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Litio, ¿un mineral al servicio de la transición energética o del desarrollo desigual

y combinado?

Jonatan Nuñez1

Introducción

Oro blanco, mineral del futuro, recurso natural estrella. En los últimos tiempos, llamado
por estos epítetos, el litio se hizo presente en agendas políticas, empresariales, de
organismos multilaterales de crédito y, cada vez con más fuerza, en los medios de
comunicación y la boca de las personas de a pie. Pero hay dos preguntas clave que
deberíamos hacernos como punto de partida, ¿para qué sirve este mineral y cuál es
su situación en la Argentina y América Latina?

Comencemos por el principio, ¿qué es el litio? El litio es un metal blando y de color


plateado en su forma pura; relativamente abundante en nuestro planeta,
tradicionalmente se utilizó en múltiples actividades industriales tales como la
confección de vidrio, cerámicos e incluso en la farmacéutica, por solo citar algunos
ejemplos. Pese a este largo recorrido, en la actualidad el litio es sumamente apreciado
por una de sus cualidades intrínsecas: su ductilidad para la conversión de energía
eléctrica en energía química y viceversa. Tal es así que desde 1991, momento de
lanzamiento comercial de las primeras baterías de ion-litio por parte de la compañía
japonesa Sony, la demanda del elemento pasó a estar cada vez más y más asociada a
la masificación del uso de aparatos electrónicos como celulares, notebooks y tablets,
y, más recientemente, a los vehículos cuya movilidad depende de la electricidad.

En ese marco, tanto la posesión de las reservas de litio comprobadas y el avance


sobre la exploración de las potenciales, como el control de los distintos eslabones de
su cadena de valor, constituyen una misión que se reviste de carácter estratégico y es
a raíz de ello que concita múltiples tensiones geopolíticas. Este fenómeno tiene como
una de sus principales consecuencias el hecho de que los decisores del modo de
producción capitalista (y no solo desde este, si se observa la voracidad con la que el
“socialismo con características chinas” se aboca a esta búsqueda) se ha volcado
decididamente a nuevas esferas de acumulación verde, una suerte de “acumulación
por desfozilización”. Acumulación la cual, lejos de la búsqueda de soluciones
destinadas a mitigar y resolver los peligros gestados por las lógicas internas de un
sistema responsable de una crisis climática global, principalmente causada por
acciones humanas, profundiza la presión extractiva sobre minerales críticos.

Es aquí importante destacar una cuestión, la abundancia relativa del litio en nuestra
región. De acuerdo con el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, de
acuerdo por sus siglas en inglés), a 2022 se habían identificado cerca de 89 millones
de toneladas de recursos de mineral de litio a nivel mundial. En este punto, debe
hacerse una precisión para diferenciar recursos de reservas. Los primeros de ellos, ya
sea por motivos técnicos o por sus costes de producción, no son necesariamente

1
Jonatan Nuñez es doctorando en Ciencias Sociales y maestrando en Energía en la Universidad de
Buenos Aires. Becario Doctoral para Temas Estratégicos del CONICET, tiene como lugar de trabajo el
Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Integra el Grupo de Estudios en
Geopolítica y Bienes Comunes (GyBC). Correo electrónico: jonatan.a.nunez@gmail.com
recuperables. Esto no implica que en un futuro no puedan ser aprovechables, pero sí
que de momento las empresas no puedan o no prefieran avanzar sobre su producción.
Las reservas, por su parte, cumplen con las dos condiciones antedichas para seducir
al capital: pueden ser extraídas por técnicas ya viables y a precios dentro de los
marcos de la ganancia normal del mercado.

Dicho esto, vamos a lo importante para nuestra región: la distribución de los recursos
de litio favorece de forma decidida a América Latina en general, y a Sudamérica en
particular. Tal es así que los tres principales países poseedores de recursos son
Bolivia (21 millones de toneladas, 24% del total global), Argentina (19 millones de
toneladas, 21% del total global) y Chile (9,8 millones de toneladas, 11% del total
global). Es decir, de conjunto, en el llamado “Triángulo del litio” se acumula nada
menos que cerca del 56% del recurso a nivel global.

Si volvemos a la cuestión de la distribución litífera, debemos decir que, en términos de


reservas, la Comisión Chilena de Cobre (COCHILCO) establece que un 22,3% se
hallan en Australia que es primer país exportador mundial; un 43,7% en el segundo
proveedor global, que es Chile, y un 9% en Argentina (cuarto exportador luego de
China). No debemos olvidar que el litio se encuentra en diferentes estados y
superficies geológicas (rocas de tipo pegmatitas, salmueras, arcillas, etc). El litio en
pegmatitas es menos abundante y su distribución geográfica más amplia: Australia,
Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Perú, Portugal y Zimbabue son ejemplos de
poseedores de esta forma del mineral. A su vez, es de destacar que, en las
condiciones técnicas actuales, los costos para su explotación resultan menos
competitivos para las firmas extractivas que los que se hallan en forma salmuera. Es
este último el caso del triángulo sudamericano compuesto por Argentina, Bolivia y
Chile, donde con mayor abundancia se acumula el litio en salmueras en el planeta.

“Triángulo sudamericano del litio”


Fuente: https://continuemosestudiando.abc.gob.ar/

La técnica de extracción de litio más utilizada en estos proyectos que se denomina


“método evaporítico”. El mismo implica la construcción de grandes piletones, situados
generalmente en los salares, y el bombeo permanente de la costra salina por medio de
pozos y salmueroductos. Con ellos se succiona la salmuera hacia estas piletas de
evaporación para posteriormente obtener mediante un proceso químico, que utiliza
agua dulce, el grado de pureza del litio. El carbonato de litio puede ser obtenido en
grado técnico o en grado batería, pero es sólo este segundo el que tiene la pureza
necesaria para la elaboración de las mismas.

Como ya se puntualizó, las apuestas por las energías renovables, en el marco de los
compromisos de descarbonización de los grandes Estados y corporaciones,
repercuten en una presión extractiva sobre los territorios en donde se encuentra el litio.
Algunos números recientes, constantemente dinámicos, pueden dar cuenta de ello. La
producción mundial de litio aumentó desde 152 mil a 440 mil toneladas métricas de
carbonato de litio equivalente (LCE) entre 2010 y 2020. Su comercialización se
caracteriza por un alto grado de concentración en la oferta como en la demanda. Un
80% de la oferta global estuvo históricamente concentrada por cuatro firmas: la
norteamericana Albemarle, la chilena SQM, la norteamericana Livent Corp., (ex- FMC
y antes Lithco), la china Tianqi Lithium.

En relación a su demanda se encuentran las firmas automotrices como Toyota, BMW,


VW, Nissan, General Motors, Audi, BAIC, y los gigantes Tesla y ByD; las firmas
electrónicas Samsung, Panasonic, Huawei o Apple, y empresas dedicadas al
almacenamiento estacionario, como Vestas, LG Chem, General Electric, Siemens.
Pero en rigor solo dos firmas CATL, de China y Panasonic de Japón concentran la
mitad de la producción de baterías con destino hacia la industria automotriz. Este
funcionamiento de la cadena global de valor del litio, limita las posibilidades de
transferencia o desarrollo tecnológico en los países proveedores que pertenecen al sur
global, y potencian los esquemas de dependencia de paquetes tecnológicos del norte
global.

Vista la importancia y la trascendencia indudable de este mercado, cabe, quizás,


revisar qué está haciendo cada uno de los países de nuestra región con su litio y las
proyecciones que tiene para el mismo.

Bolivia o el trunco intento de ir del salar a la batería

En el marco de la nacionalización, o “bolivianización”, de los recursos naturales llevada


adelante por el gobierno de Evo Morales, el turno del litio llegó en el año 2008. Esta
decisión se encadenó con la sanción del Proyecto de Desarrollo Integral de Salmuera
del Salar de Uyuni y la puesta en marcha de una planta piloto para el procesamiento
de litio, la cual se puso en operación en 2013. A ello se le sumó la conformación de
una división específica en la COMIBOL y una institucionalidad que primero fue la
Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos, la cual derivó en la creación de una
empresa estatal destinada al tratamiento del mineral, Yacimientos Litíferos Bolivianos
(YLB), nacida en 2017.
Todo lo mencionado fue el prólogo de un proyecto más ambicioso, de fuerte cuño
soberano, el cual buscaba que Bolivia pudiera desarrollar toda la cadena de valor
litífera en su territorio, bajo el slogan “del salar a la batería”. El proceso tuvo varias
dificultades internas y externas. Entre las primeras podemos destacar el hecho de que
hubo un cambio de técnica recién sobre el año 2017 que impactó en, dicho en
palabras simples, tener que volver a empezar con respecto a la proyección extractiva,
no poder cumplir las metas previstas y que no existan por tanto los ingresos
prometidos para el pueblo boliviano. Por otro lado, la necesidad de articularse con
capital y conocimientos en la tercera etapa, llevó a la firma de acuerdos con distintas
empresas de origen chino y alemán, entre las cuales destacó el entendimiento
alcanzado por YLB con la germana ACI System. Con el 51% del joint venture en
manos de la estatal boliviana, y el 49% restante en propiedad de la compañía europea,
el proyecto comenzó en 2018. Pese a las dudas de la capacidad técnica de la
empresa alemana, la iniciativa fue retóricamente muy defendida por el gobierno de
Evo Morales, el cual observaba en el mismo no solo una defensa de los recursos
naturales bolivianos, sino también un salto hacia adelante para las capacidades
técnicas del país.

Sin embargo, la inestabilidad política que precedió al golpe de Estado que dio por
tierra con el gobierno de Evo Morales, en noviembre de 2019, puso punto final a este
proyecto. No obstante, con la vuelta a la democracia tras la victoria Luis Arce
Catacora, nuevos proyectos empezaron a resurgir siempre de la mano de alianzas
estratégicas con compañías internacionales, particularmente chinas, quienes se
proponen desarrollar la técnica de la extracción directa en el Salar de Uyuni.

Chile y la Estrategia Nacional del Litio

La Estrategia Nacional del Litio, presentada por el presidente chileno Gabriel Boric a
finales de abril de 2023, recoge parte de anhelos y contradicciones. La iniciativa,
anunciada por cadena nacional de radiodifusión, si bien no desestima la participación
privada, tiene por objetivo final el control estratégico de la explotación litífera por parte
del Estado, el cual renegociará los contratos existentes y comandará las futuras
explotaciones por medio de los instrumentos legales de los que dispone la
Corporación Nacional del Cobre (Codelco). Los números involucrados dan cuenta de
la importancia del control de esta área para la economía chilena. Segundo mayor
productor de carbonato de litio del mundo solo por detrás de Australia, hasta el
momento el mineral es extraído del Salar de Atacama y desde hace cuarenta años por
dos empresas privadas, SQM (que posee el 65% del mercado) y Albemarle (que
usufructúa el 35% restante). El negocio del litio es impresionantemente redituable para
las corporaciones, pero bajo el esquema que rige en Chile deja sumas cuantiosas de
rentas fiscales también. Podríamos decir que hasta aquí y desde los años ‘70 se trató
de un extractivismo de Estado. Tan solo en 2022, la exportación de derivados de litio
chilenos significó ingresos por USD 7763 millones, representando el 30% de las
ventas totales a nivel global.

Resta ver cuánto de esto se modifique realmente bajo la nueva estrategia nacional de
litio. Pero habrá que esperar en la faena extractiva puesto que el presidente anunció
que no habría modificaciones hasta luego de la caducidad de los contratos, siendo en
2030 para SQM (empresa de capitales mayoritarios chilenos ligada a Julio Ponce
Lerou, ex yerno de Pinochet) y en 2043 para la estadounidense Albemarle. Sin
embargo, la letra de la Estrategia no dice solo buscar el control de la extracción del
mineral, para lo cual enviará un proyecto de ley al congreso a fin de constituir una
empresa nacional, sino también aprovechar los recursos científicos e industriales
chilenos a fin de avanzar en la cadena de valor litífera en clave de lo que el mandatario
denominó como un sendero de “desarrollo sustentable”.

México y la nacionalización sobre reservas litíferas de productividad dudosa

Siguiendo el hilo de la reforma de la Ley de Minería, aprobada en abril de 2022,


México nacionalizó el litio por medio de un decreto presidencial firmado por Andrés
Manuel López Obrador en febrero de 2023. La normativa, que no retira las
concesiones ya otorgadas a empresas como la china Ganfeng Lithium, busca
garantizar que las más de 200 mil hectáreas con recursos potenciales de litio
distribuidas por siete municipios del estado de Sonora sean explotadas a futuro de
forma exclusiva por parte del estado mexicano. En palabras del presidente mexicano,
en su discurso pronunciado en el pueblo de Bacadehuachi el 18 de febrero de 2023,
“lo que estamos haciendo ahora es nacionalizar el litio para que no lo puedan explotar
extranjeros ni de Rusia, ni de China, ni de EE.UU., el petróleo y el litio son de la
nación, son del pueblo de México”.

El vehículo privilegiado para llevar adelante esta explotación soberana es la empresa


estatal Litio para México, LitioMx, creada por decreto en agosto de 2022. Entre las
atribuciones de la compañía se contempla, controlada bajo la órbita de la Secretaría
de Energía, se contempla la elaboración de programas estratégicos para exploración,
explotación y aprovechamiento del litio en todas sus cadenas de valor y la
administración de las mismas, para lo cual no descarta la asociación con empresas
públicas e incluso privadas siempre y cuando el control recaiga sobre el Estado
mexicano.

Debe tenerse en cuenta que, de acuerdo con el Servicio Geológico de los Estados
Unidos, México cuenta reservas de litio equivalentes a 1,7 toneladas, lo cual lo coloca
en el décimo lugar entre los países con mayor presencia del mineral. No obstante esta
abundancia relativa, un punto de duda en torno a las posibilidades del litio mexicano
se relaciona con el hecho de que el mismo se encuentra dentro de arcillas, lo cual
implica técnicas de explotación diferentes a las aplicadas en las de las salmueras del
“triángulo” sudamericano o la roca australiana.

El proyecto de nacionalización mexicano emulando a Bolivia, buscar ir “del salar a la


batería”, incluso podría tener aristas más grandes, de escala continental, si es que
avanzan las conversaciones que el presidente del país azteca afirmó tener al respecto
de la conformación de una “OPEP del litio” con sus pares de Argentina (Alberto
Fernández), Bolivia (Luis Arce) y Chile (Gabriel Boric). Si bien explosivo desde el punto
de vista retórico, muchos especialistas dudan de las posibilidades de la constitución de
tal entidad debido no solo a la heterogeneidad legislativa existente en cada uno de
estos países, sino también a la presión económica y geopolítica que podrían imponer
otros grandes jugadores del sector como Australia, Estados Unidos y China.

Argentina y su federalismo sui generis

Argentina posee un marco normativo que trata al litio como un mineral indiferenciado,
a la vez que atomiza su gobernanza a nivel provincial, lo cual redunda en estrategias
subnacionales competitivas y a veces incoherentes entre sí. Esta dinámica legal es
vista con buenos ojos por parte de las compañías transnacionales, dado que en ello
observan un margen de negocios convenientes a los objetivos de maximizar
ganancias y operar con una fiscalización cuando menos laxa. Esta valoración
favorable de parte de los empresarios de las “garantías” que otorga Argentina, precisa
de un análisis algo más detallado del marco regulatorio en cuestión.

En una primera instancia, estas “virtudes” para la operatoria de las mineras se


desprende de la Constitución Nacional y su reforma de 1994, en particular del artículo
124, el cual afirma entre otras cuestiones que “corresponde a las provincias el dominio
originario de los recursos existentes en su territorio”. Viejo anhelo de estos espacios
subnacionales, la aplicación de este artículo vino a suplir el retiro de la presencia (y los
recursos) del Estado nacional, dando paso a un federalismo sui generis en el cual las
élites provinciales comenzaron una carrera cada vez más virulenta para mostrarse
“atractivas” a las inversiones en actividades extractivas.

Estas prerrogativas venían a sumarse a la Ley de Inversiones Mineras aprobada un


año antes, la cual se declaraba persecutoria de garantizar la estabilidad de mediano
plazo que necesitaba esta clase de emprendimientos. Dicha ley establecía entre otros
puntos la deducción del 100% de los gastos de prospección y exploración del
impuesto a las ganancias, la devolución anticipada sobre el Impuesto al Valor
Agregado (IVA) sobre la compra de bienes o servicios en exploración, como también la
amortización acelerada de las inversiones en equipamiento, construcción,
infraestructura y activos fijos. No obstante, quizás los elementos más importantes de
esta normativa son los que tienen que ver con su cláusula de estabilidad fiscal para las
empresas, las cuales no podrían ver modificada su carga tributaria por 30 años a partir
de la fecha de presentación de los estudios de factibilidad antes las autoridades
correspondientes, el tope del 3% de regalías del valor del mineral extraído en boca de
mina por ellas declarado y el beneficio arancelario para la importación de bienes de
capital (lo cual les otorga acceso privilegiado a divisas en un país con déficit crónico en
la balanza externa).

Esta batería legal se complementa con la reforma del Código de Minería establecida
en 1995, la cual, entre otras cuestiones, garantiza facilidades para la exploración de
nuevas zonas potenciales en recursos y simplifica el trámite de su pedimento de forma
tal que la simple denuncia frente al tribunal de minas provincial habilita a comenzar
con los trámites que derivaran en una eventual puesta en producción del área
declarada.

Debe tenerse en cuenta que, pese a la gran presencia del capital trasnacional debido
a las facilidades otorgadas por la legislación vigente, también existen varias empresas
estatales que pretenden involucrarse o ya se encuentran involucradas en la faena
extractiva del litio. Tres ejemplos de ello son los que representan Jujuy Energía y
Minería Sociedad del Estado (JEMSE), creada en 2011, la cual participa en la
explotación de Sales de Jujuy, con un 8,5% de su propiedad. Otro de ellos es
Recursos Energéticos y Mineros de Salta S.A, (REMSA), creada en 1986, propietaria
por su parte de las ventas futuras de Eramine S.A, en el proyecto Centenario-Ratones,
cuya puesta en marcha comercial se calcula para finales de 2023. Finalmente,
Catamarca también tiene su empresa minera provincial, Catamarca Minera y
Energética Sociedad del Estado (CAMYEN), formada en 2012, la cual se encuentra
asociada en con Lake Resources en el proyecto Kachi, a este momento en etapa de
prefactibiilidad.

De forma incipiente, la petrolera semiestatal YPF también comenzó a buscar


integrarse en el negocio litífero con la creación de YPF Litio, en septiembre de 2021.
Profundizando en los desarrollos que ya venía llevando adelante con Y-TEC
(compañía tecnológica que la petrolera formó junto con el CONICET) para la
elaboración de material catódico de baterías, la compañía anunció noviembre de 2022
la instalación de una fábrica de baterías en Santiago del Estero así como también el
comienzo de una potencial explotación propia del mineral en Fiambalá Norte,
Catamarca, junto con la empresa provincial CAMYEN, por medio de un estudio de
impacto ambiental presentado en marzo de 2023.

Es importante señalar que, por detrás de los propietarios formales de los dos
proyectos activos en Argentina, Proyecto Fénix en el Salar del Hombre Muerto en
Catamarca y Sales de Jujuy, en el Salar de Olaroz, existe una fuerte presencia de
fondos de inversión. En efecto, el primero de los casos, el Proyecto Fénix, se
encuentra controlado íntegramente por la compañía estadounidense Livent, la cual
tiene por detrás de sí a Blackrock y Vanguard, dos de los más grandes fondos de
inversión del planeta. Sales de Jujuy, por su parte, reparte sus acciones entre la
australiana Allkem/Orocobre (66,5%), la japonesa Toyota Tsusho (25%) y la provincial
JEMSE (8,5%). Sin embargo, al desencriptar las acciones de los dos principales
tenedores, nuevamente puede encontrarse una fuerte presencia de bancos y fondos
de inversión trasnacionales tales como HBSC, JP Morgan, BNP Paribas, entre otros.
Todo este cuadro de vulnerabilidad económica de cara a cualquier intento de
explotación en clave soberana del litio se profundiza aún más con el reciente anuncio
realizado por Livent respecto de que llevará adelante una fusión con Allkem, lo cual
daría como resultado que los dos proyectos activos de explotación de litio de Argentina
(y varios en etapa de desarrollo) quedarían en manos de un conglomerado
supranacional valuado en más de USD 10 mil millones.

A nivel provincial se han dado declaraciones recientes sobre el carácter estratégico del
litio en territorios que aún no poseen emprendimientos en producción. Un caso de este
tipo es el de La Rioja, quien hacia finales de 2022 declaró con fuerza de ley provincial
“al litio y sus derivados como recursos naturales estratégicos por sus contribuciones a
la transición energética y aportes al desarrollo socioeconómico de la provincia”,
despertando reacciones adversas de parte de las cámaras empresarias del sector. La
adjunta suspensión por decreto de los permisos de cateo, prospección y exploración
de litio por parte del gobernador Ricardo Quinquela escaló a nivel judicial de la mano
de una presentación realizada por parte de la compañía canadiense Origin Resources,
la cual se encontraba en las primeras instancias de trabajo en emprendimientos
litíferos en territorio riojano. Es de resaltar aquí que La Rioja mantiene una disputa
fronteriza con San Juan por el proyecto Los Sapitos, cuyos límites se encuentran en
litigio.

La seguidilla de provincias que irían en este sentido podría a llegar a engrosarse como
lo evidencian anuncios como el brindado por el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán,
en septiembre de 2022, cuando declaró el hallazgo sorpresivo de litio cuando geólogos
realizaban estudios en campos maduros de hidrocarburos. Esa declaración no solo fue
seguida por una “misión” de parte de los gobernadores del “Norte Grande” a los
Estados Unidos en busca de inversiones para el sector, sino también en el caso
particular de Formosa en promesa de la instalación de una planta piloto de
procesamiento de carbonato de litio en la región de Palmar Largo, en colaboración con
Y-TEC, la cual podría ver luz verde en 2023.

El cuadro normativo previamente descrito, sumado a la demanda global en alza del


mineral y la crónica crisis de divisas argentina, ha creado un esquema de consenso en
todas las fuerzas políticas mayoritarias en torno al mandato extractivo del litio y los
“indispensable” de su profundización.

Pese a la vigencia de este pacto tácito, y la no aplicación plena de convenios


internacionales como el 169 de la OIT que deberían proteger a las comunidades
originarias de los territorios puestos en extracción, el accionar de los pobladores que
resisten la expansión de la actividad litífera en sus regiones conquista pequeños
mojones de forma progresiva. Un ejemplo de ello puede verse en el fallo de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación del 28 de marzo de 2023 el cual exige a las
provincias de Salta y Jujuy, así como al Estado Nacional, información sobre los
permisos de explotación de litio y borato en las cuencas de Salinas Grandes y Laguna
de Guayatayoc. Nacido de un recurso de amparo ambiental presentado a fines de
2019 por parte de las comunidades afectadas y organizaciones ambientalistas, el fallo,
pese a no dar por hecha la competencia del tribunal para dirimir el diferendo, sí hace a
lugar a la preocupación por la prevención del potencial daño grave e irreversible que
provocaría esta actividad minera sobre el sistema hídrico de la cuenca afectada.

Comentario final

En suma, como vimos a lo largo de este texto el litio puede ser considerado, antes que
como el mineral del futuro, un recurso de un presente más que tangible en Argentina y
la región. No obstante, la disparidad de los marcos normativos, la capacidad de lobby
de empresas de tenor global y algunas desatenciones por acción u omisión en cuanto
a trazar estrategias de desarrollo sólidas están provocando, desde nuestra
perspectiva, que se repitan viejas historias: ser los garantes del desarrollo ajeno con
los recursos naturales que tanto aquí abundan. De nosotros, y nuestros dirigentes,
depende no volver a ser protagonistas de otro relato de desarrollo desigual y
combinado.

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