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Yaneth Mora Hernández

Entrega 1. trabajo final de la Especialización de Acción sin daño y


Construcción de Paz

Conceptualización teórica

Memoria y olvido

La memoria es un conceptouna categoría social que desde la década de los 80´s


en las últimas décadas ha generado un sinnúmero de análisis e
interpretaciones en el marco de las Ciencias Sociales. Este “boom de la
memoria” fue estimulado porinició su auge a partir de los debates sobre las
consecuencias de la segunda guerra mundial y el exterminio judío por parte de
nazismo. En el marco de los cuadragésimos y quincuagésimos aniversarios de
estos acontecimientos, se inició una vasta cobertura mediática y de eventos
académicos internacionales en Europa que propiciaron que el tema de la memoria
se fortaleciera, (Jelin, 2001).

Una de sus principales características ha sido el análisis historiográfico sobre el


tema y la enorme producción cultural de artefactos, conmemoraciones,
documentales, lugares e iniciativas, que consagran, conmemoran y escenifican en
diversas esferas institucionales, oficiales, y comunitarias ciertos pasados
traumáticos y violentos.

Para autores como Enzo Traverso (2007) este boom es producto del eclipse de las
utopías, es decir, en un mundo en el que el futuro es incierto en términos del
proyecto político y ha sido desfigurado por la violencia y atomizado por un sistema
social que borra las tradiciones y fragmenta las existencias, la vuelta al pasado ha
devenido en una esperanza. La memoria es una salida a la búsqueda de raíces y
sentido de pertenencia en sociedades en las que imperan el desarraigo, el
desplazamiento, la migración (Aguilar-Forero, 2017).
El boom también se vincula con una preocupación en ciertos gobiernos y
activismos locales de víctimas e impulsores de derechos humanos por elaborar y
posicionar políticas y agendas oficiales y no oficiales de memoria en contextos
transicionales o de posconflicto. El tránsito a la democracia que atravesaron
países como Sudáfrica después del Apartheid, los países del Cono Sur
(especialmente Chile y Argentina), escenarios poscomunistas de Europa del Este,
y de transición de posguerra civil como los centroamericanos, además de países
sin una transición de facto o con muchas transiciones como Colombia son
ejemplos de la variedad de contextos políticos y sociales en el que se ha dado
este auge memorialista. (Jaramillo Marín & Torres, 2019). En ellos se han
ahondado múltiples reflexiones que han vinculado la lectura, el sentido e
interpretación de momentos históricos que otrora fueron construidos desde la
mirada hegemónica y oficialista.

El cambio de paradigma y la posibilidad de la construcción de otras memorias en


plural han generado un conjunto y de disputas sociales acerca de las memorias
oficiales, su legitimidad social y su pretensión de verdad. La construcción y
emergencia de estas “otras” memorias ha sido el resultado de este “boom
memorialista”, que ha permitido que la memoria deje de ser única y univoca para
convertirse en diversas memorias plurales que dan cuenta de multiplicidad de
versiones sobre el pasado.

Ahora bien, una de las formas como este boom se ha materializado es a través de
la emergencia de lugares y museos de memoria. Este vínculo de la memoria con
el territorio se transforma en un enclave en el que el recuerdo, la conmemoración
o el homenaje se convierten en el resultado de una construcción social, cultural y
política. En el mundo han emergido múltiples experiencias que testifican la
importancia de la construcción de este tipo de espacios.
Dentro de estas experiencias se destacan los que otrora fueron centros de
detención o tortura en el marco de regímenes dictatoriales. En Argentina, dos
escenarios que simbolizan las tensiones políticas e ideológicas alrededor de los
usos dados a espacios que en su momento sirvieron como centros de reclusión
son el Museo de la Memoria de Rosario y la ESMA (Escuela de Mecánica de la
Armada) en Buenos Aires. El Parque por la Paz y Museo de Villa Grimaldi, situado
en Santiago de Chile, también transformó un ex centro de tortura y detención en
un espacio para la reflexión y de actividades que procuran aprender del pasado.
En Berlín (Alemania) el Museo de la Stasi se encuentra en el edificio 1 del antiguo
complejo del Ministerio para la Seguridad del Estado, la policía secreta de la
Republica democrática alemana (RDA) y actualmente funciona un espacio cultural
de memoria.

Otros museos de la memoria que han emergido en los últimos años en el marco
de este auge por la memoria son: el museo de la Memoria y los Derechos
Humanos en Chile, Lugar de memoria en Perú, Hiroshima Peace Memorial
Museum en Japón, Museo del Apartheid en Sudáfrica, Yad Vashem - complejo de
museos del Holocausto en Israel, el Museo del genocidio Armenio en Armenia,
entre muchos otros.

Memoria personal y memoria colectiva

intensificados desde comienzos de los años 80 (Jelin, 2002). Los procesos de


transición a la democracia en países como Sudafrica que daban fin al Apartheid y
el fin de los regímenes totalitarios en la URSS y en las dictaduras militares en
América Latina, especialmente en Argentina y Chile, ahondaron profundas las
reflexiones que vinculan la lectura y el sentido e interpretación del pasado desde
un lente analítico diferente.

Una de las principales características del llamado boom ha sido la producción y el


análisis historiográfico sobre el tema y la enorme producción cultural de artefactos,
lugares, iniciativas, que consagran y conmemoran y escenifican en diversas
esferas institucionales, oficiales, y comunitarias ciertos pasados traumáticos y
violentos. (Jaramillo Marín & Torres, 2019)

En las últimas décadas hemos sido testigos de la proliferación de estudios de memoria, que
han abordado tanto sus contenidos como sus dimensiones sociales, políticas y subjetivas:
emocionales, psicológicas y afectivas. Un caudal de trabajos hace parte de lo que algunos
autores han denominado el “boom” o la “explosión de la memoria”, que puede ser el
resultado de diversos factores: 1) de la demanda de verdad, justicia y reparación en
democracias posdictatoriales o democracias restringidas en procesos de “posconflicto”
como Sudáfrica, España, Guatemala, Argentina, Chile, Perú e incluso Colombia. 2) De la
búsqueda de raíces y sentido de pertenencia en sociedades en las que imperan el desarraigo,
el desplazamiento, la migración. 3) De la “necesidad de anclaje temporal que sufren unas
sociedades cuya temporalidad es sacudida brutalmente por una revolución comunicativa y
cultural que disuelve las coordenadas espacio-territoriales de nuestras vidas” 1

La memoria es eminentemente una categoría social, política y cultural a la que


recurren diferentes actores para promover reflexiones y debates sobre el pasado y
su sentido para el presente y el futuro de una sociedad (Andrade Becerra, 2012).
La memoria abarca diferentes tipos de registros sobre la manera como nos
apropiamos del pasado, vivimos nuestro presente y nos proyectamos a futuro:
lLa memoria personalindividual y la memoria colectiva. La primera se organiza
alrededor de los hitos y eventos revestidos de significancia personal que
sobresalen en relación con lo demás. Las particularidades de las memorias
personales residen en que los recuerdos se tejen alrededor de claves
subjetivas, y su potencia comunicativa surge de un relato arraigado en
emociones y sensaciones cotidianas que recoge el sentido de lo vivido.
(Wills, 2022).Por ejemplo, para una persona puede revestir especial significación
el día del grado, el nacimiento de un primogénito, la tarde del entierro de un padre,
el instante en que se entra oficialmente a un grupo armado, etc.

Los eventos de la memoria personal con su significancia individual se intercalan


con acontecimientos que se organizan en el segundo registro de la memoria: la
memoria colectiva (CNMH, 2015). Esta

Por su parte, la memoria colectiva toma cuerpo en lugares de encuentro


comunicativo en las comunidades o las organizaciones. Maurice Hallbwachs
(1988) uno de los pioneros de los estudios de la memoria, señala que la
memoria siempre es colectiva y depende de los grupos sociales que conviven
en unel espacio determinado. Aun cuando las personas de un mismo grupo
humano pueden establecer interpretaciones diferentes del mismo evento,
también los grupos humanosdichas colectividades crean una memoria común
compartida. Es en este sentido, una conciencia del pasado, en la que
intervienen un conjunto de individuos y representaciones colectivas
(Halbwachs, 1988).

La memoria colectiva para Halbwachs es “una memoria de los grupos; es decir la


pertenencia grupal va a proporcionar los marcos para la conformación del
recuerdo. Los marcos generales de la memoria son el espacio, el tiempo y el
lenguaje. La familia, la religión y la clase social serán los marcos específicos de la
memoria que sitúan también los recuerdos de los grupos; así, la memoria no se
puede separar de las condiciones y necesidades del aquí y ahora. La memoria
colectiva no es una memoria homogénea, las memorias son diversas y plurales;
es memoria de los grupos. La memoria colectiva es un grupo visto desde dentro
(Halbwachs, 1988).

El carácter social de la memoria radica en que tiene un contenido social


porque el recuerdo es un recuerdo con los otrosse construye conjuntamente, se
apoya de los marcos sociales de referencia y, expresada en mitos, leyendas,
creencias, religiones, etc. yporque se basa en el lenguaje y en la comunicación
lingüística con los demás.los otros para su trasmisión.

En este sentido, recordamos con los otros en un ejercicio colectivo. Nos es posible
pensar el recuerdo de manera totalmente alejado de los otros y de la comunidad
en la que vivimos. En ese sentido Halbwachs (1988) señala “el recuerdo es una
reconstrucción del pasado con la ayuda de datos tomados prestados al presente y
preparada por otras reconstrucciones. Sin duda, reconstruimos, pero esa
reconstrucción se opera según líneas ya marcadas y dibujadas por nuestros otros
recuerdos o por los recuerdos de los demás”.

La memoria colectiva comprende la pertenencia a un grupo, el cual va a


proporcionar los marcos para la conformación del recuerdo, y este se
construye en el proceso de diálogo e interacción constante. Estos marcos son el
espacio, el tiempo y el lenguaje. En palabras de Jelin (2002), “la memoria
colectiva se le puede interpretar en el sentido de memorias compartidas,
superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en marcos
sociales y en relaciones de poder. Lo colectivo de la memoria se asemeja a
un tejido de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, con
alguna organización social y estructura dada por códigos culturales
compartidos”.

En síntesis, la memoria colectiva comprende un entramado de relaciones


intersubjetivas que se construyen y fortalecen en el diálogo e interacción con los
otros. No es posible establecer estos entramados sin el trabajo conjunto de una
comunidad que recuerda y olvida en el marco de sus relaciones colectivas.

Memoria: identidad y pertenencia

Hablar de memoria y sus formas de construcción colectiva nos lleva a la


establecer las relaciones de la memoria con la identidad. y la pertenencia. El
papel de la memoria en la construcción de identidades sociales es muy
significativoLa memoria es elemento constitutivo de la propia identidad. Una
persona que viviera solamente el presente, o el anhelo de un futuro soñado, sin
detenerse a rememorar su pasado, no sabría quién es. La relación es de mutua
constitución, ya que las identidades y las memorias nos condicionan como
miembros de una comunidad. Ambas no tienen existencia fuera de nuestra
política, nuestras relaciones sociales y nuestras historias. Esta relación mutua
implica que para fijar ciertos parámetros de identidad (nacional, de género, política
o de otro tipo) el sujeto selecciona ciertos hitos, ciertas memorias que lo ponen en
relación con otros. Estos parámetros que implican resaltar ciertos rasgos de
identidad con algunos y su diferenciación de otros se convierten en marcos
sociales para encuadrar las memorias (Jelín, p. 25). En este sentido, la
constitución, la institucionalización, el reconocimiento y la fortaleza de las
memorias y de las identidades se alimentan mutuamente.

Pollak (2006) señala tres tipos de elementos que pueden cumplir la función de
organizar las memorias: acontecimientos, personales y lugares. Sobre estos, las
comunidades asientan y circunscriben sus memorias, las cuales pueden estar
ligadas a experiencias vividas por la persona o trasmitidas por otros de generación
en generación. Lo fundamental es que estas relaciones permiten mantener la
coherencia y continuidad necesarios para mantener el sentimiento de identidad.

. Tanto a nivel individual como grupal, la memoria juega un papel fundamental y


constitutivo del sentimiento de identidad en la medida en que es un factor
extremadamente importante del sentimiento de continuidad y de coherencia de
una persona o grupo en su reconstrucción de sí mismo (Pollak, 2006).Otros
elementos que permiten definir la identidad colectiva son: la certeza compartida de
pertenencia real a una red social, organización, comunidad o grupo que pueda
distinguirse en el espacio, el tiempo, o mediante la enumeración de sus
integrantes, toda vez que haya permanecido en el tiempo mediante procesos de
enseñanza, mecanismos de aprendizaje, reglas compartidas y lazos de
compromiso y confianza. (Rebolledo & Rondón , 2010)

Es justamente la capacidad de recordar y rememorar el pasado lo que sostiene la


identidad ya sea individual o colectiva. La memoria es un soporte de las
identidades y, por tanto, sin memoria se carece del sentimiento de identidad,
entendiendo por esta el trabajo que implica la construcción del sentimiento de
unidad y coherencia (Pereiro, 2018). La presencia de memoria puede
consolidar y fortalecer las identidades y esto se evidencia en los colectivos y
grupos humanos que comparten un pasado común que ha sido trasmitido de
generación en generación. Esa transmisión intergeneracional de la memoria
se hace a través de diversos tipos de mediaciones: oralidad, escritura y
prácticas culturales en general propias de sus diferentes formas de su patrimonio
culturalinmaterial, logrando y logra fortalecern su vínculo social y la
construcción de comunidad. Un ejemplo de esto nos lo ofrece el pueblo
Palenque de San Basilio, con una población de unos 3.500 habitantes y situado en
al sureste de Cartagena. Este pueblo nació como comunidad fortificada fundadas
por los esclavos fugitivos como refugio en el siglo XVII. Palenque de San Basilio
abarca prácticas sociales, médicas y religiosas, así como tradiciones musicales y
orales, muchas de las cuales tienen raíces africanas. La organización social de la
comunidad se basa en las redes familiares y comunitarias que implican una fuerte
solidaridad interna. Los complejos rituales fúnebres y las prácticas médicas son
testimonios de los distintos sistemas espirituales y culturales que enmarcan la vida
y la muerte en la comunidad de Palenque. Expresiones musicales tales como el
“Bullernege sentado”, el “Son palenquero” o el “Son de negro” acompañan las
celebraciones colectivas tales como los bautismos, bodas y fiestas religiosas, así
como las actividades de ocio. Un elemento esencial del Espacio Cultural de
Palenque de San Basilio es la lengua palenquera, la única lengua criolla de las
Américas que combina una base léxica española con las características
gramaticales de lenguas bantúes. Esta lengua constituye un factor primordial que
refuerza la cohesión social entre los miembros de la comunidad. (Unesco, 2005).

Así mismo, la memoria tiene un papel significativo como mecanismo cultural


para fortalecer el sentido de pertenencia a grupos o comunidades. A
menudo, especialmente en el caso de los grupos oprimidos yque han sido
socialmente discriminados, la referencia a un pasado común permite
construir sentimientos de autovaloración y mayor confianza en uno mismo y
en el grupo. (Jelin 2002), p.9. Muchas de estas comunidades marginales,
ajenas a la institucionalidad central y a la presencia reald del Estado tratan
de solventar estas carencias a través de tradiciones autóctonas colectivas
que hablan de sus luchas sociales permanentes. Estas manifestaciones
nacen del seno de laal interior de la comunidad, se fortalecen y se divulgan
por quienes comparten una realidad cultural y desean construir memorias
locales. Para estas comunidades la práctica cultural se convierte en un
medio para la demanda y reivindicación de derechos, así como la posibilidad
de visibilizar a través de su patrimonio cultural sus memorias colectivas.
(Cuesta Moreno, 2022).

En el Pacífico colombiano, por ejemplo, lLa identidad responde a la construcción


de un pasado común, a las costumbres trasmitidas intergeneracionalmente y al
patrimonio cultural representado en sus prácticas inmateriales ligadas a sus
saberes colectivos. La pertenencia al territorio y sus tradiciones culturales han
fortalecido el sentimiento identidad y pertenencia como pueblo. La memoria se
manifiesta a través de múltiples manifestaciones culturales como los alabaos o
cantos fúnebres, que han sido también utilizados como lenguajes y vehículos en el
marco de sus procesos de reconstrucción de memoria en el contexto de conflicto
armado.

Mantener la cohesión interna y defender las fronteras de aquello que un


grupo tiene en común, se convierte en dos funciones esenciales de la
memoria en su relación con la identidad colectiva y el sentido de
pertenencia.

Tensiones por la memoria

Hablar de memoria nos conduce a suslos procesos de construcción de


memorias en plural y de disputas sociales en torno a ellas. La pluralidad de las
memoras tiene que ver con los consensos y los disensos que irrigan el campo.
Mas que unanimidades, emergen interpretaciones distintas y hasta contrarias
sobre el pasado, que generan debates y posiciones divergentes. Como resultado,
los sentidos de las memorias son múltiples y no constituyen un campo uniforme
sino un lugar de encuentro de la diversidad irrigado de tensiones. Tal como lo
señala María Emma Wills (2022) “Unas memorias buscan escarbar el pasado,
mientras otras prefieren mirar sobre todo hacia el futuro. Unas señalan como
responsables de la tragedia nacional a unos actores más que a otros, mientras
otras se esmeran en proponer equilibrios. Unas profundizan las asimetrías de
poder mientras otras se orientan hacia su democratización”.

La memoria entonces se ha convertido en un campo de estudio que vincula


pasados conflictivos desde la pluralidad y multiplicidad de las visiones.
Estas disputas políticas por la memoria se dan por los sentidos que le damos
al pasado.

Los sentidos del pasadoDichos sentidos cambian, se transforman y se tornan


dinámicos y son . Ese sentido del pasado es activo, dadoactivados por grupos
sociales en constante confrontación y lucha frente a otras interpretaciones,
sentidos, olvidos y silencios.. Jelín (2002) citando a Ricoeur, plantea una
paradoja: si bien el pasado ya pasó, es algo determinado que no puede ser
cambiado. Lo que puede cambiar es el sentido de ese pasado, sujeto a
reinterpretaciones ancladas en la intencionalidad y en las expectativas hacia
el futuro. Ese sentido es un sentido activo dado por agentes sociales que se
ubican en escenarios de confrontación y lucha frente a otras
interpretaciones y otros sentidos.

En el contexto colombiano, las narrativas sobre el pasado a la vez que enaltecen a


unos grupos, devalúan a otros transformando sus diferencias en justificaciones
para que sean objetos de tratos discriminantes. Estas versiones pueden ser
aceptadas o confrontadas por los relatos alternos que producen los excluidos y los
subordinados. La memoria se configura en un campo de tensión donde se
construyen y refuerzan o retan y transforman jerarquías, desigualdades y
exclusiones sociales. (CNMH, 2013)
En tiempos de conflicto, las disputas por la memoria que fundamenta el orden
social se exacerban. Cada uno de los actores involucrados pretende instaurar su
interpretación del pasado como verdades absolutas y presentar sus interese
particulares como demandas sociales generales. En este afán por controlar la
historia, se presenta la manipulación de las versiones sobre lo ocurrido para
justificar acciones y estigmatizar las interpretaciones que le son adversas. La
justificación de los hechos así sean las peores atrocidades se posicionan en los
discursos de uno u otro actor: defender la democracia, luchar por el pueblo,
defender la propiedad privada y la patria, guerra entre la dictadura y la
democracia. Etc. En el marco de esta polarización que genera las tensiones por la
memoria, los diferentes actores en el contexto de violencia pretenden justificar sus
interpretaciones sobre el pasado.

Es en este sentido que podemos hablar de pluralidad de memorias, en tanto no


puede existir una memoria única al ser este un proceso colectivo en el que se
generan múltiples tensiones por las versiones del pasado. Esta dimensión plural
vincula con consensos y disensos y en ese proceso más que unanimidades
emergen interpretaciones distintas y contrarias del pasado. Los sentidos de la
memoria son múltiples, y, agregados todos juntos no constituyen un campo
uniforme, sino un lugar de encuentro de la diversidad irrigado de tensiones. (Wills,
2022).

Dentro de las tensiones y luchas por la memoria que más ampliamente se han
generado debates se encuentran la dicotomía entre la Memoria oficial y memorias
subterráneas. La memoria oficial hace referencia a ese gran relato de la nación
que empezó a construirse a mediados del siglo XIX en el marco de la fundación de
los Estados nacionales. Una versión de la historia que, junto a los símbolos
patrios, monumentos y panteones de héroes nacionales sirvió como eje central en
el proceso de construcción de la identidad de las nacientes repúblicas.

Efectivamente estos relatos oficiales resultaron ser selectivos y sus narrativas


están directamente relacionadas a la de los vencedores: hombres blancos,
ilustrados, patriotas y con un pensamiento eurocéntrico que permitió erigir las
banderas de la libertad, igualdad y fraternidad. La memoria oficial como lo señala
Wills (2022) ensalzan el heroísmo y el bagaje cultural de unos pocos y
desconocen y desprecian las de muchos. Estas versiones al verse refrendadas en
múltiples dispositivos de la modernidad -museos, nombres de calles monumentos,
manuales de historia y de cívica festividades y desfiles y símbolos patrios-
terminan adquiriendo la conciencia de inobjetables.

En un sentido parecido, Enzo Traverso (xxxx) plantea la discusión acerca de la


configuración de una memoria oficial en términos de memorias fuertes y memorias
débiles, al respecto expresa que: “Hay memorias oficiales alimentadas por
instituciones, incluso Estados, y memorias subterráneas, escondidas o prohibidas.
La visibilidad y el reconocimiento de una memoria dependen también, de la fuerza
de quienes la portan. Dicho de otra manera, hay memorias fuertes y memorias
débiles”. La fuerza de una memoria, por este autor, es identificada por su
reconocimiento público e institucional. memorias oficiales o fuertes tienen como
función la de someter o eliminar las memorias contra-hegemónicas o memorias
débiles.

Por otro lado, están las memorias divergentes -esas que son llevadas a las
márgenes – pasan de una generación a la siguiente por otros circuitos de
comunicación apelando a otros lenguajes y dispositivos, convirtiéndose en
memorias subterráneas. Estas memorias están presentes en la ausencia, en el
silenciamiento e invisibilidad de la memoria oficial. Las heridas abiertas de los
pueblos o colectivos humanos vencido o en resistencia, son la condición que hace
posible una permanente emergencia de otras memorias, que, con su fuerza
reivindicativa, reeditan el combate por el sentido del pasado, la necesidad de
combatir por la memoria.

Ahora bien, las luchas por el sentido del pasado se dan por la emergencia de
diferentes actores con diversas reivindicaciones y demandas vinculadas a
transgredir las memorias oficiales y visibilizar las memorias de los grupos
marginales o que han sido silenciados. Una vez que esas memorias subterráneas
logran invadir el espacio público, reivindicaciones múltiples y difícilmente
previsibles se acoplan a esa disputa de la memoria (Pollak, 2006).

En los últimos años y a partir del boom de la memoria, las memorias subterráneas
han emergido y como parte integrante de las culturas minoritarias y dominadas, se
oponen a la “memoria oficial”, en este caso a la “memoria nacional”. Es solo con la
emergencia de las memorias subterráneas que nuevas narrativas hasta entonces
contenidas han tenido nuevos protagonismos, dejando de manifiesto la pluralidad
de voces y versiones sobre el pasado. (Pollak, 2006).

Uno de los múltiples casos que ejemplifica estas tensiones por la memoria en el
caso colombiano, nos lo puede presentar La toma y retoma del Palacio de justicia
ocurrida en 1985 en Bogotá. Este hecho genera múltiples tensiones cuando se
busca ahondar en los sentidos y tensiones de este acontecimiento. El holocausto
del Palacio de Justicia tuvo lugar el 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando un
comando de la guerrilla del M- 19 incursionó violentamente en el Palacio de
Justicia con el objetivo de llevar a cabo un juicio al presidente Belisario Betancur
por haber incumplido los acuerdos de paz que en ese momento se estaban
llevando a cabo entre el gobierno y esta guerrilla. Una vez las Fuerzas Militares
fueron puestas en conocimiento de la arremetida del M-19 al Palacio de Justicia,
contraatacaron y llevaron a cabo una vehemente operación de retoma que
generaría un episodio de violencia desproporcionado.

Después de las siguientes 28 horas a la toma al Palacio de Justicia, éste fue


arrasado como resultado de una de las acciones más demenciales que el país ha
presenciado, resultado de la violenta incursión armada de la guerrilla y la
desproporcionada respuesta del Estado: el uso de armamentos y explosivos de
todo tipo, el inexplicable vacío de poder del gobierno, los incendios que
destruyeron la edificación y el saldo trágico de cerca de un centenar de personas
que perdieron la vida, entre civiles, miembros de la fuerza pública y guerrilleros, y
al menos 11 desaparecidos cuyo paradero aún se desconoce. (Carrigan, 2010).

El saldo trágico del holocausto del Palacio de Justicia una vez concluida la retoma
ni siquiera se pudo esclarecer. Según (Gómez Gallego, Herrera Vergara, & Pinilla
Pinilla, 2010) “no fue posible saber con certeza” ni cuántos murieron ni cómo. La
mayoría quedaron calcinados y mutilados, al parecer por efecto de las
explosiones. Se sabe que alrededor de 60 personas murieron calcinadas y con
heridas de armas de fuego. Los empleados de la cafetería y algunos visitantes
ocasionales fueron víctimas de desaparición forzada. Todos ellos ingresaron con
vida al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 y, después de 38 años se
desconoce el paradero de 11 desaparecidos.

Han pasado más de tres décadas y las víctimas de la toma y retoma del Palacio
de Justicia siguen reclamando verdad, justicia y reparación. El silencio y las
sombras sobre los ocurrido aquel 6 y 7 de noviembre no ha permitido conocer toda
la verdad y ésta parece un gran rompecabezas al que todavía le faltan muchas
fichas para completar el mosaico completo.

Durante más de veinte años la verdad sobre esta tragedia fue ocultada y fue solo
a propósito de la conmemoración de los veinte años del holocausto del Palacio de
Justicia que se generó una sensibilización por conocer lo que realmente había
ocurrido en aquella trágica jornada. Uno de los pasos más importantes de
recuperación de memoria y que permitió develar parte de la verdad sobre el
holocausto del Palacio de Justicia fue la Comisión de la Verdad sobre los hechos
del Palacio. Esta comisión se conformó en 2005 y cinco años después, en 2010 se
presentó el informe final con la convicción que el estado y la sociedad conociera
los hechos del Palacio de Justicia y se aprendieran las lecciones para evitar que
estos hechos se repitieran.

La Comisión concluyó que el presidente de la época, Belisario Betancur "fue un


simple espectador" de la situación y no logró intervenir directamente en la
operación de retoma del palacio por parte del Ejército ni en los hechos posteriores.
Se consideró que la acción del Ejército fue desproporcionada y no buscó
salvaguardar la vida de los rehenes. Sin embargo, muchos asuntos no pudieron
aclararse y continúa el manto de duda sobre temas como el paradero de los
desaparecidos, el número exacto de muertos, el origen del fuego en las
instalaciones del Palacio de Justicia que generó los incendios, etc.
Con respecto al tema de la justicia esta ha sido igualmente ausente para este
caso. La procuraduría en cabeza de Alfonso Gómez Méndez ordenó el 28 de
septiembre de 1990 la destitución del comandante del B2 de inteligencia Militar,
coronel Edilberto Sánchez Rubiano por tortura. La Justicia Penal Militar lo absolvió
bajo el principio de obediencia debida, argumentando también, que no había
pruebas para vincularlo con estos hechos.

En septiembre de 1990 el procurador Alfonso Gómez Méndez ordenó la


destitución del oficial del ejército Jesús Armando Arias Cabrales por desconocer
los tratados de Derecho Internacional Humanitario y hacer uso de la fuerza
extrema sin tener en consideración la vida de terceros inocentes. El general
tiempo después demandó su destitución ante el Tribunal Contencioso y finalmente
ganó el pleito; sin embargo, en 2011 fue condenado a 35 años de prisión por el
delito de desaparición forzada. En 2023 fue excluido de la Jurisdicción Especial
para la Paz, por no realizar aportes plenos, exhaustivos, francos y detallados
sobre la toma y retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985 ni esclarecer
un mínimo de verdad, de los hechos por los cuales ya había sido determinada su
responsabilidad penal.

En 2015, después de un sonado y agitado proceso penal, el coronel en retiro y


protagonista de los hechos del Palacio de Justicia, Alfonso Plazas Vega fue
absuelto por la Corte Suprema de Justicia. Después de un juicio que revistió
diferentes instancias ya que inicialmente había se había emitido una condena a 30
años de prisión por el delito de desaparición forzada, Plazas Vega fue absuelto.
Célebre por proferir una de las frases claves que daba cuenta del balance de las
acciones que estaba adelantando las Fuerzas Militares para la liberación de los
rehenes y lo que para él y la institucionalidad era considerado como “mantener la
democracia”.

Ahora bien, en diciembre de 2014 la Corte Interamericana de Derechos Humanos


(CIDH) declaró culpable al Estado colombiano por la desaparición forzada, la
ejecución extrajudicial o por las torturas que sufrieron 17 personas en la toma y
retoma del Palacio de Justicia durante el 6 y 7 de noviembre de 1985. La Corte
determinó que el Estado es responsable por la desaparición forzada de 11
personas, entre los que se encontraban siete empleados de la cafetería, dos
visitantes, la guerrillera del M-19 Irma Franco Pineda y el magistrado auxiliar del
Consejo de Estado Carlos Horacio Urán Rojas, quien según la Corte salió con vida
del Palacio y fue asesinado.

Tuvieron que pasar 30 años para que el estado colombiano pidiera perdón público
por el holocausto del Palacio de justicia en cumplimiento de la Sentencia de la
CIDH. Este fallo es el reconocimiento a más de 30 años de lucha por la memoria
llevada a cabo por los familiares de las víctimas y también es un paso importante
en el establecimiento de la verdad de lo ocurrido. La corte estableció la
responsabilidad del Estado colombiano por la desaparición forzada de 11
personas, así como la violación de los derechos a la vida, libertad personal,
integridad personal. (Sentencia Corte Interamericana de Derechos Humanos.
(Caso Rodriguez Vera y Otros (Desaparecidos del Palacio de Justicia), 2014)

Durante años la memoria oficial se basó en la toma del palacio de Justicia por
parte del grupo guerrillero M-19 y la muerte de más de 100 personas en el marco
de los enfrentamientos con las fuerzas militares. Se desconoció a los
desaparecidos, a quienes salieron con vida y posteriormente fueron asesinados, la
intencionalidad de los incendios que calcinaron el Palacio y la forma como fueron
limpiadas las evidencias físicas de lo ocurrido para no permitir esclarecer lo que
realmente pasó.

Los familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia han emprendido un


trabajo titánico por conocer la verdad. Sus luchas por la memoria no han cesado
desde hace 39 años y las tensiones y disputas por conocer la verdad de lo
ocurrido han llevado a buscar su esclarecimiento a través de comisiones de la
verdad, fallos de la justicia colombiana, y sentencias de la CIDH. Tuvieron que
pasar más de tres décadas para que estas memorias silenciadas por años y
subterráneas pudieran posicionarse y oponerse a una memoria oficial.
Este caso que aún genera tensiones por la gravedad de los hechos ejemplifica y
evidencia que la memoria no es solo una, ni puede tener pretensiones de
totalidad. Hablar de una sola memoria abarcadora con frecuencia nos conduce a
relatos binarios, y polarizados de héroes y villanos, que no permiten complejizar y
comprender la verdad de lo sucedido. Por el contrario, la pluralidad de memorias
se da en escenarios democráticos o en procesos de transicionales, que permiten
comprender el carácter colectivo y plural de la construcción de memorias y las
tensiones que estas generan.

Este ejemplo nos permite evidenciar que la memoria es eminentemente un campo


de disputa. En cualquier momento o lugar es imposible encontrar una memoria,
una visión y una interpretación del pasado compartidos por toda una sociedad.
Pueden encontrarse etapas en las que el consenso sobre el pasado es mayor o se
impone un “libreto” hegemónico, que normalmente es el que cuentan los
vencedores. Sin embargo, en diferentes espacios siempre habrá otras historias,
otras memorias e interpretaciones alternativas. Por ende, la memoria es un campo
en tensión donde se construyen, retan y transforman jerarquías, desigualdades y
exclusiones sociales (Jelín 2002; Andrade Becerra, 2012).

conmemoraciones jelin

Episodios traumáticos de nuestra historia colombiana ejemplifican estas tensiones


por la memoriaeste argumento. La toma y retoma del Palacio de justicia ocurrida
en 1985 en Colombia, por ejemplo, genera múltiples tensiones cuando se busca
ahondar en los sentidos de este acontecimiento de nuestra historia reciente.
Desde el punto de vista de Lla guerrilla del M-19 tomó por la vía armada este
espacio con el objetivo de hacer un “juicio político” al gobierno de Belisario
Betancourt. Horas después las fuerzas militares irrumpieron al recinto con el
objetivo de “recuperar el orden”, pero sin cuidar la vida de los civiles que quedaron
en medio del fuego cruzado. El saldo fue más de cien muertos y un número
todavía indeterminado de desaparecidos.

Son múltiples las interpretaciones que sobre este desafortunado episodio se han
generado. Durante muchos años fue un hecho silenciado y con interpretaciones
vinculadas a la responsabilidad única del grupo armado. Con el tiempo y después
de tres décadas, se han generado múltiples lecturas que analizan y traen de
presente las responsabilidades del aparato militar y los móviles que pudieron estar
ocultos en el marco de esta situación. Las memorias de las víctimas y los
familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia han permitido alimentar la
construcción de memorias disimiles a la memoria hegemónica que durante
décadas se mantuvo.

Las tensiones por la memoria en este y muchos casos de la historia del país se
generan por los intereses de actores que reclaman el reconocimiento y la
legitimidad de sus versiones y demandas. Las fuerzas militares y la
institucionalidad, las víctimas y familiares de desaparecidos y el grupo armado que
incursionó en eal Palacio de Justicia generan esa disputas y tensiones por la
memoria. Cada actor social busca generar una narrativa de lo ocurrido,
emergiendo nuevos sentidos de ese pasado doloroso. La memoria de quienes
fueron víctimas ha surgido con diversas pretensiones la de dar la versión de lo
ocurrido y de reclamar justicia.

Memoria oficial y memorias subterráneas

Las luchas por el sentido del pasado se dan por la emergencia de diferentes
actores con diversas reivindicaciones y demandas vinculadas a transgredir las
memorias oficiales y visibilizar las memorias de los grupos marginales o que han
sido silenciados. Una vez que esas memorias subterráneas logran invadir el
espacio público, reivindicaciones múltiples y difícilmente previsibles se acoplan a
esa disputa de la memoria. (Pollak, 2006).

En los últimos años y a partir del llamado boom de la memoria, las memorias
subterráneas han emergido y como parte integrante de las culturas minoritarias y
dominadas, se oponen a la “memoria oficial”, en este caso a la “memoria
nacional”. Esta ultima vinculada a los héroes nacionales, símbolos patrios y
monumentos se consolidó en el marco de la construcción de los estados
nacionales a mediados del siglo XIX y se trasmitió a través de la educación formal.
Es solo con la emergencia de las memorias subterráneas que nuevas narrativas
hasta entonces contenidaos han tenido nuevos protagonismos, dejando de
manifiesto la pluralidad de voces y versiones sobre el pasado. (Pollak, 2006)

La memoria no es solo una, ni puede tener pretensiones de totalidad. Hablar de


una sola memoria abarcadora con frecuencia nos conduce a relatos binarios, y
polarizados de héroes y villanos.

La memoria oficial como lo señala Wills (2022) ensalzan el heroísmo y el bagaje


cultural de unos pocos y desconocen y desprecian las de muchos. Estas versiones
al verse refrendadaos en múltiples dispositivos de la modernidad -museos,
nombres de calles monumentos, manuales de historia y de cívica festividades y
desfiles y símbolos patrios- terminan adquiriendo la conciencia de inobjetables,
mientras las narrativas de los muchos -esas que son llevadas a las márgenes –
pasan de una generación a la siguiente por otros circuitos de comunicación
apelando a otros lenguajes y dispositivos, convirtiéndose en memorias
subterráneas.

Poner la memoria al servcio del presente

MEMORIAS EJEMPLRES TODOROV

Los usos de la memoria

Dentro de los debates que el tema de la memoria plantea, los usos y abusos
de la memoria generan gran controversia. Para distinguir entre los usos y
abusos de la memoria, Todorov (2000) propone la diferenciación entre
memoria literal y ejemplar. En el primer caso, las víctimas y los crímenes son
vistos como únicos e irrepetibles, de tal forma que la experiencia es
intransitiva. El proceso de memoria sirve para identificar a los responsables
y para revelar los detalles, causas y consecuencias de los acontecimientos,
pero no para guiar comportamientos futuros en otros campos de la
vidaescenarios sociales. En ese sentido, Eel acontecimiento pasado se torna
insuperable y sometsometiéndoloe el presente al pasado.

Con la memoria ejemplar, por el contrario, se busca que la apelación al


pasado supere el dolor causado por el recuerdo para que no invada la vida y
por consiguiente se pueda aprender de él para derivar lecciones que puedan
convertirse en principios de acción para el presente.

Las memorias plurales que emergen y conviven en el seno de sociedades


democráticas revisten un sentido ejemplar tanto para el presente como para el
futuro. Aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas en el pasado para
luchar contra las que se producen en la actualidad es el sentido real de la
memoria ejemplar (Todorov, 2000). Para ello, es fundamental comprender la
memoria no como un fin en sí misma, sacralizándola como única e
incomparable, haciendo la estéril y si no fortalecer su potencial transformador
para visualizar y analizar conflictos nuevos en el contexto contemporáneo
con una perspectiva de transformadora y de alteridad. .ción. ,

La memoria literal si es llevada al extremo es portadora de riesgos, porque la


memoria se convierte en un fin en sí mismo, mientras que la memoria ejemplar es
potencialmente liberadora. El uso literal que convierte en insuperable un
determinado acontecimiento desemboca en el sometimiento del presente a los
sufrimientos del pasado. El uso ejemplar, por el contrario, permite utilizar el
pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas
para luchar contra las que se producen hoy en día y separarse del yo para ir hacia
el otro. Se busca trascender el ámbito personal para pasar a la esfera pública,
viendo más allá de la singularidad de la experiencia para comprender situaciones
nuevas desde perspectivas amplias y colectivas.

La reconstrucción del pasado con sus diversos sentidos nos debe dar luces sobre
para que nos puede servir en perspectiva de futuro: poner la memoria al servicio
del presente y no dejar que el pasado lo determine. A diferencia del enfoque literal,
en la cual la memoria es un fin en sí mismo, la perspectiva ejemplar busca que la
rememoración se haga en función de un proyecto público y social. Las relaciones
entre el pasado y el presente cobran sentido, y lo que ocurrió con sus
múltiples efectos da luces para interpretar el presente y transformar el
futuro.

Los abusos de la memoria también se presentan cuando se remite al pasado para


encontrar la mejor justificación para las agresiones del presente. Los ejemplos son
múltiples: Los franceses justificaban su propia actitud belicosa en 1914, con la
injusticia que habían sufrido en 1871. Hitler esgrimía el recuerdo del humillante
tratado de Versalles al término de la Primera Guerra Mundial, para convencer a
sus compatriotas de que había que iniciar la Segunda. Una vez concluida ésta, el
hecho de haber sido víctimas de la violencia nazi no impidió de ningún modo que
los franceses—a veces los mismos, convertidos en militares después de haber
sido resistentes— practicaran la tortura y arremetieran contra la población civil en
Indochina o Argelia (Todorov T. , 1999).

La memoria literal si es llevada al extremo es portadora de riesgos, mientras que


la memoria ejemplar es potencialmente liberadora. El uso literal que convierte en
insuperable un determinado acontecimiento desemboca en el sometimiento del
presente al pasado. El uso ejemplar, por el contrario, permite utilizar el pasado con
vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar
contra las que se producen hoy en día y separarse del yo para ir hacia el otro. Se
busca trascender el ámbito personal para pasar a la esfera pública, viendo más
allá de la singularidad de la experiencia para comprender situaciones nuevas
desde perspectivas amplias y colectivas.
Según Todorov (2000), “todos tienen derecho a recuperar su pasado, pero no
hay razón para erigir un culto a la memoria por la memoria. Sacralizar la
memoria es otro modo de hacerla estéril. Una vez establecido el pasado, la
pregunta debe ser ¿Para qué puede servir y con qué fin?”. La memoria por la
memoria no genera procesos trasformadores y posibilidades de
reconciliación. El pasado desde la memoria literal no se pone debe ponerse al
servicio del presente, sino que sirve no para volver sobre los viejos conflictos
y justificarlos perenemente. , sino para comprender cómo ese pasado nos da
pistas para comprender el presente y construir el futuro.

Ejemplo de lo anterior, nos lo ofrece la memoria del holocausto judío en el


marco de la Segunda Guerra Mundial, la cual ha sido conservada mediante
innumerables conmemoraciones, publicaciones, películas y documentales.
Sin embargo, esta memoria sobre este hecho luctuoso no repercute con
ninguna lección ejemplar sobre la ocupación israelí en los territorios
palestinos que actualmente ocurreacontece. El hecho de haber sido víctimas
de la violencia nazi permanece vivavivo en Israel; sin embargoembargo, los
Palestinos han sido allí víctimas de quienes en el pasado también lo fueron.
Este es un ejemplo de una memoria literal que se ha quedado en ver las
heridas propias, pero que 70 años después no tiene efectos sobre un
presente caracterizado por la ocupación y la guerra.

En síntesis, el abuso de la memoria se basa en preservar la memoria literal


donde las víctimas y los crímenes son vistos como únicos e irrepetibles. En
este caso la experiencia no conduce a más allá de sí misma y no tiene
efectos ni enseñanzas para el presente. Si no hay una visión crítica sobre el
pasado y permitimos que este gobierne nuestro presente, difícilmente
podremos construir nuestro futuro.

Al respecto Enzo Traverso (2007) señala: “La memoria del nazismonazismo,


aunque siempre conflictiva sigue vive en Alemania, como en el resto del
mundo occidental. El temor al olvido ya no existe. Si hay temor, este reside,
sobre todo, como muchos comentadores lo han señalado, en los efectos
negativos de un ‘exceso de memoria’. En resumen, el riesgo no consiste en
olvidar la Shoah, sino en hacer un mal uso de su memoria, en embalsamarla,
en encerrarla en los museos y en neutralizar el potencial crítico, o peor aún,
en hacer un uso apologético del actual orden del mundo”.
Este orden mundial no precisamente comprende la memoria del holocausto
judío como una memoria ejemplar que da líneas y pistas para enfrentar la
segregación, la tortura o las guerras de ocupación. Vulneraciones de los
Derechos Humanos como la ocupación en los territorios Palestinos, ponen de
presente si después de Auschwitz1 el mundo debería tolerar situaciones como esa.
¿Cuál sería entonces el sentido de seguir conmemorando año a año a las víctimas
del holocausto judío, si este no nos da luces sobre cómo transformar los conflictos
del presente?

Los abusos de la memoria también se presentan cuando se remite al pasado para


encontrar la mejor justificación para las agresiones del presente. Los ejemplos son
múltiples: Los franceses justificaban su propia actitud belicosa en 1914, con la
injusticia que habían sufrido en 1871. Hitler esgrimía el recuerdo del humillante
tratado de Versalles al termino de la Primera Guerra Mundial, para convencer a
sus compatriotas de que había que iniciar la Segunda. Una vez concluida ésta,
el hecho de haber sido víctimas de la violencia nazi no impidió de ningún modo
que los franceses—a veces los mismos, convertidos en militares después de
haber sido resistentes— practicaran la tortura y arremetieran contra la población
civil en Indochina o Argelia (Todorov T. , 1999).
Ahora bien, los usos de la memorialos usos ejemplares de la memoria nos dan
luces sobre sus sentidos en sociedades que han vivido conflictos o situaciones
límite. En el contexto colombiano el grupo de Memoria Histórica (2013) planteó
cómo a partir de los usos y funciones se pueden observar tres formas de trabajo

1
Posiblemente el campo de concentración y exterminio más conocido y el más grande de Europa. Auschwitz
fue un complejo construido en Oświęcim (Polonia), durante la Segunda Guerra Mundial. Se mantuvo en
funcionamiento desde el 20 de mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945. Se componía de 3 grandes
campos, además de 45 campos satélites. Durante todo el período de su actividad siempre estuvo en obras,
creciendo y haciendo mejoras en su gestión por parte de la SS.
con la memoria: la memoria como reclamo, la memoria como pedagogía social y la
memoria reparadora.

La memoria como reclamo insta al esclarecimiento de lo ocurrido en el marco de


las violaciones a los derechos humanos. Su denuncia y la demanda del
cumplimiento de los derechos ciudadanos utiliza prácticas expresivas (fotografías,
galerías de la memoria, listas de nombres, entre otros recursos), poniendo rostros
a las personas que han sido victimizadas. El reclamo directo como contenido de
tales iniciativas da cuenta de las luchas por la memoria, y de la dificultad y
esfuerzos permanentes por hacer audibles las voces de las víctimas en medio del
conflicto. En este contexto, en el marco también plantean cosas diferentes. Ninca
mas usos de la memoria. … momoria ejemplar
la memoria se torna en reclamo cuando los escenarios de impunidad
prevalecen y las acciones en el espacio público son las herramientas para
visibilizar dicha situación. Ejemplo de estas iniciativas nos la ofrecen las Madres
de la Candelaria en Medellín, quien ocupan semana a semana a las doce del día
el atrio de la iglesia de La Candelaria para resistir contra el silencio que prevalece
sobre la suerte de sus seres queridos o la comunidad de Paz de San José de
Apartadó quienes construyen memoria en marchas y actos conmemorativos como
estrategia para enfrentar la impunidad.

La memoria como pedagogía social propone que el sentido de algunas de


las iniciativas sea ofrecer una reconstrucción histórica de los hechos de
violencia y seque propongaplantee un relato estructurado o una interpretación
específica sobre lo que sucedió. Dentro de los sentidos que proponen estos
ejercicios de memoria se Estas iniciativas condensan sentidos que pueden ser
considerados transversales a todo ejercicio de memoria. Entre estas se
encuentran: no olvidar cuyo objetivo es que no se repitan las violaciones de
los Derechos Humanos; visibilizar las narrativas de las víctimas, para hacer
públicas las historias que narran quienes vivieron las violaciones a los
Derechos Humanos, o bien sus familiares, vecinos o allegados y,:
sensibilizar a la sociedad civil, para intentar que los productos
comunicativos lleguen a quienes desconocen las graves violaciones a los
Derechos humanos con ocasión del conflicto armado, o a quienes se
mantienen al margen de los proyectos comunitarios que se tejen como
respuesta a tales violaciones. Un ejemplo de este tipo de iniciativas nos lo
ofrece el Salón Nunca Más de la Asociación de Víctimas -ASOVIDA- en donde se
ha documentado los hitos de violencia, las biografías, imágenes y recuerdos de las
víctimas.

Por último, lLa memoria reparadora busca reconstruir el vínculo social que ha
sido rotofracturado en el marco del conflicto armado : cuando las comunidades
y grupos sociales han emprendido tareas de reconstrucción social y búsqueda de
la verdad, ha tomado importancia el reconocimiento de la reconstrucción de
memoria como proceso de vinculación social. Estos trabajos de recordar y
reconstruir memoria privilegian acciones como: 1. La activación de procesos
de rememoración y reconocimiento de las perdidaspérdidas para facilitar la
elaboración del duelo; 2. El impulso de procesos de memoria que apuntan a
restablecer los quebrantados lazos sociales de las comunidades y, en
algunos casos, también sus proyectos de vida. Muchos de estos trabajos de
la memoria permiten resignificar el cuerpo y activan procesos de sanación.
De esta manera se reconstituyen vínculos sociales al propiciar una
expresión directa del dolor de la víctima, o una expresión colectiva a través
de la iniciativa de memoria. De esta manera se permite la comunicación entre
los miembros de la comunidad y se hace audible lo que individualmente
calla el miedo. Ejemplo de esto nos lo brinda procesos como el desarrollado por
las mujeres Promotoras de vida y salud mental -PROVISAME-en Marinilla, oriente
antioqueño quienes han organizado talleres de memoria corporal en donde las
victimas exploran memorias negativas para descorporizarlas simbólicamente y
construir siluetas del cuerpo para hacer rituales de entierro de las tensiones
corporales.
Estos procesos de recuperación de memoria y los usos dados por las
comunidades, no solo permiten contribuir a la reconfiguración individual de las
víctimas, testigos y sobrevivientes, sino también a la construcción de sujetos
colectivos, ya que posibilitan la reconstrucción de los vínculos sociales solidarios y
comunitarios. (CNMH, 2013). El pasado cobra sentido al generar iniciativas de
memoria que permitan reclamar justicia y esclarecimiento de la verdad, visibilizar
lo ocurrido a la comunidad en general y fortalecer el tejido social.
La memoria ha permitido a grupos de derechos humanos, organizaciones y
emprendedores han encontrado que los procesos de recuperación de memoria
tienen testigos y sobrevivientes, así como la construcción de sujetos colectivos, ya
que posibilitan la reconstrucción de los vinculos sociales solidarios y comunitarios
rotos por la guerra.

Deber de memoria

n contextos democráticos, la construcción procesos de memoria por parte de La


vida en democracia implica que los individuos y colectividades y los grupos
tienenes un derecho y un deber. Cuando se trata de procesos que se dieron en el
marco de situaciones de vulneración a los derechos humanos y que han sido
silenciados por regímenes antidemocráticos se convierte en una necesidad el
esclarecimiento de la verdad. De allí el derecho de saber, conocer la verdad de
lo sucedido a partir de dichos trabajos de reconstrucción de memoria. En este
sentido lo plantea Todorov (2000)y dar a conocer su propia historia. “Nada debería
impedir la recuperación de la memoria. Cuando los acontecimientos vividos
por el individuo o por el grupo son de naturaleza excepcional o trágicos, tal
derecho se convierte en un deber”. (Todorov, 2000).
En el contexto colombiano, la Ley de Víctimas 1448 planteó el deber de Memoria
del Estado, la cual es entendida como el papel que juegan las autoridades
nacionales, territoriales, así como las diferentes expresiones sociales, frente a la
promoción de procesos de construcción de memoria histórica, como aporte a la
realización del derecho a la verdad de las víctimas y la sociedad en su conjunto.
Este deber de Memoria del estado se presenta en el marco de medidas de
satisfacción para las víctimas del conflicto armado y como una necesidad
apremiante para comprender la verdad de lo sucedido en el marco del conflicto
que hemos vivido.

El deber de memoria plantea la necesidad de la construcción incluyente, plural y


participativa de las memorias, prestando especial atención a las diferencias en los
modos de narrar, recordar de acuerdo con el género, la generación, la etnicidad, la
diversidad sexual, la opción religiosa y política, la clase y la región.

Las memorias conducentes al encuentro democrático proponen reconocer la


diversidad de las memorias y se comprometen con resguardar la pluralidad (Wills,
2022). Las diversas voces que dialogan en el ejercicio de la construcción de
las memorias fortalecen procesos amplios que permiten brindar espacios de
reconocimiento y dignificación a las víctimas. De esta manera se hace
posible la construcción de relatos heterogéneos, sin pretensiones
abarcadoras y totalizantes, de cara a nuevas narrativas de la memoria y
sentidos sobre el pasado. (Wills, 2022)

Ahora bien, El pasado cobra sentido en su relación con el presente y en el acto de


rememorar y olvidar. eEl acto de rememorar y llevar a cabo procesos de memoria
va presupone tener una experiencia pasada que se activa en la presente, unida a
la intención de comunicarlo a los demása. (Jelin, 2000). Los acontecimientos
memorados pueden ser expresados de múltiples maneras, haciendo uso de
las diferentes narrativas, y de esta manera construiryendo y visibilizar losun
sentidos sobre el pasado. En Colombia, por ejemplo, pese a las condiciones
de la guerra prolongada diversas comunidades, grupos e individuos han
realizado ejercicios de memoria para expresar y resignificar el pasado.
Según el informe Basta Ya, Colombia, Memorias de guerra y dignidad (2013):

“Estos se expresan de formas diversas: en producciones culturales y


documentales como libros, archivos, y audiovisuales; a través de prácticas
artísticas como murales, esculturas, pinturas, canciones, obras de teatro, en
prácticas socioculturales y de tradición oral como versos y ceremonias, en
la construcción de lugares de memoria como monumentos, museos y
galerías, en diferentes acciones performativas como marchas, plantones y
celebraciones religiosas y rituales conmemorativos” P. 387.

En situaciones traumáticas de represión o situaciones límite, la intención de


comunicar estas narrativas se ve trastocada, y por múltiples situaciones, el
olvido y el silencio ocupan un lugar central.

Se establece así una relación que empieza a generar tensiones ya no solo


sobre la importancia de la memoria sino también sobre los usos y abusos de
la memoria, así como sus relaciones con el olvido.

El olvido
Hablar de olvido en nuestra cultura contemporánea genera al igual que la
memoria, múltiples tensiones. El olvido como señala Hyussen (2004), en una
sociedad obcecada como ésta con la memoria y con traumas sobre
genocidio y terror de estado, tiene ‘mala’ prensa. El olvido a menudo puede
describirse como el fracaso de la memoria e implica un rechazo o inhabilidad
para comunicar. El olvido permanece bajo una sombra de desconfianza y se
ve como un fracaso evitable o como una regresión indeseable.

La memoria y el olvido con frecuencia se enmarca en una condición binaria y


antagónica. un abismo irreconciliable entre ambas las separa anteponiendo
adjetivos positivos a la primera y negativos a la segunda. Paul Ricoeur
(2000), nos plantea que de manera recurrente “hablamos sobre la obligación
de recordar, pero nunca del deber de olvidar. Estamos refiriéndonos con
facilidad a una ética del trabajo de la memoria, pero probablemente negando
que también podría haber una ética, mucho más que simplemente una
patología del olvido”.

La memoria total es imposible. Toda narrativa del pasado implica una


selección y por tanto, la memoria es selectiva: algunos rasgos del hecho
vivido son conservados, en cambio, otros son apartados desde el inicio o
progresivamente, es decir, que son olvidados.
Este tipo olvido es necesario para la sobrevivencia y el funcionamiento del
sujeto individual y de los grupos y comunidades. Todorov señala que
“Paradójicamente, se puede decir que lejos de oponerse, la memoria es el
olvido; un olvido parcial y orientado en una dirección, un olvido
indispensable”.
De todas las trazas del pasado escogemos retener y consignar solamente
algunas de ellas que juzgamos, por diversas razones, dignas de ser
perpetuadas. Ese trabajo de selección es secundado por otro trabajo de
disposición y, en consecuencia, de jerarquización de las informaciones
establecidas: algunas serán expuestas a la luz, en cambio, otras serán
relegadas a la periferia. (Todorov, Los usos de la memoria, 2012).
Ahora bien, no necesariamente que el recuerdo del pasado sea preferible al
olvido. La elección entre los dos depende de las circunstancias. La
recuperación del pasado es un derecho legítimo en democracia, pero no
podría ser una obligación. Habría una gran crueldad en hacerle recordar a
alguien los hechos más dolorosos de su pasado generando dolor. El
derecho al olvido también existe y a nivel individual, cada cual tiene el
derecho de decidir sobre sus olvidos o silencios.

No hay un único tipo de olvido, sino una multiplicidad de situaciones en los


cuales se manifiestan olvidos y silencios con diversos usos y sentidos.
Jelin, nos plantea los siguientes tipos de olvidos:

1. Las borraduras y olvidos pueden ser producto de una voluntad o


política de olvido y silencio por parte de actores que elaboran
estrategias para ocultar y destruir pruebas y rastros, impidiendo así
recuperaciones de memorias en el futuro. Este tipo de olvido se
evidencia en un acto político voluntario de destrucción de pruebas y
huellas, con el fin de promover olvidos selectivos a partir de la
eliminación de pruebas documentales. Ejemplo de esto, nos lo
presenta, las dictaduras del Cono Sur, en donde la supresión o
desaparición de los cuerpos de los detenidos desaparecidos, se
convirtió en una forma de no dejar huellas o evidencia de los
crímenes. “Si no hay cuerpo, no hay crimen”.

El pasado deja huellas, pero cuando estas han sido borradas o destruidas se
convierte en un impedimento para conocer la verdad y, por tanto, puede
generar la materialización de este tipo de olvido.

2. Olvidos evasivos, que refleja un intento de no recordar lo que puede


herir. Se presenta en periodos históricos posteriores a grandes
catástrofes sociales, masacres o genocidios, que genera entre
quienes lo han sufrido, la voluntad de no querer saber, de evadirse de
los recuerdos, para poder seguir viviendo. En el marco de estas
situaciones límite se han impuesto silencios, que una vez, dichas
situaciones llegan a su fin, se ha generado la posibilidad de
rememorar recuerdos dolorosos que esperaron el momento propicio
para salir a la luz.

Ejemplo de esto nos lo ofrece Jorge Semprún, quien fuera un escritor


judío, militante comunista y republicano, llevado al campo de
concentración e Buchenwald en el marco de la segunda guerra
mundial. Después de su liberación, Semprún no quiso contar su
experiencia traumática. Su estrategia fue inicialmente olvidar. “Solo el
olvido podría salvarme” señala en su libro testimonial La escritura o la
vida publicado 50 años después. “me había convertido en otro para
seguir con vida … olvido delibrado, sistemático de la experiencia del
campo. Olvido de la escritura igualmente… tenía que escoger entre la
escritura y la vida. Había optado por la amnesia deliberada para
sobrevivir (Sanchez, 2020).

Pollak, (2006) señala la presencia de este tipo de olvido justo cuando el


régimen estalinista llegó a su fin y fue posible para muchas personas que
habían guardado silencio, la posibilidad de hablar de lo sucedido.

También hay voluntad de silencio, de no contar o trasmitir, de guardar las


huellas encerradas en espacios inaccesibles para cuidar a los otros. En el
plano de las memorias individuales, el temor a ser incomprendido también
lleva a silencios.

3. Silencio liberador, que libera de la carga del pasado para así poder
mirar hacia el futuro. Es el olvido “necesario” en la vida individual
(Huyssen, 2004).
BIBLIOGRAFÍA
Hyussen, A. (2004). Resistencia a la Memoria: los usos y abusos del olvido público.
Porto Alegre.

Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI editores.

Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós.

Todorov, T. (2012). Los usos de la memoria. Lima: IDEH-PUCP.

Traverso, E. (2007). El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria, politica .


Barcelona: Ediciones Juridicas y Sociales S.A.

La memoria ejemplar

La vida en democracia implica que los individuos y los grupos tienen el derecho de
saber y conocer y dar a conocer su propia historia. Nada debe impedir la
recuperación de la memoria. Cuando los acontecimientos vividos por el individuo o
por el grupo son de naturaleza excepcional o trágico, tal derecho se convierte en
un deber. (Todorov, 2000).

Las memorias conducentes al encuentro democrático proponen reconocer la


diversidad de las memorias y se comprometen con resguardar la pluralidad (Wills,
2022). Las diversas voces que dialogan en el ejercicio de la construcción de las
memorias fortalecen procesos amplios que permiten brindar espacios de
reconocimiento y dignificación a las víctimas. De esta manera se hace posible la
construcción de relatos heterogéneos, sin pretensiones abarcadoras y
totalizantes, de cara a nuevas narrativas de la memoria y sentidos sobre el
pasado.
Las memorias plurales que emergen y conviven en el seno de sociedades
democráticas revisten un sentido ejemplar tanto para el presente como para el
futuro. Aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas en el pasado para luchar
contra las que se producen en la actualidad es el sentido real de la memoria
ejemplar. (Todorov, 2000).Aprender del pasado las lecciones que puedan
convertirse en principios de acción para el presente es el gran aprendizaje de un
uso ejemplar de la memoria. Para ello es fundamental comprender la memoria no
como un fin en si misma, ni sacralizarla, ya que caer en esto es una manera de
hacerla estéril y quietarle su potencial transformador.

Una vez establecido el pasado, abarcando sus diversos sentidos, es fundamental


para que puede servir y con que fin. Poner la memoria al servicio del presente y no
dejar que el pasado determine y someta el presente y convierta en insuperable un
viejo acontecimiento.

Hoy la memoria de la segunda guerra mundial permanece viva en Europa.,


conservada mediante innumerables conmemoraciones, publicaciones y emisiones
de radio y televisión. , pero la repetición ritual de “No hay que olvidar”, no
reprercute con ninguna consecuencia visible sobre los procesos de limpieza
étnica, de torturas y de ejecuciones en masa, que se producen al mismo tiempo
dentro de la propia europa.

La memoria ejemplar no hace desaparecer la identidad de los hechos, solamente


los relaciona entre si, estableciendo comparaciones que permiten destacar las
semejanzas y las diferencias.
La memoria literal si es llevada al extremo es portadora de riesgos mientras que la
memoria ejemplar es potencialmente liberadora.

El uso literal que convierte en insuperable el viejo acontecimiento , desemboca en


el sometimiento del presente al pasado.

El uso ejemplar por el contrario, permite utilizar el pasado con vistas al presente,
aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se
producen hoy en díay separarse del yo para ir hacia el otro.

Todos tienen derecho a recuperar su pasado, pero no hay razón para erigir un
culto a la memoria por la memoria. Sacralizar la memoria es otro modo de hacerla
esteril Una vez establecido el pasado, la pregunta debe ser Para que puede servir
y con que fin?

La memoria ejemplar no hace desaparecer la identidad de los hechos, solamente


los relaciona entre si, estableciendo comparaciones que permiten destacar las
semejanzas y las diferencias.

Hoy la memoria de la segunda guerra mundial permanece viva en Europa.,


conservada mediante innumerables conmemoraciones, publicaciones y emisiones
de radio y televisión. , pero la repetición ritual de “No hay que olvidar”, no
reprercute con ninguna consecuencia visible sobre los procesos de limpieza
étnica, de torturas y de ejecuciones en masa, que se producen al mismo tiempo
dentro de la propia europa.
BIBLIOGRAFÍA
Cuesta Moreno, O. J. (2022). Dimensión pedagógica de los lugares de memoria:
semiosis nemotécnica, visita presencial y extensión virtual. Revista Educación,,
http://doi.org/10.15517/revedu.v46i1.44708.

Halbwachs, M. (1988). La memoria colectiva. ParÍs: PUF.

Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI Editores.

Pereiro, X. (2018). Apuntes de antropología y memoria. O Fiadeiro – El Filandar n.º


15, 67-79.

Pollak, M. (2006). Memoria, olvido y Silencio. . Buenos Aires: Al margen.

Wills, M. E. (2022). Memorias para la paz o memorias para la guerra. Bogotá: CrÍtica.

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