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COMERCIO N°64
ÁREA: C y T 4to Secundaria
LA FUNCION DE RELACIÓN
Si hablamos de la función de relación, hablamos de una de las tres funciones básicas de los seres vivos y, por
tanto, está presente en animales y plantas, produciéndose también a nivel celular. Son tres las fases que
intervienen en la función de relación cuyo orden es: en primer lugar, la fase de estímulo que proporciona la
información sobre los cambios que se estén produciendo en el medio exterior o interior de los organismos, la
segunda es la fase de análisis de la información para, finalmente, emitir un respuesta.
La función de relación es una de las funciones vitales y, gracias a ella, los seres vivos tienen la
capacidad de obtener información del medio ambiente y de reaccionar ante los cambios que se
producen en él o también, a nivel interno de los propios organismos. En los siguientes apartados
conoceremos qué sistemas intervienen para que ocurra esta función vital para las plantas y los
animales.
Las fases de la función de relación son: la fase de estímulo u obtención de la información, la fase de
procesamiento de dicha información y, por último, la fase de respuesta. Para que se produzcan estas
fases, tenemos que conocer qué elementos intervienen en la función de relación, y son los siguientes:
Fase de estímulo: son percibidos por los seres vivos a través de receptores y es la información en forma
física, química o biótica que pueden percibir los seres vivos del medio exterior o del interior de los mismo.
Fase de procesamiento del estímulo: la segunda fase es la que se encarga de analizar la información recibida
y, según se trate de células, animales o plantas, los sistemas involucrados son diferentes.
Fase de respuesta: una vez se ha producido el análisis, la respuesta es emitida por los órganos efectores, y
éstas pueden ser móviles (si provocan el movimiento del organismo) o estáticas o secretoras (si producen la
liberación de sustancias).
La célula es capaz de tomar información del medio y desencadenar una cascada de procesos gracias a
los cuales se acaba emitiendo una respuesta celular. Los tipos de estímulos que una célula es capaz de
percibir son muy variados: luminosos, térmicos, mecánicos, químicos, magnéticos, gravitatorios,
eléctricos... y dependiendo del origen del estímulo, el procesamiento será más o menos complejo.
Por otro lado, existen también muchas formas en las que la célula puede emitir respuestas y lo hace a
través de: secreción de sustancias, activación o desactivación del metabolismo y de la división celular,
formación de paredes protectoras (enquistamiento) o emisión de luz (bioluminiscencia) entre otras.
En efecto, las plantas también se relacionan y experimentan cambios originados por estímulos. Esto
ocurre porque están dotadas de células encargadas de captar estímulos internos y externos y emitir la
correspondiente respuesta. La respuesta de las plantas a estímulos ambientales puede realizarse a
través de movimientos de crecimiento u orientación, y estas reacciones se conocen por el nombre de
tropismos. A su vez, estos tropismos pueden tener diferente naturaleza, ya que pueden deberse por
estímulos luminosos (fototropismos), cuando los organismos se orientan o crecen hacia o en contra de
la luz, geotropismos, que ocurren cuando por efecto de la gravedad el tallo o raíz crece a favor o en
contra de ella, hidrotropismos, producidos por la presencia de agua, quimiotropismo, cuando la planta
reacciona a sustancias químicas, creciendo a favor si estas son beneficiosas o en contra si son
perjudiciales, y, por último, tigmotropismos, cuando algunos vegetales crecen alrededor de cuerpos
sólidos cuando entran en contacto con ellos (por ejemplo, lo que ocurre en las plantas enredaderas).
Puedes aprender más sobre Qué es el tropismo, sus tipos y ejemplos con este otro post.
Por otro lado, existen otro tipo de reacciones de las plantas llamadas nastias, producidas en respuesta
también a factores externos y se caracterizan por ser respuestas rápidas. Estas respuestas pueden
deberse también a estímulos lumínicos (fotonastias), donde los organismos giran o abren las flores en
respuesta a la luz, tigmonastias, que ocurren cuando, por ejemplo, la planta reacciona al contacto de un
insecto atrapándolo, como ocurre en plantas carnívoras, o nictinastias, cuando los vegetales cambian la
posición de las hojas según sea de día o de noche.
Función de relación en los animales
Según si los animales son invertebrados o vertebrados los receptores sensoriales pueden localizarse en
células aisladas u órganos muy desarrollados en la superficie del cuerpo del animal, como es el caso de
los primeros, o concentrarse en los órganos de los sentidos como ocurre en el caso de los vertebrados.
Posteriormente a la recepción de los estímulos por estas estructuras, es importante conocer qué
sistemas intervienen en la función de relación de los animales. Estos procesan la información y la
integran gracias a un complejo sistema de coordinación que involucra al sistema nervioso, el cual
transmite la información a través de impulsos nerviosos por todo el cuerpo, y al sistema endocrino,
que fabrica moléculas químicas que viajan también por el organismo hasta los órganos efectores. Los
órganos efectores, son los que, finalmente, ejecutarán las respuestas elaboradas por los anteriores,
siendo respuestas rápidas las emitidas por el sistema nervioso y lentas y duraderas las que implican al
endocrino. Estas respuestas tienen gran importancia en procesos como la nutrición, la locomoción, el
crecimiento, la reproducción, la socialización y otras múltiples funciones complejas.
Existen múltiples ejemplos sobre cómo se lleva a cabo la función de relación en animales y plantas,
por lo que, en este apartado, hablaremos de dos casos especiales donde animales y plantas integran la
función de relación en sus funciones vitales, concretamente para su alimentación.
El primero es el caso de los murciélagos que utilizan la ecolocalización, un sistema de percepción del
medio a través del eco de ondas de sonido que rebotan sobre objetos y devuelven información acerca
de la distancia y tamaño de dichos objetos. Es habitual en animales nocturnos como los murciélagos,
pero también está presente en muchas especies con otro tipo de hábitos, por ejemplo, las ballenas o
delfines. En el caso de los murciélagos, lo que ocurre es que contraen los músculos de la laringe para
emitir sonidos imperceptibles al oído humano y estas ondas rebotan en los insectos de los que se
alimentan o contra objetos que deben ubicar, devolviendo la información en forma de señales a los
oídos de los murciélagos acerca de la ubicación.
Otro caso que merece especial mención es el de las plantas carnívoras, como la venus atrapamoscas
(Dionaea muscipula). Las plantas carnívoras suelen alimentarse de nutrientes y minerales que extraen
del suelo, pero cuando estos escasean, están dotadas de un sistema de percepción de insectos en sus
hojas. Según algunos estudios, la venus atrapamoscas cuenta con una serie de pelos que actúan como
sensores en las superficies de sus hojas y son capaces de “contar” las veces que estos pelos han sido
rozados por la potencial presa, para así conocer si es o no viable invertir la cantidad de energía que les
supone alimentarse de este tipo de presa. Cuando la frecuencia de contacto de los pelos es alta, la
planta cierra rápidamente sus hojas y atrapa en su interior al insecto, que será descompuesto mediante
enzimas específicas segregadas por la planta para realizar su digestión.
Trabajo en aula