludo a la multitud, lo que me exige mucho esfuerzo. Para mi absoluto alivio,
Smith está a la derecha del escenario, y Adrián está justo ahí, directamente
frente a mí, intento decirle con mis ojos que voy a huir. No sé cómo me
entiende, pero me da un pequeño asentimiento.
Finalmente, estoy fuera del escenario, y Gabriel empieza a hablar sobre
nuestros militares y se prepara para entregarles algunos reconocimientos.
Me doy la vuelta y chocó contra el bruto.
Sus manos bajan a mis brazos, grandes manos, peligrosas manos, al menos
eso es lo que me viene a la mente. “¿A dónde vas?” Me gruñe.
“Tengo que ir al baño”.
Su expresión se endurece pero hay un toque de algo en sus ojos---
satisfacción, ¿tal vez? ---y me indica que camine hacia adelante. No
entiendo esa mirada y no me gusta, pero él va a ir conmigo.
No hay ninguna manera de alejarme de él. Me apresuro hacia la puerta de
salida, a la que fui para hablar con Rick más temprano, y con buena razón.
Recuerdo haber visto una salida de incendios cerca de ese baño. No miro
hacia atrás o espero al bruto.
Él está ahí. Siento su dura mirada recorriendo mi piel. La puerta del baño es
un bendecido escape, y la abro para encontrar el baño vacío. Todos los
demás están en la fiesta, escuchando a Gabriel hablar. Inmediatamente mi
teléfono suena. Respondo sin mirar el identificador de llamadas.
“OK, dulzura, escucha”. Es Adrian. “Savage acaba de llamarme”, continúa.
“Ese imbécil siguiéndote te vendió a Tag. Sus órdenes son matarte si Savage
jode a Tag. Savage tiene un arma en la cabeza de Tag. No sabemos si
Alejandro lo sabe o no. No podemos arriesgarnos”.
Mi corazón empieza a palpitar salvajemente, y estoy sin aliento cuando
digo, “Oh, Dios. Estoy sola en el baño”.
“Voy a intentar distraerlo con la historia del fotógrafo falso que le dijo
Savage, pero creo que ya eso no le importa. Si no hace caso, voy a
ponerme en su cara y empezar una pelea. Tú corre hacia la escalera porque
muy probablemente seré arrestado. Ve al lobby. Quédate en el centro. No
dejes ese lugar público hasta que Smith llegue por ti. ¿Entiendes?”
“Sí. Sí, entiendo. Gracias, Adrian”.
“Agradéceme saliendo jodidamente a salvo. Voy a hacer mi movida
ahora”. Cuelga la llamada.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
Candace
Cuanto más pronto salga del baño, más pronto estaré en el avión con Rick.
Respiro profundo para calmarme y luego abro la puerta del baño. Adrián
está a la vista, lo cual no dudo que sea intencional. Él está hablando con
Alejandro, pero no puedo entender lo que se están diciendo. Bueno, no
hasta que levanta la voz, y empuja el pecho de Alejandro. La bestia empuja
a Adrian, jodida mierda, él hace a Adrián que no es pequeño, lucir diminuto.
Si Adrián también lo nota, no actúa así.
“Pervertido. Eres un pervertido que está fuera del baño de mujeres”. Luego
grita más fuerte. “¡Seguridad! ¡Seguridad!”
Adrian lo empuja y la bestia en realidad retrocede, fuera de mi vista. Hay
más voces ahora, y puedo sentir la energía caótica, aún si ahora no puedo
verlos. Abro la puerta y cuando encuentro varios hombres en trajes de pie
con Adrián, todos ellos rodeando a Alejandro, mi corazón se detiene, pero
me muevo, rápidamente corriendo hacia las escaleras.
“¡Hey! ¡Detente ahí mismo, Candace!”
Oh, Dios. Es Alejandro. Agarro el pomo de la puerta y no se abre. Lo jalo de
nuevo. Aún no se abre. Miro a la derecha y Alejandro está corriendo hacia
mí. Adrian lo agarra y me grita, “¡Corre!”
Corro, bajo por otro pasillo, y Gracias a Dios, hay otra señal de salida. Por
favor que la puerta esté abierta. Por favor que esté abierta. Lo está. Se abre.
Alivio me inunda, alivia mi sistema lleno de adrenalina, y casi me caigo pero
logro agarrar la baranda. No estamos muy alto, empiezo a correr bajando
las escaleras. He llegado a la esquina cuando me detengo para encontrar
a un hombre sentado en el suelo. Y no cualquier hombre. Es el padre de Rick.
“¿Doctor Savage?”
Él suspira y luego me mira, intentando una sonrisa. “Candace, querida”.
Me apresuro y me agacho a su lado. “Doctor Savage, ¿qué está
haciendo?”
“Mi casa se está quemando. Se supone que me reúna con los bomberos
aquí”.
Mis ojos se amplían. “¿Su casa se está quemando?”
“Eso es lo que me dijeron”.
La sangre corre a mi rostro y calienta mi cuello. Mi mente corre con todas las
maneras en que esto puede estar atado a Tag, y mi miedo por su vida es
inmediato. “Venga conmigo”. Me levanto y retrocedo, y agarro su mano.
“Ahora”.
“He estado bebiendo. No puedo levantarme”.
“Levántese ahora o podría morir. En cualquier momento un hombre que
quiere matarme, y sospecho que a usted también, saldrá caminando por
esta escalera. Levántese---¡ahora!”
“No”, dice. “No. No voy a levantarme. Si ellos quieren matarme, pueden
matarme”.
“¡Candace!”
Al sonido de la voz de Smith, lo llamo. “Estoy aquí”.
“¡Trae tu trasero aquí ahora mismo!”
Jalo la mano del doctor Savage. Él la jala de vuelta. “Ve. Estoy bien”.
“Por favor---“
“¡Candace!”
Me volteo y Smith está detrás de mí. “¿Qué diablos?” Gruñó, mirando entre
el padre de Rick y yo.
“Él estaba sentado aquí”, explico. “Dice que está ebrio. Dice que su casa se
está quemando. No quiero dejarlo. ¿Qué pasa si ese monstruo viene por él?”
“¡No seas tonta, niñita!” Me grita el padre de Rick. “Tag me necesita a mí. Él
no te necesita a ti o a mi hijo. ¡Lárgate como la mierda de aquí!”
“Él quemó tu casa”.
“Él no quemó mi casa. ¡Yo lo hice!”
“¿Qué?”
Smith atrapa mi brazo. “Savage necesita saber de ti ahora y saber que estás
a salvo, y ahora mismo no lo estás. Es vida o muerte. Enviaré a un hombre
para que venga por él”.
Estoy indecisa. Éste hombre es el padre de Rick, pero Rick y mi padre están
en peligro. “Vamos”.
Smith toma mi mano y me guía. Salimos a un pasillo en el nivel más bajo y
luego salimos a una puerta lateral. Una camioneta blanca nos espera y
Smith abre la puerta del pasajero.
Entro, y no sé cómo Adrián está aquí, pero lo está, y me entrega su teléfono.
“¿Mi padre?”
“No sabemos nada aún. Habla con Savage”.
Pero no hablo con Savage. Me volteo hacia Smith. “El padre de Rick---“
“Ya le envié un mensaje a uno de nuestros hombres para que lo recoja.
Ahora habla con Savage. Él no matará a Tag hasta que oiga tu voz”.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
Savage
Candace sale del baño con el pelo cepillado, los labios brillantes y una
sonrisa en la cara. Me concentro en esa sonrisa que quiero que dure siempre
y para siempre, maldita sea, hasta que muramos de ancianos. El avión se
sacude y yo me levanto para sostenerme del techo y agarrarla a ella,
sosteniéndola pegada a mi cuerpo hasta que el avión ya no se sacude. Y
eso es lo que voy a hacer cada vez que ella me necesite. Abrazarla, como
me abrazó cuando murió mi madre. Abrazarla y no soltarla nunca. El avión
se detiene y hago que gire alrededor mío y llegue a su asiento, antes de
sentarme en el mío, entonces abrocho el seguro de los dos. Su estómago
gruñe y me río. “Compraremos donas camino a casa.”
“No habrá donas. Dios, ya no. Las hemos comido todos los días. Si nunca
vuelvo a comer una dona, seguirá siendo demasiado pronto.”
“Nunca más por el resto de tu vida. Eso es un poco extremo.”
“Quiero una hamburguesa.”
“Una hamburguesa a las seis de la mañana,” le digo, mis labios se curvan en
aprobación. “Lo juro, mujer, me enamoro más de ti a cada segundo.”
Ella sonríe y abre la persiana, mirando hacia afuera.
“Nueva York.” Ella me mira. “Estuve aquí el año pasado. Me pregunto qué
tan cerca estaba de ti.”
“Demasiado lejos,” digo solemnemente. “Demasiado lejos.”
Ella se gira para mirarme. “Me pregunto si estabas aquí cuando yo estaba.”
“¿Cuándo fue?”
“Casi eran vacaciones.”
“Estaba en Maine.”
Sus cejas se fruncen. “¿Maine?”
“Estaba ejecutando una operación de guardaespaldas para un cliente de
Walker. Y antes de que empieces a pensar que voy a instalarte en Nueva
York y salir corriendo otra vez, no tengo que aceptar ningún trabajo fuera
de la ciudad. No tengo que aceptar ningún trabajo que no quiera, nena.
Nada que nosotros dos no queramos que tome.”
“Pero tu trabajo y…”
Me inclino y la beso. “Ninguno de los hombres casados en Walker pone a sus
mujeres en segundo lugar. No voy a ser el primero. Nunca te pondré en
segundo lugar, Candace. Nunca. Nunca.”
“¿Los hombres casados?”
“Los hombres casados,” confirmo. “Como voy a estarlo yo.”
Esas palabras tienen unos quince segundos para quedarse entre nosotros
antes de caerse al suelo. Candace sonríe ampliamente y se inclina para
presionar sus labios contra mi oído. “No puedo esperar para ver tu casa.”
De alguna manera, después de todas estas horas en el avión, todavía huele
a flores frescas, e inhalo un profundo y dulce aliento antes de retroceder
para mirarla. “Nuestra casa.”
Sus dientes raspan su labio inferior. “Nuestra casa.”
“Nuestra casa,” murmura.
El avión hace un corto viaje y se detiene, y cuando los motores se apagan,
solo puedo esperar llevarla a casa en paz. Las puertas se abren y aprieto su
pierna. “Quédate aquí y déjame asegurarme de que tengamos un auto
esperando.” No llego muy lejos.
Ya no estamos solos. El hombre grande y alto con el pelo oscuro atado en
la nuca y el tamaño suficiente para casi rivalizar con el mío es Blake Walker,
mi jefe. Me regreso a mi asiento y le doy espacio. Se agacha para entrar en
nuestro pequeño agujero de viaje y toma el asiento frente a mí, pero su
atención se dirige a Candace. “Candace, soy Blake.”
“Hola, Blake. Gracias por todo, pero por favor, dime que mi padre está
bien.”
“Está en un avión que lo llevará a casa, pero no habla de Gabriel. No confía
en nosotros en este momento.”
Candace se mueve hasta el borde de su asiento. “Puedo llamarlo. Yo
puedo…”
“Todavía no,” dice Blake, mirándome pero antes de que pueda hablar,
Candace lo interrumpe.
“Necesitamos quitar del camino a Gabriel rápidamente,” argumenta
Candace. “Tenemos que arrestarlo y...”
Blake la interrumpe. “Ya no tenemos ese problema.”
Sus palabras llevan un tinte de cierre que conozco bien. Candace no. Ella
parpadea y puedo sentir que su atención va de Blake a mí, pero yo miro a
Blake. “Sorpresa, sorpresa, ese imbécil está muerto,” le digo antes de que
pueda hablar. “Alejandro lo mató.”
“¡¿Está muerto?!” Candace pregunta, sonando confundida y alarmada.
“Pensé…pensé que yo era el objetivo.”
“Lo eres,” le digo con firmeza. “Tag le pagó a Alejandro para que te matara.
También hizo arreglos para asegurarse de que a Alejandro le sigan pagando
por completar el trabajo, a pesar de su muerte. Que Gabriel haya muerto
primero fue un mensaje para mí. No hice el trabajo, así que Tag tuvo que
pagarle a Alejandro y ahora yo tengo que pagar el precio.”
“¿Cuál?” Candace pregunta, moviéndose para mirarme.
Agarro su mano, encuentro su mirada. “Sabes lo que es, nena.”
Su garganta, delicada y pequeña traga con fuerza. “Tienes que verme
morir.”
“Eso no va a pasar,” le asegura Blake.
La giro para que me mire, mis manos están firmes sobre sus hombros. “Eso no
va a pasar.”
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
Savage
***
Savage
Ella no va a morir.
Punto final. Ese es el único final que acepto. Agarro una toalla y la envuelvo
alrededor de mi cintura. Sale de la ducha, su cuerpo desnudo brilla por las
gotas de agua, y a pesar de lo duro que la monté, podía hacerlo de nuevo
fácilmente. Pero no es el momento.
“Rick…” Ella comienza su discurso, pero no lo escucho.
Ya agarré una toalla del estante y la envuelvo con ella. “Necesitamos
descansar mientras podamos.”
“No puedes usarme como una excusa para convertirte en un monstruo.”
“Y tú no puedes usar una promesa que no cumpliré para morir. Nunca haré
una promesa que requiera que mueras para que la cumpla. No pelees
conmigo por esto. Porque va a ser una pelea. Vamos a descansar. Los dos
lo necesitamos.” No le doy tiempo para discutir. La cargo y la llevo al
dormitorio. Se rinde con la pelea, al menos por ahora, y yo agarro el control
remoto en la mesa de noche para oscurecer las persianas de las ventanas
desde el techo hasta el piso. Antes de acostarme, envío un mensaje de texto
y ese mensaje es para Kane Mendez: Necesito verte hoy, después de las
cuatro. Nombra el lugar y la hora y estaré allí.
Pongo la alarma para darnos dos horas a partir de ahora y luego me doy la
vuelta hacia Candace, que está frente a mí, esperándome. Mi mano se
posa en su rostro. “¿Qué opinas de la cama?”
“Estás encima de ella. Es perfecta.”
“¿Cansada?”
“Nerviosa.”
No pregunto por qué. Nos quedan dos enemigos por combatir: un asesino
en Alejandro y el hombre que sospecho que contrató a ese asesino en
Pocher. “No lo estés. Estás durmiendo con el enemigo de tu enemigo, y él te
ama muchísimo.” La atraigo hacia mí, su espalda contra mi pecho y
envuelvo mi cuerpo alrededor del suyo. “Duerme, nena. Tengo un plan. Sólo
espera a ver.”
No me pregunta cuál es el plan, lo cual es bueno porque dudo que quiera
escuchar mi respuesta. Que sería matar a todos los que están en nuestro
camino si eso es lo que se necesita para terminar con esto.
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
Savage
Unos minutos más tarde estamos en una camioneta Escalade con Memphis
detrás del volante. “Sin duda, si entramos en el club, no nos matará así nada
más,” dice Candace.
“Suena como el comienzo de uno de los chistes malos de Savage.” Dice
Memphis por encima de su hombro.
Tiene razón. Lo hace, pero no tengo material para seguir el chiste. “No,”
concuerdo. “Pocher no nos matará así nada más.”
“Entonces, ¿por qué invitarnos allí si quiere matarnos?” pregunta Candace.
“¿Qué es lo que quiere?”
“Según nosotros, quiere ordeñarnos como vacas a punto de ir a pastar.
Quiere cualquier información que tengamos que pueda lastimarlo. Todo se
trata de su propia preservación. Intentará hacernos sentir que viviremos si
montamos y morimos con él.”
“Y luego nos matará.”
“Y luego lo mataré.”
“Houston, tenemos un problema,” dice Memphis. “Parece que nuestra
carretera está bloqueada.”
Me inclino hacia delante para mirar el bloqueo creado con barricadas de
madera, cinta amarilla y policías. Obviamente, Lilah no estaba mintiendo
acerca de que era un mal momento, pero voy a hacer que sea uno bueno.
“Solo detente aquí,” le digo. “Caminaremos.” Se pega a la acera y se
detiene. Abro la puerta y salgo, ofreciéndole a Candace mi mano, para que
salga del vehículo.
“¿Podemos atravesar el bloqueo?”
“No tenemos que atravesarlo,” le digo. “Solo tenemos que convencer a Lilah
Love de que lo haga por nosotros.”
“¿Y cómo hacemos eso?”
Meneo una ceja. “Tengo mis medios.” Agarro su mano y la llevo a través de
la multitud, hacia una parte del bloqueo. Identifico un objetivo, un oficial de
policía de guardia regordete, de mejillas rojas, que vigila a los curiosos que
se cuelgan frente a él de izquierda a derecha.
Uso mi figura de jugador de fútbol americano para empujarnos a un lugar
directamente en frente del policía. Una mujer pequeña se empuja a nuestro
lado. “¡Mi esposo! Mi esposo. ¡Necesito ver a mi esposo!” Ella comienza a
sollozar y luego se desata el infierno. Ella trata de pasar la barricada. El
policía la agarra del brazo y ella lo abofetea.
“Auch,” murmuro, sintiendo el ardor, y ni siquiera me había tocado a mí.
También veo una oportunidad y me agacho bajo la cinta amarilla,
llevándome a Candace conmigo.
“Esto parece una mala idea,” dice Candace mientras caminamos entre dos
patrullas estacionadas.
“No pasa nada, nena. No pasa nada.” Salimos de la zona de los autos y
observo la cinta colocada alrededor de la puerta de un edificio. Ahí es
donde encontraremos a Lilah Love y me dirijo hacia ese lugar, con Candace
a mi lado.
Acabamos de llegar al borde de esa cinta, cuando una morena de no más
de metro y medio, vestida con jeans y una chaqueta, sale del edificio, con
un oficial detrás de ella. Ella se gira para mirarlo. “¿Entiendes las palabras
que salen de mi boca?”
“Agente Love…”
“Contaminaste la escena. Sal.”
“Agente…”
“¿Conoces la diferencia entre una manzana y una naranja?” El policía se
sorprende. “Por supuesto que sé la diferencia entre una manzana y una
naranja.”
“Entonces puedo asumir que conoces la diferencia entre quedarse e irse.
Vete.” Ella le hace un gesto a otro policía. “Sácalo de aquí.”
Los hombros del policía que jodió la escena se alzan, pero él se gira y se
aleja. La agente Love se vuelve hacia la puerta del edificio.
“Agente Lilah Love.” Se voltea al escuchar su nombre y mira en nuestra
dirección, cerrando el espacio entre nosotros.
“¿Quién eres tú?” exige saber. “¿Y por qué estás dentro de mi escena del
crimen?”
“Rick Savage,” le digo.
”No pedimos un stripper.” Ella sonríe y mira a Candace. “Siempre quise decir
eso a alguien más. ¿Quién eres tú?”
“Candace…”
“¿Vas por el mundo como Candy Savage? Ese es un excelente nombre de
stripper.”
“Porque, maldita sea, ¿Lilah Love no es un excelente nombre de stripper?”
le contesto.
Candace se ríe. “Ella tiene razón, Rick. Realmente suena como un nombre
de stripper.”
Lilah mira entre nosotros y luego me da una mirada inexpresiva.
“¿Qué quieres?”
“Necesito contactar a Kane.”
“Te dije por teléfono que no soy su guardiana.”
“¿Solo la mujer que comparte su cama y por la que él mataría?”
“Él comparte mi cama y yo mataría por él,” corrige. “Lo que no me convierte
en su gerente de negocios.”
“Se suponía que debía encontrarse conmigo hoy,” le digo. “Llamalo. Díle
que Savage...”
“No puedo llamarlo. Está lidiando con una situación inesperada. Él te
llamará cuando todo esté contenido.”
“Eso es inaceptable.”
Lilah cruza los brazos frente a ella y solo me mira.
“Dile,” continuo, “que le dispare al hijo de puta que le está dando problemas
y que me llame ya.”
“A diferencia de mí, y aparentemente de ti, Kane no solo le ‘dispara al hijo
de puta’. Pero yo sí lo haré. Especialmente a ti.” Ella sonríe como si le gustara
la idea. Creo que le encantaría.
“Está bien”, le digo. “Dejame contarte una historia. Pocher, ambos sabemos
que conoces a Pocher, quiere matar a Candace. También quiere reunirse
con ella a las seis de la noche. Candace es mi Lilah. No solo duermo con
ella, mataré por ella, lo que significa que mataré a Pocher esta noche a las
seis, y dejaré que Kane lidie con las consecuencias. Estoy seguro de que el
próximo hombre a cargo de la Sociedad no tendrá problema con matarte
como lo hace Pocher. E incluso si lo hace, estoy seguro de que Kane puede
cortar el dedo de su hermano y hacer que todo se arregle.” Agarro el brazo
de Candace. “Vamonos, nena.” Comenzamos a darnos la vuelta.
“Alto.”
Me vuelvo hacia Lilah y arqueo una ceja. “¿Sí?”
“Eres un maldito imbécil.”
“Y tú una maldita perra.”
“Es verdad. Nos vemos en el restaurante de Stephanie en una hora. Me
encontraste. Estoy seguro de que eres lo suficientemente ingenioso como
para encontrarlo.”
“Seguiré el camino amarillo con M&M.”
“No hagas nada estúpido.” Ella se da vuelta y se aleja.
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
Candace
Creo que he decidido que me agrada, tal vez incluso amo, a Lilah Love.
Lo digo después de haber estado con ella y algunas otras personas a las que
ha estado mangoneando durante aproximadamente dos horas en una sala
de conferencias en la estación de policía. Lilah no trabaja en la estación de
policía. Es perfiladora del FBI de una fuerza especial y trabaja desde casa.
Sin embargo, nunca sabrías que Lilah no trabaja en la estación de policía.
Parece dueña del lugar y me di cuenta rápidamente que Lilah no tolera la
estupidez. Ella está bien con cualquier otra cosa. A ella no le importa cuál
sea tu talla, tu raza, tu preferencia sexual. Simplemente no puede soportar
la estupidez.
Entre su actitud mandona, su sarcasmo y los cálculos sobre quién mató a la
víctima esta noche, decido que ha pasado demasiado tiempo desde que
tuve un lápiz en la mano. Logro encontrar un bloc de notas y comienzo a
dibujar un proyecto nuevo, pero es difícil concentrarme cuando no puedo
dejar de ver El Show de Lilah.
En ese momento, Joe, un interno con gafas y un arbusto de rizos en la
cabeza, entra en la habitación. “Siento que vamos en diez direcciones.
¿Podemos ir una a la vez?”
Lilah le da una mirada inexpresiva y luego dice simplemente: “No.” Y con
eso lo deja para leer un mensaje de texto.
“Agente Love…” dice.
Ella alza su cabeza y sus ojos le lanzan explosivos. “Si arrojas mantequilla de
maní a un pedazo de papel, ¿se pega?” le pregunta.
“Eh, sí.”
“Si te lo pones en la lengua, ¿es pegajoso?”
“Eh, sí.”
“Entonces ve por un poco de mantequilla de maní y ponla en tu boca ahora
mismo.” Ella señala la puerta y él comienza a irse.
“Alto,” dice ella antes de que se vaya.
Él se da vuelta y ella se dirige a él, “Eventualmente uno llega a la mantequilla
de maní y algo se pega. Haz el trabajo. No hay otra forma de hacerlo en
este trabajo.”
Él le da una mirada ausente y ella le indica que siga con su camino. “Vete
a casa.”
“Madre de Dios,” murmura cuando desaparece. “Ayúdame, ayúdalos, pero
tenemos buenas noticias, Dios sabe que necesitamos una, Kane y Savage
están juntos. Pocher ya tiene correa. Y antes de que preguntes, no sé nada
más.”
“¿De verdad? ¿Ya se encargaron de Pocher? Eso es maravilloso, ¿verdad?”
“Muy jodidamente maravilloso.” Ella comienza a recoger sus cosas y las
mete en su bolso. “Vamos a salir de aquí. Le dije a Kane que nos íbamos en
quince minutos para encontrarnos con él y Savage en nuestra casa. Si nos
vamos ahora, podemos pasar por Starbucks. Necesito cafeína.”
Ahora sé que amo a Lilah Love. “Yo también quiero.”
Se inclina para ver mi cuaderno y mira mi dibujo de un edificio que siempre
quise crear y silba. “Tienes talento, pero no tenía idea de cómo se vería tu
trabajo en la vida real. Y en caso de que te lo estés preguntando, Kane me
dijo que eras arquitecta. Él investiga a todos. No te ofendas.”
“Claramente, no sabes mucho sobre Rick si crees que voy a ofenderme tan
fácilmente. En cuanto a mi trabajo,” suspiro, “en este momento, estoy con
los contratos militares, pero voy a independizarme. De verdad quiero
hacerlo.” Se pone de pie y se cuelga su bolso en el hombro. “¿Por qué
estabas con los militares?”
“Mi padre es general. Mi madre también lo era. Ella murió joven.”
“También mi madre,” dice ella y luego hace que regresemos a mi vida. “¿Es
eso lo que te hizo elegir una carrera diferente?”
“Sé disparar y pelear. Me gusta saber que pueda hacerlo, pero no quería
que eso fuera todo lo que soy. Y siempre me encantó el arte, pero ser artista
no te da dinero a menos que seas como Chris Merit, o alguien famoso como
él. Y amo los productos finales que da la arquitectura.”
Ya hemos llegado al elevador para este punto y entramos en él.
“¿Tu mamá era policía o estaba en alguna fuerza?”
“Mi mamá era Laura Love. Las cámaras la amaban.”
Me quedo boquiabierta. “¿La estrella de cine?”
“Así es. La mayoría cree que murió en un accidente aéreo, lo cual es cierto.”
El ascensor se abre y nosotras salimos.
Vamos saliendo del edificio cuando le pregunto: “¿La mayoría de la gente
cree?”
“Pocher la mandó a matar.”
“Oh.”
“Créeme, si pudiera matar a Pocher sin que hubiera consecuencias, lo
haría.”
Estoy estupefacta. Ni siquiera sé qué decir. Ella sigue caminando.
“Starbucks está a solo una cuadra y media.”
Unos minutos más tarde ya estamos en la cola de la cafetería y estoy muy
interesada en la historia de Lilah. “¿Cómo te convertiste en perfiladora?”
“Historia familiar. Mis padres querían que fuera actriz. Yo no quería tener
nada que ver con ese mundo. Seguí el camino de mi padre, que era un
buen sheriff que amaba su trabajo en los Hamptons. Ahora mi hermano es
ese buen sheriff que ama su trabajo. Tomó el cargo cuando mi padre se
convirtió en uno de los protegidos de Pocher y si las encuestas tienen razón,
pronto será el gobernador del estado de Nueva York.”
Suena su teléfono y responde la llamada, y aunque su expresión no cambia,
siento una tensión ligera en ella. “Estamos en Starbucks. Nos vemos aquí.”
Ella cuelga. “Los chicos vienen para acá.”
“¿Pasa algo?”
“¿Además de que mi padre sea una perrita y sobre todo la perrita de
Pocher? No.”
Evadió mi pregunta, pero no insisto más. Rick estará aquí pronto. Hablaré
con él “¿Kane no puede usar lo que tiene sobre Pocher para liberar a tu
padre?”
“Mi padre no quiere ser libre. Es uno de ellos. Tú y yo tenemos más en común
de lo que crees.”
Ordenamos y luego nos dirigimos a una mesa para esperar nuestras bebidas.
“Voy al baño.”
“Trataré no tomarme tu café,” dice ella, con tono serio, como si no fuera una
broma. Lo dice en serio. Me río porque Dios, ella y Savage son muy
parecidos.
Me alejo por el pasillo hacia el baño. Estoy a punto de entrar en el baño que
solo tiene espacio para una persona cuando la salida trasera comienza a
abrirse. No tengo idea de por qué, pero mi corazón comienza a latir
fuertemente. Me meto rápidamente y cierro la puerta, me apoyo en la
superficie dura y hablo conmigo misma. Ya se encargaron de Pocher. Lo sé.
Eso significa que detuvo a Alejandro. Sin embargo, todavía estoy nerviosa,
muy nerviosa, de una manera que no estaba en la estación. Estaré mejor
cuando vea a Rick. Cuando lo escuche decir que todo se acabó, sabré que
se acabó de verdad.
Dejo de recargarme en la puerta, y hago lo que vine a hacer aquí, me lavo
y me arreglo la cara, lo que significa que muevo mi arma para buscar mi
lápiz labial.
Mi arma, una Sig Sauer P238 que me regaló Rick, es un peso y una presencia
reconfortante, y al final dejó abierto mi bolso. Mientras camino hacia la
puerta, mi mano sigue pegada al acero de mi arma. Sin embargo, tengo
que soltarla para abrir la puerta, pero juro que en ese momento tengo
prendido un sistema de advertencia en mi cabeza. Me prepara para una
respuesta de lucha o huida.
Me detengo y llamo a Rick. Él responde al primer timbre. “Hola, nena. Casi
llegamos. Estamos estacionándonos.”
“Ah, bueno. Está bien. Apúrate.”
“Siempre me apuro cuando voy a verte, nena.”
Sonrío y le cuelgo, ya más tranquila. Vuelvo a meter el teléfono en el bolsillo
y respiro hondo, abro la puerta y giro el pomo. De repente, me empujan con
fuerza hacia atrás y termino cayéndome. La adrenalina corre a través de mí
cuando mis ojos ven por fin a Alejandro.
El siguiente minuto corre en cámara lenta. Alejandro azota la puerta y el
instinto y los años de entrenamiento, entran en acción. Para cuando levanta
su arma, la mía ya está en mi mano, y no dudo. Le disparo en el pecho y
alcanzo mi objetivo. Él sale volando hacia atrás y choca con la pared, luego
se desliza hacia el suelo.
Me apresuro a sentarme y la puerta se abre de nuevo. Mis ojos siguen a Lilah
cuando entra, con el arma desenfundada. Y para mi sorpresa, todo se pone
en cámara lenta de nuevo, cuando Alejandro vuelve a levantar su arma en
mi dirección y Lilah le dispara en la cabeza. Esta vez la sangre salpica por
todas partes, incluso a mí. Dejo caer mi arma y presiono mis manos contra el
piso, estoy temblando. “Le disparé en el pecho. ¿Cómo es que estaba
vivo?”
Lilah se arrodilla a su lado y le levanta la camisa. “Lleva un chaleco. ¿Estás
bien?”
No consigo responder. Rick llega repentinamente a la pequeña habitación
en dónde estamos, me jala hacia él, encerrándome en sus brazos, y me
mantiene pegada a su cuerpo grande y duro. Y el mundo se calma
instantáneamente, pero puedo escuchar a Lilah hablando del incidente y
también oigo otras voces. Hay otras voces pero no logro captarlas en este
momento. “Dime que estás bien,” susurra, acunando mi cabeza e
inclinando mi rostro para que pueda inspeccionarme. “Dime que estás
bien.”
“Lo estoy. Traté de dispararle. Sí le disparé. Llevaba un chaleco, pero no
dudé.”
“Dispara a la cabeza,” dice Lilah, arrodillándose a nuestros pies, y ahora
lleva guantes, mientras guarda mi arma. Ella se para. “Apunta a la cabeza
la próxima vez. Esos bastardos siempre usan chalecos.”
“Espero que no haya una próxima vez.”
“Estás enamorada de este hombre,” dice, señalando a Rick. “Van a haber
más.”
“Me salvaste la vida, Lilah.”
“Puedes salvarte tú misma la próxima.” Mira a Rick. “Joder, ella hizo un buen
trabajo. Hay policías que dudan más que ella. Sácala de aquí pero no se
vayan.”
Rick me agarra de la mano y cuando me saca del baño, nos instalamos en
un rincón donde procede a protegerme de la creciente presencia de las
fuerzas del orden con su gran cuerpo.
“Se acabó, nena. Unas pocas horas más de este infierno y será oficial.
Podemos comenzar nuestra nueva vida juntos. Y puedo pedirte de verdad
que te cases pronto conmigo, si me quieres tener.”
Esas palabras son música para mis oídos. “¿Puedo ser Candy Savage?”
Él se ríe y yo me río, y sé entonces que el futuro será salvajemente bueno, a
pesar de que tuvimos un camino salvajemente malo para llegar hasta aquí.
CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS
Candace
FIN
***
OTROS LIBROS DE LISA RENEE JONES
WHITE LIES
Provocative
Shameless
WALKER SECURITY
Deep Under
Pulled Under
Falling Under
LILAH LOVE
Murder Notes
Murder Girl
Love Me Dead
Love Kills
DIRTY RICH
Dirty Rich One Night Stand
Dirty Rich Cinderella Story
Dirty Rich Obsession
Dirty Rich Betrayal
Dirty Rich Cinderella Story: Ever After
Dirty Rich One Night Stand: Two Years Later
Dirty Rich Obsession: All Mine
Dirty Rich Betrayal: Love Me Forever (Mayo 2020)
ACERCA DE LA AUTORA
La autora con más éxito en ventas del New York Times y del USA Today, Lisa
Renee Jones es la autora de los aclamados libros de la saga INSIDE OUT.
Además del éxito de la saga INSIDE OUT, Lisa ha publicado otros títulos
exitosos. La saga TALL, DARK AND DEADLY y la saga titulada THE SECRET LIFE
OF AMY BENSEN estuvieron en las listas de los libros más vendidos del New
York Times y del USA Today por varios meses. Lisa es la autora de la saga de
superventas LILAH LOVE y de la bilogía de WHITE LIES.
Antes de publicar, Lisa era propietaria de una agencia de empleos con
sedes en varios estados, que fue reconocida muchas veces por The Austin
Business Journal y también alabada por la revista Dallas Women's. En 1998,
Lisa estuvo en el puesto #7 de las mujeres propietarias de empresas por la
revista Entrepeneur.
Lisa ama estar en contacto con sus lectores. Puedes encontrarla en su
Twitter y Facebook.
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