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1. Decimo ENCUENTRO:
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Alfred Hitchcock en La soga (Alfred Hitchcock, 1948) o, en el caso más reciente, el film
El arca rusa1 (Alexandr Sokurov, 2002), cuyo relato está registrado en una sola toma o
montaje en el plano2. Y en función de la frecuencia o número de apariciones de cada
acontecimiento en la historia y en el relato, como sucede en Eterno resplandor de una
mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004).
El tiempo también se relaciona a la armonía del relato, al ritmo que la narración toma,
y aquí es interesante visualizar el planteo del creador ruso Andrei Tarkovsky, quien
señala que ese fluir del tiempo es propio del rodaje, en contraposición a otros autores
que centran en el montaje el mérito del ritmo de la película. Tarkovsky señala que es
en la toma de registro donde nace el verdadero ritmo (tiempo) del film. Retomar este
trabajo o repensar como realizadores el planteo de Tarkovsky en un contexto de
producción donde es el montajista quien en un gran número de películas define este
el ritmo de la película.
1
Como referencia es interesante mencionar que la locación utilizada para el film, el Museo del
Hermitage, sólo fue cedido por un fin de semana y el film tuvo dos intentos previos de registro que
fracasaron, logrando plasmarse en las dos últimos horas de temperatura de luz disponible (de allí que al
final vemos como cae la tarde del último día de producción).
2
Eduardo Russo define este modo en el Diccionario de cine. “Acaso sea un término más adecuado que el
mucho más difundido del plano secuencia. Se trata de un procedimiento en el cual se produce en forma
continua – en el interior de un mismo plano, sin transiciones intermedias – el pasaje de uno a otro
encuadre por medio de movimientos de cámara u operaciones ópticas. Puede durar – o no – toda una
secuencia; a veces coincide con ella en su extensión. Hay montaje en el plano dentro de la celebérrima
escena de apertura de Sed de mal, de Orson Welles, y también lo hay en los ochenta minutos de La soga
de Hitchcock. Esta forma de trabajar los planos a lo largo del tiempo y surcando el espacio fundamentó la
estética de numerosos realizadores entre los que es posible destacar a Roberto Rossellini y Andrei
Tarkovski. En algunos de sus pasajes más logrados, la articulación de los espacios se produce en tomas
continuas, mediante la selección de los encuadres y la manipulación de la acción. Para apreciar uno de los
casos límite del uso de montaje en el plano dentro del cine contemporáneo, véanse por ejemplo algunos
films de Miklos Jancsó como Los desesperados (1966) o Los vientos brillantes (1969), o más
recientemente -ligadas a las anteriores en más de un sentido – la descomunal Megalexandros (1981) de
Theo Angelopoulos, donde parsimoniosos travellings y paneos van revelando un paisaje donde
extrañamente – mediante la ausencia de primeros planos y la longitud de las tomas – lo que permanece
fuera de campo va dominando – extraña experiencia para el espectador contemporáneo – el sentido de la
ficción.”
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Leer con Atención
Para Reflexionar
-4-
La intervención de Tarkovsky es comprensible y aceptable para el lenguaje
cinematográfico3, pero en el caso de la televisión también existe un ritmo que desde
hace mas de dos décadas se caracteriza por lo frenético, vertiginoso y acelerado. El
ritmo en este medio está colocado en la cantidad de cortes y duración del plano por
sobre un fluir del tiempo del registro.
Para Ampliar
3
Aunque conceptualmente la esencia de su reflexión sigue vigente, vale aclarar que estos pensamientos
se inscribieron en un momento histórico anterior a la era digital, el hiperrealismo y el sentido clipista del
montaje (del que Gondry es un referente indiscutido).
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