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(Texto tomado de libro: Investigar en ciencias humanas: retos & perspectivas, Unidad de Artes

Gráficas Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2002.)

FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS EN LA INVESTIGACIÓN DE LAS CIENCIAS


HUMANAS O SOCIALES

Martín Johani Urquijo Angarita


Departamento de Filosofía
Universidad del Valle

INTRODUCCIÓN

Indagar por la pregunta ¿qué significa investigar en las ciencias humanas o sociales?, es
el objetivo de este artículo. Para esto es necesario saber qué son y qué pretenden las ciencias
humanas, cuál es su quehacer. Por tal razón, se realizará una reconstrucción ontológica de la
realidad sociocultural que permita obtener el deber ser de la investigación social. Se planteará la
discusión que se ha desarrollado desde el siglo XIX sobre la fundamentación de las ciencias
humanas, para obtener claridad en su quehacer epistemológico. Bajo este orden de ideas se
sustentará que 1) La investigación en ciencias humanas procede con una lógica distinta a la
investigación en ciencias formales o naturales. Esto permite pensar una manera diferente de
aprehensión de su objeto de investigación. 2) La investigación en ciencias humanas busca la
comprensión de la realidad sociocultural en términos de categorías provistas de sentido desde la
experiencia de interacción de los sujetos que devienen como génesis misma de la acción social.
3) Investigar en ciencias humanas es indagar por los elementos, la construcción y el sentido de la
acción humana que acontece como realidad sociocultural; como también, investigar por los
principios y normas que prescriben la acción humana en busca del ordenamiento social o
político.

Cuestionamientos a la investigación en ciencias humanas

Una de las características fundamentales del ser humano e que lo diferencia de los demás
seres vivos, es su capacidad de aprehensión por la cual logra comprender y aprehender su
espacio vital. A esta capacidad de comprensión y entendimiento de la realidad, la vamos a
identificar como conocimiento. Una forma de conocimiento es el conocimiento científico, de tal
manera, que la ciencia es un modo más de conocimiento. Pero, qué tipo de conocimiento es el
conocimiento científico, sin lugar a dudas que surgen varios tipos de respuestas, por ejemplo:
que es un conocimiento culto o desinteresado, un saber teórico susceptible de aplicación práctica
y técnica, un conocimiento riguroso y metódico. Todas estas respuestas nos proporcionan alguna
información sobre el tipo de conocimiento científico; pero no son suficientes, pues no permiten
distinguir el conocimiento científico de otras formas de conocimiento, como es por ejemplo, el
conocimiento filosófico, artístico y religioso.
Es común considerar a la ciencia como un modo de conocimiento que aspira a formular,
mediante lenguajes rigurosos y apropiados -en lo posible, con auxilio del lenguaje matemático-
leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos. Estas leyes son de diversos órdenes. Todas
2

tienen sin embargo, varios elementos en común: son capaces de describir series de fenómenos;
son comprobables por medio de la observación de hechos y de la experimentación; ser capaces
de predecir - ya sea mediante la predicción completa, ya mediante la predicción estadística-
acontecimientos futuros1.
Si se acepta la anterior definición como respuesta de lo que es el conocimiento científico
y, a su vez, la división del conocimiento científico en ciencias formales y ciencias fácticas o
empíricas. Estas últimas subdivididas en naturales y humanas o sociales, como lo han sugerido el
consenso de los epistemólogos, que de una u otra manera han estudiado el tema de la
clasificación de las ciencias2. Podremos preguntarnos: ¿cuál es ese lenguaje que permite hablar
con rigor en las ciencias humanas sobre los fenómenos socioculturales, será acaso la
matematización del fenómeno humano? ¿Es posible pensar en leyes que rijan los fenómenos
socioculturales, o permitan describirlos, y éstas ser comprobables por medio de la observación de
los hechos y la experimentación y, a su vez, ser capaces de predecir acontecimientos futuros?
Ahora bien, ¿será que estas dos divisiones del conocimiento científico -natural y social-
presentan el mismo método de investigación? Esta serie de problemas son perennes en lógicos y
epistemólogos de la ciencia desde el siglo XIX.
La propuesta contenida por el monismo metodológico plantea que tanto las ciencias
naturales y las ciencias humanas tienen el mismo método, algunos autores por el contrario,
sostienen una posición antagónica, las ciencias humanas deben presentar un método distinto a las
ciencias naturales, algunos otros, aún más atrevidos debido a las inconsistencias que presentan
estas ciencias para establecer leyes generales que permitan la predicción o la ausencia de
matematización de sus fenómenos y, en muchos casos, el no poder comprobar las leyes por
medio de la observación de hechos y la falta de experimentación, simplemente afirman que las
ciencias humanas no son ciencias, son más filosóficas que científicas.
Se sostiene, asimismo, que no es posible elaborar leyes universales válidas para todas las
sociedades. Pues se supone que las leyes científicas deben permitirnos hacer predicciones
precisas sobre el futuro. Los seres humanos a menudo modifican los modos habituales de
conducta social como consecuencia de la adquisición de un nuevo conocimiento acerca de los
sucesos en los cuales participan. Luego no es posible establecer un esquema común de relaciones
para todos los tipos de sociedad, porque existen grandes diferencias en las características y
regularidades específicas en la conducta humana. Otra dificultad concerniente a la validez de las
conclusiones en las ciencias humanas, es debida a la característica que posee el ser humano de
poder cambiar su conducta por predicciones hechas a través de teorías o leyes. Esto no permite la
confirmación de la predicción de la teoría.
Las explicaciones objetivamente bien fundadas de fenómenos sociales son difíciles si no
imposibles de alcanzar, debido a que esos fenómenos presentan un aspecto esencialmente
"subjetivo" o "impregnado de valoraciones". Donde las categorías descriptivas y explicativas de
las ciencias humanas son radicalmente "subjetivas", de modo que estas disciplinas se ven
obligadas a confiar en técnicas de investigación "no objetivas". Incluso, si establecemos que la
finalidad distintiva de las ciencias humanas es comprender los fenómenos sociales en términos
de categorías significativas de modo que el científico social trata de explicar tales fenómenos
atribuyendo diversos estados subjetivos a los agentes humanos que participan en los procesos
sociales. Estos estados "subjetivos" caen fuera del alcance de los cánones lógicos utilizados en la
investigación de propiedades "objetivas".
En las ciencias humanas no es posible establecer una neutralidad valorativa que parece
ser tan universal en las ciencias naturales. Pues en las ciencias humanas, los valores sociales que

1
FERRATER, Mora. Diccionario de filosofía. T.I. Barcelona, Ariel, 1994.p.545.
2
BUNGE, Mario. La investigación científica. Colombia, Ariel, 1993. p.41.
3

se encuentran en las sociedades estudiadas tiñen el contenido de sus hallazgos y controlan la


evaluación de los elementos de juicio sobre los cuales basan sus conclusiones. Por esta razón, es
absurdo esperar que tales ciencias presenten la unanimidad tan común de los científicos
naturales concerniente a cuáles son los hechos establecidos y las explicaciones satisfactorias de
ellos. Por tal razón, algunos concluyen que no hay ningunas ciencias humanas. Expuestos los
anteriores argumentos parece ser que el trabajo epistémico llevado acabo por los investigadores
sociales entra en una profunda crisis o estado en cuestión. ¿Cómo salir de esta crisis? ¿Acaso
existe una lógica de investigación distinta en las ciencias humanas a la propuesta por las ciencias
naturales? Sin lugar dudas la mirada del investigador social sobre su objeto de estudio es una
aprehensión distinta a la del científico natural. Esto se debe porque el objeto de estudio que
caracteriza a las ciencias humanas, no es otro, que la realidad sociocultural constituida por la
persona, la sociedad y la cultura, que determina unas características muy propias para su
investigación.

Presupuestos ontológicos de la realidad sociocultural.

La pregunta fundamental de la episteme griega desde sus inicios es por el ser, ¿qué es el
ser? Por esta razón la filosofía devino ontología, un estudio sobre el ser. Pero a lo largo de los
siglos hasta nuestros días el término ser ha perdido el sentido fuerte que tuvo, quedando con la
función de cópula sin vigor existencial. Este espacio es ocupado por el término realidad3. De
esta manera, las ciencias desde sus albores en la modernidad se caracterizan como un saber que
intenta comprender lo real desde la realidad misma. Y se da como tarea fundamental explicar y
comprender la estructura y el sentido de la realidad. Las distintas ciencias intentan comprender e
interpretar, los diferentes elementos constitutivos de su realidad. Pues la realidad no es una ni
única, no es atemporal, ni ahistórica. La realidad deviene como acontecimiento desde las
diversas dimensiones de su aprehensión, porque la realidad no es otra cosa que un constructo
dado en la aprehensión de cosas sentido para cualquier ser viviente. Esta aprehensión es una
íntima interacción desde las experiencias vitales de los seres vivos.
En el caso del ser humano su habita propia es la realidad, la cual construye gradualmente
en la medida que aprehende haciendo de suyo cosas vitales para su vida. En esta medida, la
realidad no es un sí, ni un para mí, sino un constructo dado en la aprehensión desde las
experiencias vitales4. En la construcción de la realidad convergen distintas dimensiones como
son la realidad natural y la sociocultural. Ahora bien, ¿cómo está constituida ontológicamente la
realidad sociocultural?
El lugar fúndante de la realidad sociocultural es el reconocimiento de la existencia del
otro que permite establecer la con-vivencia. Acto que constituye, asimismo, crear espacios
sociales y culturales que propician la vida de los individuos que la constituyen. La realidad social
o sociocultural no es posible si el ser humano constitutivamente no es un ser social. Ya
Aristóteles en la Ética Nicomáquea (IX, 9, 1169b 15), nos advertía sobre lo absurdo de hacer del
ser humano un ser solitario, ya que el hombre es un ser social y dispuesto por la naturaleza a
vivir con otros. En nuestras sociedades contemporáneas, la condición humana es eminentemente
social, y el hombre desde el momento de su nacimiento es preparado por medio de la educación
para que se desarrolle con los otros. Es así, que el espacio sociocultural en el cual la realidad

3
MARQUÍNEZ Argote, Germán. Realidad y Posibilidad, Bogotá, Magisterio, 1995, pág. 30. En este texto, el
profesor Marquínez hace una génesis del término realidad.
4
Para un desarrollo detenido sobre el problema de la realidad, consúltese, ZUBIRI, Xavier. Sobre la esencia,
Madrid, Alianza, 1985. Como también, del mismo autor, Estructura y dinámica de la realidad, Madrid, Alianza,
1995.
4

humana desarrolla sus primeros años de vida determina aspectos constitutivos como son las
costumbres y el lenguaje, entre otros.
La realidad sociocultural hoy se constituye desde sujetos múltiples y contradictorios,
habitantes en muchos casos de comunidades que establecen diferencias desde la pluralidad de
relaciones sociales donde se dan actos de presencia y apropiación de la existencia, que permiten
la autoconstitución de los sujetos. La realidad sociocultural se muestra desde un contexto que se
da a partir de comunidades construidas desde la variedad del discurso donde lo individual es
plural y el reconocimiento de la diversidad establece la existencia del otro desde su exterioridad.
Este reconocimiento lleva a establecer una multiplicidad de racionalidades representadas
en minorías étnicas, sexuales, religiosas y políticas ya que no existe una sola forma de
realización humana, o un tipo ideal de ser humano o de cultura. Esta dimensión de la realidad se
configura desde sujetos diversos y modos distintos de asumir la vida. La realidad sociocultural se
constituye desde la diversidad. Ello sucede porque el decurso de la vida no es uno ni único. El
decurso vital de la existencia se manifiesta en su diversidad, y en las múltiples maneras en las
cuales la vida se entrelaza constituyendo diversas manifestaciones. En este sentido, las distintas
dimensiones de la realidad no se presentan ajenas a tal fenómeno. La realidad sociocultural se
percibe desde las diversas maneras de aprehensión en los modos de vida del ser humano. Estas
formas de estar en el mundo están acompañadas de una pluralidad lingüística que permite ver la
mentalidad y la expresión que una cultura manifiesta en las muchas maneras de su organización.
La realidad sociocultural no es lineal, pues acontece y deviene en diversidad, donde el
otro irrumpe en la diferencia. Se establece así, un derecho a la diversidad y al pluralismo, que da
cavidad a poseer una cultura diferente al otro sin ser discriminado o marginado; que se
reconozcan los valores desde las diversas dimensiones y cosmovisiones. Valores compartidos
como la libertad, la justicia, la igualdad, la tolerancia, la convivencia pacífica y la solidaridad.
Que en últimas son constructos en los cuales las diferentes sociedades de una u otra manera
hacen como propios en la configuración de sus distintos modos de vida y en la búsqueda de un
bien común. Pues este último es el que permite la constitución de cualquier agrupación humana.
Y es en la configuración del bien común, donde es posible realizar los intereses particulares. Este
es el ámbito propio en el cual las ciencias humanas se deben configurar ontológicamente, en la
reconstrucción de este modo de realidad que se constituye socioculturalmente y desde la cual hay
una aprehensión individual y social.

AGENDA DE UNA DISCUSIÓN

Si nos preguntamos, ¿qué debemos tener en cuenta para hacer de la aprehensión de la


realidad sociocultural un conocimiento científico? Podemos establecer claramente dos tendencias
definidas. Una tendencia sostiene que las ciencias humanas deben asumir el método de las
ciencias naturales, el cual ha rendido magníficos resultados, y, por consiguiente, sólo este
método debe ser aplicado en su totalidad al estudio de la realidad sociocultural. El no haber
actuado así, es lo que ha impedido a las ciencias humanas elaborar sistemas de teorías
explicativas de precisión comparable a la que ofrecen las ciencias naturales. La segunda
tendencia sostiene que las ciencias humanas difieran de las ciencias naturales en lo
concerniente al método, pues el mundo sociocultural constituido por la conducta humana, sus
formas, su organización, sus productos, es el objeto de estudio de las ciencias humanas y es
distinto al mundo natural, objeto de estudio de las ciencias naturales.
Lo anterior llevó a pensar que las ciencias humanas están caracterizadas por la
conceptualización individualizadora y la búsqueda de proposiciones singulares asertivas -
afirmativas-, mientras que las ciencias naturales se caracterizan por la conceptualización
generalizadora y la búsqueda de proposiciones apodícticas -convincentes- generales. Así, las
5

ciencias humanas se refieren a objetos y procesos psicológicos e intelectuales donde los niveles
de medición y experimentación, propios de las ciencias naturales, se quedan cortos para la
comprensión de las distintas problemáticas que se estudian en las ciencias humanas. Por lo tanto,
el método de las ciencias naturales consiste en explicar y el de las ciencias humanas en
comprender. Estas últimas procuran comprender los fenómenos sociales en términos de
categorías provistas de sentido de la experiencia humana y, por lo tanto, el enfoque causal
funcional de las ciencias naturales no es aplicable a la investigación social. Pues, como Weber
ha señalado, toda conducta humana socialmente significativa es una expresión de estados
psíquicos motivados, por tanto, el investigador social no puede contentarse con ver en los
procesos sociales simples concatenaciones de sucesos; y establecer correlaciones o incluso
relaciones universales de coexistencia, éste no puede ser su objetivo final. Por el contrario, el
investigador debe construir tipos ideales o modelos de motivaciones en cuyos términos procura
comprender la conducta social manifiesta atribuyendo fuentes de acción a los actores que toman
parte en ella5. Más aún, si reconocemos que el objetivo primario de las ciencias humanas es
lograr un conocimiento organizado de la realidad social, y Esta última es la suma total de objetos
y sucesos dentro del mundo sociocultural, tal como lo experimenta el pensamiento del sentido
común de las personas que viven su existencia cotidiana entre sus semejantes, con quienes los
vinculan múltiples relaciones de interacción6.
Así pues, por compresión se entiende la idea que supone la postura de ponerse en el lugar
del sujeto, es decir, supone ponerse en el punto de vista del sujeto que se estudia. Por explicación
es la idea que implica, por el contrario, que el estudioso se ubique fuera del sujeto que está
estudiando, considerándolo objetivamente, es decir, en sus condiciones objetivas de existencia,
en sus conexiones causales7.

La explicación teleológica y casual.

Si miramos el panorama de la filosofía de la ciencia de lo que debe ser considerado como


ciencia, se distinguen dos tradiciones importantes: la llamada aristotélica y la denominada
galileana. Son dos tipos de ciencia o dos planteamientos diferentes acerca de las condiciones
que han de satisfacer una explicación que se quiera denominar científica. Son dos tradiciones
vivas que llegan, con su caudal enriquecido por las vicisitudes históricas hasta hoy, y persisten
en una confrontación, cuyo lugar más visible es la fundamentación de las disciplinas humanas o
sociales como ciencias. No es nuestra intención examinar el desarrollo de una y otra tradición
desde sus inicios. Ni trataremos de evaluar su importancia relativa desde sus inicios, sólo
enumeraremos algunos aspectos generales de dichas tradiciones8.
La explicación teleológica tiene sus inicios en Aristóteles, para quien el comienzo de la
investigación científica está en la observación. Pero la explicación científica solo se consigue
cuando se logra dar razón de esos hechos o fenómenos. Y es justamente el cómo se entiende
este “dar razón” de los hechos lo que va a caracterizar a Aristóteles y toda una tradición que de
alguna manera guarda semejanza o prosigue el tipo de explicación propuesta por el estagirita.
La tradición aristotélica ubica sus esfuerzos por comprender los hechos de un modo
teleológico o finalista. Exigía explicaciones teleológicas que aclarasen el fin por el qué ocurren
los fenómenos. Es precisamente este acento puesto por Aristóteles y la ciencia aristotélica en la

5
SCHUTZ, Alfred. El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu, 1974. p. 72-73.
6
Ibíd., p. 74.
7
CORINA, Yturbe. El conocimiento histórico. En: Enciclopedia Iberoamericana de filosofía. Madrid: Trotta. 1993.
p. 207.
8
Para un desarrollo más detenido sobre la explicación teleológica y causal puede consultarse: MARDONES, J.M
(Editor) Filosofía de las ciencias humanas y sociales, Barcelona, Anthropos, 1991, p. 19.
6

explicación teleológica o finalista, el que se considera prototipo de una tradición y permite


encontrar semejanzas con posturas actuales. Ahora bien, no debemos olvidar que las
explicaciones aristotélicas tenían otros rasgos no mantenidos hoy en día, pero no es el caso
profundizar en este aspecto.
En los inicios de la modernidad se estableció una nueva concepción del mundo ya no
metafísica y finalista, sino funcional y mecanicista. Los nuevos ojos de la ciencia moderna
vislumbran ansias de poder y control de la naturaleza. Este interés pragmático, mecánico-
causalista, que no va preguntar ya por el "por qué" y "para qué" últimos, sino por el "cómo" más
inmediato y práctico de los fenómenos y sus consecuencias, se cristaliza en un nuevo método
científico, una nueva forma de considerar qué requisitos tiene que cumplir una explicación que
quiera llamarse científica. No habrá que buscar la sustancia subyacente a los fenómenos sino las
leyes matemáticas que nos desvelen la estructura del mundo físico. Galileo será un típico
representante de la nueva mentalidad que cambia las explicaciones físicas cualitativas de
Aristóteles por las formulaciones matemáticas de Arquímedes. La nueva ciencia recoge un
interés pragmático, acorde con el intento de dominar la naturaleza, y señala una actitud
tecnológica del conocimiento y sus aplicaciones.
La nueva ciencia que reemplaza la aristotélica va a considerar como explicación
científica aquella que venga formulada en términos de leyes que relacionan fenómenos
determinados numéricamente, es decir, matemáticamente. Tales explicaciones tomarán las
formas de hipótesis causales. Pero causal va a tener aquí una connotación funcional en una
perspectiva mecanicista. Finalmente, la piedra de toque del valor de nuestras hipótesis
causalistas vendrá determinada por el análisis experimental. Será la comparación de las hipótesis
con las consecuencias deducidas mediante la observación de la realidad o experimentación, la
que nos dirá su valor explicativo.
Este será el escenario donde se va ha debatir la fundamentación de las ciencias que
tienen como propósito de estudio la realidad sociocultural y la acción que allí acontece. Será bajo
estas dos grandes tradiciones, aristotélica y galileana, donde se desencadenará la disputa.
Comprenderemos ahora porque hablando en un sentido muy amplio, la confrontación puede ser
expresada en términos de explicación causal versus explicación teleológica o, como diremos
más adelante, explicación contra comprensión.

PRIMERA POLÉMICA: POSITIVISMO VERSUS HERMENEÚTICA.

Algunos autores entre ellos Von Wright señalan que el notable despertar o la revolución
que tuvo lugar en las ciencias naturales durante el renacimiento tardío y la época barroca fue
hasta cierto punto análogo al que conoció en el siglo XIX el estudio sistemático del hombre, de
su historia, lenguaje, costumbres e instituciones sociales. La obra de Ranke y Mommsen en
historiografía, Humboldt en lingüística, Tylor en antropología, Saint-simon, Comte, Spencer y
Marx en sociología, es comparable a los logros alcanzados, dos o tres siglos antes, por Copérnico
y Kepler en astronomía, por Galileo y Newton en física o por Vesalius y Harvey en anatomía y
fisiología.
Nos encontramos a mediados del siglo XIX con una ciencia natural asentada cada vez
más fuerte sobre los pilares de la tradición galileana, y unas ciencias humanas con grandes
logros y con pretensiones científicas. Pero surgirán dos principales posiciones que serán
herederas de las ya mencionadas.
Una de ellas es el positivismo, representada por Augusto Comte. Esta postura que no sólo
desemboca en nuestros días, sino que se remonta hacia atrás hasta alcanzar a Hume. Entre los
principales postulados del positivismo se destaca la idea de su monismo metodológico, la unidad
del método científico. Así tengamos diversidad de objetos en la investigación científica, uno es
7

su método. Propuso, asimismo, como modelo a seguir a las ciencias naturales exactas. Cabe
anotar que para el positivismo la ciencia trata de responder a la pregunta de por qué ha sucedido
un hecho, es decir, responde a la cuestión acerca de la causa o motivos fundamentales. Las
explicaciones científicas son, por consiguiente, causalistas, aunque sea en un sentido muy
amplio. Si nos remitimos a Comte, tal explicación de carácter causal viene expresada también
en al búsqueda de leyes generales hipotéticas de la naturaleza, incluida la naturaleza humana, y
su énfasis recae sobre la predicción.
El positivismo va a pretender hacer ciencia social, histórica, económica, siguiendo la
tipificación ideal de la física matemática, acentuando la relevancia de las leyes generales para la
explicación científica y tratando de subsumir bajo el mismo y único método a todo saber con
pretensiones científicas. No será extraño que Comte quiera hacer “física social”, por ciencia de
la sociedad o sociología. Por esta razón, la actitud hacia las explicaciones finalistas, hacia los
ensayos de dar razón de los hechos en términos de intenciones, fines, propósitos, conduce a
rechazarlas como a-científicas. Pero una respuesta contraría no tardó en estallar. Porque,
frente a la filosofía positiva de la ciencia, se fue fraguando en el ámbito alemán, una tendencia
antipositivista. A esta concepción se le ha denominado hermenéutica. Entre las figuras
representativas de este tipo de pensamiento se encuentran filósofos, historiadores y científicos
sociales de la talla de Droysen, Dilthey, Max Weber, con los neokantianos de la escuela de
Baden, Windelband y Rickert; como otros tantos fuera de Alemania.
Lo que unifica a estos pensadores es su oposición a la filosofía positiva. El rechazo al
monismo metodológico del positivismo; rechazo a la física-matemática como canon ideal
regulador de toda explicación científica; al afán predictivo y causalista; y a la reducción de la
razón a la razón instrumental. Muchos de ellos acentúan el contraste entre las ciencias que, al
modo de la física, la química, aspiran a generalizaciones sobre los fenómenos reproducibles y
predecibles, y las ciencias que, como la historia buscan comprender las peculiaridades
individuales y únicas de sus objetos. Windelband -Historia y ciencia natural, 1894- dispuso los
términos nomotético para calificar las ciencias que persiguen leyes e idiográfico para calificar el
estudio descriptivo de lo individual.
El filósofo e historiador Alemán Droysen parece haber sido el primero en introducir una
dicotomía metodológica que ha ejercido gran influencia. Acuñó en tal sentido los nombres de
explicación y comprensión, en alemán ErKlären y Verstehen. El objetivo de las ciencias
naturales consiste, según él, en explicar; el propósito de la historia es más bien comprender los
fenómenos que ocurren en su ámbito. Estas ideas fueron luego elaboradas hasta alcanzar plenitud
sistemática por Dilthey. Desde entonces el término Verstehen, “comprender”, viene a
representar una concepción metodológica propia de las ciencias humanas. Es el caso de Weber
quien va a insistir en la compresión como el método característico de las ciencias humanas,
cuyos objetos presentan una relación de valor que hacen que dichos objetos se nos presenten
relevantes, con una significatividad que no poseen los objetos de las ciencias naturales, los
átomos por ejemplo. Esta significatividad permite identificar y seleccionar tales objetos. El
investigador llega a la comprensión de tal significado porque puede compartir, mejor, comparte
con el objeto, los valores que atribuyen el significado. Ahora bien, el contenido positivo del
término comprender varía y tiene énfasis diversos según los autores. Existe una historia del
concepto verstehen en general, pero no vamos a entrar a discutir ni a señalar dicha historia. Pero
si se debe señalar que en el uso ordinario no hay una distinción aguda entre las palabras explicar
y comprender. Cabria decir que prácticamente cualquier explicación, sea causal o teleológica o
de otro tipo, nos proporciona una comprensión de las cosas. Pero, compresión cuenta con una
resonancia psicológica de la que carece explicación. De tal manera que la comprensión como
método para las ciencias humanas, es una forma de empatía o recreación en la mente del
8

estudioso de la atmósfera espiritual, pensamientos, sentimientos y motivos, de sus objetos de


estudio.
Por otra parte, la comprensión se encuentra vinculada con la intencionalidad de una
manera en que la explicación no lo está. Se comprenden los propósitos de un agente, el
significado de un símbolo o de un signo, el sentido de una institución social o de un rito
religioso. Esta dimensión intencional ha llegado a jugar un papel relevante en la discusión
metodológica más reciente.
El debate iniciado con la relación antipositivista de finales del siglo XIX no concluye
allí. Es, más bien, el comienzo de una polémica incesante hasta hoy. Donde no hay vencedores ni
vencidos, aunque sí reacciones más o menos fuertes en uno u otro sentido. Por ejemplo, al
terminar el siglo XIX, dos grandes sociólogos, Durkheim y Weber, seguían metodologicamente
cada uno una tradición: Durkheim en su texto Las reglas del método sociológico seguía la
tradición empírico-analítica; Weber, la sociología comprensiva.

SEGUNDA GRAN POLÉMICA.

En las primeras décadas del siglo XX resurgió el positivismo con más vigor que nunca.
El nuevo movimiento fue llamado neopositivismo o positivismo lógico9, más tarde se le conoció
como empirismo lógico. El atributo “lógico” fue añadido para indicar el apoyo que el revivido
positivismo obtuvo de los nuevos desarrollos en la lógica formal.
Esta nueva dimensión en la filosofía afirma que únicamente dos clases de enunciados
son propiamente científicos: los enunciados de la matemática y la lógica, que no poseen un
contenido empírico. El segundo grupo de enunciados conforman a la ciencia fáctica o empírica,
y cada uno de estos enunciados puede ser verificado por la experiencia. Esta verificación se da
mediante la observación. Científico es solo, por tanto, aquel análisis de la realidad que trabaje
con estos dos pilares: la relación lógico-matemática y la verificación empírica.
No es extraño que el énfasis de los neopositivistas del círculo de Viena, R. Carnap, por
ejemplo, se centrase en: a) La superación de la pseudociencia -especialmente la metafísica-
mediante el análisis lógico del lenguaje. Carnap persiguió el ideal de un lenguaje científico
universal hecho de signos y símbolos nuevos, neutrales, unívocos, sin lastres históricos. Así,
exactitud, precisión y formalización son rasgos exigidos a todo enunciado con pretensiones
científicas. b) La comprobación y verificación empírica de todas las afirmaciones, únicamente
tendrá por verdadero y pleno de sentido lo que expresa un estado de cosas objetivo, lo cual
equivale a decir, capaz de ser sometido a observación directa y comprobación mediante
experimentos.
Las ciencias humanas no fueron exentas de tales presunciones, así lo demuestra la
recopilación que realizó el filósofo Alfred Ayer en el texto El positivismo lógico, 1959, donde
Carnap elabora un artículo titulado Psicología en lenguaje fisicalista, y Otto Neurath
Sociología en fisicalismo. Donde quedan plasmadas las pretensiones de tales neopositivistas.
La moderna teoría de la ciencia ha sido fuertemente influida por estas ideas. Pero pronto
salieron críticos bastante fuertes a esta concepción. Es el caso de Popper, quien arremete contra
el método inductivista y la verificación empírica de los enunciados propuestos por el positivismo
lógico. La ciencia para Popper, deja de ser un saber absolutamente seguro para ser hipotético
conjetural. Deja de seguir un camino inductivo, para ser deductivo. Abandona el criterio de
verificación para seguir el de la falsación. Lo que tenemos básicamente en el inicio de la
investigación son problemas y no enunciados infalibles. Tampoco se puede pretender evitar el

9
Para un análisis sobre esta concepción epistemológica, véase: URQUIJO, Martín J. ¿Presenta la metafísica un
aporte a la ciencia? En Rev. UIS Humanidades, V. 24, No 2, julio- diciembre, Bucaramanga, 1995, p. 49.
9

lenguaje ordinario y, con ello, los conceptos no “claros”. La ciencia no es posesión de la verdad,
sino búsqueda incesante10.
Popper no solamente prestó atención a la fundamentación de la investigación en las
ciencias naturales, también, fue motivo de reflexión la teoría social y la política contemporánea.
Un claro ejemplo de ello son obras como La sociedad abierta y sus enemigos, 1945; La miseria
del historicismo, 1957; y la disputa que enfrentó con algunos de los integrantes de la Escuela de
Frankfurt, polémica que se recoge en el texto La disputa del positivismo en la sociología
alemana, 1969. En este último texto Popper presenta una ponencia titulada La lógica de las
ciencias sociales, donde deja ver muy claramente su monismo medotológico, pues sostiene que
el método de las ciencias sociales, al igual que el de las ciencias de la naturaleza, radica en
ensayar posibles soluciones para sus problemas. Así, pues, se proponen críticas y soluciones a
un problema. En el caso de que un ensayo de solución no resulte accesible a la crítica objetiva, es
preciso excluirlo por no científico, aunque acaso sólo provisionalmente. Si es accesible a una
crítica objetiva, intentamos refutarlo; porque toda crítica consiste en intentos de refutación. Si un
ensayo de solución es refutado por nuestra crítica, buscamos otro. Si resiste la crítica, lo
aceptamos provisionalmente; y, desde luego, se asume principalmente como digno de seguir
siendo discutido y criticado. Así tenemos, que el método de la ciencia es, pues, el de la tentativa
de solución, el del ensayo de solución sometido al más estricto control crítico. Para Popper es
allí donde reside la objetividad de la ciencia, en la objetividad del método crítico; lo cual quiere
decir, que no hay teoría que esté liberada de la crítica, y que los medios lógicos de los que se
sirve la crítica son objetivos.
La postura de Popper causó escozor, en un grupo de investigadores sociales agrupados en
lo que hoy conocemos como la escuela de Frankfurt. Instituto de investigación social que nació
en 1923, y se reconocen como fundadores a Friedrich Pollock y Max Horkheimer,
posteriormente se unirían otros pensadores como fueron: Adorno, Marcuse, Fromm, etc. La
teoría crítica de Frankfurt se contrapuso desde sus orígenes a la tradición positivista. Se puede
decir que los miembros de la primera generación mantuvieron hasta su muerte una polémica
permanente contra el positivismo. En sus primeras décadas siguen una línea hegeliano-marxista.
Su pretensión es analizar la sociedad occidental capitalista y proporcionar una teoría de la
sociedad que posibilite a la razón emancipadora las orientaciones para caminar hacia una
sociedad buena, humana y racional. Como ya se ha dicho, en 1961, en el congreso de la sociedad
Alemana de sociología tuvo lugar una confrontación entre el racionalismo crítico de Popper y la
teoría Crítica en cabeza de Adorno. Esta polémica fue seguida por sus discípulos más ilustres
de ambos. H. Albert y J. Habermas.
Cabría enunciar una tercera fase de la polémica, y es la que muchos autores encuentran
en la tradición de uno de los creadores de un estilo de pensamiento original en la actual teoría de
la ciencia: nos referimos a los aportes del Wittgenstein tardío.
Desde 1942, la corriente positivista, en su versión de la filosofía analítica, trata de
precisar el modelo o teoría de cobertura legal. Consiste fundamentalmente en el esquema de
explicación causal. La novedad reside en que se pretende aplicar este modelo nomológico-
deductivo a la historia. El principal representante de este esfuerzo es Hempel. Frente a este
tratamiento positivista de los fenómenos históricos se enciende la polémica. En 1957, W. Dray,
en su obra Leyes y explicación en la historia, responde a Hempel que las explicaciones históricas
no se fundan en absoluto en leyes generales. Explicar una acción es, según Dray, mostrar que esa
acción fue el proceder adecuado o racional en la ocasión considerada. Entre otros autores

10
Para una crítica a los postilados de Popper y una propuesta alterna a su teoría racional de la ciencia, véase:
URQUIJO, Martín J. Imre Lakatos, Alcances y límites de una teoría racional de la ciencia. En Rev. Praxis
Filosófica, Nos 8/9, abril, Cali, 1999, p. 359.
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tenemos, Anscombe quien centra la discusión en el problema de la intencionalidad, o Von


Wright, quien en 1971 publica Explicación y comprensión dando un nuevo impulso a la
polémica. Desde la fenomenología Alfred Schütz recoge las tesis de la fenomenología para
pensar el quehacer epistemológico de las ciencias humanas.
Pero si la reacción contra el positivismo, en la versión hempeliana o popperiana, ha sido
fuerte, desde 1957-1958, mediante la reivindicación de la explicación teleológica, la polémica no
termina aquí. La revivencia de la tradición aristotélica, ha despertado en la segunda generación
de Frankfurt, especialmente en la obra de Habermas. Quien coincide con la línea
fenomenológica, hermeneútica y neowittgensteiniana en su crítica al positivismo.
Desde esta propuesta se sostiene que si las ciencias humanas apuntan más allá de la
dominación de la naturaleza, no se debe partir de interacciones hipotéticas-deductivas de
proposiciones, como lo quería hacer ver Popper; si no más bien, se busca una explicación del
sentido de la acción humana o del sentido del acto humano. Por tal razón, el objeto de la
investigación en las ciencias humanas juega un papel básico; pues, una teoría a priori puede
quedar sin sentido ya que no puede penetrar al objeto de investigación. Es por ello, que el
contexto desde donde se debe mirar las ciencias humanas es desde la vida social, que es una
totalidad que determina al objeto de investigación y el método de investigación.
En la investigación social existe una nueva relación entre teoría y objeto, pues la teoría en
su construcción y en la estructura del concepto ha de tener su medida en la cosa investigada. En
esta nueva mirada no sólo se ha afectado el objeto y la teoría, también cambia la relación entre
teoría y experiencia en el paralelismo de las ciencias naturales y las ciencias humanas. Las
ciencias naturales basan sus procedimientos en un tipo de experiencia que ellas mismas definen.
De esta manera, las ciencias humanas se oponen radicalmente al objetivo propuesto por las
ciencias naturales. Pues la experiencia previa de la sociedad como totalidad guía el diseño de la
teoría que se articula. En las ciencias humanas no todo puede ser confirmado o refutado
empíricamente en su totalidad o para todos los contextos, por esta razón no existen leyes
universales.
Por otro lado, las ciencias históricas no tienen como meta la deducción y confirmación
de las leyes universales sino la explicación de sucesos individuales. Las leyes aplicables a las
ciencias históricas tienen el mismo status que todas las demás leyes de la naturaleza, las leyes de
las ciencias históricas pretenden una validez más comprensiva de casos individuales, mientras
que el espacio de validez de las ciencias naturales es mucho más amplio que el de las ciencias
humanas.
El investigador social y el natural deben distinguir que por un lado, se tienen
regularidades empíricas en la esfera de los fenómenos naturales, es decir, leyes de la naturaleza;
por otro lado, fenómenos socioculturales donde se establecen reglas de comportamiento, es decir,
normas sociales.11 El conocimiento que se establece a través de hipótesis para las leyes de la
naturaleza son posiciones que resultan o no resultan empiricamente acertadas; mientras que los
enunciados con que aceptamos o rechazamos, aprobamos o reprobamos normas sociales son
posiciones que no pueden ser empíricamente ni verdaderas ni falsas. Porque los primeros
juicios tienen por base el conocimiento, los segundos la decisión. Por tal razón, mientras que en
la ciencia natural conocemos el ser y nos referimos a él mediante un lenguaje descriptivo, en las
ciencias humanas nos encontramos determinados por el deber ser mediante un lenguaje
prescriptivo, por ello, se establece una separación entre conocimiento y valoración.
Al interior del positivismo lógico se sostuvo la posible comprobación empírica de las
teorías, asimismo, que las hipótesis lógicamente correctas muestran su viabilidad empírica
cuando se les confronta con la experiencia. Pero la nueva filosofía de la ciencia demostró que los

11
MARDONES, op.cit., p.32.
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enunciados teóricos no pueden comprobarse directamente mediante una experiencia, por objetiva
que sea, sino sólo por medio de otros enunciados. En las ciencias humanas se trabaja con
vivencias o percepciones que no son enunciados, pero si pueden expresarse por medio de
enunciados de observación, estos últimos se convierten en el fundamento sobre el que puede
tomarse la decisión acerca de la certeza de las hipótesis.
Los enunciados básicos tienen sentido en el contexto social de una comunidad de
hablantes que han establecido una precomprensión y con la cual los enunciados toman sentido,
porque las normas están previamente constituidas a partir de consensos que no son
universalmente válidos, ni tampoco, indefinidos, ya que son cambiantes pues los contextos
sociales son diferentes para cada grupo de hombres.
Si se distinguen tres estados de mundo, el objetivo, el sociocultural y el subjetivo, como
lo ha propuesto Habermas siguiendo a Popper, tenemos que es en el mundo objetivo, donde nos
preguntamos cómo son las cosas, es un mundo que básicamente lo describimos, buscamos la
verdad de las proposiciones y se constituye la razón Teórica. En el mundo sociocultural, la
cultura y la sociedad determinan este segundo espacio, es un mundo pre-interpretado, donde las
estructuras del sentido común permiten la socialización y dinamizan la construcción la
comunicación simbólica, aquí se busca comprender lo que se dice, es el mundo de la
prescripción, pues las acciones se fundamentan en la normatividad. Las valoraciones buscan
convertirse en pautas de acción humana, configurando una razón práctica. El tercer estado es el
subjetivo, es el mundo de la razón estética, determinado por la expresividad y la verdad se busca
enfrentándose a las vivencias personales.
Por esta razón, el científico social no puede acceder a la realidad del mundo de la vida,
que es un mundo conformado por la cultura, la sociedad y la personalidad, un mundo enmarcado
por una realidad simbólica ya estructurada, que es el objeto de estudio del investigador social,
sólo a través de la mera observación, necesita de la comprensión, pues es un mundo
preinterpretado científicamente.
Se establecen así dos tipos de discursos, el discurso teórico-empírico para las ciencias
naturales y el discurso práctico para las ciencias humanas. el discurso teórico-empírico permite
la construcción de la razón teórica, referida al mundo objetivo, donde se busca la verdad
enfrentada con el estado de las cosas; se construye la teoría para explicar los fenómenos
observados, permitiendo la construcción de una verdad cognitiva, mediante la argumentación se
busca la pretensión de validez de las afirmaciones, en estas últimas se afirma o niega la
existencia de estados de cosas, con una pretensión de verdad establecida a través de una
explicación fundada.
En el mundo sociocultural la pretensión de validez se busca enfrentando las
proposiciones a los roles sociales, para establecer su rectitud. En la realidad sociocultural se
establecen mandatos que exigen o prohiben acciones, con una pretensión de normatividad. Las
valoraciones buscan jerarquizar objetos (sucesos, obras, reglas, etc.), como buenos o malos, con
una pretensión de adecuación. De tal manera, que si en el discurso teórico-empírco se buscan
explicaciones, en el discurso práctico se buscan justificaciones.
Las ciencias humanas no deben prescindir de una dimensión comprensiva en su
investigación. Pues si comparamos a aquellos que se limitan a decir cómo son las cosas -
científicos naturales- con la posición de quienes tratan de comprender aquello que se les dice -
posición de los intérpretes- se muestran consecuencias metodológicas de una dimensión
investigadora hermenéutica; donde se establece que los intérpretes prescinden de la superioridad
de la posición privilegiada del observador, ya que se ven involucrados, al menos de modo
virtual, en los tratos sobre el sentido y la validez de las manifestaciones. Al participar en
acciones comunicativas, aceptan en lo fundamental la misma posición de aquellos cuyas
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manifestaciones tratan de comprender.12 Asimismo, cuando el intérprete ha de captar el sentido


de lo que se quiso transmitir en un acto comunicativo debe participar como interlocutor en busca
de la comprensión del sentido. Para comprender lo que se dice es necesario la participación y no
mera observación. Pues en las ciencias humanas se debe hablar de una clara distinción
metodológica entre ciencias que se abren al conocimiento a partir de la comprensión y las que
no tienen necesidad de ello.
Investigar en ciencias humanas es indagar por la comprensión de los elementos, la
construcción y el sentido de la realidad sociocultural. Así como también, por la manera como
esta realidad se regula o se debería regular para la construcción de un orden social donde los
individuos gocen de libertad, igualdad, equidad y solidaridad. Estas ciencias que tienen como
tarea la prescripción de la acción humana son ciencias normativas o prescriptivas que se ubican
al interior de las ciencias humanas como la Política, la Jurisprudencia y la Ética, que tienen como
papel fundante y quehacer primario, pensar el sistema normativo que regula la conducta social o
el orden social mismo. Es el caso de la Ética que tiene como objeto de investigación uno de los
sistemas normativos más importantes que regula todo orden social: la moral. La moral entendida
como el conjunto de valores o principios, normas y costumbres que se encuentran implícitos o
explícitos en todo grupo humano y buscan la prescripción sobre la acción humana, estableciendo
obligaciones y deberes para la regulación del orden social. En este sentido, la moral es un
fenómeno sociocultural, y la moralidad tiene que ver con la conducta social, pues en la medida
en que somos seres sociales somos seres morales.

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Habermas, Jürgen. La lógica de las ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1990, p. 453.

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