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UNIDAD 10

El malestar en la cultura (1930)

I:

Normalmente la única certeza que tenemos es de nuestro sí-mismo, es decir de


nuestro propio Yo. Este se nos aparece autónomo, unitario y bien deslindado de todo
lo otro. Pero esta apariencia es un engaño, ya que el yo se continua hacia adentro,
sin una frontera que lo delimite claramente, en un ser anímico inconsciente que
llamaremos “ello”. Pero el Yo, hacia afuera parece ser que marca una frontera clara.
En el enamoramiento parece desvanecerse los límites entre el yo y el objeto.

En el lactante se observa una dificultad en la separación entre el Yo y el mundo


externo. Pero cuando lo logra, puede afirmarse que se ha instaurado el principio de
realidad.

Para Freud, ningún olvido se pierde, no hay nada que quede sepultado, si se dan las
condiciones adecuadas puede ser traído a la luz nuevamente. Lo pasado puede
persistir en la vida anímica, no necesariamente de destruirá.

II:

La vida como nos es impuesta, resulta pesada, molesta, y conlleva un gasto de


energía. No podemos prescindir de los calmantes, hay de tres tipos:

 Poderosas distracciones que nos hagan valuar (valorar) un poco nuestra


miseria.
 Satisfacciones sustitutivas.
 Sustancias embriagadoras.

Los seres humanos quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Este
objetivo tiene dos lados, uno positivo y uno negativo. Por un lado quieren evitar el
dolor y el displacer, y por otro lado, vivir intensos sentimientos de placer.

El principio de placer fija su fin a la vida, pero esto es totalmente irrealizable, parece
ser que la idea que las personas sean “dichosas” no está contenido en el plan de la
“creación”. El sufrimiento amenaza desde tres lados:

 Desde el cuerpo propio.


 Desde el mundo exterior.
 Desde los vínculos con otros seres humanos. (Las insuficiencias en las normas
que regulan estos vínculos)
Del temido mundo exterior no es posible protegerse excepto, extrañándose de él de
algún modo. Pero hay otro camino mejor que el extrañamiento, y es la vida en
comunidad, con la ayuda técnica de la ciencia, para someter a la naturaleza misma a la
voluntad del hombre. Aquí si trabaja con todos para la dicha de todos.

El método más tosco, pero también el más eficaz para evitar el sufrimiento, es el
químico: la intoxicación. Aquí ubicaremos a las sustancias embriagadoras, siendo
estas un bien tan grande, que individuos y pueblos enteros les han asignado una
posición fija en su economía libidinal. Además de causar ganancia de placer, permite
una cuota de independencia del mundo exterior.

Otra técnica para la defensa contra el sufrimiento se vale de los desplazamientos


libidinosos, esto se observa en la sublimación, donde se consigue alcanzar placer,
pero mediante fuentes de un trabajo psíquico e intelectual.

El amor sexual nos procura la experiencia más intensa de sensación placentera,


dándonos así el arquetipo para nuestra aspiración a la dicha. Esto se observa en
personas, en que la felicidad en la vida es sobre todo un goce de la belleza.

Si bien el programa del principio de placer (Alcanzar la dicha) es irrealizable, nada nos
impide acercarnos de algún modo a su cumplimiento.

III:

¿Por qué es difícil para los seres humanos conseguir la dicha?

No podemos suprimir todo el padecimiento, pero si buena parte de él.

Gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene la cultura.

Freud descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la
medida de frustración que la sociedad le impone a través de sus ideales culturales.
Quizás suprimir estas exigencias o disminuirlas significaría un regreso a la posibilidad
de dicha.

La palabra “cultura” designa todas las operaciones y normas que no distancian de


nuestros antepasados animales. Esto sirve para dos propósitos: La protección del ser
humano frente a la naturaleza, y la regulación de los vínculos recíprocos entre las
personas.

La liberta individual no es patrimonio de la cultura, gracias al desarrollo cultural


expresa limitaciones, y la justicia exige que nadie se escape de ella. Buena parte del
trabajo de la humanidad gira en torno a una tarea hallar un equilibrio entre las
demandas individuales y las exigencias culturales de la masa.
El orden y la limpieza son exigencias esenciales de la cultura, aunque su necesidad
vital no es evidente, como tampoco lo es su aptitud para ser fuente de goce. Aquí hay
una semejanza del proceso de la cultura con el del desarrollo libidinal del individuo.
La sublimación de las pulsiones es un rasgo destacado del desarrollo cultural.

No puede pasarse por alto que la cultura se edifica sobre la renuncia pulsional, en la
no satisfacción de las poderosas pulsiones.

IV:

A una pequeña minoría, su constitución le permite alcanzar la dicha por el camino


del amor, el amor por todas las personas en igual medida, evitando así el posible
desengaño del amor genital, siendo esta la mudanza de una pulsión por una meta
inhibida. Pero aquí Freud hace dos observaciones: Parece ser que un amor que no elije
pierde una parte de su propio valor, y no todos los seres humanos son merecedores de
amor.

El amor de meta inhibida fue en su origen un amor plenamente sensual, y lo sigue


siendo en el Icc. El amor plenamente sensual y el de meta inhibida (Amar a los amigos
por ejemplo) lleva a establecer nuevas relaciones con personas ajenas a la familia. El
amor genital lleva a formar una nueva familia, y el de meta inhibida a la formación de
fraternidades.

La cultura se comporta respecto a nuestra sexualidad, como un pueblo que somete al


otro para explotarlo. Nuestra cultura deja bien en claro que solo se permitirá
relaciones sexuales sobre la base de una ligazón definitiva e indisoluble (Como lo
expone el estado o la iglesia) entre hombre y mujer, sin importar el placer sexual, con
el único objetivo de la reproducción de los seres vivos.

V:

El trabajo psicoanalítico demuestra que justamente, son estas frustraciones son las
que el neurótico no tolera. Sumado a que la cultura exige otros sacrificios más allá del
de la satisfacción sexual.

La realidad efectiva nos muestra que la cultura pretende ligar entre sí a todos los
miembros de la comunidad también libidinalmente y promueve todos los medios para
establecer fuerte identificaciones entre ellos (Ejemplo las fechas patrias). Moviliza una
libido de meta inhibida para fortalecer los lazos comunitarios mediante los vínculos
de amistad. Para cumplir estos propósitos es inevitable limitar la sexualidad.
El ser humano está lejos de ser un ser manso y amable, es licito atribuirle a su
dotación pulsional una buena cuota de agresividad. De esta forma, el prójimo no es
solamente un objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión.

La inclinación agresiva perturba nuestros vínculos con el prójimo y compele a un


esfuerzo y gasto de energía por parte de la cultura para mantenerla a raya. La
cultura tiene que movilizarlo todo para poner los límites a las pulsiones agresivas de
los seres humanos, para sofrenar (Contener a la fuerza una cosa, en especial un
sentimiento) mediante formaciones reactivas sus exteriorizaciones. Por este motivo la
cultura impone la limitación de la vida sexual, y de ahí también el mandamiento de
amar al prójimo como a si mismo (Por más que se lo odie).

Debido a que la cultura impone sacrificios no solo a la sexualidad, sino también a la


inclinación afectiva del ser humano, comprendemos porque es difícil que el ser
humano se sienta “dichoso” en ella. El hombre culto, cambia la posibilidad de dicha
por un poco de seguridad.

VI:
Freud menciona aquí que al comienzo se contrapusieron las pulsiones yoicas y las
pulsiones de objeto (Aquí las llama pulsiones de objeto, pero en realidad son las
pulsiones sexuales), para designar la energía de estas últimas, Freud utilizo en nombre
de libido. Una de las pulsiones de objeto es la sádica, donde su meta no es
precisamente el amor. La neurosis se nos presentó como el desenlace de una lucha
entre el interés de la autoconservación y demandas de la libido.

La comprensión de que el mismo Yo es investido con libido, y que la libido encuentra


como un cuartel general al propio Yo. Esta libido narcisista se vuelva a los objetos,
convirtiéndose en libido de objeto, y puede volver a mudarse en libido narcisista.
Freud en esta parte del texto, hace mención de que hay otras pulsiones que se les
contraponen a las pulsiones de autoconservación, y es la llamada pulsión de muerte,
que buscan el retorno a un estado inorgánico. Una parte de esta pulsión se dirige al
mundo exterior, como una pulsión de agredir y destruir. Así la pulsión, seria
compelida (Sometida a la fuerza) a Eros, ya que buscaba aniquilar a otro ser vivo y no
su propio yo. A la inversa, si esta pulsión estaba limitada, trae por consecuencia un
incremento de la autodestrucción. En el sadismo, es notorio que ante una pulsión
sexual, se manifiesta una ligazón entre la aspiración de amor y la pulsión de
destrucción.

La pulsión de destrucción, ya más calmada y sometida por las exigencias culturales,


inhibiendo su meta, se ve forzada a procurar al yo la satisfacción de sus necesidades
vitales y de dominio sobre la naturaleza.
La pulsión de agresión, es el principal retoño de la pulsión de muerte.

VII:
La agresión es introyectada, interiorizada, pero en realidad en reenviada a su punto
de partida, es decir, su propio Yo. Ahí es recogida por una parte del Yo, que se
contrapone al resto como Superyó y entonces, como “conciencia moral”, está
dispuesta a ejercer contra el yo la misma agresividad con la que el yo habría satisfecho
de buena gana en otros individuos. Llamaremos “conciencia de culpa” a la tensión
entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que le esta sometido. Esto se
exterioriza como necesidad de castigo. La cultura vigila al gusto agresivo del
individuo, mediante la internalización en el sujeto de un superyó.

El sujeto en su origen, no sabe diferenciar entre el bien y el mal, y gracias a una


influencia ajena sabe distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo. Esto ocurre
gracias a la influencia de la persona amada y la angustia provocada por la pérdida de
amor. Por consiguiente, lo malo, es todo aquello por lo que uno es amenazado con la
perdida de amor.

La cultura y la sociedad global, es el reemplazo de las figuras parentales.

Cuando se ha incorporado un superyó, solo en este caso es lícito hablar de la


conciencia moral, y el sentimiento de culpa.

Existen dos orígenes del sentimiento de culpa: La angustia frente a la autoridad, y


más tarde, la angustia frente al superyó. La renuncia de lo pulsional no es suficiente
para evitar la angustia, ya que el deseo persiste y no puede esconderse del superyó.

La secuencia temporal seria:

 Primero: Renuncia de los pulsional como resultado de la angustia frente a la


agresión de la autoridad externa.
 Segundo: Instauración de la autoridad interna (Superyó), aquí se da una
renuncia de lo pulsional por la angustia frente a ella, y la angustia que
desprende la conciencia moral.

Cada renuncia pulsional, lleva a su incorporación en la conciencia moral, de esta


forma, el superyó se vuelve más severo. La renuncia pulsional crea conciencia moral,
pero después reclama más y más renuncias, es insaciable.

Cada fragmento de agresión al que nos abstenemos, es asumido por el superyó,


volviendo a este más agresivo e intolerante hacia el yo.
El sentimiento de culpa es la expresión del conflicto de ambivalencia, de la lucha
externa entre Eros y la pulsión de destrucción o muerte.

VIII:

El sentimiento de culpa es el problema más importante del desarrollo cultural. El


progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha por la elevación del
sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa es una variedad tópica de la angustia, y
que en sus fases más tardías coincide con la angustia generada por el superyó.

Términos como “superyó”, “conciencia moral”, “sentimiento de culpa” y “necesidad de


castigo”, se refieren a la misma constelación, pero designan diversos aspectos de ella.

 Superyó: Es una instancia descubierta, a la par del ello y el yo.


 Conciencia moral: Es la función a la que le atribuimos: Vigilar y enjuiciar
acciones y propósitos del yo; Ejerce una actividad censora.
 Sentimiento de culpa: Es la angustia frente a esa instancia critica (Superyó)
 Necesidad de castigo: Es una exteriorización pulsional del yo que ha devenido
masoquista bajo el influjo de un superyó sádico.

Es necesaria la existencia de un superyó, para que este la conciencia moral. Pero el


sentimiento de culpa es anterior, éste es producto de la angustia generada frente a
una autoridad externa.

El “arrepentimiento” sobreviene al parricidio, es un “sentimiento de culpa particular”.

La energía agresiva de la que está dotada el superyó, sería una agresión desplazada
hacia el interior. Cuando una aspiración pulsional sucumbe a la represión, sus
componentes libidinosos son transpuestos en síntomas y sus componentes
agresivos, en sentimiento de culpa.

El superyó de la cultura, en un todo como el del individuo, plantea severas exigencias


ideales cuyo incumplimiento es castigado mediante una “angustia de la conciencia
moral”

En la investigación y en la terapia de las neurosis, Freud llego a hacerle dos reproches


al superyó del individuo: Con la severidad de sus prohibiciones, se cuida muy poco de
la dicha del sujeto, sumado a que hay que tener en cuenta las exigencias pulsionales
del ello, las dificultades del mundo objetivo. Por esto, Freud dio cuenta de la
necesidad de combatir al superyó, y luchar para rebajar sus exigencias, ya que
muchas veces estas son las causantes de una afección nerviosa.
Objeciones semejantes podemos hacerle al superyó de la cultura, ya que la cultura
proclama un mandamiento y no se pregunta si las personas podrán cumplirlo.

Freud concluye el texto preguntándose si la causa de la neurosis es debida sobre


todo al influjo de las aspiraciones neuróticas. Es decir, gracias a las exigencias de la
cultura se genera la verdad.

Psicología de las masas y análisis del yo (1921).

La identificación:

El psicoanálisis conoce como la identificación, a la más temprana exteriorización de


una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del
complejo de Edipo, donde el niño toma a su padre como su ideal.

El niño exhibe dos lazos psicológicamente diversos:

 Con la madre, una investidura sexual que la toma por objeto (Por
apuntalamiento)
 Con el padre, una identificación que lo toma por modelo.

Desde el comienzo la identificación es ambivalente. Se comporta como un retoño de la


primera fase (La oral).

Puede ser que el complejo de Edipo experimente una inversión, que se tome por
objeto de amor al padre en una actitud femenina.

En el primer caso, el padre es lo que uno querría ser (La identificación aspira a
configurar el propio yo, tomando al padre como modelo), y en el segundo caso, lo que
uno le gustaría tener. En un caso la ligazón recae sobre el sujeto, y en el otro, en el
objeto del Yo.

Freud observa cómo se da la identificación en el caso neurótico del síntoma. Aquí, la


identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado
hasta la identificación. La formación del síntoma, con esto se refiere a la represión y al
predominio de mecanismos inconscientes, el yo toma sobre sí las propiedades del
objeto.

A la hora de conocer un yo ajeo, es decir, de otras personas. Nos encontramos ante un


proceso que la psicología llama “empatía”.

Freud explica la homosexualidad masculina, de la siguiente manera: El joven a estado


fijado a su madre en el complejo de Edipo, durante un buen tiempo y con una gran
intensidad. Cuando llega la pubertad, llega el momento de cambiar a la madre por otro
objeto sexual. Pero el joven no abandona a la madre sino que se identifica con ella;
se trasmuda y ahora busca objetos que puedan sustituirle al yo del él, a quienes él
pueda amar y cuidar como lo experimentó con su madre.

En las melancolías se muestra al yo dividido, descompuesto en dos fragmentos, uno


de los cuales arroja su furia al otro. Este fragmento es el alterado por introyección
(Identificación), que incluye al objeto perdido. El fragmento que se ha vuelto cruel,
incluye a la conciencia moral. En ciertas ocasiones Freud observo que en el yo se
desarrolla una instancia que puede entrar en conflicto con el resto, que se llama “Ideal
del yo”, a esta instancia se le atribuye la función de la observación del sí, la conciencia
moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia de la represión.

Identificación histérica: si por ejemplo una niña recibe el mismo síntoma de


sufrimiento que la madre; “has querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el
sufrimiento”. (Formación neurótica de síntoma)

Identificación secundaria: Es parcial. Se sacan rasgos de todas las personas que


vamos cruzando.

Identificación social: Se identifican con algo del grupo (líder).

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