Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Conceptualización teórica
Memoria y olvido
Para autores como Enzo Traverso (2007) este boom es producto del eclipse de las
utopías, es decir, en un mundo en el que el futuro es incierto en términos del
proyecto político y ha sido desfigurado por la violencia y atomizado por un sistema
social que borra las tradiciones y fragmenta las existencias, la vuelta al pasado ha
devenido en una esperanza. La memoria es una salida a la búsqueda de raíces y
sentido de pertenencia en sociedades en las que imperan el desarraigo, el
desplazamiento, la migración (Aguilar-Forero, 2017).
El boom también se vincula con una preocupación en ciertos gobiernos y
activismos locales de víctimas e impulsores de derechos humanos por elaborar y
posicionar políticas y agendas oficiales y no oficiales de memoria en contextos
transicionales o de posconflicto. El tránsito a la democracia que atravesaron
países como Sudáfrica después del Apartheid, los países del Cono Sur
(especialmente Chile y Argentina), escenarios poscomunistas de Europa del Este,
y de transición de posguerra civil como los centroamericanos, además de países
sin una transición de facto o con muchas transiciones como Colombia son
ejemplos de la variedad de contextos políticos y sociales en el que se ha dado
este auge memorialista. (Jaramillo Marín & Torres, 2019). En ellos se han
ahondado múltiples reflexiones que han vinculado la lectura, el sentido e
interpretación de momentos históricos que otrora fueron construidos desde la
mirada hegemónica y oficialista.
Ahora bien, una de las formas como este boom se ha materializado es a través de
la emergencia de lugares y museos de memoria. Este vínculo de la memoria con
el territorio se transforma en un enclave en el que el recuerdo, la conmemoración
o el homenaje se convierten en el resultado de una construcción social, cultural y
política. En el mundo han emergido múltiples experiencias que testifican la
importancia de la construcción de este tipo de espacios.
Dentro de estas experiencias se destacan los que otrora fueron centros de
detención o tortura en el marco de regímenes dictatoriales. En Argentina, dos
escenarios que simbolizan las tensiones políticas e ideológicas alrededor de los
usos dados a espacios que en su momento sirvieron como centros de reclusión
son el Museo de la Memoria de Rosario y la ESMA (Escuela de Mecánica de la
Armada) en Buenos Aires. El Parque por la Paz y Museo de Villa Grimaldi, situado
en Santiago de Chile, también transformó un ex centro de tortura y detención en
un espacio para la reflexión y de actividades que procuran aprender del pasado.
En Berlín (Alemania) el Museo de la Stasi se encuentra en el edificio 1 del antiguo
complejo del Ministerio para la Seguridad del Estado, la policía secreta de la
Republica democrática alemana (RDA) y actualmente funciona un espacio cultural
de memoria.
Otros museos de la memoria que han emergido en los últimos años en el marco
de este auge por la memoria son: el museo de la Memoria y los Derechos
Humanos en Chile, Lugar de memoria en Perú, Hiroshima Peace Memorial
Museum en Japón, Museo del Apartheid en Sudáfrica, Yad Vashem - complejo de
museos del Holocausto en Israel, el Museo del genocidio Armenio en Armenia,
entre muchos otros.
En las últimas décadas hemos sido testigos de la proliferación de estudios de memoria, que
han abordado tanto sus contenidos como sus dimensiones sociales, políticas y subjetivas:
emocionales, psicológicas y afectivas. Un caudal de trabajos hace parte de lo que algunos
autores han denominado el “boom” o la “explosión de la memoria”, que puede ser el
resultado de diversos factores: 1) de la demanda de verdad, justicia y reparación en
democracias posdictatoriales o democracias restringidas en procesos de “posconflicto”
como Sudáfrica, España, Guatemala, Argentina, Chile, Perú e incluso Colombia. 2) De la
búsqueda de raíces y sentido de pertenencia en sociedades en las que imperan el desarraigo,
el desplazamiento, la migración. 3) De la “necesidad de anclaje temporal que sufren unas
sociedades cuya temporalidad es sacudida brutalmente por una revolución comunicativa y
cultural que disuelve las coordenadas espacio-territoriales de nuestras vidas” 1
En este sentido, recordamos con los otros en un ejercicio colectivo. Nos es posible
pensar el recuerdo de manera totalmente alejado de los otros y de la comunidad
en la que vivimos. En ese sentido Halbwachs (1988) señala “el recuerdo es una
reconstrucción del pasado con la ayuda de datos tomados prestados al presente y
preparada por otras reconstrucciones. Sin duda, reconstruimos, pero esa
reconstrucción se opera según líneas ya marcadas y dibujadas por nuestros otros
recuerdos o por los recuerdos de los demás”.
Pollak (2006) señala tres tipos de elementos que pueden cumplir la función de
organizar las memorias: acontecimientos, personales y lugares. Sobre estos, las
comunidades asientan y circunscriben sus memorias, las cuales pueden estar
ligadas a experiencias vividas por la persona o trasmitidas por otros de generación
en generación. Lo fundamental es que estas relaciones permiten mantener la
coherencia y continuidad necesarios para mantener el sentimiento de identidad.
Dentro de las tensiones y luchas por la memoria que más ampliamente se han
generado debates se encuentran la dicotomía entre la Memoria oficial y memorias
subterráneas. La memoria oficial hace referencia a ese gran relato de la nación
que empezó a construirse a mediados del siglo XIX en el marco de la fundación de
los Estados nacionales. Una versión de la historia que, junto a los símbolos
patrios, monumentos y panteones de héroes nacionales sirvió como eje central en
el proceso de construcción de la identidad de las nacientes repúblicas.
Por otro lado, están las memorias divergentes -esas que son llevadas a las
márgenes – pasan de una generación a la siguiente por otros circuitos de
comunicación apelando a otros lenguajes y dispositivos, convirtiéndose en
memorias subterráneas. Estas memorias están presentes en la ausencia, en el
silenciamiento e invisibilidad de la memoria oficial. Las heridas abiertas de los
pueblos o colectivos humanos vencido o en resistencia, son la condición que hace
posible una permanente emergencia de otras memorias, que, con su fuerza
reivindicativa, reeditan el combate por el sentido del pasado, la necesidad de
combatir por la memoria.
Ahora bien, las luchas por el sentido del pasado se dan por la emergencia de
diferentes actores con diversas reivindicaciones y demandas vinculadas a
transgredir las memorias oficiales y visibilizar las memorias de los grupos
marginales o que han sido silenciados. Una vez que esas memorias subterráneas
logran invadir el espacio público, reivindicaciones múltiples y difícilmente
previsibles se acoplan a esa disputa de la memoria (Pollak, 2006).
En los últimos años y a partir del boom de la memoria, las memorias subterráneas
han emergido y como parte integrante de las culturas minoritarias y dominadas, se
oponen a la “memoria oficial”, en este caso a la “memoria nacional”. Es solo con la
emergencia de las memorias subterráneas que nuevas narrativas hasta entonces
contenidas han tenido nuevos protagonismos, dejando de manifiesto la pluralidad
de voces y versiones sobre el pasado. (Pollak, 2006).
Uno de los múltiples casos que ejemplifica estas tensiones por la memoria en el
caso colombiano, nos lo puede presentar La toma y retoma del Palacio de justicia
ocurrida en 1985 en Bogotá. Este hecho genera múltiples tensiones cuando se
busca ahondar en los sentidos y tensiones de este acontecimiento. El holocausto
del Palacio de Justicia tuvo lugar el 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando un
comando de la guerrilla del M- 19 incursionó violentamente en el Palacio de
Justicia con el objetivo de llevar a cabo un juicio al presidente Belisario Betancur
por haber incumplido los acuerdos de paz que en ese momento se estaban
llevando a cabo entre el gobierno y esta guerrilla. Una vez las Fuerzas Militares
fueron puestas en conocimiento de la arremetida del M-19 al Palacio de Justicia,
contraatacaron y llevaron a cabo una vehemente operación de retoma que
generaría un episodio de violencia desproporcionado.
El saldo trágico del holocausto del Palacio de Justicia una vez concluida la retoma
ni siquiera se pudo esclarecer. Según (Gómez Gallego, Herrera Vergara, & Pinilla
Pinilla, 2010) “no fue posible saber con certeza” ni cuántos murieron ni cómo. La
mayoría quedaron calcinados y mutilados, al parecer por efecto de las
explosiones. Se sabe que alrededor de 60 personas murieron calcinadas y con
heridas de armas de fuego. Los empleados de la cafetería y algunos visitantes
ocasionales fueron víctimas de desaparición forzada. Todos ellos ingresaron con
vida al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 y, después de 38 años se
desconoce el paradero de 11 desaparecidos.
Han pasado más de tres décadas y las víctimas de la toma y retoma del Palacio
de Justicia siguen reclamando verdad, justicia y reparación. El silencio y las
sombras sobre los ocurrido aquel 6 y 7 de noviembre no ha permitido conocer toda
la verdad y ésta parece un gran rompecabezas al que todavía le faltan muchas
fichas para completar el mosaico completo.
Durante más de veinte años la verdad sobre esta tragedia fue ocultada y fue solo
a propósito de la conmemoración de los veinte años del holocausto del Palacio de
Justicia que se generó una sensibilización por conocer lo que realmente había
ocurrido en aquella trágica jornada. Uno de los pasos más importantes de
recuperación de memoria y que permitió develar parte de la verdad sobre el
holocausto del Palacio de Justicia fue la Comisión de la Verdad sobre los hechos
del Palacio. Esta comisión se conformó en 2005 y cinco años después, en 2010 se
presentó el informe final con la convicción que el estado y la sociedad conociera
los hechos del Palacio de Justicia y se aprendieran las lecciones para evitar que
estos hechos se repitieran.
Tuvieron que pasar 30 años para que el estado colombiano pidiera perdón público
por el holocausto del Palacio de justicia en cumplimiento de la Sentencia de la
CIDH. Este fallo es el reconocimiento a más de 30 años de lucha por la memoria
llevada a cabo por los familiares de las víctimas y también es un paso importante
en el establecimiento de la verdad de lo ocurrido. La corte estableció la
responsabilidad del Estado colombiano por la desaparición forzada de 11
personas, así como la violación de los derechos a la vida, libertad personal,
integridad personal. (Sentencia Corte Interamericana de Derechos Humanos.
(Caso Rodriguez Vera y Otros (Desaparecidos del Palacio de Justicia), 2014)
Durante años la memoria oficial se basó en la toma del palacio de Justicia por
parte del grupo guerrillero M-19 y la muerte de más de 100 personas en el marco
de los enfrentamientos con las fuerzas militares. Se desconoció a los
desaparecidos, a quienes salieron con vida y posteriormente fueron asesinados, la
intencionalidad de los incendios que calcinaron el Palacio y la forma como fueron
limpiadas las evidencias físicas de lo ocurrido para no permitir esclarecer lo que
realmente pasó.
conmemoraciones jelin
Son múltiples las interpretaciones que sobre este desafortunado episodio se han
generado. Durante muchos años fue un hecho silenciado y con interpretaciones
vinculadas a la responsabilidad única del grupo armado. Con el tiempo y después
de tres décadas, se han generado múltiples lecturas que analizan y traen de
presente las responsabilidades del aparato militar y los móviles que pudieron estar
ocultos en el marco de esta situación. Las memorias de las víctimas y los
familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia han permitido alimentar la
construcción de memorias disimiles a la memoria hegemónica que durante
décadas se mantuvo.
Las tensiones por la memoria en este y muchos casos de la historia del país se
generan por los intereses de actores que reclaman el reconocimiento y la
legitimidad de sus versiones y demandas. Las fuerzas militares y la
institucionalidad, las víctimas y familiares de desaparecidos y el grupo armado que
incursionó en eal Palacio de Justicia generan esa disputas y tensiones por la
memoria. Cada actor social busca generar una narrativa de lo ocurrido,
emergiendo nuevos sentidos de ese pasado doloroso. La memoria de quienes
fueron víctimas ha surgido con diversas pretensiones la de dar la versión de lo
ocurrido y de reclamar justicia.
Las luchas por el sentido del pasado se dan por la emergencia de diferentes
actores con diversas reivindicaciones y demandas vinculadas a transgredir las
memorias oficiales y visibilizar las memorias de los grupos marginales o que han
sido silenciados. Una vez que esas memorias subterráneas logran invadir el
espacio público, reivindicaciones múltiples y difícilmente previsibles se acoplan a
esa disputa de la memoria. (Pollak, 2006).
En los últimos años y a partir del llamado boom de la memoria, las memorias
subterráneas han emergido y como parte integrante de las culturas minoritarias y
dominadas, se oponen a la “memoria oficial”, en este caso a la “memoria
nacional”. Esta ultima vinculada a los héroes nacionales, símbolos patrios y
monumentos se consolidó en el marco de la construcción de los estados
nacionales a mediados del siglo XIX y se trasmitió a través de la educación formal.
Es solo con la emergencia de las memorias subterráneas que nuevas narrativas
hasta entonces contenidaos han tenido nuevos protagonismos, dejando de
manifiesto la pluralidad de voces y versiones sobre el pasado. (Pollak, 2006)
Dentro de los debates que el tema de la memoria plantea, los usos y abusos
de la memoria generan gran controversia. Para distinguir entre los usos y
abusos de la memoria, Todorov (2000) propone la diferenciación entre
memoria literal y ejemplar. En el primer caso, las víctimas y los crímenes son
vistos como únicos e irrepetibles, de tal forma que la experiencia es
intransitiva. El proceso de memoria sirve para identificar a los responsables
y para revelar los detalles, causas y consecuencias de los acontecimientos,
pero no para guiar comportamientos futuros en otros campos de la
vidaescenarios sociales. En ese sentido, Eel acontecimiento pasado se torna
insuperable y sometsometiéndoloe el presente al pasado.
La reconstrucción del pasado con sus diversos sentidos nos debe dar luces sobre
para que nos puede servir en perspectiva de futuro: poner la memoria al servicio
del presente y no dejar que el pasado lo determine. A diferencia del enfoque literal,
en la cual la memoria es un fin en sí mismo, la perspectiva ejemplar busca que la
rememoración se haga en función de un proyecto público y social. Las relaciones
entre el pasado y el presente cobran sentido, y lo que ocurrió con sus
múltiples efectos da luces para interpretar el presente y transformar el
futuro.
1
Posiblemente el campo de concentración y exterminio más conocido y el más grande de Europa. Auschwitz
fue un complejo construido en Oświęcim (Polonia), durante la Segunda Guerra Mundial. Se mantuvo en
funcionamiento desde el 20 de mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945. Se componía de 3 grandes
campos, además de 45 campos satélites. Durante todo el período de su actividad siempre estuvo en obras,
creciendo y haciendo mejoras en su gestión por parte de la SS.
con la memoria: la memoria como reclamo, la memoria como pedagogía social y la
memoria reparadora.
Por último, lLa memoria reparadora busca reconstruir el vínculo social que ha
sido rotofracturado en el marco del conflicto armado : cuando las comunidades
y grupos sociales han emprendido tareas de reconstrucción social y búsqueda de
la verdad, ha tomado importancia el reconocimiento de la reconstrucción de
memoria como proceso de vinculación social. Estos trabajos de recordar y
reconstruir memoria privilegian acciones como: 1. La activación de procesos
de rememoración y reconocimiento de las perdidaspérdidas para facilitar la
elaboración del duelo; 2. El impulso de procesos de memoria que apuntan a
restablecer los quebrantados lazos sociales de las comunidades y, en
algunos casos, también sus proyectos de vida. Muchos de estos trabajos de
la memoria permiten resignificar el cuerpo y activan procesos de sanación.
De esta manera se reconstituyen vínculos sociales al propiciar una
expresión directa del dolor de la víctima, o una expresión colectiva a través
de la iniciativa de memoria. De esta manera se permite la comunicación entre
los miembros de la comunidad y se hace audible lo que individualmente
calla el miedo. Ejemplo de esto nos lo brinda procesos como el desarrollado por
las mujeres Promotoras de vida y salud mental -PROVISAME-en Marinilla, oriente
antioqueño quienes han organizado talleres de memoria corporal en donde las
victimas exploran memorias negativas para descorporizarlas simbólicamente y
construir siluetas del cuerpo para hacer rituales de entierro de las tensiones
corporales.
Estos procesos de recuperación de memoria y los usos dados por las
comunidades, no solo permiten contribuir a la reconfiguración individual de las
víctimas, testigos y sobrevivientes, sino también a la construcción de sujetos
colectivos, ya que posibilitan la reconstrucción de los vínculos sociales solidarios y
comunitarios. (CNMH, 2013). El pasado cobra sentido al generar iniciativas de
memoria que permitan reclamar justicia y esclarecimiento de la verdad, visibilizar
lo ocurrido a la comunidad en general y fortalecer el tejido social.
La memoria ha permitido a grupos de derechos humanos, organizaciones y
emprendedores han encontrado que los procesos de recuperación de memoria
tienen testigos y sobrevivientes, así como la construcción de sujetos colectivos, ya
que posibilitan la reconstrucción de los vinculos sociales solidarios y comunitarios
rotos por la guerra.
Deber de memoria
El olvido
Hablar de olvido en nuestra cultura contemporánea genera al igual que la
memoria, múltiples tensiones. El olvido como señala Hyussen (2004), en una
sociedad obcecada como ésta con la memoria y con traumas sobre
genocidio y terror de estado, tiene ‘mala’ prensa. El olvido a menudo puede
describirse como el fracaso de la memoria e implica un rechazo o inhabilidad
para comunicar. El olvido permanece bajo una sombra de desconfianza y se
ve como un fracaso evitable o como una regresión indeseable.
El pasado deja huellas, pero cuando estas han sido borradas o destruidas se
convierte en un impedimento para conocer la verdad y, por tanto, puede
generar la materialización de este tipo de olvido.
3. Silencio liberador, que libera de la carga del pasado para así poder
mirar hacia el futuro. Es el olvido “necesario” en la vida individual
(Huyssen, 2004).
BIBLIOGRAFÍA
Hyussen, A. (2004). Resistencia a la Memoria: los usos y abusos del olvido público.
Porto Alegre.
La memoria ejemplar
La vida en democracia implica que los individuos y los grupos tienen el derecho de
saber y conocer y dar a conocer su propia historia. Nada debe impedir la
recuperación de la memoria. Cuando los acontecimientos vividos por el individuo o
por el grupo son de naturaleza excepcional o trágico, tal derecho se convierte en
un deber. (Todorov, 2000).
El uso ejemplar por el contrario, permite utilizar el pasado con vistas al presente,
aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se
producen hoy en díay separarse del yo para ir hacia el otro.
Todos tienen derecho a recuperar su pasado, pero no hay razón para erigir un
culto a la memoria por la memoria. Sacralizar la memoria es otro modo de hacerla
esteril Una vez establecido el pasado, la pregunta debe ser Para que puede servir
y con que fin?
Wills, M. E. (2022). Memorias para la paz o memorias para la guerra. Bogotá: CrÍtica.