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I. Heráclito.
Bibliografía:
- Fragmentos auténticos: Gredos págs. 380-397.
- Bernabé, A. págs. 112-142.
II. Parménides.
Bibliografía:
- El poema del ser de Parménides (proemio y fragmentos): Gredos págs 474-481.
- Gómez -Lobo, A: Fragmentos B1-B8: pp. 27-176.
- Cordero, N: Capítulo II, III, IV: pp. 33-96.
¿Son filósofos antitéticos? Desde los textos de cada autor, explique y desarrolle en qué
sentido sí lo son y en qué sentido no lo son. Para esto considere estilo de escritura, voz de
autor y doctrina filosófica donde se aborda la relación entre lenguaje, pensamiento y realidad.
Bibliografía recomendada:
- Heraclito, Fragmentos auténticos: Gredos págs. 380-397.
- El poema del ser de Parménides (proemio y fragmentos) Gredos. págs. 474-481.
Desarrollo.
I. Heráclito.
Reflexionar sobre la doctrina filosófica de Heráclito, nos transporta inevitablemente a un
asunto trascendental en lo que conocemos como desarrollo histórico-intelectual de las ideas
filosóficas; a saber, la pregunta (la búsqueda) por los principios de la realidad natural
(physis). Lo que se puede asumir de la obra de Heráclito –a partir de los datos biográficos, la
documentación e información disponible sobre él–, es que su pensamiento teórico buscaba,
replicar a su propio modo de entender, esa tradición indagativa de lo que otros pensadores
contemporáneos como antecesores (los denominados presocráticos), llevaron a cabo también:
la indagación, la búsqueda por el principio (arjé). Lo que produjo este pensador, fue un
criterio de demarcación preceptivo, un punto de partida donde el pensamiento reflexivo
podría posicionarse en un nuevo ángulo. Esto traería consecuencias determinantes para el
provenir de la filosofía. Con Heráclito se comienza a concebir la realidad desde una parada
contemplativa (teórica) mucho más suspicaz, con un mayor grado de sospecha sobre lo que se
manifestaba como “evidente” en la realidad hasta ese entonces. Será el Logos su piedra de
toque, el único instrumento con el cual dará sentido y estabilidad a su edificio doctrinal.
Logos será el principio rector, el sustrato y a la vez el operador que logra la división y la
unificación de la realidad, esa que permanece en constante cambio, en un flujo permanente
(panta rei) de transmutación de sí misma.
“Es preciso seguir lo que es común. Y siendo el lógos [lo] común, la mayoría vive
como teniendo un pensamiento propio”1
1 Sexto Empírico, Contra los Matemáticos., B2, VII, 133. Discurso acerca del todo, p. 16.
2 Sebastian, A, (2018). Discurso acerca del todo. Materiales para una antropología de Heráclito, II.
Editorial Nadar.
desde lo particular. Esta es una premisa que nos permite inferir las pretensiones que tiene
Heráclito, al confrontar la realidad de la participación humana en lo que respecta al devenir
del todo, del cual forman parte todos los mortales. Cuando Heráclito nos señala que es
preciso seguir lo que es común, lo hace con la intención de mostrar cómo es que esa facultad
deliberativa de lo seres humanos, otorgada por el logos, nos permitirá ubicarnos y
comprendernos en nuestra existencia como mortales, esclareciendo nuestra conducta y
pensamientos, con ese orden del eterno fluir (panta rei). El reproche, esa crítica hacia las
erradas pretensiones de quienes prefieren el letargo del sueño de lo particular, por sobre la
ponderación lúcida de lo que representa el todo unificado del movimiento incesante, está
fundamentada en el hecho de que en la relación hombre-mundo, se encuentra el centro
neurálgico del problema de la unidad y la totalidad. Es la discordia propia del ser humano con
su naturaleza, lo que lo hace mantener y perpetuar esa obstinación de negar su propia
implicación en esa realidad del todo, y con esto, la imposibilidad de acceder a la verdad.
II. Parménides.
Tenemos ante nosotros a un titán de la filosofía, alguien que causó una coyuntura en la
tradición, y encabezó, junto con Heráclito, la vanguardia de las reflexiones metafísicas del
periodo de los llamados presocráticos, y posterior a estos. Parménides de Elea, fue un
personaje, un hijo de su tiempo, por ende, un mensajero que transmite parte la idiosincrasia
de la cultura donde residía y desde la cual pensaba. La importancia de su filosofía, de su
proyecto filosófico, estriba en que la magnitud de sus sentencias, de sus reflexiones, lograron
la consolidación de lo que podríamos entender como “el axioma por antonomasia” en la
historia de la filosofía metafísica occidental: me refiero a la fundacional sentencia sobre el
Ser: que este es y no puede no-ser.
Ya Heráclito había asentado un precepto fundamental, el logos, con el cual se daba un paso
más allá en lo que la reflexión sobre el estatuto de la realidad comprendía para el
pensamiento humano. El posicionamiento filosófico de Parménides se presenta como una
ontología; un proyecto teórico que busco estudiar aquellos fundamentos del Ser, desde un
sentido absolutista. Esta tesis absolutista, esa concepción de un “en sí mismo” del ser, que
forjó el pensamiento filosófico de Parménides, será el antecedente de toda una tradición
filosófica como aludimos, tanto desde el campo de la metafísica, pero también con
implicancias en la teoría del conocimiento, como en el de la lógica (Principio de identidad, de
contradicción, del tercero excluido).
Los dos elementos conceptuales que jugarán un rol protagonista, estimados como necesarios
para el propósito del trabajo de este filósofo, son el pensamiento (en tanto razonamiento), y el
discurso (en tanto representación inteligible de la efectividad linguistica del Ser). Es desde
estos dos ejes cardinales (del pensar y el discurso) donde yace sujeto el edificio de la
ontología parmenídea. Y es que la historia narrada en el poema, cumple antes que todo, una
pretensión didáctica, educativa (paideia), entre lo que es necesario aprender para ser hablado
con sentido, pero a la vez enfatizar sobre lo que convenientemente resulta saber aquello que
no debiera ser aprendido. Lo falso y lo verdadero –categorías propias del campo de la lógica
proposicional–, son apreciadas por Parmenides, ya que a través de estos signos derivados del
pensamiento inferencial, en la forma de signos lingüísticos, se puede inferir sobre las
implicancias tras la tesis sobre el Ser, la cual tiene contenida casi una validez racional de tipo
axiomática.
“Es necesario que lo ques es [para] decir y [para] pensar sea, pues es [para] ser,
pero [lo que] nada [es] no es [para ser]”3
Entre pensar y decir el Ser, hay una biunívoca representación de tipo necesaria que vendría a
determinar, según su correcta o incorrecta aplicación, la dirección de la comprensión sobre lo
que el ser significa en su pretendida afirmación. Volviendo un poco a lo que el proemio del
poema nos transmite, la necesariedad y la posibilidad que condicionan el devenir del
desarrollo de este viaje narrado, esa petición que la divinidad le hace al viajero de que, lo que
fuera a experimentar a lo largo del camino, estuviera desde el comienzo perfilado a llegar a lo
eterno, a lo uno, para que, una vez dado con el camino correcto, y por ende, aquella finalidad
premeditada, poder volver y corregir las falsas intuiciones, las opiniones ilusorias de los
mortales que, “ciegos y sordos a la vez, estupefactos, una horda sin discernimiento” (Goméz-
Lobo, A, 1985), se alejan del camino de la verdad del ser. La senda de la opinión es la senda
que no nos permite acceder al ser, es el camino que no apela más que a expresar, en pos de
sostener, la supuesta realidad de lo ininteligible; del no-ser. El no-ser no es más que un signo
abstracto que, en su nombramiento (en tanto signo lingüístico), fundamenta la necesidad del
ser: en tanto su implicación ontológica, epistémica, y lingüística. Pensar es atender a lo
esencial (Heidegger, 1982), y en el pensar desde y con el ser en Parménides, dirigirse y partir
desde eso que constituye la verdad de lo que es, viene cargada de un matiz moral, y esto
debido a que la problemática errancia de los seres bicéfalos, de los que deambulan
pretendiendo que esa ambigüedad que se sostiene entre la opinión y la razón, les haga justicia
en su acceso a la verdad, en apariencia, de aquello que únicamente es y puede ser pensado.
Esta división categorial entre el decir de la opinión (relativo, individual), y el decir de la
razón (fundamental, universal), cumple para Parménides ese criterio demarcador, la
inexorable vía que debe ser estimada tanto como el medio, pero también, como la
representación por la cual el ser se nos hace aprehensible para ser comprendido.
“Observa empero las cosas que, aunque ausentes, están firmemente presentes para la
mente, pues no zanjara la conexión de los que es con lo que es, no dispersandose por
todas partes ordenadamente ni reuniéndolo”6
Ambos pensadores apuntan a la unidad del todo (un monismo); ambos utilizan sus intuiciones
teóricas, a la par de sus interpretaciones cargadas de simbolismo de tipo religioso-mítico, en
un sofisticado sentido; ambos enfatizan en el hecho de que lo errado y correcto, lo que se
debe aceptar y lo que no, son factores que van a estar siempre presentes en todo proyecto
humano (antropológico) para acceder, al develamiento de la verdad en la naturaleza en la que
que se habita. La antinomia entre ambos lo único que nos viene a decir es que solo son dos
maneras de contemplar, pensar y juzgar la explicitación del fenómeno del mundo, el cual
tiene contenido en sí algo que sabemos que permanece, pero también algo que presenciamos
que cambia. Otra diferencia, al menos en lo que refiere a la estética literaria de sus obras, es
que Heráclito emplea el aforismo, y Parménides el poema, pero curiosamente, las intenciones
en ambos casos, era el de exhortar sus ideas, para que fueran aprendidas por sus coetáneos.
4 “Entran en los mismos ríos, otras y distintas aguas fluyen continuamente”. Aguilera, S. Discurso
acerca del Todo., B2, fr. 39D. Cleantes, p. 19.
5 Aguilera, S. Discurso acerca del Todo. B8, Arist, E. N, VIII, 1, 1155 b 4, p. 18.
6 Goméz-Lobo, A. El poema de Parménides. B4, 1-4, p. 65.
Pero los contrastes que suscitan polémica, que pueden ser objeto de distinción y
especificación en las posturas de sus tesis, son más de tipo conceptual; enfatizados en lo que
su conocimiento nos refiere, y lo que sus expresiones semánticas nos puede inducir a
interpretar en un sentido u otro. El decir de la opinión y el decir de la razón, los que duermen
y los que están despiertos, los que se posicionan en lo particular, y los que se ubican en lo
común a todos, en fin, toda esa argamasa de tropos integrados, que permean y dan forma
inteligible a sus edificios teóricos, nos transmiten una idea que tiende más a buscar las
similitudes, que las diferencias. Para ir concluyendo, cabe puntualizar en como Heráclito y
Parménides aportaron a los trabajos postreros de los llamados filósofos socráticos, donde se
ubican a Platón y Aristóteles, un sustrato de ideas fundamentalmente radicales, ya que estos
tomaros las doctrinas de estos pensadores, y les dieron un tratamiento, según puedo
interpretar, más conciliativo, complementario, más que disruptor o antitético.