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SUMARIO
1. EL ESTADO Y EL DERECHO. 1.1. Las relaciones entre el Estado y el derecho.
1.2. La preexistencia del derecho y su entroncamiento con el Estado. 2. EL ES-
TADO DE DERECHO. 2.1. Los principios básicos para la construcción del Estado
de Derecho. 2.2. Las condiciones de viabilidad para la construcción del Estado
de Derecho (El Estado Constitucional). 2.3. La conversión del Estado de derecho
en Estado Constitucional. 2.4. Las características del Estado de Derecho (El Esta-
do Constitucional). 3. EL ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO. 3.1. Las
notas propias de la democracia. 3.2. Los planos de la democracia. 4. EL ESTA-
DO SOCIAL DE DERECHO. 5. EL ESTADO DEMOCRÁTICO Y SOCIAL DE
DERECHO. 6. LA CONJUNCIÓN TELEOLÓGICA Y AXIOLÓGICA EN EL
ESTADO DEMOCRÁTICO Y SOCIAL DE DERECHO. 7. LA OTRA VARIABLE
TERMINOLÓGICA EN EL DERECHO COMPARADO. 8. EL ESTADO DE DE-
RECHO (EL ESTADO CONSTITUCIONAL) Y LA PERSONALIDAD JURÍDICA
DEL ESTADO. 8.1. Las razones de asimilación conceptual. 8.2. El ámbito y los
alcances del concepto de personalidad jurídica del Estado. 8.3. Las características
de la personalidad jurídica del Estado. 8.4. Los elementos de la personalidad ju-
rídica del Estado. 8.5. El carácter bifronte de la personalidad jurídica del Estado.
8.6. La voluntad y la responsabilidad personificadora del Estado. 8.7. Los efectos
de la personalidad jurídica del Estado.
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la naturaleza humana”.
El Estado tiene un poder limitado que no hace al individuo un ser
meramente dependiente de aquel. De allí que con acierto se consigne
que el Estado regula la libertad pero no puede sujecionarla.
Tal como expone Jorge Reynaldo Vanossi [ob. cit.] dicho crite-
rio estimula la fijación de límites entre la esfera pública y la esfera
privada, que obra como indicación de una separación entre socie-
dad y Estado.
b.4) El criterio de distribución horizontal de las competencias entre
los órganos del poder constituido
El gobierno se constituye en un trípode de unidades impersonales
que tiene a su cargo el desarrollo y expresión de una o varias funcio-
nes del Estado, a través de las cuales se revela su actividad volitiva.
Este trípode homólogo en jerarquía (Ejecutivo, Legislativo y Judi-
cial) se establece para asegurar la libertad y despojar la posibilidad de
la concentración del poder en un único titular.
b.5) El criterio de distribución vertical de las competencias del poder
constituido a los órganos descentralizados
Ello implica que los órganos centrales de gobierno se “despojan”
de determinadas competencias y las trasladan a otros entes autóno-
mos intra-territoriales para que desempeñen determinadas acciones
vinculadas con un desarrollo integral y equitativo en la organización
y distribución de recursos.
Por ende, la transferencia de competencias de los poderes cons-
tituidos (Ejecutivo y Legislativo) a los órganos descentralizados (go-
biernos regionales y municipales), hacen que estos últimos generen
determinadas acciones y sean objeto de transferencia de un parcial
grado de poder.
c) Existencia de un conjunto básico de derechos ciudadanos de ca-
rácter civil, político, social, económico y cultural; de garantías
jurídicas para el pleno goce o restablecimiento de su disfrute por
parte de los gobernados; así como la asignación de deberes, res-
ponsabilidades y cargas ciudadanas
En puridad, dicho conjunto expresa el reconocimiento de la digni-
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dad del ser humano y el carácter instrumental del Estado como ente
al servicio de la realización de aquel.
En ese sentido, Francisco Fernández Segado [ob. cit.] señala que
el Estado de Derecho se legítima en un conjunto de valores que a de
impregnar al plexo del ordenamiento jurídico.
Dicho orden valorativo se resume en libertad, igualdad, seguri-
dad y promoción de la realización existencial y coexistencial de los
gobernados.
Ahora bien, la realidad presente declara que el Estado de Derecho
es tal en sentido estricto, cuando se afilia a la democracia.
Al respecto, Alberto Borea Odría [ob. cit.] señala que:
“No parece probable la figura de un Estado de Derecho en una estruc-
tura de poder distinta a la democracia.
Así, una formación política que no atiende a este criterio reconoce de
alguna manera la superioridad de una persona o grupo sobre los demás;
y, por lo mismo, con privilegios que los coloca al margen de él. De esta
forma deja de cumplirse con la regla fundamental de la sumisión de las
personas –aún cuando sean autoridades– a las reglas jurídicas”.
En esa perspectiva se ha acuñado la expresión Estado Democráti-
co de Derecho, para graficar la interconexión entre el Estado de Dere-
cho (Estado Constitucional) y la democracia.
3.- EL ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO
Dicha noción alude a una comunidad política en donde sobre
las bases de las exigencias establecidas para el Estado de Derecho,
el ejercicio del poder se sustenta en la libre voluntad del pueblo
como base y fundamento de su establecimiento, así como en una
organización destinada a asegurar la vigencia plena de los dere-
chos fundamentales.
El Estado institucionaliza una forma de organización política, cu-
yos principios y valores se extienden a la sociedad civil.
Este modelo se ampara en la dignidad de la persona humana como
basamento de su institucionalización.
En efecto, como expone Jorge carpizio [“Tendencias constitucio-
nales en América Latina”. En: Memoria del X Congreso Iberoamericano
de Derecho Constitucional. Tomo I. Lima: Pontificia Universidad Católi-
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- Plano cultural
La democracia es percibida como el conjunto y la pluralidad de
prácticas sociales y comportamientos comunitarios que afirman su
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c) La identidad
El Estado actúa por sí mismo, es decir, de manera independiente
de los elementos que lo conforman. Es un ente distinto y con exis-
tencia propia e individual; de allí que se sostenga, válidamente, que
por sobre los gobernantes y gobernados existe otra “persona” que los
comprende integralmente.
d) La permanencia
El Estado se mantiene como institución responsable de la volun-
tad manifestada, a pesar del reemplazo en el tiempo, de las personas
encargadas de la conducción de sus órganos políticos, y comprende
a los pobladores que lo integraron, integran e integrarán en el futuro.
La capacidad del Estado se manifiesta en forma constante, más
allá de los cambios operados en su composición y dirección: el Estado
es una institución perdurable (como lo afirma el viejo aforismo políti-
co: “¡Ha muerto el rey!... ¡Viva el rey!”).
Los ciudadanos o súbditos nacen y mueren, sus dirigentes cesan
o renuncian, mas el Estado se prolonga en el tiempo; hay, pues, una
continuidad jurídica, consecuencia de su peculiar personalidad. El
Estado no queda asimilado a una persona física, sino que contiene
una idea de persona in genere (así por ejemplo, los compromisos con-
traídos por el ministro de Economía y Finanzas no se modifican por
su mero cese o dimisión en el cargo).
8.4.- Los elementos de la personalidad jurídica del Estado
Entre los elementos connotativos de la personalidad jurídica del
Estado destacan los cuatro siguientes:
a) Conjunto de órganos y organismos públicos.
b) Fin común de cumplir los deberes establecidos en la Constitución.
c) Pluralidad de medios políticos, jurídicos y administrativos para
la conservación de los fines establecidos en la Constitución.
d) Reconocimiento jurídico.
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derecho personal.
La responsabilidad estatal emana de su personalidad jurídica. Ella
se manifiesta cuando los actos y hechos ejercitados por los órganos u
organismos generan daño o perjuicio susceptible de apreciación pe-
cuniaria.
8.7.- Los efectos de la personalidad jurídica del Estado
El cuerpo político al ser dotado de personalidad jurídica produce
los cuatro efectos jurídicos siguientes [José Roberto Dromi. ob. cit.]:
a) La continuidad o perpetuidad de los derechos y obligaciones
contraídas en el ejercicio de su actividad personificada; ello con
prescindencia de los gobiernos y autoridades de turno.
b) El establecimiento de relaciones patrimoniales con organizacio-
nes homólogas, personales, etc.
c) Exteriorización de dicha personalidad mediante normas jurídi-
cas (leyes en sentido lato, resoluciones judiciales y administrati-
vas, actos administrativos, etc.).
d) Acreditación de responsabilidad contractual y extracontractual y
su consecuente obligación reparatoria, indemnizatoria, etc.
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der el asentimiento del pueblo. Así, para Locke existían dos órganos
estatales: el Legislativo y el Ejecutivo.
El Legislativo era concebido como el órgano supremo delegado
por la comunidad política. Estaba conformada por los parlamentarios
en conjunto y por el rey. El gobierno –el rey– debía realizarse por
medio de una legislación con visos de perennidad y a través de jueces
conocidos. Para hacer viable la ejecución de las normas era menester
la existencia del órgano Ejecutivo, el cual estaba caracterizado por un
accionar ininterrumpido y con fuerza permanente.
Debe advertirse que el Ejecutivo fue concebido para el ejerci-
cio de tres funciones: la ejecutiva propiamente dicha, la federativa y
la prerrogativa.
La función federativa consistía en el manejo de las relaciones in-
ternacionales y la seguridad externa. La prerrogativa aludía a la po-
testad de obrar a discreción cuando lo exigía el bien común, aun sin
prescripción de la norma o en contra de ella, ya que esta no podía
prever todas las situaciones especiales o de emergencia que podían
presentarse en el seno de la comunidad política.
Cabe recordar que cuando John Locke escribió su famosa obra
(1690) no se encontraba en vigencia el Act of Settlement o Acta de
Instauración (1700), que implícitamente fundamentó la independen-
cia de la magistratura, por lo que no tuvo necesidad ni elementos de
juicio suficientes para reconocer a la judicatura como un órgano pro-
piamente dicho.
Javier Pérez Royo [Curso de derecho constitucional. Madrid: Marcial
Pons, 2000] señala que habiendo sido Inglaterra el primer cuerpo po-
lítico en donde se inicia la “aventura” del Estado constitucional resul-
taba lógico que Locke utilizará la experiencia inglesa como punto de
partida para la construcción de la teoría de la división de poderes en
aras de defender la libertad.
Henry Saint-John, vizconde de Bolingbroke, hombre de Estado y
escritor inglés (1678-1751), fue quien forjó la concepción del equilibrio
de los poderes.
En su condición de ministro de la reina Ana Estuardo (1665-1714),
expuso la necesidad de un gobierno mixto, con control recíproco de
los órganos de poder estatal.
En su momento consideró que para contar con una Constitución
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fianza que tenía cada uno en su seguridad: y para que esta exista
era necesario que ningún ciudadano temiese a otro. Así, cuando
el Legislativo y el Ejecutivo se reunían en la misma persona o el
mismo cuerpo no existía libertad ni seguridad. Por el contrario,
surgía la desconfianza, porque “puede temerse fundadamente que
el gobernante formule leyes tiránicas y al mismo tiempo las ejecu-
te”. Planteaba que tampoco existía dicho binomio –libertad y se-
guridad– cuando el poder de juzgar no se encontrase plenamente
diferenciado de los órganos citados. Montesquieu [ob. cit.] consi-
deraba que “todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma
corporación de próceres, o la misma asamblea del pueblo ejerciera
en sí los tres poderes: el de hacer leyes, el de ejecutar y el de juzgar
los delitos o los pleitos entre particulares”.
Carlos María Bidegain [Curso de derecho constitucional. Buenos Ai-
res: Abeledo Perrot, 2001] señala que Montesquieu “sobre la base de
una descripción no demasiado fiel a las instituciones inglesas que le
sirvieron de base para la formulación de su teoría, estableció que el
paradigma de las instituciones libres de dicho país se debía a tres ele-
mentos de su organización”, a saber:
a) La distinción de tres especies de poder público.
b) El desempeño de las funciones legislativas, ejecutivas y judicia-
les por parte de personas distintas: “Todo estaría perdido si el
mismo hombre o el mismo cuerpo de los principales o de los
nobles o del pueblo, ejerciese […]”.
c) El recíproco control: “Es necesario que, por la disposición de las
cosas, el poder detenga al poder”.
Correspondió a los inspiradores de las constituciones de Massa-
chusetts, Maryland y New Hampshire (Estados Unidos, finales del
siglo XVIII), que se diese acogida constitucional a los alcances de di-
cha doctrina. Los “Padres de la Nación Americana” la previeron en el
artículo primero de la Constitución Federal de los Estados Unidos en
donde consignaron:
“Todos los poderes legislativos aquí concedidos serán atribuidos a un
Congreso de los Estados Unidos que se compone de un Senado y una
Cámara de Representantes”.
En el artículo siguiente establecieron:
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a) Función normativa
Consiste en la elaboración de reglas jurídicas, ya sean de carácter
general, abstractas e impersonales; o individuales, concretas y perso-
nales. Implica la regulación de las conductas existenciales y coexis-
tenciales.
Juan Francisco Linares [Derecho administrativo. Buenos Aires: As-
trea, 1986] expone que dicha función “alude al comportamiento del
Estado consistente en dictar unilateralmente, mediante el uso de la
palabra escrita, normas jurídicas generales, así como las normas jurí-
dicas de alcance individual […]”.
Nicolás Pérez Serrano [Tratado de derecho político. Madrid: Civitas,
1984] expone que la función normativa “consiste en la creación de re-
glas jurídicas, de imperativos que implanten una organización social
y ordenen la conducta humana.
Javier Pérez Royo [ob. cit.] sostiene que es “la única función a tra-
vés de la cual se constituye la voluntad ordinaria del Estado”.
b) Función ejecutivo-administrativa
Consiste en la formulación global de la acción gubernamental y en
la adopción de las medidas fundamentales destinadas a su verifica-
ción en la realidad. Por ende, se dirige a la realización concreta de las
normas y a la conducción y dirección del Estado, fundamentalmente
en lo relativo a los servicios estatales en sus ámbitos interno y externo.
En suma, implica la formulación y la ejecución de medidas conducen-
tes a satisfacer las necesidades de la colectividad.
Dicha función exige acción para asumir la dirección general de
la actividad estatal; así como para ejecutar las decisiones dispuestas
por los órganos Legislativo y Judicial. En ese sentido, Juan Francisco
Linares [ob. cit.] expone que dicha función alude al acto de ejecutar
normas jurídicas de toda especie, fuera de situaciones contenciosas,
mediante decisiones normativas que se particularizan en casos con-
cretos. A lo cual habría que añadir el aspecto técnico-social o político
que involucra la satisfacción de las necesidades colectivas, el cumpli-
miento por vía directa o indirecta de los servicios públicos y la conse-
cución de ciertos fines convivenciales.
Félix Vicente Lonigro [“El Estado y sus elementos”. En: Institucio-
nes de derecho público. Buenos Aires: Mocchi, 1997] expone que dicha
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b) El derecho de conservación
Plantea la facultad de adoptar medidas tendientes a garantizar su
existencia e integridad territorial y la vida de sus habitantes por la vía
pacífica o violenta.
c) El derecho a la exigencia de contribución de sus miembros
Plantea la facultad de adoptar medidas tendientes a que cada uno
de sus miembros contribuya en pro de la realización de los objetivos
sociales que justifican la existencia del Estado.
Así, cada ciudadano –en función a sus capacidades– puede ser exi-
gido al pago de impuestos, cumplimiento de cargas públicas y hasta
de servir militarmente al Estado.
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CAPÍTULO QUINTO
EL ESTADO Y EL GOBIERNO
SUMARIO
1. LAS FORMAS DE ESTADO. 1.1. La tipología de las formas de Estado. 1.1.1.
El Estado unitario. 1.1.1.1. El Estado unitario stricto sensu. 1.1.1.2. El Estado
unitario desconcentrado. 1.1.1.3. El Estado unitario descentralizado. 1.1.1.4.
El deslinde entre desconcentración y descentralización. 1.1.2. El Estado comple-
jo. 1.1.2.1. La confederación. 1.1.2.2. La clasificación de las confederaciones.
1.1.2.3. El Estado federal. 1.1.2.4. Las diferencias entre el Estado confederado y
el Estado federal. 1.1.2.5. El Estado libre asociado. 2. LAS FORMAS DE GO-
BIERNO. 2.1. Las formas clásicas de gobierno. 2.1.1. La monarquía. 2.1.2. La
república. 2.2. Las formas modernas de gobierno. 2.2.1. Los sistemas políticos.
2.2.1.1. El gobierno absolutista. 2.2.1.2. El gobierno liberal. 2.2.1.3. El gobier-
no marxista-leninista. 2.2.1.4. El gobierno fascista. 2.2.1.5. El gobierno demo-
crático social. 2.2.2. Los regímenes políticos. 2.2.2.1. El gobierno de asamblea.
2.2.2.2. El gobierno directorial. 2.2.2.3. El gobierno parlamentario. 2.2.2.4.
El gobierno presidencial. 2.2.2.5. El gobierno mixto o compuesto. 2.2.2.6. El
gobierno sultanático.
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- Stricto sensu
- Estado unitario: - Desconcentrado
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- Confederado
- Estado complejo: - Federal
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b) Autonomía administrativa
Establece la facultad de autoorganización interna, así como de de-
terminación y reglamentación de los servicios públicos de su respon-
sabilidad.
c) Autonomía económica
Establece la facultad de crear, recaudar y administrar sus ren-
tas e ingresos propios; así como la elaboración del presupuesto
institucional.
La descentralización puede adoptar las tres formas siguientes:
descentralización territorial administrativa, descentralización focal
especializada y descentralización territorial política.
Al respecto, veamos lo siguiente:
a) Descentralización territorial administrativa
Esta forma implica la traslación plural de competencias vincula-
das con la realización de actos administrativos relacionadas tanto con
la estructura del aparato estatal como con el conjunto de los agentes
estatales (funcionarios y servidores públicos).
Esta plantea una transferencia funcional o por servicios.
Ello conlleva el otorgamiento de facultades para adoptar decisio-
nes unilaterales realizadas en el ejercicio de una potestad adminis-
trativa, por lo que se crea, modifica o extingue una situación jurídica
individualizada. Por ende, se configuran como las declaraciones de
las entidades descentralizadas que en el marco de normas de derecho
público, están destinadas a producir efectos de naturaleza jurídica so-
bre los intereses, obligaciones o derechos de los ciudadanos adminis-
trados insertos dentro de una situación concreta.
Este tipo de descentralización –no ligada con facultades legislati-
vas ni jurisdiccionales– combina una serie de aspectos administrati-
vos de relevancia, por cuanto genera la constitución y desarrollo de
entes con cierto grado de autonomía e implica el desplazamiento es-
pacial de la toma de decisiones y la elección o nombramiento de auto-
ridades investidas de poder.
b) Descentralización focal especializada
Esta forma implica la transferencia específica de competencias de
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1.1.2.1.- La confederación
Alude a la unión permanente de estados independientes –que
descansa en una fuente normativa del derecho internacional públi-
co–, cuyo fin u objetivo consiste en la mutua cooperación en un de-
terminado rubro de materias y actividades, conservando cada cuerpo
político como título principal su “soberanía”. La confederación se en-
cuentra compuesta por unidades políticas que no pierden su calidad
de estados soberanos por el mero hecho de su asociación.
Como bien expone Josep M. Valles [ob. cit.] “En rigor, las confede-
raciones constituyen agrupaciones de estados previamente existentes
que –sin desaparecer– deciden actuar de manera mancomunada en
materias políticas determinadas: relaciones exteriores, defensa, régi-
men aduanero y comercial, moneda, etc.”.
El pacto confederativo, regulado a la luz de las normas y principios
del derecho internacional público, deja subsistente la personalidad e
independencia de los estados asociados; la confederación implica la
existencia o constatación de una pluralidad de diversas soberanías
internas provenientes de un poder internacional revocable.
Para Georg Jellinek [Teoría general del estado. Buenos Aires: Alba-
tros, 1954], “la confederación no disminuye jurídicamente la soberanía
de los estados confederados, sino que más bien estos se obligan mutua-
mente con el fin de conservarla, a ejercer ciertas funciones [...]”.
Su génesis histórica se vincula con la experiencia dinástica eu-
ropea, en donde se buscó proteger externamente el territorio de los
estados confederados y, subsidiariamente, garantizar la paz inte-
rior de los mismos.
Esta modalidad estatal requiere de una organización estable
donde no se discrimine jurídicamente la soberanía de los estados
miembros, sino que estos se obliguen mutuamente con el fin de
conservar la suya propia y ejercitar tareas de beneficio directo y
común. Esta concepción permite un ejercicio genérico e indiferen-
ciado de los derechos a la guerra y a la paz, acordar tratados, nom-
brar embajadores, etc.
La doctrina constitucional establece que en la confederación las
competencias de mayor amplitud e importancia corresponden a los
estados miembros, deviniendo las competencias asignadas al órgano
central en excepciones.
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En 1994 se asocia con los Estados Unidos para que este se ocupe de
su defensa y política externa.
2.- LAS FORMAS DE GOBIERNO
Los modelos o estructuras de carácter gubernamental –es decir,
los referidos al origen, fundamentos y finalidades de la organización
del ejercicio del poder político– se basan en tres aspectos:
a) Modo de selección de los gobernantes y la manera o estilo de
actuación política de estos.
b) Modo de ordenación, distribución, coordinación y control de las
competencias políticas de los órganos de poder estatal.
c) Modo de conexión de los postulados ideológicos y las institucio-
nes político-jurídicas.
Las formas de gobierno pueden clasificarse en formas clásicas y
formas modernas:
a) Las formas clásicas de gobierno
Aluden a las denominaciones primigenias de determinación de
las formas de gobierno. Estas concepciones han devenido obsoletas
por las mutaciones históricas que han sufrido los modelos guberna-
tivos desde su concepción en la Antigua Grecia hasta la actualidad.
Aristóteles [La política. Madrid: Espasa-Calpe, 1943], estableció el
primer criterio clasificador de las formas de gobierno. Este se funda-
mentó en el número de ejercientes del poder político; es decir, cuando
el filósofo estagirita buscaba distinguir una forma de otra, se afirmaba
en el concepto de la cantidad de titulares en el control del poder gu-
bernamental.
En esa perspectiva, estableció tres formas puras de gobierno que
podían ser contrastadas con tres configuraciones impuras:
- Monarquía o “monos”: gobierno de una sola persona; su degene-
ración prohijaba la tiranía.
- Aristocracia o “aristos”: gobierno de las mejores personas; su de-
generación prohijaba la oligarquía.
- Democracia o “demo”: gobierno de todas las personas; su dege-
neración prohijaba la demagogia.
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patrimonio del cuerpo político, pues lo tratará como propio. Las po-
siciones monárquicas más extremas le consignaban al rey derechos
hasta sobre los bienes y vidas de sus súbditos; al respecto, cabe citar la
lisonja ofrecida al rey Luis XIV [Citado por Jacques Pirenne. Historia
universal. Barcelona: Océano, 1987]:
“Todos vuestros súbditos os deberán su persona, sus bienes y su sangre
sin pretender nada. Sacrificando todo lo que ellos tienen, cumplen con
su deber y no os dan nada, porque todo es vuestro”.
Como se ha dicho antes, el rey no se encuentra sujeto a ningún con-
trol o limitación política, civil, penal o administrativa en el ejercicio
del poder, rindiendo cuenta solo al Supremo Hacedor. Esto descarta
la existencia de cualquier mecanismo de fiscalización y limitación de
la autoridad como serían la separación de los órganos de poder, el su-
fragio competitivo, las libertades públicas, la igualdad ante la ley, etc.
Ahora bien, la historia acredita la existencia de autolimitaciones
emanadas de la subordinación ética; la fidelidad al derecho divino; el
respeto a las reglas de sucesión y demás normas de organización de
la dinastía; así como el acatamiento por móviles políticos de las leyes
fundamentales pactadas o concedidas a sus súbditos.
Como también se ha señalado, la conducción del Estado es ejerci-
da de manera indeterminada en el tiempo. La transmisión del poder
únicamente se realiza en favor del primer descendiente del titular de
la corona, bien por renuncia o por muerte, en aplicación de un rígido
sistema de primogenitura.
Cabe aquí señalar que el ejercicio del poder es vitalicio y su trans-
misión post-morten o por propia autodeterminación del rey gobernan-
te se encuentra adjudicada predeterminadamente a favor de un here-
dero de la dinastía; por ende, el atributo del gobierno monárquico es
perpetuo a favor de este último
Guillermo Cabanellas de Torres [Diccionario de derecho usual. Bue-
nos Aires: Heliasta, 1979] sostiene –a manera de explicación– que “la
evolución humana desde la institución de la familia a la organiza-
ción entre espontánea y forzosa de la multiplicación de la especie y la
convivencia próxima, se mostró favorable al ejercicio de la autoridad
suprema con facultades omnímodas”.
Este modelo sufrirá mutaciones significativas a partir de la pe-
culiar experiencia inglesa tras la Declaración de Derechos (1689)
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toridad que no sea instituida por Dios, y los que existen por Dios han
sido ordenados. Así, el que se insubordina contra la autoridad se opone
a la ordenación de Dios; y los que se oponen su propia condenación re-
cibirán”.
En esa misma línea, el apóstol San Pedro [Citado por Jean
Touchard. ob. cit.] había afirmado en su primera epístola:
“Temed a Dios, honrad al rey”. Y de manera sentenciosa, solía señalar-
se: “De Dios procede el rey, y del rey la ley”.
Conforme con estas ideas, el monarca inglés Jacobo I (1566-1625)
llegaría a exclamar ante el Parlamento inglés:
“A los reyes se les reverencia [...] como si fueran dioses, porque ejercen
la autoridad a manera de un poder divino sobre la tierra”.
En las Memorias de Luis XIV se lee:
“Aquel que ha dado un rey a los hombres, ha querido que se le respetase
como su lugarteniente”.
Al respecto, debe recordarse que la entronización en el trono de
Francia se efectuaba en la Catedral de Reins, en donde el rey rodeado
de sus pares, prestaba juramento a la Iglesia y a su pueblo. Inmedia-
tamente era consagrado, es decir, ungido con aceite de la Santa Am-
polla, mientras el arzobispo pronunciaba la fórmula: “Sed bendecido
y constituido Rey en este reino que Dios te ha dado para regir”.
b) La tradición consiste en la transmisión intelectual y ética de acep-
tar el ejercicio del poder monárquico como un hecho natural, co-
tidiano y normal, avalado por la práctica política y social durante
largo tiempo.
c) La representación consiste en aceptar que la imagen y figura del
ejercicio del poder descansa sobre una dinastía.
Al respecto, Roland Mousnier [La monarquía absoluta en Europa
(del siglo V a nuestros días). España: Taurus, 1986] señala que con-
forme a lo expuesto la monarquía sería una institución de orden
divino y natural. Por consiguiente, el derecho a mandar es heredi-
tario e imprescriptible.
La sucesión monárquica se regula por la ley de la primogenitura.
Así, deviene en un derecho adquirido e irrevocable que por tales no
se pierde ni con la usurpación, la incapacidad o el derrocamiento.
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Roland Mousnier [ob. cit.] expone que “Dios impone a los súbdi-
tos obediencia al rey. Sean cuales fueren las circunstancias, la resis-
tencia al rey es un pecado que puede acarrear la condenación”.
Entre los principales teóricos que paulatinamente van imponien-
do dicha modalidad –con la variable del fenómeno de deseculariza-
ción del poder–, tenemos a Jean Bodin, Thomas Hobbes, Jacobo I y
Jacques Benigne Bosuet.
Al respecto, veamos lo siguiente:
a) Jean Bodin (1530-1596)
Jurista, economista y pensador francés. En su obra Los seis libros de
la República, no solo muestra su adhesión a una concepción política
absolutista, sino que la sustenta sobre la base del concepto soberanía.
Bodin sostiene que el ejercicio del poder monárquico encuentra
únicamente restricciones en el derecho divino, en las leyes imperii (la
ley sálica, el respeto a las propiedades de los súbditos) y en la obliga-
ción de observancia del pacta sunt servanda (o sea, en el acatamiento
de los contratos).
Para Bodin la soberanía consiste en el poder absoluto de hacer la
ley, sin el consentimiento de los súbditos; y es un imperativo categó-
rico de la existencia de la comunidad estatal; por tanto, es indivisible,
absoluta, perpetua, imprescriptible e inalienable.
b) Thomas Hobbes (1588-1679)
Filósofo inglés. Defiende la idea según la cual “el hombre es el
lobo del hombre” (homo lumini lupus) en razón de sus naturales im-
pulsos egoístas. De allí la necesidad de concretar un contrato social de
todos con todos, en favor de una instancia de poder último dotada de
atribuciones omnímodas, a fin de salvaguardar la conservación de la
paz y los intereses de los individuos.
Para Hobbes el surgimiento del Estado es una creación convencio-
nal –no es un fenómeno natural– por la cual el hombre renuncia a su
libertad absoluta, delegándola en el Estado-rey, a cambio de una co-
existencia pacífica. Este pacto o contrato implica renunciar a la liber-
tad natural y conlleva al sometimiento colectivo ante el poder estatal.
Frente a este poder los hombres no conservan ningún derecho.
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trece veces en el siglo XIV, ocho en el siglo XV, cinco en el siglo XVI y
una vez en el siglo XVII.
La Revolución Francesa a finales del siglo XVIII promoverá firme-
mente esta modalidad.
En este modelo se constituyó propiamente el poder ministerial –
como lo denominó el escritor inglés Benjamín Constant–, en oposi-
ción al llamado poder real, y surgió la responsabilidad de los ministros
ante el Parlamento, generándose así un auténtico bicefalismo en la
conducción del órgano Ejecutivo.
En un esquema de gobierno donde el Parlamento ejercía control
sobre el Ejecutivo, el rey conservaba solo parte de sus otrora signifi-
cativas prerrogativas. Así, retenía el poder de revocar a sus ministros
sin tener en cuenta ningún voto de confianza del Parlamento. Como
bien señalara el historiador y político francés Francois Guizot (1787-
1874) [Citado por Víctor Quintanilla Young y Vilma Cuba de Quin-
tanilla. Pensamientos y refranes seleccionados y clasificados. Lima, 1989]
–durante el reinado de Luis Felipe–, “el trono no es un sillón vacío”.
En esta fase de la historia francesa, los miembros del Gabinete con-
ducían la marcha política del Estado, pero sujetos a la aprobación del
rey en su condición de Jefe de Estado: este podía apartarlos de sus
funciones y encargárselas a un nuevo equipo, suscriptor de un pro-
grama de gobierno más acorde con su punto de vista personal.
Esta experiencia correspondería al retorno de los Borbones o pro-
ceso de Restauración Monárquica, luego del ciclo revolucionario y
napoleónico que abarcó de 1791 a 1830.
La monarquía orleanista recibirá esta denominación como conse-
cuencia de la asunción al trono real, en 1830, de Luis Felipe I, du-
que de Orleáns. Esta monarquía se gestó cuando el rey borbónico
Carlos X –monarca de 1824 a 1830– dictó las famosas Ordenanzas
de Saint Claud, mediante las cuales abrogó la libertad de prensa,
declaró disuelto el Parlamento y enmendó la ley electoral. La au-
daz protesta del historiador y político francés Adolfo Thiers (1797-
1877), planteada en los términos de que “el gobierno pierde hoy
su legitimidad y los ciudadanos no tienen por qué obedecerle”,
generaría la caída de Carlos X.
En ese contexto, Luis Felipe I, duque de Orleáns –hijo de Felipe
Igualdad y Luisa de Borbón–, aceptará la corona como “rey de los
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CAPÍTULO SEXTO
EL DERECHO CONSTITUCIONAL
SUMARIO
1. EL PROCESO DE ESTUDIO DEL DERECHO CONSTITUCIONAL. 2. LA
METODOLOGÍA EN EL DERECHO CONSTITUCIONAL. 3. UBICACIÓN
DISCIPLINARIA. 4. EL DERECHO CONSTITUCIONAL Y SUS RELACIO-
NES JURÍDICO INTRADISCIPLINARIAS E INTERDISCIPLINARIAS. 5. LAS
FUENTES CONSTITUCIONALES. 5.1. La tipología de las fuentes constitucio-
nales. 5.2. La estructura del sistema de fuentes formales. 5.3. La clasificación de
las fuentes formales. 5.3.1. Las fuentes formales directas. 5.3.1.1. La legislación
constitucional. 5.3.1.2. La costumbre constitucional. 5.3.1.2.1. La costumbre
constitucional y el uso constitucional. 5.3.1.2.2. El aporte de la costumbre cons-
titucional. 5.3.1.3. La jurisprudencia constitucional. 5.3.1.3.1. La tipología y los
efectos de la jurisprudencia constitucional. 5.3.1.3.2. El precedente constitucio-
nal vinculante. 5.3.1.4. El derecho internacional público. 5.3.1.4.1. El proceso
de incorporación de los tratados al derecho estadual. 5.3.1.4.2. El rango jerár-
quico de los tratados. 5.3.2. Las fuentes formales indirectas. 5.3.2.1. La doctri-
na constitucional. 5.3.2.2. Los principios constitucionales. 5.3.2.3. El derecho
comparado. 5.4. El bloque de constitucionalidad. 5.5. El sistema constitucional.
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