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Control I.

Filosofía antigua 2023.


Prof. Trinidad Silva.
Alumno: César Contreras

Comentario de textos: Heraclito y Parmenides.

I. Heráclito.

650 (22 B1) S. E., Adv. Math. VI1 132:


“Aunque esta Razón (logos) existe siempre, los hombres se tornan incapaces de
comprenderla, tanto antes de oírla como una vez que la han oído. En efecto, aun cuando todo
sucede según esta razón, parecen inexpertos al experimentar con palabras y acciones tales
como las que yo describo, cuando distingo cada una según la naturaleza y muestro cómo es;
pero a los demás hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo
modos que les pasan inadvertidas cuantas hacen mientras duermen.”

546 (22 A 16, B2) S. E., Adv. Math. VI1 133:


“Tras haber demostrado que en todo actuamos y pensamos según la participación en la razón
divina, poco después prosigue su descripción añadiendo: por lo cual es necesario seguir a lo
común; pero aunque la Razón (logos) es común, la mayoría viven como si tuvieran una
inteligencia particular (idian phronesin).”

Comente estos dos pasajes considerando:


Hay una relación estrecha entre el Logos, la mayoría y la voz de Heráclito. ¿Cómo debería
entenderse el Logos en su rendimiento semántico y filosófico? ¿Cuál es la situación de la
mayoría de los hombres? ¿Cuál es el rol de Heráclito?

Bibliografía:
- Fragmentos auténticos: Gredos págs. 380-397.
- Bernabé, A. págs. 112-142.

II. Parménides.

1048 (28 B6, 1-2; 28 B7, 1-2; 28 B6, 4-9).


“Se debe decir y pensar lo que es; pues es posible el [ser,
mientras (a la) nada no (le) es posible (ser). Esto te [ordeno que muestres.
Pues jamás se impondrá esto: que haya cosas que no [sean.
Pero tu aparta el pensamiento de este camino de investigación… en el cual los mortales que
nada saben deambulan, bicéfalos, de quienes la incapacidad guía [en sus
pechos a la turbada inteligencia. Son llevados como ciegos y sordos, estupefactos, gente que
no sabe [juzgar,
para quienes el ser y no ser pasa como lo mismo y no lo mismo.”

Bibliografía:
- El poema del ser de Parménides (proemio y fragmentos): Gredos págs 474-481.
- Gómez -Lobo, A: Fragmentos B1-B8: pp. 27-176.
- Cordero, N: Capítulo II, III, IV: pp. 33-96.

III. Heráclito y Parménides.

¿Son filósofos antitéticos? Desde los textos de cada autor, explique y desarrolle en qué
sentido sí lo son y en qué sentido no lo son. Para esto considere estilo de escritura, voz de
autor y doctrina filosófica donde se aborda la relación entre lenguaje, pensamiento y realidad.

Bibliografía recomendada:
- Heraclito, Fragmentos auténticos: Gredos págs. 380-397.
- El poema del ser de Parménides (proemio y fragmentos) Gredos. págs. 474-481.

Desarrollo.

I. Heráclito.
Reflexionar sobre la doctrina filosófica de Heráclito, nos transporta inevitablemente a un
asunto trascendental en lo que conocemos como desarrollo histórico-intelectual de las ideas
filosóficas; a saber, la pregunta (la búsqueda) por los principios de la realidad natural
(physis). Lo que se puede asumir de la obra de Heráclito –a partir de los datos biográficos, la
documentación e información disponible sobre él–, es que su pensamiento teórico buscaba,
replicar a su propio modo de entender, esa tradición indagativa de lo que otros pensadores
contemporáneos como antecesores (los denominados presocráticos), llevaron a cabo también:
la indagación, la búsqueda por el principio (arjé). Lo que produjo este pensador, fue un
criterio de demarcación preceptivo, un punto de partida donde el pensamiento reflexivo
podría posicionarse en un nuevo ángulo. Esto traería consecuencias determinantes para el
provenir de la filosofía. Con Heráclito se comienza a concebir la realidad desde una parada
contemplativa (teórica) mucho más suspicaz, con un mayor grado de sospecha sobre lo que se
manifestaba como “evidente” en la realidad hasta ese entonces. Será el Logos su piedra de
toque, el único instrumento con el cual dará sentido y estabilidad a su edificio doctrinal.
Logos será el principio rector, el sustrato y a la vez el operador que logra la división y la
unificación de la realidad, esa que permanece en constante cambio, en un flujo permanente
(panta rei) de transmutación de sí misma.

En la teoría heraclitiana, el logos comprende una convergencia semántica-filosófica


determinante, en tanto que vendría a significar y entenderse: como un principio nuclear que
determina las bases cosmovisionarias en la teoría de Heráclito, y a la vez la representación
abstracta del carácter polisémico que se le atribuyen a este concepto. Permeando de manera
condicionante las interpretaciones resultantes sobre su doctrina, el logos de Heráclito
pretende ser la respuesta que justifique, tanto descriptiva como normativamente, la realidad
que se muestra como un fenómeno (una aparición), que está ahí para ser investigada. No es
por mero capricho que en la conformación del edificio cosmológico de su pensamiento, el
logos tiende a señalarse como un concepto equivalente a la Razón; como principio operador y
moderador en el despliegue epistémico, de lo que se puede llegar a conocer de la realidad.
Con esto se pretende decir que la cualidad del logos, en lo que respecta al conocer
(epistemología), al decir (lingüística), y en especial en tanto que es (ontología), deben
entenderse en la realización de su unidad totalizante. En un comentario a la filosofía de
Heráclito, Alberto Bernabé (2016) nos dice lo siguiente: “(...) hay verdades demasiado
grandes para que puedan ser dichas de modo que tengan una sola lectura lineal.” Y es que,
precisamente en la peculiaridad de lo que Heraclito nos propuso pensar, subyacen
connotaciones tan profundas como enrevesadas de lo que a simple vista intuimos como
evidente, como es el caso de pensar el movimiento de la naturaleza en su completitud, más
que en la singularidad.

Lo que la intuición heraclitiana nos transmite, se desprende de esa tendencia virtuosa de lo


que podríamos entender como la actividad de un espíritu filosófico inconformista, que es
capaz de avanzar en su investigación hasta las fronteras mismas de lo inteligible. La potencia
de la tesis de Heráclito radica en cómo éste supo, por medio de herramientas literarias, hacer
llegar sus ideas a quienes compartieran sus mismas inquietudes. Parte del valor teórico de su
pensamiento, estriba en los aspectos estéticos de su obra: los modos, por ejemplo,
explicativos en el uso de la metáfora, el apelativo a la analogía, a la asociación simbólica, el
carácter aforístico de sus escritos, son elementos que tienen una participación activa en su
lectura. El fuego por ejemplo, un elemento sugestivo, el cual es exaltado como el sentido
(meta)fisíco primordial (el arjé), es preponderante en la doctrina de Heráclito; es por medio
de la acción participativa y originaria del fuego que, la generación y destrucción, el
descubrimiento y el ocultamiento de la realidad de lo que es, se nos hace accesible para dar
con la verdad común, pero también a la ilusión representada en la particularidad.

“Es preciso seguir lo que es común. Y siendo el lógos [lo] común, la mayoría vive
como teniendo un pensamiento propio”1

La cosmovisión de tipo monista, constituye las bases productivas de varios ángulos


categoriales por donde se puede analizar la obra: está el análisis que versa sobre la dimensión
ontológica, el que estriba desde lo lingüístico y epistémico como dijimos anteriormente, y en
ciertas inclinaciones relativas a interpretaciones llevadas a cabo por estudiosos de su
filosofía2, también podemos vislumbrar ciertos atisbos de un matiz antropológico-moral en la
obra del efeso. ¿Dónde podemos hallar estos componentes de tipo antropológico y moral en
la filosofía heraclitiana? Podemos rastrearlos en su tesis sobre la condición de errancia de los
hombres, en lo que significa esta equivocidad por parte de los mortales por solo querer juzgar

1 Sexto Empírico, Contra los Matemáticos., B2, VII, 133. Discurso acerca del todo, p. 16.
2 Sebastian, A, (2018). Discurso acerca del todo. Materiales para una antropología de Heráclito, II.
Editorial Nadar.
desde lo particular. Esta es una premisa que nos permite inferir las pretensiones que tiene
Heráclito, al confrontar la realidad de la participación humana en lo que respecta al devenir
del todo, del cual forman parte todos los mortales. Cuando Heráclito nos señala que es
preciso seguir lo que es común, lo hace con la intención de mostrar cómo es que esa facultad
deliberativa de lo seres humanos, otorgada por el logos, nos permitirá ubicarnos y
comprendernos en nuestra existencia como mortales, esclareciendo nuestra conducta y
pensamientos, con ese orden del eterno fluir (panta rei). El reproche, esa crítica hacia las
erradas pretensiones de quienes prefieren el letargo del sueño de lo particular, por sobre la
ponderación lúcida de lo que representa el todo unificado del movimiento incesante, está
fundamentada en el hecho de que en la relación hombre-mundo, se encuentra el centro
neurálgico del problema de la unidad y la totalidad. Es la discordia propia del ser humano con
su naturaleza, lo que lo hace mantener y perpetuar esa obstinación de negar su propia
implicación en esa realidad del todo, y con esto, la imposibilidad de acceder a la verdad.

II. Parménides.
Tenemos ante nosotros a un titán de la filosofía, alguien que causó una coyuntura en la
tradición, y encabezó, junto con Heráclito, la vanguardia de las reflexiones metafísicas del
periodo de los llamados presocráticos, y posterior a estos. Parménides de Elea, fue un
personaje, un hijo de su tiempo, por ende, un mensajero que transmite parte la idiosincrasia
de la cultura donde residía y desde la cual pensaba. La importancia de su filosofía, de su
proyecto filosófico, estriba en que la magnitud de sus sentencias, de sus reflexiones, lograron
la consolidación de lo que podríamos entender como “el axioma por antonomasia” en la
historia de la filosofía metafísica occidental: me refiero a la fundacional sentencia sobre el
Ser: que este es y no puede no-ser.

A Parménides se le suele rotular, a modo de infravaloración superflua, quizás por mera


ignorancia, como el filósofo de lo “obvio”. El fue quien tomó los supuestos intuidos sobre la
realidad dados hasta ese momento (Cordero, N, 2005), y les dio una torsión teórica
preponderante. Esto desembocó en que estos supuestos dados, quedarán comprometidos ante
esta nueva manera de contemplar, de teorizar en un sentido que podría decirse que fue
esencialmente revolucionario.

Ya Heráclito había asentado un precepto fundamental, el logos, con el cual se daba un paso
más allá en lo que la reflexión sobre el estatuto de la realidad comprendía para el
pensamiento humano. El posicionamiento filosófico de Parménides se presenta como una
ontología; un proyecto teórico que busco estudiar aquellos fundamentos del Ser, desde un
sentido absolutista. Esta tesis absolutista, esa concepción de un “en sí mismo” del ser, que
forjó el pensamiento filosófico de Parménides, será el antecedente de toda una tradición
filosófica como aludimos, tanto desde el campo de la metafísica, pero también con
implicancias en la teoría del conocimiento, como en el de la lógica (Principio de identidad, de
contradicción, del tercero excluido).

Los dos elementos conceptuales que jugarán un rol protagonista, estimados como necesarios
para el propósito del trabajo de este filósofo, son el pensamiento (en tanto razonamiento), y el
discurso (en tanto representación inteligible de la efectividad linguistica del Ser). Es desde
estos dos ejes cardinales (del pensar y el discurso) donde yace sujeto el edificio de la
ontología parmenídea. Y es que la historia narrada en el poema, cumple antes que todo, una
pretensión didáctica, educativa (paideia), entre lo que es necesario aprender para ser hablado
con sentido, pero a la vez enfatizar sobre lo que convenientemente resulta saber aquello que
no debiera ser aprendido. Lo falso y lo verdadero –categorías propias del campo de la lógica
proposicional–, son apreciadas por Parmenides, ya que a través de estos signos derivados del
pensamiento inferencial, en la forma de signos lingüísticos, se puede inferir sobre las
implicancias tras la tesis sobre el Ser, la cual tiene contenida casi una validez racional de tipo
axiomática.

“Es necesario que lo ques es [para] decir y [para] pensar sea, pues es [para] ser,
pero [lo que] nada [es] no es [para ser]”3

Entre pensar y decir el Ser, hay una biunívoca representación de tipo necesaria que vendría a
determinar, según su correcta o incorrecta aplicación, la dirección de la comprensión sobre lo
que el ser significa en su pretendida afirmación. Volviendo un poco a lo que el proemio del
poema nos transmite, la necesariedad y la posibilidad que condicionan el devenir del
desarrollo de este viaje narrado, esa petición que la divinidad le hace al viajero de que, lo que
fuera a experimentar a lo largo del camino, estuviera desde el comienzo perfilado a llegar a lo
eterno, a lo uno, para que, una vez dado con el camino correcto, y por ende, aquella finalidad
premeditada, poder volver y corregir las falsas intuiciones, las opiniones ilusorias de los
mortales que, “ciegos y sordos a la vez, estupefactos, una horda sin discernimiento” (Goméz-
Lobo, A, 1985), se alejan del camino de la verdad del ser. La senda de la opinión es la senda
que no nos permite acceder al ser, es el camino que no apela más que a expresar, en pos de
sostener, la supuesta realidad de lo ininteligible; del no-ser. El no-ser no es más que un signo
abstracto que, en su nombramiento (en tanto signo lingüístico), fundamenta la necesidad del
ser: en tanto su implicación ontológica, epistémica, y lingüística. Pensar es atender a lo
esencial (Heidegger, 1982), y en el pensar desde y con el ser en Parménides, dirigirse y partir
desde eso que constituye la verdad de lo que es, viene cargada de un matiz moral, y esto
debido a que la problemática errancia de los seres bicéfalos, de los que deambulan
pretendiendo que esa ambigüedad que se sostiene entre la opinión y la razón, les haga justicia
en su acceso a la verdad, en apariencia, de aquello que únicamente es y puede ser pensado.
Esta división categorial entre el decir de la opinión (relativo, individual), y el decir de la
razón (fundamental, universal), cumple para Parménides ese criterio demarcador, la
inexorable vía que debe ser estimada tanto como el medio, pero también, como la
representación por la cual el ser se nos hace aprehensible para ser comprendido.

III. Heráclito y Parménides.


Esta aparente, pero razonada antinomia entre la doctrina heraclitiana y parménidea, nace a
partir de la forma en cómo estos pensadores representan el sentido de sus afirmaciones sobre
el objeto que señalan; el todo fluye de Heráclito, y el ser inmutable de Parménides. Ambos se

3 Gómez- Lobo, A. El Poema de Parménides. Fragmento B6, 1-2, p. 75.


arrojan a la aseveración de dos modos estructurales en la que lo real se hace manifiesto,
discernible, comprensible. La propuesta de Heráclito se conforma a partir de la unidad de los
contrarios como aludimos anteriormente, de los binomios categoriales desde los cuales nos
percatamos que están en una convergencia fluctuante, de separación y unión, que están dados
en su imposibilidad de que sus propias realidades tengan una definición estática, invariable,
de ahí el icónico proverbio4 que le otorgó el rótulo de filósofo del movimiento. Entre el
devenir de la unión y la lucha (agón) entre los contrarios, el Logos (visto simbólicamente
como fuego, desde una concepción física-natural) es la condición necesaria; en tanto razón
por la cual se dice lo que es, pero también como ese constituyente fundamental de eso que es,
apela a que “los opuestos son concordante, (...) que todas las cosas nacen en virtud de la
lucha”5 Esta metafísica de los opuestos, donde lo común a todos debe ser antepuesto por
sobre la concepción de tipo particular, nos podría hacer suponer que la realidad para
Heráclito es accidentalmente dual, pero esencialmente única. Este precepto desde el cual
parte el efeso, otorga a la reflexión de Parménides un lugar especial. El pensamiento (una de
las tantas significaciones de logos) en la doctrina Parménides juega un rol consustancial al
ser; ya que es en el pensar donde lo que el ser es, es fundamentado en cuanto tal, en cuanto la
fuente que contiene todo en cuanto hay y puede haber. Al igual que Heráclito, Parménides
nos presenta una filosofía de la unidad inquebrantable del Ser, pero como algo esencialmente
eterno, estático, inmovil, imposible de contradecir (al menos racionalmente). Ver que hay
movimiento en el mundo que contemplamos con los sentidos, Parménides nos dice que no es
justificativo alguno para afirmar que dicho movimiento pueda comprobarse. Ya la univocidad
del ser, su omnipresente despliegue en todo lo que puede ser pensado, nos imposibilita llegar
a tener, incluso, la intención de pensar el no-ser. Y es que más allá de atribuirle una forma
esférica, perfecta, autosuficiente, el Ser de Parménides trasciende sus propias cualidades.

“Observa empero las cosas que, aunque ausentes, están firmemente presentes para la
mente, pues no zanjara la conexión de los que es con lo que es, no dispersandose por
todas partes ordenadamente ni reuniéndolo”6

Ambos pensadores apuntan a la unidad del todo (un monismo); ambos utilizan sus intuiciones
teóricas, a la par de sus interpretaciones cargadas de simbolismo de tipo religioso-mítico, en
un sofisticado sentido; ambos enfatizan en el hecho de que lo errado y correcto, lo que se
debe aceptar y lo que no, son factores que van a estar siempre presentes en todo proyecto
humano (antropológico) para acceder, al develamiento de la verdad en la naturaleza en la que
que se habita. La antinomia entre ambos lo único que nos viene a decir es que solo son dos
maneras de contemplar, pensar y juzgar la explicitación del fenómeno del mundo, el cual
tiene contenido en sí algo que sabemos que permanece, pero también algo que presenciamos
que cambia. Otra diferencia, al menos en lo que refiere a la estética literaria de sus obras, es
que Heráclito emplea el aforismo, y Parménides el poema, pero curiosamente, las intenciones
en ambos casos, era el de exhortar sus ideas, para que fueran aprendidas por sus coetáneos.

4 “Entran en los mismos ríos, otras y distintas aguas fluyen continuamente”. Aguilera, S. Discurso
acerca del Todo., B2, fr. 39D. Cleantes, p. 19.
5 Aguilera, S. Discurso acerca del Todo. B8, Arist, E. N, VIII, 1, 1155 b 4, p. 18.
6 Goméz-Lobo, A. El poema de Parménides. B4, 1-4, p. 65.
Pero los contrastes que suscitan polémica, que pueden ser objeto de distinción y
especificación en las posturas de sus tesis, son más de tipo conceptual; enfatizados en lo que
su conocimiento nos refiere, y lo que sus expresiones semánticas nos puede inducir a
interpretar en un sentido u otro. El decir de la opinión y el decir de la razón, los que duermen
y los que están despiertos, los que se posicionan en lo particular, y los que se ubican en lo
común a todos, en fin, toda esa argamasa de tropos integrados, que permean y dan forma
inteligible a sus edificios teóricos, nos transmiten una idea que tiende más a buscar las
similitudes, que las diferencias. Para ir concluyendo, cabe puntualizar en como Heráclito y
Parménides aportaron a los trabajos postreros de los llamados filósofos socráticos, donde se
ubican a Platón y Aristóteles, un sustrato de ideas fundamentalmente radicales, ya que estos
tomaros las doctrinas de estos pensadores, y les dieron un tratamiento, según puedo
interpretar, más conciliativo, complementario, más que disruptor o antitético.

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