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OASIS, N°11

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Exceso y defecto de la memoria:


violencia política, terror,
visibilidad e invisibilidad
Martha Cabrera*

Profesora / investigadora
de la Facultad de Finanzas, Gobierno y
Relaciones Internacionales de la
Universidad externado de Colombia,
correo electrónico:
martiriocabrera@yahoo.com

El actual interés, tanto académico marca el final de una relación con la his-
como extra académico, en el tema de la toria que se había impuesto en los siglos
memoria ha alcanzado dimensiones epi- XIX y XX” (Pécaut 2003, 113). En efecto,
démicas. Un término que hace algún tiem- las narrativas históricas convencionales se
po tenía relativamente poca resonancia, ha resquebrajan mientras el pasado se torna
penetrado progresivamente en el lenguaje cada vez más disponible y multifacético
para apuntalar reclamos y reivindicacio- gracias a los avances arqueológicos e his-
nes de individuos, víctimas y grupos so- toriográficos – innovaciones metodológi-
ciales, en la obtención de diversas formas cas como la creciente legitimación de la
de reconocimiento o compensación. historia oral y la experimentación inter-
Esta valorización de la memoria como disciplinaria. A esta situación debe sumar-
elemento del mundo social coincide, pa- se el surgimiento de una sensibilidad
radójicamente, “con un momento en el histórica más reflexiva cuyo resultado es
cual el presente ha dejado de articularse la producción de un nuevo campo de es-
con el pasado y ya no parece abrirse hacia tudio, diverso pero unido por una preocu-
un horizonte de futuro. No es exagerado pación común por acercarse a las formas
decir que la exaltación de la memoria múltiples como los grupos sociales cons-

*
Fecha de entrega, 22 de agosto de 2005. Fecha de aceptación, 5 de septiembre de 2005.

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truyen su sentido del pasado (Confino se ha convertido en el punto de entrada


1997, 1386–9). hacia formas supuestamente “auténticas”
Para Daniel Pécaut, el surgimiento de de memoria, ya que desde este punto de
la memoria está ligado al desmoronamien- vista, aquellas memorias moldeadas por el
to del Estado nación en los planos con- trauma serían capaces de subvertir más efi-
creto y simbólico. Como consecuencia, los cientemente formas modernas, totalizan-
grandes relatos se borran y emergen afir- tes de historicismo (Klein, 2000, 138).
maciones identitarias articuladas por una Siguiendo esta línea, este ensayo tiene
lógica del “reconocimiento” y la exaltación como objeto examinar el surgimiento del
de la sociedad civil. La explosión de las tema de la memoria y de la memoria trau-
memorias debilita el marco tradicional de mática en discursos políticos y culturales.
la memoria nacional y da voz a múltiples El argumento central es que elementos
grupos que contestan la versión “nacional” performativos (rituales, conmemoracio-
del pasado, generando innumerables ver- nes) y narrativos (comisiones de la verdad,
siones alternativas y poniendo en marcha testimonios) han sido centrales en el diá-
subjetividades alternativas paralelas a las logo con el pasado en el caso de socieda-
líneas de fractura de género, etnia, etc., des que han experimentado violencia
llegando incluso a generar cierta ansiedad política. El poder de estos elementos resi-
e inseguridad acerca de la identidad mis- de en el hecho que permiten trasladar el
ma, lo que evidencia la conexión entre me- duelo de la esfera privada a la pública y
moria e identidad. El significado último generar debates en torno a la responsabi-
de la identidad individual o colectiva (su lidad sobre el pasado, como ha sucedido
sentido de “mismidad” en el tiempo y el en casos como los de Argentina y Sudáfri-
espacio), se apoya en lo que se recuerda, y ca, que son comentados. Finalmente, se
lo que se recuerda es definido a su vez por discutirá el modelo ‘sacrificial’ de forma-
una identidad asumida. Éstos son proce- ción de la memoria colombiana, basado
sos complejos, ya que ni la memoria ni la primordialmente en la inscripción violenta
identidad son hechos naturales, sino pro- de memoria sobre el cuerpo, y caracteri-
cesos sociales y construcciones políticas zado por una presencia más bien limitada
“altamente selectivas, inscriptivas más que de elementos performativos en la esfera
descriptivas, sirviendo intereses particula- pública nacional, así como por la prolife-
res y posiciones ideológicas” (Gillis 1994, ración de narraciones desligadas de un re-
3-4, traducción mía). lato histórico que les dé cohesión.
En ocasiones, la memoria que mol-
dean la identidad de un grupo se fija so- TRAUMA, MEMORIA, MERCADO
bre episodios traumáticos de la memoria
nacional. En efecto, la categoría “trauma” Andreas Huyssen (2000, 23) sitúa el re-
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novado interés en la memoria en la década la moda “retro” y el acceso creciente a tec-


de los sesenta, conectado a la ola de desco- nologías de “auto musealización” (video
lonizaciones y su búsqueda de historias al- grabadoras, blogs, etc.), formas confesio-
ternativas. Tal interés es impulsado en la nales (testimonio, autobiografía) pertene-
década de los ochenta, en particular en cen, sin duda, a este universo en expansión
Europa y Estados Unidos con el debate de la memoria.
sobre el Holocausto (nutrido al menos par- Resistiendo a la tentación de segmen-
cialmente por la emisión de la serie de tele- tar la realidad en ámbitos diferenciados
visión Holocausto y, posteriormente, por la (político, económico, cultural, etc.), po-
profusión de testimonios sobre éste). A par- dríamos decir que la cooptación de la
tir de este momento, el término “trauma” memoria por el mercado es sólo un aspec-
comenzó su migración desde el lenguaje to de su importancia política: desde 1989
médico y psicoanalítico al de las humanida- es un tema obligado en los antiguos paí-
des y la literatura, así como a los estudios ses comunistas de Europa oriental y la ex
sobre la memoria. Para la década de los no- Unión Soviética, fue central en los proce-
venta, había una verdadera profusión de sos creadores de la Sudáfrica post apar-
estudios sobre memoria traumática (Fel- theid, se esgrime continuamente en las
man y Laub, 1992; Caruth 1996; La Ca- discusiones en el Medio Oriente, obsta-
pra 1998), además de trabajos históricos y culiza con frecuencia las relaciones entre
contemporáneos sobre temas conexos como China, Corea y Japón, pone de relieve las
genocidio, esclavitud, abuso sexual y su “fal- fracturas raciales de la sociedad australia-
sa memoria”, además de controversias en na, y determina, en grados variables, el
torno a conmemoraciones y memoriales. debate sobre los desaparecidos y en las
Fuera de los lenguajes de la academia, sociedades post dictatoriales de América
el interés en la memoria y la memoria trau- Latina. Esta increíble profusión de memo-
mática se hizo evidente en el ámbito po- rias traumáticas es explicable, al menos
pular: desde talk shows, hasta películas de parcialmente, porque nuestra era se ha
Hollywood, pasando por la literatura au- estructurado en gran parte a partir de even-
tobiográfica y la llamada novela histórica tos traumáticos (Klein, 138), que han en-
posmoderna. La restauración de centros trado solo de forma gradual en las
urbanos de muchas ciudades, la renovada memorias colectivas de los grupos socia-
importancia de los patrimonios históricos, les afectados1. Esto parece particularmen-

1
Algunos autores explican este fenómeno como el “retorno de lo reprimido” freudiano, según el cual tanto
individuos como sociedades necesitan reprimir eventos traumáticos por períodos de tiempo mientras son
capaces de confrontarlos. Esta posición es fuertemente debatida por autores situados en la orilla política
(Brown, Scheflin y Corydon 1998).

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te cierto en el caso de la memoria del con el Tercer Reich y la Segunda Guerra


Holocausto. Un número de autores (al- Mundial: el ascenso de Hitler al poder y
gunos empleando el lenguaje de psicoa- la quema de libros, conmemorados en
nálisis y, en particular, los términos 1983; Kristallnacht, conmemorada en
“duelo”, “transferencia” y “melancolía”, 1988; la conferencia de Wansee de 1942
entre otros, en su referencia a la memoria (que diera inicio a la tristemente célebre
traumática; Mitscherlich y Mitscherlich “Solución Final”), conmemorada con la
1975; Adorno 1986; Santner 1990; Frie- inauguración de un museo en la villa sede
dlander 1993; La Capra 1994) han mos- de la conferencia y el levantamiento del
trado que el Holocausto estuvo rodeado gueto de Varsovia conmemorado en 1993,
de silencio en los años posteriores al fin entre otros. Estos aniversarios, junto con
de la Segunda Guerra Mundial para re- la caída del muro de Berlín en 1989 y la
surgir en Alemania solo hasta finales de la unificación alemana en 1990 fueron cubier-
década de los setenta a través de debates tos ampliamente por los medios de comu-
públicos y académicos sobre museos, mo- nicación, contribuyeron a crear una enorme
numentos y películas así como en la his- resonancia para la memoria del Holocaus-
toriografía. Tal desinterés era extendido en to al punto que autores como Huyssen
Europa, los Estados Unidos e incluso Is- (2000) conectan la política genocida3 de
rael. En este último, el Holocausto entró los conflictos de Bosnia, Ruanda4 y Koso-
en la memoria colectiva solo hasta su in- vo (este último en particular)5 con la fun-
clusión en la enseñanza, en la década de dación del Holocausto como motivo
los ochenta2. Contribuyó a esto, sin duda, “universal” en una memoria global.
la emergencia de artefactos tales como ce- Paradójicamente, y a pesar de que la
lebraciones y monumentos relacionados memoria parece globalizarse, está, de otra

2
Desde el punto de vista psicoanalítico, Alemania, en lugar del duelo, se embarcó en la construcción de su
milagro económico para evadir una realidad dolorosa (Mitscherlich y Mitscherlich 1975; Adorno 1986;
Santner 1990), mientras Israel ha hecho su duelo con un grado de melancolía, internalizando su condición
de víctima al convertirse el Holocausto en parte de su identidad nacional (Segev 2000).
3
Empleo aquí la definición clásica de genocidio que acuñara Raphaël Lemkin en 1944: “Destrucción total
o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal” (p. 79, traducción mía).
4
La referencia al Holocausto en el caso de Ruanda es ciertamente problemática al excluir referentes propios
de las políticas de la memoria de las sociedades poscoloniales, lo cual, sin embargo, no fue obstáculo para
que los medios de comunicación occidentales persistieran en el empleo de tal paralelo (Huyssen 2000, 23).
5
La intervención humanitaria de la OTAN en Kosovo fue articulada al menos en parte por la memoria del
Holocausto: las deportaciones, los refugiados, los campos de concentración y los recuentos de atrocidades
se sumaron al recuerdo de la no intervención de Estados Unidos y las potencias europeas en la década de los
treinta y cuarenta. Kosovo confirma así el creciente poder de la memoria en la década de los noventa, pero
crea simultáneamente interrogantes frente al uso del Holocausto como tema universal.
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parte, íntimamente ligada a las historias verdad y tribunales (Humphrey 2003,


de estados y naciones específicas. Por más 172).
similitudes que se encuentren entre los En el marco de la reconstrucción de
casos de la Alemania de posguerra y la la democracia, para los regímenes suceso-
Argentina posdictatorial, el sitio político res, la “verdad” se convirtió en la condi-
de las prácticas de memoria sigue siendo ción sine qua non para restaurar la
nacional, no posnacional o global. Sin ciudadanía plena y restablecer la ley, la le-
embargo, el horizonte de la actual globa- gitimidad política y la justicia histórica.
lización tiene efectos complejos sobre la En este sentido, las comisiones y tribuna-
memoria: crea y destruye conexiones, in- les6 han sido mecanismos esenciales en el
venta nuevos objetos y extiende y comer- establecimiento de versiones de las violen-
cializa los existentes, visibiliza y oscurece cias pasadas, lo que es a su vez crucial para
simultáneamente el pasado. lograr un grado de reconexión social y
moral después de la contracción social
MEMORIA Y NARRACIÓN provocada por la violencia.
Los tribunales, con su objetivo prin-
La narración de la memoria traumática – cipal de “contextualizar y compartir expe-
el relato de los hechos – encuentra su lu- riencias pasadas acerca de malas
gar en el ámbito político a partir de la ola actuaciones del estado” (Teitel 2000, 75),
de democratización de la década de los han sido cruciales en establecer la verdad
ochenta concomitante con la expansión en casos de actos individuales de atroci-
internacional de los derechos humanos, el dades en la impunidad. Un argumento que
fin de la Guerra Fría y la globalización eco- favorece los tribunales por sobre las comi-
nómica. La premisa de los proyectos de siones es que los primeros simultáneamen-
transición política a la democracia fue la te imparten justicia y revelan los hechos
de terminar con la impunidad y el silen- (Hayner, 368). Tienden frecuentemente,
cio estatal acerca de las violaciones a los sin embargo, a quebrantarse bajo el peso
derechos humanos perpetradas por regí- de la falta de evidencia, la intimidación
menes autoritarios básicamente mediante de los testigos y la obstrucción burocráti-
“rituales de la verdad”: comisiones de la ca (Humpfrey, 172).

6
Debe distinguirse entre comisiones de la verdad y tribunales internacionales (como los de Ruanda y
Yugoslavia, creados por las Naciones Unidas). Mientras las primeras han sido privilegiadas en América
Latina, los segundos, establecidos como respuesta a violaciones masivas de los derechos humanos por parte
de los estados, funcionan con el propósito y poder de una corte, mientras las comisiones tienen en general
menos poderes, pero más amplitud en su investigación (Hayner 1999, 364-365). Otra diferencia básica
sería que el modelo en los que se basan los tribunales es “adversarial” (Hayner, 368), mientras que el modelo
subyacente en las comisiones desplaza la verdad del victimario hacia la víctima (Humpfrey, 172).

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Por estas razones, las comisiones apa- de conceder amnistías a quienes revelaran
recen como una alternativa frente a la fi- voluntariamente sus crímenes políticos8 y
gura del tribunal en los procesos de permaneció en el centro de la atención
transición democrática, ofreciendo inter- pública durante los dos años y medio que
vención legal en los casos donde los “ase- duró (diciembre 1995 - 1998), en parte
sinatos burocráticos” han producido porque las audiencias de las víctimas y la
violaciones masivas de los derechos huma- mayoría de audiencias de quienes aplica-
nos (mediante desaparición, “limpieza” ét- ban a la amnistía eran públicas, siendo cu-
nica, etc.). Esta figura es elegida, en biertas diariamente por la radio y la
términos generales, sobre la del tribunal televisión. Ésta fue la primera vez en el
en casos de estancamiento político o paz mundo que victimarios de los dos bandos
negociada que incluyen compromisos so- implicados, algunos de alto nivel, han re-
bre llevar a cabo procesos criminales7. Al velado públicamente detalles horrendos de
recurrir a la figura de la comisión, el esta- atrocidades realizadas por ellos. Esto, junto
do intenta subsanar los efectos de la vio- a las audiencias de las víctimas, con sus
lencia y el trauma mediante la reparación. oleadas sucesivas de revelaciones, dolor y
Al ser esquemas centrados en las víctimas, ocasionales peticiones de perdón, causa-
la lógica subyacente de las comisiones su- ron un fuerte impacto en la sociedad su-
pone que es posible curar individuos y so- dafricana. La comisión, mediante métodos
ciedades mediante la “confesión” secular. de confesión y perdón públicos y apoyán-
Entre las comisiones se destaca, sin dose en la noción que los pilares de la “ver-
lugar a dudas, el ejemplo de la Comisión dad” y la “reconciliación “sanarían” las
para la Verdad y la Reconciliación (CVR) heridas inflingidas a la nación por el apar-
de Sudáfrica, posterior a algunas de las co- theid, intentaba así una verdadera refun-
misiones latinoamericanas. La CVR fue un dación nacional9.
modelo inédito por cuanto tenía el poder América Latina, por su parte, ha te-

7
Hasta el momento se han instaurado más de 21 comisiones en diferentes países y hay algunas más proyec-
tadas. Ver Springer (2002).
8
La amnistía estaba condicionada a los delitos políticos. Las audiencias produjeron extraordinarias confesio-
nes públicas de participación en actos atroces, algunos muy prominentes, como el asesinato del activista
Steven Biko, aunque también produjo decepciones como la exoneración del general Magnus Malan (ministro
de defensa bajo el régimen de apartheid). Malan es famoso por su postulado sobre la violencia en Sudáfrica: en
su versión, los perpetradores son simplemente “manzanas podridas” y no el sistema del racismo (Feldman,
2003, 69).
9
En este sentido vale la pena indagar el término “reconciliación”, el cual debe entenderse no como un
estado de paz o armonía, sino como un proyecto para distanciarse de la violencia, un proyecto en el cual las
fuerzas en conflicto se hacen conscientes de que comparten un tiempo presente, no repetitivo. Esto implica
una ruptura radical con las condiciones previas, así como un sentido de recomienzo; de nuevas relaciones de
afinidad marcadas ya no por la violencia cíclica, sino por la confianza (Borneman 2002, 282).
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nido algunas de las más conocidas entre cretos y 8.960 desaparecidos (Robben,
las que se destaca la Comisión Nacional 134)–. Esto muestra la dificultad enorme
sobre los Desaparecidos (CONADEP) en de definir qué es la verdad. A este respecto,
Argentina. Organizada en 1983 por el la CVR de Sudáfrica fue enormemente so-
presidente Raúl Alfonsín, la comisión do- fisticada, manejando cuatro definiciones:
cumentó a lo largo de nueve meses cerca verdad forénsica o factual, verdad personal
de 9000 casos de desapariciones (ocurri- o narrativa, verdad social y verdad restora-
das entre 1976 y 1983)10. El reporte de la tiva, de las cuales la única que pretendía
comisión, Nunca más (1984) se convirtió imparcialidad y objetividad era la primera
en un best-seller en Argentina y continúa (Chapman y Ball, 2001, 10)12.
siendo uno de los libros más vendidos en La característica común de estas dos
ese país11. A diferencia de la comisión su- comisiones es su modelo performativo, en
dafricana, CONADEP no tenía como ob- el cual se destaca la importancia otorgada
jetivo la reconciliación, sino solamente la al papel de la narración. Estas característi-
búsqueda de la verdad (Robben, 2005, cas son claves en la construcción de la
131). Este objetivo final, la verdad –no- memoria, ya que combinan el papel de los
ción por definición enormemente carga- actores sociales y sus prácticas (Conner-
da de matices y ambigüedades– tropezó ton, 1989), con la idea que los eventos
con enormes dificultades debido a la au- históricos no son eventos que han solo “su-
sencia de gran parte de la evidencia mate- cedido” y, por tanto, están inscritos inme-
rial, de forma que la reconstrucción de los diatamente en el registro histórico. Lo que
hechos se basó en la narración: las expe- se resalta más bien es la narración de los
riencias personales se tornaron así testi- hechos mediante registros orales, escritos,
monio público y partes de estas artifactuales o visuales (White, 1978; Ri-
narraciones fueron incluidas en el infor- coeur, 1988; Koselleck, 1985). En este
me final, dándole contenido emocional a sentido, las comisiones de la verdad sacan
un documento que concluía con cifras de- a la luz memorias ocultas, posibilitan la
soladoras –340 centros de detención se- visibilidad social y política del trauma,

10
También hay algunas comisiones de la verdad organizadas por organismos no gubernamentales, como el
reporte Nunca más (1989) de Uruguay, de la asociación Servicio, Paz y Justicia y el reporte Nunca mais
(1985) de Brasil (aunque de circulación y alcance limitado), de la arquidiócesis de Sao Paulo. Además de la
comisión, Argentina también instaló juicios en contra de miembros de las fuerzas armadas a partir de 1985.
11
El título de los informes de las comisiones de la verdad latinoamericanas, Nunca más, es visto por Huys-
sen como una referencia explícita al discurso del Holocausto (2003, 99).
12
La Ley de Justicia y Paz colombiana, por su parte, ordena la difusión de la verdad “judicial”, aquella que
los jueces puedan comprobar, perdiéndose así la oportunidad de emplear la narración de las víctimas en la
construcción de un relato integrador.

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produciendo una nueva memoria oficial res que inciden (desigualdad histórica,
a través de documentación extensiva de injusticia) en la ocurrencia de atrocidades
casos de violaciones a los derechos huma- masivas. En efecto, en la búsqueda de la
nos13. Los testimonios dados en las comi- verdad, la complejidad de la violencia po-
siones tienen un carácter jurídico, pero lo lítica, sus orígenes profundos pueden ver-
que importa no es la percepción del testi- se oscurecidos. Al situar a la víctima dentro
go, sino el informe final, es decir, la na- del marco de unos derechos humanos
rración de los hechos (Grunebaum-Ralph, universales, se individualiza el origen de
2001, 201). Estas narraciones realizadas la violencia (Feldman 2003a). En ese mar-
en el marco de las comisiones interpelan co, la justicia restorativa, cuya premisa es
la identidad colectiva a partir de su ancla- la de devolver la dignidad perdida a la víc-
je en elementos culturales particulares, así, tima, funciona en términos económicos,
en Argentina la narración tenía los rasgos revelando su lógica mediante el lenguaje:
de un lenguaje psicoanalítico populariza- se habla entonces de “compensación”,
do, con referencias al “trauma”, la “nega- “pérdida” y “magnitud”.
ción” y el “retorno de lo reprimido”. En
Sudáfrica, de otra parte, el discurso de la LOS LUGARES DE LA MEMORIA
comisión estaba anclado en lenguaje reli-
gioso y psicoterapéutico, como lo demues- Paralelo al retorno a la democracia, todo
tra la apertura de las primeras audiencias tipo de discursos escritos, visuales, etc. (tes-
de la comisión por parte del arzobispo timonios, novelas, películas) monumen-
Desmond Tutu “We will be engaging in tos y conmemoraciones se sumaron a la
what should be a corporate nationwide acción de las comisiones en la construc-
process of healing…through contrition, ción de nuevos discursos de la memoria
confession and forgiveness” (Chichester, ligados a la experiencia de la violencia
citado en Young, 2004, 148). política. Argentina, por ejemplo, presen-
A pesar de sus innegables ventajas, las ció la publicación de un número de testi-
comisiones de la verdad, basadas en el es- monios tras la caída de la junta militar,
clarecimiento de los hechos y su énfasis los cuales pueden interpretarse como con-
en la experiencia de la víctima, han reci- tradiscursos capaces de empoderar a sus
bido también fuertes críticas en el sentido narradores al otorgarles la capacidad de
de pasar por alto la complejidad de facto- refutar el discurso oficial. Paradójicamen-

13
Este no es el caso en todas las comisiones. En El Salvador, el presidente Alfredo Cristiani rechazó el
informe final de la comisión y declaró la amnistía para todos los mencionados en el informe, expresando la
necesidad de olvidar el pasado. En Guatemala el informe se produjo, pero causó una reacción similar a la de
El Salvador (Humpfrey 2003).
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te, los familiares de algunas víctimas están ta de consenso en torno a la cifra de des-
entre los críticos más acérrimos de la ex- aparecidos hasta la pregunta si las víctimas
plosión testimonial en la posdictadura ar- de las organizaciones insurgentes debieran
gentina. La lógica subyacente es que las incluirse también. A pesar del uso del nom-
partes escabrosas de la memoria colectiva bre “monumento” el memorial del Parque
argentina deben ser saneadas, en un acto de la Memoria, se enmarca dentro del dis-
tanto de “piedad con los muertos como curso contemporáneo del “contramonu-
de preocupación por los vivos” (Robben, mento” –definido como un espacio
133). En esta misma lógica, las exhuma- memorial concebidos en contravía del mo-
ciones de cuerpos ordenadas en el marco numento clásico–. En lugar de las nocio-
de las investigaciones también han sido nes de permanencia, memoria unívoca y
objeto de crítica, pero por motivos dife- estabilidad típicas del monumento clásico,
rentes. En diciembre de 1994, un grupo el contramonumento puede ser efímero
de Madres de la Plaza de Mayo condenó (como el “Monumento en Contra del Fas-
las exhumaciones como una jugada polí- cismo” de Harburg, Alemania de Jochen y
tica del gobierno destinada a propiciar la Esther Gerz, 1986, que se hundía en el suelo
desmovilización y despolitización de los hasta desaparecer) y elude en general la
familiares de las víctimas. En lugar de esto, noción de redención o de aceptación có-
las Madres prefirieron seguir apropiándo- moda del pasado. El contramonumento
se del espacio público, convirtiéndolo así expresa más bien la complejidad de la plu-
en un memorial viviente (Robben, 144). ralidad de la memoria a la vez que intenta
Un interesante ejemplo de apropiación comprometer al espectador y generar re-
del espacio público que intentó darle a la flexión. Como era de esperarse, lejos de
Argentina una nueva interpretación del expresar consenso sobre el pasado, el Par-
pasado es el Parque de la Memoria, inau- que de la Memoria ha mostrado a la Ar-
gurado el 30 de agosto de 2001, dentro del gentina como una sociedad dividida; con
cual habría un “Monumento a las víctimas un argumento similar al de las exhumacio-
del terrorismo de Estado”. Este último, nes, varias organizaciones de derechos hu-
descrito por Huyssen (2003, 103) como manos, incluyendo las Madres, se han
“una cicatriz en la tierra, enmarcada en su opuesto al parque, el cual observan con des-
trayectoria zigzagueante por paredes discon- confianza como un intento por oficializar
tinuas que llevarán los nombres de los des- una memoria unívoca y “dejar atrás” un pa-
aparecidos”, se ha convertido en objeto de sado que estos grupos insisten en seguir
diversas controversias que van desde la fal- recordando14. Para otros, sencillamente,

14
No todos los esfuerzos por sanear la memoria son oficiales, algunos son impulsados por el mercado (cuya

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dedicar un parque al terrorismo de Esta- La representación material de la me-


do equivale a “demasiada” memoria de la moria, encarnada en monumentos, me-
dictadura (Huyssen 2003, 100). moriales y conmemoraciones emerge pues
Robben Island, en Sudáfrica, conden- como expresión de políticas de la memo-
sa por otra parte tanto una política de la ria (intricadas muchas veces con el mer-
memoria oficial que presentando la “nue- cado) tornándose a la vez en manifestación
va” nación que se buscaba fundar a partir de las divisiones internas de la sociedad.
de la comisión de la verdad, así como ob- El monumento no sustituye a la memo-
jetivos de mercado. Robben Island es el ria, liberando a la sociedad del peso de
sitio de la famosa cárcel para activistas anti- recordar, como lo planteó Pierre Nora
apartheid en donde estuvo preso Nelson (1989)15. Como lo demuestra el intenso
Mandela. Convertida en Patrimonio de la debate sobre los monumentos, lo que se
Humanidad de UNESCO en 1999, Rob- revela aquí son más bien las líneas de frac-
ben Island es un lugar rico en significados, tura de la memoria en las sociedades afec-
inscrito con signos de opresión tanto colo- tadas por la violencia política.
nial como del apartheid y sus resistencias Estos ejemplos son apenas breve
respectivas y simbolizando en la actualidad muestra de un gran debate global sobre la
el triunfo de quienes lucharon en contra memoria pública incluyendo temas deli-
de la opresión. Es, al mismo tiempo, lugar cados como trauma, genocidio, violacio-
que visibiliza la conmemoración y recipien- nes a los derechos humanos y sus efectos
te de fondos oficiales. Para el visitante, sobre las sociedades. Demuestran que el
Robben Island significa no solo el pasado tema de la memoria no tiene que ver sim-
empacado para su consumo por la crecien- plemente con el pasado, sino que se ha
te industria turística global, sino también convertido en pieza fundamental en la
el lugar donde la narrativa de la “nueva” construcción de la legitimidad política de
nación se concretiza a través de la confluen- las sociedades. Si a principios del siglo
cia de narrativa, memoria y lugar (Grune- veinte éstas intentaban definir su cohesión
baum-Ralph, 199). a partir de maneras de imaginar el futuro,

agenda no está exenta de conexiones políticas). En 1994 se inauguró en Uruguay el Punta Carretas Shopping
mall en el predio de una antigua cárcel en un intento no solo por ocluir la memoria violenta del país, sino
por presentarlo como un pequeño oasis de estabilidad y prosperidad en América del Sur, respondiendo así
tanto a los retos de la globalización como a presiones de sectores de la sociedad interesados en olvidar
eventos traumáticos del pasado uruguayo.
15
Los monumentos que Nora considera en estudio sobre “los lugares de la memoria”, del cual tomé el título
para este aparte, son del tipo “escultura figurativa sobre pedestal”, los cuales, al decir del novelista austriaco
Robert Musil, son invisibles.
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hoy día la principal tarea parece ser más Muerte-Declaraciones-Homenajes o Exposi-


bien la de asumir responsabilidad por los ción aleccionadora-Olvido” (1998, 230,
hechos del pasado. énfasis en el original).
¿Cuál es el hilo conductor de esas afir-
COLOMBIA, LA VIOLENCIA maciones? En términos generales, se re-
Y EL UNIVERSO DE LA MEMORIA miten a la ausencia de formas adecuadas
de memorializar los hechos violentos, sus
La explosión de la memoria tiene impor- víctimas, sus protagonistas. De otra par-
tantes resonancias en el contexto colom- te, apuntan a la doble condición de la vio-
biano, coyuntura agravada por el hecho lencia colombiana: es simultáneamente
que el país “ha estado siempre a mitad de visible e invisible; memorializada e inme-
camino en el proceso de formación del morial.
Estado nación o de una simbólica unita- La violencia es altamente visible en
ria y casi nunca ha dispuesto de visiones un número de espacios: de la academia a
de la historia que garanticen su relación los medios de comunicación masivos, de
con el futuro” (Pécaut 2003, 114). Co- la literatura y las artes visuales al espacio
lombia presenta un caso interesante, mez- ambiguo del rumor16, pero es evidente la
cla de exceso y defecto de la memoria. En ausencia de monumentos, rituales y con-
términos generales, se dice que Colombia memoraciones adecuadas que den cuenta
“no tiene” memoria: la escultora Doris Sal- de la situación, al punto que la obligación
cedo se pregunta por qué no existe re- de construir un monumento para recor-
cordatorio alguno de la toma del Palacio dar las víctimas de la masacre de Puerto
de Justicia en 1985 (2003); el filósofo y Boyacá en 1987 (donde un grupo de co-
especialista en comunicación Jesús Mar- merciantes fue muerto por paramilitares)
tín-Barbero observa que en el tiempo te- es más un castigo impuesto al Estado co-
levisivo una masacre y un partido de la lombiano, que el producto de una necesi-
Selección Colombia tienen el mismo peso dad percibida de conmemoración. Los
y duración (1998) y el analista de medios espacios donde la violencia se visibiliza
Germán Rey observa que la visibilidad juegan un papel fundamental al articular
mediática del conflicto tiene ‘un desarro- las múltiples narraciones de la violencia,
llo temporal breve, una lógica reconocida las cuales terminan configurando “un bos-
e inclusive una exposición visual triste- que denso de contornos decepcionante-
mente habitual del tipo “Enfrentamientos- mente homogéneos” (Coronil y Skurski

16
Sobre el rumor y su conexión con el clima de temor e inseguridad que genera en un contexto de violencia,
véase Uribe 2004 y Taussig 1984. Es importante resaltar que este tema aguarda aún indagaciones más
profundas.

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Capítulo 1
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50

1991, 333), relatos de apariencia similar con la violencia:


que oscurecen las capas de significado pre-
sentes en la violencia. aunque la violencia política ha jugado un pa-
La aparente homogeneidad de los re- pel central en la formación de las naciones, su cons-
latos de la violencia hace que ésta sea per- titución histórica y su papel en representar las
cibida como una fuerza ubicua (Taussig naciones ha recibido escasa atención. Muy frecuen-
1992), presente en la vida cotidiana tanto temente la explicación de la violencia es equipara-
como en el recuerdo del pasado. Vista así, da con la identificación de sus causas, su forma da
la violencia adquiere una calidad de fuer- cuenta de su función y su función se ve en térmi-
za viva, de explicación de todas las cosas: nos instrumentales; la violencia se reduce a una he-
“la violencia arrastró a los campesinos”, rramienta práctica empleada por actores sociales
“la violencia vino” y se convierte en un opuestos en la persecución de objetivos enfrenta-
relato circular donde un episodio violen- dos… los momentos de violencia política pueden
to encarna el siguiente: del violento pasa- aparecer quebrantadoramente similares en su si-
do de colonización a la Independencia, a niestro resultado y en la fisicalidad pura de la des-
las revoluciones del siglo XIX, a la Guerra trucción que inflinge. Sin embargo estos momentos,
de los Mil Días, a la Violencia, a las acu- incluso aquellos considerados como explosiones
mulación de guerras actuales (“guerra de espontáneas, son moldeados por la historia parti-
guerrillas, guerra de narcos, guerra de pa- cular y los mitos de la identidad colectiva y son
ras”, Sánchez 2003, 53). Como lo explica energizados por memorias sedimentadas de ame-
Pécaut, la dificultad en hacer diferencia- nazas a la colectividad… La violencia empuja los
ciones radica en la frecuencia de los epi- límites de lo permisible, abre espacios donde signi-
sodios, lo que los hace parecer continuos, ficados habituales e inesperados y prácticas se re-
dificultando los procesos de construcción únen de manera inédita, iluminando súbitamente
social de la memoria (2001, 220). De he- paisajes históricos y dejando atrás la memoria opa-
cho, una indagación sobre las rupturas y ca de territorios fuera de alcance (Coronil y Skurs-
continuidades de la violencia, como por ki, 1991, 288-290, traducción mía).
ejemplo la persistencia de la violencia sim-
bólica ejercida sobre el cuerpo en las ma- Contrasta con este poder de la vio-
sacres a partir del siglo XIX hasta nuestros lencia el hecho que la mayoría de sus víc-
días (Uribe 2004a, 81-82), o la construc- timas (y victimarios) son anónimas. Sobre
ción de espacios del terror nutridos por el la Violencia dice Gonzalo Sánchez: “El
mito y el silencio donde la violencia per- difuso nombre de “Violencia” con el cual
dura (Taussig 1984), para señalar solo un se la incorpora a la memoria nacional,
par de rumbos posibles, ofrecerían aveni- cumple a cabalidad la imagen de un rela-
das mucho más profundas dentro del tema to sin actores, de víctimas y victimarios
de la memoria, la identidad y su conexión diluidos en el anonimato… Todo parece-
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ría como si el único muerto reconocible tina con su pasado de violencia, en Co-
por su nombre fuera Gaitán, o como si lombia “el bosque de las narrativas”, para
los demás 200.000 se diluyeran en Gai- emplear un término de Certeau, no ha
tán” (Sánchez 2003, 93, 95-96). La vio- logrado constituir un mito de origen o un
lencia de fecha más reciente sigue el mismo relato integrador. Las narrativas de terror
esquema, la identidad del sujeto desapa- local se insertan en la narración más am-
rece y su biografía se resume en cifras. Las plia del terror nacional sin que adquieran
formas para nombrar víctimas y victima- un significado global distinto al de la per-
rios son genéricas: “caídos”, “abatidos”, “el sistencia y carácter cíclico de la violencia.
occiso” (Salas, 2001, 245). La imprecisión Esto, junto a una larga tradición de am-
en cuanto a la identidad de los perpetra- nistías y “olvido oficial” (Sánchez 2003)
dores (“fuerzas oscuras de la sociedad”, impone silencios sobre el pasado e impo-
Uribe 2004, 91) de actos violentos con- sibilita la construcción de un relato histó-
tribuye de igual forma a la calidad fantas- rico integrador (Pécaut 2003). En el plano
mal de la violencia o incluso confunde las performativo, la ausencia de conmemo-
identidades de víctimas y victimarios, ple- raciones (con excepción del episodio fun-
gándolos en una sola. El papel de los me- dacional de la Violencia, el 9 de abril), de
dios de comunicación, y particularmente duelo público, de rechazo generalizado a
los noticieros de televisión, ha sido fun- formas de violencia extrema como la des-
damental en la percepción de la violencia aparición, la masacre, el secuestro o el des-
como circular, debido, entre otras razo- plazamiento forzoso (lo que Pécaut llama
nes, a la forma de construcción de noti- la “banalidad de la violencia”, 2001, 197-
cias sobre violencia –la falta de 205), perpetúa la separación moderna
seguimiento de los casos presentados, el entre lo público y lo privado y relega el
reiterado anonimato de las víctimas, el duelo y la conmemoración al ámbito de
esquema repetitivo en la narración de los lo privado, evitando la creación de una
hechos y su similar presentación visual, así memoria social útil.
como a los intereses económicos implica- En ese sentido, el modelo de forma-
dos en la televisión colombiana17–. ción de la memoria que articula la violen-
Mientras la narrativa jugó un papel cia política y que persiste en Colombia es
crucial en el proceso de construcción de entonces necesariamente sacrificial, impli-
un nuevo relato nacional para Sudáfrica y cando a la sociedad civil, que se convierte
contribuyó en la confrontación de Argen- en elemento fundamental. En este mode-

17
Para una ampliación de estas ideas centradas sobre la forma de representación de masacres en noticieros
de televisión, véase Cabrera (2005).

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lo, espacios emblemáticos y cuerpos pa- man 2003, 65). La memoria formada
san a contener la memoria prescriptiva mediante un modelo sacrificial, ofrece
para todo un colectivo. Este modelo tiene pues, enormes retos en la construcción de
un eje performativo basado en la coerción un relato histórico que rompa con la cua-
y la amenaza que se visibiliza mediante el lidad mítica, pesadillesca de la violencia.
espectáculo del miedo: ejecuciones públi-
cas en el marco de masacres, cuerpos de- CONCLUSIÓN
jados a la vista de la población civil como
“advertencia”, así como una fijación en la La memoria traumática vive un proceso
mutilación y la atrocidad que se combina de expansión y se ha convertido en un
con la intención de sanear ideológicamen- punto central en las reivindicaciones po-
te el acto, de manera que la víctima es líticas de grupos sociales en todo el mun-
físicamente mutilada o muerta y simul- do, ayudada por el mercado. En medio de
táneamente, borrada ideológicamente este panorama, algunas naciones que han
(Feldman 2003, 69). En el ámbito narrati- experimentado violencia política prolon-
vo, el modelo sacrificial condensa la multi- gada, como Sudáfrica y Argentina, entre
tud de memorias y es la violencia quien otras, partiendo de una confrontación con
asume el papel de aparato historiográfico, el pasado basada en la aceptación de la
tornándose prácticamente estos dos ejes multiplicidad de relatos (narración), han
(performativo y narrativo) en métodos para intentado construir nuevos relatos nacio-
la constitución de sujetos políticos. nales que den cuenta de su experiencia
En los conflictos donde la población traumática y haga justicia a las víctimas.
civil está implicada, se produce, sin em- Colombia, por su parte, ha experi-
bargo, una forma particular de sacrificio mentado también violencia política pro-
en el cual la contradicción histórica – la longada con la diferencia que no ha
pertenencia/simpatía hacia partido/bando logrado articular las narraciones de esta ex-
contrario – causante del sacrificio no es periencia dentro de un relato histórico.
nunca resuelta y por este motivo debe re- Colombia sufre de un exceso y defecto de
petirse una y otra vez, la violencia se con- memoria articulada a partir de la experien-
vierte entonces en necesidad, debe reiterarse cia de la violencia. Hay exceso en la medi-
para evitar el olvido. Sin embargo, la vio- da en que la violencia aparece como
lencia ocluye y visibiliza en forma simultá- motivo central en la memoria colectiva al
nea; paradójicamente, su ímpetu punto de convertirse en fuerza mítica. El
mnemónico corre siempre el riesgo de con- defecto de la memoria se manifiesta en la
vertirse en olvido de la misma forma como ausencia de rituales adecuados y de una
el cuerpo logra estatus mnemónico a tra- narrativa capaz de articular la pluralidad
vés de su destrucción total o parcial (Feld- de memorias en historia. La alternativa es
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53

trabajar con la memoria en la construc- Confino, Allon (1997). “Collective memory and
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