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Actividad 6

Un acercamiento al Terraplanismo como


fenómeno socio-cultural
Novedades | julio 28 2021

Diálogo con el Dr. Alejandro López

Alejandro Martín López, es licenciado en astronomía por la Universidad Nacional de La Plata,


magíster en antropología por la Universidad Nacional de Córdoba y doctor en antropología por
la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL)
de la UBA, desde 1998 realiza investigaciones en etnoastronomía y etnomatemática entre
grupos aborígenes chaqueños, especialmente entre moqoit, con quienes realiza investigaciones
sobre la experiencia religiosa y los procesos de misionalización cristiana. De 2004 a 2008
coordinó el Programa de Astronomía Cultural del Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de
Buenos Aires, dictando allí el primer curso de Astronomía Cultural en la Argentina y
desarrollando el primer espectáculo para planetarios sobre astronomía aborigen en el país:
«Nayic Moqoit. El camino de los mocovíes». Actualmente es investigador de CONICET, en la
Sección de Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la FFyL; y presidente de la
Sociedad Interamericana de Astronomía en la Cultura.

A.M.: Teniendo en cuenta tu trayectoria de trabajo etnoastronómico en la región


chaqueña, ¿Qué te llevó a estudiar, desde la perspectiva de la astronomía cultural, las
relaciones entre algunos científicos y comunicadores vinculados con la astronomía, entre
otras ciencias naturales, y el movimiento terraplanista?

A.M.L: Bueno, esencialmente porque lo que creo es que la astronomía cultural y las
herramientas metodológicas que propone, para ser pensadas correctamente, deberían y deben
poder aplicarse a las astronomías de toda sociedad humana incluyendo la astronomía
académica occidental. Me parece que no hacerlo, no sólo es un error o una falta, sino que
también evidencia otorgarle a la astronomía de la academia occidental un estatus
epistemológico aparte que nos hace correr el riesgo de no estar pensando adecuadamente qué
significa la construcción sociocultural de nuestras maneras de ver el cielo. Es decir, si
realmente creemos que todo conocimiento humano se construye socioculturalmente, tenemos
que aplicar esa idea y esa perspectiva también a los conocimientos y las formas de
conocimiento que nos parecen interesantes o que nosotros tenemos en tanto nativos. O sea,
debemos abordar analíticamente de esa forma los modos de conocimiento que nos parecen
correctos o los que nos gustan más, o a las de conocer a las que estamos acostumbrados; no
solamente a las de los demás o a las que nos parecen exóticas.
El Dr. Alejandro Martín López junto al meteorito El Chaco de alrededor de 30 Toneladas, en la Reserva Natural Piguem N’Onaxa
“Campo del Cielo”, en la Provincia del Chaco, Argentina.
Y, además, en particular el caso de las relaciones entre el Terraplanismo y los académicos de
las ciencias naturales, considero que es un tipo de conflictos donde se ven con claridad
justamente los hilos y los puntos fuertes e importantes del problema de delimitación de lo que
sería el conocimiento legítimo desde el punto de vista de las ciencias naturales, desde el punto
de vista del conjunto de la sociedad, y desde el punto de vista de grupos específicos dentro del
conjunto de la sociedad. Entonces cuando uno estudia estas reacciones de científicos ante el
Terraplanismo, lo que ve son las maneras en las que, por ejemplo, los astrónomos académicos
conciben las limitaciones de su disciplina, conciben los criterios de legitimidad de algún tipo
de saber sobre el cielo y piensan su vínculo con el conjunto de la sociedad. De hecho el trabajo
que yo hice se focaliza no tanto en qué piensan los terraplanistas, sino en cómo estos son
mirados por los académicos de las ciencias naturales, y qué nos dice eso sobre las ciencias
naturales.

A.M.: Si bien desde un amplio sentido común podemos llegar a elaborar algunas
opiniones en relación con el Terraplanismo contemporáneo, ¿De qué hablamos cuando
consideramos desde las ciencias sociales al movimiento terraplanista en Argentina y otros
contextos nacionales?

A.M.L: Cuando miramos más con una perspectiva desde las herramientas que nos dan las
ciencias sociales, el movimiento del Terraplanismo nos revela un movimiento complejo que se
puede abordar desde distintas perspectivas. Una de ellas es el campo de los estudios de las
teorías o movimientos conspirativos que es un campo de estudios muy interesante y que tiene
tanto trabajos que tienen una perspectiva desde la historia cultural, desde la historia del
pensamiento o de los movimientos sociales. Y por otro lado hay trabajos también con una
perspectiva etnográfica, que buscan aplicar el método etnográfico para entender cómo son,
cómo funcionan, cuáles son sus dinámicas concretas.

Creo que ambos tipos de estudios son muy interesantes porque lo que nos muestran es, primero
que nada, que los movimientos conspirativos tienen una historia extensa, descartando el hecho
de que hayan aparecido ayer. Y lo otro que nos muestran estos aportes es en relación con las
formas de estructuración de estos movimientos. El hecho de que forman lo que podríamos
llamar una suerte de campo conspirativo, que funciona como una red social laxa.

Asimismo, otro punto importante es que estos estudios muestran que no están involucrados en
este campo conspirativo personas que tengan un perfil psicológico con algún tipo de patología
o personas que tengan algún perfil específico de género, de edad; o sea, resulta muy variada
la adscripción o el interés a este tipo de movimientos.
De gran importancia también es el rasgo característico de este fenómeno, al cual, de alguna
manera, lo vemos como una contracara de las ideas hegemónicas en la modernidad
contemporánea. Es decir, se presenta como la contracara de una serie de valores y criterios
que se sostienen en el mundo contemporáneo en el que vivimos, o en el orden social en el que
vivimos. Y una de las cosas que articula fuertemente este tipo de movimientos es la sospecha
y la desilusión respecto a las grandes instituciones de nuestra sociedad, esencialmente los
gobiernos y el sistema educativo, etcétera. Estos rasgos, a la vez, implican una mirada que
entiende a la ciencia como parte de las instituciones del orden de nuestra sociedad, y de lo que
se sospecha en primera instancia es de algún tipo como de colaboración, espuria, entre las
instituciones de control social y las instituciones que producen el conocimiento. Y en ese
sentido, la sensación de que la ciencia no favorece o no responde a las demandas de la
sociedad en general sino a las de grupos hegemónicos que gobiernan o que controlan la
sociedad, y la constatación de determinados eventos de que efectivamente pudiera ser así, es
lo que genera esa desconfianza. De hecho es muy interesante que las encuestas Galup de 2010
muestran que hay una fuertísima correlación entre desconfianza de las instituciones de
gobierno y las instituciones sociales, y desconfianza en la ciencia.

Después, otra cosa que nos muestran estudios que abordan desde una perspectiva que intenta
dar cuenta de cuáles son los hilos conductores de las cosmovisiones de los que pertenecen en
particular a este campo conspirativo como el Terraplanismo; es, podríamos decir, como la
vuelta de una concepción de la experiencia como base del conocimiento que se acerca bastante
al concepto aristotélico de experiencia y que en algún sentido recupera cierta idea inicial de
la ciencia acerca del carácter público de la experiencia que funda el conocimiento. Esta idea
de que los experimentos o las experiencias en las que se fundan nuestro conocimiento deberían
poder repetirse por cualquiera. En la ciencia contemporánea sabemos que eso en muchísimos
casos no es posible, porque los experimentos son muy costosos, son muy específicos, requieren
una tecnología muy específica; estamos hablando de conocimientos técnicos muy específicos
para realizarlos, para interpretarlos, para recoger sus datos. Entonces, esto es percibido por
cierto sector social, generando la idea de que en realidad el carácter público de esa
experimentación es un carácter público restringido. Es decir, está habilitado para otros
expertos que poseen las habilidades técnicas y las disposiciones institucionales para poder
llevar adelante eso. En cambio, aquella antigua noción de experiencia aristotélica tiene que
ver no tanto con un experimento realizado bajo condiciones muy específicas del que se
sospecha podría dar cuenta de situaciones excepcionales y no de los hechos ordinarios y
habituales, debería poder ser un hecho visto, reconocido y experimentado por el común de las
personas, o sea, por la experiencia general de las personas. Y en ese sentido, en un contexto
de esta postmodernidad de super valorización del individuo al menos en términos teóricos, en
torno a las premisas “creo en lo que puedo experimentar directamente”, “creo en lo que puedo
ver directamente”, “confío en lo que puedo ver directamente”; un renacer de esta idea de
experiencia directa personal, verificable con conocimientos elementales, y esencialmente, por
lo tanto, anclada al sentido común. Si uno ve las argumentaciones terraplanistas en general
siguen esa línea, es decir, la idea de cómo encontrar un modelo que explique de manera muy
sencilla y apelando a cuestiones ligadas al sentido común, lo que “yo veo” y lo que todas las
personas no especialistas interpretan que “está ocurriendo”, sin apelar a producciones más
complejas.

Obviamente esto no tiene en cuenta un montón de otros hechos que aparecen y que deberían
ser explicados, y que la ciencia ya discutió en los contextos históricos de debates sobre
distintos modelos de la forma de la Tierra, pero que son experiencias muy específicas que
incluso en el momento en que se debatieron sólo advertían u observaban personas que se
dedicaban específicamente al tema. Entonces este rasgo del movimiento terraplanista es muy
interesante, en términos socioculturales. En el sentido de cómo en estos discursos aparece esta
otra epistemología particular.

A.M.: En relación con la tensión entre científicos y terraplanistas que abordás


socioculturalmente, en tu artículo sostenés que al no situar el discurso terraplanista en el
marco de su cosmovisión, a los científicos involucrados se les hace imposible comprender
el sentido de sus premisas, y el “juego de lenguaje” en el que se enmarcan. ¿Qué implica
entonces entender el Terraplanismo en términos cosmovisionales?

A.M.L: Un abordaje científico del fenómeno terraplanista para tratar de comprenderlo y


actuar en consecuencia es justamente tratar de entender en qué se basa o cuales son las ideas
generales en las que está asentado. Entonces, en general, cuando uno observa las reacciones
de los académicos de las ciencias naturales, observa que objetan el Terraplanismo desde una
posición que da por sentados puntos de vista propios de la ciencia contemporánea. Desde allí,
no se logra dar cuenta de cuáles son los presupuestos de los terraplanistas, y por lo tanto se
discute cosas que los terraplanistas no dicen, o se propone una discusión desde lugares que
los terraplanistas no están discutiendo.

En este sentido, el primer punto fundamental es el no advertir que en el fondo del


Terraplanismo hay una protesta y una desconfianza respecto a la ciencia como institución, lo
cual implica que se esperaría de los científicos algún tipo de autocrítica del rol que la ciencia
cumple en la sociedad y de cómo ha respondido a las demandas del conjunto de la sociedad o
a las demandas de determinados grupos de poder. Entonces el no hacer ningún tipo de
autocrítica respecto a esto es ya un punto problemático.

El segundo punto es que, justamente, al apelar muchas veces a un modelo que presupone desde
el punto de vista científico una idea de experimento basada en esta idea de experimento que
sólo pueden repetir especialistas en contextos controlados, con la idea de control de variables,
etcétera, se choca de cabeza con la idea del Terraplanismo o de muchos terraplanistas de la
experiencia compartida, general. Entonces, es necesario comprender que lo que hay muchas
veces en estas pruebas terraplanistas es una objeción o una no comprensión del concepto del
científico contemporáneo de experimento, o de una idea diferente de lo que sería la experiencia
que genera conocimiento. Entonces, es necesario comprender primero las bases
epistemológicas de esa posición y la cosmología implícita para poder en todo caso dialogar
con esa cosmología o proponer ideas para refutar posiciones de esa cosmología.

Por otro lado también, y esto es un punto fundamental, no comprender que las personas suelen
tener conjuntos de ideas diferentes para ámbitos diferentes de la vida, y que es muy frecuente
que personas que van a apelar al conocimiento científico para ciertos aspectos de sus vidas,
de pronto en otros aspectos de las mismas se dispongan a manejarse con otros criterios de
verdad y disciplinas que entienden que los pueden ayudar, lleva a grandes problemas. O sea,
hay una pretensión muchas veces en el pensamiento científico, o entre los científicos, de que
la manera de las ciencias naturales de pensar (porque ni siquiera muchas veces es de todas
las ciencias), domine como criterio todos los ámbitos de la existencia. Y esto es algo que a lo
largo de la historia sólo pocas personas han aplicado al conjunto de su vida, y que la mayor
parte de las personas, incluso los científicos, los académicos, no hacen. Entonces, las personas
tenemos muchas veces lógicas parciales que cubren ámbitos diversos de nuestra experiencia
vital, y por lo tanto pedir el mismo criterio en todos esos ámbitos muchas veces es algo poco
frecuente de encontrar y no se lo puede asumir como una obviedad. En todo caso, debería
haber todo un proceso lento de construcción social que llevara a aceptar eso. O sea, la
sociedad no necesariamente está de acuerdo en que el criterio científico o de las ciencias
naturales, para ser específico, sea el adecuado para todos los ámbitos de la existencia.

Y en ese sentido, muchas veces los científicos parecen haber olvidado que cuando la ciencia
moderna surgió con la época de Galileo, por ejemplo, era una propuesta que debía disputar
la legitimidad social con muchas otras y que debía justamente de convencer al conjunto social
de la pertinencia de su propuesta en los ámbitos de la existencia o para todos. No era algo que
podía darse por sentado y había que convencer a los demás de su pertinencia. Esto se puede
ver en el uso de Galileo de la astronomía popular, de sus “Diálogos…”, y otras obras. O
sea, en el gran interés de Galileo por la comunicación de la ciencia, porque justamente era
un discurso que debía ganar su legitimidad. Con el tiempo, en el pasaje a transformarse en el
modo hegemónico de conocer, en el modo legítimamente aprobado del conocer por las
instancias de poder, ha llevado a la ciencia a la posición opuesta. Es decir, a transformarse
en la ortodoxia, en la hegemonía que lo que busca no es ya persuadir en la arena pública de
su pertinencia, sino eliminar cualquier competencia. Esto lo vemos en el rol secundario que
tiene la comunicación de la ciencia en el mundo científico contemporáneo, donde
prácticamente es una actividad extracurricular; cuando en los inicios de la ciencia moderna
era una actividad central. Entonces, probablemente, los científicos deberíamos replantearnos
nuestra concepción del rol de la ciencia en la sociedad y pensar en una concepción más
democrática de nuestro rol.

A.M.: De tu trabajo, otra de las ideas que se desprende es que los estudios socioculturales
ligados al movimiento terraplanista serían de gran interés para la comunicación de la
astronomía o la ciencia en general. ¿Cómo entendés que aquellos aportes podrían ser
articulados por las personas involucradas en esta actividad?

A.M.L: Bueno, justamente creo que una de las primeras enseñanzas es una cosa que se
observa por ejemplo en la enseñanza de la astronomía en los niveles de la educación básica;
que es el hecho de que en tal contexto no existe una construcción en general del conocimiento
que parta de la experiencia cotidiana, que parta de los sentidos, que parta del sentido común
social y que a partir de ahí en todo caso, vaya estableciendo puentes y enlaces con otras
epistemologías o con otros procedimientos para el conocer justificándose en un proceso
gradual de enlazar las propias percepciones a otras percepciones más distantes de nuestro
sentido común. Eso, que implicaría, por ejemplo, empezar trabajando con la astronomía a ojo
desnudo, con la experiencia cotidiana, con cómo vemos cotidianamente distintos fenómenos
celestes, y después en todo caso a partir de ahí ir construyendo experiencias que nos resultan
más distantes, es algo que en general vemos que no ocurre.

De manera distinta, lo que en general vemos es que hay una gran tendencia a la repetición de
conceptos de forma casi memorística, pero sobre todo, a la suposición de determinados
fundamentos ligados a que nuestras formas de conocer serían obvias. Así, por ejemplo, se da
por supuesta la noción de experimento, la cuestión de cómo construir nociones más complejas
cuando se nos presentan fenómenos que no pueden ser interpretados por la concepción que
teníamos hasta ese momento y que era útil hasta ese momento. Este es el caso de un proceso
largo y, que de hecho es muy interesante de considerar desde otra perspectiva, porque cuando
uno parte de la experiencia propia, del sentido común y de las observaciones directas, se
construye un conocimiento que termina resultando mucho más significativo. Así también,
considerar este proceso, implicaría poner en relieve la conexión entre ese conocimiento que
voy construyendo y los intereses y necesidades de la vida cotidiana general.

Entonces, lo que vemos es que, en los niveles de la educación básica, muchas veces se enseña
astronomía como si todos los estudiantes fueran a ser astrónomos profesionales, o
matemáticas como si todos fueran a ser matemáticos profesionales, y lo digo en términos de
la perspectiva, no necesariamente en términos de los contenidos. Y esto sucede sin comprender
que la mayor parte de los estudiantes no están interesados en ser profesionales, y que por lo
tanto esas disciplinas tienen que entroncarse, enlazarse con los intereses generales de las
personas y con lo que tiene que ver con sus vidas cotidianas y a partir de ahí construir otras
cosas.

De hecho, justamente el movimiento terraplanista apela a una polémica con la forma en la que
se enseñan las ciencias en el sistema de enseñanza elemental, y muchos terraplanistas realizan
cálculos sencillos de trigonometría, por ejemplo, para intentar dar cuenta de lo que entienden
son los fenómenos que están observando; y en un punto yo creo que es muy interesante ver
mucha gente interesada en intentar aplicar conceptos de geometría y entender la forma de la
Tierra. Obviamente eso muestra que hay un interés en muchas personas por discutir este tipo
de cosas que podría ser mucho mejor aprovechado en la enseñanza de las ciencias básicas en
el sistema educativo. Así que ahí creo que hay mucho para aprender del Terraplanismo en el
sentido de la comunicación de la ciencia y de la no subestimación del público. O sea, este
movimiento plantea una oportunidad para comprender cuáles son las objeciones que las
personas hacen al conocimiento científico que le presentamos, y qué es lo que estamos dando
por supuesto y que no entendemos que no es un conocimiento obvio común y compartido, y
que es algo que en todo caso habrá que construir y que habrá que plantearse cómo llegar a
esas conclusiones.

Entonces, muchas veces hay cosas que damos por sentado en el enfoque, en los conocimientos
que suponemos que son obvios y que no lo son. Por eso este tipo de cuestiones nos invitan a
replantearnos muy desde el fondo la epistemología que estamos dando por sentada, la idea de
qué es conocer, que también estamos dando por sentada, y la idea de cómo se enseñan esas
formas del conocer a otros.

Agradecemos la desinteresada colaboración del Dr. López y su tiempo para este diálogo que
nos ha arrojado luz sobre este interesante fenómeno sociocultural como es el terraplanismo.
Apuntamos a que los temas aquí discutidos, sean aportes que, como sostiene nuestro
entrevistado, redunden en tópicos cruciales para la reflexión en torno a la relevancia y
características de la educación en ciencias en la infancia; y también, para la reflexión en
relación al rol que les compete a los expertos del conocimiento científico en una sociedad plural
y en las formas en que podrían ganar autoridad epistemológica en dicho contexto.

Fuentes

López, Alejandro M., 2020 «La batalla por el cielo: Reacciones públicas contemporáneas de la
comunidad científica argentina al Terraplanismo». Cosmovisiones/Cosmovisões 1 (2): 93-127.

York, Alex, 2017 «American Flat Earth Theory: Anti-Intellectualism, Fundamentalism and
Conspiracy Theory.» History Undergraduate Publications and Presentations. 3. Disponible
en: https://pilotscholars.up.edu/hst_studpubs/3

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